Apocalipsis de Sofonias

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APOCALIPSIS DE SOFONIAS

Apocalipsis de Sofonías
(fragmento)(1)

Apocalipsis de Sofonías

Visión de un alma atormentada

Vi un alma a la que castigaban y vigilaban cinco mil ángeles, conduciéndola hacia oriente y
llevándola hacia occidente […]. Cada uno le daba cien latigazos diariamente. Tuve miedo y
caí sobre mi rostro, de forma que mis articulaciones se aflojaron. El ángel me tendió la mano
y me dijo:
-Vence, tú que vas a vencer, y se fuerte, tú que vas a vencer al Acusador y vas a salir de los
infiernos.
Cuando me puse en pie dije:
-¿Quién es esa a la que están castigando?
Me dijo:
-Esa es un alma que fue hallada en su pecado, pues antes de que llegara a hacer penitencia,
fue visitada y sacada de su cuerpo […].

Visión desde el monte Seír

El ángel del Señor me dijo:


-Ven, deja que te muestre el lugar de la justicia.
Me traslado a lo alto del monte Seír. Me mostró tres hombres junto con dos ángeles que
iban con ellos y que se alegraban y exultaban acerca de ellos. Pregunté al ángel:
-¿Quiénes son los de esa suerte?
Me respondió:
-Estos son los tres hijos de Joatán, el sacerdote, los que no guardaron los mandamientos de
su padre ni cumplieron los preceptos del Señor.
Después vi otros dos ángeles que lloraban sobre los tres hijos de Joatán, el sacerdote.
Pregunté al ángel:
-¿Quiénes son estos?
Respondió:
-Estos son los ángeles del Señor omnipotente que escriben todas las obras buenas de los
justos en su libro mientras están vigilando en la puerta del cielo. Después yo los tomo de la
mano y los llevo ante el Señor omnipotente, y él escribe su nombre en el Libro de los vivos.
También hay otros ángeles del Acusador que están sobre la tierra; también ellos todos los
pecados de los hombres en sus libros. Estos se sientan igualmente en la puerta del cielo,
llaman al Acusador y él los inscribe en su manuscrito para poder acusarlos cuando salen
del mundo de allá abajo.

Visión de los demonios que se llevan a las almas

Entonces yo iba con el ángel del Señor, miré delante de mí y vi allí un lugar. Millares de
millares y miríadas de miríadas de ángeles entraban en él. Sus rostros eran con el de un
leopardo, sacando los dientes fuera de su boca como osos salvajes. Sus ojos estaban
teñidos de sangre, sus cabellos sueltos como los cabellos de las mujeres, y tenían en sus
manos látigos de fuego. Cuando los vi, tuve miedo y deje a aquel ángel que venía conmigo:
-¿Quiénes son los de esta suerte?
Me respondió:
-Estos son los servidores de toda la creación, los que se llevan a las almas de los hombres
impíos, las toman y las dejan en este lugar. Emplean tres días dando vueltas con ellas por
los aires antes de que las lleven y las pongan en sus castigos eternos […]

Viaje al lugar de los muertos

Volví atrás de nuevo […] y vi un gran mar. Yo estaba pensando que era un mar de agua, pero
observé que era completamente de fuego, como una masa que lanzaba muchas llamaradas
y cuyas olas ardían con azufre y pez […].
En aquel mismo momento me puse en pie y vi un gran ángel delante de mí. Sus cabellos
estaban sueltos como el de las leonas; sus dientes salían de su boca como los de un oso;
sus cabellos estaban sueltos como los de las mujeres; su cuerpo era como el de las
serpientes; mientras se disponía a devorarme. Cuando lo vi, tuve miedo de él, de forma que
todos los miembros de mi cuerpo se aflojaron y caí sobre mi rostro. No era capaz de
ponerme de pie y comencé a suplicar delante del Señor todopoderoso:
-Tú me salvarás de esta tribulación. Tú que salvaste a Israel de la mano del Faraón, rey de
Egipto […], te suplico que me libres de esta tribulación.
Entonces me levanté, me puse en pie y vi un gran ángel que estaba de pie delante de mí. Su
rostro resplandecía como los rayos del sol en su gloria, siendo su rostro como el del que es
perfecto en su gloria. Estaba ceñido con un cinturón de oro sobre su pecho; y sus pies eran
como el bronce que se está fundiendo en el fuego. Cuando lo vi, me alegré, pues pensaba
que el Señor todopoderoso había venido a visitarme. Caí sobre mi rostro y lo adoré.
Me dijo:
-Pon atención en él; no me adores a mí. Yo no soy el Señor todopoderoso, sino en gran
ángel Eremiel que está sobre el abismo y los infiernos, aquel en cuya mano todas las almas
están retenidas desde la terminación del diluvio que sobrevino a la tierra hasta el día de hoy.
Después pregunté al ángel:
-¿Qué lugar es este al que he llegado?
Me respondió:
-Estos son los infiernos.
Luego le pregunté:
-¿Quién es el gran ángel que está de pie de ese modo, al que he visto?
Dijo:
-Ese es el que acusa a los hombres delante del Señor.

