CMF-Daño Psíquico-Risso
CMF-Daño Psíquico-Risso
CMF-Daño Psíquico-Risso
Mayo 2003)
Daño psíquico.
1) CONCEPTO
NO. Pero si el perito, en función de la actividad requerida por el juez, y de los recursos
técnicos que posee para explorar la mente humana, encuentra elementos que puedan inte-
grar el Daño Moral, debe señalarlos al juez para que él decida si incluye o no estos hallaz-
gos en la indemnización por "Daño Moral, así como su monto. De este modo, el perito no
decide nada sobre la existencia y/o monto del "Daño Moral, pero ilustra al juez sobre la
existencia de datos verosímiles, aunque pretéritos e imprecisos, que sólo pueden obtenerse
en el examen por expertos.
IV) LOS DATOS QUE, SIN CONSTITUIR "DAÑO PSIQUICO", INTERESAN AL JUEZ
Son todos aquellos que constituyen ei llamado "sufrimiento normal". Es decir, aquellos tras-
tornos emocionales que han sido transitorios y han cursado sin dejar secuelas incapacitan-
tes.
Los sufrimientos normales, o sea los que no han dejado incapacidad psíquica residual, pero
que verosimilmente han sido padecidos, también pueden resarcirse (aunque no sea a título
de "Daño Psíquico"). Por eso, cuando el perito los detecta debe señalarlos al juez para que
los tenga en cuenta en el momento de regular el "Daño Moral. Aquí se incluyen los dolores
intensos, los temores prolongados a la invalidez, los padecimientos propios de la rehabilita-
ción, los sufrimientos por el desamparo familiar, la pérdida de autoestima por la transitoria
deserción del rol paterno, etc.
V) OTROS REASARCIMIENTOS
El lucro cesante y otras peticiones que habitualmente se incluyen en las demandas, referi-
das a lo que el sujeto perdió y/o dejó de ganar durante el tiempo de su enfermedad, NO
son cuestiones que deban ser resueltas en el dictamen pericial, aunque con frecuencia la
demanda solicita que el perito se expida al respecto. Su procedencia y monto son determi-
nados y regulados exclusivamente por el juez.
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VI) LAS DIMENSIONES QUE CONFORMAN ESTA ENTIDAD NOSOLOGICA
Estos vectores axiales permiten, con una correspondencia punto a punto, definir los si-
guientes:
VII) CRITERIOS DE INCLUSION PARA EL DAÑO PSIQUICO Fórmula Diagnóstica de los 5 ele-
mentos.
-Novedad.
Esta enfermedad psíquica debe ser novedosa en la biografía del paciente, ya sea porque
antes no estaba (inédita), o porque a causa del evento se han acentuado significativamente
los rasgos previos, de modo tal que ahora pueden ser valorados como "enfermedad" o tras-
torno" nuevo.
-Nexo.
La enfermedad psíquica que se diagnostique debe tener una relación con el trabajo o con el
accidente invocados. Nexo que puede ser directo CAUSAL (etiológico, cronológico, topográ-
fico), o indirecto CONCAUSAL (acelerar, agravar o evidenciar lo previo).
- Secuela Incapacitante.
El trastorno detectado debe ocasionar algún grado de incapacidad, minusvalía o disminu-
ción respecto de las aptitudes mentales previas.
- Irreversibilidad -Consolidación.
La incapacidad que se determine deberá ser irreversible o, al menos, estar jurídicamente
consolidada (es decir, que hayan transcurrido dos años desde su comienzo a causa del
evento que origina el juicio, en el fuero, civil, o un año en el fuero laboral).
Con esta fórmula de 5 elementos puede definirse el Daño Psíquico, desde el punto de vista
médico?legal, como sigue:
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ha ocasionado una disminución de /as aptitudes psiquicas previas (incapacidad), que tiene
carácter irreversible (cronicidad) o al menos jurídicamente consolidado (dos años).
-Aquellas enfermedades que no han aparecido ni se han agravado a causa del evento de
autos. Puede estar enfermo ahora, pero su estado actual puede no ser mas que otro mo-
mento evolutivo de su vieja enfermedad.
- También es evidente que deben ser excluidos aquellos cuadros no incapacitantes, es de-
cir, los que no han ocasionado un desmedro de las aptitudes mentales previas. Los criterios
de incapacidad que aquí se sostienen, son detallados en el siguiente apartado.
La enfermedad psíquica que el perito diagnostique debe dañar de manera perdurable una o
varias de las siguientes funciones del sujeto:
XI) COMENTARIO
El concepto de "tareas habituales" es mas útil que el de "trabajo", o de "tareas para las que
se ha especializado" toda vez que permite determinar incapacidad en personas que no rea-
lizan actividades con recompensa económica y/o en relación de dependencia (v.gr.: jubila-
dos, niños, amas de casa).
