Las Claves para Curar - FERNANDO CALLEJÓN
Las Claves para Curar - FERNANDO CALLEJÓN
Las Claves para Curar - FERNANDO CALLEJÓN
ISBN 978-987-08-0329-4
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Silvia Hidalgo.
Médica.
Especialista en Medicina del Trabajo,
Accidentología y Medicina Vial.
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El saber médico
En algún momento de nuestra vida, quizás no todos, pero sí la
mayoría, sufriremos una enfermedad. El concepto que tenemos
sobre ella no es un pensamiento más. Es una creencia, la de estar
poseídos por una fuerza que no nos pertenece y que nos ataca.
Si bien esta creencia es universal, no todos la vivimos de la mis-
ma forma. En occidente, ha sido reforzada por la presencia de un
sistema médico que le ha dado un gran poder y la ha legalizado
colectivamente.
Podemos decir que la enfermedad es un invento. Como la luz
eléctrica. La luz siempre existió pero lo que hizo el hombre fue
poder manejarla y eso le dio poder. El malestar orgánico o emo-
cional siempre existió pero lo que hizo la medicina fue clasificarlo
y eso le dio poder. La creencia sobre la enfermedad no solo es la de
una fuerza que nos ataca sino que a partir de esa clasificación, es la
de una fuerza que un grupo de personas (los científicos-médicos)
puede dominar. O por lo menos ostentan un saber sobre ella y
pueden ejercer influencia sobre su evolución.
Esta influencia ha crecido desproporcionadamente en relación
al saber. Se actúa sobre las enfermedades sabiendo muy poco sobre
el origen de ellas y mucho menos sobre su significado.
Pensemos en un simple resfriado. Se atribuye a un virus pero
no se lo combate a él sino al resfriado. Se lo trata de abortar. Se
usan antihistamínicos para que las secreciones disminuyan y mu-
chas veces antibióticos porque se habla de alergias bacterianas o
complicaciones infecciosas imposibles de comprobar. Esta meto-
dología que influencia el curso de la enfermedad se basa en la
misma teoría que sostiene que el sol gira alrededor de la tierra; la
observación superficial de un fenómeno sin preguntar nada sobre
las características del objeto sobre el cual el fenómeno actúa. Si la
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La trampa
Pensemos en un tumor. Un pedazo de carne que sobra. Los
métodos médicos que lo tratan se basan en la misma teoría de la
observación superficial del movimiento del sol. Esta observación
lleva a una interpretación equivocada. El pedazo de carne está de
más y hay que eliminarlo. Si no se puede con cirugía, se arrasa
con drogas o radiaciones. Los físicos no manejan la medicina y los
médicos terminan por creer que una resonancia magnética es una
observación profunda. Se sigue observando el fenómeno y no la
naturaleza ni el sentido del fenómeno.
Es así que ahora hay dos creencias: el malestar es una fuerza
que viene de afuera y se puede influenciar sobre esa fuerza con un
saber que se llama científico.
Volvamos al resfriado. Pensemos que quizás no es un virus el
que lo produce (la fuerza externa) sino que es una de las formas
que tiene el organismo de descargarse de una tensión que lleva
demasiado tiempo acumulada. No hay fuerza externa. Los virus
ya estaban y uno no se contagia de nadie sino que ellos son los
instrumentos para descargarse de esa tensión. Esto no significa
que no haya virus extraños al organismo y éste intente rechazarlos
porque no los reconoce. Los virus son cadenas de información y
si traen una información extraña e irreconocible, el organismo se
niega a aceptarla y se produce el rechazo de la misma. Pero esto no
es lo que ocurre en un resfriado común. Allí hay tensiones excesi-
vas en la vivencia de lo que llamamos el territorio. Las mucosas se
inflaman para obstruir las narinas y no respirar el mismo aire que
el enemigo. Los bronquios expulsan moco para escupir al invasor.
Los músculos duelen para retirarse de la lucha. Y allí los virus son
excelentes colaboradores para generar este estado inflamatorio que
si bien es molesto, logra que el ser vivo se aísle y recupere su bien-
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Elegir o seguir
En este contexto, nos han quitado la libertad de elegir. En la
historia de la humanidad, siempre hubo partes en pugna, romanos
y griegos, árabes y españoles, buenos y malos, perversos y nor-
males, ricos y pobres. El ser humano podía optar, aún cuando
esa opción fuera equivocada. Ahora es imposible elegir ya que se
trata de nosotros o los virus, enemigos invisibles que destruyen a
todos sin excepción. Las organizaciones mundiales encargadas de
la salud avisan que futuras pandemias son inevitables y elaboran
mapas con colores cada vez más intensos y tenebrosos. La huma-
nidad toda enfrenta al enemigo invisible y no hay opción. Por pri-
mera vez, en cientos de años, se está tomando conciencia que no
es la tierra la que está en peligro sino esta especie que se ha creído
excepcional y que ahora viene a enterarse que su desaparición es
posible. La génesis de Adán y Eva ya no calma los temores de una
especie que ha inventado el concepto de enfermedad y ahora el
concepto en sí mismo la está arrasando. La fuerza externa que nos
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El miedo de todos
Como médico he presenciado muchas veces el fenómeno de
una persona que en pleno estado de salud y por hallazgos casuales
(pruebas de rutina o un médico demasiado inquisidor) ha sido
diagnosticada de un tumor en hígado, pulmón o mama. A los
pocos días de ese hallazgo, el estado de salud había empeorado
dramáticamente. He visto algunas personas morir en poco tiempo
luego del diagnóstico. Eso es miedo, no es cáncer. Ese es el con-
cepto que se le ha escapado de las manos al grupo de científicos
que ostenta el supuesto saber de la enfermedad. Y ese concepto
se ha desbordado y ha creado una realidad autónoma entre otras
cosas, porque se ha colectivizado. Se ha vuelto un saber popular.
¿Quien no ha escuchado alguna de las siguientes frases?: “El cán-
cer de páncreas, cuando te lo diagnostican ya es demasiado tarde”;
“la quimioterapia te mata las células malas pero también las bue-
nas”; “yo sé que me voy a morir, lo que no quiero es sufrir”; “nunca
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La lógica
Filosóficamente, cualquiera de estas opciones viola uno de los
principios en los que se funda la realidad, el de la no contradicción:
“Una cosa no puede ser y no ser a la vez”. Llamativamente, buena
parte de los médicos del viejo concepto están apoyando estas op-
ciones como si con ello colaboraran con la salud del paciente.
Sin embargo, esa es la realidad. El psicoterapeuta Mario Litma-
novich dice claramente “¡Necesitamos médicos sin miedo!; esa es
la única manera de salir del atolladero”. Creo también que necesi-
tamos pacientes sin miedo.
Es desde este lugar que proponemos las claves para curar. La
palabra clave significar “lo que tiene todo el sentido”. El latín cla-
vis dio origen a la palabra llave. Eso es lo que buscamos. Las llaves
que abren el sentido, es decir, el camino para recuperar nuestra
integridad y curarnos.
El médico alemán Hamer repetía en sus seminarios una pre-
sentación que siempre culminaba con una frase: “Necesitamos
médicos de manos calientes que hagan de la medicina un acto
sagrado”. Allí estaba el centro de su propuesta. Las manos calien-
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La clasificación
El organismo siempre ha convivido con la enfermedad pero si
nos ocupamos de estudiar la historia veremos que hubo enferme-
dades típicas de la pre historia, otras de la antigüedad y muchas
del medioevo. Pero es a partir de la revolución francesa que apare-
ce la necesidad de un orden que no sea perturbado por los acon-
tecimientos históricos y ese lugar lo viene a ocupar la ciencia. Ya
los cuerpos no podrían ser afectados por el devenir de la historia y
se debían clasificar las enfermedades ya que con eso se legalizaba
su carácter científico. Esta corriente llamada positivista hizo que
surgieran multitud de enfermedades. En menos de veinte años se
logró clasificar más de doscientas enfermedades de las veinte que
existían antes de la revolución. Algunas de estas clasificaciones
ya no se tienen en cuenta porque fueron ficciones de la época tal
como la histeria por climas fríos. Pero al entrar en la clasificación
se convirtieron en hechos verdaderos. Todo lo que se clasificó pasó
a existir.
La ciencia como sistema que ordena los significados de los he-
chos nunca ha dejado de aceptar nuevas ficciones siempre que és-
tas aseguren la coherencia que éste orden tiene sobre sí mismo y
sobre su campo de acción. Sin ese requisito, los hechos no existen.
Es por eso que las nuevas ficciones basadas en el conocimiento
que proponen algunos investigadores no pueden ser aceptadas por
el sistema médico ya que subvierte el orden clasificatorio que sos-
tiene este sistema.
Cuando uno de estos investigadores, el médico alemán Hamer,
dice que la enfermedad es el recuerdo de un programa cerebral de
supervivencia ya no se ocupa de un cuerpo inamovible por la his-
toria sino por el contrario de un cuerpo marcado por la pre histo-
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El sanador herido
Hace algunos años leí un cuento de Connolly que narraba la
historia de un médico que había sufrido la pérdida en un accidente
de su esposa y su hija. Sumido en un profundo dolor, llegó a sus oí-
dos la existencia de una rara historia. En una pileta llamada Betes-
dá, no muy lejos de donde vivía, los ángeles bajaban una vez al día
y cuando alguno con sus alas tocaba el agua, todos aquellos que se
sumergían primero se curaban de todos sus males. Hacia allí fue
este médico con su tristeza y su dolor. Cuando llegó, observó gran
cantidad de gente enferma rodeando la pileta. Esperó largas horas
hasta que al promediar la tarde bajaron del cielo varios ángeles. La
multitud se preparó para que ocurriera el milagro. Cuando uno de
esos ángeles tocó con su ala el agua, todos los hombres y mujeres
salieron corriendo a sumergirse. El médico comenzó a correr y
de repente sintió que uno de los ángeles lo frenaba con su ala y le
gritaba con firmeza “¡Tú no!”
El médico se sintió imposibilitado de moverse. El ángel alzó su
vuelo y el médico observó como los paralíticos salían caminando
de las aguas y como los enfermos salían riendo.
Se dio vuelta y emprendió el camino de regreso a su casa. Esta-
ba confundido y abrumado. Solo pensaba en la dureza del ángel.
“He dado toda mi vida para curar a los que sufren y ahora que soy
yo quien necesita curarse no me dejan.”
A los pocos pasos, un ángel lo volvió a parar y envolviéndolo
con sus alas le habló así: “Yo sé como te sientes pero debes enten-
der algo. Tú eres un sanador y estás herido y por un tiempo serás
las aguas de la pileta de Betesdá. Así te necesitamos. Por ahora ese
es el pacto. Luego podrás volar”. No muy lejos de allí lo esperaban
sus pacientes. Solo él los podía ayudar. Solo él los podía entender.
Desde su herida y desde su dolor.
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La medicina psicobiológica
Luego de cinco años de practicar la Nueva Medicina de Hamer
tuve la necesidad de aclararme algunos conceptos que repetía casi
académicamente.
El camino de esa investigación me contestó algunas preguntas
y otras veces me arrojó a un mar de dudas. Fue allí que dejé de
hablar de la Nueva Medicina y comencé a hablar de Medicina
Psicobiológica (MPB), que como verán es un gajo de la Nueva
Medicina pero con frutos quizás un poco distintos. Sin la Nueva
Medicina, la MPB es imposible. Sin haber conocido a Hamer,
jamás hubiese podido pensar en la teoría de la MPB. Eso lo quiero
dejar bien en claro. Pero mi relación cotidiana con los pacientes,
me llevó a conclusiones distintas.
Veamos ahora cuales son sus fundamentos y tratemos de co-
menzar a hablar de ellos.
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1- Primera ley
Ley Férrea del cáncer: toda enfermedad tiene su origen en
un conflicto biológico, que determina la aparición en forma
sincrónica de una lesión en un órgano y una imagen cerebral
que puede detectarse por una tomografía.
2- Segunda ley
Ley del carácter bifásico de las enfermedades que presentan
solución de conflicto: todas las enfermedades tienen una
etapa de conflicto activo, en donde el organismo vive en
simpaticotonía y si se resuelve el conflicto, una segunda
etapa de vagotonía para reparar el órgano.
3- Tercera ley
Sistema ontogénico de tumores y enfermedades análogas:
cada órgano deriva de una hoja embrionaria. Los que de-
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4- Cuarta ley
Sistema ontogénico de los microbios: todas las enferme-
dades en fase de vagotonía, generan una reproducción de
microbios que ayuda a recuperar el órgano enfermo. En los
órganos derivados del endodermo y mesodermo, se repro-
ducen hongos, mycobacterias y bacterias. En los órganos
derivados del ectodermo, se reproducen los virus. Todos
ellos, son colaboradores de la curación.
5- Quinta ley
Ley del sentido biológico: todas las enfermedades son pro-
gramas especiales de supervivencia. Su puesta en actividad,
busca solucionar un conflicto biológico. Si esa solución
ocurre, el programa de supervivencia se inactiva.
La evolución
Es la serie de adaptaciones, es decir, de cambios en el material
genético, que el ser vivo ha tenido que realizar para sobrevivir en
el curso del tiempo. Hamer considera a la enfermedad una reme-
moración de ese pasado evolutivo.
La evolución no es otra cosa, que la relación que nos une a
todos los seres vivos. Esa relación está registrada en nuestros órga-
nos pero también en nuestros cerebros y nuestra psiquis. Este es
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La inclusión
Es un concepto que nos lleva a buscar la interpretación de la
enfermedad en los hechos fundamentales de la existencia del in-
dividuo: su historia, su pre-historia y la insatisfacción en ambas
etapas, de los requerimientos biológicos que la naturaleza le ha
impuesto. Esto nos lleva a redefinir el concepto de salud, ya que
no puede estar sano un sujeto que aunque no tenga síntomas no
esté cumpliendo con los desafíos que la vida le propone. Quien
está incluido aquí es el sujeto y no ese objeto llamado enfermedad
reducido a una sustancia química, una reacción de laboratorio o
una descripción anatómica de tejidos o células.
Hamer nos habla de guiones biológicos que él llama “progra-
mas especiales de la naturaleza” que se activan justamente cuan-
do la persona ya no piensa sino que es pensada por la evolución.
¿Qué produce ese agujero entre el pensamiento humano y el de la
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La búsqueda de sentido
Es necesario entender que cuando se activa este programa espe-
cial es, según Hamer, porque se busca una solución a un problema.
Lo que sucede es que quien busca esa solución no es el moderno
sujeto sino la vieja evolución. Y lo hace a su manera.
El problema en sí parece ser atribuido por Hamer (en una prime-
ra mirada) a la necesaria desaparición del menos apto para la super-
vivencia. Esto suena provocador y discriminativo para una visión
que en algunos lugares se conoce como “la medicina de la esperan-
za”, pero tenemos que aceptar que el autor de esta discriminación
no es ningún ser humano sino la mismísima evolución. Entender
esto nos ayuda a no querer destruir los mecanismos de la evolu-
ción como tan irresponsablemente está haciendo buena parte de la
ciencia, sino a aprender a convivir con tales mecanismos que han
formado parte de la vida desde su origen. Las leyes de la naturaleza
no son buenas o malas de acuerdo al concepto humano; son las que
han surgido luego de millones de pruebas en el curso de millones
de años, como los mecanismos adecuados para que la vida siga exis-
tiendo. El sentido de la evolución, es siempre superar un obstáculo a
la supervivencia. Lo que aún no ponemos a discusión, es si se trata
de la supervivencia del individuo, del clan o de la especie.
Conceptos fundamentales
A partir de estos conceptos fundacionales, nos podemos acercar
a los conceptos básicos de la Nueva Medicina.
El DHS
Significa Sindrome Dirk Hamer y según su autor es el suceso
que desencadena la enfermedad. Según Hamer, es un hecho sor-
presivo, dramático y vivido en soledad. Allí el sujeto se encuentra
en un atolladero, en un callejón sin salida, en una paradoja.
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La relación terapéutica
Otro concepto que debemos abordar es la relación entre el tera-
peuta y el paciente. Esta deja de ser la relación entre un amo, que
supuestamente lo sabe todo y un esclavo sin deseos ni esperanzas,
que se somete ciegamente a lo que el médico le dice.
Así como el único objeto de estudio de la medicina es la enferme-
dad y no el enfermo, en la visión de Hamer el sujeto queda incluido
con su historia y con lo no dicho de su información personal.
Esta inclusión hace que el terapeuta forme parte de un modelo
en el que se confronte el código biológico en el que se expresa el
paciente (tumor, úlcera, disfunción, etc.) con una interpretación
de esa respuesta que tiene en cuenta a la evolución, a la inclusión y
a la búsqueda de sentido.
El Foco de Hamer
Otro concepto importante en la NM es el llamado foco de Ha-
mer (FH). Este es un registro que se visualiza a través de una TAC
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Nutrición
(conseguir la comida, Metáfora Psicobiologica: Insaciabilidad. No poder incorporar
poder digerirla más. Deudas. Traiciones. Atascarse.
y eliminarla) Ser ensuciado.
Reproducción
(poder tener descen
dencia para que la Metáfora Psicobiologica: grave conflicto de pérdida.
especie sobreviva)
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Sostén
(poder
pararse y Metáfora Psicobiologica: desvalorización
tenerse
en pié)
Comunicación
(poder compartir Metáfora Psicobiologica: eparación de los vínculos
con los otros)
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Hamer propone aquí unas tablas que pueden leerse en mis li-
bros anteriores.
La Naturaleza
También debemos mencionar que el ser humano hace entrar
permanentemente a la naturaleza en conflictos de superviven-
cia a través del uso indiscriminado de las fuentes de vida sobre el
planeta. No solo nos referimos a la contaminación del aire y del
agua, a la manipulación genética, a la destrucción de los bosques,
a la matanza de grupos de animales, etc., sino también a los con-
flictos colectivos que los grupos humanos generan con la injusti-
cia, la crueldad, la falta de identidad como especie, la exclusión
de semejantes y la dominación cultural. Esto genera campos de
resonancia que alcanzada una masa crítica, producen respuestas
de las fuerzas de la naturaleza por la violación de las leyes de su-
pervivencia.
El comportamiento ambiguo del ser humano, que luego estu-
diaremos, ha generado conflictos colectivos en toda la historia de
la humanidad y de ellos han surgido el cáncer, el sida, las pestes.
Conclusión
Todo lo que la medicina llama enfermedad es síntoma. Las cau-
sas según Hamer son los conflictos biológicos. Ellos se dirimen en
regiones del cuerpo ordenadas por el cerebro creando mapas que
se activan a través de la percepción del DHS. Es decir que existe
el cerebro con sus mapas, los órganos con su lenguaje y la psiquis
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Primer criterio: los pedazos son los grupos celulares que car-
gan con los mandatos generacionales. Cuando se activan al no
cumplirse, se desentienden de la orden biológica de los órganos y
del sentido simbólico del cuerpo.
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La propuesta de la MPB
A través de estos cinco enunciados, nos proponemos desarro-
llar una teoría que aporta ciertos operadores que nos permiten
abordajes terapéuticos específicos. A medida que los iremos de-
sarrollando, veremos que no puede tratarse de la misma manera
una enfermedad territorial y una predadora. Que una enfermedad
puede tener en sí misma un sentido de supervivencia que debe
acompañarse y otra enfermedad, ser una denuncia que si no se
contesta, pondrá en peligro la vida. Que la historia de una persona
está impregnada no solo por sus acontecimientos sino por manda-
tos familiares y sociales que forman un cuerpo.
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Lo transgeneracional
Según estos aportes, existe un guión secreto que se desarrolla
en nuestras vidas como un patrón de comportamiento y este
guión no solo está escrito por nuestros padres, sino por varias
generaciones anteriores y por el contexto en el que vivieron estas
personas, tales como guerras, desastres económicos, etc. Este
guión se escribe enhebrando las vidas pasadas con las presen-
tes y las futuras formando un sistema de relaciones en el cual
las personas que han sufrido una grave exclusión en sus vidas
(muertes prematuras, violaciones, torturas, etc.) son representa-
das actualmente por personas que han nacido en otra o varias
generaciones posteriores. Esta representación transgeneracional
se haría, según esta teoría, con el objetivo de reparar con el
propio sacrificio, el desafortunado destino del antepasado. La
persona elegida para tal sacrificio es la persona con más sentido
de lealtad secreta aún cuando esa persona no sepa en absoluto
su rol sacrificial.
Los tres conceptos mágicos que propone el sistema transgene-
racional son:
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Los territoriales
Estos animales luchan entre sí por dos razones:
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El sistema nervioso
En la defensa del territorio y en la relación entre el predador y
la presa, los animales experimentan una excitación agresiva pro-
duciendo una serie de cambios en su fisiología a través del llamado
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a) de apaciguamiento;
b) de sometimiento.
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1) ataque
2) huída
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El consenso universal
Pero hay un detalle que no podemos dejar pasar: el fracaso de
los métodos agresivos sobre las enfermedades arquetípicas (cáncer,
sida, autoinmunes). Y cuando hablo de fracaso quiero acotar esa
expresión al consenso universal de que no es así como vamos a
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Salvo el caso de algunos oncólogos que muy sabiamente usan dosis mínimas
de drogas con excelentes resultados terapéuticos.
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La reparación
Tendremos que comenzar a pensar en el concepto de la exclu-
sión y de la injusticia a un nivel que va más allá del individuo y que
tiene que ver con su historia y con la de todos.
Ya lo haremos pero antes de eso, debemos sostener que el sen-
tido de la aparición de las enfermedades arquetípicas es destruir
el tejido normal para reinar como tejido independiente y eterna-
mente inmaduro. Recordemos esto. Parece una pretensión exce-
sivamente humana y quizás hable precisamente de lo que somos.
Sabemos que nuestras sociedades primitivas se formaron si-
guiendo una analogía con el cuerpo humano: una cabeza que or-
dena a las restantes partes, órganos jerarquizados por su función,
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Los pedazos
A estos grupos celulares los hemos llamado “pedazos”. En ellos
se encuentran células que conocen la historia de toda la humani-
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Los discursos
Aquí veremos como se construye en cada órgano una frase que
lleva a la enfermedad.
Una vez activado el mandato generacional, se convierte en un
discurso que solo puede ser detenido con otro discurso. Es decir,
una vez puesta en marcha la frase de destrucción hay que producir
una frase de construcción en búsqueda de los sentidos congelados
o negados.
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Segundo discurso
Esta expresión evolutiva se desarrolla en los órganos del meso-
dermo primitivo. De esta hoja embrionaria surgen los siguientes
tejidos:
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Tercer discurso.
Este sedimento genealógico actúa sobre los órganos del meso-
dermo moderno, que son los siguientes:
Huesos
Cartílagos
Músculos
Tendones
Suprarrenales
Riñón (parénquima)
Células sanguíneas
Vasos sanguíneos
Bazo
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Distintos operadores nos ayudarán a ese cometido. Los arque-
tipos, los conflictos primarios, el rol biológico, la reacción a las ór-
denes de nacimiento. Con ellos, iremos construyendo esas frases,
que ya comenzamos a llamar actos arquetípicos, y que nos marca-
rán el camino de un cambio de lógica para curarnos.
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Capítulo XII
Las metonimias
El concepto lingüístico de la metonimia es el siguiente: es la
traslación de un significado, desde un significante a otro. Así se
logra designar una idea con el nombre de otra, usando alguna
relación semántica entre ambas. Esta relación puede ser de causa-
efecto, de parte-todo, de tiempo o de sucesión. En literatura, es
una figura retórica que suele llamarse “sentido figurado”. Es útil
el ejemplo de un poema de JL Borges: “las proas vinieron a fun-
darme la patria”. Allí, las proas son los barcos y está designando
al todo en una parte. La relación con la metáfora es muy cercana
y el lingüista Jakobson asimila la metonimia al proceso freudiano
de lo inconciente llamado desplazamiento, y la metáfora al mismo
proceso llamado condensación. También lo asemeja al trabajo an-
tropológico de Frazer sobre la magia. La metonimia sería la llama-
da magia por contagio y la metáfora la llamada magia imitativa.
Desde la medicina psicobiológica, construimos cuatro metoni-
mias.
La metonimia de la enfermedad
Esta traslación es la que define a las enfermedades comunes.
Aquí, el sentido biológico de supervivencia es determinante. Los
demás significados (sentidos simbólicos de convivencia) que los
hechos ocurridos pudieran tener quedan congelados y es el órgano
con su sentido biológico, el que responde ante el hecho que Ha-
mer clasifica como sorpresivo, dramático y vivido en soledad. Ese
mismo sentido se transforma en enfermedad ya que el único que
puede expresarlo es el órgano y lo hace tratando de superar el obs-
táculo a la supervivencia con comportamientos de ataque, huída e
inmovilidad. Estas conductas desde la biología, son los tumores,
las úlceras y las parálisis o disfunciones que llamamos enferme-
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dades. Por ejemplo, ante situaciones imposibles de ser digeridas
(traiciones, estafas, decepciones), no es el sentido de convivencia
(sentido simbólico) el que las enfrenta (buscar una solución entre
todos), ya que queda congelado por la presencia de un DHS, sino
el sentido biológico de supervivencia y el órgano estómago hace
una úlcera (huida de la confrontación) para tener mayor capacidad
de entrada.
Es así que el significado de la supervivencia, atacar, huir o in-
movilizarse es trasladado desde el órgano a una expresión que lla-
mamos enfermedad. En la MPB a estas enfermedades las llama-
mos comunes porque expresan con sus acciones la necesidad de
superar un obstáculo y sobrevivir.
Lo que define a la enfermedad común, es la presencia de un
DHS (suceso sorpresivo, dramático y vivido en soledad) capaz de
congelar todos los sentidos posibles de un hecho. El único sentido
que existe es el biológico. La enfermedad es ese sentido que se
traslada desde el órgano a una acción biológica que intenta superar
el conflicto.
La metonimia de solución
Hamer exige la curación natural a través de la superación del
conflicto biológico, cosa que ocurre espontáneamente pero a veces
con graves complicaciones. La metonimia de solución es siempre
concreta. Si se ha perdido una pareja, conseguir otra. Si se ha per-
dido un trabajo, conseguir otro. Cuando la solución concreta no
pueda realizarse se trata de superar la amenaza a la supervivencia
con una respuesta que permita descongelar los sentidos simbólicos
de la pérdida de un hijo o un trabajo y salir del conflicto biológico.
Al reintegrar alguno de estos sentidos simbólicos, ellos compiten
con la respuesta biológica de supervivencia y se sale de la metoni-
mia de la enfermedad. En el ejemplo de la úlcera por decepciones
laborales, si la persona no puede conseguir otro trabajo, se le en-
seña a establecer vínculos territoriales de acuerdo a su propio rol
biológico, aprendiendo a respetar su naturaleza. En el caso de la
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pérdida de un hijo, las soluciones simbólicas están limitadas por
las características de la perdida, pero igualmente se trabaja desde
la asunción del rol biológico y de la aceptación de esa pérdida
como parte de la historia familiar.
Lo que define a la metonimia de solución, es la inactivación
del programa cerebral de supervivencia cuando el mismo se ex-
tiende en el tiempo o su intensidad provocando una amenaza en
cualquiera de las dos fases del conflicto. Se da por finalizado el
conflicto biológico de forma concreta y biológica.
Para ello es necesario, conocer las metáforas de la función bio-
lógica de los órganos. Si el riñón se encarga de filtrar el agua, se
deberá trabajar con todos los instrumentos simbólicos que hagan
referencia al agua. La sed, la piel seca, la humedad, el edema ce-
rebral, la liquidez financiera, el ahogamiento, las profundidades.
Todas estas lecturas, las hace el cerebro desde lo biológico, no des-
de lo psicológico. Si se tiene la piel seca, el cerebro dará la orden
al riñón de retener agua. Si hay iliquidez con el dinero, hará lo
mismo. Si se siente ahogado por una situación de pareja, lo in-
tentará sacar del peligro del agua y lo llevará a obtener oxígeno
produciendo reacciones de “metástasis” en el pulmón.
La metonimia de solución es leer lo mismo que el cerebro lee y
responder con un acto que suspenda esa lectura. Cuidarse de no
tener sed, de vivir en lugares húmedos, de soportar ahogamientos
o situaciones de iliquidez. Todas las referencias al agua, al líquido,
deben ser tenidas en cuenta. Un hombre que sufra de eyaculacio-
nes precoces o poluciones nocturnas está viviendo un conflicto de
líquido y si lo ha sufrido durante su adolescencia, lo deberá articu-
lar en la entrevista para que el cerebro lo deje de leer de esa manera
y lo convierta en una metonimia de solución. El traslado que el ce-
rebro hizo de lo que ocurrió, nosotros lo trasladamos nuevamente
a la representación psíquica y de esa manera impedimos que el
cerebro haga una lectura biológica de sucesos que el pensamiento
crea. Aquí, la clave para curar, es leer antes que el cerebro actúe.
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La metonimia del cáncer
Esta traslación es la que define aquellas enfermedades que lla-
mamos arquetípicas. Aquí el sentido de supervivencia queda tam-
bién congelado y por lo tanto no hay conflicto biológico. Puede
haber DHS y ellos se comportan como hechos desencadenantes
pero en algunas oportunidades es tal la tensión interna que ella
misma desencadena el congelamiento de todas las respuestas. Esta
tensión interna la producen los llamados “pedazos” de órgano o
tejido que contienen los mandatos generacionales. Cuando éstos
grupos celulares se activan lo hacen para denunciar el incumpli-
miento de tales mandatos. Las conductas celulares y orgánicas no
son de supervivencia sino de autodestrucción. La anaplasia y la
apoptosis como también los microorganismos no autolimitados y
los comportamientos celulares autoagresivos son ejemplos de esta
metonimia.
El único significado del mandato generacional es la denuncia
de su incumplimiento y el pedazo de órgano que utiliza para esa
denuncia es convertido en lo que llamamos enfermedad arquetípi-
ca (cáncer, sida, autoinmunes). Como ejemplo citemos el caso de
una mujer cuyos pedazos de útero cargan con el mandato genera-
cional del mesodermo moderno de ser fiel a la historia recibida. A
partir de que ese mandato no puede ser cumplido ya que su madre
tuvo varios abortos antes que ella naciera o porque era brutalmen-
te castigada por sus padres, cuando ella experimente alguna con-
ducta rebelde de su hija y se niegue a hacer lo mismo que hicieron
con ella, los pedazos del útero que cargan con ese mandato que
no se está cumpliendo denunciarán ese incumplimiento con con-
ductas celulares características (no se frenarán, no colaborarán,
no madurarán, etc.). Esto generará hipermenorrea. Esto no es un
conflicto biológico de supervivencia sino una activación de una
conducta celular de denuncia.
Decimos que en la metonimia del cáncer hay dos incumpli-
mientos, el del mandato generacional y el de la función del órgano
(tanto biológica como simbólica). Ambos incumplimientos dan
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origen al discurso del cáncer. Así se está trasladando el significante
de los pedazos tanto al órgano como al cuerpo.
