Criminalizacion de La Protesta
Criminalizacion de La Protesta
Criminalizacion de La Protesta
ec
Eduardo Bertoni
COMPILADOR
Facultad de Derecho
Centro de Estudios en Libertad de
Expresión y Acceso a la Información
Este libro se publica gracias al apoyo financiero de la
Fundación Open Society Institute.
Introducción
Eduardo Bertoni . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . I
ARGENTINA
E. Raúl Zaffaroni
Derecho penal y protesta social . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1
BOLIVIA
Eduardo Rodríguez Veltzé y Farit L. Rojas Tudela
Criminalización y derecho a la protesta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
COLOMBIA
Rodrigo Uprimny y Luz María Sánchez Duque
Derecho penal y protesta social . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47
CHILE
Francisco Cox
Criminalización de la protesta social: “No tiene derecho a reunirse
donde le plazca” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
ECUADOR
Daniela Salazar Marín
El derecho a la protesta social en Ecuador. La criminalización de
los manifestantes persiste pese a las amnistías . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101
MÉXICO
Miguel Rábago Dorbecker
La criminalización de la protesta social como forma de restricción
de la libertad de expresión en México: movimientos sociales en
el centro de la llamada “lucha contra la delincuencia organizada” . . . . . 145
NICARAGUA
Dayra Karina Valle Orozco
Criminalización de la protesta social en Nicaragua como forma
de restricción de la libertad de expresión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
PERÚ
Ronald Gamarra Herrera
Libertad de expresión y criminalización de la protesta social . . . . . . . . . . 183
VENEZUELA
Carlos Ayala Corao
La criminalización de la protesta en Venezuela . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 209
INFORME I
Relatoría Especial para la Libertad de Expresión . . . . . . . . . . . . . . . . . 235
INFORME II
Centro de Estudios Legales y Sociales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 261
8
PERÚ
I. Introducción
183
II. Estándares interamericanos de protección a la libertad de expresión
5 Ídem, p. 245.
6 Defensoría del Pueblo, Ante todo, el diálogo, Defensoría del Pueblo y conflictos sociales
y políticos, Lima, noviembre de 2005.
PERÚ – 185
De esta manera, las políticas económicas y medioambientales aplicadas por
el Estado, la presencia de amplios sectores marginalizados y excluidos del desa-
rrollo, la existencia de un conjunto de derechos fundamentales insatisfechos y el
débil funcionamiento de los mecanismos institucionales que deberían servir
para dar cauce a las demandas de la población frente a tales vulneraciones de
derechos, están en la base de la conflictividad social que se presenta en una esca-
la nunca antes vista.
En los últimos años, la conflictividad social –que comprende como actores
a la misma población, las organizaciones sociales, el Estado y las empresas pri-
vadas– ha ido en aumento. Así, por ejemplo, si tomamos como base el año 2005
en que se registraron 73 conflictos7, debemos dar cuenta de que la curva de la
conflictividad social ha seguido una lógica ascendente, pues en el año 2006 se
registraron 97 conflictos8; en 2007 se reportaron 78 conflictos9; en 2008 subió a
197 casos10 y en 2009 acontecieron 267 conflictos11.
Dicha escalada, por cierto, presenta como características saltantes la paula-
tina preponderancia de los conflictos sociales activos: 13 casos (13%) en el año
2006, 26 casos (33%) en 2007; 134 casos (68%) en 2008 y 185 casos (69%) en
2009 y un marcado y sostenido tipo de conflictos en el que alrededor de la mitad
de ellos obedecen a razones de carácter socio ambiental12: 14 casos (19%) en
2005; 20 casos (21%) en 2006; 37 casos (47%) en 2007; 93 casos (47%) en 2008
y en 2009 124 casos (46%).
