La Admiración y El Encuentro Con La Verdad - Genara Castillo
La Admiración y El Encuentro Con La Verdad - Genara Castillo
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Filosofía
UNIVERSIDAD DE PIURA
FACULTAD DE CIENCIAS Y HUMANIDADES
DEPARTAMENTO DE HUMANIDADES
Introducción a la Filosofía
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c. La docta ignorancia.
Según la tradición socrática, si se vive bien el momento de
la deshabituación o el de la sana ironía se da lugar a la llamada
docta ignorancia, que es tal porque todavía no ha alcanzado la
verdad y es docta porque sabe que ignora, y por tanto ya sabe
algo. En cambio, el verdaderamente ignorante es aquel que
no sabe que lo es. La docta ignorancia es un saber que no se
sabe y se expresa con la conocida máxima: "Sólo sé que nada sé".
Sin esa conciencia de que no se sabe, o de que se sabe
muy poco, es imposible el filosofar. No hay nadie que dé un paso
adelante y se ponga en movimiento en pos de algo que cree que
ya posee de modo completo. Por ello, si alguien piensa que ya
sabe cómo son las cosas, no se dispondrá a su búsqueda, ¿para
qué va a tratar de conocer las cosas, si ya sabe como son?. Por esa
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d. El descubrimiento de la verdad
Si uno afronta con sinceridad, a veces irónicamente, esa
situación de ignorancia, de insuficiencia, entonces se da paso al
segundo momento de la admiración: la búsqueda y el
descubrimiento de la verdad. Habíamos dicho antes que la verdad
es esquiva, que no se entrega fácilmente; por ello en este segundo
momento se despliega todo el esfuerzo, se empeñan todas las
energías, se afina el método necesario para medirse con aquella
realidad, se ejecutan los actos intelectuales requeridos, apostando
todo en favor del descubrimiento de la verdad, de su posesión.
Cuando por fin se ejercen los actos intelectuales que se
corresponden con la realidad y se llega a alcanzar la verdad,
entonces se produce la luz. A los intentos, a la lucha contra las
dificultades, le sigue el gozo del encuentro con la verdad. A esto
Sócrates le llamó "mayéutica": el arte de dar a luz; haciendo un
símil respecto del oficio de su madre que era partera y que
ayudaba a las madres a dar a la luz al niño.
En cierta manera ese encuentro con la verdad "marca" la
vida del sujeto, que al encontrarla se embelesa con ella, la integra
en su vida, la cual se ve, de esta manera, dichosamente
enriquecida. Con aquella luz del intelecto se "ve más y mejor" la
realidad, se la ve de un modo nuevo, distinto. Lo que se ha vivido
antes de conocer la verdad y el futuro que se abre a partir de
entonces es diferente. Si se tiene la inmensa fortuna de
encontrarse con la verdad ésta es acogida con una intensidad sólo
comparable a su búsqueda.
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4. El esplendor de la sabiduría.
Hemos visto hasta ahora que la filosofía es el amor a la
sabiduría y nos hemos detenido en apenas los comienzos del gran
camino que es la adquisición de la sabiduría: en el encuentro con
la verdad. Luego, hemos visto a grandes rasgos lo que es el saber
filosófico como un saber de la totalidad de la realidad, por sus
causas más profundas, adquirido por la luz de la razón.
Hemos señalado, así mismo, que el camino de la sabiduría
es largo y lleva a desplegar toda una actividad que arranca con la
admiración y aspira a ir paulatinamente adquiriendo la sabiduría.
Ya desde la antigüedad, se tenía nociones de la sabiduría.
Así tenemos la definición que de ella da Aristóteles en su
Metafísica. Según ésta la sabiduría es un conocimiento profundo,
que va hacia las causas: "Nosotros estimamos que en toda
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empresa los arquitectos son más sabios que los obreros manuales,
porque conocen las razones del trabajo, mientras que los últimos
trabajan sin saber lo que hacen. No es la habilidad práctica la que
hace ser más sabio, sino la comprensión y el conocimiento de las
causas" 4 .
Sin embargo, la definición formal que Aristóteles da de la
sabiduría se encuentra en el libro VI de la Ética a Nicómaco. Allí se
entiende la sabiduría como un hábito, es decir, como una
disposición del espíritu, de una virtud intelectual. Se trata de un
hábito que el hombre adquiere (los hábitos pueden ser innatos o
adquiridos por el ejercicio) en su inteligencia.
¿Y cómo se adquiere este hábito de la sabiduría? La
sabiduría es la consideración de las causas primeras. Sólo
considerando esas causas tan radicales es posible adquirir la
sabiduría. Lo específico del ser humano, lo que le diferencia de
otros vivientes, es su naturaleza racional. Según esta facultad el
hombre puede tener virtudes intelectuales, de acuerdo con los
actos intelectuales que realice. Estos actos intelectuales tienen su
correspondiente hábito o virtud.
Así, el hombre gracias al ejercicio de sus actos
intelectuales, puede adquirir las siguientes virtudes: la sabiduría,
el entendimiento, la ciencia, el arte y la prudencia. Cada una de
ellas es diferentes. Como se sabe, el intelecto humano puede ser
tanto teórico como práctico, ya que se puede aplicar a las esencias
abstractas, ideas teóricas (sabiduría teórica), o se puede aplicar a
los asuntos concretos y prácticos (sabiduría práctica).
Aquellas cinco virtudes se distribuyen, pues, en dos grupos.
Entendimiento, ciencia y sabiduría conciernen a la función teórica
del espíritu, al intelecto especulativo, como dice santo Tomás, es
decir que perfeccionan el espíritu en cuanto éste conoce
simplemente. Arte y prudencia, en cambio, conciernen a su
función práctica, al intelecto práctico, al cual perfeccionan en
cuanto que aquel dirige la actividad del hombre.
El entendimiento (como hábito, no como facultad) es el
conocimiento de los primeros principios de la demostración,
principios que son indemostrables. La ciencia es el conocimiento
de las conclusiones, de la demostración, es decir, el conocimiento
de las verdades demostradas. El arte (literalmente, la técnica) es
la aplicación de la razón a la fabricación de objetos, en pocas
palabras, es la razón aplicada sobre lo factible, por eso sigue unas
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