Mateo (2012)
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Resumen
Abstract
In the context of higher education the training and development of the teachers’ quality is probably one
of their biggest challenges. To address it rationally we must first determine the nature of the teacher’s
role within a highly complex and demanding environment such as the twenty-first century and then
develop the basic program and strategy of its management. It is also a key element, determining the
characteristics of the trainers who will boost these processes.
In our paper we analyze the preferred spaces that make up the performance of the teachers
and the nature of their relationships. From this study we derive the competencies associated with the
work of the teacher and from them, we try to determine the nature of the approaches for use in
teacher training college and the role that their facilitators must play.
Keywords. Higher education, teacher training, competencies, vocational development, strategic
programming, legitimate peripheral participation.
J. Mateo. La formación de formadores en la Educación Superior
Introducción
Las universidades, en contraste con otros tipos de institución de carácter educativo, son
entidades muy complejas y sumamente dinámicas. Podemos afirmar, sin lugar a duda, que
tienen una arquitectura propia y constituyen ecosistemas muy diferenciados entre sí, donde las
actividades adoptan unas formas y configuran unos patrones sujetos a cambios constantes.
En este contexto de complejidad y continuo cambio la figura del profesor es
absolutamente nuclear y fundamental y su profesionalización es la clave para dotar a la
enseñanza superior de la suficiente calidad como para justificar su rango. Por todo ello,
establecer la conexión racional entre evaluación, formación y gestión de la mejora del
profesorado, constituye uno de los ejes fundamentales en todos los procesos de gestión de la
calidad de le enseñanza superior.
En nuestro artículo no abordaremos propiamente la formación del profesorado sino
que trataremos de analizar su naturaleza y establecer las características de los formadores que
deben acompañarlos en su desarrollo profesional. Todo ello nos conduce a la necesidad de
reflexionar previamente en torno a los ejes que mejor configuran la formación del profesor
para poder justificar y determinar las condiciones y exigencias que deberían reunir los que han
de ser sus mentores.
Investigación y docencia
Hemos concebido la universidad como un conjunto integrado de espacios, pero para poder
entender en profundidad su funcionamiento convendría reflexionar en torno a cómo están
relacionados entre sí y sobre todo en cómo debemos transitar dentro de ellos.
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tecnológicos al uso y saber emplearlos de manera eficiente. Al tiempo debe saber escuchar e
interactuar con los otros.
Competencias de gestión:
El profesor ha de demostrar su capacidad para gestionar adecuadamente proyectos y
procesos de carácter docente o investigador, deberá por tanto demostrar capacidad en la
gestión del diseño, de la aplicación, del análisis del progreso y de la explotación de resultados,
así como su habilidad para gestionar las emergencias.
Competencias didácticas:
Este subgrupo competencial implica mostrar un suficiente nivel de destrezas en la
planificación, diseño y programación de procesos docentes así como un amplio conocimiento
de las metodologías de enseñanza-aprendizaje, en la selección y creación de materiales de
apoyo a los aprendizajes y destrezas en la utilización de recursos didácticos.
Competencias evaluativas:
En la actualidad es absolutamente necesario el dominio de destrezas en la evaluación
de los aprendizajes de los alumnos, así como en la creación de registros de la información
evaluativa y en la elaboración de informes. Cabe señalar también la importancia de dominar
suficientemente los sistemas más al uso en la evaluación de procesos y en el análisis y
explotación de los resultados docentes y de aprendizaje.
Competencias indagadoras:
Al margen de que varias de las competencias aquí señaladas tienen carácter transversal
y afectan a la docencia y a la investigación, y de la misma manera que hemos señalado de forma
diferenciada algunas más propias de la docencia, quisiéramos señalar algunas habilidades más
orientadas al ejercicio de la investigación. Así tenemos la capacidad de indagación,
conocimiento de la cultura del área propia de saber y de la comunidad que la sustenta,
actualización en algún ámbito específico del saber, dominio de las metodologías de
investigación más adecuadas al área, habilidades en las técnicas de análisis de datos, dominio
del lenguaje formal propio del campo específico de conocimiento, destreza en la presentación
de informes de investigación y destrezas en la publicación de resultados.
