El Banquete de Lacan
El Banquete de Lacan
El Banquete de Lacan
seminario que creo que nos puede enriquecer -tal vez no a todos- en nuestro compromiso
por el psicoanálisis.
El Banquete de los analistas, es un seminario que, si bien fue publicado en el año 2000, estas
conferencias fueron dadas desde el año 1989 hasta el año 1990. Es decir, tienen
aproximadamente un poco más de 30 años de existencia, sin embargo, pareciera como si
fuesen escritas ayer. En definitiva, es un texto muy actual.
Mi deseo, como siempre un tanto apresurado, me permitió apuntarme para el primer
capítulo, y espero poder transmitirles algo del mismo, en este capítulo denominado el
Banquete de Lacan, Miller comienza diciendo a sus asistentes, que asisten a su esfuerzo, me
interrogo yo, ¿Un esfuerzo de qué?, después de todo, él mismo se responde que en cierta
medida, sus asistentes lo sostienen y que, a falta de ese sostenimiento, hay una labia. Da
cuenta también de tres registros que se encuentran en las relaciones de un analista, con el
psicoanálisis, con los analizantes y por último con otros analistas, y advierte que no se
deben confundir las relaciones con el psicoanálisis y las mantenidas con los analistas.
Siguiendo el Banquete Desigual de Epicuro, Apicio le dice a Espudo, que no hay forma de
contentar a todos durante un Banquete, debido a la diversidad en las ciudades, y Miller aquí
refiere que muchos lo consideran insoportable, es decir, existen quienes lo soportan y otros
que no; y dirá que no lo soportan por sus relaciones con el psicoanálisis, no con sus
analizantes. Dirá: “Son dos registros distintos, que, no obstante, se articulan, porque ¿cómo
estar en regla con sus analizantes sin aclarar sus relaciones con el psicoanálisis mismo?”
Con esto, aclaramos que el analista debe de dilucidar sus relaciones con el psicoanálisis.
Miller nos dice también que a cada uno le toca, si quiere, si puede, estar igualmente solo en
su relación con la causa analítica, y que Lacan, siempre eligió al psicoanálisis por encima de
su relación con los analistas, es decir por momentos se puso en contra de los analistas,
posición que considero a momentos necesaria en la vida de la Escuela, colegas trabajando
en solitario temas para que eventualmente al traerlos puedan causar a que otros escojan
esa vía de trabajo. Cito a Miller, “Elegir el psicoanálisis a pesar de los analistas, contra los
analistas, podría no ser más que el reverso de la siguiente fórmula; los psicoanalistas contra
el psicoanálisis.” Esto me pone a pensar si es posible que los psicoanalistas antepongan su
subjetividad antes que lo que sería hacer existir el psicoanálisis de ser así no tendríamos la
fiesta que dice Miller la fiesta del Banquete que hoy trato de introducir.
En el apartado denominado ¡A la salud del psicoanálisis! Miller nos plantea que el banquete
de los analistas, o pienso yo, el banquete de la Escuela es un banquete-síntoma, en tanto
que no es forzosamente armónico. Unos nos quejamos de tal o cual tema, otros en
nuestros pequeños grupos comentamos y planteamos ideas que no son llevadas a cabo, es
decir no salimos de la queja, y bueno, el banquete de los analistas es la asociación libre, por
consiguiente, es el banquete de la palabra, un banquete incluso de transferencias, que me
arriesgo a llamarlas poliamorosas, en tanto que el amor que manifestamos no sólo se dirige
a uno sino a varios. Miller se va a preguntar también ¿qué se come en el banquete de los
analistas? Y la respuesta indirecta que primero recibimos es la palabra, pero la palabra de
Freud y de Lacan, no una palabra completa claro está, sino unas migajas de palabras, restos
de palabras. Restos que se consumen, y que el psicoanálisis nos lleva a preguntarnos por
ellos, es decir el goce que está implícito en la palabra, lo cuestionamos en el análisis y tal vez
algo de esos restos los trabajamos en la Escuela. En referencia a las palabras, Apicio le
recomienda a Espudo que se hablen de temas en relación con las particularidades de los
invitados, que se topen temas en que otros son expertos, y creería que talvez
ventajosamente en la Escuela si bien hay quienes saben más, ninguno de nosotros nos
calificamos como analistas expertos, sino como analizantes en constante formación.
