Las Claves para Curar - FERNANDO CALLEJÓN

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Fernando Callejón

L as Claves para Curar

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Callejón, Fernando
Las claves para curar. - 1a ed. - Buenos Aires: De Los Cuatro Vientos, 2010.
288 p.; 22,5x15,5 cm.

ISBN 978-987-08-0329-4

1. Ensayo Argentino. I. Título


CDD A864

Diseño de tapa e Emanuel A. Blanco

© 2010 Fernando Callejón


Reservados los derechos

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723


ISBN 978-987-08-0329-4
Impreso en Argentina

De los Cuatro Vientos Editorial


Balcarce 1053, Oficina 1
(1064) - San Telmo - Buenos Aires
Tel/fax: (054-11)-4300-0924
[email protected]
www.deloscuatrovientos.com.ar

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puede ser reproducida, almacenada o transmitida
en manera alguna ni por ningún medio,
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Agradecimientos

A mis dos hijas, Bárbara y Florencia, cuyo abrazo es un descanso.

A mis hermanos Eduardo y Lucio,


que me acompañan desde siempre.
A Delia, por su sonrisa y comprensión.
A mis sobrinos, Gabriel y Gerardo, por el respeto de siempre.
A los nuevos integrantes de la familia, María Laura,
Verónica, Esteban y el pequeño Nico.
A mis suegros Betty y Tasio, que siempre me dieron lo mejor.
A Débora, que a la distancia, nos da su alegría.
A Reynaldo Oscar Ojeda, por su compromiso con las ideas de este
libro al que me ayudó a desarrollar.
A Sergio Rozenholc, con quien asumimos el desafío de ser los prime-
ros en difundir la obra de Hamer en Argentina.
A mis pacientes, que me enseñan cada día lo que solo ellos saben.

A mis padres, Delia y Manuel, que ya no están


pero me acompañan como siempre.

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Dedicatoria: A Graciela, mi inefable mujer,
cuyos ojos me iluminan.

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Prólogo

Si pudiera definir lo que sentí cuando tuve el diagnostico de un


tumor de mama, no lo haría desde la definición de una sensación,
sino de una serie de sentimientos encontrados que me generaban
un conflicto.
Había ido a mi ginecóloga a hacerme un control de rutina y me
indicó entre otras cosas una mamografía.
De repente, dado que no había notado nada, obtuve el diagnos-
tico a través de una imagen, de un tumor de mama.
Soy médica, formada en una facultad que no escucha el lengua-
je de los pacientes, de sus células, de sus emociones, de su dolor,
sino que tapa o trata de tapar lo más pronto posible, eso que lla-
man síntoma y que en realidad es el lenguaje del cuerpo.
Es mucha la presión del sistema para devorarnos, para devo-
rar nuestro pensamiento, para adueñarse de nuestro cuerpo, de
nuestras emociones, y lo hace de muchas maneras, haciéndonos
creer que la realidad es exclusivamente la que nos presenta el
entorno, la televisión, la calle y eso que se llama el pensamiento
científico.
La vida parece depender exclusivamente de un sistema compe-
titivo, excluyente, y destructivo.
Un párrafo de Fernando Callejón dice: “es muy poco probable
que el médico se ocupe del sufrimiento del paciente por haber per-
dido su unidad y su firmeza. En realidad, ese detalle pasa desaper-
cibido para la mayoría de los médicos. Si entendiéramos el sentido
de la enfermedad, jamás permitiríamos que nos investiguen nues-
tro cuerpo ni descubran nuestras enfermedades…..los avances de
la medicina son esclarecedores, pero usarlos sin escuchar es des-
truir sin sentido porque el cuerpo seguirá hablando.”
Tenia algunos conocimientos sobre medicina psicobiológica, de
modo que había decidido no operarme, a pesar de seguir en con-

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trol con otro mastólogo recomendado por mi ginecóloga, quien,
con su saber, me recomendaba biopsia y arponaje para acceder al
tumor.
Nunca me voy a olvidar cuando lo comenté con Fernando. El
dijo: “pero por Dios que término!!, ¿que sos? un pez para que usen
un arpón!!
Es así; las instrumentaciones, los estudios, las famosas pautas
para el tratamiento, diagnóstico y manejo de las lesiones de mama,
como llaman las sociedades de mastología, de radiología, patolo-
gía oncológica, etc., no estaban escuchando. Estaban perdiendo el
sentido y el mensaje de mi propio cuerpo.
Comencé el tratamiento con Fernando, decisión que confieso
no me costó nada a pesar de la presión científica, social o como se
quiera llamarla. Con su invalorable ayuda, aprendí el camino de
entender los conflictos que generan el tumor, cual es el lenguaje de
esas células, cuando proliferan, se endurecen o se ulceran; como
aprender a protegerse, cual es el mandato familiar por medio del
cual ese conflicto generaba el tumor y que impedía que hiciera mi
propia historia.
Por eso el tratamiento fue todo un trabajo de tomar con-
ciencia, no solo medicar. Debía en principio comprender, luego
cambiar o reparar conductas para que las células no lo siguieran
haciendo en mi lugar. Debí realizar acciones de cooperación y
armonía, dejando de lado la omnipotencia de creer que podía
sola. Dí lugar a la humildad de aceptar ayuda y así recuperar mi
propia naturaleza.
Tener la actitud, la sinceridad de sacar a la luz las sombras del
corazón, ser generosa conmigo para reconocer que algo no anda-
ba bien, averiguar con responsabilidad y compromiso de buscar
dentro mío, de reconocerme para guiarme en el proceso evoluti-
vo.
En ese momento es donde debía, por decirlo de alguna mane-
ra, desdramatizar, mantener la calma para desapegarme de viejas
exigencias emocionales.

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Conseguí la introspección necesaria para poder sentir, enten-
der, identificar el por qué y el para qué.
Cuando el mastólogo asombrado me dijo que solo había queda-
do una estructura quística en la imagen del nuevo estudio, no se
lo explicaba. Pero inmediatamente agregó que debía controlarme
porque pasaba a ser una paciente de “alto riesgo”, por haber tenido
la lesión que había aparecido en la imagen anterior. Lejos de ser mi
intención burlarme, cuando salí del consultorio, me reía. El espe-
cialista había hecho un trabajo y una lectura distinta, que no tenía
en cuenta la lectura de mi cuerpo ni de mi naturaleza. ¡Paciente
de alto riesgo! ¡Creo que la medicina aplicada desde ese lugar es el
verdadero riesgo para nuestra vida!
Siento en el alma que tantas personas escuchen estos mensajes:
“alto riesgo”, “mastectomía preventiva”, “arponaje”, “radio y qui-
mioterapia”. Y otros tantos que no pueden llegar a encontrar las
claves para curarse y encontrar el sentido de lo que les pasa.
Solo de esa manera podremos liberarnos de viejos condiciona-
mientos para dar lugar al amor, a la armonía y a nuestra propia
historia.

Nada hubiese logrado sin la guía y la sabiduría del Dr. Fer-


nando Callejón. Verdadero profesional del arte de curar. Involu-
crándose desde el corazón con sus pacientes, transmite algo tan
importante: la espiritualidad no puede ni debe estar separada de
la ciencia. Sino que necesariamente coexisten, tal como se forma
la naturaleza humana.
También tuve la compañía y el apoyo de Claudia Casá, incon-
dicional amiga y compañera, Ellos, junto a mi amada familia, que
ilumina mi alma, son la prueba irrefutable de lo importante que
son los afectos cuando estamos mal. Aún también los que ya no
están, pero que en realidad, permanecen junto a nosotros.
Agradezco a Dios poder sentir el amor de mi esposo José; a
quien vuelvo a elegir cada día. Es hermoso compartir mis sueños
con él, con mis hijos Laura, Mariano, Indira, Ezequiel, Nicolás y

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Jonás. Disfrutar de mis nietos, Martin y Joaquín, Estar juntos en
el camino de la vida.

Este pequeño escrito, va dedicado a todos ellos.

Silvia Hidalgo.
Médica.
Especialista en Medicina del Trabajo,
Accidentología y Medicina Vial.

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Capítulo I

El saber médico
En algún momento de nuestra vida, quizás no todos, pero sí la
mayoría, sufriremos una enfermedad. El concepto que tenemos
sobre ella no es un pensamiento más. Es una creencia, la de estar
poseídos por una fuerza que no nos pertenece y que nos ataca.
Si bien esta creencia es universal, no todos la vivimos de la mis-
ma forma. En occidente, ha sido reforzada por la presencia de un
sistema médico que le ha dado un gran poder y la ha legalizado
colectivamente.
Podemos decir que la enfermedad es un invento. Como la luz
eléctrica. La luz siempre existió pero lo que hizo el hombre fue
poder manejarla y eso le dio poder. El malestar orgánico o emo-
cional siempre existió pero lo que hizo la medicina fue clasificarlo
y eso le dio poder. La creencia sobre la enfermedad no solo es la de
una fuerza que nos ataca sino que a partir de esa clasificación, es la
de una fuerza que un grupo de personas (los científicos-médicos)
puede dominar. O por lo menos ostentan un saber sobre ella y
pueden ejercer influencia sobre su evolución.
Esta influencia ha crecido desproporcionadamente en relación
al saber. Se actúa sobre las enfermedades sabiendo muy poco sobre
el origen de ellas y mucho menos sobre su significado.
Pensemos en un simple resfriado. Se atribuye a un virus pero
no se lo combate a él sino al resfriado. Se lo trata de abortar. Se
usan antihistamínicos para que las secreciones disminuyan y mu-
chas veces antibióticos porque se habla de alergias bacterianas o
complicaciones infecciosas imposibles de comprobar. Esta meto-
dología que influencia el curso de la enfermedad se basa en la
misma teoría que sostiene que el sol gira alrededor de la tierra; la
observación superficial de un fenómeno sin preguntar nada sobre
las características del objeto sobre el cual el fenómeno actúa. Si la

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física dependiera de los médicos, hoy seguiríamos creyendo que a
la mañana el sol aparece en el este porque a la tarde giró alrededor
nuestro.

La trampa
Pensemos en un tumor. Un pedazo de carne que sobra. Los
métodos médicos que lo tratan se basan en la misma teoría de la
observación superficial del movimiento del sol. Esta observación
lleva a una interpretación equivocada. El pedazo de carne está de
más y hay que eliminarlo. Si no se puede con cirugía, se arrasa
con drogas o radiaciones. Los físicos no manejan la medicina y los
médicos terminan por creer que una resonancia magnética es una
observación profunda. Se sigue observando el fenómeno y no la
naturaleza ni el sentido del fenómeno.
Es así que ahora hay dos creencias: el malestar es una fuerza
que viene de afuera y se puede influenciar sobre esa fuerza con un
saber que se llama científico.
Volvamos al resfriado. Pensemos que quizás no es un virus el
que lo produce (la fuerza externa) sino que es una de las formas
que tiene el organismo de descargarse de una tensión que lleva
demasiado tiempo acumulada. No hay fuerza externa. Los virus
ya estaban y uno no se contagia de nadie sino que ellos son los
instrumentos para descargarse de esa tensión. Esto no significa
que no haya virus extraños al organismo y éste intente rechazarlos
porque no los reconoce. Los virus son cadenas de información y
si traen una información extraña e irreconocible, el organismo se
niega a aceptarla y se produce el rechazo de la misma. Pero esto no
es lo que ocurre en un resfriado común. Allí hay tensiones excesi-
vas en la vivencia de lo que llamamos el territorio. Las mucosas se
inflaman para obstruir las narinas y no respirar el mismo aire que
el enemigo. Los bronquios expulsan moco para escupir al invasor.
Los músculos duelen para retirarse de la lucha. Y allí los virus son
excelentes colaboradores para generar este estado inflamatorio que
si bien es molesto, logra que el ser vivo se aísle y recupere su bien-

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estar. La medicina en lugar de entender esto, ataca los síntomas
para que el sujeto vuelva a la cadena de producción lo más pronto
posible. Los médicos se comportan como aliados de un poder que
exige productividad sin interesarse por la verdadera recuperación
del cuerpo enfermo. El paradigma del agente externo como causa
siempre presente de la enfermedad sirve a los mismos fines. Si hay
un agente externo debe haber un poder que lo pueda combatir. Y
ese poder es la ciencia médica.
Quizás si esto hubiera quedado allí, tendríamos esperanzas
de salir de esa trampa. Pero lamentablemente, la influencia de la
acción médica sin un saber lógico que la sustente, generó tantos
nuevos saberes vacíos, que estamos atrapados en una red que se
retroalimenta de otras disciplinas y de otros saberes. La religión, la
filosofía, la psicología, aportan nuevos saberes a esta interminable
creencia de la enfermedad como fuerza externa y a la existencia de
un grupo que sabe sobre ella.

Elegir o seguir
En este contexto, nos han quitado la libertad de elegir. En la
historia de la humanidad, siempre hubo partes en pugna, romanos
y griegos, árabes y españoles, buenos y malos, perversos y nor-
males, ricos y pobres. El ser humano podía optar, aún cuando
esa opción fuera equivocada. Ahora es imposible elegir ya que se
trata de nosotros o los virus, enemigos invisibles que destruyen a
todos sin excepción. Las organizaciones mundiales encargadas de
la salud avisan que futuras pandemias son inevitables y elaboran
mapas con colores cada vez más intensos y tenebrosos. La huma-
nidad toda enfrenta al enemigo invisible y no hay opción. Por pri-
mera vez, en cientos de años, se está tomando conciencia que no
es la tierra la que está en peligro sino esta especie que se ha creído
excepcional y que ahora viene a enterarse que su desaparición es
posible. La génesis de Adán y Eva ya no calma los temores de una
especie que ha inventado el concepto de enfermedad y ahora el
concepto en sí mismo la está arrasando. La fuerza externa que nos

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viene a destruir supera ampliamente el saber autorizado del grupo
de personas que la combate. El concepto se escapó de las manos y
tiene vida propia. La gente ya no se muere de la enfermedad sino
del miedo que el concepto inventado le genera. El miedo no da
tiempo a que la enfermedad actúe y nos mate ya que crea por sí
mismo una realidad mortal. Así lo relata el cuento sufí:
“Un sabio sentado en la cumbre de una montaña, ve pasar una
sombra y pregunta: ¿Quién eres? La sombra le contesta “soy la
peste”. “¿Adonde te diriges?” “A matar mil personas de ese po-
blado. “Bueno, ve y mata.” A los pocos días, el sabio se encuentra
con un hombre y le pregunta “¿De donde vienes?” “Huyo de aquel
poblado que ha sido atacado por la peste y ha matado treinta mil
personas”. “Bueno, ve y huye.” A las pocas horas, vuelve a pasar
la sombra y el sabio la detiene. “Oye tú, me has engañado, dijiste
que matarías mil personas y has matado treinta mil. ¿Porqué?”
La peste le responde: “No es cierto, yo solo maté mil personas, el
resto….murió de miedo”.

El miedo de todos
Como médico he presenciado muchas veces el fenómeno de
una persona que en pleno estado de salud y por hallazgos casuales
(pruebas de rutina o un médico demasiado inquisidor) ha sido
diagnosticada de un tumor en hígado, pulmón o mama. A los
pocos días de ese hallazgo, el estado de salud había empeorado
dramáticamente. He visto algunas personas morir en poco tiempo
luego del diagnóstico. Eso es miedo, no es cáncer. Ese es el con-
cepto que se le ha escapado de las manos al grupo de científicos
que ostenta el supuesto saber de la enfermedad. Y ese concepto
se ha desbordado y ha creado una realidad autónoma entre otras
cosas, porque se ha colectivizado. Se ha vuelto un saber popular.
¿Quien no ha escuchado alguna de las siguientes frases?: “El cán-
cer de páncreas, cuando te lo diagnostican ya es demasiado tarde”;
“la quimioterapia te mata las células malas pero también las bue-
nas”; “yo sé que me voy a morir, lo que no quiero es sufrir”; “nunca

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conocí a nadie que se salvara”; “la enfermedad avanza”; “hay que
hacer algo” y tantas otras. El saber colectivo sobre la enfermedad
no se diferencia mucho del saber de los médicos, alguno de los
cuales jamás se harían (y lo dicen públicamente) el tratamiento
que le indican a sus pacientes.
Actualmente se escuchan muchas voces que cuestionan este
concepto de la enfermedad pero la mayor parte de las veces son
ignoradas, reprimidas o tergiversadas.
Es en este contexto que debemos dejar de pensar en nuevos
instrumentos contra la enfermedad para comenzar a pensar en un
nuevo concepto de la enfermedad. Se gastan miles de millones de
dólares en investigar y producir drogas cada vez más nocivas para
la salud de la humanidad y no cesan de aparecer variantes de la
misma enfermedad que no responden a esas drogas o las llamadas
nuevas enfermedades sobre las que ni siquiera se tiene alguna dro-
ga con la que experimentar.
La ciencia se nota perdida y actúa sin lógica. Solo intenta sa-
carse de encima un problema inmediato sin pensar en las impli-
cancias futuras de su proceder. No interactúa con el resto de la
sociedad que mira azorada la injusticia del poder del que participa.
El gobierno que invierte doscientos mil millones de dólares anua-
les en productos farmacéuticos es el mismo que gasta tres millones
de dólares diarios en armas, mientras deja morir quince niños de
hambre por hora. La ciencia médica usa el mismo presupuesto
manchado de sangre e injusticia. Y en esa confusión trata a los vi-
rus con la misma filosofía del gobierno que la sustenta: usa armas
mortales.

Una mujer enferma


Es justamente ese nuevo concepto de la enfermedad, el que nos
va a permitir salir del atolladero en el que el viejo concepto nos
ha metido. Si luchamos contra la enfermedad, luchamos contra
el mensaje que pretende curarnos. Cuando una mujer se nota un
bulto en la mama, debe parar toda actividad y preguntarse qué le

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viene a decir ese bulto. Y si no lo sabe, debe recurrir a alguien que
la ayude a interpretar ese mensaje. No debe salir corriendo en busca
de ese personaje que detenta un saber sobre la enfermedad porque
eso la cristaliza en el viejo concepto. Y a partir de allí, solo puede
esperar que se instale una guerra en su cuerpo. Y el bulto no vino a
declarar la guerra sino a evitarla. Y no es que no debe hacer nada o
curarse psicológicamente. Debe instalar la paz en su vida porque el
bulto así se lo está exigiendo. Y eso no es poco pero es mucho más
de lo que la medicina pretende con su viejo concepto de instalar
una guerra entre el cuerpo de esa mujer y….el cuerpo de esa mujer.
Los poseedores del saber sobre la enfermedad se escandaliza-
rán ante semejante propuesta. “¡No hay tiempo que perder!; ¡Si no
actuamos ahora, su vida corre peligro!” Y comenzarán a citar es-
tadísticas no solo fraudulentas sino aterradoras. Algunos optarán
por hablar de los adelantos de la ciencia y nos citarán con absoluta
seriedad, los anticuerpos monoclonales, los hibridomas y la fusión
entre los linfocitos B y los tumores. Suenan orgullosos de saber
tanto. Y es un saber vacío porque es eficaz contra el único mensaje
que pretende curarnos. Pero además es un saber corrupto, mon-
tado en la sangre de millones de seres humanos, que en lugar de
salvar sus vidas, la pierden definitivamente.
No es una lucha entre los que saben y los que no sabemos. Es
una lucha entre dos conceptos; el de una humanidad que se des-
truye a sí misma y el de una humanidad que pretende sobrevivir.
La mujer del bulto en la mama deberá elegir y optar por qui-
mioterapia, radioterapia y cirugía y así seguir avivando el viejo
concepto que nos está destruyendo o podrá hacer un verdadero
cambio en su vida y dejar de sufrir por su hija que la ignora o por
su esposo que no la ama. En ese cambio, habrá entendido el men-
saje de ese bulto que viene a decirle: “¡No pongas más el pecho!;
¡Deja de ser madre y acepta ser mujer!; ¡Libérate de ese hombre que
no te ama!”
“¿Pero quien me da las garantías de que el bulto no crecerá o
que sus células se irán a mi cerebro o a mis huesos?”, dirá la mujer

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envuelta en las informaciones científicas pero a la vez en la reali-
dad de conocer a tanta gente que sigue ese camino. “Nadie-se le
responde-absolutamente nadie”. Desde el viejo concepto (la en-
fermedad como fuerza que nos destruye), se le citarán estadísticas
sobre lo que le podría pasar si no hace lo que el grupo que sabe,
le dice que haga. Desde el nuevo concepto (la enfermedad como
mensaje para sobrevivir), se le pedirá confianza en que si hace los
cambios que debe hacer, se curará. No parece ser muy interesante
la opción.
Es así que la mayor parte de la gente opta por intentar hacer
las dos cosas o parte de ellas o casi ninguna de ellas. O lo que
sucede con frecuencia, opta por el viejo concepto y cuando ya
no obtiene respuesta de él, se vuelca al nuevo concepto. ¡Cuánto
miedo!

La lógica
Filosóficamente, cualquiera de estas opciones viola uno de los
principios en los que se funda la realidad, el de la no contradicción:
“Una cosa no puede ser y no ser a la vez”. Llamativamente, buena
parte de los médicos del viejo concepto están apoyando estas op-
ciones como si con ello colaboraran con la salud del paciente.
Sin embargo, esa es la realidad. El psicoterapeuta Mario Litma-
novich dice claramente “¡Necesitamos médicos sin miedo!; esa es
la única manera de salir del atolladero”. Creo también que necesi-
tamos pacientes sin miedo.
Es desde este lugar que proponemos las claves para curar. La
palabra clave significar “lo que tiene todo el sentido”. El latín cla-
vis dio origen a la palabra llave. Eso es lo que buscamos. Las llaves
que abren el sentido, es decir, el camino para recuperar nuestra
integridad y curarnos.
El médico alemán Hamer repetía en sus seminarios una pre-
sentación que siempre culminaba con una frase: “Necesitamos
médicos de manos calientes que hagan de la medicina un acto
sagrado”. Allí estaba el centro de su propuesta. Las manos calien-

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tes de alguien sin miedo y seguro de lo que hace. Lo sacro como
digno de respeto y como la base de nuestra columna.
Las claves para curar es eso. Volver a nacer fuera de nuestros
roles y percibirnos como almas que se relacionan con almas. Dejar
de ser hijos, esposos, madres, padres, médicos, abogados, exitosos,
fracasados o perversos. Y renacer como almas con cuerpos que son
usados, no descuidados.
Para ello estamos acá. No para vivir más años sino para tomar
conciencia y ser mejores.

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Capítulo II

Los factores psíquicos


Desde los primeros médicos se trató de encontrar una relación
entre las emociones y los pensamientos con la enfermedad. Pero
fue el psicoanálisis quien se dedicó a explicar largamente esta re-
lación. En sus primeros trabajos, Freud se preguntaba como era
posible que algo perteneciente al pensamiento pudiera convertirse
en algo físico.
Allí propuso el mecanismo que llamó histeria de conversión
en donde sumas de excitación provenientes de pensamientos y re-
cuerdos se transformaban en estimulaciones de sensaciones y mo-
vimientos.
Por su parte la medicina actual acepta la existencia de factores
psíquicos en el origen de la enfermedad pero nunca ha dejado en
claro cuales son y como actúan esos factores y mucho menos como
hay que tratarlos. Habitualmente los nombra con palabras tales
como estrés, tensión nerviosa, depresión u otras que se refieren
más a diagnósticos que a factores psíquicos y lo hace para invi-
tarlos rápidamente a salir de su campo de tratamiento ya que la
medicina solo escucha a las enfermedades y no a los enfermos. Ne-
cesita objetos de estudio para su consistencia. Reducir el deseo del
hombre a un neurotransmisor y los pensamientos de la humani-
dad a una célula del cerebro es la máxima expectativa del sistema
médico. Un ejemplo de ello es el Manual de Diagnóstico y Trata-
miento de los trastornos mentales conocido como el DSM IV que
está basado en el esquema de “síntomas-diagnóstico-tratamiento”
que ha sido siempre la base de nuestra formación médica. Su ob-
jetivo es poder clasificar cada conducta humana con el nombre de
un trastorno y así poder tener un protocolo de tratamiento que
haga fácil el trabajo de las medicinas pre pagas y obras sociales.
Tal como dice Iván Illich, esto surge del reclamo de los pacientes

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en depositar el tratamiento en una pastilla y no en la solución
de los conflictos. Pero también en la necesidad del sistema de no
perder tiempo en la recuperación del instrumento productivo, es
decir, la persona.

La clasificación
El organismo siempre ha convivido con la enfermedad pero si
nos ocupamos de estudiar la historia veremos que hubo enferme-
dades típicas de la pre historia, otras de la antigüedad y muchas
del medioevo. Pero es a partir de la revolución francesa que apare-
ce la necesidad de un orden que no sea perturbado por los acon-
tecimientos históricos y ese lugar lo viene a ocupar la ciencia. Ya
los cuerpos no podrían ser afectados por el devenir de la historia y
se debían clasificar las enfermedades ya que con eso se legalizaba
su carácter científico. Esta corriente llamada positivista hizo que
surgieran multitud de enfermedades. En menos de veinte años se
logró clasificar más de doscientas enfermedades de las veinte que
existían antes de la revolución. Algunas de estas clasificaciones
ya no se tienen en cuenta porque fueron ficciones de la época tal
como la histeria por climas fríos. Pero al entrar en la clasificación
se convirtieron en hechos verdaderos. Todo lo que se clasificó pasó
a existir.
La ciencia como sistema que ordena los significados de los he-
chos nunca ha dejado de aceptar nuevas ficciones siempre que és-
tas aseguren la coherencia que éste orden tiene sobre sí mismo y
sobre su campo de acción. Sin ese requisito, los hechos no existen.
Es por eso que las nuevas ficciones basadas en el conocimiento
que proponen algunos investigadores no pueden ser aceptadas por
el sistema médico ya que subvierte el orden clasificatorio que sos-
tiene este sistema.
Cuando uno de estos investigadores, el médico alemán Hamer,
dice que la enfermedad es el recuerdo de un programa cerebral de
supervivencia ya no se ocupa de un cuerpo inamovible por la his-
toria sino por el contrario de un cuerpo marcado por la pre histo-

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ria. Es demasiado incoherente con el orden simbólico que propone
la medicina. Y lo hace en un momento en donde la eficacia de
este orden está seriamente cuestionada. Ha disminuido considera-
blemente el consenso colectivo sobre su eficacia en determinadas
enfermedades. El mismo médico duda sobre su saber. El sujeto
reclama la vuelta a un mítico orden original donde la ciencia tenía
respuestas para todo. Se exige recuperar la coherencia entre lo que
se dice que sucede y lo que sucede en realidad.
Y una pregunta se está haciendo oír. “¿Si yo hice todo lo que la
medicina dice que hay que hacer para estar sano, porqué me estoy
muriendo de esta enfermedad?”

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Capítulo III

El sanador herido
Hace algunos años leí un cuento de Connolly que narraba la
historia de un médico que había sufrido la pérdida en un accidente
de su esposa y su hija. Sumido en un profundo dolor, llegó a sus oí-
dos la existencia de una rara historia. En una pileta llamada Betes-
dá, no muy lejos de donde vivía, los ángeles bajaban una vez al día
y cuando alguno con sus alas tocaba el agua, todos aquellos que se
sumergían primero se curaban de todos sus males. Hacia allí fue
este médico con su tristeza y su dolor. Cuando llegó, observó gran
cantidad de gente enferma rodeando la pileta. Esperó largas horas
hasta que al promediar la tarde bajaron del cielo varios ángeles. La
multitud se preparó para que ocurriera el milagro. Cuando uno de
esos ángeles tocó con su ala el agua, todos los hombres y mujeres
salieron corriendo a sumergirse. El médico comenzó a correr y
de repente sintió que uno de los ángeles lo frenaba con su ala y le
gritaba con firmeza “¡Tú no!”
El médico se sintió imposibilitado de moverse. El ángel alzó su
vuelo y el médico observó como los paralíticos salían caminando
de las aguas y como los enfermos salían riendo.
Se dio vuelta y emprendió el camino de regreso a su casa. Esta-
ba confundido y abrumado. Solo pensaba en la dureza del ángel.
“He dado toda mi vida para curar a los que sufren y ahora que soy
yo quien necesita curarse no me dejan.”
A los pocos pasos, un ángel lo volvió a parar y envolviéndolo
con sus alas le habló así: “Yo sé como te sientes pero debes enten-
der algo. Tú eres un sanador y estás herido y por un tiempo serás
las aguas de la pileta de Betesdá. Así te necesitamos. Por ahora ese
es el pacto. Luego podrás volar”. No muy lejos de allí lo esperaban
sus pacientes. Solo él los podía ayudar. Solo él los podía entender.
Desde su herida y desde su dolor.

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Cuando en 1995 conocí a Hamer sentí que él era un sanador
herido. En una escena francamente surrealista lo observé sentado
en una silla bajo un árbol, absolutamente solo y comiendo un pla-
to de arroz cuyos granos se caían y que él obstinadamente recogía
del suelo en el parque de un palacio en Málaga. Sus discípulos
estaban cerca pero nadie le hablaba. Un médico que me ayudó a
conocer la Nueva Medicina me tomó del brazo y me acercó a su
silla. Hablaron en alemán y él se paró e hizo una reverencia hacia
mi persona. Yo le extendí la mano y sonreímos. A partir de allí
y usando como traductor a éste médico no paré de preguntarle
cosas. Era un mediodía del verano andaluz y yo en saco y corbata
sentí que tocaba las aguas de Betesdá.
Nunca dejaré de agradecerle a Hamer sus palabras y su enseñan-
za. Horas antes de ese encuentro había asistido a un seminario en
donde había más de quinientas personas. Gente en sillas de ruedas y
hasta en camillas que lo venía a ver como aquél médico de Connolly
iba a buscar a los ángeles. Lo que ocurría era una verdadera movi-
lización. No era posible sustraerse a esa fuerza. La televisión oficial
española le dedicaba horas de programa, los medios de difusión
alemana le hacían reportajes. En ese mismo seminario de Málaga
observé como varios médicos sentados cerca mió se paraban y se
iban gritando “¡Usted es un farsante, condena a esa pobre paciente
irremediablemente! El observaba una tomografía y repetía lacónica-
mente “No tiene cura, no tiene cura”. Otros aplaudían y gritaban.
Eran escenas extrañas. Yo miraba confundido. Luego el médico tra-
ductor me explicaría que Hamer a veces usaba esas estrategias para
producir una reacción en el paciente que no todos entendían.
Al poco tiempo de mis encuentros con Hamer se desató una
verdadera caza de brujas. El sistema medico calificó a Hamer de
charlatán, lo investigó y descubrió que tenía la matrícula médica
suspendida. Decidió perseguirlo y prohibirlo. Reacción y contra
reacción. Hamer salió a fustigar al sistema y se declaró la guerra.
Los médicos que habían asistido a sus clases fueron citados por
las Colegiaturas españolas y obligados a firmar un acta en donde

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declaraban que no adherían a la teoría de Hamer y que ésta no
era aplicable al tratamiento de ningún enfermo. Si no lo hacían le
suspendían la matrícula.
Lo demás fue muy duro. Los discípulos desaparecen y Hamer
va a la cárcel.
Cuando regreso a la Argentina me encuentro con una bom-
ba en las manos. Nadie conocía aquí a Hamer. Ahora mismo,
muy pocos lo conocen. Pero en aquella época, realmente nadie.
Y yo me había convertido en su único discípulo americano. Deci-
do hacer una trampa. Lo invito al principal discípulo alemán de
Hamer, el médico Johannes Beckman a dar un curso en Rosario
pero no con el título de Nueva Medicina sino de “Relación entre
el cerebro, la psiquis y las órganos”. Realizo una gran difusión y
obtengo los auspicios de la Facultad de Medicina, de Psicología
y de la Universidad de Rosario. Hacemos en octubre de 1995 el
primer curso de Nueva Medicina (aunque no se llamó así) en Ar-
gentina con auspicio oficial y representantes oficiales. Beckman da
un curso brillante. Lo aplauden de pie y le hacen notas en radio
y televisión. Le escribo a Hamer y me pide todos los documen-
tos para defenderse en su juicio. Me dice que Beckman no es su
discípulo aunque conoce las cinco leyes y me nombra también a
Moriano (brillante discípulo al cual conocí) como un apartado de
la nueva medicina al igual que a Beckman.
Me doy cuenta de los conflictos que subyacen en la Nueva Me-
dicina pero trato de estar al margen de ellos y sigo estudiando y
difundiendo la teoría de Hamer en todos los lugares donde me
invitan. Pago mis viajes y asumo los costos bajo la atónita mirada
de mi mujer, que sufre las consecuencias de mi pasión por enseñar
algo de lo que nadie hablaba.
No se le puede pedir sensatez a quien ha incorporado tanto en
tan poco tiempo.
Invito a venir a la Argentina, a otro brillante discípulo de Ha-
mer, Vicente Herrera, quien con su humildad y perseverancia,
aporta su visión biológica y social.

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Cuando vuelven a encarcelar a Hamer, junto cinco mil firmas,
entre ellas, la de varios premios internacionales, pidiendo su libe-
ración.

La medicina psicobiológica
Luego de cinco años de practicar la Nueva Medicina de Hamer
tuve la necesidad de aclararme algunos conceptos que repetía casi
académicamente.
El camino de esa investigación me contestó algunas preguntas
y otras veces me arrojó a un mar de dudas. Fue allí que dejé de
hablar de la Nueva Medicina y comencé a hablar de Medicina
Psicobiológica (MPB), que como verán es un gajo de la Nueva
Medicina pero con frutos quizás un poco distintos. Sin la Nueva
Medicina, la MPB es imposible. Sin haber conocido a Hamer,
jamás hubiese podido pensar en la teoría de la MPB. Eso lo quiero
dejar bien en claro. Pero mi relación cotidiana con los pacientes,
me llevó a conclusiones distintas.
Veamos ahora cuales son sus fundamentos y tratemos de co-
menzar a hablar de ellos.

Las fuentes de la MPB.


1) La Nueva Medicina de Hamer. Ideas tales como el conflic-
to biológico, el sistema ontogénico de los tumores, las fases
de la enfermedad, el sentido biológico que las desencadena y
el papel de la medicina actual en el desarrollo de la enferme-
dad nos parecen indispensables para la conformación de una
nueva visión de la enfermedad y de su forma de abordarla.
2) La psicosomática psicoanalítica. El concepto de fenóme-
no psicosomático, de lo real no atrapado por el lenguaje,
la diferencia entre cuerpo y organismo y la concepción de
holofrase para entender el DHS (suceso causa de la enferme-
dad) son aportes que es necesario abordar.
3) Los aportes de la teoría de la geltast al origen de las enfer-
medades. Tomamos en cuenta sobre todo los estudios de la

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Dra. Adriana Schnake en la descripción del órgano enfermo y
en la integración que hace de conceptos de distintas fuentes.
4) La teoría fenomenológica de Hellinger. La pedagogía sisté-
mica que propone el creador de las constelaciones familiares
nos permite acceder a la dinámica de lo transgeneracional y
comenzar a entender la predisposición genética desde un lugar
distinto que hemos llamado los cuatro discursos del cáncer.
5) El enfoque antropológico del mito. Hemos realizado una
mitología de la mitosis y de la apoptosis y hemos desarrolla-
do un animismo de la célula del cáncer y de otras enferme-
dades. Esto nos ha permitido crear una ficción en donde la
magia y la función chamánica ocupan un lugar en el abor-
daje terapéutico.
6) La sociobiología. Los conceptos de territorialidad y preda-
ción los hemos trasladado al comportamiento de las células
pudiendo describir en ellas los mismos rituales de ataque,
huída, apaciguamiento y sometimiento que se observan en
la conducta animal habiendo desarrollado una clasificación
de enfermedades en territoriales y predadoras.
7) Los aportes de las neurociencias. Las investigaciones de la
psiconeuroinmunoendocrinología y los aportes de la función
del cerebro son necesarios para entender la activación de los
programas de supervivencia.
8) La teoría de los arquetipos. A partir del mito del contrato
prenatal hemos recreado los arquetipos de cada enfermedad
y aquellas figuras universales que nos auxilian para trabajar
con estos arquetipos en la comprensión de la enfermedad.

A todas estas fuentes le debemos el permiso de pensar. An-


tes de abordar estas fuentes y lo que de ellas hemos podido
aprender veamos como nos vamos introduciendo en la medi-
cina psicobiológica.

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Capítulo IV

Conceptos fundamentales de Hamer


Hablar de los conceptos fundamentales del creador de la Nueva
medicina, nos obliga a dirigir la atención a campos no usualmente
visitados ni por los médicos ni por la llamada medicina científica.
Existe actualmente una tendencia a hablar de una medicina
basada en la evidencia, que no es otra cosa que seguir remarcando
los hechos que el paradigma médico cataloga como tales. Entran
en el terreno de las evidencias solo aquellas que responden al ori-
gen siempre externo de la enfermedad y al concepto de cura como
desaparición de los síntomas manifiestos.
Es por eso que es necesario redefinir el concepto de salud y de
enfermedad.
Quizás tengamos que plantearnos que no debemos buscar
siempre más de lo mismo. Que habrá que buscar nuevas direccio-
nes, nuevas miradas hacia antiguos hechos.
Hay suficientes datos para aceptar que la medicina tal como
se ha planteado hasta ahora, ha ayudado sustancialmente (con la
ayuda de la higiene y de la técnica) a resolver problemas agudos
que hubiesen llevado a la muerte a mucha gente, pero a la vez se ha
mostrado siempre inepta para solucionar los problemas de salud
no agudos tales como el cáncer, los problemas mentales, etc.
Es por eso que hay investigadores que han dirigido su mirada
a otros campos. Y eso no significa negar o suprimir las miradas
anteriores sino revaluarlas para utilizarlas mejor.
Una de estas miradas, entre tantas es la de Hamer. ¿Y adonde
apunta esa mirada? A la evolución. A la relación que existe entre
todos los seres vivos que han existido y nosotros. Es decir no solo
a nuestra historia sino también a nuestra pre-historia. A la forma
en que esa evolución ha quedado registrada en nuestro cerebro,
nuestros órganos y nuestra psiquis. Todo lo que ha ocurrido desde

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el origen de la vida está escrito en nuestro cuerpo y este es un texto
que si leyéramos con más interés, nos develaría más secretos que
millones de libros que la humanidad ha leído.
No puede ser menos que interesante comenzar a pensar el sen-
tido de la enfermedad en conexión con todas las manifestaciones
de la vida desde su origen. Entender la forma y el motivo por el
cual un ser unicelular pasó a ser multicelular; un ser que vivía en el
agua necesitó vivir en la tierra o un cerebro primitivo se convirtió
en un cerebro moderno. Entender sus formas y motivos es acer-
carnos a la dinámica de la conversión de una célula “normal” en
una célula “anormal”. Es también comenzar a entender porque un
moderno ser humano puede a veces comportarse como un reptil,
un pájaro, un niño o un predador de la jungla.

Las cinco leyes


Hamer propone para entender esto, lo que él llama cinco leyes
de la Nueva Medicina. Ellas son:

1- Primera ley
Ley Férrea del cáncer: toda enfermedad tiene su origen en
un conflicto biológico, que determina la aparición en forma
sincrónica de una lesión en un órgano y una imagen cerebral
que puede detectarse por una tomografía.

2- Segunda ley
Ley del carácter bifásico de las enfermedades que presentan
solución de conflicto: todas las enfermedades tienen una
etapa de conflicto activo, en donde el organismo vive en
simpaticotonía y si se resuelve el conflicto, una segunda
etapa de vagotonía para reparar el órgano.

3- Tercera ley
Sistema ontogénico de tumores y enfermedades análogas:
cada órgano deriva de una hoja embrionaria. Los que de-

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rivan del endodermo y el mesodermo antiguo hacen masa
en simpaticotonía y quistes o necrosis en vagotonía. Los
que derivan del mesodermo moderno y ectodermo hacen
úlceras y disfunciones en simpaticotonía y masas y recupe-
ración funcional en vagotonía.

4- Cuarta ley
Sistema ontogénico de los microbios: todas las enferme-
dades en fase de vagotonía, generan una reproducción de
microbios que ayuda a recuperar el órgano enfermo. En los
órganos derivados del endodermo y mesodermo, se repro-
ducen hongos, mycobacterias y bacterias. En los órganos
derivados del ectodermo, se reproducen los virus. Todos
ellos, son colaboradores de la curación.

5- Quinta ley
Ley del sentido biológico: todas las enfermedades son pro-
gramas especiales de supervivencia. Su puesta en actividad,
busca solucionar un conflicto biológico. Si esa solución
ocurre, el programa de supervivencia se inactiva.

En estas leyes podemos observar tres conceptos que llamamos


fundacionales, es decir que nos van a permitir pensar la lógica de
la Nueva Medicina. Ellos son: la evolución, la inclusión y la bús-
queda de sentido.

La evolución
Es la serie de adaptaciones, es decir, de cambios en el material
genético, que el ser vivo ha tenido que realizar para sobrevivir en
el curso del tiempo. Hamer considera a la enfermedad una reme-
moración de ese pasado evolutivo.
La evolución no es otra cosa, que la relación que nos une a
todos los seres vivos. Esa relación está registrada en nuestros órga-
nos pero también en nuestros cerebros y nuestra psiquis. Este es

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el concepto que más nos interesa. Todos estamos unidos. Un ser
humano puede comportarse como un reptil o como un pájaro por
esta unidad evolutiva. Estamos atados a esa unidad.
Y si Hamer dice que la enfermedad es la rememoración de ese
pasado evolutivo está diciendo que un órgano que se enferma, está
rememorando a un antepasado suyo, lo que podríamos llamar
un protoórgano. Asume el rol de un familiar lejano. ¿Porqué un
órgano haría semejante cosa? Expresarse como una célula de un
pasado primitivo que no logra aún diferenciarse en una célula mo-
derna con su función específica. Recordemos que a las células del
cáncer se las denomina “primitivas e indiferenciadas”. Una célula
moderna se convierte en una célula del pasado. ¿Quién es el autor
de semejante desatino? ¿Y para qué?
Hamer propone como la causa de todo esto a la evolución y lo
hace con una frase contundente: “Nosotros creemos que pensa-
mos pero la evolución piensa por nosotros”. El autor de semejante
desatino es entonces, la evolución. Si logramos saber el sentido de
la evolución, conoceremos el sentido de la enfermedad.

La inclusión
Es un concepto que nos lleva a buscar la interpretación de la
enfermedad en los hechos fundamentales de la existencia del in-
dividuo: su historia, su pre-historia y la insatisfacción en ambas
etapas, de los requerimientos biológicos que la naturaleza le ha
impuesto. Esto nos lleva a redefinir el concepto de salud, ya que
no puede estar sano un sujeto que aunque no tenga síntomas no
esté cumpliendo con los desafíos que la vida le propone. Quien
está incluido aquí es el sujeto y no ese objeto llamado enfermedad
reducido a una sustancia química, una reacción de laboratorio o
una descripción anatómica de tejidos o células.
Hamer nos habla de guiones biológicos que él llama “progra-
mas especiales de la naturaleza” que se activan justamente cuan-
do la persona ya no piensa sino que es pensada por la evolución.
¿Qué produce ese agujero entre el pensamiento humano y el de la

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evolución? La inclusión de los requerimientos biológicos y de la
prehistoria nos permite acercarnos a esta respuesta.

La búsqueda de sentido
Es necesario entender que cuando se activa este programa espe-
cial es, según Hamer, porque se busca una solución a un problema.
Lo que sucede es que quien busca esa solución no es el moderno
sujeto sino la vieja evolución. Y lo hace a su manera.
El problema en sí parece ser atribuido por Hamer (en una prime-
ra mirada) a la necesaria desaparición del menos apto para la super-
vivencia. Esto suena provocador y discriminativo para una visión
que en algunos lugares se conoce como “la medicina de la esperan-
za”, pero tenemos que aceptar que el autor de esta discriminación
no es ningún ser humano sino la mismísima evolución. Entender
esto nos ayuda a no querer destruir los mecanismos de la evolu-
ción como tan irresponsablemente está haciendo buena parte de la
ciencia, sino a aprender a convivir con tales mecanismos que han
formado parte de la vida desde su origen. Las leyes de la naturaleza
no son buenas o malas de acuerdo al concepto humano; son las que
han surgido luego de millones de pruebas en el curso de millones
de años, como los mecanismos adecuados para que la vida siga exis-
tiendo. El sentido de la evolución, es siempre superar un obstáculo a
la supervivencia. Lo que aún no ponemos a discusión, es si se trata
de la supervivencia del individuo, del clan o de la especie.

Conceptos fundamentales
A partir de estos conceptos fundacionales, nos podemos acercar
a los conceptos básicos de la Nueva Medicina.

El DHS
Significa Sindrome Dirk Hamer y según su autor es el suceso
que desencadena la enfermedad. Según Hamer, es un hecho sor-
presivo, dramático y vivido en soledad. Allí el sujeto se encuentra
en un atolladero, en un callejón sin salida, en una paradoja.

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La existencia de un hecho anterior a la aparición de una enfer-
medad, es algo de lo que siempre se ha hablado. Que ese hecho
pueda ser el desencadenante o la causa de la enfermedad, siempre
se ha puesto en duda. Hamer le da a ese hecho, tres características.

1) es sorpresivo: la persona no está preparada para reaccionar.


Puede ser una frase o un gesto de un ser querido, del que
nunca podía esperar tal conducta. Un robo. Un accidente.
Cualquier hecho que a uno lo tome a contrapié.
2) Es dramático: aquí todo es subjetivo. Se conmueve todo el
ser de esa persona pero según la vivencia de esa persona.
Puede ser la muerte de una mascota o el quedarse sin trabajo
teniendo hijos que mantener. Lo que importa es como lo
vive. Como un rayo.
3) No puede verbalizarlo: ésta quizás sea la característica menos
subjetiva. La persona que ha sufrido el DHS puede hablar de
lo que le pasó, pero hay algo de ese hecho que se le escapa. Es
su reacción en ese momento. De eso, no habla. Es un mon-
to de energía, que por haber sido vivida dramáticamente y
habiéndolo tomado de sorpresa, ha quedado “secuestrada”
dentro suyo y es necesario que salga de allí.

Podríamos pensar en el DHS como un estímulo tan intenso,


que no ha podido ser registrado en su totalidad. Una persona
cuando es asaltada, podrá recordar lo que sintió, las palabras que
se dijeron y el desenlace. Pero la vivencia de ese hecho fue de tal
magnitud, que un monto de tensión desbordó el registro psíquico.
Podrá recordar el frío del arma en su cabeza, pero una parte de esa
vivencia superó la posibilidad de pensarla, de recordarla. Esa par-
te, es la que queda registrada en un órgano en particular, de acuer-
do al estilo de esa vivencia. Si ese estilo tiene que ver con el miedo
frontal, el pánico absoluto, el órgano que guardará ese monto de
energía que desborda la psiquis, es el pulmón. Si ese estilo guarda
relación con no poder recibir ayuda, quedar solo y desamparado,

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quien guardará ese monto de tensión será el riñón. Si la vivencia
es de estar siendo ensuciado y maltratado, la guardará el intestino
grueso. Si en ese momento, llevaba un dinero prestado que tenía
que devolver en pocas horas, será el páncreas quien reaccionará.
Podemos decir que el DHS puede enlazarse a múltiples senti-
dos pero esa parte que se escapa de la representación psíquica es
la única que va a generar una respuesta orgánica. Y esto ocurre
así, porque ese monto de tensión ya no es vivido con la lógica de
la psiquis, sino con la lógica del órgano. Este va a reaccionar con
una bio-lógica. El pulmón reaccionará buscando más oxígeno, el
riñón reteniendo más agua, el páncreas, produciendo más jugos
digestivos y el intestino, tratando de eliminar el obstáculo sucio
que sienta a su nivel. Todos ellos lo harán desde la biología, como
lo han hecho desde hace millones de años. Es a eso a lo que Ha-
mer llama programa especial de la naturaleza. El DHS es el que
produce el conflicto biológico.

El conflicto biológico (CB)


Si lo vemos desde este lugar, el CB es el registro físico que se
produjo en los distintos tiempos de la evolución cuando el ser vivo
se enfrentó a una amenaza a su supervivencia. Así cuando pasó del
agua a la tierra, se encontró con el obstáculo de no poder captar
el oxígeno del aire. Tenía branquias que eran capaces de tomar
oxígeno del agua pero no del aire. Eso es un conflicto biológico y
lo resolvió en millones de años con miles de intentos fallidos hasta
formar una célula específica y diferente. Así se formó el sistema
respiratorio.
Evolutivamente el CB es la rememoración de esa etapa primiti-
va llevada a un tiempo humano. Se generan células especiales para
captar oxígeno repitiéndose una búsqueda aún no humana en un
espacio y tiempo humano.
Sin embargo, no podemos dejar de referir que hay una ten-
dencia de ese sujeto (marcada por su historia y por su vivencia de
insatisfacción) a que se afecten determinados órganos y funciones

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y no otros. A esto, la medicina lo llama “predisposición genética” y
las disciplinas orientales “tendencia kármica”. Nosotros en la me-
dicina psicobiológica lo llamamos “automatismos de repetición
biológica”.
Hamer dice que el conflicto biológico surge de una necesi-
dad biológica que no es satisfecha. La respiración, la nutrición, la
sexualidad. Esto determina una respuesta automática que repite
lo que la evolución ha impuesto en millones de años. Esos proto
comportamientos son nombrados por la medicina como “enfer-
medad”.
Es así que la enfermedad surge cuando los pensamientos, los
sentimientos, los recuerdos, son desbordados y pasan a ser tra-
bajados desde las leyes de lo biológico. Lo que no puede hacer la
persona, lo hace su biología. Y lo hace como lo hizo siempre, con
conductas celulares adaptativas frente a lo que vive como amena-
zas a su supervivencia.

La relación terapéutica
Otro concepto que debemos abordar es la relación entre el tera-
peuta y el paciente. Esta deja de ser la relación entre un amo, que
supuestamente lo sabe todo y un esclavo sin deseos ni esperanzas,
que se somete ciegamente a lo que el médico le dice.
Así como el único objeto de estudio de la medicina es la enferme-
dad y no el enfermo, en la visión de Hamer el sujeto queda incluido
con su historia y con lo no dicho de su información personal.
Esta inclusión hace que el terapeuta forme parte de un modelo
en el que se confronte el código biológico en el que se expresa el
paciente (tumor, úlcera, disfunción, etc.) con una interpretación
de esa respuesta que tiene en cuenta a la evolución, a la inclusión y
a la búsqueda de sentido.

El Foco de Hamer
Otro concepto importante en la NM es el llamado foco de Ha-
mer (FH). Este es un registro que se visualiza a través de una TAC

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(tomografía axial computada) de cerebro, que nos permite evaluar
el origen del CB, el tipo de lesión, su intensidad y su estado ac-
tual. La lectura de estas imágenes debe estar reservada a quienes
tienen experiencia en la misma y sepan interpretarla de acuerdo a
todos los conceptos de la NM. No guarda ningún sentido que se
confunda el valor de los descubrimientos de Hamer con la lectura
de los FH. Ellos son una ayuda para el diagnóstico y la evolución
pero si no son encuadrados en la clínica del paciente, se convierten
en una anécdota sin valor. La lectura de los puntos de acupuntura
no tendría ningún valor si no responden a una acción terapéutica
concreta como es el equilibrio de la energía a través de las agujas
u otra estimulación. La lectura de los FH si no se acompaña de
una acción terapéutica, que emerja de la misma lectura, no tiene
valor clínico.

Los requerimientos biológicos


Otro concepto que debemos nombrar es el de los requerimien-
tos que la vida ha ido creando en el curso de la evolución, plan-
teándole conflictos de supervivencia al ser vivo y que este ha teni-
do que superar para adaptarse a nuevas formas de existencia.
Hamer habla de cinco necesidades biológicas básicas, que
desde lo más primario a lo más complejo son: nutrición, repro-
ducción, defensa, estructura de sostén y comunicación.
Estos requerimientos a través del lenguaje y de las recategori-
zaciones que los cambios cerebrales han permitido, han dejado
de ser solo necesidades biológicas y han pasado a ser demandas
socioculturales.
El ser humano puede enfermarse (al igual que el animal y el
hombre primitivo) por la insatisfacción de la necesidad biológica
(el hijo pequeño está enfermo y la madre hace crecer su pecho para
alimentarlo mejor) pero muchas veces lo hace por el traslado de
esa necesidad biológica a una demanda psíquica en donde el len-
guaje juega un rol fundamental (no “tragarse” la actitud del mejor
amigo y desarrollar una úlcera).

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En este esquema observamos el tipo de necesidad biológica
(nutrición, reproducción, defensa, sostén y comunicación), la me-
táfora que el sujeto hace (a partir del lenguaje) convirtiendo la
necesidad en demanda psicobiológica y la capa embrionaria que es
afectada (aclarando donde se ve en la tomografía cerebral el foco
de Hamer)
Conflicto biológico: No conseguir la presa, que se la quiten,
obstáculos a su paso o eliminación

Nutrición
(conseguir la comida, Metáfora Psicobiologica: Insaciabilidad. No poder incorporar
poder digerirla más. Deudas. Traiciones. Atascarse.
y eliminarla) Ser ensuciado.

Capa afectada: Endodermo (FH en tronco cerebral con


proliferación celular como
respuesta orgánica)

Conflicto biológico: perder la pareja o la cría.

Reproducción
(poder tener descen
dencia para que la Metáfora Psicobiologica: grave conflicto de pérdida.
especie sobreviva)

Capa afectada: Endodermo (FH en tronco cerebral con


proliferación celular como
respuesta orgánica)

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Conflicto biológico: ataque a las corazas

Defensa Metáfora Psicobiologica: humillación, marginación,


(del territorio primitivo) diagnósticos viles, golpes.

Capa afectada: Mesodermo antiguo (FH en cerebelo con


respuesta orgánica
proliferativa)

Conflicto biológico: ataque a la verticalidad

Sostén
(poder
pararse y Metáfora Psicobiologica: desvalorización
tenerse
en pié)

Capa afectada: Mesodermo cerebral (FH en sustancia blanca. Necrosis


como respuesta orgánica)

Conflicto biológico: alejarse del grupo

Comunicación
(poder compartir Metáfora Psicobiologica: eparación de los vínculos
con los otros)

Capa afectada: Ectodermo (FH en corteza parietal. Ulceras


como respuesta orgánica)

Conflicto biológico: no tener un territorio propio (masculino)


no tener un lugar de pertenencia (femenino)
Sentido territorial
(responsabilizarse
por lo que se con Metáfora psicobiologica: invasión de territorio (masculino)
sidera propio) perdida de identidad (femenino)

Capa afectada : Ectodermo (FH en corteza temporal.


Ulcera como respuesta
respuesta orgánica.

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Conflicto biológico: amenaza en el territorio
Espacio externo hostil
(hay predadores que
pueden aparecer en Metáfora psicobiologica: miedo en la nuca (el enemigo
acecha)
cualquier momento)

Capa afectada: Ectodermo (FH en corteza occipital)

Hamer propone aquí unas tablas que pueden leerse en mis li-
bros anteriores.

La Naturaleza
También debemos mencionar que el ser humano hace entrar
permanentemente a la naturaleza en conflictos de superviven-
cia a través del uso indiscriminado de las fuentes de vida sobre el
planeta. No solo nos referimos a la contaminación del aire y del
agua, a la manipulación genética, a la destrucción de los bosques,
a la matanza de grupos de animales, etc., sino también a los con-
flictos colectivos que los grupos humanos generan con la injusti-
cia, la crueldad, la falta de identidad como especie, la exclusión
de semejantes y la dominación cultural. Esto genera campos de
resonancia que alcanzada una masa crítica, producen respuestas
de las fuerzas de la naturaleza por la violación de las leyes de su-
pervivencia.
El comportamiento ambiguo del ser humano, que luego estu-
diaremos, ha generado conflictos colectivos en toda la historia de
la humanidad y de ellos han surgido el cáncer, el sida, las pestes.

Conclusión
Todo lo que la medicina llama enfermedad es síntoma. Las cau-
sas según Hamer son los conflictos biológicos. Ellos se dirimen en
regiones del cuerpo ordenadas por el cerebro creando mapas que
se activan a través de la percepción del DHS. Es decir que existe
el cerebro con sus mapas, los órganos con su lenguaje y la psiquis

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con sus representaciones. Es lo que la evolución nos ha dejado. No
está ni bien ni mal. No hay moral en la enfermedad. Tampoco hay
desorden. No es el sentido humano. Es el sentido de la evolución.
Es así que en el modelo Hameriano abordamos lo siguiente:
1) la enfermedad es la rememoración de un pasado evolutivo;
es decir se asume un rol de un antepasado.
2) Los guiones biológicos que Hamer llama programas espe-
ciales de la naturaleza, son activados porque el sujeto ya no
piensa sino que es pensado por la evolución.
3) El sentido de la enfermedad no está solo en la prueba de
supervivencia del más apto sino en la dimensión de la bús-
queda de sentido.
4) El DHS es un suceso que no puede evitar ser respondido
pero que paradojalmente no puede ser respondido en la di-
mensión psíquica en que se plantea sino en una dimensión
biológica que la medicina interpreta fuera de la norma y la
ataca como algo a destruir.
5) El conflicto biológico es el conflicto entre la dimensión bio-
lógica de la célula y la dimensión lógica humana. Debemos
conciliar ambas dimensiones con una comprensión de lo
que la naturaleza propone.

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Capitulo V

Los cinco enunciados de la MPB


En este capítulo, exponemos las bases que vamos a desarrollar
en todo el libro. En ellas, nos alejamos de las leyes de Hamer, pero
siempre teniéndolas en cuenta.

El primer enunciado de la MPB: enfermedades comunes y ar-


quetípicas.

Enunciado: Las enfermedades pueden activar formas celula-


res con sentido de supervivencia o no hacerlo. Si lo hacen, las
llamamos enfermedades comunes. Si no lo hacen, las llama-
mos enfermedades arquetípicas.

Primer criterio: las enfermedades comunes se producen por


un DHS, que activa un conflicto biológico y las células con su
forma y conducta expresan el intento de solución de ese conflic-
to.
Las enfermedades arquetípicas se producen por el incumpli-
miento de un mandato generacional (MG) y las células expresan
con sus formas y su conducta la denuncia del incumplimiento de
ese mandato.

Segundo criterio: los mandatos generacionales son sucesos


hereditarios dirigidos por un Ideal de supervivencia que exige el
cumplimiento de la interrelación justa entre todos los seres vivos.
Podríamos verlos como DHS ancestrales que se transmiten de ge-
neración en generación y que se activan no para solucionar un
conflicto individual y actual de supervivencia sino para denunciar
una falla en la justicia colectiva.

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Tercer criterio: las enfermedades comunes activan las formas
celulares que expresan el desequilibrio neurovegetativo; la simpa-
ticotonía en la fase activa y la vagotonía en la fase de solución.
(Inflamación, necrosis, etc.)
Las enfermedades arquetípicas activan el mecanismo adapta-
tivo de la evolución; la destrucción de las formas actuales que no
son útiles y la búsqueda de formas y acciones que sean útiles para
cumplir las exigencias del Ideal de supervivencia. (Inflamación,
apoptosis.)

Cuarto criterio: en las enfermedades comunes el abordaje te-


rapéutico implica la solución del conflicto actual y la restauración
del equilibrio vegetativo con sus funciones específicas. Si no hay
solución no hay curación.
En las enfermedades arquetípicas, el abordaje terapéutico im-
plica la convivencia de las dos formas celulares (arquetípica y ac-
tual) a través de un código de comunicación hasta que se suspenda
la denuncia del mandato generacional (MG) y se permita la inclu-
sión. Sin inclusión no hay curación.

