Unidad 7 Presencial 2021-2

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EZEQUIEL .ADAMOVSKY :

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•. ·Universidad.·Nacional de Tres de Febrero

Historia de las clases


.J;.· : populares· en la Argentina
TALLER\
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Introducción a la problemática Desde 18 80 hasta 2003
. del mundo
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!Profesor Titular: lng. Agr./Cario$ Mun~t


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'·'Política, Estado y representación"
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EDITORIAL SUDAMERICANA
BUENOS AIRES

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' el pasado debían quedar esos fanáticos líderes guerrilleros y bablemente la derrota del movimiento social a manos de' los
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':¡j '. esos atroce~ militares_ que los reprimieron (y también·1os in- militares, el descrédito del peronismo y de la CGT y las ex-
•. ji genuos '"jóvenes idealis,tas" que, según el discurso oficial, fue-:- pectativas que despertó al triunfo alfonsinista contribuyeran a
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ron. víctimas de unos y otros). Pero tampoco eran ya tiempos reforzai; tal identidad a costa del orgullo trabajador que había

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para el mal gusto y los desbor~es de un peronismo al estilo de ocupado ,un lugar central en la Argentina del siglo XX. In-
Herminio Iglesias, ni para esa "patota sinc_µcal" -como gus- cluso en el vocabulario político las referencias al "pueblo" o
taba de llamarla Alfonsín- poderosa y corrupta que ponía sus "los trabajadores" tendieron a ser reemplazadas por otras a "la

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'.·r· L,.,•. . intereses corporativos por encima de los ddpaís. La "4fgen-
. tina democrática" tenía poco que ver con el pasado militar,.
izquierdista o peronista. ·
gente"' una categoría. que no daba lugar ª·imaginar diferen-
cias sOciales entre las personas.-El debilitamiento de la ~denti;
dad trabajadora y del orgullo plebeyo sin dudas señalaba que

'j!illil ,,;¡ Este cambio en el horizonte político inevitablemente se


reflejó en las identidades. La confianza en el trabajador como
el protagonismo central de las clases populares en la política
argentina estaba llegando a su fin. La derrota del movimiento

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figura central del cambio anhelado, que en los años previos
había animado tanto al izquierdismo como al peronismo,
perdió su lugar. El nuevo ideal de "civismo democrático" se
social a manos del Proceso no había sido tan sólo física y ma-
terial, sino también cultural. Hija de esa derrota, la democracia
üiaurirada en 1983 se fundó, paradójicamente, más en el des-.
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il/}:¡:}~':: encarnaba implícitamente en la "clase media". En efecto, la dibujamiento de las clases populares como actor político que
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victoria de Alfonsín fue interpretada en los medios de comu- en su protagorúsmo.
,¡\!;¡}¡} nicación como el triunfo de esa clase por'sobre la indebida
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gravitación_ del elemento plebey'? en la historia nacional;·Con
el triunfo de la clase media, sup.onían, se vólvfa a un "país El _triunfo del neolibera~ismo
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!·¡;,. d.¡- norinal·~ regido por la ~oderació1;1, la racionalidad, la paz so-
';l~,;¡ir· ·· cial y el respeto a las instituciones. Aunqu~ no :hay estudios-
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Con .todo, el Proceso no había podido concluir con la
.;~ trtJ c;oncluyentes ·al respecto, hay indicios de. qúi -este modo de· reestructuración de la econonúa y la sociedad que esperaban
ulf f: ¡ .· ver las c~sas caló profundamente también en.. el :inu~do de las los sectores exportadores y los :financistas. Alfonsín se inclinó
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· clases populares. Un signo d~ eno es que_ en. estos años se pro- cada vez más a satisfacer sus demandas, pero sus vacilaciones y
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fundizó una tendencia que ya se venía no~ando desde tiempo la pérdida de autoridad que experimentó desde mediados de
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atrás: muchas personas que,' por su nivel q.e iri~~esos su tipo su mandato le impidieron llevar a·cabo la tarea.Aunque debi-
_de ocupación, pertenecían ~ las cl~ses bajas,. sin embargo se · li~ado, el sindícalismo había aemostr-,ado que ·conservaba una
imaginaban a sí mismas como parte de-la clase media. Pro- . buena cuota de poder, con trec~ huelgas ·génerales du~te su
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presidencia. El Estado todavía conservaba capacidad de regu- y .el desconcierto, para avanzar con medidas "salvadoras" que
lación de diversos aspectos del funcionamiento del mercado en tiempos normales jamás serían aceptadas. El gobierno de
y controlaba áreas de la ecpnomía que podían convertirse en Alfonsín venía siendo erosionado en su popularidad por las
rentables negocios para los privados. Todo eso debía terminar. inéditas tasas de inflación, que en 1987 habían alcanzado el
El problema era que esta vez no podía pedirse a los militares 175%. Pero desde agosto de 1988 y durante los doce meses
que asumieran el· gobierno. El desastre en que concluyó el siguientes se alcanzaron niveles pocas veces registrados en el
Proceso y el descrédito en el que cayeron las Fuerzas Armadas mundo. El porcentaje se disparó entonces al 3.620%, con una
lo hacíaimposible. Las reformas tendrían que impulsarse me- velocidad tal que los salarios perdían su valor pocas horas des-
diante un gobierno civil, pero ninguno de los ,partidos mayo- pués de pagados. Consecuentemente, los índices de pobreza e
ritarios parecía estar a la altura de la tarea. indigencia treparon a niveles nunca antes registrados -47,3%
La estrategia de las clases dominantes fue doble. Por un y 17 ,5% respectivamente- y, con ellos, el descontento de la

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lado, especialmente luego de 1987, iniciaron una campaña
sistemática en los medios de comunicación sobre la necesi-
dad de desmantelar el "estatismo", liberalizar completamente
población. En medio de la desesperadón general, a fines de
mayo de 1989 tuvo lugar una intensa ola de saqueos de comer-
cios, en lo que fueron los primeros disturbios por alimentos
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: [ t ¡¡·r la econonúa y acabar con los principales derechos laborales. de la histor1a moderna de la Argentina (hubo anteriormente
Buscaron seducir con ese discurso neoliberal especialmente a episodios puntuales, pero nada de magnitud comparable). Los
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q::!i: ~f1 1 los cuadros de los partidos más importantes. Con l:i UCR tu- analistas coinciden en que se trató de una escalada de precios
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..¡¡·1¡. ) '_·,:¡ ,_;1: - vieron éxito, de modo que su candidato para las presidenciales deliberadamente provocada por los sectores empresariales y ·.,.·,
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financieros más concentrados para poner de rodillas al sistema . j'
di· ,[, ·¡· de 1989 incluyó esas ideas en su plataforma electoral. Pero el
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vencedor fue el candidato del PJ, Carlos Menem, que se había · político. En efecto, 14 experiencia de la hiperinflación fue tan
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presentado a las elecciones con un programa peronista bastan- traumática que desde entonces la sociedad reclamó y valoró r . j ·I·I

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te tradicional, que prometía aumentos salariales y (omento de la estabilidad económica por sobre .todas las-~Ósas. En lugar .

la industria. Por ello, por otro ·lado, entró en ~s~t,1a l_a segun- de un golpe de Estado, se trató de un "golpe de mercado",
da estrategia de avance. Para reforzar el prediéam_ento de sus según la expresión que se acuñó entonces. Y en verdad sus
ideas, las grandes empresas formadoras de pre.cios experimen- efectos inmediatos no fueron del todo diferentes: Alfonsín se
tl taron con una nueva manera de condicionar las· :decisiones vio obligado a abandonar el poder antes del fin de su mandato
tit[ i¡':::'. : políticas. El método, que mucho tiempo después re.cibiría el y entregar la presidencia a su sucesor.
r::j¡ 1: ' nombre de "doctrina del shock", consistía. en ap:rovechar una Carlos Menerri, por su pa~te, sorprendió a todos aplicando
1\ '. situación caótica que sumerge a una población en el miedo políticas que significaban un brusco corrimiento respecto de
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sus promesas de campaña. Desde el primer día de su gestión los más jóvenes y quienes no tenían el secundario terminado .
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se ocupó de asociarse estrechamente con los intereses de los .Muchas personas que no tuvieron la posibilidad de acceder a
:i bancos y las grandes epipresas nacionales y extranjeras. Sus un trabajo estable se refugiaron en actividades productivas, co-
ministros de Econonúa -el más famoso de los cuales fue merciales o de servicios en pequeña escala que solían implicar
1 Domingo Cavallo, que había.sido funcionario del Proceso- más horas y peores condiciones de trabajo y menos ingresos.
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aplicaron drásticas recetas rteoliberales. Co~ la complicidad de Pero para los que consiguieron conservar sus empleos las cosas
buena parte de la jerarquía sindical y de casi todo el partido no fueron mucho mejores. Desde 1991 se impulsar9n nuevas
peronista, se eliminaron en tiempo récord la· mayoría de las · leyes que, junto con los efectos indirectos de la desocupa-
protecciones a la industria nacional y se privatizaron prácti- ción, tuvieron efectos ruinosos sobre los derechos laborales.
::;¡ camente la totalidad de las empresas que quedaban en manos Bajo la excusa de la necesidad de "flexibilizar" el empleo, se
del Estado. El desmantelamiento de la capacidad reguladora dio lugar a "nuevas modalidades de contratación" como la
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:_ :; . -~ del Estado fue casi total. Los :financistas e inversores se be- subcontratación, la tercerización, el empleo autónomo y los
,j :-¡' : neficiaron de derechos y garantías inéditos para desarrollar · trab~os temporarios. _E n la_práctica esto significó la .exten-
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1 :(11 ¡,·, !¡jJi actividades a su antojo, sin controles rii restricciones. Dece- sión del empleo encubierto y el trabajo precario. En efecto,
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nas de miles de empleados estatales fueron d~spedidos: de los el empleo no registrado sufrió un gran aumento, pasando del
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r'T ,,,,.,·r · 243.354 que había en 1985, sólo quedaban 75.770 en 1998. 26,5% en 1990 al 35% en 1999. La duración de la jornada
Comunidades enteras -especialmente las que dependían de laboral tendió a aumentar notoriamente -con frecuencia sin
la petrolera estatal o· del ferro~arril-· se transformaron en contraparte en aumento de la remuneración- y se aplicaron

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. pueblos fantasma. La ruinosa competencia de los productos
importados profundizó el proceso de desind1:1strialización que
había comenzado en el Proceso. Nurn.ero~as _quiebras de pe-
además esquemas de francos rotativos y en horarios variables.
Paralelamente, en los mismos años el llamado "costo laboral"
bajó un 62%: se redujeron los aportes patronales a la seguridad
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... : queñas y medianas emp~esas y comercio¡: d~J.~r~n en la calle social. y ,se modificaron las nor~as sobré-·éñfermedades labo-
¡¡;:;:¡!- . a ~ec€:p.as de miles de obreros, empleados;#:i;;~cos y antiguos rales y accidentes de trabajo de un modo desventajoso para
propietarios. El conurbario bonaerense fue la zona que más los asalariados.
1
padeció esta transformación; En los años noventa ·desapare- Las políticas neoliberales acentuaron también las asimetrías
cieron alli 5508 plantas industriales y, sólo yn el primer lustro, regionales y profundizaron la tendencia a la "reprimarización"
·m1ll '. '.¡ el sector manufactQrero eliminó 200.000 puestos de trabajo. de la ecónonúa. La desregulación de la exportación de los pro-
r Para 1995 el desempleo y el subempleo alqnzaron el 33,8%; ductos del agro generó un importante crecimiento del sector,
los más golpeados por la desocupación fueron los más pobres, pero de características que acentuaron la concentración de los

346 347

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beneficios en unos pocos y la tendencia al monocultivo. Las _amplio espectro dañó seriamente la flora autóctona, degradó
políticas cambiarias, la presión creciente del precio de la tierra rr.ucho más la calidad .de la tierra y existen indicios fuertes de
y la necesidad de gran~es inversiones para estar al ritmo de las que es causa de una mayor frecuencia de cáncer y enfermeda-
mejoras técnicas fueron complicando la vida de los pequeños des respiratorias entre los habitantes rurales. Este tipo de con-
y medianos productores, muchos de _los cuales se endeudaron secuencias no se hicieron sentir sólo en el agro. En los años
y quebraron. La difusión de las semillas transgénicas vino de noventa, el gobierno entregó permisos a empresas extranjeras

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n la mano de una profundización de las regulaciones que res- para explotar la minería a cielo abierto en diversas partes de la
guardan los derechos de propiedad intelectual, que a partir de cordillera de los Andes, que quedaron así expuestas a la polu-
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r¡I ahora se aplicaron incluso a los genes. Al garantizar derechos ción de sus aguas y sus suelos.
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monopólicos para un puñado de empresas, estas regulaciones
se tradujeron en un aumento de los precios de los insumos
que utilizan los agricultores y en una nueva amenaza a su
C~m todo, el programa de Menem tuvo éxito en detener la
inflición y en volver a poner en marcha el crecimiento de la
economía, gracias a lo cual entre 1991 y 1994 se redujo la tasa
(:ti::: autonomía. ya que desde ahora su derecho á producir e inter- de pobreza al 19,7%, mucho menos que erila crisis de 1989,
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cambiar semillas quedaba en entredicho. A fines de los años pero igualmente por encima de sus niveles de los años setenta.
tNi1 noventa, favorecida por altos precios internacionales, la soja El control de la inflación habilitó el regreso de las compras
transgéaica experimentó una inédita expansión, desplazando en cuotas, que generaron una breve fiebre de consumo y una
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:, 1,.,.:1 en su avance a otros cultivos y a la ganadería. Más apta para los sensación :ficticia de bonanza económica. El crecimiento de
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suelos de poca calidad, .la sojización golpeó particularmente estos años, sin embargo, fue acompañado de un fuerte in-
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a los campesinos e indígenas. que tradicionalmente
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ocupaban
tierras marginales.A medida que· se expandía la frontera agro-
cremento en la productividad del trabajo, por lo que generó
escasa demanda de empleos. Los éxitos iniciales, sobredimen-
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pecuaria, muchos de ellos fueron desalojados..
o presionad~s sionados por la constante entrada de . capitales por las priva-

¡¡i !'!! _para que cedieran sus tierras. Por otra par.te, la nueva tecno-
logía de la ..siembra directa" permitió un ahorro de mano de
tizaciori~s y por las refinanciaciones con;tantes de la deuda
externa que conc.edió el FMI mientras se aplicaban sus rece-
,il i . obra que llegó al 30%, disminuyendo así las oportunidades tas, permitieron a MeneríJ. conseguir su reelección en 1995,
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de empleo para los peones.Además, la expansión sojera em- esta vez haciendo campaña abierta de sus verdaderas ideas. Su
111: ¡; peoró dramáticamente el deterioro ambkntal, al incentivar victoria de entonces fue un hito de gran significación en la
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la tala indiscriminada de los pocos bosques que quedaban en historia nacional: fue la primera vez que el candidato favorito
if··· muchas zonas, lo que a su vez. causó severos. problemas de ero- de los empresarios más importantes llegaba al poder mediante

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·,: 348 349
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cia en 1916,los sectores más ricos y poderosos habían conse-- represión militar y a las políticas neoliberales, las clases altas
guido el consentimiento libre de la mayoría de· la población habían conseguido apropiarse de una porción mucho mayor
para las políticas y los ,Políticos que los representaban. Fue de la riqueza producida socialmente.Y debe tenerse en cuenta
una ironía de la historia que el que alcanzara tal logro fuera que estas cifras no permiten visualizar a la minoría ínfima de
precisamente un hombre del peronismo. Sin duda, se trató de los "súper tiéos": si pudiéramos medir la brecha entre éstos y
una confirmación de que la larga etapa de la historia argentina los más pobres, el resultado sería mucho más impresionante.
abierta en 1945 llegaba a su fin. Esta formidable transferencia de ingresos se produjo, en tiem..:.
Un segundo mandato dio a Menem la oportunidad de pos del Proceso y de Alfonsín, principalmente a través de la
profundizar sus políticas. Desde 1995 y particularmente desde inflación y la caída del nivel de los salarios. En el período de
1998, la economía se derrumbó en caída libre. El desempleo .l'vknem/De la Rúa la causó sobre todo el desempleo.
alcanzó tasas astronómicas y los índices· de pobreza e indigen- Estos cambios no afectaron tan sólo la suerte de los más
cia volvieron a acentuarse profundamente. Su reemplazo en ricos y los más pobres, sino la· de toda la pirámide social. Así
la presidencia por el radical Fernando de la Rúa tras las elec- luce gráficamente la variación en el tiempo de las seis catego-
ciones de 1999 no cambió el rumbo en nada. Luego de más rías de ingreso de los hogares metropolitanos:
de una década de neoliberalismo (anticipado por las políticas
que ya había aplicado el ·Proceso), la Argentina había sufrido
1% Alto 1%
una transformación tan ·profunda, que p9co quedaba en pie . / ,10%
· dela sociedad que habían habitado los· que eran jóvenes o f¡é: . Medio-alto
adultos en los años ·setenta. Probable~ente, el cambio que
resume todos los cambios sea el del enorme crecimiento de la
desigualdad. En la ciudad de Buenos Aires y su conurbano, en
el año 1974 el 10% más rico de la población tenía ingresos ell'
promedio 12,3 veces mayores .que los del 10% más pobre. Para
·octubre de 1989 -en vísperas de la asunción de Menem- la
1974 2004
brecha ya había crecido a 23,1 veces. En mayo de 2002, du-
rante el pico de la crisis generada por las políticas
1
menemistas,
la cifu había trepado otro tanto: los más ricos ganaban enton- Como puede verse, entre 1974 y 2004 la proporción de los
ces, en promedio,.33,6 veces más que lo que_ ganaba el 10% hogares indigentes, pobres y de ingresos medios-bajos creció
menos afortunado. Para decirlo en otras palabras, gracias a la de manera estrepitosa, reduciéndose en cambio el porcenta-

350 351

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1
je de los de ingresos medios y medios-altos. A medida que a la educación, la salud, la. vivienda y el riesgo ambiental-
fue creciendo la desigualdad y la riqueza se fue concentrando muestran que, entre 1991 y 2001, se profundizó la brecha que
cada vez más en el puñ?-do de los más ricos, la gran mayoría separa la situación de quienes residen en zonas más prósperas
de los habitante:; de la región metropolitana -y no sólo los de la de los que habitan en las regiones más postergadas, en
que ya pertenecían a las clases bajas- vieron empeorar su con- especial las del noroeste y el noreste argentinos y las periferias
dición social. De hecho, desde fines de los años ochenta se urbanas. De diversas maneras, las estadísticas hablan de un país
advirtió el fenómeno de los "nuevos pobres". Buena parte de con mayor pobreza, más desigual y más fragmentado.
los pobres que las estadísticas registraban eran personas que En estos años se produjo también una marcada "feminiza-
hasta hacia poco gozaban de un ·pasar económico más hol- ci4ti" de la pobreza. Las mujeres de las clases populares y de
gado y pertenecían a la clase media. Las costumbres y formas lo~ sectores medios empobrecidos debieron salir masivamente
de adaptación de los "nuevos pobres" a la crisis eran bastante al mercado de trabajo para apuntalar la economía familiar.
diferentes de las de los sectores ya habituados a situaciones de Lo hicieron las de todas las edades, incluyendo ahora tam-
pobreza.Así, en el universo de los sectores bajos se recortaba bién a las que estaban en edad reproductiva. Mientras que
un subgrupo hasta entonces casi inexistente, con característi- en 1974 un 22% de las esposas de los trabajadores manuales
cas propias.Aunque con variaciones regionales, las estadísticas calificados tenía una actividad económica propia, a comienzos
disponibles para el conjunto del país muestran una tenden- de la década de 1990 el porcentaje se había elevado al 37%
cia similar. En fin, en pocos años, Argentina pasó de tener y siguió subiendo. Los empleos a los que accedieron fueron
una estructura social ·similar a la que tenían países que hoy mayormente en el sector servicios y los peor remunerados. El
se conside:ran adelantados a una que la acercaba a los menos desempleo las golpeó más que a los varones y además el di-
desarrollados. En términos de la proporción de personas que ferencial de salario por la misma actividad siguió siendo muy
vivían bajo la línea de pobreza, siempre en el ¡írea metropo- marcado. Al mismo tiempo, creció la proporción de las traba-
litana, en 1974 el registro era de tan solo 4,5%. Para 1980 ya ···-·- .
jadoras que eran las principales proveedoras del hogar y la de
había trepado al 8,4% y volvería a duplicarse en los cuatro los hogares a cargo de mujeres solas.
años siguientes. Durante el pico de la crisis de 1989 alcanzaría
casi el 48%, para caer a menos ele.la mitad tras la recuperación.
Pero perforaría nuevamente la barrera del 40% en 2001 hasta Los cambios en el papel del Estado y la ciudadanía
1

llegar, en octubre de 2002, al increíble pico del 57% a nivel


nacional. Previsiblemente, las estadísticas sobre la calidad de . Pero el neóliberalismo no sólo trajo cambios económicos:
vida -un fu.dice compuesto por diversas variables referidas se trató de un proyecto de reformulación profunda de todos

352
353

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.¡ :t los aspectos de la vida social, incluida la política y la vida coti- Seguramente estas creencias estaban menos arraigadas entre
diana. Se proponía intensificar la penetración del capitalismo los sectores más postergados dé la sociedad, pero sin dudas
1 en la vida social de ma:o,era inédita, quitando velozmente de·_
en medio cualquier obstáculo que pudieran interponer las
ocupaban un lugar importante para la mayoría de las personas.
Las políticas neoliberales significaron un cambio profun-
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costumbres tradicionales o las leyes e instituciones existentes. do en el papel del Estado. La premisa del mome"nto era que
>!- :_- Uno de los cambios más evidentes fue_ el del papel del cada individuo debía proveerse el acceso al bienestar por sus
1
.. ,.f ' Estado. Desde su fundación en el siglo XIX, el Estado argen-
,propios medios. Todo lo público debía . reducirse; quienes pu-
tino se había propuesto comO misión "integrar" a las clases dieran pagarlo, deberían adquirir en el mercado aquello que
populares a la vida nacional. Se trataba, naturalmente, de una necesitaran, incluyendo servicios de salud, de educación y se-
integración subordinada. a las necesidades de las clases supe- guridad. Para los demás, la asistencia a cargo del Estado se
riores, más orientada a asegurar el orden que a promover la reduciría a una mínima expresión. Así, en estos años se des-
igualdad. Pero aun así la tarea demandaba políticas específicas financiaron dramáticamente los sistemas de salud, de previ-
para hacerles llegar a los más pobres algunos de los beneficios sión y de educación públicos. Las jubilaciones se redujeron a
de la vida en sociedad. Al principio se trató principalmente montos in-significantes. La calidad de servicio en los hospitales !;:· ·

de la educación. Más tarde, desde 1912, se ensayó la extensión empeoró notoriamente y lo mismo sucedió con el nivel edu-
de la ciudadanía política, un modo de integración que en Ar- cativo en las escuelas. La combinación del retiro del Estado
gentina tuvo una trayectoria accidentada, pero que sin dudas con las altas tasas de desocupación y de empleo informal sig-
favoreció un imaginario de común pertenencia a la misma nificó que uriá proporción mucho mayor de las clases popula-
_nación. Por último, la expansión de las políticas de bienestar res se quedó sin cobertura médica. Por los mismos motivos, el
r¡[i ; ;:
¡} \i!: y del gasto social desde mediados del siglo XX creó un sen- acceso a la educación sufrió un proceso similar. Un estudio de
i¡¡; ;( . tido de ciudadanía social y una cierta confianza en el papel mediados de los años noventa mostró que ..sólo. .... _ un 50% de los
:F del Estado como garante del mejoramiento de la condición· jóvenes de los estratos sociales más bajos en edad de asistir al
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socioeconómica de cada cual. Reales o ilusorios, estos modos secundario estaba concurriendo a alguna institución educati-
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''.1_:t _f _ i_/_r ::_ ¡· · de integración habían promovido un imaginario de país en el va. De la mitad que no lo hacía, sólo un 25% tenía un trabajo,
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que todos los ciudadanos tenían los mismos derechos y que lo que significa que una enorme cantidad de jóvenes pobres
i se caracterizaba por (o al menos marchab::\, hacia) una cierta no tenía ninguna actividad durante el día que le permitiera
homogeneidad social. El Estado ocupaba un lugar central en progresar o integrarse.
!
este imaginario, como garante de la cohesión de la nación, de El desmantelamiento de vastas secciones del aparato esta-
la protección de los derechos y de la expansión del bienestar. tal estuvo acompañado de una importante descentralización
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administrativa. El Estado nacional transfirió muchas de sus fueron en general implementadas aprovechando las organiza-
responsabilidades a las provincias y municipios, los que mu- ciones no -e~tatales y las redes informales de autoayuda que ya
chas veces carecieron q.e los fondos o la infraestructura como existían en el mundo popular. No sólo las ONG y las iglesias
para ocuparse de las funciones delegadas. Paralelamente, para fueron utilizadas como canal para la asignación y distribución
mantener bajo control el creciente fenómeno de la pobreza de la asistencia: los militantes sociales y las organizaciones de
y la indigencia, el Estado nacional y los estados provinciales . base tambíén fueron tentados para desempeñar la misma fun-
y municipales ampliaron de manera sostenida las politicas de ~i"6n. En los distritos bajo control de los peronistas esta estra-
•· .
asistencia focalizada. Desde los primeros ensayos con el Progra- tegia fue particularmente exitosa. Las Unidades Básicas y los
ma Alimen~rio Nacional que Alfonsín lanzó en 1985, hasta referentes locales del movimiento se volcaron masivamente a
los subsidios para desempleados que Ímplementó Menem en gestionar en cada barrio los ·recursos que venían del Estado.
su segundo mandato, pasando por las iniciativas que pusieron Aunque algunos consiguieron resistir este proceso, en pocos
en marcha diversos gobernadores e intendentes desde media- años muchos activistas de base vieron transformarse su misión
dos de los años ochenta, las politicas asistencialistas del Estado y su papel. La militancia social se fue volviendo cada vez más
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se multiplicaron. La politica social se fue redefiniendo enton-
ces como una cuestión de gestión de las necesidades de diversos
la gestión de las necesidades puntuales del barrio mediante el
acceso a la ayuda estatal. La dependencia respecto del Estado
1
r1l¡n segmentos d~ la población.a.través de subsidios puntuales o contribuyó a despolitizarla, privándola de la posibilidad de
ri,_: ,_i entrega d!e alimentos. Las vías por las que el Estado se ocupó plantarse en antagonismo respecto de los políticos y los go-
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de las necesidades de las clases populares ya no pásaron prin- biernos. Con el tiempo, muchos de los líderes "naturales" de
¡:¡¡ cipalmente por la ampliación de los derechos o los beneficios los barrios y referentes de base terminaron convirtiéndose en
::-¡ que colectivamente podían reclamar los ciuqadanos. La nueva "mediadores" o "punteros" al servicio de la maquinaria asis-
t:,
,, política social procedía más bien identificando los focos ~o- tencialista del Estado. La contracara de este mismo proceso
sibles de conflicto para otorgar alguna ayuda puntual que los fue la ripida expansión del clientelismo, es·d~~ir, el intercambio
,¡J'i[.' mantuviera. encapsulados y bajo control. El horizonte de la de favores personales (aunque financiados por el Estado) por
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eliminación de la pobreza pasó a ser: una mera fórmula retóri-
ca: más que acabar con ella, al Estado le interesaba gestionarla.
apoyo electoral. Así, un nuevo entramado político fue articu-
lando y comunicando al Estado con el mundo de las clases
íl: Ya no fue la fábrica o el lugar de trabajo\ el sitio privilegiado populares. Este entramado ya no pasaba tanto por los sindi-
1

.j!: por el que pasaba la politica social, sino el barrio.