En el caso del útero, éste discurso será la suma de dos negacio-
nes, la de la función del órgano, que es retener a la cría y la del
mandato generacional, que es continuar la historia recibida, que es
maltratar a la hija. Ese discurso del cáncer se lee así: “no te puedo
retener + no te quiero maltratar”. La frase que se construye es “Es
mejor que te vayas”. Allí aparece la hemorragia.
La metonimia de curación
Lo que hay que lograr en la metonimia de curación es con-
testar esa frase que se ha construido en el discurso del cáncer.
Y esa frase surge de la negación tanto del sentido o mandato
biológico como del mandato generacional. Esta nueva frase in-
tenta restablecer ambos mandatos y aún el nuevo sentido que ha
surgido de la unión de ambas frases. Como vimos en el caso de
una enfermedad del útero que provoque hemorragias, no solo
hay dos mandatos negados (no te retengo y no te maltrato) sino
que de ambas negaciones surge otra frase: es mejor que te pierda.
Construir una metonimia de curación es contestar una por una
las tres frases.
No te retengo: puedo estar con vos, pero no te obligo, no te
hago sentir mal.
No te maltrato: puedo gritarte pero no te hiero.
Es mejor que te pierda: puedes quedarte pero las dos seguimos
siendo libres.
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3) Activan formas celulares especializadas y que fueron la cul-
minación de procesos adaptativos. Inflamación, necrosis,
infecciones autolimitadas, úlceras, tumores no invasivos.
4) El DHS actúa como un suceso que congela todos los senti-
dos simbólicos que el lenguaje podría aportar para que esa
tensión sea descargada. (sentidos de convivencia)
5) Al no haber descarga simbólica, el órgano responde desde
lo somático (sentido de supervivencia) y en dos fases, la
primera de hipervigilancia (simpaticotonía) y la segunda
de relajación (vagotonía).
6) La conducta somática es una rememoración de la misma
conducta que sirvió en la evolución para superar un obstá-
culo a la supervivencia.
7) Esta conducta somática puede traer complicaciones y la
medicina actual decide tratarlas como enfermedades. (fie-
bre, perforaciones, obstrucciones).
8) Para Hamer lo único que debe hacerse es solucionar el con-
flicto biológico y las fuerzas de la naturaleza se ocupan del
restablecimiento de la salud.
9) Para la MPB, es necesario como abordaje terapéutico la
solución concreta, el aporte de medicamentos y el descon-
gelamiento de los sentidos simbólicos de convivencia.
10) Para lograr esto, se recurre a estrategias de reintegración sim-
bólica: técnicas del trauma, conductas de apaciguamiento,
trabajo con arquetipos, soluciones de ataque o huida.
Enfermedades arquetípicas:
1) son aquellas surgidas por la activación de un mandato ge-
neracional, es decir, la denuncia de un grupo celular que
carga con órdenes que tienen que ver con la supervivencia
de la humanidad.
2) Esta activación puede ser fruto de un DHS o de la misma
tensión interna de esos “pedazos” de tejido, con una histo-
ria de conflictos programantes y mandatos familiares.
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3) Actúan formas celulares atípicas y que fueron usadas por
la evolución para destruir intentos inadecuados para la
adaptación. Anaplasia, apoptosis, infecciones no autolimi-
tadas, comportamientos de autoagresión.
4) El mandato generacional arrasa con todos los sentidos
simbólicos de convivencia y de supervivencia del órgano.
5) Al no haber conductas de supervivencia, el órgano res-
ponde desde la denuncia del incumplimiento del manda-
to generacional sin tener en cuenta ningún otro sentido.
6) La conducta del grupo celular denunciante (cáncer) es
también una rememoración de una conducta evolutiva de
autodestrucción.
7) Esta conducta si no es frenada, lleva a la destrucción del
órgano y a la predación de otros órganos. La medicina
destruye a estos grupos celulares destruyendo el resto del
órgano y del organismo.
8) Para Hamer, lo único que debe hacerse es solucionar el
probable CB y tratar las complicaciones.
9) Para la MPB, es necesario como abordaje terapéutico, el
cese de la denuncia del incumplimiento del mandato ge-
neracional y la reinstalación del sentido de supervivencia,
además de ciertos aportes de la medicina convencional y
no convencional.
10) Para lograr esto, se intenta contestar la frase que llevó a la
enfermedad con una frase que cura. Estas frases restitu-
yen el mandato biológico, el mandato generacional y la
construcción gramatical que surge de ambas restituciones.
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la forma en que lo ha hecho ha quedado registrada en nues-
tros órganos. Tampoco podremos lograrlo sin la dimensión de
lo psicológico que establece un texto que llamamos cuerpo. In-
dependientemente de las teorías, el pensamiento humano tam-
bién ha ido superando obstáculos y tenemos límites en nuestras
operaciones mentales. Pero mucho menos podremos lograrlo sin
la presencia de la historia. Y antes que nosotros ha habido otros
seres humanos que han superado obstáculos a la supervivencia. Y
ellos mismos han sentado los límites del pensamiento humano.
Lo que en MPB llamamos pedazos son los gritos de estos seres
que nos han precedido. Pero no son gritos de venganza sino de
preservación. Ellos, desde el origen, han tratado de cuidar los
principios básicos para la supervivencia. Pero no de la vida, sino
de la humanidad. Los principios de la naturaleza no son huma-
nos. Contemplan todas las formas de expresión pero no desde la
óptica humana. Un tornado que termina con la vida de niños y
ancianos no tiene moral. Un cáncer que destruye las esperanzas
de una familia tampoco. Ambos persiguen objetivos similares:
preservar la vida de la especie sobre la del individuo. Un torna-
do denuncia cierto desequilibrio. Un cáncer también. La ciencia
dice que los desequilibrios en la atmósfera generan estos torna-
dos y que si se lograra no romper el equilibrio en la ecoesfera
se evitarían. Lo llamativo es que la ciencia médica no diga algo
parecido con respecto a la enfermedad.
Lo que hemos llamado enfermedades arquetípicas es lo que la
medicina llama enfermedades crónicas o incurables. Y son estas
enfermedades las que se obstinan en seguir tratando con los mis-
mos métodos que solo buscan convertir a las incurables en cróni-
cas. Este es su máximo objetivo.
Para entender a las enfermedades arquetípicas, es necesario es-
cuchar la voz de los ancestros. Ellos dicen que la vida humana no
puede continuar sin principios básicos de convivencia. A estos los
hemos llamado mandatos generacionales ya que han logrado ex-
presarse en las hojas embrionarias que dan origen a la vida.
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Tenemos que decir que estas construcciones deben hacerse des-
de el propio paciente y lo que buscamos con ellas es indicar deter-
minadas conductas que funcionen como terapéuticas. Si conoce-
mos la metonimia (los desplazamientos de significación) conoce-
mos el discurso que construyó la enfermedad y podemos hablar
con él. Y podemos contestarle en el mismo idioma.
En la metonimia del cáncer se expresan grupos celulares con
comportamientos tales como la pérdida de la inhibición por con-
tacto o la impermeabilidad de sus células. Con esas conductas,
estos pedazos de órganos están denunciando la negación de to-
dos los sentidos biológicos, simbólicos y ancestrales. Las células
no buscan solucionar ningún conflicto sino que por el contrario
proponen un nuevo conflicto que no es del paciente sino de su
historia familiar (e inclusive de toda la humanidad) y que viene
escrita en esos pedazos de tejidos o grupos celulares. Es importan-
te entender esto para no ir siempre en busca de DHS o conflictos
que no existen. Todos sufrimos problemas pero solo harán enfer-
medades arquetípicas aquellos que activan a estos grupos celulares
a través de una historia familiar y social.
Sin embargo, venimos diciendo que estas enfermedades inten-
tan reparar injusticias generacionales. Creemos que esto es así pero
desde una dimensión que no es biológica sino fruto de la cultura
humana. Es por eso que hablamos de una figura que llamamos
Ideal de supervivencia que al igual que el Ideal del Yo freudiano,
dirige la constitución de los órganos. Los pedazos serían áreas no
simbolizables porque el mismo Ideal de supervivencia les reserva
una función de denuncia contra la posición biológica de desechar
lo que no es útil para la supervivencia. Es por eso que estos gru-
pos celulares se comportan despreciando las conductas maduras
y colaborativas de las células normales provocando acciones in-
dividualistas y egocéntricas. Su papel es denunciar la injusticia
biológica proponiéndose como jueces de los daños sufridos por
otros. Los pedazos se convierten así en áreas de resonancia con los
ancestros y con los semejantes. El fenómeno de mimetismo obser-
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vado en muchos cánceres sería ejercido a través de estas áreas que
llevan en sí los mandatos que no pueden ser cuestionados.
Si comenzamos a entender esto nos damos cuenta que estamos
en un terreno que es metabiológico pero que también es meta-
simbólico ya que participa de una concepción de unificación y
resonancia de la vida con la vida. Todos estamos unidos no solo
con nuestros ancestros sino con nuestros semejantes y con todos
los elementos de la vida.
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Capítulo XIII
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ventiva para no volver a caer en la fase de conflicto activo. Cono-
cer el mecanismo de la enfermedad nos ayuda a esperar los aconte-
cimientos que la biología va a desarrollar, habitualmente en la fase
de curación. Si éstos son muy violentos, habrá que morigerarlos
con todos los instrumentos que no interrumpan esa fase sino que
solo la alivien.
Estos conceptos, los viene desarrollando la medicina naturista,
la homeopática, la ayurvédica, la china y tantas otras, que habría
que remitirse a ellas. Lo nuevo de Hamer es la exactitud de sus
leyes en cuanto a las hojas embrionarias y los tiempos de curación.
Además la claridad con que lo ha expresado.
Es así que si conocemos que la persona enferma ha vivido un
DHS que lo ha llevado a un conflicto biológico, es porque su cuer-
po psíquico ya no ordena las reacciones. Se ha activado un progra-
ma cerebral que ordena al órgano biológico, ya no a un cuerpo que
ha nacido de la psiquis, sino a un órgano programado desde la bio-
logía. Este tiene millones de años de evolución y se va a manifestar
como siempre lo ha hecho frente a una amenaza a la superviven-
cia. Va a ulcerarse, necrosarse, cicatrizar, inflamarse, con células
maravillosamente diseñadas para tales efectos. Y lo va a hacer en
dos fases, la primera cuando el cerebro da la orden de entrar en
simpaticotonía y libera corticoides y adrenalina para ponerse en
alerta. La segunda, cuando el cerebro dictamina que ha pasado el
peligro y entra en vagotonía para reparar las alteraciones celulares
con sentido de supervivencia que la primera fase ha desarrollado.
Todo esto lo dice Hamer y lo dice claramente. Lo que no dice,
es que los cánceres, las enfermedades autoinmunes, las infecciones
no autolimitadas no tienen nada que ver con este proceso. Allí
no hay dos fases ni simpaticotonía ni mucho menos sentido de
supervivencia. Allí hay puesta en actividad de células arquetípicas
que no tienen ninguna intención de solucionar ningún conflicto
sino que aparecen para denunciar injusticias manifiestas de órde-
nes que esas mismas células cargan.
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¿Qué hacer?
Pero no nos apuremos. Preguntémonos primero qué hacemos
frente a las enfermedades comunes. Esas que expresan una ame-
naza a la supervivencia. El cerebro no permite que esto lo resuelva
el cuerpo con sus representantes psíquicos y pasa a resolverlo él
mismo a través de los órganos con sus antiguos programas de su-
pervivencia. Aquí estamos frente a una prueba. Si el cerebro sus-
pendiera el programa con sentido biológico, esto significaría que
esa prueba ha sido ganada por el cuerpo. Entender la diferencia
entre órgano y cuerpo es necesario para entender éstos conceptos.
Podríamos decir, que cuando el cuerpo no permite que los órga-
nos sean activados por programas cerebrales de supervivencia es
porque no se deja atrapar por las leyes de los órganos. El cuerpo,
con su lenguaje y sus símbolos enfrenta al potencial DHS y lo so-
luciona a su manera. Con expresiones psíquicas pero ya no bioló-
gicas. El triunfo de la civilización sobre la naturaleza. Ante la pér-
dida de un ser querido, no será el órgano ovario quien se exprese
sino que será la metáfora de los gritos de dolor o la metonimia de
la tristeza. El arte, la magia, la contención del otro, el amor, serán
la respuesta ante las situaciones dramáticas y sorpresivas pero ya
no vividas en soledad. No habrá posibilidad de un conflicto bio-
lógico. El ser humano habrá aprendido a manejar las situaciones
conflictivas con las posibilidades que descarguen semejante ten-
sión. Hablar, compartir, ser contenido, confiar, aceptar. Aquellas
situaciones que aún no puede manejar será su grupo social quien
las contenga y todos estarán atentos a no permitir que la persona
entre en conflicto biológico. Este es el futuro de la humanidad.
Todos seguimos siendo niños en algún aspecto y debemos tener
acompañantes en la vida que nos ayuden a sostenernos en aquello
que aún provoca en nosotros una fragilidad que nos cuesta supe-
rar. Los médicos somos guías en ese sentido y debemos captar cual
es esa fragilidad y mientras la persona aprende a superarla, generar
un cuidado familiar y social sobre ese aspecto. Como colectivo
social, aún no nos damos cuenta que debemos aprender a prote-
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gernos entre nosotros y que si no lo hacemos, estamos en peligro,
ya que nuestro futuro depende de ello. Si un chico tiene alergias
respiratorias, es necesario abordar esta fragilidad personal que ha
puesto en marcha un mecanismo de alejarse de los otros por una
percepción exagerada o equivocada de peligro. Es natural que el
médico use medicamentos durante el proceso de curación pero
éstos no deben impedir la actividad del programa de supervivencia
ya que si eso ocurre (con corticoides por ejemplo) el cerebro reac-
cionará con un programa que solo se activaría en caso de un peli-
gro mayor y desarrollará otra enfermedad. El médico debe acom-
pañar este proceso con medicamentos que alivien la alergia pero
que no la supriman. Lo que se debe tratar es que el niño aprenda
a superar la percepción de una realidad peligrosa y de esa manera
no active el programa cerebral ante dicha percepción.
En este sentido, hemos expuesto en el llamado segundo enun-
ciado de la MPB, la necesidad de clasificar a las enfermedades en
territoriales y predadoras y de evaluar las características personales
del sujeto enfermo como territorial y proveedor. A partir de esta
clasificación y del conflicto biológico en juego es que se desarrolla
el objetivo terapéutico.
No todas las enfermedades comunes son siempre territoriales.
Un estado gripal es una enfermedad común pero con característi-
cas predadoras ya que afecta varios órganos: músculos, periostio,
nariz, bronquios, amígdalas, sistema nervioso central, aparato di-
gestivo. Y sigue siendo una enfermedad común porque el cerebro
activa un programa de supervivencia frente a un conflicto biológi-
co de separación o territorial. Pero recordemos que lo que llama-
mos gripe no es otra cosa que la fase de solución de esos conflictos.
El organismo entra en una profunda vagotonía con cansancio que
obliga a ir a la cama, rinitis que impide el contacto obligatorio con
el aire de los otros, dolores musculares que retiran a la persona de
la vida laboral o social, tos que espanta a los que lo rodean y toda
serie de manifestaciones con un claro sentido de supervivencia:
huir de un estado imposible de sostener. Es por eso que tiene sen-
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tido de supervivencia. Los órganos hacen lo que el sujeto no hace
con decisiones personales de retiro y descanso. Sabemos que ante
las enfermedades predadoras solo se puede huir o atacar y el orga-
nismo decide huir. La actitud de la medicina es tratar de sacarlo
de la vagotonía-huída en que el cerebro lo ha puesto y usa adrenér-
gicos tales como la seudoefedrina, antihistamínicos y antibióticos,
que no tienen más sentido que ser simpaticotónicos ya que no hay
ninguna bacteria que combatir. Si hay fiebre se la combate. Desde
otras medicinas más inteligentes, no se hace esto sino que se ali-
vian los síntomas pero sin intentar suprimirlos y mucho menos la
fiebre que es la reacción del organismo que generará la definitiva
salida de la vagotonía. Entendamos que siempre la solución es bio-
lógica. Aunque nosotros llamemos enfermedad a la solución.
Es por esto que la medicina de Hamer en las enfermedades co-
munes, solo propone conocer esta evolución y las reacciones del or-
ganismo y no mucho mas. Acompañarlas, mitigarlas y evitar las
complicaciones. Porque si las conocemos, no haremos nada que im-
pida la curación. Sin embargo, toda la medicina llama enfermedad a
la fase de solución de los conflictos biológicos y se lanza a un intento
desesperado de tratar justamente lo que el organismo ya ha tratado.
A nadie le gusta tener fiebre ni dolor en todo el cuerpo ni una
tos que le impida respirar bien. Y es por eso que han nacido pro-
puestas desde todas las épocas para aliviar esos síntomas. Algunas
con mayor eficacia que otras. Pero desde el origen de los grandes
laboratorios, se han tomado estos síntomas livianos como grandes
enemigos que hay que erradicar con químicos que no solo da-
ñan a las células sino que suprimen la conducta de supervivencia
generando otras reacciones cerebrales cada vez mayores. La muy
conocida tríada eczema- rinitis-asma es un claro ejemplo de cómo
una pequeña reacción de contacto (eczema) se convierte en una
descarga mayor (rinitis) que si también es suprimida genera una
respuesta aún mayor (asma).
En este sentido, la medicina de Hamer es pedagógica y tam-
bién preventiva. Conocer el mecanismo de las reacciones de los
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órganos para no ir convirtiéndolos en enfermedades cada vez más
profundas. La respuesta de la simpaticotonía y de la vagotonía, la
participación de los microbios, el tipo de proceso celular, el sen-
tido biológico que persiguen. Nadie, hasta Hamer había logrado
semejante lógica.
Es por eso que cuando alguien pregunta como trata la NM una
gripe, está haciendo una pregunta desde el desconocimiento de la
teoría ya que una gripe es la curación de un conflicto biológico.
Como médicos sabremos aliviar el sufrimiento pero no podemos
alentar el uso de fármacos químicos que impidan la expresión de
esa curación. Al hacerlo estamos programando una nueva enfer-
medad o una cronificación sin demasiada salida.
Esto debe ser claro. Estamos hablando de enfermedades co-
munes, es decir, de aquellas en las que el organismo enfrenta una
amenaza a la supervivencia y la resuelve biológicamente con ins-
trumentos maduros que llevan al restablecimiento del enfermo.
La biología hace lo que el sujeto no puede hacer y solo se debe
conocer este proceso, verificarlo y acompañarlo adecuadamente
para aliviarlo pero nunca suprimirlo.
Si esto no lo tenemos en claro, jamás entenderemos la diferen-
cia entre las enfermedades comunes y las arquetípicas.
Dentro de las enfermedades comunes se encuentran los quistes
de mama y de ovario, los adenomas de próstata y de colon, los
tumores cerebrales consecuencia de fases de curación de enfer-
medades comunes (los llamados focos de Hamer) y muchísimas
otras enfermedades de clasificación actual que son la expresión de
programas cerebrales de supervivencia.
Ante ellas, el objetivo terapéutico es siempre dejar desarrollar
la fase de reparación lo más naturalmente posible sin suprimirla
y acompañar los molestos síntomas con medidas terapéuticas que
alivien sin intoxicar ni bloquear la respuesta biológica de curación.
Aquí los médicos cumplimos un papel fundamental que es acom-
pañar y dar seguridad reconfortando y aliviando. No es poco pero
es mucho más de lo que la mayoría hace usando medicamentos
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que impiden la natural curación de la persona. Es cierto que los
médicos no trabajamos con seres vírgenes de medicina y que la
mayor parte llega a nosotros luego de muchos tratamientos alopá-
ticos supresores. Allí se expresará el arte de curar con su sabiduría
para equilibrar entre lo que tolera actualmente el paciente y lo que
pretendemos como objetivo: que se cumplan las leyes naturales
para que la biología pueda expresarse en su totalidad.
Algunos médicos usarán medicamentos homeopáticos, otros
antroposóficos y otros ayurvédicos. Se aliviará con la acupuntura
o las hierbas medicinales. Se trabajará con la alimentación y con
los ejercicios de respiración. También con visualizaciones, uso de
la energía y masajes. Todos aportarán su saber para mejoría del
sufrimiento. Pero todos sabrán lo que están haciendo: dejar que la
biología repare lo que el sujeto no pudo reparar, ya sea por incom-
petencia, por excesos o por situaciones dramáticas.
Cuando entendemos esto, nos damos cuenta de lo inapropiado
de hablar de la terapia Hamer. No hay terapia Hamer. Hay un co-
nocimiento que acompaña a la biología que usa su propia terapia,
la que ha usado durante millones de años de evolución y lo hace
con células maduras y específicas que siempre buscan la supervi-
vencia del individuo.
Ahora bien, cuando se trata de un cáncer invasivo, la teoría de
Hamer tiene límites. Y a esos límites los hemos llamado enferme-
dades arquetípicas.
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con dolor en la espalda, moco por la nariz, dolor de garganta y un
poco de fiebre. Ha entrado en vagotonía luego de varios días de
tensión. Si va al médico le dirán que tiene una virosis. No le en-
contrarán ningún foco bacteriano y le dirán que es un resfriado o
gripe. Como decía Florencio Escardó, una enfermedad que se cura
en siete días con antibióticos y en una semana sin antibióticos.
La persona necesita descansar. Tomar caldos calientes y si es
necesario, mitigar sus síntomas con alguna medicación natural.
A la semana, sentirá que sus mocos se secan, que los dolores des-
aparecen y que reaparecen llamativamente todos los síntomas que
tenía antes de “aparecer” la enfermedad. Le cuesta dormir, las ma-
nos se vuelven a poner frías y reaparecen las ideas fijas. Parece una
recaída pero se resuelve en menos de un día, quedando apenas una
rinitis y una congestión por unos días más. Ha hecho una crisis
epileptoide. Ha vuelto a experimentar en el pico de la vagotonía
una aparición de la simpaticotonía en forma “Express”.
En algunas enfermedades comunes, esta crisis suele ser muy
grave. Desde los cólicos gástricos de la úlcera hasta el infarto de
miocardio de una angina de pecho. Serán momentos que el médi-
co debe saber tratar.
Desde el punto de vista cerebral, la crisis epileptoidea es la nece-
sidad del cerebro de eliminar el exceso de líquido que se ha junta-
do en la fase de vagotonía, en la zona del cerebro correspondiente
al órgano enfermo. Es una convulsión localizada del cerebro, pro-
ducida para no ahogarse en ese líquido. Podemos decir que es un
conflicto de líquidos momentáneo pero que si no se deja resolver
se convierte verdaderamente en un conflicto crónico de líquido.
Las crisis epileptoideas deben tratarse como crisis y no como
enfermedades. Si se las trata como enfermedades, se cronifican.
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dos motivos. El primero es que la persona viva en un permanente
estado de conflicto que no es agudo pero que no se soluciona.
Sería el caso de las alergias respiratorias o de la piel en donde se
vivencia una hostilidad permanente del medio. El otro motivo es
por la presencia de sucesos que no originan el conflicto pero que
se asocian a él de una manera u otra. Sería el caso de las cataratas
o de la artrosis en donde no hay actualmente un conflicto activo
pero sí el recuerdo periódico de separaciones o desvalorizaciones.
Tratar las enfermedades crónicas es tratar con toda una concep-
ción de la vida. Es aprender con el paciente la percepción que éste
tiene de su vida y qué es lo que no puede cambiar. Aquí no se trata
de enseñar una teoría ni de aportar estrategias de convivencia. Se
trata de descubrir como vive la realidad y como convive con ella.
Y a partir de allí, ayudarlo a salir de lo que rompe su naturaleza.
Aquello que lo aleja de la armonía, la cooperatividad y el juego.
Estos tres elementos son los que permiten la recuperación de
una enfermedad crónica.
Pensemos en un varón que sufre de prostatismo crónico. Con
agrandamiento de la próstata y síntomas tales como el goteo des-
pués de la micción o la necesidad de orinar muy frecuentemente.
Si nos limitamos a leer su conflicto y presentárselo, poco lograre-
mos. Le diremos que tiene un problema en la demarcación de su
territorio y quizás algo que tenga que ver con su amado nieto. Lo
pensará y nos dirá que sí. Que siente que sus hijos no educan bien
a su nieto y que cuando él opina lo callan diciéndole que no debe
meterse. Le diremos entonces que debe aprender a relacionarse de
otra manera y que quizás una solución sea tener un día de visita
donde pueda hablar a solas con él. O le daremos toda una serie de
ideas sobre como dejar de sufrir por su nieto.
Una persona se encuentra desarmada si pretende enfrentar a la
biología con la psicología.
La próstata crece porque el tronco cerebral, donde tiene su re-
presentación en el sistema nervioso, es una estructura que tiene mi-
llones de años. Lo que ha pasado es que esa parte del antiquísimo
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tronco cerebral ha percibido que se le cuestiona al ser vivo la marca-
ción de su territorio. No sabemos los mecanismos de esa percepción.
Se presume que existen miles de neurotransmisores y la ciencia solo
conoce algunas decenas. Pero esa percepción es la que hace que dé
la orden al órgano de crecer para empujar la vejiga adosada y así
obligarla a orinar a cada rato marcando el territorio. Eso lo hacen
todos los animales porque de esa manera, pueden oler en la orina,
si estuvieron en ese lugar. Es una forma ancestral de reconocer el
territorio. Así lo hace ese tronco cerebral de millones de años.
La única manera que el tronco deje de dar la orden de creci-
miento será poner en marcha otros neurotransmisores para que los
neurotransmisores anteriores, que produjeron el agrandamiento
de la próstata, dejen de funcionar.
Este es el gran misterio que se planteaba Freud en sus primeros
escritos. Como explicar que pensamientos, recuerdos y sentimien-
tos actúen sobre los órganos.
Creemos que los pensamientos son un sentido más. La biología
habla de cinco sentidos, la vista, el olfato, el tacto, el gusto y la
audición. Falta uno. Los pensamientos. Ellos son tan biológicos
como el tacto y tan psicológicos como el gusto. Los pensamientos
pueden actuar sobre la biología del tronco cerebral en la medida
en que sean pensamientos biológicos. En la medida que sirvan a la
biología y no que se sirvan de la biología.
En nuestro abuelo prostático, podrán ser útiles a la biología si la
sirven a ella. Si la respetan, si siguen sus indicaciones. En este caso
puntual, la biología no tiene abuelos. Tiene seres vivos mayores.
Estos pueden ocupar un lugar específico o no. Pueden ser jefes de
territorio o machos secundarios. Su rol puede ser pretendido por
otros machos más jóvenes o sus espacios pueden ser invadidos por
otros grupos territoriales. Si no es lo suficientemente capaz, los
desalojan y ocupan su espacio y su rol. En la cultura humana, esto
no es diferente. Nuestro abuelo prostático está planteando una
lucha territorial con otros seres más jóvenes y como no hay lucha
franca, es la próstata la que reacciona.
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Esto lo debemos entender. Las enfermedades crónicas aparecen
cuando los pensamientos humanos reemplazan el pensamiento
biológico y por lo tanto, la biología pasa a expresarse porque entra
en conflicto con ese pensamiento humano.
Para la biología, no hay abuelo. Hay un ser mayor que entra
en lucha de posesión con un ser más joven. Para que empiecen a
circular los neurotransmisores que harán que la próstata deje de
crecer, tiene que haber solución biológica, no humana. Esa solu-
ción es que el ser mayor derrote al ser joven o que se vaya a otro
territorio donde no hay jóvenes que lo pueden derrotar.
En la dimensión humana, eso significaría que el hijo o el yerno se
vayan a trabajar lejos y vean al hijo solo cada quince días. También
que el abuelo se mude y consiga amigos con hijos de poca edad. So-
luciones que parecen absurdas pero que respetan lo biológico.
Ante las enfermedades crónicas, nuestro pensamiento (que es
un sentido biológico más) debe acompañar a las soluciones bioló-
gicas. Veamos algunos ejemplos:
Constipación: la biología no deja salir los deshechos. Lo hace
porque el pensamiento informa al cerebro que hay que retener.
Para la biología, la retención se hace solo cuando hay amenaza de
carencia. La solución biológica es dejar de vivir con carencias.
Hipotiroidismo: todo debe ser más lento. El pensamiento
como sentido informa al cerebro, que hay demasiada exigencia y
que nadie ayuda. Para la biología, esa exigencia pone en peligro la
supervivencia y enlentece el metabolismo para que se gaste menos
energía. La solución biológica es dejar de pensar en la vida como
una exigencia y buscar ayuda.
Glaucoma: miedo en la nuca. El pensamiento informa al ce-
rebro que en cualquier momento, perdemos todo. Hay una per-
cepción de amenaza permanente que nos hace huir y evitar mirar
hacia atrás. La solución biológica es enfrentar y atacar esa amena-
za. Dejar de huir.
Bronquitis crónica: demarcación territorial. Con la tos, detie-
ne a los que invaden el territorio. El pensamiento informa que hay
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invasión en lo que consideramos nuestro territorio. La solución
biológica es repensar nuestra territorialidad y aprender a defender-
la de manera no hostil.
Hipertensión arterial: el pensamiento informa al cerebro des-
de varios lugares. Hay conflicto de líquido y se responde retenién-
dolo (iliquidez financiera, aislamiento como pez fuera del agua,
resecamiento por emociones violentas). Hay autodevaluación y se
responde con un estado de alerta permanente por la posibilidad
de ser atacado (aumento de la resistencia vascular, de la frecuencia
cardíaca y de la pre carga). La solución biológica es la huida a un
lugar seguro para re evaluar la percepción de la realidad de tal for-
ma que el pensamiento pueda enviar otra información.
Gastritis: lo que se incorpora es mucho o de una calidad cuestio-
nada. El pensamiento informa que la vivencia es peligrosa de incor-
porar. Sea comida, sentimientos, ideas. Para la biología, esta incor-
poración repetida ya no se soluciona con mayor cantidad de ácidos y
enzimas sino con la desaparición de la mucosa gástrica, convirtiendo
así al estómago en un órgano sin función digestiva. En algunos ca-
sos, se observa reemplazo de la mucosa gástrica por mucosa intestinal
intentando restablecer esa función. La solución biológica es recuperar
al estómago en su función de conversión química del bolo alimen-
ticio y eliminación de la flora microbiana de los alimentos. Además
de alimentos y medicamentos, el pensamiento como sentido debe
ayudar a recuperar la acción agresiva contra lo que se incorpora. Un
ejercicio de autoridad permanente sobre las vivencias cotidianas.
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Capítulo XIV
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Las causas probables de la realidad
Desde el punto de vista de la filosofía, la realidad es todo lo
que existe, sea percibido o no. Desde el psicoanálisis se introdujo
el concepto de Lo Real como aquella parte de la realidad que no
es percibida.
