C01 Cena
C01 Cena
C01 Cena
(Mt 26:1-5) Ahora bien, después de haber dicho todas esas cosas,
Jesús les dijo a sus discípulos: “Como ustedes saben, dentro de
dos días es la Pascua y el Hijo del Hombre va a ser entregado para
que lo ejecuten en el madero”. Entonces los sacerdotes principales
y los ancianos del pueblo se reunieron en el patio del sumo
sacerdote, que se llamaba Caifás, y juntos conspiraron para atrapar
a Jesús con astucia y para matarlo. Pero decían: “Durante la fiesta
no, no sea que el pueblo se alborote”.
(Mr 14:1, 2) Ahora bien, dos días después era la Pascua y la Fiesta
de los Panes Sin Levadura. Y los sacerdotes principales y los
escribas estaban buscando la manera de atrapar a Jesús con
astucia y matarlo. Porque decían: “Durante la fiesta no; el pueblo
podría alborotarse”.
(Lu 22:1, 2) Ahora bien, se acercaba la Fiesta de los Panes Sin
Levadura, llamada Pascua. Y los sacerdotes principales y los
escribas estaban buscando la mejor manera de deshacerse de él,
porque le tenían miedo al pueblo.
(Mt 26:14-16) Entonces uno de los Doce, el que se llamaba Judas
Iscariote, fue a ver a los sacerdotes principales y les preguntó:
“¿Qué me darán si les entrego a Jesús?”. Quedaron en darle 30
monedas de plata. Así que, a partir de ahí, Judas anduvo buscando
una buena oportunidad para traicionarlo.
(Mr 14:10, 11) Judas Iscariote, uno de los Doce, se fue a ver a los
sacerdotes principales para entregarles a Jesús. Al oírlo, ellos
quedaron encantados y prometieron darle dinero. Así que él se
puso a buscar una oportunidad para traicionarlo.
(Lu 22:3-6) Entonces Satanás entró en Judas —el que se llamaba
Iscariote, que se contaba entre los Doce—, y este se fue a hablar
con los sacerdotes principales y los capitanes del templo sobre
cómo entregarles a Jesús. Ellos quedaron encantados y acordaron
darle dinero. Él estuvo de acuerdo, y se puso a buscar una buena
oportunidad para entregárselo a ellos sin que estuviera presente
una multitud.
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(Mt 26:31-35) Entonces Jesús les dijo: “Esta noche, todos ustedes
van a fallar por mi causa, porque está escrito: ‘Heriré al pastor y las
ovejas del rebaño serán dispersadas’. Pero, después de ser
resucitado, iré delante de ustedes camino a Galilea”. Pedro le
respondió: “Aunque todos los demás fallen por tu causa, ¡yo nunca
fallaré!”. Jesús le dijo: “Te aseguro que esta noche, antes de que
cante un gallo, tú negarás tres veces que me conoces”. Pedro le
dijo: “Aunque tenga que morir contigo, yo nunca negaré conocerte”.
Y todos los demás discípulos dijeron lo mismo.
(Mr 14:27-31) Y Jesús les dijo: “Todos ustedes van a fallar, porque
está escrito: ‘Heriré al pastor y las ovejas serán dispersadas’. Pero,
después de ser resucitado, iré delante de ustedes camino a
Galilea”. Pedro le respondió: “Incluso si todos los demás fallan, yo
no lo haré”. Entonces Jesús le dijo: “Te aseguro que hoy mismo,
esta misma noche, antes de que un gallo cante dos veces, tú
negarás tres veces que me conoces”. Pero él seguía insistiendo:
“Aunque tenga que morir contigo, yo nunca negaré conocerte”. Y
todos los demás empezaron a decir lo mismo.
(Lu 22:31-38) ”Simón, Simón, mira que Satanás los ha reclamado
a todos ustedes para sacudirlos como si fueran trigo. Pero yo he
rogado por ti para que tu fe no decaiga. Y tú, cuando vuelvas,
fortalece a tus hermanos”. Entonces él le dijo: “Señor, estoy listo
para ir a prisión contigo y hasta para morir contigo”. Pero él le
respondió: “Pedro, te digo que hoy el gallo no cantará hasta que
hayas negado tres veces que me conoces”. También les dijo:
“Cuando los envié sin bolsita para el dinero ni bolsa de provisiones
ni sandalias, ¿verdad que no les faltó nada?”. “¡No!”, le
contestaron. Entonces él les dijo: “Pero, ahora, el que tiene una
bolsita para el dinero, que la lleve, y también una bolsa de
provisiones; y el que no tiene espada, que venda su manto y
compre una. Porque les digo que tiene que cumplirse en mí esto
que está escrito: ‘Fue considerado un delincuente’. De hecho, esto
se está cumpliendo en mí”. Entonces ellos le dijeron: “Señor, mira,
aquí hay dos espadas”. Él les respondió: “Con eso basta”.
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Esto significa vida eterna: que lleguen a conocerte a ti, el único Dios
verdadero, y a quien tú enviaste, Jesucristo. Yo te he glorificado en
la tierra; he completado la obra que me encargaste. Así que ahora,
Padre, glorifícame a tu lado con aquella gloria que yo tenía junto a
ti antes de que el mundo existiera. ”Les he dado a conocer tu
nombre a quienes me diste del mundo. Eran tuyos y me los diste,
y han obedecido tus palabras. Ahora han llegado a saber que todas
las cosas que me diste vienen de ti; porque les he dado el mensaje
que me diste y ellos lo han aceptado y realmente han llegado a
saber que vine como representante tuyo, y han creído que tú me
enviaste. Pido por ellos; no pido por el mundo, sino por los que tú
me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y lo tuyo es
mío, y yo he sido glorificado entre ellos. ”Yo ya no estoy en el
mundo, pero ellos están en el mundo, y yo me voy a ti. Padre santo,
cuídalos por causa de tu propio nombre, el que tú me diste, para
que sean uno así como nosotros somos uno. Cuando estaba con
ellos, yo los cuidaba por causa de tu propio nombre, el que tú me
diste; y los he protegido, y ninguno de ellos ha sido destruido,
excepto el hijo de la destrucción, para que se cumplieran las
Escrituras. Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas mientras todavía
estoy en el mundo para que ellos sientan plenamente mi felicidad
en su interior. Les he comunicado tus palabras, pero el mundo los
ha odiado porque no son parte del mundo, igual que yo no soy
parte del mundo. ”No te pido que los saques del mundo, sino que
los protejas del Maligno. Ellos no son parte del mundo, igual que
yo no soy parte del mundo. Santifícalos por medio de la verdad; tu
palabra es la verdad. Así como tú me enviaste al mundo, yo
también los envié al mundo. Y me santifico por ellos para que ellos
también sean santificados mediante la verdad. ”No te pido solo por
ellos, sino también por los que pongan su fe en mí gracias a las
palabras de ellos, para que todos ellos sean uno. Tal como tú,
Padre, estás en unión conmigo y yo estoy en unión contigo, que
ellos también estén en unión con nosotros; así el mundo creerá que
tú me enviaste. Les he dado la gloria que me diste para que ellos
sean uno igual que nosotros somos uno: yo en unión con ellos y tú
en unión conmigo para que estén completamente unidos. Así el
mundo sabrá que tú me enviaste y los amaste a ellos como me
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amaste a mí. Padre, quiero que los que me diste estén conmigo
donde yo esté para que vean la gloria que me has dado, porque
me amaste antes de la fundación del mundo. Padre justo, el mundo
realmente no ha llegado a conocerte, pero yo te conozco y ellos
han llegado a saber que tú me enviaste. Les he dado a conocer tu
nombre, y seguiré dándolo a conocer, para que el amor con que tú
me amaste esté en ellos y yo esté en unión con ellos”.
(Mt 26:30) Por último, después de cantar alabanzas, se fueron al
monte de los Olivos.
(Mt 26:36-56) Después Jesús fue con ellos al lugar llamado
Getsemaní y les dijo: “Quédense aquí sentados mientras yo voy
allá a orar”. Entonces se llevó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo,
y empezó a sentirse triste y muy angustiado. Les dijo: “Estoy tan
angustiado que siento que me muero. Quédense aquí y
manténganse despiertos conmigo”. Luego se alejó un poco de
ellos, cayó rostro a tierra y oró así: “Padre mío, si es posible, aparta
de mí esta copa. Pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que
tú quieres”. Después volvió adonde estaban los discípulos y los
encontró dormidos. Y le preguntó a Pedro: “¿Es que no pudieron
mantenerse despiertos conmigo ni siquiera una hora?
Manténganse despiertos y oren constantemente para que
no caigan en la tentación. Claro, el espíritu está dispuesto, pero la
carne es débil”. De nuevo, por segunda vez, se fue y oró así: “Padre
mío, si no es posible apartar esto de mí sin que yo lo beba, que se
haga tu voluntad”. Volvió otra vez y los encontró durmiendo, porque
tenían los ojos cargados de sueño. Así que de nuevo los dejó y se
fue a orar por tercera vez. Y repitió lo mismo que antes. Entonces
volvió adonde estaban los discípulos y les dijo: “¡Están durmiendo
y descansando en un momento como este! ¡Miren! Se ha acercado
la hora para que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de
pecadores. Levántense, vámonos. Miren, ya está llegando el que
me va a traicionar”. En ese momento, mientras él todavía estaba
hablando, apareció Judas, uno de los Doce, y con él venía una gran
multitud armada con espadas y garrotes, enviada por los
sacerdotes principales y los ancianos del pueblo. Ahora bien, el
traidor les había dado esta señal: “Al que yo bese, ese es;
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momento como este! ¡Basta! ¡Ha llegado la hora! Miren, el Hijo del
Hombre va a ser entregado en manos de pecadores. Levántense,
vámonos. Miren, ya está llegando el que me va a traicionar”.
Enseguida, mientras él todavía estaba hablando, llegó Judas, uno
de los Doce, y con él venía una multitud armada con espadas y
garrotes, enviada por los sacerdotes principales, los escribas y los
ancianos. Ahora bien, el traidor había quedado en darles esta
señal: “Al que yo bese, ese es. Deténganlo y llévenselo bien
custodiado”. Así que fue directamente hacia él, se le acercó y le
dijo “¡Rabí!”, y le dio un beso cariñoso. De modo que lo agarraron
y lo detuvieron. Pero uno de los que estaban allí sacó su espada,
atacó al esclavo del sumo sacerdote y le cortó la oreja. Por su parte,
Jesús les dijo: “¿Salieron con espadas y garrotes para arrestarme
como si yo fuera un ladrón? Día tras día estuve con ustedes
enseñando en el templo y no me detuvieron. Pero esto ha pasado
para que se cumplan las Escrituras”. Y todos lo abandonaron y
huyeron. Pero cierto joven que solo llevaba puesta una prenda de
lino de calidad comenzó a seguirlo de cerca. Trataron de atraparlo,
pero él dejó atrás su prenda de lino y se escapó desnudo.
(Lu 22:39-53) Al salir, se fue como de costumbre al monte de los
Olivos, y los discípulos lo siguieron. Cuando llegaron al lugar, les
dijo: “Quédense orando para que no caigan en la tentación”. Y él
se apartó de ellos a una distancia como de un tiro de piedra. Se
puso de rodillas y comenzó a orar diciendo: “Padre, si quieres,
quítame esta copa. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya”.
Entonces se le apareció un ángel del cielo y lo fortaleció. Con todo,
su agonía era tan grande que continuó orando todavía con más
intensidad, y su sudor se volvió como gotas de sangre que caían al
suelo. Cuando se levantó después de orar, fue adonde estaban los
discípulos y los encontró durmiendo, agotados por la tristeza. Les
dijo: “¿Por qué están durmiendo? Levántense y oren todo el tiempo
para que no caigan en la tentación”. Mientras él todavía estaba
hablando, apareció una multitud. Al frente iba uno de los Doce, el
que se llamaba Judas, y se acercó a Jesús para besarlo. Pero
Jesús le dijo: “Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del Hombre?”.
