Juan-Calzadilla-La Condición Urbana
Juan-Calzadilla-La Condición Urbana
Juan-Calzadilla-La Condición Urbana
La condición urbana
La condición urbana
© Juan Calzadilla
1era edición, 2018
1era La Castalia / Ediciones de la Línea Imaginaria, 2021
© De esta edición
© Juan Calzadilla
Fotografía de portada
© Fernando Espinosa Chauvin
Foto de autor
© Guillermo Colmenares
Colección al cuidado de
Edwin Madrid
Aleyda Quevedo Rojas
José Gregorio Vásquez
Edición digital
Mérida, Venezuela - Quito, Ecuador, 2021
ISBN-E-Book: 978-980-7123-54-9
Ediciones La Castalia
Centro Editorial La Castalia
Mérida, Venezuela
www.lacastalia.com.ve
[email protected]
centro editorial lacastalia
@centroeditoriallacastalia
7
Sus palabras vienen de allí. Ha permitido que sus poemas pre-
serven ese aire enfurecido que anida tanto en el recuerdo como en las
calles que hoy lo acompañan, las mismas que le entrega la fría intempe-
rie, la desolación, la pena del transeúnte o las mismas que le ofrendan
días de eterna bondad bajo distintas y dispersas imágenes, esas que aún
lo protegen, lo dispersan o suspenden. Es el poeta buscando su regreso,
imperioso, como Ulises, cada vez menos atado, menos envilecido...
Su tarea, tan poco apreciada hoy, hace que la memoria que es su
vida, nos sea legada con el mismo furor que le da brillo y, a su vez, con la
misma furia que en ocasiones la niega y la empaña. Así el poeta nos hace
viajar a la miseria y el esplendor de nuestro pasado con la misma fuerza
con la que nos permite ir a lo más infame o portentoso de este extraño
e incierto destino. Su obra abraza de esta forma, una comprensión ma-
yor al hacernos herederos advenedizos de un territorio en permanente
incertidumbre, en constante batalla, en infecunda furia.
La vida es esa cruzada lenta que vamos dando desde el poema,
para decirnos calladamente el secreto y el misterio de la poesía.
Sus poemas, el mundo que son sus poemas, hoy nos invitan a
entrar en estas nuevas y antiguas páginas que son su innegable casa, la
casa donde habita protegido contemplando la distancia de los otros, la
cercanía de los ausentes. Desde allí, nos sigue desdibujando con palabras
el fino trazo de un mapa secreto que recorre una obra: su profunda y
cuidadosa obra. Sabemos que sus palabras vienen de esa música sigilosa
del poema y su misteriosa entrega. Sabemos que de allí vienen sus tra-
siegos, sus pasos cautelosos, seguros, enfurecidos. Es por ello que sus pa-
labras nos siguen diciendo tradición con la misma voluntad y entereza
con la que nos dicen ruptura, cambio, transformación, poesía en audaz
movimiento bajo la intemperie, poesía ante el difícil compromiso de la
derrota impuesta, poesía para el lento camino a ciegas que andamos.
Sus simulados juicios acerca de nuestro ahora son el resultado de
un largo recorrido y de una permanente búsqueda en él, para compren-
der el furor y el reclamo de cada instante en el regazo ya quieto de un
destino transitado.
8
Quienes lo hemos visitado en estos años, sabemos que sus gestos
no se detienen solo ante el papel. Su infatigable deseo por seguir pin-
tando en las palabras la memoria y el misterio de este momento, nos
hace creer en el trabajo entrañable de un creador, uno que ha sabido
sostener la mano, la voz y su valentía para proteger un mundo necesario
que debe seguir llegando al poema y su velada medianía. Sus reclamos,
siempre silenciosos y certeros, nos despiertan ante la urgencia de estos
días tan disolutos y revueltos. Es el poeta el que sabe atrapar las distintas
magias del instante, para entregarlas al poema bajo un aire vehemente e
inseguro, pero siempre con una claridad indiscutida.
