U4-6-Gernet - El Mundo Chino (Seleccion)
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EL MUNDO CHINO
Traducción castellana de
Dolors FoIch
CRÍTICA
BARCELONA
El principio de los años terribles
La guerra sinojaponesa de 1894 abre una nueva etapa en la desintegración
politica, social y económica del mundo chino: las consecuencias de la derrota son
tan graves en todos los campos que se puede considerar que a partir de esta épo-
ca China deja de ser dueña de su destino. Lafíota de guerra que ésta había inten-
tado formar en condiciones difíciles es aniquilada. Se le impone una indemniza-
ción de guerra de 200 millones de Iíang -tres veces los ingresos anuales del
gobierno ímperial-:-, y aún se le añaden 30 millones de liang que le permitirán
conservar unos cuantos años más la península de Liaodong. Las ambiciones terri-
toriales del Japón. que se anexiona Taiwan y las islas Penghu (Pescadores] y
obtiene una posición dominante en el noreste (Manchuria), incitan a las potencias
occidentales a anextonarse a su vez partes del territorio chino y a repartirse Chi-
na en «esferas de infíuencia», especie de cotos de caza en que explotar las rique-
zas del viejo imperio.
Alemania se apodera en 1897 de la región de Qingdao y Jiaozhou, en el sures-
te del Shandong, Gran Bretaña de la de Weihai (Welhaiwei) y del extremo orien-
tal de la península del Shandong en 1898, Rusia de la parte meridional de la
península del Liaodong (región de Dalian -Dairén en pronunciaciónjaponesa-
y de Liishun, que los occidentales rebautizan con el nombre de Port Arthur). Fran-
cia, cuyas ambiciones se centran en la China del suroeste, sigue su ejemplo en
1899 arrancando la región de Zhanjiang (Gw:mgzhouwan) al Guangdong occi-
dental.
Pero además. en los años que siguen al tratado de Shimonoseki. es imposible
seguir impidiendo lo que Li Hongzhang, personalidad política respetada por sus
interlocutores extranjeros, había intentado evitar a toda costa: las industrias ex-
tranjeras se instalan en la misma China en los puertos abiertos y en los nuevos
«territorios arrendados». La sujeción económica de China a las naciones extran-
jeras aumenta bruscamente. La invasión de capitales extranjeros, el auge de las
empresas bancarias, fábricas, manufacturas y minas administradas por las com-
pañías occidentales y japonesas en las ciudades y regiones ocupadas se aprove-
chan de una mano'de obra miserable a bajísimo precio.
530 EL MUI"DO CHINO
del mundo campesino en los últimos años del siglo ax. Reaparecen las sociedades
secretas (Sociedad de los Hermanos Mayores, Gelaohui Sociedad del Gran Sable,
Dadaohui). Las hambres e inundaciones que asuelan el Shandong a partir de
1898 provocan el auge de una de las ramas de la antigua sociedad del Loto Blan-
co. Es el movimiento de Jos Yihequan, que practican el boxeo chino como método
de entrenamiento físico y moral ya/os que por esta razón los occidentales cono-
cen con el nombre de boxers (boxeadores). Violentamente xenófobos, los hóxer"
están fanatizados por su fe en unas prácticas mágicas que tienen la reputación de
hacerles invulnerables. Atacan tosferrocarriles, las fábricas. las tiendas que ven-
den productos importados y a los chinos convertidos y a los misioneros. Expul-
sados del Shandong por la enérgica acción de Yuan Shikai, a principios de 1900,
la sublevación alcanza el Shanxi y el Hebeí. La presencia de los insurgentes en la
región TIanjin-Pekin-Baoding, donde abundan los extranjeros, precipita los acon-
tecimientos: las amenazas que pesan sobre sus propios ciudadanos hacen inter-
venir a las potencias extranjeras. Los partidarios de apoyar a los bóxers ganan
entonces en la corte de Pekín y se declara la guerra oficial del imperio de los Qing
a las naciones occidentales. Pero los principales responsables de la política chi-
na en las provincias, preocupados por conservar intactos sus poderes regionales
y no viendo seguramente en el apoyo proporcionado por la corte a los bóxers má.~
que un acto de desesperación, se quedan al margen del conflicto. Entre junio y
agosto de 1900, las tropas aliadas reconquistan Tianjin y marchan sobre Pekín. El
emperador y la emperatriz Cíxi (que no volverá a la capital hasta el 6 de enero de
1902) huyen a Xi 'an. en el Shaanxi. Pekín es saqueada y las tropas alemanas or-
ganizan expediciones punitivas hacia las ciudades de la China del norte. El pro-
tocolo firmado en Pekín en 1901 impone a China una formidable indemnización
de guerra de 450 millones de dólares de plata, la prohibición de toda actividad
hostil a los extranjeros, el cese de las importaciones de armas, el desmantela-
miento de los fuertes de Daga, el control por parte de las tropas extranjeras del
ferrocarril Tíanjín-Pekin. la ejecución de altos dignatarios y el envío de embaja-
das expiatorias al extranjero.
El asunto de los bóxers, que marca un nuevo progreso en la sujeción de China
a los extranjeros, había supuesto para Rusia la ocasión de ocupar Manchuria: la
instalación de los rusos en el noreste acabará provocando el conflicto rusojapo-
nés de 1904-1905, en el transcurso del cual los ejércitos del zar serán aplastados
por la nueva potencia militar del Japón.
Capítulo XXIX
LA DISGREGACIÓN DE LA ECONOMÍA
Y DE LA SOCIEDAD
CUADRO 25. Indemnizadones de guerra impuestas 11 China por las naciones extranjeras
las variaciones del mercado mundial y, por tanto, mucho más vulnerable. La arte-
sanía y la agricultura se adaptan a la demanda exterior desarrollando nuevos cul-
tivos, en detrimento de los alimentarios, o nuevos tipos de trabajo a destajo (como
el del tejido de hilados de algodón importados). De ahí, en algunos sectores, los
períodos de prosperidad seguidos de recesiones brutales. Las importaciones de
hilados de algodón, que en los años 1870-1880 habian pasado de 33.000 a 387.000
piculs (60,5 kg aprox.), se reducen a continuación a tenor de las importaciones
masivas de tejidos de algodón a bajo precio. La artesanía china del algodón se
arruina por la invasión de los textiles europeos y, sobre todo, ingleses en 1893-
1899, Y por la de los algodones norteamericanos en 1899-1900. Las importacio-
nes de algodones alcanzarían su cifra máxima en 1920, paro retroceder después
debido a la miseria. Las exportaciones de té habían aumentado rápidamente entre
1830 y 1880, pasando de 30 millones de libras de peso a 150 millones. Pero debi-
do a la plantación de arbustos de té en la India, Ceilán y Japón, y a su orientación
allí hacia técnicas de producción industrial, el precio del té baja a partir de 1880.
Siete años más tarde, las 8/10 partes de las colinas chinas con bancales de té son
ya tierras yermas: es la ruina de todo un sector, hasta entonces próspero, de la eco-
nomía china. Una evolución análoga afecta a la producción de sedas: aunque las
exportaciones de seda acusaron una neta recuperación en 1885-1887, no tardaron
en sufrir la competencia de las sedas producidas en Japón, Lyon e Italia.
CHTNA. CRUCIFICADA 537
La alienación económica
A raiz del tratado de Shimonosekt, que abre las puertas de China a las nacio-
nes extranjeras, se produce una afluencia de capitales occidentales en los puertos
abiertos y en los territorios arrendados: de hecho, las compañías extranjeras espe-
ran tanto aprovecharse de una mano de obra miserable y barata como encontrar
mejores condiciones para colocar sus productos. Según algunas estimaciones, los
capitales extranjeros en China habrían pasado de 787 millones de dólares en 1896
a 1.610 millones en 1914. En 1890 había 499 empresas extranjeras en tierra chi-
na: en 1923 había 6.865.
La economía china parece revigorizada por esta aportación de plata y este de-
sarrollo industrial. Las ciudades en que se han establecido los extranjeros se en-
cuentran en plena expansión: Shanghai sobre todo, pero también Tianjin, Qing-
dao, Wuhan, Hong Kong ... Las lluevas industrias proporcionan trabajo a un gran
número de personas sin recursos, devuelven la vida a los campos circundantes; la
gran ciudad es un medio favorable para el desarrollo de un sinfín de pequeños ofi-
cios y transacciones. Pero se trata de una prosperidad artificial y engañosa. Como
consecuencia de la implantación de capitales extranjeros se agrava el desequilibrio
entre los centros industrializados situados en las costas y un inmenso interior del
país en que las condiciones de vida no dejan de deteriorarse. Aunque los 300.000
extranjeros que residen en China hacia 1920 gasten allí una parte de sus ingresos,
eso no quita que la mayoría de sus beneficios sea repatriado por las compañías
extranjeras. Se trata de una nueva punción sobre las escuálídas riquezas de China.