Lo que nos ha impulsado a escribir este primer enunciado es la


comprensión que muchas enfermedades (que aquí llamamos arque-
típicas) no expresan sentido de supervivencia sino por el contrario
un comportamiento destructivo que la medicina ha nombrado
como anárquico e indiferenciado. Esta ausencia de sentido de super-
vivencia se nos presenta en la teoría de Hamer como un jeroglífico
que es necesario aprender a leer. Hay en estas enfermedades conduc-
tas celulares y orgánicas que expresan condensaciones de sentido o
desplazamiento de los mismos que aún no se han comprendido.
Adelantemos que con este enunciado abrimos la posibilidad de
pensar en todas las formas de vida que en el curso de millones de
años de evolución no lograron sobrevivir. Ellas, han quedado ins-
criptas en los genes como denuncias de su imposibilidad. Allí acce-
demos a lo real de la realidad. A la falta de sentido de supervivencia.

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Esta falta de sentido de supervivencia en la EA (enfermedades
arquetípicas) nos permite entender porqué un tumor cerebral pue-
de ser un foco de Hamer en curación pero también puede ser un
cáncer devastador.
La esperanza que nos provee este enunciado es aprender a con-
vivir con aquello que aún no tiene sentido. Pero a la vez, convertir
esa ausencia de sentido, ese jeroglífico (signos que evocan palabras
pero que no lo son) en un acceso a escenarios que deben aprender
a expresarse de una manera distinta a como lo vienen haciendo.
Estas enfermedades arquetípicas son de grupos celulares o trozos
de tejidos y no de aquello que hemos llamado cuerpo. Su origen
está en marcas anteriores al cuerpo que nosotros hemos llamado
mandatos generacionales. Ellos hablan de otros que ya no están y
que de alguna manera persisten en estos cuerpos robados.

Segundo enunciado de la MPB. Sistema biológico territorial-


predador.

Enunciado: el proceso que llamamos enfermedad, forma parte


de un sistema biológico donde sus componentes (células, micro
organismos) han perdido su naturaleza de cooperación y armonía,
generando luchas entre sí.

Primer criterio: estas luchas pueden ser de territorio o de caza


de la presa. Cuando son luchas territoriales, los mecanismos que
se utilizan son los mismos que usan los animales semejantes en sus
luchas por jerarquías territoriales. Cuando son luchas de caza de la
presa, los mecanismos que se utilizan no admiten la supervivencia
del grupo celular atacado.

Segundo criterio: las enfermedades se clasifican en territoria-


les (se desarrollan en un solo órgano) y predadoras (se desarrollan
en varios órganos).

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Tercer criterio: el abordaje terapéutico difiere totalmente en
ambas y se basa en la posibilidad de sometimiento que existe en
las luchas territoriales y en la necesidad de huir que se presenta en
la caza de la presa.

Esta primera clasificación nos va a permitir abordajes terapéuti-


cos absolutamente singulares a cada rol biológico (como veremos,
también hemos clasificado a los seres vivos en territoriales y preda-
dores) y a cada enfermedad.

Esta clasificación no solo la pensamos en cuanto a conductas


animales sino en su proyección a la conducta celular. Pensemos
que en un centímetro cúbico de tejido hay aproximadamente
1000 millones de células. El organismo es un espacio que pode-
mos concebir como múltiples territorios, los cuales deben aprender
a convivir en armonía y solidaridad. Esto lo vienen haciendo desde
hace miles de años en los humanos y millones de años en otros
organismos vivos. La enfermedad es la ruptura de esa convivencia.

Tercer enunciado de la MPB. Teoría de los arquetipos.

Enunciado: en las enfermedades comunes se activan formas


celulares específicas para solucionar un conflicto biológico. En las
enfermedades arquetípicas se activan formas celulares evolutiva-
mente antiguas que no buscan solucionar un conflicto sino de-
nunciar una injusticia.

Primer criterio: las formas celulares arquetípicas son la de cé-


lula madre (con sus variantes nutritiva, protectora y devoradora) y
la de célula suicida (con sus variantes egoísta, altruista y anómica),
generando conductas que niegan el sentido biológico que lograron
en el curso de la evolución.

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Segundo criterio: tanto en las enfermedades arquetípicas
como en las comunes, existen activadores de conducta que respon-
den a figuras arquetípicas. Ellas nos ayudan a entender como se
origina en el plano simbólico una enfermedad y como se la puede
desactivar. Los arquetipos del endodermo son el niño herido y el
niño mágico. Los de mesodermo antiguo son la víctima y el guía.
Los del mesodermo moderno son el saboteador y el pionero. Los
arquetipos que trabajan en las enfermedades del ectodermo son la
prostituta y el sanador.

Tercer criterio: la teoría de los arquetipos nos ayuda a elaborar


una estrategia fundamental en la terapéutica de la MPB, que lla-
mamos acto arquetípico.

Este tercer enunciado lo hemos construido a partir de que en-


tendimos que lo que intenta la enfermedad arquetípica es denun-
ciar hechos individuales y colectivos que la historia no ha repa-
rado. Asesinatos, suicidios, traiciones, abandonos, han quedado
grabados en la célula o en registros en los que la ciencia ni siquiera
puede pensar. Y esos hechos que no han sido reparados crean una
tensión insostenible que no es compatible con la continuidad de la
vida humana. Los instrumentos que se activan para ejecutar esta
reparación son las células arquetípicas, de las que hemos estudiado
hasta ahora solo dos: la célula madre y la célula suicida.
Tales células son la faceta simbólica de las células que en la
biología se conocen con ese nombre. De parte de lo que la ciencia
ha estudiado de ellas, proyectamos funciones que nos permiten
entender porqué se activan y para qué lo hacen. La teoría de los
arquetipos es una ficción que trata de explicar realidades pero con
argumentos de la misma realidad.
Los arquetipos de conducta, son modelos de conducta habitual
en los seres humanos. Han sido descriptos desde tiempo inmemorial
y aquellos que hemos elegido son los que a nuestro juicio, pueden
ayudarnos a entender porqué, como y para qué nos enfermamos.

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La construcción de la teoría de los arquetipos se enlaza a la
teoría de Hamer de tal forma que cada hoja embrionaria y cada ór-
gano pueden ser estudiado en base a estos arquetipos permitiendo
una extensión del modelo de Hamer a lo simbólico.
La estrategia terapéutica que denominamos acto arquetípico
surge de esta teoría como un logro de objetivos inesperados al
desplazar los significados de la enfermedad arquetípica a la enfer-
medad común.

Cuarto enunciado de la MPB. Sistema metabiológico de la en-


fermedad.

Enunciado: las enfermedades comunes afectan a las células en


su dimensión biológica (soma) y simbólica (cuerpo). Las enferme-
dades arquetípicas afectan a grupos celulares llamados pedazos.

Primer criterio: los pedazos son los grupos celulares que car-
gan con los mandatos generacionales. Cuando se activan al no
cumplirse, se desentienden de la orden biológica de los órganos y
del sentido simbólico del cuerpo.

Tercer criterio: la acción de los pedazos y de las células arquetí-


picas permite el regreso a estados imposibles para los órganos y para
el cuerpo. A estos estados imposibles, los conocemos como “lo real”.

El cuarto enunciado nos acerca a la posibilidad de distinguir las


enfermedades de los órganos, las del cuerpo y las de una tercera
tópica que llamamos pedazos. Allí están los mandatos que el Ideal
de supervivencia cuida que se cumplan. Allí se desencadena el in-
tento de denunciar injusticias generacionales a través de compor-
tamientos celulares que la medicina llama anárquicos y sin senti-
do. Sin embargo, este cuarto enunciado nos ofrece un sentido: el
regreso a estados actualmente imposibles.

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La existencia de los pedazos llevando los estandartes de los
mandatos generacionales y la incidencia de lo real como aquello
que actúa sin ser conocido, es lo que nos permite pensar a las
enfermedades arquetípicas de una manera tan distinta a la de Ha-
mer. Ya no como una reacción lineal ante los sucesos de la vida
sino como el atravesamiento de distintas realidades y distintos
tiempos en una misma persona.

Quinto enunciado de la MPB: Teoría de los mandatos gene-


racionales.

Enunciado: las llamadas enfermedades arquetípicas son origi-


nadas por el incumplimiento de un mandato generacional.

Primer criterio: los mandatos generacionales son DHS ances-


trales que pasan de generación en generación y que se expresan
en las células demostrando la existencia de un ideal de justicia
colectiva.

Segundo criterio: el sentido del mandato generacional es per-


mitir la continuidad de la vida humana. Cuando no se cumple el
mandato, los grupos celulares que los representan activan conduc-
tas que impiden la función biológica y simbólica del órgano y del
cuerpo.

La teoría de los mandatos generacionales nos permite ver en


la enfermedad la íntima relación entre todos los seres vivos de
todos los tiempos. Estamos unidos a nuestros ancestros no solo
por la carga genética sino por lo que ellos sufrieron, gozaron y no
pudieron cumplir. De la vida y la muerte de todos ellos quedaron
registros que viven en lo que llamamos pedazos. Nuestras tensio-
nes celulares y su forma de descargarse, están enlazadas a estos
registros.

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La enfermedad arquetípica es la denuncia de estos registros. En
esta teoría, la denuncia se expresa como la negación de la continui-
dad de la vida humana.
A la vez, esta teoría nos permite el acceso a entender ese lengua-
je anárquico y sin sentido.
El quinto enunciado es una apuesta a crear un cuerpo social
que nos proteja generando nuevas formas de vivir y de contemplar
la vida.

La propuesta de la MPB
A través de estos cinco enunciados, nos proponemos desarro-
llar una teoría que aporta ciertos operadores que nos permiten
abordajes terapéuticos específicos. A medida que los iremos de-
sarrollando, veremos que no puede tratarse de la misma manera
una enfermedad territorial y una predadora. Que una enfermedad
puede tener en sí misma un sentido de supervivencia que debe
acompañarse y otra enfermedad, ser una denuncia que si no se
contesta, pondrá en peligro la vida. Que la historia de una persona
está impregnada no solo por sus acontecimientos sino por manda-
tos familiares y sociales que forman un cuerpo.

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Capítulo VI

Lo transgeneracional
Según estos aportes, existe un guión secreto que se desarrolla
en nuestras vidas como un patrón de comportamiento y este
guión no solo está escrito por nuestros padres, sino por varias
generaciones anteriores y por el contexto en el que vivieron estas
personas, tales como guerras, desastres económicos, etc. Este
guión se escribe enhebrando las vidas pasadas con las presen-
tes y las futuras formando un sistema de relaciones en el cual
las personas que han sufrido una grave exclusión en sus vidas
(muertes prematuras, violaciones, torturas, etc.) son representa-
das actualmente por personas que han nacido en otra o varias
generaciones posteriores. Esta representación transgeneracional
se haría, según esta teoría, con el objetivo de reparar con el
propio sacrificio, el desafortunado destino del antepasado. La
persona elegida para tal sacrificio es la persona con más sentido
de lealtad secreta aún cuando esa persona no sepa en absoluto
su rol sacrificial.
Los tres conceptos mágicos que propone el sistema transgene-
racional son:

a) yo sufro en lugar tuyo (lo hago por vos);


b) te sigo (si no estás más yo me voy)
c) fue por culpa mía (pago el precio por tu sufrimiento).

En la teoría transgeneracional todo es una historia de exclusión


que reclama una compensación. Aquí hay una historia que la cé-
lula conoce y que la recibió. No es improbable que los hermanos
o los descendientes de una persona (que llevan en sí estos genes)
no la hayan recibido. La gestación y el nacimiento de una persona
están marcados por sucesos únicos e irrepetibles.

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Imaginemos la historia. Uno de los 350 millones de esper-
matozoides (uno solo) se combina con uno de entre 400 óvulos.
Empieza la gestación. Es un proceso que durará 40 semanas y
en el que se repetirán millones de divisiones celulares (mitosis)
transmitiendo una información no solo de los padres sino de
quien sabe cuántas generaciones anteriores (¿quién sabe?). ¿Pero
que es lo que se transmite? Se conocen ciertos procesos eléc-
tricos, enzimáticos, moleculares, etc. ¿Pero alguien cree que la
ciencia sabe con certeza el argumento de lo transmitido? Si en
las tres últimas generaciones las mujeres padecieron de cáncer de
mama, para la ciencia todo pasa por una cuestión de posibilida-
des aunque a esas posibilidades las llame marcadores genéticos.
¿Alguien puede negar que se transmitan recuerdos? Las socie-
dades se transmiten recuerdos. Así lo demostró la teoría de los
memes, universalmente aceptada por la ciencia. ¿Un abuelo no
puede transmitirle a su nieto el miedo que sintió en la guerra a
través de su hija?
Uno puede preguntarse a esta altura qué se transmite de ge-
neración en generación entre las personas que padecen cáncer de
mama. El oncogen es solo un nombre con que la ciencia bautiza a
esta célula cargada de información que no puede descargar. Qui-
zás esa célula la tengamos todos porque todos tenemos historias y
en todas ellas debe haber recuerdos de “sucesos dramáticos, sor-
presivos y vividos en soledad”. ¿Pero que sucedería si esa célula
intenta hacerse responsable de ese recuerdo que es de otro? Al fin
de cuentas, nosotros cargamos la nariz de otros, la predisposición
a la diabetes de otros y hasta el nombre de otros. ¿Por qué no los
recuerdos de otros?
Ann Schutzenberger demostró recientemente que el 30% de las
personas que hacían un cáncer lo hacían a la misma edad que sus
padres o sus abuelos (o a la misma edad que estos habían muerto)
y llamó a este hecho síndrome aniversario. Una especie de fideli-
dad inconciente a un secreto familiar. Hilgard lo había demostra-
do anteriormente en el 40% de las psicosis.

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Actualmente, los aportes del ex misionero Bert Hellinger con
sus conceptos del orden del amor y la práctica de las constelaciones
familiares, son un fundamento importante para este modelo.
Según este modelo, existe en nuestras vidas un patrón de com-
portamiento que actúa como un plan secreto y que no solo se
basa en los mensajes que recibimos de nuestros padres, sino en
vivencias independientes de ellos. Estas vivencias pueden ser de
otros miembros de nuestras familias (vivos o muertos y de varias
generaciones anteriores) o de conflictos colectivos, tales como ge-
nocidios o desastres naturales.
En esta red existe un ordenamiento que si no se respeta genera
desequilibrios en todo el sistema (unidades mutuamente depen-
dientes). En este orden hay dos principios: 1) lo anterior en un sis-
tema tiene prioridad sobre lo posterior (nuestros ancestros tienen
más “derechos” que nosotros); 2) las personas excluidas son repre-
sentadas por otras nacidas posteriormente (un abuelo marginado
de la red es “actuado” por su nieto).
Un primer atravesamiento entre el modelo Hameriano y el
Transgeneracional, nos permite entender que la solución del con-
flicto debe tener en cuenta la red familiar y el sistema de compen-
saciones puesto en juego. Ya no se trata de solucionar conflictos de
la persona, sino de darnos cuenta que esa persona está comprome-
tida con un destino que la trasciende.

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Capítulo VII

La lucha por la supervivencia


La MPB (medicina psicobiológica) tiene entre sus fuentes más
importantes la biología, la etología y la sociobiología, es decir, las
disciplinas que estudian la relación que existe entre las manifes-
taciones de la vida y la conducta de los seres vivos. Hemos ob-
servado que en lo que la medicina llama enfermedad, se repiten
conductas de los seres vivos (células, animales, grupos sociales)
en su intento por sobrevivir. A partir de esta observación, gene-
ramos una ficción en donde la enfermedad es analizada como
la lucha entre dos animales semejantes por dirimir cuestiones
territoriales. Como si fueran dos ciervos o dos leones que van
a luchar para poseer un mismo territorio. Un grupo de células
llamadas “normales” (sanas) lucha contra otro grupo de células
llamadas anormales (enfermas por inflamación, cáncer, infec-
ción). Los mecanismos que los animales han aprendido a poner
en juego durante la evolución, son según esta ficción, los mismos
mecanismos que estos grupos celulares desarrollan para vencer
o sobrevivir al ser vencido. Dentro de esta misma ficción, hemos
observado que ciertos grupos celulares se comportan respecto a
los grupos “normales” como predadores frente a sus presas y de
esta manera no existe lucha por el territorio sino ataque mortal.
A las enfermedades que presentan este último mecanismo la he-
mos llamado predadoras y no hay en ellas mecanismos de lucha
frontal sino solo la posibilidad de huir o raramente de atacar al
predador.
Es por eso que vamos a observar primero como se desarrolla
este tipo de lucha para sobrevivir entre los animales y luego iremos
aplicando estas estrategias a una teoría de la enfermedad, pero a la
vez, a una teoría de abordaje terapéutico.

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Territoriales y proveedores
Los animales que luchan por ocupar un lugar en un espacio
físico se llaman territoriales. Aquellos que se ocupan de buscar las
presas para alimentar al grupo se llaman proveedores.
La convivencia de los animales en grupos es entre semejantes,
es decir, ciervos con ciervos y leones con leones.

Los territoriales
Estos animales luchan entre sí por dos razones:

1) para establecer una jerarquía social;


2) por sus derechos territoriales frente a la amenaza.

Hay especies jerárquicas y especies territoriales. Hay especies


que tienen ambas formas de lucha (la humana es una de ellas).
Como mamíferos homínidos (descendientes de los monos),
hemos heredado el sistema jerárquico, en donde existe una figura
conocida como macho dominante cuyo rol más importante es:
comer primero, aparearse con las hembras (en forma exclusiva
o no), mover al grupo e imponer su autoridad cuando algo no
puede ser compartido o si se producen disputas internas o re-
beliones. Cuando envejece, es derrocado por otro más joven y
vigoroso.
Cuando el homínido se convirtió en cazador grupal y tuvo que
dejar los bosques y salir al campo abierto, la jerarquía ya no pudo
ser tan tiránica. La bipedestación (que ocurrió en ese momento
ya que tuvieron que bajar de los árboles y utilizar los miembros
anteriores como superiores) generó que la pelvis de las hembras se
angostara y tuvieran que parir crías inmaduras. Esto obligó a una
prolongada dependencia de las crías que hizo que las hembras no
pudieran acompañar a los machos a la caza en los campos abiertos
y debieran quedarse en territorios fijos. Esto produjo cambios hor-
monales en la hembra que suavizaron su carácter dando comienzo
al tabú del incesto como pacto con los más jóvenes de alimentar-

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los en la medida en que no molestaran a las hembras cuando los
adultos salían a cazar.
La ausencia de la riqueza de los bosques y la necesidad de bus-
car presas para comerlas, modificó el comportamiento de los ho-
mínidos, que se convirtieron en cazadores carnívoros y formaron
unidades familiares. La monogamia se transformó en una ventaja
evolutiva ya que el macho elegía a la mejor hembra para que colec-
tara adecuadamente el escaso alimento y cuidara a sus crías inma-
duras, y la hembra elegía al mejor macho para que fuera un ade-
cuado proveedor del escaso alimento. Así apareció el macho jefe
de familia, que debió defender su propio hogar individual dentro
de la colonia grupal común. Esto generó dos tipos de conductas
existenciales, la de aquel que sale a cazar (proveedor) y la de aquel
que se queda para defender su territorio (territorial). El proveedor
se caracteriza porque su objetivo fundamental es la obtención de
la presa; su búsqueda existencial es la libertad; su imagen es “yo
tengo lo que todos desean”; su cualidad más importante es el tener
y su carácter se define en la acción. El territorial se caracteriza por-
que su objetivo fundamental es obtener la jerarquía territorial; su
búsqueda existencial es el reconocimiento; su imagen es “yo soy el
que manda”; su cualidad más importante es el ser y su carácter se
define en la amenaza de lucha.

Estos dos tipos de perfiles caracterológicos los veremos también


en el ser humano. Son perfiles que hemos creado con el objetivo
de ayudarnos a entender la respuesta biológica ante los conflictos.
La generalidad nos dice que el hombre es proveedor y la mujer es
territorial, pero los códigos de comunicación actuales nos alejan
de la generalidad.

El sistema nervioso
En la defensa del territorio y en la relación entre el predador y
la presa, los animales experimentan una excitación agresiva pro-
duciendo una serie de cambios en su fisiología a través del llamado

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SNA (sistema nervioso autónomo). Esto lo hace a través de dos
subsistemas, llamados simpático y parasimpático.
La rama simpática de este sistema, se activa cuando se percibe
la amenaza y todo el cuerpo se prepara para luchar ante el posible
ataque. El corazón late más rápido y la sangre se concentra en los
músculos y en el cerebro, para tener más fuerza y estar atento.
Se producen más glóbulos rojos para aumentar la absorción de
oxígeno. Se acelera el tiempo de coagulación para que las heridas
cierren más rápido. Se interrumpe la digestión y el almacenamien-
to de los alimentos. Se disminuye la secreción de saliva y de jugos
gástricos. Disminuyen los movimientos del estómago y del intes-
tino. El recto y la vejiga no se vacían. Para aumentar la eficiencia
muscular, los hidratos de carbono, son expulsados del hígado. La
respiración se hace más rápida y profunda. Los pelos se erizan para
refrescar el cuerpo y aumenta la secreción de sudor para evitar el
calentamiento exagerado.
Todos estos movimientos preparan al animal para la lucha, au-
mentando su energía para el probable desgaste físico por la super-
vivencia.
Aquí surge un dato muy importante. Si el motivo de todos es-
tos cambios es el combate territorial, la supervivencia está amena-
zada y no puede no haber miedo ante un hecho semejante. Y aquí
aparece un intenso conflicto. La agresión lo impulsa al ataque pero
el miedo lo retiene. Es el miedo ante la posibilidad de no sobrevi-
vir. El animal que es provocado a luchar no se larga directamente
al ataque, solo amenaza. Hay un efecto suspensivo en donde todo
el sistema simpático está activado pero el ataque no se produce.
Este estado puede ser lo bastante intimidatorio como para que el
enemigo huya y todo termine allí. En las llamadas formas supe-
riores de la vida animal, hay una clara tendencia en esta dirección,
sustituyendo el combate por un rito de amenazas. Esto permite
que la especie arregle sus disputas sin graves perjuicios a sí mismo
pero a la vez se ha convertido en un grave problema fisiológico ya
que el esfuerzo previsto no se materializa. Al nacer el conflicto

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entre la agresión y el miedo, todo queda en suspenso. La energía
creada por el simpático no se utiliza y el parasimpático no puede
activarse y establecer el estado de calma. Ante semejante obstina-
ción del simpático, el parasimpático replica salvajemente. Las dos
actividades se mezclan y se produce un conflicto biológico entre
ambos sistemas. La sequedad de la boca da paso a gran salivación.
Aparecen diarreas e incontinencia de orina. La palidez se invierte
y hay rubor. La respiración rápida es reemplazada por suspiros.
Hay ataque y huida a la vez. El resultado de esto es una serie de
movimientos contradictorios que direccionan el cuerpo en un sen-
tido y en el contrario. Va hacia adelante y retrocede. Durante el
curso de la evolución, esta contradicción se convirtió por sí misma
en una señal de agresión dando origen a los rituales de guerra. Los
contrincantes se mueven en círculos, se agachan, arquean el lomo.
Estas señales se unen a las del SNA para informar de la intensidad
del equilibrio entre el ataque y la huída.
Del conflicto que surge entre el miedo y el ataque, aparecen una
serie de comportamientos extraños y al parecer, desprovistos de
significación. El animal, incapaz de decidirse entre el ataque y la
huida, deja escapar la energía acumulada a través de una actividad
independiente. Son las llamadas actividades de desplazamiento o
de dispersión. Se rascan, se limpian, simulan construir nidos. Se
dormitan, bostezan, efectúan incompletos movimientos del acto
de comer, etc. Estas actividades también son valiosas señales de
preparación para la lucha y nos permiten entender desde un plano
biológico conductas atípicas como la somnolencia permanente, la
bulimia, las hiperquinesias y los temblores esenciales.
Las especies que han desarrollada técnicas para matar a sus pre-
sas, casi nunca las emplean en las luchas de rivalidad territorial o
de jerarquía social. El ataque a la presa es biológicamente un com-
portamiento diferenciado del ataque al rival, tanto en sus motivos
como en su realización.
La ley de la jungla se respeta para bien de la especie. Esta ley
se basa en nunca matar a un semejante y no utilizar las técnicas

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mortíferas que se han desarrollado para cazar las presas en los
combates por rivalidad con los semejantes. Si así no se hiciera, la
especie estaría en peligro de extinción.
Es por eso que en la lucha con los rivales, se han creado señales
y códigos que evitan llegar a la muerte.
Cuando la posición del perdedor se ha hecho insostenible, se
tiene que retirar. Esto finaliza la lucha y la víctima no es persegui-
da. Pero hay ocasiones en que no puede huir. Esto ha tenido im-
plicancias evolutivas (estar en un callejón sin salida) y sus motivos
son dos:

1) el camino de salida está obstruido;


2) pertenece al mismo grupo social del vencedor y si se escapa
se queda sin territorio.

Aquí hay dos razones suficientes para comunicar al vencedor


que se da por vencido. De todos modos, si queda muy herido o
exhausto, el animal dominante lo percibe y lo deja (pero esto ya
puede ser mortal para el vencido). Es necesario evitar llegar a este
extremo si se quiere sobrevivir. Así se han creado ciertas señales de
sumisión que ponen fin al ataque. Estas pueden ser:

a) de apaciguamiento;
b) de sometimiento.

En las primeras, se pone fin a las señales que han provocado la


agresión; la inactividad es la principal de ellas. Pensemos que to-
dos estos ritos de agresión, miedo y sometimiento son la expresión
en la conducta evolutiva de lo que sucede en el organismo en la
enfermedad y que de estos rituales y actitudes se pueden inferir las
respuestas necesarias para abordar la enfermedad.
La inmovilidad es una forma muy clara de expresar que no se
quiere seguir luchando. Se puede acompañar con otras actitudes,
como el encogimiento o agachamiento (disminuyendo el tamaño

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del cuerpo), el ponerse de lado (en lugar de la actitud de ataque
frontal) o el ofrecimiento al vencedor de una zona del cuerpo vul-
nerable (el chimpancé ofrece la mano).
Las actitudes de apaciguamiento pueden dar paso a las de fran-
co sometimiento como sistemas re motivadores para que el ven-
cedor no continúe su ataque. Ellas son de tres tipos: 1) actitudes
que imitan la petición de comida (el vencedor entonces regurgi-
ta la comida que el vencido come); 2) actitudes de sometimiento
sexual, presentando el trasero ( esto genera una actitud sexual en
el macho o en la hembra dominante que realiza movimientos de
seudo cópula con la hembra o macho dominado); 3) se despierta
el deseo de aseo del vencedor (los monos producen chasquidos en
los labios, que forman parte de la ceremonia del aseo y el vencido
limpia al vencedor).
En todas las disputas territoriales o de jerarquía, las especies
tratan de no sacrificar la vida de los contendientes.

De los rituales a la enfermedad


La evolución con sus conductas de supervivencia, nos está con-
tando lo que la célula ha aprendido en el proceso de adaptación y
como puede seguir haciéndolo en la actualidad. Lo viene haciendo
desde hace millones de años y es llamativo que la medicina no se
haya dado cuenta que estos rituales de supervivencia expresados a
nivel celular generan lo que hoy nombramos como enfermedad.
Pensemos al DHS como un callejón sin salida. Lo mismo que
le pasa al animal perdedor que no puede seguir luchando y que
tampoco puede huir. Si la enfermedad es una rememoración de
momentos evolutivos, es a esa actitud rememorativa a la que de-
bemos enviarle las señales de apaciguamiento antes de que sea de-
masiado tarde. Estas señales, al igual que en los mamíferos, son
signos e implican que ya no hay necesidad de seguir sosteniendo
la agresión.
Recordemos que las dos causas fundamentales para no poder
huir cuando ya se está vencido, son la obstrucción a la salida o

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escape y la pertenencia al grupo del vencedor ya que si se va de allí
herido se convierte en una presa. Pensemos en una persona seria-
mente enferma y si no es esta la posición en la que se encuentra.
¿Cómo enviar señales de apaciguamiento a ese programa especial
de la naturaleza que es la enfermedad? Y aún mejor, ¿Cuál es el
lenguaje que hará que ese programa (tumor, parálisis, etc.) respon-
da a la señal de no agresión?
Recordemos que Hamer dice que la enfermedad es un progra-
ma de supervivencia y todo programa para ser tal, debe tener un
mecanismo de funcionamiento. En la célula han quedado graba-
das las conductas de supervivencia de los organismos más primi-
tivos. Creemos que la mayor parte de las enfermedades son preci-
samente estos ritos de lucha territorial en donde el simpático y el
parasimpático se replican a veces salvajemente en una lógica que
expresa este mecanismo de funcionamiento. Sin embargo, en cier-
tas enfermedades tales como el cáncer, el sida y las enfermedades
autoinmunes, esa lógica pierde coherencia.
En una gastritis por estrés, la persona se traga trozos demasia-
do grandes o no digeribles. El estómago no lo tolera y se defien-
de agresivamente con su lógica celular. Produce ácidos y se cierra
como ritual amenazante para que esos trozos no sigan entrando.
Es claro que esos trozos no tienen que ser solamente alimentos.
Pero en un cáncer de estómago, esta lógica simpática parasim-
pática se diluye. Aquí hay una regresión a formas celulares que
normalmente no participan de la lucha. No hay amenazas sino
directamente agresión e invasión.
Tanto en el imaginario colectivo como en el mismo núcleo de
la medicina, estas enfermedades parecen pertenecer a códigos des-
conocidos. Los rituales de lucha y de caza no son los de los orga-
nismos superiores, sino que parecen responder a las formas más
antiguas de expresión de vida en la tierra.
En estos programas arcaicos, no existe diferenciación entre la
lucha territorial entre los semejantes y la caza de la presa. Las acti-
tudes celulares reflejan comportamientos territoriales y predadores

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al mismo tiempo. Esto implica un grave peligro ya que no se res-
petan los códigos de supervivencia que ha instalado la naturaleza.
Aquí debemos comenzar a pensar que ese grupo de enferme-
dades (cáncer, sida, autoinmunes) tienen mecanismos en los que
no solo deben considerarse los rituales de lucha entre semejantes
sino también, los rituales de la caza de la presa. Muchas de estas
enfermedades tienen un comportamiento tan devastador que las
analogías del “monstruo que se come al enfermo” se han popu-
larizado.
Lo que intento decir es que las luchas por la supervivencia que
se generaron en el curso de los millones de años en que la vida
ha evolucionado, se han inscripto en el ADN de las células. El
comportamiento de éstas, en las llamadas enfermedades, es justa-
mente la puesta en actividad de estas luchas por la supervivencia.
Cuando sufrimos una gastritis, por ejemplo, lo que están hacien-
do las células al erosionar la mucosa del estómago es un ritual
de lucha territorial entre la célula normal (tanto en su anatomía
como en su fisiología) y la célula inflamada. Como ambas son
células semejantes, la evolución ha inscripto en ellas, los rituales
de la lucha territorial (lucha entre semejantes). Hay inflamación,
necrosis, cicatrización y todos los procesos de la fisiología normal.
Se respetan entre sí.
Es en estos procesos donde funcionan todos los rituales de apaci-
guamiento que la naturaleza y la civilización han creado. De parte
de la primera (la naturaleza), el ritual fundamental es la resolución
del conflicto, es decir, de la lucha. Si la gastritis está originada en
una discordia laboral, afectiva o familiar, es necesario abordar esta
conflictiva y vencer o aceptar ser vencido. Aquí funciona lo que
dice Hamer; dejar el trabajo, separarse, cambiar la actitud. Qui-
tarse toda la ira, encontrar una nueva posición social, solucionar
un juicio. Y si no se puede ser vencedor, recurrir a las señales de
apaciguamiento; quedarse quieto, aceptar con comprensión, reti-
rarse. La naturaleza ya conoce estos procesos y cuando la señal es
emitida, el órgano deja de “estar enfermo”.

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La civilización también ha creado señales de fin de la lucha. El
más usado de todos es el farmacológico. Drogas que “vencen a la
inflamación”. Estas generan un triunfo en la lucha sobre la célula
inflamada a través de distintos mecanismos. Pero también se usan
los alimentos que generan un armisticio ya que cesa la lucha terri-
torial al ser una analogía del apaciguamiento (alimentos blandos y
fácilmente digeribles). También las técnicas físicas y respiratorias,
por el mismo mecanismo (algunos “asanas” del yoga se parecen
mucho a ritos de apaciguamiento).

Las enfermedades predadoras


La célula humana también tiene inscripto en su ADN, la caza
de la presa. El comportamiento del proveedor. La lucha mortal.
La destrucción sin límites. Aquí estamos en el terreno de las que
hemos dado en llamar “enfermedades predadoras”. Vemos en mu-
chas personas este comportamiento bajo distintas fases. El cáncer
invasor es una de ellas. Pero incluimos como enfermedades preda-
doras a todas las enfermedades sistémicas, es decir aquellas que se
salen de su territorio y van a predar a otro territorio (sida, artritis,
demencias). Aquí la célula desata una estrategia que no admite
señales de cese de lucha. Solo importa la destrucción. La muerte
de la presa.
Evolutivamente los dos comportamientos están inscriptos en
nuestras células. Este dato es quizás, el aporte más significativo
que podemos dar desde la medicina psicobiológica. El comporta-
miento del animal proveedor y la búsqueda de la presa definen la
conducta celular de alguna de las enfermedades más temibles que
afectan a la humanidad.
Recordemos que lo que define la conducta del proveedor es la
obtención de la presa (el tenerla o cazarla) a través de una acción
concreta. Lo que más nos interesa de esta relación es la estrategia
de la presa ya que nos lleva a entender como la evolución logró
registrar esa lucha en las llamadas enfermedades arquetípicas, es
decir, aquellas que no buscan solucionar ningún conflicto. Estas

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no son sino el fruto de la adaptación entre una célula proveedora y
predadora y un organismo territorial y sujeto de presa.

Las conductas no territoriales


Las estrategias de la presa han sido muy estudiadas por la cien-
cia desde Cannon en adelante. Actualmente describimos solo dos
comportamientos biológicos:

1) ataque
2) huída

La inmovilidad (parálisis) y el sometimiento (depresión) si bien


se han descrito como conductas de supervivencia, nosotros las va-
mos a incluir como signos de apaciguamiento en las enfermedades
territoriales.
Pensemos que los dos comportamientos son estrategias de su-
pervivencia que están escritas en nuestras células. Si bien son con-
ductas que todos conocemos también son conocidas por la célula
y expresadas en su particular lenguaje. Una célula tiene su forma
de huir y de atacar y esa forma nosotros la hemos traducido de la
siguiente manera:

1) Cuando la célula ataca, va hacia delante, se hincha, se des-


plaza agresivamente. Creemos que la expresión de esta con-
ducta es la anaplasia tumoral, es decir, el cáncer en forma de
coliflor.
2) Cuando la célula huye, va hacia atrás, se desintegra, crea tú-
neles. Creemos que la expresión de esta conducta es la ana-
plasia ulcerosa, es decir, el cáncer en forma de agujero.

Lo que intentamos decir es que la célula no está ajena a todo


aquello que la ciencia ha estudiado como estrategia de superviven-
cia de los animales. Todo lo que nosotros hacemos para sobrevivir,
la célula lo hace a su manera. Lo que pretendemos es construir un

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animismo celular que nos permita entender los delicados mecanis-
mos de esas expresiones que conocemos como salud y enfermedad
pero que no son otra cosa que la lucha por la supervivencia y el
esfuerzo de adaptarse a los distintos requerimientos biológicos.
La medicina debe dar este salto biológico. Nuestros cuerpos son
la expresión de esta lucha por la supervivencia. Que una persona
se enferme de un cáncer ulcerado en recto, de un hipotiroidismo
o de una esclerosis múltiple, no son casualidades sin explicación,
sino que responden a una manera de expresión que la célula de ese
cuerpo ha registrado como la mejor manera de sobrevivir ante la
amenaza. Entender este registro es entender la historia del indivi-
duo pero también la de su linaje, de quien ha heredado su manera
de adaptarse a las amenazas de supervivencia.
Es por eso que asociamos la enfermedad al lenguaje que los
mamíferos han expresado en el curso de la evolución para sobrevi-
vir. Así podemos entender una nueva estrategia terapéutica basada
en la sabiduría de millones de años y no en hipótesis basadas en
paradigmas que cambian continuamente.
No tengo la intención de que esto sea aceptado ya que justa-
mente el paradigma actual nos impide pensar en estos términos.
Pero si tengo la ilusión de que sirva para que otros sigan el cami-
no que la misma naturaleza nos propone. Las enfermedades son
el producto de una vida llena de conflictos, pero no a nivel ex-
clusivamente personal, sino fundamentalmente familiar y social.
La historia familiar tiene un peso que la medicina llama predis-
posición genética. Si no nos abocamos a solucionar ese peso, las
futuras generaciones tendrán cada vez más enfermedades. Y esa
predisposición solo podrá abordarse cuando la humanidad acepte
su responsabilidad en el origen de la enfermedad.
Esto no es una ingenuidad, aunque suene como tal. Ni un lla-
mamiento pseudoreligioso. Es la descripción de lo que está suce-
diendo. Son hechos que vienen ocurriendo hace millones de años.
Una lucha por la supervivencia sin valores humanos. La medicina
se ha acoplado a esa lucha de forma ciega y sin visión de futuro.

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Proponemos una nueva medicina que acepte no solo lo biológico
sino lo específicamente humano. Queremos entender el lenguaje
animal para entendernos pero a la vez, para que deje de ser el
único lenguaje que nuestras células hablen. Somos mucho más
animales de lo que creemos. Tanto que tenemos la misma res-
puesta biológica ante los conflictos. La medicina psicobiológica es
una estrategia para salir de la trampa que nosotros mismos hemos
tejido. Es inventar una nueva verdad. Es recuperar la fantasía que
la medicina niega con su propia fantasía basada en su paradigma
microbiológico y lineal. Una nueva verdad viene asomando y nos
puede ayudar a soñar en una humanidad sin enfermedad.

De las estrategias celulares a nosotros


Las estrategias de apaciguamiento llevadas a la expresión hu-
mana deben ser entendidas incorporando las relaciones vinculares
que la humanidad ha creado pero sin excluir la biología como han
hecho la mayor parte de lo que Hamer llama irónicamente las
“iatrías”.
En las enfermedades territoriales los códigos de apaciguamien-
to los consideramos simbólicamente contratos sociales altruistas
en beneficio del otro. Estamos frente a una crisis de supervivencia;
el animal está muy herido y no puede seguir luchando. La célula
“sana” o “normal” está siendo expuesta a la muerte por la célula
“enferma”. La inmovilidad es la quietud pero por sobre todo es
no seguir avanzando. Si estamos frente a un conflicto grave (un
adolescente con dermatitis atópica provocada por la separación de
sus padres) no se debe avanzar en la resolución de ese conflicto.
Las células ya han hablado y es necesario aquietarlas; están muy
sensibles y la señal debe ser clara. Mudanzas, viajes, pueden ser
observadas como huidas y no como apaciguamiento y las células
ante la huída, perseguirán al animal herido.
La lateralidad debe ser entendida como no confrontar. Recor-
demos al animal herido y su posición en ese momento. Ya habrá
tiempo cuando se supere la amenaza de supervivencia de ver como

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se soluciona el conflicto. Buscar las soluciones significa muchas
veces ignorar las señales de apaciguamiento y mas que soluciones
se encuentran confrontaciones.
El agachamiento es la humildad, el servicio.
Lo que estamos diciendo es que no se debe crear el “conflicto
de solucionar el conflicto”. El “furor curandis” que muchos que
han leído superficialmente a Hamer, proponen a los enfermos. La
persona está herida y debe descansar, sobre todo de la búsqueda
desesperada de soluciones.
Cuando la crisis de supervivencia en una enfermedad territorial
es muy avanzada, se deben recurrir a señales de sometimiento.
Las señales de alimentación se expresan habitualmente con un
ayuno que es signo de no alimentarse más hasta que se resuelva el
problema. Es algo que simbólicamente se hace como protesta ante
la injusticia. Tanto en los niños que se niegan a comer como en
presos o personas que reclaman un derecho. Las dietas vegetaria-
nas, macrobióticas expresan muy bien esta posición de no contes-
tar la agresión y buscar la supervivencia.
Las señales de aseo se relacionan a limpiar al otro. Expresan
conductas de sacrificio que exigen el permiso del otro. Las con-
versiones religiosas en donde se busca la redención de los otros a
través del propio servicio puede ser un ejemplo de señal de some-
timiento para detener una enfermedad.
Las señales sexuales tienen que ver con lo seudo sexual y al
igual que la seudo cópula de los perros o gatos expresan conductas
de dominado ante el otro. Jean Guir habla del seudo incesto y la
seudo homosexualidad como transacciones para no enfermar (re-
laciones paternales o fraternales con el mismo sexo pueden actuar
como señales de sometimiento)
En las enfermedades predadoras la crisis de supervivencia, exige
en cambio, una resolución de lo que Hamer llama el CB. Atacar
o huir. No hay más alternativa. El ataque con drogas sería una
buena estrategia si esto no generara lo que el saber popular define
con una frase reveladora: la quimio ataca tanto a las células bue-

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nas como malas. De allí que no sea un verdadero ataque sino una
provocación a las células “enfermas”. Aquí en lo médico estamos
indefensos1. Y los médicos lo sabemos. La cirugía en cambio es
una alternativa valiosa para atacar y eliminar hasta reponer la au-
toridad de otra manera. Desde lo no médico, atacar es justamen-
te reponer la autoridad de forma absoluta y con actos concretos.
Para lograr esto, se debe salir de la posición de presa. Si esto no
es posible, la única vía de supervivencia es la huida. En el plano
médico, las llamadas medicinas blandas por su forma de actuar
son un valioso aporte a esta estrategia. En el plano no médico, es
fundamental la construcción de un lugar seguro. Las estrategias
del trauma, tales como el EMDR, por ejemplo, son un aporte
significativo.

Desde la concepción biológica de Hamer, la linealidad que él


establece entre conflicto y enfermedad le hace suponer que la solu-
ción del conflicto genera la cura. Al no tener en cuenta la división
de las enfermedades entre las que buscan solucionar un conflicto
y las que no lo hacen (comunes y arquetípicas) y entre territoriales
y predadoras expone al paciente a soluciones que no son biológica-
mente correctas y que pueden llevar a la muerte de la “presa” o a la
exacerbación de la agresividad del “proveedor”.
Desde la concepción psicológica, el no tener en cuenta esta di-
ferencia, hace que muchas enfermedades arquetípicas sean trata-
das de la misma manera que las enfermedades comunes, en donde
no hay sentido de muerte y de destrucción sino de integración.

El consenso universal
Pero hay un detalle que no podemos dejar pasar: el fracaso de
los métodos agresivos sobre las enfermedades arquetípicas (cáncer,
sida, autoinmunes). Y cuando hablo de fracaso quiero acotar esa
expresión al consenso universal de que no es así como vamos a
1
Salvo el caso de algunos oncólogos que muy sabiamente usan dosis mínimas
de drogas con excelentes resultados terapéuticos.
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superar el cáncer. Hay un saber colectivo que dice que la quimio-
terapia es tan agresiva como el cáncer. Y ese saber no fue impuesto
por agentes de noticias o campañas publicitarias. La historia del
tratamiento del cáncer es una historia de brutalidades y el presente
no se aleja demasiado de esa historia.
Pero también fracasan los intentos de las llamadas “medicinas
blandas”. No significa esto que no sirvan. Estadísticamente los
tratamientos convencionales y las medicinas blandas tienen resul-
tados similares. Me refiero siempre al mismo consenso universal.
Una vez que uno tiene cáncer, la muerte es segura, un poco más
tarde o más temprano. Lo único que se plantea el paciente es no
sufrir demasiado. No creo que sea valioso decir que la quimiotera-
pia cura el 50% de los cánceres porque esas estadísticas están ma-
nipuladas por los laboratorios. Tampoco creo importante exponer
que si se soluciona el conflicto, como dice Hamer, el 97% de los
pacientes se curan. Esto tampoco es cierto. No es un método lo
que va a curar a un paciente de cáncer.
Si no entendemos qué significa una enfermedad arquetípica, no
podremos entender que cualquier linealidad (Por ejemplo: Con-
flicto = Cáncer) no puede servirnos para dejar de estar atravesados
por el cáncer (o cualquier otra enfermedad arquetípica).

La reparación
Tendremos que comenzar a pensar en el concepto de la exclu-
sión y de la injusticia a un nivel que va más allá del individuo y que
tiene que ver con su historia y con la de todos.
Ya lo haremos pero antes de eso, debemos sostener que el sen-
tido de la aparición de las enfermedades arquetípicas es destruir
el tejido normal para reinar como tejido independiente y eterna-
mente inmaduro. Recordemos esto. Parece una pretensión exce-
sivamente humana y quizás hable precisamente de lo que somos.
Sabemos que nuestras sociedades primitivas se formaron si-
guiendo una analogía con el cuerpo humano: una cabeza que or-
dena a las restantes partes, órganos jerarquizados por su función,

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órganos que trabajan para otros, etc. Las máquinas que creó el
género humano fueron hechas siguiendo una función del cuerpo
o imitando una parte del mismo. Las mismas computadoras están
hechas siguiendo la función del cerebro y su modo de analizar la
información. Lo llamativo de esto es que tanto la sociedad, las
máquinas y las computadoras se construyeron aún antes de co-
nocer los modelos en que se basaron. Determinadas funciones de
las computadoras sirven actualmente como modelo para estudiar
determinadas funciones del cuerpo, así como las estructuras frac-
tales, desconocidas en la época en que se describieron los capilares
pulmonares o la función de las dendritas, son usadas actualmente
para explicar en forma más profunda el funcionamiento de estas
partes del cuerpo.
Algo así está pasando con las enfermedades arquetípicas. Cree-
mos que determinados comportamientos sociales podrían explicar
su actual desarrollo y a la vez, si trabajamos esos comportamientos
sociales, creemos que podríamos alterar el actual desarrollo de es-
tas enfermedades.

Lo que estamos haciendo


Lo que queremos decir es que si observar un tumor como es-
tructura fractal, permite cambiar su terapéutica (ya que solo crece
en su periferia y entonces la quimioterapia no sirve porque solo va a
destruir la periferia del tumor y no el ochenta por ciento restante),
observar las enfermedades arquetípicas como comportamientos so-
ciales nos permitirá un cambio profundo en el abordaje terapéutico.
No tendría sentido pedirle a una persona que resuelva su conflicto
personal si vive en una sociedad injusta y esta sociedad actúa como
un órgano enfermo. No sería útil resolver en una constelación fa-
miliar una exclusión de un miembro mientras la humanidad entera
continúa excluyendo a otros órganos de nuestro propio cuerpo.
Lo que hace la medicina es la actitud irracional de una sociedad
cobarde. Exterminar las células enfermas para que no griten más.
Para que no denuncien más.

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Lo que hace la psicología es una actitud egocéntrica de creer
que podemos cambiar a un solo ser humano sin importarnos el
resto.
Lo que hace Hamer es proponer que se salven solo los que su-
peren la prueba.
Ninguna de las tres opciones tiene consenso universal porque
las tres expresan una linealidad sin sujeto. Solo la conciencia del
verdadero origen de las enfermedades arquetípicas tendrá consen-
so universal.
Así las enfermedades arquetípicas no parecen ser algo que se so-
lucione solamente con resolver los conflictos personales. Trascien-
de esta dinámica para enlazarse a una provocadora interpretación
de nuestro origen y nuestro destino. Parece haber una unidad de
toda la humanidad expresada en la enfermedad.
Las enfermedades arquetípicas no serían entonces fruto de nin-
gún conflicto sino de la ruptura de esa unidad a través de la ex-
clusión de sus componentes. A esos componentes los llamamos
mandatos generacionales pero no son otra cosa que la tierra, los
ríos, los animales, los árboles, los seres humanos y todo lo que tie-
ne vida. Si observamos como esa vida sigue reproduciéndose luego
de millones de años, entenderemos que el mecanismo que utiliza
persigue un objetivo y es este objetivo quien se expresa en lo que
hemos llamado mandatos generacionales.

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Capítulo VIII

Los mandatos generacionales


Este tema es un aporte propio de la MPB. Se trata de los dis-
cursos que la humanidad ha ido creando en el curso de los miles
de años en que su vida se fue desarrollando en nuestro mundo.
Según nuestra propia tópica, el que origina estos discursos es una
figura simbólica que llamamos “el ideal de supervivencia”. A esta
figura la hemos asociado con las distintas necesidades de cada hoja
embrionaria.
Es una idea que enlazamos a los trabajos de Habermás sobre
la reproducción material y la reproducción simbólica. Según este
filósofo, la reproducción material es la necesidad que tienen las
sociedades de transmitir a las nuevas generaciones, los conoci-
mientos científicos y tecnológicos que le aseguren la satisfacción
de los requerimientos biológicos fundamentales (comida, abrigo,
defensa, comunicación). Si así no ocurriera, las nuevas sociedades
deberían comenzar siempre desde cero a buscar ese saber como si
nunca hubiese existido. En cuanto a la reproducción simbólica,
Habermás se refiere a ella como la necesidad de transmitir a las
siguientes generaciones los principios, las normas y las institucio-
nes que ordenan la convivencia en la sociedad pero a la vez, po-
der hacerlo con los motivos y las justificaciones que explican ese
orden de convivencia. Este espíritu de la reproducción simbólica
no es natural, sino el resultado de una historia basada en ideas y
experiencias. Si el espíritu de las generaciones anteriores pierde su
lógica, la transmisión no se produce. Las nuevas generaciones no
aceptan esa lógica ni sus justificaciones para aceptar esos princi-
pios y normas.
Este espíritu es lo que llamamos mandatos generacionales. Ha-
mer se ha ocupado extensamente de los mandatos naturales a los
que ha llamado programas especiales de supervivencia. Ha expli-

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cado la enfermedad desde esa postura. Desde la MPB incorpora-
mos a los mandatos generacionales para entender la enfermedad. Y
no es una incorporación teórica, sino fundamentalmente práctica
a la hora del abordaje terapéutico.
Actualmente los mandatos naturales siguen existiendo tal como
en su origen. No ocurre así con los mandatos generacionales (cul-
turales o simbólicos) que están siendo cuestionados por su apa-
rente ineficacia en mantener la reproducción del género humano.
Valores e instituciones tales como la familia, la religión, la he-
terosexualidad, no son aceptados ni analizados con la lógica de
las últimas generaciones. Esta falta de adecuación a los mandatos
generacionales está provocando denuncias a nivel de los organis-
mos que los transmiten. A esas denuncias la sociedad las llama
enfermedad pero sigue sin entender la relación que guardan estas
manifestaciones con estos mandatos no naturales.
Todavía se discute la diferencia entre el cuerpo y la psiquis sin
advertir que esta diferencia forma parte de un discurso patriarcal
de dominación de una de ellas sobre la otra.
Los mandatos generacionales no están ni en el cuerpo ni en la
psiquis. Están en grupos celulares que guardan información de
todos los tiempos. Esos grupos conocen a estos mandatos y son
los encargados de resguardar su cumplimiento. Cuando son in-
formados de su incumplimiento, lo denuncian a través de com-
portamientos celulares que la medicina no ha comprendido. Ya no
son programas biológicos de supervivencia, como los que plantea
Hamer para las enfermedades comunes, sino programas de de-
nuncia que la medicina ha llamado anaplasia y apoptosis (cáncer y
enfermedades autoagresivas). Estas conductas intentan lograr con
su denuncia, que se vuelvan a cumplir los mandatos que han ase-
gurado la supervivencia cultural de la humanidad.

Los pedazos
A estos grupos celulares los hemos llamado “pedazos”. En ellos
se encuentran células que conocen la historia de toda la humani-

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dad y como logró sobrevivir no solo biológicamente sino a través
de ciertas producciones que llamamos cultura.
Estas células guardan información de acuerdo a las necesidades
culturales que debieron satisfacer.
Desde la clasificación embriológica de Hamer, a la que segui-
mos desde la MPB, hemos observado cuatro mandatos

a) el de los órganos del endodermo (aparato digestivo): los


anteriores tienen más derecho que los posteriores. Por ser
la hoja más primitiva, es la que asegura que la historia de la
humanidad sea contenida.
b) el de los órganos del mesodermo antiguo: (corazas): debes
proteger lo que recibiste (tu organismo y tu cría). Asienta en
tejido tales como la dermis y la pleura, ordenando la defensa
de nuestro territorio más primitivo.
c) el de los órganos del mesodermo moderno (tejidos de sos-
tén): debes ser fiel a la historia (debes continuar lo que reci-
biste) Aquí, la orden trabaja con los huesos y los músculos
para asegurar la continuidad de la estructura humana.
d) el de los órganos del ectodermo (piel y revestimiento de los
conductos): debes ejercer con autoridad lo que eres. (Debes
darle al otro lo que éste necesita) La orden asegura que el
contacto entre los humanos se produzca según el espíritu
que asegure la supervivencia social.

Cuando estos mandatos son cuestionados o se derrumban por


su falta de lógica, aparecen dos hechos. El primero ocurre cuando
esa falta de lógica es colectiva. Allí aparecen las pandemias. El
segundo, es cuando se hace imposible obedecer individualmente
esa orden. Allí aparecen lo que hemos llamado enfermedades ar-
quetípicas (cáncer, autoinmunes, degenerativas), es decir, aquellas
en donde el órgano no busca la supervivencia sino que un grupo
celular trata al resto del órgano como un predador a una presa. Lo
que está haciendo es denunciar que un conflicto se ha declarado.

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Las enfermedades arquetípicas

En estas enfermedades, en donde no hay intento de solución,


sino declaración de conflicto, es imprescindible abordar la denun-
cia que ese grupo celular está realizando. Se trata de lograr no solo
la conciencia de lo que me pasa, sino la conciencia de lo que nos
pasa. En este sentido, es necesario decir que los mandatos genera-
cionales aparecen como un don del Padre. Un deber ser. Cuando
ellos no son cumplidos, hay sanción. Esta es la conducta celular
que denuncia ese incumplimiento. Estudiaremos alguna de ellas
pero ya las comenzamos a nombrar: pérdida de la permeabilidad
de la membrana (no intercambiar más nada); potencial ilimitado
para dividirse (invadir territorios de otros); incapacidad de alcan-
zar la maduración (no lograr una función específica); pérdida de la
inhibición por contacto (no dejarse frenar); apoptosis( sacrificarse
por la falta de normas); etc. Todas estas conductas ocurren en las
llamadas enfermedades arquetípicas y expresan la denuncia del
incumplimiento del mandato. Es una sanción paterna que exige la
justificación de los motivos de ese incumplimiento. Si entendemos
esto, no podemos dejar de observar que la conducta que debemos
obtener cuando nos enfrentamos a estas enfermedades (cáncer,
distrofias, autoinmunes) es la que más se asemeja al don de la
madre; ella no exige justificaciones y su amor es incondicional.
Eso es lo que nos hace falta como humanidad enferma. Una gran
madre. Una Pacha mama que nos permita incorporar los princi-
pios no por exigencia sino por agradecimiento. Estos valores, que
el Ideal de supervivencia vigila que se cumplan, ya no generarían
denuncias celulares cuando no se cumplen sino la comprensión de
su importancia.
La trampa biológica que denuncia Hamer tiene una salida que
ya no es biológica. Se trata de la aceptación en cada uno de noso-
tros del principio arquetípico de la gran madre.
Sin embargo, actualmente vivimos en un sistema patriarcal que
exige justificación de nuestros actos, pensamientos y sentimien-

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tos. Ese mismo sistema que nos enferma, nos propone sanar li-
nealmente. Con drogas, conductas de adaptación o con la misma
muerte. Sigue siendo una trampa. La propuesta para entender esta
lógica es conocer los mandatos generacionales y poder superarlos
sin enfermarnos. En esos mandatos está la clave de la enfermedad.
Para sobrevivir, el hombre creó una clave que se activa cada vez
que se hace algo en contra de ella. Empecemos por conocerla para
saber si lograremos salir de la trampa.
A los mandatos generacionales también los llamamos mandatos
sociales. Los nombramos indistintamente de una u otra manera.

Los mandatos endodérmicos


En los tejidos de origen endodérmico (los relacionados con el
tubo digestivo y la búsqueda de la presa) el no cumplimiento de
los mandatos se relaciona con la imposibilidad de aceptar que los
más antiguos tienen más derecho que los más jóvenes.
Este mandato tiene que ver con la hoja embrionaria endodér-
mica ya que allí están los órganos que deben incorporar las presas
para luego digerirlas y por último eliminarlas. Sin esa secuencia, es
imposible la supervivencia. Desde el punto de vista de lo cultural,
los que estuvieron antes tienen más derechos que los que vinieron
después. Esto tiene una lógica de supervivencia cultural. Si no se
da derechos a los viejos, éstos se llevan un saber que no se puede
heredar. Además, los jóvenes quieren desplazar naturalmente a los
viejos. Así ocurre en todos los territorios biológicos. El ideal de
supervivencia debe velar por los viejos y es así que les ha dado más
derecho que a los jóvenes.
Este mandato lo sufren tanto los viejos (ignorados y desplaza-
dos por los jóvenes) como los jóvenes (sometidos y abusados por
los viejos).
Todos los hechos de la vida que ponen en cuestionamiento este
mandato, genera denuncia celular de parte de los pedazos. Ya vere-
mos que será esto lo que generará siempre el suceso desencadenan-
te de la enfermedad arquetípica. Padres ignorados por sus hijos.

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Hijos abusados por sus padres. Historias que se repiten. Enferme-
dades que se “heredan”.
Como todos los mandatos sociales, deben entenderse como
mandatos universales y no particulares. Habrá historias que gene-
rarán rebelión ante lo injusto. Igual el mandato exige cumplirse.
Es por eso que es tan importante entender que estos mandatos na-
cen con el patriarcado. Con un sistema de dominación que nece-
sita que esos mandatos se cumplan para perpetuarse. Lo difícil de
entender es que no cumplirlos, desata la trampa de la enfermedad.