Cuando los que estaban a su alrededor vieron lo que iba a pasar,
le preguntaron: “Señor, ¿atacamos con la espada?”. Y uno de ellos
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sabakhtháni?” —es decir, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?”—. Al oír esto, algunos de los que estaban por allí se
pusieron a decir: “Este hombre está llamando a Elías”. Y uno de
ellos enseguida fue corriendo a buscar una esponja, la empapó en
vino agrio, la puso en una caña y se la acercó para que bebiera.
Pero los demás dijeron: “¡Déjalo! A ver si viene Elías a salvarlo”.
Jesús volvió a gritar con fuerza, y entregó su espíritu. De pronto, la
cortina del santuario se rasgó en dos, de arriba abajo, y la tierra
tembló y las rocas se partieron. Las tumbas se abrieron y muchos
cuerpos de los santos que se habían dormido fueron levantados, y
mucha gente los vio. (Después de que él fue levantado, algunas
personas que venían de las tumbas entraron en la ciudad santa).
Cuando el oficial del ejército y los que estaban con él vigilando a
Jesús vieron el terremoto y las cosas que pasaban, tuvieron
muchísimo miedo y dijeron: “Está claro que era el Hijo de Dios”.
Muchas mujeres, que habían acompañado a Jesús desde Galilea
para atenderlo, estaban allí mirando desde lejos. Entre ellas
estaban María Magdalena, María la madre de Santiago y de Josés,
y la madre de los hijos de Zebedeo.
(Mr 15:20-41) Finalmente, cuando terminaron de burlarse de él, le
quitaron la ropa púrpura y volvieron a ponerle su ropa. Y luego lo
llevaron afuera para clavarlo al madero. Pasaba por allí un hombre
que venía del campo —un tal Simón de Cirene, el padre de
Alejandro y Rufo—, y lo obligaron a prestar el servicio de cargar
con el madero de tormento. Y llevaron a Jesús al lugar llamado
Gólgota, que traducido significa “lugar de la calavera”. Allí
intentaron darle vino mezclado con mirra, pero él no quiso tomarlo.
Y lo clavaron al madero y echaron suertes para repartirse su ropa,
para decidir quién se quedaba con qué. Era la hora tercera cuando
lo clavaron al madero. El letrero con la causa de su condena decía:
“El rey de los judíos”. Además, junto a él fijaron en maderos a dos
ladrones, uno a su derecha y otro a su izquierda. -- Y los que
pasaban por allí lo insultaban meneando la cabeza y diciendo:
“¡Bah! Tú, el que iba a derribar el templo y a construirlo en tres días,
bájate del madero de tormento y sálvate”. Los sacerdotes
principales junto con los escribas se burlaban de él de la misma
manera. Decían entre ellos: “¡Salvó a otros, pero a sí mismo no se
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puede salvar! Que el Cristo, el rey de Israel, baje ahora del madero
de tormento. Cuando lo veamos, creeremos”. Y hasta los que
estaban al lado suyo en los maderos lo insultaban. Cuando llegó la
hora sexta, toda aquella tierra se cubrió de una oscuridad que duró
hasta la hora novena. Y, a la hora novena, Jesús gritó con fuerza:
“Éli, Éli, ¿láma sabakhtháni?”, que traducido significa “Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Algunos de los que
estaban por allí cerca, al oírlo, se pusieron a decir: “¡Escuchen, está
llamando a Elías!”. Entonces alguien fue corriendo a empapar una
esponja en vino agrio, la puso en una caña y se la acercó para que
bebiera. Decía: “¡Déjenlo! A ver si viene Elías a bajarlo”. Pero Jesús
lanzó un fuerte grito y murió. Y la cortina del santuario se rasgó en
dos, de arriba abajo. Ahora bien, cuando el oficial del ejército que
estaba de pie delante de él vio que había muerto en estas
circunstancias, dijo: “Está claro que este hombre era el Hijo de
Dios”. Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas
María Magdalena, María la madre de Santiago el Menor y de Josés,
y Salomé. Estas mujeres lo acompañaban y lo atendían cuando
estaba en Galilea. También había allí muchas otras mujeres que
habían subido con él a Jerusalén.
(Lu 23:26-49) Cuando se lo iban llevando de allí, agarraron a un tal
Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron el madero de
tormento encima para que lo cargara detrás de Jesús. Lo seguía
una gran cantidad de gente, entre quienes había mujeres que se
golpeaban el pecho desconsoladas y gritaban lamentándose por
él. Jesús se volvió hacia las mujeres y les dijo: “Hijas de Jerusalén,
dejen de llorar por mí. Más bien, lloren por ustedes mismas y por
sus hijos; porque, miren, se acercan los días en que se dirá:
‘¡Felices las estériles, las matrices que no dieron a luz y los pechos
que no amamantaron!’. Entonces comenzarán a decirles a las
montañas ‘¡Caigan sobre nosotros!’ y a las colinas ‘¡Cúbrannos!’.
Si hacen estas cosas cuando el árbol está verde, ¿qué pasará
cuando esté seco?”. También llevaban a otros dos hombres, que
eran delincuentes, para ejecutarlos con él. Y, cuando llegaron al
lugar llamado Calavera, lo clavaron al madero junto a los
delincuentes: uno a su derecha y otro a su izquierda. Pero Jesús
decía: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
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que pasaron estas cosas. Por otra parte, algunas mujeres de entre
nosotros también nos dejaron asombrados. Es que fueron a la
tumba muy temprano y, al no encontrar su cuerpo, vinieron
diciendo que habían tenido una visión sobrenatural de unos
ángeles, que decían que él está vivo. Entonces algunos de los que
estaban con nosotros fueron a la tumba y encontraron todo tal
como las mujeres habían dicho. Pero a Jesús no lo vieron”. Y él les
dijo: “¡Qué insensatos son y qué lentos para creer todas las cosas
que dijeron los profetas! ¿Acaso el Cristo no tenía que sufrir estas
cosas y entrar en su gloria?”. Y, empezando por Moisés y todos los
Profetas, les explicó cosas que se decían de él en todas las
Escrituras. Por fin se acercaron a la aldea adonde iban, y él hizo
como que viajaba más lejos. Pero ellos le insistieron en que se
quedara. Le decían: “Quédate con nosotros, que es casi de noche
y el día ya está a punto de terminar”. De modo que él entró para
quedarse con ellos. Cuando estaba cenando con ellos, tomó el pan,
hizo una oración, lo partió y empezó a dárselo. Entonces a ellos se
les abrieron los ojos por completo y lo reconocieron; pero él
desapareció de su presencia. Y se dijeron el uno al otro: “¿Acaso
no nos ardía dentro el corazón cuando él venía hablándonos por el
camino, cuando nos explicaba claramente las Escrituras?”. En ese
mismo momento se levantaron y volvieron a Jerusalén, donde
vieron a los Once y a los que estaban reunidos con ellos, que
decían: “¡Es un hecho que el Señor fue resucitado y se le apareció
a Simón!”. Entonces ellos contaron lo que había pasado por el
camino y cómo lo habían reconocido cuando partió el pan. Mientras
estaban hablando de estas cosas, Jesús mismo se presentó en
medio de ellos y les dijo: “Tengan paz”. Pero, aterrados y
asustados, pensaban que estaban viendo un espíritu. Por eso les
dijo: “¿Por qué están alarmados? ¿Por qué les han surgido dudas
en su corazón? Miren mis manos y mis pies: soy yo mismo.
Tóquenme y miren, porque un espíritu no tiene carne y huesos
como ven que tengo yo”. Y al decir esto les enseñó las manos y los
pies. Pero, mientras ellos todavía no lo creían de pura alegría y
asombro, él les preguntó: “¿Tienen por ahí algo de comer?”. Ellos
le dieron un pedazo de pescado asado. Él lo tomó y se lo comió
delante de sus ojos. Luego les dijo: “Estas son las palabras que les
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dije mientras todavía estaba con ustedes: que todas las cosas
escritas sobre mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los
Salmos tenían que cumplirse”. Entonces les abrió la mente por
completo para que captaran el significado de las Escrituras y les
dijo: “Esto es lo que está escrito: que el Cristo sufriría y se
levantaría de entre los muertos al tercer día y que, en su nombre,
en todas las naciones —comenzando por Jerusalén—, se
predicaría arrepentimiento para el perdón de pecados. Ustedes
tienen que ser testigos de estas cosas. Y sepan que voy a enviar
sobre ustedes lo que mi Padre prometió. Pero quédense en la
ciudad hasta que sean revestidos del poder que viene de lo alto”.
(Jn 20:1-25) El primer día de la semana, María Magdalena fue a la
tumba temprano, cuando todavía estaba oscuro, y vio que habían
quitado la piedra de la tumba. Así que fue corriendo a ver a Simón
Pedro y al otro discípulo, a quien Jesús quería, y les dijo: “¡Se han
llevado de la tumba al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto!”.
Entonces Pedro y el otro discípulo fueron para la tumba. Los dos
echaron a correr juntos, pero el otro discípulo corrió más rápido que
Pedro y llegó primero a la tumba. Al agacharse para mirar adentro,
vio allí las telas de lino, pero no entró. Entonces Simón Pedro, que
venía detrás de él, llegó también y entró en la tumba. Y vio allí las
telas de lino. La tela con la que le habían cubierto la cabeza a Jesús
no estaba con las otras vendas, sino enrollada y colocada en un
lugar aparte. Después también entró el otro discípulo, el que había
llegado primero a la tumba, y vio y creyó. Y es que todavía
no entendían el pasaje de las Escrituras que decía que él tenía que
levantarse de entre los muertos. Así que los discípulos volvieron a
sus casas. Pero María se quedó de pie afuera, llorando junto a la
tumba. Mientras lloraba, se agachó para mirar adentro de la tumba
y vio a dos ángeles vestidos de blanco sentados donde había
estado el cuerpo de Jesús; uno a la cabecera y otro a los pies. Y
ellos le preguntaron: “Mujer, ¿por qué estás llorando?”. Ella les
contestó: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han
puesto”. Después de decir esto, ella se volvió y vio a Jesús allí de
pie, pero no se dio cuenta de que era él. Jesús le preguntó: “Mujer,
¿por qué estás llorando? ¿A quién buscas?”. Ella, pensando que
era el jardinero, le dijo: “Si tú te lo has llevado, señor, dime dónde
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CAPÍTULO 116
Una lección de humildad en la última Pascua
MATEO 26:20 MARCOS 14:17 LUCAS 22:14-18
JUAN 13:1-17
• LA ÚLTIMA CENA DE LA PASCUA DE JESÚS CON
SUS APÓSTOLES
• LES LAVA LOS PIES A LOS APÓSTOLES PARA
ENSEÑARLES UNA LECCIÓN
Tal como Jesús les mandó, Pedro y Juan ya han llegado a
Jerusalén para preparar la Pascua. Más tarde, Jesús y los otros 10
apóstoles también se dirigen hacia allá. La tarde ya está muy
avanzada, y el Sol va desapareciendo en el horizonte mientras
Jesús y sus apóstoles descienden del monte de los Olivos. Es la
última vez que verá esta escena de día, hasta que resucite.
En poco tiempo, llegan a la ciudad y van hacia la casa donde
celebrarán la cena de la Pascua. Una vez allí, suben a la amplia
habitación que hay en el piso de arriba y ven que todo está
preparado. Jesús quería que llegara este momento, pues les dice:
“Deseaba tanto comer con ustedes esta Pascua antes de que
empiece mi sufrimiento...” (Lucas 22:15).