Para terminar, la implantación de capitales occidentales y japoneses aumenta la
sujeción de la economia china al extranjero.
En torno a 1920 toda la economía china está bajo la dependencia de los gran-
des bancos extranjeros establecidos en Shanghai, Hong Kong, Qingdao y Hankou,
así como de potentes compañías como la Kailan Míning Association, de capital
japonés. Las aduanas, la administración de sal y correos están gestionadas por
extranjeros que se quedan con todos los beneficios. Las flotas de guerra y mero
cantes occidentales y japoneses están por todas partes, en los puertos, en las cos-
tas, en la red fluvial del Yangzi. Excepto algunas empresas chinas que consiguen
con gran díficultad luchar contra la competencia a que están sometidas, todo el
sector moderno de la industria (tejidos, manufacturas de tabaco, ferrocarriles,
marina, fábricas de cemento, fábricas de jabón, molinos y, en las ciudades, distri-
bución del gas, del agua, de la electricidad y transporte público) está controlado
por las compañías extranjeras. El capital bancario, industrial y comercial chino es
muy inferior a los capitales ingleses, norteamericanos, rusos, japoneses y france-
ses invertidos en China. Los grandes bancos occidentales de Shanghai controlan
lo esencial de los ingresos chínos: las aduanas marítimas y la gabela. Y además, re-
cíben todos los capítales prívados que busean el refugio seguro que los bancos chi-
nos no pueden darles.
Sometidas a una competencia extrema, las empresas chinas sólo tuvieron una
mejoría relativa durante la primera guerra mundíal. Las ímportacíones inglesas
disminuyen en un 51,5 por ciento y las de Francia en un 29,6 por ciento entre 1913
y 1918, las de Alemania se interrumpen totalmente en 1917 después que China en-
trara en guerra contra Alemania. La posición del Japón, único país que mantiene
538 EL MUNDO CHINO
sus progresos en este período, se ve comprometida por los numerosos boicots a los
productos japoneses. El número de husos chinos aumenta en un 125 por ciento
entre 1914 y 1921. La mejora relativa de la economía china se traduce en 1918-
1919 en un relanzamiento de los negocios y en el alza del valor del dólar de plata
chino. Pero la tregua dura poco: la competencia se pone en marcha de nuevo des-
pués de 1919 y provoca la quiebra de numerosas empresas chinas. Los husos japo-
neses que en 1913 eran 111.926 y, en 1922, 621.828, pasan a ser 1.268.176 tres
años más tarde.
El caso de los textiles, que representan uno de los sectores económicos más
importantes, es particularmente instructivo. Mientras que los empresarios chinos
tienen todo tipo de problemas para encontrar fondos en un mercado extremada-
mente restringido, las industrias japonesas disponen de capitales abundantes que
obtienen a un interés del3 por ciento, notablemente inferior al 10 por ciento de los
bancos chinos. Además, gracias a un acuerdo con las compañías de navegación,
las empresas textiles japonesas pagan un 30 por ciento menos por el transporte de
algodón en bruto procedente de la India. Finalmente, sus productos están exentos
en China de la pesada tasa de tránsito -el lijin- que grava todos los produc-
tos chinos. Las mayores facilidades bancarias, la menor tasa de interés, las exen-
ciones fiscales y el menor peso de las cargas, la mejor organización, todo contri-
buye a explicar la diferencia en los costes de fabricación: los algodones chinos
salen un 114 por ciento más caros que los algodones fabricados en China por em-
presas Japonesas.
China, que habia sido una gran exportadora de productos acabados en el si-
glo XVIII, había seguido siendo durante algún tiempo el país de los algodones finos
y, hasta hacia 1880, el de las sedas y el té. A partir de finales del siglo XIX comen-
zó a importar no ya sólo aceros, máquinas, materiales de ferrocarril, annas..., sino
también productos de consumo corriente. Limitados primero a los mercados urba-
nos, los algodones norteamericanos e ingleses importados en masa en los últimos
años del siglo XIX acaban introduciéndose en todos los rincones del campo. Se im-
porta incluso el aceite de alumbrado: la pequeña artesanía china de aceite de tong
no resiste a las importaciones de queroseno que llegan ya a 7.309.000 hectolitros
en 1910 y que alcanzan 9.761.000 hectolitros en 1923. Pero este inmenso país, en
el que las masas rurales, constreñidas en una economía de subsistencia sumamen-
te estricta, sufren de subalimentación endémica, debe incluso importar parte de su
alimentación del exterior: azúcar, arroz, harina. Las grandes hambres la obligan a
compras masivas: en 1920, China compra arroz a Asia del sureste por valor de
5,3 millones de dólares de plata, operación que repite de nuevo en 1922 por la
enorme suma de 80 millones.
Las naciones occidentales tardaron mucho en darse cuenta de su error: China
no era la fuente inagotable de riquezas, el nuevo El Dorado que imaginaban en
tomo a 1840 y que de hecho hubiera podido ser si su economía se hubiera de-
sarrollado. En 1919, la totalidad de sus intercambios comerciales con el imperio
chino no superan los 50 millones de libras esterlinas, o sea, mucho menos que el
comercio exterior de los países pequeños. El empobrecimiento de China es la cau-
sa fundamental de la debilidad de estos intercambios. Pero en cuanto la economía
china se arruine entre los últimos años del siglo XIX y el principio de la primera
guerra mundial, las naciones occidentales empezarán a desinteresarse de China.
Clll"lA, CRUCIFICADA 539
Calamidades naturales
A medida que nos acercamos al final del siglo XIX, China parece convertirse en
juguete de un destino sobre el que ha perdido todo contro!. Es una conjura uni-
versal de los hombres y los elementos. La China de los años 1850-1950, la de las
insurrecciones más formidables de la historia, de los barcos de cañones extranje-
ros, de las invasiones y de las guerras civiles, es también la de los grandes cataclis-
mos naturales. Sin duda, nunca en la historia del mundo ha habido un número de
víctimas tan elevado.
Si, de mediados del siglo XVII a mediados del xvm, China había conocido po-
cas hambres e inundaciones, las calamidades naturales se multiplican, en cambio,
a partir de la primera mitad del siglo XIX, alcanzan illla amplitud sin precedentes.
y es que la densidad de poblamiento en las grandes regiones agrícolas, el descen-
so general del nivel dc vida, y la imprevisión e incapacidad de una administración
corrupta, se conjugan para transformar los menores imprevistos climáticos en ca-
tástrofes. La falta de reservas, la mala organización de los socorros y las dificul-
tades de transporte explican la gravedad de las hambres provocadas por las sequías
en China del norte. La mala conservación de los diques y la elevación dellecho de
los ríos son las causas de las grandes inundaciones de los años 1850-1950. En
efecto, el hambre y la miseria incitaron a una masa considerable de campesmos
pobres a cultivar las tierras altas y a extender especialmente las plantaciones de
maíz. Pero la deforestación intensiva del siglo XIX provoca la erosión de los sue-
los, y los aluviones resultantes elevan el lecho de los TÍos. Los diques, mal con-
servados, no bastan para contener la masa de las aguas cuando llegan las grandes
crecidas. Esta concatenación de causas, la primera de las cuales es el hambre de
tierras de los campesinos chinos a partir de la primera mitad del siglo XIX, fue
comprendida por el historiador Lin Zcxu (1785-1850), el geógrafo Wei Yuan
(1794-1856) y el experto en hidrografía Wang Shiduo (1802-1889). Este es el ori-
gen de las terribles inundaciones que afectan no sólo la cuenca inferior del río
Amarillo sino, con mayor frecuencia que otras veces, el bajo valle del río Han y el
curso inferior del Yangzi. Estas inundaciones de efectos inmediatos, mortíferos y
destructores, generan también epidemias. El río Amarillo rompe sus diques al oeste
de Kaifeng en 1855 y desplaza su curso de la región del río Huai a la de Jinan. En
1938 se labrará un nuevo lecho en el norte del Anhui que abandonará en 1947. Inun-
daciones muy graves se producirán en el valle inferior del Yangzi en 1931 y 1935.