Los mandatos en el mesodermo antiguo


Aquí, el Ideal de supervivencia tiene inscripto un mandato que
actúa sobre los órganos que constituyen las corazas del territorio
primitivo (el propio organismo) y sobre las mamas que son los
órganos que expresan la posibilidad de supervivencia de la propia
cría y que así pasan a formar parte del territorio primitivo. Las ma-
mas también son corazas cuando no amamantan (poner el pecho
a la vida). El mandato que el Ideal de supervivencia tiene regis-
trado es “Este territorio no lo debes perder”. Cuando es la dermis
la afectada, se vivencia como imposibilidad de defenderse de un
ataque a la propia integridad. Un melanoma en la espalda será el
fruto de una ofensa recibida de atrás. Un mesotelioma tendrá que
ver con dificultades para defenderse de ataques a los órganos (peri-
cardio), territoriales (pleura) y no digeribles (peritoneo abdominal)
o en relación la fertilidad (peritoneo pelviano).
La vivencia de estos ataques, cuestiona la posibilidad de sostener
este mandato. “No he sabido defender mi propia integridad”. “Se
me hace imposible sostener mi maternidad”. “Esto es demasiado”.
Una mujer con un cáncer de mama derecho recordaba que du-
rante toda su infancia fue violada por los hombres de su familia
y que cuando le crecieron sus pechos pensó que esa era su salva-
ción; podría prostituirse y ganar dinero para huir de su familia.
“Si me crecen las tetas me salvo”. Esa misma mujer recordaba que
igualmente su sentimiento era confuso ya que al irse (cosa que sus

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mamas aumentadas le permitirían) dejaba a su madre indefensa a
la agresión de su padre. Y también recordaba la propia violación
de su madre en su infancia. En esas situaciones, sostener el man-
dato es muy difícil. La vivencia de la mama es “tengo que poner el
pecho en todos lados”. Sin embargo el suceso que desencadenó el
cáncer ocurrió pocos meses antes de cumplir los 35 años, cuando
se entera que su esposo la engaña con una prostituta. El significan-
te que enlaza todo esto se llama “prostituta”. Ella se salvó volvién-
dose prostituta. Allí le crecieron las mamas en forma fisiológica.
Ahora, engañada por una prostituta, solo una de las mamas (la
derecha, la de la pareja) va a crecer pero no en forma fisiológica
sino con células que denuncian una injusticia. Si pudiéramos tra-
ducir a esas células arquetípicas, el discurso sería: “salvé tu vida,
haciéndote crecer las tetas y pudiste volverte prostituta; ahora que
una prostituta te quita lo que amas, denuncio tu incapacidad para
salvar tu nido”. Ya no es una salvación biológica como lo fue en la
infancia. Pero el objetivo es el mismo: hacer crecer la mama. Lo
que sacará a esta mujer de ese estado de denuncia es que logre una
cualidad de conciencia que la saque de la sanción y le permita salir
de la trampa en la que está.

Los mandatos en el mesodermo moderno


Aquí se encuentran los llamados tejidos de sostén. Huesos,
músculos, cartílagos, arterias, venas, ganglios. La orden genera-
cional que los habita es la fidelidad en la copia, es decir, continuar
la historia. Cuando Hamer tuvo que describir los sucesos que ocu-
rrían en estos tejidos, se encontró en una gran dificultad ya que los
mismos no expresaban el sentido biológico en la etapa de conflicto
activo como sí lo hacían los tejidos del endodermo y del mesoder-
mo antiguo. Experimentó esta situación como una gran traba a su
teoría hasta que entendió que en estos tejidos el sentido biológico
se concretaba en la fase de solución del conflicto.
La dificultad en entender el comportamiento de estos tejidos se
basa en el tipo de orden generacional que los habita. Se trata de

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continuar una historia, no de repetirla. La continuidad exige hilo
conductor y reconocimiento de origen. El Ideal de supervivencia
ha desarrollado este mandato como respuesta a la necesidad de no
partir de cero. El ser vivo nace en un mundo que ya ha superado
muchos obstáculos a partir de la cooperación y el esfuerzo con-
junto. Esa historia no solo es necesario incorporarla y no perderla
sino continuarla. Los tejidos elegidos para denunciar la falla de
este mandato son los de sostén porque ellos permiten la comuni-
cación entre todos los tejidos y son el continente de los fluidos y de
las cavidades. Pensemos que uno de los representantes de ellos es
la glía cerebral con sus funciones de comunicación y reparación.
También la médula con su producción de glóbulos y plaquetas.
La vida sería imposible sin ellos. Y la denuncia de estos tejidos es
cuestionar la vida cuando no se continúa con lo incorporado.
Hay una íntima comunicación entre el sentido biológico de es-
tos tejidos y su mandato generacional. Se trata de lo que he dado
en llamar “la percepción del equilibrista”. El peligro para él, no
está en caer sino en fallar. Si cae, siempre hay una red que lo con-
tiene y lo protege. Su preocupación no está en el peligro sino sim-
plemente en la obligación que cumplir. No hay un más allá del
cumplimiento que amenace su vida. El lo sabe y solo se preocupa
por hacer bien las cosas, no por caer y morir.
El sostén, la estructura, el continente, son la historia que reci-
bimos con nuestros órganos. No empezamos de cero. Hacemos a
partir de allí y no de lo que nos gustaría que fuera el comienzo.
No nos queda otra alternativa biológica que continuar la historia.
Eso que nos han dado nos permite hasta no estar de acuerdo con
nada de lo que recibimos pero debemos aceptar que sin ello no
seríamos nada.
El mandato generacional es “debes continuar la historia” por-
que es esa historia la que nos sirve de red para no morir en cada
caída. La trasgresión de este mandato ocurre cuando esa historia
es tan imposible de sostener que la persona no la puede conti-
nuar. Allí se queda sin red, sin contención, sin cuerpo social. Sus

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músculos, sus huesos, sus ganglios denuncian esa ausencia de red.
Ellos con su cuerpo se hacen duros, resistentes a las caídas, gran-
des (hinchados) en los lugares expuestos.
Es muy importante entender que el mandato es debes conti-
nuar y no debes repetir. En la conciencia de esta diferencia está la
posibilidad de inactivar a las células arquetípicas que denuncian
el incumplimiento del mandato. Los sarcomas que recidivan lue-
go de ser operados son un ejemplo de la necesidad de trabajar los
hechos que nos llevan a enfermar con la propia historia que hace
imposible el cumplimiento del mandato. También las leucemias
y los linfomas en los que leemos (al contrario de Hamer) no una
solución de conflictos biológicos sino una denuncia de lo imposi-
ble de convertir en solución algo que alguna vez fue una solución
biológica. Allí se repiten significantes familiares y personales que
fueron conductas salvadoras en tiempos lejanos. Ahora ya no lo
son y el sarcoma y las leucemias son denuncias de esa imposibi-
lidad. Es el caso de un paciente que hace un sarcoma recidivante
en el glúteo. Le aparece poco tiempo después de que es acusado
de una muerte en la que él nada tuvo que ver. Cuando le pregun-
to por el significante “culo” me habla de no tener suerte. Esa era
una frase que su padre repetía cuando él era niño. “Yo no tengo
culo”. Cuando le pregunto un hecho en relación a esa palabra
recuerda las patadas que el profesor de gimnasia le daba en ese
sitio porque “me decía que era un boludo”. Asociar estos hechos
con el mandato generacional que no puede cumplirse es articular
la enfermedad con la imposibilidad de repetir una historia (la del
padre). Aquí es importante trabajar con el endurecimiento del
glúteo como una respuesta que alguna vez sirvió (para defender-
se del profesor o de la falta de culo de su padre) pero que ahora
es solo una denuncia. Allí no hay supervivencia. Debe lograr la
conciencia clara de que nada hay que justificar. No hay motivos
ni causas para hacer el sarcoma. Esa conciencia de madre incon-
dicional es lo que le permitirá salir de la sanción por incumpli-
miento del mandato.

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Los mandatos en el ectodermo
Siempre al abordar un paciente debemos pensar:

1) el conflicto biológico que presenta.


2) las denuncias que hacen los órganos y las células
3) el mandato generacional cuestionado.

En el ectodermo, el CB se relaciona con el concepto del te-


rritorio moderno, ya no con la cría y el propio cuerpo, sino con
el espacio que se posee o al que se pertenece. Son conflictos de
separación, de amenaza o de pérdida del territorio. Las denuncias
de los órganos, manifiestan dificultades en el contacto (piel), la
identidad (vejiga, recto), la jefatura (pulmón, coronarias), la co-
municación con el medio (estómago, vesícula) y, entre otras, las
ausencias de miembros del propio clan.
El mandato generacional del ectodermo es “debes ejercer au-
toridad sobre lo que tienes y sobre lo que eres”. Podríamos decir
que si el primer mandato es recibir y aceptar lo dado, el cuarto
mandato es hacerlo con autoridad.
Relacionar el ejercicio de la autoridad con la pérdida de terri-
torio y con la posesión o la pertenencia es la sustancia del trabajo
con aquellos que sufren enfermedades de órganos ectodérmicos.
El proceso biológico que sufren los órganos ectodérmicos cuan-
do enferman también necesita una comprensión más allá de Ha-
mer. Según este autor, las células en pleno CB se ulceran y cuando
se pasa a la solución del conflicto, estas úlceras se rellenan apare-
ciendo allí los tumores. Creemos que no es precisamente la solu-
ción del conflicto lo que desencadena la aparición de los tumores
sino el incumplimiento del mandato y una presencia omnipotente.
Tener autoridad es tener lo que el otro necesita. No hay auto-
ridad sin relación con otro y de ello se desprende, sin amor por
el otro. Tener autoridad es tener una relación de amor, en donde
uno le da al otro lo que este necesita porque lo ama. No hay ma-
yor autoridad que la de la madre con el hijo. Cuando uno siente

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que el otro no necesita lo que uno tiene, se pierde autoridad. Y
allí aparece una omnipotencia que es necesario desarticular. Los
conflictos de territorio se basan en este concepto de autoridad y
surgen siempre que se vivencie ese territorio con ese concepto. El
amor incondicional que representa el arquetipo de la gran madre
nada tiene que ver con la omnipotencia.
Es necesario rastrear los motivos que impiden el cumplimiento
de la verdadera autoridad a través de los significantes que cons-
truyen su historia. Sus ancestros, su propio nombre, sus experien-
cias personales y el sentido de su enfermedad. Recordemos que
el sentido biológico puede encontrarse ya no en los sucesos que
desencadenaron la enfermedad sino en aquellos significantes pre-
vios. Ahora solo hay repetición automática sin encontrar un sen-
tido actual de supervivencia sino de denuncia de no cumplir con
un mandato. Ya no hay que solucionar el conflicto biológico sino
hacer conciente la imposibilidad de cumplir con el mandato. Ese
tipo especial de conciencia es el trabajo con el arquetipo de la gran
madre. Cuando logramos eso, la célula ya no necesita denunciar.
Ya no hay exigencias de justificación.
No se trata pues de darle solución a todos los problemas de la
vida sino de encontrar los principios fundamentales de la Madre
naturaleza: armonía, cooperatividad, juego y amor. Es en ellos que
encontraremos la tolerancia a la falta de justificación de nuestras
vidas. Solo dejaremos que un orden del amor se establezca en ella.
Mientras tanto, recojamos nuestra prensil cola evolutiva y sal-
vemos nuestra vida.

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Capítulo IX

Las claves para curar


En este momento debemos comenzar a pensar que lo que lla-
mamos enfermedad es una expresión biológica que no hemos lo-
grado entender. La medicina se obstina en separar al enfermo de
la enfermedad y considerar a la enfermedad un objeto que puede
estudiarse. Ese objeto es una presencia extraña y debe eliminarse.
Sin embargo, hemos comenzado a ver, que la enfermedad es
una respuesta que pretende lograr algo. O es un mecanismo de
supervivencia biológica, como ocurre en lo que comenzamos a lla-
mar enfermedades comunes, o es una denuncia de no cumplir con
mandatos culturales como ocurre en lo que comenzamos a llamar
enfermedades arquetípicas.
La enfermedad parece tener sentido. Y ese sentido no solo tiene
que ver con los obstáculos a las necesidades fundamentales sino
con el objetivo que la humanidad se ha planteado desde sus ini-
cios.
Este objetivo lo ha plasmado a través del lenguaje. Con órdenes
que llamamos mandatos generacionales pero que no son otra cosa
que demandas que las sociedades han ido cambiando de acuerdo
a lo que ellas mismas pretendían. Los actuales mandatos genera-
cionales no provocan las mismas enfermedades que antes porque
antes existían otros mandatos. El ideal de supervivencia cultural
ha ido mutando y hoy está mutando nuevamente.
Sin embargo, los cuatro mandatos que hemos descrito, perte-
necen a la historia humana. Se han enlazado a las distintas hojas
embrionarias y han formado un discurso.
La clave para curar es enlazar ese discurso a lo biológico y a lo
subjetivo. Si lo logramos, encontramos el sentido de esa expresión
que es la enfermedad. Y a ese sentido le podemos responder con un
discurso que lo trasladará a algo que comenzamos a llamar cura.

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La clave para curar no es otra cosa que ir construyendo una
verdad que cura y que desplaza a una verdad que enferma.

Las enfermedades arquetípicas


Definimos como enfermedades arquetípicas aquellas que no ac-
tivan comportamientos celulares de supervivencia. Este concepto
es solo aproximativo ya que lo que también nos interesa destacar
de estas enfermedades es que en la mayor parte de ellas observa-
mos conductas de destrucción en donde las llamadas células en-
fermas no tratan a las llamadas células normales como semejantes
sino como presas. Actúan con conductas predadoras en donde no
se plantea la posibilidad de una convivencia en el mismo territorio.
Las enfermedades arquetípicas más importantes son el cáncer,
las enfermedades autoinmunes, las infecciones no autolimitadas y
el compilado de múltiples enfermedades que ha construido recien-
temente la medicina y que ha llamado sida.
Para entender a las enfermedades arquetípicas, deberemos pri-
mero diferenciar conceptos tales como cuerpo, órgano y pedazo.
También deberemos conocer los discursos que se fueron generan-
do a partir de los mandatos generacionales sobre los distintos ór-
ganos. Con ellos, iremos construyendo frases que contestan a las
que originaron la enfermedad.
Si sabemos qué frases construyeron esa respuesta que conoce-
mos como enfermedad, podremos hablar con ella, interrogarla,
proponerle cambios de expresión. Llevaremos lo biológico al cam-
po del discurso. Lograremos que se disuelva la cristalización que
esas frases lograron.
Es por eso que hablamos de construir nuevas verdades. A lo
biológico solo podremos responderle desde lo biológico. No hay
salida de esa trampa. Pero la enfermedad ha dejado de ser exclusi-
vamente biológica. El término psicosomático ya huele mal. Nada
que confronte al ser vivo con la verdad, lo libera de una reacción
biológica. Separarse de un ser querido, perder una casa, sufrir un
robo, mudarse o casarse, lo confrontan siempre con su verdad. Y

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muchos no expresarán en esa confrontación nada más que tristeza
o miedo. Y otros podrán reaccionar con algo distinto del orden
biológico. Una gastritis, un dolor de cabeza o una mancha en la
espalda. Tanto la tristeza como la gastritis pertenecen al orden
biológico. La vida puede expresarse desde lo físico o desde el ma-
lestar. No hay diferencia en ello. Todo es psicosomático o nada
es psicosomático. No importa porque ese término ya nada dice.
Mejor digamos, todo es biológico. La vivencia que cada uno haga
de lo que le pasa es biológica.
La enfermedad desde la biología, es una ficción. Si pierdo a
mi perro y me enfermo, estoy construyendo una verdad que tras-
ciende la biología. Empiezo a construir una frase que me lleva
a la enfermedad. El dolor que siento lo enlazo a pensamientos,
sentimientos y emociones y hago un discurso de enfermedad. Ese
discurso puede ser el siguiente: “Ya no estás, mi buen perro…yo
no te supe retener…..si mis manos te pudieran tocar de nuevo”.
Al poco tiempo aparece un eczema en la mano. No hay crema
que lo cure. El cuerpo se expresa. He construido una frase que ha
provocado que mi cuerpo hable. Y lo que dice es lo que yo quise
que dijera. Imaginemos otra frase: “Te fuiste perro malo…..me
abandonaste…con todo lo que yo te di y así me pagas”. Al poco
tiempo aparecen cólicos en el intestino. La frase fue construida
desde la sensación de lo no digerible.
Esa ficción que construimos la iremos llamando discurso de la
enfermedad. La clave para curar será crear un discurso que conoz-
ca esta ficción y no le permita expresarse como enfermedad. Poco
a poco iremos viendo como desarrollar ese diálogo que no lleva a
la enfermedad sino al conocimiento de uno mismo.

Las claves en las enfermedades arquetípicas


Ya sabemos que en estas enfermedades, la intención no es su-
perar un obstáculo sino denunciar un incumplimiento. Aquí lo
biológico se construye a partir de una ficción en donde los manda-
tos generacionales cumplen una activa participación. Ya no es solo

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la vivencia biológica (la piel porque el perro se fue o el intestino
porque su partida no es digerible) sino un mandato cultural. No
haber cumplido con algo del orden familiar (no eres lo que los de-
más creen que eres, en el caso de la piel) y del orden social (no has
tenido autoridad en retener a tu perro). La expresión biológica del
eczema involucra verdades que trascienden la función de la piel.
Estos mandatos construyen frases que deberemos conocer para
acceder a las claves de la cura. Una dermatitis atópica se desa-
rrollará no solo por una necesidad de contacto y un conflicto de
ofensa, sino a partir de no haber podido cumplir con los mandatos
familiares y sociales de la epidermis y de la dermis. Allí, habrá
una ficción, que podríamos llamar novela de la enfermedad. En
ella, la piel se expresa con todo tipo de lesiones a partir de frases
tales como “me siento mancillado”; “vivo con culpas por lo que
adeudo”; “no sé proteger lo que me han dado”; “siento que no
pertenezco a ellos”; “nunca voy a ser lo que ellos esperan de mí”;
“no tengo nada que a los otros les interese”. Estas frases son cons-
trucciones gramaticales nacidas del conocimiento de los mandatos
biológicos, familiares y sociales de la dermis y la epidermis. Son
discursos de la enfermedad que la medicina psicobiológica propo-
ne para entender la enfermedad.
En el diálogo con esos discursos, está la oportunidad de cono-
cer la forma que el ser humano encontró para expresar su desen-
cuentro con la biología. Allí, las leyes de Hamer encuentran su
límite. No se produce la cura biológica porque la historia humana
interfiere.
Aprender a convivir con esa interferencia es lo que vamos a
proponer en todos los abordajes terapéuticos.

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Capítulo X

Órganos, cuerpos, pedazos


Conocer estos tres conceptos, nos ayudará a introducirnos en
los discursos de cada uno de ellos y en las frases de la enfermedad
y de la cura.
Cuando nacemos, tenemos órganos que ya tienen la suficiente
información genética para desempeñarse en sus funciones. Algu-
nos necesitarán tiempo para madurar pero en ellos está todo lo
que necesitan para enfrentar los obstáculos que la vida les impone.
El estómago, el intestino, los pulmones, conocen que deben hacer
ante situaciones de supervivencia. Es por eso, que los programas
que Hamer describe son atinentes a los órganos. El estómago si re-
cibe demasiado alimento, irá creando nuevos espacios para poder
contenerlos. Esta solución tiene sentido de supervivencia y es lo
que da origen a una úlcera de estómago.
A medida que el estómago junto al ser vivo que habita va cre-
ciendo, aumenta su relación con el otro. Esta relación ya está prede-
terminada a través de un orden simbólico que precede la existencia
del bebé. En ese orden, juega un papel fundamental el lenguaje
ya que es a través del mismo que se desarrolla esa relación entre el
bebé y los otros. El lenguaje incluye a la palabra pero también a la
estructura sobre la que se crea, es decir, la referencia a algo que no
está. Al nombrar la silla se la trae a la atención aunque la silla no
esté a la vista. Esta estructura de nombrar ausentes es fundamen-
tal en el lenguaje ya que los gestos, los silencios, las miradas, serán
componentes del lenguaje tanto como la palabra.
El órgano, en este caso el estómago, irá inscribiendo su lugar
en ese lenguaje y ya no solo será comida el elemento con el cual se
relacione sino todo aquello que con el lenguaje se refiera a la in-
corporación. Todo aquello que el niño se trague, no pueda digerir
(decepciones, frustraciones, ausencias) hará del estómago no solo

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un órgano sino una imagen, una representación psíquica escrita de
palabras que llamamos cuerpo. Esta dimensión del órgano hecho
cuerpo es la dimensión simbólica de la que se ha ocupado cierta
franja de la psicología y de la medicina psicosomática. Una per-
sona se enfermará del estómago ya no porque le entra demasiada
comida sino porque es el estómago la parte del cuerpo en donde
todo aquello que guarde relación con los significados de tragar, di-
gerir, incorporar, son tratados como si del órgano se tratara. Aquí,
los programas biológicos de Hamer reaccionan al igual que lo ha-
cen en conflictos de supervivencia biológica. Esta traslación del
sentido biológico al sentido simbólico no es tratada con profundi-
dad por el médico alemán pero se da por sentado en sus escritos.
Lo que hemos hecho desde la medicina psicobiológica es agre-
gar a estas dos dimensiones, una tercera que no es órgano ni es
cuerpo. Son grupos celulares que asientan en los órganos pero que
además de poseer la orden genética que les da forma y función
(lo propio del órgano) se resisten al orden simbólico (lo propio
del cuerpo) ya que responden a otro orden que hemos llamado
generacional. Son áreas ocupadas por órdenes que se trasladan de
generación en generación como mandatos que solo se activarán si
alcanzan un grado de tensión suficiente (interna o externa). A esas
áreas o grupos celulares los hemos llamado “pedazos”.
Hemos observado que familias enteras se enferman no solo de
la misma enfermedad sino en el mismo lugar del órgano. Si bien
esto ya ha sido objeto de estudio por la psicogenealogía en los lla-
mados síndromes aniversario (personas que se enferman en fechas
que se enfermaron o murieron ancestros), lo que proponemos en
la teoría de los mandatos generacionales es una estructura para
entenderlos y para abordarlos terapéuticamente.
Es por eso que en la medicina psicobiológica no vamos a la bús-
queda o a la investigación de los hechos que ocurrieron en los an-
cestros y que pudieron dar origen a la enfermedad. Hemos elabo-
rado una teoría en la que cada hoja embrionaria posee un mandato
y es allí donde se van a expresar la activación de esos mandatos.

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Esto ha surgido del comportamiento de la célula en la mitosis y de
la relación de cada hoja embrionaria con cada etapa de la mitosis.
Es así que se forman cuatro mandatos que cuando son activados
lo hacen a partir de ese grupo celular ocupado por el mandato, eso
que hemos llamado “pedazo”.
Por ahora, debemos tener en claro esta división:

1) Órgano: es la carne, el soma, lo biológico. Actúan los pro-


gramas de supervivencia.
2) Cuerpo: es la inscripción del soma en el orden del lenguaje.
Actúan los programas de supervivencia.
3) Pedazos: son grupos celulares ocupados por órdenes gene-
racionales que buscan la denuncia de injusticias. No actúan
programas de supervivencia, sino conductas celulares de
denuncia (anaplasia, apoptosis).

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Capítulo XI

Los discursos
Aquí veremos como se construye en cada órgano una frase que
lleva a la enfermedad.
Una vez activado el mandato generacional, se convierte en un
discurso que solo puede ser detenido con otro discurso. Es decir,
una vez puesta en marcha la frase de destrucción hay que producir
una frase de construcción en búsqueda de los sentidos congelados
o negados.

Primer discurso. Hoja endodérmica.


Sabemos que del endodermo (hoja embrionaria más profunda)
surgen:

Oído medio y trompa de Eustaquio


Glándulas parótidas y sublinguales
Amígdalas
Glándulas Tiroides y Paratiroides
Alvéolos pulmonares
Esófago (tercio inferior)
Duodeno (excepto bulbo)
Intestino delgado
Intestino grueso (excepto ano y recto)
Páncreas (excepto porción endocrina)
Hígado (excepto vías biliares)
Próstata
Útero
Trompas de Falopio

Este primer discurso dice “No lo puedo incorporar”. Es la nega-


ción del mandato generacional del endodermo (los anteriores tie-

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nen más derecho que los posteriores). Se refiere a la no aceptación
de la esencia de los seres que nos precedieron (padres, abuelos,
colectividades) y también a sus actos y a sus historias. Creemos
que es este discurso el que subyace en todas las enfermedades ar-
quetípicas de los órganos del endodermo. Podríamos hablar de
un discurso evolutivo que se fue inscribiendo de generación en
generación y al igual que un gen recesivo se va a manifestar en
determinados portadores de ese gen y no en todos. En el “No lo
puedo incorporar” hay un desentendimiento con la propia historia
en las decisiones actuales del paciente. En el caso de un cáncer de
intestino una vivencia actual de “ser cagado” (la traición de un
amigo, por ejemplo) podrá activar la denuncia del incumplimien-
to del mandato generacional del endodermo (aceptar lo anterior)
siempre que en ese “ser cagado” se rememore la relación con sus
padres o hijos. El sentido biológico del órgano (eliminar lo que
ya no sirve) se impondrá en su aspecto exclusivamente negativo
(guardo todo lo que tengo) y se asociará a lo que él recibió siempre
desde sus orígenes. La frase del cáncer de intestino surge de la
asociación del sentido negativo del órgano (no elimino más) con
el sentido negativo del mandato (no los puedo aceptar) y se hace
carne en esta primera frase:”Solo incorporo mis deshechos”.
Allí será fundamental aprender a aceptar lo que es y lo que le
toca. Tomar contacto con lo sucio es dejar salir en una expulsión
que implica que viene de uno pero que uno lo suelta. Que vivir
con lo que uno es y con lo que le toca es jugar a recibir y dar en
una dinámica en la que hay que ensuciarse. Uno ya nace sucio y
todo lo que va a recibir de ahí en más viene de los otros. Y habrá
que devolverlo. Cuando veamos las enfermedades del intestino ve-
remos que las personas que las sufren son habitadas siempre por
este discurso y que las situaciones que viven apuntan siempre a
esta vivencia.

Es así que ante un cáncer de órgano endodérmico tendremos


presente el siguiente esquema:

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Sentidos de hoja embrionaria: Incorporación, asimilación y
eliminación.
Negación del sentido biológico: no incorporar, no asimilar o
no eliminar más.
Mandato generacional: Debes aceptar que lo anterior tiene
más derecho.
Negación del mandato: No puedo aceptar el derecho del an-
terior o no me aceptan los posteriores.
Discurso del cáncer: asociación entre dos negaciones, la del
mandato generacional con la del sentido biológico.
Frases que construyen el cáncer:
Estómago: rechazo tanta injusticia + mi hija se va muy lejos.
Intestino grueso: no puedo dejar ir mi rencor + mi madre no
merece mi respeto.
Hígado: no tengo más reservas + mi abuelo es un abusador.
Páncreas: no asimilo nada + a mis hijos no les importo.
Próstata: me retiro de mostrarme + mis hijos no son buenos
padres.
Pulmón: no puedo respirar el mismo aire que los otros + los
hijos de mi mujer la ocupan y yo quedo excluido.

Estas construcciones no son fijas. Son solo ejemplos de las aso-


ciaciones entre los dos incumplimientos, el del sentido biológico
del órgano y el del mandato generacional. En cada historia en-
contraremos distintos modos de no cumplir con esos dos senti-
dos. Esto nos ayudará a construir una frase que el paciente viene
repitiendo constantemente. Es esa frase la que debe ser contestada
con lo que llamamos el acto arquetípico, que es otra frase que res-
tablece los dos sentidos negados.

Segundo discurso
Esta expresión evolutiva se desarrolla en los órganos del meso-
dermo primitivo. De esta hoja embrionaria surgen los siguientes
tejidos:

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Mamas
Dermis
Pleura
Peritoneo
Pericardio
Meninges
Escroto

El segundo discurso es expresado de la siguiente manera: “Nunca


lo debí perder”. De lo que se trata es de un mandato arquetípico
que se refiere a nuestro territorio original y por lo tanto se refiere al
propio organismo y a las crías. Las enfermedades de estos órganos
que controla el cerebelo expresan la rebelión de un grupo de células
que con los tumores (melanoma, mesoteliomas, cáncer de mama)
intentan imponer el orden primitivo de no poder sobrevivir cuando
se pierde el territorio original. En el caso de la mama, expresan su
instinto nutritivo a través del crecimiento de la glándula pero sin
solucionar la pérdida sino con destrucción de las formas actuales
por haber perdido lo que no se debía perder. Lo mismo ocurre en
los mesoteliomas, de tan difícil diagnóstico para la oncología, y que
quieren expresar un acorazamiento inútil para la supervivencia pero
indicador de la trasgresión al mandato “Nunca lo debí perder”.
Hamer los describe como conflictos de ofensa y mancha en el
caso de la dermis y de preocupación por la cría en el caso de las
mamas. Con respecto a las membranas de los órganos son conflic-
tos de coraza vividos regionalmente (golpe al corazón, al territorio
o a las entrañas). La mayor parte de las enfermedades de estos
órganos son arquetípicas, es decir, que además del conflicto bioló-
gico, el sujeto debe haber activado la denuncia de incumplimiento
de un mandato generacional. En esta capa embrionaria, se trata
del requerimiento de territorio germinal.
En el caso del melanoma, la trasgresión al mandato se vivencia
en la piel primitiva mostrando con la mancha el sentido indicador
del tumor. Es una verdadera denuncia.

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Los actos frases arquetípicos deben desarmar la actualidad del
mandato. Un padre que ha perdido a su hijo porque éste ha muer-
to por una sobredosis, hace al poco tiempo un melanoma en el
brazo. Una parte de su cuerpo (la dermis) denuncia esta trasgre-
sión: él no debía perder a su cría. Es importante entender que no
es el sujeto como padre el que denuncia la trasgresión; es una parte
de su cuerpo y aún más, es un grupo de células de una parte de su
cuerpo. El sujeto estará ocupado en su dolor o en su racionaliza-
ción pero un grupo de células logra hacer el discurso del cáncer.
Recordemos que ella surge de la simbiosis entre la negación del
sentido del órgano (en la dermis será “no protejo más a nada ni a
nadie”) con el incumplimiento del mandato generacional (“per-
diste lo que no debías perder”). De allí surge el discurso de extra-
ñamiento esencial que define al melanoma. La persona habitada
por ese discurso de “Me retiro porque es imposible”, hará el cáncer
con el afán de instalar una forma primitiva de oscurecimiento y
mancha sobre lo que antes era un territorio.
Desarticular este discurso tiene dos salidas; la primera es la
aceptación de un nuevo integrante territorial; la segunda es la re-
significación del territorio para esa persona. El acto frase arquetí-
pico irá dirigido a alguna de esas dos salidas

El esquema de los órganos del mesodermo primitivo es el si-


guiente:

Sentidos de hoja embrionaria: Defensa del territorio primi-


tivo.
Negación del sentido biológico: no defiendo más ni al orga-
nismo ni a la cría.
Mandato generacional: proteger lo recibido.
Negación del mandato: perdí lo que no debía perder.
Discurso del cáncer: simbiosis entre la indefensión y la con-
ciencia de lo irreparable.

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Frases que construyen el cáncer:
Dermis: he recibido una gran ofensa + perdí a mi hijo.
Mamas: no puedo ayudar a mi hijo + mi hijo recibe una gran
ataque.
Pleura: mi pulmón corre peligro + perdí la casa de mis padres.
Meninges: mi cabeza está en peligro + no se defender el dinero
de mis padres.

Tercer discurso.
Este sedimento genealógico actúa sobre los órganos del meso-
dermo moderno, que son los siguientes:

Huesos
Cartílagos
Músculos
Tendones
Suprarrenales
Riñón (parénquima)
Células sanguíneas
Vasos sanguíneos
Bazo
Testículos
Ovarios
Útero (músculo)

El mandato generacional de la hoja embrionaria moderna es


“debes continuar tu destino” y expresa la impotencia de no po-
der hacer lo de uno por estar ocupado en los otros. Los sarcomas
denuncian esta abrumadora presencia que se puede ver y tocar.
El sostén es el sentido de todos estos órganos y si está negado, se
podría activar el mandato. Así aparece el discurso del cáncer del
mesodermo moderno: “soy infiel a todo lo que soy”. En personas
adultas, hemos observado con gran frecuencia actos de infidelidad

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(sufridos o realizados) previa a la activación de un sarcoma. Lo
mismo podemos decir de las leucemias observando esta infideli-
dad en los padres de los niños leucémicos. Debemos entender que
la infidelidad de este discurso es al destino de uno pero cualquier
acto de infidelidad puede asociarse a este concepto.
Un grupo de células del hueso, del músculo, o del parénqui-
ma renal decide denunciar este discurso del paciente. Es llamativo
como Hamer le atribuye al DHS todo el valor para la formación
de un cáncer y no observa que existe un discurso previo que con-
vierte al suceso dramático en un desencadenante de la enferme-
dad. Ese discurso actúa como un sendero que obliga a la persona
a vivenciar los hechos de acuerdo a ese “mandato”.
La simbiosis es entre dos imposibilidades: la de no poder soste-
nerse y la de ser fiel.

En los órganos del mesodermo moderno, encontramos los si-


guientes referentes:

Sentidos de hoja embrionaria: sostén, reparación, aislamien-


to.
Negación del sentido biológico: no poder sostenerse frente a
los otros.
Mandato generacional: continúa lo que te dimos.
Negación del mandato: no voy a hacer lo que hicieron los
otros.
Discurso del cáncer: no me puedo sostener + no quiero conti-
nuar= estoy acorralado.

Frases que construyen el cáncer:


Mieloma: no tengo familia + mi padre abandonó a mi madre.
Linfoma: nadie me ayuda a sostener mi proyecto de casa + mis
padres siempre tuvieron casa.
Sarcoma: es mi propia familia quien me ofende + mi padre no
se sabe defender.

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Cuarto discurso.
Este discurso actúa sobre los órganos que derivan de la hoja
embrionaria ectodérmica. Ellos son:

Sistema Nervioso central.


Sistema Nervioso periférico.
Senos paranasales.
Laringe.
Epidermis
Fosas nasales.
Pleura, Pericardio y Peritoneo (hojas parietales)
Bronquios.
Coronarias.
Mucosa de la boca.
Esófago (dos tercios superior)
Estómago (curvatura menor)
Duodeno (bulbo)
Recto.
Páncreas (porción endocrina).
Vesícula biliar y vías biliares.
Túbulos, cálices y pelvis renal.
Cuello del útero.
Uréteres.
Vejiga.
Vagina.

El ectodermo es la hoja embrionaria emparentada con los con-


flictos territoriales modernos. Hamer delimita estos conflictos a
la corteza cerebral y a la vivencia masculina (cerebro derecho) y
femenina (cerebro izquierdo). El macho siente a su territorio como
su posesión y la hembra como su lugar de pertenencia. Aquí se
desarrollan diversas enfermedades comunes originadas por los
conflictos biológicos (las bronquitis, las gastritis y las cistitis por
nombrar alguna de ellas) de amenaza al territorio, invasión en el

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mismo, cuestionamiento a la identidad y entorno hostil. En ellos
puede observarse de la mejor manera como actúan los conflictos
biológicos y a la vez, como casi todos los procesos inflamatorios
(itis) son soluciones de estos conflictos. El aprendizaje de la ma-
nera de enfocar estos hechos que Hamer describe, es una ayuda
invalorable a la solución de estas enfermedades.
En cuanto a las enfermedades arquetípicas, la capa ectodérmica
está habitada por el mandato generacional “ejerce con autoridad lo
que tienes y lo que eres”. Cuando se produce una enfermedad ar-
quetípica éste mandato es cuestionado y aparece un discurso que
llamamos de omnipotencia, de muerte sacrificial. Es importante
entender que para que aparezca el discurso del cáncer se congela el
sentido de supervivencia. Recordemos que al analizar las enferme-
dades comunes dijimos que éstas aparecían por el congelamiento
de todos los múltiples sentidos para que emergiera como único
sentido posible el biológico, es decir, el de supervivencia. En las
enfermedades arquetípicas, aún éste sentido queda congelado. Es
por eso que la enfermedad surge de la construcción de una frase
hecha con la negación de todos los sentidos, el biológico, el simbó-
lico y éste último que quedaba, el generacional. Ya no hay ningún
sentido. Solo una frase que surge de la simbiosis de la negación de
todos los sentidos.
Aquí hay una simbiosis con la negación de la necesidad bioló-
gica más moderna, la interdependencia. De allí surge la necesidad
de agrupamiento, de territorio moderno y de identidad social. Al
negar esta necesidad, la enfermedad emerge desafiando el princi-
pio básico de la ley: la autoridad. Y ese es el mandato cuestionado.
Y de allí surge este discurso omnipotente del cáncer. No hay otro.
No hay ley. Solo sacrificio sin sentido.
Este discurso de omnipotencia se observa en los órganos terri-
toriales porque allí hay una jerarquía que implica quienes deben
ser los que mandan. Es por eso que en algunos sectores sociales
las personas con percepción de jefe territorial serán los que en-
fermen y en otros sectores, serán aquellos que organicen pero sin

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capacidad de mando. Aquí tendrá gran influencia el efecto de las
hormonas masculinas y femeninas y la edad de las personas.
Con estos elementos deberemos construir la frase que suspen-
da la pretensión imaginaria de reemplazar la supervivencia por la
eternidad.

En los órganos ectodérmicos encontramos los siguientes refe-


rentes:
Sentidos de la hoja embrionaria: contacto exterior e interior.
Negación del sentido biológico: no tengo contacto ni perte-
nencia.
Mandato generacional: ejerce con autoridad mi posesión y mi
identidad.
Negación del mandato: omnipotencia.
Discurso del cáncer: no toco al otro o a lo otro + no doy nada
y exijo todo.

Frases que construyen el cáncer:


Mama ductal: me separo de mis hijos + exijo que ellos sean lo
que yo quiero.
Bronquios: soy un exiliado de mi profesión + mis colegas me
deben servir.
Laringe: no le hablo a quien le debo hablar + que los otros ten-
gan el discurso que quiero escuchar.
Recto: cago a los otros + defiendo la moral y la justicia.
Diabetes: me alejo de la ternura + critico la falta de inteligencia
de los otros.

Estas frases que construyen el cáncer nos acercarán junto a lo


que luego veremos como las órdenes de nacimiento (o mandatos
familiares), a construir el destino de la enfermedad. El motivo por
el cual una persona sufrirá en un órgano y no en otro. Una lectura
que nos irá conduciendo a descubrir lo que debemos hacer para
entender ese destino y si es necesario, poder cambiarlo.

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Distintos operadores nos ayudarán a ese cometido. Los arque-
tipos, los conflictos primarios, el rol biológico, la reacción a las ór-
denes de nacimiento. Con ellos, iremos construyendo esas frases,
que ya comenzamos a llamar actos arquetípicos, y que nos marca-
rán el camino de un cambio de lógica para curarnos.

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Capítulo XII

Las metonimias
El concepto lingüístico de la metonimia es el siguiente: es la
traslación de un significado, desde un significante a otro. Así se
logra designar una idea con el nombre de otra, usando alguna
relación semántica entre ambas. Esta relación puede ser de causa-
efecto, de parte-todo, de tiempo o de sucesión. En literatura, es
una figura retórica que suele llamarse “sentido figurado”. Es útil
el ejemplo de un poema de JL Borges: “las proas vinieron a fun-
darme la patria”. Allí, las proas son los barcos y está designando
al todo en una parte. La relación con la metáfora es muy cercana
y el lingüista Jakobson asimila la metonimia al proceso freudiano
de lo inconciente llamado desplazamiento, y la metáfora al mismo
proceso llamado condensación. También lo asemeja al trabajo an-
tropológico de Frazer sobre la magia. La metonimia sería la llama-
da magia por contagio y la metáfora la llamada magia imitativa.
Desde la medicina psicobiológica, construimos cuatro metoni-
mias.

La metonimia de la enfermedad
Esta traslación es la que define a las enfermedades comunes.
Aquí, el sentido biológico de supervivencia es determinante. Los
demás significados (sentidos simbólicos de convivencia) que los
hechos ocurridos pudieran tener quedan congelados y es el órgano
con su sentido biológico, el que responde ante el hecho que Ha-
mer clasifica como sorpresivo, dramático y vivido en soledad. Ese
mismo sentido se transforma en enfermedad ya que el único que
puede expresarlo es el órgano y lo hace tratando de superar el obs-
táculo a la supervivencia con comportamientos de ataque, huída e
inmovilidad. Estas conductas desde la biología, son los tumores,
las úlceras y las parálisis o disfunciones que llamamos enferme-

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dades. Por ejemplo, ante situaciones imposibles de ser digeridas
(traiciones, estafas, decepciones), no es el sentido de convivencia
(sentido simbólico) el que las enfrenta (buscar una solución entre
todos), ya que queda congelado por la presencia de un DHS, sino
el sentido biológico de supervivencia y el órgano estómago hace
una úlcera (huida de la confrontación) para tener mayor capacidad
de entrada.
Es así que el significado de la supervivencia, atacar, huir o in-
movilizarse es trasladado desde el órgano a una expresión que lla-
mamos enfermedad. En la MPB a estas enfermedades las llama-
mos comunes porque expresan con sus acciones la necesidad de
superar un obstáculo y sobrevivir.
Lo que define a la enfermedad común, es la presencia de un
DHS (suceso sorpresivo, dramático y vivido en soledad) capaz de
congelar todos los sentidos posibles de un hecho. El único sentido
que existe es el biológico. La enfermedad es ese sentido que se
traslada desde el órgano a una acción biológica que intenta superar
el conflicto.

La metonimia de solución
Hamer exige la curación natural a través de la superación del
conflicto biológico, cosa que ocurre espontáneamente pero a veces
con graves complicaciones. La metonimia de solución es siempre
concreta. Si se ha perdido una pareja, conseguir otra. Si se ha per-
dido un trabajo, conseguir otro. Cuando la solución concreta no
pueda realizarse se trata de superar la amenaza a la supervivencia
con una respuesta que permita descongelar los sentidos simbólicos
de la pérdida de un hijo o un trabajo y salir del conflicto biológico.
Al reintegrar alguno de estos sentidos simbólicos, ellos compiten
con la respuesta biológica de supervivencia y se sale de la metoni-
mia de la enfermedad. En el ejemplo de la úlcera por decepciones
laborales, si la persona no puede conseguir otro trabajo, se le en-
seña a establecer vínculos territoriales de acuerdo a su propio rol
biológico, aprendiendo a respetar su naturaleza. En el caso de la

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pérdida de un hijo, las soluciones simbólicas están limitadas por
las características de la perdida, pero igualmente se trabaja desde
la asunción del rol biológico y de la aceptación de esa pérdida
como parte de la historia familiar.
Lo que define a la metonimia de solución, es la inactivación
del programa cerebral de supervivencia cuando el mismo se ex-
tiende en el tiempo o su intensidad provocando una amenaza en
cualquiera de las dos fases del conflicto. Se da por finalizado el
conflicto biológico de forma concreta y biológica.
Para ello es necesario, conocer las metáforas de la función bio-
lógica de los órganos. Si el riñón se encarga de filtrar el agua, se
deberá trabajar con todos los instrumentos simbólicos que hagan
referencia al agua. La sed, la piel seca, la humedad, el edema ce-
rebral, la liquidez financiera, el ahogamiento, las profundidades.
Todas estas lecturas, las hace el cerebro desde lo biológico, no des-
de lo psicológico. Si se tiene la piel seca, el cerebro dará la orden
al riñón de retener agua. Si hay iliquidez con el dinero, hará lo
mismo. Si se siente ahogado por una situación de pareja, lo in-
tentará sacar del peligro del agua y lo llevará a obtener oxígeno
produciendo reacciones de “metástasis” en el pulmón.
La metonimia de solución es leer lo mismo que el cerebro lee y
responder con un acto que suspenda esa lectura. Cuidarse de no
tener sed, de vivir en lugares húmedos, de soportar ahogamientos
o situaciones de iliquidez. Todas las referencias al agua, al líquido,
deben ser tenidas en cuenta. Un hombre que sufra de eyaculacio-
nes precoces o poluciones nocturnas está viviendo un conflicto de
líquido y si lo ha sufrido durante su adolescencia, lo deberá articu-
lar en la entrevista para que el cerebro lo deje de leer de esa manera
y lo convierta en una metonimia de solución. El traslado que el ce-
rebro hizo de lo que ocurrió, nosotros lo trasladamos nuevamente
a la representación psíquica y de esa manera impedimos que el
cerebro haga una lectura biológica de sucesos que el pensamiento
crea. Aquí, la clave para curar, es leer antes que el cerebro actúe.

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La metonimia del cáncer
Esta traslación es la que define aquellas enfermedades que lla-
mamos arquetípicas. Aquí el sentido de supervivencia queda tam-
bién congelado y por lo tanto no hay conflicto biológico. Puede
haber DHS y ellos se comportan como hechos desencadenantes
pero en algunas oportunidades es tal la tensión interna que ella
misma desencadena el congelamiento de todas las respuestas. Esta
tensión interna la producen los llamados “pedazos” de órgano o
tejido que contienen los mandatos generacionales. Cuando éstos
grupos celulares se activan lo hacen para denunciar el incumpli-
miento de tales mandatos. Las conductas celulares y orgánicas no
son de supervivencia sino de autodestrucción. La anaplasia y la
apoptosis como también los microorganismos no autolimitados y
los comportamientos celulares autoagresivos son ejemplos de esta
metonimia.
El único significado del mandato generacional es la denuncia
de su incumplimiento y el pedazo de órgano que utiliza para esa
denuncia es convertido en lo que llamamos enfermedad arquetípi-
ca (cáncer, sida, autoinmunes). Como ejemplo citemos el caso de
una mujer cuyos pedazos de útero cargan con el mandato genera-
cional del mesodermo moderno de ser fiel a la historia recibida. A
partir de que ese mandato no puede ser cumplido ya que su madre
tuvo varios abortos antes que ella naciera o porque era brutalmen-
te castigada por sus padres, cuando ella experimente alguna con-
ducta rebelde de su hija y se niegue a hacer lo mismo que hicieron
con ella, los pedazos del útero que cargan con ese mandato que
no se está cumpliendo denunciarán ese incumplimiento con con-
ductas celulares características (no se frenarán, no colaborarán,
no madurarán, etc.). Esto generará hipermenorrea. Esto no es un
conflicto biológico de supervivencia sino una activación de una
conducta celular de denuncia.
Decimos que en la metonimia del cáncer hay dos incumpli-
mientos, el del mandato generacional y el de la función del órgano
(tanto biológica como simbólica). Ambos incumplimientos dan

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origen al discurso del cáncer. Así se está trasladando el significante
de los pedazos tanto al órgano como al cuerpo.
En el caso del útero, éste discurso será la suma de dos negacio-
nes, la de la función del órgano, que es retener a la cría y la del
mandato generacional, que es continuar la historia recibida, que es
maltratar a la hija. Ese discurso del cáncer se lee así: “no te puedo
retener + no te quiero maltratar”. La frase que se construye es “Es
mejor que te vayas”. Allí aparece la hemorragia.

La metonimia de curación
Lo que hay que lograr en la metonimia de curación es con-
testar esa frase que se ha construido en el discurso del cáncer.
Y esa frase surge de la negación tanto del sentido o mandato
biológico como del mandato generacional. Esta nueva frase in-
tenta restablecer ambos mandatos y aún el nuevo sentido que ha
surgido de la unión de ambas frases. Como vimos en el caso de
una enfermedad del útero que provoque hemorragias, no solo
hay dos mandatos negados (no te retengo y no te maltrato) sino
que de ambas negaciones surge otra frase: es mejor que te pierda.
Construir una metonimia de curación es contestar una por una
las tres frases.
No te retengo: puedo estar con vos, pero no te obligo, no te
hago sentir mal.
No te maltrato: puedo gritarte pero no te hiero.
Es mejor que te pierda: puedes quedarte pero las dos seguimos
siendo libres.

Los nuevos mapas


Enfermedades comunes:

1) son aquellas surgidas por un conflicto biológico, es decir, la


insatisfacción de una necesidad biológica.
2) Requieren la presencia de un DHS, es decir de un suceso
sorpresivo, dramático y vivido en soledad.

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3) Activan formas celulares especializadas y que fueron la cul-
minación de procesos adaptativos. Inflamación, necrosis,
infecciones autolimitadas, úlceras, tumores no invasivos.
4) El DHS actúa como un suceso que congela todos los senti-
dos simbólicos que el lenguaje podría aportar para que esa
tensión sea descargada. (sentidos de convivencia)
5) Al no haber descarga simbólica, el órgano responde desde
lo somático (sentido de supervivencia) y en dos fases, la
primera de hipervigilancia (simpaticotonía) y la segunda
de relajación (vagotonía).
6) La conducta somática es una rememoración de la misma
conducta que sirvió en la evolución para superar un obstá-
culo a la supervivencia.
7) Esta conducta somática puede traer complicaciones y la
medicina actual decide tratarlas como enfermedades. (fie-
bre, perforaciones, obstrucciones).
8) Para Hamer lo único que debe hacerse es solucionar el con-
flicto biológico y las fuerzas de la naturaleza se ocupan del
restablecimiento de la salud.
9) Para la MPB, es necesario como abordaje terapéutico la
solución concreta, el aporte de medicamentos y el descon-
gelamiento de los sentidos simbólicos de convivencia.
10) Para lograr esto, se recurre a estrategias de reintegración sim-
bólica: técnicas del trauma, conductas de apaciguamiento,
trabajo con arquetipos, soluciones de ataque o huida.

Enfermedades arquetípicas:
1) son aquellas surgidas por la activación de un mandato ge-
neracional, es decir, la denuncia de un grupo celular que
carga con órdenes que tienen que ver con la supervivencia
de la humanidad.
2) Esta activación puede ser fruto de un DHS o de la misma
tensión interna de esos “pedazos” de tejido, con una histo-
ria de conflictos programantes y mandatos familiares.

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3) Actúan formas celulares atípicas y que fueron usadas por
la evolución para destruir intentos inadecuados para la
adaptación. Anaplasia, apoptosis, infecciones no autolimi-
tadas, comportamientos de autoagresión.
4) El mandato generacional arrasa con todos los sentidos
simbólicos de convivencia y de supervivencia del órgano.
5) Al no haber conductas de supervivencia, el órgano res-
ponde desde la denuncia del incumplimiento del manda-
to generacional sin tener en cuenta ningún otro sentido.
6) La conducta del grupo celular denunciante (cáncer) es
también una rememoración de una conducta evolutiva de
autodestrucción.
7) Esta conducta si no es frenada, lleva a la destrucción del
órgano y a la predación de otros órganos. La medicina
destruye a estos grupos celulares destruyendo el resto del
órgano y del organismo.
8) Para Hamer, lo único que debe hacerse es solucionar el
probable CB y tratar las complicaciones.
9) Para la MPB, es necesario como abordaje terapéutico, el
cese de la denuncia del incumplimiento del mandato ge-
neracional y la reinstalación del sentido de supervivencia,
además de ciertos aportes de la medicina convencional y
no convencional.
10) Para lograr esto, se intenta contestar la frase que llevó a la
enfermedad con una frase que cura. Estas frases restitu-
yen el mandato biológico, el mandato generacional y la
construcción gramatical que surge de ambas restituciones.

Lo que pretende la MPB


Lo que pretendemos con la MPB es poder hacer un acto cu-
rativo desde el lenguaje. Entender que tanto la enfermedad co-
mún, como la arquetípica, pueden ser desarmadas si logramos
comprender como fueron armadas. No es posible hacer esto
sin lo biológico ya que la vida ha ido superando obstáculos y

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la forma en que lo ha hecho ha quedado registrada en nues-
tros órganos. Tampoco podremos lograrlo sin la dimensión de
lo psicológico que establece un texto que llamamos cuerpo. In-
dependientemente de las teorías, el pensamiento humano tam-
bién ha ido superando obstáculos y tenemos límites en nuestras
operaciones mentales. Pero mucho menos podremos lograrlo sin
la presencia de la historia. Y antes que nosotros ha habido otros
seres humanos que han superado obstáculos a la supervivencia. Y
ellos mismos han sentado los límites del pensamiento humano.
Lo que en MPB llamamos pedazos son los gritos de estos seres
que nos han precedido. Pero no son gritos de venganza sino de
preservación. Ellos, desde el origen, han tratado de cuidar los
principios básicos para la supervivencia. Pero no de la vida, sino
de la humanidad. Los principios de la naturaleza no son huma-
nos. Contemplan todas las formas de expresión pero no desde la
óptica humana. Un tornado que termina con la vida de niños y
ancianos no tiene moral. Un cáncer que destruye las esperanzas
de una familia tampoco. Ambos persiguen objetivos similares:
preservar la vida de la especie sobre la del individuo. Un torna-
do denuncia cierto desequilibrio. Un cáncer también. La ciencia
dice que los desequilibrios en la atmósfera generan estos torna-
dos y que si se lograra no romper el equilibrio en la ecoesfera
se evitarían. Lo llamativo es que la ciencia médica no diga algo
parecido con respecto a la enfermedad.
Lo que hemos llamado enfermedades arquetípicas es lo que la
medicina llama enfermedades crónicas o incurables. Y son estas
enfermedades las que se obstinan en seguir tratando con los mis-
mos métodos que solo buscan convertir a las incurables en cróni-
cas. Este es su máximo objetivo.
Para entender a las enfermedades arquetípicas, es necesario es-
cuchar la voz de los ancestros. Ellos dicen que la vida humana no
puede continuar sin principios básicos de convivencia. A estos los
hemos llamado mandatos generacionales ya que han logrado ex-
presarse en las hojas embrionarias que dan origen a la vida.

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Tenemos que decir que estas construcciones deben hacerse des-
de el propio paciente y lo que buscamos con ellas es indicar deter-
minadas conductas que funcionen como terapéuticas. Si conoce-
mos la metonimia (los desplazamientos de significación) conoce-
mos el discurso que construyó la enfermedad y podemos hablar
con él. Y podemos contestarle en el mismo idioma.
En la metonimia del cáncer se expresan grupos celulares con
comportamientos tales como la pérdida de la inhibición por con-
tacto o la impermeabilidad de sus células. Con esas conductas,
estos pedazos de órganos están denunciando la negación de to-
dos los sentidos biológicos, simbólicos y ancestrales. Las células
no buscan solucionar ningún conflicto sino que por el contrario
proponen un nuevo conflicto que no es del paciente sino de su
historia familiar (e inclusive de toda la humanidad) y que viene
escrita en esos pedazos de tejidos o grupos celulares. Es importan-
te entender esto para no ir siempre en busca de DHS o conflictos
que no existen. Todos sufrimos problemas pero solo harán enfer-
medades arquetípicas aquellos que activan a estos grupos celulares
a través de una historia familiar y social.
Sin embargo, venimos diciendo que estas enfermedades inten-
tan reparar injusticias generacionales. Creemos que esto es así pero
desde una dimensión que no es biológica sino fruto de la cultura
humana. Es por eso que hablamos de una figura que llamamos
Ideal de supervivencia que al igual que el Ideal del Yo freudiano,
dirige la constitución de los órganos. Los pedazos serían áreas no
simbolizables porque el mismo Ideal de supervivencia les reserva
una función de denuncia contra la posición biológica de desechar
lo que no es útil para la supervivencia. Es por eso que estos gru-
pos celulares se comportan despreciando las conductas maduras
y colaborativas de las células normales provocando acciones in-
dividualistas y egocéntricas. Su papel es denunciar la injusticia
biológica proponiéndose como jueces de los daños sufridos por
otros. Los pedazos se convierten así en áreas de resonancia con los
ancestros y con los semejantes. El fenómeno de mimetismo obser-

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vado en muchos cánceres sería ejercido a través de estas áreas que
llevan en sí los mandatos que no pueden ser cuestionados.
Si comenzamos a entender esto nos damos cuenta que estamos
en un terreno que es metabiológico pero que también es meta-
simbólico ya que participa de una concepción de unificación y
resonancia de la vida con la vida. Todos estamos unidos no solo
con nuestros ancestros sino con nuestros semejantes y con todos
los elementos de la vida.

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Capítulo XIII

El objetivo en las enfermedades comunes


Imaginemos que hemos encontrado la probable causa de la en-
fermedad. Si es una enfermedad común, el DHS. Si es una enfer-
medad arquetípica, la denuncia del incumplimiento del mandato
generacional. En la primera encontramos el sentido de superviven-
cia de la enfermedad. En la segunda no existe tal sentido, sino la
denuncia de las células de una injusticia.
A partir de allí, en las enfermedades comunes le propondremos
al paciente acompañar el sentido de supervivencia que encontra-
mos, con actos claros de superación del conflicto biológico. Esto
lo hacemos para que el programa de supervivencia se detenga. Si
alguien tiene una gastritis, ésta debe ser entendida (y así lo expresa
Hamer) como la reparación biológica de un conflicto indigerible
en el territorio. La gastritis es la reparación, no la expresión de la
fase activa de conflicto, sino la expresión de la fase de reparación.
Los órganos, en las enfermedades comunes son silenciosos durante
la fase de conflicto y gritan en la fase de solución ya que ésta va
acompañada de inflamación para reparar. Es por eso que en las
enfermedades comunes, habitualmente solo hay que acompañar
la reparación que la biología ha instalado. En la fase de conflicto
activo, es fundamental solucionar en forma concreta la insatisfac-
ción de la necesidad biológica. En la fase de vagotonía, mitigar los
efectos inflamatorios y prevenir la crisis epileptoide.
Lo que sí se debe hacer es trabajar sobre los rieles secundarios o
asociaciones con estímulos ligados al conflicto, que llevarán nue-
vamente a la fase de conflicto activo (lo indigerible en el territorio)
y que una vez superado, puede volver a activarse.
Lo que queremos decir es que en las enfermedades comunes,
en las que el sentido de supervivencia lo expresa el órgano, todo lo
hace la biología. La medicina de Hamer sería una medicina pre-

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ventiva para no volver a caer en la fase de conflicto activo. Cono-
cer el mecanismo de la enfermedad nos ayuda a esperar los aconte-
cimientos que la biología va a desarrollar, habitualmente en la fase
de curación. Si éstos son muy violentos, habrá que morigerarlos
con todos los instrumentos que no interrumpan esa fase sino que
solo la alivien.
Estos conceptos, los viene desarrollando la medicina naturista,
la homeopática, la ayurvédica, la china y tantas otras, que habría
que remitirse a ellas. Lo nuevo de Hamer es la exactitud de sus
leyes en cuanto a las hojas embrionarias y los tiempos de curación.
Además la claridad con que lo ha expresado.
Es así que si conocemos que la persona enferma ha vivido un
DHS que lo ha llevado a un conflicto biológico, es porque su cuer-
po psíquico ya no ordena las reacciones. Se ha activado un progra-
ma cerebral que ordena al órgano biológico, ya no a un cuerpo que
ha nacido de la psiquis, sino a un órgano programado desde la bio-
logía. Este tiene millones de años de evolución y se va a manifestar
como siempre lo ha hecho frente a una amenaza a la superviven-
cia. Va a ulcerarse, necrosarse, cicatrizar, inflamarse, con células
maravillosamente diseñadas para tales efectos. Y lo va a hacer en
dos fases, la primera cuando el cerebro da la orden de entrar en
simpaticotonía y libera corticoides y adrenalina para ponerse en
alerta. La segunda, cuando el cerebro dictamina que ha pasado el
peligro y entra en vagotonía para reparar las alteraciones celulares
con sentido de supervivencia que la primera fase ha desarrollado.
Todo esto lo dice Hamer y lo dice claramente. Lo que no dice,
es que los cánceres, las enfermedades autoinmunes, las infecciones
no autolimitadas no tienen nada que ver con este proceso. Allí
no hay dos fases ni simpaticotonía ni mucho menos sentido de
supervivencia. Allí hay puesta en actividad de células arquetípicas
que no tienen ninguna intención de solucionar ningún conflicto
sino que aparecen para denunciar injusticias manifiestas de órde-
nes que esas mismas células cargan.