Cuando Hamer dice que la enfermedad es producida por un
suceso sorpresivo, dramático y vivido en soledad, (DHS) está des-
cribiendo la acción de la realidad y de lo real ya que lo que respon-
de es el órgano, quedando congelados todos los sentidos que no
son biológicos. Pero hay partes de este suceso que son de la reali-
dad y son esas partes las que la persona recuerda. La traición del
amigo, el telegrama de despido, el momento del robo. Hay algo de
ese suceso que no se puede recordar porque no tuvo representación
psíquica. No fue percibida como hecho de la realidad. Esa parte
pertenece a la dimensión de lo no percibido, de lo real. Lo sorpre-
sivo y dramático es lo que determinó que no fuera representada.
Es por eso que cuando trabajemos sobre las causas de la reali-
dad, debemos trabajar también sobre aquello que no fue represen-
tado psíquicamente y que sin embargo actuó. Porque si le pedimos
a una persona que perdió a su esposa en forma tan sorpresiva y
dramática que no le permitió representar parte de lo que sucedió,
que resuelva el conflicto consiguiendo otra mujer, no estamos ha-
ciendo nada más que trabajar sobre una parte de la realidad y solo
esa parte quedará resuelta. La otra parte, seguirá actuando como
lo hizo al generar la enfermedad.
La MPB propone trabajar sobre la realidad y sobre lo real.
Sobre la realidad
Sabemos, a través de las leyes de Hamer, que cuando la perso-
na sufre un DHS entra en fase de simpaticotonía. En ella, habrá
síntomas y signos que debemos conocer para intervenir adecuada-
mente.
Ahora bien, ¿qué es intervenir en la fase de simpaticotonía?
Aquí debemos trabajar varios aspectos:
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1) Reconocer que la persona está en fase de alerta.
2) Observar qué grado de conciencia tiene el paciente sobre su
vivencia de hipervigilancia.
3) Buscar las causas de la realidad por las cuales se activó un
programa de supervivencia sabiendo discernir qué caracte-
rísticas del paciente son las que le llevaron a tener esa viven-
cia de alerta.
4) Poder detectar qué características del entorno del paciente
(familia, trabajo, grupo social) actúan para llevarlo a esa
vivencia.
5) Abordar el sentido biológico de ese estado de alerta para
poder desarmarlo.
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oportunidad para detenerlo e impedir que dañe el organismo en
exceso.
Recordemos que el estado de conflicto activo forma parte de
la vida y que lo que buscamos no es abandonar las situaciones
naturales de la vida sino aprender a convivir con ellas. De todas
maneras, pensemos que hay situaciones que no podrán evitarse:
muerte de seres queridos, enfermedades, cambios laborales. Todas
ellas y muchas más son causas de conflicto entre nuestras necesi-
dades y nuestras posibilidades. Cuando éstas últimas no puedan
resolver las primeras, estamos frente a la posibilidad de que el con-
flicto biológico aparezca. Si la función de los huesos es sostener y
yo hecho una pesada carga sobre mi vida, esa función será exigida
y los huesos podrán entrar en tensión. Si la función del estómago
es digerir y yo vivo situaciones imposibles de ser digeridas, el es-
tómago entrará en conflicto cuyo objetivo es superar el exceso de
situaciones no digeribles.
El estado de alerta permanente forma parte de este programa
especial de supervivencia pero esto no significa que toda persona
que está en vigilancia extrema, haya activado ese programa. Tener
las manos frías no es sinónimo de estar en conflicto biológico sino
en fase de simpaticotonía. El programa tiene un comienzo, un
desarrollo y un fin. Lo que nosotros debemos aprender es a reco-
nocer el estado de alerta. Cuando lo hagamos, tendremos puestos
los sentidos en detectar un probable conflicto biológico.
Grado de conciencia
Muchas veces vamos a encontrar pacientes que no son concien-
tes de su estado de alerta permanente. Cuando se trata de niños,
ni siquiera los padres son concientes de ello. Es necesario recono-
cer la hipervigilancia si queremos abordarla. La observación de las
funciones corporales es algo simple de hacer y nos ayuda a que el
propio paciente se de cuenta de lo que su organismo está haciendo.
A partir de esta observación, se va a lograr además aprender a
reconocer el lenguaje de los órganos y el objetivo que persiguen.
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Si las manos están frías es porque la circulación se retiró de la
periferia al centro para proteger a los órganos internos. Tratar de
calentar las manos a partir de la concentración en la circulación es
un ejercicio que nos puede ayudar. Lo mismo podemos decir sobre
disminuir la frecuencia respiratoria y cardíaca. Si prestamos aten-
ción y dirigimos nuestra mente a estos objetivos, podemos colabo-
rar sin demasiado esfuerzo a corregirlos. En cuanto a la sequedad
de las mucosas, tomar líquido a sorbos es también una ayuda que
por simple que parezca debe ser tenida en cuenta.
Es cierto que lo central es salir del estado que origina la hiper-
vigilancia pero inicialmente y hasta que lo logremos, la concen-
tración en las manifestaciones físicas es una gran ayuda. Ser con-
cientes de nuestra respiración, nuestra tensión muscular y nuestra
posición es concentrar nuestra atención en las manifestaciones del
conflicto y no permitir que se desborden.
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delicada situación en el mundo les provoca tal incertidumbre que
los puede llevar a sentirse una gacela frente al más poderoso león.
Hay personas que hacen de cualquier cambio un DHS y enton-
ces más que causas reales que los hayan llevado a la enfermedad,
debemos buscar el tipo de percepción que poseen de la realidad y
ocuparnos de ello.
En cualquiera de los dos casos, es imprescindible que la per-
sona aprenda a relacionar ciertos hechos con las reacciones físicas
que llamamos de hipervigilancia. Si cada vez que va al trabajo
tiene diarrea, eso no debe pasar inadvertido. Si la mayor parte de
las veces que ve una persona, tiene taquicardia, tampoco. Si en
presencia de su jefe, sus manos se ponen frías. Si su respiración
se acelera cuando maneja. Esto no debe interpretarse como algo
patológico sino como una reacción excesiva ante situaciones que
debe aprender a manejar de otra manera.
El entorno
Muchas veces, vamos a encontrar una estructura psíquica sa-
ludable en un entorno francamente enfermizo. Padres posesivos,
parejas destructivas, trabajos inseguros, son ejemplos de situa-
ciones que debemos aprender a detectar para cambiar. No le po-
demos pedir a una persona que cambie todo su entorno ni le
podemos exigir que se adapte sacrificando su salud. Es necesario
hacer un estudio de ese entorno y de la capacidad del paciente
de poder salir de él o de mejorarlo. No se trata de pedirle que se
separe o abandone un trabajo a alguien que se ha mimetizado
de tal forma con su entorno que hacer eso signifique un acto de
autodestrucción.
Es imposible en una primera entrevista hacer esto y aquellos
que lo hacen exponen al paciente a una situación que puede em-
peorar su estado. Es necesario saber lo que el paciente puede hacer
en ese momento de su vida y no dejarse guiar por supuestos con-
sejos prácticos que surgen de una teoría y no de lo que en realidad
le sucede a esa persona.
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Lo que es claro, es que si no se modifican algunas actitudes del
entorno se seguirán repitiendo, pudiendo alguna de ellas desenca-
denar un conflicto biológico.
A partir de esta introducción, podemos comenzar a pensar el
sentido de eso que llamamos enfermedad. Tanto la parte de la exis-
tencia que se percibe como aquella que pasa inadvertida, podrán
influenciar a una persona y no a otra. La predisposición genética a
entrar fácilmente en simpaticotonía, el grado de conciencia de sus
propios órganos, determinados hechos, el entorno, serán factores a
tener en cuenta para buscar el sentido de la enfermedad.
La conciencia
El trabajo que proponemos lo llamamos la lectura de los ór-
ganos. Se trata de enseñarle a reconocer la forma y la función de
cada órgano y a detectar cuado y porqué se altera. Habitualmente
si la persona consulta por una enfermedad de determinado órgano
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se comienza con ese órgano. Tomemos el ejemplo de un paciente
que consulta por nódulos en el hígado. Se le pide que dibuje el
órgano y además que lo ubique en otro dibujo que hace de su
esqueleto. La lectura de ese dibujo nos ayuda a ir reconociendo
que conciencia tiene él de su órgano enfermo. Si lo dibuja chico o
grande, si le da color, si lo ubica en su lugar o se equivoca. Todo
ello nos habla de un conocimiento con errores o inclusive un total
desconocimiento que es necesario abordar. Luego se le pide que
relate la función del hígado. Muchas veces, los pacientes no tienen
idea de para que sirve su órgano enfermo y si pretendemos que la
curación sea producto del mismo paciente esto no es un dato me-
nor. Una vez escuchado lo que dice sobre la función de su órgano,
se le explica la función biológica a partir de lo que hemos llamado
la ficción biológica, es decir, como nació el órgano y en que cir-
cunstancias se necesitó su presencia. Al hablar del hígado, rescata-
remos su función de reserva de alimentos y energía pero también
su capacidad de convertir en algo útil aquello que se incorpora.
Todos estos datos son aportados para que el paciente vaya toman-
do conciencia de la lógica a la que su órgano enfermo responde
cuando hace nódulos. Se le explica que es un nódulo y su natural
evolución. Si esto no se hace, podemos poner toda la biología en
contra del hígado ya que los demás órganos responderán al miedo
a morir o a no curarse.
Inmediatamente a esto, es necesario abordar la lógica de la sim-
paticotonía y aprender a reconocerla, tanto en el hígado como en
el resto del organismo. Como la función del hígado es interna, se
recurre a un ejercicio de visualización dirigida, en donde se le pide
que imagine al órgano (que ya fue dibujado y descrito) rodeado
con cercas que impiden la llegada de los alimentos a través de la
sangre. Solo pocos de ellos pueden saltar la cerca. Le pedimos
que observe como las células del hígado intentan aprovechar ese
escaso alimento al máximo y se reproducen, se hinchan y se rami-
fican. En esta primera etapa de la visualización le hacemos tomar
conciencia del comienzo de la formación de los nódulos. Luego le
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pedimos que se abran puertas en las cercas para que la sangre llena
de alimentos vuelva a pasar y que observe cómo esos nódulos se
van secando, deshinchando y volviendo a sus lugares. Le pedimos
luego que dibuje la visualización, escriba algo sobre ella o haga
una canción que la describa. Esto y decenas de técnicas distintas,
es solo para tomar conciencia del estado de alerta de su órgano.
No pretendemos que se produzca la curación con la visualización.
Solo la toma de conciencia de que es lo que está pasando.
Se trabaja además con los signos generales de la simpaticotonía
para que el paciente los conozca. Manos frías, dilatación de la
pupila, taquicardia, taquipnea. Esos cuatro signos se aprenden a
reconocer y a estar atentos a ellos ya que describen que el pacien-
te está en alerta. La atención y la observación sin intención de
modificarlos los corrigen espontáneamente. Debemos aprender a
observar sin crítica. Solo observar. Si se pone la atención suficiente
y no se la interrumpe con intenciones, lo biológico se corrige es-
pontáneamente.
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te. Ya veremos que las causas pueden inventarse. Pero aquí esta-
mos hablando de las causas que el paciente percibe. Los llamados
hechos. Hamer le da un valor fundamental a descubrirlos. En la
MPB, le damos valor anecdótico ya que fijamos nuestra atención
en la percepción que el paciente tiene de estos hechos y en los ele-
mentos no percibidos de la realidad (aquello que llamamos lo real
de la realidad).
Esto no significa que no escuchemos la teoría del paciente. Pero
sepamos que en general es un discurso sobre la verdad y de él de-
bemos escuchar lo que no dice y lo que no sabe.
Cuando abordemos las causas probables de una enfermedad,
debemos saber que el paciente ya puede tener una historia sobre
ello o por el contrario, no tener la más mínima idea de ninguna
relación. Por eso, al preguntar si ha habido situaciones o hechos
desencadenantes, lo haremos sabiendo que las primeras respuestas
pueden estar influenciadas por la sorpresa de la pregunta o por la
propia teoría del paciente. También ocurre que los acompañantes
del paciente suelen tener sus propias teorías motivadas muchas ve-
ces por la relación que tienen con la persona enferma.
Lo cierto es que si logramos detectar causas probables de la
enfermedad, es necesario actuar sobre ellas. Una de las formas
de hacerlo es enseñar al paciente a relacionar esos hechos con su
enfermedad. Este aprendizaje no es teórico sino condicionante.
Así como existe el aprendizaje condicionado existe el des condi-
cionamiento de un aprendizaje. El primero lo ha realizado la bio-
logía durante millones de años, asociando una respuesta biológica
a una amenaza a la supervivencia. El segundo lo puede realizar
cada ser humano, inactivando una respuesta biológica aprendi-
da a través de la supresión de la amenaza y activando un nuevo
condicionamiento. Lo que trabajamos es el aprendizaje de formas
saludables de reaccionar ante las situaciones que activaron ame-
nazas a la supervivencia. Las llamamos saludables porque son las
que van a permitir desactivar los programas biológicos, es decir lo
que llamamos enfermedad. En este sentido, la desensibilización y
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reprogramación a través de las técnicas de movimientos oculares,
es de gran ayuda.
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7) homosexual masculino que ataca, huye, se inmoviliza o se
somete.
8) homosexual femenino que ataca, huye, se inmoviliza o se
somete.
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A todos estos elementos, debemos sumarle el trabajo con los
arquetipos celulares y de conducta que ya nos acercan al sentido
biológico y a las causas simbólicas.
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Mesodermo moderno: continuar la historia.
Ectodermo: ejercer la autoridad.
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Capítulo XV
La exclusión
El objetivo terapéutico siempre es la inclusión. En la enferme-
dad arquetípica, la exclusión es dramática. No solo han queda-
do fuera la multitud de sentidos que el lenguaje ha aportado a
la función y a la anatomía del órgano (sentidos de convivencia o
simbólicos), sino que hasta el mismo sentido biológico de supervi-
vencia ha quedado excluido. La EA (enfermedad arquetípica) es la
minimalización del órgano-cuerpo reducido al pedazo. Solo hay
denuncia del incumplimiento del mandato pero con el lenguaje
de lo aún no simbolizado, de la célula en su estadio evolutivo. Por
ello, esa denuncia no es subjetiva, es estatuaria.
Lo que proponemos con las EA es claro. O se re encuentra el
sentido de supervivencia o se detiene la denuncia. No hay más que
hacer. O se plantea una situación tal que el sentido de superviven-
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cia excluido se reintegra o se hace todo lo posible para detener los
gritos de denuncia de los pedazos.
Desde la MPB proponemos inicialmente actos simbólicos que
hemos llamado arquetípicos que sostienen estos ideales desde un
lugar posible para que cese la denuncia a gritos de los grupos celu-
lares que defienden los mandatos generacionales. Pero estos actos
simbólicos no pueden realizarse sin el consenso colectivo que los
legaliza. Sin ese consenso solo son pequeños actos de magia.
Un consenso colectivo es un cambio en el modelo de pen-
samiento de una sociedad. Hasta ahora, ese modelo es de una
linealidad individualista que no acepta la responsabilidad social
de la enfermedad. Si alguien se enferma es porque hay una agre-
sión externa (modelo de la responsabilidad del otro) o porque
le pasó algo que no supo resolver (modelo de la responsabilidad
individual). El modelo de la responsabilidad social parece que-
dar reducido a las quejas ecologistas o a las prédicas religiosas. A
nadie se le ocurre proponer que un niño que muere de leucemia
es el resultado de una sociedad injusta. Y sin embargo ese niño
está expresando cargas ancestrales que la medicina no niega pero
que no se atreve a teorizar. En la medida que la sociedad vaya
ampliando su modelo de pensamiento irá dándose cuenta de que
lo que hace uno afecta a los otros y lo que hacen los otros afecta a
cada uno. Yo puedo hacer algo para curar a un semejante. No es
un poder; es un efecto de un cambio de modelo de pensamiento,
reemplazando el “yo no tengo nada que ver” por el “todos somos
uno”.
Somos concientes que la MPB es un proceso en evolución y así
ha pasado con todos los cambios de modelo. No es reemplazar la
causa genética o viral por una causa psíquica, sino ampliar la res-
ponsabilidad de la salud y de la enfermedad a la conducta de todos
y no solo a la nuestra.
Es por eso que los actos arquetípicos no pueden convertirse en
chamanismo de consultorio. Es por eso que les he atribuido un
nombre tan literario como metonimias de curación. Eso son pero
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en la medida que el modelo de pensamiento se amplíe. Si no ocu-
rre esto, son giros lingüísticos sin valor real.
Trasladar el significado de lo generacional desde ese grupo de
células denunciantes hacia esa unidad de representaciones que lla-
mamos cuerpo. Eso es una metonimia de curación.
El traslado al cuerpo
Si logramos trasladar el significado de los mandatos genera-
cionales de los pedazos al cuerpo, logramos la curación. Esta es
la propuesta básica de la MPB. Incluir en el sistema del lenguaje
aquello que solo se expresa con denuncias celulares. Convertir a la
célula en cuerpo.
La célula tiene un solo significado, el biológico. Los millones
de células que forman un órgano o un sistema trascienden el sig-
nificado de sus células por la complejidad que han logrado en el
curso de la evolución. El estómago como órgano tiene varias fun-
ciones que superan la que tiene una de sus células. Sin embargo,
esa función o significado sigue siendo biológica, es decir, superar
los obstáculos para sobrevivir. Esto lo ha entendido Hamer y su
teoría se basa en esa singularidad de las células y de los órganos.
Pero cuando las células y los órganos son atravesados por el siste-
ma lingüístico, son atrapadas por la multitud de sentidos que ese
sistema genera. Así se va modelando un cuerpo que es como un
texto con registros de procesos y de acontecimientos. Un cuerpo
que además se va inscribiendo en otros cuerpos y recibe otros
cuerpos.
En las EA (enfermedades arquetípicas), un grupo de células, se
resisten a ser cuerpo. Carga con un saber que no permite la arti-
culación con ningún significante del sistema lingüístico. Trae su
propio sistema, que no es el programa de supervivencia que plan-
tea Hamer sino de un arquetípico Ideal de supervivencia humana
que plantea órdenes a las células de las distintas capas embriona-
rias. Esas ordenes deben cumplirse. La relación de esos mandatos
es solo con las células y con los órganos, no con el cuerpo. Es por
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eso que no es necesario un suceso del cuerpo, algo del orden lin-
güístico para que aparezca la EA. Podríamos decir que el cuerpo
está ausente. La tensión celular no logra descargarse en el cuerpo.
En la EA, el gran excluido es el cuerpo. Pero si sabemos que el
cuerpo de uno está hecho de los otros, también sabemos que para
que aparezca la EA, los otros también están excluidos.
Es por eso que el gran objetivo terapéutico en las EA es recupe-
rar el cuerpo. Obligar a que la denuncia de los mandatos sea con-
tenida por ese gran cuerpo del que el nuestro solo es una pequeña
parte.
Si las células y los órganos lograron hacerse cuerpo alguna vez,
los pedazos (células y trozos de órganos que no se han hecho cuer-
po) lo pueden lograr de la misma manera. Un cáncer se puede
convertir en parte del cuerpo. Así como un bebé logra convertirse
en un sujeto, un cáncer logrará convertirse en cuerpo. Para ambos
es indispensable, la presencia de los otros. La humanidad aprendió
a convertir un bebé en un sujeto pero aún no sabe convertir un
cáncer (o cualquier EA) en cuerpo. Los sujetos de la humanidad
son sujetos a enfermedad. Los cánceres de la humanidad no son
sujetos. Lo que proponemos es convertirlos en sujetos.
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grasa (que es en casi su totalidad agua). La adaptación que buscó
el tiburón fue lograr flotar a través de la grasa del hígado que tie-
ne la misma densidad que el agua. Esta permanencia espontánea
cerca de la superficie le permite alimentarse del placton que allí
abunda y esto es útil para su supervivencia. Los médicos sabemos
lo frecuente que es encontrar un hígado graso en personas que ne-
cesitan “salir a flote” de circunstancias que lo están “hundiendo”.
También en personas que están demasiado ocupadas en las “pro-
fundidades de la vida” y que son llevados así (o con el aumento
del colesterol) a ocuparse de lo que existe en las “superficie”, en
lo cotidiano de la supervivencia. El hígado graso del tiburón le
permite sobrevivir en su realidad. El hígado graso del ser humano
rememora esta utilidad que se desplazó desde la lógica de super-
vivencia del tiburón a una lógica de convivencia del ser humano.
Aquí aparece la fractura entre la NMG y la MPB. Hamer cree
posible que un suceso dramático, sorpresivo y vivido en soledad,
permita este desplazamiento desde la lógica del tiburón hasta la
lógica del ser humano actual. A pesar de que con este hecho, el
tiburón logra sobrevivir y el ser humano puede morir por una ci-
rrosis. Desde la MPB, estamos de acuerdo con este mecanismo en
las enfermedades comunes pero en las enfermedades arquetípicas,
proponemos que este desplazamiento no busca la supervivencia
del ser humano sino la denuncia de no estar cumpliendo los man-
datos que permiten la convivencia humana. Y el instrumento que
usa esa denuncia es el regreso a una forma que nunca va a lograr la
supervivencia de ese ser humano.
Esta diferencia no es un detalle menor. Para Hamer no hay
enfermedad sin suceso desencadenante. Para la MPB, la apari-
ción de la enfermedad depende de la historia de la persona y del
cuerpo social que habita. Para Hamer, la Naturaleza reintegra la
curación si el obstáculo actual es superado. Para la MPB, una vez
instalada la denuncia, es fundamental conciliarse con la forma
biológica regresiva porque su objetivo no es superar un obstáculo
sino denunciar.
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Llamamos forma biológica regresiva (FBR) a esta adaptación
del animal a una realidad del medio que le permite sobrevivir (el
hígado graso). En cambio, la FBR no permite la supervivencia del
ser humano. Es una denuncia, no una solución.
Una paciente me relataba que pocas semanas antes de que apa-
reciera un tumor en su mama izquierda, su hijo tuvo un accidente
en el mar y estuvo a punto de ahogarse. Pasaron varias horas hasta
que ella pudo saber que ya estaba bien. La mama creció porque
es también fundamentalmente tejido adiposo y al tener la misma
densidad que el agua, le permitía a la mujer usarla como un flota-
dor para salvar la vida de su hijo. El cáncer lobular no solo crece
para nutrir produciendo leche como bien dice Hamer. También lo
hace con una FBR porque puede usarse como flotador.
Otro paciente con cáncer de pulmón relataba su necesidad de
pedir ayuda a su padre que había muerto cuando él tenía once
años y del cual recordaba su excelencia como profesional. Cuando
el paciente intenta viajar al extranjero para completar y profundi-
zar su profesión, le aparece el cáncer de pulmón. Un tejido sólido
en medio del aire, que le obliga a no permanecer en la superficie
y hundirse en la profundidad. Cuando le pregunté de qué pro-
fundidad se trataba, no dudó en decir: “la de mi padre, que está
enterrado bien profundo”.
Estos ejemplos nos permiten pensar en la verdadera función
de denuncia de las llamadas enfermedades arquetípicas. La FBR
no permite solucionar ningún conflicto sino que denuncia el in-
cumplimiento de algo que forma parte de la historia del sujeto
enfermo.
Lo que importa destacar ahora es que esta FBR (formación bio-
lógica regresiva) cumple un papel que es de denuncia, aún cuando
en el animal que fue evolucionando cumplió un papel de supervi-
vencia. En el tiburón, el hígado graso le permite comer el planc-
ton. En el ser humano con hígado graso, denuncia una necesidad
de salir a flote de una situación porque no se ha cumplido con
la necesidad de tener suficiente reserva para esa situación. En el
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animal mamífero, la mama izquierda agrandada le permite a la
hembra hacer flotar a su cría. En la mujer que hace el cáncer de
mama, la FBR denuncia la necesidad de proteger a su hijo pero a la
vez el incumplimiento de esa protección. En el anfibio que formó
un tipo de tejido distinto a las branquias, esto le permitió hundir-
se en el agua y salir al aire en forma intermitente. En el humano
que hace un cáncer de pulmón, el nódulo denuncia la necesidad
de hundirse en las profundidades porque no se ha cumplido con
la aceptación de aquello que viene de lo profundo de la historia.
Estas denuncias son las que se deben escuchar y contestar si
queremos detener el avance de lo que llamamos cáncer. Es aquí
que volvemos a la utilidad de lo que hacemos para curarnos.
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que no tienen este objetivo. A las primeras las hemos llamado en-
fermedades comunes y a las segundas enfermedades arquetípicas.
El objetivo de las enfermedades arquetípicas (cáncer, sida, en-
fermedades autoinmunes) es denunciar con las FBR que no se está
cumpliendo con los mandatos que un grupo de células trae escrito
en sus genes. El incumplimiento de estos mandatos plantea la re-
gresión a estados de materia evolutivamente anteriores en los que
la lucha no era por la supervivencia humana sino por la supervi-
vencia de los organismos celulares.
Con estos nuevos estados de materia, se regresa a un momento
en que la lucha solo es por la supervivencia de ese grupo celular.
No hay objetivo de supervivencia humana. Regresamos a lo que
somos, animales en evolución biológica. Nos alejamos de nues-
tro proyecto humano, de evolución espiritual y acercamiento a la
unidad. La vida, a través de las FBR, nos confronta con nuestro
origen evolutivo. Allí todo es cuestión de supervivencia. Este deta-
lle no debería pasarse por alto. Sobre todo a los que pretendemos
hacer de los trabajos de Hamer la base de una nueva forma de
observar la enfermedad. La enfermedad arquetípica no nos hace
superar ningún obstáculo sino que nos lleva a una forma regresiva
de supervivencia. Y esa forma nos aleja de nuestra naturaleza hu-
mana. También es cierto que la enfermedad se convierte en una
oportunidad para darnos cuenta de ese alejamiento, del cual es
solo una expresión y no su causa. Pero la persona que sufre de ese
alejamiento, vive a la enfermedad como un castigo y eso lo aleja
aún más.
Es necesario recuperar el concepto de naturaleza humana en
todas sus expresiones si queremos entender la enfermedad.
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El pájaro buscaba su hígado porque allí estaban las reservas de
alimentos que podrían salvar la vida de sus crías.
Un paciente había desarrollado un cáncer de hígado muy volu-
minoso que había terminado por dejarlo paralizado de sus piernas
al tocar su columna. Pensé en ese pájaro. El paciente sentía que
con su trabajo ya no podía darle de comer a su familia. No se pico-
teó la zona de su abdomen donde estaba el hígado sino que lo hizo
crecer desmesuradamente para obtener reservas. Aún más, seguía
viajando y buscando. No paraba. Sus piernas quedaron inmóviles.
Tanto en el pájaro como en mi paciente había una creencia: de-
bes alimentar a los otros. La del pájaro es lo que podríamos llamar
una creencia biológica. Algo que se llama instinto, necesidad. Un
saber escrito en las células de un órgano. En el caso del hígado,
ese saber se funda en sus funciones: ser el depósito de todo lo que
se incorporó como alimento y no se usó inmediatamente; desin-
toxicar la sangre de sustancias que pueden dañar el organismo y
convertir todo lo que por allí pasa en algo útil para las funciones
del cuerpo.
En el caso de mi paciente, la creencia es psicobiológica. El
depósito de alimentos se convierte en no tener dinero suficiente
para dar a los otros o para sostener un lugar frente a los otros. La
desintoxicación se convierte en la percepción de la ira, el rencor y
la decepción. La transformación de los alimentos en algo útil, se
convierte en la vivencia de no poder llevar a la práctica un conoci-
miento o don que uno tiene.
El pájaro picoteaba su abdomen en la búsqueda desesperada
de alimentos para su cría. Una creencia biológica que lo llevaba
a la muerte. Mi paciente hacía crecer su hígado hasta que tocara
su médula y quedara inmóvil. Una creencia psicobiológica que lo
dejaba sin capacidad.
Si pudiéramos ayudar al pájaro, seguramente le daríamos co-
mida para alimentar a su cría. A nadie se le ocurriría amordazarle
el pico. Seguramente seguiría escarbando con su pata. Quizás allí
alguien le ataría sus patas. Eso fue lo que le pasó a mi paciente. Se
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ataron sus piernas. Seguramente alguien pensó que amordazarlo
era ayudarlo.
Si alguien le hubiese aportado ayuda en el momento en que su
hígado crecía para buscar reservas, no hubiese llegado a la paráli-
sis.
La creencia biológica del pájaro es: si no alimento a mis crías,
no sirvo.
La creencia psicobiológica de mi paciente es: para tener dere-
chos, debo tener dinero.
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gencia. Si quieres tener derechos, hay que tener fuerza física. Si
quieres tener derechos, hay que tener belleza. Encontrar frases que
transformen la creencia fundante con actos concretos y posibles.
Es importante enlazar la creencia fundante al conflicto prima-
rio, aquel que ocurrió en los primeros años de vida. En el caso de
mi paciente, que su padre lo echara si no aportaba dinero. Perder
los derechos frente al exceso del otro. La solución que encontró a
los catorce años es la que él cree es la única. Tener independencia
a partir del sacrificio personal. Es necesario encontrar otras solu-
ciones. La independencia a través de la creatividad, de la ayuda del
otro, del amor.
Ahora, paralizado y con cáncer en el hígado, él pide ayuda.
Pocos se la dan. Lo que todos le ofrecen son consejos. Opiniones
sobre lo que debe hacer. Manejo de su independencia con imposi-
ciones. Se encuentra con la repetición de la creencia fundante. Ya
no es el padre, sino hermanos, amigos y compañeros de trabajo.
Le atan los pies, le atan el pico y no le dan lo único que él necesita:
descanso de sus creencias.
Ejemplos
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Páncreas: yo no tengo tantos derechos como los otros. La vida
es demasiado hostil como para tener alegría. Si me conservo dis-
tante, el otro no me agrede.
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La conversión
Imaginemos que cualquiera de estas creencias son cartelitos
que el cerebro lee cuatrocientas veces por minuto. Sin que la
mente conciente lo sepa, un prostático leerá que sus nietos ne-
cesitan su ayuda y un paciente con cáncer de pulmón que es
mejor morir rápido. Es claro que el conflicto psicobiológico se
reactiva permanentemente si no detenemos esa constante repeti-
ción de la creencia que lo funda. El conflicto del prostático será
una preocupación por algún suceso que le ocurre a su nieto y el
del pulmón, un miedo a morir o a la muerte de un ser querido,
basado en alguna experiencia dramática, tal como un robo o un
diagnóstico cruel.
Si el nieto supera el suceso que hizo preocupar a su abuelo o si
el episodio de robo fue superado o se tranquilizó al paciente por el
mal diagnóstico, eso no impedirá que la creencia se siga repitiendo
cuatrocientos veces por minuto sin que ninguno de los dos lo sepa.
Se ha superado la creencia actual pero la creencia fundante sigue
en pie.
Es aquí que hay que entender lo que Hamer llama soluciones
biológicas. Una solución de ese tipo, modifica una creencia. En el
caso del abuelo, la creencia se modifica si el nieto se va a vivir a
otro lado y en el caso del paciente de pulmón, si logran detener a
los ladrones o alejarse del médico que lo amenazó. Pero en ambos
casos, la respuesta biológica la hace el órgano. No la persona. La
próstata y el pulmón dejan de producir células porque los nuevos
sucesos han logrado conmover a las creencias que lo sostienen. Y
esa conmoción solo se produce cuando hay una nueva creencia
que va desplazando a la anterior. Mi hijo sabe educar a su hijo. Los
ladrones van presos. Los malos médicos desaparecen. La creencia
modifica al órgano porque el órgano se enfermó por una creencia
que llamamos psicobiológica.