Pero las grandes sequías tienen efectos todavía más terribles en la China del
norte. La de los años 1876-1879 en el Shaanxi, el Sbanxi, el Hebei, el Henan y par-
te del Shandong provoca la muerte de entre 9 y 13 millones de personas; la de los
años 1892-1894 se cobra aproximadamente un millón de víctimas. La extensión
540 EL MUNDO CIIINO
de las redes de ferrocarril hacia 1900 redujo en tiempo de paz las consecuencias
dramáticas de las grandes hambres: en 1920-1921 hay sólo medio millón de muer-
tos, aunque, en cambio, debido a las circunstancias políticas, en 1928-1931 haya
más de 3 millones en la única provincia del Shaanxi. Durante la última guerra mun-
dial, cuando, en 1942-1943, la mayor parte del territorio esté ocupado por los ejér-
citos japoneses, el hambre se cobrara cerca de 2 millones de víctimas en el Henan.
La China de los años 1919-1949 es un país desmoralizado que ha perdido toda
esperanza, un mundo en el que la piedad y la justicia carecen ya de sentido, en el
que el horror es algo cotidiano: en 1938, los ejércitos nacionalistas abren brechas en
los diques del río Amarillo para retrasar el avance de las tropas japonesas y la inun-
dación se cobra varios centenares de miles de muertos entre los campesinos chinos.
Éxodo y emigración
La China de la primera mitad del siglo xx es un país pobre, la mayoría de cuyas
técnicas de producción no han evolucionado desde principios del siglo XIX y en el
que la mayoría de la población vive al límite de sus posibilidades de subsistencia.
A una explotación desenfrenada se añaden a veces catástrofes naturales y los pi-
llajes y destrucciones a que se entregan los ejércitos nacionales o extranjeros. Sin
duda, nada de todo esto es completamente nuevo en China: hacía ya mucho que
los campesinos sufrían por las tasas usureras, los arrendamientos que se llevan
la mitad de la cosecha, las exacciones de los agentes del fisco, los desórdenes de la
naturaleza y las violencias de la soldadesca. Pero nunca sin duda se había produci-
do una tal acumulación de desgracias. Con toda certeza, tan injusto sería hacer res-
ponsables de ello a las tradiciones y al sistema social y político de China como
simplista resultaría designar como único culpable al imperialismo de las naciones
extranjeras. La concatenación de los hechos bistóricos fue la causa dc tantas des-
gracias. Era inevitable que un país que había llegado a alimentar a un número tan
grande de personas sufriera gravemente el menor desequilibrio de su economia.
La presión demográfica parece haber sido el gran problema de la China contem-
poránea.
Para los occidentales, China era, desde la época del tratado de Nanktn, una
reserva inagotable de mano de obra barata. A partir de hacia 1845 se había organi-
zado en Xiamen (Amoy), puerto del sur del Fujian, y en Shantou (Swatow), puer-
to del noreste del Guangdong, una red de exportación de culis hacia América y,
sobre todo, hacia las minas de plata de Perú y las plantaciones de caña de azúcar
de Cuba. Estas regiones de la China marítima, que en el siglo XVIII vivían de sus
actividades artesanales y que tenían ya una producción agrícola deficitaria, ha-
bían quedado especialmente tocadas por la recesión económica de mediados del
síglo XIX. Alentados por la esperanza de una vida mejor, los desgraciados eran
amontonados en barracas antes de su salida y hacinados en la bodega en con-
diciones tan terribles que muchos de ellos morían por el camino: los barcos de
carga que se dedicaban a este fructífero comercio de esclavos se conocían como
«infiernos flotantes». En 1866 el gobierno chine había presentado un proyecto de
a
542 EL MUNDO cun-o
convención que fue rechazado por las potencias occidentales. El gran awnento de
la producción de oro de los años 1850~ 1873 había dado nuevo vigor a la emigra-
ción y a partir de 1867se produjo un reclutamientomasivo de culis cantoneses con
destino a California (en chino, las «Antiguas montañas de oro», Jiujinshan), don-
de, en 1848, se habían descubierto yacimientos auríferos, y después a Australia
(las «Nuevas montañas de oro», Xinjinshan), donde se encontró oro a partir de
1851. Estas emigraciones dirigidas o espontáneas provocaron sin embargo la hos-
tilidad de los sindicatos obreros en Estados Unidos donde aumentaba el odio
racial. A partir de 1880, el gobierno norteamericano, bajo presión de los sindica-
tos, se vio obligado a suspender las inmigraciones de chinos. Cinco años más tar-
de, en 1885, los motines de Rock Springs (Wyoming) ocasionan 29 muertos entre
los mineros chinos. China formula una nueva y vana protesta contra los malos tra-
tos de que son víctimas sus ciudadanos. El trato infligido a los inmigrantes chinos
en Estados Unidos y la prohibición de toda emigración provocan en China en 1905
un amplio movimiento de boicot a los productos norteamericanos. Es en este año
cuando se publica una novela china que describe la vida miserable de los culis en
los estados del sur de Estados Unidos (La Sociedad de la miseria, Kushehui).
Las emigraciones hacia América y Australia se reducen, pues, a principios del
siglo xx. El único hecho notable en la historia de la emigración china a los países
occidentales en el siglo xx es el envío en 1917-1918 de 140.000 trabajadores chi-
nos a Francia. Venian para ayudar al esfuerzo de guerra y después regresaron a su
país. Junto con la instalación de los campesinos chinos del Shandong y del valle
inferior del río Amarillo en el noreste, donde la población pasa de 15 millones en
1910 a 44 millones en 1940, el gran movimiento de éxodo de los cantoneses, hak-
ka y del Fujian, hacia las colonias francesas, británicas y holandesas de Asia del
sureste constituye el fenómeno demográfico más importante de la historia de Chi-
na en la primera mitad del siglo xx. La población china de Singapur pasó de
54,000 habitantes en 1866 a 224.000 en 1911; la de la Indonesia neerlandesa
de 175.000 a 295.000 en las mismas fechas. Pero fue durante la primera mitad del
siglo xx cuando se amplificó la corriente de emigración hacia Asia del sureste.
El awnento general es del 50 al 60 por ciento entre 1900 y 1930. Esta nueva
afluencia sumerge la antigua colonización china y es entonces cuando Singapur,
Malaea, Penang, Cholon (fundada por exilados en la época de la emigración man-
chú) se convierten en ciudades casi completamente chinas, y cuando la peninsula
malaya se puebla casi en su mitad por antiguos campesinos y eulis del Guangdong
y del Pujian, gentes de Chaozhou, Amoy, Fuzhou, Cantón o las comunidades hak-
ka de la China del sur.
Atraídos por la actividad económica suscitada por la expansión del sistema
colonial y capitalista en Asia del sureste, estos inmigrantes se integran allí y
desempeñan un papel de intermediarios. Se les encuentra en las minas de estaño,
en las plantaciones de caucho, de té, de piñas, en los campos de arroz, en la jardi-
nería, la farmacia, la construcción, los bancos. La inmensa mayoría se tienen que
conformar con pequeños oficios: pequeños comerciantes y artesanos, agricultores
y obreros dc las plantacioncs.. . Pero, más activos y emprendedores que las po-
blaciones en medio de las que viven, algunos llegan a 1abrarse grandes fortunas:
podríamos citar a un gran número de hombres de negocios chinos, homólogos de
los setf-made men norteamericanos de principios de siglo, que acabaron ocupan-
CHINA. CRUCIFICADA 543
, Ór-; /,,--,
.... ~~I _..:/. .
o. :»
MAPA 28. Reparto de la población china en 1925 (cada punto representa 25.000 personas).
CUADRO 26. Población china en Asia del sureste (estadísticas de 1958 según la East Eco-
nomic RevieJt', marzo de 1958)
Tailandia 3.500.000 18
Malasia 3.Ü13.ÜOO 44
Indonesia 1.598000 2
Vietnam, Lacs y Camboya 1.221.000 4
Singapur 861.000 77
Birrnania 400,000 2
Sarawak (Borneo N-O) 164.000 27
Filipinas 154.000 1
Borneo del norte 83.000
Total 10.994.000
(Las cifras dadas por V. PUfCe}] pata 1960 dan un total ligeramente superior: 11.227.000.)
conservaban a pesar de todo algunos contactos con el mundo rural. Por tradición,
sentían alguna preocupación por su bienestar. Este no es el caso de la burguesía de
negocios y de los intelectuales de los puertos abiertos: su forma de vida, el marco
de su existencia, sus ideas profundamente influidas por Occidente les separan cada
vez más del campesinado y les hacen ciegos al problema, fundamental desde todos
los puntos de vista, del campo y de la agricultura china. Todo les incita a menos-
preciar este mundo de miseria y supersticiones: para ellos representa el pasado.
