Miller Como Rebelarse PDF
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JACQUES-ALAIN MILLER**2*
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Sin mediación
Una botella al mar no está mal para lo que es una rebelión, porque, en
realidad, en su punto de origen no se delibera; se experimenta, se hace.
Para acercarse a partir de categorías que podrían ser cuestionables, pero
que no dejan de ser comunes, la rebelión es del registro de la emoción más
que de la razón deliberativa.
Tomar en serio el tema de la rebelión me ha hecho recordar la curiosa
novela de Anatole France, una chifladura que se titula La Rebelión de los
ángeles. Abre con el misterio de una imponente biblioteca donde los libros
desaparecían inexplicablemente, hasta que nos enteramos que es un ángel
rebelde el que los roba. “Esto es lo que más falta le hace a nuestro pueblo
[…]. Él no piensa”.1 Es por eso, dice este primer ángel –seguido de muchos
otros que se agitan en los distritos quinto y sexto hasta el Boulevard de
Rochechouart– que debería liberar los cielos por la ciencia.
Esta cita indica que la rebeldía está en disyunción al saber; es sin me-
diación. La rebeldía propiamente dicha no piensa y se distingue en esto
de la subversión, empresa de largo aliento que demanda el conocimiento
profundo del orden que se trata de arruinar, derribar. La imagen de la
subversión es aquella de la famosa Vieille Taupe,2 que cava en las sombras,
explota la duración y le da tiempo al tiempo, si me permiten decirlo así.
La rebelión tampoco es la revolución. Esto fue, durante el siglo pasado,
el lugar común a partir del cual se oponía rebeldía y revolución: la rebel-
día es sin mediación, mientras que la revolución es una larga elaboración,
amplia, diversificada, que requiere soportar durante mucho tiempo la
configuración del orden inédito que se trata de instaurar.
Subversión y revolución se inscriben entonces en la duración. La re-
belión, no. Para aislarla en su punto extremo y en eso que tiene de más
original, diría que se juega en el instante, es un sobrecogimiento.3 Para
emplear una palabra un poco cargada de sentido, su esencia es un “no”
instantáneo.
1 France, A., La rebelión de los ángeles. Payot et Rivages, París, 2010, p.103.
2 La Vieille Taupe es originalmente una librería ultraizquierdista dirigida por un
colectivo militante del mismo nombre, inaugurado en París en septiembre de 1965.
Esta librería cerró sus puertas en 1972.
3 (N. del T.) Pavor, asombro, conmoción, impresión.
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hay razones para rebelarse”. Dejo de lado el contexto de esta acción, don-
de según parece este maestro usó esta rebelión para propósitos que le eran
propios, aquellos para consolidar el poder –el poder revolucionario o su
propio poder, según las interpretaciones–.
Pero tomemos esta palabra por lo que dice: la rebeldía es siempre le-
gítima, en el sentido de que ella se verifica a sí misma, ella lleva a cabo su
propia tesis, su autoafirmación, aunque sea ex nihilo. Da testimonio de un
imposible que nadie puede juzgar. Pues falta saber que eso que es inso-
portable para uno, el otro lo soportara con paciencia. Es incluso sobre el
fondo de la paciencia general, de la rutina, que se alza la rebelión singular
y su resplandor.
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tencia no fue menos dudosa y que fue llamada la historia, o el sentido de
la historia. La retribución que se espera –lo he constatado– ya no se evoca
hoy sino con un tono sarcástico, como ocurre en “Les lendemains qui chan-
chent”, versión laica colectivizada de la fórmula pascaliana que he citado:
“una infinidad de vidas infinitamente felices”. Para la memoria, recuerdo
que “Les lendemains qui chanchent”7 es el título dado a la autobiografía pós-
tuma de un resistente, fusilado por los alemanes en el monte Valeriano.