Esta pregunta: ¿Qué se come en el banquete?, da la puerta al siguiente apartado, el dispar
convivium, es decir, el banquete desigual, donde cada uno de nosotros nos preguntamos en
él qué es lo que se consume. Regresando al texto de Erasmo, Espudo quiere invitar a todo
el mundo a su banquete, y quiere agradar a todos, a lo que Apicio, muy gentilmente le
responde: “No intentar lo imposible… Un anfitrión no podría agradar a todos sus invitados,
tan grande es la diversidad en las ciudades.” Es decir, lo que se sirve en nuestro banquete
no es del agrado de todos, pero, ¿por qué no poder, en cierto momento, sugerir el menú?
Miller nos cuenta que este Banquete de Apicio es una torre de Babel que se parece al grupo
analítico; y yo hago la referencia de porque no se parece a nuestro grupo analítico, puesto
que este último es de dispersos y dispares, con diversas opiniones y en ocasiones, con otras
lecturas, a veces con diálogos imposibles de establecer o de comprender o de agradar.
Quedando ahora la siguiente pregunta ¿quién debe sentarse a la mesa?, quienes estarían
convocados a este banquete, al banquete de la Escuela, al banquete de los analistas.
Acompañando un sin número de preguntas adicionales, da pauta al siguiente apartado, La
selección.
Aquí se trata de responder y dirá que, así como el analista se autoriza a sí mismo, lo cual
parece querer decir: él se invita, yo me invito. Y un banquete al que cada cual se invita, sin
duda, tiene que resultar caótico. Dirá: “Piensen en un banquete como este, en un Dispar
convivium, donde de pronto alguien exclama: ¡Ven! ¡Toma asiento! ¡Eres de los nuestros!
¡Ven a comer el pan de los ángeles!, y dirá, que Lacan, se había mostrado como un
convidado inoportuno al banquete de Freud, y por lo tanto crea su propio banquete donde
se come su enseñanza. El punto será aquí escoger quienes se sientan en la mesa, y dirá que
en el Banquete-Escuela, se tiene un principio de selección que se denomina el pase, en
donde como ya lo sabemos no es un par, un igual el que nos invita a sentarnos a este
banquete de analistas, por el contrario, es otro que aún no se puede sentar en el banquete
quien lo hace, es decir, el gradus está en un escalón de atrás y no en el posterior.
Miller va a cerrar este capítulo haciendo la referencia al Banquete de Freud, diciendo: “la
Escuela de Lacan está en todas partes, tal vez en ningún lado, ¡y es un banquete! ¡Todo el
mundo come Lacan en ellas! Por supuesto, también hay gente sentada a una mesa que no
habla con los que están en otras. Además, como en el Dispar convivium, no todos hablan la
misma lengua. Es un banquete dispar; hay quienes conocen las reglas de la civilidad pueril y
honesta y hay otros que se portan mal y, aunque “comen Lacan, escupen encima”.
Miller hará el comentario sobre el banquete de Freud, indicando que aún existe, y que
algunos de sus comensales están asqueados de lo que les sirven y roban de otros
banquetes. Tema al que podría hacer referencia, porque nos suele pasar, colegas que no les
gusta el banquete de Miller, que no son muy partidarios, de dientes para afuera, del
banquete de la Nel; no están muy a gusto con lo que se sirve en sus banquetes regulares y
se colan a veces por la ventana, se sientan, comen y escupen lo que se les sirve, pero lo
comen y luego regresan a su banquete inicial para mencionar lo que se ha comido y lo
“salado” que les pudo parecer.
Cierro este texto con la cita del Banquete Desigual: “No molestarás a ninguno, si no invitas a
ninguno”, sin embargo, las subjetividades de cada uno pueden siempre estar a la
expectativa de la molestia, por tanto, tenemos que invitarnos al banquete de nuestra
Escuela, que en esta reunión está por comenzar.