Epidemias en La Edad Media (Mapa Mental)
Epidemias en La Edad Media (Mapa Mental)
Epidemias en La Edad Media (Mapa Mental)
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provocaba una tos expectorante que podía dar lugar al contagio a través del aire. La
peste septicémica y la neumónica no dejaban supervivientes.
Origen y propagació
La peste negra de mediados del siglo XIV se extendió rápidamente por las regiones
de la cuenca mediterránea y el resto de Europa en pocos años. El punto de partida se
situó en la ciudad comercial de Caffa (actual Feodosia), en la península de Crimea, a
orillas del mar Negro. En 1346, Caffa estaba asediada por el ejército mongol, en
cuyas las se manifestó la enfermedad. Se dijo que fueron los mongoles quienes
extendieron el contagio a los sitiados arrojando sus muertos mediante catapultas al
interior de los muros, pero es más probable que la bacteria penetrara a través de
ratas infectadas con las pulgas a cuestas. En todo caso, cuando tuvieron
conocimiento de la epidemia, los mercaderes genoveses que mantenían allí una
colonia comercial huyeron despavoridos, llevando consigo los bacilos hacia los
puntos de destino, en Italia, desde donde se difundió por el resto del continente.
Los indicios sugieren que la plaga fue, ante todo, de peste bubónica primaria. La
transmisión se produjo a través de barcos y personas que transportaban los fatídicos
agentes, las ratas y las pulgas infectadas, entre las mercancías o en sus propios
cuerpos, y de este modo propagaban la peste, sin darse cuenta, allí donde llegaban.
Las grandes ciudades comerciales eran los principales focos de recepción. Desde
ellas, la plaga se transmitía a los burgos y las villas cercanas, que, a su vez, irradiaban
el mal hacia otros núcleos de población próximos y hacia el campo circundante. Al
mismo tiempo, desde las grandes ciudades la epidemia se proyectaba hacia otros
centros mercantiles y manufactureros situados a gran distancia en lo que se conoce
como «saltos metastásicos», por los que la peste se propagaba a través de las rutas
marítimas, uviales y terrestres del comercio internacional, así como por los caminos
de peregrinación. Estas ciudades, a su vez, se convertían en nuevos epicentros de
propagación a escala regional e internacional. La propagación por vía marítima podía
alcanzar unos 40 kilómetros diarios, mientras que por vía terrestre oscilaba entre 0,5 y
2 kilómetros, con tendencia a aminorar la marcha en estaciones más frías o latitudes
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con temperaturas e índices de humedad más bajos. Ello explica que muy pocas
regiones se libraran de la plaga; tal vez, sólo Islandia y Finlandia.
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sostienen que la mortandad provocada por la peste pudo haber acelerado el
arranque del Renacimiento y el inicio de la «modernización» de Europa.
L a Pe s t e N e g ra
(1346-1353). La
historia completa. Ole
B e n e d i c t o w. A ka l ,
Madrid, 2011.
Historia de las
epidemias en España y
sus colonias
(1348-1919). José Luis
Betrán. La Esfera de los
Libros, Madrid, 2006.
Sin embargo algunos especialistas mantienen que lo que trajeron los cruzados a
Europa no fue la lepra s no la sí lis, dolencia que otros investigadores consideran
posterior al descubrimiento de América (del mismo modo, se piensa que la lepra
solo llegaría al Nuevo Mundo a partir de 1492). Se tratase o no de lepra, las
consecuencias para los infectados eran las mismas: se les adjudicaba el estigma de
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extremidades.Todo ello, unido al fuerte olor que desprendían los enfermos - y que las
fuentes medievales comparan con el de la
cabra macho, con el de las plumas de ga so y
con el de los depósitos de cadáveres, hacia
que la dolencia se considerase una
auténtica muerte en vida.
Los hospitales servían básicamente para recluir a los enfermos y hacer que sus vidas
fuesen más llevaderas, pero en la Edad Media no se conocían ni remedios para la
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En los últimos siglos de la Edad Media, y sin que se conozcan las causas, la lepra fue
remitiendo. Algunos autores opinan que la peste negra de mediados del siglo XIV
exterminó a la mayor parte de los enfermos de lepra. Otros señalan que la reclusión
de los leprosos en hospitales llevó a que la infección dejase de propagarse; pero esta
a rmación no tiene en cuenta el hecho de que
muchos infectados que aún no habían
desarrollado los síntomas más graves
vivieron en sus comunidades durante
años, ocultando que padecían la
enfermedad.
Texto de Covadonga Valdaliso publicado en "Historia
National Geographic n. 10. Digitación, adaptación y
ilustración de Leopoldo Costa.
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