¿Acaso Occidente, convertido para la mayoría en un modelo, no se les muestra
bajo los aspectos de la potencia industrial y comercial?
Pero este corte entre el campesinado del interior y los privilegiados de la Chi-
na marginal de los puertos abiertos es sólo una de las características de la China
de la primera mitad del siglo xx: podríamos decir que la sociedad china de esta
época está afectada por una especie de atomización general. «Somos como arena
dispersa» dirá Sun Wen (Sun Yat sen), el fundador de la República. Los nuevos
grupos que aparecen a tenor dc la alienación política y económica son heterogé-
neos, extraños los unos a los otros y divididos a veces en facciones enemigas. En
conjunto, tienen una visión menos amplia de la situación y una conciencia nacio-
nal menos clara que las antiguas elites chinas. Mientras los letrados funcionarios
de la vieja escuela como Zhang Zhidong (1837-1909), en el Hunan, y Zhang Jian
(1853-1926), en la región pobre de Nantong al norte del curso inferior del Yang-
zi, habían procurado luchar contra el dominio extranjero desarrollando en sus pro-
vincias la producción de acero y creando fábricas textiles y escuelas modernas, la
nueva burguesía china, surgida de los medios mercantiles carentes de cultura ge-
neral (antiguos agentes comerciales -compradores- de las grandes compañías
extranjeras o mercaderes enriquecidos por el comercio con el extranjero) sólo per-
sigue fines egoístas. Es cierto que sufre de su dependencia y de la competencia de
las firmas japonesas y occidentales y, por eso mismo, es capaz de patriotismo. Pero
ha caído en la trampa y, sin visión general de la situación, es incapaz de liberarse
del sistema de explotación colonial implantado por los extranjeros. Por otra parte,
sus actividades en nada contribuyen a liberar la economía china de su sujeción:
debido a la escasez de capitales y a la dureza de la competencia, las empresas
industriales de la burguesía china son poco numerosas. Las condiciones económi-
cas y políticas de la época incitan a orientarse hada las actividades bancarias y la
especulación.
Los hombres formados en el Japón y en los paises occidentales, más abiertos
y más sensibles a la decadencia cada vez más grave de su país, están en condicio-
nes de juzgar y comparar. Su patriotismo es más vivo y más generoso que el de la
burguesía de negocios. El sobresalto de los intelectuales y de la juventud de las
escuelas inmediatamente después de la primera guerra mundial ---el célebre
movimiento de14 de mayo de 1919- sorprendió por su violencia y amplitud. Pero
los intelectuales y los nuevos «cuadros» no escapan a la desmoralización general.
Sus condiciones de vida son extremadamente precarias (hay muchos ingenieros chi-
nos desempleados) y no les quedan más salidas que la política o la enseñanza.
Medio desarraigados, convertidos en parte en extranjeros en su propio país, viven
en un mundo en el que reina la ley de la selva: sobrevivir o hacer fortuna son los
únicos objetivos de la existencia una vez deshecha la cohesión social. Eso explica
en parte el éxito que tienen entre los intelectuales chinos algunos de los temas del
546 EL MUNDO CHINO
LA EVOLUCIÓN POLÍTICA
DE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX
LÁMINA 42. Jiang Jicshi (Chang Kai shck) en los días de la expe-
dición hacia el norte.
LA DÉCADA DE NANKÍN
LÁ\11"A 43. La China urbana e industrial de la época de Jiang Jieshi (Chang Kai shek): las
fábricas siderúrgicas de Hankou.
en la China del norte a través de una coalición dirigida por el antiguo Señor de la
Guerra del Shanxi. Van Xishan, y por el «general cristiano» Feng Yuxiang.
LÁMINA 45. Convoy de avituallamiento formado por carros de bueyes durante las campa-
ñas de cerco de la República soviética de Ruij¡n, en el Jianki (1931-1934).
contra los «bandidos comunistas", Chiang Kai-shek acepta como W1 hecho ineluc-
table la pérdida de estos territorios penetrados desde hacia tiempo por capitales
japoneses y en los que los Señores de la Guerra hacían a menudo causa común
con el Japón. De todas maneras, la adhesión de Zhang Xueliang era muy recien-
te. Y además, los ejércitos del Guomindang, en vías de formación, seguramente no
habrian resistido un enfrentamiento directo con las tropas bien entrenadas y bien
equipadas de los invasores. Un conflicto hubiese podido serlc fatal al régimen
que empezaba tan sólo a consolidarse. Pero la ocupación de estos territorios, de
extensión mayor a la de Francia, poblados por cerca de 40 millones de personas,
provistos de buenos puertos, minas de carbón y la red ferroviaria más densa de
toda Asia Oriental, aumentaría muy sensiblemente la potencia económica del
Japón. Le aseguraba una formidable base estratégica para su conquista de China
y obligaría al gobierno nacionalista a pactar y a retroceder ante los progresos de
la invasión japonesa en la China del norte.
Tanto por la amenaza que constituía para el régimen dc Chiang Kai-shek como
por las consecuencias que tendría sobre la vida política china, la invasión de Man-
churia por las tropas japonesas merece ser considerada como el acontecimiento
más importante de este período de la historia de China.
Llevado por la lógica misma de las cosas a confirmar sus opciones reacciona-
rias, el régimen nacionalista favorecería con sus ataques contra liberales y revolu-
cionarios el éxito de las tendencias más radicales. Es un hecho notable que a la
gran diversidad de corrientes políticas e intelectuales que se habían manifestado
CHINA, CRUCIFICADA 563
La época de Chongqing
El gobierno del Guomindang se repliega hacia Hankou a finales de 1937 y, des-
pués, de Hankou a Chongqing, en el lejano Sichuan, más allá de las gargantas del
Yangzi, mientras los ejércitos japoneses ocupan todas las provincias situadas al
este y al norte del río Amarillo, todo el valle del Yangzi hasta el lago Dongting y
todas las grandes ciudades situadas al este de la línea Zhengzhou-Cantón. La inva-
sión y las campañas subsiguientes provocan éxodos y movimientos de pánico.
Entre finales de 1938 y mediados de 1939, la población de Chongqing, vieja ciu-
dad provincial sobre la que se ensaña la aviación japonesa, pasa de 200.000 habi-
tantes a más de un millón. Para el régimen, la ruptura es brutal: se ve privado de
repente de sus principales fuentes de ingresos, derechos de aduanas y tasas recau-
dadas en las regiones ocupadas ahora por el Japón. Se encuentra separado de la
gmn metrópolis económica de Shanghai, y de los medios económicos y financie-
ros que constituían su base política y su clientela. Es un gobierno auténticamente
emigrado en Chongqíng, en esta China del interior que le es prácticamente extra-
ña. Sólo dispone de los capitales repatriados por los bancos chinos y de la ayuda,
al principio limitada, que le aportan las naciones extranjeras: sobre todo la Unión
Soviética que ignorará hasta su victoria final a los comunistas campesinos (su
ayuda se eleva a 250 millones de dólares norteamericanos entre 1937 y 1939),
Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia. Pero el ataque japonés a Pearl Harbar, el
7 de diciembre de 1941, le asegurará a partir de esta fecha un apoyo sustancial por
parte de Estados Unidos. Sin duda, la ayuda norteamericana de más de 2.000
millones de dólares que recibirá durante la segunda guerra mundial -a los que
habrá que añadir otros 2.000 millones en los años 1945-1949- es relativamente
poco importante comparada con los 50.000 millones otorgados por Estados Uni-
dos al conjunto de las naciones en guerra contra Alemania y sus aliados, pero esta
masa de dinero representa una enorme aportación para una economia tan misera-
ble como la de la China nacionalista de Chongqing. Y, a la vez que asegura la
supervivencia del régimen, tendrá sobre él profundos efectos corruptores.
CHINA, CRUCIfiCADA 565
nes localizadas. La derrota del Japón les fue relativamente menos favorable que a
los ejércitos del Guomindang que disponían de grandes facilidades de transporte.