Según la Defensoría del Pueblo, al 31 de marzo de 2010 existían registrados
255 conflictos sociales, de los cuales 165 estaban activos (65%) y 90 estaban laten-
tes (35%); en proceso de diálogo se encontraban 84 casos (51% del total de casos
activos); 50 de los 84 casos en proceso de diálogo (60%) surgieron después de un
hecho de violencia; en 92 casos se registró por lo menos 1 acto de violencia (37%
del total de conflictos realizados); del total de conflictos, 126 casos (49%) son de
naturaleza socioambiental, 37 casos (14,5%) involucran asuntos de gobierno
local, y 28 casos (11%) están vinculados a conflictos laborales; del total de los con-
flictos sociales, 22 casos se hallan en el departamento de Puno, 20 casos en el
departamento de Cuzco y 19 casos en los departamentos de Lima y Junín13.
PERÚ – 187
mucho mas cercenados. Ante este escenario, en muchos países del hemisferio, la
protesta y movilización social se han constituido como herramientas de petición
a la autoridad pública y también como canales de denuncias públicas sobre abu-
sos o violaciones a los derechos humanos”15.
Por cierto, la protesta es, a la vez, un instrumento de reivindicación demo-
crática, así como una forma en que se plasma el ejercicio del derecho de reu-
nión16, la libertad de expresión17 y el derecho a participar en la vida política del
país18.
Evidentemente el ejercicio de la protesta social conoce de límites. De mane-
ra tal que, por ejemplo, las personas que ejercen el derecho a la protesta no pue-
den incurrir en actos de violencia ni exponer a terceros a sufrir perjuicios, por
lo que deben actuar con responsabilidad frente a la población de las zonas en
conflicto y especialmente con los pasajeros de los autobuses retenidos en las vías
o carreteras bloqueadas, así como evitar toda agresión a los efectivos policiales.
De otro lado, como también lo ha indicado la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos, la potestad estatal de “imponer regulaciones legales y limi-
tar razonablemente las manifestaciones con el fin de asegurar el desarrollo pací-
fico de las mismas así como dispersar aquellas que se tornan violentas” debe res-
ponder única y exclusivamente a los principios de legalidad, necesidad y
proporcionalidad.
PERÚ – 189
los que se manifiestan en las vías públicas, es una conclusión forzosa que el
gobierno decidió enfrentar tales situaciones disparando contra los que protestan
y asumiendo, como un costo aceptable, la probabilidad de matar.
A modo de ejemplo reciente, podemos anotar que el 4 de abril de 2010, seis
personas perdieron la vida, cinco de ellas por disparos de bala, y alrededor de
treinta quedaron heridas como resultado de la intervención de efectivos de la
Policía Nacional para levantar el bloqueo de la carretera Panamericana Sur, en
el distrito de Chala (provincia de Caravelí, Arequipa). Las víctimas eran, en su
mayoría, personas relacionadas a la minería artesanal, que protestaban contra
el decreto de urgencia 012-2010, aprobado por el gobierno para hacer frente al
grave impacto ambiental causado por la minería informal en la región Madre
de Dios.
El caso de Chala es una muestra del derrotero marcado por esta actitud del
gobierno actual frente a los conflictos sociales, que tiene antecedentes cercanos
en Bagua, en junio de 2009, en donde murieron 33 personas; y, en Huancabam-
ba, donde en el reciente mes de diciembre 2009 tres campesinos fueron muertos
a tiros –por la espalda, es decir, no en una situación de enfrentamiento sino
cuando se retiraban– por efectivos de la Policía.
De acuerdo con fuentes confiables, entre el 2 de agosto de 2006 y el 2 de
diciembre de 2009 fallecieron como consecuencia de protestas sociales 33 per-
sonas21; al tiempo que en lo que va de 2010, ya se han producido 12 muertes por
conflictividad social: cinco en Piura, seis en Arequipa y una en La Libertad. Lo
que arroja un total de 45 personas muertas en el contexto de la criminalización
de la protesta.
