El documento resume el libro de poemas "El último ciclista" de Pedro Damián. Plantea que la voz poética que atraviesa los once poemas es un "residuo último" sin cuerpo físico, compuesto solo de palabras desgastadas y devoradas. Esta voz desbarata territorios conocidos al mezclar lo alto y lo bajo, como expresiones coloquiales pasadas por la experiencia del poeta. El último poema, "Crematística", presenta una voz femenina que habla sobre la dilapidación y acumulación de "infamias
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El documento resume el libro de poemas "El último ciclista" de Pedro Damián. Plantea que la voz poética que atraviesa los once poemas es un "residuo último" sin cuerpo físico, compuesto solo de palabras desgastadas y devoradas. Esta voz desbarata territorios conocidos al mezclar lo alto y lo bajo, como expresiones coloquiales pasadas por la experiencia del poeta. El último poema, "Crematística", presenta una voz femenina que habla sobre la dilapidación y acumulación de "infamias
El documento resume el libro de poemas "El último ciclista" de Pedro Damián. Plantea que la voz poética que atraviesa los once poemas es un "residuo último" sin cuerpo físico, compuesto solo de palabras desgastadas y devoradas. Esta voz desbarata territorios conocidos al mezclar lo alto y lo bajo, como expresiones coloquiales pasadas por la experiencia del poeta. El último poema, "Crematística", presenta una voz femenina que habla sobre la dilapidación y acumulación de "infamias
El documento resume el libro de poemas "El último ciclista" de Pedro Damián. Plantea que la voz poética que atraviesa los once poemas es un "residuo último" sin cuerpo físico, compuesto solo de palabras desgastadas y devoradas. Esta voz desbarata territorios conocidos al mezclar lo alto y lo bajo, como expresiones coloquiales pasadas por la experiencia del poeta. El último poema, "Crematística", presenta una voz femenina que habla sobre la dilapidación y acumulación de "infamias
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Un artefacto disolvente.
Sobre El ltimo ciclista de Pedro Damin
Draupad de Mora
Ser que lo ltimo de algo, lo ltimo de lo que sea, est
definitivamente perdido?, condenado a la desaparicin? / El ltimo cigarro, el ltimo mohicano, el ltimo trago No ser ms bien que estos
supuestos
ltimos
persisten
en
la
memoria
an
ms
machaconamente que los penltimos, los miserables antepenltimos
o los insoportables primeros?, quin recuerda un antepenltimo cigarro o la penltima cuba? Y el relato de nuestra primera cogida no pertenece ms al reino del mito personal que al de lo verificable? Lo ltimo, quiz por colindar con su propia desaparicin, se vuelve una persistencia fantasmagrica, algo siempre a punto de no-ser que porfa y se agarra, se clava; pincha y patea a la infame desmemoria, a la sintaxis ntida, al modo civilizado de hacer poesa, ese lenguaje ltimo, l tambin. En El ltimo ciclista eso ltimo, que porfa en su porfa, que pincha, patea y magulla, me ha parecido ser un cuerpo que recorre, o mejor, que se arrastra a travs de los once poemas del libro, aunque justo sera decir que no hay cuerpo alguno, por lo menos no en el sentido fsico antropolgico / sino lo que de ste va quedando, lo que queda despus de que un triler pasa por encima o una bomba estalla; lo que resta una vez que el poeta proclame: Que caiga la cabeza. Que caiga fuera del cuerpo la cabeza/ Rechinampa para las rodillas necias/ [] Que en su fulgor caigan tambin los ojos y el dbil equilibrio/ de la mente [] y remata: Que caiga primero el cuerpo en fin-/ y luego lo que de l piensa la cabeza (El poeta al caerse se sale del poema pp. 25-26). Queda entonces un poso, una voz, un residuo ltimo que, como en el viejo dicho, toca y comercia carnalmente con lo intachable primero (los ltimos sern los primeros, versa el evangelio de Mateo) en una suerte de festivo
