Filosofía 3

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FILOSOFÍA DE LA EDUCACIÓN.

Tema 3:

Subjetivación y educación: sujetos de la educación y en la educación.

INTRODUCCIÓN
En la segunda mitad del siglo XX la sociedad occidental, impulsada principalmente por el desarrollo
científico y tecnológico, conoció una gran transformación estructural, cultural y social. De este
modo, los cambios, que hasta entonces se habían asociado a procesos lentos y, por lo tanto,
predecibles, pasaron a convertirse en fenómenos poderosos, vertiginosos y que operan en muchos
planos superpuestos de la realidad.
Esta situación ha producido una sensación de confusión e incertidumbre. Uno de los ámbitos
sociales que de manera más intensa está padeciendo tal ausencia de estabilidad es el mundo de
la educación.
Es así como la escuela y los docentes, enmarcados en el contexto de la hipermoderinidad, debemos
más que nunca promover la construcción de una subjetividad crítica y autónoma en nuestros
educandos. El lograr lo antemencionado requiere de prácticas conscientes de los problemas
existentes en el contexto actual para que los sujetos puedan constituirse como tales.

¿QUÉ TIPO DE SUBJETIVIDAD PUEDE CONFIGURARSE EN EL CONTEXTO ACTUAL?


Estamos inmersos en una época conceptualizada como la sociedad de la hipermodernidad. Este
término es utilizado desde un enfoque sociohistórico por Lipovetsky (2004) con el fin de intentar
particularizar las características de la vida actual y de este modo, reflexionar sobre las
circunstancias de la sociedad en donde se han configurado determinadas formas de sentir, pensar
y actuar, propias del sujeto posmoderno.
Esta hipermodernidad da lugar a profundos cambios en las sociedades actuales. Es así como
considerando los aportes de Lipovetsky (1996) puede distinguirse en la sociedad actual, una nueva
forma de control de los comportamientos, una diversificación incomparable de los modelos de vida,
en conjunto con una consideración mayor por la esfera privada, es decir, una nueva fase en la
historia del individualismo. De este modo la subjetividad se va configurando en pos de un nuevo
“proceso de personalización”, el que corresponde a una sociedad flexible basada en la información
y estimulación de necesidades. Este proceso implica una nueva forma de organizarse, de
comportarse partiendo desde lo privado. Hay nuevos procedimientos que contienen nuevos fines,
valores y legitimidades sociales, priman los valores hedonistas, el culto a la liberación personal, a
la expresión libre, en síntesis, un nuevo significado de autonomía.
Este proceso de personalización da cuentas de una sociedad postmoderna, en donde reina la
indiferencia de masa, autonomía privada e, innovación superficial, lo que lleva a los sujetos a no
considerar ni asimilar el futuro, pues se quiere vivir aquí y ahora. Una sociedad regida por el vacío,
un vacío que no comporta, ni tragedia ni apocalipsis.
Bauman (2000) utiliza el término de “modernidad líquida” para hacer alusión al mundo
contemporáneo y caracterizar los procesos de cambios socioculturales actuales. Dicho autor
plantea que la noción de “fluidez” es considerada como una de las fuertes metáforas de la actual