El número de muertes anuales por criminalización de la protesta en el Perú
fueron: 2006, 3; 2007, 6, 2008, 9; 2009, 15; 2010, 12 (a abril de 2010. Fuente: Aso-
ciación Pro Derechos Humanos. Base de datos del Área de Derechos Económi-
cos, Sociales y Culturales).
En diversos pronunciamientos públicos, la Coordinadora Nacional de Dere-
chos Humanos rechazó el uso excesivo de la fuerza por parte de la Policía Nacio-
nal en este tipo de situaciones y reclacó que es un patrón que se viene cum-
pliendo en los últimos años, especialmente desde la aprobación de los decretos
legislativos 982, 983, 988 y 989, que criminalizan la protesta social, que fueron
nuevamente denunciados en la sesión de la Comisión Interamericana de Dere-
chos Humanos, celebrada en los primeros meses de 2010.
Por cierto, también es de señalar y condenar el alto número de miembros
de la Policía Nacional (29) fallecidos en el contexto de la represión22 (23 de los
cuales murieron en los sucesos de Bagua).
21 Asociación Pro Derechos Humanos, Base de datos del Área de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales.
22 Ibídem, nota 19.
PERÚ – 191
nal la lesión o puesta en peligro del bien jurídico protegido, es decir, asistimos a
un “caso de exención de responsabilidad penal por el cumplimiento de un deber,
que en términos de doctrina penal constituye una causa e justificación”28.
También se cuestiona la modificación introducida por el decreto legislativo
982 en carácter de “reiteración innecesaria”29; cada vez que quien “obra por dis-
posición de la ley en cumplimiento de un deber o en el ejercicio legítimo de un
derecho, oficio o cargo” (art. 20, inc. 8, CP) se contempla un supuesto general de
causa de justificación, por lo que se añade con real temor que la previsión de un
supuesto específico de causa de justificación acarree problemas de interpreta-
ción y que, finalmente, “sea interpretado y aplicado con el objetivo de generar
una situación de impunidad en materia de violaciones de derechos humanos”30.
En términos prácticos tal temor ha resultado fundado. La dación de esta
norma, en el contexto en que se dio y los comentarios favorables que recibió de
quienes sostienen la necesidad de aplicar “mano dura”, infundió entre ciertos
miembros de la Policía Nacional la idea de que la modificación introducida los
faculta a utilizar más “liberalmente” su arma reglamentaria o que los protege
tras su uso31; al tiempo que los magistrados no procesaron a nadie por ello hasta
la fecha, y no se conocen de investigaciones fiscales en curso contra efectivos
policiales que utilizaron sus armas contra manifestantes ocasionándoles lesio-
nes o la muerte.
Por lo mismo, no se falta a la verdad cuando se señala que el acceso a la jus-
ticia de las víctimas de los excesos policiales se ve seriamente limitado a través
28 Defensoría del Pueblo, Informe Nº 129, p. 40, en alusión a la posición del profesor José
Hurtado Pozo en Manual de Derecho Penal: Parte General I, Grijley, 2005, p. 519. Si bien esta
postura es mayoritaria entre los juristas peruanos, Felipe Villavicencio Terreros sostiene que en
verdad se trata de una causa de atipicidad, en Código Penal, Cultural Cuzco, 1992, p. 137.
29 Defensoría del Pueblo, Análisis de los Decretos Legislativos, cit., p. 42.
30 Ídem, p. 43.
31 Y cuando no lo hacen, los sancionan como en el caso del general de la Policía Nacio-
nal, Alberto Jordán. Como he escrito “El general de la Policía Nacional Alberto Jordán ha sido
sentenciado por no matar. La anacrónica justicia militar-policial ha sancionado con 18 meses
de prisión condicional el hecho de que Jordán no haya cumplido ciegamente órdenes que, en
las circunstancias concretas que le tocó enfrentar, hubieran podido causar una tragedia.