Incluso en el noreste, donde los comunistas se habían implantado durante la lucha
clandestina contra el ocupante japonés, las tropas nacionalistas habían podido ha-
cerse con los principales centros en el momento en que los ejércitos de la Unión
Soviética se retiraban después de haber desmontado y enviado hacia el oeste, pie-
za por pieza, las fábricas de esta zona industrial. Sin embargo, las ventajas de los
nacionalistas eran más aparentes que reales: sus líneas de comunicación son de-
masiado extensas y sus ejércitos sólo controlan las ciudades. El régimen no ha
corregido sus vicios. A medida que se prolonguen los combates y que se reafirme
la superioridad táctica de los partísanos, el régimen se verá minado por una des-
moralización cada vez más profunda, y cuando las milicias campesinas se reagru-
pen para constituir grandes ejércitos, cuya disciplina y cualidades militares per-
mitirán las primeras victorias importantes, toda la opinión pública se inclinará a
favor de los comunistas. A mediados de 1947, el Ejército Rojo toma la ofensiva en
el noreste, aislando a las fuerzas del Guomindang. En 1948 se apodera de Luo-
yang y de Kaifeng en el Henan, y, después, de Jinan en el Shandong. Pasa enton-
ces a la última fase de su ofensiva: el despliegue de importantes unidades cuyo
annamento procede íntegramente del botín de guerra y una parte de cuyos efecti-
vos está formada por desertores pasados al enemigo con armas y bagajes. Duran-
te la ofensiva de septiembre-octubre de 1948 se conquista todo el noreste y los
nacionalistas pierden 400.000 hombres, entre los que se cuenta una parte de sus
mejores tropas. La batalla decisiva se libra en el invierno de 1948-1949 en la
región de Xuzhou (norte del Jiangsu). 550.000 hombres de los ejércitos naciona-
listas quedan fuera de combate. Las tropas comunistas que habían entrado en
Pekín y en Tianjin están en Shanghai en mayo, en Cantón en octubre, en Chong-
qing en noviembre. Mientras el gobierno nacionalista se refugia en Taiwan, ell de
octubre de 1949 se proclama la República Popular de China.
Se ha dicho que el sentimiento nacional ha sido el gran motor de la historia de
la China contemporánea. A decir verdad, la fórmula es sólo válida para el último
período, el de la lucha contra el ocupante: el patriotismo chino siguió siendo una
aspiración impotente, encarnada sobre todo en la juventud de las escuelas y en los
intelectuales, mientras se veía privada del único medio que le permitiría expresar-
se: un ejército popular, independiente de los intereses extranjeros. La unión entre
los campesinos y los soldados del Ejército Rojo se forjó durante la lucha contra los
invasores japoneses, en los territorios ocupados por el Japón. De ahí le vinieron
su fuerza, sus éxitos y las muy amplias simpatías con que contó el movimiento de
liberación. Media un abismo entre la agitación política de los primeros treinta
años del siglo xx y la organización de los soviets campesinos del Jiangxi y del
período de Yan'an: el que sepam el sueño de la realidad, el desconcierto de los in-
telectuales a la búsqueda de teorías salvadoras entre el amasijo de ideas importa-
das de la seguridad de los combatientes que han recuperado el contacto con la gen·
te del campo, a la vez que la mantienen bajo control.
Capítulo XXXI
LA EVOLUCIÓN FILOSÓFICA
y LITERARIA
vés del prisma de las tradiciones autóctonas. Sin duda toda aportación puede con-
siderarse una prolongación de corrientes de pensamiento propiamente chinas.
Tres períodos que corresponden a las etapas de la historia política se discier-
nen claramente en la historia intelectual de la primera mitad del siglo xx. El pri-
mero, desde en tomo a 1900 hasta la desaparición del antiguo régimen, se carac-
teriza por un esfuerzo de adaptación acorde con las tendencias reformistas más o
menos radicales que en aquel momento alcanzan su mayor éxito. Los intelectua-
les más célebres de esta época pertenecen todavía a las antiguas clases letradas en
vías de desaparición. El segundo período, al contrario, es el del gran desconcierto
y de la irrupción de las influencias occidentales en la China de los puertos abier-
tos. Esta sorprendente efervescencia intelectual se calmará poco a poco durante el
último período, que corresponde a la dictadura de Jiang Jieshi: el individualismo
romántico, la imitación indiscriminada del Occidente burgués, cederán ante los
progresos lentos y seguros del marxismo. El arte y la literatura se pondrán al ser-
vicio de la revolución. La balanza se ha inclinado a tenor de la evolución política:
China parece haber reencontrado el camino de su cohesión moral.
SIlS artículos en la prensa, sus libelos y sus obras, galvanizar a sus compatriotas,
analizando las causas de la decadencia de China y asimilando y adaptando a la tra-
dición china las ideas nuevas de su época: evolucionismo, liberalismo, espíritu de
empresa, veneración por la ciencia... Lo que importa es forjar un hombre nuevo,
ya que el mal proviene de haberse acostumbrado a las humillaciones. Hay que
reemplazar la dulzura, la sumisión, el espíritu de tolerancia y la moral tradicional
ligadas a un tipo de civilización y a un sistema político desaparecidos y supera-
dos, por el espíritu de competición y de lucha, por el nacionalismo y la intransi-
gencia, cualidades todas de las que dan pruebas Japón y las naciones occidentales.
Volvemos a encontrar esta insistencia sobre la necesidad de un hombre nuevo
en un contemporáneo de Liang Qichao. Van Fu (1853- ]921), un natural del Fujian
que, tras recibir una educación clásica, hizo sus estudios en la escuela del arsenal
de Fuzhou, donde aprendió inglés y adquirió una formación técnica y científica.
Durante un período pasado en Gran Bretaña, en la Royal Navy, Van Fu descubrió
las obras de Darwin y de Spencer. Se interesó también por el derecho y la admi-
nistración británicos. A su regreso a China, en los últimos años del siglo XIX, se
convertiría en uno de los primeros traductores de los filósofos evolucionistas
ingleses. Su traducción de Evolution and Ethics (Tianyanlun) dc T. H. Huxlcy en
1898 le valió una fama repentina y vino seguida por toda una serie de otras tra-
ducciones entre 1900 y 1910: The Study ofSociology (Qunxue siyan) de H. Spen-
cer, Wealth ofNations (Yua'!fU) de Adam Smith, On Liberty (Qunjiquan jielun) de
Stuart Mili, L'Esprit des Lois (Fayi) de Montesquieu.
Escritas en lengua clásica y un estilo refinado, ricas en alusiones literarias y a
veces oscuras, las traducciones de Van Fu están acompañadas de comentarios per-
sonales. Tienen una influencia considerable e imponen la idea de que la selección
natural y la lucha por la vida no sólo son propias a las especies animales sino tam-
bién a las naciones. Este interés de Van Fu y de sus contemporáneos por el evolu-
cionismo darvinista y por la filosofía anglosajona tiene en efecto un trasfondo po-
lítico: aportan una justificación a la difusión de una nueva moral pública inspirada
en Occidente; el individualismo, la libertad y la democracia penetrarán poco a
poco en las costumbres y en las instituciones chinas.
No se trata de copiar a Occidente, sino de inspirarse en él y esta intención se
percibe incluso en la forma: si las traducciones de Van Fu están escritas en lengua
clásica y entremezcladas con reflexiones personales, también las primeras traduc-
ciones de obras literarias occidentales aparecerán en lengua clásica. A decir ver-
dad, se trata más de adaptaciones que de traducciones propiamente dichas. Se de-
ben a un contemporáneo de Van Fu, también natural del Fujian, llamado Lin Shu
(1852-1924). Famoso repentinamente en los últimos años del siglo XIX gracias a
una traducción de la Dama de las Camelias de Alejandro Dumas, Lin Shu, que no
conocía ninguna lengua extranjera, adaptada muy libremente, según traducciones
que se le hacían oralmente, más de 160 novelas de autores occidentales tan dispa-
res como walter Scort, Defoe, Dickens, Cervantes, Ibsen, Víctor Hugo...
Esta combinación de un contenido nuevo con formas tradicionales, caracterís-
tica de la obra de los dos principales traductores dc los primeros años del siglo xx,
se encuentra también en la producción literaria. Entre 1900 y 1910 se publican
más de 1.000 novelas. Todas ellas están relacionadas con el movimiento reformis-
ta, se inspiran en preocupaciones nacionales y buscan la crítica social y política.