Visión de los dos libros

Después miré y vi; tenía un manuscrito en la mano y comenzó a desenrollarlo. Cuando lo


hubo desplegado. Lo leí en mi propia lengua. Encontré que todos mis pecados que había
cometido estaban consignados por él; los que había cometido desde mi niñez hasta el día
de hoy. Estaban consignados todos en ese manuscrito, sin que ninguna palabra falsa
hubiese en ellos. Si quizá yo no había ido a visitar a un hombre enfermo o a una viuda, lo
encontraba consignado contra mí como falta en ese manuscrito […].
Caí sobe mi rostro y comencé a suplicar delante del Señor todopoderoso: “Que tu
misericordia venga sobre mi y borres mi manuscrito, porque tu misericordia se ha hecho
presente en todas partes y has llenado todo lugar” […].

Traslado del vidente a la gloria

Me dieron la mano y me subieron a una barca. Comenzaron a cantar alabanzas delante de


millares de millares y miríadas de miríadas de ángeles. Yo mismo me puse una vestidura de
ángel y vi a todos aquellos espíritus que rezaban. También yo comencé a orar junto con
ellos, y conocía la lengua en la que hablaban conmigo. Ahora, pues, hijos míos, este es el
procedimiento, porque es necesario que sean pesados el bien y el mal en una balanza.
Entonces salió un gran ángel, que llevaba una trompeta de oro en su mano, y sopló
haciendo sonar la trompeta tres veces sobre mi cabeza y diciendo:
-Tú has derrotado al acusador, has escapado del abismo y de los infiernos. Ahora pasarás
por el lugar de paso, pues tu nombre está escrito en el libro de los vivos […].
Entonces se fue corriendo hasta todos los justos, o sea, Abraham, Isaac, Jacob, Henoc,
Elías, David, y habló con ellos como amigo con amigo que hablan entre ellos.
Después vino hasta mí el gran ángel llevando la trompeta de oro en su mano y la hizo zonas
hacia el cielo. Este se abrió desde el lugar de la salida del sol hasta el lugar de su puesta,
desde el norte hasta el sur. Vi el mar que había visto en el fondo de los infiernos, y sus olas
se elevaron hasta las nubes. Vi a todas las almas que estaban sumergidas en él; vi a
algunos que tenían las manos atadas al cuello, encadenados de manos y pies. Pregunté:
-¿Quiénes son esos?
Me respondió el ángel:
-Esos son los que practican el soborno, los que dan oro y plata hasta que hacen desviarse a
las almas de los hombres.
Vi también a otros que estaban cubiertos con esteras de fuego. Pregunté:
-¿Quiénes son esos?
Me respondió:
-Esos son los que dan dinero a interés y reciben interés más interés.
Vi también a unos ciegos que gritaban y me quedé atónito cuando hube visto todas las
obras de Dios. Pregunte:
-¿Quiénes son esos?
Me respondió:
-Son los catecúmenos que han oído la palabra de Dios pero no han sido perfectos en la obra
que oyeron.
Pregunté de nuevo:
-¿Acaso no tienen penitencia aquí?
Me respondió:
-Sí.
Pregunté:
-¿Hasta cuándo?
Me respondió:
-Hasta el día en que el Señor juzgue […].
Intercesión de los santos

También vi muchedumbres. El ángel los llevó fuera, y cuando contemplaron todos los
castigos comenzaron a gritar pidiendo delante del Señor todopoderoso:
-Te suplicamos a favor de aquellos que se encuentran en todos los castigos, que tengas
misericordia con todos ellos.
Cuando los vi, pregunté al ángel que hablaba conmigo. Me respondió:
-Estos que suplican al Señor son Abraham, Isaac y Jacob. Luego, a una hora concreta, salen
cada día con el gran ángel; este hace sonar la trompeta hacia el cielo y otro toca sobre la
tierra. Todos los justos oyen el toque; vienen aquí corriendo y piden al Señor todopoderoso
cada día a favor de los que están en todos esos tormentos.

Llegada de la ira de Dios

De nuevo salió el gran ángel que tenia la trompeta de oro en la mano, haciéndola sonar
sobre la tierra. La oyeron desde el lugar del levante al del poniente, y desde la región del sur
hasta la del norte. De nuevo la hizo zonas hacia el cielo y se escucho su sonido. Pregunté:
-Señor, ¿Por qué no me dejas hasta que haya visto a todos?
Me respondió:
-No tengo potestad para mostrártelos hasta que el Señor todopoderoso se levante en su ira
para destruir la tierra y los cielos. Ellos verán, se turbarán y todos gritarán diciendo:”Toda
carne que te pertenezca te la daremos todos el día del Señor”. ¿Quién permanecerá en pie
en su presencia cuando él se levante en su ira de modo que la tierra y todo árbol que crece
sobre la tierra sean arrancados con sus raíces y caigan al suelo, y toda torre alta y las aves
que vuelan caigan…?

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