El hombre que, cediendo a un imperativo de prudencia, evitó que el ‘moqueguazo’ desem-
bocara en una masacre en la que hubieran perecido policías y civiles, es sancionado… El mundo
al revés. El general Jordán actuó racionalmente en circunstancias extremadamente difíciles y
evitó una tragedia: esto es lo fundamental. La sentencia se va por las ramas para sancionar a
quien corrigió en el terreno las disposiciones de autoridades de orden público desconectadas de
la realidad y de los hechos, autoridades que por otra parte nunca asumen la responsabilidad que
les corresponde. Se sanciona pues, la supuesta violación de un principio jerárquico, el supuesto
incumplimiento de unas órdenes cuya seriedad está seriamente cuestionada.
De manera similar a como luego ocurrió en la tragedia de Bagua, en el ‘moqueguazo’ había
decenas de policías cuya integridad física y sus propias vidas corrían serio peligro al haber
caído en manos de manifestantes descontrolados. El general Jordán asumió su responsabilidad
como oficial y como ser humano, y enfrentó esta ardua circunstancia logrando la liberación de
todos sus efectivos sin que ninguno perdiera la vida y sin que se produjeran víctimas entre aque-
llos manifestantes descontrolados”, en “Sentenciado por no matar”, disponible en www.larepu-
blica.pe/causa-justa/14/05/2010/sentenciado-por-no-matar.
PERÚ – 193
IV. D. Participación de las Fuerzas Armadas en el control de los conflictos sociales
“Artículo 283. El que, sin crear una situación de peligro común impide, estorba o
entorpece el normal funcionamiento del transporte; o de los servicios públicos de
comunicación, provisión de agua, electricidad, hidrocarburos o de sustancias ener-
géticas similares, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de cuatro
ni mayor de seis años.
En los casos en que el agente actúe con violencia y atente contra la integridad física
de las personas o cause grave daño a la propiedad pública o privada, la pena privati-
va de la libertad será no menor de seis ni mayor de ocho años”.
Al respecto cabe recordar que la ley 27.686 modificó el texto original a fin de
incrementar la pena conminada, posibilitando, de esta manera, la prisión efecti-
va para los responsables del ilícito, e introdujo la circunstancia agravante38. Pos-
teriormente, en julio de 2006, la ley 28.820 amplió el marco de la sanción.
La jurisprudencia disponible sólo da cuenta que el tipo penal en cuestión
“no contempla la perturbación de los servicios individuales”39.
PERÚ – 195
IV. E. 2. Delito de disturbios
Se encuentra dentro del título de delitos contra la tranquilidad pública. La
doctrina nacional dice que son “delitos de alarma colectiva… Es la indefectible
presencia de este efecto lo que la ley tiene en cuenta para agruparlos en una clase
especial. Se les reprime no porque lesionan la paz social, sino porque al produ-
cir la alarma colectiva, atacan el derecho a la tranquilidad que tienen todas las
personas”40.
Está tipificado en el artículo 315 del Código Penal. La siguiente es su actual
redacción:
“Artículo 315. El que en una reunión tumultuaria, atenta contra la integridad física
de las personas y/o mediante violencia causa grave daño a la propiedad pública o pri-
vada, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de seis ni mayor de
ocho años.
En los casos en que el agente utilice indebidamente prendas o símbolos distintivos
de las Fuerzas Armadas o de la Policía Nacional del Perú, la pena privativa de la
libertad será no menor de ocho años ni mayor de diez años”.
“Artículo 317. El que forma parte de un agrupación de dos o más personas destina-
das a cometer delitos será reprimido, por el solo hecho de ser miembro de la agru-
pación, con pena privativa de la libertad no menor de tres ni mayor de seis años.