Pero como los planteles de funcionarios- y empleados es-
catos o los partidos politicos, ni mucho menos por las leyes o
las instituciones estatales, como por las redes de lazos personales,

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tatales se reducían día a día, las nuevas politicas asistencialistas organizadas territorialmente, que vinculaban a cada barrio con

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356 357

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políticos o funcionarios locales, y a éstos con el gobierno cen- hizo en 1989: "Ahora_todos los de la clase alta somos pero-
H tral. Los límites entre lo estatal, lo privado y lo partidario que- nistas". En el plano más bajo, en los barrios, como acabamos
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daron de este modo de~~ibujados. Por un lado, para acceder a. de señalar, los recursos del Estado fueron canalizados cada vez
. ¡I! ,l ayudas o subsidios, los más pobres dependían del vínculo que más a través de redes clientelares en las que los fondos públi-
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pudieran tener con referentes territoriales "con llegada" a los cos se utilizaban para fines privados. Entre ambos niveles de
· puntos de distribución de la asistencia. Pero de modo inverso, l;i política se habilitaron también conexiones inéditas. El pio-
.¡ .
también el acceso a cargos políticos de importancia dependió p.:~ro en este caso fue el empresario Alberto Pierri, quien, sin
~

crecientemente de la capacidad de movilizar a contingentes haberse dedicado jamás a la política, se aseguró un lugar como
de las clases populares para asegurarse su apoyo en las internas candidato a diputado del PJ a cambio de una jugosa contribu-
::1·
,H de un partido, o en las elecciones generales. Para conseguirlo, ción monetaria para la campaña de 1985. Aprovechando los
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fue cada vez más indispensable el estar en condiciones de dis- recursos que habilitaba su puesto de diputado, se dedicó desde
J·:¡ .. entonces a armarse una red de punteros propia en La Matanza ..
,, tribuir ayuda social.
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;:. I .
, 1· La "privatización" de partes del Estado en los años del neo- La agrupación que allí creó se organizó a la manera de una
¡J \.{ ¡¡:¡ liberalismo se manifestó de varias maneras. La vida política empresa: los militantes fueron rentados y se repartieron cargos
¡i,J ' :f't¡:
comenzó a regirse cada vez más por los principios empre- públicos sobre la base de la eficiencia de cada cual a la hora
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sariales. Alfonsín fue pionero en este sentido, al emplear los de movilizar apoyo político. Con su propio dinero y con los
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medios de comunicación y el marketing para promocionar recursos que conseguía a través de su control de la presidencia
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:1:¡·: : : su candidatura en 1983. Desde entonces, se utilizaron cada de la Cámara de Diputados, consiguió comprar la lealtad de

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vez más los "asesores de imagen" y las encuestas de opinión
al modo de los estudios de mercado, para "instalar" un candi-
una buena cantidad de punteros. Ello le permitió finalmente,
en 1991, desplazar al líder peronista que históricamente había

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? dato, tal como se hacía con la marca de un producto. Pero la


privatización de lo político no se restringió a eso. Aunque lo~
principales grupos empresarios siempre habían condicionado
fuertemente las políticas estatales, ahora tuvieron una partici-
gobernado La Matanza, alzándose con ~!. .~_?ntrol de la mu-
nicipalidad. Con el acceso a los fondos del municipio, Pierri
expandió su red clientelar y llegó a manejar 480 Unidades
Básicas, lo que lo convirtió en uno de los hombres más fuertes
. ¡,t..: pación direda en el manejo de la cosa pública. En una de sus del peronismo bonaerense. Su as.censo fue tan veloz y notorio
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primeras medidas de gobierno, Menen1 en~egó el Ministerio que, desde entonces, varios empresarios aplicaron con éxito la

¡.¡f]\1 : ·•11 de Economía a uno de los grupos económicos más poderosos.


La sorpresa y regocijo de los más ricos quedó graficada en
misma receta.
Una forma similar de "privatización" se verificó con la
_¡i la declaración que la millonaria Amalia Lacroze de Fortabat Policía. El hábito de la impunidad que venía del Proceso, el
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'I ,r . 358 359

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des:financiamiento de la institución en los años ochenta y los sostenido aumento en la tasa de letalidad en el uso de la fuerza
bajos salarios. no hicieron sino acentuar la tentación de usar (es decir, la proporción de civiles muertos por acción policial
la autoridad del unifonp.e para el enriquecimiento personal:. como porción del total de la población y del total de heridos),
Las actividades de "auto:financiamiento" fueron pasando del cuyas víctimas fueron especialmente personas de clase baja.
simple pedido de coimas a quienes desarrollaban actividades Así, extensos segmentos del país -especialmente las zonas
ilegales ---prostíbulos, desarmaderos, lugares_ de juego, etc.- a i.i~banas más empobrecidas·- se transformaron en lo que un
la organización directa de redes delictivas, en particular dedica- estudioso llamó "regiones neo-feudalizadas", espacios en los
..
das al robo o al tráfico de drogas. Los policías involucrados en . que lo que queda de las organizaciones estatales, devastadas,
ellas se conectaron pronto con autoridades del Poder Judicial funcionan como parte de redes de poder privatizadas. Para las
y otras del poder político, especialmente en el ámbito local y clases populares, la ciudadanía perdió allí el significado que
provincial, de modo de asegurarse la impunidad. Las formas pudo haber tenido en otras épocas. En el modelo político
de "recaudación clandestina" alimentaron así no sólo a los po- que proponía el neoliberalismo ya no existía una dimensión
licías sino también a algunos fiscales y jueces, convirtiéndose de "ciudadanía social" que involucrara el acceso a derechos
asimismo ·en una de las fuentes de financiamiento de la polí- básicos garantizados. Para los desempleados o quienes tenían
tica clientehr. Esta "zona gris" en la que funcionarios estatales trabajos precarios, los sindicatos ya no ofrecían un canal para
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1
1
y el hampa se entrecruzaban se desarrolló especialmente en
las regiones más devastadas por las políticas neoliberales, par-
incidir colectivamente en la alta política. Los partidos, coloni-
zados por el mundo empresario, mucho menos. Sumidos en la
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1:
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ticularmente en el Gran Buenos Aires y las periferias de otras pobreza, los sectores más postergados tampoco podían partici-
ciudades marcadas por la pobreza, donde 1a vulnerabilidad de par·de la vida nacional como consumidores, la manera de "ser
la población fue terreno propicio para la instalación de puntos parte" qüe la publicidad presentaba con insiste_ncia creciente.
- . ... - . ,. . . ,·, -¡;;i'''.l. <;Vb,:¡;c~''.

de expendio de drogas o para el reclutamiento de personas El modelo de ciudadanía política que quedaba en pie para los
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~. 1
dispuestas a integrar. las bandas delictivas. A comienzos de los más pobres era una de muy baja intensidácfó directamente la
años noventa, el gobiei:no de la provincia de Buenos Aires exclusión (es decir, no ser parte, una no-ciudadanía).
¡; propuso un pacto con la Policía, por el que les prometía hacer
i la "vista gorda" frente a sus actividades de auto:financiamiento
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a cambio de que garantizaran el manteniµriento de niveles Exclusión social y una vida "descolectivizada"
(H (i : ¡ aceptables de inseguridad. Desde entonces, la seguridad se
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volvió prenda de negociación política entre los gobiernos y la Todos estos cambios produjeron enormes transformacio-
·Policía. La relativa impunidad así concedida se tradujo en un nes en la sociabilidad de las clases populares, especialmente
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1

360 361
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en sus secciones más desfavorecidas. La extrema pobreza, el del temor -y los reproches que generaba una certeza que se
desempleo y la desaparición de buena parte de los benefi- había perdido sin ninguna mejor que la reemplazara. Los lazos
cios garantizados por el~Estado llevaron desesperación a miles familiares se resintieron y la violencia dentro y fuera del hogar
de hogares. El fin de las grandes ilusiones de otros tiempos se intensificó. En fin, la vida social sufrió un notorio proceso
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se sumó al descrédito de la política y los políticos en gene- de descoledivizací6n a medida que todas las instancias de so-
~' 1

ral. La existencia misma del Estado queda~a desdibujada tras ,cialización disponibles para las personas se iban debilitando o
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un entramado de restos de instituciones que aparecían como desaparecían. Para quienes no podían ya asistir a la escuela, ni
¡;
¡: redes personales o grupos de poder particular. El paisaje de 'conseguir un trabajo, ni participar políticamente, ni sentirse
;lt:¡ los antiguos barrios obreros; convertidos en cementerios de ciudadanos de una nación, la vida se transformó cada vez más
1,,- '
i!/, . _. ' 1 fábricas, era un recordatorio constante de que ya no había en una cuestión de supervivencia básica en la que había que
·¡¡ ./
.¡; ,: oportunidades para progresar a través del trabajo. El imagina- arreglárselas por sí solos. Las redes familiares o de amistad que

J.. ¡¡. rio de una sociedad Argentina con posibilidad de integrar a


quienes venían de los sectores más pobres sufrió una herida
en el pasado servían para superar un momento dificil -un
período sin trabajo, una enfermedad, un problema personal-
de muerte. Incluso para quienes tuvieron la suerte de conse- se empobrecieron en su capacidad de brindar ayuda mutua.
guirlos, muchos de los nuevos empleos eran tan precarios y La experiencia vital se volvió para muchos una de una enor-
de corta duración, que no permitían crearse expectativas de me soledad y desamparo.
futuro ni generar vínculos de amistad o compañerismo labo- Para los jóvenes que construyeron su identidad en estos
ral. El orgullo y la identidad obreros, ligados tradicionalmen- años, y que no tenían siquiera el recuerdo de una experiencia
te al poseer un trabajo honesto y digno, fueron apareciendo · pasada de mayor contención o de lazos colectivos fuertes, el
para much?s, cada vez más, como una memoria del pasado; mundo se percibió como un lugar en el que cada cual debía
los más Jóvenes ni siquiera tenían ese recuerdo. Los varones, pelear como podía para sobrevivir o para pasarla lo mejor
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que solían afirmarse en su masculinidad como proveedores po~iqi,
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e. Para los que nunca habían tenidci..ün empleo más o
menos duradero" ni una escolarización continuada, el trabajo
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del hogar, se sintieron fuera de lugar a medida que iban per-
diendo s.us empleos y las mujeres debían salir al mercado de o la educación parecían carecer de todo significado. El sen-
trabajo masivamente o arreglárselas de cualquier manera para tido de pertenencia a una comunidad y fa idea de futuro se
alimentar a los suyos. Las pautas del "respyto" que mujeres y hacían borrosos.A medida que la idea tradicional del progreso
jóvenes le debían a los ''jefes del hogar" se volvieron inciertas mediante un esfuerzo paciente aplicado al trabajo o al estu-
y fueron cuestionadas. Pero ese cuestionarn.iento esta vez no dio fue perdiéndo credibilidad (tanto como la noción de un
fue tanto el signo de una ampliación de las libertades, como mejoramiento a través de la lucha colectiva), se afianzó una

,. 362 363
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.r ,...
valoración mayor de lo inmediato, "cortoplacista". Sin un fu- improvisados, que muchas veces combinaban empleos ines-
turo que dependa de uno, lo único que parecía tener sentido tables con robos u otras actividades ilícitas para completar
era sobrevivir el día o encontrar
, una satisfacción momentá- un nivel de ingresos más o menos digno. La gran mayoría
nea. En este contexto, el consumo de estupefacientes -que de ellos fueron varones jóvenes y los estudios muestran que
a comienzos de los años setenta era costumbre de apenas un una importante proporción venía de experiencias familiares
puñado de personas, más bien de sectores medios y altos- se . en las que el padre había perdido un empleo estable ligado
expandió vertiginosamente entre las clases populares. Junto ~ un oficio: para ellos, el trabajo honesto había dejado de ser
con el abuso del alcohol, la marihuana, la: cocaína y más tarde lla piedra fundamental de una orgullosa identidad. No todos,
la letal pasta base se volvieron parte de los hábitos cotidianos sin embargo, ingresaban a ese mundo de manera voluntaria.
de muchos jóvenes de las clases popul~res (y también de sec- En especial en las villas de emergencia, la policía aprovechó
tores medios). la vulnerabilidad de los habitantes -ahora despojados de las
No todas las clases populares sufrieron este proceso de des- organizaciones que anteriormente los habían agrupado-
colectivización de la misma manera, pero en los casos más ex- para reclutar "mano de obra". Los jóvenes villeros fueron las
tremos adoptó la forma de un individualismo e inmediatismo principales víctimas: buena parte de los que en estos años se
tales, que fueron diluyendo los códigos éticos y las nociones volcaron al tráfico de drogas o al robo lo hicieron como parte
de cuidado de sí y de respeto al prójimo que hasta entonces de bandas comandadas o protegidas por policías. Se ha docu- .
habían tenido ra.íces má~ firmes. En un contexto marcado por mentado que en ocasiones se forzó a los jóvenes a "trabajar"
una obscena corrupdón en los sectores políticos y empresa- para esas bandas contra su voluntad. Los numerosos casos de
riales, las actividades delictivas pasaron a ser una opción acep- "gatillo fácil" (más de mil entre 1983 y 2001), fusilamientos
table también para un creciente número de personas de las encubiertos y causas judiciales "fabricadas", comprobados en
clases populares. Entre 1985 y 2000 los delitos ~ontra la pro- estos años, dan una idea de lo dificil que pudo haber sido para
piedad se multiplicaron dos veces y media en relación con la los villeros resistir la presión de los policfa.i-
cantidad. de población total. Los picos mayores se registraron La "desprofesionalización" del delito trajo aparejado el
en los años de mayor crisis económica, que fueron también abandono de algunos códigos que tradicionalmente habían
los de mayor desempleo y ·a umento de la desigualdad. Las sostenido muchos ladrones, tales como evitar en lo posible el
características de la "mala vida" se transformaron profunda- úso de la violencia o no robar a los pobres o desprotegidos.
mente. Una gran parte de quienes cometieron delitos en estos Delincuentes oportunistas e improvisados, el éxito para los
años no fueron delincuentes" de profesión", con conocimien- nuevos dependía de su arrojo, su fuerza física y su capacidad
to de bs. técnicas del "oficio", sino delincuentes ocasionales, de "primerear" a la víctima, que esta vez podía ser otro pobre

364 365

,r
_,
--incluso Wl vecino- y :figuras y lugares considerados ante- de todas las condiciones sociales sin importar su ideología.
1
riormente intocables, como la escuela, la maestra, un jubilado En estos años se produjo un notorio cambio en el modo en
'!¡:" o la iglesia del barrio. El uso de la violencia como parte de que la prensa presentó la cuestión, generando la imagen de un
los ilícitos, incluyendo los homicidios, se incrementó en estos · país peligroso en el que los más pobres aparecían como -una
: ''· años, aunque de manera leve, mucho menor que la de los amenaza fuera de control. "La inseguridad" se transformó en
1 .i
i
i delitos contra la propiedad. La tasa de muertes violentas au- una categoría de debate público. Se hizo un uso político del
mentó especialmente entre los varones jóvenes, hasta un nivel _·asunto, ligando la delincuencia a otras formas de "desorden"
superior al de la media histórica, pero de cualquier modo t _en el espacio público; se invitaba de ese modo a la aplicación

comparable al de muchos países europeos y bien por debajo de una "mano dura" para restaurar el orden supuestamente
del promedio latinoamericano. perdido. El sentimiento de inseguridad se separó en buena
Así y todo, el sentimiento de inseguridad se apoderó de medida de las evidencias empíricas sobre la evolución del de-
la sociedad argentina, que a comienzos del nuevo siglo se si- lito en Argentina (de hecho, el pico de 2004 que experimentó
tuó entre las más atemorizadas del mundo. Aunque mucha el primero coincidió con una baja en el segundo). En suma-
gente tiene la percepción de que ~asta hace poco "se vivía yoría, los encuestados, por ejemplo, manifestaban temor a ser
,,, ,¡.,¡11J: l},· I' tranquilo,", los estudios muestran que el sentimiento de in- "atacados" en la calle por un extraño sin ningún motivo, un
... . !1Vidt:f:"?
··1ll:l,· ,1¡. ·r,:-
,!-.¡1.. ,
seguridadl viene en aumento desde hace tiempo. Encuestas tipo de hecho extremadamente infrecuente. Algunos temores
¡i\i';.!!IT¡
1-,:t:1
- _: J,-:. de mediados de los años ochenta señalaban ya que un alto sí tenían que ver con cambios en el orden de lo real. Entre
nt ·
..,-'!,\r·.:.; ,. ,;;_ , ., :--<r¡ porcentaje de personas temía ser víctima de un delito. Dos los encuestados más pobres, por ejemplo,junto al miedo a ser
!fü¡:¡ i;,f¡¡ :Jl-n:.,
,ljf:;:¡, ,;i,,_:, ir 1,1 _· grupos, manifestaban este temor en particular: los que vivían víctimas de un delito, figuraba el temor a ser objeto de la vio-
,,:e,,¡ :l\,!¡ •.¡¡ · l'i 'I:
en zonas suburbanas pobres y quienes tenían una ideología de lencia policial. Entre los que viven en las villas de emergencia
i!i l•i¡[_i:i
} iifitk derecha.. Sin embargo, la delincuencia figuraba más bien abajo, · porteños, por ej~mplo, ese miedo se manifiesta en una tasa

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en quinto lugar, en la lista de las preocupad.enes principales. que duplica y más el promedio general. 'Esé tipo de violencia,
de la sociedad. Por entonces todavía la prensa no hablaba de sin embargo, no cabe en lo que el discurso mediático llama
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"la inseguridad" y en los principales diarios las noticias de "inseguridad".
crímenes se agrupaban en una sección marginal. La situación Los peores efectos de la gran transformación que comenzó
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cambió de manera sugestiva en los años-noyenta. Para 1993 la
1
delincuencia ya ocupaba el tercer lugar entre las preocupacio-
con la dictadura se hicieron sentir en las villas de emergen-
cia, que en estos años crecieron explosivamente. Entre 1983
·,, nes de h población y para 1997, el segundo (e_n 2004 llegaría y 1991 la población villeta en la Capital aumentó un 300%,
al primer puesto). El temor ahora se manifestaba entre gente llegando a casi 51.000 habitantes. Para 1999 ya eran 90.000,a
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los que se sumaban otros 300.000 en la provincia de Buenos seguían existiendo, aunque muy debilitadas. En una encuesta
Aires. A esos números habría que agregar los que se apiña- realizada entonces sólo un 20% de los consultados recurría
ban en otros centros u~~anos por todo el país. El panorama a sus parientes en caso de necesitar un medicamento cos-
de la villa cuya historia hemos venido siguiendo en este li- toso. Los delitos dentro de la villa se habían vuelto moneda
bro -Villa Jardín- puede darnos una idea de la devastación c_orriente. Una banda de adolescentes -llamados "los pirati....,
producida. Hacia mediados de los años noventa el 62% de la tas"- se dedicaba a tomar por asalto a los vehículos que pasa-
población de entre 18 y 60 años estaba desocupada. La super- ban para robar lo que pudieran, razón por fa cual los remiseros
vivencia pasaba para la mayoría por la ayuda alimentaria y los · '' y repartidores se negaron a seguir atendiendo a sus clientes
subsidios estatales. A ellos se agregaba una serie de activida- de la villa, acentuando así su aislamiento. Algunos incluso se
des económicas informales, como la organización de ferias de dedicaban a robar a sus vecinos y le "cobraban peaje" a los que
comida, la cría dé algunos animales, las reparaciones caseras y salían a trabajar de madrugada, quitándoles el poco dinero que
· Ja costuraen talleres instalados en la propia casa para subcon- llevaban. Además, Villa Jardín se había convertido en una de
tratistas que, a su vez, trabajaban al servicio de grandes marcas las zonas más calientes ele la adicción y tráfico de drogas de
de ropa. Las mujeres que se dedicaban a esto último recibían, todo el Gran Buenos Aires. La parte de la villa donde se con-
por ejemplo, un pago de 10 pesos por cada cartera que cosían centraban los "transas" era también el área de las "mecheras",
,¡i:d¡!' íntegramente y que en un shopping se vendía a 150. A pesar mujeres que se ocupaban del comercio en artículos robados.
..·-··t;·J
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.
j:f f · de las importantes mejoras urbanas como la pavimentación, La política no era del todo ajena a las actividades ilegales. Al
1 que en-los años noventa había avanzado mucho, las vivien- menos uno de los punteros peronistas que operaban en el ba-
:¡:Jit
.·. {.¡[.:¡ das seguían siendo precarias. Los índices de mortalidad y de rrio acostumbraba repartir marihuana entre los jóvenes, como
,{.pli;¡ enfermedades continuaban siendo 'altos, especiahnenté por la_ pago por hacer número en los actos partidarios.
ir' f)rl'