Competencias personales:
Aquí sin ninguna pretensión de ser exhaustivos, quisiéramos simplemente señalar la
importancia de este tipo de competencias en la concepción moderna de la universidad y de la
función del profesorado. Así destacaríamos la importancia del pensamiento reflexivo-crítico, la
asertividad, la capacidad de trabajo en equipo, de asumir funciones de coordinación y liderazgo
en los procesos docentes e investigadores, etc.
Competencias deontológicas:
En este apartado hacemos referencia a la necesidad de promover el compromiso ético
del profesorado y el desarrollo de la cultura de asunción de responsabilidades en relación a los
alumnos, a los compañeros, a la institución y a la sociedad. A la defensa y promoción de los
valores implícitos en la democracia y a la preservación de la libertad de pensamiento y de
creación.
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(1995a, 1995b, 1995c), se introducen dos ideas que consideramos de máximo interés y que
pasamos a desarrollar y comentar a continuación.
En primer lugar hay que romper con la imagen que cuando hablamos de desarrollo
profesional se está tratando de algo que afecta únicamente a los profesores. Debe por el
contrario entenderse como un proceso de crecimiento que afecta a toda la institución, aún es
más a toda la comunidad universitaria y al contexto donde se ubica, lo cual compromete a
todos los agentes que operan en el sistema, así como también a sus aspectos organizativos e
incluso a los recursos que se aplican.
Estamos frente a un modelo que entiende que el desarrollo profesional es un
compromiso global de la Institución y del Sistema y que todos aquellos elementos que
intervienen favoreciendo la mejora profesional de las intervenciones en la institución son
objeto de atención y deben ser interpretadas en clave de desarrollo profesional.
En otra línea esta la segunda aportación del Nacional Staff Development Council, por
la que se amplía el campo de actuaciones de mejora para el desarrollo profesional dirigidas a
los profesores. Según esta segunda aportación, no se debe circunscribir las intervenciones para
el crecimiento del staff a la formación profesional o de grupo del profesorado, sino que en el
desarrollo profesional se avanza y se realiza fundamentalmente a través de la propia práctica
profesional (docente, investigadora y de acción social) y afectando a todas sus partes.
Finalmente y para acabar de comprender e interpretar el sentido de la naturaleza que
ha de adoptar la formación del profesorado universitario, al margen de lo ya mencionado en
este apartado, hemos de rescatar y adaptar el principio de Lave y Wenger, ya citado
anteriormente, que considera que el aprendizaje en el proceso de formación del profesor
resigue un itinerario denominado “participación periférica legítima” según el cual la formación
no debe considerarse meramente como un acto individual de interiorización sino que ha de
estar fundamentalmente orientada a la asimilación de una cultura de la práctica a través de la
participación en grupos que tienen como objetivo el desarrollo de la calidad en la universidad.
La formación del sujeto se consolida principalmente a través de interacciones compartidas y
mediante el compromiso con la profesión y la alineación con el proyecto de calidad de la
propia Institución.
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A modo de síntesis
La actividad del profesor universitario queda configurada a partir de la relación dinámica
existente entre tres grandes ámbitos: el pedagógico-curricular, el del saber y el intelectual
discursivo y su formación discurre a partir de propuestas programáticas que integran
actividades orientadas a su desarrollo en cada uno de esos ámbitos aunque manteniendo una
visión integrada de ellos.
Sin embargo, entendemos que la naturaleza de la formación del profesor, basada en el
desarrollo competencial del mismo, no debe centrarse únicamente en modelos de aprendizaje
que consideran la formación como un mero acto individual de interiorización sino que tiene
que ver mucho más con la participación, entendida como la asimilación de una cultura de la
práctica.
Así y siguiendo el principio de “participación periférica compartida” de Lave y Wenger
(1991), la acción formativa prioritaria de la universidad reside en promover la configuración de
grupos donde los profesores puedan integrarse y constituirse en comunidad disciplinar, en
estos grupos pueden integrarse también estudiantes y otras figuras universitarias ya que, en
términos de formación, todos se consideran a sí mismo como receptores de aprendizaje.
Es gracias a estos entornos cuando se produce la formación en su máxima expresión
en cualquiera de los tres ámbitos mencionados y donde sus miembros se transforman
fundamentalmente a raíz de sus interacciones compartidas.
Todo ello nos lleva a una concepción de la formación del profesorado como la
aplicación de un programa de carácter estratégico donde se definen diferentes tipos de
actividades, pero que donde la parte sustancial del mismo deberá realizarse en el contexto de
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