Muchos años atrás, se había adquirido la costumbre de pasar
varias copas de vino entre quienes celebraban la Pascua. Ahora,
después de aceptar una de las copas, Jesús da gracias a Dios y
luego les dice: “Tómenla y vayan pasándola entre ustedes, porque
les digo que a partir de ahora no volveré a beber del producto de la
vid hasta que venga el Reino de Dios” (Lucas 22:17, 18). Con estas
palabras, debería quedarles claro que se aproxima su muerte.
En algún momento durante la cena, ocurre algo inesperado.
Jesús se levanta, pone a un lado su manto y agarra una toalla.
Luego pone agua en un recipiente que tiene a mano. Normalmente,
era el anfitrión quien se aseguraba de que alguien les lavara los
pies a los invitados, quizás uno de sus sirvientes (Lucas 7:44).
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CAPÍTULO 117
La Cena del Señor
MATEO 26:21-29 MARCOS 14:18-25 LUCAS 22:19-
23 JUAN 13:18-30
• JESÚS REVELA QUE JUDAS LO TRAICIONARÁ
• JESÚS INSTITUYE UNA CENA PARA RECORDAR
SU MUERTE
Hace un rato, Jesús les ha dado una lección de humildad a sus
apóstoles al lavarles los pies. Ahora, al parecer después de la cena
de la Pascua, cita estas palabras proféticas de David: “El hombre
que estaba en paz conmigo, en el que yo confiaba, el que comía
de mi pan, se ha vuelto en mi contra”. Después explica: “Uno de
ustedes me va a traicionar” (Salmo 41:9; Juan 13:18, 21).
Los apóstoles se miran unos a otros y empiezan a decir: “Señor,
no seré yo, ¿verdad?”. Hasta Judas Iscariote lo dice. Entonces
Pedro le pide a Juan, que está al lado de Jesús en la mesa, que
averigüe de quién se trata. Así que Juan se recuesta en el pecho
de Jesús y le pregunta: “Señor, ¿quién es?” (Mateo 26:22; Juan
13:25).
Jesús le responde: “Es aquel a quien le dé el pedazo de pan
que voy a mojar”. A continuación, moja un poco de pan en un plato,
se lo da a Judas y dice: “El Hijo del Hombre se va, tal como se
escribió acerca de él. Pero ¡ay del que va a traicionar al Hijo del
Hombre! Más le valdría no haber nacido” (Juan 13:26; Mateo
26:24). Entonces, Satanás entra en Judas. Este hombre, que ya
está corrompido, se somete ahora a la voluntad del Diablo, y así se
convierte en “el hijo de destrucción” (Juan 6:64, 70; 12:4; 17:12).
Jesús le dice a Judas: “Lo que estás haciendo, hazlo más
rápido”. Los demás apóstoles se imaginan que, como Judas tiene
la caja del dinero, le está diciendo que compre las cosas que
necesitan para la fiesta o que les dé algo a los pobres (Juan 13:27-
30). Pero, en vez de eso, Judas se marcha para traicionar a Jesús.
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CAPÍTULO 118
Discuten sobre quién es el mayor
MATEO 26:31-35 MARCOS 14:27-31 LUCAS 22:24-
38 JUAN 13:31-38
• JESÚS DA CONSEJOS SOBRE LA GRANDEZA
• PREDICE QUE PEDRO NEGARÁ CONOCERLO
• EL AMOR IDENTIFICA A LOS SEGUIDORES DE
JESÚS
En esta última noche que Jesús pasa con sus apóstoles, él les
ha lavado los pies, y así les ha dado una excelente lección sobre
servir a los demás con humildad. ¿Por qué ha sido necesario?
Porque han demostrado que tienen un punto débil. Son leales a
Dios, pero aún están pensando en quién de ellos es el mayor o más
importante (Marcos 9:33, 34; 10:35-37). Esa mala tendencia vuelve
a surgir en el transcurso de la noche.
En poco tiempo, comienza “una fuerte discusión entre los
discípulos” sobre quién de ellos es el mayor (Lucas 22:24). ¡Qué
triste debe sentirse Jesús al verlos discutiendo de nuevo! Pero
¿qué hace al respecto?
En vez de regañarlos por su actitud y su comportamiento,
razona pacientemente con ellos: “Los reyes de las naciones
dominan al pueblo, y a los que tienen autoridad sobre la gente se
les llama benefactores. Sin embargo, ustedes no deben ser así. [...]
Porque ¿quién es mayor? ¿El que come, o el que sirve?”.
Entonces, les recuerda el ejemplo que él mismo les ha dado
siempre: “Pero yo estoy entre ustedes como el que sirve” (Lucas
22:25-27).
A pesar de que son imperfectos, los apóstoles han permanecido
al lado de Jesús en medio de muchas situaciones difíciles. Por eso,
él les dice: “Yo hago un pacto con ustedes para un reino, así como
mi Padre ha hecho un pacto conmigo” (Lucas 22:29). Estos
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CAPÍTULO 119
Jesús: el camino, la verdad y la vida
JUAN 14:1-31
• JESÚS SE VA A PREPARARLES UN LUGAR A
SUS DISCÍPULOS
• LES PROMETE QUE LES DARÁ UN AYUDANTE
• EL PADRE ES MAYOR QUE JESÚS
Jesús todavía está con sus apóstoles en la habitación del piso
de arriba. Después de la cena para recordar su muerte, los anima
diciéndoles: “Que no se les angustie el corazón. Demuestren fe en
Dios, y demuestren fe en mí también” (Juan 13:36; 14:1).
Jesús les dice algo a sus fieles apóstoles para que no se
preocupen demasiado por su partida: “En la casa de mi Padre hay
muchos lugares donde vivir. [...] Además, cuando me haya ido y les
haya preparado un lugar, volveré y los recibiré en casa, a mi lado,
para que donde yo esté también estén ustedes”. Sin embargo, los
apóstoles no entienden que les está hablando de ir al cielo. Por eso
Tomás le pregunta: “Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo
vamos a conocer el camino?” (Juan 14:2-5).
Jesús le responde: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Solo
quien acepte a Jesús y sus enseñanzas, y siga su ejemplo, puede
entrar en el hogar celestial de su Padre. Jesús explica: “Nadie
puede llegar al Padre si no es por medio de mí” (Juan 14:6).
Felipe, que está escuchando con atención, le pide: “Señor,
muéstranos al Padre, y con eso nos basta”. Al parecer, quiere que
le dé una visión de Dios, como las que tuvieron Moisés, Elías e
Isaías. Sin embargo, los apóstoles cuentan con algo mejor que
aquellas visiones. Jesús lo destaca al responder: “Felipe, con todo
el tiempo que llevo con ustedes, ¿todavía no me conoces? El que
me ha visto a mí ha visto al Padre también”. Jesús es el reflejo
perfecto de la personalidad del Padre. Por lo tanto, vivir con Jesús
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CAPÍTULO 120
Cómo dar fruto y ser amigos de Jesús
JUAN 15:1-27
• LA VID VERDADERA Y SUS RAMAS
• CÓMO PERMANECER EN EL AMOR DE JESÚS
Jesús ha estado conversando francamente con sus apóstoles
fieles y animándolos. Es tarde, quizás después de medianoche.
Ahora les pone un ejemplo motivador.
Comienza así: “Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el
agricultor” (Juan 15:1). Este ejemplo se parece a lo que se dijo
siglos antes sobre la nación de Israel, a la que se llamaba la vid de
Jehová (Jeremías 2:21; Oseas 10:1, 2). Sin embargo, Jehová va a
rechazar a esa nación (Mateo 23:37, 38). Así que Jesús está
hablando de algo nuevo. Él es la vid que su Padre ha estado
cultivando desde que lo ungió con espíritu santo en el año 29. Pero
Jesús muestra que la vid no solo lo representa a él, pues dice:
“Él [su Padre] corta todas las ramas en mí que no dan fruto, y
todas las que dan fruto las limpia para que den más. [...] Igual que
la rama no puede dar fruto por sí sola, sino que tiene que seguir
unida a la vid, ustedes tampoco pueden dar fruto si no siguen en
unión conmigo. Yo soy la vid y ustedes son las ramas” (Juan 15:2-
5).
Jesús les ha prometido a sus discípulos fieles que, después de
su partida, les enviará a un ayudante, el espíritu santo. Cincuenta
y un días más tarde, los apóstoles y otros discípulos recibirán ese
espíritu, y así se convertirán en ramas de la vid. Y todas las “ramas”
deberán permanecer unidas a Jesús. ¿Con qué propósito?
Explica: “El que se mantiene en unión conmigo, y yo en unión
con él, ese da mucho fruto. Porque, separados de mí, ustedes
no pueden hacer nada”. Sus seguidores fieles, que son las “ramas”
de la vid, darán mucho fruto cultivando cualidades como las de
57
mundo los odiará, pero también les da estas palabras de ánimo: “Si
el mundo los odia, ya saben que a mí me odió antes que a ustedes.
Si fueran parte del mundo, el mundo los amaría porque serían algo
suyo. Pero, como no son parte del mundo, sino que yo los he
elegido de entre el mundo, por eso el mundo los odia” (Juan
15:18, 19).
Luego, les da más razones por las que el mundo los odiará: “Por
causa de mi nombre, ellos les harán todas estas cosas, porque
no conocen al que me envió”. Jesús dice que sus milagros en
realidad condenan a los que lo odian: “Si yo no hubiera hecho
delante de ellos las obras que nadie más ha hecho, no serían
culpables de pecado; pero ahora me han visto y me han odiado a
mí y también a mi Padre”. De hecho, ese odio cumple lo que estaba
predicho (Juan 15:21, 24, 25; Salmo 35:19; 69:4).
Jesús les promete de nuevo que les enviará al ayudante, el
espíritu santo. Esa poderosa fuerza está a disposición de todos sus
seguidores y los puede ayudar a dar fruto, es decir, a “dar
testimonio” (Juan 15:27).
[Recuadro de la página 277]
◊ ¿Quién es el agricultor, quién es la vid y quiénes son las ramas
del ejemplo de Jesús?
◊ ¿Qué fruto quiere Dios que produzcan las ramas?
◊ ¿Cómo pueden los discípulos de Jesús ser sus amigos, y qué los
ayudará a hacer frente al odio del mundo?
59
CAPÍTULO 121
“¡Sean valientes!, que yo he vencido al mundo”
JUAN 16:1-33
• DENTRO DE POCO, LOS APÓSTOLES DEJARÁN
DE VER A JESÚS
• LA TRISTEZA DE LOS APÓSTOLES SE
CONVERTIRÁ EN ALEGRÍA
Jesús y los apóstoles están a punto de irse de la habitación del
piso de arriba, donde han celebrado la cena de la Pascua. Él les
ha dado muchos consejos y ahora les explica: “Les he dicho estas
cosas para que no pierdan la fe”. ¿Por qué es oportuna esa
advertencia? Él mismo da la respuesta: “Los van a expulsar de la
sinagoga. De hecho, viene la hora en que todo el que los mate
creerá que le está prestando un servicio sagrado a Dios” (Juan
16:1, 2).
Esas noticias quizás preocupen a los apóstoles. Aunque Jesús
ya les mencionó que el mundo los odiaría, no les había dicho tan
directamente que los matarían. ¿Por qué no? Porque todavía está
con ellos (Juan 16:4). Pero, ahora, antes de marcharse, les está
avisando, así tal vez no fallen más adelante.
Jesús continúa: “Ahora voy al que me envió, y ninguno de
ustedes me pregunta ‘¿Adónde vas?’”. Ya esa misma noche le
habían preguntado adónde iba (Juan 13:36; 14:5; 16:5). Pero,
ahora, conmocionados, se quedan pensando en la persecución
que van a sufrir y centrados en su propia tristeza. Por eso no le
hacen más preguntas sobre la gloria que le espera y lo que eso
significará para los verdaderos siervos de Dios. Jesús les comenta:
“El corazón se les ha llenado de tristeza porque les dije estas
cosas” (Juan 16:6).