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contaminaci6ii y por la existencia de desagües a.cielo abierto. Los vínculos humanos dentro de la villa se habían deterio-
Villa Jardín era a mediados de los años noventa U:n terri..: rado notablemente. Donde antes primába-el sentimiento de
!\: torio profundamente des colectivizado. No quedaba entonces que todos se conocían con todos y se ayudaban el uno al otro,
1V é'·1 · · ninguna de las asociaciones y entidades que había animado su reinaba ahora la desconfianza mutua. El miedo a los demás
vida de antaño, ni funcionaba ninguna nueva. La mayoría de se reflejaba en la altura de las ·paredes de las casas que daban
los problemas se resolvía a través de las·redfs clientelares que a los pasillos: mientras que antes cualquiera que pasaba podía
operaban ya aceitad,amente. Las cuatro Unidades Básicas de asomarse y mirar hacia adentro, ahora se habían elevado hasta
la villa se ocupaban de canalizar ayuda estatal para al menos convertirse en verdaderos túneles. Los habitantes de mayor
un 40% de los habitantes. Las redes familiares de autoayuda edad se quejaban constantemente de las actitudes de los más

368 369

.r ..
il - jóvenes, que "ya no respetaban a nadie", y los culpaban de culpa de los sindicalistas. En verdad, el proceso de desindus-
,1 : : todas las desgracias. A pesar de que en la villa siempre habían trialización ,en curso significaba que el peso demográfico y
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vivido inmigrantes extra.ajeros, ahora tanto los viejos como político de la clase obrera había disminuido. En 1973, uno de
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los jóvenes solían descargar su bronca con ellos, culpándolos cada 8 votantes era un obrero industrial; diez años más tarde,
. '1 ,
~ ¡ -, -,¡ por la desocupación o por la caída de las remuneraciones. La sólo lo era uno de cada 14. En el mismo período los sindica-
··! violencia interpersonal era un aspecto constante de la vida tos ,habían visto reducirse un 23% su cantidad de afiliados; los
:· ~ . .f

:} 1 cotidiana. Casi nadie sentía que podía confiar ·en la Policía. que más perdieron fueron los que tradicionalmente eran más
._\: ,!-,
poderosos (metalúrgicos, automotrices, textiles).
La ineficacia electoral del PJ enfrentaba al partido a la en-
'º-:finr!
; ·"' t ,,. '
¡¡¡; '
Las transformaciones del peronismo crucijada de reformarse o morir. Para captar más votos en el
escenario de desindustrialización, era necesario "desindicali-
A pesar del brusco giro pro-patronal del gobierno de Me- zar" el partido y reemplazar a la dirigencia más ortodoxa por

íll,i .i!I
!!ni" ,q·1-1·JJ1 r
nem, el peronismo se las arregló en estos años para seguir
siendo la identidad y la opción política principal de las clases
populares. Sin embargo, su sentido y el lugar que ocupaba en
una más moderna, menos plebeya, con una imagen más apete-
cible para los sectores medios y con habilidades en el manejo
de las nuevas técnicas del marketing político. Ése fue el desafío
;·:~

iil! JWT1~:
,.,[,!o';!IMl!lít '
la conciencia. popular sufrieron cambios profundos. Parte de que se propusieron los dirigentes de la llamada "Renovación",
\di.Vi :r:· ·/,i.f!·
Jtc( tl'/ f¡.·,- ,_,:¡i, esos cambios se relacionan con las transformaciones sociales como Eduardo Duhalde, Carlos Grosso o José M. de la Sota,
i:•,.w¡ 'l' ¡ ·: '· recién reseñadas y parte, con las estrategias que asumió el li- en alianza con algunos de los viejos caudillos provinciales que
derazgo del PJ. entendían las n~cesidades del momento, como Carlos Me-
11!1!!:1!1t
~l¡1!tr ' f Cuando se restableció la democracia en 1983, el peso de nem. Sin pérdida de tiempo, desde 1983 se dedicaron a or-
1J'11íl¡¡'.¡l1: !h/i: la rama sindical dentro del justicialismo fue más giandé que ganizar el aparato partidario dotándolo de reglas dé funcio-
,,,¡•!lii¡,, •: : ,¡:¡,··

1 1 nunca. Sin Perón en escena y con el ala política del partido


todavía desarticulada, las 62 .Organizaciones tuvieron pocas
namiento formales (por ejemplo, elecciones··iñternas para la
a
selección de candidatos) . Con el acceso los cargos y recursos
t_l,.11i1f:!'!,_[
1tl1 ,1i
:!1 dificultades para imponer la fórmula presidencial y para alzar-
se con casi un tercio de los mejores puestos en las candidatu-
estatales que consiguieron ese año, y con el sostén financiero
de algunos grandes empresarios, como Franco Macri, se ocu-
~:J;¡.rl:¡ · : :· ras para diputados y senadores. Esa victoria, sin embargo, re- paron de atraer el apoyo de los militantes de base mediante
t!JIJ ,· . \
sultaría de patas cortas: las derrotas electorales de 1983 y 1985 mecanismos clientelares, mucho más útiles para movilizar una

ti\
-,' ·, ,,
,;?
.
, demostraron de manera patente que los sindicatC?s ya no eran
capaces de asegurar los votos para llegar al poder. No todo era
masa popular más heterogénea y menos conectada con los
ámbitos laborales. Para 1987, ya habían conseguido desplazar a
, ,: 1·
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Metamorfosis de la representación

Bernard Manin

A menudo se afirma que la represent ación experimen ta actualme nte una crisis
en los países occidenta les. A lo largo de décadas parecía fundarse en una
relación de confianza , fuerte y estable entre los electores y los partidos políticos ;
La gran Mayoría de los electores se identifi caba con algún partido político y le
era fiel por largo tiempo. Hoy, un número creciente de electores vota de manera
diferente en cada elección y las encuestas de opinión revelan que aquellos que
se niegan a identific a con algún partido político también aumentan . Por otra
parte, anteriorm ente las diferenci as entre los partidos parecían ser efecto y
reflejo de las divisione s sociales. En cambio, hoy se tiene la impresión de que
los partidos imponen a la sociedad divisiones que, según deploran los
observado res, tienen carácter artificia l.

Cada partido proponía a los electores un programa que de llegar al poder, se


encargaría de ejecutar. En el presente, la estrategi a electoral de los candidatos
y de los partidos se basa en la construcc ión de imágenes bastante vagas en las
cuales la personali dad de los líderes ocupa un lugar predomin ante, más que la
promesa de medidas determina das. Finalment e, la preferenc ia de los
ciudadano s respecto de metas políticas precisas parecen expresarse cada vez
más de manera directa, bien a través de las encuestas de opinión, bien
mediante movimiento s sociales u organizaciones que tratan de alcanzar algún
objetivo preciso pero que no buscan gobernar. La distancia entre el gobierno y
la sociedad, entre represent antes y represent ados, parece agrandarse . La
elección de los represen tantes no parece ser ya el medio por el cual los
representa dos escogen la política que desearía se aplique.

En realidad, en estos dos últimos siglos, lo que se llama gobierno representa tivo
ha sufrido, important es modificac iones, en particula r durante la segunda mitad
del siglo XIX. El aspecto más evidente de tal modificac ión, sobre la cual se
centra en general la historia del gobierno representa tivo, concierne a la
delimitaci ón del cuerpo electoral: la base puramente individual y numérica del
derecho al sufragio (la "propieda d y la cultura" dejan de ser representa dos en
tanto tales) y el establecimiento del sufragio universal. Pero esta transfor mación
ha sido paralela a otra: la aparición de los partidos de masa. El gobierno
representa tivo moderno, en ausencia de partidos político s organizad os, ha sido
instaurado siguiendo las huellas de las revolucio nes inglesa, norteame ricana y
francesa. La mayor parte de los creadores del gobierno representa tivo,
incluyendo ingleses y norteamer icanos, incluso había considerad o las divisione s
entre partidos o "faccion es" como una amenaza para el sistema que pretendía n
establece r.

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Texto. Política y representación
Mario Dos Santos

Quizá se afirme que la hostilida d a las "faccione s" es algo propio del
pensamien to político francés de fines del siglo XVIII en tanto que los ingleses y
los norteamer icanos habrían sido desde un comienzo más favorable s respecto
de los partidos. Esta presentac ión de las cosas es errónea. En verdad se puede
demostrar que casi todo el pensamien to político anglononc americano de la
misma época es hostil a los partidos. El elogio de los partidos hecho por Burke
constituye una excepción; todavía no se trata, evidentem ente, de partid os
análogos a aquellos que dominan la escena política a partir de la segunda mitad
del siglo XIX.

A partir de la segunda mitad del siglo XIX, en cambio, la existenci a de partidos


políticos encuadra el sufragio de los electore s y aparece como un elemento
esencial de la democrac ia represent ativa. Por otra parte, los programa s políticos
no habían jugado sino un papel mínimo en la práctica original del gobierno
representa tivo, siendo prácticame nte desconocida la noción misma de programa
a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX. Los partidos de masa, en cambio,
hicieron de los programas un instrumen to central del combate electoral.

Por consiguie nte, la existencia de partidos de masas y de programa s políticos


transform aron el propio lazo represent ativo. Los partidos, en principio, acercaron
los representa ntes a los representa dos. Los candidato s fueron a partir de
entonces elegidos por el partido, es decir por una organizac ión donde los
militantes tenían algo que decir. La masa del pueblo podía así, en cierta medida,
participa r en la elección de quienes competirían por el sufragio. De otro lado,
una vez elegidos, los representan tes permanecía n en estrecho contacto con la
organizació n que los había hecho elegir; permanecía n de hecho en una
situación de dependencia respecto del partido . Esto les permitía a los militantes
—los ciudadano s comunes — conservar una influenci a sobre los gobernante s
más allá de los periodos electorales . Por otra parte, al presenta r a los electores
los programas que iban a poner en práctica, los partidos parecían proporcion ar
a los ciudadano s la posibilid ad de determina r la política efectivam ente seguida.

De esta forma, hacia fin del siglo XIX, algunos analistas interpret aron el nuevo
papel de los partidos y de los programa s como signo de una crisis de
representa ción (Ostrogors ki, 1903, vol. 1). El modelo de gobierno representa tivo
fue entonces identificado con aquello que se llamó "parlamen tarismo o
parlament arismo liberal" del cual Inglater ra había constitui do, precisamen te
hacia 1870, el ejemplo más cabal: el Cauces dcl3irrain glum y la National Liberal
Federation, fundadas alrededor de esa fecha, son considerad as generalmen te
las primeras organizac iones políticas de masas.

A comienzos del siglo XX, las reflexion es sobre la "crisis del parlamen tarismo"
se multiplic an (cf. Schmitt, 1923; Leibholz, 1929). Progresiva mente, empero, se
advirtió que si bien los partidos de masa habían implicado el fin del
parlament arismo, ello no quería decir que hubiese desaparec ido el gobierno
representa tivo. Se percibió que en realid ad se había organizado una nueva
practica (el gobierno representativo, tan viable como la primera, a partir del rol

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Texto. Política y representación
Mario Dos Santos

de los partidos de masa y de los programas políticos. Esta nueva práctica no ha


sido conceptua da por los analistas de manera tan clara y unánimem ente
aceptada como lo había sido antes el parlamen tarismo. No obstante , la toma de
conciencia de un fenómen o a la vez relativam ente estable y dotado de
coherencia interna la marca el hecho de que resultan acuitados términos nuevos
para designar la nueva práctica del gobierno representa tivo. Los estudioso s
anglosajo nes hablan de "gobierno de partidos" (party governmen t) y los
alemanes de Panciendem okratie. Cada uno de estos términos intentaba reunir
bajo un rasgo único tos caracteres por los cuales la forma del gobierno
representa tivo engendra da por los partidos de masas difería del
parlament arismo.

Muchas conclusio nes se sacaron entonces . La mayor parte de los análisis


coincidieron en que esta nueva forma de representación difería radicalme nte de
aquella del parlament arismo. Se creyó, así mismo, que la modalidad del lazo
representa tivo vigente en el parlamenta rismo había sido definitiva mente
superada y suplantad a: el papel de los partidos de masa y de los programas de
partido parecía tener una relación esencial con la extensión del derecho al
sufragio, y como ésta no parecía que fuese a ser cuestiona da en el futuro, se
concluía que el lazo represent ativo había sido modificad o irreversibl emente. La
nueva modalidad de gobierno represent ativo fue en general, comprendi da como
un progreso de la “democraci a”, si bien hubo algunas mentes que deploraba n la
declinació n del parlame ntarismo. Tal comprensió n no derivaba simplemen te de
la extensión del cuerpo electoral, sino de la nueva modalidad del lazo
representa tivo: La “democrac ia de partidos” parecía generar una mayor
identidad entre gobernant es y gobernado s y dar a estos un papel mas
important e en la conducció n del gobierno. El gobierno represent ativo parecía
aproximars e a una situación en la cual el pueblo se gobernaba a su mismo. Este
avance hacia la democrac ia entendida como autogobier no del pueblo ha sido
interpreta do, en un tipo de historia Whig extendida o según una interpreta ción
tocquevili ana, como una etapa suplementa ria en el avance inexorabl e de los
principios de igualdad y de autonomía de los individuo s que el “parlamen tarismo
liberal” no había puesto en práctica más que imperfect amente.

Surge así una simetría aparente entre la situació n actual y aquella de fines del
Siglo XIX y comienzo s del XX. Hoy, como entonces, la idea de una crisis de la
representa ción convoca la atención. Tal simetría incita a pensar asistimos
menos a una crisis de la representa ción en sí que a una crisis de aquella forma
particula r de gobierno representa tivo surgida a fines del siglo XIX a partir de los
partidos de masa. Uno se ve llevado entonces a preguntar se si las diferent es
evolucione s que afectan actualmen te la representac ión no indican en realidad la
aparición de una tercera forma de gobierno representa tivo, tan estable y
coherente como el parlamentarism o y la democrac ia de partidos.

Resulta notable, sobre todo que se impute la crisis de represent ación de


nuestros días a la desaparici ón o al debilitam iento de los caracteres mismos por
los cuales la democracia de partidos parecía haberse separado del

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Texto. Política y representación
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parlament arismo para acercarse al autogobier no del pueblo: los lazos de


identific ación entre representa ntes y represen tados y la elección de un gobierno
sobre la base de programas políticos precisos. Esto sugiere cierta continuida d
que vincula la forma de represent ación que se esboza hoy con aquella que
parece haber reemplaza do la democrac ia de partidos. Y esto nos llevan
interrogam os sobre si existe cierta continuid ad entre las diferentes formas que
ha experimen tado el gobierno representa tivo luego de finalizad o el siglo XVIII.

Los principios de la representación


Cuando se examinan los orígenes del gobierno representativo a la luz de su
historia ulterior, vemos como a fines del siglo XVlII se plantan una serie de
principios que práctica mente no son cuestionad os más en el periodo posterior.
Por el termino principi o no principio no entiendo aquí simplemente abstraccio nes
o ideales, sino ideas que se traducen en prácticas (o en la prohibici ón de
prácticas) precisas y concretas. Cuatro principio s, así entendid os, han sido
planteado s en los orígenes del gobierno representa tivo moderno.

1) gobernant es elegidos por los gobernant es.

La naturaleza exacta de la represent ación ha sido objeto de múltiples


controvers ias pero, más allá de las divergenc ias, un principio cuenta con el
acuerdo general: no hay represent ación sin elección de los gobernant es por los
gobernante s. Decir que la representa ción supone la elección de los gobernante s
por los gobernados implica afirmar también que ella no suprime la diferenci a de
status y de roles entre gobernante s y gobernado s. El carácter represent ativo de
un gobierno concierne a la naturaleza de aquello que habilita a ciertos individuo s
para gobernar: el status gobernante no es conferido por unción divina,
nacimient o, riqueza o saber, sino únicament e por la voluntad de los gobernados.
La elección es un modo de designació n y de legitimac ión de los gobernante s
que sustituye n progresiva mente otros.

2) los gobernante s conservan ciertos márgenes de independe ncia con


relación a los gobernado s

Los gobernantes no son únicamente individuos que ocupan una posición


diferente de aquella de los gobernados , sino que conservan en sus decisione s
alguna independe ncia frente a la voluntad de los gobernados . Esta idea se ha
traducido en el rechazo o la prohibició n de dos practicas precisas que hubieran
privado a los represent antes de toda independe ncia el mandato imperativo y la
revocabili dad permanent e y discrecion al de los elegidos. Ninguno de los
gobiernos representa tivos posteriores al fin del siglo XVIII ha admitido el
mandato imperativo ni recorrido la calidez jurídica de las instrucci ones dadas por

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los electores. Tampoco existe alguno que haya instituido la revocabilid ad


permanente de los representa ntes.

En Inglaterra la idea se impone durante el siglo XVIII: los diputado s represent an


al conjunto de la nación y no a la circunscripción particula r que los ha elegido.
Por lo tanto los electores de cada circunscripción no están autorizado s a darles
“instruccio nes” (Cf. Pole, 1983, p. 103): A comienzos del siglo XIX, los radicales
intentaron reintroduc ir una práctica análoga a aquella de las instruccio nes
exigiendo a los candidatos promesas (pledges) y, luego de First Refórm Act,
exigían que el cumplimie nto de tales promesas fuese obligatori o. Sin embargo,
el objetivo central era sobre todo la recuperac ión de la duración de los
parlament os (los miembros fueron elegidos por Siete años luego de la
Septennia l Act de 1716) y aparentem ente las "promesas " no constituía n, a sus
ojos, otra cosa que un sustituto o un recurso ante la falta de un período
parlament ario más corto: "las promesas son un sustituto (makeshifi) a falta de
parlament os más breves" escribía un radical panlletario (citado por Gash , 1971,
p. 30). Debe observars e, así mismo, que Bentham rechazó expresamente la
práctica de las instruccio nes: el único medio de acción de los electores sobre los
elegidos debía concerni r su facultad de no reelegirlo s (Bentham, 1983, vol. 1, p.
26). En consecuen cia, nunca las "promesas" electorale s fueron legalmente
obligatori as en Inglaterr a.

En Estados Unidos la práctica de las instruccio nes se había extendido


considerablemente , tanto durante el período colonial como en la primera década
de independencia (cf. Reid, 1989, pp. 100-102). Algunos estados, en particular
Nueva Inglaterra, habían incluido en sus constituc iones el derecho de impartir
instruccio nes a los represent antes. Cuando el Primer Congreso (elegido en
virtud de la Constituc ión de 1787) debate el Bill of Rights que había sido
agregado a la Constituc ión con forma de enmienda, algunos miembros
proponen incluir en la primera de ellas (la que garantiza la libertad de conciencia
y de palabra) el derecho de dar instruccio nes a los representan tes. La
proposició n fue discutida largament e, pero finalmen te rechazada (cf.
Kurland/Le rner, 1981, vol. I, pp. 413 a 418). Los electores quedaron en libertad
de dar instruccion es, si lo deseaban, pero las mismas no tenían carácter
obligatori o, jurídicament e sancionad o.

En Francia los diputado s a los estados generales fueron portadores de


instruccio nes (les cahiers de doléanc es). Una de las primeras decisione s de la
Asamblea Nacional fue prohibir, en julio de 1789, la práctica del mandato
imperativo. Esta decisión no sería luego cuestiona da en ningún momento, ni
durante la Revolució n ni posteriorm ente. Entre 1793 y 1794 una parte del
movimiento de los sans culotte exige que los elegidos sean revocables de
manera permanente y discrecional por las asambleas de base. El proyecto de
constituci ón presenta do a la Asamblea prevé tal revocabil idad, pero ella por
último no es instituida .

Instituciones o práctica s que hubiesen suprimido radicalmen te la independe ncia

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Texto. Política y representación
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de los elegidos han sido propuesta s en diferentes épocas e incluso puestas en


práctica de manera esporádic a. Esto otorga un relieve particula r al hecho de que
fuesen deliberada mente rechazadas a fines del siglo XVIII y a comienzos del
XIX y también al hecho de que esta decisión inicial no haya sido luego
cuestiona da. Si bien han sido hechas promesas y ofrecidos programas , los
representa ntes han conservado siempre, en última Instancia, la liberad de
respetarlo s o no. Sin duda el representante que ha tornado los compromis os
puede anticipar que si él no los cumple no será reelegido pero, por una parte es
libre de sacrifica r la perspecti va de la reelecció n y, por otra parte, lo que es mas
important e, puede confiar, al presentars e nuevament e en una elección, en
convencerá los electores de que tuvo razón en conducirse como lo hizo, dando
así otros motivos para ser reelecto. El lazo entre la voluntad de los electores y el
comportamiento del elegido no fue nunca estrictame nte garantizad o; habiendo,
conservado los represent antes siempre un margen de juego y de maniobra. El
régimen representa tivo no ha sido jamás un régimen en el cuál los
representant es se hallan estrictamente obligados a poner en práctica las
voluntade s del pueblo.

Una diferenci a important e supera pues al gobierno representativ o de la


democracia entendid a como autogobier no del pueblo. Esta diferenci a fue
clarament e percibida a fines del siglo XVIII. La crítica del gobierno
representa tivo formulad a por Rousseau en el Contrato Social constituye una
prueba. Pero la existencia de representa ntes puede ser compatible con el
principio de autogobie rno. Para ello es necesario que los represent antes estén
ligados a la voluntad de sus electores . En Considérat ion sur le Gouvernement
de Pologne, Rousseau acepta, por razones prácticas ; cierta forma de
representa ción. Permane ciendo fiel a sus principio s y derivando las
consecuen cias lógicas de los mismos, recomiend a la práctica del mandar lo
imperativo (Rousseau , 1964, vol. 3, p. 980). La diferenci a entre representa ción y
autogobier no del pueblo no se vincula con la existencia de un cuerpo de
representantes sino con la ausencia de mandatos imperativo s.

Impresiona verificar también que dos autores cuyo papel ha sido decisivo en la
instaurac ión del gobierno represent ativo moderno, Madison y Sieyès, se juntan
en la oposición que establece n entre represent ación y democrac ia.

Madison opone, en muchos sentidos, el "gobierno repubIican o" —caracteri zado


perla representac ión— y la "democrac ia" de las pequeñas ciudades antiguas,
sin embargo no describe la representación como una aproximaci ón a la
democracia que se vuelve técnicamente necesaria por la imposibil idad material
de reunir al pueblo de los grandes Estados; por el contrario, ve en la
representa ción una forma diferente y superior de gobierno. El efecto de la
representa ción señala es el de "perfecci onar y ampliar las opinione s públicas
(the public views) haciéndo las pasar a través de un cuerpo escogido de
ciudadano s cuya sabiduría les permite distingui r mejor el verdadero interés de
su país y cuyo patrioti smo y amor a la justicia serán los menos susceptibl es de
sacrifica r este interés a consideraciones efímeras y parciales (...) En un sistema

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de tal naturaleza , puede muy bien darse que la voluntad pública (the public
voice), formulad a por los representa ntes del pueblo, coincida mejor con el bien
público que si hubiese sido formulad a por el mismo pueblo, reunido al efecto"
(Madison, 1961, p. 82). Madison subraya que uno de los objetivos del sistema
enteramen te representa tivo propuesto en el proyecto de Constitución es el de
poner a los gobernante s en condiciones do resistir las "pasiones desordena das"
y las "ilusione s efímeras " que pueden derivar del pueblo; sólo "el juicio maduro y
deliberado de la colectivid ad" debe prevalecer. El sistema propuesto es
enteramente representa tivo por dos razones que persisten por igual una
importanc ia capital en la argumenta ción de Madison. Por una parte todas las
instancias (las dos cámaras del Congreso , el President e, los jueces) son
nominadas por el pueblo sea directa o indirecta mente para que un gobierno sea
"republicano (es decir representativo)" basta con que (...) los individuo s que lo
gobiernan sean nominados —directa o indirecta mente— por el pueblo". La
representación se vincula pues; únicamente con la elección. Por otra parte la
Constitución es enterame nte representa tiva porque el pueblo reunido no juega
ningún papel. "La representa ción, escribe Madison, no fue algo enteramen te
desconocido en las repúblicas antiguas: algunos Magistrado s fueron tal vez
electos pero al lado de los magistrados electos, la asamblea popular constituía
un órgano de gobierno. La verdadera novedad de la república norteamer icana
no se relaciona con la existencia de una represent ación sino con la exclusión
total del pueblo como sujeto colectivo ("the total exclusion of the people in their
colective capacity" ) respecto del sistema de gobierno (Madison, 1961, pp. 241-
384).

