Metodología Programa de Memoria Cultural

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METODOLOGÍA PROYECTO DE MEMORIA

CULTURAL

EQUIPO DE MEMORIA CULTURAL

Natalia Quiceno Toro


Jacobo Cardona Echeverri
Herman Montoya Gil

SECRETARÍA DE CULTURA CIUDADANA


SUBSECRETARÍA METROCULTURA
PROGRAMA MEMORIA Y PATRIMONIO CULTURAL

MEDELLÍN 2006
Metodología Proyecto de Memoria Cultural
Secretaría de Cultura Ciudadana

El debate sobre la importancia del recuerdo y del olvido nos congrega ante un
mismo tema: La memoria. Como lo plantea Marc Auge en “Las formas del olvido”
(1998) tanto el recuerdo como el olvido son ingredientes de la memoria, esta idea
trasciende el sentido de memoria como recuerdo permanente, el pasado eternamente
presente. Para comprender la memoria es entonces necesario abordar con
equilibrio estos dos ingredientes, entendiendo su papel como posibilidad de
elaboración del pasado, no de repetición. “Es importante promover el debate y la
reflexión activa sobre [el] pasado y su sentido para el presente/futuro”. (Jelin, 2002, 16)

En este sentido es importante retomar y mantener la premisa que ha divulgado el


Programa de Memoria cultural de la Secretaría de Cultura Ciudadana sobre las
diversas temporalidades de la memoria, hecha de pasado, presente y futuro. Esta
consideración abre las puertas y horizontes de lucha política y transformación social;
comprende que la memoria es diversa y que constituye un recurso de interpretación y
reinterpretación, del pasado. En este sentido el objeto que se construye cuando
pretendemos estudiar las memorias es el análisis en el presente de “las presencias y
sentidos del pasado” (Jelin, 2002, 2), no el pasado como objeto puro y concreto,
porque como bien lo dice el historiador Gonzalo Sánchez “El pasado se vuelve
memoria cuando podemos actuar sobre él en perspectiva de futuro” (Sánchez, 2003,
25).

Al hablar de memoria, Elizabeth Jelin en su texto “Los trabajos de la Memoria” (2002),


plantea tres premisas que es importante retomar aquí:

1. Entender las memorias como procesos subjetivos, anclados en experiencias y


en marcas simbólicas y materiales.
2. Reconocer a las memorias como objeto de disputas, conflictos y luchas, lo cual
apunta a prestar atención al rol activo y productor de sentido de los
participantes en esas luchas, enmarcados en relaciones de poder.
3. “Historizar” las memorias, o sea, reconocer que existen cambios históricos en
el sentido del pasado, así como en el lugar asignado a las memorias en
diferentes sociedades, climas culturales, espacios de luchas políticas e
ideológicas. (Jelin, 2002, 2)

Desde estas tres premisas, alrededor de la construcción de la Memoria como objeto


de estudio e intervención, emergen elementos importantes como la relación entre
Memoria e historia, la relación entre lo subjetivo y lo colectivo, y la dimensión política
de la memoria. Revisemos estos tres ejes de la discusión sobre la memoria como un
primer paso que nos animará posteriormente a la reflexión sobre la metodología y las
formas como abordamos en la práctica este tema.

Si bien la relación entre Memoria e historia ha sido radicalmente opuesta por unos y
asumida como sinónimo por otros, la premisa numero tres aclara que el sentido de
estos dos componentes necesariamente se cruza en tanto ambos construyen y
transforman los sentidos de la experiencia humana en el marco de diferentes
temporalidades, el análisis que las asimila como iguales o las opone radicalmente no
permite entonces establecer las relaciones, semejanzas y diferencias que componen
esa pareja. La diferenciación entre historia y memoria propuesta por Gonzalo Sánchez
es muy útil aquí en tanto plantea una diferencia sobre todo entre los fines que
persiguen. La diferencia es expuesta entre las pretensiones objetivadoras de la historia
y, por el contrario, el carácter militante de la memoria. Dice Sánchez:

La historia tiene una pretensión objetivadora y distante frente al pasado que le


permite atenuar la exclusividad de las memorias particulares (...) La memoria, por el
contrario, tiene un sesgo militante, resalta la pluralidad de relatos, inscribe,
almacena u omite y, a diferencia de la historia, es la fuerza, la presencia viva del
pasado en el presente. La memoria requiere del apoyo de la historia pero no se
interesa tanto por el acontecimiento, la narración de los hechos o su reconstrucción
como dato fijo sino por las huellas de la experiencia vivida. (...) Lo que se olvida y
se recuerda [dice retomando a Augé] no son los hechos mismos sino la
“impresión”, el sello que han dejando en la memoria. (Sánchez, 2003, 24-25)

Este debate nos lleva a otro de los aspectos largamente discutidos en el tema de la
memoria y es su carácter subjetivo o colectivo, y aquí nuevamente debemos ubicarnos
en los matices o puntos medios que nos permitan analizar la relación entre ambos
componentes. Las huellas de la memoria hechas, como lo plantea Auge (1998), de
recuerdo y olvido emergen en el ámbito subjetivo, la memoria tiene inicialmente una
dimensión subjetiva que es trascendida en tanto se hace uso de diferentes
expresiones; diferentes lenguajes que ponen esos recuerdos y olvidos en el ámbito
colectivo porque como lo plantea Pilar Riaño “el proceso de recuperación de memoria
es un proceso dinámico que facilita el encuentro comunicativo y el reconocimiento
entre los que cuentan historias y los que las escuchan” (Riaño, 1998, 6). Este
encuentro a partir del lenguaje pone de manifiesto la dimensión social y colectiva de
las memorias. Pero si bien el lenguaje ha sido el componente por excelencia para
abordar las memorias, estas no se expresan sólo a través de éste, existen también
diferentes expresiones donde se hacen evidentes esas huellas de pasado. En
contextos como los que abordamos, donde muchas veces el silencio constituye una
posibilidad de supervivencia y la palabra se convierte en amenaza, es necesario
buscar otras formas de expresión. Es importante empezar a pensar cuales son esas
otras formas de expresión de la memoria.

La memoria siempre depende de vehículos culturales para su expresión, en ese


sentido es posible leer sus huellas no sólo en el discurso, también es importante
mirar los códigos, objetos, símbolos, ritos y lugares en los cuales la memoria esta
incorporada. En este punto es central una de las preguntas que se han venido
haciendo los investigadores alrededor de las formas y vehículos de expresión de la
memoria y es su relación con el Arte y las posibilidades que esta forma de expresión
ofrece para poner en público las memorias. El arte como lenguaje subjetivo trasciende
el contexto social e incluso los códigos del lenguaje establecido para construir o
reconstruir sentidos colectivos.

La Dimensión Política de la Memoria: Institucional – disidente

La dimensión política de la memoria pone en escena el debate entre lo hegemónico y


lo plural, propone la trascendencia de versiones oficiales que niegan otras
construcciones de la historia. El debate sobre la memoria ha contribuido a romper la
idea de que el conocimiento es ingenuo y objetivo, ha permitido visibilizar otras formas
de conocimiento, otras historias, diferentes a la oficial, hegemónica o institucional. La
memoria reconoce otros saberes, en este sentido el debate y la pregunta por la
memoria trasciende la construcción de una historia o la definición de un patrimonio
pues la memoria no es sólo patrimonio ni es exclusivamente un argumento que nos
permita visibilizar las identidades y las diversidades1, también se convierte en una
herramienta política para legitimar otras formas de conocimiento, otras formas de
planificación, de supervivencia, de vida; otras formas de construir ciudad que también
son legitimas y que han sido las construidas por aquellos que no cabían en la memoria
oficial de la ciudad prospera, pujante y desarrollada como lo es el caso de Medellín.