Entonces les explica: “Es por su bien que me voy. Porque, si
no me voy, el ayudante no vendrá a ustedes; pero, si me voy, yo
se lo enviaré a ustedes” (Juan 16:7). Jesús tiene que morir e ir al
60
cielo para que sus discípulos reciban espíritu santo, que él puede
enviar como ayudante a sus seguidores en cualquier parte del
mundo.
El espíritu santo “le dará al mundo pruebas convincentes del
pecado, de la justicia y del juicio” (Juan 16:8). Así es, la falta de fe
del mundo en el Hijo de Dios quedará al descubierto. Jesús subirá
al cielo, y eso será una prueba convincente de que él es justo y
demostrará que Satanás, “el gobernante de este mundo”, merece
ser condenado (Juan 16:11).
A continuación, Jesús señala: “Tengo muchas cosas que
decirles, pero ahora sería demasiado para ustedes”. Sin embargo,
cuando él derrame el espíritu santo, lograrán entender “toda la
verdad” y serán capaces de vivir de acuerdo con ella (Juan
16:12, 13).
Los apóstoles se quedan confundidos al escuchar a Jesús decir:
“Dentro de poco ya no me verán más, pero también dentro de poco
me verán”. Se preguntan unos a otros a qué se refiere. Jesús se
da cuenta de que quieren saberlo, así que les explica: “De verdad
les aseguro que ustedes llorarán y se lamentarán, pero el mundo
se alegrará; ustedes sentirán dolor, pero su dolor se convertirá en
felicidad” (Juan 16:16, 20). Cuando lo maten al día siguiente por la
tarde, los líderes religiosos se alegrarán, pero los discípulos se
pondrán muy tristes. Sin embargo, su dolor se tornará en alegría al
ver que Jesús ha resucitado, y seguirán sintiendo alegría cuando
él derrame sobre ellos el espíritu santo.
Jesús compara la situación de los apóstoles a la de una mujer
que tiene dolores de parto: “Cuando una mujer está dando a luz,
siente dolor porque le ha llegado la hora. Pero, cuando ya ha dado
a luz al niño, la felicidad de que un ser humano haya venido al
mundo hace que se le olvide todo el sufrimiento”. Jesús les da a
los apóstoles las siguientes palabras de ánimo: “Lo mismo pasa
con ustedes. Ahora están muy tristes; pero yo volveré a verlos, y el
corazón se les llenará de felicidad y nadie les podrá quitar su
felicidad” (Juan 16:21, 22).
61
CAPÍTULO 122
La oración de conclusión de Jesús en la habitación de arriba
JUAN 17:1-26
• LOS BENEFICIOS DE LLEGAR A CONOCER A
DIOS Y A SU HIJO
• LA UNIDAD DE JEHOVÁ, JESÚS Y LOS
DISCÍPULOS
Como Jesús ama tanto a sus discípulos, los ha estado
preparando para cuando se vaya dentro de poco. Ahora, alza la
vista al cielo y le ora a su Padre: “Glorifica a tu hijo para que tu hijo
te glorifique a ti, así como le has dado autoridad sobre todas las
personas para que él les dé vida eterna a todos los que le diste”
(Juan 17:1, 2).
Jesús reconoce claramente que lo más importante es darle
gloria a Dios. Pero también menciona que la humanidad tiene la
maravillosa posibilidad de obtener vida eterna. Jesús ha recibido
“autoridad sobre todas las personas”, así que puede ofrecerles a
todos los seres humanos los beneficios de su sacrificio.
No obstante, solo unos cuantos los aprovecharán. ¿Por qué?
Porque únicamente los recibirán quienes hagan lo que Jesús dice
a continuación: “Esto significa vida eterna: que lleguen a conocerte
a ti, el único Dios verdadero, y a quien tú enviaste, Jesucristo” (Juan
17:3).
Así, quien quiera recibir vida eterna debe conocer muy bien
tanto al Padre como al Hijo y desarrollar una estrecha amistad con
ellos. Tiene que ver las cosas como ellos las ven. Además, debe
esforzarse por copiar sus magníficas cualidades al tratar a los
demás y reconocer que obtener la vida eterna no es tan importante
como darle gloria a Dios. Jesús vuelve a hablar de este tema:
“Yo te he glorificado en la tierra; he completado la obra que me
encargaste. Así que ahora, Padre, glorifícame a tu lado con aquella
gloria que yo tenía junto a ti antes de que el mundo existiera” (Juan
63
CAPÍTULO 123
Ora a su Padre en momentos de gran angustia
MATEO 26:30, 36-46 MARCOS 14:26, 32-42 LUCAS
22:39-46 JUAN 18:1
• JESÚS EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ
• SU SUDOR SE VUELVE COMO GOTAS DE
SANGRE
Jesús termina de orar con sus apóstoles y, “después de cantar
alabanzas”, todos se van al monte de los Olivos (Marcos 14:26).
Se dirigen hacia el este, a un lugar adonde Jesús acostumbra ir, el
jardín de Getsemaní.
Al llegar a este agradable lugar entre los olivos, deja atrás a
ocho de los apóstoles. Quizás se quedan cerca de la entrada del
jardín, pues les pide: “Quédense aquí sentados mientras yo voy
allá a orar”. Entonces se lleva con él a tres apóstoles —Pedro,
Santiago y Juan— y se adentra más en el jardín. Está bajo mucha
presión, por eso les dice: “Estoy tan angustiado que siento que me
muero. Quédense aquí y manténganse despiertos conmigo”
(Mateo 26:36-38).
Jesús se aparta un poco de ellos, cae al suelo y empieza a orar.
¿Sobre qué asuntos ora en un momento tan crítico? Le ruega a
Dios: “Padre, para ti todo es posible; quítame esta copa. Pero que
no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres” (Marcos
14:35, 36). ¿A qué se refiere? ¿Acaso está renunciando a su papel
de Redentor? ¡Claro que no!
Jesús pudo ver desde el cielo el sufrimiento extremo por el que
pasaron otras personas ejecutadas por los romanos. Y ahora él es
un ser humano con profundos sentimientos, capaz de padecer
dolor. Está claro que no desea sufrir lo que le espera. Pero hay algo
más importante que lo tiene angustiado. Sabe que morirá como un
delincuente despreciable y que eso le puede traer deshonra al
67
CAPÍTULO 124
La traición de Judas y el arresto de Jesús
MATEO 26:47-56 MARCOS 14:43-52 LUCAS 22:47-
53 JUAN 18:2-12
• JUDAS TRAICIONA A JESÚS EN EL JARDÍN
• PEDRO LE CORTA LA OREJA A UN HOMBRE
• ARRESTAN A JESÚS
Ya es más de medianoche. Los sacerdotes han acordado
pagarle a Judas 30 piezas de plata para que traicione a Jesús. Así
que Judas guía a un gran grupo de sacerdotes principales y
fariseos, con el objetivo de encontrar al Maestro. Los acompaña un
destacamento de soldados romanos y un comandante militar.
Por lo visto, cuando Jesús le dijo que se marchara de la cena
de la Pascua, Judas se fue directamente a ver a los sacerdotes
principales (Juan 13:27). Ellos reunieron a sus propios guardias y
a una banda de soldados. Quizás Judas los haya conducido
primero a la habitación en la que Jesús y sus apóstoles han
celebrado la Pascua. Pero, a estas alturas, la multitud ha cruzado
el valle de Cedrón y se dirige al jardín. Además de armas, llevan
lámparas y antorchas, resueltos a encontrar a Jesús.
Judas dirige al grupo hacia el monte de los Olivos convencido
de que sabe dónde encontrar a Jesús. La semana pasada los
apóstoles recorrieron en varias ocasiones el camino de Betania a
Jerusalén y se detuvieron en el jardín de Getsemaní unas cuantas
veces. Pero ahora es de noche, y puede que Jesús se encuentre
entre las sombras de los olivos del jardín. Así que, ¿cómo serán
capaces los soldados de reconocerlo, si quizás ni lo han visto
antes? Para ayudarlos, Judas queda en darles la siguiente señal:
“Al que yo bese, ese es. Deténganlo y llévenselo bien custodiado”
(Marcos 14:44).
70
CAPÍTULO 125
Se lo llevan a Anás y después a Caifás
MATEO 26:57-68 MARCOS 14:53-65 LUCAS 22:54,
63-65 JUAN 18:13, 14, 19-24
• LLEVAN A JESÚS AL EX SUMO SACERDOTE
ANÁS
• EL SANEDRÍN LLEVA A CABO UN JUICIO ILEGAL
Después de atar a Jesús como si fuera un vulgar delincuente,
se lo llevan a Anás, quien era el sumo sacerdote cuando Jesús era
niño y dejó asombrados a los maestros en el templo (Lucas
2:42, 47). Algunos de los hijos de Anás también desempeñaron
más tarde el papel de sumo sacerdote, y ahora es su yerno Caifás
quien ocupa el puesto.
Mientras Jesús está en la casa de Anás, Caifás tiene tiempo
para convocar al Sanedrín. Este tribunal, compuesto por 71
miembros, incluye al sumo sacerdote y a otros hombres que habían
tenido ese cargo.
Anás interroga a Jesús “sobre sus discípulos y sobre lo que
enseñaba”. Él simplemente le responde: “He hablado públicamente
a todo el mundo. Siempre enseñé en las sinagogas y en el templo,
donde todos los judíos se reúnen, y no dije nada en secreto. ¿Por
qué me interrogas a mí? Interroga a quienes oyeron lo que les dije.
Ahí están, ellos saben bien lo que dije” (Juan 18:19-21).
Uno de los guardias que está de pie allí le da una bofetada a
Jesús y lo reprende: “¿Así le contestas al sacerdote principal?”.
Pero Jesús sabe que no ha hecho nada malo, por eso le responde:
“Si he dicho algo malo, dime qué fue; pero, si lo que he dicho es
cierto, ¿por qué me pegas?” (Juan 18:22, 23). Luego Anás hace
que se lleven a Jesús ante su yerno Caifás.
A estas alturas ya están reunidos en la casa de Caifás todos los
miembros del Sanedrín: el sumo sacerdote actual, los ancianos del
73
CAPÍTULO 126
Pedro niega conocer a Jesús
MATEO 26:69-75 MARCOS 14:66-72 LUCAS 22:54-
62 JUAN 18:15-18, 25-27
• EN LA CASA DE CAIFÁS, PEDRO NIEGA
CONOCER A JESÚS
Después del arresto de Jesús en el jardín de Getsemaní, los
apóstoles lo abandonan por temor y escapan. Sin embargo, dos de
ellos dejan de huir. Son Pedro y “otro discípulo”, por lo visto, el
apóstol Juan (Juan 18:15; 19:35; 21:24). Puede que alcancen a
Jesús mientras lo llevan a la casa de Anás. Luego, cuando Anás
envía a Jesús al sumo sacerdote, Caifás, los dos apóstoles lo
siguen de lejos. Probablemente tengan una mezcla de
sentimientos: por un lado, temor por su propia vida y, por otro,
preocupación por lo que le sucederá a su Maestro.
Juan conoce al sumo sacerdote y por eso logra entrar en el patio
de la casa de Caifás. Por su parte, Pedro espera fuera, en la puerta,
hasta que Juan regresa y habla con la sirvienta que está de portera.
Entonces ella deja entrar a Pedro.
Es una noche fría, así que los que están en el patio hacen un
fuego de carbón, y Pedro se sienta con ellos para mantenerse
caliente mientras espera. Quiere ver en qué termina el juicio contra
Jesús (Mateo 26:58). Ahora, a la luz de la lumbre, la sirvienta que
dejó entrar a Pedro puede verlo mejor y le pregunta: “¿No eres tú
también uno de los discípulos de ese hombre?” (Juan 18:17).
