Concepto Psicologia
Concepto Psicologia
Concepto Psicologia
El concepto de psicología
Entre la diversidad conceptual y la conveniencia de
unificación. Apreciaciones desde la epistemología
José M. Arana
Juan José G. Meilán
Enrique Pérez
Resumen Abstract
que hace un siglo, cuando la nueva ago when the discipline took its first
p. 110: Ciclistas en la UNAM. Fotografía: JAL.
Revista Intercontinental de Psicología y Educación, vol. 8, núm. 1, enero-junio de 2006, pp. 111-142.
Fecha de recepción: 18 de noviembre de 2005 | fecha de aceptación: 30 de julio de 2006.
de su desarrollo han sido muchos, rá- relevant and typical traits of contempo-
pidos y radicales los cambios que se rary psychology is its wide field of
han producido en su seno. Uno de los interests, the diversity of perspectives
rasgos característicos más relevantes and methods, which generates contro-
de la psicología contemporánea es la versies and confrontations. Is unity
amplitud de su campo, la diversidad possible? What is its nature? Or, per-
de enfoques y métodos, lo que da lugar haps, should we talk of psychologies?
a controversias y enfrentamientos. ¿Es
posible la unidad? ¿Cuál es su natu- KEY WORDS
raleza? ¿O es que tal vez deberíamos psychology concept, unity-diversity
hablar de psicologías? in psychology
PALABRAS CLAVE
concepto de psicología,
unidad-diversidad en psicología
Concepto de psicología
va). Esta visión, sin ser del todo errónea, es claramente parcial y sesgada. El
estudio y tratamiento de los trastornos mentales, del comportamiento y los
problemas escolares es, sin duda, un ámbito de ocupación importante, pero
no el único, ya que se debe considerar la promoción de la salud mental de
las personas sanas, la prevención, el uso de la misma en la mejora del ren-
dimiento a distintos niveles (laboral, escolar, deportivo, etc.). Esto es psi-
cología —psicología aplicada—, pero no es toda la psicología aplicada ni
es el único modo de entenderla (Prieto, 1995).
Generalmente muy pocos sabrían distinguir entre psicólogos y psiquia-
tras, y es que el hecho de coincidir en el área de conocimientos por la que
están interesados y la utilización de técnicas y aproximaciones coincidentes
en parte, ha contribuido a que, como ciencias de la salud que son, exista un
solapamiento entre las funciones que cumplen uno y otro colectivo (proble-
mas derivados de compartir un mismo objeto de estudio —o sujeto, más bien).
La explosión de secciones y artículos sobre psicología en revistas del
corazón o periódicos, las tertulias en las emisoras de radio cuyo carácter
científico es más que cuestionable, y la utilización de los medios de comu-
nicación de masas para divulgar la psicología han acarreado consecuencias
ambivalentes para nuestra disciplina. Por una parte, habrían sido positivas
al contribuir al conocimiento de los potenciales consumidores las posibili-
dades que les brinda, pero, como contrapartida, el efecto negativo ha sido su
vulgarización y banalización: al menos intuitivamente todo el mundo parece
entender de psicología, cualquier persona se atreve a realizar un diagnósti-
co, los términos psicológicos inundan las conversaciones diarias, etcétera.
Aparte del uso vulgar del término, en opinión de Prieto (1995), la segunda
gran dificultad al momento de definir qué es la psicología es la diversidad
de acepciones científicas del término. La psicología a la que alude el hom-
bre de la calle —concepto vulgar de psicología— se refiere casi por comple-
to a la psicología aplicada, a la que realiza fundamentalmente el psicólogo
entiende por conducta (Pinillos, 1975). Muchos males que aquejan a la psi-
cología como ciencia quizás provienen de este afrontamiento poco decidido
sobre el objeto de estudio de la psicología, aunque como veremos, las sin-
gularidades que la caracterizan en relación con otras ciencias ayudan a en-
tender la razón de por qué la empresa de delimitar su objeto es tan difícil.
La importancia de una clarificación del objeto y método de la psicología
que permita considerar la unidad de la misma, si bien parece que ha estado
presente a lo largo de todo el devenir de la psicología desde el siglo pasa-
do, se ha acentuado en las últimas dos décadas. Cada vez son más nume-
rosos los autores dedicados a abordar esta problemática (Altman, 1987;
Fraisse, 1982; De Groot, 1990; Gilgen, 1985; Kendler, 1981; Kimble, 1984,
1990; Koch, 1981; Mayor y Pérez, 1989; Mos, 1987; Pinillos, 1985; Royce,
1970, 1987; Staats, 1983; Yela, 1989). Se dedican series al tratamiento de
estas cuestiones teóricas, como es el caso de los Annals of Theoretical Psy-
chology, e incluso aparecen números enteros de revistas dedicados al te-
ma, como en New Ideas in Psychology, y multitud de artículos y comenta-
rios como en el American Psychologist de los últimos años.
En tal ingente producción, el acuerdo acerca de la existencia de diver-
sidad de objetos y métodos —con la consiguiente variedad de paradigmas,
sistemas, teorías y especialidades— es bastante generalizado entre los au-
tores, aunque difieren en la consideración que dan a esa diversidad. Des-
de la postura de Matarazzo (1987), que defiende la existencia de unidad real
en la psicología actual a pesar de la diversidad, un núcleo central y múlti-
ples aplicaciones; o quienes como Staats (1981, 1983), Royce (1970, 1982),
Baker et al. (1987) o Kimble (1990), que consideran que tal unidad es posi-
ble y, por tanto, establecen cauces para articularla; hasta quienes como Koch
(1981) opinan que sólo existe desunión y caos, y recomiendan, como Ken-
dler (1987), un buen divorcio antes de persistir en un mal matrimonio.
