La Corrupción en México

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la corrupción en México.

El tema de la corrupción en México es un tema tan complejo como delicado y que en verdad urge
ya abordar frontalmente para poder lidiar con ella de manera efectiva. Dicho tema es complejo por
la cantidad de facetas o aspectos que presenta y es delicado porque la vida nacional se ha visto
profundamente afectada por la omnipresencia y la omnipotencia de la corrupción.
La corrupción es un término que generalmente indica el mal uso por parte de un funcionario de su
autoridad y de los derechos que se le confían, así como la autoridad relacionada con este estado
oficial, oportunidades, conexiones para beneficio personal contrario a la ley y los principios
morales.
Podríamos afirmar que cuando hablamos de corrupción, hablamos de una cuestión cultural, un
problema del Estado de derecho y de cumplimiento de las leyes, aunque sin importar cual sea la
naturaleza de este fenómeno, es uno de los mayores males que aquejan a nuestra sociedad.
De acuerdo con la Transparencia Internacional, la corrupción se define como el abuso del poder
para beneficio propio y se puede clasificar en:
a) Corrupción a gran escala.
b) Menor y política
c) Según la cantidad de fondos perdidos
d) Según el sector en el que se produzca.
Con el propósito de dar una definición mas amplia de lo que significa la corrupción, también
podemos clasificar sus distintas modalidades, que son las siguientes:
a) El tráfico de influencias
b) El contrabando
c) El soborno
d) El peculado
e) El uso privado de bienes públicos
f) El castigo al inocente
g) Y el premio a quien no lo merece.
Según el estudio “México: Anatomía de la Corrupción (2ª edición)”, elaborado por el Instituto
Mexicano para la Competitividad (IMCO), la organización civil Mexicanos Contra la Corrupción y
el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), si definir a la corrupción resulta un
ejercicio complejo, medirla lo es aún más.
Por ello, precisa el documento, ante la dificultad de conocer exactamente el número de actos de
corrupción cometidos, se han desarrollado metodologías alternativas para su medición, el análisis
explica que las mediciones más utilizadas son los índices de percepción que, en lugar de
contabilizar los actos de corrupción, aplican encuestas a ciudadanos y paneles de expertos para
conocer su apreciación acerca de los niveles de corrupción en un país y/o en algunas de sus
instituciones.
Partimos de una verdad evidente, de una fuerte conexión entre la naturaleza de una acción y su
evaluación y comprensión. Ejemplificando lo anterior, deducimos que no sería elocuente afirmar
que un chimpancé que logro pintar un lienzo es un gran artista, o que alguien podría realizar
acciones religiosas sin manejar el lenguaje. Esto nos resulta útil ya que nos permite entender que, si
no se detecta y diagnostica debidamente una situación determinada, simplemente se le entenderá
mal y no se le podrá enfrentar con el instrumental apropiado y con la óptica adecuada. Dicho de
otro modo: ningún mal se puede contener si previamente no se le comprende, esto es, si nada más se
le padece.
Es por eso por lo que con estas mediciones se busca tener una idea aproximada de la frecuencia de
los actos de corrupción bajo el supuesto de que si la incidencia de estos es mayor también será
mayor el nivel de la corrupción que sus ciudadanos y expertos perciban. Es importante hacer
consciente a la gente de que, de uno u otro modo, tarde o temprano, los daños engendrados por la
corrupción repercuten siempre en el individuo, en las personas concretas, de carne y hueso. Es
factible que para alguien alguna modalidad de corrupción resulte provechosa.
En ese sentido, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) elabora diversos análisis y
encuestas que permiten construir un panorama sobre la percepción de la corrupción en México.
De acuerdo con su Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental, en 2015, la mitad de la
población mayor de 18 años consideró que la corrupción es el segundo mayor problema que
enfrentan sus estados, solo por debajo de la inseguridad y la delincuencia.
El mismo documento revela que 88.8% de la población piensa que la corrupción es una práctica que
ocurre de manera frecuente o muy frecuentemente entre los servidores públicos o empleados del
gobierno, quienes son percibidos de abusar de sus funciones para obtener beneficios personales.
Por otro lado, en lo que se refiere al sector privado, el Inegi revela en su Encuesta Nacional de
Calidad Regulatoria e Impacto Gubernamental en Empresas (ENCRIGE) 2016, la primera en su
tipo, que la corrupción en el país es vista por este sector como uno de los cinco principales
obstáculos para el crecimiento de las empresas.
El mismo análisis develó que 64.6% de los establecimientos dijo verse orillado a participar en actos
de corrupción para agilizar algún trámite, mientras que 39.4% señaló como motivo el evitar multas
o sanciones.
Debemos señalar que en la actualidad se alcanzó el punto crítico en el que la corrupción empieza a
ser igual de cara que los beneficios que supuestamente acarrea. Todo acto de corrupción tiene un
precio, cuesta.
El Banco Mundial estima que la corrupción representa el 9% del Producto Interno Bruto del país,
mientras que el Inegi, a través de distintas encuestas dividió al costo monetario de la corrupción en
dos:
1. Directo: este se refiere al dinero que los ciudadanos y las empresas deben destinar a los
pagos de sobornos o para la entrega de regalos o favores que les son solicitados por los
servidores públicos o intermediarios para agilizar, aprobar o evitar trámites, pagos,
solicitudes o inspecciones.
2. Indirecto: puede ser monetario o no monetario, y se manifiesta de diferentes formas, por
ejemplo, una disminución en la inversión extranjera a causa de un entorno que dificulta la
libre competencia, una mayor desigualdad en la distribución de los recursos o una erosión
de la legitimidad y confianza en las instituciones, entre otras.
El Inegi descubrió que el impacto económico de la corrupción fue mayor en la población que en las
empresas, pero que el costo promedio del soborno por agente fue superior en las empresas que lo
observado en la población.
Así, definió que el costo total por actos de corrupción en millones de pesos fue de 6,419 para la
población y de 1,612 para las unidades económicas o empresas, mientras que el costo promedio de
un acto de corrupción fue de 2,799 pesos por adulto víctima y de 12,243 por empresa víctima.
Como señala la institución, es muy complejo medir todos los costos asociados a la corrupción, no
obstante, resulta importante tratar de aproximar su cuantificación para dimensionar el problema que
representa en la sociedad.
Por último, hay que destacar que la corrupción no es algo natural de los seres humanos y el hecho
de que haya sido normalizada y aceptada por todos nosotros no la convierte en algo propio de
nuestra raza.
Ha sido el sentir de la población lo que nos ha llevado a interiorizar y apropiar lo que la corrupción
trae consigo, podemos detectar actos corruptos en cualquier ámbito de nuestra vida, desde la tienda
de la esquina, hasta nuestros centros de trabajo, nos hemos hecho a la idea de que somos mas
astutos que otros y que por eso podemos evadir alguna normativa, algún reglamento o el deber ser
de nuestro comportamiento como ciudadanos.
Nos creemos mas astutos al evadir la multa, al conseguir un trámite más rápido o al ganar el primer
lugar sin merecerlo. Aunque esto deteriore el funcionamiento del país.
Bibliografía.
https://www2.deloitte.com/mx/es/pages/dnoticias/articles/asi-se-mide-corrupcion-mexico.html
http://www.filosoficas.unam.mx/~tomasini/ENSAYOS/Corrupcion.pdf

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