Lo mismo puede decirse de la incapacidad "para relacionarse". Las personas que no han
perdido un trabajo (porque nunca trabajó), ni la posibilidad de ingresar a un empleo (por-
que no iban a hacerlo), ni la de ganar dinero (porque nunca lo habían ganado), pueden ha-
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ber perdido la aptitud para los vínculos interpersonales (por una fealdad sobreviniente, la
inhibición, la depresión, etc.), perdiendo así una dimensión (la social) de sus facultades
yóicas.
La dificultad para "acceder al trabajo" está referida, obviamente, a sortear exámenes
preocupacionales, selecciones, ingresos, etc.
A diferencia de lo que ocurre en la medicina somática, donde los factores concausales (pre?
existentes o sobrevinientes) son mas obvios, en la medicina mental suele ser bastante difí-
cil delimitar y separar los rasgos previos del carácter, de los síntomas que constituyen el
estado actual.
Por eso, con mucha frecuencia pueden hallarse "antecedentes" del estado actual en los pa-
cientes que examinamos. O dicho de otra manera, en Psiquiatría los síntomas del estado
actual difícilmente sean por completo ajenos al carácter previo. Cada individuo res-
ponde al conflicto y al trauma con sus recursos yóicos y sus defensas, y no de otra ma-
nera.
Es algo obvio ?para nosotros, pero no para todos los que intervienen en una litis judicial?
que la enfermedad actual será de la misma serie psicopatológica que los síntomas o rasgos
anormales, del carácter previo, precisamente por aquello de que el Yo no se quiebra por
cualquier parte sino por sus planos de clivaje.
Pero esto no significa que la estructura del carcácter deba considerarse, automática-
mente, como concausa preexistente. Un individuo ha tenido siempre una personalidad pe-
simista, entonada a la amargura, la desilusión y la queja. Alguna vez pudo haber consultado
por un estado depresivo clínico. Pero ahora, luego de una importante pérdida, padece una
depresión severamente inhibitoria, con desolación, desesperanza e inercia. Debe conside-
rarse su carácter previo como una concausa preexistente?
Conviene recordar la respuesta que Freud daba a quienes le preguntaban en qué consistía
el beneficio de la terapia psicoanalítica: "convertir el sufrimiento neurótico en el infortunio
cotidiano". Es decir que el estado de bienestar Psíquico es una deseable utopía que dista
mucho de la realidad clínica. Todos sufrimos padeceres Psíquicos e inevitablemente nues-
tros padecimientos se expresan con nuestra modalidad psicopatológica, y no de otra mane-
ra.
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eventuales antecedentes psicopatológicos son irrelevantes como concausa preexistente, y
corresponderá establecer un nexo causal directo.
Una situación particularmente delicada para el perito es la de las personas definidas por los
ingleses como "personalidades sobreadaptadas" y por los franceses como "normópatas". El
rasgo mas notable de estos sujetos es el de carecer de registro mental tanto del sufrimien-
to psíquico como de la fatiga física. La consecuencia habitual de esto es que las tensiones y
angustias se descarguen por vía corporal, transformándolos en los típicos enfermos psicoso-
máticos. Pero en la entrevista psiquiátrica se presentan como sujetos escasamente afecta-
dos por lo que les ocurrió, ya sea una pérdida o una injuria narcisista (ver mas abajo).
Para coartar la llegada de sensaciones penosas al registro consciente, los normópatas o so-
breadaptados recurren habitualmente a mecanismos de defensa tempranos y masivos, so-
bre todo del tipo de la disociación y mecanismos maníacos (omnipotencia, desvalorización,
negación). La especializada labor del perito consiste, en estos casos, en determinar cuando
la ausencia de afectación corresponde a una satisfactoria elaboración del duelo por la pér-
dida o la ofensa, y cuando es una "normopatia", es decir una normalidad aparente, con-
secuencia de un reforzamiento de mecanismos de defensa patológicos.
Cuando se llega a este diagnóstico pueden predecirse con seguridad dos situaciones disva-
liosas: en primer lugar, estos mecanismos obturan el camino para la elaboración del duelo,
por lo que éste seguirá pugnando por abrirse paso hacia fa conciencia y requerirá ser sofo-
cado apelando a mis de lo mismo. En segundo lugar, será cada vez " mas picosomitica ", por
decirlo así.