No existe pues ninguna duda de que, a sus ojos la función de los representa ntes
no es la de desear en todas las ocasiones aquello que el pueblo desea. La
superiorid ad de la represent ación es; en contraposi ción a ello, la de abrir la
posibilida d de una distancia entre la decisión pública y la voluntad popular.

Sieyes, por su parte, explica en múltiples eneritos y discursos la diferenc ia


"enorme” que separa la democracia —en la cual los ciudadan os hacen ellos
mismos la ley— y el régimen representa tivo, en el cual encargan el ejercicio de
su poder a represent antes que ellos designan (cf. Sieyes, 1789, p. 12; S leyes,
1789. pp. 3-4). Para Sieyes, como para Madison, la represent ación no es un
sustituto imperfect o, pero necesario de la democracia directa; es una forma de
gobierno diferente y con creces, intrínseca mente preferible . No obstante, en
Sieyes la superiorid ad del régimen represent ativo no se vincula tanto a que
produce decisione s menos pasionale s como al hecho de que constitu ye la forma
política más adecuada para la condición de las "sociedad es mercantil es"
modernas donde los individuos están ante todo ocupados en producir y en
distribuir las riquezas. En tales sociedade s, subraya Sieyes, los ciudadano s no
tienen el ocio suficient e como para poder ocuparse constante mente de los
asuntos públicos. Por consiguien te, a través de la elección , deben confiar el
gobierno a individuos que consagran todo su tiempo a esta tarea. Sieyes ve
ante todo la represent ación como la aplicació n al orden político del principio dula

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Texto. Política y representación
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división del trabajo y este principio constituye , a sus ojos, un factor esencial del
progreso social.

3. La opinión sobre temas políticos puede expresars e más allá del control
de los gobernant es.

Los gobernados pueden gestar y manifest ar, librement e sus opinione s políticas.
A partir de fines del siglo XVIII, se impone el lazo entre gobierno representa tivo
y la libertad de opinión pública política, lo que se establece de golpe en Estados
Unidos, en Inglaterr a se da de manera más progresiva , y en Francia el
reconocimi ento de todas sus implicacio nes ha sido más lento y complejo .

La libertad de opinión pública política requiere dos elementos . Para que los
gobernados puedan formarse opinión sobre los temas políticos, es necesario
que puedan acceder a la informació n política, lo cual supone cierto carácter
público de las decisio nes gubername ntales. Si los gobiernos deciden en secreto;
los gobernados tienen medios muy débiles para forjar sus opinione s en materia
política. El principio del carácter público de los debates parlamen tarios se
impuso en Inglaterra entre 1760-1790 (con anterioridad, el secreto de los
debates había sido considera do prerrogativa esencial del parlame nto, a fin de
protegerlo contra las injerencia s del rey) (Pole, 1983, pp, 87-116). En Estados
Unidos, el secreto ha enmarcado las delibera clones del Congreso Continent al,
así como aquellas de la Convención de Filadelf ia. El primer Senado elegido de
acuerdo con la nueva Constituci ón decidió al comienzo que sus debates fueran
secretos, pero esta práctica fue definiti vamente abandona da después de cuatro
En Francia, los estados generales optaron en sus primeras sesiones por darle a
éstas carácter público y las deliberac iones de las asambleas revolucion arias se
desarrolla ron ante un auditorio. Se sabe además cómo la presión o las
amenazas del público agolpado en las tribunas han pesado sobre los debates
de las diferente s asambleas . La aproximaci ón entre los casos francés y
norteamer icano sugiere además que si bien resulta necesaria cierta publicida d
de los actos políticos para la informaci ón de los ciudadano s, no es necesario, en
cambio, que este carácter público se dé igualment e en todas las etapas de una
decisión para que los ciudadano s puedan formarse una opinión al respecto.
Parece bastante razonable pensar que el público norteamer icano en su conjunto
ha debatido más el tema de la Constitució n (entre el final de la Convención de
Filadelfia y la realizaci ón de las convencio nes de ratificaci ón) que el público
francés en tomo de las diferente s constituci ones revolucionarias.

La libertad de opinión pública requiere; en segundo lugar, la libertad de expresar


opiniones políticas. Sin embargo, la relación entre libertad de opinión y el
carácter represent ativo del gobierno no es evidente. A priori podría parecer que
los gobiernos represent ativos han consagrad o la libertad de opinión por que
adhieren al principio liberal según el cual una parte de la vida de los individuo s
debe escapar a las decisiones colectiva s, aunque estas sean tomadas por los
elegidos por el pueblo . En realidad se podría sostener, retornand o la distinción
clásica populariza da por I. Benin, que la libertad de opinión pertenece sobre

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Texto. Política y representación
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todo a la categoría de las "libertad es negativa s", las cuales protegen a los
individuos de las invasiones del gobierno. Así entendida , no tiene una
vinculació n directa con el carácter represent ativo del gobierno que concierne,
según el, al modo de participa ción de los ciudadano s en el gobierno y que,
pertenece en ese sentido a la categoría de las “libertades positivas" . Por
consiguien te; una relación esencial une la libertad de opinión con el papel
político de los ciudadanos en un gobierno represent ativo.

Esta relación aparece con nitidez particula r en el primer artículo del Bill of Right
agregado a la Constituc ión norteamer icana y en el debate que rodeó su
adopción. La primera enmienda fue formulada así: "El Congreso no dictará
ninguna ley que apunte a instaurar una religión estableci da o a impedir el libre
ejercicio de la religión; tampoco que limite la libertad de palabra, de prensa, o el
derecho del pueblo a reunirse pacíficam ente y a presentar peticiones al
gobierno en favor de la reparació n de entuerto s". La libertad religiosa y la
libertad de expresió n para todo tipo de opinión, comprendi das en
consecuen cia— las opinione s políticas , están así asociadas . Resulta necesario
destacar, por otra parte, que esta formulación relaciona la expresió n individual y
la expresión colectiva de las opinione s (liberta d de reunión y de petición) . Ahora
bien el carácter colectivo de una expresión afecta su, peso político: los
gobernante s pueden; sin gran riesgo, no tomar en cuenta opinione s individuales
expresada s de manera dispersa, pero la situación es diferente cuando la gente
esta en la calle, por mas pacíficam ente que sea, o cuando una petición convoca
miles de firmas. Por último; al unir en el mismo miembro de la frase la libertad
de reunión y la libertad de presentar al gobierno peticiones para la reparación de
entuertos”, la primera enmienda subraya explícitam ente que la libertad de
expresión colectiva así garantizada concierne también a la relación de los
ciudadano s con sus gobernante s: no se trata solamente de proteger la
expresión colectiva de las opiniones en general; sino también ; de manera
específica , la expresió n de opiniones dirigidas expresamente a los gobernante s
para obtener alguna cosa de ellos. Dado que la primera enmienda garantiza —
simultáne amente con la libertad religiosa— la libertad de opiniones políticas
colectivam ente dirigidas a los gobernantes, la misma no establece solamente
una “libertad negativa” de los individuos sino que consagra explícitam ente en
medio de acción de los ciudadanos sobre los gobernante s.

El contenido del debate que dio lugar a su adopción muestra además que estas
implicacio nes positiva mente políticas estaban presentes en el espíritu de los
congresistas. El hecho de que la cuestión de las instrucci ones y del mandato
imperativo hubiese sido discutido en la misma ocasión atestigua , de manera
general, la presencia del elemento político en ese debate. Madison se pronuncia
contra la inclusión del derecho de instrucción en la enmienda . Aquellos que
habían propuesto y sostenido el agregado del derecho de instrucci ón habían
hecho hincapié en que, en un gobierno republican o, el pueblo debe tener el
derecho de hacer prevalece r su voluntad. Madison responde entonces que este
derecho es verdadero en ciertos respectos pero no en otros, y agrega: “en el
sentido en que es verdadero, hemos ya afirmado suficientemente este derecho

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Texto. Política y representación
Mario Dos Santos

en lo que hemos hecho (la formulaci ón de la enmienda tal como había sido
propuesta y finalmen te adoptada ); si nosotros queremos solament e decir que el
pueblo tiene el derecho de expresar y de hacer conocer sus sentimientos - y sus
opiniones , ya lo hemos proporcio nado. El derecho a la libertad de palabra está
asegurado: la libertad de prensa está ubicada explícitame nte fuera del alcance
de este gobierno; el pueblo por lo tanto puede dirigirse públicam ente a sus
representantes , puedo separadam ente darle consejos a cada uno o manifest ar
sus sentimien tos al conjunto de la asamblea a través de la petición ; a través de
todos estos medios puede hacer conocer su voluntad (Madison, 1987, p. 415).

La libertad de opinión, comprendi da en su dimensión política, aparece así como


una contrapart e de la ausencia del derecho de instrucción . Los representa ntes
no se hallan oblígalos a poner en ejecución la voluntad del pueblo, pero no
pueden ignorarla: la libertad de opinión garantiz a que, si tal voluntad existe, sea
conocida. Además, como los gobernante s saben que deben su status a la
elección y que ellos serán sometidos a ulteriores elecciones, se inclinan a tomar
en considerac ión esta voluntad como uno de los datos de la situación en la cual
ellos tienen que decidir. Pero pertenece solo a los elegidos evaluar, determinar
el peso específic o que asignan a diferente s datos y a diferente s objetivos, no
obstante se crea así un marco en el cual la voluntad popular se vuelve un
elemento conocido del ambiente que rodea que rodea la decisión. La única
voluntad jurídicame nte obligatori a es el voto pero los gobernados tienen
constante mente la posibilidad —en el momento de las eleccion es o fuera de
ellas— de hacer escuchar una opinión colectiva que pesa sobre la toma de
decisione s. En general se denomina opinión pública a esta voz colectiva del
pueblo que, sin tener valor vinculante , puede siempre manifestarse a salvo del
control de los gobiernos. La opinión pública es la forma no institucio nal y no
jurídicam ente sancionad a de la unidad política del pueblo.

La libertad de opinión pública distinguen al gobierno represent ativo de aquello


que se ha podido llamar "la representa ción absoluta ”; cuya formulaci ón más
notable pertenece a la teoría de Hobbes: Para Hobbes, los individu os no forman
una unidad política sino cuando se dan un representa nte habilitándo lo para
ejercer la voluntad por ellos, representa nte al cual se someten (y que puede ser,
bien entendido , una asamblea). Previa a la designació n del represen tante y más
allá de su persona, el pueblo no tiene ninguna unidad, no es más que una
multitud dissoluta (una multitud dispersa). El pueblo no es un sujeto político, una
entidad dotada de voluntad salvo en y por la persona del represent ante. Desde
el momento en que es habilitado , el represent ante sustituye completam ente a
los represent ados, quienes no podrían, tener otra voz que la suya (ver Hobbes,
1971, cap. XVI y XVIII; y Pitkin, 190; pp. 15-27). Es precisame nte esta
sustitució n absoluta de los representa dos por el represent ante que impide la
libertad de opinión pública? En la concepción que estamos considera ndo, en
cambio, el pueblo puede manifesta rse en tanto sujeto político dotado de cierta
unidad fuera de la persona de los representa ntes. Cuando un conjunto de
individuos da la misma instrucción a sus representa ntes, cuando los grupos
hacen presión sobre el gobierno, cuando una multitud manifiesta en la calle o

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Texto. Política y representación
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forma una petición, el pueblo accede a cierto grado de unidad política más allá y
fuera de la decisión de los gobernante s. La libertad de opinión pública mantiene
constantemente abierta la posibilidad de que el pueblo hable por sí mismo y que
así se manifiest e yendo más allá de la representa ción. El gobierno
representa tivo es, en ese sentido un régimen en el cual los represent antes no
pueden decir jamás con confianza y certidumb res absolutas: "nosotros, el
pueblo.

La representa ción absoluta como autogobier no del pueblo tiene por efecto abolir
la distancia entre gobernante s y gobernado s, aquí porque vuelve gobernante s a
los gobernados , allí porque sustituye los represent ados por los represent antes.
Por el contrario, el gobierno represent ativo mantiene la distancia, se define por
el doble rechazo de estas formas opuestas de identidad entre gobernante s y
gobernados .

(4) La decisión colectiva deriva de la deliberación


La idea de gobierno a través de la delibera ción no está incluida analíticam ente
en aquella de la represent ación; no obstante, han sido constante mente
asociadas desde fines del siglo XVIII. De Burke a Kelsen, pasando por Sieyès,
Bentham, Guizot y J.S. Mill, todos los teóricos y los políticos prácticos del
gobierno representa tivo han subrayado que la discusión juega un papel central .
Esto tiene que ver con el hecho de que la idea de represent ación ha sido
vinculada desde el comienzo con aquella de una instancia de decisión
compuesta por una pluralida d de individuos libres en sus opiniones. El lazo
entre la representa ción y la pluralidad se manifiest a primero en el techo histórico
notable de que la instancia representa tiva por excelenci a haya parecido ser una
asamblea, es decir una instancia colectiva y no un individuo. Se hubiera podido
imaginar, como señala acertadam ente C. Schmitt; que la represent ación sea
resorte de un individu o único; designado y habilitado por el pueblo (1988, p 41).
Sin embargo; es alga incontrove rtible que el gobierno representa tivo no ha sido
propuesto ni establecido como un régimen donde el poder es confiado a un solo
individuo elegido por el pueblo, sino como un régimen donde la colectivid ad
ocupa un lugar central, Obres si es consider ado como un teórico del gobierno
representa tivo, constituye nte sin duda la única excepción a esta regla. Ahora
bien, si es en una instancia colectiva donde las opiniones son libres, resulta
probable que las opiniones y las voluntade s políticas sean al comienzo
divergente s. La decisión política deberá pues otorgar un lugar primordial al único
procedimie nto por el cual muchos actores inicialme nte en desacuerd o llegan a
elaborar una posición común sin recurrir a la coerción: la discusión persuasiva .

Schmitt y luego numerosos autores han interpreta do el papel central atribuido a


la asamblea por los defensore s del gobierno representa tivo de fines del siglo
XVIII como una consecuenc ia de la creencia previa y más fundament al en las
virtudes de la discusión y en el principio del gobierno por la verdad (veritas non

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auctoritas facit legem) (1988, pp. 42.64; esta idea ha sido también desarrolla da
ampliamen te por Ilabermas , 1978). Según esta interpret ación, la cadena de
razones que justifica n al gobierno represen tativo definido como régimen de
asamblea habría sido la siguiente: la verdad debe hacer la ley y siendo la
discusión el mejor método para que surja la verdad, la instancia política central
debe ser un lugar de discusión, es decir una asamblea.

En realidad, si se examina de manera precisa la argumenta ción adelantad a por


los primeros partidario s del gobierno represent ativo, se percibe que ella no se
presenta según este encadenam iento. En Locke, Montesquie u (cuando analiza
el régimen inglés), Burke, Madison o Sieyès el carácter colectivo de la instancia
representativa no ha sido deducido de una argumentac ión previa sobre los
beneficio s del gobierno por la verdad y la discusión. En estos diferentes autores,
la necesidad del gobierno representa tivo es argumentad a largament e, pero el
hecho de que la representación pertenez ca a una asamblea está planteado
como una suene de axioma evidente; no como una idea nueva que exigiría ser
fundamen tada de manera especifica. Esto se vincula con el hecho de que la
asociación entre la idea de representación y la idea de asamblea no es una
creación ex nihilo del pensamiento político: moderno sino un legado de la
historia. Los parlamen tos modernos de hecho se han gestado por
transform ación gradual (en Inglaterra ) o brutal (en Francia), o por imitación (en
las colonias americanas ) de instancia s que se crearon como órganos
representativos en la sociedad estamenta l, las asambleas de estado. En el
orden de las creencias , ciertos grados de reflejo de las diversidad social parece
haber sido un componen te ineliminab le de la idea de represent ación, por mas
que los inventores del gobierno represent ativo hayan subrayado que las
asambleas a las que ellos proponían confiarle s una parte important e del poder
serian profunda mente diferente s de la sociedad estamenta l. Esta dimensión de
diversidad aparece de manera explícita en Burle y en los constituye ntes
norteamer icanos. Por otra parte, en los primeros partidario s de la representa ción
moderna, el debate se presenta como una propiedad inevitabl e de las
asambleas y de alguna manera natural. Así mismo, en el momento en que es
inventado el gobierno representa tivo moderno, el papel central conferido al
debate aparece como una evidencia y como una necesidad . La mención de las
virtudes esclarecedor as de la discusión aparece en seguida como una
justificac ión suplement aria. Sieyès, por ejemplo, hace el elogio del debate
después de haber establecid o la necesidad del gobierno represent ativo y para
responder a algunas objeciones ; "contra las grandes asamblea s y contra la
libertad de palabra": por consiguien te, tiene incorporad o desde el comienzo que
la represent ación debe estar a cargo de una asamblea y que una asamblea
discute (Sieyès, 1789, pp. 92-94). Incluso, forzando el argumento , se podría
decir que el elogio del debate constituye una racionaliz ación a posterior i de una
elección hecha por otras razones. Resulta además evidente que el elogio del
gobierno por la verdad aparece sobre todo en el siglo XIX (en Bentham , Guizot y
en cierta medida en J.S. Mill), en un momento en que el gobierno representa tivo
no es más una invención sino cuando resultan nece sarios nuevos argumento s
para justificar lo.

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De manera más general; la idea del gobierno representa tiv o ha aparecido desde
el comienzo como solidaria de cierta aceptació n de la diversidad social. La
representa ción ha sido propuesta como la étnica que permite establecer un
gobierno que emana del pueblo en los gran des Estados; compuest os por
poblacione s numerosas y diversas . Los creadores del gobierno representa tivo
(Madison o Sieyès por ejemplo) estimaron que la democracia directa había sido
posible en las república s antiguas por el tamaño reducido del cuerpo político y
por su homogenei dad. Destacaron que estas condiciones no se cumplían más
en el mundo moderno caracteri zado por la división del trabajo, el avance del
comercio y la diversif icación de los intereses , inversamente, el gran adversar io
de la representa ción, Rousseau, es también el pensador que condena la
"sociedad mercantil ", el progreso de las ciencias y de las artes y preconiza la
formación de peque ñas comunidad es homogénea s y transpare ntes para sí
mismas. Rousseau que rechaza la represent ación y la diversid ad social criti ca
también la practica de la discusión y de la retórica política (cf. Manin, 1985,pp.
78-80).

Estos principios son aplicados, si bien con diferente s modalida des, en los tres
tipos ideales de gobierno representa tivo que distinguim os aquí.

TRES TIPOS DE GOBIERNOS REPRESENTATIVOS

(1) El parlamentarism o
La elección ha sido inventada como el medio de llevar al gobierno a individuos
que gozan de la confianza de sus conciudad anos. Los candidato s serían
individuos que, por su red de relaciones locales, su notorieda d, la deferenc ia de
la que gozan, suscitan la confianza de aquellos que viven próximos o que
comparten sus intereses .

La elección de los gobernant es por los gobernado s

La relación de confianza tiene un carácter esencialm ente individual : por su


personalid ad el candidato suscita confian za no por sus lazos con otros
representa ntes o con las organizaci ones política s:

El represent ante tenía relacione s directas con sus electores : era elegido por
gente que él trataba habitualm ente. La elección, aparecía como reflejo de la
expresión, en la dimensión política, de factores sociales no directame nte
políticos. La confianza daba como resultado que el representant e fuese
percibido como pertenec iente a la misma comunidad social de sus electores ,
que esta comunidad fuese definida en términos puramente geográfico s (la

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circunscripción, la ciudad, la comarca), o en términos de intereses más


generales (los “grandes intereses del reino” como los pensaba Burke, "el interés
agrícola”, el “interés comercial ”, etc.). Las relacione s de proxi midad local o de
compartir el mismo “interés” son realidades espontán eamente producidas por el
juego de la vida social, no vínculos explícitamente contraídos para servir a fines
políticos. Al mismo tiempo, el representa nte era alguien que había adquirido —
por su carácter, su fortuna o su actividad— cierta relevanci a en el seno de esta
comunidad . El gobierno representa tivo es, en sus orígenes, el reino de los
notables.

El margen de independe ncia de los gobernante s


.
Cada diputado, tomado individual mente; es libre al votar en el parlament o: está
obligado a votar, según su conciencia y su juicio personal . Su función no es la
de transmitir una voluntad política ya formada fuera del recinto del parlament o:
No es el portavoz de sus electores, sino su hombre de confianza; su trustee. Tal
es la concepción del represent ante que formula Burke en su célebre Discurso a
los electores de Bristol (Burke, 1949) y, sobre ese punto preciso, su palabra
refleja la concepción generalme nte admitida en la época (cf. Pote, 1966, pp.
412-441). Esta concepción prevalec ía todavía durante la primera mitad del siglo
XIX. El período que va de la Premier Reform Bill (1832) a la Second (1867) ha
sido incluso llamado "la edad de oro del miembro del parlament o privado", es
decir, del diputado que vota únicament e de acuerdo con sus conviccion es
personales y no en función de compromis os; adquiridos fuera del parlamento
(Beer, 1982, pp. 37-40). Puede considera rse que la Cámara de los Comunes
constituye entre el fin de las guerras napoleónicas y el segundo Bill de reformas,
el arquetipo del parlamenteismo. La independe ncia política de cada diputado
tomado individual mente se halla facilitada por el hecho de que, en lo esencial,
debe su elección a factores no político s (su notorieda d local o la deferenci a de
que ha sido objeto).

La libertad de opinión pública

La primera mitad del siglo XIX está caracteri zada, en Inglaterr a por la
proliferaci ón de movimien tos de opinión (movimient os en favor de los derechos
de los católicos, movimien to por la reforma del parlament o, movimiento Anti-
Corn Law, carlismo, etc.). Múltiples asociacio nes organizan manifest aciones,
peticiones , campañas de prensa (la Anti-Corn Law League subvencio nó incluso
la fundació n de un diario, The Economist ). El carácter específic o de la situación
tiene que ver con el hecho de que entre las eleccione s y lo que se ha
denomina do expresión de la opinión pública (la presión de las asociacio nes, las
manifest aciones, las peticiones , la prensa), no existe superposi ción o
coincidenc ia. La designaci ón de gobernant es y la expresió n de la opinión
pública no difiere solament e por su forma (el hecho de que únicament e la
primera tenga un valor jurídico vinculante ), difieren también por su contenido o

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por su objeto. Los problema s políticos precisos que plantean la libertad de


religión, la reforma del parlament o, el libre intercamb io, no son relevados por las
campanas electorale s ni regulados por los resultados tic las eleccione s; son
llevados a escena por organizaci ones ad-hoc y negociado s a partir de presiones
ejercidas sobre el parlamen to desde el exterior. Existen divergenc ias que
oponen a los parlamentarios entre sí, pero las divisiones que separan el
parlament o no coinciden con aquellas que dividen al país sobre estos problemas
determina dos.

La distancia sustancia l (o la diferenci a de contenido ) que separa la elección de


los representa ntes y la expresión de la opinión publica se vincula ciertamen te al
carácter restringi do del derecho al sufragio, pero también a los principios
mismos del parlamen tarismo. En efecto, si la elección es ante todo la elección
de un individuo que suscita confianza por sus cualidade s personales y sus
relaciones sociales no políticas, las opinione s políticas de los gobernado s son
algo ajeno que la personalidad de los represent antes no puede expresar sino
por otro canal. Los gobernado s no tienen necesariam ente tal tipo de opiniones ;
evidentem ente, el fenómeno es excepcional y está ligado a situacion es de crisis,
sin embargo, su posibilida d no está menos inscrita en los principios de
publicidad , libertad de prensa y libertad de manifest ar las opiniones colectiva s.