merequetengue potico: Un poeta mat a un somoza. Dontforguerit,
batos/ La poesa entonces como una galaxia y el poema la fusca/ La Tierra es un satlite de la Luna estipul otro cervatillo./ Fiebre y pleuresa. Corro vuelo me acelero. (Cielos de mermelada, p. 11). En ese batiburrillo lo alto y lo bajo pierden su altura y su bajeza y se desperdigan las canicas de un discurso en el que el lector cree conocer las reglas del juego, aunque rpidamente caiga por tierra esa ilusin: aqu el lector no conoce nada, cree conocer reconocerse en ese lenguaje, pero al poco la palabra se vuelve y se muestra irreconocible, como un hijo prdigo que ha pasado de boca en boca, que ha sido masticado, paladeado, vomitado y ultimado demasiadas veces antes de volver, porque aunque en apariencia la voz residual de los once poemas de El ltimo ciclista sea de raigambre oral, sta no deja de ser un artificio literario, un porfiado artefacto que al tiempo que hace temblar al Mercado Abelardo L. Rodrguez, apunta hacia la anti-poesa de Parra y nos devuelve una palabra ya maldita, inverosmil, inconmensurable, cual cocana. Ciertamente es posible reconocer expresiones y usos del habla coloquial, pero siempre pasados por la boca y el diente del poeta, que en estos casos se convierte en un autntico devorador de las mltiples voces que pueblan la ciudad: la voz del ebrio, la de un tal AMLO (personaje oscuramente esquivo), las de los tantos samueles, el erotismo alborotador de unas calentsimas chicas catlicas Una caterva de personajes y voces residuales que al tiempo que dislocan llaman a la memoria individual, que deviene colectiva: los samueles otra vez, el castor, lecturas y vicios (qu diferencia hay) como estados de nimo; el poema como vicio y al revs; un residuo ya sin cuerpo, hecho slo de sustancia: el cuerpo-piedra que acerca, a travs del sueo (de la poesa), a un mendigo y a Shakespeare: un prncipe suea que es mendigo/
y un mendigo suea que es
Shakespeare/ Shakespeare nio de la calle / duro y dale ponindole
a la piedra (Cocana p. 15).
En El ltimo ciclista se desbaratan territorios conocidos, como
quien da un manotazo a un rompecabezas recin terminado (la poesa y el poema quin los conoce?), para proclamar el dolor del hambre, el hambre a secas, la incertidumbre, el infecto sabor de la Emulsin de Scott, la esperanza vana, la juventud que baja en bici por la cuesta de tabachines, la cocana que sube por doquier, la desmemoria, el cuerpo derruido, la pregunta por el ser del pasado la crematstica. As se titula el ltimo poema del libro, texto escrito en una prosa que a ratos se antoja litrgica o jaculatoria (a tramos eyaculatoria), y en el que irrumpe una voz Otra, un yo potico femenino por cuya boca habla la Ley, mezclando, a lo largo de una riada de consciencia, una vez ms, lo alto y lo bajo, la chingadera y la oracin; la madre, el valemadrismo ms culero y la chingada madre. A los pantagrueles con los samueles, y a stos con violentos aguardientes. A una voz que procura la acumulacin, la reproduccin y el apaciguamiento se la deja junto a una furia sin origen ni explicacin. El trmino crematstica proviene del griego chrmatistik, el arte de ganar dinero, de acumular bienes, sin embargo, esta crematstica sera inversa porque, si como dijimos es el arte de ganar dinero, la de El ltimo ciclista es el arte de la dilapidacin justo lo contrario a la acumulacin de bienes, o quiz no, quiz es una crematstica positiva, no slo este ltimo poema sino todo el libro, en la que se acumula, qu ms?, infamias y puteadas en un autntico sermn cuyo tema es la disolucin, solvente incluido, de quien ya es un sola voz que amaga: [] atascarse con todas las uas con todos los pelos con todos los vicios los hgados los estmagos y las baisas; llegar a ponerse al parejo con los troncos y con el cielo y el solazo y montarse en valer gran pura cosa que es la verdad y la verdadera gran y pura chingada (Crematstica p. 34) Sea pues.