Y no es la única que lo reconoce, otros también lo acusan de
acompañar a Jesús (Mateo 26:69, 71-73; Marcos 14:70).
Entonces, Pedro se pone muy alterado, porque quiere pasar
desapercibido, y se aparta hacia la entrada. Es más, niega que
andaba con Jesús, hasta el punto de decir: “Ni lo conozco
ni entiendo de qué me hablas” (Marcos 14:67, 68). Además,
empieza “a maldecir y a jurar” que dice la verdad. Con eso da a
76
CAPÍTULO 127
El Sanedrín lo juzga y después lo envía a Pilato
MATEO 27:1-11 MARCOS 15:1 LUCAS 22:66-23:3
JUAN 18:28-35
• EL SANEDRÍN REANUDA EL JUICIO POR LA
MAÑANA
• JUDAS ISCARIOTE INTENTA AHORCARSE
• ENVÍAN A JESÚS ANTE PILATO
La noche está a punto de acabar cuando Pedro niega a Jesús
por tercera vez. Los miembros del Sanedrín ya han concluido el
juicio ilegal y se han marchado. Después del amanecer del viernes,
el tribunal se reúne de nuevo, probablemente para darle cierta
apariencia de legalidad al juicio que celebraron la noche anterior
fuera de la ley. Entonces, mandan traer de nuevo a Jesús.
Una vez más, le ordenan: “Dinos si eres el Cristo”, a lo que él
les responde: “Aunque se lo dijera, nunca lo creerían. Además, si
yo les preguntara algo, ustedes no me responderían”. Sin
embargo, se identifica con valor como el personaje de quien se
había profetizado en Daniel 7:13, pues añade: “De aquí en
adelante, el Hijo del Hombre estará sentado a la poderosa derecha
de Dios” (Lucas 22:67-69; Mateo 26:63).
Pero ellos insisten: “Entonces, ¿eres tú el Hijo de Dios?”. Y él
les contesta: “Sí, ustedes mismos están diciendo que lo soy”.
Parece que eso les da base para justificar la ejecución de Jesús
por blasfemia. Así que concluyen: “¿Para qué necesitamos más
testimonio?” (Lucas 22:70, 71; Marcos 14:64). A continuación, lo
atan y se lo llevan al gobernador romano Poncio Pilato.
Es posible que Judas haya visto a Jesús mientras se lo llevan a
Pilato. Al enterarse de que han condenado al Maestro, siente algo
de remordimiento y desesperación, pero, en vez de arrepentirse de
verdad y buscar el perdón de Dios, se va a devolver las 30
79
CAPÍTULO 128
Pilato y Herodes consideran inocente a Jesús
MATEO 27:12-14, 18, 19 MARCOS 15:2-5 LUCAS
23:4-16 JUAN 18:36-38
• PILATO Y HERODES INTERROGAN A JESÚS
Jesús no trata de ocultar a Pilato que realmente es rey. Sin
embargo, su Reino no es una amenaza para Roma, pues le dice:
“Mi Reino no es parte de este mundo. Si mi Reino fuera parte de
este mundo, mis ayudantes habrían peleado para que yo no fuera
entregado a los judíos. Pero la realidad es que mi Reino no es de
aquí” (Juan 18:36). Así que Jesús deja claro que tiene un Reino,
pero no es parte de este mundo.
Pilato no se queda satisfecho con la respuesta de Jesús. Por
eso le pregunta: “¿O sea, que tú eres rey?”. Entonces Jesús le dice
que ha llegado a la conclusión correcta: “Sí, tú mismo estás
diciendo que yo soy rey. Para esto he nacido y para esto he venido
al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que está de
parte de la verdad escucha mi voz” (Juan 18:37).
Poco antes, Jesús le había dicho a Tomás: “Yo soy el camino,
la verdad y la vida”. En esta ocasión, hasta Pilato llega a saber que
Jesús vino a la Tierra para dar testimonio de la verdad, en concreto,
la verdad sobre su Reino. Jesús está dispuesto a ser fiel a esta
verdad aunque le cueste la vida. Ahora Pilato le pregunta: “¿Qué
es la verdad?”. Pero no espera la respuesta, pues considera que
ya ha oído suficiente para juzgar a este hombre (Juan 14:6; 18:38).
Pilato se dirige de nuevo a la multitud que está esperando fuera
del palacio. Al parecer, Jesús está junto a él. Entonces Pilato les
dice a los sacerdotes principales y a los que están con ellos: “Yo a
este hombre no lo encuentro culpable de ningún delito”. Enfurecida
por estas palabras, la multitud grita: “Alborota al pueblo enseñando
por toda Judea; comenzó en Galilea y ha llegado hasta aquí”
(Lucas 23:4, 5).
82
CAPÍTULO 129
Pilato declara: “¡Miren! ¡El hombre!”
MATEO 27:15-17, 20-30 MARCOS 15:6-19 LUCAS
23:18-25 JUAN 18:39-19:5
• PILATO INTENTA LIBERAR A JESÚS
• LOS JUDÍOS PIDEN QUE SE LIBERE A
BARRABÁS
• SE BURLAN DE JESÚS Y LO MALTRATAN
A la multitud que está pidiendo la muerte de Jesús, Pilato ya le
ha dicho: “No encontré ninguna base para las acusaciones que
presentan contra él. De hecho, Herodes tampoco” (Lucas
23:14, 15). Ahora, busca otra manera de salvar a Jesús y le dice al
pueblo: “Ustedes tienen la costumbre de que les ponga en libertad
a un preso durante la Pascua. ¿Quieren que les ponga en libertad
al rey de los judíos?” (Juan 18:39).
Pilato sabe que en la cárcel está un hombre llamado Barrabás,
que es un ladrón, un enemigo del gobierno y un asesino. Así que
pregunta: “¿A quién quieren que les ponga en libertad: a Barrabás,
o a Jesús, al que llaman Cristo?”. El pueblo, influenciado por los
sacerdotes principales, pide que se libere a Barrabás y no a Jesús.
Pero Pilato pregunta de nuevo: “¿A cuál de los dos quieren que les
ponga en libertad?”. Y la gente responde: “¡A Barrabás!” (Mateo
27:17, 21).
Decepcionado, Pilato les pregunta: “Entonces, ¿qué hago con
Jesús, al que llaman Cristo?”. Todos contestan: “¡Al madero con
él!” (Mateo 27:22). Al pueblo le tendría que dar vergüenza pedir la
muerte de un hombre inocente. Pilato protesta: “Pero ¿por qué?
¿Qué mal ha hecho este hombre? Yo no he encontrado en él nada
que merezca la muerte. Por lo tanto, lo castigaré y lo pondré en
libertad” (Lucas 23:22).
85
CAPÍTULO 130
Se llevan a Jesús al lugar de ejecución
MATEO 27:31, 32 MARCOS 15:20, 21 LUCAS
23:24-31 JUAN 19:6-17
• PILATO TRATA DE LIBERAR A JESÚS
• CONDENAN A JESÚS Y LO LLEVAN AL LUGAR
DE EJECUCIÓN
Aunque Jesús ha sufrido burlas y un maltrato cruel, los
esfuerzos de Pilato por ponerlo en libertad no tienen ningún efecto
en los sacerdotes principales ni en los que los apoyan. Ellos
quieren que Jesús sea condenado a muerte. Por eso, siguen
gritando: “¡Al madero con él! ¡Al madero con él!”. Pero Pilato les
responde: “Llévenselo y ejecútenlo ustedes, porque yo
no encuentro que sea culpable de nada” (Juan 19:6).
Los judíos no logran convencer a Pilato de que Jesús haya
cometido un delito contra el gobierno que merezca la muerte. Así
que ahora acusan a Jesús de desobedecer una ley religiosa.
Vuelven a acusarlo de blasfemia, tal como hicieron ante el
Sanedrín. Afirman: “Nosotros tenemos una ley, y según esa ley
debe morir, porque se hizo a sí mismo hijo de Dios” (Juan 19:7).
Para Pilato, esta acusación es nueva.
Él entra de nuevo en su palacio y trata de encontrar una manera
de liberar a este hombre que ha soportado un trato cruel y sobre el
que la propia esposa de Pilato ha tenido un sueño (Mateo 27:19).
Esta nueva acusación de los judíos —que el prisionero es “hijo de
Dios”— desconcierta a Pilato. Él sabe que Jesús es de Galilea
(Lucas 23:5-7). Aun así, le pregunta: “¿De dónde eres tú?” (Juan
19:9). Puede que Pilato se pregunte si Jesús vivió antes en el cielo
o si era un dios.
Jesús mismo ya le ha dicho a Pilato que es rey, pero que su
Reino no es parte de este mundo. No necesita añadir nada más,
así que se queda callado. Sin embargo, Pilato se siente ofendido
88
CAPÍTULO 131
Un rey inocente sufre en el madero
MATEO 27:33-44 MARCOS 15:22-32 LUCAS 23:32-
43 JUAN 19:17-24
• CLAVAN A JESÚS A UN MADERO DE TORMENTO
• MUCHOS SE BURLAN DE JESÚS AL VER EL
LETRERO SOBRE SU CABEZA
• JESÚS OFRECE LA ESPERANZA DE VIVIR EN UN
PARAÍSO EN LA TIERRA
Los soldados conducen a Jesús a un lugar cerca de la ciudad,
donde lo ejecutarán junto con dos ladrones. Este sitio, llamado
Gólgota o Lugar de la Calavera, se ve “desde lejos” (Marcos 15:40).
Allí les quitan la ropa a los tres condenados y les dan vino
mezclado con mirra y con un líquido amargo. Esta bebida es una
especie de droga. Parece que las mujeres de Jerusalén la
preparan, y los romanos permiten que se les dé a los condenados
a muerte para aliviarles un poco el dolor. Pero, después de
probarla, Jesús se niega a beberla porque quiere tener el control
total de sus facultades mentales al enfrentarse a esta importante
prueba. Desea estar consciente y ser leal hasta la muerte.
Luego ponen a Jesús en el madero (Marcos 15:25). Los
soldados le clavan las manos y los pies, atravesándole la carne y
los ligamentos, lo que le causa un terrible dolor. Cuando levantan
el madero, el dolor es todavía más insoportable, ya que el peso del
cuerpo hace que se le desgarren las heridas. Sin embargo, Jesús
no se lo reprocha a los soldados. Al contrario, le pide a Dios:
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).
Cuando los romanos ejecutan a un criminal, tienen la costumbre
de poner una inscripción con la causa de su condena. En esta
ocasión, Pilato escribe un letrero que dice: “Jesús el Nazareno, el
rey de los judíos”. Lo escribe en hebreo, latín y griego para que la
91
CAPÍTULO 132
“Está claro que este hombre era el Hijo de Dios”
MATEO 27:45-56 MARCOS 15:33-41 LUCAS 23:44-
49 JUAN 19:25-30
• JESÚS MUERE EN EL MADERO
• DURANTE SU MUERTE OCURREN COSAS
SORPRENDENTES
Ya es “la hora sexta” o mediodía. Una extraña oscuridad cubre
toda la región “hasta la hora novena”, las tres de la tarde (Marcos
15:33). Este misterioso fenómeno no se debe a un eclipse solar, ya
que estos solo ocurren cuando hay luna nueva y ahora es la época
de la Pascua, cuando hay luna llena. Además, un eclipse dura solo
unos minutos y esta oscuridad dura mucho más. De modo que es
Dios el que la causa.
¿Se imagina cómo se deben de quedar los que se están
burlando de Jesús? Durante esta oscuridad, cuatro mujeres se
acercan al madero de tormento: la madre de Jesús, Salomé, María
Magdalena y María la madre del apóstol Santiago el Menor.