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¿Qué hacer?
Pero no nos apuremos. Preguntémonos primero qué hacemos
frente a las enfermedades comunes. Esas que expresan una ame-
naza a la supervivencia. El cerebro no permite que esto lo resuelva
el cuerpo con sus representantes psíquicos y pasa a resolverlo él
mismo a través de los órganos con sus antiguos programas de su-
pervivencia. Aquí estamos frente a una prueba. Si el cerebro sus-
pendiera el programa con sentido biológico, esto significaría que
esa prueba ha sido ganada por el cuerpo. Entender la diferencia
entre órgano y cuerpo es necesario para entender éstos conceptos.
Podríamos decir, que cuando el cuerpo no permite que los órga-
nos sean activados por programas cerebrales de supervivencia es
porque no se deja atrapar por las leyes de los órganos. El cuerpo,
con su lenguaje y sus símbolos enfrenta al potencial DHS y lo so-
luciona a su manera. Con expresiones psíquicas pero ya no bioló-
gicas. El triunfo de la civilización sobre la naturaleza. Ante la pér-
dida de un ser querido, no será el órgano ovario quien se exprese
sino que será la metáfora de los gritos de dolor o la metonimia de
la tristeza. El arte, la magia, la contención del otro, el amor, serán
la respuesta ante las situaciones dramáticas y sorpresivas pero ya
no vividas en soledad. No habrá posibilidad de un conflicto bio-
lógico. El ser humano habrá aprendido a manejar las situaciones
conflictivas con las posibilidades que descarguen semejante ten-
sión. Hablar, compartir, ser contenido, confiar, aceptar. Aquellas
situaciones que aún no puede manejar será su grupo social quien
las contenga y todos estarán atentos a no permitir que la persona
entre en conflicto biológico. Este es el futuro de la humanidad.
Todos seguimos siendo niños en algún aspecto y debemos tener
acompañantes en la vida que nos ayuden a sostenernos en aquello
que aún provoca en nosotros una fragilidad que nos cuesta supe-
rar. Los médicos somos guías en ese sentido y debemos captar cual
es esa fragilidad y mientras la persona aprende a superarla, generar
un cuidado familiar y social sobre ese aspecto. Como colectivo
social, aún no nos damos cuenta que debemos aprender a prote-

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gernos entre nosotros y que si no lo hacemos, estamos en peligro,
ya que nuestro futuro depende de ello. Si un chico tiene alergias
respiratorias, es necesario abordar esta fragilidad personal que ha
puesto en marcha un mecanismo de alejarse de los otros por una
percepción exagerada o equivocada de peligro. Es natural que el
médico use medicamentos durante el proceso de curación pero
éstos no deben impedir la actividad del programa de supervivencia
ya que si eso ocurre (con corticoides por ejemplo) el cerebro reac-
cionará con un programa que solo se activaría en caso de un peli-
gro mayor y desarrollará otra enfermedad. El médico debe acom-
pañar este proceso con medicamentos que alivien la alergia pero
que no la supriman. Lo que se debe tratar es que el niño aprenda
a superar la percepción de una realidad peligrosa y de esa manera
no active el programa cerebral ante dicha percepción.
En este sentido, hemos expuesto en el llamado segundo enun-
ciado de la MPB, la necesidad de clasificar a las enfermedades en
territoriales y predadoras y de evaluar las características personales
del sujeto enfermo como territorial y proveedor. A partir de esta
clasificación y del conflicto biológico en juego es que se desarrolla
el objetivo terapéutico.
No todas las enfermedades comunes son siempre territoriales.
Un estado gripal es una enfermedad común pero con característi-
cas predadoras ya que afecta varios órganos: músculos, periostio,
nariz, bronquios, amígdalas, sistema nervioso central, aparato di-
gestivo. Y sigue siendo una enfermedad común porque el cerebro
activa un programa de supervivencia frente a un conflicto biológi-
co de separación o territorial. Pero recordemos que lo que llama-
mos gripe no es otra cosa que la fase de solución de esos conflictos.
El organismo entra en una profunda vagotonía con cansancio que
obliga a ir a la cama, rinitis que impide el contacto obligatorio con
el aire de los otros, dolores musculares que retiran a la persona de
la vida laboral o social, tos que espanta a los que lo rodean y toda
serie de manifestaciones con un claro sentido de supervivencia:
huir de un estado imposible de sostener. Es por eso que tiene sen-

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tido de supervivencia. Los órganos hacen lo que el sujeto no hace
con decisiones personales de retiro y descanso. Sabemos que ante
las enfermedades predadoras solo se puede huir o atacar y el orga-
nismo decide huir. La actitud de la medicina es tratar de sacarlo
de la vagotonía-huída en que el cerebro lo ha puesto y usa adrenér-
gicos tales como la seudoefedrina, antihistamínicos y antibióticos,
que no tienen más sentido que ser simpaticotónicos ya que no hay
ninguna bacteria que combatir. Si hay fiebre se la combate. Desde
otras medicinas más inteligentes, no se hace esto sino que se ali-
vian los síntomas pero sin intentar suprimirlos y mucho menos la
fiebre que es la reacción del organismo que generará la definitiva
salida de la vagotonía. Entendamos que siempre la solución es bio-
lógica. Aunque nosotros llamemos enfermedad a la solución.
Es por esto que la medicina de Hamer en las enfermedades co-
munes, solo propone conocer esta evolución y las reacciones del or-
ganismo y no mucho mas. Acompañarlas, mitigarlas y evitar las
complicaciones. Porque si las conocemos, no haremos nada que im-
pida la curación. Sin embargo, toda la medicina llama enfermedad a
la fase de solución de los conflictos biológicos y se lanza a un intento
desesperado de tratar justamente lo que el organismo ya ha tratado.
A nadie le gusta tener fiebre ni dolor en todo el cuerpo ni una
tos que le impida respirar bien. Y es por eso que han nacido pro-
puestas desde todas las épocas para aliviar esos síntomas. Algunas
con mayor eficacia que otras. Pero desde el origen de los grandes
laboratorios, se han tomado estos síntomas livianos como grandes
enemigos que hay que erradicar con químicos que no solo da-
ñan a las células sino que suprimen la conducta de supervivencia
generando otras reacciones cerebrales cada vez mayores. La muy
conocida tríada eczema- rinitis-asma es un claro ejemplo de cómo
una pequeña reacción de contacto (eczema) se convierte en una
descarga mayor (rinitis) que si también es suprimida genera una
respuesta aún mayor (asma).
En este sentido, la medicina de Hamer es pedagógica y tam-
bién preventiva. Conocer el mecanismo de las reacciones de los

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órganos para no ir convirtiéndolos en enfermedades cada vez más
profundas. La respuesta de la simpaticotonía y de la vagotonía, la
participación de los microbios, el tipo de proceso celular, el sen-
tido biológico que persiguen. Nadie, hasta Hamer había logrado
semejante lógica.
Es por eso que cuando alguien pregunta como trata la NM una
gripe, está haciendo una pregunta desde el desconocimiento de la
teoría ya que una gripe es la curación de un conflicto biológico.
Como médicos sabremos aliviar el sufrimiento pero no podemos
alentar el uso de fármacos químicos que impidan la expresión de
esa curación. Al hacerlo estamos programando una nueva enfer-
medad o una cronificación sin demasiada salida.
Esto debe ser claro. Estamos hablando de enfermedades co-
munes, es decir, de aquellas en las que el organismo enfrenta una
amenaza a la supervivencia y la resuelve biológicamente con ins-
trumentos maduros que llevan al restablecimiento del enfermo.
La biología hace lo que el sujeto no puede hacer y solo se debe
conocer este proceso, verificarlo y acompañarlo adecuadamente
para aliviarlo pero nunca suprimirlo.
Si esto no lo tenemos en claro, jamás entenderemos la diferen-
cia entre las enfermedades comunes y las arquetípicas.
Dentro de las enfermedades comunes se encuentran los quistes
de mama y de ovario, los adenomas de próstata y de colon, los
tumores cerebrales consecuencia de fases de curación de enfer-
medades comunes (los llamados focos de Hamer) y muchísimas
otras enfermedades de clasificación actual que son la expresión de
programas cerebrales de supervivencia.
Ante ellas, el objetivo terapéutico es siempre dejar desarrollar
la fase de reparación lo más naturalmente posible sin suprimirla
y acompañar los molestos síntomas con medidas terapéuticas que
alivien sin intoxicar ni bloquear la respuesta biológica de curación.
Aquí los médicos cumplimos un papel fundamental que es acom-
pañar y dar seguridad reconfortando y aliviando. No es poco pero
es mucho más de lo que la mayoría hace usando medicamentos

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que impiden la natural curación de la persona. Es cierto que los
médicos no trabajamos con seres vírgenes de medicina y que la
mayor parte llega a nosotros luego de muchos tratamientos alopá-
ticos supresores. Allí se expresará el arte de curar con su sabiduría
para equilibrar entre lo que tolera actualmente el paciente y lo que
pretendemos como objetivo: que se cumplan las leyes naturales
para que la biología pueda expresarse en su totalidad.
Algunos médicos usarán medicamentos homeopáticos, otros
antroposóficos y otros ayurvédicos. Se aliviará con la acupuntura
o las hierbas medicinales. Se trabajará con la alimentación y con
los ejercicios de respiración. También con visualizaciones, uso de
la energía y masajes. Todos aportarán su saber para mejoría del
sufrimiento. Pero todos sabrán lo que están haciendo: dejar que la
biología repare lo que el sujeto no pudo reparar, ya sea por incom-
petencia, por excesos o por situaciones dramáticas.
Cuando entendemos esto, nos damos cuenta de lo inapropiado
de hablar de la terapia Hamer. No hay terapia Hamer. Hay un co-
nocimiento que acompaña a la biología que usa su propia terapia,
la que ha usado durante millones de años de evolución y lo hace
con células maduras y específicas que siempre buscan la supervi-
vencia del individuo.
Ahora bien, cuando se trata de un cáncer invasivo, la teoría de
Hamer tiene límites. Y a esos límites los hemos llamado enferme-
dades arquetípicas.

Las crisis epileptoides


Una vez que se ha superado el conflicto y el órgano entra en
reparación, se produce en las enfermedades comunes un momento
de superación de la misma vagotonía. Imaginemos un resfriado.
La persona ha estado en franca simpaticotonía en los días previos
a la rinitis. Ha vivido situaciones de estrés. En general el día an-
terior, ha estado muy nervioso, con dificultad para dormir y una
sensación extrema de simpaticotonía (manos frías, sin apetito, con
ideas fijas, sequedad de las mucosas e hiperactividad). Se despierta

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con dolor en la espalda, moco por la nariz, dolor de garganta y un
poco de fiebre. Ha entrado en vagotonía luego de varios días de
tensión. Si va al médico le dirán que tiene una virosis. No le en-
contrarán ningún foco bacteriano y le dirán que es un resfriado o
gripe. Como decía Florencio Escardó, una enfermedad que se cura
en siete días con antibióticos y en una semana sin antibióticos.
La persona necesita descansar. Tomar caldos calientes y si es
necesario, mitigar sus síntomas con alguna medicación natural.
A la semana, sentirá que sus mocos se secan, que los dolores des-
aparecen y que reaparecen llamativamente todos los síntomas que
tenía antes de “aparecer” la enfermedad. Le cuesta dormir, las ma-
nos se vuelven a poner frías y reaparecen las ideas fijas. Parece una
recaída pero se resuelve en menos de un día, quedando apenas una
rinitis y una congestión por unos días más. Ha hecho una crisis
epileptoide. Ha vuelto a experimentar en el pico de la vagotonía
una aparición de la simpaticotonía en forma “Express”.
En algunas enfermedades comunes, esta crisis suele ser muy
grave. Desde los cólicos gástricos de la úlcera hasta el infarto de
miocardio de una angina de pecho. Serán momentos que el médi-
co debe saber tratar.
Desde el punto de vista cerebral, la crisis epileptoidea es la nece-
sidad del cerebro de eliminar el exceso de líquido que se ha junta-
do en la fase de vagotonía, en la zona del cerebro correspondiente
al órgano enfermo. Es una convulsión localizada del cerebro, pro-
ducida para no ahogarse en ese líquido. Podemos decir que es un
conflicto de líquidos momentáneo pero que si no se deja resolver
se convierte verdaderamente en un conflicto crónico de líquido.
Las crisis epileptoideas deben tratarse como crisis y no como
enfermedades. Si se las trata como enfermedades, se cronifican.

Las enfermedades crónicas


Cuando la respuesta de supervivencia se repite en forma pe-
riódica o nunca hace una franca reparación biológica, estamos en
presencia de las enfermedades crónicas. Esto puede ocurrir por

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dos motivos. El primero es que la persona viva en un permanente
estado de conflicto que no es agudo pero que no se soluciona.
Sería el caso de las alergias respiratorias o de la piel en donde se
vivencia una hostilidad permanente del medio. El otro motivo es
por la presencia de sucesos que no originan el conflicto pero que
se asocian a él de una manera u otra. Sería el caso de las cataratas
o de la artrosis en donde no hay actualmente un conflicto activo
pero sí el recuerdo periódico de separaciones o desvalorizaciones.
Tratar las enfermedades crónicas es tratar con toda una concep-
ción de la vida. Es aprender con el paciente la percepción que éste
tiene de su vida y qué es lo que no puede cambiar. Aquí no se trata
de enseñar una teoría ni de aportar estrategias de convivencia. Se
trata de descubrir como vive la realidad y como convive con ella.
Y a partir de allí, ayudarlo a salir de lo que rompe su naturaleza.
Aquello que lo aleja de la armonía, la cooperatividad y el juego.
Estos tres elementos son los que permiten la recuperación de
una enfermedad crónica.
Pensemos en un varón que sufre de prostatismo crónico. Con
agrandamiento de la próstata y síntomas tales como el goteo des-
pués de la micción o la necesidad de orinar muy frecuentemente.
Si nos limitamos a leer su conflicto y presentárselo, poco lograre-
mos. Le diremos que tiene un problema en la demarcación de su
territorio y quizás algo que tenga que ver con su amado nieto. Lo
pensará y nos dirá que sí. Que siente que sus hijos no educan bien
a su nieto y que cuando él opina lo callan diciéndole que no debe
meterse. Le diremos entonces que debe aprender a relacionarse de
otra manera y que quizás una solución sea tener un día de visita
donde pueda hablar a solas con él. O le daremos toda una serie de
ideas sobre como dejar de sufrir por su nieto.
Una persona se encuentra desarmada si pretende enfrentar a la
biología con la psicología.
La próstata crece porque el tronco cerebral, donde tiene su re-
presentación en el sistema nervioso, es una estructura que tiene mi-
llones de años. Lo que ha pasado es que esa parte del antiquísimo

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tronco cerebral ha percibido que se le cuestiona al ser vivo la marca-
ción de su territorio. No sabemos los mecanismos de esa percepción.
Se presume que existen miles de neurotransmisores y la ciencia solo
conoce algunas decenas. Pero esa percepción es la que hace que dé
la orden al órgano de crecer para empujar la vejiga adosada y así
obligarla a orinar a cada rato marcando el territorio. Eso lo hacen
todos los animales porque de esa manera, pueden oler en la orina,
si estuvieron en ese lugar. Es una forma ancestral de reconocer el
territorio. Así lo hace ese tronco cerebral de millones de años.
La única manera que el tronco deje de dar la orden de creci-
miento será poner en marcha otros neurotransmisores para que los
neurotransmisores anteriores, que produjeron el agrandamiento
de la próstata, dejen de funcionar.
Este es el gran misterio que se planteaba Freud en sus primeros
escritos. Como explicar que pensamientos, recuerdos y sentimien-
tos actúen sobre los órganos.
Creemos que los pensamientos son un sentido más. La biología
habla de cinco sentidos, la vista, el olfato, el tacto, el gusto y la
audición. Falta uno. Los pensamientos. Ellos son tan biológicos
como el tacto y tan psicológicos como el gusto. Los pensamientos
pueden actuar sobre la biología del tronco cerebral en la medida
en que sean pensamientos biológicos. En la medida que sirvan a la
biología y no que se sirvan de la biología.
En nuestro abuelo prostático, podrán ser útiles a la biología si la
sirven a ella. Si la respetan, si siguen sus indicaciones. En este caso
puntual, la biología no tiene abuelos. Tiene seres vivos mayores.
Estos pueden ocupar un lugar específico o no. Pueden ser jefes de
territorio o machos secundarios. Su rol puede ser pretendido por
otros machos más jóvenes o sus espacios pueden ser invadidos por
otros grupos territoriales. Si no es lo suficientemente capaz, los
desalojan y ocupan su espacio y su rol. En la cultura humana, esto
no es diferente. Nuestro abuelo prostático está planteando una
lucha territorial con otros seres más jóvenes y como no hay lucha
franca, es la próstata la que reacciona.

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Esto lo debemos entender. Las enfermedades crónicas aparecen
cuando los pensamientos humanos reemplazan el pensamiento
biológico y por lo tanto, la biología pasa a expresarse porque entra
en conflicto con ese pensamiento humano.
Para la biología, no hay abuelo. Hay un ser mayor que entra
en lucha de posesión con un ser más joven. Para que empiecen a
circular los neurotransmisores que harán que la próstata deje de
crecer, tiene que haber solución biológica, no humana. Esa solu-
ción es que el ser mayor derrote al ser joven o que se vaya a otro
territorio donde no hay jóvenes que lo pueden derrotar.
En la dimensión humana, eso significaría que el hijo o el yerno se
vayan a trabajar lejos y vean al hijo solo cada quince días. También
que el abuelo se mude y consiga amigos con hijos de poca edad. So-
luciones que parecen absurdas pero que respetan lo biológico.
Ante las enfermedades crónicas, nuestro pensamiento (que es
un sentido biológico más) debe acompañar a las soluciones bioló-
gicas. Veamos algunos ejemplos:
Constipación: la biología no deja salir los deshechos. Lo hace
porque el pensamiento informa al cerebro que hay que retener.
Para la biología, la retención se hace solo cuando hay amenaza de
carencia. La solución biológica es dejar de vivir con carencias.
Hipotiroidismo: todo debe ser más lento. El pensamiento
como sentido informa al cerebro, que hay demasiada exigencia y
que nadie ayuda. Para la biología, esa exigencia pone en peligro la
supervivencia y enlentece el metabolismo para que se gaste menos
energía. La solución biológica es dejar de pensar en la vida como
una exigencia y buscar ayuda.
Glaucoma: miedo en la nuca. El pensamiento informa al ce-
rebro que en cualquier momento, perdemos todo. Hay una per-
cepción de amenaza permanente que nos hace huir y evitar mirar
hacia atrás. La solución biológica es enfrentar y atacar esa amena-
za. Dejar de huir.
Bronquitis crónica: demarcación territorial. Con la tos, detie-
ne a los que invaden el territorio. El pensamiento informa que hay

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invasión en lo que consideramos nuestro territorio. La solución
biológica es repensar nuestra territorialidad y aprender a defender-
la de manera no hostil.
Hipertensión arterial: el pensamiento informa al cerebro des-
de varios lugares. Hay conflicto de líquido y se responde retenién-
dolo (iliquidez financiera, aislamiento como pez fuera del agua,
resecamiento por emociones violentas). Hay autodevaluación y se
responde con un estado de alerta permanente por la posibilidad
de ser atacado (aumento de la resistencia vascular, de la frecuencia
cardíaca y de la pre carga). La solución biológica es la huida a un
lugar seguro para re evaluar la percepción de la realidad de tal for-
ma que el pensamiento pueda enviar otra información.
Gastritis: lo que se incorpora es mucho o de una calidad cuestio-
nada. El pensamiento informa que la vivencia es peligrosa de incor-
porar. Sea comida, sentimientos, ideas. Para la biología, esta incor-
poración repetida ya no se soluciona con mayor cantidad de ácidos y
enzimas sino con la desaparición de la mucosa gástrica, convirtiendo
así al estómago en un órgano sin función digestiva. En algunos ca-
sos, se observa reemplazo de la mucosa gástrica por mucosa intestinal
intentando restablecer esa función. La solución biológica es recuperar
al estómago en su función de conversión química del bolo alimen-
ticio y eliminación de la flora microbiana de los alimentos. Además
de alimentos y medicamentos, el pensamiento como sentido debe
ayudar a recuperar la acción agresiva contra lo que se incorpora. Un
ejercicio de autoridad permanente sobre las vivencias cotidianas.

En todas estas enfermedades, la clave para curar comenzará con


la conciencia del pensamiento como sentido biológico. Al estudiar
las estrategias terapéuticas, veremos como poner en marcha este
mecanismo de curación. Por ahora, entendamos que en la cronifi-
cación se ha instalado un proceso en donde no hay conflicto activo
pero el pensamiento rememora permanentemente la presencia de
este conflicto. Veamos, para acercarnos un poco más, el concepto
de rieles secundarios.

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Capítulo XIV

Los rieles secundarios


Hamer llama rieles a todas las situaciones que son capaces de
despertar un conflicto biológico sin ser un DHS. Se trata de la
asociación que el cerebro hace entre el DHS original y cualquier
hecho, recuerdo, palabra o lugar que ha quedado adherido como
causa secundaria. Hamer da el ejemplo de la persona que es des-
cubierta con su pareja en el heno y que a partir de allí desencadena
una rinitis alérgica cada vez que se pone en contacto con el heno.
El DHS fue el haber sido descubierto pero el olor a heno estaba
allí y queda como desencadenante de una enfermedad. Quizás
esto sea más complejo si se hace intervenir las leyes de lo incon-
ciente pero como ejemplo es lícito citarlo.
Por lo visto, trabajar los rieles no es solo trabajar las causas rea-
les o probables que desencadenaron la enfermedad sino abordar
aquellos aspectos que acompañan a la realidad. De lo que se trata
es de entender que además de los sucesos de la realidad, debemos
admitir para abordar la enfermedad, la dimensión de lo simbólico,
es decir de todo aquello que represente a la realidad sin serlo. El
lenguaje es lo que permite ese orden simbólico.
En el trabajo sobre los rieles tendremos entonces los siguientes
elementos:

1) las causas probables de la realidad.


2) Las causas simbólicas ordenadas por el lenguaje.

Sobre estos dos elementos debemos aprender a trabajar si que-


remos desarmar el montaje biológico, simbólico y ancestral de la
enfermedad.

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Las causas probables de la realidad
Desde el punto de vista de la filosofía, la realidad es todo lo
que existe, sea percibido o no. Desde el psicoanálisis se introdujo
el concepto de Lo Real como aquella parte de la realidad que no
es percibida.
Cuando Hamer dice que la enfermedad es producida por un
suceso sorpresivo, dramático y vivido en soledad, (DHS) está des-
cribiendo la acción de la realidad y de lo real ya que lo que respon-
de es el órgano, quedando congelados todos los sentidos que no
son biológicos. Pero hay partes de este suceso que son de la reali-
dad y son esas partes las que la persona recuerda. La traición del
amigo, el telegrama de despido, el momento del robo. Hay algo de
ese suceso que no se puede recordar porque no tuvo representación
psíquica. No fue percibida como hecho de la realidad. Esa parte
pertenece a la dimensión de lo no percibido, de lo real. Lo sorpre-
sivo y dramático es lo que determinó que no fuera representada.
Es por eso que cuando trabajemos sobre las causas de la reali-
dad, debemos trabajar también sobre aquello que no fue represen-
tado psíquicamente y que sin embargo actuó. Porque si le pedimos
a una persona que perdió a su esposa en forma tan sorpresiva y
dramática que no le permitió representar parte de lo que sucedió,
que resuelva el conflicto consiguiendo otra mujer, no estamos ha-
ciendo nada más que trabajar sobre una parte de la realidad y solo
esa parte quedará resuelta. La otra parte, seguirá actuando como
lo hizo al generar la enfermedad.
La MPB propone trabajar sobre la realidad y sobre lo real.

Sobre la realidad
Sabemos, a través de las leyes de Hamer, que cuando la perso-
na sufre un DHS entra en fase de simpaticotonía. En ella, habrá
síntomas y signos que debemos conocer para intervenir adecuada-
mente.
Ahora bien, ¿qué es intervenir en la fase de simpaticotonía?
Aquí debemos trabajar varios aspectos:

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1) Reconocer que la persona está en fase de alerta.
2) Observar qué grado de conciencia tiene el paciente sobre su
vivencia de hipervigilancia.
3) Buscar las causas de la realidad por las cuales se activó un
programa de supervivencia sabiendo discernir qué caracte-
rísticas del paciente son las que le llevaron a tener esa viven-
cia de alerta.
4) Poder detectar qué características del entorno del paciente
(familia, trabajo, grupo social) actúan para llevarlo a esa
vivencia.
5) Abordar el sentido biológico de ese estado de alerta para
poder desarmarlo.

Reconocer la fase de alerta


La fase de simpaticotonía es la fase de conflicto activo. Allí
se ha desencadenado un estado general de vigilancia extrema en
donde todos los órganos actúan como siempre lo hacen ante la
existencia de un peligro que amenaza la supervivencia. Este tema
lo hemos desarrollado ampliamente en los libros anteriores y solo
recordaremos que desde la clínica lo que vamos a observar es que
la persona está ocupando la atención sobre un determinado hecho;
absorbida por un tema recurrente que no sabe como resolver. Por
supuesto que esto es muy subjetivo y cada uno lo hará a su manera
por lo cual debemos buscar signos objetivos de ese estado. Ellos
son la frialdad de las manos, la sequedad de las mucosas, la dilata-
ción de la pupila, el aumento de la frecuencia del pulso y ocasio-
nalmente de la presión arterial, la pérdida del apetito, la disminu-
ción del sueño y todos aquellos datos que nos refieren al aumento
del tono vegetativo. Recordemos que un estado de simpaticotonía
no puede mantenerse demasiado tiempo y es frecuente encontrar
signos de vagotonía intermitentes (diarreas, hipotensión) que son
la respuesta orgánica a la falta de conclusión del estado de alerta.
El médico debe reconocer el estado de vigilancia extrema de un
paciente aún cuando éste lo consulte por un certificado. Es una

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oportunidad para detenerlo e impedir que dañe el organismo en
exceso.
Recordemos que el estado de conflicto activo forma parte de
la vida y que lo que buscamos no es abandonar las situaciones
naturales de la vida sino aprender a convivir con ellas. De todas
maneras, pensemos que hay situaciones que no podrán evitarse:
muerte de seres queridos, enfermedades, cambios laborales. Todas
ellas y muchas más son causas de conflicto entre nuestras necesi-
dades y nuestras posibilidades. Cuando éstas últimas no puedan
resolver las primeras, estamos frente a la posibilidad de que el con-
flicto biológico aparezca. Si la función de los huesos es sostener y
yo hecho una pesada carga sobre mi vida, esa función será exigida
y los huesos podrán entrar en tensión. Si la función del estómago
es digerir y yo vivo situaciones imposibles de ser digeridas, el es-
tómago entrará en conflicto cuyo objetivo es superar el exceso de
situaciones no digeribles.
El estado de alerta permanente forma parte de este programa
especial de supervivencia pero esto no significa que toda persona
que está en vigilancia extrema, haya activado ese programa. Tener
las manos frías no es sinónimo de estar en conflicto biológico sino
en fase de simpaticotonía. El programa tiene un comienzo, un
desarrollo y un fin. Lo que nosotros debemos aprender es a reco-
nocer el estado de alerta. Cuando lo hagamos, tendremos puestos
los sentidos en detectar un probable conflicto biológico.

Grado de conciencia
Muchas veces vamos a encontrar pacientes que no son concien-
tes de su estado de alerta permanente. Cuando se trata de niños,
ni siquiera los padres son concientes de ello. Es necesario recono-
cer la hipervigilancia si queremos abordarla. La observación de las
funciones corporales es algo simple de hacer y nos ayuda a que el
propio paciente se de cuenta de lo que su organismo está haciendo.
A partir de esta observación, se va a lograr además aprender a
reconocer el lenguaje de los órganos y el objetivo que persiguen.

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Si las manos están frías es porque la circulación se retiró de la
periferia al centro para proteger a los órganos internos. Tratar de
calentar las manos a partir de la concentración en la circulación es
un ejercicio que nos puede ayudar. Lo mismo podemos decir sobre
disminuir la frecuencia respiratoria y cardíaca. Si prestamos aten-
ción y dirigimos nuestra mente a estos objetivos, podemos colabo-
rar sin demasiado esfuerzo a corregirlos. En cuanto a la sequedad
de las mucosas, tomar líquido a sorbos es también una ayuda que
por simple que parezca debe ser tenida en cuenta.
Es cierto que lo central es salir del estado que origina la hiper-
vigilancia pero inicialmente y hasta que lo logremos, la concen-
tración en las manifestaciones físicas es una gran ayuda. Ser con-
cientes de nuestra respiración, nuestra tensión muscular y nuestra
posición es concentrar nuestra atención en las manifestaciones del
conflicto y no permitir que se desborden.

Buscar las causas


Un animal en la selva sabe porqué se pone en alerta. Hay una
situación que amenaza su estado actual. Puede ser la presencia de
un predador o una invasión de territorio. También puede ocurrir
que haya signos que el animal asocie a éstos hechos u otros en los
que se sienta en peligro.
Un ser humano puede ponerse en estado de alerta por multitud
de causas. Las mismas de los animales y otras de las que éstos jamás
se percatarían. Un papel con un escrito que un animal no entien-
de, para un ser humano puede ser cuestión de vida o muerte. Una
citación judicial, una carta de amor o de despedida. Todo aquello
que en la vida actual se quiere lograr o se teme perder pasa a ser una
fuente de amenaza. Los recuerdos, los sueños, la intervención de
los medios de comunicación, los horarios, las medidas políticas, los
ataques terroristas o las elecciones de dirigentes. Enumerar causas
probables que nos amenacen sería objeto de otro libro.
Lo que es cierto es que hay personas que poseen una estructura
psíquica que en sí misma es una amenaza. Cualquier cambio a su

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delicada situación en el mundo les provoca tal incertidumbre que
los puede llevar a sentirse una gacela frente al más poderoso león.
Hay personas que hacen de cualquier cambio un DHS y enton-
ces más que causas reales que los hayan llevado a la enfermedad,
debemos buscar el tipo de percepción que poseen de la realidad y
ocuparnos de ello.
En cualquiera de los dos casos, es imprescindible que la per-
sona aprenda a relacionar ciertos hechos con las reacciones físicas
que llamamos de hipervigilancia. Si cada vez que va al trabajo
tiene diarrea, eso no debe pasar inadvertido. Si la mayor parte de
las veces que ve una persona, tiene taquicardia, tampoco. Si en
presencia de su jefe, sus manos se ponen frías. Si su respiración
se acelera cuando maneja. Esto no debe interpretarse como algo
patológico sino como una reacción excesiva ante situaciones que
debe aprender a manejar de otra manera.

El entorno
Muchas veces, vamos a encontrar una estructura psíquica sa-
ludable en un entorno francamente enfermizo. Padres posesivos,
parejas destructivas, trabajos inseguros, son ejemplos de situa-
ciones que debemos aprender a detectar para cambiar. No le po-
demos pedir a una persona que cambie todo su entorno ni le
podemos exigir que se adapte sacrificando su salud. Es necesario
hacer un estudio de ese entorno y de la capacidad del paciente
de poder salir de él o de mejorarlo. No se trata de pedirle que se
separe o abandone un trabajo a alguien que se ha mimetizado
de tal forma con su entorno que hacer eso signifique un acto de
autodestrucción.
Es imposible en una primera entrevista hacer esto y aquellos
que lo hacen exponen al paciente a una situación que puede em-
peorar su estado. Es necesario saber lo que el paciente puede hacer
en ese momento de su vida y no dejarse guiar por supuestos con-
sejos prácticos que surgen de una teoría y no de lo que en realidad
le sucede a esa persona.

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Lo que es claro, es que si no se modifican algunas actitudes del
entorno se seguirán repitiendo, pudiendo alguna de ellas desenca-
denar un conflicto biológico.
A partir de esta introducción, podemos comenzar a pensar el
sentido de eso que llamamos enfermedad. Tanto la parte de la exis-
tencia que se percibe como aquella que pasa inadvertida, podrán
influenciar a una persona y no a otra. La predisposición genética a
entrar fácilmente en simpaticotonía, el grado de conciencia de sus
propios órganos, determinados hechos, el entorno, serán factores a
tener en cuenta para buscar el sentido de la enfermedad.

Las intervenciones sobre lo real


Sabemos ya que las causas probables de la realidad tienen mu-
cho de ella pero algo de lo real, es decir, de aquello que el paciente
no ha percibido y sin embargo actúa. Intervenir sobre la realidad
implica poder actuar sobre aquello que el paciente percibe que le
pasa y también sobre aquello que no percibe pero que lo afecta.
Podemos actuar sobre dos etapas:

1) Aquella parte de la realidad que el sujeto percibe: la con-


ciencia de su estado de alerta y las causas probables que él
relata.
2) Aquella parte de la realidad que aún no percibe: las carac-
terísticas de su personalidad que convierte los hechos en
situaciones desencadenantes.

Sobre cada uno de estos elementos, debemos intervenir para


ayudar a curar.

La conciencia
El trabajo que proponemos lo llamamos la lectura de los ór-
ganos. Se trata de enseñarle a reconocer la forma y la función de
cada órgano y a detectar cuado y porqué se altera. Habitualmente
si la persona consulta por una enfermedad de determinado órgano

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se comienza con ese órgano. Tomemos el ejemplo de un paciente
que consulta por nódulos en el hígado. Se le pide que dibuje el
órgano y además que lo ubique en otro dibujo que hace de su
esqueleto. La lectura de ese dibujo nos ayuda a ir reconociendo
que conciencia tiene él de su órgano enfermo. Si lo dibuja chico o
grande, si le da color, si lo ubica en su lugar o se equivoca. Todo
ello nos habla de un conocimiento con errores o inclusive un total
desconocimiento que es necesario abordar. Luego se le pide que
relate la función del hígado. Muchas veces, los pacientes no tienen
idea de para que sirve su órgano enfermo y si pretendemos que la
curación sea producto del mismo paciente esto no es un dato me-
nor. Una vez escuchado lo que dice sobre la función de su órgano,
se le explica la función biológica a partir de lo que hemos llamado
la ficción biológica, es decir, como nació el órgano y en que cir-
cunstancias se necesitó su presencia. Al hablar del hígado, rescata-
remos su función de reserva de alimentos y energía pero también
su capacidad de convertir en algo útil aquello que se incorpora.
Todos estos datos son aportados para que el paciente vaya toman-
do conciencia de la lógica a la que su órgano enfermo responde
cuando hace nódulos. Se le explica que es un nódulo y su natural
evolución. Si esto no se hace, podemos poner toda la biología en
contra del hígado ya que los demás órganos responderán al miedo
a morir o a no curarse.
Inmediatamente a esto, es necesario abordar la lógica de la sim-
paticotonía y aprender a reconocerla, tanto en el hígado como en
el resto del organismo. Como la función del hígado es interna, se
recurre a un ejercicio de visualización dirigida, en donde se le pide
que imagine al órgano (que ya fue dibujado y descrito) rodeado
con cercas que impiden la llegada de los alimentos a través de la
sangre. Solo pocos de ellos pueden saltar la cerca. Le pedimos
que observe como las células del hígado intentan aprovechar ese
escaso alimento al máximo y se reproducen, se hinchan y se rami-
fican. En esta primera etapa de la visualización le hacemos tomar
conciencia del comienzo de la formación de los nódulos. Luego le

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pedimos que se abran puertas en las cercas para que la sangre llena
de alimentos vuelva a pasar y que observe cómo esos nódulos se
van secando, deshinchando y volviendo a sus lugares. Le pedimos
luego que dibuje la visualización, escriba algo sobre ella o haga
una canción que la describa. Esto y decenas de técnicas distintas,
es solo para tomar conciencia del estado de alerta de su órgano.
No pretendemos que se produzca la curación con la visualización.
Solo la toma de conciencia de que es lo que está pasando.
Se trabaja además con los signos generales de la simpaticotonía
para que el paciente los conozca. Manos frías, dilatación de la
pupila, taquicardia, taquipnea. Esos cuatro signos se aprenden a
reconocer y a estar atentos a ellos ya que describen que el pacien-
te está en alerta. La atención y la observación sin intención de
modificarlos los corrigen espontáneamente. Debemos aprender a
observar sin crítica. Solo observar. Si se pone la atención suficiente
y no se la interrumpe con intenciones, lo biológico se corrige es-
pontáneamente.

Las causas probables


Cuando un estado orgánico aparece poco tiempo de sufrir una
crisis, es lógico relacionar ese estado a esa crisis. Esto es lo que
llamamos relación temporal. Si una mujer joven y diestra tiene un
cáncer de mama derecho y tres meses antes de ser diagnosticada,
sufrió el engaño de su esposo todos, hasta ella misma, relaciona-
rán ese hecho con la aparición del cáncer. Distinto es el caso de
un niño de nueve años al que se le diagnostica un sarcoma en el
cerebro y tanto él como los padres no advierten ningún hecho que
puedan relacionarlo. Pero ese es un tema que veremos más ade-
lante. Por ahora nos quedamos en la intervención sobre aquellos
sucesos que el paciente ha percibido y va a relatar. Es cierto que
muchas veces ocurre que solo un buen interrogatorio hará surgir
alguno de sus hechos. No todos los pacientes tienen un grado su-
ficiente de análisis para relacionar su estado con algún hecho. En
este sentido, el terapeuta solo puede abordar lo que dice el pacien-

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te. Ya veremos que las causas pueden inventarse. Pero aquí esta-
mos hablando de las causas que el paciente percibe. Los llamados
hechos. Hamer le da un valor fundamental a descubrirlos. En la
MPB, le damos valor anecdótico ya que fijamos nuestra atención
en la percepción que el paciente tiene de estos hechos y en los ele-
mentos no percibidos de la realidad (aquello que llamamos lo real
de la realidad).
Esto no significa que no escuchemos la teoría del paciente. Pero
sepamos que en general es un discurso sobre la verdad y de él de-
bemos escuchar lo que no dice y lo que no sabe.
Cuando abordemos las causas probables de una enfermedad,
debemos saber que el paciente ya puede tener una historia sobre
ello o por el contrario, no tener la más mínima idea de ninguna
relación. Por eso, al preguntar si ha habido situaciones o hechos
desencadenantes, lo haremos sabiendo que las primeras respuestas
pueden estar influenciadas por la sorpresa de la pregunta o por la
propia teoría del paciente. También ocurre que los acompañantes
del paciente suelen tener sus propias teorías motivadas muchas ve-
ces por la relación que tienen con la persona enferma.
Lo cierto es que si logramos detectar causas probables de la
enfermedad, es necesario actuar sobre ellas. Una de las formas
de hacerlo es enseñar al paciente a relacionar esos hechos con su
enfermedad. Este aprendizaje no es teórico sino condicionante.
Así como existe el aprendizaje condicionado existe el des condi-
cionamiento de un aprendizaje. El primero lo ha realizado la bio-
logía durante millones de años, asociando una respuesta biológica
a una amenaza a la supervivencia. El segundo lo puede realizar
cada ser humano, inactivando una respuesta biológica aprendi-
da a través de la supresión de la amenaza y activando un nuevo
condicionamiento. Lo que trabajamos es el aprendizaje de formas
saludables de reaccionar ante las situaciones que activaron ame-
nazas a la supervivencia. Las llamamos saludables porque son las
que van a permitir desactivar los programas biológicos, es decir lo
que llamamos enfermedad. En este sentido, la desensibilización y

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reprogramación a través de las técnicas de movimientos oculares,
es de gran ayuda.

Las características de la personalidad


Cuando hablamos de las causas probables, estamos hablando
de la realidad externa. Cuando hablamos de las características de
la personalidad del paciente que percibe la realidad, hablamos de
una realidad interna. En la MPB hemos clasificado, en base a los
trabajos sobre la amenaza a la supervivencia, esa forma de percibir
la realidad en cuatro estilos:

1) El ataque. Todo lo que percibe como amenazante lo lleva a


atacar.
2) La huida. Todo lo que percibe como amenazante lo lleva a
huir.
3) La inmovilidad. Todo lo que percibe como amenazante lo
lleva a quedarse quieto.
4) El sometimiento. Todo lo que percibe como amenazante lo
obliga a sentirse sometido.

Estas cuatro características las unimos a los roles biológicos que


ya hemos visto.
A partir de estos estilos y roles que surgen de la psicobiografía y
del trabajo en las entrevistas, aparecen las características biológicas
de la personalidad. Es esto lo que nos interesa para poder desar-
mar la forma en que se generó la enfermedad.

1) territorial que ataca, que huye, que se inmoviliza o que se


somete.
2) proveedor que ataca o que huye.
3) macho dominante que ataca o que huye.
4) macho secundario que ataca, huye, se inmoviliza o se somete.
5) hembra dominante que huye o ataca.
6) hembra asistente que huye, ataca, se inmoviliza o se somete.

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7) homosexual masculino que ataca, huye, se inmoviliza o se
somete.
8) homosexual femenino que ataca, huye, se inmoviliza o se
somete.

Territorial: su característica es el reconocimiento del otro. La


enfermedad es localizada o regional.
Proveedor: su característica es la posesión del otro. La enferme-
dad es sistémica o invasiva.
Macho dominante: su característica es ser el primero. La enfer-
medad puede ser localizada o invasiva.
Macho secundario: su característica es no aceptar ser el prime-
ro. La enfermedad puede ser localizada o sistémica.
Hembra dominante: su característica es ser la primera. La en-
fermedad puede ser localizada o invasiva.
Hembra asistente: su característica es no aceptar ser la primera.
La enfermedad puede ser localizada o sistémica.
Homosexual masculino: su característica es no aceptar la ley.
La enfermedad es sistémica.
Homosexual femenino: su característica es no aceptar el instru-
mento de la ley. La enfermedad es localizada.

Ataque: inflamación, nódulo canceroso.


Huída: necrosis, úlcera cancerosa.
Inmovilidad: parálisis.
Sometimiento: quistes, enfermedades mentales.

Todas estas características nos van acercando a esa realidad in-


terna que percibe los sucesos y que nos permite entender desde
la psicobiología como se arma un riel secundario que activa una
enfermedad. Si nos quedáramos con que una palabra, un olor o
un sueño lo pueden hacer, poco podremos trabajar sobre ello. Al
entender este modo de percibir y actuar sobre la realidad, estamos
construyendo una forma distinta de abordaje.

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A todos estos elementos, debemos sumarle el trabajo con los
arquetipos celulares y de conducta que ya nos acercan al sentido
biológico y a las causas simbólicas.

Arquetipo de célula madre nutritiva: su característica es dar sin


recibir. La enfermedad es proliferativa.
Arquetipo de célula madre protectora: su característica es reci-
bir y guardar. La enfermedad es ulcerada.
Arquetipo devoradora: su característica es destruir. La enferme-
dad es invasiva.
Arquetipo de célula suicida anómica: su característica es haber
perdido las normas. La enfermedad es mental.
Arquetipo de célula suicida egoísta: su característica es la omni-
potencia. La enfermedad es la autoagresión.
Arquetipo de célula suicida altruista: su característica es el
abandono. Las enfermedades son la disfunción y la parálisis.

Arquetipo de niño herido: su característica es la rabia, la de-


pendencia y la ingenuidad. Se relaciona con el arquetipo de célula
madre nutritiva y devoradora.
Arquetipo de víctima: su característica es la sensación de aban-
dono y el reclamo. Se relaciona con la célula madre protectora.
Arquetipo de saboteador: su característica es la dificultad ante
los cambios y la creación de trampas para no hacerlo. Se relaciona
con la célula suicida altruista.
Arquetipo de prostituta: sus características son la necesidad de
agradar y la servidumbre. Se relaciona con la célula suicida anó-
mica y con la egoísta.

El último elemento que hemos registrado para acceder a la rea-


lidad interna capaz de generar un riel secundario, es el mandato
generacional. Cada hoja embrionaria es habitada por un mandato.
Endodermo: aceptar a los anteriores con amor.
Mesodermo antiguo: defender lo recibido.

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Mesodermo moderno: continuar la historia.
Ectodermo: ejercer la autoridad.

Por ahora digamos que estas características psicobiológicas nos


posicionan rápidamente sobre lo que podemos ir haciendo. Imagi-
nemos que consulta una persona adulta, varón y con diagnóstico
de tumor en intestino grueso. Si utilizamos los esquemas ante-
riores construimos un rápido posicionamiento que nos ayudará a
buscar la armadura de su enfermedad.
El comportamiento biológico es de ataque (las células van hacia
delante) usando probablemente el arquetipo de madre nutritiva
(dan sin recibir). Su arquetipo de conducta es el niño herido (de-
pendiente, ingenuo y con mucha rabia) y el mandato generacional
que no ha sido cumplido es el de aceptar con amor lo anterior.
Con estos elementos vamos armando la psicobiología de la en-
fermedad. Nos hace falta saber si es un territorial o un proveedor
(si la enfermedad está localizada es territorial) y si es un macho
dominante o secundario.
Todas estas conductas psicobiológicas deben ser tenidas en
cuenta para ir desarmando las características de la personalidad
que generan la enfermedad. El abordaje contempla el trabajo sobre
cada una de ellas. Al niño herido se lo confrontará con el niño
mágico. Al ataque con la inmovilidad. A la célula madre nutritiva
con la protectora. Al mandato no cumplido con el acto arquetípi-
co que lo cumple. Todo ello es trabajar sobre los rieles secundarios.

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Capítulo XV

El objetivo en las enfermedades arquetípicas


Así como en las enfermedades comunes, el arte del médico se
va a expresar en acompañar el proceso biológico de curación que
propone el órgano, en las enfermedades arquetípicas el objetivo es
otro. Al no existir en el órgano la intención de solución sino de
denuncia de un incumplimiento (el del mandato generacional), la
función del terapeuta es ayudar a desarticular esa denuncia que las
células instalan. Y esta denuncia siempre está relacionada a lo que
ese tejido puede hacer desde su función. Por lo tanto, en las EA
(enfermedades arquetípicas), hay que plantear dos tipos de ayuda:

1) escuchar la denuncia del mandato generacional que está


siendo cuestionado.
2) Leer la conducta de las células y del órgano de acuerdo a la
función natural que ellos tienen.

La exclusión
El objetivo terapéutico siempre es la inclusión. En la enferme-
dad arquetípica, la exclusión es dramática. No solo han queda-
do fuera la multitud de sentidos que el lenguaje ha aportado a
la función y a la anatomía del órgano (sentidos de convivencia o
simbólicos), sino que hasta el mismo sentido biológico de supervi-
vencia ha quedado excluido. La EA (enfermedad arquetípica) es la
minimalización del órgano-cuerpo reducido al pedazo. Solo hay
denuncia del incumplimiento del mandato pero con el lenguaje
de lo aún no simbolizado, de la célula en su estadio evolutivo. Por
ello, esa denuncia no es subjetiva, es estatuaria.
Lo que proponemos con las EA es claro. O se re encuentra el
sentido de supervivencia o se detiene la denuncia. No hay más que
hacer. O se plantea una situación tal que el sentido de superviven-

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cia excluido se reintegra o se hace todo lo posible para detener los
gritos de denuncia de los pedazos.
Desde la MPB proponemos inicialmente actos simbólicos que
hemos llamado arquetípicos que sostienen estos ideales desde un
lugar posible para que cese la denuncia a gritos de los grupos celu-
lares que defienden los mandatos generacionales. Pero estos actos
simbólicos no pueden realizarse sin el consenso colectivo que los
legaliza. Sin ese consenso solo son pequeños actos de magia.
Un consenso colectivo es un cambio en el modelo de pen-
samiento de una sociedad. Hasta ahora, ese modelo es de una
linealidad individualista que no acepta la responsabilidad social
de la enfermedad. Si alguien se enferma es porque hay una agre-
sión externa (modelo de la responsabilidad del otro) o porque
le pasó algo que no supo resolver (modelo de la responsabilidad
individual). El modelo de la responsabilidad social parece que-
dar reducido a las quejas ecologistas o a las prédicas religiosas. A
nadie se le ocurre proponer que un niño que muere de leucemia
es el resultado de una sociedad injusta. Y sin embargo ese niño
está expresando cargas ancestrales que la medicina no niega pero
que no se atreve a teorizar. En la medida que la sociedad vaya
ampliando su modelo de pensamiento irá dándose cuenta de que
lo que hace uno afecta a los otros y lo que hacen los otros afecta a
cada uno. Yo puedo hacer algo para curar a un semejante. No es
un poder; es un efecto de un cambio de modelo de pensamiento,
reemplazando el “yo no tengo nada que ver” por el “todos somos
uno”.
Somos concientes que la MPB es un proceso en evolución y así
ha pasado con todos los cambios de modelo. No es reemplazar la
causa genética o viral por una causa psíquica, sino ampliar la res-
ponsabilidad de la salud y de la enfermedad a la conducta de todos
y no solo a la nuestra.
Es por eso que los actos arquetípicos no pueden convertirse en
chamanismo de consultorio. Es por eso que les he atribuido un
nombre tan literario como metonimias de curación. Eso son pero

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en la medida que el modelo de pensamiento se amplíe. Si no ocu-
rre esto, son giros lingüísticos sin valor real.
Trasladar el significado de lo generacional desde ese grupo de
células denunciantes hacia esa unidad de representaciones que lla-
mamos cuerpo. Eso es una metonimia de curación.

El traslado al cuerpo
Si logramos trasladar el significado de los mandatos genera-
cionales de los pedazos al cuerpo, logramos la curación. Esta es
la propuesta básica de la MPB. Incluir en el sistema del lenguaje
aquello que solo se expresa con denuncias celulares. Convertir a la
célula en cuerpo.
La célula tiene un solo significado, el biológico. Los millones
de células que forman un órgano o un sistema trascienden el sig-
nificado de sus células por la complejidad que han logrado en el
curso de la evolución. El estómago como órgano tiene varias fun-
ciones que superan la que tiene una de sus células. Sin embargo,
esa función o significado sigue siendo biológica, es decir, superar
los obstáculos para sobrevivir. Esto lo ha entendido Hamer y su
teoría se basa en esa singularidad de las células y de los órganos.
Pero cuando las células y los órganos son atravesados por el siste-
ma lingüístico, son atrapadas por la multitud de sentidos que ese
sistema genera. Así se va modelando un cuerpo que es como un
texto con registros de procesos y de acontecimientos. Un cuerpo
que además se va inscribiendo en otros cuerpos y recibe otros
cuerpos.
En las EA (enfermedades arquetípicas), un grupo de células, se
resisten a ser cuerpo. Carga con un saber que no permite la arti-
culación con ningún significante del sistema lingüístico. Trae su
propio sistema, que no es el programa de supervivencia que plan-
tea Hamer sino de un arquetípico Ideal de supervivencia humana
que plantea órdenes a las células de las distintas capas embriona-
rias. Esas ordenes deben cumplirse. La relación de esos mandatos
es solo con las células y con los órganos, no con el cuerpo. Es por

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eso que no es necesario un suceso del cuerpo, algo del orden lin-
güístico para que aparezca la EA. Podríamos decir que el cuerpo
está ausente. La tensión celular no logra descargarse en el cuerpo.
En la EA, el gran excluido es el cuerpo. Pero si sabemos que el
cuerpo de uno está hecho de los otros, también sabemos que para
que aparezca la EA, los otros también están excluidos.
Es por eso que el gran objetivo terapéutico en las EA es recupe-
rar el cuerpo. Obligar a que la denuncia de los mandatos sea con-
tenida por ese gran cuerpo del que el nuestro solo es una pequeña
parte.
Si las células y los órganos lograron hacerse cuerpo alguna vez,
los pedazos (células y trozos de órganos que no se han hecho cuer-
po) lo pueden lograr de la misma manera. Un cáncer se puede
convertir en parte del cuerpo. Así como un bebé logra convertirse
en un sujeto, un cáncer logrará convertirse en cuerpo. Para ambos
es indispensable, la presencia de los otros. La humanidad aprendió
a convertir un bebé en un sujeto pero aún no sabe convertir un
cáncer (o cualquier EA) en cuerpo. Los sujetos de la humanidad
son sujetos a enfermedad. Los cánceres de la humanidad no son
sujetos. Lo que proponemos es convertirlos en sujetos.

Entender el sentido biológico


La vida desde su supuesto origen hasta nuestros días, ha logrado
sobrevivir a partir de estas dos creencias: la utilidad de lo que hace
y la perseverancia en lo que hace. Esta utilidad debe entenderse
en relación a la adaptación al medio. Aquí se presenta una de las
grandes dificultades de comprensión ya que el ser humano le da
solo valor a los aspectos mentales, sentimentales o sociales de esta
adaptación. No advierte que las células y el organismo responden
a una lógica que jerarquiza la anatomía y la fisiología sobre cual-
quier otro aspecto. Y que esta jerarquía es un desplazamiento de la
adaptación que lograron otros organismos no humanos. Un ejem-
plo es el hígado del tiburón. Este órgano ocupa la cuarta parte del
total del peso del animal y el noventa por ciento de ese órgano es

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grasa (que es en casi su totalidad agua). La adaptación que buscó
el tiburón fue lograr flotar a través de la grasa del hígado que tie-
ne la misma densidad que el agua. Esta permanencia espontánea
cerca de la superficie le permite alimentarse del placton que allí
abunda y esto es útil para su supervivencia. Los médicos sabemos
lo frecuente que es encontrar un hígado graso en personas que ne-
cesitan “salir a flote” de circunstancias que lo están “hundiendo”.
También en personas que están demasiado ocupadas en las “pro-
fundidades de la vida” y que son llevados así (o con el aumento
del colesterol) a ocuparse de lo que existe en las “superficie”, en
lo cotidiano de la supervivencia. El hígado graso del tiburón le
permite sobrevivir en su realidad. El hígado graso del ser humano
rememora esta utilidad que se desplazó desde la lógica de super-
vivencia del tiburón a una lógica de convivencia del ser humano.
Aquí aparece la fractura entre la NMG y la MPB. Hamer cree
posible que un suceso dramático, sorpresivo y vivido en soledad,
permita este desplazamiento desde la lógica del tiburón hasta la
lógica del ser humano actual. A pesar de que con este hecho, el
tiburón logra sobrevivir y el ser humano puede morir por una ci-
rrosis. Desde la MPB, estamos de acuerdo con este mecanismo en
las enfermedades comunes pero en las enfermedades arquetípicas,
proponemos que este desplazamiento no busca la supervivencia
del ser humano sino la denuncia de no estar cumpliendo los man-
datos que permiten la convivencia humana. Y el instrumento que
usa esa denuncia es el regreso a una forma que nunca va a lograr la
supervivencia de ese ser humano.
Esta diferencia no es un detalle menor. Para Hamer no hay
enfermedad sin suceso desencadenante. Para la MPB, la apari-
ción de la enfermedad depende de la historia de la persona y del
cuerpo social que habita. Para Hamer, la Naturaleza reintegra la
curación si el obstáculo actual es superado. Para la MPB, una vez
instalada la denuncia, es fundamental conciliarse con la forma
biológica regresiva porque su objetivo no es superar un obstáculo
sino denunciar.

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Llamamos forma biológica regresiva (FBR) a esta adaptación
del animal a una realidad del medio que le permite sobrevivir (el
hígado graso). En cambio, la FBR no permite la supervivencia del
ser humano. Es una denuncia, no una solución.
Una paciente me relataba que pocas semanas antes de que apa-
reciera un tumor en su mama izquierda, su hijo tuvo un accidente
en el mar y estuvo a punto de ahogarse. Pasaron varias horas hasta
que ella pudo saber que ya estaba bien. La mama creció porque
es también fundamentalmente tejido adiposo y al tener la misma
densidad que el agua, le permitía a la mujer usarla como un flota-
dor para salvar la vida de su hijo. El cáncer lobular no solo crece
para nutrir produciendo leche como bien dice Hamer. También lo
hace con una FBR porque puede usarse como flotador.
Otro paciente con cáncer de pulmón relataba su necesidad de
pedir ayuda a su padre que había muerto cuando él tenía once
años y del cual recordaba su excelencia como profesional. Cuando
el paciente intenta viajar al extranjero para completar y profundi-
zar su profesión, le aparece el cáncer de pulmón. Un tejido sólido
en medio del aire, que le obliga a no permanecer en la superficie
y hundirse en la profundidad. Cuando le pregunté de qué pro-
fundidad se trataba, no dudó en decir: “la de mi padre, que está
enterrado bien profundo”.
Estos ejemplos nos permiten pensar en la verdadera función
de denuncia de las llamadas enfermedades arquetípicas. La FBR
no permite solucionar ningún conflicto sino que denuncia el in-
cumplimiento de algo que forma parte de la historia del sujeto
enfermo.
Lo que importa destacar ahora es que esta FBR (formación bio-
lógica regresiva) cumple un papel que es de denuncia, aún cuando
en el animal que fue evolucionando cumplió un papel de supervi-
vencia. En el tiburón, el hígado graso le permite comer el planc-
ton. En el ser humano con hígado graso, denuncia una necesidad
de salir a flote de una situación porque no se ha cumplido con
la necesidad de tener suficiente reserva para esa situación. En el

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animal mamífero, la mama izquierda agrandada le permite a la
hembra hacer flotar a su cría. En la mujer que hace el cáncer de
mama, la FBR denuncia la necesidad de proteger a su hijo pero a la
vez el incumplimiento de esa protección. En el anfibio que formó
un tipo de tejido distinto a las branquias, esto le permitió hundir-
se en el agua y salir al aire en forma intermitente. En el humano
que hace un cáncer de pulmón, el nódulo denuncia la necesidad
de hundirse en las profundidades porque no se ha cumplido con
la aceptación de aquello que viene de lo profundo de la historia.
Estas denuncias son las que se deben escuchar y contestar si
queremos detener el avance de lo que llamamos cáncer. Es aquí
que volvemos a la utilidad de lo que hacemos para curarnos.

Las FBR y los estados de la materia


Es en la evolución de los vertebrados, que vamos a encontrar los
tres elementos fundamentales: el agua, el aire y la tierra. En nues-
tro organismo tenemos estados de densidad similar al agua (san-
gre, grasa), al aire (pulmón) y a la tierra (huesos, piedras). Debe-
mos entender que en lo que llamamos enfermedad, el organismo
intenta acercarse a uno de esos estados de materia en la búsqueda
de un objetivo: flotar, adentrarse en las profundidades, acercarse
al aire, permanecer en la tierra, hundirse en ella. Esa búsqueda la
hace a través de lo que llamamos formaciones biológicas regresivas
(FBR). El objetivo de las mismas no es superar un obstáculo sino
revivir una situación evolutiva que en aquel momento le sirvió para
superar un obstáculo. Los anfibios, teniendo doble sistema respi-
ratorio podían hundirse en el agua y sobrevivir y salir del agua y
sobrevivir. Cuando el órgano de un ser humano accede a esta FBR
altera el estado de su materia. Hace una piedra en el riñón, un
tejido denso en el pulmón o un exceso de grasa en la mama. Esa
alteración en el estado de la materia no le soluciona al ser humano
ningún problema. Por el contrario, lo puede perjudicar gravemen-
te. Es por eso que es necesario distinguir entre las enfermedades
que buscan la solución de un conflicto de supervivencia y aquellas

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que no tienen este objetivo. A las primeras las hemos llamado en-
fermedades comunes y a las segundas enfermedades arquetípicas.
El objetivo de las enfermedades arquetípicas (cáncer, sida, en-
fermedades autoinmunes) es denunciar con las FBR que no se está
cumpliendo con los mandatos que un grupo de células trae escrito
en sus genes. El incumplimiento de estos mandatos plantea la re-
gresión a estados de materia evolutivamente anteriores en los que
la lucha no era por la supervivencia humana sino por la supervi-
vencia de los organismos celulares.
Con estos nuevos estados de materia, se regresa a un momento
en que la lucha solo es por la supervivencia de ese grupo celular.
No hay objetivo de supervivencia humana. Regresamos a lo que
somos, animales en evolución biológica. Nos alejamos de nues-
tro proyecto humano, de evolución espiritual y acercamiento a la
unidad. La vida, a través de las FBR, nos confronta con nuestro
origen evolutivo. Allí todo es cuestión de supervivencia. Este deta-
lle no debería pasarse por alto. Sobre todo a los que pretendemos
hacer de los trabajos de Hamer la base de una nueva forma de
observar la enfermedad. La enfermedad arquetípica no nos hace
superar ningún obstáculo sino que nos lleva a una forma regresiva
de supervivencia. Y esa forma nos aleja de nuestra naturaleza hu-
mana. También es cierto que la enfermedad se convierte en una
oportunidad para darnos cuenta de ese alejamiento, del cual es
solo una expresión y no su causa. Pero la persona que sufre de ese
alejamiento, vive a la enfermedad como un castigo y eso lo aleja
aún más.
Es necesario recuperar el concepto de naturaleza humana en
todas sus expresiones si queremos entender la enfermedad.