570 EL MUNDO CHINO
Pero permanecen fieles a los grandes modelos de la novela china de los siglos XVIII
y XIX por su división en episodios, su multiplicidad de personajes y su realismo.
Las más célebres son las del gran letrado Liu E (1857-1909), Laoean youji (Rela-
to de viaje del maestro Can) (1902); las de Wu Woyao (Wu Jianrcn, 1866-1910),
que escribe más de treinta novelas en los años 1900-1910; Y las de Li Baojia (Li
Boyuan, 1867-1906), autor de la célebre Guanchang xiunxingji, que ataca a los
medios de funcionarios corrompidos de su época.
La invasión de Occidente
El clima político e intelectual se modifica a partir de los años 1915-1917 y es
entonces cuando aparecen los primeros signos precursores del desconcierto moral,
de la efervescencia intelectual y de la invasión de las modas y las ideas occidentales.
El fenómeno llegará a su apogeo a partir de 1919. Las causas de esta transformación
de la vida intelectual son sin duda múltiples y en parte se deben a las repercusio-
nes de la desaparición de la dinastía y de las antiguas clases letradas, a las manifes-
taciones del imperialismo japonés (ocupación de los territorios del Shandong, vein-
tiuna demandas, aumento del dominio económico japonés en China), a la decepción
que provocan las parodias de la democracia parlamentaria y la dictadura de Yuan
Shikai, que intenta una restauración y un retorno al culto de Confucio, y también
al aumento del número de estudiantes formados en el extranjero y, sobre todo, en
los paises occidentales. Pero además, en esta época parece haberse producido ante
todo un profundo corte generacional. El movimiento lo desencadenan y dirigen la
juventud de las escuelas y los estudiantes que han regresado del extranjero.
Los chinos, cada vez más numerosos, que han estudiado en el Japón, Europa y
Estados Unidos, se avergüenzan de su propio país y de sus tradiciones. En el esta-
do de decadencia en que ha caído China, los comportamientos tradicionales, las
costumbres, las letras y las artes del letrado y todo lo que queda de la antigua Chi-
na les parece una caricatura odiosa. Todo compromiso con el pasado se ha hecho
imposible: hay que romper definitivamente con todas las tradiciones chinas y, para
sacar al país de su estado de postración, despertar las conciencias y llegar a la ma-
yor cantidad posible de público.
Las primeras manifestaciones de este movimiento radical que arrastrarla a la
juventud de las escuelas y a la nueva intelligentsia más o menos occidentalizada
de los puertos abiertos ~Ias regiones del interior quedan prácticamente al margen
debido a su miseria y aislamiento-e- son la fundación de revistas y sociedades lite-
rarias. La revista más antigua y más importante la crea en Shanghai, en 1915,
Chen Duxiu (1880-1942), un antiguo becario en el Japón que será, en 1921, uno
de los fundadores del partido comunista chino. Lleva el significativo titulo de Xin-
qíngnian y el subtítulo en francés de La Nouvelle Jeunesse. El primer artículo
de Chen Duxiu es una «Llamada a la juventud», que suena como una declaración de
guerra a las tradiciones morales de China, opuestas de forma sistemática al dina-
mismo y al espíritu de empresa de Occidente. Dos años más tarde aparecen las
«Sugerencias para una reforma literaria» de unjoven chino llamado Hu Shi (1891-
1962), formado en Estados Unidos. El artículo propugna una reforma radical de
los usos literarios y preconiza el abandono de la lengua clásica en los campos en
que era tradicional usarla, la supresión de los.estereotipos y de las alusiones Ii-
CHINA, CRUCIFICADA 571
rismo alemán de Nietzsche y Schopenhauer en sus Ensayes de Jing 'an (Jing 'an
wenji) (1905). También hay que destacar la existencia de una corriente anarquista
que enlaza con las concepciones igualitaristas de las sociedades secretas. Esta
corriente se había manifestado muy pronto entre los estudiantes chinos de París
por la creación de una revista, El Nuevo Siglo (Xin Shiji) (1907-1908), uno de
cuyos fundadores es un estudiante de biología de Montpellier, Li Shizeng, nacido
en 1882, traductor de Kropotkin. El escritor Bajío, venido a París en 1922, se con-
vertirá él también en su juventud al movimiento anarquista, adoptando como nom-
bre literario la primera y última sílaba del nombre de sus escritores preferidos,
Bakunin y Kropotkin.
A la unanimidad que presidia el movimiento del 4 de mayo sucede ahora un
período de discusiones apasionadas. Se enfrentan moralistas y partidarios de una
concepción puramente científica de la sociedad. Se formulan criticas contra la
civilización mercantíl y mecanizada de Occidente. Las primeras las formula Liang
Qichao tras su regreso de Europa en 1919. Liang Shuming, nacido en 1893, las
continúa y profundiza en un estudio comparado de las civilizaciones de Oriente y
Occidente y de sus filosofias (Dongxi wenhuaji qi zhexue) en el que el autor ve
en la tradición china de adaptación de los deseos a las necesidades económicas y
sociales una forma superior de humanismo, en oposición a la exacerbación de
ambos que caracteriza según él la civilización occidental, y en oposición al exce-
so inverso que él considera tipico del mundo indio, cuyas tradiciones persiguen la
aniquilación del yo y la abolición de los deseos. Pero estas controversias académi-
cas no tardan en dejar paso a una oposición más fundamental entre revolucionarios
y universitarios puros. En 1928 Hu Shi, cuya influencia habla sido tan prepon-
derante desde J 917, ya es historia. Guo Moruo (nacido en 1892), uno de los pri-
meros en pasarse al marxismo, tomará el relevo.
Una evolución paralela se traduce en el campo literario, caracterizado también
en los años 1917-1928 por la profusión de las tendencias más diversas. El mayor
novelista de la época es Lu Xun (1881-1936), crítico, polemista y traductor de
Gogol, Plejánov, Lunacharski, Julio Verne, así como de autores japoneses, pola-
cos, húngaros... Pero junto a él hay también otros muchos escritores valiosos: Ye
Shengtao (nacido en 1892), Yu Dafu (1896-1945), Maodun (nacido en 1896),
Bajin (nacido en 1904), la novelista Dingling (nacida en 1907)... cuyas obras som-
brías y a menudo melodramáticas expresan la rebelión o la desesperación.
razones de su antinomia con las tendencias profundas del mundo chino. Sin duda,
hay muchas afinidades que explican la temprana atracción que el marxismo ejerció
en China. Por su negación de toda realidad trascendente da la impresión de coin-
cidir con una de las constantes del pensamiento chino. La teoría de los cinco es-
tadios que, a través de una dialéctica socioeconómica, conducen a la humanidad
desde el comunismo primitivo hasta el socialismo del futuro, recuerda las visio-
nes escatológicas de la «gran armonía), (datong) de la escuela del Gongyang per-
sonificada por Kang Youwei en una época no tan lejana. Evoca también algunas
concepciones históricas de los filósofos chinos del siglo XVII cuya influencia nunca
ha dejado de hacerse notar. La abolición de la propiedad privada, puesta en prác-
tica por los Taiping a mediados del siglo XIX, responde a una de las aspiracio-
nes profundas de la tradición revolucionaria china y coincide con algunas tradi-
ciones estatales más antiguas. De todas las filosofias occidentales, el marxismo es
sin duda la menos alejada de las orientaciones generales del pensamiento chino.
Además, el comunismo deja entrever una posibilidad de acción y proporciona un
modelo de organización revolucionaria análogo al de las sociedades secretas chi-
nas. La ayuda de la Unión Soviética parece confirmar estas esperanzas.
Pero el comunismo tuvo que adaptarse en China a condiciones muy particula-
res: las de un inmenso país rural, privado de su independencia económica y vícti-
ma de una terrible depauperización, las de una China medio colonizada en la que
el proletariado industrial, demasiado débil y miserable, no podía desempeñar nin-
gún papel decisivo, y también las de una lucha armada que proseguirla de forma
incesante desde 1927 hasta la victoria final de 1949, contra los ejércitos naciona-
listas antes y después de la invasiónjaponesa, y contra los ejércitos del ocupante.
Si el comunismo chino tiene ante todo un aspecto campesino, militar y patriótico,
lo debe a estas condiciones particulares.