época. De este modo, hace referencia a una modernidad "líquida” en donde la noción de liquidez
está asociada a que los fluidos no conservan tan fácilmente su forma por mucho tiempo y están
constantemente dispuestos y proclives a cambiarla, por lo que el flujo del tiempo es más relevante
que el espacio que puedan ocupar, ya que en definitiva este espacio lo van a llenar solo por un
momento. La característica de la extraordinaria movilidad que presentan los fluidos está asociada
según dicho autor, a la idea de “levedad”, debido a que tienden a visualizarse como más livianos
que los sólidos en sí. Siguiendo en la misma línea, plantea que esta “levedad” o “liviandad” es
asociada a su vez, con movilidad e inconstancia, razones que justifican que la "fluidez" y la "liquidez"
sean metáforas muy adecuadas para comprender la época actual. “Los fluidos, por así decirlo, no
se fijan al espacio ni se atan al tiempo".
Siguiendo con los aportes de Bauman (2005) puede decirse que el ritmo vertiginoso de los cambios
en casi todos los aspectos de la vida del hombre, como también, la incertidumbre profunda acerca
del futuro, provocan que haya una necesidad casi desesperada de encontrar un punto de referencia
estable y seguro. Sin embargo, dicho autor explica que en la actualidad se requiere de mucha
audacia para construir compromisos a largo plazo y así romper y anticiparse a la incertidumbre del
futuro. Parecería que se prefiere establecer compromisos superficiales, de modo que no provoquen
una futura herida, y de este modo, “la lealtad y los vínculos, como el resto de los utensilios, tienen
fecha de caducidad”.
En este sentido debemos reflexionar profundamente acerca de la subjetividad que ha de construirse
en este contexto y cuestionarnos, sobre todo: ¿Qué papel nos toca jugar como docentes para
contribuir a revertir esta situación?, ¿Realmente podemos hacerlo?, ¿De qué manera? Contestar
estas preguntas es, sin dudas, una tarea compleja, sin embargo, el ser conscientes de que la era
postmoderna se encuentra obsesionada con la información y la expresión, por una comunicación
sin objetivo ni público, es decir, regida por la lógica del vacío, puede ser el primer paso para
encontrar las respuestas que se buscan. De este modo, concientizarnos primeramente de la
realidad en la que estamos inmersos, puede ser una óptima opción para animarnos a cambiar
aquello que se pueda. El concientizarnos, implica, entre tanto, poder percibir que nos encontramos
rodeados de cortinas de humo, como diría Yves Lacoste, que nos hacen perdernos en cosas
banales, en noticias que hoy son relevantes y mañana serán olvidadas, en programas de
entretenimiento, juegos de luces, colores, imágenes y sonidos que “llenan los ojos” pero no
trasmiten ningún mensaje, por lo que asistimos a la derrota del pensamiento (Finkielkraut, 1994).
De este modo, abrir los ojos entre tantas cortinas de humo nos invita a reflexionar sobre los
beneficios y dificultades del rol de ser maestro en un contexto predominantemente
hipermodernizado. Así podremos rencontrarnos con una vocación y responsabilidad profesional,
que hoy sabemos, urge ser llenada con un nuevo sentido.