Su protesta incesante en el poema nos lleva a mediar con aquello
que figura como intacto e inacabable en su obra. Todo se junta de nuevo
aquí en este conjunto de poemas que el poeta ha iluminado y entregado
bajo un nombre tan significativo de La condición urbana, publicado por
la joven editorial Acirema, que ya cuenta con un catálogo significativo y
a quien agradecemos el gesto de permitirnos una nueva edición.
Este es el nuevo y revelador paisaje que nos ofrece la admira-
ble antología personal sobre la ciudad que aquí se presenta: en ella nos
ofrenda un viaje venturoso y arriesgado. Es un libro que nos llama a un
recorrido auténtico por los temas con los que creemos tenemos un fino
pacto con su obra.
En La condición urbana, Juan Calzadilla vuelve sobre sus inago-
tables e imprescindibles temas poéticos. Su perseverante examen de la
realidad nos hace partícipes de una mirada que ha sabido detenerse para
encontrar en ella lo inusitado y fulgurante de las horas cotidianas: el
brillo, el esplendor, la belleza, pero también el dolor, la pena, el agobio,
el cansancio de las promesas provisorias de la vida, de las incertidumbres
inacabadas de lo humano. Todo se hace así poesía, se refugia intacto en
el poema. El poeta sabe que toda esta plegaria cotidiana viene de la en-
traña de la vida y de los inquietantes laberintos en los que todos creemos
o seguimos viviendo, siempre sumergidos o atados, como comúnmente
estamos, habitando la incertidumbre, la precariedad, la lejanía, el dolor
o la usencia.
9
En La condición urbana el poeta nos reencuentra con esas dis-
tintas poéticas: las que comenzaron a llegar para nosotros desde 1958,
particularmente a la salida de Los herbarios rojos, o las que se fueron
encontrando luego con la aparición de libros tan emblemáticos como
Dictado por la jauría, 1962; Malos modales, 1962; Ciudadano sin fin, 1970;
Manual de extraños, 1975; Oh smog, 1977; Tácticas de vigía, 1982; Una
cáscara de cierto espesor, 1985; Principios de urbanidad, 1997; Diario sin su-
jeto, 1999; Aforemas, 2004; Protofixiones, 2005; Manual para inconformistas,
2005; Libro de las poéticas, 2006; o más recientemente Golpes de pala, 2017;
que con el tiempo han hecho de esta obra una obra encomiable, digna de
nuestra mayor atención y estima, hasta los libros más recientes que transitan
las inagotables interrogantes que el poeta va llenando de mayor significado
y que se han publicado en antologías que conservan su estilo y su gran
urgencia por decir para nuestro tiempo: Formas en Fuga, 2010; Poesía por
mandato, 2014; Precipicio sin bordes, 2016; El libro de Juan, 2018; Ciudada-
no sin fin. Poéticas de los malos modales, 2021, entre otras.
1
Juan Calzadilla abrió una nueva página desde esa mitad del siglo
XX. Lo hizo de una manera no común para la poesía de este tiem-
po —la influencia de la vanguardia nos llegó con un movimiento muy
particular: el surrealismo. Y lo hizo en Venezuela a través de grupos que
siguen siendo muy emblemáticos para nosotros por la apuesta poética
que reunieron: así Apocalipsis o El techo de la ballena—, de ahí la mágica
sensación de atravesar una obra múltiple, feroz, abierta y singular en
un país que se sigue mudando, como entonces, de tiempo, de tierra, de
tradiciones, de condiciones de vida, de silencios, de secretos, de voces.
El poeta anda empujando su palabra para hacerla nueva, para hacerla
otra; una que pueda regresar sin el peso de la nostalgia o pueda recorrer
incansable, deshojándose en el acontecimiento de cada medianía.
Este breve viaje nos permite entrar en diálogo con la gran obra
de un artista íntegro, un creador de mundos, colores, formas, siluetas,
trazos invisibles que se han ido quedando en el papel y la memoria de
una tradición poética tan particular como la venezolana.
10
Juan Calzadilla nos ha heredado una obra que viene de esas mu-
chas vertientes. Nos ha mostrado en ellas la otra orilla del tiempo de un
país que sigue interrogándonos, que sigue revelando silenciosamente lo
que somos y que sigue escribiendo poesía desde y en la tradición, pero
también, desde y en la ruptura de esa tradición. Su poesía viene de esas
muchas páginas que son un territorio de herencias, pero viene, además,
y más entrañablemente, de un lugar íntimo donde sigue buscando decirse
poema, decirse poesía, decirse Juan, decirse ciudad, ciudadano sin fin.