Y también vemos casos en los que una persona con antecedentes psicopatológicos significa-
tivos sufre, a causa del hecho que se estudia, una pérdida irreparable y/o inelaborable:
muerte de un hijo, castración o esterilidad, parálisis en plena edad activa, etc.
Debemos aquí considerar sus antecedentes como una concausa preexistente o, por el con-
trario, debemos considerar que ante semejante trauma lo previo pierde valor concausal,
porque cualquier persona podría enfermar a causa de eso, aun sin antecedentes?. Esta últi-
ma parece ser la postura correcta, porque si una situación traumiática es inelaborable, es
en si misma generadora de enfermedad.
Si se trata de una pérdida objetal irreemplazable (padres, hijos, cónyuge), a menudo una
parte del Yo se pierde junto con el objeto muerto ("ldentificación Proyectiva", M. Klein,
"Notas sobre algunos mecanismos esquizoides", 1946), o bien e) objeto perdido se incorpora
al Yo como un introyeeto parasitario ("identificación introyectiva", ibidem/// Tambedn: Ia
sombra del objeto cae sobre el Yo", S. Freud, "Duelo y Melancolía", 1924).
Aun cuando el sujeto haya logrado preservar buena parte de sus actividades o su integra-
ción ?como se ve, por ejemplo, cuando se pierde a un hijo? la exploración de su dinámica
intrapsíquica demostrará las mas de las veces, una regresión a mecanismos de defensa ar-
caicos, rigidos y masivos (disociación, negación, omnipotencia, quizás delusión). Cuando es-
tos fracasan ?lo que ocurre casi siempre, porque estos mecanismos están destinados al fra-
caso, por impedir la adaptación? sobreviene la depresión.
Se trate de una pérdida objetal o de una afrenta narcisista -estos son los dos grandes due-
los que por lo general
observamos en los periciados- cuando la situación traumática adquiere esta magnitud lo
habitual es que el Yo del sujeto demuestre algún tipo de afectación en su plasticidad,
adaptación o vinculación.
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Del total de la incapacidad determinada, qué porcentaje corresponde atribuir al evento Da-
ñoso, y cuanto a la personalidad previa del actor? Esta pregunta constituye un punto de pe-
ricia cuando se trata de enfermedades que reconocen una concausa previa, y es frecuente
motivo de cuestionamiento.
Debe quedar claro para las partes y para el juez que, desde el punto de vista científico, es
imposible establecer estos porcentajes con total exactitud. El perito estudiará con cuida-
do la importancia de los trastornos previos, y distribuirá la carga siempre con un sentido
de orientación para el juez.
Cuando el perito determine cue el trastorno mental que presenta su examinado amerita un
tratamiento por especialistas, lo indicará al juez. El damnificado puede percibir ese monto,
como un rubro más del resarcimiento, incluso en el caso de que decida no hacer ningún
tratamiento, y cargar con el peso cle su malestar (en este caso, tendrá luego dificultades
para argumentar, en un eventual juicio de reagravación).
Del mismo modo, cuando se estipula el costo por sesión no deben consignarse ni altos hono-
rarios privados, ni la gratuidad de los hospitales públicos. Los honorarios que percibe un te-
rapeuta en alguna empresa seria de medicina prepaga (actualmente, alrededor de $25) es
un razonable promedio para la asistencia (psicoterapéutica o farmacoterapéutica).
Los dos últimos puntos (XIV y XV) marcan una diferencia con todos los demás temas. Casi no
hay demandas por Daño Psíquico que no los tengan incluidos. Pero aquí, aunque sea implíci-
tamente, no se apela tanto a la ciencia como a la experiencia del perito. Lo científico
llega hasta el momento de establecer que, por la patología que el perito ha detectado, la
persona necesita o puede beneficiarse con un tratamiento. A partir de ese momento, se
pone en juego un criterio de apreciación, tanto para la distribución de los porcentajes,
como para la duración y costos del tratamiento.
No es una mera conjetura, porque hay elementos clinicos que la convalidan, pero tampoco
es una opinión científicamente demostrable. Por ello, hacen mal los abogados al impugnar
estas apreciaciones exigiendo una acabada demostración científica de estas opiniones peri-
ciales. Pero también hacen mal los peritos que, acicateados por el cuestionamiento, tratan
de sostener su opinión con pretendidas argumentaciones "científicas" las que, siendo obvia-
mente indemostrables, conspiran contra la seriedad del dictamen.
Es preferible decirle al juez que en este punto preciso -no en los otros- lo estamos ilus-
trando de acuerdo a nuestra experiencia, y no de acuerdo a nuestra ciencia, simplemente
porque esto úItimo es imposible.