Cuando la agrupación esté destinada a cometer los delitos previstos en los artículos
152 al 153-A, 200, 273 al 279-D, 296 al 298, 315, 317, 318-A, 319, 325 al 333, 346 al
350 o la Ley Nº 27765 (Ley Penal contra el Lavado de Activos), la pena será no menor
de ocho ni mayor de quince, de ciento ochenta a trescientos sesenta y cinco días-
multa e inhabilitación conforme al artículo 36, incisos 1, 2 y 4, imponiéndose ade-
más, de ser el caso, las consecuencias accesorias del articulo 105 numerales 2) y 4),
debiéndose dictar las medidas cautelares que correspondan ara garantizar dicho fin”.
PERÚ – 197
otro bien o servicio, empleando armamentos, materias o artefactos explosivos o
cualquier otro medio capaz de causar estragos o grave perturbación de la tran-
quilidad pública o afectar las relaciones internacionales o la seguridad de la
sociedad y del Estado, será reprimido con pena privativa de libertad no menor
de 20 años”.
En el delito de terrorismo, “el bien jurídico protegido es la tranquilidad
pública (…) El legislador protege la convivencia pacífica de los ciudadanos en su
acontecer diario”47. Claro está, de una lado, el tipo de terrorismo sólo requiere
la creación de una situación en la cual es probable el daño al bien jurídico tute-
lado; y, de otro lado, “la conducta prohibida, descrita de forma compleja en el
tipo, plantea una serie de supuestos de afectación a bienes jurídicos que, en su
mayoría, son regulados como tipos autónomos en el código Penal: delito de
homicidio, secuestro, robo, extorsión, etc. En el tipo de terrorismo, ellos van a
ser considerados como el objeto material sobre el cual recae la acción típica del
sujeto activo”48.
En lo que atañe al tratamiento del “estado de terror”, partimos de la idea
que “la fórmula provocar, crear o mantener un estado de zozobra, alarma o
temor en la población o en un sector de ella, no puede ser interpretada sino en
alusión a un elemento subjetivo del tipo distinto del dolo: en términos dogmáti-
cos, a la tendencia interna trascendente”49.
“Artículo 200. El que mediante violencia o amenaza obliga a una persona o a una ins-
titución pública o privada a otorgar al agente o a un tercero una ventaja económica
indebida u otra ventaja e cualquier otra índole, será reprimido con pena privativa de
libertad no menor de diez ni mayor de quince años.
La misma pena se aplicará al que, con la finalidad de contribuir a la comisión del
delito de extorsión, suministra información que haya conocido por razón o con oca-
sión de sus funciones, cargo u oficio o proporciona deliberadamente los medios para
la perpetración del delito.
51 Defensoría del Pueblo, Informe Defensorial Nº 12, Análisis de los Decretos Legislativos
promulgados al amparo de las facultades otorgadas por la ley 29.9009, ps. 29, 30 y 38.
52 Defensoría del Pueblo, Informe Defensorial Nº 129, Análisis de los Decretos Legislati-
vos promulgados al amparo de la facultades otorgadas por la ley 29.9009, p. 38.
PERÚ – 199
que la extorsión es un delito contra el patrimonio y no debería considerarse
como tal un acto que tuviera otra finalidad.
De esta manera, se continúa la redacción adoptada por el decreto legislati-
vo 896, uno de los decretos legislativos aprobados en tiempos de Fujimori, que
convirtió a la extorsión en un tipo penal sumamente abierto… Debe señalarse
también que en este decreto legislativo se incluyen hechos que constituyen con-
ductas delictivas que ya están tipificadas en el Código Penal, como tomar loca-
les establecido en el artículo 202, impedir el libre tránsito señalado en el artícu-
lo 315, así como perturbar el normal funcionamiento de los servicios públicos o
la ejecución de obras legalmente autorizadas establecido en el artículo 283 del
mismo cuerpo legal (delitos por os cuales muchas personas son denunciadas
injustamente y sin pruebas por el simple hecho de participar en movilizaciones
sociales). Los delitos antes señalados, constituirían en sí una perturbación del
orden público, pero no tienen ninguna relación con el carácter patrimonial del
delito de extorsión ni con la situación de crimen organizado objeto de la Ley
autoritativa 29.009 para la cual fueron otorgadas las facultades legislativas al
Poder Ejecutivo”53.