Esta diferencia entre creencia biológica y psicobiológica es la
que permite incorporar en ésta última no solo a los sucesos desen-
cadenantes sino también a los conflictos primarios, a los mandatos
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generacionales, a las circunstancias del nacimiento y a los roles
arquetípicos.
Si la creencia es psicobiológica la podemos cambiar por otra
creencia psicobiológica. Si la creencia es biológica solo va a cam-
biar con algo biológico. Si una madre pierde a un hijo, la creencia
biológica es imposible de cambiar salvo que nazca otro hijo. Si la
creencia es psicobiológica, la acción sobre los mandatos generacio-
nales, los roles arquetípicos, las circunstancias del nacimiento y los
conflictos primarios, permitirán el cambio de la creencia.
Si una mujer hace un cáncer de mama porque ve que su hijo
de 30 años se droga, la única intervención que podríamos hacer
desde lo biológico es curar al hijo de su adicción. Mientras eso no
ocurra, la mujer no se curará. Desde lo psicobiológico, la creencia
podrá ser “si no pongo el pecho por él, su vida corre peligro”. Mo-
dificar esa creencia, convirtiéndola en “él puede aprender a poner
el pecho para salvar su vida”, será una acción de cura sobre el
cáncer.
Actuar sobre la creencia fundante y no solo sobre la actual, es
una de las bases del tratamiento psicobiológico. Estas creencias
fundantes serán lo que veremos luego a través, de los mandatos
familiares y los conflictos primarios.
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Capítulo XVI
El mandato familiar
Cuando nacemos el mundo ya está hecho. No somos nosotros
los que entramos al mundo sino el mundo el que entra en noso-
tros. Y una de las entradas calificadas es la de nuestros padres.
Cuando uno conoce el molde de esa entrada, conoce el sentido
de la enfermedad. El objetivo para el cual se desarrolla la enfer-
medad.
Pero ese molde de entrada debe articularse con los sucesos his-
tóricos de la persona y fundamentalmente con los sucesos desen-
cadenantes de la enfermedad, aquellos que ocurrieron poco antes
de la aparición de los síntomas.
El mandato familiar está formado por historias familiares que
pueden pasar de generación en generación pero que en esa persona
se inscriben como una orden. Son historias en general desconoci-
das pero que tienen la capacidad de ser incorporadas por esa nueva
vida. Una de las causas para que ocurra esa incorporación son las
llamadas circunstancias del nacimiento.
Las circunstancias del nacimiento son todos aquellos hechos,
pensamientos y sentimientos que ocurrieron durante la concep-
ción, el embarazo y el parto. Un hijo puede ser fruto de una larga
espera, de un accidente, de una violación, de un matrimonio joven
o ya maduro y de muchas otras circunstancias que hacen a la vida.
Y ese hijo puede ser recibido con alegría, con miedo, con resigna-
ción, con rechazo, con amor o con ira. Y al nacer pueden ocurrir
todo tipo de eventos. Partos donde la madre no quiere expulsarlo
por temor a su muerte, sufrimiento por asfixia, obstrucciones en
la salida, muerte de la madre, premadurez. Los hechos, pensa-
mientos y sentimientos que rodean al nacimiento son al origen de
la enfermedad como una huella en la arena. Ya ha sido borrada
pero puede ser re construida a partir de asociaciones, testimonios
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e inferencias. Ese fino trabajo, nos permitirá conocer el molde a
partir del cual la enfermedad nace. Si nos quedáramos en el suceso
desencadenante, solo entenderíamos una parte. Y lo lamentable de
entender solo una parte es que solo curaríamos una parte. Creo
que la verdadera curación pasa por articular estos hechos recien-
tes con la historia de la persona, los mandatos generacionales, la
dinámica de los arquetipos y las circunstancias del nacimiento (el
quíntuple abordaje). Allí surge la percepción clara del motivo real
de porqué nos pasa todo lo que nos pasa en la vida. No solo las
enfermedades, sino la profesión que elegimos, la persona con que
compartimos la vida, las decisiones que tomamos.
Lo que ese mandato haga en ese niño ya forma parte de la histo-
ria por venir. De lo que le suceda y de lo que suceda alrededor suyo.
La vida del niño, se irá transformando en una vida adulta y los
sucesos que viva no estarán predeterminados pero sí serán anali-
zados según este molde. Las decisiones que se tomen serán fruto
de ese análisis. Esto es lo que llamamos la reacción a la orden de
entrada. Esta reacción podrá tener tres características. Podrá ser la
inmovilidad, pero también podrá ser el ataque o la huida. Cada
tipo de reacción genera un modo de ser en el mundo y un tipo
especial de enfermedad.
Si conocemos ese molde, todo lo que diga el paciente tendrá
sentido. Cada suceso de su vida adquiere sentido de acuerdo a esta
orden que llamamos mandato familiar.
Este mandato tiene una orden de parte de uno de los padres y
una reacción de parte del hijo. Es necesario entender que el hijo
en ese momento no tiene casi inscripciones y es por eso que esa
orden va a actuar como un molde en donde todas las experiencias
posteriores se irán grabando.
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mera; b) Reacción de ataque: apenas pueda arremeteré para no
llegar tarde (cáncer proliferativo); c) Reacción de inmovilidad:
en la quietud muestro mi sufrimiento solo para que alguien lo
advierta (disfunciones); d) Reacción de huida: me escapo para no
tener que mostrarme ya que nunca lograré llegar (úlceras).
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El mandato familiar y la enfermedad
En MPB, lo que importa es la reacción ante el mandato. Cuan-
do ésta no pueda cumplirse, es cuando éste mandato se activa y
aparece la enfermedad.
Cada uno de esos momentos en los que la persona no pudo
cumplir con su elección ante el mandato, son momentos en los
que ese mandato se presenta y actúa. Esa actuación la llamamos
conflicto programante o primario.
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Capítulo XVII
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cinco. Estos ciclos biológicos programados, si bien los ha trabajado
el investigador francés Fechet, han sido también desarrollados por
importantes psicoanalistas argentinos.
Los conflictos primarios o programantes son aquellos que se
van construyendo en la historia de cada persona, pudiendo ocu-
rrir en los momentos límite o en forma aleatoria. Los momentos
límite de cada uno de nosotros son el nacimiento, la lactancia y su
suspensión, la llegada de un hermano, la separación de los padres,
la entrada en la escuela, la muerte de seres queridos, la pubertad,
la elección de la profesión, el noviazgo, el casamiento, la llegada
de los hijos, la enfermedad o el peligro de ella, las mudanzas y
todos aquellos momentos que representen una marca en la vida
de una persona, una necesidad de elección, una amenaza o una
pérdida. Las formas aleatorias de la construcción de los conflictos
primarios son sucesos extraordinarios e imprevisibles, tales como
un secuestro, un robo, un accidente o una violación. En todos es-
tos sucesos que ocurren luego del nacimiento y antes de los sucesos
desencadenantes, se escribe una frase que es determinante para la
construcción de lo que nosotros llamamos enfermedad pero que
no es nada más que la respuesta biológica ante hechos que el or-
ganismo supera con mecanismos fisiológicos de adaptación. Esta
adaptación es la que no puede ocurrir ante el suceso desencade-
nante. Todas esas frases de adaptación que se construyeron en la
historia de la persona forman el llamado conflicto primario o pro-
gramante.
Podemos decir que los conflictos primarios son siempre difi-
cultades en el cumplimiento del molde de entrada (mandato fa-
miliar). Tanto el molde de entrada como el mandato generacional
forman lo que la medicina llamaría predisposición genética y lo
que ciertas filosofías llaman destino. Es aquello que traemos al
mundo para trabajar.
Sabemos que la orden de entrada genera una reacción que es
el intento de adaptación para sobrevivir. Pero también sabemos
que esa reacción puede ser de ataque, huida o inmovilidad. Todas
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ellas buscan sobrevivir a una orden que los marca para siempre.
Cuando la reacción elegida frente a la orden de entrada, no puede
desarrollarse, aparece el conflicto primario. Este se convierte en la
plataforma necesaria para que se desarrolle una enfermedad ante
un suceso desencadenante. En toda enfermedad, debemos evaluar
todos los sucesos que impidieron la reacción elegida frente al man-
dato familiar. En esa historia de conflictos programantes, encon-
traremos como vivió la persona el fracaso de escapar a su destino.
Y como el mandato familiar (la orden de entrada) vuelve una y otra
vez a plantearle un destino, que la enfermedad le obliga a enfrentar.
Veamos un esquema de esta dinámica.
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Reacción de inmovilidad: me escondo y me cubro así no me
exigen. Conflicto primario: no logro esconderme o las exigencias
son excesivas. Enfermedades: dermatitis atópica.
Reacción de huida: vivo para escaparme de pagar. Conflicto
primario: el acreedor acecha y se hace difícil huir. Enfermeda-
des: ascitis.
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Capítulo XVIII
El suceso desencadenante
Para Hamer, el hecho sorpresivo, dramático y vivido en soledad
que desencadena la enfermedad se llama Síndrome de Dirk Ha-
mer (DHS). La misma palabra síndrome nos lleva a pensar que allí
se manifiestan otros hechos que en conjunto forman el DHS. Para
la Nueva Medicina de Hamer es imprescindible la localización del
DHS ya que al hacerlo, se interpreta el sentido de la enfermedad
(quinta ley) y se detiene el programa cerebral que la genera. Esto,
a través de un acto concreto y biológico.
Para la Medicina Psicobiológica, el DHS es fundamental en las
enfermedades comunes. En cambio, en las enfermedades arque-
típicas, el suceso desencadenante no tiene el rango de importan-
cia que le da Hamer. Creemos que es un hecho más que se debe
conjugar con otra serie de hechos para ser capaz de desencadenar
esa respuesta llamada enfermedad. Esa serie de hechos son básica-
mente los siguientes:
Concepto
El suceso desencadenante, en las enfermedades arquetípicas, es
la conjunción de la historia de esa persona en un momento en el
cual, los mandatos sociales (generacionales) no se pueden cumplir.
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Hasta ese momento, la persona no generaba una enfermedad o de-
sarrollaba enfermedades comunes. Con su mandato familiar y sus
conflictos programantes, lograba adaptarse a los inconvenientes
con respuestas de supervivencia. Cuando ese sentido de supervi-
vencia desaparece, se anulan las respuestas orgánicas adaptativas
y aparecen las respuestas celulares típicas de las enfermedades ar-
quetípicas.
La desaparición del sentido de supervivencia ocurre cuando el
mandato generacional no es cumplido. El cerebro ya no intentará
generar programas de superación de los conflictos (como lo venía
haciendo hasta ese momento) sino que comenzará a denunciar con
una conducta celular específica que ha comenzado una lucha te-
rritorial o predadora.
El suceso desencadenante puede ser un hecho, una serie de he-
chos o una etapa. No es el rayo que describe Hamer en el DHS.
Más que un hecho, es un límite. Hasta ese momento, el mandato
familiar y los conflictos programantes sostenían la vida en salud
o con enfermedades comunes. Luego de superado ese límite, se
generan enfermedades que exigen volver a recuperar el sentido de
supervivencia y los mandatos generacionales.
Podemos definir al suceso desencadenante como una etapa
en la cual el sentido biológico del órgano no puede mantenerse
en un contexto de incumplimiento de los mandatos generacio-
nales.
Eso es lo que debemos entender de los sucesos desencadenan-
tes. Ellos están unidos siempre a un suceso similar que originó una
respuesta de solución (una enfermedad común en nuestra teoría)
pero también están unidos a un momento actual en donde no es-
tán capacitados para cumplir un mandato generacional.
Esta doble llave es lo que define a un suceso desencadenan-
te. Hay que ir a buscar el hecho similar que originó la respuesta
de solución en la historia de la persona y enlazarlo a él. Buscar
los conflictos programantes y como se solucionaron. El cerebro
lo hace si se lo presenta. Cuando esta asociación no logra la cura,
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hay que ir a buscar la otra llave. El momento actual que hace que
sea incompetente para cumplir con el mandato generacional. Esta
doble llave es un camino seguro hacia la cura.
Ya sabemos que los conflictos primarios son los hechos que han
ocurrido en las distintas etapas de nuestra vida y que podemos
rescatar ya sea a través del recuerdo o de la asociación libre que
ocurre en estado de relajación. Esos hechos cuando son rescatados
se enlazan al suceso o etapa desencadenante y en lo que hemos
llamado el quíntuple abordaje, a los mandatos generacionales, al
mandato familiar y a la dinámica arquetípica.
Esto significa que el rescate de esos hechos va a formar parte
de un discurso que el terapeuta va reconstruyendo en el trabajo
con el enfermo. Allí encontraremos modos de reacción ante si-
tuaciones extraordinarias (robos, muertes imprevistas, acciden-
tes, violencias) o etapas naturales (nacimiento, destete, llegada de
un hermano, ingreso a la escuela, enamoramiento, mudanzas).
En esa forma de reacción hay que considerar dos cosas: si algún
órgano se enfermó luego del suceso y el nivel subjetivo de im-
portancia que la persona le dio a ese suceso. Hay niños que al
recordar el ingreso a la escuela, no aportan nada subjetivo pero
recuerdan que comenzaron a tener asma o a engordar. En una
asociación libre con relajación puede regresarse al momento del
nacimiento y aparecer allí, sensaciones de abandono o de aho-
go. Un robo o secuestro, puede recordarse con palabras relajadas
pero al asociarse a un hecho actual, desencadenar una reacción
de mucha angustia.
Lo que hay que buscar es la reacción ante sucesos que ya han
caído en el olvido pero que se deben rescatar ya sea en las etapas de
crisis o en los llamados ciclos biológicos programados.
En este último sentido, debemos obtener la fecha del suceso
desencadenante. Es sumamente importante hacerlo ya que el ce-
rebro debe enlazar este momento o etapa actual a los conflictos
primarios.
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El suceso desencadenante y las hojas embrionarias
Le agregamos a los esquemas anteriores, el suceso o etapa des-
encadenante.
Endodermo: orden de entrada: no te muestres aún. Tu tiem-
po no llega.
Reacción de ataque: sufro por no mostrarme pero luego arre-
meto. Conflicto primario: solo sufro sin poder arremeter. Suceso
desencadenante: el órgano prolifera porque la persona no puede
arremeter en un contexto de conflicto con los anteriores. Enfer-
medades: cáncer de pulmón, de colon, de páncreas, de hígado, de
próstata.
Reacción de inmovilidad: sufro solo para que alguien lo ad-
vierta. Conflicto primario: sufro sin que nadie lo advierta. Su-
ceso desencadenante: el órgano se altera en su función porque
no puede mostrarse a nadie en un contexto de conflicto con los
posteriores. Enfermedades: Colon irritable. Hipotiroidismo.
Reacción de huida: sufro y siempre huyo de mostrarme. Con-
flicto primario: es imposible no mostrarme. Suceso desencade-
nante: el órgano se necrosa porque no puede huir en un contexto
entre anteriores y posteriores. Enfermedades: enteritis de Crohn,
colitis ulcerosa.
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Reacción de huida: vivo para escaparme de pagar. Conflicto
primario: el acreedor acecha y se hace difícil huir. Suceso desen-
cadenante: el órgano se ulcera para huir de cualquier manera en
un contexto de necesidad de proteger. Enfermedades: ascitis.
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Reacción de huida: no tengo pertenencia y así no sufro. Con-
flicto primario: todos se van y me reactivan mi falta de pertenen-
cia. Suceso desencadenante: el órgano se ulcera para no extrañar
el contacto en un contexto de no poder cumplir con el mandato
del ejercicio de la autoridad. Enfermedades: angina de pecho.
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Capítulo XIX
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drás disfrutar de nada porque llegarás siempre tarde a todo”.
Cuando se desarrolla un tumor de hígado, la reacción habrá
sido, “rechazo ese mandato y arremeto con impaciencia para
llegar a tiempo a todo”. En el origen de la enfermedad arque-
típica, lo que no se puede cumplir es esa reacción. Cada vez
que no logre arremeter para lograr su objetivo, se producirá
un incumplimiento de esa reacción. Esto irá dando lugar a
un espacio de programación de la enfermedad que hemos
llamado conflictos primarios.
3) El mandato generacional o social. Es la historia de la su-
pervivencia cultural ligada a la supervivencia del órgano.
Cada órgano tendrá su mandato generacional que es fruto
de la función del órgano inscripta en la historia ya no de los
vertebrados, sino de la humanidad. En el hígado, el mandato
generacional es “se debe aceptar la jerarquía de los anteriores
(los padres) sobre los posteriores (los hijos). Cuando existen
hechos en los que este mandato no se cumple, se producirá la
enfermedad arquetípica, siempre que el mandato del órgano
y la reacción al mandato familiar tampoco se hayan cumpli-
do. Si una madre siente que no tiene derecho sobre su hijo
(tenga la edad que tenga), ese mandato no es cumplido. Si un
hijo siente que su madre es devoradora, tampoco se cumple.
Diversas circunstancias, en el contexto histórico de los otros
mandatos, serán el origen a una enfermedad arquetípica.
El cumplimiento en el endodermo.
En el endodermo tendremos tres objetivos. Cumplir la función
biológica, la reacción ante el mandato familiar y el mandato ge-
neracional.
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1) El mandato biológico: la función del endodermo es cap-
tar la presa, digerirla y eliminar los deshechos. Cada órgano
tiene funciones específicas que darán la tonalidad al cumpli-
miento. El estómago debe aceptar pasivamente pero luego
agredir activamente con ácidos y enzimas. Si no se asegura la
función biológica, no hay posibilidad de curar una enferme-
dad. Esto es así cuando la enfermedad está activa. Cuando
ese período, es superado (muchas veces por el tiempo que
transcurre y otras por reales soluciones a los incumplimien-
tos), pueden hacerse maniobras que pongan en peligro la
función biológica e igual detener la enfermedad. Asegurar
la función biológica es permitir la entrada de alimentos y su
disgregación. En un sentido simbólico, permitir la entrada
de pensamientos, sentimientos y su división lógica para ser
luego analizados en un nivel superior. El intestino debe eli-
minar los deshechos. En un sentido simbólico, esta función
biológica se relaciona con historias pasadas que uno debe
aprender a eliminar sin dolor. En el hígado, habrá que desin-
toxicarse, entre otras cosas, de sentimientos de rencor y de-
cepción. En la tiroides, se deben desarrollar actividades en
donde se pruebe la rapidez y eficacia en los movimientos. En
el páncreas, habrá que descansar del permanente sacrificio
con los familiares. En el pulmón, habrá que respirar “aire
puro”. Cumplir el mandato biológico es cumplir simbólica y
concretamente con la función del órgano.
2) El mandato familiar del endodermo: es “deberás esperar
siempre; nunca serás el primero”. La reacción que nos inte-
resa tendrá distintos matices. Si la persona decide arremeter
para llegar a ser primero en algo, cuando no pueda arreme-
ter, la célula hará tumor, proliferación celular. Si la persona
huye de la vida, cuando no pueda huir, hará úlceras. Cuando
la persona ha elegido sufrir el mandato con una actitud de
espera permanente y no pueda por alguna circunstancia se-
guir esperando, hará inmovilidad del órgano. Cuando haya
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tumor endodérmico, habrá que estar seguro de cada acto
para no fallar; arremeter pero para conseguir lo buscado.
Cuando haya úlceras (enteritis por ejemplo) será importante
conseguirle un lugar seguro donde su huida pueda ser po-
sible. Si hay inmovilidad o disfunción (hipotiroidismo por
ejemplo), habrá que permitirle volver a esperar. De alguna
manera, ofrecerle una esperanza concreta. Cumplir la reac-
ción al mandato familiar permitirá restablecer la forma en
que esa persona ha logrado no enfermarse hasta ese momen-
to.
3) El mandato generacional del endodermo: es “existe una
jerarquía en donde los anteriores tienen más derecho que los
posteriores”. Cumplir este mandato en las enfermedades en-
dodérmicas no es entrar en conflicto sino salir de él. Cuando
una hija siente que su madre le hace daño, es seguro que
debe defenderse para impedir ese daño. Nadie tiene derecho
a dañar al otro. Aceptar esa jerarquía es alejarse de ese víncu-
lo ya que es imposible. No intentar mejorarlo. Solo alejarse.
Si una madre es dañada por su hijo, también debe protegerse
de ese daño. Pero eso no significa que quiera cambiar al hijo
o que entre en conflicto con él. Debe aceptar su jerarquía y
si no es posible cumplirla, alejarse del vínculo. Esto puede
ser muy duro pero es imprescindible entender que se trata de
un mandato social incorporado en el órgano. Que intentar
hacer cumplir el mandato es entrar en conflicto de incum-
plimiento de mandato. Lo único que puede hacer la persona
es no reactivar ese incumplimiento y aceptar que quien no
lo cumple es el otro. De alguna manera, se libera al entender
que uno está dispuesto a cumplirlo y el otro no. Los anterio-
res no solo son los padres. También los referentes, maestros,
superiores a nivel intelectual, laboral o espiritual. Si tenemos
en cuenta que en un tumor endodérmico, la reacción que
no se cumple es la de “arremeter y lograr a tiempo el objeti-
vo”, en lo que refiere al mandato generacional, no se trata de
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arremeter contra el anterior sino de respetarlo pero logrando
claramente el objetivo de no llegar demasiado tarde.
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hijo. La función de las mamas es doble en esta hoja; por un
lado protegerlo de cualquier ataque y por otro producir le-
che para alimentarlo y que pueda vivir. Cumplir la función
biológica de la mama es poder “poner el pecho” por el hijo y
poder darle lo que él necesite. La función de la dermis es ser
coraza de la mirada del otro, de su opinión, de todo aquello
que pueda ser vivido como una ofensa en la zona donde se
recibe. Si es algo dicho desde atrás, en la espalda; si es sobre
su capacidad intelectual, en el cerebro; si es sobre su carrera
profesional, en las piernas; si es sobre algo que no hubiese
querido ver, en el ojo. Si es un ataque a la anatomía de las
mamas, se verá en la dermis que rodean a la mama. Cum-
plir la función biológica de la dermis es poder protegerse
de una vivencia de hostilidad que rodea a esa persona. Esa
vivencia es biológica. Imaginemos un cáncer de mama que
crece e invade la piel. Allí la dermis crecerá notablemente ya
que vive la doble amenaza. La del propio cáncer y la de la
amputación quirúrgica. Las lesiones crecerán, en la medida
que esa función, la de protección, no pueda ser cumplida. Lo
mismo vemos en las capas del peritoneo, la pleura y el pe-
ricardio. Tanto la probable agresión (traumatismo, cirugías,
pensamientos constantes de que una lesión interna pueda
avanzar) como la vivencia de ofensa en esas zonas (golpes a
las emociones que representa el corazón; ataques al territorio
que representa el pulmón; agresiones a la capacidad de eli-
minar los deshechos que representan los intestinos) podrán
generar respuestas celulares de esas capas para proteger a los
órganos. Cumplir esas funciones implica un trabajo conjun-
to con los otros dos mandatos.
2) El mandato familiar: las personas que se enferman de los
órganos del mesodermo antiguo, nacen con una orden que
es “tienes una deuda que pagar”. En el cáncer de mama,
los melanomas y los meningiomas, la reacción a esa orden
es “la voy a pagar con intereses”. La persona se enferma-
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rá cuando no pueda cumplir con esa deuda. Estas órdenes
o mandatos familiares pueden tener diversos orígenes. Ser
vivencias de generaciones anteriores que dejan deudas sin
pagar o ser circunstancias del nacimiento tales como una
madre que muere al nacer su hijo. Vivir con la conciencia
de tener que pagar o cumplir constantemente podrá generar
otras reacciones, tales como la huída permanente de cum-
plir con algo (situación que veremos en la aparición de las
ascitis) o una conducta de inmovilidad en donde uno se deja
sacar sin defenderse pero no huye (situación que veremos
en algunas enfermedades autoinmunes). Estas enfermedades
aparecerán cuando la reacción elegida ante el mandato no
pueda cumplirse. Esto hará que el mandato exija su cumpli-
miento, lo que se hace con la enfermedad. En el cáncer de
mama, los melanomas y los meningiomas se debe favorecer
el dar cuando esto sea impedido. En las ascitis, permitir una
huida a un lugar seguro será fundamental para curarse. En
las enfermedades autoinmunes, es necesario sacarlos de los
conflictos de los que se exigen huir o atacar y permitirles
volver a su inmovilidad elegida.
3) El mandato generacional: en el mesodermo antiguo, este
mandato se expresa así: “debes proteger lo que has recibido”.
Si bien, lo que uno recibe al nacer es un “pedazo de carne”,
eso se vuelve luego organismo y cuerpo. Por lo tanto, no solo
se refiere al soma sino a todo lo que sobre ese soma se inscribe.
El mandato generacional, al igual que la función biológica
gira sobre un término que es la protección. No cumplir con
este mandato es no protegerse a uno mismo y a todo aquello
que uno considera parte de uno mismo. No como posesión
sino como integración. Los pensamientos y los sentimientos
entran en este concepto. No cumplir con este mandato es no
saber defender su propio cuerpo ni sus ideas. Cumplir este
mandato debe estar enlazado al cumplimiento de la función
biológica y de la reacción ante el mandato familiar. En un
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cáncer de mama, habrá que lograr que junto a poder seguir
dándole al hijo lo que él necesite, se pueda continuar con
la exigencia de cumplir y de proteger su propia carne y sus
propias ideas sobre lo que debe hacer.
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El cumplimiento en el mesodermo moderno: en las enfer-
medades de estos órganos habrá que cumplir la función biológica,
confirmar la reacción ante el mandato familiar y respetar el man-
dato generacional.
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elegida sea quedarse quieto, inmovilizarse, para no poner en
peligro la seguridad de los otros, cada vez que se intenta salir
de esa inmovilidad, las enfermedades llevarán a las parálisis
y a la hipertensión arterial. Cuando la reacción predominan-
te ante el mandato sea huir de ser el garante, las enfermeda-
des aparecerán cuando esa huida no sea posible. (anemias,
plaquetopenias). El cumplimiento no es del mandato sino de
la reacción de supervivencia ante ese mandato. Lo que habrá
que lograr en los sarcomas, es la confirmación del mandato.
En las parálisis, la quietud. En las aplasias, la huida.
3) El mandato generacional: en el mesodermo moderno, el
mandato generacional es “debes ser leal a la historia que re-
cibiste”. Cumplir este mandato cuando se ha recibido una
historia que no se quiere continuar, es algo frecuente. Si la
persona tuvo un padre suicida y un abuelo suicida, es claro
que esa historia no quiere continuarse. Si una mujer tiene
una madre que ha hecho infeliz a su marido y una abuela
con la misma actitud, muchas veces, el mandato generacio-
nal se repite sin conciencia de hacerlo. El conocer este man-
dato en las enfermedades del mesodermo nos puede ayudar
a tomar conciencia de cómo desarticular una enfermedad.
En una leucemia, puede verse que uno de los padres del niño
enfermo, vive en franca oposición a cumplir este mandato ya
que su madre, vivió el suicidio de su propio padre de niña. O
su padre vivió la infidelidad paterna. Estos hechos generan
un incumplimiento manifiesto en una determinada etapa
de este mandato. Hemos visto muchas veces que un niño se
enferma a la misma edad que su abuelo se suicidó. El cono-
cimiento de esta articulación nos permite transmitir al niño,
la necesidad de que él se independice de este mandato, que
al fin de cuentas es también su propio mandato. Esta inde-
pendencia debe realizarse en conjunción con el cumplimien-
to del mandato biológico (lograr defenderse de la agresión)
y del mandato familiar (lograr confirmar ser garante de la
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felicidad del otro). Usamos el término independencia como
la posibilidad de trascender esa historia pero asumiendo que
existe. Tanto ignorarla como caer bajo el peso de ella, son los
caminos de la enfermedad. En las personas adultas, esto se
logra con el conocimiento y la dramatización. En los niños,
se necesita la palabra de los padres y el juego orientado a ese
propósito.
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1) el cumplimiento del mandato biológico: los órganos de-
rivados de esta hoja se ocupan del contacto con el exterior y
con el interior. Son los revestimientos de los conductos y la
epidermis. También la mielina de los nervios, la placa neu-
romotora y el tálamo. De un modo general, el sentido bio-
lógico de estos tejidos es la separación con el otro. También
con lo otro (líquidos, secreciones). Es el concepto de límite,
de borde. De lo mío y de lo que no es mío. El territorio y la
identidad. Conceptos que responden a la vivencia de un yo
separado de los otros. Desde un punto de vista biológico,
esto significa lo que es mío o a lo que yo pertenezco. Todos
estos tejidos están representados en la corteza cerebral hor-
monodependiente. Esto hace que la vivencia territorial o de
identidad cambie con la influencia hormonal. Acá habrá per-
cepciones de macho y de hembra con variantes que depende-
rán de la edad y del nivel de hormonas. Todos los conflictos
biológicos tendrán origen en la percepción hormonal de pér-
dida de territorio, aislamiento, separación, cuestionamiento
a la identidad. Aquí se verán las enfermedades coronarias,
las bronquiales, las de mucosa digestiva y las esclerosis múl-
tiple entre otras. En todas ellas, lo que importa satisfacer es
el concepto de territorio y de identidad. Lo que es mío y a
lo que yo pertenezco. En una enfermedad ectodérmica, es
necesario tener claro la vivencia hormonal del paciente y en
base a ella, lo que necesita lograr en el contacto interior y
exterior.
2) El cumplimiento del mandato familiar: en los tejidos del
ectodermo, este mandato se enuncia así: “no eres lo que los
otros esperan de ti”. Un recibimiento decepcionante en la
entrada al mundo. Para las enfermedades en donde haya
proliferación celular (como en el cáncer ductal de mama) la
reacción elegida ante ese mandato es “como no soy lo que
los otros esperan, me esforzaré en tener lo que los otros ne-
cesitan”. Cada vez que esto no se logre, se generará un con-
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flicto programante. Lo que debemos cumplir es esa reacción.
Poder tener lo que el otro necesita. Este cumplimiento ha
fallado y se debe restablecer. En el cáncer ductal de mama,
hemos visto si es del lado derecho en una mujer diestra, que
la vivencia es de no tener lo que el marido necesita. Aquí será
imprescindible revaluar la forma de relacionarse entre ella y
su esposo ya que si no, todo sería una exigencia permanente.
Es importante que la paciente entienda como ha hecho girar
el mundo en base a su posibilidad de darle al otro (vivencia
hormonal de hembra secundaria) y permitirle cambiar. En
una esclerosis múltiple, la reacción elegida frente al mandato
familiar es “espero siempre que el otro me de su aprobación”.