LA IMPORTANCIA DE LA EDUCACIÓN EN LA FORMACIÓN DE LA SUBJETIVIDAD


No es posible establecer linderos entre la subjetividad y la sociedad. Las categorías de lo individual
y lo social no remiten a objetos con existencias separadas, sino que ambas se juegan
conjuntamente en los distintos procesos estructurales donde intervienen. Sería absurdo pensar en
la subjetividad como fuera de la sociedad y a la sociedad como algo ajeno a las subjetividades. La
subjetividad, entendida en términos de relación dialéctica con los otros, es producto y productora
de una estructura social en un momento histórico dado. De acuerdo con Rebellato (2000) la
subjetividad consiste en la humanización del hombre, lo que implica poder elegir, en este sentido
nuestra subjetividad es profundamente ética, ya que no se pueden separar los valores de las
opciones, las apuestas, la esperanza. Ser sujeto es formar parte de un ecosistema de
comunicación, en este sentido el autor apuesta a la posibilidad de ser protagonista tomando
decisiones para modificar el entorno, el ecosistema en que nos movemos, en busca de la justicia y
la igualdad. Agrega que ser sujeto es poder ser autónomo, aunque nos movemos en un espacio
moral heterónomo, donde las opciones y comportamientos ya están trazados, pero aún así tenemos
el poder de abrir espacios para la autonomía. Ser sujeto es formar parte de comunidades y
tradiciones dialógicas, la autonomía se conquista con otros, y para eso es necesario reconocer al
otro como una alteridad dialogante. Ser sujeto es vivir la experiencia de la contradicción. En base
a todo esto, este pensador propone la importancia de reconocer la necesidad de cambios
profundos, aunque no se quiera cambiar, para sembrar la esperanza, para superar la crisis actual
de la civilización. Apuesta a que el cambio debe darse en el sujeto, que es el ciudadano activo,
consciente, que puede desarrollar su poder de cambiar a sí mismo y al entorno.
Como el sujeto no ha de formarse solo, la educación adquiere un rol fundamental. En la escuela la
educación del sujeto y del ciudadano aparece como prioritaria en sus fines. La educación es así
una actividad ética: propone cultivar, desarrollar al sujeto.
La educación favorece la formación del sujeto autónomo, del ciudadano participante crítico, activo,
que, en conexión con los otros, a los que reconoce también como sujetos, se atreva a cultivar la
esperanza de un mundo mejor, sobre la base de distintas alternativas que deben ser pensadas y
construidas por ellos mismos, en medio de un mundo en constante cambio.
La educación, enmarcada en el contexto de hipermodernidad, explicitado en el apartado anterior,
ha quedado atrapada en cuestiones propias de la época.
Erich Fromm (1987) nos sitúa ante una de las cuestiones más preocupantes, que sacuden a las
sociedades a nivel mundo: la rivalidad entre tener y ser. En este sentido, ¿Bajo cuál de estas dos
ópticas se construye la subjetividad de nuestros alumnos?
Parece que hemos llegado a una encrucijada en la que la misma esencia del ser consiste en tener,
y cada vez ponemos mayor énfasis en la necesidad de las cosas, a tal punto que quien no tiene
nada no es nadie. En este sentido debemos reflexionar profundamente sobre: ¿Qué significa ser?,
¿Somos nuestra esencia?, ¿Somos lo que tenemos y lo que consumimos? Si somos lo que
tenemos y lo que tenemos se pierde, entonces ¿Podremos ser algo más que una falsa manera de
vivir? En cambio, si somos lo que somos y no lo que tenemos, ¿Podrá alguien arrebatarnos nuestra
seguridad e identidad?
En este sentido creer en el "ser" es apostar por una sociedad interesada principalmente en las
personas, mientras que optar por el "tener" alumbra una sociedad interesada exclusivamente por
las cosas. Esta encrucijada entre estas dos cuestiones implica poner enfrentadas a dos preguntas:
¿Qué es bueno para el hombre? y, ¿Qué es bueno para el sistema? En este aspecto, el desarrollo
del sistema económico en la actualidad ya no está determinado por la primera pregunta, sino por