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Cuando se utiliza un criterio "amplio" para establecer el Daño Psíquico tienden a incluirse
en esta nosografía cuestiones tan imprecisas y difusas como la "aptitud para el goce", el
"disconfort", una "disminución del hedonismo", un tenue "incremento de las precauciones o
seguridades", los "recuerdos penosos", etc.
Es obvio que esto no puede ser constatado, ni aseverado, ni cuantificado con la mínima ri-
gurosidad científica exigible a un dictamen pericial. Además, al no estar tabulados en nin-
gún baremo, son elementos muy susceptibles de una valoración subjetiva por parte del pe-
rito (es decir, cuanto le molestaría al evaluador sufrir esos "disconforts"). Pero sobre todo,
estos síntomas menores casi nunca originan una desadaptación o una incapacidad.
En cambio, el sentido "estricto" del Daño Psíquico proviene de equipararlo al "Daño Fisi-
co". Tanto el cuerpo como el aparato mental están naturalmente dotados para amortiguar
las injurias y, al menos hasta cierto punto, pueden poner en marcha sus mecanismos de
restauración destinados a recuperar el "statu quo ante" al cabo de cierto tiempo. La mente
humana también posee su "fisiología reparatoria", principalmente a través del olvido y de
la elaboración.
Se sugiere que es posible -y además, conveniente- equiparar el Daño Psíquico al Daño Físico
como metodología para el dictamen medico-legal. Ambos territorios -psique y soma- aun-
que no sean isomórficos son especializaciones de la organización biológica que están do-
tados de funciones idóneas para obtener la "restitutio ad integrum", y también tienen en
común que a veces fracasan en el intento y permanecen con secuelas discapacitantes.
Cuando los jueces deben fundamentar una sentencia recolectan las pruebas conforme las
pautas que les imponen los códigos, pero al valorarlas pueden recurrir a conceptos tales
como... "el leal saber y entender"... "las reglas de la sana crftica"... 'una razonable pru-
dencia" ... "el plausible sentido común"...Naturalmente estos conceptos, que no son otra
cosa que una actitud mental y ética ante el problema a resolver, también deben estar pre-
sentes en nuestra tarea.
Pero, a diferencia de los jueces, nosotros no podernos elaborar nuestras conclusiones so-
bre estas bases. El dictamen pericial ?también en el terreno psicológico? es básicamente un
informe técnico, con apoyatura científica demostrable, conocida y de amplia (aunque no
universal) aceptación. Pese a que todos conocemos la intrínseca insuficiencia de los esque-
mas diagnósticos para dar cuenta de la complejidad humana, debemos recurrir a baremos
consensuados y nosografías consagradas, y valernos de ellos obligatoriamente.
El derecho que tienen las partes a controlar la prueba pericial nos exige diagnosticar agru-
pando los síntomas hallados en algún cuadro clínico conocido (nosografía), y luego valorar
nuestro propio diagnóstico ubicándolo en algún lugar de la tabla que estemos utilizando
(baremo). De lo contrario, el dictamen de peritos se convertiría en un dogma de fé.
Una de las razones por las que pienso que el "criterio restrictivo" es más confiable, es por-
que limita la influencia de la ideologia del perito. Tratemos de darle un valor porcentual
de incapacidad a referencias tales como: ... "cuando me acuerdo, me conmuevo" ... "hay
épocas en que no duermo bien" ... "no puedo cruzar la calle sin mirar dos o tres veces an-
tes" ... "en la cama, con mi mujer, las cosas ahora son distintas" ... etc. Si queremos incluir
estos síntomas -incomprobables, difusos, y casi siempre de etiología multideterminada- en
el rubro de Daño Psíquico, insertándolos en alguno de los cuadros clínicos que figuran en un
baremo, y otorgarles un porcentaje de incapacidad, inevitablemente estaremos poniendo
en juego nuestra ideología (o nuestra empatía, o nuestra contratransferencia), y con razon
seremos impugnados.
En cambio, la forma de dictaminar que aquí se sugiere habrá de darle mayor credibilidad a
nuestros dictámenes, por una vía doble:
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nóstico, otorgamiento de incapacidad y graduación de esa incapacidad (además de permi-
tirnos sostener nuestras conclusiones con menos refutabilidad).
b) Todo aquello que no sea estrictamente incapacitante no tiene por qué quedar afuera
de la indemnizac!ón. Será indemnizado, pero no como Daño Psíquico, sino como Daño Mo-
ral, si es que así lo considera el juez a partir de nuestro aporte. Será una indemnización no
sujeta a tabulaciones, porcentajes ni baremos, sino sujeta a las reglas ... "de la sana crítica
y la razonable prudencia" ...