Gabriel Peri era miembro de un partido que quería ser revolucionario,
el Partido Comunista francés, del cual, todavía en el siglo XXI, existe un
vástago notablemente distinto de aquel. Un partido revolucionario, como
una religión militante, da, en efecto, por partenaire un gran Invisible, es
decir, un gran Otro; vuestro sacrificio sirve para demostrar y consolidar
su existencia. Porque sacrificamos nuestra vida por él, tiene posibilidades
de existir, sea bajo la forma de la divinidad, sea bajo la forma del sentido
de la historia. Pero esto supone ser miembro de un partido o adherirse,
creer en una religión. Si existe el acto puro de rebelión ¿podemos aislarlo,
extraerlo de esta estructura de la apuesta de Pascal, de esta relación con el
gran partenaire, e incluso también de toda ideología de la esperanza?
La rebelión, como tal, no tiene fe, no especula sobre el porvenir, brilla
en el instante. Se da enteramente en el encuentro de lo que llamamos lo
imposible de soportar y en la decisión, el acto, se sigue inmediatamente, sin
tiempo muerto. Falta entonces, creo, extraer la rebelión de esta estructura
de la apuesta y adelantar que ella es un arrebato. Ese viaje de éxtasis te
atrapa –como una ficha, dije– como un todo reunido y condensado en la
unidad de tu ser, y de este hacia y para la muerte.
Cierto, en la rebelión esta muerte se presenta de muy buen grado como
la muerte del otro, no la del gran Otro de la apuesta neo-pascaliana, sino
del hombre que está enfrente de uno: el hombre indignante, si puedo de-
cirlo así, aquel que os domina, os desposee, os priva de lo que os pertenece
por derecho. Es él, el partenaire del acto de rebelión. En el acto puro de re-
belión, comúnmente alegamos haber encontrado una injusticia o el espec-
táculo de la injusticia –porque el rebelde no es necesariamente el oprimi-
do, puede ser muy bien el privilegiado que se solidariza con el oprimido–.
Sin duda podemos considerar el sentimiento de injusticia como un afecto
7 Les Lendemains qui chantent es una autobiografía de Gabriel Péri, ex diputado co-
munista fusilado por los nazis en 1941 en Mont-Valérien.
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serán mártires para que otros sean amos. Parece que hay una fatalidad,
una maldición de la rebelión.
Ahora bien, ¿cómo rebelarse de la buena manera? O, en definitiva, ¿te-
nemos que pensar que siempre hay razones para someterse? Determinar
cómo rebelarse de la buena manera es lo que uno podría esperar de un
psicoanalista, al menos de un psicoanalista como debería ser, es decir, ha-
biendo aislado su imposible de soportar como sujeto, y habiendo tomado
alguna distancia con eso intolerable. Para rebelarse de la buena manera,
conviene estar advertido de la reversión de la rebelión y de su relativi-
dad. Conviene además estar advertido de la relatividad de lo imposible
de soportar: es el de cada uno, y cada persona con el suyo, no pudiendo
así coincidir con el propio más que por encontrarse. Conviene estar igual-
mente lo suficientemente advertido del efecto de sobrecogimiento en que
puede poneros el espectáculo de lo insoportable, suficientemente adver-
tido para no dejarse engullir y poder marcar el paso. Si el espectáculo de
lo imposible de soportar anima la rebelión, es que coincide con el teatro
más íntimo –aquel que Freud llamó el fantasma–, y que un goce es allí
encontrado. La rebelión en nombre de la justicia es a menudo habitada
por una rebelión causada por el goce, por una envidia de goce [jalousie de
jouissance],8 diría. De esta jalousie de jouissance conviene estar en guardia
si queremos rebelarnos de la buena manera, es decir, sin llevarlo a cabo en
el modo suicida.
Traducido por Tomas Piotto. Revisión: Mariam Martín
Revisión: Comité editorial Bitácora Lacaniana
El texto, no revisado por el autor, se publica con su amable autorización.
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