De entrada, hubo Que sacrificar a los primeros adeptos de la nueva fe: aquellos
que, convencidos de la posibilidad de una acción obrera en los puertos abiertos,
chocaron con la coalición de la burguesía china y del capital extranjero y que, obli-
gados por las directrices dc Moscú, tuvieron que aceptar, mal que les pesara, la
alianza con sus enemigos naturales. Dos años después de la ejecución en 1927 de
Li Dazhao por el gobierno de los Señores de la Guerra de Pekín, Chen Duxiu, al
que se hacía ya responsable de la política que, muy a su pesar, le había impuesto
el Kremlin, será expulsado del partido. Fue necesario que los intelectuales de las
ciudades dejaran paso a los oscuros combatientes de las zonas rurales y que la
doctrina ortodoxa se sustituyera por la práctica cotidiana.
A partir de la subida al poder de Jiang Jieshi todo jugaría a favor de los comu-
nistas: las persecuciones de la policía del Guomindang contra los liberales, la pa-
sividad del gobierno nacionalista frente a la invasión japonesa, la lucha contra el
movimiento de resistencia encarnado por los comunistas, la corrupción y decrepi-
tud crecientes del régimen de Jiang Jieshi. A medida que pasan los años, los intc-
lectuales chinos se convierten al marxismo cada vez en mayor número. Todos se
acercan a los comunistas. Las publicaciones marxistas se multiplican entre 1935
y 1947 Y los autores más solicitados son Marx, Bngels. Lenin y Bujarin. La lite-
ratura se despoja de las influencias que debía al Occidente «burgués»: la intros-
pección, la duda, la exaltación romántica del individuo pierden su interés. Tiende
a convertirse en un-arma al servicio de la revolución y hacia esa dirección la inci-
574 EL ML'NDü CHINO
tan las iniciativas de Yan'an. Es en este contexto que Mao Zedong define en 1942
las funciones revolucionarias de la creación literaria y artística y sugiere a los
autores que se inspiren en aquello que, de las antiguas tradiciones chinas, pueda
adaptarse a las necesidades de la lucha presente.
UN NUEVO CAPÍTULO
DE LA
, HISTORIA:
LA REPUBLICA POPULAR
DE CHINA
El cuarto de siglo que empieza con la proclamación en Pekín, el 1 de octubre
de 1949, de la República Popular de China y termina con la muerte de su funda-
dor e inspirador en septiembre de 1976, probablemente será recordado por la his-
toria como un periodo excepcional. Se caracterizó por una extraordinaria agita-
ción, profundas crisis y un peligroso crecimiento de la población. Pero todavía es
demasiado pronto para decir cuál será su lugar en la historia, dado que esta histo-
ria está todavía en gestación.
La ruptura con el período anterior es evidente y no se trata ahora de negar todo
lo que distingue la China actual de la de los años 1919-1945 y, menos todavía, de
la del siglo XIX. Pero lo que a un profano le parece nuevo a veces lo es menos de lo
que éste se imagina. Hay vínculos múltiples con el pasado más reciente: la gene-
ración que vivió el decenio de Nankín y la guerra sinojaponesa habrá desapare-
cido por completo a finales del siglo xx y los principales dirigentes de los años
1950-1975 se formaron todos en los tiempos en que Jiang Jieshi (Chang Kai
shek) presidía los destinos de China. El mismo Mao Zedong, nacido en 1893,
siguió siendo hasta su muerte el hombre de los soviets del Jiangxt, de la Larga
Marcha y de Van'ano Pero también hay vínculos, sin duda más sutiles pero no
menos fuertes, con un pasado más antiguo. Las aspiraciones revolucionarias,
igualitaristas y utópicas de la tradición china parecen haber seguido inspirando a
los dirigentes de la nueva China. Por otra parte, el sentido de la organización, la
disciplina colectiva, el adoctrinamiento, las grandes obras públicas de dimensio-
nes gigantescas e incluso el paso tan sorprendente del caos y la anarquía al orden
no son cosas tan nuevas en China. En un marco sin duda completamente nuevo,
algunas tradiciones estatales y algunas tradiciones morales parecen haberse per-
petuado hasta nuestros días. Aunque las referencias sean muy distintas a las an-
teriores y el contexto internacional muy diferente, quizá con el paso del tiempo
se perciba más claramente lo que vincula la China actual a su pasado: somos
todavía demasiado sensibles a la parte anecdótica del presente, nos sentimos
incómodos por la falta de información o incluso engañados por una propaganda
omnipresente.
580 El MUNDO CHINO
por delante del desarrollo económico y de los problemas de gestión. ¿Cómo expli-
car esta prioridad de la «política» sobre la economía? La historia del partido
comunista chino no puede scrle ajena: el Ejército Rojo se implantó en el campo
predicando con el ejemplo e intentado convencer, y las asambleas rurales donde
se instruía el proceso contra los antiguos campesinos ricos proporcionaron sin
duda el modelo de lila práctica más general, destinada a promover la revolución
bajo el control del partído y a cambiar las mentalidades. Pero también hay que
reservar una parte importante al temperamento y a la influencia de Mao Zedong,
así como a algunas tendencias particulares, desde sus mismos orígenes, del parti-
do comunista chino. Desde el momento de la fundación del partido se afirmaron
unas aspiraciones utópicas que prolongan una tradición revolucionaria muy anti-
gua: la de la Gran unidad (datong) o de la Gran paz (taiping) que había inspirado
en sus inicios la rebelión de los Taiping y que a finales del siglo XIX se había plas-
mado en el Datongshu de Kang Youwei. La sociedad sin clases, unánime, en que
todo es de todos -la antítesis de la sociedad mandarinal- es un viejo mito que,
con el tiempo, ha ido tomando colores muy modernos. Estas aspiraciones reposan
en la convicción de que todo es posible y de que basta con quererlo. La fe va delan-
te del conocimiento, la opinión del partido delante de la de los expertos. Este
voluntarismo era especialmente marcado en Li Dachao: fue también uno de los
elementos fundamentales del temperamento de Mao Zedong.
Los conflictos y crisis por los que la República Popular de China ha pasado des-
de su fundación han sido producto, la mayoría de las veces, de las dificultades en-
contradas en la aplicación de directrices demasiado ambiciosas. Estas dificultades
provocaron retrocesos, variaciones de la línea «politice» y pusieron en evidencia la
divergencia dc concepciones en los más altos niveles. A los que abogaban por una
transformación rápida y radical de la sociedad no tardaron en oponerse los gesto-
res conscientes de los peligros de la improvisación y los partidarios de un ritmo
de desarrollo mejor adaptado a las fuerzas humanas. Las tendencias opuestas de-
sembocaron en luchas de facciones en el seno del partido, en las que cada cual in-
tentó explotar en provecho propio la irritación provocada en la población por el
autoritarismo y la incompetencia de los cuadros. Estos conflictos degeneraron en
una auténtica anarquía durante la Revolución Cultural, momento en que salió a
plena luz la contradicción entre la omnipotencia del aparato del partido y las aspi-
raciones revolucionarias de la juventud. Tanto en estos conflictos como cn la prác-
tica cotidiana, la utilización del vocabulario marxista es completamente libre, ya
que lo que persiguen los términos empleados es expresar un juicio moral sobre el
adversario del momento, no traducir un análisis objetivo de la sociedad.
La guerra civil, que había durado doce años, terminó muy pronto a favor de los
comunistas debido al vacío creado por el hundimiento del régimen de Chiang Kai-
shek y al unánime deseo de paz después de tantos años de sufrimientos. El Ejér-
cito Rojo contaba además con el prejuicio favorable de parte de la población y de
buen número dc intelectuales. En lugar de saquear y requisar a los campesinos
como hacían las tropas nacionalistas, los comunistas vivían en contacto estrecho
UN NUEVO CAPITULO DE lA HISTORIA: LA RE¡>ÚRUCA POPULAR D1:: CHINA 583
Aunque los cuadros comunistas tuvieron tiempo para prepararse para sus nue-
vas responsabilidades, la victoria tal vez les llegó demasiado deprisa. Su expe-
riencia se limitaba al mundo rural y a las acciones de guerrilla. En pocos meses,
se les vino encima la administración de inmensos territorios y de ciudades muy
grandes. Heredaban una China miserable que sufría tanto de uno de los niveles de
vida más bajos del mundo, como de un grave retraso industrial; la guerra civil y
extranjera había hecho estragos desde] 937 y los ánimos se habían acostumbrado
desde hacía tiempo a la injusticia y a la corrupción. Sin embargo, los nuevos diri-
gentes consiguieron eliminar muy rápidamente toda oposición e impusieron en
todas partes el orden y la disciplina; acabaron con la inflación y organizaron las
cosas de manera que cada cual tuviera cuando menos lo necesario para alimentar-
se y vestirse; volvieron a poner en marcha las fábricas y restablecieron todas las
líneas de ferrocarril. A partir de 1952 la reconstrucción está terminada. ¿Cómo
explicar esa rápida recuperación y los progresos que la siguieron hasta 1958 y que
tanto contrastan con las largas dificultades de la URSS después de 1917? Algunas
cualidades chinas -c-resistcncia en el trabajo, ingenio, sentido de ayuda mutua y
de organización-e- no son ajenas a ello, pero también cuentan la pasión y el orgu-
llo de la independencia, el patriotismo de un gran pueblo larga e injustamente des-
preciado, las esperanzas depositadas por muchos en el nuevo régimen, y. final-
mente, la entrega y disciplina de los cuadros, la firmeza y, a la vez, la prudencia
con que se hizo frente a la situación.