La curación de las creencias


Una vez observé un documental en donde un pájaro se picotea-
ba la zona de su cuerpo donde se encontraba el hígado. Lo hacía
con tal violencia que se desangraba y moría. A su lado estaban sus
crías, a las que no podía alimentar porque tenía sus alas heridas.

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El pájaro buscaba su hígado porque allí estaban las reservas de
alimentos que podrían salvar la vida de sus crías.
Un paciente había desarrollado un cáncer de hígado muy volu-
minoso que había terminado por dejarlo paralizado de sus piernas
al tocar su columna. Pensé en ese pájaro. El paciente sentía que
con su trabajo ya no podía darle de comer a su familia. No se pico-
teó la zona de su abdomen donde estaba el hígado sino que lo hizo
crecer desmesuradamente para obtener reservas. Aún más, seguía
viajando y buscando. No paraba. Sus piernas quedaron inmóviles.
Tanto en el pájaro como en mi paciente había una creencia: de-
bes alimentar a los otros. La del pájaro es lo que podríamos llamar
una creencia biológica. Algo que se llama instinto, necesidad. Un
saber escrito en las células de un órgano. En el caso del hígado,
ese saber se funda en sus funciones: ser el depósito de todo lo que
se incorporó como alimento y no se usó inmediatamente; desin-
toxicar la sangre de sustancias que pueden dañar el organismo y
convertir todo lo que por allí pasa en algo útil para las funciones
del cuerpo.
En el caso de mi paciente, la creencia es psicobiológica. El
depósito de alimentos se convierte en no tener dinero suficiente
para dar a los otros o para sostener un lugar frente a los otros. La
desintoxicación se convierte en la percepción de la ira, el rencor y
la decepción. La transformación de los alimentos en algo útil, se
convierte en la vivencia de no poder llevar a la práctica un conoci-
miento o don que uno tiene.
El pájaro picoteaba su abdomen en la búsqueda desesperada
de alimentos para su cría. Una creencia biológica que lo llevaba
a la muerte. Mi paciente hacía crecer su hígado hasta que tocara
su médula y quedara inmóvil. Una creencia psicobiológica que lo
dejaba sin capacidad.
Si pudiéramos ayudar al pájaro, seguramente le daríamos co-
mida para alimentar a su cría. A nadie se le ocurriría amordazarle
el pico. Seguramente seguiría escarbando con su pata. Quizás allí
alguien le ataría sus patas. Eso fue lo que le pasó a mi paciente. Se

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ataron sus piernas. Seguramente alguien pensó que amordazarlo
era ayudarlo.
Si alguien le hubiese aportado ayuda en el momento en que su
hígado crecía para buscar reservas, no hubiese llegado a la paráli-
sis.
La creencia biológica del pájaro es: si no alimento a mis crías,
no sirvo.
La creencia psicobiológica de mi paciente es: para tener dere-
chos, debo tener dinero.

A la búsqueda de las creencias


Así como hay conflictos desencadenantes y conflictos prima-
rios, hay creencias desencadenantes y creencias primarias. Llama-
remos a las primeras, actuales. A las segundas, fundantes.
Las creencias actuales son aquellas que crean el contexto nece-
sario para que los sucesos puedan desencadenar una enfermedad.
En el caso de mi paciente, era director de una pequeña empresa y
decidió disolverla. Ese suceso logró convertirse en desencadenante
por su creencia actual de que era responsable de la vida de sus
empleados. La creencia fundante era la que había aprendido de su
padre, cuando lo había echado de su casa y exigido que si quería
volver debía aportar dinero. Tenía catorce años. Allí había naci-
do esa percepción de la vida que lo guiaría durante sus próximos
años: para tener derechos, debo tener dinero.
Trabajar las creencias actuales y fundantes no es desmontar
su verdad, sino reemplazarlas por otras que le ayuden a curarse.
No se trata de convencerlo de que su creencia es equivocada. En
nuestra sociedad, tener derechos sin dinero es una utopía. En una
estructura de personalidad como la de mi paciente, no había lugar
para no sentirse responsable de la vida de sus empleados. En la
búsqueda de la curación, debemos ser concientes de lo que pode-
mos hacer y de lo que no podemos hacer.
Pero para curarse, mi paciente debía reemplazar los significan-
tes de esas frases. Si quieres tener derechos, hay que tener inteli-

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gencia. Si quieres tener derechos, hay que tener fuerza física. Si
quieres tener derechos, hay que tener belleza. Encontrar frases que
transformen la creencia fundante con actos concretos y posibles.
Es importante enlazar la creencia fundante al conflicto prima-
rio, aquel que ocurrió en los primeros años de vida. En el caso de
mi paciente, que su padre lo echara si no aportaba dinero. Perder
los derechos frente al exceso del otro. La solución que encontró a
los catorce años es la que él cree es la única. Tener independencia
a partir del sacrificio personal. Es necesario encontrar otras solu-
ciones. La independencia a través de la creatividad, de la ayuda del
otro, del amor.
Ahora, paralizado y con cáncer en el hígado, él pide ayuda.
Pocos se la dan. Lo que todos le ofrecen son consejos. Opiniones
sobre lo que debe hacer. Manejo de su independencia con imposi-
ciones. Se encuentra con la repetición de la creencia fundante. Ya
no es el padre, sino hermanos, amigos y compañeros de trabajo.
Le atan los pies, le atan el pico y no le dan lo único que él necesita:
descanso de sus creencias.

Ejemplos

Mamas: para que me amen, debo poner siempre el pecho. Si no


doy todo lo que tengo, mis hijos me dejarán. El otro siempre me
necesita y si se va, lo tengo que seguir ayudando.

Hígado: tener deudas es hacer sufrir a los otros. Si estoy enfer-


mo, mi muerte será con mucho sufrimiento. El otro me hace daño
pero yo no puedo devolver ese daño. Si no tengo reservas, los otros
me dejan de amar.

Intestino: si no digo lo que pienso, los demás no me dejan. La


vida es una lucha, es mejor no moverse demasiado. Prefiero dañar-
me antes de dañar a alguien.

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Páncreas: yo no tengo tantos derechos como los otros. La vida
es demasiado hostil como para tener alegría. Si me conservo dis-
tante, el otro no me agrede.

Pulmón: si logro el reconocimiento, los otros me terminarán


asfixiando. Si mi vida está en peligro, es mejor que muera rápido.
Cuando me alejo de mi madre, repito la historia de mi padre.

Recto: si alguien descubre lo que en verdad soy, ya no podré


seguir siéndolo. Soy malo, sucio y poco importante. Debo mentir
sobre mí si quiero lograr algo. Tarde o temprano el otro me va a
cagar.

Huesos: si puedo correr puedo salvar mi vida. Cuando mi car-


ne ya no esté firme, los huesos se agujerean. Si no hago lo que me
dicen, mi firmeza tambalea.

Próstata: mis hijos no saben cuidar a sus hijos. Si me permito


ciertas libertades, hago daño a mi pareja. Una vez pasada la juven-
tud, la vida pierde sentido. Si no tengo pertenencia a algo, nadie
cree en mí.

Ganglios: hay una verdad que tengo que filtrar porque si no me


desintegro. Si no sostengo a los otros, ellos se van. No puedo fallar
porque muchos dependen de mí. Mi casa está rota y todo se filtra.

Médula ósea: la verdad es una sola y la mentira es insoporta-


ble. El sentido de la vida es producir. Si yo muestro mis heridas,
se agrandan.

Cerebro: si uno no crea ni produce, la vida no tiene sentido. Es


imposible estar bien; siempre habrá un problema. Debo dar cada
día un poco más para no perder mi lugar. A mis problemas no les
encuentro solución con mi cabeza.

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La conversión
Imaginemos que cualquiera de estas creencias son cartelitos
que el cerebro lee cuatrocientas veces por minuto. Sin que la
mente conciente lo sepa, un prostático leerá que sus nietos ne-
cesitan su ayuda y un paciente con cáncer de pulmón que es
mejor morir rápido. Es claro que el conflicto psicobiológico se
reactiva permanentemente si no detenemos esa constante repeti-
ción de la creencia que lo funda. El conflicto del prostático será
una preocupación por algún suceso que le ocurre a su nieto y el
del pulmón, un miedo a morir o a la muerte de un ser querido,
basado en alguna experiencia dramática, tal como un robo o un
diagnóstico cruel.
Si el nieto supera el suceso que hizo preocupar a su abuelo o si
el episodio de robo fue superado o se tranquilizó al paciente por el
mal diagnóstico, eso no impedirá que la creencia se siga repitiendo
cuatrocientos veces por minuto sin que ninguno de los dos lo sepa.
Se ha superado la creencia actual pero la creencia fundante sigue
en pie.
Es aquí que hay que entender lo que Hamer llama soluciones
biológicas. Una solución de ese tipo, modifica una creencia. En el
caso del abuelo, la creencia se modifica si el nieto se va a vivir a
otro lado y en el caso del paciente de pulmón, si logran detener a
los ladrones o alejarse del médico que lo amenazó. Pero en ambos
casos, la respuesta biológica la hace el órgano. No la persona. La
próstata y el pulmón dejan de producir células porque los nuevos
sucesos han logrado conmover a las creencias que lo sostienen. Y
esa conmoción solo se produce cuando hay una nueva creencia
que va desplazando a la anterior. Mi hijo sabe educar a su hijo. Los
ladrones van presos. Los malos médicos desaparecen. La creencia
modifica al órgano porque el órgano se enfermó por una creencia
que llamamos psicobiológica.
Esta diferencia entre creencia biológica y psicobiológica es la
que permite incorporar en ésta última no solo a los sucesos desen-
cadenantes sino también a los conflictos primarios, a los mandatos

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generacionales, a las circunstancias del nacimiento y a los roles
arquetípicos.
Si la creencia es psicobiológica la podemos cambiar por otra
creencia psicobiológica. Si la creencia es biológica solo va a cam-
biar con algo biológico. Si una madre pierde a un hijo, la creencia
biológica es imposible de cambiar salvo que nazca otro hijo. Si la
creencia es psicobiológica, la acción sobre los mandatos generacio-
nales, los roles arquetípicos, las circunstancias del nacimiento y los
conflictos primarios, permitirán el cambio de la creencia.
Si una mujer hace un cáncer de mama porque ve que su hijo
de 30 años se droga, la única intervención que podríamos hacer
desde lo biológico es curar al hijo de su adicción. Mientras eso no
ocurra, la mujer no se curará. Desde lo psicobiológico, la creencia
podrá ser “si no pongo el pecho por él, su vida corre peligro”. Mo-
dificar esa creencia, convirtiéndola en “él puede aprender a poner
el pecho para salvar su vida”, será una acción de cura sobre el
cáncer.
Actuar sobre la creencia fundante y no solo sobre la actual, es
una de las bases del tratamiento psicobiológico. Estas creencias
fundantes serán lo que veremos luego a través, de los mandatos
familiares y los conflictos primarios.

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Capítulo XVI

El mandato familiar
Cuando nacemos el mundo ya está hecho. No somos nosotros
los que entramos al mundo sino el mundo el que entra en noso-
tros. Y una de las entradas calificadas es la de nuestros padres.
Cuando uno conoce el molde de esa entrada, conoce el sentido
de la enfermedad. El objetivo para el cual se desarrolla la enfer-
medad.
Pero ese molde de entrada debe articularse con los sucesos his-
tóricos de la persona y fundamentalmente con los sucesos desen-
cadenantes de la enfermedad, aquellos que ocurrieron poco antes
de la aparición de los síntomas.
El mandato familiar está formado por historias familiares que
pueden pasar de generación en generación pero que en esa persona
se inscriben como una orden. Son historias en general desconoci-
das pero que tienen la capacidad de ser incorporadas por esa nueva
vida. Una de las causas para que ocurra esa incorporación son las
llamadas circunstancias del nacimiento.
Las circunstancias del nacimiento son todos aquellos hechos,
pensamientos y sentimientos que ocurrieron durante la concep-
ción, el embarazo y el parto. Un hijo puede ser fruto de una larga
espera, de un accidente, de una violación, de un matrimonio joven
o ya maduro y de muchas otras circunstancias que hacen a la vida.
Y ese hijo puede ser recibido con alegría, con miedo, con resigna-
ción, con rechazo, con amor o con ira. Y al nacer pueden ocurrir
todo tipo de eventos. Partos donde la madre no quiere expulsarlo
por temor a su muerte, sufrimiento por asfixia, obstrucciones en
la salida, muerte de la madre, premadurez. Los hechos, pensa-
mientos y sentimientos que rodean al nacimiento son al origen de
la enfermedad como una huella en la arena. Ya ha sido borrada
pero puede ser re construida a partir de asociaciones, testimonios

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e inferencias. Ese fino trabajo, nos permitirá conocer el molde a
partir del cual la enfermedad nace. Si nos quedáramos en el suceso
desencadenante, solo entenderíamos una parte. Y lo lamentable de
entender solo una parte es que solo curaríamos una parte. Creo
que la verdadera curación pasa por articular estos hechos recien-
tes con la historia de la persona, los mandatos generacionales, la
dinámica de los arquetipos y las circunstancias del nacimiento (el
quíntuple abordaje). Allí surge la percepción clara del motivo real
de porqué nos pasa todo lo que nos pasa en la vida. No solo las
enfermedades, sino la profesión que elegimos, la persona con que
compartimos la vida, las decisiones que tomamos.
Lo que ese mandato haga en ese niño ya forma parte de la histo-
ria por venir. De lo que le suceda y de lo que suceda alrededor suyo.
La vida del niño, se irá transformando en una vida adulta y los
sucesos que viva no estarán predeterminados pero sí serán anali-
zados según este molde. Las decisiones que se tomen serán fruto
de ese análisis. Esto es lo que llamamos la reacción a la orden de
entrada. Esta reacción podrá tener tres características. Podrá ser la
inmovilidad, pero también podrá ser el ataque o la huida. Cada
tipo de reacción genera un modo de ser en el mundo y un tipo
especial de enfermedad.
Si conocemos ese molde, todo lo que diga el paciente tendrá
sentido. Cada suceso de su vida adquiere sentido de acuerdo a esta
orden que llamamos mandato familiar.
Este mandato tiene una orden de parte de uno de los padres y
una reacción de parte del hijo. Es necesario entender que el hijo
en ese momento no tiene casi inscripciones y es por eso que esa
orden va a actuar como un molde en donde todas las experiencias
posteriores se irán grabando.

Las hojas embrionarias


Cada mandato guarda relación con una hoja embrionaria.
El mandato familiar del endodermo es: a) Orden: no salgas
todavía; no es tu tiempo; llegarás tarde a todo; nunca serás la pri-

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mera; b) Reacción de ataque: apenas pueda arremeteré para no
llegar tarde (cáncer proliferativo); c) Reacción de inmovilidad:
en la quietud muestro mi sufrimiento solo para que alguien lo
advierta (disfunciones); d) Reacción de huida: me escapo para no
tener que mostrarme ya que nunca lograré llegar (úlceras).

El mandato familiar del mesodermo antiguo es: a) Orden:


Tienes una deuda con nosotros; b) Reacción de ataque: cum-
plo lo que debo con intereses (cáncer de mama). C) Reacción
de inmovilidad: me escondo y me cubro para que no me exijan
(dermatitis atópica); d) Reacción de huida: vivo para escaparme
de pagar (ascitis).

El mandato familiar del mesodermo moderno es a) Orden:


naciste para asegurar la felicidad de los otros; a) Reacción de ata-
que: hago que la vida de los otros dependa de mi (leucemias, sar-
comas) b) Reacción de inmovilidad: me quedo quieto porque
si me voy pongo en peligro a los otros (parálisis); c) Reacción de
huida: no asumo ningún compromiso para no sostener a nadie
(aplasia).

El mandato familiar del ectodermo es a) Orden: no eras lo


que esperábamos; b) Reacción de ataque: tengo que luchar para
ganarme un lugar (itis); c) Reacción de inmovilidad: espero el
futuro que me será propicio (esclerosis múltiple); d) Reacción de
huida: no tengo pertenencia ni hago vínculos, así no me conde-
nan (cáncer ectodérmico).

Estos moldes generan lo que podemos llamar la pequeña mi-


sión. Una búsqueda continua de lograr algo que no sabemos qué
es. Esa pequeña misión es la repetición automática de la reacción
ante una orden internalizada desde el momento del nacimiento.

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El mandato familiar y la enfermedad
En MPB, lo que importa es la reacción ante el mandato. Cuan-
do ésta no pueda cumplirse, es cuando éste mandato se activa y
aparece la enfermedad.
Cada uno de esos momentos en los que la persona no pudo
cumplir con su elección ante el mandato, son momentos en los
que ese mandato se presenta y actúa. Esa actuación la llamamos
conflicto programante o primario.

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Capítulo XVII

Los conflictos programantes


En un libro que publicamos en el año 2000, hablábamos de
los trabajos de un psicólogo americano llamado Le Shan. Allí se
exponían las estadísticas realizadas por este investigador sobre el
origen del cáncer. Ellos concluían en la existencia de una pérdida
primaria en los primeros años de vida y la presencia de un hecho
desencadenante que rememoraba esta pérdida, activando la enfer-
medad.
Hamer no suele hablar de los conflictos primarios. Tampoco de
los ancestrales. Le da una gran importancia a lo que él llama DHS
que son los sucesos desencadenantes.
En la MPB, los conflictos primarios tienen un valor significan-
te. Creemos que en los primeros siete años de vida se desarrollan
la mayoría de estos conflictos pero los ocurridos luego de esa edad
también pueden ser importantes.
Los conflictos primarios no son biológicos ni psicológicos. No
son biológicos porque no han desencadenado programas cerebra-
les de supervivencia (enfermedades orgánicas). No son psicológi-
cos porque la estructura psíquica aún no está completa. Pero a la
vez, tienen características de ambos; intentan solucionar o denun-
ciar algo y lo hacen con un aumento de la tensión celular.
Estos conflictos primarios pueden ocurrir en la gestación, du-
rante el parto, en los primeros años de vida o en cualquier momen-
to de la existencia.
Se relacionan en general con los períodos de la vida en los que
se produce una pérdida o frustración. Sin embargo, hay momen-
tos numerológicos que revisten importancia. Si conocemos la edad
que tenía el paciente cuando ocurrió un hecho desencadenante y
la dividimos por dos, allí siempre aparecerá un conflicto primario
(o frase determinante). Otros terapeutas lo dividen por tres y por

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cinco. Estos ciclos biológicos programados, si bien los ha trabajado
el investigador francés Fechet, han sido también desarrollados por
importantes psicoanalistas argentinos.
Los conflictos primarios o programantes son aquellos que se
van construyendo en la historia de cada persona, pudiendo ocu-
rrir en los momentos límite o en forma aleatoria. Los momentos
límite de cada uno de nosotros son el nacimiento, la lactancia y su
suspensión, la llegada de un hermano, la separación de los padres,
la entrada en la escuela, la muerte de seres queridos, la pubertad,
la elección de la profesión, el noviazgo, el casamiento, la llegada
de los hijos, la enfermedad o el peligro de ella, las mudanzas y
todos aquellos momentos que representen una marca en la vida
de una persona, una necesidad de elección, una amenaza o una
pérdida. Las formas aleatorias de la construcción de los conflictos
primarios son sucesos extraordinarios e imprevisibles, tales como
un secuestro, un robo, un accidente o una violación. En todos es-
tos sucesos que ocurren luego del nacimiento y antes de los sucesos
desencadenantes, se escribe una frase que es determinante para la
construcción de lo que nosotros llamamos enfermedad pero que
no es nada más que la respuesta biológica ante hechos que el or-
ganismo supera con mecanismos fisiológicos de adaptación. Esta
adaptación es la que no puede ocurrir ante el suceso desencade-
nante. Todas esas frases de adaptación que se construyeron en la
historia de la persona forman el llamado conflicto primario o pro-
gramante.
Podemos decir que los conflictos primarios son siempre difi-
cultades en el cumplimiento del molde de entrada (mandato fa-
miliar). Tanto el molde de entrada como el mandato generacional
forman lo que la medicina llamaría predisposición genética y lo
que ciertas filosofías llaman destino. Es aquello que traemos al
mundo para trabajar.
Sabemos que la orden de entrada genera una reacción que es
el intento de adaptación para sobrevivir. Pero también sabemos
que esa reacción puede ser de ataque, huida o inmovilidad. Todas

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ellas buscan sobrevivir a una orden que los marca para siempre.
Cuando la reacción elegida frente a la orden de entrada, no puede
desarrollarse, aparece el conflicto primario. Este se convierte en la
plataforma necesaria para que se desarrolle una enfermedad ante
un suceso desencadenante. En toda enfermedad, debemos evaluar
todos los sucesos que impidieron la reacción elegida frente al man-
dato familiar. En esa historia de conflictos programantes, encon-
traremos como vivió la persona el fracaso de escapar a su destino.
Y como el mandato familiar (la orden de entrada) vuelve una y otra
vez a plantearle un destino, que la enfermedad le obliga a enfrentar.
Veamos un esquema de esta dinámica.

Los conflictos primarios y las hojas


Cada hoja embrionaria tiene una orden de entrada y una reac-
ción posible. Si la conocemos, sabremos cuando y porqué se pro-
duce un conflicto primario.
Endodermo: orden de entrada: no te muestres aún. Tu tiem-
po no llega. Nunca serás el primero.
Reacción de ataque: sufro por no mostrarme pero luego arre-
meto. Conflicto primario: solo sufro sin poder arremeter. Enfer-
medades: cáncer de pulmón, de colon, de páncreas, de hígado, de
próstata.
Reacción de inmovilidad: sufro en la quietud solo para que
alguien lo advierta. Conflicto primario: sufro pero nadie lo ad-
vierte. Enfermedades: Colon irritable. Hipotiroidismo.
Reacción de huida: sufro y siempre huyo de mostrarme. Con-
flicto primario: es imposible no mostrarme. Enfermedades: en-
teritis de Crohn, colitis ulcerosa.

Mesodermo antiguo: orden de entrada: tienes una deuda con


nosotros.
Reacción de ataque: pago lo que debo con intereses. Conflic-
to primario: no puedo pagar. Enfermedades. Melanoma, meso-
telioma. Cáncer lobular de mama.

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Reacción de inmovilidad: me escondo y me cubro así no me
exigen. Conflicto primario: no logro esconderme o las exigencias
son excesivas. Enfermedades: dermatitis atópica.
Reacción de huida: vivo para escaparme de pagar. Conflicto
primario: el acreedor acecha y se hace difícil huir. Enfermeda-
des: ascitis.

Mesodermo moderno: orden de entrada: naciste para asegu-


rarnos.
Reacción de ataque: hago que la vida de los otros dependa de
mi presencia. Conflicto primario: fracaso en lograr la seguridad
de los otros. Enfermedades: sarcomas, leucemias.
Reacción de inmovilidad: me quedo quieto para que el otro
no me demande ser su garantía. Conflicto primario: cada vez que
me muevo, algo peligra. Enfermedades: hipertensión arterial.
Reacción de huida: me escapo de ser garante de nadie. Con-
flicto primario: la seguridad de los otros me apremia. Enferme-
dades: aplasia medular.

Ectodermo: orden de entrada: no eras lo que esperábamos.


Reacción de ataque: tengo que luchar para ganarme un lugar.
Conflicto primario: me quitan el lugar a pesar de mi lucha. En-
fermedades: cáncer ductal de mama.
Reacción de inmovilidad: espero una mejor oportunidad.
Conflicto primario: mi tiempo no aparece. Enfermedades: es-
clerosis múltiple, depresión.
Reacción de huida: no tengo pertenencia y así no sufro. Con-
flicto primario: todos se van y reactivan mi falta de pertenencia.
Enfermedades: angina de pecho.

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Capítulo XVIII

El suceso desencadenante
Para Hamer, el hecho sorpresivo, dramático y vivido en soledad
que desencadena la enfermedad se llama Síndrome de Dirk Ha-
mer (DHS). La misma palabra síndrome nos lleva a pensar que allí
se manifiestan otros hechos que en conjunto forman el DHS. Para
la Nueva Medicina de Hamer es imprescindible la localización del
DHS ya que al hacerlo, se interpreta el sentido de la enfermedad
(quinta ley) y se detiene el programa cerebral que la genera. Esto,
a través de un acto concreto y biológico.
Para la Medicina Psicobiológica, el DHS es fundamental en las
enfermedades comunes. En cambio, en las enfermedades arque-
típicas, el suceso desencadenante no tiene el rango de importan-
cia que le da Hamer. Creemos que es un hecho más que se debe
conjugar con otra serie de hechos para ser capaz de desencadenar
esa respuesta llamada enfermedad. Esa serie de hechos son básica-
mente los siguientes:

1) El incumplimiento de un mandato generacional.


2) La orden de nacimiento. (mandato familiar)
3) Los conflictos primarios (programantes)
4) La dinámica de los arquetipos.

Estos cuatro elementos junto al suceso desencadenante confor-


man lo que hemos llamado el quíntuple abordaje, que es una de
las maneras más profundas de tratar una enfermedad.

Concepto
El suceso desencadenante, en las enfermedades arquetípicas, es
la conjunción de la historia de esa persona en un momento en el
cual, los mandatos sociales (generacionales) no se pueden cumplir.

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Hasta ese momento, la persona no generaba una enfermedad o de-
sarrollaba enfermedades comunes. Con su mandato familiar y sus
conflictos programantes, lograba adaptarse a los inconvenientes
con respuestas de supervivencia. Cuando ese sentido de supervi-
vencia desaparece, se anulan las respuestas orgánicas adaptativas
y aparecen las respuestas celulares típicas de las enfermedades ar-
quetípicas.
La desaparición del sentido de supervivencia ocurre cuando el
mandato generacional no es cumplido. El cerebro ya no intentará
generar programas de superación de los conflictos (como lo venía
haciendo hasta ese momento) sino que comenzará a denunciar con
una conducta celular específica que ha comenzado una lucha te-
rritorial o predadora.
El suceso desencadenante puede ser un hecho, una serie de he-
chos o una etapa. No es el rayo que describe Hamer en el DHS.
Más que un hecho, es un límite. Hasta ese momento, el mandato
familiar y los conflictos programantes sostenían la vida en salud
o con enfermedades comunes. Luego de superado ese límite, se
generan enfermedades que exigen volver a recuperar el sentido de
supervivencia y los mandatos generacionales.
Podemos definir al suceso desencadenante como una etapa
en la cual el sentido biológico del órgano no puede mantenerse
en un contexto de incumplimiento de los mandatos generacio-
nales.
Eso es lo que debemos entender de los sucesos desencadenan-
tes. Ellos están unidos siempre a un suceso similar que originó una
respuesta de solución (una enfermedad común en nuestra teoría)
pero también están unidos a un momento actual en donde no es-
tán capacitados para cumplir un mandato generacional.
Esta doble llave es lo que define a un suceso desencadenan-
te. Hay que ir a buscar el hecho similar que originó la respuesta
de solución en la historia de la persona y enlazarlo a él. Buscar
los conflictos programantes y como se solucionaron. El cerebro
lo hace si se lo presenta. Cuando esta asociación no logra la cura,

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hay que ir a buscar la otra llave. El momento actual que hace que
sea incompetente para cumplir con el mandato generacional. Esta
doble llave es un camino seguro hacia la cura.
Ya sabemos que los conflictos primarios son los hechos que han
ocurrido en las distintas etapas de nuestra vida y que podemos
rescatar ya sea a través del recuerdo o de la asociación libre que
ocurre en estado de relajación. Esos hechos cuando son rescatados
se enlazan al suceso o etapa desencadenante y en lo que hemos
llamado el quíntuple abordaje, a los mandatos generacionales, al
mandato familiar y a la dinámica arquetípica.
Esto significa que el rescate de esos hechos va a formar parte
de un discurso que el terapeuta va reconstruyendo en el trabajo
con el enfermo. Allí encontraremos modos de reacción ante si-
tuaciones extraordinarias (robos, muertes imprevistas, acciden-
tes, violencias) o etapas naturales (nacimiento, destete, llegada de
un hermano, ingreso a la escuela, enamoramiento, mudanzas).
En esa forma de reacción hay que considerar dos cosas: si algún
órgano se enfermó luego del suceso y el nivel subjetivo de im-
portancia que la persona le dio a ese suceso. Hay niños que al
recordar el ingreso a la escuela, no aportan nada subjetivo pero
recuerdan que comenzaron a tener asma o a engordar. En una
asociación libre con relajación puede regresarse al momento del
nacimiento y aparecer allí, sensaciones de abandono o de aho-
go. Un robo o secuestro, puede recordarse con palabras relajadas
pero al asociarse a un hecho actual, desencadenar una reacción
de mucha angustia.
Lo que hay que buscar es la reacción ante sucesos que ya han
caído en el olvido pero que se deben rescatar ya sea en las etapas de
crisis o en los llamados ciclos biológicos programados.
En este último sentido, debemos obtener la fecha del suceso
desencadenante. Es sumamente importante hacerlo ya que el ce-
rebro debe enlazar este momento o etapa actual a los conflictos
primarios.

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El suceso desencadenante y las hojas embrionarias
Le agregamos a los esquemas anteriores, el suceso o etapa des-
encadenante.
Endodermo: orden de entrada: no te muestres aún. Tu tiem-
po no llega.
Reacción de ataque: sufro por no mostrarme pero luego arre-
meto. Conflicto primario: solo sufro sin poder arremeter. Suceso
desencadenante: el órgano prolifera porque la persona no puede
arremeter en un contexto de conflicto con los anteriores. Enfer-
medades: cáncer de pulmón, de colon, de páncreas, de hígado, de
próstata.
Reacción de inmovilidad: sufro solo para que alguien lo ad-
vierta. Conflicto primario: sufro sin que nadie lo advierta. Su-
ceso desencadenante: el órgano se altera en su función porque
no puede mostrarse a nadie en un contexto de conflicto con los
posteriores. Enfermedades: Colon irritable. Hipotiroidismo.
Reacción de huida: sufro y siempre huyo de mostrarme. Con-
flicto primario: es imposible no mostrarme. Suceso desencade-
nante: el órgano se necrosa porque no puede huir en un contexto
entre anteriores y posteriores. Enfermedades: enteritis de Crohn,
colitis ulcerosa.

Mesodermo antiguo: orden de entrada: tienes una deuda con


nosotros.
Reacción de ataque: pago lo que debo con intereses. Conflic-
to primario: no puedo pagar. Suceso desencadenante: el órgano
prolifera para dar todo de sí en un contexto de falta de protección.
Enfermedades. Melanoma, mesotelioma. Cáncer lobulillar de
mama.
Reacción de inmovilidad: me escondo y me cubro así no me
exigen. Conflicto primario: no logro esconderme o las exigen-
cias son excesivas. Suceso desencadenante: el órgano hace el co-
mouflage en un contexto de conflicto de coraza. Enfermedades:
dermatitis atópica.

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Reacción de huida: vivo para escaparme de pagar. Conflicto
primario: el acreedor acecha y se hace difícil huir. Suceso desen-
cadenante: el órgano se ulcera para huir de cualquier manera en
un contexto de necesidad de proteger. Enfermedades: ascitis.

Mesodermo moderno: orden de entrada: naciste para asegu-


rarnos.
Reacción de ataque: hago que la vida de los otros dependa de
la mía. Conflicto primario: fracaso en lograr seguridad del otro.
Suceso desencadenante: el órgano crece para extender su propio
territorio en un contexto de infidelidad. Enfermedades: sarco-
mas, leucemias.
Reacción de inmovilidad: me quedo quieto para que todo siga
igual. Conflicto primario: cada vez que me muevo, algo peligra.
Suceso desencadenante: el órgano se paraliza para que nada pe-
ligre en un contexto de historias imposibles de repetir. Enferme-
dades: Parálisis.
Reacción de huida: me escapo de ser garante de nadie no
creando vínculos. Conflicto primario: es imposible evitar el vín-
culo. Suceso desencadenante: el órgano se necrosa para no tener
que dar seguridad a nadie en un contexto de no cumplir con los
mandatos. Enfermedades: aplasia medular.

Ectodermo: orden de entrada: no eras lo que esperábamos.


Reacción de ataque: tengo que luchar para ganarme un lu-
gar. Conflicto primario: me quitan el lugar a pesar de mi lucha.
Suceso desencadenante: el órgano prolifera para ganar el lugar
en un contexto de falta de autoridad. Enfermedades: cáncer ec-
todérmico.
Reacción de inmovilidad: espero una mejor oportunidad.
Conflicto primario: mi tiempo no aparece. Suceso desencade-
nante: me paralizo para no seguir esperando en un contexto de no
tener lo que el otro necesita. Enfermedades: esclerosis múltiple,
depresión.

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Reacción de huida: no tengo pertenencia y así no sufro. Con-
flicto primario: todos se van y me reactivan mi falta de pertenen-
cia. Suceso desencadenante: el órgano se ulcera para no extrañar
el contacto en un contexto de no poder cumplir con el mandato
del ejercicio de la autoridad. Enfermedades: angina de pecho.

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Capítulo XIX

La teoría de los tres mandatos


De acuerdo a lo que hemos visto, podríamos comenzar a pen-
sar que existen tres mandatos u órdenes, que si son ignoradas,
negadas o no cumplidas, van a desarrollar lo que hemos llamado
enfermedades arquetípicas.
Esos tres mandatos son:

1) el mandato del órgano o mandato biológico: es la función


del órgano. El sentido para el cual ese tejido se ha formado.
Tomar el oxígeno del aire en el pulmón, eliminar lo no dige-
rido para el intestino, acumular reserva de alimentos para el
hígado. Cuando ese mandato no se cumple, estaremos fren-
te a la posibilidad de desarrollar una enfermedad. La causa
de ese incumplimiento puede ser una exigencia excesiva im-
posible de sostener en el tiempo o una decisión personal de
no incorporar, asimilar o eliminar más. En ella, el pulmón
no podrá captar suficiente oxígeno, el intestino, no podrá
eliminar los deshechos y el hígado no podrá tener reserva de
alimentos para el funcionamiento del organismo. Este con-
cepto de incumplimiento del mandato biológico es esencial
para entender la diferencia entre las enfermedades comunes,
que sí cumplen la función del órgano y las arquetípicas, que
la niegan.
2) El mandato familiar u orden de nacimiento: es la historia
familiar que penetra al futuro sujeto. Por circunstancias an-
cestrales o que rodean al nacimiento, el bebé es recibido de
esa manera. Lo que importa de este mandato es la reacción
al mismo. Si lo acepta y vive de acuerdo con él durante toda
la vida, si lo rechaza o si aún hace más de lo que se le exigió.
En el hígado, por ejemplo, el mandato familiar es “no po-

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drás disfrutar de nada porque llegarás siempre tarde a todo”.
Cuando se desarrolla un tumor de hígado, la reacción habrá
sido, “rechazo ese mandato y arremeto con impaciencia para
llegar a tiempo a todo”. En el origen de la enfermedad arque-
típica, lo que no se puede cumplir es esa reacción. Cada vez
que no logre arremeter para lograr su objetivo, se producirá
un incumplimiento de esa reacción. Esto irá dando lugar a
un espacio de programación de la enfermedad que hemos
llamado conflictos primarios.
3) El mandato generacional o social. Es la historia de la su-
pervivencia cultural ligada a la supervivencia del órgano.
Cada órgano tendrá su mandato generacional que es fruto
de la función del órgano inscripta en la historia ya no de los
vertebrados, sino de la humanidad. En el hígado, el mandato
generacional es “se debe aceptar la jerarquía de los anteriores
(los padres) sobre los posteriores (los hijos). Cuando existen
hechos en los que este mandato no se cumple, se producirá la
enfermedad arquetípica, siempre que el mandato del órgano
y la reacción al mandato familiar tampoco se hayan cumpli-
do. Si una madre siente que no tiene derecho sobre su hijo
(tenga la edad que tenga), ese mandato no es cumplido. Si un
hijo siente que su madre es devoradora, tampoco se cumple.
Diversas circunstancias, en el contexto histórico de los otros
mandatos, serán el origen a una enfermedad arquetípica.

La teoría de los tres mandatos nos permite acceder a un rápido


abordaje terapéutico. Si la enfermedad es fruto del incumplimien-
to de esos mandatos, se deben realizar actos que cumplan real o
simbólicamente los mismos.

El cumplimiento en el endodermo.
En el endodermo tendremos tres objetivos. Cumplir la función
biológica, la reacción ante el mandato familiar y el mandato ge-
neracional.

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1) El mandato biológico: la función del endodermo es cap-
tar la presa, digerirla y eliminar los deshechos. Cada órgano
tiene funciones específicas que darán la tonalidad al cumpli-
miento. El estómago debe aceptar pasivamente pero luego
agredir activamente con ácidos y enzimas. Si no se asegura la
función biológica, no hay posibilidad de curar una enferme-
dad. Esto es así cuando la enfermedad está activa. Cuando
ese período, es superado (muchas veces por el tiempo que
transcurre y otras por reales soluciones a los incumplimien-
tos), pueden hacerse maniobras que pongan en peligro la
función biológica e igual detener la enfermedad. Asegurar
la función biológica es permitir la entrada de alimentos y su
disgregación. En un sentido simbólico, permitir la entrada
de pensamientos, sentimientos y su división lógica para ser
luego analizados en un nivel superior. El intestino debe eli-
minar los deshechos. En un sentido simbólico, esta función
biológica se relaciona con historias pasadas que uno debe
aprender a eliminar sin dolor. En el hígado, habrá que desin-
toxicarse, entre otras cosas, de sentimientos de rencor y de-
cepción. En la tiroides, se deben desarrollar actividades en
donde se pruebe la rapidez y eficacia en los movimientos. En
el páncreas, habrá que descansar del permanente sacrificio
con los familiares. En el pulmón, habrá que respirar “aire
puro”. Cumplir el mandato biológico es cumplir simbólica y
concretamente con la función del órgano.
2) El mandato familiar del endodermo: es “deberás esperar
siempre; nunca serás el primero”. La reacción que nos inte-
resa tendrá distintos matices. Si la persona decide arremeter
para llegar a ser primero en algo, cuando no pueda arreme-
ter, la célula hará tumor, proliferación celular. Si la persona
huye de la vida, cuando no pueda huir, hará úlceras. Cuando
la persona ha elegido sufrir el mandato con una actitud de
espera permanente y no pueda por alguna circunstancia se-
guir esperando, hará inmovilidad del órgano. Cuando haya

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tumor endodérmico, habrá que estar seguro de cada acto
para no fallar; arremeter pero para conseguir lo buscado.
Cuando haya úlceras (enteritis por ejemplo) será importante
conseguirle un lugar seguro donde su huida pueda ser po-
sible. Si hay inmovilidad o disfunción (hipotiroidismo por
ejemplo), habrá que permitirle volver a esperar. De alguna
manera, ofrecerle una esperanza concreta. Cumplir la reac-
ción al mandato familiar permitirá restablecer la forma en
que esa persona ha logrado no enfermarse hasta ese momen-
to.
3) El mandato generacional del endodermo: es “existe una
jerarquía en donde los anteriores tienen más derecho que los
posteriores”. Cumplir este mandato en las enfermedades en-
dodérmicas no es entrar en conflicto sino salir de él. Cuando
una hija siente que su madre le hace daño, es seguro que
debe defenderse para impedir ese daño. Nadie tiene derecho
a dañar al otro. Aceptar esa jerarquía es alejarse de ese víncu-
lo ya que es imposible. No intentar mejorarlo. Solo alejarse.
Si una madre es dañada por su hijo, también debe protegerse
de ese daño. Pero eso no significa que quiera cambiar al hijo
o que entre en conflicto con él. Debe aceptar su jerarquía y
si no es posible cumplirla, alejarse del vínculo. Esto puede
ser muy duro pero es imprescindible entender que se trata de
un mandato social incorporado en el órgano. Que intentar
hacer cumplir el mandato es entrar en conflicto de incum-
plimiento de mandato. Lo único que puede hacer la persona
es no reactivar ese incumplimiento y aceptar que quien no
lo cumple es el otro. De alguna manera, se libera al entender
que uno está dispuesto a cumplirlo y el otro no. Los anterio-
res no solo son los padres. También los referentes, maestros,
superiores a nivel intelectual, laboral o espiritual. Si tenemos
en cuenta que en un tumor endodérmico, la reacción que
no se cumple es la de “arremeter y lograr a tiempo el objeti-
vo”, en lo que refiere al mandato generacional, no se trata de

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arremeter contra el anterior sino de respetarlo pero logrando
claramente el objetivo de no llegar demasiado tarde.

La paciente H, es una mujer de 65 años, que presenta dos nó-


dulos en el hígado, presumiblemente metastáticos de mama. El
incumplimiento biológico se daba en varios niveles. Por su edad,
ya no tenía manejo de la economía, como lo había hecho hasta en-
tonces y dependía de las decisiones de su marido (incumplimiento
de carencia). Presentaba un gran rencor hacia toda figura de auto-
ridad y un desprecio pronunciado por su marido (incumplimiento
de desintoxicación). Tenía imposibilidad de demostrar lo que sabía
en su profesión y adjudicaba esa dificultad a la presión económica
(incumplimiento de productividad). Por su personalidad distante
y orgullosa, estaba acostumbrada a arremeter con sus decisiones,
cosa que algunos hechos recientes, le impedían hacer (incumpli-
miento de reacción de ataque ante el mandato endodérmico de
no llegar). Uno de sus hijos la rechazaba explícitamente y no la
quería recibir (incumplimiento del mandato social de jerarquía de
los anteriores). Se debe tomar cada incumplimiento y trabajarlo
concreta o simbólicamente. Desde hablar con el marido para que
le otorgue una presencia económica real, en donde ella pueda to-
mar decisiones, hasta permitirle volver a arremeter en pequeñas
cosas que le permitan salir de su orgullo herido y de su verdadera
intoxicación por rencor. También alejarse del hijo que la rechaza y
reforzar su vínculo con los otros hijos.

El cumplimiento en el mesodermo antiguo: buscaremos los


tres objetivos; cumplir la función biológica, acceder a la reacción
ante el mandato familiar y respetar el mandato generacional.

1) el mandato biológico: la función de los órganos de esta


hoja embrionaria, es la de coraza del propio organismo. En
la mujer y durante un período de tiempo, el hijo forma parte
del propio organismo y las mamas son órganos coraza del

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hijo. La función de las mamas es doble en esta hoja; por un
lado protegerlo de cualquier ataque y por otro producir le-
che para alimentarlo y que pueda vivir. Cumplir la función
biológica de la mama es poder “poner el pecho” por el hijo y
poder darle lo que él necesite. La función de la dermis es ser
coraza de la mirada del otro, de su opinión, de todo aquello
que pueda ser vivido como una ofensa en la zona donde se
recibe. Si es algo dicho desde atrás, en la espalda; si es sobre
su capacidad intelectual, en el cerebro; si es sobre su carrera
profesional, en las piernas; si es sobre algo que no hubiese
querido ver, en el ojo. Si es un ataque a la anatomía de las
mamas, se verá en la dermis que rodean a la mama. Cum-
plir la función biológica de la dermis es poder protegerse
de una vivencia de hostilidad que rodea a esa persona. Esa
vivencia es biológica. Imaginemos un cáncer de mama que
crece e invade la piel. Allí la dermis crecerá notablemente ya
que vive la doble amenaza. La del propio cáncer y la de la
amputación quirúrgica. Las lesiones crecerán, en la medida
que esa función, la de protección, no pueda ser cumplida. Lo
mismo vemos en las capas del peritoneo, la pleura y el pe-
ricardio. Tanto la probable agresión (traumatismo, cirugías,
pensamientos constantes de que una lesión interna pueda
avanzar) como la vivencia de ofensa en esas zonas (golpes a
las emociones que representa el corazón; ataques al territorio
que representa el pulmón; agresiones a la capacidad de eli-
minar los deshechos que representan los intestinos) podrán
generar respuestas celulares de esas capas para proteger a los
órganos. Cumplir esas funciones implica un trabajo conjun-
to con los otros dos mandatos.
2) El mandato familiar: las personas que se enferman de los
órganos del mesodermo antiguo, nacen con una orden que
es “tienes una deuda que pagar”. En el cáncer de mama,
los melanomas y los meningiomas, la reacción a esa orden
es “la voy a pagar con intereses”. La persona se enferma-

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rá cuando no pueda cumplir con esa deuda. Estas órdenes
o mandatos familiares pueden tener diversos orígenes. Ser
vivencias de generaciones anteriores que dejan deudas sin
pagar o ser circunstancias del nacimiento tales como una
madre que muere al nacer su hijo. Vivir con la conciencia
de tener que pagar o cumplir constantemente podrá generar
otras reacciones, tales como la huída permanente de cum-
plir con algo (situación que veremos en la aparición de las
ascitis) o una conducta de inmovilidad en donde uno se deja
sacar sin defenderse pero no huye (situación que veremos
en algunas enfermedades autoinmunes). Estas enfermedades
aparecerán cuando la reacción elegida ante el mandato no
pueda cumplirse. Esto hará que el mandato exija su cumpli-
miento, lo que se hace con la enfermedad. En el cáncer de
mama, los melanomas y los meningiomas se debe favorecer
el dar cuando esto sea impedido. En las ascitis, permitir una
huida a un lugar seguro será fundamental para curarse. En
las enfermedades autoinmunes, es necesario sacarlos de los
conflictos de los que se exigen huir o atacar y permitirles
volver a su inmovilidad elegida.
3) El mandato generacional: en el mesodermo antiguo, este
mandato se expresa así: “debes proteger lo que has recibido”.
Si bien, lo que uno recibe al nacer es un “pedazo de carne”,
eso se vuelve luego organismo y cuerpo. Por lo tanto, no solo
se refiere al soma sino a todo lo que sobre ese soma se inscribe.
El mandato generacional, al igual que la función biológica
gira sobre un término que es la protección. No cumplir con
este mandato es no protegerse a uno mismo y a todo aquello
que uno considera parte de uno mismo. No como posesión
sino como integración. Los pensamientos y los sentimientos
entran en este concepto. No cumplir con este mandato es no
saber defender su propio cuerpo ni sus ideas. Cumplir este
mandato debe estar enlazado al cumplimiento de la función
biológica y de la reacción ante el mandato familiar. En un

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cáncer de mama, habrá que lograr que junto a poder seguir
dándole al hijo lo que él necesite, se pueda continuar con
la exigencia de cumplir y de proteger su propia carne y sus
propias ideas sobre lo que debe hacer.

M es una mujer de 35 años que presenta un cáncer lobulillar


de ambas mamas con lesiones nodulares en la piel que rodea su
pecho. M es una persona mística y cree que su lesión es cumplir
la pasión de Jesús por las deudas que ha creado en vidas anterio-
res. El incumplimiento de la función biológica se expresa luego de
un fracaso en un emprendimiento familiar que ella misma juzga
como no haber podido imponerse para defender lo que es suyo.
El incumplimiento de la reacción al mandato familiar de cumplir
con intereses el pago de la deuda, se expresa en su percepción de
que debía superar una vida pasada en donde era una monja que
castigaba a los niños. Toda su vida había intentado ayudar en lu-
gares pobres y en uno de ellos, fue robada y golpeada, lo que le
obligó a irse y dejar de ayudar. El incumplimiento del mandato
generacional, se había expresado cuando apareció, hacía un año,
un quiste en su mama izquierda y se lo extirparon dejándole una
cicatriz que vivía como haber permitido que agredieran su cuer-
po. La mujer presentaba en la TAC de cerebro una constelación
de levitación que obligaba a ser cauto en la forma de abordar la
terapéutica, ya que era zurda y si se liberaba su hemisferio derecho,
podría hacer un cáncer de pulmón. Es por eso que se comenzó
con un cambio en la percepción de la realidad para reactivar la
función biológica. Se le retiró un DIU que tenía hacía cuatro años
para que no se inhibiera la información cerebral de probable em-
barazo y lactancia. Se trabajó en forma distinta la idea de destino
de pagar culpas, permitiéndole un pago simbólico a través de una
dramatización. Se le aseguró que no se la iba a amputar más, ofre-
ciéndole tratamientos no cruentos en donde las lesiones lograron
mejorar rápidamente.

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El cumplimiento en el mesodermo moderno: en las enfer-
medades de estos órganos habrá que cumplir la función biológica,
confirmar la reacción ante el mandato familiar y respetar el man-
dato generacional.

1) el mandato biológico: los órganos de esta hoja embriona-


ria se ocupan de contener, sostener y dar estructura al orga-
nismo. Los músculos tienen fuerza, volumen y movilidad.
Las articulaciones, flexibilidad. Los huesos, firmeza y verti-
calidad. Los ganglios, filtro y sostén. Los vasos, capacidad
de aumentar o disminuir la circulación. En la enfermedad,
todas estas funciones se ven amenazadas. Es necesario recu-
perar esa función, de manera real o simbólica, para lograr la
curación. En los sarcomas, se observan distintas funciones
según el tejido involucrado. Hacerse más fuerte; sostener el
lugar donde asientan (retroperitoneo, pulmón) o dar más
continente a la zona (Ewing). En los linfomas, se destaca la
función de filtro inmunológica pero también la de sostén
del sistema de drenaje. En las leucemias, el sentido bioló-
gico es la producción de células defensivas. En todas estas
enfermedades, se observa una exigencia a cumplir la fun-
ción biológica en exceso, como una respuesta al incumpli-
miento del mandato biológico. Se debe volver a instalar el
cumplimiento de este mandato. En los sarcomas, hacerse
fuerte. En los linfomas, poder filtrar. En las leucemias, sa-
ber defenderse. Cumplir el mandato biológico es parte de la
curación.
2) El mandato familiar: el mandato con el que se convive en
las enfermedades del mesodermo moderno es “naciste para
asegurar la felicidad de los otros”. Cuando la reacción ele-
gida ante ese mandato sea luchar para funcionar siempre
como garante, las enfermedades que aparecen ante el fracaso
de esta posición serán las que promuevan proliferación ce-
lular (linfomas, sarcomas y leucemias). Cuando la reacción

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elegida sea quedarse quieto, inmovilizarse, para no poner en
peligro la seguridad de los otros, cada vez que se intenta salir
de esa inmovilidad, las enfermedades llevarán a las parálisis
y a la hipertensión arterial. Cuando la reacción predominan-
te ante el mandato sea huir de ser el garante, las enfermeda-
des aparecerán cuando esa huida no sea posible. (anemias,
plaquetopenias). El cumplimiento no es del mandato sino de
la reacción de supervivencia ante ese mandato. Lo que habrá
que lograr en los sarcomas, es la confirmación del mandato.
En las parálisis, la quietud. En las aplasias, la huida.
3) El mandato generacional: en el mesodermo moderno, el
mandato generacional es “debes ser leal a la historia que re-
cibiste”. Cumplir este mandato cuando se ha recibido una
historia que no se quiere continuar, es algo frecuente. Si la
persona tuvo un padre suicida y un abuelo suicida, es claro
que esa historia no quiere continuarse. Si una mujer tiene
una madre que ha hecho infeliz a su marido y una abuela
con la misma actitud, muchas veces, el mandato generacio-
nal se repite sin conciencia de hacerlo. El conocer este man-
dato en las enfermedades del mesodermo nos puede ayudar
a tomar conciencia de cómo desarticular una enfermedad.
En una leucemia, puede verse que uno de los padres del niño
enfermo, vive en franca oposición a cumplir este mandato ya
que su madre, vivió el suicidio de su propio padre de niña. O
su padre vivió la infidelidad paterna. Estos hechos generan
un incumplimiento manifiesto en una determinada etapa
de este mandato. Hemos visto muchas veces que un niño se
enferma a la misma edad que su abuelo se suicidó. El cono-
cimiento de esta articulación nos permite transmitir al niño,
la necesidad de que él se independice de este mandato, que
al fin de cuentas es también su propio mandato. Esta inde-
pendencia debe realizarse en conjunción con el cumplimien-
to del mandato biológico (lograr defenderse de la agresión)
y del mandato familiar (lograr confirmar ser garante de la

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felicidad del otro). Usamos el término independencia como
la posibilidad de trascender esa historia pero asumiendo que
existe. Tanto ignorarla como caer bajo el peso de ella, son los
caminos de la enfermedad. En las personas adultas, esto se
logra con el conocimiento y la dramatización. En los niños,
se necesita la palabra de los padres y el juego orientado a ese
propósito.

D es un varón de 45 años con diagnóstico de leucemia. Un


profesional al que le va muy bien pero que no encuentra la feli-
cidad. Está casado con una mujer que lo quiere pero que no le
brinda satisfacción en el plano sexual. Ambos son personas que
buscan la trascendencia en sus vidas e investigan distintas corrien-
tes espirituales. El conoce a una mujer y se acuesta con ella. En un
encuentro terapéutico, lo confiesa a su mujer. El incumplimiento
biológico de las leucemias se expresa en una exigencia al meca-
nismo de defensa interna ante la hostilidad del medio. Hay una
percepción de marcada hostilidad ante la reacción de la esposa que
amenaza irse y lo descalifica. No esperaba esa reacción. Creía que
su confesión los iba a unir más. La reacción de ser el garante de la
felicidad del otro se desmoronó ante la reacción de la esposa. El
incumplimiento de la fidelidad hacía reaccionar al mandato gene-
racional recibido. Es necesario desarmar la exigencia a sus defen-
sas, permitiéndole un lugar seguro en donde no deba defenderse.
La separación aquí es una posibilidad cierta hasta que el tiempo
permita relacionarse con la esposa de otra manera. Debe volver a
ser garante, probablemente con una actitud de cumplimiento de
sus deberes como padre y de darle a su esposa todo lo que necesite.
El concepto de infidelidad, pierde fuerza si se separan. La falta de
satisfacción sexual debe ser abordada.

El cumplimiento en el ectodermo: debemos lograr la satisfac-


ción de los mandatos biológicos y generacionales y de la reacción
a los familiares.

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1) el cumplimiento del mandato biológico: los órganos de-
rivados de esta hoja se ocupan del contacto con el exterior y
con el interior. Son los revestimientos de los conductos y la
epidermis. También la mielina de los nervios, la placa neu-
romotora y el tálamo. De un modo general, el sentido bio-
lógico de estos tejidos es la separación con el otro. También
con lo otro (líquidos, secreciones). Es el concepto de límite,
de borde. De lo mío y de lo que no es mío. El territorio y la
identidad. Conceptos que responden a la vivencia de un yo
separado de los otros. Desde un punto de vista biológico,
esto significa lo que es mío o a lo que yo pertenezco. Todos
estos tejidos están representados en la corteza cerebral hor-
monodependiente. Esto hace que la vivencia territorial o de
identidad cambie con la influencia hormonal. Acá habrá per-
cepciones de macho y de hembra con variantes que depende-
rán de la edad y del nivel de hormonas. Todos los conflictos
biológicos tendrán origen en la percepción hormonal de pér-
dida de territorio, aislamiento, separación, cuestionamiento
a la identidad. Aquí se verán las enfermedades coronarias,
las bronquiales, las de mucosa digestiva y las esclerosis múl-
tiple entre otras. En todas ellas, lo que importa satisfacer es
el concepto de territorio y de identidad. Lo que es mío y a
lo que yo pertenezco. En una enfermedad ectodérmica, es
necesario tener claro la vivencia hormonal del paciente y en
base a ella, lo que necesita lograr en el contacto interior y
exterior.
2) El cumplimiento del mandato familiar: en los tejidos del
ectodermo, este mandato se enuncia así: “no eres lo que los
otros esperan de ti”. Un recibimiento decepcionante en la
entrada al mundo. Para las enfermedades en donde haya
proliferación celular (como en el cáncer ductal de mama) la
reacción elegida ante ese mandato es “como no soy lo que
los otros esperan, me esforzaré en tener lo que los otros ne-
cesitan”. Cada vez que esto no se logre, se generará un con-

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flicto programante. Lo que debemos cumplir es esa reacción.
Poder tener lo que el otro necesita. Este cumplimiento ha
fallado y se debe restablecer. En el cáncer ductal de mama,
hemos visto si es del lado derecho en una mujer diestra, que
la vivencia es de no tener lo que el marido necesita. Aquí será
imprescindible revaluar la forma de relacionarse entre ella y
su esposo ya que si no, todo sería una exigencia permanente.
Es importante que la paciente entienda como ha hecho girar
el mundo en base a su posibilidad de darle al otro (vivencia
hormonal de hembra secundaria) y permitirle cambiar. En
una esclerosis múltiple, la reacción elegida frente al mandato
familiar es “espero siempre que el otro me de su aprobación”.
Es una reacción de inmovilidad ya que cualquier movimien-
to hará que el otro le imponga su condena de no ser lo que
los otros esperan. Es por eso que ante los fracasos en que el
otro de su aprobación, su presencia, su amor, se genera un
conflicto programante. También aquí es fundamental, cam-
biar la percepción que se tiene sobre la realidad. Entender
la influencia hormonal en esa percepción pero también la
influencia cultural. Dejar de buscar la aprobación del otro,
la espera inútil de que el otro cambie. En el asma también se
ve este mecanismo pero asociado a otra respuesta o reacción
frente al mandato familiar que es “me aíslo así nadie espera
nada de mí”. Es la elección del macho jefe derrotado. Irse,
no tener más pertenencia y así evitar que los demás lo nie-
guen. Allí será útil, permitirle ese aislamiento ya que si no
el ataque de asma se hará presente. Pero será un aislamiento
curativo y que anteceda al cambio de vivencia en la relación
con los otros. No obligarse a ser más macho jefe ni hembra
secundaria. Recuperar una vivencia acorde a su naturaleza.
En la angina de pecho, estará presente la reacción exclusiva
de aislamiento, que al no cumplirse desencadenará la activa-
ción del mandato familiar. Allí será imprescindible la retira-
da.

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3) El cumplimiento del mandato generacional: en el ecto-
dermo, este mandato social se enuncia así: “debes tener au-
toridad en lo que eres y haces”. Dado que los órganos ecto-
dérmicos se han especializado en la noción de límite entre lo
exterior y lo interior, el Ideal de supervivencia ha inscripto en
ellos, el concepto de autoridad. El objetivo de este mandato
es permitir una relación posible con el otro que está más allá
de mi propio límite. La autoridad surge cuando uno tiene
lo que el otro necesita. Es en estos tejidos en donde ese con-
cepto se juega en lo biológico y en lo simbólico. Así, ambos
mandatos (el familiar y el social) se aúnan con el mandato
biológico de sostener límites posibles. En la esclerosis múlti-
ple, el sentido biológico de la parálisis es quedarse quieto ya
que hay una exigencia contradictoria a la función de la mie-
lina (doy la orden de moverme pero no la acepto). El sentido
de la reacción al mandato familiar es inmovilizarse a la es-
pera de que la realidad cambie. El sentido del cumplimiento
del mandato generacional es tener aquello que se le niega en
la biología (hacer el movimiento) y en lo familiar (no poder
seguir esperando). Cumplir este mandato es también una vi-
vencia. La de no verse obligado a tener lo que el otro espera.
Como en todas las enfermedades del ectodermo, se trata de
tomar conciencia para superar la vivencia de límite con el
otro que lo ha llevado a la enfermedad.