2
Los singulares imaginarios urbanos hacen que la obra de Juan
Calzadilla tenga un lugar en este libro como poética: la ciudad. El poeta
se ha mudado a las calles, se ha encontrado con ese otro que él también
es. Ahora se ve reflejado en el que camina a oscuras y va detrás, delante
o junto a él divisando su lento andar por estos pasajes inconclusos. Su
eco viene de la palabra que deambula por los resquicios inmóviles que
lo vigilan. La ciudad se hace cómplice de su velado murmullo. En la
ciudad todo está inconcluso, lo sabemos, todo está por construirse, por
transformarse: su mayor inquietud es el cambio. El poeta sabe que nada
habita fuera de sus calles. Todos somos en ellas, todos andamos por
sus espacios indelebles o por sus lugares disolutos. Nunca dejamos de
transitarla en el silencio de las paredes que nos encierran en medio de
sus días.
Juan en su obra toda nos permite esa reflexión mayor sobre lo que
comprendemos al ser urbanos, o comprendemos al poseer una condi-
ción urbana. No solo logra que lector se vea reflejado en los rincones de
una ciudad, sino que hace que el poeta sea uno de esos seres que vive la
intensa agonía de los otros, en las calles del mundo trágico y penoso, o
en las calles que muchas veces no esa ciudad pero la invaden.
Sin duda alguna, él es otro transeúnte de la vida en esas calles
que lo sorprenden constantemente. Así es como logra revelarnos bajo el
papel, el revés entrañable de esa penuria de un ciudadano que se habita
y deshabita al vivir en una urbe.
11
En él, desde la mansedumbre, el poema grita con la voz y el áni-
mo del que siempre se busca y se sueña desmedido en la imagen de un
caminante que sufre a fuerza de tropiezos la pobreza, la imposibilidad, o
del poeta que padece la furia agobiante de todo el ruido permanente de
las calles que lo circundan y lo abisman.
En La condición urbana entramos a esa ciudad que es una obra.
Ella es la metáfora de la vida de un mundo alucinante, un mundo cir-
cundante: no solo de cemento y asfalto, sino uno que nos permite un
viaje a veces secreto, otras no, por el lado público, sonoro, turbulento,
oscuro o iluminado de esos espacios que nos constituyen en tanto cami-
nantes, a veces sonámbulos, otras consientes de tamaño agobio.
En esa ciudad no solo encontramos su visión del ciudadano, sino
su testamento en ella, la ofrenda de un hombre en años que observa
detenido el paso del tiempo y su estar a ciegas entre el abismo sofocante que
la encierra o la protege.
3
La poesía de Juan nos arroja en este libro por esa ciudad que nos
lleva de la mano hacia el abismo que el poeta ya habita en tanto se hace
consciente de ella. Con él emprendemos el viaje por la calle ciega, por la
holgura de la noche, por el secreto del murmullo de un amanecer, por el
recuerdo de la vieja casa de la aldea ahora vigilada en el olvido, o por el
viaje, por esa música que sacude la calle larga y tormentosa de la que aún
queda algo bajo la huella borrosa y provisoria del caminante.
El poeta Juan Calzadilla ha puesto en nuestras manos esta ciu-
dad de su poesía. En ella ha desafiado al poema para que diga poesía
entretejida de piel secreta, de abismo y encierro, de juicio y reclinatorio.
Juan nos dedica con la misma intensidad de su obra, un libro que es una
ciudad en llamas, esa que él ha sabido desafiar: apacible en apariencia,
siempre tormentosa, revuelta, agitada por el bullicio, inclemente, lúcida
y también, por momentos, nefasta, aciaga y venenosa.