Teniendo en cuenta la importancia de la población (unos 600 millones de habi-
tantes hacia 1960), la revolución comunista no fue tan sangrienta como hubiese
sido de esperar. Aunque la represión de los opositores fuera implacable, todo pare-
ce indicar que el nuevo régimen tuvo cuidado en no alienar a las antiguas clases
burguesas, a las que al principio asoció a los esfuerzos de reconstrucción en
empresas semiprivadas o semipúblicas. Por otra parte, los dirigentes extendieron
a toda la China rural las medidas tomadas en las zonas controladas por el Ejérci-
to Rojo antes de la Liberación. A los campesinos, repartidos en cinco categorías a
partir del 30 de junio de 1950 (terratenientes, campesinos ricos, medios y pobres,
y obreros agrícolas), se les incitaba en todas partes a exponer las injusticias que
habían soportado por parte de propietarios y usureros, y a exigir el castigo de los
culpables en unas asambleas tumultuosas que en ocasiones terminaban en violen-
cia y ejecuciones sumarias. Pero la redistribución de la tierra, que los convertia a
todos en pequeños propietarios, parece haber sido bien acogida por la gran mayo-
ría. Esta prudencia inicial se ha subrayado a menudo y demuestra una cierta Acxi-
bilidad china. De hecho, venía impuesta por las circunstancias: la China Popular
no tardaría en orientarse hacia una imitación bastante exacta del modelo soviético.
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El modelo soviético
En 1952. las explotaciones generalmente demasiado pequeñas que habían salio
do de la reforma agraria empezaron a ser reagrupadas. A partir de ] 954 aparecen
las primeras «cooperativas de producción», equivalentes al koljós soviético. Pero,
a la vez que se generaliza progresivamente la colectivización de las tierras, se hace
un gran esfuerzo en 1955-1957 para desarrollar la industria pesada: acero, carbón,
petróleo, electricidad... Al dar una prioridad absoluta al desarrollo de la industria
pesada, China sigue el modelo de la Unión Soviética. Por otra parte, en esta épo-
ca hay en China muchos consejeros y técnicos llegados de la URSS. Se exige un
enorme esfuerzo al campesinado que se ve obligado a la vez a cambiar sus cos-
tumbres, alimentar las ciudades cuya población aumenta rápidamente debido a la
emigración rural, pagar el equipamiento vendido por la URSS y los países del Este
y suministrar productos de origen agrícola a determinadas fábricas. Pero, por pri-
mera vez en su historia, China empieza a dotarse con industrias de base, indis-
pensables para su independencia. Pero ahora no se sitúan sólo en las costas y en la
región de Shanghai, como durante el período semicolonial, sino en el interior, y
no se limitan como entonces a industrias de consumo. El esfuerzo destinado a la
extensión de la red de ferrocarriles en las provincias del interior tiene la misma
finalidad.
Sin embargo, la tensión durante los años 1955-1957 fue excesiva y en los
medios dirigentes parece abrirse paso la idea de la necesidad de relajar un tanto la
presión. De hecho, el malestar producido en el campo por la colectivización de las
tierras se tradujo en un descenso de la producción. Se decide entonces dejar más
Biao, emprende, a partir de finales de 1962, la difusión del estudio del «pensa-
miento de Mao Zcdong». En septiembre de 1962, en el X Pleno del VIII Comité
Central, empieza la contraofensiva maoista. El ejército popular de liberación y sus
héroes se presentan como modelos, mientras los militares se introducen en la ad-
ministración civil y constituyen en su seno una jerarquía paralela adicta a Mao
Zedong. Sin embargo, los «movimientos» lanzados por Mao Zedong chocan con
la resistencia pasiva del aparato del partido. Pero, a finales de 1965, Mao Zedong
orienta los ataques contra aquellos que lo habían criticado durante el Gran Salto
hacia Adelante o que habían manifestado una actitud de desacuerdo. En primer
lugar se apuntó a los intelectuales <-sobre todo Wu Han, Teng T' o y Liao Mo-
sha-, invitando a los estudiantes a denunciar las desviaciones ideológicas que se
esconden en sus obras. Este nuevo «movimiento», que hubiese podido fracasar
como los precedentes al chocar con la mala ~oluntad del partido, encuentra, al
UN NUEVO CAPITULO DC LA HISTORIA: LA REPúBLICA POPULAR DE CHINA 591
La Revolución Cultural
Inaugurada en noviembre de 1965 con ataques contra algunos escritores, y con
la posterior destitución del alcalde de Pekín, el ministro de Cultura y su adjun-
to, la Revolución Cultural no tomará realmente el aspecto de una revolución hasta
el verano de 1966. El objetivo de las críticas y campañas de denigración no son ya
ahora unos cuantos intelectuales o altos funcionarios, sino los dos principales per-
sonajes del estado y del partido: Liu Shaoqi en persona y Deng Xiaoping, el secre-
tario general del partido. En el mes de agosto de 1966, durante el XI Pleno, una
serie de maniobras hábiles permiten hacer retroceder a Liu Shaoqi, mientras Lin
Biao es proclamado delfín de Mao Zedong. Al mismo tiempo, respondiendo a la
llamada de Mao Zedong, escolares y estudiantes se constituyen por toda China en
Guardias Rojos. Con el destino de la revolución en sus manos, acosan, hostigan,
humillan y a veces atropellan a todos aquellos a quienes consideran contrarre-
volucionarios ---dirigentes locales, intelectuales o antiguos burgueses-e, confun-
diendo en su celo víctimas y beneficiarios del régimen. Durante los registros
domiciliarios incautan y destruyen libros antiguos y obras de arte. Tomando por
asalto los trenes que se han puesto a su libre disposición, millones de ellos llegan
a Pekín procedentes de toda China para ver a Mao Zedong y pasar revista ante él.
La Revolución Cultural responde a todas las aspiraciones de la juventud china: a
sus deseos de pureza y emancipación, a su necesidad de entrega y devoción a un
personaje prestigioso. Durante el verano y el otoño de 1966 es su gran fiesta, su
gran ocasión de expresarse libremente.
Pero, a finales de 1966, la anarquía se extiende por toda China. Los ataques de
los Guardias Rojos han obligado a menudo a los dirigentes locales a abandonar
sus puestos y hay muchos lugares en los que no se sabe ya quién tiene el poder. El
objetivo buscado por Mao Zedong se consigue rápidamente e incluso se supera: la
autoridad desaparece en todas partes. Abrumados por los excesos de los Guardias
Rojos, algunos constituyen grupos rivales que también se reclaman seguidores de
Mao Zedong y los enfrentamientos entre ellos se multiplican. En Shanghai, inmo-
vilizada por las huelgas entre diciembre de 1966 y enero de 1967, hay batallas en
las calles. Cuando empiezan a precisarse la amenaza de guerra civil y los riesgos
de secesión de provincias enteras, el único cuerpo que ha escapado en parte a la
descomposición general es el ejército. A él recurrirán cada vez más a menudo Mao
Zedong y Lin Biao para restablecer el orden y para instaurar una nueva adminis-
tración, a la vez civil y militar, que tomará el nombre de Comités Revolucionarios.
La tarea de recuperación del orden, que exigirá en todas partes difíciles compro-
misos, será larga: iniciada durante el verano de 1967, después del grave motin de