Es una reacción de inmovilidad ya que cualquier movimien-
to hará que el otro le imponga su condena de no ser lo que
los otros esperan. Es por eso que ante los fracasos en que el
otro de su aprobación, su presencia, su amor, se genera un
conflicto programante. También aquí es fundamental, cam-
biar la percepción que se tiene sobre la realidad. Entender
la influencia hormonal en esa percepción pero también la
influencia cultural. Dejar de buscar la aprobación del otro,
la espera inútil de que el otro cambie. En el asma también se
ve este mecanismo pero asociado a otra respuesta o reacción
frente al mandato familiar que es “me aíslo así nadie espera
nada de mí”. Es la elección del macho jefe derrotado. Irse,
no tener más pertenencia y así evitar que los demás lo nie-
guen. Allí será útil, permitirle ese aislamiento ya que si no
el ataque de asma se hará presente. Pero será un aislamiento
curativo y que anteceda al cambio de vivencia en la relación
con los otros. No obligarse a ser más macho jefe ni hembra
secundaria. Recuperar una vivencia acorde a su naturaleza.
En la angina de pecho, estará presente la reacción exclusiva
de aislamiento, que al no cumplirse desencadenará la activa-
ción del mandato familiar. Allí será imprescindible la retira-
da.
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3) El cumplimiento del mandato generacional: en el ecto-
dermo, este mandato social se enuncia así: “debes tener au-
toridad en lo que eres y haces”. Dado que los órganos ecto-
dérmicos se han especializado en la noción de límite entre lo
exterior y lo interior, el Ideal de supervivencia ha inscripto en
ellos, el concepto de autoridad. El objetivo de este mandato
es permitir una relación posible con el otro que está más allá
de mi propio límite. La autoridad surge cuando uno tiene
lo que el otro necesita. Es en estos tejidos en donde ese con-
cepto se juega en lo biológico y en lo simbólico. Así, ambos
mandatos (el familiar y el social) se aúnan con el mandato
biológico de sostener límites posibles. En la esclerosis múlti-
ple, el sentido biológico de la parálisis es quedarse quieto ya
que hay una exigencia contradictoria a la función de la mie-
lina (doy la orden de moverme pero no la acepto). El sentido
de la reacción al mandato familiar es inmovilizarse a la es-
pera de que la realidad cambie. El sentido del cumplimiento
del mandato generacional es tener aquello que se le niega en
la biología (hacer el movimiento) y en lo familiar (no poder
seguir esperando). Cumplir este mandato es también una vi-
vencia. La de no verse obligado a tener lo que el otro espera.
Como en todas las enfermedades del ectodermo, se trata de
tomar conciencia para superar la vivencia de límite con el
otro que lo ha llevado a la enfermedad.
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esta enfermedad es la posición de que el otro cambie y que uno sea
lo que el otro quiere. La enfermedad recrudeció cuando ella decide
mudarse para provocar una actitud de cambio en el marido y no lo
logra. El incumplimiento generacional de la autoridad se produce
ante la repetida actitud de una hija de reclamarle bienes materiales
argumentando que ella no los necesita. Es necesario en tan com-
pleja enfermedad, trabajar la conciencia más que el exterior. En lo
biológico, no debe existir contradicción entre el querer y el hacer.
Debe salir de la trampa de desear cosas solo para que la quieran y
le den pertenencia. En la reacción ante el mandato familiar debe
aprender a no esperar el cambio del otro sino su propio cambio.
Aquí, la persona con esclerosis múltiple funciona como una presa
frente a un predador; es una verdadera lucha de poderes que debe
replantearse y permitirle dejar de ser presa u obtener un lugar se-
guro en donde no hay predador. El incumplimiento generacional
es quizás el más importante. Tener autoridad ya no será tener lo
que el otro necesite sino salir de la trampa del vínculo enfermo y
lograr que algún otro busque lo que ella tenga.
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Capítulo XX
La enfermedad y su destino
La palabra destino significa hacer puntería. Enfocarse en un
punto e ir hacia allí.
Desde el origen del hombre, el destino ha significado muchas
cosas. Aquellos que nacen para lograr algo y otros que nacen para
no lograrlo. Las teorías sobre las vidas pasadas y las platónicas so-
bre el mundo de las reminiscencias.
Todas estas interpretaciones buscan encontrar un sentido a
nuestras vidas.
Desde la Medicina Psicobiológica, el destino es teorizado con
dos elementos fundamentales. El primero, los mandatos genera-
cionales. El segundo, los mandatos familiares. Ambos articulán-
dose con la historia familiar, la personal y los sucesos que desenca-
denan eso que la medicina llama enfermedad.
Desde nuestra teoría, la enfermedad es una prueba para lograr
cumplir o cambiar el destino. No todos los destinos son maravi-
llosos. No todos deben cumplirse. Muchos, en cambio, pueden
ofrecer la oportunidad de no caer bajo el peso del mismo. Veamos
como podemos ir desplegando estas posibilidades.
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la especie sobreviva. De allí, nacen todos los órganos del aparato
digestivo y reproductor. Definimos a todos los órganos que na-
cen de esta hoja embrionaria, como órganos encargados de captar,
asimilar y eliminar la presa. Para el pulmón, la presa es el aire y
para el espermatozoide la presa es el óvulo. Estos órganos fueron
creados para introducir lo exterior en lo interior y para depositar
lo interior en lo exterior. El destino de éstos órganos es la relación
entre el ser y el entorno.
A partir de ese destino, los órganos endodérmicos son los afec-
tados por una orden de entrada que definimos como “todavía no
es tu tiempo para salir”. Esta orden de entrada afecta a los órganos
de esta hoja, porque son ellos los encargados de hacer entrar y
salir. A su vez, el mandato generacional que afecta a estos órganos
es “se debe aceptar la jerarquía de los anteriores”. Estos órganos
reaccionan con una conducta celular característica que es la falta
de maduración.
Cuando estos órganos se enferman ya podemos saber cual es
el destino con el que vino a lidiar esa persona. Por la orden de
entrada, sabremos que tiene que aprender a esperar a mostrar lo
que es. A trabajar sin lograr ser primero. Por el mandato, sabremos
que debe aprender a aceptar a sus padres o referentes y a ser acep-
tado por sus hijos. Ambos mandatos nos hablan de lo que vino a
aprender esa persona. Partimos ya de la necesidad de aceptar no
ser primero y de someterse a la jerarquía de los anteriores.
Construir el sentido de la enfermedad, es develar el destino de
esa persona. Lo que debe aprender, aquello que la enfermedad le
da la oportunidad de superar o repetir.
Si conocemos el diagnóstico, agregaremos a la lectura de ese
destino un dato fundamental, la reacción elegida para trabajar con
ese destino. En los órganos endodérmicos, sabremos que el cáncer
es una reacción de ataque (las células van para adelante y prolife-
ran invadiendo el territorio). Esa reacción de ataque es una lucha
abierta contra ese destino y nosotros la exponemos en la frase “su-
fro no expresar lo que siento pero apenas puedo arremeto”. Es la
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actitud que veremos en el cáncer de pulmón, de colon, de páncreas
y de hígado, entre otros. Un sufrimiento angustioso frente a la
orden de entrada pero siempre terminando en una lucha abierta
por los derechos de ser un posterior y no ser escuchado. Esta es la
manera como esa persona vive su destino; lo rechaza.
En las enfermedades disfuncionales de los órganos endodér-
micos tal como el colon irritable, las células alteran su función
y a esta reacción la llamamos inmovilidad, porque la movilidad
está alterada. Esta reacción persigue como objetivo ser advertido
sin mostrarse; “sufro el mandato para que alguien lo advierta”.
Un sufrimiento que llama para que nadie venga. Una actitud de
aceptación del mandato de jerarquía de los anteriores pero con
una queja permanente. Aquí, el destino se vive con una carga
insoportable.
En las enfermedades ulcerosas de los órganos endodérmicos
(enteritis, colitis), las células huyen creando espacios, zanjas, agu-
jeros para escapar. Esta reacción de huida la llamamos “huir para
no mostrarse”. Es una perpetuación de la orden de entrada y a la
vez, una anulación absoluta de los derechos de los posteriores. Se
huye del destino sin querer enfrentarse a él.
Así vemos que con estos operadores (orden de entrada, reacción
a esa orden, mandato generacional) podemos leer el destino de
una persona. La enfermedad es el momento en que todas las adap-
taciones para no confrontarse con ese destino ya no son posibles.
Ahora, o trabaja sobre la reacción elegida o capitula ante la orden
de entrada.
En las enfermedades que revelen la reacción de ataque, tendrá
que aprender a vivir sin ser primero. Darse cuenta que su realiza-
ción la puede lograr desde el lugar que tiene y dejar de luchar y
arremeter.
En las enfermedades que revelen la inmovilidad, tendrá que
aprender a mostrarse sin quejarse. A defender sus derechos para sí
mismo y no para demostrar nada. A dejar de lado el mecanismo
de hace sentir culpables a los otros.
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En las enfermedades que revelen la huida, tendrá que aprender
a no escaparse de lo que verdaderamente es. A defender sus dere-
chos sin negar los de los otros. A confrontarse con su incapacidad
de expresar lo que siente.
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al ataque que se ha recibido a la propia integridad, a lo que tene-
mos como seres vivos. Lo hacen con una conducta característica
que es la pérdida de inhibición por contacto.
El destino de estos órganos es la protección del interior del ata-
que exterior. Cuando estos órganos están afectados por enferme-
dades, podemos leer el destino de esa persona y su actitud ante ese
destino.
Por el mandato familiar, sabemos que viene a aprender a con-
vivir con deudas.
Por el mandato generacional debe aprender a protegerse del ata-
que de los otros.
La enfermedad le dará la oportunidad de aprender o continuar
con la deuda y de saber defenderse.
Si conocemos el diagnóstico, tendremos la oportunidad de co-
nocer la reacción que ha elegido para convivir con ese destino.
Si la reacción es de ataque (las células van para adelante), el
diagnóstico será de cáncer. El más común será el de mama. La
frase que expresa esta reacción es “pago lo que debo con intereses”.
Esta reacción de ataque es un esfuerzo permanente por proteger
y cubrir. Una reacción desmesurada frente a la ofensa o el senti-
miento de agresión. No es solo pagar sino dar más. Lo que debe
aprender esta persona es a protegerse sin miedo a perder. A aceptar
la vida como un regalo y no como una condena.
Si la reacción es de inmovilidad, las células se cubren pero no
desmesuradamente, solo para que no lo encuentren. Aquí se desa-
rrollan las enfermedades autoinmunes. La frase que expresa esta
reacción es “me escondo para que no me exijan”. Es un camaleón
que cambia su aspecto en la búsqueda de no pagar. Esta reacción
de inmovilidad es una negación del destino que debe aprender a
trabajar. Lo que debe aprender es a pagar lo que es justo y no lo
que no le corresponde. A no cambiar solo para que todo siga igual.
Si la reacción es de huida, las células se ulceran y se rodean de
líquido. La intención es formar una capa de protección que evite el
contacto directo con el agresor. Las lesiones más comunes son las
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ascitis y las pleuresías. La frase que expresa esta reacción es “vivo
para escaparme de pagar”. Acepta el destino pero no lo quiere
cambiar. Es una actitud de víctima que huye en búsqueda de con-
suelo. Lo que debe aprender es a hacerse cargo de lo que le toca y
no sentir que es responsable de absolutamente todo.
Vemos entonces que con el mandato familiar, la reacción a esa
orden y el mandato generacional, podemos reconstruir la misión
de una persona en su vida. A entender cómo la enfermedad viene
a conmover esa misión en una vida que se aparta de ella.
En las enfermedades del mesodermo antiguo, que reaccionen
con la conducta del ataque, tendrá que enfrentarse a la necesidad
de no gastarse, de recuperarse antes de seguir dando. Los órganos
hacen lo que él o ella hacen. Dar sin preocuparse de equilibrar al
recibir.
En las enfermedades que reaccionen con la conducta de in-
movilidad, los órganos se cubren y cambian su forma. Tratan de
evitar ser descubiertos. En ancestros, se encuentran suicidios.
En las enfermedades que reaccionan con conductas de huida,
los órganos se aíslan del entorno con un colchón que impide el
contacto con el agresor. No se hacen responsables de sus propios
actos. Son niños a la búsqueda de alguien que los albergue. Esca-
pan del destino.
Si hacemos un esquema:
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En las enfermedades ulceradas: Deben aprender a ser respon-
sables de sus actos y a no huir ante la realidad.
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de los que se enferman de órganos mesodérmicos, se juega en el
ejercicio de la obediencia.
Con la lectura del destino de los órganos y de las enfermedades,
nos acercamos al aprendizaje que cada uno tiene la oportunidad
de realizar o rechazar en su vida.
Al agregar la reacción que los actos de la persona nos van mos-
trando que ha tenido frente a la orden de entrada, vamos desa-
rrollando la forma que esa persona ha elegido para tratar con su
destino.
En los órganos mesodérmicos modernos, la reacción de ataque
es una elección de exagerar la acción que el destino le ha marcado.
Aquí se desarrollan las leucemias, los linfomas y los sarcomas. Hay
un despliegue de células que denuncian que el mandato genera-
cional y la orden de entrada se cumplen con excesos. La reacción
es “hago que la vida de los otros dependa de mi”. Para que esto
ocurra, algo de esa historia es exagerado en el cuerpo. Suicidios,
incesto, violencias, que el ser rechaza, generando con las células
un ataque al esquema del cuerpo. Músculos que crecen monstruo-
samente, glóbulos blancos que se vuelcan a la sangre haciéndola
densa, ganglios que se llenan y se muestran dolorosamente.
Cuando la reacción no es de ataque sino de inmovilidad, apa-
recen las enfermedades que generan parálisis. La acción que no
se realiza es la que escapa a ese destino. La elección es “me quedo
quieto porque si no pongo en peligro a los otros”. Una aceptación
por impotencia.
Cuando la reacción es de huida, el destino de ser la garantía
de la vida de los otros, se rechaza pero con una actitud que no
crea su propio lugar sino que escapa de cualquier relación. De él
no depende nadie y él no depende de nadie. Es una actitud de no
tener compromiso con nada ni nadie. Es la base de las enfermeda-
des con depresión de la médula pero también de la artrosis y de la
arterioesclerosis.
Si hacemos un esquema:
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Enfermedades del mesodermo moderno
Vienen a aprender: a ejercer la obediencia.
En las enfermedades proliferativas (sarcomas, leucemias):
abandonar la omnipotencia. No hacer depender la vida del otro
de la conducta de ellos.
En las enfermedades con inmovilidad (parálisis): no hacer
depender la vida de ellos del bienestar del otro. Salir de la desva-
lorización.
En las enfermedades con necrosis (aplasia medular, artrosis):
asumir los errores de las propias acciones y tener vínculos posibles.
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incumplimiento los lleva a enfermar, sabemos que deben aprender
a aceptar que muchas veces no tendrán lo que los otros le piden
que tengan. Con ambos mandatos, el destino de las personas que
se enferman de órganos ectodérmicos se juega en la lucha con el
reconocimiento. Así iríamos construyendo el para qué de la enfer-
medad y su relación con un aprendizaje que se debe realizar.
Agregaremos a esta lectura la reacción elegida frente a la orden
de entrada que nos marcará un estilo de vivir y de enfrentar los
obstáculos.
Si la elección fue el ataque, tendremos una permanente lucha
para cambiar ese destino expresada en la frase “voy a luchar para
ganarme un lugar”. Es la respuesta inflamatoria. Todo es “itis”
ya que todo es intento de reparación pero inconclusa. Es la ac-
titud que veremos en las alergias y en las infecciones virales. El
esfuerzo para encontrar un lugar en el mundo. Es el cáncer ductal
de mamal en su fase de reparación inconclusa. No solucionan la
pérdida de contacto sino que pretenden seguir teniendo lo que
perdieron.
Si la elección es la inmovilidad, se producirán enfermedades
que alteran el funcionamiento de los órganos, tales como el asma
y las neuropatías. La frase que expresa esta respuesta es “espero un
futuro en donde tenga un lugar”. Es quedarse quieto a la espera de
un tiempo propicio. Es la base de la depresión.
Si la elección es la huida, se producirán enfermedades silencio-
sas tales como la diabetes, la angina de pecho y los cánceres ulce-
rados. La frase que expresa esta conducta es “no tengo pertenencia
y de esa manera no me condenan”. Es un esfuerzo permanente por
no ser alcanzado por la percepción del abandono.
Con estos operadores tratamos de de construir el para qué de
una enfermedad en relación a un destino que desconoce. El sujeto
ha sido dirigido sin saberlo a ese momento de decisión que es la
enfermedad.
Si hacemos un esquema:
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Enfermedades del ectodermo:
Vienen a aprender: a convivir con lo hostil y con la falta de
reconocimiento.
En las enfermedades proliferativas (cáncer de mama, infec-
ciones virales): no vivir la vida como una lucha. Abandonar la
búsqueda de controlar la relación con el otro.
En las enfermedades de inmovilidad (neuropatías, asma): a
no esperar el cambio del otro. A movilizarse en un cambio en
donde se exprese la cooperatividad para el crecimiento mutuo y
no un mero intercambio como una lucha imaginaria de prestigio.
En las enfermedades ulceradas (diabetes, angina de pecho):
aceptar la necesidad de lo gregario. Perder el miedo a la autoridad.
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Capítulo XXI
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calizadas) y la conducta histórica del sujeto. (Proveedor o
territorial).
5) El mandato familiar: se lee a partir de lo anterior, la reac-
ción que se ha asumido frente a este mandato en los sucesos
de su vida.
6) Los conflictos programantes: se buscan todos los hechos
en los que esa reacción fracasó, creando la base para la enfer-
medad.
7) La etapa desencadenante: ocurre luego del incumplimien-
to del sentido biológico y con una base de conflictos progra-
mantes.
8) Los mandatos generacionales. Se determina el discurso
generacional al que el paciente responde.
9) Los instrumentos médicos.
1) Psicobiografía.
Es el primer momento del encuentro con el paciente. Siempre
está habitado de miedos, dudas y tremendas expectativas. El te-
rapeuta psicobiológico debe saber que el paciente necesita ayuda
y no todos tienen la misma forma de pedirla. Hay quienes llegan
desesperados, dispuestos a aceptar lo que se les ofrezca como una
panacea y hay otros que vienen casi obligados por algún familiar
y con la desconfianza de los que ni siquiera saben quienes somos y
que hacemos. Pero ambos son hermanos nuestros a los que debe-
mos tratar como lo haríamos con algún amado familiar enfermo.
Jamás debemos tener miedo de ellos. Aún cuando ostenten títulos
o saberes que cuestionen los nuestros. Ellos están allí para recibir
ayuda y eso es lo que les debemos dar.
La psicobiografía comienza entonces con un afectuoso y sen-
tido saludo. Yo abrazo y beso a mis pacientes dándoles la bien-
venida porque ellos entran a mi casa y yo entraré a la suya. Los
datos personales del paciente deben ser anotados por el médico
y no por una secretaria porque importa cada palabra y la forma
de expresarla. Sus nombres completos, su empleo, si es casado, si
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tiene hijos, son datos que hablan mucho de quien es esa persona.
En este encuentro, el terapeuta debe registrar lo que el paciente no
habla pero está comunicando a través de un lenguaje no verbal.
Como ejemplo de ello, observamos: 1) la respiración: a) si es to-
rácica y la persona ingresa poco aire viéndose obligada a espirar
profundamente (esto significa habitualmente que solo puede dar y
no sabe recibir); b) la inspiración es abdominal, pero apenas espira
debe nuevamente ingresar aire (no puede entregarse, teme per-
der el control), 2) la ocupación territorial: si es proveedor (no le
gusta hablar de sí mismo, se aleja del escritorio) o territorial (trae
la silla de su costado a su cuerpo, “invade” el escritorio); 3) la ges-
tualidad: hay algunos gestos que hasta nos describen el problema
(posturas, chasquidos, inexpresividad).
A todos estos signos los llamamos significantes, porque no solo
describen la relación del sujeto con el terapeuta, sino consigo mis-
mo y con los demás.
Es necesario escuchar al paciente con la atención centrada en
él y en su contexto. Cuando él habla de su familia o la dibuja o la
actúa, se puede percibir, si usamos esa atención, que alguien falta y
orientarnos decididamente hacia la solución del problema. Esto lo
debemos hacer con cariño y respeto por el semejante que nos pide
ayuda. Si no estamos en condiciones de hacerlo así, es conveniente
citar al paciente para otra oportunidad. Debemos entender lo im-
portante que puede ser para esa persona este encuentro y no des-
viar la atención en nada que no sea la solución de su problema. Si
no encontramos la ayuda que él necesita, hay que decirlo y utilizar
la fuerza que genera ese encuentro “fallido”. No somos infalibles
ni tenemos todas las respuestas pero nuestra actitud igual puede
servir a la curación de esa persona.
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dar”. Algunas personas se descolocan ante una pregunta tan simple
y este no es un dato menor, ya que ellos vienen a pedir ayuda y esta
pregunta les plantea tal situación. Muchos pacientes me miran a los
ojos y dicen con un tono sombrío “yo tengo cáncer”. La sonrisa con
la que los he recibido nunca se borra pero agrego un gesto de afec-
to que trata de transmitir mi sincera intención de ayudarlo. Trato
de respetar el silencio que pueda producirse porque estos primeros
momentos son una oportunidad para entablar una buena relación.
El interés por lo que dice el paciente debe ser real. Uno debe prestar
atención a cada palabra que dice porque cada palabra deberá ser re-
significada desde la psicobiología. Cuando él dice “tengo un cáncer
de intestino con metástasis en el hígado”, nosotros vamos a usar
esa frase así como él la dice para encontrarle un significado a cada
palabra. ¿Qué significa metástasis? ¿Qué significa cáncer? ¿Qué
significa intestino? ¿Que significa hígado?; b) La enfermedad ac-
tual: aquí el paciente debe describir la historia de su enfermedad.
En qué fecha comenzó, cuales fueron los síntomas sobresalientes
y los acompañantes. Que tratamientos se instruyeron y como fue
su reacción ante ellos. Se leen los estudios que el paciente trae con
mucha atención ya que a ellos nuestro paciente les da un valor de
documento de su dolencia. Cualquier comentario que haga el pa-
ciente sobre los médicos tratantes no debe provocar en nosotros
ningún comentario adverso. Para nosotros es muy importante no
hablar contra ningún colega y considerarlo siempre una autoridad
que debe respetarse. Ellos deben aprender, al igual que nosotros,
que todos debemos hacer lo mejor y juntar esfuerzos por recuperar
la salud del paciente; c) Antecedentes de la enfermedad actual:
aquí preguntamos por todas las enfermedades que ha tenido (in-
clusive las eruptivas) y por las enfermedades y causas de muerte (si
las hubiera) de los familiares cercanos. Nunca se debe preguntar,
por ejemplo, a una paciente con hemorragias de útero, si su ma-
dre falleció de cáncer. Podemos producir mucho miedo con una
pregunta así. No se debe anticipar el diagnóstico sino solo pregun-
tar la probable causa. Los antecedentes familiares son importantes
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porque existen comportamientos biológicos que se repiten. Aquí le
damos valor a las fechas en que ocurrieron ya que muchos pacientes
se enferman a la misma edad que sus padres murieron o en una
fecha que recuerda algún acontecimiento importante en la fami-
lia. Esta filiación que se conoce como “síndrome aniversario” debe
ser relacionada en la resignificación que vamos a realizar. Además
de estos antecedentes, se le pregunta si él relaciona su enfermedad
con algo que le ocurrió en algún momento de su vida. Este es el
primer acercamiento a lo que Hamer llama DHS pero no debe ir
más allá de esta simple pregunta ya que aún no tenemos los opera-
dores necesarios para que esos sucesos tengan significación para el
paciente. No se debe insistir en esto; d) Descripción del carácter
del paciente: esta es otra parte que muchos consultantes encuen-
tran sorpresiva. Se debe abordar con mucha cautela y esperar que el
paciente haga su propia descripción. Si la incomodidad es manifies-
ta, se lo ayuda con preguntas generales. Si es ordenado, afectuoso,
caluroso, temeroso, impulsivo. La forma en que se describe es un
dato de valiosa ayuda para uno de los elementos fundamentales del
abordaje psicobiológico cual es la determinación del perfil preda-
dor o territorial de la persona y de su enfermedad. e) Examen físi-
co: aquí se revisa minuciosamente al paciente no solo en la región
enferma sino que se hace un examen en todo el cuerpo en donde al
tocarlo le daremos un apoyo físico que muchas veces ni los propios
familiares le dan. A muchos pacientes con cáncer no los tocan,
como si fueran contagiosos. Yo acaricio sus panzas llenas de líquido
y sus ganglios hinchados. Escucho su corazón porque lo tiene aún
cuando su enfermedad sea del hígado. Es importante informarle
de los resultados de ese examen que siempre fue determinante en
la práctica médica y que ha sido lamentablemente reemplazado por
costosos y crueles estudios que no dicen mucho más que la confir-
mación (la mayor parte de las veces innecesaria) de lo que un buen
médico puede captar con sus sentidos.
f) Relato escrito de un sueño, un cuento y una película. Se
le pide al paciente que para la próxima entrevista traiga escrito un
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sueño que recuerde, algún relato de la infancia y una película que
le haya impactado mucho. En estos relatos escritos surge habitual-
mente la dificultad fundamental con la que biológicamente está
enfrentado el sujeto.
Luego que hemos construido esta historia clínica que llamamos
psicobiografía, desarrollamos el segundo elemento del abordaje
psicobiológico que llamamos:
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perar ese obstáculo. En el curso de otros millones de años, algunos
seres lograron elaborar células que estaban capacitadas para captar
el oxígeno del aire y ya no del agua y pudieron transmitir esa mu-
tación genética a sus descendientes, logrando así crear un nuevo
órgano que se llamó pulmón y anulando el viejo órgano que se
llamaba branquias. Esos animales fueron los anfibios que luego se
convirtieron en reptiles y luego en aves y por último en mamíferos
que es lo que somos actualmente. El narrarle esta ficción biológica
es la primera intervención del terapeuta y debe ser realizada con
capacidad de transmitir la relación que va a empezar a existir entre
su enfermedad y el origen embriológico de este órgano. Se debe
dejar claro de entrada que este origen (la amenaza a su supervi-
vencia por no captar oxígeno) está ligado a la respuesta actual del
pulmón. Esta primera relación que le propone el terapeuta al en-
fermo lo ubica en una manera distinta de entender lo que le pasa.
Poco a poco le irá dando sentido a cada suceso de su cuerpo y de
su vida. Y es este sentido el que le permitirá darse cuenta de que
está envuelto en una situación que nada tiene que ver con lo que
el conocimiento médico le propone. Que esa situación tiene una
lógica que él puede resolver si le ayudan a entender las leyes que
sostienen esa lógica.
b) Ficción animista. Aquí se le propone al paciente ante una
silla vacía o ante un dibujo, que le diga al órgano enfermo lo que
él siente por su presencia. Que le exprese abiertamente sus senti-
mientos. El terapeuta debe ser capaz de escuchar lo que dice el pa-
ciente poniéndose en el lugar del órgano para luego establecer un
dialogo. Este lugar es el de la función biológica, es decir de lo que
el órgano está capacitado para hacer. Por ejemplo, a un paciente
con hepatitis C se le pide que le diga a su hígado lo que siente por
él. Comienza diciendo “Me haces mal. No tiene sentido que te
inflames y te llenes de cicatrices. Debes curarte, y así podremos
sentirnos bien los dos.” El terapeuta debe conocer la función del
hígado y al escuchar al paciente debe contestarle desde la lógica de
esa función. Una respuesta posible sería: “¿no piensas lo que dices?
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Yo trabajo todo el día tratando de depositar cada alimento y bebi-
da que incorporas. Y lo hago para que tengas reservas y las puedas
usar cuando las necesites. También fabrico bilis para que puedas
digerir mejor lo que te tienes que tragar. Todo lo que es tóxico
pasa por mí y lo convierto en algo que pueda convivir contigo.
Vivo valorando lo que te puede o no servir aunque a ti eso no te
interese. ¿Por qué no te preguntas por tus excesos? Y no te hablo de
la alimentación. Piensa en tus ideas. ¡Tienes tantas que he tenido
que agrandarme para guardarlas!”
Lo que propone el terapeuta en esta respuesta es que el paciente
empiece a conocer la voz de la biología ya que a él nunca le ha pre-
ocupado. Solo ha estado interesado por sus propias necesidades sin
tener en cuenta que el órgano ha sido descuidado. El paciente ha
ignorado el sentido biológico de su organismo. Ha creído hasta el
momento de enfermarse que sus órganos son independientes de su
vida y que él puede hacer cualquier cosa que nunca va a repercutir
en su cuerpo. El terapeuta le propone una segunda relación en el
conocimiento del órgano enfermo. Si la primera fue la ficción em-
briológica (la enfermedad como rememoración de un momento
histórico), la segunda relación es una ficción animista en donde
el órgano es un ser vivo que se queja del uso que el paciente le da.
Aquí se le proponen todas las metáforas que como seres vivos los
órganos pueden representar.
Es a partir de estas dos ficciones, la embriológica (o evolutiva) y
la animista (o de denuncia biológica) que comienza la resignifica-
ción de la enfermedad. Y es aquí que el aporte de Hamer se hace
necesario.
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El conflicto biológico
Para la Nueva Medicina, la enfermedad es siempre originada
por lo que Hamer llama conflicto biológico; es decir, la insatisfac-
ción de una necesidad biológica. Habitualmente el paciente llega a
nuestra consulta con el diagnóstico médico ya realizado. Nuestra
preocupación está dirigida a conocer qué necesidad biológica está
cuestionada en la enfermedad. Para ello contamos con el órgano
enfermo, la hoja embrionaria a la que pertenece y el conocimiento
de las necesidades biológicas esenciales para la supervivencia. Si
el que nos consulta viene con el diagnóstico de un sarcoma en la
pierna, los tres elementos que aparecen rápidamente son el mús-
culo (órgano enfermo), el mesodermo moderno (la hoja embriona-
ria afectada) y la autovaluación (como necesidad cuestionada). Es
como si el diagnóstico médico ya nos permite ver en un pantallazo
lo que debemos trabajar. El sarcoma es un tumor del tejido de sos-
tén y en este caso diremos que es del músculo, por lo cual sabemos
que el conflicto se refiere a esa estructura del cuerpo. Los músculos
son las capas de tejido que cubren en este caso a los huesos de la
pierna y los defienden de la agresión directa. Ellos desarrollan la
fuerza, la potencia que expresará la pierna en el movimiento. Lo
hacen a través de un juego dual de tensión y relajación manifes-
tando así una flexibilidad que les permite el desplazamiento. Así,
ante un sarcoma de la pierna ya aparecieron en primera instancia
temas fundamentales como el desplazamiento, la fuerza, la defen-
sa y la polaridad.