La libertad de opinión pública frente a los gobernante s significa , pues, en este


tipo de gobierno represent ativo, que puede manifestarse una distancia entre la
opinión pública; por un lado, y el parlamen to en su conjunto, por otro. Para dar
una imagen espacial se podría decir que está abierta la posibilida d de una
distancia horizontal entre la voluntad superior, aquella del parlamen to en su
conjunto, y la voluntad inferior, aquella que se expresa en la calle y en la
prensa. La estructur a fundamental de esta configurac ión aparece bajo su forma
mas impresiona nte cuando la multitud, a las puertas del parlamen to, hace oír
una voz que no es la de ningún represent ante: Los analistas más clarivide ntes
han observado que la posibilida d de, tal confront ación entre el parlament o y la
opinión pública, por más amenazante que pueda ser para el orden público, fue
esencial al gobierno representa tivo. Analizand o el funciona miento del
parlament arismo inglés antes de la gestación de los partidos de masa,
Ostrogolsk i escribía, por ejemplo: "...la opinión está destinada, mis allá de las
elecciones en las cuales tiene sus cimientos solemnes, a proporcio nar a los
miembros del parlamen to y a los jefes parlamentari os una fuente continua de
inspiración y a ejercer al mismo tiempo sobre ellos un poder continuo de control.
Al manifest ar-se independi entement e de toda vía constituc ional, este doble
poder se impone y fuerza la mano (...) Pero para que este poder de opinión, de
naturaleza eminentemente sutil y de esencia muy imprecisa, pueda hacerse
sentir, es necesario que la opinión goce de entera libertad para producir se, bajo
formas variadas e irregular es, así como de llegar directame nte hasta las puertas
del parlament o" (1903, vol. 1, p. 573). Cuando el pueblo se hace físicamen te
presente en la es la fuera bruta la que pesa sobre la decisión y la violencia
quizás no este muy lejos. Esta forma de representa ción se caracteriza por el
hecho de que acepta este riesgo.

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El gobierno a través del debate

Al no estar comprome tidos los representa ntes por las voluntade s precisas de
sus electores ; el parlamen to puede ser una instancia de delibera ción en el
sentido pleno.-, del término-, es decir, un lugar donde los individuo s conforman
su voluntad median- te la discusión y el intercamb io de argumento s. Una
discusión tiene sentido y justificación sólo si los actores pueden cambiar de
opinión entre el momento en que comienza el debate y el que termina. Si ese
cambio no es posible, resulta indiferen te que la discusión tenga lugar o no, y si
los interlocu tores intercamb ian a pesar de todo, igualmente se puede estar
seguro de que no se trata de una discusión deliberat iva. La posibilida d del
cambio de opinión es una condición necesaria de la discusión deliberati va (aun
si no es condición suficien te). Precisame nte, con miras a permitir una verdadera
discusión deliberat iva en el seno del parlamen to, en el parlamentarismo clásico
los diputados no están obligados por las voluntad es previas de sus electores .
Durante la primera mitad del siglo XIX, en Inglaterr a, la creencia dominante era
que el diputado debía votar de acuerdo con sus conviccion es persona les y no en
función de decisiones tomadas fuera del parlament o o antes de la discusión.
Incluso si en la práctica las cosas no resultaba n así, ese era al menos el
principio que profesaba la mayor parte de los diputados y candidat os. La libertad
del representante se traducía en todo caso por un fenómeno empíricam ente
comprobad o: la ausencia de una disciplina de voto estricta en el seno del
parlament o, siendo móviles tas divisione s y los reagrupam ientos (cf., por
ejemplo, Siegfri ed, 1913; Berelson/ Luzarsfeld/Mac -Pher, 1954;
Campbell/C onverse/M iller/Stok es, 1964).

(2) La democracia de partidos

La elección de los gobernantes por los gobernados


La ampliación del cuerpo electoral que sigue a la ampliación del derecho al
sufragio impide una relación personal entre el elegido y sus electores. Los
electores votan, pero no por un individuo que conocen personalm ente, sino por
alguien que lleva los colores de un partido. Los partidos políticos de masa se
han gestado en la Pule de la extensión del sufragio; para encuadrar y orientar
los votos de un número muy grande de electores , gracias a su organizac ión y a
su red de militantes . La democracia de partidos es el reino del militante y del
hombre de aparato.

La prueba de que los electores votan ante todo por un partido, no por una
personalid ad, reside en este fenómeno de importanc ia que es la estabilida d de
los comportamientos electorale s: los electores votan durante largos períodos por
el mismo partido, aun cuando ese partido presente en el curso del tiempo

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diferente s candidato s. Y no sólo los individu os tienden a votar siempre por el


mismo partido sino que la orientació n del votó se transmito por generacion es a
través de la socializa ción familiar o local: los hijos votan como sus padres, los
habitante s de un lugar votan como siempre han votado. André Siegfri ed, uno de
los primeros en haber puesto de manifiesto la estabilida d de los
comportam ientos electorale s, hablaba de "climas de opinión" propios de ciertos
lugares. La estabilid ad de los comportam ientos electoral es constituye uno de los
descubrimientos esenciales de la ciencia política de fines del siglo XIX y
comienzos del XX. Este descubrimiento será confirmad o por todos los estudios
electorales llevados a cabo en los países democráti cos entre los años 1960 -
1970. En realidad tal estabilid ad pone en cuesti ón una de las bases del
parlament arismo clásico: la elección no es más la elección de una persona de
confianza.

La estabilida d de los comportami entos electorales resulta en gran medida de


que la orientaci ón del voto está determina da por la posición social y económic a-
de los individuos o de sus padres. La desagregac ión de opiniones que se
produce en la elección expresa, en el orden político, la división de la sociedad
en clases. Si bien la determina ción social del voto se comprueba en todos los
países occidenta les en la primera mitad del siglo aparece de forma
particula rmente evidente en los países donde uno de los grandes partidos está
explícitame nte concebido como expresión política específic a de la clase obrera.
De manera general se considera además que los partidos socialista s o
socialdemó cratas constitu yen el arquetipo de los partidos de masa
contempor áneos que organizan el funciona miento de las democracias
representa tivas después de fines del siglo XIX. Es pues en los países con
presencia socialdem ócrata y en los partidos socialist as o socialdem ócratas
donde se puede encontrar, en su forma más pura, el tipo de presentació n que
da lugar a fidelidad es partidaria s estables, reflejand o una situación de clases.
Los partidos comunista s de algunos países democráti cos, Francia o Italia, por
ejemplo, comparten el mismo modelo pero siendo más problemá tica y más
compleja su inserción en el funciona miento de la democracia represent ativa, la
forma de representa ción inducida aparece de manera monos definida en su
caso.

Durante décadas; en Alemania; en Inglaterr a en, Austria o en Suecia; el voto ha


sido el medio para expresar una identidad de clase. Para la mayor part e de los
electores socialist as o social demócratas ; el voto no resultaba de una elección,
era la señal de pertenenc ia y de destino. Los electores otorgaban su confianza a
los candidato s presentados por "el partido" porque los percibían como miembros
de la comunidad en la cual ellos se reconocían . La sociedad aparecía divida por
una escisión económic a y cultural primordi al que la separaba en un pequeño
numero de campos, muy a menudo dos: el campo conservad or, en general
unificado por la cultura cristiana y los valore de la sociedad tradicion al, y el
campo socialista definido por la posición socioeconómica de sus miembros.
Cada individuo se vinculaba por todos sus intereses y todas sus creencias al
mismo campo; que se volvía así una comunidad de vida, lazo de identific ación

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Texto. Política y representación
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poderoso que unía el interior de cada cambio, de la base a la cima.

La representa ción llegaba a ser sobre todo el reflejo de la estructu ra social . La


cualidad de ser reflejo de la diversidad , inherente a la idea de representa ción,
pasa asía primer plano. En otras palabras, lo que se expresa aquí mediante la
elección, es una escisión entre fuerzas sociales en conflicto entre sí. Como en el
parlament arismo la elección es aquí producto de una realidad social persisten te
a la política. Pero a diferenci a de una situación en la cual las comunidad es
locales o las comunida des de interés que se expresaban en la elección no
estuviesen necesaria mente en conflicto , aquí la dimensión conflictu al adquiere
una relevancia esencial. Si bien los creadores de la represent ación habían
considerad o la pluralida d como uno de sus caracteres necesario s, nunca habían
imaginado que pudiese convertise en reflejo de un conflicto social central y
duradero. Esta transform ación de la represent ación es una realidad producto de
la industria lización y del conflicto de clases que ella genera.

En esta nueva forma de representa ción, el sentimien to de pertenen cia a una


comunidad es lo que explica el voto a favor de un partido, mucho más que la
adhesión a su programa político. Ciertame nte, los partidos de mesa que se
torman a fines del siglo XIX presentan programa s detallado s en el momento de
las campañas electoral es. Sin embargo, todos los estudios empíricos muestras
que, durante la primera mitad del siglo XX, los electores de estos partidos no
determina ban su voto sobre la base de un conocimie nto preciso de los
programas . La gran más de recetores a menudo ignora las medidas particula res
propuesta s por los partidos. Aun cuando los ciudadano s conociesen la
existencia de estos programas (que no es el caso más frecuent e), no retienen
sino algunas formulas bastante vagas y consignas que captan la atención. La
confianza no es otorgada por las medidas propuestas sino por un sentimien to de
pertenenc ia e identifica ción. Los programas tienen otro efecto y otro objeto:
movilizan la energía y el entusiasm o de los militantes y de los hombres de
aparato que si los conocen de una manera mas precisa. Hoy se tiende a olvidar
que len la democrac ia de partidos, como en el parlamen tarismo clásico, los
electores se remiten a otros y no a si mismos para la gestión de los asuntos
públicos: la elección se convierte en una manifest ación de confianza, no es la
elección de medidas políticas detallada s. Es el objeto de la confianza el que
cambia, no se dirige más a una personalid ad sino a una organizac ión, al partido.

El margen de independe ncia de los gobernante s

El diputado no es un hombre libre en el Parlament o: esta ligado al partido que lo


elige. El diputado social demócrata como tal – escribió, por ejemplo, KAUTSKY
– no es un hombre libre, por más duro que esto pueda sonar, sino un mero
mandatari o de su partido (KAUTSKY, 1900, P. 157). El representa nte obrero
designado en el Parlamen to aparece como el portavoz de su partido. Esta
concepción se traduce en prácticas efectivas que se pueden hallar en todos los
países que hay social democracia , si bien en formar y grados diversos: estricta

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Texto. Política y representación
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disciplina devoto en el Parlament o, preemine ncia de la dirección del partido


sobre los diputados . KELSEN, cuyos escritos políticos formulan una manera
particula rmente acabada los principio s de la democracia de partido., m propone
diferente s medidas orientada s a asegurar un control eficaz de los partidos sobre
sus diputados : La “inmunidad ” de los diputados debe ser limitada, deben perder
el mandato si salen del partido, los partidos deben poder revocar a sus
diputados (KELSEN, 1932, P.54). Para KELSEN, “es ilusión o hipocresía
sostener que la democracia es posible sin partidos políticos , (…) la democracia
es necesaria e inevitableme nte una democracia de partidos” (1932, PP.20-21).
Es necesario recordar que KELSEN fue considerad o próximo al partido
socialista austriaco , tuvo un papel destacado en la redacción de la constituc ión
de la PRIMERA REPUBLICA y finalmen te fue nombrado miembro vitalicio de la
Corte Constituc ional, pero debió abandona r Austria luego de las campañas
antisemit as. KELSEN ejerció una gran influenci a sobre los dirigentes social
demócrata s alemanes y austriaco s; por ejemplo, KAUTSKY se refiere con
frecuenci a a él en sus escritos.

El parlament o se vuelve así primordia lmente el lugar donde se refleja o se


registra una relación de fuerzas entre diferent es intereses sociales. Resulta
notable además que, con la excepción de Inglaterra , los países donde la
socialdemocracia es poderosa (Alemania , Austria, Suecia) practica n en general
el escrutinio proporcional, es decir; el escrutinio que tiene por objeto reflejar
precisamen te el estado de la relación de fuerzas en el seno del electorado .
KELSEN estima que el escrutinio proporcional es necesario a fin de que se
refleje en la composició n del parlamen to " la verdadera situación de los
intereses"(1932, p. 71). Sin embargo, con una sociedad donde la instancia
política más importan te refleja, sin distorsió n ni morigeración, la relación de
fuerzas entre interese s opuestos pero profunda mente unificados , surge un
peligro: el enfrenta miento violento. Como los individuo s se vinculan al mismo
campo por todos sus intereses y por todas sus creencias, si el campo
mayoritario impone su voluntad, aquellos que pertenece n al otro campo sufren
una derrota total que atañe a todos las dimension es de su vida y entonces
pueden preferir acudir .a las armas. El riesgo es tanto mayor porque; al ser los
comportam ientos electorale s por hipótesis estables, la minoría tizne poca
esperanza de ver revertirse la situación. La democracia de partidos maximiza en
un sentido, el riesgo de enfrentam iento abierto y de cataclism o, pero la apuesta
misma del juego, por lo elevada, acrecient a también, en los actores, la
predisposi ción a evitar este tema. Como, por añadidura , la relación de fuerzas
sociales se lee directame nte en el resultado de las elecciones cada protagonis ta
no puede alimentar ninguna ilusión sobre el poder de su adversar io. Los actores
se inclinan a lanzarse a acciones riesgosas cuando ignoran las resis tencias a
las cuales tendrán que hacer frente y, en general, tienen tendencia a subestimar
esas resistenci as. La democracia de partidos pone las fuerzas frente a frente y a
cada una de ellas ante un riesgo mayor.

Para evitar el riesgo, el campo mayoritar io no tiene sino un recurso: hacer un


compromiso con la minoría, es decir, renunciar a imponerle sin reservas su

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Texto. Política y representación
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voluntad. La democracia de partidos no es una forma de gobierno viable más


que cuando los interese s en presencia aceptan deliberada mente el principio del
compromis o, político frontal, porque nada viene a atemperar su oposición en la
esfera social., KeIsen además, hace del concepto de compromiso la clave de su
teoría de la democracia , si bien no explica clarament e por que los protagonis tas
estarían inclinados a concretar ese compromis o. Con frecuencia se tiene la
impresión de que, en KeIsen, el compromis o se vincula con la buena voluntad
de los actores. Históricam ente, los partidos socialdemóc ratas han llegado al
poder y han logrado conservarl o perdurablemente a partir del momento en que
han aceptado el principio de compromis o. En general, han marcado de manera
simbólica esta aceptació n eligiendo una estrategia de coalición para acceder por
primera vez al gobierno. Al formar una coalición, un partido se pone
deliberadamente en situación de no poder realizar todos sus proyectos,
aceptando desde un comienzo hacer lugar a otra voluntad distinta de la suya (cf.
Manin, 1959). Por otra parte, el escrutinio proporcion al convoca una estrategia
de coalición, dado que raramente gesta una mayoría absoluta en el parlament o.
Pero si la democraci a de partidos descansa en el principio del compromi so, ello
implica que los partidos permanece n libres, una vez pasa das las eleccione s,
para no poner en ejecución la totalidad de su proyecto Para poder concretar
compromis os o formar coalicion es, los partidos deben conservar un margen de
maniobra una vez pesadas las eleccione s. Esta libertad de acción se posibilita
por el hecho de que, al votar por un partido, los electores se remiten a él y le
otorgan toda su confianza . Es cierto que los partidos igual se hallan
parcialmente obligado s por los programas que han presentad o. Ese programa
se ha vuelto público, ha tomado el valor de una promesa, los militante s-se han
movilizado en función de el, por lo tanto el par tido está obligado a actuar,
después de las eleccion es; sobre la base de su programa y en la dirección que
él ha trazado. Pero para tener en cuenta la relación de fuerzas; para dar cabida
a la voluntad de los aliados o de los adversario s; los dirigente s del partido deben
convertirs e en los únicos jueces del grado en que el programa será realizad:
deben estar en libertad para no poner en práctica todas las medidas previstas
por el programa: Se ve así por qué la democracia de partido, contraria mente a
aquello que ha sido tantas veces afirmado , no suprime el margen de
independe ncia de los gobernante s frente a los gobernados inherente al régimen
representativo . No es, en este sentido, una forma mediatizad a de autogobier no
del pueblo. En el parlamen to clásico, es el diputado individua l el que está libre
en su juicio y en su decisión. Esta libertad del representa nte en tanto individuo
se ha suprimido por cierto, pero el margen de independe ncia de los gobernante s
se desplaza, por así decirlo, al interior del sistema represent ativo, resultando
privativo del grupo formado por los diputados y los dirigente s del partido.-Toma
una forma diferente: ya no significa para los gobernante s la libertad pura y
simple de actuar en función de su juicio, sino—la libertad de ir más o menos
lejos en la realizació n de un proyecto determin ado de antemano , de elegir; en el
seno de ese proyecto, aquello que puede y debe ser realizado.

Este margen de maniobra , dentro de límites previamen te fijados, se reencuent ra


así en las relaciones entre las decisione s votadas por los militant es del partido y

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la acción llevada a cabo por los elegidos. Resulta notable, por ejemplo, que el
partido laborista haya votado en 1907 la moción siguiente, para regular las
relaciones entre el congreso anual del partido y el grupo parlamen tario: "Las
resolucio nes que dan instruccio nes a los parlamen tarios del partido respecto de
su acción en la Cámara de los Comunes serán considerad as como las opinione s
del Congreso, con la condición de que el momento y la manera de dar efecto a
esas instrucci ones sean dejadas a la decisión del grupo parlamentar io, en
vinculació n con el ejecuti vo nacional-. Esta resolución equivalía , según los
términos de K. Hardie, uno de los dirigent es del partido, a otorgar a los
parlament arios y a la dirección del partido el poder de decidir "cuáles cuestione s
debían tener prioridad " (Beer. 1982, p. 118). Teniendo en cuenta el tiempo
limitado de la acción política, aquellos que conservan el poder de fijar las
prioridade s tienen un margen de independen cia no despreciab le, por más que
deban actuar en un marco que ellos no determin an,

La libertad de opinión pública

Los partidos organizan el combate electoral y la expresión de la opinión pública


(manifest aciones, peticiones, diarios) y exponen los principa les intereses
sociales en conflicto : no existe una expresión de opinión que no esté ligada de
alguna manera a la división partidar ia. Las asociaciones, los órganos de prensa
próximos a un partido u otro. La existencia de una prensa partidaria reviste una
importanc ia muy particula r, los ciudadano s mejor informad os; los que difunden
sus opiniones en torno de sí, se informan leyendo la prensa del partido en la
cual se reconocen. Su fuente de informació n está políticame nte orientada y ellos
están poco expuestos a opiniones contradic torias. Esto contribu ye a reforzar la
estabilida d de las opinione s. La división entre partidos que estructur a la
designació n de represent antes coincide con la escisión que divide la opinión en
todos los dominios. Ostrogors ki observó que la caracterí stica de los partidos de
masa contempo ráneos es ser "asociaci ones integrales": cuando un individuo
defiende un partido se "da todo entero a él", es decir, adopta todas las
posiciones del partido en cualquier dominio que sea (1903, vol. 3, p. 621). La
realizació n extrema de esta lógica de integralidad es la descrita por Schmitt en
su análisis de la República de Weimar. "La extensión a todos los dominios de la
existencia humana, la supresión de las separacio nes y de las neutrali zaciones
de diferente s dominios como los de la religión, la economía y la cultura, en una
palabra (...) el pasaje a lo 'total' es en gran medida realizado por una parte de
los ciudadan os mediante una red de organizaci ones sociales, de manera que
nosotros no tenemos por cierto un Estado total, pero sí institucio nes partidaria s
que tienden a la totalidad , que encuadra n sus tropas desde la más tierna
juventud, ' cada una (...) con un 'programa cultural' completo" (Schmitt, 1931, pp.
83-84). Cómic) en, el interior de cada campo la base no tiene una expresión
política autónoma que escape al control de los dirigente s, el pueblo no puede
hacerse escuchar fuera del parlamento, una opinión diferente de aquella que se
expresa en su seno (los dirigentes del partido controlan también a los
parlament arios). Esta diferencia important e con relación al parlamen tarismo

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clásico parece contraveni r el principio de la independe ncia de la opinión pública


frente a los gobernante s.

Sin embargo, esto no es más que una apariencia ; por ejemplo, Shmitt no extrae
la misma conclusió n de su análisis. Cada campo, indudable mente, habla una
sola voz y su expresió n no institucion al no puede tener un contenido diferente
de la expresión instituci onal, pero existen muchos campos y no todos gobiernan.
La instancia gobernant e no es más, como en el parlament arismo clásico, el
parlamento en su conjunto, sino el partido mayoritario . Se está aquí en la era del
"partido de gobierno". Lo que el partido gobernant e no controla es la expresión
del campo adverso. En la democracia de partidos,- la libertad de opinión pública
significa la existenc ia de una oposición. Con relación al parlamen tarismo clásico,
la independencia de opinión sufre un desplazamie nto. Se podría decir, para
retomar la imagen espacial propuesta anteriorme nte, que la distanci a horizonta l
entre los representa ntes y la opinión pública es sustituid a por la distancia
vertical entre el campo mayoritario y la oposición por lo tanto, puede expresarse
una opinión diferente de aquella de gobernant es, incluso si tanto en la oposición
como en el partido de la mayoría los individuo s no pueden hacer escuchar una
voz diferent e de aquella de las élites dirigentes.

Sin duda se hará valer que la República de Weimar no constituye precisamen te


un modelo de gobierno representa tivo viable: la incapacida d de las fuerzas que
sostenían la Constituc ión para concretar cabalment e un compromiso entre ellas,
destruyó el régimen. Pero si se concreta el compromis o, la existencia de dos
campos que encuadra casi totalment e la opinión, cada uno de su lado, puede
producir una forma estable de democracia representa tiva: La república austriaca
de posguerra proporciona un ejemplo muy puro de esto.

El gobierno a través del debate

Las sesiones plenarias del parlament o no son más el lugar de la discusión


deliberati va. Una estricta disciplina del voto reina en el interior de cada campo y
los diputados individua les no pueden cambiar de opinión como resultado de la
discusión,- una vez tomada la –posición del partido y del grupo parlament ario.
En otras palabras, los votos sobre las diferente s cuestione s hacen siempre
aparecer una escisión idént ica, lo cual hace a la vez presumir que en cada una
de las oportunidades los diputados no votan en función de los argumentos
efectivam ente intercamb iados en la sesión, en el curso de la discusión
parlament aria sino de acuerdo con una decisión tornada en el exterior del
parlament o. En general, cada campo se determin a en función de su posición
con respecto al gobierno: el campo mayoritari o sostiene automátic amente al
gobierno que emana de él y el campo minoritar io se opone.

Este cambio con relación al parlamen tarismo clásico ha sido objeto de


innumerables análisis y reflexion es a comienzos del siglo XX. En general, se ha
visto como el signo de que ha concluido la era caca gobierno a través de la

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discusión . En realidad ; la posibilid ad de la discusión deliberat iva se desplaza


hacia otros lugares que ya no son las sesiones del parlament o. Una vez que ha
sido fijada la posición del partido, el diputado no puede cambiar de opinión y
esta posición se adopta fuera del parlamento . Pero en los intercamb ios en el
seno de los círculos dirigente s del partido (a los cuales se hallan vinculados los
diputados ), intercamb ios que preceden a los debates parlamen tarios, los
participa ntes pueden cambiar de opinión por efecto de los argumento s
planteado s. Por lo tanto, una verdadera discusión -deliberativa -puede tener
lugar en cada campo partidario . La historia de los partidos socialdem ócratas
muestra que, en realidad , intensas discusiones internas a la dirección del partido
y al grupo parlamen tario han precedido los debates en el parlament o, y que las
posiciones han evoluciona do en el curso de tales discusiones. El punto exacto
en el cual se debe establece r el compromi so no está en realidad fijado de
antemano : Si; como es frecuente gobierna una coalición, .en el momento en que
se forma el gobierno tiene lugar una discusión crucial en la cual las posicion es
no están fijadas de antemano . Por último, como ha sido señalado con
frecuenci a, en la mayor parte de los países. Con presencia socialdem ócrata
fuertes han sido estableci das institucio nes de concertac ión entre los intereses
organizados (en particula r entre los sindicato s y la -patronal) . Estas institucion es
han recibido un status casi público y han sido integra das al proceso de decisión
política, en especial en el campo de la política económica : es lo que la ciencia
política anglosajo na denomina "neocorpor ativismo" -, apelación que- puede
conducir a erróneas interpret aciones si no se capta que descansa en el
reconocimien to del conflicto existente entre intereses y no sobre la afirmació n de
su complemen tariedad como ocurre con el corporati vismo tradicio nal (cf. Manin,
1989, pp. 51-55). Estas instituciones cuyo objeto es llegar a compromis os entre
posicione s en principio divergent es constitu yen también instancias de
deliberac ión (los términos del compromis o no están fijados antes de la
confronta ción, derivan de ella). Los analista s de la democracia de partidos muy
a menudo han subestimad o importancia de estas discusiones deliberati vas
porque han creído que en esta forma de representación los representa ntes de
los diferente s campos partidario s (parlamenta rios de partido o dirigentes de
sindicatos ) están rigurosam ente ligados a proyectos elaborado s con anteriorid ad
(en cuyo caso, es cierto, ninguna evolución de las posicione s- hubiese sido
posible y por lo tanto tampoco ninguna discusión deliberativa). Pero en realidad,
allí donde funciona de manera estable, la democracia de partidos no descansa
sobre la puesta en práctica rígida de programa s.