12
La condición urbana
Levedad de la memoria
15
Escrito sobre una piedra
16
El caos íntimamente necesario
17
Este monstruo, la ciudad
18
Bajo nuevo aviso
19
El agorero
20
Conexiones de arcilla
21
El espécimen dentro del cual ando
Entiéndase bien. Sucede que trato de ser apto, se trata de que existo mode-
lado por las cifras de mi nombre y de que, en consecuencia, no me opongo
a ser clasificado en un género que, por cuanto se mueve, avanza, retrocede,
danza, cavila, come, gesticula, regurgita, a veces no deja duda alguna acerca
de mi parentesco con un espécimen humano. Cuerpo en trance de curvarse,
triste, zigzagueante, que va seguido por sí mismo como el sonido detrás de
la campana: cuerpo excavado por su contorno sobre el muro ciego que me
ha sido reservado pero cuya presencia, en todo caso, marcha a la deriva de la
comprobación por la cual, un instante después, ya no será más mi cuerpo.
22
Órdenes
23
Aquel
24
El que huye de la ciudad huye de sí
25
Legítima defensa
Mi seguridad termina
puertas adentro del ojo del otro.
Mi odio se diversifica como una red que tiene
por eje el núcleo de la tormenta.
No procedo más que en legítima
defensa de lo que no soy.
Se me permite situarme en un sitio estratégico
de mi cuerpo para vigilarme mejor.
26
Mala convivencia
27
Su arrechera el sujeto la paga con las cosas
(Diálogo en el consultorio)
28
Ventana de neófito
29
Colmado por mí mismo
30
Leyendo a los otros
31
Derecho de réplica
32
La máscara y mi doble
33
Del tiempo como metáfora
34
Software
35
El hombre tiene que lucirse
36
Listo para atravesar el tercer milenio
(Sobre el deslave del litoral, 1999)
37
Reo de putrefacción
38
Los cazadores orantes
39
El primer aviso
—Oyeme, Guanahaní,
te hablo por teléfono
desde el Puerto de Palos.
Esgrime pronto tus trampas de luz,
agita tus hondas inmemoriales,
afila tus ojos de iguanas,
tus arrecifes de corales, tus huracanes.
Arma el argumento verde de las palmeras
con el espejismo de tus soles,
tiende tu red de arpones,
tus flechas untadas con curare.
Dentro de poco zarparán de aquí
las naves de Cristóbal Colón.
¿O es que vas esperar a que
pasen quinientos años?
40
Humboldt
41
Incluso frente a mi vida yo pasaba de largo
42
Donde trato de explicarme
43
La cólera de los invisibles
44
Sujeto hiperquinético
45
Pífano salvaje
46
Lecciones de patafísica
47
El desenlace fatal
48
Las palabras no conocen el estado sólido
49
La lógica del vencedor
No hay nadie que diga “¿Cómo haré para quitármelo de abajo?” ¿Se ha oído
esto alguna vez de un boxeador implacable? ¿O del machista ocupado en
azotar a su madre?
Nunca cree que ha triunfado lo suficiente hasta que siente que ha dejado a
sus rivales con la lengua afuera.
50
Naturaleza muerta con fondo marino
51
El gusto de lo fragmentario
52
Cruce de avenidas
53
Dolores de cabeza
54
El hecho y su espera
55
Camino de hormigas
56
Paisaje con ruinas
57
Mis pies alzados en armas
58
La vía desapacible
59
La bolsa o la vida
60
Cuando recuerdo mis éxitos
61
El boquear es uno con el salto
repentino del pez
62
El habitante precavido
63
Satori
64
Comienzo de partida
65
La milla de oro
66
Iniquidades
67
El acto poético puro
Hay cosas que podrían decirse mejor si uno tuviera a la mano un cuchi-
llo. Este instrumento sabe comunicar filo a las palabras. Pero si uno tiene
para golpear la mesa algo más pesado que el puño, sin duda la palabra que
sale de su filo, como si fuera empollado por éste, sería más efectiva. Es así
como he gritado las palabras más atroces. Pensaba que no podía decirlas sin
acompañar el gesto con algo que tuviera bastante consistencia, como la rosa
o la viga de hierro. ¿Satisfacía con eso una sed de venganza? No, buscaba
un efecto más verídico. Lo que me preocupaba todavía era el sentimiento.