El apóstol Juan está con la madre de Jesús “junto al madero de
tormento”. María está muy triste y siente como si la atravesara “una
espada larga”, pues ve que el hijo al que amamantó y crió está
sufriendo terriblemente allí colgado (Juan 19:25; Lucas 2:35).
Jesús, a pesar del intenso dolor, se preocupa por el bienestar de
su madre. Haciendo un gran esfuerzo, señala con la cabeza hacia
Juan y le dice a María: “¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!”. Luego,
señalando hacia María, le dice a Juan: “¡Ahí tienes a tu madre!”
(Juan 19:26, 27).
Jesús le confía el cuidado de su madre, que al parecer es viuda,
al apóstol por el que siente un cariño especial. Sabe que sus medio
hermanos, los otros hijos de María, todavía no creen en él.
De modo que se asegura de que su madre esté atendida en sentido
físico y espiritual. ¡Qué gran ejemplo!
94
CAPÍTULO 133
Preparan el cuerpo de Jesús y lo entierran
MATEO 27:57-28:2 MARCOS 15:42-16:4 LUCAS
23:50-24:3 JUAN 19:31-20:1
• BAJAN EL CUERPO DE JESÚS DEL MADERO
• LO PREPARAN PARA EL ENTIERRO
• LAS MUJERES ENCUENTRAN VACÍA LA TUMBA
El viernes 14 de nisán está a punto de terminar y, al ponerse el
Sol, empezará el sábado 15 de nisán. Jesús ya está muerto, pero
los ladrones que están a su lado todavía viven. Según la Ley, un
cadáver “no debe quedarse toda la noche en el madero”. Más bien,
debe ser enterrado “ese mismo día” (Deuteronomio 21:22, 23).
Por otro lado, el viernes es el día de la preparación porque el
pueblo hace las comidas del día siguiente y termina cualquier otra
tarea urgente que no se pueda dejar para después del sábado.
Esta vez, al ponerse el Sol, comenzará un sábado doble o “grande”
(Juan 19:31). El 15 de nisán es el primero de los siete días de la
Fiesta de los Panes Sin Levadura. Ese día siempre se considera
un sábado, sin importar en qué día de la semana caiga (Levítico
23:5-7). Pero, como en el año 33, el 15 de nisán cae en sábado, se
le llama un sábado “grande”.
Por esa razón, los judíos le piden a Pilato que acelere la muerte
de Jesús y de los dos delincuentes rompiéndoles las piernas.
De esta manera, ya no podrán impulsar su cuerpo con ellas para
respirar. Los soldados les quiebran las piernas a los dos ladrones,
pero a Jesús no, pues parece que ya está muerto. Así se cumplen
las palabras de Salmo 34:20: “Él protege todos sus huesos; ni uno
solo ha sido quebrado”.
Para asegurarse de que Jesús está muerto, uno de los soldados
le clava una lanza en el costado, traspasándole la zona del
97
CAPÍTULO 134
La tumba está vacía: Jesús está vivo
MATEO 28:3-15 MARCOS 16:5-8 LUCAS 24:4-12
JUAN 20:2-18
• JESÚS HA RESUCITADO
• SUCESOS QUE OCURREN EN LA TUMBA DE
JESÚS
• JESÚS SE LES APARECE A VARIAS MUJERES
Las mujeres no pueden creer lo que ven: la tumba de Jesús
parece estar vacía. Enseguida, María Magdalena corre a ver a
“Simón Pedro y al otro discípulo, a quien Jesús quería”, el apóstol
Juan (Juan 20:2). Entonces, las otras mujeres que se quedan allí
ven a un ángel. Y, dentro de la tumba, hay otro ángel, que lleva
puesta “una túnica larga blanca” (Marcos 16:5).
Uno de los ángeles les dice: “No tengan miedo; sé que buscan
a Jesús, el que fue ejecutado en el madero. No está aquí, porque
ha sido resucitado, tal como él dijo. Vengan, miren el lugar donde
estaba tendido. Y ahora vayan rápido y díganles a sus discípulos:
‘Ha sido levantado de entre los muertos y, fíjense, va delante de
ustedes camino a Galilea’” (Mateo 28:5-7). Al instante, “asustadas
pero rebosantes de felicidad”, las mujeres corren a contárselo a los
discípulos (Mateo 28:8).
Cuando eso ocurre, María ya se ha encontrado con Pedro y
Juan. Casi sin poder respirar, les dice: “¡Se han llevado de la tumba
al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto!” (Juan
20:2). Entonces, Pedro y Juan salen corriendo hacia la tumba.
Como Juan es más rápido, llega antes. Mira desde fuera y ve las
vendas, pero no entra.
En cambio, cuando llega Pedro, este entra en la tumba sin
pensárselo. Allí ve los paños de lino y la tela con la que le habían
envuelto la cabeza a Jesús. Después, Juan decide entrar, y
100
CAPÍTULO 135
Después de resucitar, Jesús se aparece a muchos
LUCAS 24:13-49 JUAN 20:19-29
• SE APARECE A DOS DISCÍPULOS DE CAMINO A
EMAÚS
• EXPLICA CLARAMENTE LAS ESCRITURAS EN
VARIAS OCASIONES
• TOMÁS DEJA DE DUDAR
Todavía es domingo 16 de nisán, y los discípulos están muy
desanimados. No entienden lo que significa el hecho de que la
tumba de Jesús esté vacía (Mateo 28:9, 10; Lucas 24:11). Más
tarde, ese mismo día, Cleopas y otro discípulo salen de Jerusalén
y se dirigen a Emaús, que está a unos 11 kilómetros (7 millas).
Por el camino, van hablando de lo que ha ocurrido. Entonces se
les une un desconocido y les pregunta: “¿Sobre qué van
debatiendo por el camino?”. Cleopas le contesta: “¿Es que eres un
extranjero que vives solo en Jerusalén y por eso no te has enterado
de las cosas que han pasado allí estos días?”. “¿Qué cosas?”, les
pregunta él (Lucas 24:17-19).
Ellos le responden: “Lo que pasó con Jesús el Nazareno [...].
Pero nosotros esperábamos que sería él quien liberaría a Israel”
(Lucas 24:19-21).
Cleopas y su compañero le cuentan las cosas que han pasado
durante el día. Le dicen que unas mujeres que fueron a la tumba
de Jesús la encontraron vacía y presenciaron un suceso
sobrenatural: se les aparecieron unos ángeles que dijeron que
Jesús está vivo. Además, ellos le explican a este desconocido que
otros también fueron a la tumba y “encontraron todo tal como las
mujeres habían dicho” (Lucas 24:24).
103
manos y sus pies y les dice: “¿Por qué están alarmados? ¿Por qué
les han surgido dudas en su corazón? Miren mis manos y mis pies:
soy yo mismo. Tóquenme y miren, porque un espíritu no tiene
carne y huesos como ven que tengo yo” (Lucas 24:36-39). Aunque
están asombrados y muy contentos, todavía no se lo acaban de
creer.
Por eso, Jesús les da otra prueba de que es real. Les pregunta:
“¿Tienen por ahí algo de comer?”. Entonces toma un pedazo de
pescado asado y se lo come. Luego les explica: “Estas son las
palabras que les dije mientras todavía estaba con ustedes [antes
de morir]: que todas las cosas escritas sobre mí en la Ley de
Moisés, en los Profetas y en los Salmos tenían que cumplirse”
(Lucas 24:41-44).
Jesús ha ayudado a Cleopas y a su compañero a entender las
Escrituras, y ahora hace lo mismo con los que están allí reunidos.
Les dice: “Esto es lo que está escrito: que el Cristo sufriría y se
levantaría de entre los muertos al tercer día y que, en su nombre,
en todas las naciones —comenzando por Jerusalén—, se
predicaría arrepentimiento para el perdón de pecados. Ustedes
tienen que ser testigos de estas cosas” (Lucas 24:46-48).
Por alguna razón, el apóstol Tomás no está allí. Por eso,
durante los días siguientes, los demás discípulos le cuentan
emocionados: “¡Hemos visto al Señor!”. Pero él les contesta: “A
menos que vea en sus manos la marca de los clavos y meta mi
dedo en la herida de los clavos y meta mi mano en su costado,
jamás lo voy a creer” (Juan 20:25).
Ocho días después, los discípulos se reúnen de nuevo con las
puertas cerradas con llave, y esta vez Tomás está con ellos. En ese
momento, Jesús se aparece en medio de ellos con un cuerpo
humano y les saluda: “Tengan paz”. Luego le dice a Tomás: “Pon
tu dedo aquí y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi
costado. Deja de dudar y cree”. Entonces Tomás exclama: “¡Mi
Señor y mi Dios!” (Juan 20:26-28). Ahora a Tomás no le queda
105
CAPÍTULO 136
En la orilla del mar de Galilea
JUAN 21:1-25
• JESÚS SE APARECE EN EL MAR DE GALILEA
• PEDRO Y OTROS DEBEN ALIMENTAR A LAS
OVEJAS
La última noche que estuvo con los apóstoles, Jesús les dijo:
“Después de ser resucitado, iré delante de ustedes camino a
Galilea” (Mateo 26:32; 28:7, 10). Ahora, muchos de sus discípulos
se dirigen allí, pero ¿qué harán en Galilea?
Allí, Pedro les dice a seis de los apóstoles: “Me voy a pescar”.
Y los seis le contestan: “Nos vamos contigo” (Juan 21:3). Sin
embargo, no logran pescar nada en toda la noche. Al amanecer,
Jesús aparece en la playa, pero ellos no lo reconocen. Entonces
Jesús les grita: “Hijos míos, no tienen nada que comer, ¿verdad?”.
Ellos le contestan: “No”. Así que Jesús les dice: “Echen la red al
lado derecho de la barca y encontrarán algo” (Juan 21:5, 6).
Cuando lo hacen, la red se llena de tantos peces que no pueden
sacarla.
En ese momento, Juan le dice a Pedro: “¡Es el Señor!” (Juan
21:7). Enseguida, Pedro se pone la ropa, que se había quitado para
pescar. Se lanza al mar y nada unos 90 metros (100 yardas) hasta
la orilla mientras los demás lo siguen despacio en la barca,
arrastrando la red llena de peces.
Al llegar a la orilla, ven “un fuego” y “pescado sobre las brasas,
y pan”. Entonces Jesús les pide: “Traigan algunos de los peces que
acaban de pescar”. De modo que Pedro arrastra a tierra la red, que
contiene 153 peces grandes. Luego Jesús les dice: “Vengan a
desayunar”. Ninguno se atreve a preguntarle quién es, porque
saben que es Jesús (Juan 21:9-12). Esta es la tercera vez que
Jesús se le aparece a un grupo de discípulos.
107
CAPÍTULO 137
Cientos de personas ven a Jesús antes de Pentecostés
MATEO 28:16-20 LUCAS 24:50-52 HECHOS 1:1-12;
2:1-4
• JESÚS SE APARECE A MUCHOS
• ASCIENDE AL CIELO
• DERRAMA ESPÍRITU SANTO SOBRE UNOS 120
DISCÍPULOS
Después de resucitar, Jesús les dice a sus 11 apóstoles que
vayan a una montaña de Galilea para reunirse con él. También
están allí unos 500 discípulos. Algunos de ellos todavía dudan que
Jesús esté vivo, pero lo que les dice a continuación los convence
del todo (Mateo 28:17; 1 Corintios 15:6).
Jesús les explica que Dios le ha dado toda autoridad en el cielo
y en la Tierra, y les da el siguiente mandato: “Vayan y hagan
discípulos de gente de todas las naciones. Bautícenlos en el
nombre del Padre, del Hijo y del espíritu santo. Enséñenles a
obedecer todo lo que yo les he mandado” (Mateo 28:18-20). Está
claro que Jesús está vivo y sigue queriendo que se prediquen las
buenas noticias del Reino.