Elizabeth Jelin retomando a Paul Ricoeur propone una reflexión importante para
comprender la dimensión política de la memoria partiendo de la paradoja “El pasado
ya pasó, es algo de-terminado no puede ser cambiado. El futuro, por el contrario, es
abierto, incierto, indeterminado”, teniendo en cuenta esta paradoja la autora nos
aclara que si bien el pasado ya no se puede transformar “lo que puede cambiar es el
sentido de ese pasado, sujeto a reinterpretaciones ancladas en la intencionalidad y en
las expectativas hacia el futuro. Ese sentido del pasado es un sentido activo, dado por
agentes sociales que se ubican en escenarios de confrontación y de lucha frente a
otras interpretaciones, otros sentidos, o contra olvidos y silencios” (Jelin, 2002, 39).
Vuelve entonces a ser evidente, también en la dimensión política, que el aspecto
central de la memoria no es el pasado como hecho o acontecimiento sino el sentido
que en un presente/futuro le asignamos al pasado.

Es así como reconocer que “la memoria constituye un terreno plural, heterogéneo,
conflictivo, y en disputa donde confluyen diversos intereses para manipularla, recrearla
y reconstruirla” (Riaño, 1998, 2) implica posicionar la mirada desde afuera para
evidenciar que existen motivaciones e implicaciones cuando ponemos en escena las
diferentes versiones del pasado o cuando se pretende instituir una sola versión de la
historia. Al mismo tiempo la posibilidad de re-interpretar y re-significar el pasado
evidencia ese carácter militante de la memoria en tanto “la recuperación de la memoria
[…] es un proceso que puede contribuir a la reconstrucción de tejidos sociales, al
fortalecimiento de redes sociales y a la recuperación critica de procesos históricos”
(Ibid, 3). Siguiendo a Pilar Riaño, en la mirada a la memoria como herramienta, se
propone que “la clave es cómo el recordar puede permitir la elaboración creativa,
como el pasado puede utilizarse para transformar” (Ibid, 6).

En un contexto como el institucional al cual pertenece el Programa de Memoria cultural


es importante entonces analizar ese dialogo entre lo institucional y lo disidente o lo no
oficial y evidenciar como este programa, desde una mirada diferente, propone un
reconocimiento de otras historias no para alimentar una única versión oficial sino para
dilucidar formas de intervención coherentes con los contextos, donde la participación
comunitaria trascienda el espacio de una reunión e invite a reconstruir desde la mirada
local las múltiples historias que construyen una historia más plural de la ciudad.

En este sentido de herramienta política, el Programa de Memoria cumple el papel de


empoderar a las comunidades cuando les propone volver sobre sus memorias,
reconocerlas y visibilizarlas en la ciudad. Como lo plantea Jelin “la reflexión y el
1
Algunas de estas reflexiones han sido construidas en el marco del seminario temático del grupo de
investigación “Cultura, violencia y territorio” del INER Instituto de Estudios Regionales UdeA
análisis critico son herramientas que pueden y deben ser ofrecidas a los actores
sociales, especialmente a los más débiles y excluidos, ya que constituyen insumos
para su proceso de reflexión y su empoderamiento” (Jelin 2002, 3).

En este sentido es importante fortalecer lo que la metodología del programa ha


diseñado como Fase II. Haciendo una evaluación de la metodología es evidente que
la Fase I ha tenido más relevancia y resultados en los diferentes proyectos. La
reflexión seria entonces, ¿qué continuidad pueden tener los proyectos de memoria?
¿qué generan y como la municipalidad reconoce y legitima esas otras formas de
conocimiento para apoyar y emprender proyectos de futuro?, ¿de que manera en la
segunda fase se activa una movilización política?, ¿qué significa, en suma,
potencializar esa característica militante de la memoria?. Estas preguntas nos dejan
una tarea clara que se empezó a trabajar y explorar con la segunda fase del proyecto
de Moravia, es necesario fortalecer ese segundo momento de los proyectos de
memoria para lograr realmente que este sea “el momento de la concreción de los
propósitos hechos en la fase preliminar y en donde a partir de grupos de trabajo o de
los propios líderes comunitarios, se acometan las acciones acordadas, con la
determinación de responsabilidades concretas asumidas por los diferentes actores del
proceso” (Montoya, Hincapié, 1998).