Patrimonio 86
Terrorismo 35
PERÚ – 201
La mayoría de los involucrados tiene aún la investigación o el proceso penal
en trámite. En efecto, en esa condición jurídica se encuentran 497 personas
(8,5%), al tiempo que 48 fueron absueltos o sus casos archivados, y 19, conde-
nadas (3,3%).
*Elaboración propia. Fuente: Asociación Pro Derechos Humanos. Base de datos del Área de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales.
PERÚ – 203
La Corte Suprema resolvió no haber nulidad en la sentencia de vista, indi-
cando que “el alegado carácter pacífico de la marcha… no se corresponde con la
descripción de los hechos… (que) no cabe calificar de pacífica una marcha en
cuyo desarrollo se lanzan piedras y palos, y menos corresponde admitir, por
estar plenamente descartado, que se respondió a una provocación policial”; que
los policías “actuaban en cumplimiento de un deber propio del cargo, cual es
desbloquear la carretera y restaurar el orden público afectado”; que “los encau-
sados intervinieron en la realización de la agresión tumultuaria… en cuya virtud
se les lanzó piedras y palos… lo que trajo como consecuencia varios heridos”; y,
que “se produjo una efectiva perturbación de las condiciones normales de la vida
ciudadana, pues se impidió el libre tránsito de vehículos y, además, se perturbó
y perjudicó la actividad industrial de la empresa minera y se puso en riesgo la
integridad física de su personal y las instalaciones fabriles”60.
Caso Yurimaguas. Tras acompañar un paro indígena en mayo de 2009,
Mario Bartolini Palombi, párroco del Vicariato Apostólico de Yurimaguas, Gor-
qui Vásquez Silva, secretario general del Sindicato Único de Trabajadores de
Educación del Perú –Alto Amazonas–, tres dirigentes del Frente de Defensa y
Desarrollo de Alto Amazonas, Bladimiro Tapayuri Murayari, dirigente de la etnia
Cocama Cocamilla, y Eduardo Acate Coronel, director de Radio y Televisión
Oriente, fueron procesados por la presunta comisión de los delitos de atentado
contra los medios de transporte colectivo o de comunicación, entorpecimiento
al funcionamiento de servicios públicos, hurto agravado, daños agravados, dis-
turbios e instigación al delito de rebelión.
En marzo de 2010, el Ministerio Público los acusó de haber liderado a más
de mil personas, que portaban armas blancas (machetes y lanzas artesanales) y
objetos contundentes (palos), prohibir el libre tránsito del público, obligar al cie-
rre de los locales comerciales y mercados de la ciudad, constreñir a terceros a
colocar troncos en la carretera Yurimaguas-Tarapoto e impedir el transporte
público interprovincial, para “de esta manera hacer sentir que su medida de
lucha sea escuchada”61. Igualmente, acusó al periodista de azuzar a los indíge-
nas a plegarse a las movilizaciones y omitir la difusión de los actos vandálicos
perpetrados; al sacerdote de haber pronunciado una liturgia “de contenido polí-
tico” y haber llamado terrorista y asesino al presidente de la República; y a
ambos de haber “venido utilizando el espectro radioeléctrico para la transmisión
de señales de telecomunicación de manera ilegal”62.
En el escrito de acusación no aparece ningún análisis dogmático sobre la
subsunción de las conductas que se imputan en los tipos penales invocados.
Simplemente tras aludir al cumplimiento de las diligencias ordenadas y al méri-
to de las instrumentales se concluye que se encuentran fehacientemente acredi-
PERÚ – 205
ambiente “por falta de elementos de tipicidad, objetividad y subjetividad como
elementos de los delitos de terrorismo y tortura”66; y en agosto de 2009 se dio
por consentida la resolución de no ha lugar67.