3) La democracia de lo público

La elección de los gobernantes por los gobernados


Una inflexión notable se da en los análisis de los resultados electorale s luego de
un largo período. Hasta la década del setenta, la mayor parte de los estudios
llegaban a la conclusió n de que el comporta miento electoral se explicaba en lo

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esencial por las caracterís ticas sociales, económica s y culturale s de los


ciudadano s. Numerosos trabajos subrayaba n lo que actualme nte ya no se
puede sostener los resultados del voto pueden variar significa tivament e de una
elección a otra aun cuando las características sociales, económic as y culturale s
de los electores permanezca n casi idénticas durante el período considera do (cf.
Key, 1963; también Pomper, 1975 y Nie/Verba/Petrocik, 1976. Estudios
franceses señalan el papel decisivo de la "oferta electoral", ver Lancel ot. 19S5, y
Gaxic, 1985, especial mente la tercera parte: Voto y configura ción de los
mercados políticos ).

La personalización de la opción electoral


La personalid ad de los candidatos aparece como uno de los factores esenciale s
de esta variación: Los electores votan en forma diferente , entre una elección y
otra, según la persona lidad de los candidat os que se presentan . Los electores
votan cada vez más por una persona, no por un partido o por un programa. Este
fenómeno marca una transform ación con relación a aquello que se había
considerad o el comportamiento normal de los electores en una democracia
representa tiva. Se crea así la idea de una crisis de la representación. En
realidad, el rol predomin ante de las etiquetas partidaria s en la determina ción del
voto sólo es la carac terística de un tipo particula r de representación ; el de la
democracia de partidos. Y, se puede ver clarament e en la transforma ción actual
una aproximaci ón a uno de los rasgos constitut ivos del parlamentarismo clásico:
el carácter personal de la relación de representa ción. De todas maneras,
aunque la importanc ia creciente de la personalid ad de los candidato s se
manifies ta también en la relación entre los parlament arios y los electores de su
circunscripción, es sensible especialm ente en el ámbito nacional, en la relación
entre el poder ejecutivo y el conjunto del electorado . Después de algunas
décadas, los analistas observan en todos los países occidentales una tendencia
a la personali zación del poder. En los países donde el jefe del ejecutivo es
elegido directame nte por sufragio universal, la elección presidencial tiende a
convertirs e en la elección principal y a estructur ar conjunto de la vida política.
En los países donde el jefe del ejecutivo es la cabeza de la mayoría
parlament aria, las eleccione s legislati vas tienden a organizarse alrededor de su
persona. Los partidos continúan desempeñ ando un papel central, pero tienden a
convertirse en instrumen tos al servicio de un líder. A diferenci a de lo que ocurría
en el parlament arismo clásico, el jefe del gobierno aparece aquí como el
representa nte por excelenci a. Sólo faltaría que el lazo entre el represent ante así
definido y sus electores recobre un carácter esencial mente personal.

Este nuevo carácter del lazo represent ativo deriva esencialmente, al parecer de
dos causas que, si bien son independi entes entre sí, ejercen efectos
convergen tes Las técnicas de comunicac ión juegan, en primer lugar, un papel
decisivo: la radio y la televisión , que tienden a convertirse en tos medios de
comunicación principale s; le confieren una cualidad directa y sensible a la

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percepción de los candidato s y de los elegidos por los electore s: El candidato


puede, nuevament e, hacerse conocer sin, depender de la mediación de
organizaci ones militant es. Por otra parte, la individua lidad del representa nte,
hasta en sus aspectos más singulares y concretos resulta de esta forma puesta
de relieve en la percepci ón de los electores .

Por otro lado, el papel creciente de las personali dades en detrimen to de los
programas constituye una respuesta a las nuevas condicione s en las cuales se
ejerce la actividad de los gobernante s. La amplitud de la tarea de los
gobernante s se ha acrecentado considerab lemente a lo largo del último siglo: el
gobierno no regula solamente las condicio nes generales de la vida social,
intervien e en toda una serie de dominios (en particula r en el económico )
mediante decisiones particula res y puntuales. Un programa partidar io, salvo que
se convierta en algo inmenso, ilegible y por lo tanto inútil para la movilizaci ón de
los electores , no puede contener el catálogo de todas las medidas singulare s
que espera tomar un candidato . Así mismo, los diferente s Estados se han vuelto
cada vez más interdepe ndientes en materia económica, en particula r luego de
La Segunda Guerra Mundial. Esto signific a que el entorno al cual debe
responder cada gobierno resulta de decision es tomadas por un conjunto cada
vez mayor de actores. Este entorno deviene ipso facto cada vez menos
previsible . Al proponers e como gobernante s, los hombres político s saben que
deberán hacer frente a lo imprevisib le: por lo tanto no tienen interés en atarse
las manos compromet iéndose por adelanta do en un programa preciso. La
naturaleza de la actividad gubernamental contemporá nea y el entorno en el cual
se desarrolla fomentan cada vez más el ejercicio de aquello que se puede
denomina r, en términos lockianos , un poder de "prerroga tiva". Como se sabe,
Locke definía, a la prerrogativa como el poder de tomar decisione s en ausencia
de leyes. La necesidad de un poder tal es justifica da, en el Second Traité du
Gouverneme nt Civil, por el hecho de que los gobiernos también deben, en
ciertos casos, tomar decisiones singulare s y afrontar lo imprevist o. O sea que
para Locke la ley es, por definició n, general y explicitada de antemano . Para
hacer frente a lo singular y a lo imprevist o, es necesario por lo tanto que junto al
poder de ejecutar las leyes (el poder ejecutivo propiamente dicho), el gobierno
implique una instanci a para decidir en ausencia de leyes. Lo que se llama aquí
poder de prerrogati va de los gobiernos contempo ráneos no está definido con
relación a la ley sino con relación a los programas políticos . Sin embargo, su
estructura formal es análoga a la perspecti va odiarla: se trata de un poder de
decisión que no se puede derivar de una regla de acción general y anunciad a
con anteriorid ad. Si debe otorgarse a los gobernante s cierta forma de poder
discrecional, es razonable elegirlos en función de aquello que se estima su
actitud para tomar decisione s apropiadas antes que en función de la promesa de
decisiones determina das. Desde el punto de vista del elector la confianza
personal inspirada por los candidato s se convierte en un principio de elección
más adecuado que la evaluación de acciones futuras particulares. La noción de
trust (confian za), tan important e en los orígenes del gobierno representa tivo
moderno, recobra así un lugar central.

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El papel de la oferta electoral en general

La personalid ad de los candidato s no constitu ye más que uno de los factores


con efectos sobre el voto, independi entement e de las caracterí sticas sociales,
económica s y cultural es de los electores, que aparecen subrayada s hoy en los
estudios electoral es. Se observa también que el comportam iento electoral varía
según la configuración de las candidatu ras (según se enfrente n, por ejemplo,
sólo dos campos partidario s, la mayoría saliente y la oposición que, en cambio,
los electores deban elegir entre diversos partidos en el interior de cada campo).
Muchos electores votan de manera diferente según la percepció n que ellos
tengan de lo que se halla institucio nalmente en juego en cada elección: la
orientació n de su voto cambia según se trate de una elección local o nacional,
presidenci al o legislati va, de una elección legislativa general o parcial, etc. Por
último, parece que la actitud de los candidat os en el debate público anterior a
las elecciones ejerce un efecto important e sobre los determina ntes del voto: si
los candidato s adoptan durante la campaña electoral posicion es netamente
tajantes y diferente s respecto de problemas determina dos, si se desarrolla una
controvers ia pública sobre temas particular es, los electores tienden a votar en
función de su propia posición sobre esos problemas y esos temas; si por el
contrario los candidat os no ofrecen opciones definidas , el comportam iento
electoral es determin ado por otros factores (en particula r, por las fidelidad es
partidaria s heredadas ) (ver Nie/Verba /Petrocik, 1976).

El conjunto de estos factores (comprend ía la personalid ad de los candidatos)


constituye aquello en general llamado “oferta electoral ”. El hecho notable es
que actualmen te, en las explicacio nes del comportam iento electoral, el acento
se desplaza de las caracterí sticas sociales del electorad o, a aquellas de los
términos que le son presentad os. Los análisis tienden cada vez más a valorizar
el efecto propio de la “oferta electoral ” sobre el comportam iento de los electores.
Pero subrayar que la oferta electoral puede hacer variar el voto,
independi entement e de la estructura social, económica y cultural del electorado ,
saca a la luz la diferenci a que separa la oferta electoral no constitu ye un factor
claro y diferent e, sino fuese otra cosa que un mero reflejo de la estructura del
electorado , su acción sobre los resultados no podría manifest arse y ser aislada
por el análisis. La situació n actual se caracteri za en realidad por una relación
nueva entre la oferta electoral y el resto de la vida social.

La novedad de esta relación en particula r aparece si se observa la oferta


electoral y las escision es sociales, económic as y culturale s que dividen la masa
de los ciudadan os. En todo régimen represen tativo, presenta rse a una elección
implica siempre proponer un elemento de división y de diferenci ación entre los
electores. En efecto por una parte la elección tiene por objeto desagrega r y
separar entre los que sostienen a un candidato y aquellos que no lo sostienen .
Por otra parte, los individuo s se movilizan y se congregan política mente tanto
más eficazmen te si tienen adversario s y perciben la diferenc ia que los separa de
ellos. El candidato debe además identifi carse a sí mismo, pero debe también

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Texto. Política y representación
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definir a sus adversar ios. No se presenta únicamente como él mismo, presenta


una diferenci a. Propone de hecho un principio de división. En todos los
regímenes represent ativos, los hombres políticos tienen por lo santo necesidad
de diferenci as que les permitan escindir o separar a sus partidar ios de sus
adversario s. Las divisiones sociales que, fuera de las elecciones , dividen la
masa de ciudadano s, constituyen en ese sentido el recurso esencial. Para
volver eficaz el principi o de división que propone n, los hombres políticos tienen
interés en vincularse con esas divisiones sociales y en apoyarse sobre ellas, De
allí que la relación entre la oferta polí tica y la sociedad se descubra
principalm ente en la relación entre esta oferta y las divisione s sociales.

En las sociedade s donde tina división social, económica o cultural predomin a


Sobre las demás y se impone con evidencia como la división primordia l, los
hombres Políticos saben de antemano y con relativa certeza que les interesa
hacer pie en ella Para movilizar y agrupar los electores. Son llevados, entonces,
a proponer términos de la elección que reflejen esa división central. La oferta
política no aparece pues Como algo sustancial mente distinto de la estructura
social sino como la expresión transpue sta de esa estructur a. Esto es lo que
pasa en la democracia de partidos. Ahora bien, en muchas de las sociedade s
occidenta les la situació n es hoy muy diferente. Ninguna división social,
económica o cultural es mucho más important e que todas las demás y no se
impone a priori y con evidencia como la división primordia l.

Indudable mente, los ciudadano s no constituyen una masa homogénea que


pueda ser desagregad a de cualquier manera por la oferta electoral. Pero las
líneas de escisión preexiste ntes a la elección son múltiples y no coinciden unas
con otras. Estas líneas de división se conviert en en otras muy rápidame nte. El
electorado se presta, además, a muchos recortes políticos , lleva en sí la
virtualida d de muchas divisione s diferente s. La oferta electoral puede actualiza r
(o activar) una u otra de ellas. Quieres contribuye n a formular la oferta (los
gobernante s salientes y sus corrientes) llenen pues una autonomía relativa para
elegir la división sobre la cual jugar y para elegir los términos que proponen
activar. No saben de antemano cuál es, entre todas .las divisione s posibles,
aquella que tienen más interés en promover . Esta autonomía relativa explica por
qué actualmen te la oferta política aparece como un factor distinto de la
estructura social ejercien do un efecto propio sobre el comportam iento electoral.

En tal situación , la iniciativa respecto de los término s ofertado s al electorad o


pertenece a los políticos y no al electora do. La división que se concreta en
ocasión de la elección encuentra uno de sus orígenes esenciale s en la acción
de individuos exter iores al electorado . Se comprende entonces que los estudios
electorale s subrayen hoy el carácter esencialmente reactivo del voto; éste
aparece principalm ente como una reacción del electorado (ver Nie et al., 1976,
pp. 319-349). Lancelot , por su parte, expresa que se trata de un comporta miento
"solicitad o", de carácter, instrumen tal ante el sistema político y que se puede
considerar como "comportamiento bajo coacción" (1985, p. 412). En realidad, en
todas las formas de gobierno representativas el voto constituy e en parte una

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reacción del electorad o ante términos que le son propuesto s. Pero cuando estos
términos en sí mismos son producto reflejo de una realidad social preexisten te a
la acción ciclos hombres políticos (como ocurre en el parlamen tarismo y en la
democracia de partidos, si bien con modalidade s diferentes), el electorado
aparece como el origen principal y casi exclusivo de los términos respecto de
tos cuales reacciona en la elección. El carácter reactivo del comportamiento
electoral pasa entonces a segundo plano y tiende a desaparec er en favor de su
carácter expresivo . Citando un comporta miento tiene su origen esencial en
aquel que actúa se lo considera en general como una expresión de ese actor.
Cuando, por el contrario, el comportam iento electoral tiene origen en buena
medida en un factor relativamente independi ente del electorado, implica
ciertamente expresión , pues los electores reaccionan también en función de sus
caracteres propios, pero la dimensión reactiva se vuelve más important e y más
visible. El electorad o aparece aquí ante todo como un público que reacciona a
los términos que le son expuestos y propuesto s en la escena pública (por ello se
ha denominad o aquí democracia de lo público a esta forma de representac ión).
De todas maneras, la autonomía de la oferta electoral es merament e relativa.
Los hombres políticos no pueden inventar con total libertad los principio s de
escisión o de división que proponen. En realidad, su autonomía se halla
doblemen te limitada. Para comenzar, preexiste n en el seno del electorad o,
como hemos visto, diferenc ias sociales, económic as y culturale s que hacen que
no todas las desagreg aciones sean posibles. Los políticos tienen que elegir
entre muchas divisiones posibles, pero el campo de lo posible no es infinito. Por
otra parte, incluso dentro de estos límites, la autonomía de la oferta electoral no
significa que los hombres políticos puedan elegir en forma soberana la escisión
que va a ser actualiza da. En realidad, cada político sabe que entre las diferente s
escisiones posibles no todas tienen la misma utilidad o el mismo valor, si
finalmen te se impone una escisión poco eficaz o poco favorable para él, será
prontamen te eliminado de la vida pública. Los hombres políticos toman la
iniciativa de proponer un principio de escisión antes que otro, pero la elección
trae en seguida una sanción a esta iniciati va tomada en principio de manera
autónoma . La autonomía de los políticos se vincula especialm ente con su
incertidu mbre: no conocen por anticipado los principios de escisión del
electorado más eficaces y más favorable s. Pero la presencia de una sanción
hace que cada uno de ellos tenga interés en descubrir la escisión más eficaz y
más favorable para él. En las democracia s de partidos, la escisión primordial se
impone a los candidat os y esto significa a la vez que ellos no tienen casi
ninguna autonomía con relación a ella, pero también que, ellos no tienen que
buscar la diferenci a social que pueden movilizar. En cambio, en la democrac ia
de lo público aumenta la autonomía de los candidato s pero también ellos están
destinado s a buscar constante mente las diferenci as sobre las cuales podrían
apoyarse. En la medida en que los candidato s tienen interés en descubrir la
escisión más eficaz, están inclinado s a proponer aquel principio de escisión más
adecuado a la división social más militante. La concordan cia entre la escena pú-
blica y el público no es pues espontáne a e inmediata aquí, como en la
democracia de partidos: resulta de un proceso y de un trabajo. No se establece
sino por un proceso de tatonnements, de ensayo y error, los candidat os toman

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Texto. Política y representación
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la iniciativa de proponer un principio de escisión sea en la elección, sea con


menores riesgos, gracias a las encuestas de opinión. El público reacciona a este
principio de decisión y los políticos inmediata mente corrigen o retoman su
proposició n inicial en función de la reacción del público. Los candidat os son
autónomo s en la medida en que ellos eligen probar tal principio de escisión' en
lugar de otro, pero su autonomía es relativa o limitada dado que la prueba de la
realidad viene a sancionar el ensayo.

Debe observarse , además, que la autonomía relativa de la oferta electoral


relación con las escisiones sociales y culturale s no significa de ninguna manera
que producto de un designio consciente y deliberad o. Cada actor propone
alterna o e/ término que, según su idea, dividirá al electorado ele la manera más
eficaz y más faros para él. Pero la oferta electoral , tal como se presenta
finalmen te a los electores, y la escisión que ella activa, resultan de la interacció n
y de la confrontación entre todos los términos propuesto s. La configurac ión final
de la oferta no es pues el producto de una voluntad, es el efecto no intenciona l
de una pluralidad de acciones.

A menudo hoy se analiza la elección electora l con la ayuda de un vocabulari o y


de conceptos correspon dientes a la teoría económica . El empleo-del término
oferta - electoral, que se ha impuesto en la ciencia política, tiene además la
fuerza-de la-- - metáfora económica . No obstante, la metáfora de lo público y de
la escena parece, más adecuada que la del mercado para describir la nueva
modalidad del proceso electoral que se esboza. La metáfora de la escena y de
lo público expresa simplemente la idea de una exteriorida d y de una
independe ncia relativa entre el nivel en el cual son propues tos los términos de la
elección y el nivel en el cual la elección se concreta. En todo caso, ese es el
sentido que se le da aquí a esta metáfora .

La metáfora del mercado trae en contrapo sición important es dificulta des si se


despliega n todas sus implicacio nes. Un mercado se define por el encuentro
entre una oferta y una demanda. Y si bien se puede describir con cierto rigor a
los políticos como empresario s de un tipo especial, en competenci a unos con
otros por la conquista de votos y tratando de maximizar su beneficio (las
satisfacc iones materiale s y simbólicas del poder), la metáfora de la demanda
resulta mucho menos adecuada para describir el electorad o. Para que se pueda
hablar con derecho de una demanda política sería necesario que los electores
tuviesen, en materia política, preferen cias o funcione s de utilidade s a la vez
determina das e independi entes de aquello que les es ofrecido . La teoría
económica supone que el consumido r que entra en un mercado conoce sus
propias funcione s de utilidad y que éstas son independi entes de los productos
que va a encontrar en él. Ahora bien, en materia política tal supuesto es poco
realista y contrario a la experienc ia más corriente. Cuando el ciudadano es
convocado a votar, es decir, cuando entra en aquello que podría denominars e
mercado político si esta metáfora se justificase no tiene, la mayor parte del
tiempo, preferenc ia o funcione s de utilidad que la teoría económica supone en el
consumido r que ingresa al mercado. Sus preferenc ias y sus funcione s de

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Texto. Política y representación
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utilidad con frecuenci a se determinan en y por la confronta ción con los términos
que le son ofrecidos (ver Manin, 1985). En realidad, en el orden político no
existe una demanda exógena con relación a la oferta.

No se ha subrayado suficient emente que Schumpeter, considera do en general


como el fundador de las teorías económicas de la democracia, ha reconocido
que en política no existe una demanda en el sentido propio del término.
Schumpete r señaló con insistenc ia que en el dominio de "los asuntos nacionale s
e internacio nales", es decir, en el dominio que constituye el objeto esencial de la
política, es absoluta mente injustifi cado suponer en los individuo s voluntade s
determina das e independi entes de aquello que es propuest o por los hombres
políticos. Tales voluntade s existen a propósito de objetos que rodean
inmediata mente al individuo y que él conoce directamente, "los objetos que
conciernen directame nte al individuo en si mismo, su familia, sus asuntos, sus
caprichos, sus amigos y enemigos íntimos, su ciudad y su barrio, su ciase, su
parroquia y su sindicat o (...)" (Schumpeter, 1983, p. 341). Aquí el sentido de
realidad, la experienc ia directa, permiten la formación de voluntade s precisas e
independi entes. En cambio, cuando uno se separa "de preocupacio nes privadas
de orden familiar y profesion al para ingresar en el dominio de los asuntos
nacionales e internaci onales, que ningún lazo directo y visible al ojo desnudo
vincula a esas preocupac iones", el sentido de la realidad se debilita. Este
sentido debilitado de la realidad, escribe Schumpeter en un pasaje crucial, se
traduce no sólo en un debilitami ento del sentido de la responsab ilidad, sino
también en ausencia de voliciones efectiva s. Ciertamen te, el elector tiene, en
materia de política general, sus fórmulas totalment e hechas y sus aspiracion es y
sus sueños; sobre todo tiene sus simpatías y sus antipatía s. Empero, el total de
estos elementos no configura habitualmente lo que nosotros llamamos una
voluntad, es decir, la contrapart e psíquica de una acción responsab le, que
apunta a objetivos precisos (Schumpeter, 1983, p. 344). Si se analiza con
precisión este pasaje, uno advierte que Schumpeter no sólo niega desde un
punto de vista normativo el carácter bien fundado o racional de la voluntad
política del elector sino incluso, de manera mucho más profunda, que exista en
el elector algo que pueda ser con justicia considera do una voluntad en materia
política, al menos en el sentido que se da habitualm ente al término voluntad.
Schumpeter observa además que los electores no tienen por sí mismos una
voluntad política; aquello que se denomina su voluntad no es independi ente de
la acción de los político s. "La voluntad que nosotros observamo s al analizar los
procesos políticos es en buena medida fabricada y no espontáne a"
(Schumpeter, 1983, p. 347).

Pero si en política no existe una demanda precisa e independi ente respecto de


la oferta, la analogía entre la elección política y la elección en el mercado se
vuelve problemát ica y en verdad poco justifi cada. La acción misma de aquellos
que determinan los términos de la elección no puede ser pensada como una
oferta de mercado si aquello a lo que hace frente no es una demanda en el
sentido que la teoría económica da a ese concepto. En la analogía entre la
elección política y el mercado, el único elemento fundado es en realidad la idea

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Texto. Política y representación
Mario Dos Santos

de que la iniciati va de los términos ofertado s pertenece a actores distintos y


relativame nte independi entes de aquellos que finalment e eligen. La metáfora de
la escena y de lo público parece pues más adecuada para describir una realidad
de este tipo, pese a sus imperfecc iones.

De esta forma se va esbozando una nueva forma de la representa ción. El repre-


sentante es un actor que toma la iniciativa de proponer un principio de escisión :
Busca descubrir las divisiones del electorad o y lleva algunas de ellas a la
escena pública. Las pone así en escena y hace acceder a la claridad de la
conciencia pública tal o cual división social: representa en la medida en que da
presencia a una división; no evidente de la sociedad. Aquí el represent ante no
es más un portavoz : Por, la personali zación de la elección electoral es por una
parte alguien de confianza, pero también un actor relativam ente autónomo que
bucea y pone de manifiesto las divisiones en el seno del electorad o.