Inmediatamente agregamos a esta primera evaluación, la hoja
embrionaria a la que pertenece el tejido afectado. En este caso, el
músculo nace en la hoja embrionaria mesodérmica moderna que
va a crear a todos los tejidos de sostén, es decir, los músculos, los
huesos, los cartílagos, las arterias, los ganglios, el tejido conecti-
vo. La palabra “sostén” comienza a tomar un sentido importante
junto a todas las otras palabras que ya hemos ido nombrando. Se
está generando un nuevo lenguaje de la enfermedad. Ya no es un
sarcoma de tejidos blandos ahora es una masa que habla del sostén
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de la persona, de su flexibilidad, de su capacidad de defensa, de su
movimiento o inercia en la vida.
Ahora agregamos el tercer elemento que es la necesidad biológi-
ca cuestionada, que en este caso, según la quinta ley de Hamer es
la de “estructura o autovaluación”, es decir la necesidad biológica
que apareció en la historia de los seres vivos cuado éstos se hicieron
bípedos. Al pararse, toda su estructura vertebral se modificó para
lograr una ventaja en el camino de la supervivencia. Sus miembros
anteriores se hicieron superiores y ya no fue necesario ser arborí-
cola (desplazarse entre los árboles) sino terrestres. Esto condicionó
una nueva forma de existencia que determinó entre otras cosas que
los miembros inferiores cumplieran la función de sostener el resto
del cuerpo. Hubo huesos que se hicieron más pequeños, otros más
finos y otros más curvos. El desarrollo muscular acompañó este
proceso y los músculos se hicieron más potentes desde lo distal a
lo proximal marcando la nueva arquitectura de la bipedestación.
Es estar bien parado, bien firme. Pero también es sostener el resto
de los órganos o en el caso de las arterias ser el continente o en el
caso de los ganglios, ser el filtro. Todas funciones que demuestran
una capacidad de estructura con objetivos y no de superposición
simple de funciones. La necesidad biológica presenta un objetivo
que siempre es sobrevivir y cuando esta necesidad biológica está
cuestionada es la estructura misma de la persona la que está en
peligro.
Es así que cuando abordamos el conflicto biológico ya estamos
proponiendo al paciente un sistema de signos a los que habrá que
significar y que en el caso del sarcoma de la pierna planteamos así:
Tejido afectado: potencia, movimiento, defensa, polaridad
Hoja embrionaria en juego: sostén
Necesidad biológica cuestionada: estructura.
El conflicto biológico implica resignificar cada uno de estos
operadores del lenguaje. No se trata de decirle al paciente “Usted
tiene un problema en defenderse y entonces su estructura se des-
morona”. No porque no sea cierto sino porque esa es una verdad
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que no le alcanza para curarse. Hemos hablado de construir una
ficción hecha de conocimientos y eso es lo que vamos a hacer.
El conflicto biológico es una oposición a la tendencia natural
por satisfacer una necesidad biológica. Para que el conflicto ocu-
rra, esta oposición debe tener ciertas características.
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La repercusión del sistema nervioso
Cuando la persona enferma, todo su sistema nervioso reacciona
según lo explica en su segunda ley el Dr. Hamer. En esta reacción
hay que considerar: a) el cerebro como ordenador de todo lo que
sucede en el organismo y en la percepción del entorno y b) el
sistema nervioso autónomo que actúa independientemente de la
voluntad del individuo provocando cambios en el funcionamiento
de los órganos.
La topografía cerebral
Hamer descubre que cada órgano y región del cuerpo tienen
una representación en el cerebro. Esto no es nuevo y ya se han
hecho varios mapas a lo largo de los siglos. Sin embargo, el trabajo
de Hamer es producto de lo que ningún científico debe dejar de
lado, la observación. Es de allí que él logra plasmar un mapa abso-
lutamente coherente con su teoría en donde el tejido endodérmico
(tubo digestivo) se refleja en el tronco cerebral, el tejido meso-
dérmico antiguo (mamas, dermis) en el cerebelo, el tejido meso-
dérmico moderno (huesos, músculos) en la sustancia blanca que
rodea a los ventrículos y el tejido ectodérmico (piel, conductos) en
la corteza cerebral. Estos mapas surgen de relacionar las distintas
enfermedades con la repercusión cerebral que puede observarse en
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las imágenes que se toman del cerebro (tomografías). Es un trabajo
de muchos años y que nos permite abordar al paciente desde lu-
gares que nos ayudarán a entender lo que le sucede. Al mirar una
tomografía, podemos detenernos en observar si está trabajando
con su hemisferio dominante o si tiene constelaciones inter hemis-
féricas que le impiden hacerlo. Leer una tomografía es un trabajo
muy delicado pero si se tienen algunos datos de orientación, nos
puede ayudar a saber que debemos hacer.
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dice es que la neurona no puede hacer cáncer porque es una célula
que es incapaz de reproducirse y que muchos tumores que apare-
cen en el cerebro son reproducciones de la glía por la reparación
que sucede luego de la fase de conflictolisis. Como teoría esto es
mucho más aceptable que la teoría de las metástasis como célula
de un tejido primario (mama por ejemplo) que entra al cerebro y
se reproduce como célula mamaria allí. No debemos descartar la
posibilidad de que cadenas de información (de ARN) lleguen a
ciertas zonas del cerebro con afinidad con el tejido neoplásico pri-
mario (las zonas que Hamer describe) y allí reproduzcan células
afines al tumor primario. Esta posibilidad une a las dos teorías y
explica por un lado porqué las llamadas metástasis aparecen en
las zonas que Hamer indica como representante del órgano pero
por otro lado da respuesta a la positividad de las reacciones inmu-
nohistoquímicas y de los marcadores tumorales que relacionan el
tejido primario con la llamada metástasis cerebral.
Lo cierto es que sean metástasis, reacciones de fibrosis o in-
formación, las lesiones si son grandes y con importante edema
comprometen la vida del paciente en la mayor parte de los casos.
En la teoría de Hamer el destino de esas lesiones depende de la
no reactivación del conflicto y del volumen del mismo (masa con-
flictual) ya que si se reactiva o la masa es muy grande, el destino
es continuar creciendo y comportarse como un tumor invasivo. Si
en cambio, el conflicto ya se solucionó y la masa o la ubicación de
la lesión no es peligrosa, este foco no va a traer complicaciones y
solo hay que esperar.
Para la teoría de las metástasis, el tumor que aparece en el cere-
bro y no es primario, siempre es destructivo e invasor (ya que son
células de crecimiento rápido) y solo se puede paliar esa situación
por un breve tiempo. Así se usa la quimioterapia, la cirugía y la
radiación con estos fines. Si la célula llegó al cerebro ya puede estar
en cualquier otro lado y el fin es cercano.
Nosotros adherimos a una teoría que concilia ambas posibilida-
des. Los focos de cicatrización existen y es importante no reactivar
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el conflicto con tratamientos invasivos. La posibilidad de que sean
células similares a las originarias transmitidas por información nos
aboca por un lado a no descuidar el conflicto primitivo aún cuando
la lesión en ese órgano ya no sea preocupante. Y es necesario detener
esa información. También proponemos lesiones primarias en cere-
bro por conflictos que desbordan la capacidad de solucionarlos in-
telectualmente. Cuando ello ocurra, aparecerán tumores cerebrales
en la zona que corresponde al conflicto que no se puede solucionar.
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conmueva las raíces mismas de la atención en salud. Debemos
convertirnos en soportes capaces de encauzar la desarticulación
entre los órganos y la voluntad del paciente. Para ello hay que
partir de dos elementos fundamentales: respetar al otro y desear
lo mejor para su vida. No somos los dueños de la vida de nadie ni
tenemos la verdad absoluta sobre nada. Somos profesionales de la
salud que poseemos algunos instrumentos que pueden ayudar a
algunos y no siempre a todos.
Contener al enfermo es darle seguridad y esperanza. Es ense-
ñarle a resonar con nuestra intención de ayudarlo, es decir, no-
sotros debemos partir de que el encuentro con el paciente tiene
un primer objetivo que es ayudarlo a salir de su sufrimiento. Esa
debe ser siempre la actitud del médico y nunca la debe reemplazar
ni con promesas de curación ni con la indiferencia de los que no
quieren comprometerse con el dolor del otro. La seguridad del pa-
ciente surge de la seguridad del médico (primer pilar de la eficacia
del sistema médico) y si éste no la tiene, no puede esperarse que
la tenga el paciente. Esta seguridad es fruto no solo del saber del
médico sino de la creencia en su saber y ante enfermedades en las
que la medicina fracasa frecuentemente (el cáncer por ejemplo) es
difícil mantener esa creencia. Es por eso que la propuesta médica
siempre debe partir de la humildad y no de la soberbia de creer que
aporta una curación que muchas veces no ocurre. La ayuda siem-
pre puede ocurrir y muchas veces es el primer paso de la curación.
Al entender desde la psicobiología que la enfermedad es una
expresión del organismo en donde se juegan historias de gene-
raciones anteriores y sucesos actuales que se encuentran con esas
historias, está claro que es el propio paciente quien debe aprender
a articular esos encuentros y por ende la acción del médico, de los
medicamentos y de la tecnología médica es exclusivamente una
ayuda y nunca lo determinante de una curación. Pero esa ayuda es
fundamental para que el enfermo encuentre el cauce necesario que
lo haga salir del miedo al fenómeno (el cáncer) y le permita ver el
poder que tiene sobre los determinantes de ese fenómeno.
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A veces es necesario ofrecer mucho tiempo en explicar lo que
ha originado el cáncer. Allí aparece el segundo pilar de la eficacia
de la medicina psicobiológica, que es la creencia del paciente en el
saber del médico. Esta surge de la relación que se construye en las
sucesivas entrevistas y es por eso que cada etapa de las que vimos
anteriormente debe ser elaborada con el cuidado de un artesano
que está construyendo su obra. Cada paciente es una obra para
el médico y de acuerdo a como se construya así serán las impli-
cancias de esa obra. Se debe escuchar con el respeto que su sufri-
miento merece y no se debe apurar ninguna respuesta que pueda
generar dudas o miedos. Cada palabra del médico es un acorde
perfecto y cada entrevista debe ser trascendente para ambos. Para
el paciente debe significar más seguridad y más serenidad. Para
el médico, mayor humildad y comprensión sobre los misteriosos
caminos que la vida ofrece.
La descarga de la tensión
Vimos que el DHS que desencadena la enfermedad genera un
exceso de tensión en el órgano que no puede descargarse. Obser-
vemos un modo de descarga.
La descarga psíquica
La idea de la descarga psíquica es articular sucesos recordados
con pensamientos distintos. El sujeto tiene articulado esos sucesos
con pensamientos que ocurrieron luego del hecho. Esos pensa-
mientos no le han permitido la descarga representacional y de-
ben ser reemplazados por otros pensamientos que aparezcan con
efecto de liberación de tensión. Es decir, que en el momento que
aparecieron, los viejos pensamientos no fueron capaces de otorgar
descarga de tensión. Ahora hay que hacer aparecer pensamientos
con esa capacidad. Esto se logra con intervenciones del terapeuta
en el discurso del paciente. Un varón de cincuenta años con un
cáncer de recto me dijo que él creía que su enfermedad se debía
a que en esa zona se iban juntando todas las cosas que tenía que
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eliminar de afuera hacia adentro. Cunado le dije que había come-
tido un lapsus y acoté que si se trataba de eliminar tenía que ser de
adentro hacia fuera, se molestó y dijo que eso no era un lapsus. Su
molestia se fue acrecentando hasta que le dije con ánimo de apaci-
guamiento: “Bueno, quizás su manera de eliminar sea incorporar”.
Su furia desapareció y acotó luego de un tiempo “Claro, cuando
mi mujer me cagó yo la eliminé así”. Este tipo de articulaciones
entre sucesos que tienen que ver con la enfermedad y nuevos pen-
samientos permiten descargas de tensión como se demostró con la
furia y la rápida salida de ella del paciente.
Hay muchas otras maneras de descargar tensión, como ciertos
movimientos oculares o golpeteos por ejemplo, pero es necesario
entender que la descarga debe ir acompañada de representación
psíquica articulada con el suceso desencadenante de la enferme-
dad. Todo lo que diga el paciente debe ser articulado por el tera-
peuta con la enfermedad del paciente. Veamos los tres modos de
descarga psíquica:
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posteriores sin descarga. Hay que evitar que esto continúe
porque el repetir esta historia acentuará los síntomas más
que aliviarlos, porque reforzará una articulación sin descar-
ga y al representarlo la tensión aumentará. Es mucho más
frecuente que el paciente relate hechos que claramente están
relacionados en el tiempo con la aparición de la enfermedad.
Separaciones, decepciones, mudanzas, fallecimientos, pérdi-
das, son hechos que han ocurrido poco tiempo antes del
diagnóstico de la enfermedad. Es importante escucharlos y
escribirlos literalmente como los dice el paciente. En su rela-
to y no en el hecho en sí, está la clave de su articulación con
la enfermedad. Hamer nos ha dado elementos valiosísimos
para entender esta articulación, tales como la embriología y
el sentido biológico. Un paciente con cáncer de hígado re-
lataba su pelea con su hija de veinte años que lo acusaba de
hechos que él no había cometido y valoraba esto como la in-
tervención de su ex esposa. Es allí que es necesario recuperar
el lenguaje del órgano y expresarle con firmeza que el hígado
es el órgano que más trabaja con la valoración de lo que le
llega. Allí decide qué es lo que va a depositar como reserva y
qué es lo que va a desprender como energía. Si hay un tumor
es porque esa valoración no se pudo hacer porque justamente
en esa pelea se desbordó la posibilidad de valorar lo que esta-
ba ocurriendo. Luego él asoció el hecho a la separación con
la madre de su hija y la tensión celular no pudo descargarse.
Hay que resignificar la pelea y llevarla al terreno biológico.
El tumor está en la biología y se soluciona en la biología.
b) La solución biológica. Hamer piensa que es la única solu-
ción que existe. Obedece a un programa de supervivencia y
habitualmente se manifiesta en forma espontánea si no se
obstruye su evolución. Un conflicto biológico es aquel que
genera cambios en un órgano y una solución biológica es
aquella que repara los cambios que el conflicto ha provocado
en el órgano. No se trata ni de palabras ni de intenciones.
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Solo de permitir que la naturaleza obre. Podemos decir que
si el conflicto biológico que desencadena la enfermedad es la
insatisfacción de una necesidad biológica (nutrición, repro-
ducción, defensa, autovaluación y comunicación), la solu-
ción biológica es la satisfacción de esa necesidad o el cese de
su insatisfacción. Esto último puede darse por el transcurso
del tiempo o por la aparición de nuevos conflictos biológicos
que desplacen a los anteriores.
Desde la MPB proponemos que la solución biológica pasa
por la asunción de los roles biológicos (territorial y predador)
y por la realización de actos de supervivencia que llamamos
arquetípicos (apaciguamiento, sometimiento, ataque y huí-
da). Los mismos se trabajarán en los capítulos correspon-
dientes.
c) Los ejercicios de resignificación. En este momento del
abordaje se introducen ejercicios que tratan de ligar los su-
cesos vividos a soluciones imaginarias adaptando en parte
las técnicas del trauma desarrolladas por Levine y el ensue-
ño dirigido de Desoille. Se le pide al paciente que se relaje
y luego de introducirlo en técnicas respiratorias se lo dirige
a imaginar que se encuentra en una situación semejante a la
que vivió. Es importante que el paciente no tome concien-
cia de la semejanza de tal situación. Por ejemplo si lo que le
ocurrió es la pérdida de un ser querido se le hace imaginar
que se encuentra manejando en la ruta plácidamente y al
doblar se encuentra con un camión a toda velocidad que lo
chocará de frente. El ejercicio tiene varias partes. La prime-
ra es concentrarse en el órgano enfermo y tratar de sentirlo
o tener alguna percepción imaginaria de él. Describir esa
percepción con palabras propias (apretado, vacío, doliente,
vibración) y a la vez observar alguna otra zona del cuerpo
que guarde relación con el órgano enfermo; por ejemplo, en
el caso de los pulmones, la nariz; en el caso de los ovarios,
las mamas; en el caso del colon, la boca. En estado de relaja-
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ción se describen ambas zonas. Luego se aborda el momento
traumático cuya escena se elige de acuerdo a los elementos
aire, tierra, fuego, metal y madera. Se le pide al paciente que
vivencie lo que siente en las zonas anteriormente percibidas
(el órgano enfermo y la zona relacionada). Ese momento
suele ser de gran angustia pero se le da seguridad en todo
momento que él lo puede solucionar. Luego se le pide que
le dé una solución mágica al momento traumático. Es im-
portante que no sea una solución lógica ya que no tendría
eficacia simbólica. Saldrá volando, un ángel lo rescatará o
se convertirá en humo. Eso lo decide él. Luego de superado
el momento traumático se le pide que vuelva a sentir las
zonas elegidas y las describa. Se lo conduce a relajarse y una
vez concluido el ejercicio se abordan los recuerdos que van
surgiendo.
Este ensueño dirigido intenta articular los sucesos vividos
por el soma con nuevos significados que puedan descargarse
como representantes psíquicos. Es una técnica muy útil en
ciertos momentos del abordaje terapéutico para no convertir
éste en una conversación. Estos ejercicios se van repitiendo
en la medida en que sean necesarios para producir la descar-
ga que buscamos.
Hay muchas otras técnicas de desensibilización y reprogra-
mación como la EMDR que pueden ser de gran utilidad.
Una vez abordada la descarga psíquica de la tensión celular,
debemos abocarnos al rol biológico y a las estrategias de su-
pervivencia.
4) La posición biológica.
Hemos dividido los roles biológicos del enfermo en dos: a)
la posición territorial; b) la posición proveedora. A su vez, las
enfermedades, correlativamente a la posición biológica del
enfermo se dividen en a) territoriales (localizadas, sin metás-
tasis) y b) predadoras (sistémicas, con metástasis).
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Esta división nos permite utilizar estrategias diferenciales
para cada persona y cada enfermedad. Recordemos que la
posición territorial es la de aquel que busca reconocimien-
to, identidad, ubicación en su lugar de vida. La del pro-
veedor es la de aquel que necesita tener para dar porque
su posición existencial es individualista y no necesita el re-
conocimiento de los demás. Esto ya lo hemos visto y por
supuesto que todos tenemos ambos rasgos pero los que son
determinantes son aquellos que empleamos ante los obstá-
culos y las crisis.
Una de las formas de esclarecer este núcleo existencial es
pedirle al paciente que relate espontáneamente un cuento
que recuerde de su niñez, un sueño que haya tenido y una
película que lo haya impresionado. Con estos elementos ac-
cedemos rápidamente a su posición biológica.
Una paciente de 30 años con cáncer de ovario relató el si-
guiente cuento: “un pajarito de plumas tornazoladas hacía
las delicias de un hombrecito al que le cantaba en su altillo.
Pero pronto el ruido de la ciudad fue creciendo y el pájaro
ya no se escuchaba. El hombrecito construyó una cerca para
que el ruido no llegara pero no sirvió y el pájaro fue silen-
ciándose hasta que no cantó más. El hombrecito pintó un
cartel en donde pedía a los hombres que dejaran de hacer
ruido y esto sí surtió efecto porque alguien lo vio y así con-
venció a los demás que dejaran cantar al pájaro.” Por todos
lados, en el cuento, surge la búsqueda de ayuda y de recono-
cimiento. Veamos el cuento de un proveedor. “Cuando era
chico tenía un sueño que era repetitivo. No recuerdo cuantas
veces lo soñé. Tenía que cruzar desde un edificio hacia otro,
desde una altura considerable, hacia otro edificio distante
varios metros del primero a través de un cable, caminando
por él, haciendo equilibrio y esto me generaba mucha angus-
tia”. En el sueño él está solo. No le importa irse de su lugar.
Lo que importa es lograr, tener.
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Las Claves para Curar 2da Prueba.indd 213 30/08/2010 09:37:14 a.m.
En la psicobiografía ya trazamos un perfil caracterológico
del individuo que completamos con los relatos citados. Entre
ambos trazamos el rol biológico.
Además de saber que posición biológica tiene el enfermo es
importante observar qué posición desarrolla en su enferme-
dad. Si tiene un cáncer con lesiones en varios órganos, su
comportamiento es predador aún cuando siempre se com-
portó como territorial. Si tiene una enfermedad localizada
con una conducta biológica proveedora (esto es mucho más
difícil que ocurra) se lo debe tratar como territorial.
El abordaje según la posición biológica nos permite utilizar
estrategias de apaciguamiento o sometimiento en caso de si-
tuaciones territoriales y estrategias de ataque o huída en caso
de situaciones predadoras. Recordemos que las estrategias
de apaciguamiento incluyen la inmovilidad, la lateralidad
y el agachamiento. Las metáforas somatopsíquicas de ellas
son el reposo (fundamental por ejemplo en una osteólisis), la
no confrontación con la fuente de conflictos y la humildad
ante la situación que está viviendo. Las estrategias de some-
timiento son las de aseo, alimentación y las sexuales. Las
metáforas somatopsíquicas de ellas son los actos de servicio,
los ayunos y la abdicación. Todas estas estrategias implican
dar un claro mensaje a los programas de supervivencia que el
conflicto ha cesado y no se busca reactivarlo. Cuando la en-
fermedad es localizada y asienta claramente en una persona-
lidad territorial es importante acceder a estas estrategias que
actúan como códigos de inactivación de los programas cere-
brales de enfermedad. Un paciente con gastritis debe dejar
de comer ciertas cosas y eso es ya un mensaje claro de apaci-
guamiento a las células que denuncian el ataque territorial.
Pero es indispensable que no se confronte en luchas laborales
o familiares y que aprenda cierto ejercicio de la humildad.
En muchos casos hasta es necesaria la plena abdicación de su
rol y el sometimiento a una figura de autoridad.
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Cuando la enfermedad es predadora, como en el cáncer con
secundarismos o las enfermedades sistémicas como el sida y
el lupus, la estrategia de supervivencia debe ser de ataque o
huída ya que no hay posibilidades de apaciguamiento ante
un predador. La enfermedad, en este caso, actúa como un
predador sobre un cuerpo que es presa. La estrategia de ata-
que puede estar simbolizada por la producción de un nuevo
suceso sorpresivo, dramático y vivido en soledad (DHS) que
amenace la función del órgano enfermo y por confrontación
le haga recuperar el sentido de supervivencia que el órgano
ha perdido. También por otros modos que ya abordaremos.
La huída desde el punto de vista de la MPB es la construc-
ción de un lugar seguro.
Debemos dejar claro que la posición biológica es algo que
ninguna medicina considera y que creemos un aporte fun-
damental para realizar una terapéutica basada en criterios
lógicos y no cegados por sistemas que no tienen en cuenta las
individualidades de las personas. Una quimioterapia puede
matar en pocos días a una persona territorial ya que significa
un claro mensaje de ataque a alguien que necesita conciliar
todo en su vida.
La recuperación del rol biológico y la realización de los actos
arquetípicos son la base para la desarticulación del conflicto
biológico. Son un complemento imprescindible al acto con-
creto que propone Hamer (separación, maternidad, nuevo
trabajo, regresos, etc.) o al acto de decodificación que pro-
ponen otros (repetición en el oído de la verdad, articulación
con los conflictos de la primera edad, comprensión de la re-
petición de una historia familiar). Sin la recuperación del rol
biológico y la realización del acto arquetípico, no se puede
sostener la curación psicobiológica.
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5) El mandato familiar.
6) Los conflictos programantes.
7) La etapa desencadenante.
8) Los mandatos sociales.
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Si pudiéramos reemplazar la línea por una sinuosidad atravesa-
da de vectores, nos aproximaríamos a lo que ocurre. Y esto ocurre
así por la existencia de factores que todos los investigadores hemos
descubierto. Los han llamado rieles secundarios, memoria del clan
o mandatos generacionales. También paradigmas vigentes, falta
de consenso colectivo, emergentes del sistema, mandatos incon-
cientes. La lista es interminable. Pero todos ellos actúan para que
esa linealidad solo sea excepcional. Mientras tanto, los órganos,
ya sea a través de pequeños grupos celulares que hemos llamado
pedazos o por interconexiones entre los distintos programas de
supervivencia, pareciera que jugaran en contra del proceso de la
curación.
Somos un abordaje recién nacido pero se nos pide que logremos
lo que abordajes centenarios no solo no logran sino que alejan a la
humanidad cada vez más de un concepto coherente de salud.
Estamos expuestos a todas las críticas. Desde ser farsantes a con-
vertirnos en un peligro para la humanidad. A cambio de esta ex-
posición, los médicos que realizan intervenciones mutiladoras que
convierten al ser humano en un animal de laboratorio son consi-
derados “sabios”. La utilización de fármacos que nadie en su sano
juicio tomaría, es reivindicada como la excelencia de la investigación
moderna. La posición sádica de algunos médicos y otros profesio-
nales de la salud en aventurar semanas de vida para alguien frente a
familiares que los aman, es juzgada como una actitud madura y ne-
cesaria. El manejo fraudulento de algunas estadísticas es silenciado
por las asociaciones médicas que se ocupan de la ética profesional.
Sin embargo, abordar al paciente como un ser vivo, con necesida-
des que han sido cuestionadas, con una historia que debe ser con-
siderada, no genera ninguna atracción para el sistema médico. No
planteamos dejar de usar todo y reemplazarlo por hierbas e imposi-
ciones de manos. No somos terroristas por elección. Solo queremos
ser escuchados y sumar a lo que ya se hace. Pero que también se nos
permita la crítica de lo que se hace. Venimos a ofrecer una visión
distinta de la enfermedad. Sabemos que debemos convivir con si-
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tuaciones que rechazamos abiertamente pero pretendemos que esas
situaciones puedan cambiar a partir de lo que ofrecemos.
Es por esto que trabajamos con la medicina convencional y no
contra ella. Asimilando que así como muchas de las cosas que de-
cimos y hacemos son criticadas, podemos cambiarlas si sumamos
esfuerzos. Es seguro que hay muchos errores en nuestra teoría y en
nuestra práctica. Pero también hay errores en la práctica de la me-
dicina convencional. Sus métodos no resisten la prueba científica
en absoluto. La mayor parte de los medicamentos que se dejan de
usar no lo hacen por la aparición de sustitutos mejores sino por su
falta de eficacia. Y sin embargo son aprobados y publicitados. Si
comparamos esto con la práctica de la acupuntura que lleva miles
de años y se sigue haciendo con éxito, deberíamos reflexionar so-
bre ello.
En este sentido, curar pasa también por aliviar, acompañar,
permitir elecciones saludables, educar.
Es por eso, que decidimos trabajar “junto a” y no “contra a”.
Creemos que si seguimos ejerciendo el sano derecho de la crítica y
el coraje de educar, los cambios se irán produciendo a pesar aún de
los mismos instrumentos médicos que hoy se utilizan.
Cada profesional debe tener el derecho de aplicar sobre el pa-
ciente que lo eligió, lo que él cree mejor para su vida. Que existan
instituciones oficiales o privadas, que ignoren o descalifiquen esos
instrumentos, no debe ser obstáculo para que el profesional, con
los límites adecuados, investigue fuera de lo que proponen esas
instituciones.
Hipócrates creó el tercer elemento de la relación médico pa-
ciente, permitiendo que ese elemento sea un objeto de estudio.
Ese objeto que es la enfermedad, desalojó al sujeto de la relación
entre él y el médico. La medicina moderna ha creado un cuarto
elemento, que si bien siempre existió, nunca tuvo el rango actual.
A ese cuarto elemento lo podemos llamar el instrumento médico.
Llámese medicamento, biopsia, resonancia, test de HIV o tomo-
grafía de cráneo. El más poderoso de todo es seguramente el ins-
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trumento químico. Parece ser la salvación de la humanidad. Solo
a través de él, lograremos la curación.
Sin embargo, hay instrumentos más poderosos que los medica-
mentos. A ellos los llamamos los miedos, las creencias y las formas
tóxicas de relacionarnos. Quizás ese sea el futuro de la medicina.
Mientras tanto, debemos seguir sosteniendo la probabilidad de la
cura a pesar de todo.
Conclusiones
Como estamos viendo, el abordaje de un paciente desde la
MPB, necesita de varios operadores. No se trata de descubrir un
conflicto o suceso desencadenante y decirle lo que debe hacer para
curarse. Hay que escuchar al paciente, leer sus órganos, su cuerpo
y sus grupos celulares enfermos. A partir de allí, desarmar la his-
toria familiar y proponer acciones claras que aseguren la supervi-
vencia sin fabular sobre grandes cambios existenciales cuando su
vida está en peligro.
Abordar un paciente es trabajar sus bordes que están hechos
de carne pero también de ideas, sentimientos y recuerdos. Solo
desde esos bordes se podrá acceder a un trabajo terapéutico con
coherencia y que no nos haga olvidar que los médicos somos ayu-
dantes de los pacientes, no jueces de sus actos ni de verdugos de
sus emociones.
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Capítulo XXII
Estrategias terapéuticas
I) Las tres normas de la MPB
Teniendo en cuenta los operadores fundamentales, estas tres
normas siempre nos van a ayudar para encontrar la solución
a la enfermedad y el permiso para que se produzca la repara-
ción natural del organismo. Ellas son:
1) La norma del equilibrio. Se expresa con el siguiente
enunciado: cuando se recibe algo bueno se debe devol-
ver algo bueno pero un poco más; cuando se recibe algo
malo, se debe devolver algo malo pero un poco menos.
Surge de los textos de Bert Hellinger.
2) La norma de la regresión. La hemos llamado también
“ley biológica”. Es la siguiente: toda célula es una fuente
de tensión que si no se descarga en su objeto regresa a su
fuente y se descarga allí. Surge de los textos de Sigmund
Freud.
3) La norma de la sombra. La hemos llamado también “ley
existencial”: toda persona esta obligada a buscar lo que
desea ser y condenada a vivir lo que rechaza ser. Surge de
los textos de Carl Jung.
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embrionario es el mesodermo moderno cuya función es el
sostén. La función de los ganglios es según la teoría oficial
defendernos de los agentes extraños. Según Hamer, ellos son
tejido de sostén y se van a ver afectados cuando ocurran su-
cesos de autodevaluación. Podemos decir que el órgano no
logra una adecuada defensa o una adecuada autovaluación.
Teniendo en cuenta las normas de la MPB, algo recibió esa
persona que percibió como malo para su defensa o para su
valoración y no lo pudo equilibrar devolviendo algo menos
malo. La tensión celular no pudo descargarse y regresó a los
ganglios. Asimismo, eso que recibió y no pudo descargar
siempre lo rechazó y ahora lo está viviendo.
2) El sentido simbólico de la enfermedad. Al estar sujetados
al lenguaje, los seres humanos expresamos no solo un senti-
do biológico sino también simbólico, en donde lo que hace
el órgano está relacionado a las reglas del lenguaje. Aquí le
pedimos a la paciente que describa lo que para ella signifi-
can los ganglios en su imaginario. Que los dibuje e inclusive
muchas veces, proponemos un diálogo con ellos. Las metá-
foras que describió fueron: hinchazones, filtros, redondeles,
taponamientos y malignidad. Al dibujarlos, los hizo como
puntos negros redondeados sin conexión con nada. Al pedir-
le que les dijera algo, expresó que dejaran de hincharse y le
permitieran respirar mejor. Con su descripción, los dibujos
y el diálogo, la paciente habla de su cansancio de sostener
y filtrar (estar hinchada), de la ausencia de contención que
siente (los dibujos sin conexión) y de su posición ingenua
(ella le pide a los ganglios, como si ellos no fueran parte de
ella). Aquí se destaca el incumplimiento de la norma de la
regresión. La célula no puede descargar su tensión, porque
tanto el filtro como el sostén están desbordados.