Mi determinación era la de un poeta. Acepté, en principio, esta forma de
actuar como un método parecido al que se enseña en las escuelas. Después
pasé de la poesía a los hechos. Encontraba en la realidad bastante perversión
como para no ir armado de una pistola. Hasta que comencé a disparar sobre
la multitud.
68
Crucifixión y muerte de la palabra
69
Diálogos
70
Antigua realeza
71
La condecoración
72
La luz de mis trópicos
73
¿De qué paisaje me hablas?
74
En la ciudad ya ni la ciudad misma entra
75
Eso de morirse a medianoche
76
Buscando izar la duda ¿hacia qué?
77
Luce como la eternidad
78
Un alud personal
79
Balada del insatisfecho
80
Ruinas del futuro/ Restos de esperanza socavada
81
Blaise Cendrars
82
Beldades
83
Escrito en el álbum de Émily
84
Desagravio
85
Heroísmo de la realidad
86
Y así, aunque la naturaleza nos impida vencerla
salvo cuando el sueño termina y la tiniebla llega,
padecer la locura es también prueba de que aún
en la mayor soledad a un hombre puede estarle
reservado por un instante ser un Dios o un genio.
87
Alborada del náufrago
Yo no amaría a la madrugada
si el sol no estuviera próximo.
Pues no es la continuidad de la noche
lo que amo, sino el deslumbramiento,
el resplandor de otro comienzo.
No amaría a la madrugada si fuera autónoma
y estuviera encerrada en sí misma y completa.
Si la madrugada no fuera la mitad en sombras
de lo que, a la salida del sol, nos vuelve dichosos.
Yo no amaría a la madrugada
si estuviera en manos de mi desvelo
prolongar por un tiempo más
su agonía para evitar que sus doradas alas
no se apresuraran a traernos,
pronto, ay, la luz del nuevo día.
(Epílogo)
88
Máscara de latón
89
Peor para el que no sabe sacar partido
de esta ventaja. La ventaja de no tener
escrúpulos de conciencia a la hora
de cometer el crimen.
90
La derrota
91
Postal perforada por un disparo
92
Bala perdida
93
Estrategias
94
Malas noticias
95
Pavimento con nuevo comensal
96
Esta farsa no se detiene
Demasiados catálogos
demasiados cocteles, reuniones
foros, citas, ferias, conciertos, festivales.
Demasiados, agentes libres en el mercado
Y si a éstos tú te sumas
acabarás con que hay
demasiada gente holgazana como tú
bostezando frente a un cuadro
a duras penas soportándose
para rechazarse luego
con un somero apretón
de manos y un hasta luego.
Señores, esta farsa no se detiene
y pese a ella convivimos.
97
Patria mía del humo
98
El accidente
99
Aún humea
100
Plusvalía
La inversión no se tranquiliza.
Una vez que entras en posesión de una cosa
te entran ganas de venderla
Y buscas un comprador, así sea tu madre.
La plusvalía sale a relucir inmediatamente
aunque la disfrazas diciendo
“si engordo la cosa es para disfrute de la gente
Porque doy empleo. Haré con el producto
de la venta nuevas inversiones y una gran fiesta
en el Sambil. Distribuiré entre los desposeídos
todas mis riquezas, de aquí a cierto tiempo.
Sigan mi ejemplo, camaradas lo que tienes
en el banco ganando intereses es nada
comparado con lo que puedes obtener
si compras un cuadro y lo vendes por
diez veces más que el precio que pagaste por él.
Hiciste tremendo negocio.
¡La inversión da para todo!
Y una vez que lo has hecho
olvídate de todos lo demás
De la miseria y todas esas cosas
de las que también se saca provecho.
101
Las comunicaciones inexactas
102
Celebración caníbal
Termina en encarnizamiento.
El rompecabezas revela
que la dificultad de armar esta vida
se inicia con saña.
103
El monstruo
104
Si yo ladrara
105
Playa desierta
Hormigas y cigarrones
buscan salir del aturdimiento
que la imprecisa luz del mediodía
clava en sus mentes.