Todos los seguidores de Jesús —hombres, mujeres y niños—
reciben la comisión de hacer discípulos. Aunque sus enemigos
probablemente intentarán detener la obra de predicar y enseñar,
Jesús les asegura: “Se me ha dado toda la autoridad en el cielo y
en la tierra”. ¿Qué quiere decir? Añade: “Recuerden, estaré con
ustedes todos los días hasta la conclusión del sistema”. No está
diciendo que todos los que participen en la obra de predicar las
buenas noticias harán milagros. Pero sí tendrán la ayuda del
espíritu santo.
En total, Jesús se aparece a sus discípulos “durante 40 días”.
Se presenta ante ellos con diferentes cuerpos humanos, les da
110
5
A continuación, Lucas indica cómo fortaleció Jesús la fe de sus
seguidores. Según Hechos 1:3, “se les mostró vivo por muchas
pruebas positivas”. Lucas, “el médico amado”, es el único escritor
bíblico que emplea la palabra griega traducida “pruebas positivas”
(Col. 4:14). Se trata de un término técnico, propio de los textos de
medicina, y se refiere a pruebas decisivas, concluyentes, que
ofrecen total credibilidad. ¡Así de convincentes son las pruebas que
aportó Cristo! Fueron muchas sus apariciones: a veces ante uno o
dos discípulos, a veces ante todos los apóstoles, y en una ocasión
ante más de quinientos creyentes (1 Cor. 15:3-6). Sin duda,
pruebas claras y fidedignas.
6
Hoy, nuestra fe también se basa en “muchas pruebas
positivas”. Contamos con pruebas contundentes de que Jesús vivió
en la Tierra, murió por nuestros pecados y fue resucitado. Los
relatos de testigos oculares que incorpora la Palabra inspirada de
Dios son tan confiables que no necesitamos más. Por eso, al
estudiarlos a la luz de la oración se fortalece grandemente nuestra
fe. No olvidemos que la fe verdadera no es simple credulidad, sino
una convicción que se funda en pruebas sólidas. Y esa fe es
imprescindible para obtener la vida eterna (Juan 3:16).
7
Hechos añade que Jesús explicó a sus discípulos “cosas
acerca del reino de Dios”. Por ejemplo, les aclaró profecías que
habían anunciado su propia muerte en medio de grandes
sufrimientos (Luc. 24:13-32, 46, 47). Y como él era el heredero al
trono, al dar detalles sobre su papel mesiánico estaba centrando la
atención en el Reino de Dios. En realidad, este gobierno fue
siempre el tema principal de su predicación, y lo mismo debe ser
en nuestro caso (Mat. 24:14; Luc. 4:43).
“Hasta la parte más distante de la tierra” (Hechos 1:6-12)
8
Durante la conversación en el monte de los Olivos se hizo
patente la curiosidad de los apóstoles. En la que sería su última
reunión con Jesús en la Tierra, le preguntaron: “Señor, ¿estás
restaurando el reino a Israel en este tiempo?” (Hech. 1:6).
Al plantearle esta cuestión, demostraron que tenían dos ideas
115
formar parte del grupo de “los doce” fue Matías, probablemente uno
de los 70 discípulos enviados por Jesús a predicar (Hech. 6:2).
22
Este suceso subraya la importancia de la organización dentro
del pueblo de Dios. Hoy, como ayer, se necesitan más
superintendentes en las congregaciones. Pero antes de
recomendar hombres responsables, el cuerpo de ancianos pide a
Dios la guía de su espíritu y se asegura de que reúnan las
condiciones exigidas en la Biblia. Por eso, reconociendo que los
hermanos que llegan a ser ancianos han sido nombrados por
espíritu santo, aceptamos su autoridad y acatamos su dirección.
Así contribuimos a que reine en la congregación una actitud
cooperativa (Heb. 13:17).
23
Ciertamente, las apariciones de Jesús y las sabias decisiones
en materia de organización animaron y fortalecieron a los
discípulos. Habían quedado bien preparados para el suceso
trascendental que analizaremos en el próximo capítulo.
[Notas]
En el Evangelio, Lucas llama a su destinatario “excelentísimo
Teófilo”, lo que tal vez indique que se trataba de un hombre
ilustre que aún no era creyente. Pero en Hechos es llamado
“Teófilo” a secas, sin títulos honoríficos. Algunos estudiosos
creen que después de leer el Evangelio abrazó el cristianismo,
y por eso Lucas se dirige a él como hermano espiritual.
Este pasaje no usa el término griego morfé (“forma”), sino trópos
(“manera”).
Con el correr del tiempo, Pablo fue designado “apóstol a las
naciones”, pero nunca formó parte del grupo de los doce (Rom.
11:13; 1 Cor. 15:4-8). Ese privilegio escapaba a su alcance,
pues él no había seguido a Jesús durante su ministerio
terrestre.
[Preguntas del estudio]
120
CAPÍTULO 138
Cristo, a la derecha de Dios
HECHOS 7:56
• JESÚS SE SIENTA A LA DERECHA DE DIOS
• SAULO SE HACE DISCÍPULO DE JESÚS
• TENEMOS RAZONES PARA ESTAR CONTENTOS
Durante la Fiesta de Pentecostés, 10 días después de que
Jesús subió al cielo, se derramó espíritu santo sobre algunos
discípulos. Esto demostró que él realmente estaba en el cielo. Pero
esa no fue la única prueba. Justo antes de que el discípulo Esteban
muriera apedreado por dar testimonio de manera fiel, exclamó:
“¡Miren! Veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre de pie a la
derecha de Dios” (Hechos 7:56).
Ya en el cielo con su Padre, Jesús tendría que esperar una
orden específica que la Palabra de Dios había predicho. David
escribió por inspiración: “Jehová le declaró a mi Señor [Jesús]:
‘Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos como
banquillo para tus pies’”. Cuando terminara ese periodo de espera,
Jehová le ordenaría a Jesús: “Ve dominando en medio de tus
enemigos” (Salmo 110:1, 2). Pero ¿qué haría hasta que llegara el
momento de actuar contra ellos?
En el Pentecostés del año 33, se formó la congregación
cristiana. Así que, desde el cielo, Jesús empezó a reinar sobre sus
discípulos ungidos por espíritu (Colosenses 1:13). Los guio en la
predicación y los preparó para el papel que tendrían en el futuro.
¿De qué papel estamos hablando? Los que fueran fieles hasta la
muerte serían reyes con Jesús en el cielo cuando resucitaran.
Un ejemplo destacado de alguien que llegaría a ser un rey en el
cielo es Saulo, más conocido por su nombre romano, Pablo. Es un
judío que siempre se ha esforzado mucho por cumplir con la Ley
de Dios. Sin embargo, los líderes religiosos judíos lo orientaron tan
123
CAPÍTULO 139
Jesús trae el Paraíso y termina su misión
1 CORINTIOS 15:24-28
• QUÉ LES PASARÁ A LAS OVEJAS Y LAS CABRAS
• MUCHAS PERSONAS VIVIRÁN EN EL PARAÍSO
EN LA TIERRA
• JESÚS DEMUESTRA SER EL CAMINO, LA
VERDAD Y LA VIDA
Poco después de su bautismo, Jesús se enfrentó al Diablo, que
estaba decidido a hacerlo fracasar incluso antes de que empezara
su ministerio. Este enemigo trató de tentar a Jesús varias veces,
pero Jesús pudo decir sobre él: “Viene el gobernante del mundo,
aunque sobre mí él no tiene ningún poder” (Juan 14:30).
El apóstol Juan tuvo una visión sobre lo que le pasaría al “gran
dragón, la serpiente original, al que llaman Diablo y Satanás”. Este
feroz enemigo de la humanidad sería expulsado del cielo y estaría
“lleno de furia” al saber que “le queda poco tiempo” (Apocalipsis
12:9, 12). Los cristianos tenemos razones de sobra para creer que
estamos viviendo durante este “poco tiempo” y que muy pronto “el
gran dragón, la serpiente original”, será encerrado en el abismo,
donde no podrá hacer nada por 1.000 años. Durante ese periodo,
Jesús gobernará como Rey del Reino de Dios (Apocalipsis 20:1, 2).
¿Qué sucederá en nuestro hogar, la Tierra, en esos
1.000 años? ¿Quién vivirá aquí, y cómo será la vida? Jesús mismo
dio las respuestas. En la parábola de las ovejas y las cabras mostró
el futuro que les espera a los humanos obedientes que son como
ovejas, los que tratan bien a los hermanos de Jesús y colaboran
con ellos. También dejó claro lo que les pasará a los que hacen
justo lo contrario, los que son como cabras. Él dijo: “Estos [las
cabras] irán a la destrucción eterna, pero los justos [las ovejas] irán
a la vida eterna” (Mateo 25:46).
126
con otras personas. Veamos cómo lo hizo en los capítulos 26, 40,
64, 85 y 131.
SIRVAMOS A DIOS CON TODO NUESTRO CORAZÓN
Las profecías decían que la mayoría de los judíos rechazarían al
Mesías y que sus enemigos lo matarían. Así que Jesús podría
haberse conformado con hacer lo mínimo. Sin embargo, se esforzó
al máximo por promover la adoración verdadera. De esa manera,
nos puso a todos sus seguidores un ejemplo que podemos imitar
cuando enfrentamos indiferencia o incluso oposición. Meditemos
en lo que explican los capítulos 16, 72 y 103.
SEAMOS HUMILDES
Jesús era superior a los humanos imperfectos en muchísimos
aspectos, como por ejemplo en conocimiento y sabiduría. Era
perfecto, así que nadie podía igualar sus capacidades físicas y
mentales. No obstante, fue humilde y sirvió a los demás. Podemos
aprender sobre su humildad en los capítulos 10, 62, 66, 94 y 116.
SEAMOS PACIENTES
Cuando los apóstoles y otras personas no imitaban el ejemplo de
Jesús o no ponían en práctica sus consejos, él siempre era
paciente con ellos. Les repetía con paciencia las lecciones que
necesitaban aprender para acercarse más a Jehová. Veamos
algunas muestras de la paciencia de Jesús en los capítulos 74, 98,
118 y 135.
130
LECCIÓN 88
Arrestan a Jesús
Jesús y los apóstoles se fueron al monte de los Olivos y pasaron
por el valle de Cedrón. Era más de medianoche y había luna llena.
Cuando llegaron al jardín de Getsemaní, Jesús les dijo: “Quédense
aquí y manténganse despiertos”. Luego, Jesús se alejó un poco de
ellos y se arrodilló. Se sentía muy angustiado y oró a Jehová: “Que
se haga tu voluntad”. Entonces Jehová envió a un ángel para
animarlo. Después, Jesús volvió adonde estaban tres de sus
apóstoles y los encontró dormidos. Así que les dijo: “¡Despiértense!
Este no es momento de dormir. Ya ha llegado la hora para que sea
entregado a mis enemigos”.
Enseguida llegó Judas, con un gran grupo armado con
espadas y garrotes. Sabía dónde encontrar a Jesús porque había
ido con él y los apóstoles a ese jardín muchas veces. Judas les
había dicho a los soldados que él les iba a mostrar quién era Jesús.
Fue derecho adonde Jesús y le dijo: “Hola, Maestro”, y le dio un
beso. Jesús le dijo: “Judas, ¿me traicionas con un beso?”.
Jesús dio un paso al frente y le preguntó a los hombres: “¿A
quién buscan?”. Ellos dijeron: “A Jesús el Nazareno”. Él les
contestó: “Soy yo”. Ellos retrocedieron y cayeron al suelo. Jesús les
preguntó de nuevo: “¿A quién buscan?”. Y ellos otra vez
respondieron: “A Jesús el Nazareno”. Jesús les contestó: “Ya les
dije que soy yo. Así que dejen que estos hombres se vayan”.