3) El incumplimiento del mandato social. El mandato social
que debe cumplirse en los tejidos del mesodermo moderno
es “debes ser fiel a tu historia”. En la construcción de un acto
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terapéutico juega un rol muy importante la historia familiar,
la de los ancestros. En ella, vamos a encontrar sucesos que
tienen que ver con muertes, traiciones, injusticias, que pe-
san al momento de ser fieles a esas historias. Aquí, a partir
de una dramatización llamada constelación familiar, surgió
que su abuelo paterno se había suicidado luego de haber sido
traicionado por un amigo. Lo que se filtró del conocimiento
de esa historia es que el abuelo era un hombre de honor y
había sacado dinero de una empresa para la que trabajaba
para prestárselo a un amigo que lo necesitaba. Cuando éste
desaparece con el dinero, el abuelo se siente traicionado y sin
salida y decide matarse. En la dramatización, el personaje
del abuelo, le dice al personaje que representa a la paciente
que está orgulloso de ella. Es aquí que las normas de la MPB
sirven de iluminación. Cumplir el mandato social era: debes
pagar la traición con tu vida, o lo que es lo mismo “cuando
recibes algo malo (la traición), debes devolver algo mucho
más malo (la muerte propia)”. El mandato generacional es
“debes ser fiel a tu historia”. Si ella era fiel a su historia, debía
morir cuando la traicionaran. Debemos buscar en los suce-
sos desencadenantes si existió alguna traición. Si la hubiera
y la paciente se negó a morir por esa traición, el linfoma no
sería otra cosa que la denuncia celular por no haber cumpli-
do el mandato social de ser fiel a esa historia, que en el caso
de nuestra paciente era la obligatoriedad de la propia muerte
ante la traición. Con la enfermedad “maligna” se denuncia la
imposibilidad de cumplir con el mandato. Es necesario en-
tender que aquí se ponen en actividad claramente las leyes de
la regresión y de la sombra ya que la paciente, siempre vivió
ignorando la norma del equilibrio. Ella ante lo malo siempre
devolvió el bien. Al estar siempre en desequilibrio, algo pasó
para que un grupo de células (las que van a producir el lin-
foma) comience a denunciar que el mandato de la hoja em-
brionaria (debes ser fiel a tu historia) no ha sido cumplido. Y
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aquí se debe buscar en los sucesos desencadenantes y en los
conflictos primarios.
4) El lenguaje celular de denuncia. El lenguaje específico de
las células arquetípicas del mesodermo moderno es el poten-
cial ilimitado para dividirse, es decir, la posibilidad de seguir
reproduciéndose eternamente. Lo que se intenta continuar
es una historia y esta historia en particular contraría una
de las normas del equilibrio (devolver algo menos malo si
se recibe algo malo). En las enfermedades arquetípicas nos
vamos a encontrar siempre con este fatal desencuentro: es
imposible cumplir un mandato si no se está cumpliendo la
ley del equilibrio. Desde el desequilibrio, intentar cumplir el
mandato es siempre fatal. Desde el equilibrio, la fidelidad a
la propia historia encontrará una salida. Se podrá aceptar y
respetar la decisión del abuelo pero no seguirla.
5) Los hechos desencadenantes de la enfermedad. No siem-
pre esos hechos son brutales; muchas veces pueden ser no
concientes. Fechas, lugares, excesos. En el caso de nuestra
paciente había sucedido un hecho concreto. Su pareja la ha-
bía engañado y abandonado y ante ello, no tuvo ninguna re-
acción y cayó en el silencio. Ante la traición no se mató. Pero
además, instauró un nuevo desequilibrio ya que ante el mal
recibido, no devolvió nada. Y es este nuevo desequilibrio, el
que hace estallar la denuncia; como dijo la misma paciente,
la traición se paga con la muerte…de ella. Recordemos que
para que un suceso sea desencadenante de una enfermedad
arquetípica, debe siempre ocurrir en un momento o en una
posición en que un mandato social de ese órgano, no puede
cumplirse. Por alguna razón, es imposible su cumplimiento.
Sin esta asociación, jamás habrá enfermedad arquetípica.
6) Los conflictos primarios: son todos aquellos sucesos du-
rante la vida de la persona en donde fracasa en su intento de
responder al mandato familiar. En este caso, ese mandato,
habla de ser la garante de la vida de los otros. La respuesta
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ante ese mandato, en el linfoma, es ser siempre el garante.
Funcionar como la causa de la felicidad y el bienestar del
otro. Nuestra paciente, sentía que fallaba en esa respuesta
y cada vez que lo sentía, generaba un conflicto primario, es
decir, la base que hará posible que un suceso desencadenante
origine el linfoma. La célula acumula tensión en exceso; se
siente exigida ante el mandato. No instaura el equilibrio de-
volviendo algo menos malo sino que pretende, con su garan-
tía, devolver algo bueno. Se condena a vivir lo que siempre
ha rechazado: dejar de ser la que sostiene. Con el linfoma,
son los ganglios los que pasan a sostener.
La conciencia
Lo primero que debemos plantear es el cumplimiento de las
tres normas de la MPB. En base al trabajo anterior, se proponen
actos concretos, cotidianos y continuos de respetar esas leyes.
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lo que sucede. El objetivo de estas células es la autovalua-
ción que realizan de la situación del territorio que les toca
defender. Hamer dice que cuando se produce la percep-
ción de que no es posible defenderse (autodevaluación) las
células del ganglio se agujerean como un gruyere. Lo que
desaparece es el sostén, la capacidad de soportar. El creci-
miento del tejido de sostén y de los linfocitos se producirá,
según Hamer, cuando el paciente recupere su capacidad de
autorevaluarse. Según nuestra visión, no es esa capacidad
la que recupera el paciente cuando hace un linfoma sino
una compulsión a repetir y a copiar. Eso que repite y copia
es el mandato social y lo hace a través de una conducta de
denuncia que es el potencial ilimitado para dividirse. Hay
denuncia de incumplimiento del mandato: “no está siendo
fiel a la historia que se le ha concedido”. Eso se traduce en
todos los tejidos de sostén como: “copien cada célula con fi-
delidad y repitan esa copia eternamente”. Lo que nos permi-
te la “norma de la regresión” es expresar que es imposible la
supervivencia cuando existe un mandato que no se cumple.
Si la paciente hubiese cumplido ese mandato (debes pagar
la traición con la muerte) hubiese muerto tempranamente
(esto explicaría muchas muertes de niños que reciben las
imposibilidades de sus padres). Se negó a hacerlo pero alteró
con ello, la norma del equilibrio. Sostuvo esa posición hasta
que ocurrió un hecho que hizo que la tensión de las células
del ganglio fuera tan grande que solo pudiera descargar-
lo con un mecanismo evolutivo de regresión, el potencial
ilimitado para dividirse. Lo que se debe trabajar aquí es la
percepción de la valoración de lo que sucede. Aprender a
sostenerse. Lo que hacía la paciente era aguantar, soportar,
cargar. Similar al asno de la fábula, sucumbía ante un peso
que nunca pudo arrojar pero que ya no podía llevar. No
podemos dejar pasar que el diagnóstico era linfoma respira-
torio, es decir, que lo que se ponía en juego en la percepción
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del sostén y la autovaluación era la capacidad de tener un
espacio propio y permitir un intercambio y ninguna de las
dos funciones estaban logradas.
3) Norma de la sombra: lo que logramos ver desde esta norma
es la compulsión a repetir lo que se rechaza. En las enfer-
medades arquetípicas siempre se rechaza el mandato social
porque se percibe que es imposible cumplirlo. En el caso
de nuestra paciente, la historia del abuelo (que la paciente
había tomado sobre sí) hacía imposible repetir esa historia.
Y eso que rechazaba, era lo que se expresaba con una pre-
sencia permanente de células que se repetían y se copiaban.
En la norma de la sombra, lo que vemos es la imposición del
mandato social por haberlo rechazado. Es muy importante
entender que las historias de las personas son construccio-
nes en las que participan no solo la presencia y la historia
de otras personas sino tiempos colectivos, sincronizaciones e
influencias que la medicina no logra percibir como hechos.
Lo que pretendemos desde la MPB es darle cierta compren-
sión a esa construcción. Pero antes de llegar al rechazo del
mandato, iremos viendo todo lo que rechaza sin tomar con-
ciencia de ello. Todo el trabajo anterior nos irá mostrando lo
que no puede aceptar. Aquello que le produce miedo, que la
desborda y ya no se puede manejar ni intentando equilibrar
ni descargándose. En la atención flotante de lo que dice y no
dice el paciente tenemos que escuchar sus miedos. Pero si no
lo logramos, el lenguaje de la célula y del órgano nos lo dice.
Por un lado, el potencial ilimitado para dividirse nos habla
de no poder lograr una identificación con una función. Por
otro lado, el aumento de tamaño de los ganglios nos acerca
a una forma extraña de sostener los órganos. Ambas con-
ductas son extremas y parecen no humanas. Caricaturescas.
Absurdas. Estamos en el territorio de lo imposible, ese terri-
torio al que se accede solo cuando lo que se rechaza se hace
demasiado presente.
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Al encuentro de la metonimia
Es desde estos elementos que vamos a construir esa frase/ acto
que intenta trasladar el significado de la denuncia desde los pe-
dazos hacia el cuerpo. Sabemos que existe un grupo de células, a
las que hemos llamado pedazos, en donde existen órdenes inter
generacionales que llamamos mandatos. En el caso de los ganglios
esa orden es “debes ser fiel a tu historia”. Las células de nuestra
paciente están denunciando que esa frase, ese mandato no se está
cumpliendo. Un grupo de ellas, como respuesta a este incumpli-
miento, ha dado la orden de copiar fielmente una conducta capaz
de llevar a cabo esa denuncia. Esa conducta es la capacidad de
dividirse ilimitadamente, es decir, de repetirse, de copiarse, como
denuncia del incumplimiento de la fidelidad a la historia. Debe-
mos convertir esa frase de los pedazos en una figura retórica, en
otra frase que cumpla el mandato social sin poner en peligro la
vida del paciente. Aquí debemos entender que las historias fami-
liares muchas veces hacen imposible el cumplimiento de un man-
dato que es universal. El Ideal de supervivencia ha creado esos
mandatos para la especie humana, no para nuestra paciente y si la
historia de ella posee algo que impida la supervivencia propia si se
cumple el mandato, eso no es un motivo para que no se active la
denuncia del incumplimiento. Lo único que importa es la especie,
no nuestra paciente.
Lo que sucede es que las células no tienen otra información
que no sea la que han recibido de los individuos que portaron sus
genes o sus membranas. No hay historia universal sino personal.
Pero los mandatos son universales. Allí empiezan los problemas.
Si una persona tiene en su familia una larga historia de suicidios,
cumplir la fidelidad a la historia lo llevará al suicidio. No hacerlo,
lleva a la denuncia de los grupos celulares, que llamamos cáncer u
otra enfermedad arquetípica. Es la bolsa o la vida. Es un callejón
sin salida. Tan incluidos estamos en nuestra propia historia aun-
que vivamos creyendo que nuestra vida solo existe por nosotros
mismos.
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Es por eso que los médicos debemos aprender a ser poetas. A
convertir una frase que destruye en una frase que construye. Las
células tienen una información y ella es fatal: “debes ser fiel a tu
historia”, es decir, “la traición se paga con la muerte”. La norma
del equilibrio nos ayuda a construir la metonimia, la frase cu-
rativa: “Soy fiel al honor de mi abuelo y pago la traición con la
denuncia pero sigo viviendo”. La norma de la sombra también me
ayuda: “dejo de rechazar las leyes del equilibrio y me confronto
con él para ser quien soy; dejo de rechazar el todo que soy y acepto
que formo parte del todo”. Por último, la norma de la regresión
también nos ayuda: “No debo repetir la historia y cargar con ella.
Debo ser fiel a ella y evaluar lo que puedo sostener, haciéndome
responsable de mi vida, no de la de mis ancestros”.
Una vez que se han construido estas nuevas frases, se las intenta
convertir en actos.
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3) Puedo ser fiel a mi historia pero siempre evaluando mi
responsabilidad y dejando de cargar con lo que no me
pertenece. El trabajo de la constelación familiar es relevante
pero debe completarse con un acto de cierre de esa carga. Un
ejemplo sería realizar un acto de egoísmo, a conciencia y sin
que me perturbe.
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Lo que está en juego aquí es la aceptación. Puede ser que el pa-
ciente no acepte algo o que no acepten algo del paciente. Y eso que
no se acepta se vive como una presa, como un bocado, es decir,
como algo indispensable para la supervivencia. En las lesiones del
endodermo (pulmón, intestino y páncreas por ejemplo), hay una
vivencia de no ser aceptado o de no aceptar. Es muy frecuente en
las relaciones entre padres e hijos que éstos critiquen a sus padres o
que los padres vean en sus hijos obstáculos para su supervivencia.
O la vivencia de tener un superior al que no se puede asimilar. Un
hombre o una mujer pueden tener esta vivencia con su pareja.
El trabajo con estas vivencias lo hace el niño mágico, que ve lo
que los otros no ven, permitiendo salir de la dialéctica en la que el
paciente está entrampado y relacionarse con aquello del otro, que
hasta ahora no ha visto. Es el niño mágico el que ve en los otros lo
que ni siquiera ellos ven, dándole al paciente una conciencia que le
permite aceptar sin rechazo alguno, la relación con el otro.
En el caso del páncreas, por ejemplo, hay una vivencia de que
uno es acusado de llevarse la mejor parte. O por el contrario, uno
ve que el otro importante, se quiere llevar la mejor parte (el bo-
cado). El niño mágico permite la conciencia de juego. Esa es su
característica destacada. La desdramatización y la búsqueda de la
mutua supervivencia a partir del juego. Llegar a comprender la
interdependencia con inteligencia y con alegría. Al tratarse de la
presa, la vivencia es “ella o la muerte” y el juego permite superar
esa vivencia. Ya no hay acusación de quien se quiere llevar la mejor
presa, sino búsqueda verdadera del bienestar común.
El acto arquetípico a través del niño mágico es jugar con
el concepto biológico de la incorporación, asimilación o eli-
minación y la amenaza a la supervivencia por obstáculos en
esas tres funciones. Debemos entender que lo que llamamos en-
fermedad es un hecho biológico y si pretendemos suspender una
denuncia biológica, lo debemos hacer con conceptos biológicos. El
niño mágico debe trabajar con los conceptos biológicos de presa y
de asimilación.
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En el caso del pulmón el bocado es el aire y éste por ser in-
dispensable en forma inmediata (si no se respira, se muere), se
relaciona a vivencias de no ser aceptado o no aceptar lo que es
imprescindible ya, no lo que va a ser imprescindible. Aquí veremos
relaciones familiares en donde la ausencia de un padre o madre
dejó esa marca. El niño mágico permite posponer esa inmediatez,
no sentir que la vida se termina ante la no aceptación, el fracaso,
la muerte. Los sucesos desencadenantes son sucesos en donde el
miedo a morir está en juego. El acto arquetípico a través del niño
mágico es poner en marcha un reloj que se ha detenido como la
respiración. Volver a instalar el ritmo, conectando sucesos en don-
de el tiempo se detuvo pero no se instaló la inmediatez como res-
puesta imprescindible. Dejar de confundir la terminación de algo
con el fracaso y la muerte. Al realizar esa asociación y trabajarla
concientemente, el cerebro reconoce otras formas de reaccionar
frente a lo inmediato.
En el caso del intestino, el concepto biológico ya no es el de
cazar la presa sino el de hacer todo lo necesario para aprovecharla
pero sin quedarse con la materialidad de ella en el organismo. Es
el esfuerzo de la digestión y la eliminación en donde los obstáculos
se refieren a la posibilidad de tener que quedarse con lo que ya no
sirve de la presa. La suciedad, lo que intoxica. El niño mágico ilu-
mina lo innecesario de esa intoxicación. El acto arquetípico traba-
ja el recuerdo que resiente al organismo permitiendo la liberación
a través de la conciencia de lo inútil de ese obstáculo. Allí lo vere-
mos al niño mágico descargando la ira convertida en escritos, en
dibujos o en movimientos corporales. El organismo fue capaz de
cazar la presa pero no es capaz de liberarse de lo que ya no sirve de
ella. El acto arquetípico es siempre una representación simbólica
de esa liberación.
Lo que importa en la realización simbólica del mandato de
aceptación es recuperar la certeza de que nada puede detener el
proceso de la vida. Incorporar, asimilar, eliminar. Somos parte
de ese proceso y la enfermedad es el relato de un obstáculo a ese
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proceso. El niño mágico permite la reparación a través del juego,
es decir, de una descarga de la tensión sin objeto determinado. Es
fundamental en el cumplimiento simbólico del mandato endodér-
mico, jugar. Actividades tales como la del perro que se persigue la
cola, son imprescindibles. Olvidarnos de la utilidad de lo que se
hace. Aceptar que uno juega por jugar. Es por eso que los actos
arquetípicos no se explican. Yo puedo pedirle a un paciente que
toque un tambor todo el día o que se suba a una pelota gigante y
de vueltas durante una hora.
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representan. El concepto biológico es en sí mismo la protección.
El mandato no cumplido es la ejecución de esa protección. Esto
ocurre cuando la persona se siente víctima de una agresión que
no sabe como evitar. El guía es quien marca la dirección a tomar.
Quienes sufren estas lesiones son los que más necesitan de los sig-
nos que les indiquen hacia donde dirigirse y qué hacer.
Uno de los tejidos que responde al mesodermo moderno y al
mandato de defensa, es la dermis. La vivencia es la humillación
y el no tener instrumentos para enfrentarla. El acto arquetípico
debe ser categórico. Ya no pasa por la toma de conciencia del niño
mágico sino por la obediencia a los signos del guía. Estos deben
construir una defensa sin contradicciones. Es aquí donde se obser-
va la capacidad discursiva de los mandatos, no siendo actos sino
frases. El guía genera nuevas frases con las que el paciente desarma
la agresión o la humillación.
Así como en el endodermo, las palabras claves son concien-
cia y juego, aquí, en el mesodermo antiguo, las palabras claves
son armonía y obediencia.
Un acto arquetípico puede ser una frase. En un melanoma,
podrá ser: “Nada te puede humillar que no sea tu propio juicio”.
El guía cuando dice esa frase la dirá como la realización simbólica
del mandato. “La desprotección no nace en la fuerza del otro sino
en la debilidad de uno”. El guía señala la verdad y obliga con su
palabra, a la obediencia de esa verdad. Lo que provoca la frase-
acción del guía es una armonía inmediata y un alejamiento del
sufrimiento. En las lesiones de mama, el guía propone la armonía
a través del sin sentido de la desprotección. La cría está a salvo. No
hay nada que temer. La frase será: “Está en manos de quien la sabe
proteger. ¡Suéltala!”.
Armonía y obediencia serán la realización simbólica del man-
dato de protección.
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Necesidad: Autoafirmación.
Arquetipo: pionero (llega adonde nadie ha llegado antes)
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Ectodermo: (epitelios, piel, núcleos grises)
Mandato: ejercer la autoridad.
Necesidad: contacto y ubicación en el territorio.
Arquetipo: rescatador (el que tiene autoridad)
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base a mentiras. Casilda Rodrigánez dice que la realidad es trans-
parente. Luego se construye una relación con esa realidad que no
es otra cosa que una mentira. La verdad es todo lo que aún no se
ha podido construir sobre la realidad transparente.
El sanador despeja la mentira y al igual que Jesús, busca desa-
fíos para desencadenar la ilusión que nos lleva a la enfermedad.
El segundo paso es la expiación. Jesús, una vez que los supues-
tos jueces arrojaron sus piedras y se fueron, solo hace una pregunta
a la adúltera. “¿Y a ti quien te condena?”. Al no haber respuesta,
solo agrega: “Yo no”.
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III) Los cuatro modos de supervivencia.
En la MPB, el aporte del rol biológico nos permite trabajar des-
de la búsqueda de la supervivencia en situaciones críticas.
Ya sabemos que los animales cuando su supervivencia está
amenazada, emiten señales o se comportan frente a la amenaza
de tal modo de evitar su muerte. Estas señales y conductas son
las que hemos aprendido a descubrir cuando un ser humano está
enfermo. Aprender a desarrollarlas es uno de los objetivos tera-
péuticos.
Sabemos que en las enfermedades territoriales (aquellas que es-
tán localizadas y no se diseminan) las señales y las conductas para
evitar que ellas sigan agrediendo, son las de apaciguamiento y las
de sometimiento. En las enfermedades predadoras (aquellas que
van a otros territorios y se diseminan), la única manera de salvar
la vida es atacar o huir.
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pulmonar, se agregará ser el garante de la felicidad de los otros).
Los actos de apaciguamiento serán: la inmovilidad (estar quietos,
no viajar, no movilizarse interiormente, solo recibir las palabras y
las historia de los otros), la lateralidad (no confrontar, observar sin
criticar y dejar que el otro diga y haga lo que quiera) y el agacha-
miento (tener una actitud de humildad frente a los otros, sobre
todo a los anteriores, es decir nuestros padres). En todos ellos, se
tendrá en cuenta no confrontar con los mandatos y tratar de cum-
plirlos. En la fibrosis pulmonar, poder ser útil desde la humildad.
En el tumor de pulmón, confiar en que los otros no lo agreden y
soltar el miedo a que pase algo malo en su vida.
2) El sometimiento. Aquí se plantean estrategias más profun-
das en donde ya debe haber un claro mensaje de someterse a lo
que la denuncia propone. Los tres instrumentos son el aseo (son
conductas de sacrificio por el otro), la alimentación (se refiere no
solo a lo que se come sino a lo que se incorpora) y la sexualidad
(conductas de abdicar la dominación).
Los actos de aseo ya no son actos de humildad, sino de sacri-
ficio. Uno le da al otro lo que nunca dio. Se somete a su estado y
hace lo que hasta ese momento, nunca había hecho. No se trata
de hacer donaciones, sino de un servicio profundo para limpiar la
suciedad de los demás. Los actos de aseo son interiores. Se trata
de llegar al corazón de la persona en su amor más profundo por
el otro.
En los de alimentación, se trabajará con el ayuno pero también
con el sometimiento a las ideas de los otros. Se “come” lo que el
otro le da. Uno saca de sí mismo lo que ya comió y se lo da al
otro. Es un acto simbólico de vaciarse de todo lo previo y sobrevi-
vir desde el otro. En una estrategia de alimentación, uno deja de
“analizar” el bolo alimenticio y lo cede. Ya no critica sino que se
muestra y se entrega. Es un esfuerzo muy importante para dejar
de actuar con egoísmo y dar hasta lo que ya se había hecho propio.
En los actos de sexualidad ya no alcanza con no confrontar
sino que habrá que abdicar de roles que se vienen jugando en la
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relación con el otro. Las relaciones pseudo incestuosas y pseudo
homosexuales son mensajes de sometimiento en la medida que
cumplan el rol pseudo (el animal vencedor no copula al animal
vencido sino que hace los movimientos de la pseudocópula). Re-
laciones con personas de edades de padres o hijos son ejemplo del
pseudoincesto. Relaciones de profunda amistad con personas del
mismo sexo son el otro ejemplo. Lo importante de entender en los
actos de sexualidad es que son actos (como todos los otros) transi-
torios para salir de la amenaza a la vida.
En todos ellos, se indicarán actos en relación a la función del
órgano enfermo.
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de la MPB el ataque es confrontarse con los argumentos de las
células. No pueden atacarse los mandatos sino la denuncia del
incumplimiento de los mandatos. Tomamos cuatro característi-
cas del comportamiento celular de una enfermedad arquetípica:
1) pérdida de la inhibición por contacto; 2) alteración de la per-
meabilidad; 3) potencial ilimitado para dividirse; 4) incapacidad
de alcanzar la maduración. Cada una de estas características posee
un objetivo que es la denuncia de un comportamiento. Habitual-
mente las conductas arquetípicas en el abordaje son trabajadas así:
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dirse. Es la capacidad de seguir reproduciéndose indefinidamen-
te, que la célula ha generado como respuesta a filtrar demasiadas
cosas y seguir sosteniendo otras que ya no puede. A partir de allí,
se vuelve una célula omnipotente. La estrategia es atacar esa om-
nipotencia. Se busca el talón de Aquiles y se lo desploma. Se la
obliga a dejar de filtrar y sostener.
4) La huída.
Esta es una conducta muy típica de las presas y que se desarrolla
cuando llegamos a la conclusión en una enfermedad predadora
que el ataque es imposible. Aquí, como en toda la naturaleza, no
se deben considerar valoraciones éticas sino solo de supervivencia.
No es malo huir ni es mejor atacar. Solo se busca sobrevivir.
Para huir se necesitan varios elementos. Primero la toma de con-
ciencia (acto mágico por excelencia) de que solo huyendo sobre-
viviremos. Es percibir la realidad en forma directa. Es la posición
que Hamer ha llamado “visión en catalejo” de la presa huyendo
hacia el monte y anulando la visión lateral para solo concentrarse
en su objetivo de escapar (causa de glaucoma según él). Percibir en
forma directa el problema es conocerlo. Para huir se debe conocer
de qué huimos y hacia donde huimos. Como siempre, debemos
conocer la función del órgano afectado, el mandato cuestionado
y la conducta celular arquetípica. Pero además debemos construir
un territorio seguro ya que sin él, no hay posibilidad de huida.
Veamos un tumor de intestino de origen endodérmico. La
conducta arquetípica celular es la falta de maduración. La célula
no logra ser adulta. Es joven y como todo joven se excede en sus
funciones. La función del órgano es la digestión y eliminación de
lo que se ha incorporado. Al tratarse de estas funciones, la célula
denuncia que la asimilación debe hacerse con voracidad, sin tiem-
pos. O que la eliminación debe ocurrir sin análisis de lo que se
debe o no retener, como un bebé que al comer defeca.
Huir de la falta de maduración es no verla (la visión en catalejo)
y alejarse de esa conducta. Huir de los problemas de asimilación es
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alejarse de ellos y no verlos. Huir es siempre no ver y alejarse. Pero
siempre hacia un territorio seguro. A veces, el ser humano no so-
porta la vida. Y debe aprender a tomar distancia de las denuncias
que la vida le realiza. Dejar un trabajo. Una relación. Un espacio.
Todas conductas de huida sin crítica ni expectativas. Solo irse.
Sin razonamientos ni objetivos. Solo sobrevivir. Pero es indispen-
sable la creación de un lugar seguro donde no haya denuncia ni
posibilidad de expresión de esa denuncia. Si el tumor de intestino
denuncia la falta de madurez, ese lugar seguro permite la falta de
madurez. Si la función del intestino denuncia imposibilidad de
tragar o eliminar las decepciones que se incorporaron, ese lugar
seguro permite que se trague y se elimine lo incorporado. Quizás
ese lugar pueda ser imaginario pero conviene que sea real y que
la persona pueda huir de esa denuncia que se ha activado y que
amenaza su vida.
En una lesión ectodérmica, por ejemplo un cáncer de vejiga,
la función del órgano guarda relación con marcar el territorio.
La conducta celular es la impermeabilidad de la membrana. Esto
significa que la capa que rodea a la célula no permite que entre ni
salga nada de ella. Se ha llegado a una vivencia en donde ni dar y
recibir ya no es posible. Habrá que huir de esa vivencia.
Huir es alejarse de todas estas denuncias y no estar en contacto
con ellas. No tener necesidad de marcar el territorio. Permitirse
no relacionarse con el otro. El lugar seguro será aquel que le per-
mita sobrevivir sin tener que lidiar con esas exigencias. El colec-
tivo social debe aceptar la construcción de estos lugares seguros,
que no son precisamente los hospitales. Debemos aprender a curar
nuestras heridas dándonos permiso de huir de la denuncia, de la
afrenta de sentir que nuestro organismo no acepta nuestro modo
de vida y nos confronta a obedecer mandatos que ni siquiera co-
nocemos ni comprendemos.
Aprender a huir es aprender a sobrevivir.
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IV) Convertir la EA en una enfermedad común.
Lo que vamos a intentar lograr es suspender la denuncia del
grupo celular generando un hecho que provoque una mayor ame-
naza que la que propone el grupo celular denunciante. Para lograr
esto debemos generar un conflicto biológico. Producir una ame-
naza a la supervivencia de tal magnitud, que se active el programa
cerebral de supervivencia y éste desplace por su efecto generaliza-
do, la denuncia del grupo celular que genera la EA. Es como si en
medio de una huelga de un sindicato se produce la invasión del
país por una fuerza extranjera. La huelga queda de lado ya que se
activan mecanismos que ponen en peligro todo el país y no solo
la fracción sindical en huelga. El pedazo se integra en el cuerpo.
Esto suele lograrse espontáneamente en varias situaciones. Tu-
mores invasivos que dejan de serlo, enfermedades autoinmunes
agresivas que se vuelven inofensivas, infecciones que se autolimi-
tan.
Estamos hablando de producir un DHS, un hecho sorpresivo,
dramático y no verbalizable que sea capaz de producir una ame-
naza que desplace la denuncia del grupo celular. Pero estamos ha-
blando de hacerlo en una persona que ha despertado una reacción
celular que no busca la supervivencia sino la denuncia de un exce-
so de tensión que no puede descargar. Producir un DHS en per-
sonas que no tienen EA es cosa de todos los días. Nuestra crianza
es una sucesión de DHS y allí aparecen las fiebres, las eruptivas y
todas las descargas con sentido de supervivencia. Pero hacerlo en
una persona que porta una EA, puede no provocar la respuesta
que buscamos sino el aumento de la descarga arquetípica.
Los programas cerebrales están registrados antes de la aparición
del lenguaje, por lo tanto ni son exclusivamente humanos ni tie-
nen en cuenta los múltiples sentidos que el lenguaje ha aportado
a los órganos.
En cambio, en las enfermedades arquetípicas, los pedazos son
grupos celulares que se registraron a partir del Ideal de supervi-
vencia que propuso una arquetípica humanidad. Allí el lenguaje
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y su multitud de sentidos (el cuerpo) ya existían. Los mandatos
tienen que ver con ese lenguaje y no los podemos asimilar a los
programas cerebrales de Hamer. Son órdenes que se han instalado
desde una mítica humanidad arquetípica. El mito del contrato
pre natal forma parte de esa humanidad. Todos hemos venido
con una misión a realizar y la enfermedad nos confronta con esa
misión.
En búsqueda de un DHS
Al DHS lo hemos definido como la irrupción de un conglo-
merado de significantes. Esto quiere decir que ocurren en la vida
del sujeto, hechos sorpresivos y que él no puede “absorber”. Estos
hechos los llamamos significantes porque tienen poder de generar
un sentido. Pero es justamente este poder el que no logra realizar
el sujeto porque estos hechos irrumpen de tal manera (sorpresi-
va, dramática, vivida en soledad) que no permiten darle significa-
do. Por eso decimos que es un conglomerado de significantes. Es
como un rayo que hiere pero con una herida que no logra ubicarse
en algún lugar.