S es una mujer de 58 años con diagnóstico de esclerosis múlti-


ple. La enfermedad comienza luego de un robo, en donde toman
como rehén a su hijo. Ella quería ir a buscarlo pero si lo hacía
ponía en peligro la vida del hijo. Estas actitudes de dar la orden
de moverse pero no ejecutarla era una constante en su vida. En la
teoría de la MPB es fundamental reprogramar todos los hechos en
donde esta contradicción aparezca. Buscarlos a través de la hipno-
sis eriksoniana o de otros métodos y unirlos al hecho actual. La
reacción al mandato familiar de no ser lo que los otros esperan en

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esta enfermedad es la posición de que el otro cambie y que uno sea
lo que el otro quiere. La enfermedad recrudeció cuando ella decide
mudarse para provocar una actitud de cambio en el marido y no lo
logra. El incumplimiento generacional de la autoridad se produce
ante la repetida actitud de una hija de reclamarle bienes materiales
argumentando que ella no los necesita. Es necesario en tan com-
pleja enfermedad, trabajar la conciencia más que el exterior. En lo
biológico, no debe existir contradicción entre el querer y el hacer.
Debe salir de la trampa de desear cosas solo para que la quieran y
le den pertenencia. En la reacción ante el mandato familiar debe
aprender a no esperar el cambio del otro sino su propio cambio.
Aquí, la persona con esclerosis múltiple funciona como una presa
frente a un predador; es una verdadera lucha de poderes que debe
replantearse y permitirle dejar de ser presa u obtener un lugar se-
guro en donde no hay predador. El incumplimiento generacional
es quizás el más importante. Tener autoridad ya no será tener lo
que el otro necesite sino salir de la trampa del vínculo enfermo y
lograr que algún otro busque lo que ella tenga.

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Capítulo XX

La enfermedad y su destino
La palabra destino significa hacer puntería. Enfocarse en un
punto e ir hacia allí.
Desde el origen del hombre, el destino ha significado muchas
cosas. Aquellos que nacen para lograr algo y otros que nacen para
no lograrlo. Las teorías sobre las vidas pasadas y las platónicas so-
bre el mundo de las reminiscencias.
Todas estas interpretaciones buscan encontrar un sentido a
nuestras vidas.
Desde la Medicina Psicobiológica, el destino es teorizado con
dos elementos fundamentales. El primero, los mandatos genera-
cionales. El segundo, los mandatos familiares. Ambos articulán-
dose con la historia familiar, la personal y los sucesos que desenca-
denan eso que la medicina llama enfermedad.
Desde nuestra teoría, la enfermedad es una prueba para lograr
cumplir o cambiar el destino. No todos los destinos son maravi-
llosos. No todos deben cumplirse. Muchos, en cambio, pueden
ofrecer la oportunidad de no caer bajo el peso del mismo. Veamos
como podemos ir desplegando estas posibilidades.

Las hojas embrionarias


La descripción de Hamer sobre la relación entre la función de
cada hoja embrionaria y las distintas necesidades biológicas, es
una idea eje en todo nuestro trabajo. Creemos que allí nace el sig-
nificado de lo que nos ha pasado como especie y lo que nos puede
pasar.

Las enfermedades del endodermo


Según esta idea, la hoja embrionaria endodérmica surge por
la necesidad más primitiva, la de alimentarse y procrear para que

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la especie sobreviva. De allí, nacen todos los órganos del aparato
digestivo y reproductor. Definimos a todos los órganos que na-
cen de esta hoja embrionaria, como órganos encargados de captar,
asimilar y eliminar la presa. Para el pulmón, la presa es el aire y
para el espermatozoide la presa es el óvulo. Estos órganos fueron
creados para introducir lo exterior en lo interior y para depositar
lo interior en lo exterior. El destino de éstos órganos es la relación
entre el ser y el entorno.
A partir de ese destino, los órganos endodérmicos son los afec-
tados por una orden de entrada que definimos como “todavía no
es tu tiempo para salir”. Esta orden de entrada afecta a los órganos
de esta hoja, porque son ellos los encargados de hacer entrar y
salir. A su vez, el mandato generacional que afecta a estos órganos
es “se debe aceptar la jerarquía de los anteriores”. Estos órganos
reaccionan con una conducta celular característica que es la falta
de maduración.
Cuando estos órganos se enferman ya podemos saber cual es
el destino con el que vino a lidiar esa persona. Por la orden de
entrada, sabremos que tiene que aprender a esperar a mostrar lo
que es. A trabajar sin lograr ser primero. Por el mandato, sabremos
que debe aprender a aceptar a sus padres o referentes y a ser acep-
tado por sus hijos. Ambos mandatos nos hablan de lo que vino a
aprender esa persona. Partimos ya de la necesidad de aceptar no
ser primero y de someterse a la jerarquía de los anteriores.
Construir el sentido de la enfermedad, es develar el destino de
esa persona. Lo que debe aprender, aquello que la enfermedad le
da la oportunidad de superar o repetir.
Si conocemos el diagnóstico, agregaremos a la lectura de ese
destino un dato fundamental, la reacción elegida para trabajar con
ese destino. En los órganos endodérmicos, sabremos que el cáncer
es una reacción de ataque (las células van para adelante y prolife-
ran invadiendo el territorio). Esa reacción de ataque es una lucha
abierta contra ese destino y nosotros la exponemos en la frase “su-
fro no expresar lo que siento pero apenas puedo arremeto”. Es la

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actitud que veremos en el cáncer de pulmón, de colon, de páncreas
y de hígado, entre otros. Un sufrimiento angustioso frente a la
orden de entrada pero siempre terminando en una lucha abierta
por los derechos de ser un posterior y no ser escuchado. Esta es la
manera como esa persona vive su destino; lo rechaza.
En las enfermedades disfuncionales de los órganos endodér-
micos tal como el colon irritable, las células alteran su función
y a esta reacción la llamamos inmovilidad, porque la movilidad
está alterada. Esta reacción persigue como objetivo ser advertido
sin mostrarse; “sufro el mandato para que alguien lo advierta”.
Un sufrimiento que llama para que nadie venga. Una actitud de
aceptación del mandato de jerarquía de los anteriores pero con
una queja permanente. Aquí, el destino se vive con una carga
insoportable.
En las enfermedades ulcerosas de los órganos endodérmicos
(enteritis, colitis), las células huyen creando espacios, zanjas, agu-
jeros para escapar. Esta reacción de huida la llamamos “huir para
no mostrarse”. Es una perpetuación de la orden de entrada y a la
vez, una anulación absoluta de los derechos de los posteriores. Se
huye del destino sin querer enfrentarse a él.
Así vemos que con estos operadores (orden de entrada, reacción
a esa orden, mandato generacional) podemos leer el destino de
una persona. La enfermedad es el momento en que todas las adap-
taciones para no confrontarse con ese destino ya no son posibles.
Ahora, o trabaja sobre la reacción elegida o capitula ante la orden
de entrada.
En las enfermedades que revelen la reacción de ataque, tendrá
que aprender a vivir sin ser primero. Darse cuenta que su realiza-
ción la puede lograr desde el lugar que tiene y dejar de luchar y
arremeter.
En las enfermedades que revelen la inmovilidad, tendrá que
aprender a mostrarse sin quejarse. A defender sus derechos para sí
mismo y no para demostrar nada. A dejar de lado el mecanismo
de hace sentir culpables a los otros.

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En las enfermedades que revelen la huida, tendrá que aprender
a no escaparse de lo que verdaderamente es. A defender sus dere-
chos sin negar los de los otros. A confrontarse con su incapacidad
de expresar lo que siente.

Si hiciéramos un esquema sería así:

Enfermedades del endodermo:


Vienen a aprender: a trabajar con la dificultad de no ser pri-
meros pero igual lograr una convivencia plena. Ser humildes.
En las enfermedades proliferativas (cáncer): a aceptar que el
tiempo de los otros puede ser distinto que el de uno mismo.
En las enfermedades disfuncionales (colon irritable): A cam-
biar el concepto de la ayuda que se puede pedir.
En las enfermedades ulcerosas (enteritis): a hacer valer sus
derechos como anteriores sin dejarse someter por los posteriores.

Enfermedades del mesodermo antiguo


Esta hoja embrionaria es la que genera los órganos coraza o de
protección del propio cuerpo. La dermis, las mamas, la pleura,
el pericardio, el peritoneo, las meninges, el escroto. Todos ellos
nacen hace cuatrocientos millones de años cuando el ser evolutivo
pasa del agua a la tierra y es expuesto a la agresión del entorno, el
sol, los obstáculos terrestres, las caídas. El objetivo de todos estos
órganos es evitar la agresión directa a un organismo que no cono-
cía esas realidades. El sentido de su creación es siempre proteger al
propio organismo. Las crías son para este ser evolutivo parte de ese
organismo y las mamas son así órganos coraza. La palabra clave
es protección.
La orden de entrada que afecta a estos órganos es “tienes una
deuda con nosotros”. Se nace ya endeudado y es necesario cubrirse
y protegerse.
El mandato generacional que ordena estos órganos es “debes
proteger lo que te hemos dado”. Son órganos que reaccionan frente

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al ataque que se ha recibido a la propia integridad, a lo que tene-
mos como seres vivos. Lo hacen con una conducta característica
que es la pérdida de inhibición por contacto.
El destino de estos órganos es la protección del interior del ata-
que exterior. Cuando estos órganos están afectados por enferme-
dades, podemos leer el destino de esa persona y su actitud ante ese
destino.
Por el mandato familiar, sabemos que viene a aprender a con-
vivir con deudas.
Por el mandato generacional debe aprender a protegerse del ata-
que de los otros.
La enfermedad le dará la oportunidad de aprender o continuar
con la deuda y de saber defenderse.
Si conocemos el diagnóstico, tendremos la oportunidad de co-
nocer la reacción que ha elegido para convivir con ese destino.
Si la reacción es de ataque (las células van para adelante), el
diagnóstico será de cáncer. El más común será el de mama. La
frase que expresa esta reacción es “pago lo que debo con intereses”.
Esta reacción de ataque es un esfuerzo permanente por proteger
y cubrir. Una reacción desmesurada frente a la ofensa o el senti-
miento de agresión. No es solo pagar sino dar más. Lo que debe
aprender esta persona es a protegerse sin miedo a perder. A aceptar
la vida como un regalo y no como una condena.
Si la reacción es de inmovilidad, las células se cubren pero no
desmesuradamente, solo para que no lo encuentren. Aquí se desa-
rrollan las enfermedades autoinmunes. La frase que expresa esta
reacción es “me escondo para que no me exijan”. Es un camaleón
que cambia su aspecto en la búsqueda de no pagar. Esta reacción
de inmovilidad es una negación del destino que debe aprender a
trabajar. Lo que debe aprender es a pagar lo que es justo y no lo
que no le corresponde. A no cambiar solo para que todo siga igual.
Si la reacción es de huida, las células se ulceran y se rodean de
líquido. La intención es formar una capa de protección que evite el
contacto directo con el agresor. Las lesiones más comunes son las

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ascitis y las pleuresías. La frase que expresa esta reacción es “vivo
para escaparme de pagar”. Acepta el destino pero no lo quiere
cambiar. Es una actitud de víctima que huye en búsqueda de con-
suelo. Lo que debe aprender es a hacerse cargo de lo que le toca y
no sentir que es responsable de absolutamente todo.
Vemos entonces que con el mandato familiar, la reacción a esa
orden y el mandato generacional, podemos reconstruir la misión
de una persona en su vida. A entender cómo la enfermedad viene
a conmover esa misión en una vida que se aparta de ella.
En las enfermedades del mesodermo antiguo, que reaccionen
con la conducta del ataque, tendrá que enfrentarse a la necesidad
de no gastarse, de recuperarse antes de seguir dando. Los órganos
hacen lo que él o ella hacen. Dar sin preocuparse de equilibrar al
recibir.
En las enfermedades que reaccionen con la conducta de in-
movilidad, los órganos se cubren y cambian su forma. Tratan de
evitar ser descubiertos. En ancestros, se encuentran suicidios.
En las enfermedades que reaccionan con conductas de huida,
los órganos se aíslan del entorno con un colchón que impide el
contacto con el agresor. No se hacen responsables de sus propios
actos. Son niños a la búsqueda de alguien que los albergue. Esca-
pan del destino.
Si hacemos un esquema:

Enfermedades del mesodermo antiguo:


Vienen a aprender: que tener una deuda no es ser inferior a
los otros.
En las enfermedades proliferativas (cáncer): A diferenciar el
amor del sacrificio. Aprender que hay deudas que no se pagan. La
vida es una de ellas. Dar protección con libertad. Dejar crecer al
otro.
En las enfermedades disfuncionales (autoinmunes): a acep-
tar la dificultad que tienen en protegerse por el temor al entorno.
Deben aprender a cumplir con la protección de su propio cuerpo.

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En las enfermedades ulceradas: Deben aprender a ser respon-
sables de sus actos y a no huir ante la realidad.

Enfermedades del mesodermo moderno


De esta hoja embrionaria nacen todos los tejidos que sostienen
el organismo. Es por eso que se los llama tejido de sostén. En ellos
encontramos a los músculos, cartílagos y huesos. A las arterias y
venas. A los ganglios. A los elementos figurados de la sangre, gló-
bulos y plaquetas. A la glía cerebral. Su desarrollo ha permitido la
formación de una estructura orgánica que confiere una firmeza
frente a los acontecimientos del exterior. La característica de estos
tejidos es la valuación permanente de la capacidad de enfrentar los
obstáculos cotidianos. El destino de estos tejidos, es evaluar si se
es capaz de realizar una acción adecuada frente a los obstáculos
del exterior.
La orden de entrada que se relaciona con estos tejidos es “nacis-
te para asegurarnos”. Algo en la historia de los padres (recordemos
que éstos son facilitadores del destino de los hijos), convierte a
ese hijo en un re aseguro de la historia de ellos y lo marca como
alguien que queda anclado a esa historia.
El mandato generacional que hace que estos tejidos se enfer-
men cuando ese mandato no es cumplido, es “debes ser fiel a tu
propia historia”. Son órganos que reaccionan ante la infidelidad, la
traición, el no poder cumplir. Lo hacen con una conducta celular
característica que es el potencial ilimitado para dividirse.
El destino de estos órganos no es la coraza, sino la acción. El
sentido de la vida de estas personas se relaciona a acciones no cum-
plidas. Cuando estos órganos se enferman, ya vamos conociendo
el sentido de la vida de estas personas. Por la orden de entrada,
sabemos que viene a ser la garantía para que una acción ocurra y
que debe lidiar con aceptar o no esa posición. Por el mandato ge-
neracional, sabemos que viene con una orden que lo ata a su pro-
pia historia y dependerá de él, poder encontrar su propia misión
o solo repetir la historia familiar. Por ambos mandatos, el destino

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de los que se enferman de órganos mesodérmicos, se juega en el
ejercicio de la obediencia.
Con la lectura del destino de los órganos y de las enfermedades,
nos acercamos al aprendizaje que cada uno tiene la oportunidad
de realizar o rechazar en su vida.
Al agregar la reacción que los actos de la persona nos van mos-
trando que ha tenido frente a la orden de entrada, vamos desa-
rrollando la forma que esa persona ha elegido para tratar con su
destino.
En los órganos mesodérmicos modernos, la reacción de ataque
es una elección de exagerar la acción que el destino le ha marcado.
Aquí se desarrollan las leucemias, los linfomas y los sarcomas. Hay
un despliegue de células que denuncian que el mandato genera-
cional y la orden de entrada se cumplen con excesos. La reacción
es “hago que la vida de los otros dependa de mi”. Para que esto
ocurra, algo de esa historia es exagerado en el cuerpo. Suicidios,
incesto, violencias, que el ser rechaza, generando con las células
un ataque al esquema del cuerpo. Músculos que crecen monstruo-
samente, glóbulos blancos que se vuelcan a la sangre haciéndola
densa, ganglios que se llenan y se muestran dolorosamente.
Cuando la reacción no es de ataque sino de inmovilidad, apa-
recen las enfermedades que generan parálisis. La acción que no
se realiza es la que escapa a ese destino. La elección es “me quedo
quieto porque si no pongo en peligro a los otros”. Una aceptación
por impotencia.
Cuando la reacción es de huida, el destino de ser la garantía
de la vida de los otros, se rechaza pero con una actitud que no
crea su propio lugar sino que escapa de cualquier relación. De él
no depende nadie y él no depende de nadie. Es una actitud de no
tener compromiso con nada ni nadie. Es la base de las enfermeda-
des con depresión de la médula pero también de la artrosis y de la
arterioesclerosis.

Si hacemos un esquema:

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Enfermedades del mesodermo moderno
Vienen a aprender: a ejercer la obediencia.
En las enfermedades proliferativas (sarcomas, leucemias):
abandonar la omnipotencia. No hacer depender la vida del otro
de la conducta de ellos.
En las enfermedades con inmovilidad (parálisis): no hacer
depender la vida de ellos del bienestar del otro. Salir de la desva-
lorización.
En las enfermedades con necrosis (aplasia medular, artrosis):
asumir los errores de las propias acciones y tener vínculos posibles.

Enfermedades del ectodermo


De esta hoja embrionaria surgen todos los tejidos que revisten
los conductos, la piel y los nervios. Estos tejidos son los que toman
contacto directo con los fluidos (leche, sangre, jugos, aire, orina),
con el exterior y con los impulsos nerviosos. Su objetivo es facilitar
ese contacto y cuando existen obstáculos para ello, se produce un
conflicto de separación. Esta es la percepción fundamental de esta
hoja embrionaria, el estar en contacto o separado de los demás.
Hamer habla de conflictos de territorio que en el macho son vivi-
dos como de posesión y en la hembra como de identidad.
La orden de entrada que afecta a estos tejidos es “no eres lo que
esperábamos”. Es una recepción francamente hostil y la primera
percepción de la vida. Esta orden afecta a estos tejidos porque ellos
son los encargados del contacto, que de entrada es cuestionado.
El mandato generacional que trasladan estos tejidos se refiere a
la puesta en práctica de ese contacto. El mismo se enuncia “debes
tener autoridad en lo que haces y eres” y cuando no se cumple
genera una conducta celular de denuncia que se caracteriza por la
impermeabilidad de la membrana celular. Ya no da más lo que el
otro necesita.
Conociendo la orden de entrada, sabemos que los que se enfer-
man de estos tejidos, deben aprender a convivir y superar la recep-
ción hostil en la vida. Conociendo el mandato generacional cuyo

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incumplimiento los lleva a enfermar, sabemos que deben aprender
a aceptar que muchas veces no tendrán lo que los otros le piden
que tengan. Con ambos mandatos, el destino de las personas que
se enferman de órganos ectodérmicos se juega en la lucha con el
reconocimiento. Así iríamos construyendo el para qué de la enfer-
medad y su relación con un aprendizaje que se debe realizar.
Agregaremos a esta lectura la reacción elegida frente a la orden
de entrada que nos marcará un estilo de vivir y de enfrentar los
obstáculos.
Si la elección fue el ataque, tendremos una permanente lucha
para cambiar ese destino expresada en la frase “voy a luchar para
ganarme un lugar”. Es la respuesta inflamatoria. Todo es “itis”
ya que todo es intento de reparación pero inconclusa. Es la ac-
titud que veremos en las alergias y en las infecciones virales. El
esfuerzo para encontrar un lugar en el mundo. Es el cáncer ductal
de mamal en su fase de reparación inconclusa. No solucionan la
pérdida de contacto sino que pretenden seguir teniendo lo que
perdieron.
Si la elección es la inmovilidad, se producirán enfermedades
que alteran el funcionamiento de los órganos, tales como el asma
y las neuropatías. La frase que expresa esta respuesta es “espero un
futuro en donde tenga un lugar”. Es quedarse quieto a la espera de
un tiempo propicio. Es la base de la depresión.
Si la elección es la huida, se producirán enfermedades silencio-
sas tales como la diabetes, la angina de pecho y los cánceres ulce-
rados. La frase que expresa esta conducta es “no tengo pertenencia
y de esa manera no me condenan”. Es un esfuerzo permanente por
no ser alcanzado por la percepción del abandono.
Con estos operadores tratamos de de construir el para qué de
una enfermedad en relación a un destino que desconoce. El sujeto
ha sido dirigido sin saberlo a ese momento de decisión que es la
enfermedad.
Si hacemos un esquema:

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Enfermedades del ectodermo:
Vienen a aprender: a convivir con lo hostil y con la falta de
reconocimiento.
En las enfermedades proliferativas (cáncer de mama, infec-
ciones virales): no vivir la vida como una lucha. Abandonar la
búsqueda de controlar la relación con el otro.
En las enfermedades de inmovilidad (neuropatías, asma): a
no esperar el cambio del otro. A movilizarse en un cambio en
donde se exprese la cooperatividad para el crecimiento mutuo y
no un mero intercambio como una lucha imaginaria de prestigio.
En las enfermedades ulceradas (diabetes, angina de pecho):
aceptar la necesidad de lo gregario. Perder el miedo a la autoridad.

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Capítulo XXI

Abordaje de un paciente desde la psicobiología


Abordar un paciente desde el punto de vista de la medicina
psicobiológica, significa escucharlo, guiarlo y acompañarlo. Desde
este lugar, se construye una historia que vamos a tratar de resignifi-
car no solo en la interpretación de sus síntomas sino en los propios
hechos que el paciente describe. Durante este abordaje, los hechos
se transmutan en significantes psicobiológicos con un sentido que
vamos a aprender a anudar a la evolución y a la supervivencia. Es
decir, la misma construcción de la historia es un acto médico con
sentido terapéutico. Las palabras del paciente, su historia, sus ges-
tos, sueños y recuerdos, sus mitos familiares, sus propias dolencias,
son transmutadas por el terapeuta en un argumento en donde los
órganos comienzan a expresar un lenguaje que tiene que ver con
la evolución pero también con la propia historia humana, personal
y colectiva. Y es en esa articulación en donde los órganos (cuya
forma y función están fijadas por lo biológico) se pueden extender
más allá de un cuerpo (cuya forma y función está impregnada por
lo simbólico).
Este abordaje contiene los siguientes elementos que pasaremos
a describir:
1) Psicobiografía. Es la toma de la historia clínica.
2) El conocimiento del órgano enfermo. Aquí se le presentan
pedagógicamente dos ficciones (la evolutiva y la animista)
que ayudarán a resignificar la enfermedad.
3) La visión de Hamer. Se aborda el tipo de conflicto bioló-
gico que sufre la persona, el suceso desencadenante de la
enfermedad y la repercusión sobre el sistema nervioso.
4) El rol biológico del paciente y de la enfermedad. Se de-
termina si la enfermedad tiene una conducta predadora
(enfermedades diseminadas) o territorial (enfermedades lo-

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calizadas) y la conducta histórica del sujeto. (Proveedor o
territorial).
5) El mandato familiar: se lee a partir de lo anterior, la reac-
ción que se ha asumido frente a este mandato en los sucesos
de su vida.
6) Los conflictos programantes: se buscan todos los hechos
en los que esa reacción fracasó, creando la base para la enfer-
medad.
7) La etapa desencadenante: ocurre luego del incumplimien-
to del sentido biológico y con una base de conflictos progra-
mantes.
8) Los mandatos generacionales. Se determina el discurso
generacional al que el paciente responde.
9) Los instrumentos médicos.

1) Psicobiografía.
Es el primer momento del encuentro con el paciente. Siempre
está habitado de miedos, dudas y tremendas expectativas. El te-
rapeuta psicobiológico debe saber que el paciente necesita ayuda
y no todos tienen la misma forma de pedirla. Hay quienes llegan
desesperados, dispuestos a aceptar lo que se les ofrezca como una
panacea y hay otros que vienen casi obligados por algún familiar
y con la desconfianza de los que ni siquiera saben quienes somos y
que hacemos. Pero ambos son hermanos nuestros a los que debe-
mos tratar como lo haríamos con algún amado familiar enfermo.
Jamás debemos tener miedo de ellos. Aún cuando ostenten títulos
o saberes que cuestionen los nuestros. Ellos están allí para recibir
ayuda y eso es lo que les debemos dar.
La psicobiografía comienza entonces con un afectuoso y sen-
tido saludo. Yo abrazo y beso a mis pacientes dándoles la bien-
venida porque ellos entran a mi casa y yo entraré a la suya. Los
datos personales del paciente deben ser anotados por el médico
y no por una secretaria porque importa cada palabra y la forma
de expresarla. Sus nombres completos, su empleo, si es casado, si

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Las Claves para Curar 2da Prueba.indd 193 30/08/2010 09:37:13 a.m.
tiene hijos, son datos que hablan mucho de quien es esa persona.
En este encuentro, el terapeuta debe registrar lo que el paciente no
habla pero está comunicando a través de un lenguaje no verbal.
Como ejemplo de ello, observamos: 1) la respiración: a) si es to-
rácica y la persona ingresa poco aire viéndose obligada a espirar
profundamente (esto significa habitualmente que solo puede dar y
no sabe recibir); b) la inspiración es abdominal, pero apenas espira
debe nuevamente ingresar aire (no puede entregarse, teme per-
der el control), 2) la ocupación territorial: si es proveedor (no le
gusta hablar de sí mismo, se aleja del escritorio) o territorial (trae
la silla de su costado a su cuerpo, “invade” el escritorio); 3) la ges-
tualidad: hay algunos gestos que hasta nos describen el problema
(posturas, chasquidos, inexpresividad).
A todos estos signos los llamamos significantes, porque no solo
describen la relación del sujeto con el terapeuta, sino consigo mis-
mo y con los demás.
Es necesario escuchar al paciente con la atención centrada en
él y en su contexto. Cuando él habla de su familia o la dibuja o la
actúa, se puede percibir, si usamos esa atención, que alguien falta y
orientarnos decididamente hacia la solución del problema. Esto lo
debemos hacer con cariño y respeto por el semejante que nos pide
ayuda. Si no estamos en condiciones de hacerlo así, es conveniente
citar al paciente para otra oportunidad. Debemos entender lo im-
portante que puede ser para esa persona este encuentro y no des-
viar la atención en nada que no sea la solución de su problema. Si
no encontramos la ayuda que él necesita, hay que decirlo y utilizar
la fuerza que genera ese encuentro “fallido”. No somos infalibles
ni tenemos todas las respuestas pero nuestra actitud igual puede
servir a la curación de esa persona.

La psicobiografía tiene varias partes: a) Motivo de consulta:


allí se le pide al paciente que describa con sus palabras y sin hacer
aún uso de los exámenes complementarios que trae, el motivo de
su consulta. Habitualmente yo les pregunto “en qué los puedo ayu-

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dar”. Algunas personas se descolocan ante una pregunta tan simple
y este no es un dato menor, ya que ellos vienen a pedir ayuda y esta
pregunta les plantea tal situación. Muchos pacientes me miran a los
ojos y dicen con un tono sombrío “yo tengo cáncer”. La sonrisa con
la que los he recibido nunca se borra pero agrego un gesto de afec-
to que trata de transmitir mi sincera intención de ayudarlo. Trato
de respetar el silencio que pueda producirse porque estos primeros
momentos son una oportunidad para entablar una buena relación.
El interés por lo que dice el paciente debe ser real. Uno debe prestar
atención a cada palabra que dice porque cada palabra deberá ser re-
significada desde la psicobiología. Cuando él dice “tengo un cáncer
de intestino con metástasis en el hígado”, nosotros vamos a usar
esa frase así como él la dice para encontrarle un significado a cada
palabra. ¿Qué significa metástasis? ¿Qué significa cáncer? ¿Qué
significa intestino? ¿Que significa hígado?; b) La enfermedad ac-
tual: aquí el paciente debe describir la historia de su enfermedad.
En qué fecha comenzó, cuales fueron los síntomas sobresalientes
y los acompañantes. Que tratamientos se instruyeron y como fue
su reacción ante ellos. Se leen los estudios que el paciente trae con
mucha atención ya que a ellos nuestro paciente les da un valor de
documento de su dolencia. Cualquier comentario que haga el pa-
ciente sobre los médicos tratantes no debe provocar en nosotros
ningún comentario adverso. Para nosotros es muy importante no
hablar contra ningún colega y considerarlo siempre una autoridad
que debe respetarse. Ellos deben aprender, al igual que nosotros,
que todos debemos hacer lo mejor y juntar esfuerzos por recuperar
la salud del paciente; c) Antecedentes de la enfermedad actual:
aquí preguntamos por todas las enfermedades que ha tenido (in-
clusive las eruptivas) y por las enfermedades y causas de muerte (si
las hubiera) de los familiares cercanos. Nunca se debe preguntar,
por ejemplo, a una paciente con hemorragias de útero, si su ma-
dre falleció de cáncer. Podemos producir mucho miedo con una
pregunta así. No se debe anticipar el diagnóstico sino solo pregun-
tar la probable causa. Los antecedentes familiares son importantes

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porque existen comportamientos biológicos que se repiten. Aquí le
damos valor a las fechas en que ocurrieron ya que muchos pacientes
se enferman a la misma edad que sus padres murieron o en una
fecha que recuerda algún acontecimiento importante en la fami-
lia. Esta filiación que se conoce como “síndrome aniversario” debe
ser relacionada en la resignificación que vamos a realizar. Además
de estos antecedentes, se le pregunta si él relaciona su enfermedad
con algo que le ocurrió en algún momento de su vida. Este es el
primer acercamiento a lo que Hamer llama DHS pero no debe ir
más allá de esta simple pregunta ya que aún no tenemos los opera-
dores necesarios para que esos sucesos tengan significación para el
paciente. No se debe insistir en esto; d) Descripción del carácter
del paciente: esta es otra parte que muchos consultantes encuen-
tran sorpresiva. Se debe abordar con mucha cautela y esperar que el
paciente haga su propia descripción. Si la incomodidad es manifies-
ta, se lo ayuda con preguntas generales. Si es ordenado, afectuoso,
caluroso, temeroso, impulsivo. La forma en que se describe es un
dato de valiosa ayuda para uno de los elementos fundamentales del
abordaje psicobiológico cual es la determinación del perfil preda-
dor o territorial de la persona y de su enfermedad. e) Examen físi-
co: aquí se revisa minuciosamente al paciente no solo en la región
enferma sino que se hace un examen en todo el cuerpo en donde al
tocarlo le daremos un apoyo físico que muchas veces ni los propios
familiares le dan. A muchos pacientes con cáncer no los tocan,
como si fueran contagiosos. Yo acaricio sus panzas llenas de líquido
y sus ganglios hinchados. Escucho su corazón porque lo tiene aún
cuando su enfermedad sea del hígado. Es importante informarle
de los resultados de ese examen que siempre fue determinante en
la práctica médica y que ha sido lamentablemente reemplazado por
costosos y crueles estudios que no dicen mucho más que la confir-
mación (la mayor parte de las veces innecesaria) de lo que un buen
médico puede captar con sus sentidos.
f) Relato escrito de un sueño, un cuento y una película. Se
le pide al paciente que para la próxima entrevista traiga escrito un

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sueño que recuerde, algún relato de la infancia y una película que
le haya impactado mucho. En estos relatos escritos surge habitual-
mente la dificultad fundamental con la que biológicamente está
enfrentado el sujeto.
Luego que hemos construido esta historia clínica que llamamos
psicobiografía, desarrollamos el segundo elemento del abordaje
psicobiológico que llamamos:

2) Conocimiento del órgano enfermo.


a) Ficción evolutiva. Aquí le preguntamos al paciente qué sabe
él de su enfermedad y de su órgano enfermo. Por ejemplo, si con-
sulta por una artritis reumatoidea le preguntamos que sabe él de
la artritis, su origen, su evolución y cual cree que es la función
en el cuerpo de los huesos y de las articulaciones. Si consulta por
un cáncer de recto, le preguntamos qué cree que es el cáncer y
como podría describir la forma y la función del recto. Para que
sirve, como es su forma y si lo puede dibujar. En esta descripción
anatómica el paciente puede demostrar un absoluto desconoci-
miento de lo que le está pasando o por el contrario mostrar un
exceso de conocimiento con la utilización de términos médicos
en su descripción. Esto nos ayudará a entender porqué le damos
tanta importancia a la necesidad de resignificar el saber del enfer-
mo. Lo que él sabe no le ha permitido la curación y si continúa
con los mismos significados, éstos no tendrán eficacia para salir
de la enfermedad. Es aquí cuando nosotros le damos los primeros
elementos para resignificar su órgano enfermo o su enfermedad.
Allí le decimos que ese órgano nació hace millones de años con
el objetivo de superar una amenaza a la supervivencia. Por ejem-
plo, los alvéolos pulmonares nacieron hace 400 millones de años
porque el vertebrado pasó del agua a la tierra al no tener ya más
alimentos que le permitieran sobrevivir en el agua. Allí encontró
las plantas acuáticas y logró alimentarse pero al haber vivido en el
agua, tenía el cuerpo capacitado para sacar el oxígeno del agua y
no del aire y entonces millones de seres murieron al no poder su-

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perar ese obstáculo. En el curso de otros millones de años, algunos
seres lograron elaborar células que estaban capacitadas para captar
el oxígeno del aire y ya no del agua y pudieron transmitir esa mu-
tación genética a sus descendientes, logrando así crear un nuevo
órgano que se llamó pulmón y anulando el viejo órgano que se
llamaba branquias. Esos animales fueron los anfibios que luego se
convirtieron en reptiles y luego en aves y por último en mamíferos
que es lo que somos actualmente. El narrarle esta ficción biológica
es la primera intervención del terapeuta y debe ser realizada con
capacidad de transmitir la relación que va a empezar a existir entre
su enfermedad y el origen embriológico de este órgano. Se debe
dejar claro de entrada que este origen (la amenaza a su supervi-
vencia por no captar oxígeno) está ligado a la respuesta actual del
pulmón. Esta primera relación que le propone el terapeuta al en-
fermo lo ubica en una manera distinta de entender lo que le pasa.
Poco a poco le irá dando sentido a cada suceso de su cuerpo y de
su vida. Y es este sentido el que le permitirá darse cuenta de que
está envuelto en una situación que nada tiene que ver con lo que
el conocimiento médico le propone. Que esa situación tiene una
lógica que él puede resolver si le ayudan a entender las leyes que
sostienen esa lógica.
b) Ficción animista. Aquí se le propone al paciente ante una
silla vacía o ante un dibujo, que le diga al órgano enfermo lo que
él siente por su presencia. Que le exprese abiertamente sus senti-
mientos. El terapeuta debe ser capaz de escuchar lo que dice el pa-
ciente poniéndose en el lugar del órgano para luego establecer un
dialogo. Este lugar es el de la función biológica, es decir de lo que
el órgano está capacitado para hacer. Por ejemplo, a un paciente
con hepatitis C se le pide que le diga a su hígado lo que siente por
él. Comienza diciendo “Me haces mal. No tiene sentido que te
inflames y te llenes de cicatrices. Debes curarte, y así podremos
sentirnos bien los dos.” El terapeuta debe conocer la función del
hígado y al escuchar al paciente debe contestarle desde la lógica de
esa función. Una respuesta posible sería: “¿no piensas lo que dices?

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Yo trabajo todo el día tratando de depositar cada alimento y bebi-
da que incorporas. Y lo hago para que tengas reservas y las puedas
usar cuando las necesites. También fabrico bilis para que puedas
digerir mejor lo que te tienes que tragar. Todo lo que es tóxico
pasa por mí y lo convierto en algo que pueda convivir contigo.
Vivo valorando lo que te puede o no servir aunque a ti eso no te
interese. ¿Por qué no te preguntas por tus excesos? Y no te hablo de
la alimentación. Piensa en tus ideas. ¡Tienes tantas que he tenido
que agrandarme para guardarlas!”
Lo que propone el terapeuta en esta respuesta es que el paciente
empiece a conocer la voz de la biología ya que a él nunca le ha pre-
ocupado. Solo ha estado interesado por sus propias necesidades sin
tener en cuenta que el órgano ha sido descuidado. El paciente ha
ignorado el sentido biológico de su organismo. Ha creído hasta el
momento de enfermarse que sus órganos son independientes de su
vida y que él puede hacer cualquier cosa que nunca va a repercutir
en su cuerpo. El terapeuta le propone una segunda relación en el
conocimiento del órgano enfermo. Si la primera fue la ficción em-
briológica (la enfermedad como rememoración de un momento
histórico), la segunda relación es una ficción animista en donde
el órgano es un ser vivo que se queja del uso que el paciente le da.
Aquí se le proponen todas las metáforas que como seres vivos los
órganos pueden representar.
Es a partir de estas dos ficciones, la embriológica (o evolutiva) y
la animista (o de denuncia biológica) que comienza la resignifica-
ción de la enfermedad. Y es aquí que el aporte de Hamer se hace
necesario.

3) La visión de Hamer. En este momento del abordaje se tra-


bajan tres elementos: a) el conflicto biológico; b) la dimensión del
DHS y c) la repercusión del sistema nervioso. Cada uno de estos
elementos configura por sí mismo una nueva relación con la en-
fermedad.

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Las Claves para Curar 2da Prueba.indd 199 30/08/2010 09:37:14 a.m.
El conflicto biológico
Para la Nueva Medicina, la enfermedad es siempre originada
por lo que Hamer llama conflicto biológico; es decir, la insatisfac-
ción de una necesidad biológica. Habitualmente el paciente llega a
nuestra consulta con el diagnóstico médico ya realizado. Nuestra
preocupación está dirigida a conocer qué necesidad biológica está
cuestionada en la enfermedad. Para ello contamos con el órgano
enfermo, la hoja embrionaria a la que pertenece y el conocimiento
de las necesidades biológicas esenciales para la supervivencia. Si
el que nos consulta viene con el diagnóstico de un sarcoma en la
pierna, los tres elementos que aparecen rápidamente son el mús-
culo (órgano enfermo), el mesodermo moderno (la hoja embriona-
ria afectada) y la autovaluación (como necesidad cuestionada). Es
como si el diagnóstico médico ya nos permite ver en un pantallazo
lo que debemos trabajar. El sarcoma es un tumor del tejido de sos-
tén y en este caso diremos que es del músculo, por lo cual sabemos
que el conflicto se refiere a esa estructura del cuerpo. Los músculos
son las capas de tejido que cubren en este caso a los huesos de la
pierna y los defienden de la agresión directa. Ellos desarrollan la
fuerza, la potencia que expresará la pierna en el movimiento. Lo
hacen a través de un juego dual de tensión y relajación manifes-
tando así una flexibilidad que les permite el desplazamiento. Así,
ante un sarcoma de la pierna ya aparecieron en primera instancia
temas fundamentales como el desplazamiento, la fuerza, la defen-
sa y la polaridad.
Inmediatamente agregamos a esta primera evaluación, la hoja
embrionaria a la que pertenece el tejido afectado. En este caso, el
músculo nace en la hoja embrionaria mesodérmica moderna que
va a crear a todos los tejidos de sostén, es decir, los músculos, los
huesos, los cartílagos, las arterias, los ganglios, el tejido conecti-
vo. La palabra “sostén” comienza a tomar un sentido importante
junto a todas las otras palabras que ya hemos ido nombrando. Se
está generando un nuevo lenguaje de la enfermedad. Ya no es un
sarcoma de tejidos blandos ahora es una masa que habla del sostén

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de la persona, de su flexibilidad, de su capacidad de defensa, de su
movimiento o inercia en la vida.
Ahora agregamos el tercer elemento que es la necesidad biológi-
ca cuestionada, que en este caso, según la quinta ley de Hamer es
la de “estructura o autovaluación”, es decir la necesidad biológica
que apareció en la historia de los seres vivos cuado éstos se hicieron
bípedos. Al pararse, toda su estructura vertebral se modificó para
lograr una ventaja en el camino de la supervivencia. Sus miembros
anteriores se hicieron superiores y ya no fue necesario ser arborí-
cola (desplazarse entre los árboles) sino terrestres. Esto condicionó
una nueva forma de existencia que determinó entre otras cosas que
los miembros inferiores cumplieran la función de sostener el resto
del cuerpo. Hubo huesos que se hicieron más pequeños, otros más
finos y otros más curvos. El desarrollo muscular acompañó este
proceso y los músculos se hicieron más potentes desde lo distal a
lo proximal marcando la nueva arquitectura de la bipedestación.
Es estar bien parado, bien firme. Pero también es sostener el resto
de los órganos o en el caso de las arterias ser el continente o en el
caso de los ganglios, ser el filtro. Todas funciones que demuestran
una capacidad de estructura con objetivos y no de superposición
simple de funciones. La necesidad biológica presenta un objetivo
que siempre es sobrevivir y cuando esta necesidad biológica está
cuestionada es la estructura misma de la persona la que está en
peligro.
Es así que cuando abordamos el conflicto biológico ya estamos
proponiendo al paciente un sistema de signos a los que habrá que
significar y que en el caso del sarcoma de la pierna planteamos así:
Tejido afectado: potencia, movimiento, defensa, polaridad
Hoja embrionaria en juego: sostén
Necesidad biológica cuestionada: estructura.
El conflicto biológico implica resignificar cada uno de estos
operadores del lenguaje. No se trata de decirle al paciente “Usted
tiene un problema en defenderse y entonces su estructura se des-
morona”. No porque no sea cierto sino porque esa es una verdad

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que no le alcanza para curarse. Hemos hablado de construir una
ficción hecha de conocimientos y eso es lo que vamos a hacer.
El conflicto biológico es una oposición a la tendencia natural
por satisfacer una necesidad biológica. Para que el conflicto ocu-
rra, esta oposición debe tener ciertas características.

La dimensión del DHS


Hamer llama DHS (Síndrome Dirk Hamer) al suceso desenca-
denante del conflicto biológico. Sus características fundamentales
pasan por ser hechos sorpresivos, no verbalizados y subjetivamente
dramáticos. En el abordaje psicobiológico lo que nos interesa no
es recordarlo sino re significarlo. Lo cierto es que el impacto es tan
fuerte que el sujeto no tiene palabra para descargarse de él. Puede
hablar y nombrar el suceso pero nunca se desprende de su ausen-
cia de significado. Algo de él no participa de la coherencia con su
mundo interno ni con su consistencia lograda hasta ese momento.
Podríamos decir que el DHS desnuda su falta de consistencia.
Los hechos no producen la enfermedad. Es la recepción de los
hechos lo que determina la serie de reacciones entre las que participa
el cuerpo. Podríamos decir que el órgano reacciona y el cuerpo no.
En esta dimensión del DHS no hay nada que tenga que ver
con lo representacional. La psiquis no está. Pero justamente ésta
psiquis ausente es la que Hamer llama psiquis. No hay representa-
ción. No hay fantasma. No hay sobredeterminación inconsciente.
Es la psiquis de Hamer. Una psiquis biológica que deja una marca
en el cerebro y otra en el órgano. Es por eso que Hamer hace repe-
tir muchas veces la historia a sus pacientes y si es posible delante de
mucha gente. No para darle un significado, sino para convertirla
en un hecho del que el grupo se haga cargo y el animal enfermo
pueda descansar.
Es por eso que el DHS es un suceso que el sujeto no puede in-
tegrar con alguna representación que le permita mantener su con-
sistencia como ser vivo. Algunos lo recordarán pero su percepción
del hecho no está integrada.

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La repercusión del sistema nervioso
Cuando la persona enferma, todo su sistema nervioso reacciona
según lo explica en su segunda ley el Dr. Hamer. En esta reacción
hay que considerar: a) el cerebro como ordenador de todo lo que
sucede en el organismo y en la percepción del entorno y b) el
sistema nervioso autónomo que actúa independientemente de la
voluntad del individuo provocando cambios en el funcionamiento
de los órganos.

El cerebro como ordenador


Este es uno de los temas más controvertidos de la Nueva Me-
dicina. Creemos que si Hamer no hubiese abordado la cuestión
cerebral, hubiese sido aceptado por los estamentos médicos casi
sin problemas. Sin embargo, lo que propone Hamer es necesario
abordarlo porque no puede negarse la monumental obra del médi-
co alemán por estar o no de acuerdo con uno de sus temas.
Aquí hay que considerar los siguientes elementos: a) la topo-
grafía de los órganos en el cerebro; b) las imágenes que aparecen
acompañando a la enfermedad en el cerebro; c) los tumores cere-
brales secundarios también llamados metástasis cerebrales.

La topografía cerebral
Hamer descubre que cada órgano y región del cuerpo tienen
una representación en el cerebro. Esto no es nuevo y ya se han
hecho varios mapas a lo largo de los siglos. Sin embargo, el trabajo
de Hamer es producto de lo que ningún científico debe dejar de
lado, la observación. Es de allí que él logra plasmar un mapa abso-
lutamente coherente con su teoría en donde el tejido endodérmico
(tubo digestivo) se refleja en el tronco cerebral, el tejido meso-
dérmico antiguo (mamas, dermis) en el cerebelo, el tejido meso-
dérmico moderno (huesos, músculos) en la sustancia blanca que
rodea a los ventrículos y el tejido ectodérmico (piel, conductos) en
la corteza cerebral. Estos mapas surgen de relacionar las distintas
enfermedades con la repercusión cerebral que puede observarse en

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las imágenes que se toman del cerebro (tomografías). Es un trabajo
de muchos años y que nos permite abordar al paciente desde lu-
gares que nos ayudarán a entender lo que le sucede. Al mirar una
tomografía, podemos detenernos en observar si está trabajando
con su hemisferio dominante o si tiene constelaciones inter hemis-
féricas que le impiden hacerlo. Leer una tomografía es un trabajo
muy delicado pero si se tienen algunos datos de orientación, nos
puede ayudar a saber que debemos hacer.

Las imágenes cerebrales


Si los mapas de Hamer son poco aceptados, las imágenes que él
describe son rechazadas de plano. Ellas son descriptas como focos
en actividad o en latencia y focos de cicatrización. Los expertos
en imágenes lo descalifican y las describen como interfases entre
un tejido y otro pero no podemos dejar de decir que muchas de
ellas se encuentran en la zona del cerebro que representa al órgano
enfermo. Hemos visto miles de tomografías y muchas veces sin
el diagnóstico conocido hemos podido observar qué órgano es el
afectado y si el foco está activo o no. Pero debemos confesar que
eso no lo hemos podido repetir en el cien por ciento de los casos.
La posibilidad de la mala técnica no la descartamos. Lo cierto es
que muchas veces la observación de los llamados focos de Hamer
nos ha servido para evaluar el resultado de los tratamientos y esto
no es un dato menor. Creemos que es un registro que no debe
tomarse como el fundamento de la Nueva Medicina pero sí como
un dato más de los tantos que Hamer nos ha dado.

Los tumores cerebrales


Aquí hay bastante confusión ya que muchos pacientes llegan
con lesiones de cerebro avanzadas creyendo que son focos de Ha-
mer cicatrizados y que se curan solos. Digamos primero que Hamer
jamás ha dicho que los tumores primarios de cerebro no existan.
Los gliomas, los tumores de hipófisis y los meningiomas siempre
han existido y muchas veces traen complicaciones. Lo que Hamer

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dice es que la neurona no puede hacer cáncer porque es una célula
que es incapaz de reproducirse y que muchos tumores que apare-
cen en el cerebro son reproducciones de la glía por la reparación
que sucede luego de la fase de conflictolisis. Como teoría esto es
mucho más aceptable que la teoría de las metástasis como célula
de un tejido primario (mama por ejemplo) que entra al cerebro y
se reproduce como célula mamaria allí. No debemos descartar la
posibilidad de que cadenas de información (de ARN) lleguen a
ciertas zonas del cerebro con afinidad con el tejido neoplásico pri-
mario (las zonas que Hamer describe) y allí reproduzcan células
afines al tumor primario. Esta posibilidad une a las dos teorías y
explica por un lado porqué las llamadas metástasis aparecen en
las zonas que Hamer indica como representante del órgano pero
por otro lado da respuesta a la positividad de las reacciones inmu-
nohistoquímicas y de los marcadores tumorales que relacionan el
tejido primario con la llamada metástasis cerebral.
Lo cierto es que sean metástasis, reacciones de fibrosis o in-
formación, las lesiones si son grandes y con importante edema
comprometen la vida del paciente en la mayor parte de los casos.
En la teoría de Hamer el destino de esas lesiones depende de la
no reactivación del conflicto y del volumen del mismo (masa con-
flictual) ya que si se reactiva o la masa es muy grande, el destino
es continuar creciendo y comportarse como un tumor invasivo. Si
en cambio, el conflicto ya se solucionó y la masa o la ubicación de
la lesión no es peligrosa, este foco no va a traer complicaciones y
solo hay que esperar.
Para la teoría de las metástasis, el tumor que aparece en el cere-
bro y no es primario, siempre es destructivo e invasor (ya que son
células de crecimiento rápido) y solo se puede paliar esa situación
por un breve tiempo. Así se usa la quimioterapia, la cirugía y la
radiación con estos fines. Si la célula llegó al cerebro ya puede estar
en cualquier otro lado y el fin es cercano.
Nosotros adherimos a una teoría que concilia ambas posibilida-
des. Los focos de cicatrización existen y es importante no reactivar

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el conflicto con tratamientos invasivos. La posibilidad de que sean
células similares a las originarias transmitidas por información nos
aboca por un lado a no descuidar el conflicto primitivo aún cuando
la lesión en ese órgano ya no sea preocupante. Y es necesario detener
esa información. También proponemos lesiones primarias en cere-
bro por conflictos que desbordan la capacidad de solucionarlos in-
telectualmente. Cuando ello ocurra, aparecerán tumores cerebrales
en la zona que corresponde al conflicto que no se puede solucionar.

El sistema nervioso autónomo


El no descuidar el accionar del sistema nervioso autónomo en el
desarrollo de la enfermedad es una de las etapas más importantes
en el abordaje psicobiológico de un paciente. Recordemos que en
su segunda ley, Hamer expresa que cuando un conflicto biológico
está activo, es la rama simpática del SNA quien domina las fun-
ciones del organismo, es decir que éste se encuentra en estado de
alerta y el cortisol aumenta en la sangre determinando que la cir-
culación se retire de la periferia. Este estado que se conoce como
de simpaticotonía, activa según Hamer, los programas cerebrales
de supervivencia y allí se producen las respuestas celulares en los
órganos que buscan solucionar el conflicto biológico. Este estado
orgánico es acompañado de emociones y percepciones de la reali-
dad que surgen de la amenaza a la supervivencia y que son la ex-
presión del miedo que ésta provoca. La persona no duerme, no se
alimenta y se obsesiona con la idea de la muerte y del sufrimiento.
Debemos entender que la simpaticotonía surge de la percepción
que tiene la persona de que su supervivencia está amenazada. Es
necesario detener la percepción de la amenaza a la supervivencia
con una gran contención del enfermo y permitiendo la descarga
de los excesos de tensión acumulados.

La contención del enfermo


Un paciente enfermo es un hermano que necesita ayuda. Esto
no debe convertirse en una frase atractiva sino en un hecho que

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conmueva las raíces mismas de la atención en salud. Debemos
convertirnos en soportes capaces de encauzar la desarticulación
entre los órganos y la voluntad del paciente. Para ello hay que
partir de dos elementos fundamentales: respetar al otro y desear
lo mejor para su vida. No somos los dueños de la vida de nadie ni
tenemos la verdad absoluta sobre nada. Somos profesionales de la
salud que poseemos algunos instrumentos que pueden ayudar a
algunos y no siempre a todos.
Contener al enfermo es darle seguridad y esperanza. Es ense-
ñarle a resonar con nuestra intención de ayudarlo, es decir, no-
sotros debemos partir de que el encuentro con el paciente tiene
un primer objetivo que es ayudarlo a salir de su sufrimiento. Esa
debe ser siempre la actitud del médico y nunca la debe reemplazar
ni con promesas de curación ni con la indiferencia de los que no
quieren comprometerse con el dolor del otro. La seguridad del pa-
ciente surge de la seguridad del médico (primer pilar de la eficacia
del sistema médico) y si éste no la tiene, no puede esperarse que
la tenga el paciente. Esta seguridad es fruto no solo del saber del
médico sino de la creencia en su saber y ante enfermedades en las
que la medicina fracasa frecuentemente (el cáncer por ejemplo) es
difícil mantener esa creencia. Es por eso que la propuesta médica
siempre debe partir de la humildad y no de la soberbia de creer que
aporta una curación que muchas veces no ocurre. La ayuda siem-
pre puede ocurrir y muchas veces es el primer paso de la curación.
Al entender desde la psicobiología que la enfermedad es una
expresión del organismo en donde se juegan historias de gene-
raciones anteriores y sucesos actuales que se encuentran con esas
historias, está claro que es el propio paciente quien debe aprender
a articular esos encuentros y por ende la acción del médico, de los
medicamentos y de la tecnología médica es exclusivamente una
ayuda y nunca lo determinante de una curación. Pero esa ayuda es
fundamental para que el enfermo encuentre el cauce necesario que
lo haga salir del miedo al fenómeno (el cáncer) y le permita ver el
poder que tiene sobre los determinantes de ese fenómeno.

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A veces es necesario ofrecer mucho tiempo en explicar lo que
ha originado el cáncer. Allí aparece el segundo pilar de la eficacia
de la medicina psicobiológica, que es la creencia del paciente en el
saber del médico. Esta surge de la relación que se construye en las
sucesivas entrevistas y es por eso que cada etapa de las que vimos
anteriormente debe ser elaborada con el cuidado de un artesano
que está construyendo su obra. Cada paciente es una obra para
el médico y de acuerdo a como se construya así serán las impli-
cancias de esa obra. Se debe escuchar con el respeto que su sufri-
miento merece y no se debe apurar ninguna respuesta que pueda
generar dudas o miedos. Cada palabra del médico es un acorde
perfecto y cada entrevista debe ser trascendente para ambos. Para
el paciente debe significar más seguridad y más serenidad. Para
el médico, mayor humildad y comprensión sobre los misteriosos
caminos que la vida ofrece.

La descarga de la tensión
Vimos que el DHS que desencadena la enfermedad genera un
exceso de tensión en el órgano que no puede descargarse. Obser-
vemos un modo de descarga.

La descarga psíquica
La idea de la descarga psíquica es articular sucesos recordados
con pensamientos distintos. El sujeto tiene articulado esos sucesos
con pensamientos que ocurrieron luego del hecho. Esos pensa-
mientos no le han permitido la descarga representacional y de-
ben ser reemplazados por otros pensamientos que aparezcan con
efecto de liberación de tensión. Es decir, que en el momento que
aparecieron, los viejos pensamientos no fueron capaces de otorgar
descarga de tensión. Ahora hay que hacer aparecer pensamientos
con esa capacidad. Esto se logra con intervenciones del terapeuta
en el discurso del paciente. Un varón de cincuenta años con un
cáncer de recto me dijo que él creía que su enfermedad se debía
a que en esa zona se iban juntando todas las cosas que tenía que

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eliminar de afuera hacia adentro. Cunado le dije que había come-
tido un lapsus y acoté que si se trataba de eliminar tenía que ser de
adentro hacia fuera, se molestó y dijo que eso no era un lapsus. Su
molestia se fue acrecentando hasta que le dije con ánimo de apaci-
guamiento: “Bueno, quizás su manera de eliminar sea incorporar”.
Su furia desapareció y acotó luego de un tiempo “Claro, cuando
mi mujer me cagó yo la eliminé así”. Este tipo de articulaciones
entre sucesos que tienen que ver con la enfermedad y nuevos pen-
samientos permiten descargas de tensión como se demostró con la
furia y la rápida salida de ella del paciente.
Hay muchas otras maneras de descargar tensión, como ciertos
movimientos oculares o golpeteos por ejemplo, pero es necesario
entender que la descarga debe ir acompañada de representación
psíquica articulada con el suceso desencadenante de la enferme-
dad. Todo lo que diga el paciente debe ser articulado por el tera-
peuta con la enfermedad del paciente. Veamos los tres modos de
descarga psíquica:

a) El relato del DHS. Se le pide al paciente que relate los su-


cesos que él cree pueden guardar alguna relación con su
enfermedad. Teniendo en cuenta que ya el paciente tiene
operadores tales como el conflicto biológico, el lenguaje del
órgano y el DHS, pueden ocurrir varias cosas. Una de ellas
es que el paciente diga que no se le ocurre nada y eso es más
frecuente de lo que habitualmente se piensa. No hay DHS ni
conflicto. “A mí no me pasó nada Dr.” Se debe respetar esta
posición entre otras razones porque muchas veces es cier-
to. Que el paciente niegue valor de repercusión en su vida
a muchos sucesos que claramente le han pasado, es parte
de su enfermedad y debe ser abordado con prudencia y sin
hacerle desencadenar más sufrimiento del que ya tiene. Lo
que llamamos holofrase es justamente un aglutinado de estí-
mulos que no han podido ser representados al ocurrir y mu-
chas historias que cuentan los pacientes son articulaciones

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posteriores sin descarga. Hay que evitar que esto continúe
porque el repetir esta historia acentuará los síntomas más
que aliviarlos, porque reforzará una articulación sin descar-
ga y al representarlo la tensión aumentará. Es mucho más
frecuente que el paciente relate hechos que claramente están
relacionados en el tiempo con la aparición de la enfermedad.
Separaciones, decepciones, mudanzas, fallecimientos, pérdi-
das, son hechos que han ocurrido poco tiempo antes del
diagnóstico de la enfermedad. Es importante escucharlos y
escribirlos literalmente como los dice el paciente. En su rela-
to y no en el hecho en sí, está la clave de su articulación con
la enfermedad. Hamer nos ha dado elementos valiosísimos
para entender esta articulación, tales como la embriología y
el sentido biológico. Un paciente con cáncer de hígado re-
lataba su pelea con su hija de veinte años que lo acusaba de
hechos que él no había cometido y valoraba esto como la in-
tervención de su ex esposa. Es allí que es necesario recuperar
el lenguaje del órgano y expresarle con firmeza que el hígado
es el órgano que más trabaja con la valoración de lo que le
llega. Allí decide qué es lo que va a depositar como reserva y
qué es lo que va a desprender como energía. Si hay un tumor
es porque esa valoración no se pudo hacer porque justamente
en esa pelea se desbordó la posibilidad de valorar lo que esta-
ba ocurriendo. Luego él asoció el hecho a la separación con
la madre de su hija y la tensión celular no pudo descargarse.
Hay que resignificar la pelea y llevarla al terreno biológico.
El tumor está en la biología y se soluciona en la biología.
b) La solución biológica. Hamer piensa que es la única solu-
ción que existe. Obedece a un programa de supervivencia y
habitualmente se manifiesta en forma espontánea si no se
obstruye su evolución. Un conflicto biológico es aquel que
genera cambios en un órgano y una solución biológica es
aquella que repara los cambios que el conflicto ha provocado
en el órgano. No se trata ni de palabras ni de intenciones.