De dos en dos hacia el trozo de almíbar
se dirigen las hormigas
formando una negra hilera
que el cauce seco acoge
para que también lo atraviese
aquel que nada sabe de insectos
pero que como éstos
busca en la embriaguez
un instante de éxtasis. Una bandera desfallece,
el clarín desearía ser más esbelto
ha confiado su suerte
a un sonido franco
cuyo llamado al orden
en las redes del pescador ha
quedado para siempre impreso.
106
Consejos de familia
Solían decirme:
con esa facha no vas a ir a ninguna parte.
Vístete bien, arréglate
el nudo de la corbata. Camina derecho.
Domínate.
¡Ten compostura!
Y nada de sentarte a la mesa y sacar
un palillo de dientes antes
de empezar a comer.
Cuando escuches permanece de pie.
Y cuando hables también.
Con los zapatos sucios
y vestido como un mandril
no vas a ir a ninguna parte.
¡Ni siquiera a un burdel!
107
Golpes de pala
Poema surrealista
108
El fin también pasará
109
Epitafio
110
Fuentes bibliográficas
111
FOTÓGRAFO INVITADO
www.fernandoespinosart.com
Índice
Presentación 7
José Gregorio Vásquez 17
La condición urbana 13
Levedad de la memoria 15
Escrito sobre una piedra 16
El caos íntimamente necesario 17
Este monstruo, la ciudad 18
Bajo nuevo aviso 19
El agorero 20
Conexiones de arcilla 21
El espécimen dentro del cual ando 22
Órdenes 23
Aquel 24
El que huye de la ciudad huye de sí 25
Legítima defensa 26
Mala convivencia 27
Su arrechera el sujeto la paga con las cosas 32
(Diálogo en el consultorio) 28
Ventana de neófito 29
113
Colmado por mí mismo 30
Leyendo a los otros 31
Derecho de réplica 32
La máscara y mi doble 33
Del tiempo como metáfora 34
Software 35
El hombre tiene que lucirse 36
Listo para atravesar el tercer milenio 41
(Sobre el deslave del litoral, 1999) 37
Reo de putrefacción 38
Los cazadores orantes 39
El primer aviso 40
Humboldt 41
Incluso frente a mi vida yo pasaba de largo 42
Donde trato de explicarme 43
La cólera de los invisibles 44
Sujeto hiperquinético 45
Pífano salvaje 46
Lecciones de patafísica 47
El desenlace fatal 48
Las palabras no conocen el estado sólido 49
La lógica del vencedor 50
Naturaleza muerta con fondo marino 51
El gusto de lo fragmentario 52
Cruce de avenidas 53
Dolores de cabeza 54
El hecho y su espera 55
Camino de hormigas 56
114
Paisaje con ruinas 57
Mis pies alzados en armas 58
La vía desapacible 59
La bolsa o la vida 60
Cuando recuerdo mis éxitos 61
El boquear es uno con el salto repentino del pez 62
El habitante precavido 63
Satori 64
Comienzo de partida 65
La milla de oro 66
Iniquidades 67
El acto poético puro 68
Crucifixión y muerte de la palabra 69
Diálogos 70
Antigua realeza 71
La condecoración 72
La luz de mis trópicos 73
¿De qué paisaje me hablas? 74
En la ciudad ya ni la ciudad misma entra 75
Eso de morirse a medianoche 76
Buscando izar la duda ¿hacia qué? 77
Luce como la eternidad 78
Un alud personal 79
Balada del insatisfecho 80
Ruinas del futuro/ Restos de esperanza socavada 81
Blaise Cendrars 82
Beldades 83
Escrito en el álbum de Émily 84
115
Desagravio 85
Heroísmo de la realidad 86
Alborada del náufrago 88
Máscara de latón 89
La derrota 91
Postal perforada por un disparo 92
Bala perdida 93
Estrategias 94
Malas noticias 95
Pavimento con nuevo comensal 96
Esta farsa no se detiene 97
Patria mía del humo 98
El accidente 99
Aún humea 100
Plusvalía 101
Las comunicaciones inexactas 102
Celebración caníbal 103
El monstruo 104
Si yo ladrara 105
Playa desierta 106
Consejos de familia 107
Golpes de pala. Poema surrealista 108
El fin también pasará 109
Epitafio 110
116
colección Alfabeto del mundo