la segunda, tratando de ocultar este conflicto suponiendo que lo que es bueno para el desarrollo
del sistema también es bueno para las personas.
En este sentido, se hace necesario que reflexionemos con el autor sobre las rivalidades existente
entre el modo de ser y el modo de tener en el ámbito de la educación. Erich Fromm nos dice, que
en el modo de existencia de tener los estudiantes asisten a clases, escuchan las palabras del
maestro, siendo su única meta el retener lo “aprendido”. Recordar no es más que una relación
enteramente mecánica, por lo que “tienen conocimientos” en la medida en que poseen información.
En el modo de ser esta situación se modifica drásticamente, esto se evidencia en que los
estudiantes asisten a clases con problemas pensados de antemano. En vez de ser recipientes
pasivos de las palabras y de las ideas, escuchan, captan y responden de manera productiva y
participativa. De este modo el educando se siente afectado y cambia, es decir, es distinto después
de la clase. Se recuerdan activamente las palabras, las ideas, las escenas, las pinturas, la música,
esto porque se tiene la capacidad de relacionar datos entre sí, y lo que es más importante, no
“tienen conocimientos” sino que “conocen”. Este conocer es funcional, es decir que solamente sirve
como medio en el proceso de pensar productivamente.
Este planteo nos hace pensar que el conflicto entre tener y ser puede ser más significativo de lo
que pudiéramos imaginar. Como docentes convivimos diariamente con esta disputa, ésta se
convierte, muchas veces, en protagonista del aula, entonces, ¿Qué estamos dispuestos a hacer?,
¿Somos capaces de cuestionar nuestras propias prácticas?, ¿Estamos apostando a construir
subjetividades en el modo de existencia de ser?, ¿O estamos contribuyendo a la cultura del tener?,
¿A qué aspectos del currículo estamos dándole mayor trascendencia cuando evaluamos a
nuestros alumnos?, ¿Planificamos actividades pensadas para cuestionar y reflexionar sobre la
sociedad del consumo en la que estamos insertos?, ¿Les permitimos cuestionarnos y cuestionarse
a ellos mismos, participando activamente de la construcción de su propia subjetividad?
Contestar estas preguntas, evidentemente no es tarea sencilla, pero el reflexionar acerca de
nuestro rol, asumirlo y ejercerlo implica entre tantos aspectos, pensar conscientemente la realidad.
La pregunta entonces no debería ser ¿Cómo hacer para educar en esta sociedad? Sino ¿Cuál es
el aporte educativo, como docentes, en la sociedad de la que formamos parte? Este planteo, al
menos, puede llevarnos a posicionarnos de manera diferente frente a los problemas relacionales
entre la institución educativa y el contexto en el cual estamos inmersos.
El mismo Rebellato confiesa que “vivimos en una época en donde la alternativa no está a la vista”,
el tener puede más que el ser, tironea con más fuerza. Pero esto no significa que nos quedemos
con los brazos cruzados, en el universo del aula podemos generar situaciones de discusión, de
debate, que contribuyan a generar nuevas subjetividades, nuevas formas de ver la realidad, nuevos
miradores. Tal vez logremos que el alumno vea de otra manera a la publicidad, que cambie su
actitud en cuanto al medio ambiente, en cuanto a los vínculos que establece, que viva un poquito
más en el ser en desmedro del tener. Podemos lograr en palabras de Bauman (2000) que los
alumnos se “humanicen en el encuentro con los otros, contruyendo procesos propios de
indentificación y embarcándose así, en un proceso civilizatorio.”
Educar para la construcción de nuevas subjetividades implica, de acuerdo con Sharp y Splitter
(1996) comenzar por recuperar los espacios destinados al diálogo, al encuentro interpersonal, cara
a cara, para pensar y reflexionar en comunión con el grupo, estableciendo auténticas comunidades
de indagación. La escuela tiene la tarea de ayudar a los niños a trascender la seguridad ilusoria de
sus propias experiencias, al mismo tiempo que se mantiene el respeto por el valor de esas
experiencias considerándolos como verdaderos sujetos de la educación.