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Solo de permitir que la naturaleza obre. Podemos decir que
si el conflicto biológico que desencadena la enfermedad es la
insatisfacción de una necesidad biológica (nutrición, repro-
ducción, defensa, autovaluación y comunicación), la solu-
ción biológica es la satisfacción de esa necesidad o el cese de
su insatisfacción. Esto último puede darse por el transcurso
del tiempo o por la aparición de nuevos conflictos biológicos
que desplacen a los anteriores.
Desde la MPB proponemos que la solución biológica pasa
por la asunción de los roles biológicos (territorial y predador)
y por la realización de actos de supervivencia que llamamos
arquetípicos (apaciguamiento, sometimiento, ataque y huí-
da). Los mismos se trabajarán en los capítulos correspon-
dientes.
c) Los ejercicios de resignificación. En este momento del
abordaje se introducen ejercicios que tratan de ligar los su-
cesos vividos a soluciones imaginarias adaptando en parte
las técnicas del trauma desarrolladas por Levine y el ensue-
ño dirigido de Desoille. Se le pide al paciente que se relaje
y luego de introducirlo en técnicas respiratorias se lo dirige
a imaginar que se encuentra en una situación semejante a la
que vivió. Es importante que el paciente no tome concien-
cia de la semejanza de tal situación. Por ejemplo si lo que le
ocurrió es la pérdida de un ser querido se le hace imaginar
que se encuentra manejando en la ruta plácidamente y al
doblar se encuentra con un camión a toda velocidad que lo
chocará de frente. El ejercicio tiene varias partes. La prime-
ra es concentrarse en el órgano enfermo y tratar de sentirlo
o tener alguna percepción imaginaria de él. Describir esa
percepción con palabras propias (apretado, vacío, doliente,
vibración) y a la vez observar alguna otra zona del cuerpo
que guarde relación con el órgano enfermo; por ejemplo, en
el caso de los pulmones, la nariz; en el caso de los ovarios,
las mamas; en el caso del colon, la boca. En estado de relaja-

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ción se describen ambas zonas. Luego se aborda el momento
traumático cuya escena se elige de acuerdo a los elementos
aire, tierra, fuego, metal y madera. Se le pide al paciente que
vivencie lo que siente en las zonas anteriormente percibidas
(el órgano enfermo y la zona relacionada). Ese momento
suele ser de gran angustia pero se le da seguridad en todo
momento que él lo puede solucionar. Luego se le pide que
le dé una solución mágica al momento traumático. Es im-
portante que no sea una solución lógica ya que no tendría
eficacia simbólica. Saldrá volando, un ángel lo rescatará o
se convertirá en humo. Eso lo decide él. Luego de superado
el momento traumático se le pide que vuelva a sentir las
zonas elegidas y las describa. Se lo conduce a relajarse y una
vez concluido el ejercicio se abordan los recuerdos que van
surgiendo.
Este ensueño dirigido intenta articular los sucesos vividos
por el soma con nuevos significados que puedan descargarse
como representantes psíquicos. Es una técnica muy útil en
ciertos momentos del abordaje terapéutico para no convertir
éste en una conversación. Estos ejercicios se van repitiendo
en la medida en que sean necesarios para producir la descar-
ga que buscamos.
Hay muchas otras técnicas de desensibilización y reprogra-
mación como la EMDR que pueden ser de gran utilidad.
Una vez abordada la descarga psíquica de la tensión celular,
debemos abocarnos al rol biológico y a las estrategias de su-
pervivencia.

4) La posición biológica.
Hemos dividido los roles biológicos del enfermo en dos: a)
la posición territorial; b) la posición proveedora. A su vez, las
enfermedades, correlativamente a la posición biológica del
enfermo se dividen en a) territoriales (localizadas, sin metás-
tasis) y b) predadoras (sistémicas, con metástasis).

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Esta división nos permite utilizar estrategias diferenciales
para cada persona y cada enfermedad. Recordemos que la
posición territorial es la de aquel que busca reconocimien-
to, identidad, ubicación en su lugar de vida. La del pro-
veedor es la de aquel que necesita tener para dar porque
su posición existencial es individualista y no necesita el re-
conocimiento de los demás. Esto ya lo hemos visto y por
supuesto que todos tenemos ambos rasgos pero los que son
determinantes son aquellos que empleamos ante los obstá-
culos y las crisis.
Una de las formas de esclarecer este núcleo existencial es
pedirle al paciente que relate espontáneamente un cuento
que recuerde de su niñez, un sueño que haya tenido y una
película que lo haya impresionado. Con estos elementos ac-
cedemos rápidamente a su posición biológica.
Una paciente de 30 años con cáncer de ovario relató el si-
guiente cuento: “un pajarito de plumas tornazoladas hacía
las delicias de un hombrecito al que le cantaba en su altillo.
Pero pronto el ruido de la ciudad fue creciendo y el pájaro
ya no se escuchaba. El hombrecito construyó una cerca para
que el ruido no llegara pero no sirvió y el pájaro fue silen-
ciándose hasta que no cantó más. El hombrecito pintó un
cartel en donde pedía a los hombres que dejaran de hacer
ruido y esto sí surtió efecto porque alguien lo vio y así con-
venció a los demás que dejaran cantar al pájaro.” Por todos
lados, en el cuento, surge la búsqueda de ayuda y de recono-
cimiento. Veamos el cuento de un proveedor. “Cuando era
chico tenía un sueño que era repetitivo. No recuerdo cuantas
veces lo soñé. Tenía que cruzar desde un edificio hacia otro,
desde una altura considerable, hacia otro edificio distante
varios metros del primero a través de un cable, caminando
por él, haciendo equilibrio y esto me generaba mucha angus-
tia”. En el sueño él está solo. No le importa irse de su lugar.
Lo que importa es lograr, tener.

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En la psicobiografía ya trazamos un perfil caracterológico
del individuo que completamos con los relatos citados. Entre
ambos trazamos el rol biológico.
Además de saber que posición biológica tiene el enfermo es
importante observar qué posición desarrolla en su enferme-
dad. Si tiene un cáncer con lesiones en varios órganos, su
comportamiento es predador aún cuando siempre se com-
portó como territorial. Si tiene una enfermedad localizada
con una conducta biológica proveedora (esto es mucho más
difícil que ocurra) se lo debe tratar como territorial.
El abordaje según la posición biológica nos permite utilizar
estrategias de apaciguamiento o sometimiento en caso de si-
tuaciones territoriales y estrategias de ataque o huída en caso
de situaciones predadoras. Recordemos que las estrategias
de apaciguamiento incluyen la inmovilidad, la lateralidad
y el agachamiento. Las metáforas somatopsíquicas de ellas
son el reposo (fundamental por ejemplo en una osteólisis), la
no confrontación con la fuente de conflictos y la humildad
ante la situación que está viviendo. Las estrategias de some-
timiento son las de aseo, alimentación y las sexuales. Las
metáforas somatopsíquicas de ellas son los actos de servicio,
los ayunos y la abdicación. Todas estas estrategias implican
dar un claro mensaje a los programas de supervivencia que el
conflicto ha cesado y no se busca reactivarlo. Cuando la en-
fermedad es localizada y asienta claramente en una persona-
lidad territorial es importante acceder a estas estrategias que
actúan como códigos de inactivación de los programas cere-
brales de enfermedad. Un paciente con gastritis debe dejar
de comer ciertas cosas y eso es ya un mensaje claro de apaci-
guamiento a las células que denuncian el ataque territorial.
Pero es indispensable que no se confronte en luchas laborales
o familiares y que aprenda cierto ejercicio de la humildad.
En muchos casos hasta es necesaria la plena abdicación de su
rol y el sometimiento a una figura de autoridad.

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Cuando la enfermedad es predadora, como en el cáncer con
secundarismos o las enfermedades sistémicas como el sida y
el lupus, la estrategia de supervivencia debe ser de ataque o
huída ya que no hay posibilidades de apaciguamiento ante
un predador. La enfermedad, en este caso, actúa como un
predador sobre un cuerpo que es presa. La estrategia de ata-
que puede estar simbolizada por la producción de un nuevo
suceso sorpresivo, dramático y vivido en soledad (DHS) que
amenace la función del órgano enfermo y por confrontación
le haga recuperar el sentido de supervivencia que el órgano
ha perdido. También por otros modos que ya abordaremos.
La huída desde el punto de vista de la MPB es la construc-
ción de un lugar seguro.
Debemos dejar claro que la posición biológica es algo que
ninguna medicina considera y que creemos un aporte fun-
damental para realizar una terapéutica basada en criterios
lógicos y no cegados por sistemas que no tienen en cuenta las
individualidades de las personas. Una quimioterapia puede
matar en pocos días a una persona territorial ya que significa
un claro mensaje de ataque a alguien que necesita conciliar
todo en su vida.
La recuperación del rol biológico y la realización de los actos
arquetípicos son la base para la desarticulación del conflicto
biológico. Son un complemento imprescindible al acto con-
creto que propone Hamer (separación, maternidad, nuevo
trabajo, regresos, etc.) o al acto de decodificación que pro-
ponen otros (repetición en el oído de la verdad, articulación
con los conflictos de la primera edad, comprensión de la re-
petición de una historia familiar). Sin la recuperación del rol
biológico y la realización del acto arquetípico, no se puede
sostener la curación psicobiológica.

A los cuatro apartados siguientes ya los hemos abordado, así


que solo los nombraremos.

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5) El mandato familiar.
6) Los conflictos programantes.
7) La etapa desencadenante.
8) Los mandatos sociales.

9) Los instrumentos médicos.


La expresión de los órganos que llamamos enfermedad, no
desaparece al otro día de asumir el rol biológico, realizar el acto
arquetípico, articular el conflicto programante con el mandato fa-
miliar o separarse del marido que hace infeliz a la mujer que tiene
un cáncer de mama. Todos estos abordajes terapéuticos producen
verdaderos cambios en la persona pero los órganos tienen sus tiem-
pos. Muchas veces, la respuesta del órgano a estos abordajes es de
semejante magnitud, que los síntomas se agravan o aparecen otros
que más que un beneficio puede ser una complicación para la vida
del paciente. Es necesario un conocimiento y una experiencia real
en el campo de la salud, para abordar al paciente desde la psico-
biología.
La mayor parte de los pacientes que acuden a nosotros lo hacen
como su última estación. Han realizado cirugías, quimioterapias,
radioterapias y todo tipo de medicinas alternativas sin ningún éxi-
to. Están con tan poca energía vital, que ya se han alejado de
la idea de la curación y buscan en nosotros algo que les permita
alejarse de una medicina demasiado cruel. Pero también hay una
parte de pacientes que acuden con la intención de no exponerse a
tratamientos agresivos y desgastantes. Desconocen en su mayoría
lo que hacemos y llegan con ciertas ideas mágicas de que si en-
cuentran la solución al conflicto que generó su enfermedad se cu-
rarán sin tener que operarse o tomar medicamentos. Las llamamos
ideas mágicas no porque no ocurra la curación sino porque parten
de supuestos equivocados.
Uno de los supuestos más comunes es la linealidad.
Conflicto→Enfermedad.
Solución concreta o decodificación→Curación.

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Si pudiéramos reemplazar la línea por una sinuosidad atravesa-
da de vectores, nos aproximaríamos a lo que ocurre. Y esto ocurre
así por la existencia de factores que todos los investigadores hemos
descubierto. Los han llamado rieles secundarios, memoria del clan
o mandatos generacionales. También paradigmas vigentes, falta
de consenso colectivo, emergentes del sistema, mandatos incon-
cientes. La lista es interminable. Pero todos ellos actúan para que
esa linealidad solo sea excepcional. Mientras tanto, los órganos,
ya sea a través de pequeños grupos celulares que hemos llamado
pedazos o por interconexiones entre los distintos programas de
supervivencia, pareciera que jugaran en contra del proceso de la
curación.
Somos un abordaje recién nacido pero se nos pide que logremos
lo que abordajes centenarios no solo no logran sino que alejan a la
humanidad cada vez más de un concepto coherente de salud.
Estamos expuestos a todas las críticas. Desde ser farsantes a con-
vertirnos en un peligro para la humanidad. A cambio de esta ex-
posición, los médicos que realizan intervenciones mutiladoras que
convierten al ser humano en un animal de laboratorio son consi-
derados “sabios”. La utilización de fármacos que nadie en su sano
juicio tomaría, es reivindicada como la excelencia de la investigación
moderna. La posición sádica de algunos médicos y otros profesio-
nales de la salud en aventurar semanas de vida para alguien frente a
familiares que los aman, es juzgada como una actitud madura y ne-
cesaria. El manejo fraudulento de algunas estadísticas es silenciado
por las asociaciones médicas que se ocupan de la ética profesional.
Sin embargo, abordar al paciente como un ser vivo, con necesida-
des que han sido cuestionadas, con una historia que debe ser con-
siderada, no genera ninguna atracción para el sistema médico. No
planteamos dejar de usar todo y reemplazarlo por hierbas e imposi-
ciones de manos. No somos terroristas por elección. Solo queremos
ser escuchados y sumar a lo que ya se hace. Pero que también se nos
permita la crítica de lo que se hace. Venimos a ofrecer una visión
distinta de la enfermedad. Sabemos que debemos convivir con si-

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tuaciones que rechazamos abiertamente pero pretendemos que esas
situaciones puedan cambiar a partir de lo que ofrecemos.
Es por esto que trabajamos con la medicina convencional y no
contra ella. Asimilando que así como muchas de las cosas que de-
cimos y hacemos son criticadas, podemos cambiarlas si sumamos
esfuerzos. Es seguro que hay muchos errores en nuestra teoría y en
nuestra práctica. Pero también hay errores en la práctica de la me-
dicina convencional. Sus métodos no resisten la prueba científica
en absoluto. La mayor parte de los medicamentos que se dejan de
usar no lo hacen por la aparición de sustitutos mejores sino por su
falta de eficacia. Y sin embargo son aprobados y publicitados. Si
comparamos esto con la práctica de la acupuntura que lleva miles
de años y se sigue haciendo con éxito, deberíamos reflexionar so-
bre ello.
En este sentido, curar pasa también por aliviar, acompañar,
permitir elecciones saludables, educar.
Es por eso, que decidimos trabajar “junto a” y no “contra a”.
Creemos que si seguimos ejerciendo el sano derecho de la crítica y
el coraje de educar, los cambios se irán produciendo a pesar aún de
los mismos instrumentos médicos que hoy se utilizan.
Cada profesional debe tener el derecho de aplicar sobre el pa-
ciente que lo eligió, lo que él cree mejor para su vida. Que existan
instituciones oficiales o privadas, que ignoren o descalifiquen esos
instrumentos, no debe ser obstáculo para que el profesional, con
los límites adecuados, investigue fuera de lo que proponen esas
instituciones.
Hipócrates creó el tercer elemento de la relación médico pa-
ciente, permitiendo que ese elemento sea un objeto de estudio.
Ese objeto que es la enfermedad, desalojó al sujeto de la relación
entre él y el médico. La medicina moderna ha creado un cuarto
elemento, que si bien siempre existió, nunca tuvo el rango actual.
A ese cuarto elemento lo podemos llamar el instrumento médico.
Llámese medicamento, biopsia, resonancia, test de HIV o tomo-
grafía de cráneo. El más poderoso de todo es seguramente el ins-

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trumento químico. Parece ser la salvación de la humanidad. Solo
a través de él, lograremos la curación.
Sin embargo, hay instrumentos más poderosos que los medica-
mentos. A ellos los llamamos los miedos, las creencias y las formas
tóxicas de relacionarnos. Quizás ese sea el futuro de la medicina.
Mientras tanto, debemos seguir sosteniendo la probabilidad de la
cura a pesar de todo.

Conclusiones
Como estamos viendo, el abordaje de un paciente desde la
MPB, necesita de varios operadores. No se trata de descubrir un
conflicto o suceso desencadenante y decirle lo que debe hacer para
curarse. Hay que escuchar al paciente, leer sus órganos, su cuerpo
y sus grupos celulares enfermos. A partir de allí, desarmar la his-
toria familiar y proponer acciones claras que aseguren la supervi-
vencia sin fabular sobre grandes cambios existenciales cuando su
vida está en peligro.
Abordar un paciente es trabajar sus bordes que están hechos
de carne pero también de ideas, sentimientos y recuerdos. Solo
desde esos bordes se podrá acceder a un trabajo terapéutico con
coherencia y que no nos haga olvidar que los médicos somos ayu-
dantes de los pacientes, no jueces de sus actos ni de verdugos de
sus emociones.

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Capítulo XXII

Estrategias terapéuticas
I) Las tres normas de la MPB
Teniendo en cuenta los operadores fundamentales, estas tres
normas siempre nos van a ayudar para encontrar la solución
a la enfermedad y el permiso para que se produzca la repara-
ción natural del organismo. Ellas son:
1) La norma del equilibrio. Se expresa con el siguiente
enunciado: cuando se recibe algo bueno se debe devol-
ver algo bueno pero un poco más; cuando se recibe algo
malo, se debe devolver algo malo pero un poco menos.
Surge de los textos de Bert Hellinger.
2) La norma de la regresión. La hemos llamado también
“ley biológica”. Es la siguiente: toda célula es una fuente
de tensión que si no se descarga en su objeto regresa a su
fuente y se descarga allí. Surge de los textos de Sigmund
Freud.
3) La norma de la sombra. La hemos llamado también “ley
existencial”: toda persona esta obligada a buscar lo que
desea ser y condenada a vivir lo que rechaza ser. Surge de
los textos de Carl Jung.

Veamos como estas normas nos pueden ayudar a construir


frases curativas. Tomemos un ejemplo de una paciente femenina
de 38 años con diagnóstico de linfoma de Hodking localizado.
Busquemos un abordaje inicial. Trabajaremos los siguientes seis
instrumentos:

1) La función que la enfermedad impide que se cumpla. Los


ganglios forman parte del sistema defensivo. Son agrupa-
ciones de linfocitos rodeados de tejido de sostén. Su origen

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embrionario es el mesodermo moderno cuya función es el
sostén. La función de los ganglios es según la teoría oficial
defendernos de los agentes extraños. Según Hamer, ellos son
tejido de sostén y se van a ver afectados cuando ocurran su-
cesos de autodevaluación. Podemos decir que el órgano no
logra una adecuada defensa o una adecuada autovaluación.
Teniendo en cuenta las normas de la MPB, algo recibió esa
persona que percibió como malo para su defensa o para su
valoración y no lo pudo equilibrar devolviendo algo menos
malo. La tensión celular no pudo descargarse y regresó a los
ganglios. Asimismo, eso que recibió y no pudo descargar
siempre lo rechazó y ahora lo está viviendo.
2) El sentido simbólico de la enfermedad. Al estar sujetados
al lenguaje, los seres humanos expresamos no solo un senti-
do biológico sino también simbólico, en donde lo que hace
el órgano está relacionado a las reglas del lenguaje. Aquí le
pedimos a la paciente que describa lo que para ella signifi-
can los ganglios en su imaginario. Que los dibuje e inclusive
muchas veces, proponemos un diálogo con ellos. Las metá-
foras que describió fueron: hinchazones, filtros, redondeles,
taponamientos y malignidad. Al dibujarlos, los hizo como
puntos negros redondeados sin conexión con nada. Al pedir-
le que les dijera algo, expresó que dejaran de hincharse y le
permitieran respirar mejor. Con su descripción, los dibujos
y el diálogo, la paciente habla de su cansancio de sostener
y filtrar (estar hinchada), de la ausencia de contención que
siente (los dibujos sin conexión) y de su posición ingenua
(ella le pide a los ganglios, como si ellos no fueran parte de
ella). Aquí se destaca el incumplimiento de la norma de la
regresión. La célula no puede descargar su tensión, porque
tanto el filtro como el sostén están desbordados.
3) El incumplimiento del mandato social. El mandato social
que debe cumplirse en los tejidos del mesodermo moderno
es “debes ser fiel a tu historia”. En la construcción de un acto

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terapéutico juega un rol muy importante la historia familiar,
la de los ancestros. En ella, vamos a encontrar sucesos que
tienen que ver con muertes, traiciones, injusticias, que pe-
san al momento de ser fieles a esas historias. Aquí, a partir
de una dramatización llamada constelación familiar, surgió
que su abuelo paterno se había suicidado luego de haber sido
traicionado por un amigo. Lo que se filtró del conocimiento
de esa historia es que el abuelo era un hombre de honor y
había sacado dinero de una empresa para la que trabajaba
para prestárselo a un amigo que lo necesitaba. Cuando éste
desaparece con el dinero, el abuelo se siente traicionado y sin
salida y decide matarse. En la dramatización, el personaje
del abuelo, le dice al personaje que representa a la paciente
que está orgulloso de ella. Es aquí que las normas de la MPB
sirven de iluminación. Cumplir el mandato social era: debes
pagar la traición con tu vida, o lo que es lo mismo “cuando
recibes algo malo (la traición), debes devolver algo mucho
más malo (la muerte propia)”. El mandato generacional es
“debes ser fiel a tu historia”. Si ella era fiel a su historia, debía
morir cuando la traicionaran. Debemos buscar en los suce-
sos desencadenantes si existió alguna traición. Si la hubiera
y la paciente se negó a morir por esa traición, el linfoma no
sería otra cosa que la denuncia celular por no haber cumpli-
do el mandato social de ser fiel a esa historia, que en el caso
de nuestra paciente era la obligatoriedad de la propia muerte
ante la traición. Con la enfermedad “maligna” se denuncia la
imposibilidad de cumplir con el mandato. Es necesario en-
tender que aquí se ponen en actividad claramente las leyes de
la regresión y de la sombra ya que la paciente, siempre vivió
ignorando la norma del equilibrio. Ella ante lo malo siempre
devolvió el bien. Al estar siempre en desequilibrio, algo pasó
para que un grupo de células (las que van a producir el lin-
foma) comience a denunciar que el mandato de la hoja em-
brionaria (debes ser fiel a tu historia) no ha sido cumplido. Y

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aquí se debe buscar en los sucesos desencadenantes y en los
conflictos primarios.
4) El lenguaje celular de denuncia. El lenguaje específico de
las células arquetípicas del mesodermo moderno es el poten-
cial ilimitado para dividirse, es decir, la posibilidad de seguir
reproduciéndose eternamente. Lo que se intenta continuar
es una historia y esta historia en particular contraría una
de las normas del equilibrio (devolver algo menos malo si
se recibe algo malo). En las enfermedades arquetípicas nos
vamos a encontrar siempre con este fatal desencuentro: es
imposible cumplir un mandato si no se está cumpliendo la
ley del equilibrio. Desde el desequilibrio, intentar cumplir el
mandato es siempre fatal. Desde el equilibrio, la fidelidad a
la propia historia encontrará una salida. Se podrá aceptar y
respetar la decisión del abuelo pero no seguirla.
5) Los hechos desencadenantes de la enfermedad. No siem-
pre esos hechos son brutales; muchas veces pueden ser no
concientes. Fechas, lugares, excesos. En el caso de nuestra
paciente había sucedido un hecho concreto. Su pareja la ha-
bía engañado y abandonado y ante ello, no tuvo ninguna re-
acción y cayó en el silencio. Ante la traición no se mató. Pero
además, instauró un nuevo desequilibrio ya que ante el mal
recibido, no devolvió nada. Y es este nuevo desequilibrio, el
que hace estallar la denuncia; como dijo la misma paciente,
la traición se paga con la muerte…de ella. Recordemos que
para que un suceso sea desencadenante de una enfermedad
arquetípica, debe siempre ocurrir en un momento o en una
posición en que un mandato social de ese órgano, no puede
cumplirse. Por alguna razón, es imposible su cumplimiento.
Sin esta asociación, jamás habrá enfermedad arquetípica.
6) Los conflictos primarios: son todos aquellos sucesos du-
rante la vida de la persona en donde fracasa en su intento de
responder al mandato familiar. En este caso, ese mandato,
habla de ser la garante de la vida de los otros. La respuesta

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ante ese mandato, en el linfoma, es ser siempre el garante.
Funcionar como la causa de la felicidad y el bienestar del
otro. Nuestra paciente, sentía que fallaba en esa respuesta
y cada vez que lo sentía, generaba un conflicto primario, es
decir, la base que hará posible que un suceso desencadenante
origine el linfoma. La célula acumula tensión en exceso; se
siente exigida ante el mandato. No instaura el equilibrio de-
volviendo algo menos malo sino que pretende, con su garan-
tía, devolver algo bueno. Se condena a vivir lo que siempre
ha rechazado: dejar de ser la que sostiene. Con el linfoma,
son los ganglios los que pasan a sostener.

La conciencia
Lo primero que debemos plantear es el cumplimiento de las
tres normas de la MPB. En base al trabajo anterior, se proponen
actos concretos, cotidianos y continuos de respetar esas leyes.

1) Norma del equilibrio: la paciente siempre devolvía bien por


mal o caía en la inercia. No permitía que fluyera la vida.
Había una historia familiar (devolver con la propia muerte
la traición) que hacía muy difícil cumplir con el mandato
social (debes ser fiel a tu historia). Cumplirlo implicaba la
muerte ante cualquier situación en la que ella recibiera algo
malo. El dolor que sintió ante la traición de su pareja, exce-
dió la tensión que podía soportar. Debía restablecerse la ley
del equilibrio y ante lo malo que recibía debía aprender a
devolver algo menos malo. Cuando le pregunté qué de malo
podía hacer ante la conducta de su pareja, ella respondió
“por lo menos, denunciarla”. Eso era lo que las células “ma-
las” estaban haciendo.
2) Norma de la regresión: la función de los ganglios y de
sus células es sostener la agresión. Los linfocitos elaboran
elementos defensivos ante ataques reales o imaginarios y el
tejido conjuntivo les permite sostenerse en esa valuación de

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lo que sucede. El objetivo de estas células es la autovalua-
ción que realizan de la situación del territorio que les toca
defender. Hamer dice que cuando se produce la percep-
ción de que no es posible defenderse (autodevaluación) las
células del ganglio se agujerean como un gruyere. Lo que
desaparece es el sostén, la capacidad de soportar. El creci-
miento del tejido de sostén y de los linfocitos se producirá,
según Hamer, cuando el paciente recupere su capacidad de
autorevaluarse. Según nuestra visión, no es esa capacidad
la que recupera el paciente cuando hace un linfoma sino
una compulsión a repetir y a copiar. Eso que repite y copia
es el mandato social y lo hace a través de una conducta de
denuncia que es el potencial ilimitado para dividirse. Hay
denuncia de incumplimiento del mandato: “no está siendo
fiel a la historia que se le ha concedido”. Eso se traduce en
todos los tejidos de sostén como: “copien cada célula con fi-
delidad y repitan esa copia eternamente”. Lo que nos permi-
te la “norma de la regresión” es expresar que es imposible la
supervivencia cuando existe un mandato que no se cumple.
Si la paciente hubiese cumplido ese mandato (debes pagar
la traición con la muerte) hubiese muerto tempranamente
(esto explicaría muchas muertes de niños que reciben las
imposibilidades de sus padres). Se negó a hacerlo pero alteró
con ello, la norma del equilibrio. Sostuvo esa posición hasta
que ocurrió un hecho que hizo que la tensión de las células
del ganglio fuera tan grande que solo pudiera descargar-
lo con un mecanismo evolutivo de regresión, el potencial
ilimitado para dividirse. Lo que se debe trabajar aquí es la
percepción de la valoración de lo que sucede. Aprender a
sostenerse. Lo que hacía la paciente era aguantar, soportar,
cargar. Similar al asno de la fábula, sucumbía ante un peso
que nunca pudo arrojar pero que ya no podía llevar. No
podemos dejar pasar que el diagnóstico era linfoma respira-
torio, es decir, que lo que se ponía en juego en la percepción

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del sostén y la autovaluación era la capacidad de tener un
espacio propio y permitir un intercambio y ninguna de las
dos funciones estaban logradas.
3) Norma de la sombra: lo que logramos ver desde esta norma
es la compulsión a repetir lo que se rechaza. En las enfer-
medades arquetípicas siempre se rechaza el mandato social
porque se percibe que es imposible cumplirlo. En el caso
de nuestra paciente, la historia del abuelo (que la paciente
había tomado sobre sí) hacía imposible repetir esa historia.
Y eso que rechazaba, era lo que se expresaba con una pre-
sencia permanente de células que se repetían y se copiaban.
En la norma de la sombra, lo que vemos es la imposición del
mandato social por haberlo rechazado. Es muy importante
entender que las historias de las personas son construccio-
nes en las que participan no solo la presencia y la historia
de otras personas sino tiempos colectivos, sincronizaciones e
influencias que la medicina no logra percibir como hechos.
Lo que pretendemos desde la MPB es darle cierta compren-
sión a esa construcción. Pero antes de llegar al rechazo del
mandato, iremos viendo todo lo que rechaza sin tomar con-
ciencia de ello. Todo el trabajo anterior nos irá mostrando lo
que no puede aceptar. Aquello que le produce miedo, que la
desborda y ya no se puede manejar ni intentando equilibrar
ni descargándose. En la atención flotante de lo que dice y no
dice el paciente tenemos que escuchar sus miedos. Pero si no
lo logramos, el lenguaje de la célula y del órgano nos lo dice.
Por un lado, el potencial ilimitado para dividirse nos habla
de no poder lograr una identificación con una función. Por
otro lado, el aumento de tamaño de los ganglios nos acerca
a una forma extraña de sostener los órganos. Ambas con-
ductas son extremas y parecen no humanas. Caricaturescas.
Absurdas. Estamos en el territorio de lo imposible, ese terri-
torio al que se accede solo cuando lo que se rechaza se hace
demasiado presente.

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Al encuentro de la metonimia
Es desde estos elementos que vamos a construir esa frase/ acto
que intenta trasladar el significado de la denuncia desde los pe-
dazos hacia el cuerpo. Sabemos que existe un grupo de células, a
las que hemos llamado pedazos, en donde existen órdenes inter
generacionales que llamamos mandatos. En el caso de los ganglios
esa orden es “debes ser fiel a tu historia”. Las células de nuestra
paciente están denunciando que esa frase, ese mandato no se está
cumpliendo. Un grupo de ellas, como respuesta a este incumpli-
miento, ha dado la orden de copiar fielmente una conducta capaz
de llevar a cabo esa denuncia. Esa conducta es la capacidad de
dividirse ilimitadamente, es decir, de repetirse, de copiarse, como
denuncia del incumplimiento de la fidelidad a la historia. Debe-
mos convertir esa frase de los pedazos en una figura retórica, en
otra frase que cumpla el mandato social sin poner en peligro la
vida del paciente. Aquí debemos entender que las historias fami-
liares muchas veces hacen imposible el cumplimiento de un man-
dato que es universal. El Ideal de supervivencia ha creado esos
mandatos para la especie humana, no para nuestra paciente y si la
historia de ella posee algo que impida la supervivencia propia si se
cumple el mandato, eso no es un motivo para que no se active la
denuncia del incumplimiento. Lo único que importa es la especie,
no nuestra paciente.
Lo que sucede es que las células no tienen otra información
que no sea la que han recibido de los individuos que portaron sus
genes o sus membranas. No hay historia universal sino personal.
Pero los mandatos son universales. Allí empiezan los problemas.
Si una persona tiene en su familia una larga historia de suicidios,
cumplir la fidelidad a la historia lo llevará al suicidio. No hacerlo,
lleva a la denuncia de los grupos celulares, que llamamos cáncer u
otra enfermedad arquetípica. Es la bolsa o la vida. Es un callejón
sin salida. Tan incluidos estamos en nuestra propia historia aun-
que vivamos creyendo que nuestra vida solo existe por nosotros
mismos.

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Es por eso que los médicos debemos aprender a ser poetas. A
convertir una frase que destruye en una frase que construye. Las
células tienen una información y ella es fatal: “debes ser fiel a tu
historia”, es decir, “la traición se paga con la muerte”. La norma
del equilibrio nos ayuda a construir la metonimia, la frase cu-
rativa: “Soy fiel al honor de mi abuelo y pago la traición con la
denuncia pero sigo viviendo”. La norma de la sombra también me
ayuda: “dejo de rechazar las leyes del equilibrio y me confronto
con él para ser quien soy; dejo de rechazar el todo que soy y acepto
que formo parte del todo”. Por último, la norma de la regresión
también nos ayuda: “No debo repetir la historia y cargar con ella.
Debo ser fiel a ella y evaluar lo que puedo sostener, haciéndome
responsable de mi vida, no de la de mis ancestros”.
Una vez que se han construido estas nuevas frases, se las intenta
convertir en actos.

1) Soy fiel al honor de mi abuelo y pago la traición con la


denuncia pero sigo viviendo. Aquí hay dos elementos a
trabajar: el honor y la traición. Lo que une ambos es el pago
sobre ellos. El honor se ejerce, la traición se denuncia. El
ejercicio del honor es la vida. La denuncia de la traición sigue
siendo la vida, nunca la muerte. La verdadera denuncia de
la traición es el ejercicio de la vida cumpliendo la norma del
equilibrio. Como acto, lo menos malo que ella puede hacer
es cortar definitivamente esa relación y comenzar otra. Eso
es lo que salva su honor.
2) Acepto que formo parte del todo. Aquí lo que debemos lo-
grar es la aceptación de estar implicados en una historia que
no nos pertenece pero en la que estamos incluidos. En esa his-
toria, vivo en su cornisa y debo aprender a oscilar entre lo mío
y lo de ellos (los anteriores). Aquí es importante trabajar con
el ritual de convocar a los ancestros y pedirles que nos miren
con amor. Como acto, debo dejar de sostener a los otros como
cargas y aprender a sostenerlos como acompañantes.

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3) Puedo ser fiel a mi historia pero siempre evaluando mi
responsabilidad y dejando de cargar con lo que no me
pertenece. El trabajo de la constelación familiar es relevante
pero debe completarse con un acto de cierre de esa carga. Un
ejemplo sería realizar un acto de egoísmo, a conciencia y sin
que me perturbe.

Es claro, que cada acto terapéutico debe construirse singular-


mente. No hay recetas sino guías. Lo que nos importa es detener
la denuncia de los grupos celulares, construyendo frases/ actos que
respondan a las que están construyendo esos grupos.

II) El cumplimiento simbólico de los mandatos sociales.


Aquí veremos como se puede realizar un acto arquetípico cum-
pliendo simbólicamente con el mandato generacional. Al hacerlo,
suspendemos la denuncia del incumplimiento, por lo que la célula
deja de expresar con su conducta dicha denuncia.
En el cumplimiento simbólico del mandato se trabaja con el
arquetipo de confrontación

Endodermo: (aparato digestivo)


Mandato: aceptar la jerarquía de los anteriores.
Necesidad: obtener, digerir y eliminar la presa.
Arquetipos: Niño mágico (toma de conciencia).

Lo hacemos con un acto de aceptación de lo recibido dirigi-


do por el niño mágico. Aquel que hace posible lo imposible es el
mago y la indicación del acto tendrá que ver con el mandato no
cumplido. Los órganos enfermos guardan relación con la obten-
ción, digestión o eliminación de las presas.
El mayor acto mágico es la toma de conciencia. Se trata de
tomar conciencia de la interrelación que tenemos con nuestros
anteriores y posteriores, así como con aquellos que consideramos
nuestros referentes.

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Lo que está en juego aquí es la aceptación. Puede ser que el pa-
ciente no acepte algo o que no acepten algo del paciente. Y eso que
no se acepta se vive como una presa, como un bocado, es decir,
como algo indispensable para la supervivencia. En las lesiones del
endodermo (pulmón, intestino y páncreas por ejemplo), hay una
vivencia de no ser aceptado o de no aceptar. Es muy frecuente en
las relaciones entre padres e hijos que éstos critiquen a sus padres o
que los padres vean en sus hijos obstáculos para su supervivencia.
O la vivencia de tener un superior al que no se puede asimilar. Un
hombre o una mujer pueden tener esta vivencia con su pareja.
El trabajo con estas vivencias lo hace el niño mágico, que ve lo
que los otros no ven, permitiendo salir de la dialéctica en la que el
paciente está entrampado y relacionarse con aquello del otro, que
hasta ahora no ha visto. Es el niño mágico el que ve en los otros lo
que ni siquiera ellos ven, dándole al paciente una conciencia que le
permite aceptar sin rechazo alguno, la relación con el otro.
En el caso del páncreas, por ejemplo, hay una vivencia de que
uno es acusado de llevarse la mejor parte. O por el contrario, uno
ve que el otro importante, se quiere llevar la mejor parte (el bo-
cado). El niño mágico permite la conciencia de juego. Esa es su
característica destacada. La desdramatización y la búsqueda de la
mutua supervivencia a partir del juego. Llegar a comprender la
interdependencia con inteligencia y con alegría. Al tratarse de la
presa, la vivencia es “ella o la muerte” y el juego permite superar
esa vivencia. Ya no hay acusación de quien se quiere llevar la mejor
presa, sino búsqueda verdadera del bienestar común.
El acto arquetípico a través del niño mágico es jugar con
el concepto biológico de la incorporación, asimilación o eli-
minación y la amenaza a la supervivencia por obstáculos en
esas tres funciones. Debemos entender que lo que llamamos en-
fermedad es un hecho biológico y si pretendemos suspender una
denuncia biológica, lo debemos hacer con conceptos biológicos. El
niño mágico debe trabajar con los conceptos biológicos de presa y
de asimilación.

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En el caso del pulmón el bocado es el aire y éste por ser in-
dispensable en forma inmediata (si no se respira, se muere), se
relaciona a vivencias de no ser aceptado o no aceptar lo que es
imprescindible ya, no lo que va a ser imprescindible. Aquí veremos
relaciones familiares en donde la ausencia de un padre o madre
dejó esa marca. El niño mágico permite posponer esa inmediatez,
no sentir que la vida se termina ante la no aceptación, el fracaso,
la muerte. Los sucesos desencadenantes son sucesos en donde el
miedo a morir está en juego. El acto arquetípico a través del niño
mágico es poner en marcha un reloj que se ha detenido como la
respiración. Volver a instalar el ritmo, conectando sucesos en don-
de el tiempo se detuvo pero no se instaló la inmediatez como res-
puesta imprescindible. Dejar de confundir la terminación de algo
con el fracaso y la muerte. Al realizar esa asociación y trabajarla
concientemente, el cerebro reconoce otras formas de reaccionar
frente a lo inmediato.
En el caso del intestino, el concepto biológico ya no es el de
cazar la presa sino el de hacer todo lo necesario para aprovecharla
pero sin quedarse con la materialidad de ella en el organismo. Es
el esfuerzo de la digestión y la eliminación en donde los obstáculos
se refieren a la posibilidad de tener que quedarse con lo que ya no
sirve de la presa. La suciedad, lo que intoxica. El niño mágico ilu-
mina lo innecesario de esa intoxicación. El acto arquetípico traba-
ja el recuerdo que resiente al organismo permitiendo la liberación
a través de la conciencia de lo inútil de ese obstáculo. Allí lo vere-
mos al niño mágico descargando la ira convertida en escritos, en
dibujos o en movimientos corporales. El organismo fue capaz de
cazar la presa pero no es capaz de liberarse de lo que ya no sirve de
ella. El acto arquetípico es siempre una representación simbólica
de esa liberación.
Lo que importa en la realización simbólica del mandato de
aceptación es recuperar la certeza de que nada puede detener el
proceso de la vida. Incorporar, asimilar, eliminar. Somos parte
de ese proceso y la enfermedad es el relato de un obstáculo a ese

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proceso. El niño mágico permite la reparación a través del juego,
es decir, de una descarga de la tensión sin objeto determinado. Es
fundamental en el cumplimiento simbólico del mandato endodér-
mico, jugar. Actividades tales como la del perro que se persigue la
cola, son imprescindibles. Olvidarnos de la utilidad de lo que se
hace. Aceptar que uno juega por jugar. Es por eso que los actos
arquetípicos no se explican. Yo puedo pedirle a un paciente que
toque un tambor todo el día o que se suba a una pelota gigante y
de vueltas durante una hora.

Mesodermo antiguo: (dermis, mamas, peritoneo)


Mandato: defender lo que se recibió.
Necesidad: protección del cuerpo y la cría.
Arquetipo: guía (indica secretos que solo él conoce)

Actos de cumplimiento simbólico del mandato social. El


arquetipo del guía es el encargado de cumplirlo. El guía es el que
marca el camino pero no acompaña. El indica los actos que resta-
blecen el mandato que no se ha cumplido. Los órganos enfermos
guardan relación con la protección y con la defensa del propio
cuerpo y la cría. Se elabora un acto en donde se guía a una defensa
expresiva del propio cuerpo o la cría.
Lo que está en juego aquí es la protección de lo que se considera
propio. El paciente puede protegerse a sí mismo o a otro impor-
tante. En el caso de las mamas, a las crías. Pero también en el caso
de las otras corazas, a alguien o algo que está en peligro.
Cuando observamos lesiones de la pleura, lo que se está prote-
giendo es el órgano más territorial del cuerpo, los pulmones. Allí
hay amenaza al órgano, no al concepto de territorio. El organismo
defiende de una posible agresión directa al pulmón, ya sea externa
(cirugía, punciones) o interna (presencia de tumores o infeccio-
nes). Lo mismo pasa con el pericardio, el peritoneo y las meninges.
Son corazas que hacen endurecimientos para proteger a los órga-
nos que cubren, no a los conceptos biológicos que estos órganos

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representan. El concepto biológico es en sí mismo la protección.
El mandato no cumplido es la ejecución de esa protección. Esto
ocurre cuando la persona se siente víctima de una agresión que
no sabe como evitar. El guía es quien marca la dirección a tomar.
Quienes sufren estas lesiones son los que más necesitan de los sig-
nos que les indiquen hacia donde dirigirse y qué hacer.
Uno de los tejidos que responde al mesodermo moderno y al
mandato de defensa, es la dermis. La vivencia es la humillación
y el no tener instrumentos para enfrentarla. El acto arquetípico
debe ser categórico. Ya no pasa por la toma de conciencia del niño
mágico sino por la obediencia a los signos del guía. Estos deben
construir una defensa sin contradicciones. Es aquí donde se obser-
va la capacidad discursiva de los mandatos, no siendo actos sino
frases. El guía genera nuevas frases con las que el paciente desarma
la agresión o la humillación.
Así como en el endodermo, las palabras claves son concien-
cia y juego, aquí, en el mesodermo antiguo, las palabras claves
son armonía y obediencia.
Un acto arquetípico puede ser una frase. En un melanoma,
podrá ser: “Nada te puede humillar que no sea tu propio juicio”.
El guía cuando dice esa frase la dirá como la realización simbólica
del mandato. “La desprotección no nace en la fuerza del otro sino
en la debilidad de uno”. El guía señala la verdad y obliga con su
palabra, a la obediencia de esa verdad. Lo que provoca la frase-
acción del guía es una armonía inmediata y un alejamiento del
sufrimiento. En las lesiones de mama, el guía propone la armonía
a través del sin sentido de la desprotección. La cría está a salvo. No
hay nada que temer. La frase será: “Está en manos de quien la sabe
proteger. ¡Suéltala!”.
Armonía y obediencia serán la realización simbólica del man-
dato de protección.

Mesodermo moderno (huesos, músculos, ganglios)


Mandato: ser fiel a lo recibido.

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Necesidad: Autoafirmación.
Arquetipo: pionero (llega adonde nadie ha llegado antes)

Acto de cumplimiento simbólico del mandato. Quien dirige


este acto es el arquetipo del pionero. Este es el que se anima a ir
adonde nadie ha ido nunca. El mandato guarda relación con la
fidelidad y se trata de cumplirla. Un acto de fidelidad relacionada
con el órgano enfermo. Los tejidos afectados son los encargados
del sostén.
A diferencia del niño mágico, el pionero no es quien ve lo que
los otros no ven, sino quien va donde los otros no van. Esto marca
en la calidad del acto arquetípico una necesidad ya no de concien-
cia sino de acción. El pionero hace, aún sin saber lo que hace.
En las leucemias y en los linfomas es donde más vamos a ob-
servar la dificultad en ser fiel a la historia recibida. Hay algo de
esa historia que en la construcción del sujeto no puede realizarse.
Suicidios, asesinatos, traiciones, abortos, mentiras, son algunos de
esos hechos que actúan como fichas de oclusión evitando que el
mandato de fidelidad a lo recibido se pueda cumplir.
Las palabras claves en la realización del mandato del meso-
dermo moderno son: cooperatividad y acción. El pionero nece-
sita de ambas. Las historias ancestrales que nos habitan son recha-
zadas ante los sucesos desencadenantes. En un sarcoma las células
denuncian el incumplimiento de la fidelidad a un secreto familiar.
Ese secreto puede ser mentirle al ser amado. El suceso o la etapa
desencadenante podrán ser un hecho o serie de hechos en donde
la persona se ve imposibilitada de mentirle al otro que ama. Ha
tenido una vivencia, por ejemplo de odio hacia el otro y no puede
sostener seguir amándolo. El pionero para curarlo, le permitirá lo
que nadie se ha atrevido a permitirle. Que odie al que ama. Y lo
hará desde la acción y fundamentalmente la coopera- acción. Se
le da el permiso para que exprese el odio y se de cuenta que nada
se desmorona.

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Ectodermo: (epitelios, piel, núcleos grises)
Mandato: ejercer la autoridad.
Necesidad: contacto y ubicación en el territorio.
Arquetipo: rescatador (el que tiene autoridad)

Actos de cumplimiento simbólico del mandato. Son actos


de autoridad dirigidos por el arquetipo del rescatador. Estamos
trabajando con los tejidos de contacto y demarcación territorial.
Dada su naturaleza simbólica se usan las metáforas del órgano
lesionado para construir actos que cumplan el mandato activado.
Con estos elementos y desde la posición del rescatador (autoridad
sin cuestionamientos) se propone un acto simbólico de autoridad.
Tener autoridad es tener lo que el otro necesita. También es per-
mitirle al otro seguir.
El rescatador o sanador realiza su trabajo desde dos lugares. El
primero, el develamiento de la verdad sobre lo que ha sucedido. El
segundo, la expiación absoluta. Al igual que Jesús con la adúltera,
el sanador propone que se diga toda la verdad y no solo la parte
que conviene al que más poder tiene. Jesús lo hace con un desafío
dirigido al grupo de de hombres que quiere lapidar a la adúltera.
“El que esté libre de culpa, que arroje la primera piedra”. De esa
manera, la verdad sale a la luz. El que la arroje tendrá que ser lim-
pio como el cristal. ¿Hay alguien así? Si no lo hay, es que algo de
la verdad no se está poniendo en descubierto. Nosotros, los huma-
nos, cuando hablamos de la verdad, solo hablamos de la falta de
verdad, o si se quiere, de la lucha contra la mentira. La verdad es
una ausencia y entre todos la tapamos.
El primer paso del sanador es construir una verdad sobre lo que
ha sucedido. En ese momento, el niño mágico y el sanador son
uno solo. Ambos construyen conciencia que aparta la mentira. Y
la enfermedad es parte de esa mentira. Uno no se enferma por un
hecho biológico sino por una vivencia. Y esa vivencia es una rela-
ción mentirosa con la necesidad. Las vivencias de separación y de
amenaza territorial (identidad y posesión) son construcciones en

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base a mentiras. Casilda Rodrigánez dice que la realidad es trans-
parente. Luego se construye una relación con esa realidad que no
es otra cosa que una mentira. La verdad es todo lo que aún no se
ha podido construir sobre la realidad transparente.
El sanador despeja la mentira y al igual que Jesús, busca desa-
fíos para desencadenar la ilusión que nos lleva a la enfermedad.
El segundo paso es la expiación. Jesús, una vez que los supues-
tos jueces arrojaron sus piedras y se fueron, solo hace una pregunta
a la adúltera. “¿Y a ti quien te condena?”. Al no haber respuesta,
solo agrega: “Yo no”.

Las palabras clave son aquí la expiación y el amor


El sanador no participa ni permite que el paciente participe de
la mentira. Allí está la autoridad, el tener lo que el otro necesita.
No caer en la ilusión de que el otro tiene lo que yo necesito y si lo
pierdo, me muero.
Los epitelios que rodean a los conductos generan las enferme-
dades arquetípicas más comunes. El cáncer epitelial (ductal de
mama, recto, vejiga). El infarto de miocardio. Los accidentes ce-
rebrovasculares. En ellos, se cae en la ilusión de la vivencia men-
tirosa. El amor, el trabajo, la familia, las instituciones. Se pierde
la autoridad y se cae en el autoritarismo con el otro o consigo
mismo. Se pierde el amor y se cae en el aprovechamiento. El sana-
dor le permite recuperar la verdadera autoridad con actos o frases
simbólicas que hacen caer el telón de la mentira y proponen a la
supervivencia como la base de nuestra naturaleza.
En un cáncer ductal de mama, las frases que cumplan el man-
dato simbólico serán “tu esposo no se fue; vos no lo querías al lado
tuyo”. “Tu hijo sigue estando dentro tuyo, aún cuando se haya ido
lejos”. En una lesión de recto, las frases serán “No te han ensucia-
do; solamente te han dicho su verdad”. En una esclerosis múltiple,
“puedes ir adonde quieras; solo hay que saber para qué”.

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III) Los cuatro modos de supervivencia.
En la MPB, el aporte del rol biológico nos permite trabajar des-
de la búsqueda de la supervivencia en situaciones críticas.
Ya sabemos que los animales cuando su supervivencia está
amenazada, emiten señales o se comportan frente a la amenaza
de tal modo de evitar su muerte. Estas señales y conductas son
las que hemos aprendido a descubrir cuando un ser humano está
enfermo. Aprender a desarrollarlas es uno de los objetivos tera-
péuticos.
Sabemos que en las enfermedades territoriales (aquellas que es-
tán localizadas y no se diseminan) las señales y las conductas para
evitar que ellas sigan agrediendo, son las de apaciguamiento y las
de sometimiento. En las enfermedades predadoras (aquellas que
van a otros territorios y se diseminan), la única manera de salvar
la vida es atacar o huir.

1) El apaciguamiento: es la primera actitud que toma el ani-


mal vencido cuando quiere sobrevivir. Es una señal de no luchar
más contra el animal vencedor. Un acto de apaciguamiento está
dirigido al grupo celular o pedazo que denuncia el incumplimien-
to de un mandato. Por lo tanto debemos conocer cual mandato no
ha sido cumplido. Es importante entender que todos los órganos
tienen varios orígenes embrionarios, pero en la lesión que presen-
tan, habitualmente uno o dos de sus tejidos son los afectados. No
es lo mismo una lesión en la mucosa del estómago que en su capa
muscular. Muchas veces esa distinción no puede hacerse sin la
ayuda de un examen de laboratorio o con imágenes.
La relación entre el o los mandatos no cumplidos y la función
del órgano nos dan la vía para desarrollar el acto de supervivencia
que apaciguará la denuncia. Veamos un ejemplo:
Pulmón: las funciones a tener en cuenta son: captar el aire,
intercambio con el otro, retener el aire (miedo), expulsarlo con
violencia (agresión). Los mandatos que los afectan son: aceptar
la jerarquía de los anteriores y ejercer la autoridad (en la fibrosis

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pulmonar, se agregará ser el garante de la felicidad de los otros).
Los actos de apaciguamiento serán: la inmovilidad (estar quietos,
no viajar, no movilizarse interiormente, solo recibir las palabras y
las historia de los otros), la lateralidad (no confrontar, observar sin
criticar y dejar que el otro diga y haga lo que quiera) y el agacha-
miento (tener una actitud de humildad frente a los otros, sobre
todo a los anteriores, es decir nuestros padres). En todos ellos, se
tendrá en cuenta no confrontar con los mandatos y tratar de cum-
plirlos. En la fibrosis pulmonar, poder ser útil desde la humildad.
En el tumor de pulmón, confiar en que los otros no lo agreden y
soltar el miedo a que pase algo malo en su vida.
2) El sometimiento. Aquí se plantean estrategias más profun-
das en donde ya debe haber un claro mensaje de someterse a lo
que la denuncia propone. Los tres instrumentos son el aseo (son
conductas de sacrificio por el otro), la alimentación (se refiere no
solo a lo que se come sino a lo que se incorpora) y la sexualidad
(conductas de abdicar la dominación).
Los actos de aseo ya no son actos de humildad, sino de sacri-
ficio. Uno le da al otro lo que nunca dio. Se somete a su estado y
hace lo que hasta ese momento, nunca había hecho. No se trata
de hacer donaciones, sino de un servicio profundo para limpiar la
suciedad de los demás. Los actos de aseo son interiores. Se trata
de llegar al corazón de la persona en su amor más profundo por
el otro.
En los de alimentación, se trabajará con el ayuno pero también
con el sometimiento a las ideas de los otros. Se “come” lo que el
otro le da. Uno saca de sí mismo lo que ya comió y se lo da al
otro. Es un acto simbólico de vaciarse de todo lo previo y sobrevi-
vir desde el otro. En una estrategia de alimentación, uno deja de
“analizar” el bolo alimenticio y lo cede. Ya no critica sino que se
muestra y se entrega. Es un esfuerzo muy importante para dejar
de actuar con egoísmo y dar hasta lo que ya se había hecho propio.
En los actos de sexualidad ya no alcanza con no confrontar
sino que habrá que abdicar de roles que se vienen jugando en la

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relación con el otro. Las relaciones pseudo incestuosas y pseudo
homosexuales son mensajes de sometimiento en la medida que
cumplan el rol pseudo (el animal vencedor no copula al animal
vencido sino que hace los movimientos de la pseudocópula). Re-
laciones con personas de edades de padres o hijos son ejemplo del
pseudoincesto. Relaciones de profunda amistad con personas del
mismo sexo son el otro ejemplo. Lo importante de entender en los
actos de sexualidad es que son actos (como todos los otros) transi-
torios para salir de la amenaza a la vida.
En todos ellos, se indicarán actos en relación a la función del
órgano enfermo.

3) El ataque. Si un terapeuta de la MPB propone el ataque de


las células arquetípicas es porque ha llegado a la conclusión que és-
tas son predadoras y no puede conciliarse un pacto de no agresión
con ellas. También puede hacerlo si define claramente la perso-
nalidad del paciente como proveedor sin tonalidades territoriales.
En los actos arquetípicos de ataque se tienen en cuenta las mis-
mas características que en los actos de apaciguamiento: el tipo de
mandato y las características del órgano u órganos lesionados.
Atacar para sobrevivir presupone la muerte propia o la del otro.
Es una actitud extrema y es la actitud habitual de la medicina
académica. Pero lo más importante de atacar es hacerlo desde un
lugar que no sea el de presa ya que la misma necesariamente debe
ser inferior en fuerza al predador. Atacar siendo presa es una ac-
titud heroica pero con escasos resultados. Para atacar se necesita
ser superior en algo. Si el otro es más fuerte que yo pero él está
desarmado y yo dispongo de un revólver cargado, puedo tener po-
sibilidades ciertas de ganar. Lo importante es saber qué se quiere
lograr y tener en cuenta los mandatos cuestionados y el lenguaje
del cuerpo.
Atacar la denuncia del grupo celular es reprimirlo. Desde el
punto de vista médico, se ataca al grupo celular con los instru-
mentos que cada escuela médica posee. Desde el punto de vista

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de la MPB el ataque es confrontarse con los argumentos de las
células. No pueden atacarse los mandatos sino la denuncia del
incumplimiento de los mandatos. Tomamos cuatro característi-
cas del comportamiento celular de una enfermedad arquetípica:
1) pérdida de la inhibición por contacto; 2) alteración de la per-
meabilidad; 3) potencial ilimitado para dividirse; 4) incapacidad
de alcanzar la maduración. Cada una de estas características posee
un objetivo que es la denuncia de un comportamiento. Habitual-
mente las conductas arquetípicas en el abordaje son trabajadas así:

a) Endodermo: falta de maduración o especificidad.


b) Mesodermo antiguo: ausencia de freno (pérdida de la inhi-
bición al contacto)
c) Mesodermo moderno: potencial ilimitado para dividirse.
d) Ectodermo: no dar más nada. (impermeabilidad de la
membrana)

En una lesión de la mama (mesodérmica antigua) la función


de la célula que se destaca es la pérdida de la inhibición por con-
tacto. Las células normales cuando se tocan habitualmente dejan
de crecer. Eso se llama inhibición por contacto. En un nódulo
de mama, sus células pierden esa capacidad y no se frenan. Lo
que debemos atacar es esa ausencia de freno. Recordemos que en
este órgano la evaluación biológica es ser coraza de las crías. La
persona vivencia una exigencia sobre ésta función. O vivencia que
no puede proteger o que la cría está desprotegida. La célula va a
denunciar con ese comportamiento (la falta de freno) lo que está
viviendo en forma permanente. La estrategia de ataque sobre esta
conducta es restablecer el freno. Se priva a la célula de argumentos
para continuar con su denuncia, haciendo tomar conciencia de lo
absurdo de esa conducta.

En una lesión predadora de mesodermo moderno, como puede


ser el linfoma, lo que se ataca es el potencial ilimitado para divi-

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dirse. Es la capacidad de seguir reproduciéndose indefinidamen-
te, que la célula ha generado como respuesta a filtrar demasiadas
cosas y seguir sosteniendo otras que ya no puede. A partir de allí,
se vuelve una célula omnipotente. La estrategia es atacar esa om-
nipotencia. Se busca el talón de Aquiles y se lo desploma. Se la
obliga a dejar de filtrar y sostener.

4) La huída.
Esta es una conducta muy típica de las presas y que se desarrolla
cuando llegamos a la conclusión en una enfermedad predadora
que el ataque es imposible. Aquí, como en toda la naturaleza, no
se deben considerar valoraciones éticas sino solo de supervivencia.
No es malo huir ni es mejor atacar. Solo se busca sobrevivir.
Para huir se necesitan varios elementos. Primero la toma de con-
ciencia (acto mágico por excelencia) de que solo huyendo sobre-
viviremos. Es percibir la realidad en forma directa. Es la posición
que Hamer ha llamado “visión en catalejo” de la presa huyendo
hacia el monte y anulando la visión lateral para solo concentrarse
en su objetivo de escapar (causa de glaucoma según él). Percibir en
forma directa el problema es conocerlo. Para huir se debe conocer
de qué huimos y hacia donde huimos. Como siempre, debemos
conocer la función del órgano afectado, el mandato cuestionado
y la conducta celular arquetípica. Pero además debemos construir
un territorio seguro ya que sin él, no hay posibilidad de huida.
Veamos un tumor de intestino de origen endodérmico. La
conducta arquetípica celular es la falta de maduración. La célula
no logra ser adulta. Es joven y como todo joven se excede en sus
funciones. La función del órgano es la digestión y eliminación de
lo que se ha incorporado. Al tratarse de estas funciones, la célula
denuncia que la asimilación debe hacerse con voracidad, sin tiem-
pos. O que la eliminación debe ocurrir sin análisis de lo que se
debe o no retener, como un bebé que al comer defeca.
Huir de la falta de maduración es no verla (la visión en catalejo)
y alejarse de esa conducta. Huir de los problemas de asimilación es

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alejarse de ellos y no verlos. Huir es siempre no ver y alejarse. Pero
siempre hacia un territorio seguro. A veces, el ser humano no so-
porta la vida. Y debe aprender a tomar distancia de las denuncias
que la vida le realiza. Dejar un trabajo. Una relación. Un espacio.
Todas conductas de huida sin crítica ni expectativas. Solo irse.
Sin razonamientos ni objetivos. Solo sobrevivir. Pero es indispen-
sable la creación de un lugar seguro donde no haya denuncia ni
posibilidad de expresión de esa denuncia. Si el tumor de intestino
denuncia la falta de madurez, ese lugar seguro permite la falta de
madurez. Si la función del intestino denuncia imposibilidad de
tragar o eliminar las decepciones que se incorporaron, ese lugar
seguro permite que se trague y se elimine lo incorporado. Quizás
ese lugar pueda ser imaginario pero conviene que sea real y que
la persona pueda huir de esa denuncia que se ha activado y que
amenaza su vida.
En una lesión ectodérmica, por ejemplo un cáncer de vejiga,
la función del órgano guarda relación con marcar el territorio.
La conducta celular es la impermeabilidad de la membrana. Esto
significa que la capa que rodea a la célula no permite que entre ni
salga nada de ella. Se ha llegado a una vivencia en donde ni dar y
recibir ya no es posible. Habrá que huir de esa vivencia.
Huir es alejarse de todas estas denuncias y no estar en contacto
con ellas. No tener necesidad de marcar el territorio. Permitirse
no relacionarse con el otro. El lugar seguro será aquel que le per-
mita sobrevivir sin tener que lidiar con esas exigencias. El colec-
tivo social debe aceptar la construcción de estos lugares seguros,
que no son precisamente los hospitales. Debemos aprender a curar
nuestras heridas dándonos permiso de huir de la denuncia, de la
afrenta de sentir que nuestro organismo no acepta nuestro modo
de vida y nos confronta a obedecer mandatos que ni siquiera co-
nocemos ni comprendemos.
Aprender a huir es aprender a sobrevivir.