También es necesario formular dentro de esa segunda fase una estrategia clara de
difusión y visibilización de los resultados tanto en la ciudad, las comunidades como en
la institucionalidad, es importante que los resultados de los proyectos de memoria
propicien o inciten a crear espacios de discusión o incidan en los existentes. Es
necesario diseñar foros con las diferentes instancias que tienen incidencia en los
contextos donde se trabaja, para que el diseño de políticas, programas e
intervenciones realmente trasciendan los diagnósticos rápidos y se apoyen de
programas como éste donde se hace una mirada más profunda a los barrios y sus
comunidades.

Para concluir sobre esta dimensión política de la memoria es importante reflexionar


sobre la explosión de la temática en el momento actual. Así, en una época donde el
tema emerge por doquier, donde su actualidad e importancia es innegable, también
es necesario hacer un alto y con Todorov cuestionar el elogio incondicional de la
memoria y analizar que también en su nombre se han cometido múltiples atrocidades,
es decir, no dejar de lado que en la legitimidad atribuida a la revisión del pasado para
pensar el presente y proyectar el futuro, también esta el riesgo de los “abusos de la
memoria”.

“Recordamos, dice Todorov, porque el pasado constituye el fondo de nuestra


identidad. Sin ella nos sentimos amenazados y paralizados. Pero también olvidamos
por necesidad. No podemos ni sabríamos recordarlo todo. Es preciso entonces
reflexionar sobre el pasado y encararlo sin caer en el culto obsesivo de la memoria”
(Blair, 2002, 14)

Proyectos de Memoria 2006

Arte y Memoria en la Comuna 13


Este proyecto tenia como objetivo principal explorar los sentidos del recuerdo y el
olvido que han configurado los habitantes de la Comuna 13 desde el arte e indagar por
los momentos, espacios y acontecimientos que hacen de la Comuna un lugar con una
identidad particular, en el que los sentidos del pasado atraviesan las realidades
actuales reactivando constantemente los proyectos de futuro.

Para acercarnos a la Memoria y el Arte, primero se planteó la importancia de acceder


a los diferentes espacios, barrios y habitantes de la Comuna con el fin de indagar por
las memorias individuales y colectivas. En el marco de esta aproximación se realizaron
recorridos por sus diferentes barrios, con la excusa de “caminar para recordar” y nos
encontramos con habitantes diversos que nos contaron sus historias, nos mostraron e
invitaron a reconocer sus territorios e incluso nos llevaron hasta sus salas, cocinas y
patios para brindarnos un refresco o invitarnos a ver su álbum familiar en medio del
recorrido. Posteriormente se realizaron una serie de tertulias o encuentros de
memoria en los diferentes Nodos2 de la Comuna, además de un encuentro con los
grupos de Hip Hop que nos permitió pensar las memorias personales, artísticas y de
Comuna desde su cultura y su perspectiva juvenil.

La mirada a la memoria desde el eje artístico, se hizo específicamente desde la


música, por tratarse de una expresión que explora nuevos lenguajes en una dinámica
de auto reconocimiento colectivo, que trasciende o desborda la palabra y la historia
narrada. Se entiende el arte, entonces, como un lenguaje que está en constante
diálogo con los elementos de la nostalgia y el recuerdo y que posibilita desde la
creación, la reactivación y proyección de las diversas memorias en el arduo proceso
de la conformación de una identidad comunitaria.