Desde luego que han existido intentos continuos de resolver la crisis. Pe-
ro habitualmente no en la dirección de construir la unidad enfatizando las
posibles relaciones y similitudes parciales y complementarias entre siste-
mas o teorías, sino buscando un enfoque alternativo nuevo que eliminara
los rivales (Yela, 1987). Generalmente, en lugar de conseguir la unidad con
Entendemos, con Yela (1986, 1989), que la principal razón de esta si-
tuación estriba en el dualismo con que la psicología ha convivido desde
siempre, legado indiscutible de sus orígenes en la filosofía. Se trata de un
dualismo inherente a los datos con que trabaja, o mejor dicho, a la forma
de entender cómo se deben abordar. Este dualismo se expresa en innume-
rables antinomias como espíritu y materia, mente y cerebro, conciencia y
organismo, experiencia privada y conducta pública, psicología como cien-
cia social, cultural, histórica o humanística versus psicología como ciencia
natural. De alguna manera siempre ha estado presente una dualidad esen-
cial. Recuérdense las palabras de Pinillos (1985) sobre el carácter bifaz de
la psicología: “Hay datos psicológicos públicamente constatables y datos
psicológicos de los que se tiene experiencia a nivel de la conciencia priva-
da. El estudio de los primeros da lugar a una psicología de la conducta en
la tradición de las ciencias naturales; el estudio de los segundos lleva a las
ciencias culturales, describiendo los fenómenos subjetivos y tratando de
comprender su sentido” (Yela, 1989, p. 75).
Así, mientras un grupo de psicólogos ve su campo en términos de valo-
res científicos y acepta los conceptos de objetividad, elementalismo y leyes
nomotéticas, otro grupo ve la psicología en términos de valores humanísti-
cos y acepta los conceptos de intuicionismo, holismo y leyes idiográficas.
Sólo existe un aspecto en el que la totalidad de los psicólogos parece coin-
cidir: todos son deterministas, aunque en diferente grado (Kimble, 1984).
Existen por tanto, dos culturas; lograr una armonía entre ellas no parece
fácil.
Bunge y Ardila (1988) resaltan igualmente la controversia entre el ca-
rácter natural o social de la psicología, que liga a la discriminación, en la
tradición de Dilthey y Windelband, entre ciencias nomotéticas caracteri-
zadas por leyes generales y acontecimientos repetibles e idiográficas basa-
das en acontecimientos individuales no reproducibles. Staats (1987) resu-
me las características opuestas de estas dos orientaciones (tabla 1).
Royce (1967) colocó a la psicología en el cruce entre las ciencias y las
humanidades. El científico “maximiza los modos racionales y empíricos de
conocer y minimiza la simbolización metafórica y la intuición” (p. 22). Las
Con la firmeza que proporciona la perspectiva de los años, Yela (1989) eti-
queta la situación actual de la psicología con tres calificativos: pletórica,
frustrante y desunida. Posiblemente no ha pretendido ser exhaustivo con
los adjetivos; si hacemos un balance, sólo el primero de ellos tiene conno-
taciones positivas; la valencia negativa de los otros dos es clara. Pero ha-
blemos un poco de cada uno.
La psicología está hoy en día pletórica de fuerzas, en continua y rápida
expansión a juzgar por el aumento en el número de licenciados, la creación
de asociaciones, la aparición de nuevos libros, el incremento de investiga-
ciones, la celebración de congresos, la apertura de laboratorios, facultades,
departamentos, etc. Más aún, en algunos campos como la psiconeurología,
figura a la vanguardia de la investigación.
Esto es frustrante por los resultados de la investigación y por la división
existente dentro de la misma. Cuando se investiga, en parte, lo que se gana
en precisión, asepsia y control, se pierde en amplitud y trascendencia de
los resultados obtenidos; los resultados más estricta y rigurosamente com-
probados suelen referirse a veces a asuntos aparentemente simples (p. ej.:
la incidencia que tiene la posición de una palabra en una lista sobre su
posterior recuerdo). Y a la inversa, cuanto más importantes son los proble-
mas (p. ej.: la razón de la agresividad humana), más difíciles son de estu-
diar con el rigor suficiente como para dar por buenos los resultados. A la
psicología se la ha criticado por su preocupación por problemas triviales
una consideración entre las ciencias. Seguir este modelo es, cuando me-
nos, la certeza de que se sigue un camino ya recorrido por otros con muy
buenas consecuencias. Creemos que el modelo de la ciencia positiva no
está agotado en su aplicación a la psicología, aunque no debemos ser ex-
clusivistas: posiblemente adoptar otros modelos para construir la psicolo-
gía no es erróneo, sino que puede ser enriquecedor. Siempre que se haga
con mínimos de rigor metodológico no debe asustarnos el estudio de otras
temáticas u otros objetos de la psicología. Se nos podrá decir, eso sí, que la
cuestión se traslada ahora a determinar cuáles son esos mínimos.
Para terminar, permítasenos transcribir las palabras del maestro Yela
(1986) cuando habla sobre el porvenir que aguarda a la psicología y a los
psicólogos. Primero ironiza diciendo que es incierto —si no, no sería por-
venir—, pero desde la perspectiva de la edad y la experiencia, asevera a
renglón seguido que la aceptación y el crecimiento cada vez mayor de
la psicología por la sociedad dependerá de “que sepamos investigar […]
con rigor. Que sepamos contribuir con eficacia, dignidad y prudencia a re-
solver o paliar los problemas humanos individuales, interpersonales y so-
ciales de nuestro tiempo” (p. 57).
BIBLIOGRAFÍA