El margen de independencia de los gobernantes


Los análisis electora les coinciden en reconocer que los gobernant es son
elegidos hoy sobre la base de lo que se denomina n -las imágenes", tanto las
imágenes personales de los candidato s como también las de los movimiento s o
de los partidos a los que pertenecen (la personali zación del poder no ha
implicado la desapari ción pura y simple de la referenci a a los partidos) . Sin
embargo, el término imagen puede prestarse a confusión , A menudo se emplea,
en el vocabulari o periodísti co, para designar algo diferen te de la realidad
objetiva y sustancia l. Por ejemplo, so opone el voto por imágenes al voto
basado en proposicio nes políticas concretas y precisas para deplorar, con
mucha frecuenci a, que el primero sea más important e que el segundo. Se trata
de una concepción de la imagen como mera apariencia , opuesta a la realidad
sustancial. Esto aliment a las diatribas contra la "política-espectácu lo". En
realidad, las encuesta s de opinión muestran que las imágenes formadas por los
electores a propósito de las personalidades o de los partidos no se hallan vacías
de contenido político. Para no poner más que un ejemplo, es verdad que al
llevar a los socialista s al poder en 1981 los electores franceses no estaban a
favor de la política económica precisa que les habla sido propuesta (las
nacionali zaciones y el relanzamie nto de la demanda interna). Los electores no
votaron por un programa económico determinado. Poro se puede mostrar
también que el voto por los socialista s resultó de una representa ción, si bien
relativame nte vaga, que no dejaba de implicar cierto contenido, a saber, la idea
de que la crisis era producto de la gestión recesiva llevada a cabo por el
gobierno anterior y de que era posible retomar el crecimient o y el nivel de
empleo (cf. Cohen, 1986, pp. 78-80). Las imágenes constituye n en realidad re-
presentaci ones política s simplifica das y esquemát icas.

La importanc ia de estas representa ciones esquemátic as se vincula por una


parte a que un gran número de electores no tiene una cultura suficient e como

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Texto. Política y representación
Mario Dos Santos

para captar en detalle las medidas técnicas que le son propuesta s y las razones
que pueden justificadas . Pero la utilizaci ón de imágenes simplific adas es
también un medio de reducir los costos de la informaci ón, aun para aquellos que
tienen una cultura más Profunda . La informació n política es en efecto un bien
costoso para los electores. Para adquirir una informació n precisa sobre los
problemas políticos del momento y liara votar en función de sus preferen cias, en
favor de una solución u otra, los individuos deberían consagrar una parte
important e de su tiempo a buscar esta información. O sea que, para bada
individuo, el costo de la informaci ón no tiene parangón Con el efecto que él
puede esperar producir mediante su voto personal. En un electorado compuesto
por millones de individuo s, cada uno es consciente de que su voto no tiene sino
un efecto infinitesim al. Cada uno percibe, aunque sea de manera can-fusa e
intuitiva, la despropo rción entre el costo de un voto bien informad o sobre los
problemas y su utilidad esperada. He aquí uno de los problema s más
important es a los cuales se enfrenta el funciona miento de un gobierno popular
en los grandes Estados. Se trata de un problema conocido desde hace mucho
tiempo pero que no ha perdido actualidad . La imagen en tanto representación
simplifica da ofrece de alguna manera un recurso en la búsqueda costosa de
informaci ón. Pero decir que las representa ciones sobre cuya base son elegidos
los gobernante s tienen un carácter esquemátic o implica decir que su apelación
a los electores reviste tiene ese carácter . Una apelación (engageme nt)
relativamen te vaga se presta por definición a diversas interpret aciones. El papel
de las imágenes es asegurar, en la democrac ia de lo público, la independ encia
relativa de los gobernant es que siempre .;ha caracteri zado al gobierno
representa tivo moderno.

La libertad de opinión pública


Los canales por los cuales se forma la opinión pública son relativam ente neutros
con relación en las escisione s entre los partidos que compiten por el poder.
Razones económicas y técnicas han implicado la declinación de la prensa
partidaria y do la prensa de opinión. En general los partidos políticos ya no
poseen diarios propios de gran tirada. Por otra parte, la radio y la televisión se
han constituid o sobre una base no partidaria y su status, en ese sentido, no se
ha modificad o luego de su aparición. El resultado de esta neutralizac ión de los
medios frente a las escisione s entre los partidos es que los individuo s forman
sus propias opinione s políticas bebiendo de las mismas fuentes de informaci ón,
cualquiera sea el partido político al cual se sientan próximos. Los individuos sin
duda se forman opiniones divergente s sobre los objetos políticos pero el
elemento nuevo, para decirlo esquemáti camente, es que se forman opiniones
sobre objetos idénticos para todos o sobre objetos idénticam ente presentes para
todos. La percepción del objeto mismo se vuelve entonces independiente de la
inclinació n partidaria de los individuos : se sientan próximos de uno u otro
partido, reciben la misma informaci ón sobre un objeto dado, puesto que no
pueden elegir su fuente de informació n en función de su preferencia partidaria .

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Texto. Política y representación
Mario Dos Santos

Esto no significa que el objeto sea percibido de manera “objetiva" , sin una
distorsión introduci da por el intermedia rio, sino simplemen te que es percibido de
manera relativamente homogénea por todos. En contraposi ción, cuando la
prensa estaba masivamente en manos de los partidos (como ocurre en la
democracia de partidos) los individuo s elegían su fuente de informaci ón en
función de su pertenenc ia partidaria : percibían así el objetivo tal como se los
representa ba su partido.

Una comparació n entre la crisis de Watergate y el affaire Dreyfus, dos


situacione s en las cuales la opinión pública ha jugado un papel esencial,
muestra por ejemplo que en el primer caso los norteamer icanos han tenido
globalment e la misma percepción de los hechos, cualquiera haya sido su
identific ación partidar ia y cualquiera haya sido en definiti va su juicio de valor
sobre estos hechos. En el affair e Dreyfus, en cambio, parece que la percepció n
misma de los hechos ha sido diferente según los diferente s sectores de opinión:
los franceses percibie ron los hechos a través de los órganos de prensa
correspond ientes a la tendencia de opinión a la cual se sentían próximos
(Lang/Lan g, 1983, pp, 289-291). De la misma manera un estudio reciente
destaca que uno de los fenómeno s salientes de la elección legislati va francesa
de 1986 fue la homogenei zación de la imagen tic los partidos en el seno del
electorado . Al parecer los electores tuvieron , independi entemente de su propia
preferencia partidaria , la misma percepción de las causas defendidas por cada
uno tic los partidos y de sus posicione s sobre diferente s problemas. Los
electores portaban , ciertamen te, apreciaciones o desestima ciones diferente s
sobre estos partidos, pero los objetos que juzgaban fueron casi idénticam ente
percibidos por todos, perteneciesen a una tendencia de opinión u otra.
(Grunberg/Haegel/Rio y. 1986. pp. 125127).

Así, parece que la percepción de los objetos públicos (en tanto distinta de las
apreciacio nes o de los juicios hechos sobre ellos) tiende hoy a homogenei zarse
y a volverse independi ente de las preferenc ias partidar ias. Los individuo s
pueden tener apreciacio nes divergent es sobre un objeto dado (por ejemplo,
algunos tienen una apreciac ión favorable, otros desfavorab le). Una escisión en
la opinión se forma en-tomes respecto del objeto en cuestión (por opinión se
entiende en general una apreciación sobre un objeto), pero esta escisión no
reproduce necesaria mente la escisión partidaria entre aquellos que votan
habitualm ente por un partido político y aquellos que votan por otro. La escisión
se forma a partir de preferenc ias de los individuos sobre el objeto, no a partir de
su preferenc ia política partidaria . Las escisione s en la opinión pública sobre
diferente s objetos pueden no coincidir con la línea de división que se establece
en el momento del voto. Se reencuent ra aquí la posibilid ad prácticamente
desaparec ida en la democracia de partidos, de un desacople entre el voto y la
opinión pública sobre los diferente s problemas de la hora, desacople que deriva
en gran medida de la neutraliza ción (en el sentido definido anteriorme nte) de los
canales mediante los cuales se forma la opinión pública. Pero se vincula
también con los canales a través de los cuales la opinión pública se manifiest a.
Manto a las manifestaciones y a las peticione s, que conservan un papel

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Texto. Política y representación
Mario Dos Santos

important e, conquista un lugar central una nueva forma de expresión de la


opinión pública: las encuestas de opinión.

Se señalará que las encuestas de opinión operan según la estructu ra formal que
ha sido considera da caracterí stica de esta nueva forma de gobierno
representa tivo: la escena y el público, la iniciativa y la reacción. Los que
elaboran los cuestiona rios que someten a los individuos no saben por
adelantad o cuál pregunta producirá los resultados mis significat ivos, por
consiguien te toman, de manera relativame nte autónoma, la iniciativa de plantear
tal cuestión en lugar de tal _otra y proceden , ellos también, por ensayo y error.

Pero sobre todo, las encuestas de opinión son realizadas por organizaci ones
independiente s de los partidos políticos. Las organizaci ones de encuestas son,
como los medios masivos, canales relativam ente neutros en materia política (lo
cual no significa que no introduzca n ninguna distorsión ). Si bien los partidos
tienen interés en hacer aparecer la escisión que ellos encarnan como la escisión
principal y lo manifiestan en todas partes, las organizac iones de encuestas
pueden, sin inconveni ente, sacar a la luz líneas de escisión diferent es a aquellas
de los partidos. Las encuesta s de opinión contribu yen de esta forma, también, al
desacople entre el voto y la expresión de la opinión pública.

Sin embargo, si uno encuentr a en esta forma una configurac ión análoga a la de
la primera forma de gobierno represent ativo, las encuestas confieren a la
opinión pública caractere s específic os. Por una parte, abaratan los costos de
expresión política para los individuos. Participa r en una manifest ación
representa un costo important e de energía y de tiempo; firmar una petición
puede, según las circunst ancias, implicar ciertos riesgos. En cambio, responder
a un cuestiona rio no impone más que un coito mínimo y el anonimato preserva
de todos los riesgos. A diferenci a de aquello que sucede en el parlamen tarismo
donde el costo elevado de las manifest aciones y de las peticion es reserva la
expresión no instituci onal de la opinión a los individuo s fuertemen te motivados,
las encuestas de opinión dan una voz a los ciudadano s poco compromet idos,
casi "apáticos ". Por otra parte las encuestas facilitan la expresió n de la opinión
por parte de aquellos que son absolutam ente pacíficos, en la medida en que las
manifest aciones implican siempre el riesgo de una derivación violenta, sobre
todo si la opinión se halla fuerteme nte polarizada. En consecue ncia, la voz que
el pueblo conserva más allá de sus represent antes gracias a las encuestas está
aquí más constante mente presente que en las otras formas de gobierno
representa tivo. Lo que está más allá de la representa ción ya no se manifiesta
solamente en circunstancias excepciona les, se hace escuchar cotidian amente.

El gobierno a través del debate


La discusión deliberat iva no tiene lugar en el parlament o que permanece domi-
nado por la disciplina del voto. Cada partido se halla agrupado en torno de un

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Texto. Política y representación
Mario Dos Santos

líder (cf. la personali zación del voto) y los grupos parlamen tarios de esos
partidos votan de manera unificada : sus votos están orientado s por la defensa
de un líder. Pero los gobiernos en su conjunto se vinculan y consultan los
grupos de interés, las asociaciones y los diversos movimient os sociales. En
esos encuentro s informale s se desarrolla una discusión deliberat iva en la cual
las posiciones no están estrictame nte fijadas de antemano .

Pero sobre todo ha habido un fenómeno nuevo en el curso de los últimos años:
lo que se denomina volatilida d o inestabil idad electoral . Todos los estudios
subrayan la importan cia numérica crecient e de un electorado flotante que no
vota en función de una identific ación partidaria estable, transmit ida de
generación en generación , sino que cambia su voto según la trama y los
problemas de cada elección (es muy extensa la bibliogra fía obre la "volatili dad
del voto", sin embargo en Grunberg, 1985, se encuentra un tratamien to
actualizad o del tema). En realidad, siempre ha existido un electorad o inestable,
pero estos electores flotante s eran en otra época esencialme nte los individuo s
poco informad os, poco interesado s en la política y con frecuenci a de bajo nivel
cultural. En cambio hoy el electorad o flotante es un electorado informado,
interesado por la política relativamente instruido. Estas caracter ísticas hacen
pensar que la inestabil idad electora l no resulta simplemente de com-
portamien tos erráticos . Al parecer existe actualme nte un electorado flotante que
delibera antes de votar, no se decide en función de juicios anteriore s y
exteriore s a los objetos que le son propuesto s en una situación dada sino en
función de imágenes y de argumento s diferente s a los cuales está expuesto en
cada elección. En esta forma de gobierno representa tivo, la deliberac ión se
desplaza hacia el electora do mismo o, más precisamen te, hacia una fracción del
electorado .

La noción actual de crisis de la represent ación se vincula por una parte con la
percepción de una distancia entre la sociedad y el gobierno . El análisis de
diferente s formas de gobierno representa tivo muestra que la represent ación no
siempre ha constituid o un reflejo de las divisiones sociales . La representa ción
sólo se convierte en reflejo en una situación social particula r, cuando una
división social supera a las demás y se impone con evidencia como la escisión
primordia l. El malestar expresado por los discursos sobre la crisis de la
representa ción resulta también —y quizás especialme nte— de los caractere s
por los cuales la forma de gobierno represent ativo que se esboza hoy parece
apartarse del gobierno del pueblo por sí mismo: la elección de personalid ades
antes que de programas, el papel esencialme nte reactivo del público, la elección
sobre la base de imágenes relativam ente vagas. Las evoluciones del presente
parecen ir en contra de lo que se había creído del sentido de la historia. Sin
embargo, estos fenómeno s se presentan bajo un aspecto diferente si se toma
conciencia duque el gobierno represent ativo no ha sido jamás una forma
mediatizad a de autogobie rno del pueblo, ni-siquiera en la democrac ia de
partidos.

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La naturaleza de la represent ación muy a menudo aparece encubierta por el
uso, corriente que en general se limita a oponer la democracia represent ativa a
la democracia dir ecta, tendiendo así a hacer aparecer el gobierno representa tivo
como una forma indirecta de gobierno del pueblo por sí mismo. La diferencia
cutre las dos formas de gobierno es en realidad mucho más profunda, tiene que
ver con los principio s de base. La democracia llamada directa se funda en el
principio de autonomí a - del pueblo: el pueblo se da a sí mismo sus leyes y no
está sometido a otra cosa que no. sea su propia voluntad. En la medida en que
el gobierno represent ativo siempre ha consagrado cierta independe ncia de los
representa ntes, no descansa sobre ese principio. Cuando se percibe la
diferenci a fundamen tal o de principio s entre la representación y el autogobie rno
del pueblo, los fenómeno s actuales aparecen menos como signos de una crisis
de la represent ación que como desplazam ientos y reacomod os en una
combinato ria de elemento s presentes desde los orígenes del gobierno
representativo. Esta situación puede, de hecho, suscitar juicios de valor
diversos, pero en principio debe ser reconocida .

Traducción de Mario R. dos Santos.

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Comunicación, poder y contrapoder en la sociedad red. Los medios y la
política
Manuel Castells

¿Cuál es la influencia actual de los medios de comunicación en la opinión pública? ¿Qué impacto
tienen Internet y la web 2.0 en la política hoy en día? Manuel Castells analiza estas y otras
importantes cuestiones en este interesante artículo.

El poder y la política se deciden en el proceso de construcción de la mente humana a través de la


comunicación. En nuestro tipo de sociedad, los medios de comunicación de masas son decisivos en
la formación de la opinión pública que condiciona la decisión política. La política es sobre todo
política mediática, lo cual tiene consecuencias importantes sobre la política misma, ya que conduce
a su personalización y a la política del escándalo. Ahora bien, la comunicación de masas está
siendo transformada por la difusión de Internet y la Web 2.0, así como por la comunicación
inalámbrica. La emergencia de la autocomunicación de masa desintermedia a los medios y abre el
abanico de influencias en el campo de la comunicación, permitiendo una mayor intervención de los
ciudadanos, lo cual ayuda a los movimientos sociales y a las políticas alternativas. Pero al mismo
tiempo también las empresas, los gobiernos, los políticos intervienen en el espacio de internet. De
ahí que las tendencias sociales contradictorias se expresan por uno y otro lado tanto en los medios
de comunicación de masas como en los nuevos medios de comunicación. De esta forma, el poder
se decide cada vez más en un espacio de comunicación multimodal. En nuestra sociedad, el poder
es el poder de la comunicación[*][*].

El ejercicio del poder a través de la construcción de la opinión pública

A lo largo de la historia, la comunicación y la información han constituido fuentes fundamentales


de poder y contrapoder, de dominación y de cambio social. Esto se debe a que la batalla más
importante que hoy se libra en la sociedad es la batalla por la opinión pública. La forma en que la
gente piensa determina el destino de las normas y valores sobre los que se construyen las
sociedades. Aunque la coerción y el miedo son fuentes decisivas para que los dominantes
impongan su voluntad a los dominados, pocos sistemas institucionales pueden durar demasiado si
se basan de forma preponderante en una represión aguda. Torturar cuerpos es menos efectivo
que modelar mentes. Si la mayoría de la gente piensa de forma contradictoria respecto a los
valores y normas institucionalizados en el estado y consagrados a través de leyes y normas, al final
el sistema cambiará, aunque no necesariamente para colmar las esperanzas de los agentes del
cambio social. Pero el cambio llegará. Tan sólo tardará un poco y será a costa de sufrimiento,
mucho sufrimiento.

Como la comunicación, y en especial la comunicación socializada, la que existe en el ámbito


público, ofrece el apoyo para la producción social del significado, la batalla de la opinión de las
personas se juega en gran parte en los procesos de comunicación. Y esto es aún más aplicable a la
sociedad en red, que se caracteriza por la omnipresencia de redes de comunicación en un
hipertexto multimodal. En efecto, la actual transformación de la tecnología de la comunicación en
la era digital amplía el alcance de los medios de comunicación a todas las esferas de la vida social
en una red que es a un tiempo global y local, genérica y personalizada según un patrón siempre
cambiante. Como resultado, las relaciones de poder, es decir, las relaciones que constituyen los
fundamentos de toda sociedad, además de los procesos que desafían las relaciones de poder
institucionalizadas, se determinan y deciden cada vez más en el campo de la comunicación.

Entiendo el poder como la capacidad estructural del actor social para imponer su voluntad sobre
otro(s) actor(es) social(es). Todos los sistemas institucionales reflejan relaciones de poder, además
de los límites a estas relaciones de poder tal y como han sido negociadas por parte de un proceso
histórico de dominación y contra dominación. Así, también analizaré el proceso de formación de
un contrapoder, que a mi entender es la capacidad de un actor social de resistirse y desafiar a las
relaciones de poder institucionalizadas.

Efectivamente, las relaciones de poder son por naturaleza conflictivas, del mismo modo que las
sociedades son diversas y contradictorias. Por lo tanto, la relación entre tecnología, comunicación
y poder refleja valores e intereses opuestos, y afecta a una pluralidad de actores sociales en
conflicto.

Tanto los periódicos todopoderosos como los sujetos de los proyectos del contrapoder funcionan
en la actualidad dentro de una nueva estructura tecnológica: y esto tiene consecuencias en las
formas, medios y metas de su conflictiva práctica. En este artículo presentaré algunas hipótesis
sobre la transformación de esta relación, como un resultado de diversas tendencias que se
relacionan entre sí, aunque son independientes:

 el papel predominante de la política mediática y su interacción con la crisis de la


legitimidad política en la mayoría de los países del mundo;

 el papel clave de los medios de comunicación segmentados, personalizados en la


producción de la cultura;

 el surgimiento de una nueva forma de comunicación relativa a la cultura y la tecnología de


la sociedad en red, y basada en las redes de comunicación horizontales: lo que yo llamo
autocomunicación de masa;

 y los usos tanto de los medios de comunicación de masas unidireccionales como la


autocomunicación de masa en la relación entre el poder y el contrapoder, en la política
formal, en la política insurgente y en las nuevas manifestaciones de los movimientos
sociales.

Hay que entender esta transformación entre comunicación y poder situada en un contexto social
caracterizado por varias tendencias importantes:
a) El Estado, tradicionalmente el principal centro de poder, está siendo desafiado en todo el
mundo por:

 la globalización que limita su toma de decisiones soberana,

 las presiones del mercado hacia la desregulación que disminuyen su capacidad de


intervención, y

 una crisis de la legitimidad política que debilita su influencia sobre sus ciudadanos (Bec,
2006; Castells, 2005, y Held & McGrew, 2007).

b) Las industrias culturales y los medios corporativos se caracterizan al mismo tiempo por la
concentración empresarial y la segmentación del mercado, dirigiéndose hacia una competición
oligopolista extrema, a una distribución personalizada de mensajes y al establecimiento de redes
verticales de la industria multimedia (Crouteau & Hoynes, 2006; Hesmondhalgh, 2007;y
Klinenberg, 2007).

c) La oposición mundial entre lo individual y lo comunitario define la cultura de las sociedades al


tiempo que la construcción de la identidad funciona con materiales heredados de la historia y la
geografía, y de los proyectos de los seres humanos. La cultura de lo comunitario tiene sus raíces en
la religión, la nación, la territorialidad, la etnia, el género y el entorno (Castells, 2004; y Ong, 2006).
La cultura del individualismo se extiende de formas diferentes: (Barber, en preparación; Touraine,
2006; y Wellman & Haythornwaite, 2002).

 como consumismo dirigido por el mercado,

 como nuevo patrón de sociabilidad basado en el individualismo estructurado en redes, y

 como el deseo de autonomía individual basada en proyectos vitales autodefinidos.

A pesar de esta evolución social compleja y multidimensional, el proceso decisivo que da forma a
la sociedad, tanto a nivel individual como colectivo, es la dinámica de las relaciones de poder. Y las
relaciones de poder, en nuestro contexto social y tecnológico, dependen en gran medida del
proceso de comunicación socializada de formas que no voy a analizar secuencialmente.

Comunicación de masas y política mediática

La política se basa en la comunicación socializada, en la capacidad para influir en la opinión de las


personas. El canal de comunicación más importante entre el sistema político y los ciudadanos es el
sistema de los medios de comunicación de masas, siendo el primero de ellos la televisión. Hasta
hace poco e incluso en la actualidad, los medios constituyen, en gran parte, un sistema articulado
en el cual normalmente la prensa escrita produce una información original, la televisión la difunde
a un gran público y la radio personaliza la interacción (Bennett, 2003). En nuestra sociedad, la
política es básicamente política mediática. El funcionamiento del sistema político se representa
para los medios de comunicación con el fin de obtener el apoyo, o al menos, la mínima hostilidad,
de los ciudadanos que se convierten en consumidores en el mercado político[*].

Esto no significa, naturalmente, que el poder esté en manos de los medios[1]. Los actores políticos
ejercen una considerable influencia sobre los medios . De hecho, el actual ciclo de noticias de 24
horas acrecienta la importancia de los políticos para los medios de comunicación, ya que éstos
tienen que nutrirse incesantemente de contenidos.

Ni tampoco el público se limita a seguir lo que le dicen los medios. El concepto de público activo
está ya bien establecido en la investigación sobre la comunicación. Y los medios cuentan con sus
propios controles internos en términos de su capacidad para influir en el público, puesto que
básicamente son una empresa y tienen que ganar audiencia; habitualmente son plurales y
competitivos; tienen que mantener su credibilidad frente a sus competidores; y tienen ciertos
límites internos para gestionar la información procedente de la profesionalidad de los
periodistas[*]. Por otra parte, hay que recordar el actual aumento del periodismo ideológico
militante en todos los países (un buen modelo empresarial realmente en EEUU, por ejemplo, las
noticias de la Fox, o en España, El Mundo), además de la autonomía decreciente de los periodistas
respecto a sus compañías y el entrelazamiento entre las corporaciones de medios de
comunicación y los gobiernos[*].

La práctica de lo que Bennet (2003) ha denominado indexing, mediante la cual los periodistas y
redactores limitan el abanico de opiniones y temas políticos sobre los que informan a los que se
expresan dentro de la corriente dominante del sistema político, tiene un peso muy importante en
el proceso informativo dirigido por los acontecimientos.

Sin embargo, la cuestión principal no es la modelación de la opinión través de mensajes explícitos


en los medios de comunicación, sino la ausencia de un contenido determinado en los medios. Lo
que no existe en los medios no existe en la opinión del público, aunque tenga una presencia
fragmentada en las opiniones individuales[*]. Por lo tanto, un mensaje político es necesariamente
un mensaje mediático. Y cuando un mensaje relacionado con la política se transmite a través de
los medios, tiene que expresarse en el lenguaje específico de los medios. Esto significa, en muchos
casos, lenguaje televisivo[2]. La necesidad de dar un formato al mensaje de acuerdo con una
forma mediática tiene considerables repercusiones, como ya ha quedado establecido en la
dilatada tradición investigadora sobre la comunicación[*]. Empíricamente hablando, no es del
todo cierto que el medio sea el mensaje, pero desde luego tiene una influencia sustancial en la
forma y efecto de éste.