Se trato de un primer acercamiento que nos posibilite, en una segunda fase,


intercambiar experiencias con los grupos artísticos y los grupos de capacitación
artística enmarcados en el trabajo de la Red Cultural Expresarte, para consolidar
resultados donde los artistas puedan crear, a partir de los diferentes materiales e
instrumentos, recuerdos y olvidos, una obra amparada por la perspectiva de la
Memoria colectiva de la Comuna 13, producto derivado, a su vez, de la
reconfiguración constante en el devenir impetuoso de los recuerdos particulares.

Memoria y Comercio en Guayaquil: Encuentros entre lo rural y lo urbano

En Guayaquil la actividad comercial se ha perpetuado adaptándose a las


transformaciones urbanísticas y a la apertura de un nuevo comercio, allí perviven
comerciantes que iniciando “desde cero” hoy cuentan sus historias de décadas de
permanencia. A pesar de la constante circulación de gente que va y viene de trabajar,
comprar, regatear, antojarse, o rebuscarse, en Guayaquil se configuran lazos sociales
que trascienden el negocio y el dinero, relaciones sociales que atraviesan fronteras al

2
Los Nodos son una división territorial que estructura la Red Cultural para su trabajo en Red, así existen 7
nodos en toda la comuna y cada nodo agrupa aproximadamente 3 o 4 barrios así: NODO 1: El Corazón.
La Asomadera, Betania, Villa Laura, Belencito; NODO 2: Independencia 1, Independencia 2,
Independencia 3, Nuevos Conquistadores Parte Baja, Veinte de Julio; NODO 3: Nuevos Conquistadores
Parte Alta, El Salado, Eduardo Santos, Quintas de San Javier, San Michel; NODO 4: Antonio Nariño, San
Javier 1, San Javier 2, El Socorro, La Gabriela; NODO 5: Blanquizal, El Pesebre, El Paraíso, Mirador de
Calasanz, Colinas de Calasanz; NODO 6: Juan XXIII, La Quiebra, La Divisa, La Pradera Parte Alta;
NODO 7: La Pradera Parte Baja, Santa Rosa de Lima, Metropolitano, Alcázares.
interior de la ciudad, de las regiones, del país e incluso del continente, lazos sociales
invisibles para la ciudad y que hacen parte de su memoria.

El proyecto de Memoria Cultural emprendido en este sector con el acompañamiento


de la asociación de comerciantes de Guayaquil - Asoguayaquil, tiene como objetivo
abordar el Guayaquil que en medio de la mercancía configura lazos de solidaridad,
sentidos de pertenencia, oportunidades, redes comerciales, proyectos sociales y de
ciudad. Explorar las huellas de la memoria del Guayaquil de hoy que en medio de las
transformaciones continúa siendo, desde diferentes puntos de vista, ese “hervidero de
gente de todos los colores” como fue denominado alguna vez. Un lugar donde se
conjugan los valores campesinos con los citadinos.

El trabajo de esta primera fase consistió en realizar un acercamiento, desde


entrevistas y fuentes documentales, a las memorias vivas de Guayaquil. Recorrimos el
sector identificando las diferentes vocaciones comerciales y visitamos algunos de los
comerciantes más reconocidos quienes nos abrieron un amplio panorama de
preguntas, y nos permitieron reconocer las nuevas historias de Guayaquil. En la
segunda fase se pretende hacer un trabajo donde los habitantes del sector se
apropien del proyecto, potencien las narrativas sobre estas memorias y aporten su
visión de presente y futuro.

Moravia

Después de concluir la primera fase de trabajo sobre la memoria con los habitantes de
los diferentes sectores durante el 2005, queda establecido el reto de legitimar y
proyectar el tema de la cultura como un aspecto central para la transformación que
vive actualmente Moravia. Primero porque es un sector con una gran fortaleza en el
sentido de la diversidad cultural que alberga, y segundo, porque será el escenario de
la construcción del Centro de Desarrollo Cultural CDC, que abrirá las puertas de
Moravia a la ciudad y podrá consolidar este sector y este espacio como un ejemplo
para el diálogo y el encuentro entre culturas.