REFLEXIONES PERSONALES
Hoy más que nunca se hace sumamente necesario reflexionar sobre el ejercicio de nuestro rol
como docentes, teniendo en cuenta la realidad social actual, en donde los vínculos sociales se han
vuelto más frágiles, resquebrajando el concepto de comunidad y acentuando el individualismo y la
competencia, en el marco de una economía fuertemente global e informacional. En este contexto,
la escuela del siglo XXI puede ayudarnos a encontrar la ruta, superando los obstáculos, para
construir la sociedad nueva que imaginamos. En este sentido, reflexionamos con Edgar Morín
(1999) sobre el grano de arena que podemos aportar los educadores con respecto a enfrentar las
incertidumbres que sacuden a las sociedades de este tiempo. Pensemos que los hombres de la
sociedad actual navegamos en océanos de incertidumbres con archipiélagos de certezas, por lo
que los docentes podemos contribuir a desarrollar la duda en la certeza, así como promover
adaptaciones a las nuevas situaciones producidas en el mismo individuo y su sociedad, con
creatividad y conciencia. De este modo, se hace ineludible promover la comprensión de los
individuos entre sí y de las sociedades, se hace necesaria una comprensión empática hacia los
demás y el respeto a las ideas diferentes en el plano de lo ético. Es así como la educación puede
contribuir a desarrollar la autocrítica y reflexión de los educandos para derivar progresivamente en
la comprensión en todos sus ámbitos.
Dada la complejidad de los fenómenos mundiales y la incertidumbre de un futuro desconocido, es
importante reconocer el papel de la escuela, en cuanto a la enseñanza y desarrollo de un espíritu
crítico, que cuestione con el arma de la razón, las visiones simplificadoras y complejas de la
realidad.
Hoy más que nunca debemos hacer nuestras las palabras de Vaz Ferreira y así, promover como
educadores el abrir los espíritus, ensancharlos, darles amplitud, horizontes, ventanas abiertas, y,
por otro lado, ponerles penumbra, que no acaben en un muro, en un límite cerrado, por el contrario,
que tengan vistas más allá de lo que se sabe y de lo que se comprende totalmente.
Es así como este autor nos invita a reflexionar cómo la docencia y la filosofía pueden comenzar a
entrelazarse productivamente, teniendo como horizonte la movilización e innovación educativa.
Lograr lo anterior implica adentrarnos en “la otra educación”, intentando convertir las clases en
comunidades de indagación filosófica para que nuestros alumnos puedan descubrir maneras de
pensar más reflexivas y razonables (Splitter y Sharp,1996).
Esta transformación tiene consecuencias profundas para todo el currículo. De este modo lo
pensaremos desde los sujetos de la educación, no en función de los contenidos que hay que
enseñar, sino en función de cuestiones más profundas. Así, no obedeceremos sin cuestionarnos a
un montón de hojas apiladas, que nos dicen irremediablemente todo lo que debe ser enseñado y
aprendido.
Es así como formar subjetividades críticas, creativas y solidarias es la finalidad que debemos buscar
a través de los contenidos curriculares. Es a través de espacios y tiempos adecuados, y de planes
de estudios pensados con ese fin, que se puede generar un ambiente propicio, en donde pueda
visualizarse que lo educativo puede ayudar a la autoformación personal y grupal de nuestros
alumnos. Aquí radica el gran desafío que como docentes tenemos, ser verdaderos intelectuales
transformadores de la educación (Henry Giroux, 1990), teniendo la capacidad de determinar las
condiciones de trabajo, de elaborar un currículo adaptado a los intereses de los alumnos concretos
a los que enseñamos, brindándoles, de este modo, las herramientas necesarias que les permitan
buscar conscientemente su lugar en la sociedad. Se trata, en definitiva, de intervenir propiciando la
enseñanza, pero dejándonos enriquecer junto al educando de ella.

BIBLIOGRAFÍA
• BAUMAN, Z. (2000). Modernidad líquida. Barcelona: Anthropos.
• BAUMAN, Z. (2005). Modernidad y ambivalencia. Barcelona: Anthropos.
• FINKIELKRAUT (1994): La derrota del pensamiento.
• FROMM, E. (1987): ¿Tener o ser?
• GIROUX, H. (1990): Los profesores como intelectuales. Buenos Aires: Ed. Amorrortu.
• LIPOVESTKY, G. (1996): La era del vacío.
• LIPOVETSKY, G. Y CHARLES, S. (2004): Los tiempos hipermodernos. Barcelona: Editorial
Anagrama.
• MORIN, E. (1999): Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. UNESCO.
• SPLITTER, L Y SHARP, A. (1996): La otra educación.
• REBELLATO, J. (1999): La globalización y su impacto educativo-cultural. El nuevo horizonte
posible.
• REBELLATO, J. (2000): Ética de la liberación. Montevideo: Editorial Nordan-Comunidad.

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