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IV) Convertir la EA en una enfermedad común.
Lo que vamos a intentar lograr es suspender la denuncia del
grupo celular generando un hecho que provoque una mayor ame-
naza que la que propone el grupo celular denunciante. Para lograr
esto debemos generar un conflicto biológico. Producir una ame-
naza a la supervivencia de tal magnitud, que se active el programa
cerebral de supervivencia y éste desplace por su efecto generaliza-
do, la denuncia del grupo celular que genera la EA. Es como si en
medio de una huelga de un sindicato se produce la invasión del
país por una fuerza extranjera. La huelga queda de lado ya que se
activan mecanismos que ponen en peligro todo el país y no solo
la fracción sindical en huelga. El pedazo se integra en el cuerpo.
Esto suele lograrse espontáneamente en varias situaciones. Tu-
mores invasivos que dejan de serlo, enfermedades autoinmunes
agresivas que se vuelven inofensivas, infecciones que se autolimi-
tan.
Estamos hablando de producir un DHS, un hecho sorpresivo,
dramático y no verbalizable que sea capaz de producir una ame-
naza que desplace la denuncia del grupo celular. Pero estamos ha-
blando de hacerlo en una persona que ha despertado una reacción
celular que no busca la supervivencia sino la denuncia de un exce-
so de tensión que no puede descargar. Producir un DHS en per-
sonas que no tienen EA es cosa de todos los días. Nuestra crianza
es una sucesión de DHS y allí aparecen las fiebres, las eruptivas y
todas las descargas con sentido de supervivencia. Pero hacerlo en
una persona que porta una EA, puede no provocar la respuesta
que buscamos sino el aumento de la descarga arquetípica.
Los programas cerebrales están registrados antes de la aparición
del lenguaje, por lo tanto ni son exclusivamente humanos ni tie-
nen en cuenta los múltiples sentidos que el lenguaje ha aportado
a los órganos.
En cambio, en las enfermedades arquetípicas, los pedazos son
grupos celulares que se registraron a partir del Ideal de supervi-
vencia que propuso una arquetípica humanidad. Allí el lenguaje

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y su multitud de sentidos (el cuerpo) ya existían. Los mandatos
tienen que ver con ese lenguaje y no los podemos asimilar a los
programas cerebrales de Hamer. Son órdenes que se han instalado
desde una mítica humanidad arquetípica. El mito del contrato
pre natal forma parte de esa humanidad. Todos hemos venido
con una misión a realizar y la enfermedad nos confronta con esa
misión.

En búsqueda de un DHS
Al DHS lo hemos definido como la irrupción de un conglo-
merado de significantes. Esto quiere decir que ocurren en la vida
del sujeto, hechos sorpresivos y que él no puede “absorber”. Estos
hechos los llamamos significantes porque tienen poder de generar
un sentido. Pero es justamente este poder el que no logra realizar
el sujeto porque estos hechos irrumpen de tal manera (sorpresi-
va, dramática, vivida en soledad) que no permiten darle significa-
do. Por eso decimos que es un conglomerado de significantes. Es
como un rayo que hiere pero con una herida que no logra ubicarse
en algún lugar.
Hemos dicho antes que la percepción de la realidad no es una
percepción directa sino que está mediatizada por las reglas del len-
guaje. A través de los mecanismos de la percepción de la realidad,
no tomamos contacto con el otro sino con nuestros condiciona-
mientos previos. Cuando se produce un hecho con las caracterís-
ticas del DHS, todas las formas de condicionamiento se focalizan
en lo biológico. El hecho es vivido como una amenaza a la super-
vivencia y la percepción anula cualquier sentido que pueda tener
el hecho que no pase por ser vivido como una amenaza a la vida.
La percepción habitual de la vida se hace a través de las reglas
del lenguaje y se produce un monto de energía que se “deposi-
ta” en lo que hemos llamado cuerpo a través de representaciones
psíquicas (pensamientos, asociaciones, activación de la memoria,
sentimientos). A esta “parte” la llamamos el polo psíquico de la
pulsión.

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El monto de energía que se genera fuera de las reglas del lengua-
je y que surge de la relación que establecen los órganos por sí mis-
mos (piel, estómago, corazón) con los sucesos que son percibidos,
se “deposita” en los órganos mismos a través de estimulaciones de
su función biológica (aumento del movimiento, inflamación). A
esta parte la llamamos polo somático de la pulsión.
Creemos que lo que ocurre en un DHS es que el polo psíquico
no se produce y todo el monto de energía se deposita en el polo
somático, lo que genera una gran carga de tensión a nivel del ór-
gano que aumenta su nivel de estimulación a límites que solo van
a disminuir cuando las células se descarguen biológicamente (in-
flamación, necrosis, espasmos).
El órgano activa una respuesta exclusivamente somática, sin
descarga psíquica. Esto es, a nuestro parecer, la aparición de una
enfermedad común. Son cargas de tensión celular de tal magnitud
que no logran representarse psíquicamente. La provocan, según
Hamer, hechos sorpresivos, dramáticos y no verbalizables. Pero lo
que importan no son los hechos sino las cargas de tensión celular
que provocan. Hamer llama a eso el colorido del conflicto. La for-
ma en que es percibido. Pero esa forma de percepción no es casual.
Depende de los significantes previos de los órganos, es decir de la
historia ancestral y personal que poseen esos órganos.
La fórmula sería la siguiente: si la descarga celular es propor-
cional al grado de tensión, al anularse una de las descargas, la otra
debe soportar la tensión en su totalidad. La descarga somática se
hace a través de un aumento de sus funciones normales (inflama-
ción, necrosis, cicatrización, etc.). La descarga psíquica se hace a
través de representaciones (significantes) que se articulan con las
ya existentes.

Ds (descarga somática)/ Dp (descarga psíquica) = equilibrio del


cuerpo
Ds / Dp= E

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DHS = Ds sin Dp.

Ds sin Dp = Ec (enfermedad común).

Siguiendo este argumento, si queremos provocar una enfer-


medad común, tenemos que anular la descarga psíquica de un
hecho. Si el órgano es el pulmón, tenemos que aumentar su ten-
sión celular con un hecho capaz de hacer esto pero sin permitirle
representar el hecho. El ejemplo clásico sería tomar de los cabellos
al paciente y sumergirlo en agua no permitiéndole salir y hacerlo
sorpresivamente. Luego soltarlo cuando el ahogamiento es inmi-
nente y dejarlo sin explicaciones. Por supuesto que esto no es lo
que se debe hacer. Si la función del órgano pulmón es captar la
presa del aire pero a la vez, relacionarse con los otros componentes
del territorio, esos dos elementos deben estar presentes si queremos
aumentar la tensión celular del pulmón. La privación del aire y la
amenaza del territorio serán dos componentes para generar una
enfermedad común que desplace a la EA. Pero esto debe ser pro-
vocado por un conglomerado de significantes (hechos sorpresivos)
que no den lugar a la posibilidad de ser representados o significa-
dos. Y esos hechos deben guardar relación con el aire como presa
y el territorio como posesión. Un ejemplo de esto es el rito chamá-
nico de la carpa del sudor en donde un grupo de personas se queda
varias horas en una pequeña carpa repitiendo oraciones sanadoras.
La falta de aire, el encontrarse en un territorio que no es propio
y el repetir frases permanentemente aumenta la tensión celular
del órgano pulmón sin permitir la descarga psíquica a través de
pensamientos o conversaciones. Esto no significa en absoluto que
realizar la ceremonia de la carpa del sudor va a curar un cáncer de
pulmón. Lo doy como ejemplo de lo que los pueblos han ido bus-
cando. Cada terapeuta deberá construir el DHS que genere una
EC y una respuesta curativa que en el caso del cáncer de pulmón
podría ser una infección pulmonar o una crisis severa de broncoes-
pasmo. Quien indique eso debe ser siempre un médico ya que las

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enfermedades comunes también pueden ser severas y se debe estar
capacitado para tratarlas debidamente.
Desde el punto de vista médico quien hace esto, es la homeopa-
tía. Usando un simillimum, se genera una enfermedad artificial,
que provoca una respuesta de supervivencia en el organismo, que
anula la respuesta celular anterior. El problema de la homeopatía
es la indudable dificultad de encontrar un simillimum. Además
no se han hecho las suficientes correspondencias entre los medica-
mentos y los conflictos biológicos que pueden tratar.
Con respecto a la medicina convencional, el uso de la quimiote-
rapia suele ser un DHS franco. Lo que sucede es que su repetición
programada y preparada solo logra anular el efecto de superviven-
cia que podría lograrse si se conocieran estos principios. Además
se transforma en un grave tóxico que termina anulando cualquier
posibilidad de sobrevivir.
Desde la MPB, trabajamos con los arquetipos de conducta pro-
duciendo confrontaciones que generan conflictos biológicos de
supervivencia.

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Capítulo XXIII

Esquemas de enfermedades
En un próximo libro, propondremos el desarrollo de la mayor
parte de las enfermedades. En este último capítulo, exponemos
algunos esquemas de las enfermedades de cada hoja embriona-
ria.

Enfermedades endodérmicas:
Hígado. Nódulos.
Sentido biológico: producir más células que realicen la fun-
ción que se exige al hígado. Depósito de reserva de alimentos.
Neutralizar las sustancias tóxicas de la sangre. Síntesis de pro-
teínas y factores de coagulación. Producción de bilis. Es una
exigencia de una o más de estas funciones por razones de super-
vivencia.

Conflicto biológico: Hamer habla de conflicto de carencia.


Dadas las funciones del hígado, agregamos conflicto de intoxica-
ción (odio, rencor, tristeza), conflicto con casas (la casa tomada),
conflicto de sangre (perder la vida, desangrarse). Escasez de ali-
mento vital (falta de afecto, de dinero, de éxito). Habitualmente
acompaña a otras lesiones, sobre todo de intestino (me han hecho
algo sucio y tengo que producir mucha bilis para eliminarlo) y de
mama (sentirse agredida e intoxicada).

Mandato familiar: siempre llegarás a destiempo. Cuando


quieras obtener algo, será demasiado tarde.

Reacción al mandato: arremeto antes de que sea demasiado


tarde. Siempre estaré impaciente.

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Mandato generacional: los anteriores siempre tienen más de-
recho que los posteriores. Los anteriores también son los maestros,
los referentes.

Conflictos primarios: todos los sucesos en los que no pueda


arremeter. En que perdí la oportunidad. Me quedé sin nada.

Sucesos desencadenantes: en ese contexto, se agrega un cues-


tionamiento de un hijo o hacia un padre. Uno se siente desangra-
do. El cuestionamiento puede ser a valores ancestrales.

Discurso del hígado: no tengo más reservas + no tengo quien


me contenga. Me exijo superando cualquier límite.

Rol biológico: en general proveedor. La necesidad de tener éxi-


to o fuerza material es lo que permite la consistencia de su ser.

Arquetipos en juego: niño herido. Rabia. Omnipotencia.

Destino: aprender a trabajar con el concepto de tiempo. Espe-


rar que el otro llegue sin exigirlo. Aprender a convivir con lo que
tiene y no con lo que le falta. Aceptar los derechos de los anteriores
(padres) y no soportar la opresión de los posteriores (hijos). Apren-
der a no ser el primero.

Actos terapéuticos: encontrar un lugar seguro donde no deba


defenderse de las exigencias de la materialidad. Aprender el arte
de la paciencia. Si la consistencia de su ser está demasiado ame-
nazada, arremeter con todo y a todos. El niño mágico le permite
ver lo que debe hacer para curarse. Dejar de exigir las funciones
del hígado. Recibir ayuda y contención. Aprender los límites a la
autoexigencia y a la exigencia hacia los otros. Curar el rencor.

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Lo que debemos pensar es que el hígado hace nódulos por tres
motivos:
1) su función biológica está exigida.
2) la reacción al mandato familiar no se puede cumplir.
3) el mandato social o generacional es ignorado.
El sentido biológico del nódulo es exigirse en su función. Esto
lo hace porque esa función no se está realizando debidamente. Si
sabemos que la función es la reserva, la desintoxicación y la produc-
ción de elementos fundamentales para la vida (proteínas), tenemos
que darnos cuenta que hay que sacar el pie del acelerador en cuanto
a las exigencias sobre esas funciones. De esa manera, el nódulo deja
de crecer. Si no necesitamos reserva (aceptamos que lo que tengo es
lo que necesito), si no tenemos sentimientos tóxicos (broncas, de-
cepciones) y si no nos exigimos producir constantemente (trabajar
más, pensar más) estamos sacando el pie del acelerador.
El mandato familiar en el hígado habla de “siempre llegarás
tarde”. Algo así como “nunca vas a lograr lo que quieres”. Uno es
recibido con ese mandato. Uno reacciona frente a ese mandato.
Cuando hay nódulos en el hígado, la reacción es “apenas pueda,
arremeteré para llegar a tiempo”. Una forma de vivir que permita
lograr lo que uno quiere. Pero con la dificultad que ese arremeter
implica. Impaciencia. Incomprensión del otro. Todos los momen-
tos en los que sintió que no pudo arremeter y lograr lo que quería
fueron construyendo la historia del nódulo. Ahora hay que aceptar
que desde lo tardío, igual puede lograr objetivos. No es necesario
ser el primero. Esa es la forma de decirle al nódulo: “no tienes ne-
cesidad de crecer. Yo lo hago por ti”.
El mandato social tiene que ver con el origen embrionario del
nódulo del hígado. Si no recibe el alimento no lo puede depositar.
Primero lo anterior. Luego lo posterior. No poder cumplir con el
derecho del anterior puede significar que uno siente que un hijo
(un posterior) no nos da ese derecho. Sentir que está amarrado y
no puede realizar su privilegio de ser anterior. El nódulo lo hace
por uno.

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Todo esto genera lo que llamamos un “discurso del cáncer”.
Una frase que siempre está en el pensamiento. Ese discurso se
construye con la negación del sentido biológico del hígado y la
negación del mandato generacional. Esa frase podría ser: “ni guar-
do, ni depuro, ni produzco + mi hijo no me da derechos sobre su
vida”.
Esa frase el cerebro la lee miles de veces por día y así construye
el nódulo en el hígado. Lo hace porque esa frase exige al hígado
más allá de su posibilidad.
Hay que cambiar la frase.
Esta nueva frase sería: “No es necesario que guarde, porque lo
que tengo me basta. Mis sentimientos son de profunda aceptación
de los límites de los otros. He dado bastante. Alguna vez, daré
mas”. También: “Mi derecho de madre es curar con mi amor a mi
hijo”.
Frases que contestan frases. Allí está el misterio del lenguaje.

Lesiones de colon
Sentido biológico: ayudar a expulsar aquello que cuesta eli-
minar. En colon descendente se trata de los hijos. En ascendente,
de los padres. El cerebro lee que ese órgano no puede con tantos
deshechos. La presencia de pólipos y tumores es una denuncia de
acumulación de deshechos.

Conflicto biológico: vivencias de ser ensuciado y no querer en-


suciar. Traiciones. Decepciones con imposibilidad de denunciarlas
ya que se trata de personas de las que no se espera eso.

Mandato familiar: nunca serás el primero. No podrás disfru-


tar de nada.

Reacción al mandato: sufrir esa orden pero arremeter para


llegar a tiempo.

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Mandato generacional: los que estuvieron antes tienen más
derecho que los que vinieron después.

Conflictos primarios: todos los sucesos en los que se viven-


ció el mandato familiar sin poder arremeter a tiempo. Emprendi-
mientos en los que se decepcionó. Actitudes que no esperaba de
los hijos. En todas ellas, no pudo actuar. Solo vivenciar que nada
podía disfrutar.

Sucesos desencadenantes: en esa historia, un momento en que


se hace claro que él como anterior no tiene el derecho que creía.
Un hijo al que ve como aliado de su esposa, de quien se separa.
Una madre a la que ve como devoradora.

Discurso del cáncer: no debes expresar tu dolor + los posterio-


res no reconocen tus derechos. Me cago en mí mismo.

Rol biológico: territorial. Necesita ser reconocido. Su consis-


tencia la logra cuando encuentra un rol delante de alguien.

Arquetipos: niño herido. Rabia. Ingenuidad.

Destino: aprender a expresar sus sentimientos sin hacer daño.

Actos terapéuticos: no acumular más la suciedad de los otros.


No confrontar. Solo dejar salir lo que ya no sirve. No dejar que el
mandato familiar se active. Eliminar a tiempo. No permitir que
el mandato generacional se active. Reconocer o reconocerse en su
derecho. Ritos de purificación.

Tiroides. Nódulos
Sentido biológico: tener más células que produzcan hormona
tiroidea y aceleren el metabolismo del cuerpo.

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Conflicto biológico: vivencia de no ser eficaz. Los demás son
más rápidos que yo. Pierdo la oportunidad por ser lento.

Mandato familiar: siempre llegarás tarde a todo. No es tu


tiempo aún. Todo lo que te de placer no lo podrás hacer. Los de-
más llegarán siempre antes.

Reacción ante el mandato: resisto y cuando intento lograr


algo, atropello. Cuando hay hipotiroidismo, ya no atropello, solo
denuncio para crear culpas.

Mandato generacional: los anteriores tienen más derecho que


los posteriores. Los que llegaron antes tienen algo que no me dan.

Conflictos primarios: todos los sucesos en los que no logro


resistir ni denunciar creando culpas.

Sucesos desencadenantes: uno de esos sucesos en un contexto


de separación con los padres.

Arquetipo dominante: niño herido. Rabia por no tener lo que


quiero. Dependencia de que los otros me lo den.

Discurso: no hago más nada + los demás no hacen más nada.


Todo es una inercia.

Rol biológico: territorial. Siempre soy secundario. No logro ser


dominante.

Destino: vienen a aprender a expresarse sin crear culpas en los


otros. A superar la dominación de los padres sin rencor.

Actos terapéuticos: apaciguamiento: humildad. Vencer el or-


gullo herido por la vivencia de no tener lo que los otros tienen. So-

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Las Claves para Curar 2da Prueba.indd 253 30/08/2010 09:37:16 a.m.
metimiento: actos de servicio sobre ancianos. Trabajo con el niño
mágico. Ver el rol de los padres y no a los padres. Aprender a hacer
lo que se puede hacer sin juzgar lo que los otros hacen. Escuchar
música de “moto perpetuo”

Enfermedades del mesodermo antiguo:


Mama lobulillar.
Sentido biológico: la glándula hace crecer células con una
gran producción de leche. Allí está concentrada la proteína que
alimenta a la cría. El objetivo de hacerlo es sacarla de una situa-
ción en la que su vida corre peligro. Es un concepto primitivo de
ayuda. Alimentar para curar.

Conflicto biológico: ataque al territorio primitivo. Es el pro-


pio organismo o la cría. La vivencia es de peligro. La mama como
coraza que se endurece para defender. La mama como alimento
para el necesitado.

Mandato familiar: tienes una deuda que pagar. El de mama


izquierda en la mujer diestra guarda relación con una deuda con
la madre o con el hijo. El de mama derecha, se refiere a una deuda
con el padre o la pareja.

Reacción al mandato: voy a pagar esa deuda y lo voy a hacer


con gran sacrificio. Se vive con el concepto de pagar. Se vive para
pagar.

Mandato generacional: debes proteger lo que recibiste. Si bien


se refiere al propio cuerpo y la cría, hay una proyección simbólica
a la herencia (casas, valores, linaje).

Conflictos primarios: sucesos en los que la deuda se hace pre-


sente y uno se siente incapaz de pagarla. Discusiones. Herencias.
Querer liberarse de la deuda.

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Sucesos desencadenantes: cualquiera de estos sucesos o de
este contexto a los que se agrega una vivencia de agresión o ataque
al propio cuerpo o a la cría.

Discurso del cáncer: no puedo alimentarlo + no supe defen-


derlo= no sirvo para el otro.

Rol biológico: proveedor. La consistencia la logran dando. Se


sienten cuestionadas en su rol de madres, esposas, hijas, hermanas.

Arquetipos en juego: niño herido. Dependencia. También


participa el arquetipo de víctima, que trata de responsabilizar al
otro del sufrimiento propio.

Destino de la enfermedad: aprender a tener una vida propia.


No depender de lo heredado o de lo a heredar. Entender el concepto
de culpa y diferenciarlo del concepto de responsabilidad. Aprender
que la defensa solo existe ante el ataque y comprender que muchos
ataques solo son evaluaciones de la realidad que hace el otro.

Actos terapéuticos: entender que la vida es un regalo y no una


condena. Fomentar el concepto de paciencia y espera de lo mejor.
Descansar. Quedarse quieto desalentando el sacrificio. El arqueti-
po de guía aparece para mostrar un camino y luego desaparecer.
El niño mágico comprende que no hay culpas y que cada uno elige
su destino. La frase que contesta al discurso del cáncer es “puedo
no alimentarlo ni saber defenderlo pero puedo querer su bien y
amarlo”. Frenar la exigencia de dar siempre.

Enfermedades del mesodermo moderno:

Linfoma
Sentido biológico: los ganglios están formados por linfocitos
y tejido conjuntivo. Cuando crecen, intentan reforzar la función

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de filtro de elementos extraños. El cerebro lee que es excesiva la
presencia de “enemigos” y que si los deja pasar la propia identidad
está comprometida.

Conflicto biológico: auto devaluación. No poder seguir car-


gando con la presión hostil del medio. En mediastino implica no
poder cargar con la enfermedad. En axilas derecha, mucha presión
laboral; en la izquierda, sentirse mal hijo o mala madre. En región
inguinal, guarda relación con la vivencia de la masculinidad.

Mandato familiar: serás el que haga felices a los demás. Pri-


mero a los padres. Luego a los demás.

Reacción al mandato: lo tengo que hacer. Defender a los otros


y sostenerlos.

Mandato generacional: debes continuar con la historia fami-


liar.

Conflictos primarios: todos los sucesos en los que no logra


sostener y defender a los otros. Solo puede ser el que hace algo por
los otros.

Sucesos desencadenantes: con esa historia, un momento en el


que se enfrenta decididamente a la tradición familiar. Un hombre
se casa y debe defender a su esposa de la costumbre materna de
desvalorizar a la nuera.

Discurso del cáncer: no filtro nada + me niego a hacer lo que


hicieron mis padres. Acumulo la culpa por no cumplir.

Rol biológico: proveedor. Encuentra la consistencia en el rol


que representa. No puede salirse de ese rol.

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Arquetipos: niño herido. Rabia. Dependencia. Ingenuidad.

Destino: aprender a defenderse. Es una enfermedad frecuente


en terapeutas que no pueden discernir que no a todos se puede
ayudar.

Actos terapéuticos: construir una lectura de la realidad en don-


de la percepción de la hostilidad del entorno de lugar a que cada
uno se haga responsable de su vida. El niño mágico colabora a una
lectura no amenazante. No confrontar. Defenderse sin miedo a ser
invadido. La frase que contesta al discurso es: “los otros pueden
defenderse por sí mismos”. La conducta celular es la omnipotencia.
Se debe atacar o huir de la omnipotencia de sostener a los otros.

Metástasis óseas
Sentido biológico: desintegrar el hueso para hacer caer al ser
vivo. Es la manera que tiene de denunciar el conflicto entre la
exigencia de seguir sosteniendo y la reacción celular de huir de esa
exigencia.

Conflicto biológico: profunda desvalorización. No hago lo


que quiero hacer. No puedo seguir llevando esta carga pero igual
sigo. Una oposición a la que debo ceder para salvar mi vida. Que
ceda el hueso pero no cedo yo.

Mandato familiar: eres quien nos va a cuidar, el que nos hará


felices.

Reacción al mandato: me anulo personalmente frente a tama-


ña responsabilidad. Huyo de llevar esa carga.

Mandato generacional: debes ser fiel a lo que recibiste. Buscar


en la madre o el padre, historias que se rechazan, formas de vida im-
posibles para el paciente. Ser la hija encargada de cuidar a los padres.

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Conflictos primarios: todos los sucesos que implican la impo-
sibilidad de huir de la carga de hacer felices a los demás.

Sucesos desencadenantes: cualquiera de esos mismos sucesos


en un contexto de manifiesto rechazo a la historia familiar. Padres
ancianos y demandantes. Toma de decisiones con respecto a ellos.

Discurso del cáncer: no me puedo sostener + no quiero conti-


nuar= estoy acorralado.

Arquetipos en juego: saboteador. Dificultad de confrontarse


con la realidad. No le dan solución al problema. Lo boicotean.

Destino de la enfermedad: aprender a no escapar del com-


promiso con la historia familiar pero sin repetirla. Trabajar alter-
nativas para no seguir llevando la carga sin desprenderse de ella.
Buscar en la relación con el otro la cooperatividad sin caer en la
sensación de abandono ni en la huida.

Rol biológico: proveedor. Necesita tener para lograr su consis-


tencia.

Actos terapéuticos: búsqueda de un lugar seguro donde no


tenga que seguir llevando la carga ni confrontarse con historias
imposibles. Atreverse a hacer lo que nunca hizo (pionero). Creati-
vidad en las soluciones. La frase que contesta el discurso del cáncer
es “me libero de la carga y recupero mi integridad”. La conducta
celular es de omnipotencia. Se debe atacar o huir la omnipotencia
de creer ser el sostén de los demás.

Mieloma
Sentido biológico: aumenta un anticuerpo de las células de la
sangre. Este aumento se interpreta como una falla en la inmuni-
dad. La enfermedad produce un aumento de la viscosidad de la

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sangre (esto genera vasculitis y cianosis), un desplazamiento de
los otros elementos figurados de la médula (provocando anemia) y
exceso de proteínas circulantes (pudiendo llevar a la insuficiencia
renal). El sentido es tener a mano gran cantidad de proteínas por-
que el cerebro interpreta necesitarlas para construir una estructura
que percibe no tener.

Conflicto biológico: hay varios conflictos. Desarraigo (pez


fuera del agua, viajes permanentes, no tener quien lo espere). Ata-
que a la supervivencia (no exponerse más al esfuerzo, a los ataques).
Desvalorización estructural (no soy apto para tener un territorio,
una casa, una familia).

Mandato familiar: debes ser lo que nosotros queremos que seas.

Reacción al mandato: cumplo con creces el mandato, tratan-


do de ser siempre lo que los otros quieren que sea.

Mandato generacional: debes ser leal a lo que nosotros hemos


hecho.

Conflictos primarios: todos los sucesos en los que no puedo


ser garantía del bienestar de los otros. Conflicto existencial de ca-
mino equivocado. Vivencia de sacrificio en lo que hace. Observa-
ción de lo que los otros tienen y uno no.

Sucesos desencadenantes: en ese contexto, cualquier suceso


en el que se percibe como imposible la historia ancestral. Un hijo
que ve el fracaso de su padre. Una hija que percibe como devora-
dora a su madre. Un padre que siente que no le da a sus hijos lo
que ellos necesitan.

Discurso del cáncer: no tengo más familia + no puedo ser fiel.


Soy un desgraciado.

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Rol biológico: proveedor. Busca tener para lograr consistencia
en el ser. Si no logra tener, se siente amenazado.

Arquetipo en juego: saboteador. Dificultad en percibir los


cambios a realizar. Trampas en la percepción de la realidad para
no cambiar.

Destino: aprender a tener algo propio. Dejar de lado la om-


nipotencia. No confundir la lealtad con la docilidad. No repetir
inconcientemente la historia familiar.

Actos terapéuticos: construir su casa. Modelar su cuerpo. Te-


ner un lugar seguro donde no deba probar continuamente que
no quiere repetir la historia familiar. El arquetipo de pionero le
permite trascender la historia familiar, entendiéndola sin repetirla.
La frase curativa es “puedo tener una estructura y es mía”. La con-
ducta de la célula es el potencial ilimitado para dividirse. Se debe
atacar la omnipotencia de seguir construyendo. O huir de ella,
apartándose de toda lucha.

Enfermedades del ectodermo:

Diabetes
Sentido biológico: disponer de la glucosa en forma inmediata.
Se necesita usarla permanentemente y si se la encuentra en la san-
gre no hay necesidad de ir a buscarla a los depósitos de reserva. Si
hay glucosuria (azúcar en la orina), el sentido es no tener que con-
frontarse con la ternura. Alejarse del amor porque no es para uno.
Conflicto biológico: es un conflicto masculino que asienta en
la corteza cerebral derecha. Se trata de resistir una situación en
forma crónica. Aguantar, soportar. En mujeres menopáusicas se
une la resistencia a la repugnancia.
Sucesos desencadenantes: Cualquier hecho que hace imposi-
ble seguir resistiendo por su intensidad o por el momento en que

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ocurre. Contexto de ya no tener lo que los otros necesitan. Ejem-
plo: una madre a la que su hija se enferma gravemente y que ha te-
nido un conflicto con su marido al que ha soportado durante años.
Conflictos primarios: todos los incidentes que marcaron una
reacción de aguantar y no ceder. El marido era infiel pero ella
sostenía el matrimonio a toda costa. Cuando era niña, soportaba
las burlas de su hermano mayor frente a la pasividad de su madre.
Mandato familiar: no eras lo que esperábamos.
Reacción a la orden: inmovilidad. Sufro no ser lo que los otros
necesitan pero siempre estoy dispuesto.
Mandato generacional: debes tener autoridad. Debes tener lo
que los otros necesitan.
Arquetipos en juego: Prostituta. No valgo lo suficiente. Me lo
merezco.
Destino de la enfermedad: vienen a aprender a convivir con
un entorno hostil en donde el amor está ocupado por la necesidad.
Debe aprender a cambiar la necesidad por el amor.
Discurso: me alejo de la ternura + exijo que me atiendan. Soy
omnipotente impotente.
Rol biológico: es una enfermedad territorial. Las células nor-
males luchan contra las anormales en un solo órgano, el páncreas.
La consistencia la encuentran en el reconocimiento del otro.
Actos terapéuticos: apaciguamiento. No confrontar con la au-
toridad del otro. Abandonar la lucha y reemplazarla por la humil-
dad. Sometimiento: dieta libre de hidratos. Actos de servicio con
niños y ancianos. Dejarse penetrar por el amor sin razonamientos.
Ser acariciado. Abandonar la prepotencia y recuperar la potencia.

Esclerosis múltiple
Sentido biológico: no permitir la movilización, entorpecerla.
Lo hace formando placas de fibrosis en la mielina. Ataca el sistema
nervioso central y la medula espinal. Hay un proceso inflamatorio
alrededor de los axones que ataca la grasa que los rodea (mielina) y
una remielinización a partir de los oligodendrocitos. Este proceso

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evoluciona en brotes haciendo que la re mielinización sea cada vez
menos efectiva, llegando a formarse una placa alrededor de los
axones que dificulta la transmisión del impulso nervioso.
Conflicto biológico: no poder salir o escapar de una situación
(miembros inferiores). No poder rechazar o retener algo o alguien
(miembros superiores). Es un conflicto de motricidad. Querer pero
no poder. Hacerlo sin querer hacerlo. Una lucha entre el impulso
motor y la ejecución de ese impulso.
Mandato familiar: no vas a ser nunca lo que los otros esperan
de ti. Te estamos observando porque sabemos que nunca vas a
tener lo que necesitamos de ti.
Reacción al mandato: espero que el otro me de su aprobación.
Que me diga que soy lo que necesita. La espera es eterna.
Mandato generacional: en todo lo que haces debes demostrar
autoridad, es decir, debes demostrar tener lo que los otros necesi-
tan.
Conflictos primarios: todos los sucesos en los que el otro no
da su aprobación. En donde la espera fracasa.
Sucesos desencadenantes: hechos o etapas en donde el movi-
miento se hace imposible. En donde el otro ejerce la autoridad en
forma absoluta, desmoronando cualquier posibilidad de ejercerla.
Si me muevo, muere alguien que amo.
Arquetipos en juego: saboteador. No poder cambiar. No to-
mar contacto directo con la realidad.
Rol biológico: territorial. Necesita el reconocimiento del otro
para moverse, para ser.
Discurso: no conviene que me mueva + espero que el otro
cambie. No tengo libertad.
Destino: aprender a no depositar en el otro mi libertad.
Actos terapéuticos: bailar. Disfrazarse. Estar desnudo. Apren-
der a devolver algo menos malo cuando se recibe algo malo. Res-
tablecer el concepto de libertad. Escapar de la beligerancia. Dejar
de esperar. Encontrar un lugar seguro en el mundo.

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Mama ductal
Sentido biológico: ampliar el espacio para ayudar al otro. Lue-
go, rellenarlo para obturarlo. Son dos sentidos opuestos y ambos
forman parte del proceso. Cuando forma úlcera, quiere albergar a
quien necesita ayuda. Es piel que se ulcera. Cuando forma tumor,
quiere impedir dar cualquier ayuda. Es piel que crece. Quiere pro-
tegerse.

Conflicto biológico: separación. Rencor. Dolor. En la fase de


tumor (que es la única que vemos) el conflicto es consigo mismo.
Quiere cerrar cualquier intento de re encuentro con el otro. En las
mujeres diestras el conflicto de separación en la mama derecha es
con el compañero y lo que pretende el tumor es endurecer la res-
puesta para no recaer en el dolor. En la mama izquierda, se trata
de la madre o del hijo o hija y lo que pretende es engrosar la piel
para no sufrir.

Mandato familiar: no eres lo que esperábamos (en relación a


los padres o a los hijos). Siempre serás una extraña (en relación a
la pareja).

Reacción al mandato: no formar vínculos. No pertenecer


(fase de úlcera). Si no soy lo que esperan, intentaré tener lo que
necesitan (fase de tumor)

Mandato generacional: debes tener autoridad en lo que haces.

Conflictos primarios: todos los sucesos en los que no puede


continuar con su no pertenencia. Se ve obligada a un vínculo.
Maternidad. Pareja. Trabajo.

Sucesos desencadenantes: se hace franca la vivencia de la se-


paratividad. Es real que ya no es uno con el otro. Ya no lucha por
albergar al otro sino que las células proliferan para atenuar el due-

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lo de la separación. Hamer piensa que el suceso es una solución al
conflicto de separación. Si así lo fuera, el tumor no crecería más.
En realidad, es una nueva etapa del mismo conflicto. Es la viven-
cia de no tener más lo que el otro necesita y a partir de allí luchar
para soportar ese dolor.

Arquetipos en juego: en la fase de úlcera, el de víctima. Que


el otro cambie así yo lo puedo amar. En la fase de tumor, el niño
herido. La rabia.

Rol biológico: territorial cuando no aparecen lesiones secun-


darias. Necesito que me reconozcan. Predador cuando sí apare-
cen. Necesito tener para sostenerme en la lucha. Sobre todo en
hígado (debo buscar reserva para continuar la lucha) y en hueso
(mi firmeza actual no alcanza. Pero no puedo ceder).

Discurso: no ayudo más a nadie + ya tendré lo que el otro


necesita.

Destino de la enfermedad: aprender el concepto de separativi-


dad. En el Universo soy uno con todos pero en mi vida actual, soy
uno más. No puedo no vincularme ni puedo ser siempre lo que el
otro necesita. Aprender el vínculo cooperativo y no omnipotente.

Actos terapéuticos: mientras la lesión sea focalizada, debe sua-


vizar el dolor del alejamiento del otro que quiso “albergar” en su
mama. El arquetipo de sanador devela la mentira que hizo nacer
la enfermedad y la libera del dolor. Cuando la lesión se hace pre-
dadora, tiene dos opciones. O refuerza la lucha, buscando reservas
y haciéndose dura como nunca. O huye a un lugar donde nadie
pueda reclamarle lo que tiene. Ni vínculos ni autoridad. O refor-
zar la rabia. O irse a donde nadie la vea. La conducta celular es
la impermeabilidad. Se debe atacar ese discurso y restablecer el
equilibrio del dar y el recibir.

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Reflexiones

Reynaldo Ojeda. Médico. Villa Mercedes. San Luis.


Reflexionando sobre los motivos del aumento del cáncer y de
las enfermedades infecciosas, degenerativas y autoinmunes en
nuestro mundo tecnificado y desarrollado, fui encontrando que
hay también un desarrollo de ciertos valores culturales que im-
pulsan a separarnos de nuestros congéneres y de nosotros mismos.
Y sobre todo, de nuestra historia de millones de años como seres
vivos. Seres únicos e irrepetibles pero que formamos parte de los
habitantes de este planeta.
Hemos olvidado que nuestro destino como individuos está li-
gado al de la especie humana.
Cuando René Descartes, el 10 de noviembre de1619, concibe
un mundo gobernado por las leyes de la matemática, sin espon-
taneidad ni libertad inherente, concibe la teoría mecanicista de la
naturaleza. Al alma, como principio vital se la sustrajo de la na-
turaleza en su totalidad y también del cuerpo humano. La madre
naturaleza pasó para la ciencia a ser materia muerta, regida por
leyes matemáticas.
Esta visión mecanicista de la naturaleza de Newton y Descartes
que lleva a la ciencia a ver al cuerpo humano como inanimado y
desarticulado, está en contraste con visiones anteriores y posterio-
res que consideran a los organismos como fuente principal para la
elaboración de metáforas y mitos.
Los mecanicistas desechan las metáforas orgánicas y tampo-
co creen en los principios conformadores, como los conceptos de
alma y campos mórficos.
Pero alguien hizo un click. Fue Hamer, cuando expresó que la
enfermedad es un recurso de la naturaleza para superar un obstá-
culo de supervivencia, rememorando un mecanismo usado en sus

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crisis evolutivas. Lo certificó con imágenes en el cerebro y con las
5 leyes férreas de la Nueva Medicina Germánica.
Entró un aire distinto en la ciencia médica.
No obstante, su visión quedó teñida del mecanicismo. Como
también quedaron afuera muchas cuestiones integradoras de la
vida. No es mi intención juzgarlo ni calificarlo, no soy un inves-
tigador de su envergadura. Mucho menos un desagradecido de lo
que su escritos me cambiaron. Mis objetivos de vida se ordenaron
y volvieron al humanismo integrador.
La Medicina Psicobiológica (de Fernando Callejón) con sus
teorías, animismos, metáforas de los órganos y sus visiones in-
tegradoras fueron dándome sustentos teóricos y prácticos para el
abordaje terapéutico de los pacientes.
Dentro de los 5 enunciados de la MPB sintetizó el requerimien-
to generacional, el mandato familiar y lo que debemos aprender de
la enfermedad. Lo que para mi expresa el Origen primero o fuerza
mórfica primera.
El Origen primero tiene la virtud de traernos al presente, a la
aceptación de la realidad que nos interpela, al aquí y ahora y a la
repuesta libre sin los condicionamientos que congelaron todos los
sentidos.

El Endodermo:
Mandato Generacional: Los anteriores tienen más derecho que
los posteriores.
Mandato Familiar: no salgas; todavía no es tu tiempo. No serás
el primero.
EL origen primero les dice: yo te conocí y concebí antes que
estuvieras en el vientre de tu madre. Yo te doy el destino; tu fina-
lidad en la vida no está marcada por tus antecesores de los últimos
años ni por tus condicionamientos. Ellos también tuvieron ante-
riores, merecen respeto, tienen y tuvieron su destino, tú el tuyo.
Deja ir sin culpas los temores, sentimientos de inferioridad, penas
y dolores. Vive con humildad.

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Mesodermo Antiguo
MG: Debes proteger lo que recibiste
MF: Tienes una deuda con nosotros
Tengo que aprender a defenderme, pero resuena en mi interior
y en mi corazón la deuda que tengo con la familia. La enfermedad
me da la oportunidad de resolver la culpa y la responsabilidad.
El orden primero les dice: la deuda esta cancelada. No debes
nada y no debes cobrar nada (como la parábola del rey que canceló
la deuda grande pero cobró la pequeña).
La deuda esta cancelada para poder defender tu destino. Para en-
señarte y enseñar a los tuyos a ser libres y responsables de si mismo.
Mesodermo Moderno:
MG: Debes ser según la historia que recibiste; la debes conti-
nuar.
MF: Naciste para asegurar la felicidad de los otros.
Debes ser fiel a lo que recibiste pero tienes que ser la garantía de
alguien o del núcleo familiar. La enfermedad da la oportunidad
de aprender a lograr la libertad, con obediencia a un orden.
El origen primero le dice: las leyes y mandatos son para los
hombres, no los hombres para las leyes y mandatos.-
Las leyes y mandatos son normas y principios que te sirven para
sostenerte, no para que te sometan y no te permitan ver la realidad
de tu destino.-
Ectodermo:
MG: Debes ejercer con autoridad lo que recibiste y eres.
MF: No eras lo que esperábamos.
Está llamado a dar lo que el otro necesita, pero no es lo espe-
rado, o sea, no tiene autoridad; tendrá que aprender a convivir y
superar la hostilidad y a saber que no siempre tendrá lo que los
otros necesitan.
El origen primero le dice: “yo no te juzgo. Vete, camina, sal de
esa posición biológica.
Lo que tienes algún miembro de la especie lo necesita, la reali-
dad te espera.

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El misterio de la vida siempre me lo he imaginado como un
fenómeno majestuoso, en donde la inmensidad de la misma se
empequeñece y elige una madre y un padre con sus historias, y así
aparecemos nosotros con un destino o misión por realizar.
Indudablemente que esas familias por donde circula la energía
creadora dan una impronta en el nuevo ser, como los caños de la
armas de fuego y sus estrías en las balas que dispara. Al igual que
las vivencias personales de vida como también los valores cultura-
les y sociales que vamos asumiendo.
Si ponemos el alma a los seres humanos, comprenderemos que
tenemos un lazo que nos une y nos hermana como pertenecientes
a una misma especie. Las diferencias son de ideas, de pensamien-
tos y conductas, todos elementos externos al ser verdadero que nos
une y nos compromete a un destino de evolución creativa y de
convivencia.
Los seres humanos tenemos la capacidad de percibir y sentir,
como una mente extendida, mucho más allá de lo que nos rodea.
Las necesidades personales, como los pensamientos nos acotan
esta capacidad innata que tenemos y que debemos aprender a de-
sarrollar.

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Epílogo

Al escribir este libro, he tratado de transmitir lo que cada día


vivo con mis pacientes. Escucharlos es mi primer deber. Luego,
poder interpretar el sentido de lo que dice su cuerpo, sus gestos,
sus palabras. Aún lo que solo aparece en el silencio.
En mis treinta años de médico, me he preguntado muchas ve-
ces si lo que yo hago puede ayudar a curar. Luego de la omnipo-
tencia propia de quien descubre una teoría que se puede aplicar
en la clínica, apareció la confusión de aquello que no cierra, que
se escapa, que no encaja con lo que uno espera. A pesar de ello, se
insiste, se hacen cambios, se sigue escuchando, se sufre. Luego, la
conciencia de que sí sirve. Que es útil. Que tiene bases firmes, que
realmente ayuda a curar.
Comprender porqué enfermamos no es difícil. Comprender
como nos podemos curar tampoco. Luego de la comprensión, de-
bemos dar el siguiente paso. Se trata de permitir que la repara-
ción de la enfermedad sea posible. Esto es mucho más difícil. Los
seres vivos saben como repararse. Lo hacen desde hace millones
de años. Un animal cualquiera en la selva, cuando está herido o
dolorido, sabe lo que tiene que hacer. Se queda quieto y busca
un lugar donde pueda ingerir algo de líquido por el tiempo que
durará su dolor o herida. Sabe que no es imprescindible comer y
no gastará ninguna energía en moverse para hacerlo. Hasta sabe
cuantos días puede estar sin comer. Es más, sabe cuántos días
tardará en curarse. Nadie se lo enseñó pero lo sabe. Lo que define
su comportamiento es la certeza de su curación. No piensa en cu-
rarse. Sabe que se va a curar. Débil, por la falta de comida, pero ya
curado, se levanta y en unos días más, totalmente repuesto vuelve
a su hábitat natural.
Esa certidumbre, el ser humano la tiene en pocas circunstan-
cias. Una fractura, un resfrío. Los niños la tienen mucho más.

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Solo les hace falta la mirada segura de sus padres o el gesto amiga-
ble del médico. Pero cuando se trata de enfermedades cuyo origen
y evolución es incierto, todo cambia. Allí, la certidumbre es reem-
plazada por el miedo, la desesperación y hasta la auto destrucción.
Esa posición de incertidumbre, no va a permitir que los me-
canismos de reparación que cualquier animal de la selva pone en
marcha, sean activados en el ser humano. Por el contrario, todos
los esfuerzos que el organismo haga, serán detenidos por la ten-
sión, el estrés, el miedo y la vivencia de amenaza permanente.
Estas enfermedades, como el lupus, la fibromialgia, el hipo-
tiroidismo, la glomerulonefritis, el cáncer, el sida y tantas otras,
nunca terminan de curarse. Siempre se reavivan, vuelven, se acti-
van. Parecen enemigos imposibles de vencer. Solo se las puede (y
no siempre) controlar, cronificar, paliar.
Es por eso, que este libro pretende explicar que estas enferme-
dades ya han encontrado su solución. Pero es el ser humano el que
no permite que esa solución sea ejecutada.
La idea general que se tiene de Hamer es que una enfermedad
es producida por un conflicto y que si se soluciona ese conflicto, se
cura. Lamentablemente esto no es así. Primero porque además de
un conflicto biológico, hay muchas otras causas de enfermedad.
Causas ancestrales, químicas, sociales, familiares. Segundo, por-
que lo que importa no es la solución del conflicto sino la puesta en
marcha de los mecanismos naturales para la curación. Se puede
solucionar un conflicto o dos o tres y no permitir (como sí lo hace
el animal de la selva) la puesta en marcha de los mecanismos repa-
rativos que conducen a la curación.
En ese permiso que el ser humano hace a la natural repara-
ción que siempre se va a producir (si se lo permite) está el secreto
de la curación. No en descubrir traumas infantiles o sucesos dra-
máticos. Todos ellos forman parte de una maravillosa teoría para
comprender como se origina una enfermedad. Pero al momento
de curarnos, es nuestra biología la que nos cura. No nuestra capa-
cidad de comprensión.

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Cuando los seguidores de Hamer dicen que lo único que im-
porta es la solución del conflicto biológico, quizás estén diciendo
lo mismo. Pero no me parece una cuestión semántica. Es mucho
más que eso.
Un ser vivo ante un conflicto solo lo puede solucionar con-
cretamente. Si tiene un ataque territorial, deberá luchar o huir y
si pierde a su compañero deberá conseguir otro. En cambio, un
ser humano puede encontrar soluciones abstractas. Hablar de su
conflicto, crearse otro más grave y olvidar el primero, positivizar
el problema hasta convertirlo en algo no conflictivo, echarle la
culpa a otra persona. También puede encontrar soluciones concre-
tas. Pero en todos estos casos, puede no poner en juego en ningún
momento la reparación natural.
Es aquí que debemos entender la diferencia entre resolver un
conflicto biológico y entrar en reparación y luego en curación.
Hamer, a través de la segunda ley, dice que al resolver el CB, se
entra en vagotonía y reparación. Esta segunda ley es de una teoría
maravillosa pero de dudosa práctica. Un órgano para repararse
debe tener una predominancia de vagotonía pero lo más impor-
tante no es eso. Lo más importante es la certeza de esa vagotonía.
Un estado de absoluta conciencia de que se están produciendo los
mecanismos que nos llevan a la curación. Si no es así, esa vagoto-
nía será interrumpida constantemente. Allí, el cerebro no puede
dudar. No hay espacio para ello. Solo importa la curación. Toda
la energía está puesta en ella y se produce inexorablemente. El
animal de la selva no necesita esa certeza porque ya la tiene. El ser
humano, la perdió y la necesita recuperar.
La causa fundamental de esa pérdida es la ausencia de un cuer-
po social. La imposición de un sistema de patrimonio, en donde
todos somos objetos de uso. Los médicos, en ese sistema, son ins-
trumentos de poder y no instrumentos de curación. Al no haber
cuerpo social, solo hay una o muchas cabezas e infinidad de miem-
bros pero no hay vivencia de unidad de ese cuerpo. La enfermedad
se construye desde la ausencia de ese cuerpo social. A partir de allí,

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el que se enferma, lo hace a partir de sus propios errores. Queda
exiliado del cuerpo. Los demás no participan en la construcción
de esa enfermedad y dirigen estoicos la mirada compasiva o acusa-
dora sobre el que se ha enfermado. El enfermo queda abrumado-
ramente solo. Ahora, se tratará de una lucha entre él por un lado y
la enfermedad. Quien dará los instrumentos para llevar a cabo esa
lucha será un grupo que no se interesará jamás por los supuestos
errores del ser enfermo ni por la propia participación en el origen
de la enfermedad. Ese grupo ostenta un saber que determina la
evolución de la enfermedad, su origen, su pronóstico y su trata-
miento. A partir de su entrada, ya no hay posibilidades de salir de
esa relación que se perpetúa hasta el momento de la muerte.
La posibilidad de recuperar la certeza del poder reparador del
cuerpo social, se disuelve en esta nueva relación.
En una carta enviada por un amigo hace algunos años, se ex-
presa maravillosamente la idea del cuerpo social: “….luego de tan-
tos años de vivir en Papúa, he podido ser testigo de cómo éstos
pueblos originarios tratan a sus enfermos. Para ellos, estar enfer-
mos es sufrir. Puede ser un dolor, un tumor, miedos o cualquier
expresión de su cuerpo que les produce malestar. Inmediatamente
concurren al jefe de la tribu, que es a la vez el chamán, y le expo-
nen su sufrimiento. El jefe convoca a toda la tribu y allí se hacen
presentes. Estarán el enfermo, los niños, los ancianos, los hombres
y mujeres. Luego, el jefe entra en trance y lanza una pregunta para
que todos la escuchen. Esa pregunta es ¿Quién ha cometido una
injusticia? Luego comienza a pasar por todos los integrantes de la
tribu y mirándolos a los ojos escucha sus confesiones. Ellas giran
siempre en torno a temas tales como la blasfemia a los dioses, el
robo o la violencia ejecutada a miembros de otras tribus. Nada que
ver con el enfermo que allí está. Cuando termina esa larga expre-
sión, sale del trance y convoca a los líderes. Les indica que reparen
una por una las injusticias. Si blasfemaron, que compensen a los
dioses. Si robaron, que devuelvan lo robado. Si golpearon, que se
disculpen y reparen. Es así que desde hace diez mil años, estas

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tribus solucionan en poco tiempo lo que nosotros llamaríamos
graves enfermedades.”
Cuan lejos estamos de saber el poder reparador de la conciencia
de ser un cuerpo social.
Cuando el animal de la selva, está echado debajo del árbol, es-
perando su recuperación, es el cuerpo social el que le permite esa
certeza. Hay una protección, una idea de solidaridad inclusiva. El
sabe que algo está pasando dentro de su cuerpo. Y ese algo es lo
que podemos llamar la conciencia. Al igual que cualquier humano
que se fractura un hueso y espera con conciencia su reparación. Ya
está. Ya ocurrió. No hay nada que deba hacer o pensar.
Es esa conciencia de lo que ya ocurrió, ya pasó, ya terminó, lo
que los seres humanos hemos perdido frente a tantas enfermeda-
des. Ellas se vuelven entidades más allá de nuestra conciencia y el
sistema médico las ha solidificado con un saber sobre ellas total-
mente falso y devastador.
Es por eso que resolver un conflicto no nos lleva a la curación
sin antes no recuperar la conciencia de un cuerpo reparador. Es
a ese cuerpo al que llamamos cuerpo social. Al que repara por la
conciencia de saber lo que ha ocurrido. Si aparece un tumor en el
intestino, si tengo conciencia de saber que ha aparecido porque
pertenezco a un cuerpo social, es con la conciencia de todo ese
cuerpo que el tumor se repara. No puedo curarme solo porque re-
cuerde frente a alguien que el tumor apareció luego de una discu-
sión con un amigo. Me curo cuando tomo conciencia de ser parte
de un cuerpo social y adopto la conducta necesaria que contesta la
denuncia que ese tumor expresa.
Soy parte de un sistema y no puedo curarme si ese sistema dice
no tener nada que ver conmigo. Tampoco puedo curarme con la
utopía de cambiar el sistema con mi enfermedad. Es allí que la
vagotonía no puede curar a nadie que no tome conciencia de lo
que la enfermedad expresa.
Esa conciencia la hemos expresado en este libro a través de tres
mandatos.

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El biológico: el cuerpo busca sentido. El lenguaje le robó a la
necesidad su satisfacción y ahora ese sentido está impregnado por
la palabra.

1) El familiar: el destino con el cual uno viene a trabajar. O lo


acepta, o lo resiste o lo supera.
2) El social: los valores de supervivencia humana. Los tabúes y
las imposiciones culturales.

Acompañar a un ser humano a curarse es facilitarle la concien-


cia de estos tres mandatos. No es dirigirlo a la solución temporal
de un conflicto, sino hacerlo partícipe de reencontrarse con la cer-
teza de formar parte de una unidad que un sistema de patrimonio
nos ha hecho perder.

Manifiesto.
Debo confesarlo. Estoy preocupado.
Los médicos estamos perdidos.
No sabemos que es lo mejor para nuestros pacientes.
Pero no es eso lo que me preocupa.
Es que ante esa ignorancia, no dudamos en hacer lo peor.
Somos hipócritas. Necios.
Poco serios con la gente que nos pide ayuda.

Debo confesarlo. Estoy preocupado.


Los médicos no debemos seguir luchando entre nosotros.
Expresando delante de los pacientes críticas a nuestros colegas.
Diciendo que los que no hacen lo que nosotros hacemos.
Son comerciantes. Ignorantes. Peligrosos.
Cuando la ignorancia es criticar sin conocer.
Cuando el peligro es comerciar sin dar nada valioso a cambio.

Debo confesarlo. Estoy preocupado.


Los médicos no somos sabios.

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No leemos a los grandes maestros.
No investigamos nuestro propio corazón.
Solo repetimos ciertas modas calificadas de ciencia.
Interpretamos estadísticas como verdades reveladas.
Trabajamos con nuestros semejantes como si no tuvieran alma.

Debo confesarlo. Estoy preocupado.


Los médicos no amamos a nuestros pacientes.
Nos molesta su pregunta, su deseo, su miedo.
Queremos que sean piedras sin luz propia.
Ansiamos que no nos llamen ni interrumpan nuestro descanso.
Los convertimos en enemigos si no se curan.
Nos liberamos si se van de nuestras vidas.

Debo confesarlo. Estoy preocupado.


Los médicos vamos por mal camino.
Porque no somos médicos para anotar en planillas.
Lo somos para ayudar y guiar al que sufre.
Y nos hemos convertido en tecnócratas de la salud.
En dueños de un poder que no duda en sacrificar a los otros.
En jueces que tratan a sus pacientes como reos.

Debo confesarlo. Estoy preocupado.


Los médicos creemos ser poderosos.
Hablamos por los medios sin humildad.
Damos respuesta a todo sin siquiera escuchar la pregunta.
Vociferamos el peor de los infiernos si no se hace lo que decimos.
Ignoramos el saber popular.
Nos olvidamos de Dios creyéndonos dios.

Debo confesarlo. Comienzo a tener esperanzas.


Los médicos nos encontramos.
Al no saber hacer lo mejor siempre elegimos no hacer lo peor.
Recuperamos nuestra capacidad de pensar.

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Jamás hacemos a los otros lo que no haríamos con nosotros.
Somos hermanos de nuestros pacientes.
Los escuchamos con respeto. Con ganas de ayudar.

Debo confesarlo. Comienzo a tener esperanzas.


Los médicos reconocemos en un colega a un hermano.
Lo respaldamos. Lo cuidamos. Lo aconsejamos.
No actuamos corporativamente y denunciamos a los que no res-
petan a sus pacientes.
Nos damos cuenta que el valor de un médico es el amor que tiene
por sus pacientes.
Alentamos a los que estudian lo que la Universidad aún se niega
a enseñar.
Nos abrimos al saber de los pueblos.

Debo confesarlo. Comienzo a tener esperanzas.


Los médicos nos acercamos a la sabiduría y no solo al conocimiento.
Aprendemos de los grandes maestros
Abrimos nuestro corazón a nuestras propias dudas.
No confiamos ciegamente en lo que nos dicen los grupos de poder
Nos jugamos por el dolor del semejante
Que es nuestro dolor y el de los que ya no están.

Debo confesarlo. Comienzo a tener esperanzas.


Nuestros pacientes son nuestros hermanos
Y los tratamos como haríamos con nuestra madre, o nuestro hijo.
Los miramos con afecto, les sonreímos, nos preocupamos por ellos.
Son lo más importante en nuestro camino. Aprendemos de ellos.
Los ayudamos a no sufrir, los contenemos, los protegemos.
Oramos por ellos. Rogamos que nada malo les pase.

Debo confesarlo. Comienzo a tener esperanzas.


Los médicos nos damos cuenta que Dios también nos ha creado.
Tomamos conciencia de la responsabilidad que tenemos.

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No para temerle a nuestros pacientes sino para ponernos de su lado
No tenemos en nuestras manos su vida sino sus esperanzas.
Colaboramos con la luz, no con el poder que los esclaviza.
Somos instrumentos humildes de Dios y no poderosos jueces de
la muerte.

Debo confesarlo. A veces tengo esperanzas.


Y me levanto con la ilusión de poder ayudar a mis pacientes.
Después el día apacigua mis ilusiones.
Porque el dolor es muy grande y los medios muy pocos.
Pero no pierdo la esperanza y reincido cada mañana.
Al fin de cuentas, los médicos no estamos solos.
Al fin de cuentas, alguien o muchos nos están mirando.
Habría que saberlo.

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Índice

Capítulo I................................................................................. 15
Capítulo II...............................................................................23
Capítulo III..............................................................................26
Capítulo IV.............................................................................. 31
Capitulo V...............................................................................44
Capítulo VI.............................................................................. 52
Capítulo VII............................................................................ 55
Capítulo VIII........................................................................... 73
Capítulo IX..............................................................................84
Capítulo X...............................................................................88
Capítulo XI.............................................................................. 91
Capítulo XII.......................................................................... 102
Capítulo XIII......................................................................... 112
Capítulo XIV......................................................................... 124
Capítulo XV.......................................................................... 138
Capítulo XVI......................................................................... 152
Capítulo XVII........................................................................ 156
Capítulo XVIII...................................................................... 160
Capítulo XIX......................................................................... 166
Capítulo XX........................................................................... 181

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Capítulo XXI......................................................................... 192
Capítulo XXII........................................................................220
Capítulo XXIII......................................................................248
Reflexiones............................................................................. 265
Epílogo................................................................................... 269
Bibliografía............................................................................. 279

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