Hemos dicho antes que la percepción de la realidad no es una
percepción directa sino que está mediatizada por las reglas del len-
guaje. A través de los mecanismos de la percepción de la realidad,
no tomamos contacto con el otro sino con nuestros condiciona-
mientos previos. Cuando se produce un hecho con las caracterís-
ticas del DHS, todas las formas de condicionamiento se focalizan
en lo biológico. El hecho es vivido como una amenaza a la super-
vivencia y la percepción anula cualquier sentido que pueda tener
el hecho que no pase por ser vivido como una amenaza a la vida.
La percepción habitual de la vida se hace a través de las reglas
del lenguaje y se produce un monto de energía que se “deposi-
ta” en lo que hemos llamado cuerpo a través de representaciones
psíquicas (pensamientos, asociaciones, activación de la memoria,
sentimientos). A esta “parte” la llamamos el polo psíquico de la
pulsión.
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El monto de energía que se genera fuera de las reglas del lengua-
je y que surge de la relación que establecen los órganos por sí mis-
mos (piel, estómago, corazón) con los sucesos que son percibidos,
se “deposita” en los órganos mismos a través de estimulaciones de
su función biológica (aumento del movimiento, inflamación). A
esta parte la llamamos polo somático de la pulsión.
Creemos que lo que ocurre en un DHS es que el polo psíquico
no se produce y todo el monto de energía se deposita en el polo
somático, lo que genera una gran carga de tensión a nivel del ór-
gano que aumenta su nivel de estimulación a límites que solo van
a disminuir cuando las células se descarguen biológicamente (in-
flamación, necrosis, espasmos).
El órgano activa una respuesta exclusivamente somática, sin
descarga psíquica. Esto es, a nuestro parecer, la aparición de una
enfermedad común. Son cargas de tensión celular de tal magnitud
que no logran representarse psíquicamente. La provocan, según
Hamer, hechos sorpresivos, dramáticos y no verbalizables. Pero lo
que importan no son los hechos sino las cargas de tensión celular
que provocan. Hamer llama a eso el colorido del conflicto. La for-
ma en que es percibido. Pero esa forma de percepción no es casual.
Depende de los significantes previos de los órganos, es decir de la
historia ancestral y personal que poseen esos órganos.
La fórmula sería la siguiente: si la descarga celular es propor-
cional al grado de tensión, al anularse una de las descargas, la otra
debe soportar la tensión en su totalidad. La descarga somática se
hace a través de un aumento de sus funciones normales (inflama-
ción, necrosis, cicatrización, etc.). La descarga psíquica se hace a
través de representaciones (significantes) que se articulan con las
ya existentes.
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DHS = Ds sin Dp.
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enfermedades comunes también pueden ser severas y se debe estar
capacitado para tratarlas debidamente.
Desde el punto de vista médico quien hace esto, es la homeopa-
tía. Usando un simillimum, se genera una enfermedad artificial,
que provoca una respuesta de supervivencia en el organismo, que
anula la respuesta celular anterior. El problema de la homeopatía
es la indudable dificultad de encontrar un simillimum. Además
no se han hecho las suficientes correspondencias entre los medica-
mentos y los conflictos biológicos que pueden tratar.
Con respecto a la medicina convencional, el uso de la quimiote-
rapia suele ser un DHS franco. Lo que sucede es que su repetición
programada y preparada solo logra anular el efecto de superviven-
cia que podría lograrse si se conocieran estos principios. Además
se transforma en un grave tóxico que termina anulando cualquier
posibilidad de sobrevivir.
Desde la MPB, trabajamos con los arquetipos de conducta pro-
duciendo confrontaciones que generan conflictos biológicos de
supervivencia.
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Capítulo XXIII
Esquemas de enfermedades
En un próximo libro, propondremos el desarrollo de la mayor
parte de las enfermedades. En este último capítulo, exponemos
algunos esquemas de las enfermedades de cada hoja embriona-
ria.
Enfermedades endodérmicas:
Hígado. Nódulos.
Sentido biológico: producir más células que realicen la fun-
ción que se exige al hígado. Depósito de reserva de alimentos.
Neutralizar las sustancias tóxicas de la sangre. Síntesis de pro-
teínas y factores de coagulación. Producción de bilis. Es una
exigencia de una o más de estas funciones por razones de super-
vivencia.
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Mandato generacional: los anteriores siempre tienen más de-
recho que los posteriores. Los anteriores también son los maestros,
los referentes.
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Lo que debemos pensar es que el hígado hace nódulos por tres
motivos:
1) su función biológica está exigida.
2) la reacción al mandato familiar no se puede cumplir.
3) el mandato social o generacional es ignorado.
El sentido biológico del nódulo es exigirse en su función. Esto
lo hace porque esa función no se está realizando debidamente. Si
sabemos que la función es la reserva, la desintoxicación y la produc-
ción de elementos fundamentales para la vida (proteínas), tenemos
que darnos cuenta que hay que sacar el pie del acelerador en cuanto
a las exigencias sobre esas funciones. De esa manera, el nódulo deja
de crecer. Si no necesitamos reserva (aceptamos que lo que tengo es
lo que necesito), si no tenemos sentimientos tóxicos (broncas, de-
cepciones) y si no nos exigimos producir constantemente (trabajar
más, pensar más) estamos sacando el pie del acelerador.
El mandato familiar en el hígado habla de “siempre llegarás
tarde”. Algo así como “nunca vas a lograr lo que quieres”. Uno es
recibido con ese mandato. Uno reacciona frente a ese mandato.
Cuando hay nódulos en el hígado, la reacción es “apenas pueda,
arremeteré para llegar a tiempo”. Una forma de vivir que permita
lograr lo que uno quiere. Pero con la dificultad que ese arremeter
implica. Impaciencia. Incomprensión del otro. Todos los momen-
tos en los que sintió que no pudo arremeter y lograr lo que quería
fueron construyendo la historia del nódulo. Ahora hay que aceptar
que desde lo tardío, igual puede lograr objetivos. No es necesario
ser el primero. Esa es la forma de decirle al nódulo: “no tienes ne-
cesidad de crecer. Yo lo hago por ti”.
El mandato social tiene que ver con el origen embrionario del
nódulo del hígado. Si no recibe el alimento no lo puede depositar.
Primero lo anterior. Luego lo posterior. No poder cumplir con el
derecho del anterior puede significar que uno siente que un hijo
(un posterior) no nos da ese derecho. Sentir que está amarrado y
no puede realizar su privilegio de ser anterior. El nódulo lo hace
por uno.
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Todo esto genera lo que llamamos un “discurso del cáncer”.
Una frase que siempre está en el pensamiento. Ese discurso se
construye con la negación del sentido biológico del hígado y la
negación del mandato generacional. Esa frase podría ser: “ni guar-
do, ni depuro, ni produzco + mi hijo no me da derechos sobre su
vida”.
Esa frase el cerebro la lee miles de veces por día y así construye
el nódulo en el hígado. Lo hace porque esa frase exige al hígado
más allá de su posibilidad.
Hay que cambiar la frase.
Esta nueva frase sería: “No es necesario que guarde, porque lo
que tengo me basta. Mis sentimientos son de profunda aceptación
de los límites de los otros. He dado bastante. Alguna vez, daré
mas”. También: “Mi derecho de madre es curar con mi amor a mi
hijo”.
Frases que contestan frases. Allí está el misterio del lenguaje.
Lesiones de colon
Sentido biológico: ayudar a expulsar aquello que cuesta eli-
minar. En colon descendente se trata de los hijos. En ascendente,
de los padres. El cerebro lee que ese órgano no puede con tantos
deshechos. La presencia de pólipos y tumores es una denuncia de
acumulación de deshechos.
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Mandato generacional: los que estuvieron antes tienen más
derecho que los que vinieron después.
Tiroides. Nódulos
Sentido biológico: tener más células que produzcan hormona
tiroidea y aceleren el metabolismo del cuerpo.
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Conflicto biológico: vivencia de no ser eficaz. Los demás son
más rápidos que yo. Pierdo la oportunidad por ser lento.
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metimiento: actos de servicio sobre ancianos. Trabajo con el niño
mágico. Ver el rol de los padres y no a los padres. Aprender a hacer
lo que se puede hacer sin juzgar lo que los otros hacen. Escuchar
música de “moto perpetuo”
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Sucesos desencadenantes: cualquiera de estos sucesos o de
este contexto a los que se agrega una vivencia de agresión o ataque
al propio cuerpo o a la cría.
Linfoma
Sentido biológico: los ganglios están formados por linfocitos
y tejido conjuntivo. Cuando crecen, intentan reforzar la función
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de filtro de elementos extraños. El cerebro lee que es excesiva la
presencia de “enemigos” y que si los deja pasar la propia identidad
está comprometida.
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Arquetipos: niño herido. Rabia. Dependencia. Ingenuidad.
Metástasis óseas
Sentido biológico: desintegrar el hueso para hacer caer al ser
vivo. Es la manera que tiene de denunciar el conflicto entre la
exigencia de seguir sosteniendo y la reacción celular de huir de esa
exigencia.
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Conflictos primarios: todos los sucesos que implican la impo-
sibilidad de huir de la carga de hacer felices a los demás.
Mieloma
Sentido biológico: aumenta un anticuerpo de las células de la
sangre. Este aumento se interpreta como una falla en la inmuni-
dad. La enfermedad produce un aumento de la viscosidad de la
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sangre (esto genera vasculitis y cianosis), un desplazamiento de
los otros elementos figurados de la médula (provocando anemia) y
exceso de proteínas circulantes (pudiendo llevar a la insuficiencia
renal). El sentido es tener a mano gran cantidad de proteínas por-
que el cerebro interpreta necesitarlas para construir una estructura
que percibe no tener.
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Rol biológico: proveedor. Busca tener para lograr consistencia
en el ser. Si no logra tener, se siente amenazado.
Diabetes
Sentido biológico: disponer de la glucosa en forma inmediata.
Se necesita usarla permanentemente y si se la encuentra en la san-
gre no hay necesidad de ir a buscarla a los depósitos de reserva. Si
hay glucosuria (azúcar en la orina), el sentido es no tener que con-
frontarse con la ternura. Alejarse del amor porque no es para uno.
Conflicto biológico: es un conflicto masculino que asienta en
la corteza cerebral derecha. Se trata de resistir una situación en
forma crónica. Aguantar, soportar. En mujeres menopáusicas se
une la resistencia a la repugnancia.
Sucesos desencadenantes: Cualquier hecho que hace imposi-
ble seguir resistiendo por su intensidad o por el momento en que
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ocurre. Contexto de ya no tener lo que los otros necesitan. Ejem-
plo: una madre a la que su hija se enferma gravemente y que ha te-
nido un conflicto con su marido al que ha soportado durante años.
Conflictos primarios: todos los incidentes que marcaron una
reacción de aguantar y no ceder. El marido era infiel pero ella
sostenía el matrimonio a toda costa. Cuando era niña, soportaba
las burlas de su hermano mayor frente a la pasividad de su madre.
Mandato familiar: no eras lo que esperábamos.
Reacción a la orden: inmovilidad. Sufro no ser lo que los otros
necesitan pero siempre estoy dispuesto.
Mandato generacional: debes tener autoridad. Debes tener lo
que los otros necesitan.
Arquetipos en juego: Prostituta. No valgo lo suficiente. Me lo
merezco.
Destino de la enfermedad: vienen a aprender a convivir con
un entorno hostil en donde el amor está ocupado por la necesidad.
Debe aprender a cambiar la necesidad por el amor.
Discurso: me alejo de la ternura + exijo que me atiendan. Soy
omnipotente impotente.
Rol biológico: es una enfermedad territorial. Las células nor-
males luchan contra las anormales en un solo órgano, el páncreas.
La consistencia la encuentran en el reconocimiento del otro.
Actos terapéuticos: apaciguamiento. No confrontar con la au-
toridad del otro. Abandonar la lucha y reemplazarla por la humil-
dad. Sometimiento: dieta libre de hidratos. Actos de servicio con
niños y ancianos. Dejarse penetrar por el amor sin razonamientos.
Ser acariciado. Abandonar la prepotencia y recuperar la potencia.
Esclerosis múltiple
Sentido biológico: no permitir la movilización, entorpecerla.
Lo hace formando placas de fibrosis en la mielina. Ataca el sistema
nervioso central y la medula espinal. Hay un proceso inflamatorio
alrededor de los axones que ataca la grasa que los rodea (mielina) y
una remielinización a partir de los oligodendrocitos. Este proceso
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evoluciona en brotes haciendo que la re mielinización sea cada vez
menos efectiva, llegando a formarse una placa alrededor de los
axones que dificulta la transmisión del impulso nervioso.
Conflicto biológico: no poder salir o escapar de una situación
(miembros inferiores). No poder rechazar o retener algo o alguien
(miembros superiores). Es un conflicto de motricidad. Querer pero
no poder. Hacerlo sin querer hacerlo. Una lucha entre el impulso
motor y la ejecución de ese impulso.
Mandato familiar: no vas a ser nunca lo que los otros esperan
de ti. Te estamos observando porque sabemos que nunca vas a
tener lo que necesitamos de ti.
Reacción al mandato: espero que el otro me de su aprobación.
Que me diga que soy lo que necesita. La espera es eterna.
Mandato generacional: en todo lo que haces debes demostrar
autoridad, es decir, debes demostrar tener lo que los otros necesi-
tan.
Conflictos primarios: todos los sucesos en los que el otro no
da su aprobación. En donde la espera fracasa.
Sucesos desencadenantes: hechos o etapas en donde el movi-
miento se hace imposible. En donde el otro ejerce la autoridad en
forma absoluta, desmoronando cualquier posibilidad de ejercerla.
Si me muevo, muere alguien que amo.
Arquetipos en juego: saboteador. No poder cambiar. No to-
mar contacto directo con la realidad.
Rol biológico: territorial. Necesita el reconocimiento del otro
para moverse, para ser.
Discurso: no conviene que me mueva + espero que el otro
cambie. No tengo libertad.
Destino: aprender a no depositar en el otro mi libertad.
Actos terapéuticos: bailar. Disfrazarse. Estar desnudo. Apren-
der a devolver algo menos malo cuando se recibe algo malo. Res-
tablecer el concepto de libertad. Escapar de la beligerancia. Dejar
de esperar. Encontrar un lugar seguro en el mundo.
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Mama ductal
Sentido biológico: ampliar el espacio para ayudar al otro. Lue-
go, rellenarlo para obturarlo. Son dos sentidos opuestos y ambos
forman parte del proceso. Cuando forma úlcera, quiere albergar a
quien necesita ayuda. Es piel que se ulcera. Cuando forma tumor,
quiere impedir dar cualquier ayuda. Es piel que crece. Quiere pro-
tegerse.
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lo de la separación. Hamer piensa que el suceso es una solución al
conflicto de separación. Si así lo fuera, el tumor no crecería más.
En realidad, es una nueva etapa del mismo conflicto. Es la viven-
cia de no tener más lo que el otro necesita y a partir de allí luchar
para soportar ese dolor.
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Reflexiones
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crisis evolutivas. Lo certificó con imágenes en el cerebro y con las
5 leyes férreas de la Nueva Medicina Germánica.
Entró un aire distinto en la ciencia médica.
No obstante, su visión quedó teñida del mecanicismo. Como
también quedaron afuera muchas cuestiones integradoras de la
vida. No es mi intención juzgarlo ni calificarlo, no soy un inves-
tigador de su envergadura. Mucho menos un desagradecido de lo
que su escritos me cambiaron. Mis objetivos de vida se ordenaron
y volvieron al humanismo integrador.
La Medicina Psicobiológica (de Fernando Callejón) con sus
teorías, animismos, metáforas de los órganos y sus visiones in-
tegradoras fueron dándome sustentos teóricos y prácticos para el
abordaje terapéutico de los pacientes.
Dentro de los 5 enunciados de la MPB sintetizó el requerimien-
to generacional, el mandato familiar y lo que debemos aprender de
la enfermedad. Lo que para mi expresa el Origen primero o fuerza
mórfica primera.
El Origen primero tiene la virtud de traernos al presente, a la
aceptación de la realidad que nos interpela, al aquí y ahora y a la
repuesta libre sin los condicionamientos que congelaron todos los
sentidos.
El Endodermo:
Mandato Generacional: Los anteriores tienen más derecho que
los posteriores.
Mandato Familiar: no salgas; todavía no es tu tiempo. No serás
el primero.
EL origen primero les dice: yo te conocí y concebí antes que
estuvieras en el vientre de tu madre. Yo te doy el destino; tu fina-
lidad en la vida no está marcada por tus antecesores de los últimos
años ni por tus condicionamientos. Ellos también tuvieron ante-
riores, merecen respeto, tienen y tuvieron su destino, tú el tuyo.
Deja ir sin culpas los temores, sentimientos de inferioridad, penas
y dolores. Vive con humildad.
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Mesodermo Antiguo
MG: Debes proteger lo que recibiste
MF: Tienes una deuda con nosotros
Tengo que aprender a defenderme, pero resuena en mi interior
y en mi corazón la deuda que tengo con la familia. La enfermedad
me da la oportunidad de resolver la culpa y la responsabilidad.
El orden primero les dice: la deuda esta cancelada. No debes
nada y no debes cobrar nada (como la parábola del rey que canceló
la deuda grande pero cobró la pequeña).
La deuda esta cancelada para poder defender tu destino. Para en-
señarte y enseñar a los tuyos a ser libres y responsables de si mismo.
Mesodermo Moderno:
MG: Debes ser según la historia que recibiste; la debes conti-
nuar.
MF: Naciste para asegurar la felicidad de los otros.
Debes ser fiel a lo que recibiste pero tienes que ser la garantía de
alguien o del núcleo familiar. La enfermedad da la oportunidad
de aprender a lograr la libertad, con obediencia a un orden.
El origen primero le dice: las leyes y mandatos son para los
hombres, no los hombres para las leyes y mandatos.-
Las leyes y mandatos son normas y principios que te sirven para
sostenerte, no para que te sometan y no te permitan ver la realidad
de tu destino.-
Ectodermo:
MG: Debes ejercer con autoridad lo que recibiste y eres.
MF: No eras lo que esperábamos.
Está llamado a dar lo que el otro necesita, pero no es lo espe-
rado, o sea, no tiene autoridad; tendrá que aprender a convivir y
superar la hostilidad y a saber que no siempre tendrá lo que los
otros necesitan.
El origen primero le dice: “yo no te juzgo. Vete, camina, sal de
esa posición biológica.
Lo que tienes algún miembro de la especie lo necesita, la reali-
dad te espera.
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El misterio de la vida siempre me lo he imaginado como un
fenómeno majestuoso, en donde la inmensidad de la misma se
empequeñece y elige una madre y un padre con sus historias, y así
aparecemos nosotros con un destino o misión por realizar.
Indudablemente que esas familias por donde circula la energía
creadora dan una impronta en el nuevo ser, como los caños de la
armas de fuego y sus estrías en las balas que dispara. Al igual que
las vivencias personales de vida como también los valores cultura-
les y sociales que vamos asumiendo.
Si ponemos el alma a los seres humanos, comprenderemos que
tenemos un lazo que nos une y nos hermana como pertenecientes
a una misma especie. Las diferencias son de ideas, de pensamien-
tos y conductas, todos elementos externos al ser verdadero que nos
une y nos compromete a un destino de evolución creativa y de
convivencia.
Los seres humanos tenemos la capacidad de percibir y sentir,
como una mente extendida, mucho más allá de lo que nos rodea.
Las necesidades personales, como los pensamientos nos acotan
esta capacidad innata que tenemos y que debemos aprender a de-
sarrollar.
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Epílogo
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Solo les hace falta la mirada segura de sus padres o el gesto amiga-
ble del médico. Pero cuando se trata de enfermedades cuyo origen
y evolución es incierto, todo cambia. Allí, la certidumbre es reem-
plazada por el miedo, la desesperación y hasta la auto destrucción.
Esa posición de incertidumbre, no va a permitir que los me-
canismos de reparación que cualquier animal de la selva pone en
marcha, sean activados en el ser humano. Por el contrario, todos
los esfuerzos que el organismo haga, serán detenidos por la ten-
sión, el estrés, el miedo y la vivencia de amenaza permanente.
Estas enfermedades, como el lupus, la fibromialgia, el hipo-
tiroidismo, la glomerulonefritis, el cáncer, el sida y tantas otras,
nunca terminan de curarse. Siempre se reavivan, vuelven, se acti-
van. Parecen enemigos imposibles de vencer. Solo se las puede (y
no siempre) controlar, cronificar, paliar.
Es por eso, que este libro pretende explicar que estas enferme-
dades ya han encontrado su solución. Pero es el ser humano el que
no permite que esa solución sea ejecutada.
La idea general que se tiene de Hamer es que una enfermedad
es producida por un conflicto y que si se soluciona ese conflicto, se
cura. Lamentablemente esto no es así. Primero porque además de
un conflicto biológico, hay muchas otras causas de enfermedad.
Causas ancestrales, químicas, sociales, familiares. Segundo, por-
que lo que importa no es la solución del conflicto sino la puesta en
marcha de los mecanismos naturales para la curación. Se puede
solucionar un conflicto o dos o tres y no permitir (como sí lo hace
el animal de la selva) la puesta en marcha de los mecanismos repa-
rativos que conducen a la curación.
En ese permiso que el ser humano hace a la natural repara-
ción que siempre se va a producir (si se lo permite) está el secreto
de la curación. No en descubrir traumas infantiles o sucesos dra-
máticos. Todos ellos forman parte de una maravillosa teoría para
comprender como se origina una enfermedad. Pero al momento
de curarnos, es nuestra biología la que nos cura. No nuestra capa-
cidad de comprensión.
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Cuando los seguidores de Hamer dicen que lo único que im-
porta es la solución del conflicto biológico, quizás estén diciendo
lo mismo. Pero no me parece una cuestión semántica. Es mucho
más que eso.
Un ser vivo ante un conflicto solo lo puede solucionar con-
cretamente. Si tiene un ataque territorial, deberá luchar o huir y
si pierde a su compañero deberá conseguir otro. En cambio, un
ser humano puede encontrar soluciones abstractas. Hablar de su
conflicto, crearse otro más grave y olvidar el primero, positivizar
el problema hasta convertirlo en algo no conflictivo, echarle la
culpa a otra persona. También puede encontrar soluciones concre-
tas. Pero en todos estos casos, puede no poner en juego en ningún
momento la reparación natural.
Es aquí que debemos entender la diferencia entre resolver un
conflicto biológico y entrar en reparación y luego en curación.
Hamer, a través de la segunda ley, dice que al resolver el CB, se
entra en vagotonía y reparación. Esta segunda ley es de una teoría
maravillosa pero de dudosa práctica. Un órgano para repararse
debe tener una predominancia de vagotonía pero lo más impor-
tante no es eso. Lo más importante es la certeza de esa vagotonía.
Un estado de absoluta conciencia de que se están produciendo los
mecanismos que nos llevan a la curación. Si no es así, esa vagoto-
nía será interrumpida constantemente. Allí, el cerebro no puede
dudar. No hay espacio para ello. Solo importa la curación. Toda
la energía está puesta en ella y se produce inexorablemente. El
animal de la selva no necesita esa certeza porque ya la tiene. El ser
humano, la perdió y la necesita recuperar.
La causa fundamental de esa pérdida es la ausencia de un cuer-
po social. La imposición de un sistema de patrimonio, en donde
todos somos objetos de uso. Los médicos, en ese sistema, son ins-
trumentos de poder y no instrumentos de curación. Al no haber
cuerpo social, solo hay una o muchas cabezas e infinidad de miem-
bros pero no hay vivencia de unidad de ese cuerpo. La enfermedad
se construye desde la ausencia de ese cuerpo social. A partir de allí,
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el que se enferma, lo hace a partir de sus propios errores. Queda
exiliado del cuerpo. Los demás no participan en la construcción
de esa enfermedad y dirigen estoicos la mirada compasiva o acusa-
dora sobre el que se ha enfermado. El enfermo queda abrumado-
ramente solo. Ahora, se tratará de una lucha entre él por un lado y
la enfermedad. Quien dará los instrumentos para llevar a cabo esa
lucha será un grupo que no se interesará jamás por los supuestos
errores del ser enfermo ni por la propia participación en el origen
de la enfermedad. Ese grupo ostenta un saber que determina la
evolución de la enfermedad, su origen, su pronóstico y su trata-
miento. A partir de su entrada, ya no hay posibilidades de salir de
esa relación que se perpetúa hasta el momento de la muerte.
La posibilidad de recuperar la certeza del poder reparador del
cuerpo social, se disuelve en esta nueva relación.
En una carta enviada por un amigo hace algunos años, se ex-
presa maravillosamente la idea del cuerpo social: “….luego de tan-
tos años de vivir en Papúa, he podido ser testigo de cómo éstos
pueblos originarios tratan a sus enfermos. Para ellos, estar enfer-
mos es sufrir. Puede ser un dolor, un tumor, miedos o cualquier
expresión de su cuerpo que les produce malestar. Inmediatamente
concurren al jefe de la tribu, que es a la vez el chamán, y le expo-
nen su sufrimiento. El jefe convoca a toda la tribu y allí se hacen
presentes. Estarán el enfermo, los niños, los ancianos, los hombres
y mujeres. Luego, el jefe entra en trance y lanza una pregunta para
que todos la escuchen. Esa pregunta es ¿Quién ha cometido una
injusticia? Luego comienza a pasar por todos los integrantes de la
tribu y mirándolos a los ojos escucha sus confesiones. Ellas giran
siempre en torno a temas tales como la blasfemia a los dioses, el
robo o la violencia ejecutada a miembros de otras tribus. Nada que
ver con el enfermo que allí está. Cuando termina esa larga expre-
sión, sale del trance y convoca a los líderes. Les indica que reparen
una por una las injusticias. Si blasfemaron, que compensen a los
dioses. Si robaron, que devuelvan lo robado. Si golpearon, que se
disculpen y reparen. Es así que desde hace diez mil años, estas
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tribus solucionan en poco tiempo lo que nosotros llamaríamos
graves enfermedades.”
Cuan lejos estamos de saber el poder reparador de la conciencia
de ser un cuerpo social.
Cuando el animal de la selva, está echado debajo del árbol, es-
perando su recuperación, es el cuerpo social el que le permite esa
certeza. Hay una protección, una idea de solidaridad inclusiva. El
sabe que algo está pasando dentro de su cuerpo. Y ese algo es lo
que podemos llamar la conciencia. Al igual que cualquier humano
que se fractura un hueso y espera con conciencia su reparación. Ya
está. Ya ocurrió. No hay nada que deba hacer o pensar.
Es esa conciencia de lo que ya ocurrió, ya pasó, ya terminó, lo
que los seres humanos hemos perdido frente a tantas enfermeda-
des. Ellas se vuelven entidades más allá de nuestra conciencia y el
sistema médico las ha solidificado con un saber sobre ellas total-
mente falso y devastador.
Es por eso que resolver un conflicto no nos lleva a la curación
sin antes no recuperar la conciencia de un cuerpo reparador. Es
a ese cuerpo al que llamamos cuerpo social. Al que repara por la
conciencia de saber lo que ha ocurrido. Si aparece un tumor en el
intestino, si tengo conciencia de saber que ha aparecido porque
pertenezco a un cuerpo social, es con la conciencia de todo ese
cuerpo que el tumor se repara. No puedo curarme solo porque re-
cuerde frente a alguien que el tumor apareció luego de una discu-
sión con un amigo. Me curo cuando tomo conciencia de ser parte
de un cuerpo social y adopto la conducta necesaria que contesta la
denuncia que ese tumor expresa.
Soy parte de un sistema y no puedo curarme si ese sistema dice
no tener nada que ver conmigo. Tampoco puedo curarme con la
utopía de cambiar el sistema con mi enfermedad. Es allí que la
vagotonía no puede curar a nadie que no tome conciencia de lo
que la enfermedad expresa.
Esa conciencia la hemos expresado en este libro a través de tres
mandatos.
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El biológico: el cuerpo busca sentido. El lenguaje le robó a la
necesidad su satisfacción y ahora ese sentido está impregnado por
la palabra.
Manifiesto.
Debo confesarlo. Estoy preocupado.
Los médicos estamos perdidos.
No sabemos que es lo mejor para nuestros pacientes.
Pero no es eso lo que me preocupa.
Es que ante esa ignorancia, no dudamos en hacer lo peor.
Somos hipócritas. Necios.
Poco serios con la gente que nos pide ayuda.
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Las Claves para Curar 2da Prueba.indd 274 30/08/2010 09:37:17 a.m.
No leemos a los grandes maestros.
No investigamos nuestro propio corazón.
Solo repetimos ciertas modas calificadas de ciencia.
Interpretamos estadísticas como verdades reveladas.
Trabajamos con nuestros semejantes como si no tuvieran alma.
275
Las Claves para Curar 2da Prueba.indd 275 30/08/2010 09:37:17 a.m.
Jamás hacemos a los otros lo que no haríamos con nosotros.
Somos hermanos de nuestros pacientes.
Los escuchamos con respeto. Con ganas de ayudar.
276
Las Claves para Curar 2da Prueba.indd 276 30/08/2010 09:37:17 a.m.
No para temerle a nuestros pacientes sino para ponernos de su lado
No tenemos en nuestras manos su vida sino sus esperanzas.
Colaboramos con la luz, no con el poder que los esclaviza.
Somos instrumentos humildes de Dios y no poderosos jueces de
la muerte.
277
Las Claves para Curar 2da Prueba.indd 277 30/08/2010 09:37:17 a.m.
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Bibliografía
279
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Illich I; (1978) Némesis médica, Mortiz.
280
Las Claves para Curar 2da Prueba.indd 280 30/08/2010 09:37:17 a.m.
Morris D; (2003) El mono desnudo, Plaza.
281
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Índice
Capítulo I................................................................................. 15
Capítulo II...............................................................................23
Capítulo III..............................................................................26
Capítulo IV.............................................................................. 31
Capitulo V...............................................................................44
Capítulo VI.............................................................................. 52
Capítulo VII............................................................................ 55
Capítulo VIII........................................................................... 73
Capítulo IX..............................................................................84
Capítulo X...............................................................................88
Capítulo XI.............................................................................. 91
Capítulo XII.......................................................................... 102
Capítulo XIII......................................................................... 112
Capítulo XIV......................................................................... 124
Capítulo XV.......................................................................... 138
Capítulo XVI......................................................................... 152
Capítulo XVII........................................................................ 156
Capítulo XVIII...................................................................... 160
Capítulo XIX......................................................................... 166
Capítulo XX........................................................................... 181
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Capítulo XXI......................................................................... 192
Capítulo XXII........................................................................220
Capítulo XXIII......................................................................248
Reflexiones............................................................................. 265
Epílogo................................................................................... 269
Bibliografía............................................................................. 279
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