Caso Freddy Palomino. El presidente del Frente de Defensa de Agricultores
y Campesinos de la Selva Central, Freddy Palomino, enfrenta dos procesos pena-
les. Uno, bajo el cargo de disturbios por haber convocado en 2008 junto con
otros dirigentes sociales a una movilización pacífica por la derogatoria de los
derechos legislativos que vulneran los derechos de los pueblos indígenas; y, otro
por los delitos contra la paz pública, disturbios, apología al delito y por asocia-
ción ilícita para delinquir, a raíz de su participación en junio de 2009 en una
movilización pública en solidaridad con lo ocurrido en Bagua.
Caso Andoas. En marzo de 2008, alrededor de 300 pobladores de la Comu-
nidad Nativa del distrito de Andoas, encabezados por sus autoridades, iniciaron
un paro en contra de la empresa Pluspetrol Norte SAC y sus subcontratistas, en
el que reclamaban aumento de sueldos para los trabajadores kichwas y achuar.
Según la imputación, los manifestantes tomaron el aeródromo del lugar e irrum-
pieron en las oficinas de la empresa apoderándose de medios de transporte que
utilizaron para desplazarse a pueblos indígenas contiguos y convocarlos a unir-
se a la manifestación; posteriormente la policía logró recuperar el aeródromo; y
un efectivo falleció por disparo de arma de fuego.
Saulo Sánchez Rodríguez y otro fueron procesados por la presunta comi-
sión del delito de homicidio calificado, al tiempo que ellos dos junto con 25 per-
sonas más fueron incoados por lesiones graves, robo agravado, usurpación agra-
vada, tenencia ilegal de armas, disturbios y violencia y resistencia a la
autoridad68.
El 10 de diciembre de 2009, el Poder Judicial dictó sentencia absolutoria69,
teniendo en cuenta el Convenio 169 de la OIT relativo a los pueblos indígenas
(los procesados pertenecían a las comunidades nativas kichwas y achuar), las
características económicas, sociales y culturales de las comunidades nativas
(conforme a la opinión de la Defensoría del Pueblo y la iglesia católica), la no cri-
minalización de la protesta social (incapacidad del Estado para dar solución
satisfactoria a las demandas de los sectores excluidos y máximo cuidado del
Poder judicial para no socavar derechos), la no tipicidad de determinas conduc-
tas atribuidas y la ausencia de pruebas de cargo.
Dicha resolución, además, en lo que atañe al delito de disturbios avanza en
la precisión del elemento objetivo “reunión tumultuaria”. En efecto, luego de
sostener que la prueba colectada acredita que las personas que participaron en
la toma del aeródromo no se encontraba en una reunión tumultuaria, explica
que “no toda reunión pública, aun en los casos de protesta social, implica la exis-
PERÚ – 207
o impedimento de renovación de licencias de funcionamiento. Esta es una mues-
tra de cómo el gobierno recurre a la “manipulación arbitraria de los procedi-
mientos administrativos para conceder o renovar las licencias de funcionamien-
to: si una radioemisora se vuelve demasiado incomoda para el régimen, entonces
su solicitud de renovación de licencia es demorada o denegada y si ya le fue ante-
riormente concedida, se busca cualquier excusa administrativa para anular
dicha autorización”74.
Por cierto, la CIDH señaló que “el grave problema del otorgamiento de fre-
cuencias de radio y televisión, entre otros, con el objetivo de presionar y castigar
o premiar y privilegiar a los comunicadores sociales y a los medios de comuni-
cación en función de sus líneas informativas, atenta contra la libertad de expre-
sión y deben estar expresamente prohibidos por la ley”75.
74 Ibídem.
75 Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Declaración de principios sobre
libertad de expresión, 2002.