En suma: los medios de comunicación de masas no son los depositarios del poder, pero en
conjunto constituyen el espacio en el que se decide el poder. En nuestra sociedad, los políticos
dependen de los medios de comunicación. El lenguaje de los medios tiene sus propias reglas. Se
construye en gran medida en torno a imágenes, no necesariamente visuales, pero sí imágenes. El
mensaje más poderoso es un mensaje sencillo adjunto a una imagen. En política, el mensaje más
sencillo es un rostro humano. La política mediática tiende a la personalización de los políticos
alrededor de dirigentes que puedan venderse adecuadamente en el mercado político. Esto no
debería trivializarse como el color de la corbata o la apariencia de un rostro. Es la encarnación
simbólica de un mensaje de confianza en el entorno de una persona, alrededor de su personaje y
luego en términos de la proyección de la imagen de ese personaje[*].

La importancia de la política de la personalidad tiene relación con la evolución de la política


electoral, normalmente determinada por votantes independientes o indecisos que hacen decantar
la balanza, en todos los países, entre la derecha o el centro-derecha y el centro-izquierda. De aquí
que, aunque existen diferencias sustanciales entre los partidos y los candidatos en la mayoría de
los países, los programas y las promesas se confeccionan para adaptarse al centro y a los
indecisos, con frecuencia a través de las mismas compañías publicitarias y consultores
de marketing político que trabajan en las filas de partidos diferentes en años alternos (Farrell,
Kolodny & Medvic, 2001; Jamieson, 1996;y Thurber & Nelson, 2000).

Sin embargo, más decisivos que las técnicas de marketing político y el diseño de los programas
políticos son los valores asociados con y en los que se inspiran los diferentes candidatos. Como
escribe George Lakoff, «Los temas son reales, como también los hechos en cuestión. Pero los
temas también simbolizan los valores y la confianza. Las campañas efectivas tienen que comunicar
los valores de los candidatos y utilizar los temas de forma simbólica, como indicadores de sus
valores morales y de su honradez» (Lakoff, 2006, pág. 7). Los ciudadanos no leen los programas de
los candidatos. Confían en la información de los medios sobre las posturas de los candidatos; y,
finalmente, su decisión de voto está en función de la confianza que depositan en un candidato
determinado. Por lo tanto, el personaje, tal y como ha quedado retratado en los medios, pasa a
ser esencial; porque los valores -lo que más importa a la mayoría de la gente- están encarnados en
la persona de los candidatos. Los políticos son los rostros de las políticas.

Si la credibilidad, la confianza y el personaje se convierten en cuestiones decisivas a la hora de


decidir el resultado político, la destrucción de la credibilidad y el asesinato del personaje se
convierten en las armas políticas más poderosas. Como todos los partidos recurren a ellas, todos
necesitan hacer acopio de munición para la batalla. Como consecuencia, ha proliferado un
mercado de intermediarios, que recaban información perjudicial sobre el oponente, manipulando
la información o simplemente creando la información con ese fin. Además, la política mediática es
cara y los medios legales de financiación de los partidos resultan insuficientes para costear toda la
publicidad, los sondeos, las facturas telefónicas, los consultores, etc. Así, al margen de la
moralidad de los políticos individuales, los agentes políticos están en venta para los miembros de
los grupos de presión con diferentes grados de moralidad. Esto sucede incluso en los países
europeos en los que los recursos financieros de los políticos son públicos y están regulados, ya que
los partidos encuentran la forma de soslayar los controles mediante aportaciones de donantes
anónimos. Estos fondos se utilizan para formas discretas de campaña electoral, tales como pagar a
los informadores y a los productores de la información. Así que, la mayoría de las veces, no es
difícil encontrar material malicioso y perjudicial para la mayoría de los partidos y candidatos.
Teniendo en cuenta que es raro tener una vida personal intachable y dada la tendencia de muchas
personas, sobre todo hombres, a la fanfarronería y la indiscreción, los pecados personales y la
corrupción política componen un poderoso brebaje de intrigas y cotilleos que se convierte en el
pan de cada día de la política mediática. Por lo tanto, la política mediática y la política de la
personalidad conducen a la política del escándalo, como ha sido analizada por estudiosos e
investigadores, tales como Thompson (2000), Tumber y Waisboard (2004), Esser y Hartung (2004),
Liebes y Blum-Kulka (2004), Lawrence y Bennett (2001), y Williams y Delli Carpini (2004), por
mencionar a unos cuantos. A la política del escándalo se le atribuye la caída de un gran número de
políticos, gobiernos e incluso regímenes de todo el mundo, como demuestra el informe global
sobre la política de los escándalos y las crisis políticas recopiladas por Amelia Arsenault (en
preparación).

Política mediática, política de los escándalos y crisis de la legitimidad política

Los escándalos políticos tienen dos clases de efectos sobre el sistema político. En primer lugar,
pueden afectar al proceso de elección y a la toma de decisiones debilitando la credibilidad de
aquellos sujetos afectados por el escándalo. Sin embargo, este tipo de efecto es de impacto
variable. A veces, es la saturación de la opinión pública de una política corrupta la que provoca una
reacción o la indiferencia entre el público. En otros casos, el público se vuelve tan cínico que sitúa
a todos los políticos en un bajo nivel de apreciación, así que escoge entre todos los inmorales el
tipo de inmoral que encuentre más afín o cercano a sus intereses. Lo que es más, la gente a veces
considera la divulgación de un comportamiento inadecuado como un buen entretenimiento,
aunque no extrae consecuencias políticas de él. Este parece ser el proceso que explica el alto nivel
de popularidad de Clinton al final de su mandato presidencial, basado en su trayectoria política, a
pesar de sus mentiras televisadas ante el país (Williams & Delli Carpini, 2004).

No obstante, un interesante estudio de Renshon (2002) indica que el efecto secundario de esta
falta de moralidad tuvo como consecuencia el aporte adicional de votos en las elecciones del año
2000 a George W. Bush, el candidato que parecía tener, en esa época, más principios que la
administración competente.

Hay un segundo tipo de efecto de los escándalos políticos, uno que puede tener consecuencias
duraderas en el ejercicio de la democracia. Como todo el mundo hace algo mal y prevalecen las
calumnias de forma generalizada, los ciudadanos acaban metiendo a todos los políticos en el
mismo saco porque desconfían de las promesas electorales, los partidos y los dirigentes
políticos[*][*]. La crisis de la legitimidad política en la mayor parte del mundo no puede ser
atribuida exclusivamente, de ningún modo, a los escándalos políticos y a la política mediática. Sin
embargo, es probable que los escándalos sean como mínimo un factor desencadenante del
cambio político a corto plazo y del arraigo del escepticismo respecto a la política formal a largo
plazo[*]. Da la sensación de que la situación de la política mediática estimula la incredulidad en el
proceso democrático[3]. No hay que culpar de esto a los medios de comunicación, ya que de
hecho los actores políticos y sus asesores son la mayoría de las veces las fuentes de las filtraciones
y de la información perjudicial. De nuevo, los medios de comunicación conforman el espacio en el
que se ejerce el poder, no la fuente que lo sostiene.
En todo caso, observamos una crisis generalizada de la legitimidad política en prácticamente todos
los países, con la excepción parcial de Escandinavia. Dos tercios de los ciudadanos del mundo,
según los sondeos realizados en 2000 y 2002 por el secretariado de las Naciones Unidas y por el
Fórum Económico Mundial, creían que su país no estaba gobernado según la voluntad del pueblo,
siendo el porcentaje correspondiente a EEUU del 59 por ciento y para la Unión Europea del 61 por
ciento. En los últimos años, el Eurobarómetro, el estudio de la UNDP sobre la democracia en
América Latina, el World Values Survey (Estudio sobre los valores en el mundo) y diversos sondeos
de Gallup, el Field Institute y el Pew Institute de Estados Unidos, apuntan hacia un nivel
significativo de desconfianza de los ciudadanos respecto a los políticos, los partidos políticos, los
parlamentos y, en menor medida, los gobiernos[4].

Esto explica en parte la razón por la que en todo el mundo una mayoría de la población tiende a
votar en contra más que a favor, eligiendo el menor de dos males: cambiar a un tercer partido o
protestar contra candidatos que muchas veces son promocionados por una presencia colorista en
los medios de comunicación, que constituye un buen material o digno de aparecer en las noticias,
abriendo la puerta a la política demagógica[*][*]. Al mismo tiempo, la desconfianza en el sistema
no iguala la despolitización[*][*]. Varios estudios, incluyendo el del World Values Survey, indican
que muchos ciudadanos creen que pueden influir en el mundo con su movilización[*][*]. Sólo que
no piensan que puedan hacerlo a través de la política, como es habitual. Así pues, en este punto
del análisis, voy a plantearme un cambio de rumbo hacia el surgimiento de los procesos de
contrapoder vinculados a los movimientos sociales y a la movilización social. Sin embargo,
cualquier intervención política en el espacio público requiere la presencia en el espacio mediático.
Y dado que el espacio mediático está determinado en gran parte por las empresas y los gobiernos
que establecen los parámetros políticos en cuanto al sistema político formal, pese a su pluralidad,
la aparición de políticos insurgentes no puede separarse del surgimiento de un nuevo tipo de
espacio mediático: el espacio creado en torno al proceso de comunicación masiva individual.

La emergencia de la autocomunicación de masa

La difusión de Internet, la comunicación móvil, los medios digitales y una variedad de


herramientas de software social han impulsado el desarrollo de redes horizontales de
comunicación interactiva que conectan local y globalmente en un tiempo determinado. El sistema
de comunicación de la sociedad industrial se centraba en los medios de comunicación de masas,
caracterizados por la distribución masiva de un mensaje unidireccional de uno a muchos. La base
de la comunicación de la sociedad red es la web global de redes de comunicación horizontal que
incluyen el intercambio multimodal de mensajes interactivos de muchos a muchos, tanto
sincrónicos como asincrónicos. Desde luego, Internet es una tecnología antigua, utilizada por
primera vez en 1969. Pero no ha sido hasta la última década cuando se ha extendido por todo el
mundo excediendo en la actualidad los mil millones de usuarios[*]. La comunicación móvil ha
estallado superando la cifra de los dos mil millones de titulares de teléfonos móviles en 2006, en
contraste con los 16 millones de 1991[*]. Así pues, incluso explicando la difusión diferencial en los
países en vías de desarrollo y las regiones pobres, una proporción muy elevada de la población del
planeta tiene acceso a la comunicación móvil, a veces en zonas donde no hay electricidad pero
existe alguna forma de cobertura y cargadores móviles de baterías en talleres de bicicletas. Las
redes wifi y wimax contribuyen a establecer las comunidades conectadas a la Red. Con la
convergencia entre Internet y la comunicación móvil y la difusión gradual de la capacidad de la
Banda Ancha, el poder comunicador de Internet está siendo distribuido en todos los ámbitos de la
vida social, del mismo modo que la red de suministro eléctrico y el motor eléctrico distribuían
energía en la sociedad industrial[*][*]. Con las nuevas formas de comunicación, la gente ha
construido su propio sistema de comunicación masiva, vía SMS, blogs, vlogs, podcasts, wikis y
otros por el estilo (De Rosnay & Failly, 2006; Gillmor, 2004; Drezner & Farrell, 2004; y Cerezo,
2006). Las redes de ficheros compartidos y P2P (peer-to-peer,"entre iguales") hacen posible la
circulación y el reformateo de cualquier contenido formateado digitalmente. En octubre de 2006,
Technorati rastreaba 57,3 millones de blogs, desde los 26 millones en enero. Por término medio,
se crean 75.000 blogs nuevos cada día. Cada día se publican 1,2 millones de nuevos mensajes o
alrededor de 50.000 actualizaciones de blogs cada hora. Muchos bloggers actualizan sus blogs de
forma regular: contra lo que habitualmente se cree, el 55 por ciento de los bloggers todavía
publican mensajes tres meses después de haber creado el blog[*]. Nuevamente, según Technorati,
la blogosfera en 2006 era 60 veces más grande que en 2003, y se dobla cada seis meses. Es un
espacio de comunicación multilingüe e internacional, donde el inglés, dominante en las primeras
etapas del desarrollo de los blogs, justificaba en marzo de 2006 menos de un tercio de los
mensajes en los blogs, representando el japonés el 37 por ciento de los blogs, seguido del inglés
(31 por ciento) y el chino (15 por ciento). El español, el italiano, el ruso, el francés, el portugués, el
holandés, el alemán y muy probablemente el coreano son las lenguas que siguen en número de
mensajes (Sifry, 2006).

La mayoría de los blogs son de carácter personal. Según el Pew Internet & American Life Project, el
52 por ciento de los bloggers declaran escribir su blog principalmente para sí mismos, mientras
que el 32 por ciento lo hace para un público[*]. Así, hasta cierto punto, una buena parte de esta
forma de comunicación masiva individual está más próxima al "autismo electrónico" que a la
comunicación real. Sin embargo, cualquier mensaje en Internet, al margen de la intención de su
autor, se convierte en una botella navegando a la deriva en el océano de la comunicación global,
un mensaje susceptible de ser recibido y reprocesado de formas inesperadas. Lo que es más, el
RSS fomenta el consentimiento de la integración y la filtración de contenidos en todas partes.
Cierta versión del Xanadu nelsoniano se ha constituido actualmente en la forma de un hipertexto
multimodal global. Esto incluye: estaciones de radio FM de baja potencia; redes de televisión de
calle; una eclosión de teléfonos móviles; la capacidad de producción y distribución de bajo coste
de vídeo y audio digital; y los sistemas no lineales de edición de vídeo por ordenador que
aprovechan la ventaja del menor coste del espacio de memoria. Los progresos clave son: la
creciente difusión del IPTV, P2P video streaming, vlogs (un blog que incluye vídeo) y una oleada de
programas sociales de software que han hecho posible el florecimiento de comunidades en línea y
de MMOGs (Massively Multiplayer Online Games - Juegos Multijugadores Masivos en Línea).
Existe un creciente uso de esas redes de comunicación horizontales en el campo de la
comunicación de masas.

Desde luego, los principales medios de comunicación utilizan los blogs y las redes interactivas para
distribuir sus contenidos e interactuar con su público, mezclando los modos de comunicación
horizontal y vertical. Pero también hay abundantes ejemplos en los que los medios de
comunicación tradicionales, como la televisión por cable, se nutren a través de producciones
autónomas de contenidos que utilizan la capacidad digital para producir y distribuir. En EEUU, uno
de los ejemplos más conocidos de este tipo es la Current TV de Al Gore, en la que el contenido
originado por los usuarios y editado profesionalmente ya justifica alrededor de un tercio del
contenido del canal[*]. Los medios de prensa por Internet, como Jibonet y Ohmy News en Corea o
Vilaweb en Barcelona, se están convirtiendo en fuentes de información fiables e innovadoras a
escala masiva[*][*]. Por tanto, la creciente interacción entre redes de comunicación horizontales y
verticales no significa que los principales medios se estén apoderando de las nuevas formas
autónomas de generación y distribución de contenidos. Significa que existe un proceso
contradictorio que da origen a una nueva realidad mediática, cuyos contornos y efectos se
decidirán finalmente por medio de una serie de luchas de poder políticas y empresariales,
mientras los propietarios de las redes de telecomunicación se están posicionando ya para
controlar el acceso y el tráfico en favor de sus socios y clientes preferidos.

El creciente interés de los medios de comunicación corporativos por las formas de comunicación a
través de Internet es, en realidad, el reflejo del surgimiento de una nueva forma de comunicación
socializada: la comunicación masiva individual. Es comunicación masiva porque alcanza
potencialmente a un público global a través de redes de P2P y conexión a Internet. Es multimodal,
ya que la digitalización del contenido y el avanzado software social, en muchas ocasiones basado
en códigos libres que se pueden descargar de forma gratuita, permite el reformateo de casi todos
los contenidos en prácticamente cualquier formato, que se distribuye mediante redes
inalámbricas cada vez con mayor frecuencia. Y de contenido autogenerado, de emisión
autodirigida y de recepción autoselectiva por medio de muchos que se comunican con muchos. En
efecto, nos encontramos en un nuevo ámbito de comunicación y, en última instancia, en un nuevo
medio, cuyo eje principal está compuesto por redes informáticas, cuyo lenguaje es digital y cuyos
remitentes están distribuidos por todo el mundo y son globalmente interactivos. En verdad, el
medio, incluso un medio tan revolucionario como este, no determina el contenido y el efecto de
sus mensajes. Pero hace posible la diversidad ilimitada y el origen en gran medida autónomo de la
mayoría de los flujos de comunicación que construyen y reconstruyen a cada segundo la
producción global y local de significado en la opinión pública.

Si el artículo ha sido de su interés, no deje de leer la segunda parte que publicaremos


próximamente.
Referencias

[1] De esta manera, Hallin (1986), en su clásico estudio de la opinión pública respecto a la guerra
de Vietnam, argumentó que la inmensa mayoría de los medios de comunicación norteamericanos
carecieron en gran medida de sentido crítico respecto al esfuerzo bélico hasta después de
producirse la Ofensiva del Tet de 1968 y que esto a su vez estaba «íntimamente relacionado con la
unidad y la claridad del propio gobierno, además del grado de consenso de la sociedad en
general» (pág. 213) En la misma línea, Mermin (1997) desmitifica la idea de que los medios de
comunicación indujeran la decisión del gobierno estadounidense de intervenir en Somalia
demostrando que, aunque los periodistas finalmente tomaron la decisión de cubrir la crisis, esa
cobertura mediática clave en las cadenas de televisión se produjo después y no antes de que los
directivos clave de Washington (pág. 392) prestaran atención al tema. Véase también Entman
(2003), que ofrece pruebas de una teoría de "activación en cascada", en la cual las estructuras
mediáticas activan las decisiones políticas de elite y viceversa.

[2] El Pew Research Center (2006a) documenta el hecho de que la televisión continúa siendo la
fuente dominante de noticias en América. De hecho, el aumento del número de personas que se
conecta a Internet en busca de noticias ha frenado considerablemente desde el año 2000. La
investigación desarrollada en 2006 puso de manifiesto que el 57 por ciento había accedido a la
televisión el día anterior (comparad o con el 56 por ciento en 2000 y el 60 por ciento en 2004) para
ver las noticias por comparación con el 23 por ciento que había accedido a Internet (comparado
con el 24 por ciento en 2004). Aun más, la gente no sólo tendía a acceder a la televisión con mayor
frecuencia en busca de noticias e información, sino que pasaba más tiempo consumiéndolas.Tan
sólo el 9 por ciento de los que accedían a las noticias a través de Internet pasaban media hora o
más conectados mirando las noticias (Pew Research Center, 2006a, pág. 2). Naturalmente los
nuevos patrones de consumo varían con la edad esta diferencia de comportamiento tiene
importantes connotaciones en el papel de Internet respecto a la televisión en el futuro: el 30 por
ciento de los jovenes entre 18-24 años lee regularmente las noticias en la Red (aumenta un uno
por ciento desde 2000) comparado con el 42 por ciento de los jóvenes de 25-29 años (aumenta un
11 por ciento desde 2000), el 47 por ciento de los de 30-34 años (aumenta un 17 por ciento desde
2000), el 37 por ciento de los de 35-49 años (aumenta un 12 por ciento desde 2000) y el 31 por
ciento de los de 50-64 (aumenta un 12 por ciento desde 2000) (Ibid.). Sin embargo, parece existir
un mayor aumento entre la gente que accede a Internet en busca de las noticias durante las
campañas electorales (pese a todo, alrededor de un 20 por ciento). Un estudio postelectoral de
ámbito nacional elaborado por el Pew Internet & American Life Project muestra que la población
estadounidense que consumió noticias políticas a través de la Red creció de forma dramática, del
18 por ciento en 2000 al 29 por ciento en 2004. También se produjo un espectacular aumento del
número de personas que citaba Internet como una de sus fuentes más importantes de noticias
durante la campaña presidencial: el 11 por ciento de los votantes registrados afirmó que Internet
era una fuente esencial de noticias políticas en 2000 y el 18 por ciento en 2004 (Raine, Horrigan &
Cornfield, 2005). Sin embargo, la televisión continúa siendo la fuente principal.
[3] Hay un desacuerdo sobre si los escándalos políticos influyen directamente en el
comportamiento de los votantes. Sin embargo, en Estados Unidos, un estudio del Pew Research
Center for the People and the Press, realizado en marzo de 2006, documentó el hecho de que las
noticias sobre la corrupción influyen sobre el comportamiento de los votantes, aunque no
necesariamente sobre su orientación política. El 69 por ciento de los que afirmaron seguir la
cobertura mediática de la corrupción y el escándalo en el Congreso creía firmemente que la mayor
parte de los miembros electos deberían ser votados en las elecciones de otoño de 2006,
comparado con el 36 por ciento de aquellos que declararon seguir los medios muy poco o nada.
Esta tendencia era más pronunciada en los votantes independientes (una fuerza decisiva en la
política norteamericana): el 77 por ciento de los independientes que seguían de cerca los
escándalos mediáticos pensaban que la mayoría del Congreso debería ser rechazada por votación
en 2006 (Pew Center for the People and the Press, 2006b). Otros estudios han ilustrado que los
escándalos políticos pueden relacionarse con la confianza en el sistema en conjunto, pero no con
la forma en que los individuos votan a su representante particular. No obstante, está claro que los
escándalos políticos han alterado tanto la forma como el método de las prácticas políticas y
periodísticas (Tumber & Waisboard, 2004;Thompson, 2002; y Williams & Delli Carpini, 2004).

[4] Un sondeo GlobeScan encargado por el World Economic Forum (WEF) en 2005 revela niveles
decrecientes de confianza en todos los países evaluados, salvo en Rusia, en una amplia variedad
de instituciones (ONG, las Naciones Unidas, gobiernos nacionales, corporaciones mundiales y
nacionales). Sólo en seis de los dieciséis países sobre los que había datos disponibles, los
ciudadanos sentían más confianza que desconfianza hacia su gobierno nacional (GlobeScan/WEF
2006); según el sondeo de 2005 de Gallup International Voice of the People encargado también
por el WEF, el 61 por ciento de la gente encuestada consideraba deshonestos a los políticos
(Gallup/WEF, 2006); según el último sondeo del Eurobarómetro, tan sólo el 33 por ciento de los
europeos encuestados confiaban en su gobierno nacional y el 39 por ciento confiaban en el
parlamento (2006, pág. 25). Y la confianza en las instituciones de la Unión Europea continúa
disminuyendo a todos los niveles (Eurobarómetro, 2006, pág. 72); según el Pew Research Center
for the People and the Press, el 65 por ciento de los americanos dice confiar en el gobierno sólo a
veces o nunca (2006b, pág. 11); el último Barómetro Latino muestra una ligera disminución en la
confianza entre 2002-05. Sin embargo, hay una clara ruptura entre la confianza en las instituciones
gubernamentales y la confianza en las elites. La confianza en el gobierno es generalmente más alta
en conjunto, pero la confianza en las elites ha aumentado levemente, mientras que la confianza en
el gobierno también ha bajado ligeramente. Por ejemplo, tras el escándalo Lula, la confianza en las
instituciones gubernamentales descendió de un 20 por ciento a un 47 por ciento, pero conservó el
apoyo de más de la mitad de la población (Latinobarometro, 2005, pág.10).Véanse también:
Dalton (2004), Dalton (2005) e Ingleheart y Catterberg (2002) para un análisis de los datos del
World Values Survey sobre los niveles de confianza en el gobierno.
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Autor: Manuel Castells. Universitat Oberta de Catalunya.

«Artículo publicado en la revista Telos nº 74. Enero-Marzo de 2008»

FUENTE: Fundación Telefónica

[En línea]
http://sociedadinformacion.fundacion.telefonica.com/DYC/SHI/seccion=11
88&idioma=es_ES&id=2009100116310137&activo=4.do?elem=6844

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