Cuando Pedro se dio cuenta de lo que estaba pasando, sacó
una espada y le cortó la oreja a Malco, que era esclavo del sumo
sacerdote. Pero Jesús le tocó la oreja y lo curó. Entonces le dijo a
Pedro: “Guarda tu espada. Porque si luchas con la espada, morirás
por la espada”. Los soldados agarraron a Jesús y le ataron las
manos, y los apóstoles huyeron. Luego, la gente se llevó a Jesús a
ver al sacerdote principal Anás. Él interrogó a Jesús y lo mandó a
la casa del sumo sacerdote, Caifás. Pero ¿qué pasó con los
apóstoles?
133
LECCIÓN 89
Pedro niega a Jesús
Mientras Jesús todavía estaba con sus apóstoles en la
habitación donde comió la última cena, les dijo: “Todos ustedes me
van a abandonar esta noche”. Pedro le dijo: “Yo no. Aunque los
demás te dejen, yo nunca te voy a dejar”. Pero Jesús le respondió
a Pedro: “Antes de que un gallo cante, dirás tres veces que no me
conoces”.
Cuando los soldados se llevaron a Jesús a la casa de Caifás, la
mayoría de los apóstoles ya habían huido. Pero dos de ellos
siguieron con la gente. Uno era Pedro. Él entró al patio de la casa
de Caifás y se acercó a un fuego para calentarse. A la luz del fuego,
una sirvienta vio la cara de Pedro y dijo: “¡Yo te conozco! ¡Tú
andabas con Jesús!”.
Pedro respondió: “No. No es cierto. No sé de qué hablas”, y se
fue hacia la puerta. Entonces otra sirvienta lo vio y les dijo a los
demás: “¡Este hombre andaba con Jesús!”. Pedro contestó: “¡Ni
siquiera sé quién es Jesús!”. También un hombre dijo: “Tú eres uno
de ellos. Se te nota, hablas como los galileos, igual que Jesús”.
Pero Pedro juró: “¡No lo conozco!”.
En ese momento, un gallo cantó. Pedro vio que Jesús lo estaba
mirando y recordó las palabras que Jesús le había dicho. Así que
salió y lloró mucho.
Mientras tanto, el Sanedrín se había reunido en la casa
de Caifás para hacer un juicio a Jesús. El Sanedrín era el tribunal
de los líderes religiosos. Ya habían decidido matarlo y estaban
buscando una razón para poder hacerlo. Pero no encontraban
nada de qué acusarlo. Al final, Caifás le preguntó a Jesús: “¿Eres
tú el Hijo de Dios?”. Jesús contestó: “Sí, lo soy”. Entonces Caifás
dijo: “No necesitamos más pruebas. ¡Esto es una blasfemia!”.
El tribunal estuvo de acuerdo y dijo: “Este hombre tiene que morir”.
Le dieron bofetadas, le escupieron, le taparon los ojos, lo
golpearon y le dijeron: “¡Si eres un profeta, dinos quién te pegó!”.
135
LECCIÓN 90
Jesús muere en el Gólgota
Los sacerdotes principales se llevaron a Jesús al palacio del
gobernador. Allí Pilato les preguntó: “¿De qué acusan a este
hombre?”. Ellos respondieron: “¡Dice que es rey!”. Pilato le
preguntó a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?”. Jesús le
contestó: “Mi Reino no es parte de este mundo”.
Luego Pilato envió a Jesús a Herodes, el gobernador de Galilea,
para ver si él encontraba de qué acusarlo. Herodes vio que Jesús
no había hecho nada malo y lo envió de nuevo a Pilato. Entonces,
Pilato le dijo a la gente: “Ni Herodes ni yo vemos que este hombre
sea culpable de nada. Voy a dejarlo libre”. Pero la gente gritaba:
“¡Mátalo! ¡Mátalo!”. Los soldados le dieron latigazos, le escupieron
y lo golpearon. Le pusieron una corona de espinas y se burlaron de
él diciendo: “¡Buenos días, rey de los judíos!”. Pilato le dijo otra vez
a la gente: “Yo no veo que este hombre haya hecho nada malo”.
Pero ellos gritaban: “¡Clávalo en el madero!”. Así que Pilato entregó
a Jesús para que lo ejecutaran.
Entonces, se llevaron a Jesús a un lugar llamado Gólgota.
Lo clavaron a un madero y lo dejaron colgado allí. Jesús le oró a
Jehová: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.
La gente se burlaba de Jesús diciéndole: “¡Si eres el Hijo de Dios,
bájate del madero y sálvate!”.
Uno de los delincuentes que estaba colgado al lado de Jesús le
dijo: “Acuérdate de mí cuando entres en tu Reino”. Jesús le
prometió: “Estarás conmigo en el Paraíso”. Por la tarde, hubo una
oscuridad que duró tres horas. Algunos de los discípulos se
quedaron de pie cerca del madero, incluso María, la madre de
Jesús. Él le pidió a Juan que cuidara de María como si fuera su
propia madre.
Al final, Jesús dijo: “¡Se ha cumplido!”. Agachó la cabeza y dio
su último suspiro. En ese momento, hubo un terremoto muy fuerte.
La gran cortina del templo que separaba el Santo del Santísimo se
137
rompió por la mitad. Entonces, un oficial del ejército dijo: “Está claro
que este hombre era el Hijo de Dios”.
[Comentario de la página 211]
“Sin importar cuántas sean las promesas de Dios, estas
han llegado a ser sí mediante él” (2 Corintios 1:20).
[Recuadro de la página 211]
Preguntas: ¿Por qué dejó Pilato que mataran a Jesús? Jesús se
preocupaba más por otros que por él mismo, ¿cómo lo demostró?
Mateo 27:11-14, 22-31, 38-56; Marcos 15:2-5, 12-18, 25, 29-33,
37-39; Lucas 23:1-25, 32-49; Juan 18:28-19:30.
138
LECCIÓN 91
La resurrección de Jesús
Después que Jesús murió, un hombre rico llamado José le pidió
permiso a Pilato para quitar el cuerpo de Jesús del madero. José
envolvió el cuerpo de Jesús en telas de lino de buena calidad, con
especias aromáticas, y lo puso en una tumba nueva. Luego mandó
que rodaran una gran piedra para tapar la entrada. Los sacerdotes
principales le dijeron a Pilato: “Nos preocupa que los discípulos de
Jesús roben el cuerpo y digan que él resucitó”. Así que Pilato les
dijo: “Sellen la tumba y pongan guardias”.
Tres días más tarde, unas mujeres fueron a la tumba temprano
por la mañana. Descubrieron que alguien había hecho rodar la
piedra, y la tumba estaba abierta. Dentro de la tumba había un
ángel, que les dijo: “No tengan miedo. Jesús ha resucitado.
Díganles a los discípulos que vayan a Galilea a encontrarse con
él”.
María Magdalena fue rápido a buscar a Pedro y a Juan. Les dijo:
“Alguien se ha llevado el cuerpo de Jesús”. Pedro y Juan fueron
corriendo a la tumba. Cuando vieron que estaba vacía, regresaron
a sus casas.
Después, María volvió a la tumba. Allí dentro vio a dos ángeles
y les dijo: “No sé adónde se han llevado a mi Señor”. Entonces vio
a un hombre y pensó que era el jardinero. Le preguntó: “Señor, por
favor, dime dónde lo has puesto”. Cuando el hombre respondió:
“¡María!”, ella se dio cuenta de que era Jesús. Ella dijo: “¡Maestro!”,
y se agarró de él. Jesús le dijo: “Diles a mis hermanos que me has
visto”. Enseguida, María se fue corriendo y les contó a los
discípulos que había visto a Jesús.
Más tarde, ese mismo día, dos discípulos iban de Jerusalén a
Emaús. Un hombre se puso a caminar con ellos y les preguntó de
qué estaban hablando. Ellos le dijeron: “¿No te has enterado?
Hace tres días, los sacerdotes principales mandaron matar a
Jesús. Ahora unas mujeres están diciendo que él está vivo”.
139
LECCIÓN 92
Jesús se aparece a los pescadores
Tiempo después de que Jesús se les apareció a los apóstoles,
Pedro se fue a pescar al mar de Galilea. Tomás, Santiago, Juan y
otros discípulos se fueron con él. Pasaron toda una noche
pescando, pero no atraparon nada.
A la mañana siguiente, muy temprano, vieron a un hombre de
pie en la playa. Desde la orilla les preguntó: “¿Pescaron algo?”.
Ellos le respondieron: “No”. El hombre les dijo: “Echen su red al
lado derecho de la barca”. Después que la echaron, la red se llenó
de tantos peces que no podían subirla a la barca. De repente, Juan
se dio cuenta de que el hombre era Jesús y dijo: “¡Es el Señor!”.
Pedro se lanzó al agua enseguida y nadó hasta la orilla. Los otros
discípulos lo siguieron en la barca.
Cuando llegaron a la orilla, vieron un fuego. Había pescado
sobre el fuego y pan. Jesús les pidió que trajeran algunos de los
peces que acababan de pescar para cocinarlos también.
Y entonces les dijo: “Vengan a desayunar”.
Al terminar de desayunar, Jesús le preguntó a Pedro: “¿Me
amas más que a estos pescados?”. Pedro le contestó: “Sí, Señor,
tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Entonces, alimenta a mis
corderos”. De nuevo, Jesús le preguntó: “Pedro, ¿me amas?”.
Pedro le respondió: “Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo:
“Pastorea a mis ovejitas”. Jesús le preguntó lo mismo por tercera
vez. Pedro se puso muy triste y le contestó: “Señor, tú lo sabes
todo. Sabes que te quiero”. Jesús le pidió: “Alimenta a mis ovejitas”.
Y luego le dijo: “Continúa siguiéndome”.
[Comentario de la página 215]
“Les dijo: ‘Síganme y yo los haré pescadores de hombres’.
Enseguida ellos dejaron las redes y lo siguieron” (Mateo 4:19, 20).
[Recuadro de la página 215]
141
LECCIÓN 93
Jesús regresa al cielo
Jesús se reunió con sus discípulos en Galilea. Les dio un
mandato muy importante: “Vayan y hagan discípulos de gente de
todas las naciones. Enséñenles todo lo que yo les he enseñado y
bautícenlos”. Luego les prometió: “Recuerden, yo siempre estaré
con ustedes”.
Después que resucitó, Jesús se apareció por 40 días a cientos
de sus discípulos en Galilea y Jerusalén. Les enseñó lecciones
importantes e hizo muchos milagros. Al final, se reunió por última
vez con sus apóstoles en el monte de los Olivos. Jesús les había
dicho: “No se vayan de Jerusalén. Sigan esperando lo que el Padre
ha prometido”.
Sus apóstoles no habían entendido lo que Jesús quiso decir,
por eso le preguntaron: “¿Vas a ser ya el rey de Israel?”. Jesús les
respondió: “Jehová no quiere que yo sea rey todavía. Pero muy
pronto ustedes recibirán el espíritu santo que les dará poder, y
serán mis testigos. Así que vayan a predicar a Jerusalén, a Judea,
a Samaria y hasta la parte más lejana de la Tierra”.
Entonces, Jesús subió al cielo, y una nube lo tapó. Sus
discípulos se quedaron mirando hacia arriba, pero él desapareció.
Los discípulos se fueron del monte de los Olivos y regresaron a
Jerusalén. Allí tenían la costumbre de reunirse y orar en una
habitación en la parte de arriba de una casa. Esperaban que Jesús
les diera más instrucciones.
[Comentario de la página 216]
“Las buenas noticias del Reino se predicarán en toda la tierra
habitada para testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá
el fin” (Mateo 24:14).
[Recuadro de la página 216]
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