Apocalipsis de Sofonias
Apocalipsis de Sofonias
Apocalipsis de Sofonias
Apocalipsis de Sofonías
(fragmento)(1)
Apocalipsis de Sofonías
Vi un alma a la que castigaban y vigilaban cinco mil ángeles, conduciéndola hacia oriente y
llevándola hacia occidente […]. Cada uno le daba cien latigazos diariamente. Tuve miedo y
caí sobre mi rostro, de forma que mis articulaciones se aflojaron. El ángel me tendió la mano
y me dijo:
-Vence, tú que vas a vencer, y se fuerte, tú que vas a vencer al Acusador y vas a salir de los
infiernos.
Cuando me puse en pie dije:
-¿Quién es esa a la que están castigando?
Me dijo:
-Esa es un alma que fue hallada en su pecado, pues antes de que llegara a hacer penitencia,
fue visitada y sacada de su cuerpo […].
Entonces yo iba con el ángel del Señor, miré delante de mí y vi allí un lugar. Millares de
millares y miríadas de miríadas de ángeles entraban en él. Sus rostros eran con el de un
leopardo, sacando los dientes fuera de su boca como osos salvajes. Sus ojos estaban
teñidos de sangre, sus cabellos sueltos como los cabellos de las mujeres, y tenían en sus
manos látigos de fuego. Cuando los vi, tuve miedo y deje a aquel ángel que venía conmigo:
-¿Quiénes son los de esta suerte?
Me respondió:
-Estos son los servidores de toda la creación, los que se llevan a las almas de los hombres
impíos, las toman y las dejan en este lugar. Emplean tres días dando vueltas con ellas por
los aires antes de que las lleven y las pongan en sus castigos eternos […]
Volví atrás de nuevo […] y vi un gran mar. Yo estaba pensando que era un mar de agua, pero
observé que era completamente de fuego, como una masa que lanzaba muchas llamaradas
y cuyas olas ardían con azufre y pez […].
En aquel mismo momento me puse en pie y vi un gran ángel delante de mí. Sus cabellos
estaban sueltos como el de las leonas; sus dientes salían de su boca como los de un oso;
sus cabellos estaban sueltos como los de las mujeres; su cuerpo era como el de las
serpientes; mientras se disponía a devorarme. Cuando lo vi, tuve miedo de él, de forma que
todos los miembros de mi cuerpo se aflojaron y caí sobre mi rostro. No era capaz de
ponerme de pie y comencé a suplicar delante del Señor todopoderoso:
-Tú me salvarás de esta tribulación. Tú que salvaste a Israel de la mano del Faraón, rey de
Egipto […], te suplico que me libres de esta tribulación.
Entonces me levanté, me puse en pie y vi un gran ángel que estaba de pie delante de mí. Su
rostro resplandecía como los rayos del sol en su gloria, siendo su rostro como el del que es
perfecto en su gloria. Estaba ceñido con un cinturón de oro sobre su pecho; y sus pies eran
como el bronce que se está fundiendo en el fuego. Cuando lo vi, me alegré, pues pensaba
que el Señor todopoderoso había venido a visitarme. Caí sobre mi rostro y lo adoré.
Me dijo:
-Pon atención en él; no me adores a mí. Yo no soy el Señor todopoderoso, sino en gran
ángel Eremiel que está sobre el abismo y los infiernos, aquel en cuya mano todas las almas
están retenidas desde la terminación del diluvio que sobrevino a la tierra hasta el día de hoy.
Después pregunté al ángel:
-¿Qué lugar es este al que he llegado?
Me respondió:
-Estos son los infiernos.
Luego le pregunté:
-¿Quién es el gran ángel que está de pie de ese modo, al que he visto?
Dijo:
-Ese es el que acusa a los hombres delante del Señor.
También vi muchedumbres. El ángel los llevó fuera, y cuando contemplaron todos los
castigos comenzaron a gritar pidiendo delante del Señor todopoderoso:
-Te suplicamos a favor de aquellos que se encuentran en todos los castigos, que tengas
misericordia con todos ellos.
Cuando los vi, pregunté al ángel que hablaba conmigo. Me respondió:
-Estos que suplican al Señor son Abraham, Isaac y Jacob. Luego, a una hora concreta, salen
cada día con el gran ángel; este hace sonar la trompeta hacia el cielo y otro toca sobre la
tierra. Todos los justos oyen el toque; vienen aquí corriendo y piden al Señor todopoderoso
cada día a favor de los que están en todos esos tormentos.
De nuevo salió el gran ángel que tenia la trompeta de oro en la mano, haciéndola sonar
sobre la tierra. La oyeron desde el lugar del levante al del poniente, y desde la región del sur
hasta la del norte. De nuevo la hizo zonas hacia el cielo y se escucho su sonido. Pregunté:
-Señor, ¿Por qué no me dejas hasta que haya visto a todos?
Me respondió:
-No tengo potestad para mostrártelos hasta que el Señor todopoderoso se levante en su ira
para destruir la tierra y los cielos. Ellos verán, se turbarán y todos gritarán diciendo:”Toda
carne que te pertenezca te la daremos todos el día del Señor”. ¿Quién permanecerá en pie
en su presencia cuando él se levante en su ira de modo que la tierra y todo árbol que crece
sobre la tierra sean arrancados con sus raíces y caigan al suelo, y toda torre alta y las aves
que vuelan caigan…?