A sí mismo lo reconocen los habitantes de Moravia quienes en la elaboración del


diagnóstico cultural llegaron a la conclusión que la diversidad cultural existente en
Moravia es su gran fortaleza, pues a este barrio ha llegado gente de todas partes no
sólo del departamento de Antioquia, sino de toda Colombia. “Moravia es un puerto
donde hay gente que ha venido desde Riohacha hasta gente del Vichada, negros,
blancos, mestizos, de todo hay aquí”. Así, en Moravia no sólo se encuentra lo rural con
lo urbano, allí también dialogan las diversas regiones de Colombia desde el Caribe
hasta el Chocó pasando por los diferentes municipios de Antioquia.

El trabajo emprendido durante el 2006 parte de la premisa que la presencia del


Municipio de Medellín en Moravia, debe partir del reconocimiento del empeño que ha
acompañado a los habitantes de este sector para ser los protagonistas de su propio
desarrollo. En este sentido nace la idea de impulsar la conformación de una red
cultural con el objetivo de fomentar el capital social existente en el barrio en pro de que
sean ellos mismos quienes se apropien y lideren la transformación que enfrenta el
sector y el advenimiento de nuevos espacios de inclusión.
La segunda fase del proyecto en Moravia retoma el trabajo que se había iniciado
durante el 2005 en torno a tres grupos: La red cultural, el comité interinstitucional
de Moravia y el semillero artístico. El primer grupo nace de esa preocupación por el
fortalecimiento de la organización comunitaria alrededor del tema de la cultura, el
objetivo sigue siendo que esta red cultural pueda convertirse en un grupo gestor de la
actividad cultural dentro del barrio y especialmente dentro del Centro de Desarrollo
Cultural. Durante el 2006 trabajamos con un grupo de jóvenes donde se abordaron
temas como la gestión cultural, la diversidad cultural, el trabajo comunitario, el sentido
de lo comunitario y el trabajo colectivo. Estos jóvenes emprendieron un proceso de
fortalecimiento como grupo a partir del intercambio con otras experiencias
organizativas de los jóvenes en la ciudad.

Por su parte la creación del comité interinstitucional3 nació del reconocimiento de las
instituciones vecinas de Moravia que tienen diferentes ofertas culturales en el sector
con el fin de que ellos se incluyeran en este reto de fortalecer la demanda, oferta y
creación cultural dentro del barrio. En el 2006 el Comité define como su objetivo
fortalecer la convivencia ciudadana dentro del barrio y contribuir al establecimiento de
una cultura basada en el respeto a la diversidad.

Finalmente el semillero artístico nace como fruto del trabajo de capacitaciones


artísticas realizadas por la corporación cultural Nuestra Gente en las áreas de Teatro,
Música, Danza, Artes Plásticas y Fotografía y video. El objetivo aquí no fue sólo
fortalecer la creación artística sino también a través del arte contribuir a la
sensibilización en el tema del establecimiento de una cultura del respeto por el “otro”
en Moravia, el arte es aquí un vehículo para buscar la convivencia y actualizar las
memorias.

Memorias de ciudad:
Enfoque localizado de los proyectos de memoria.

“la memoria tiene un papel altamente significativo, como mecanismo cultural


para fortalecer el sentido de pertenencia a grupos o comunidades. A menudo,
especialmente en el caso de grupos oprimidos, silenciados o discriminados, la
referencia a un pasado común permite construir sentimientos de autovaloración
y mayor confianza en uno/a mismo/a y en el grupo” Jelin, 2002, 10

Si el tema de la memoria nos conduce inevitablemente a la identidad cultural, a los


sentidos de pertenencia, cabe entonces la pregunta por el carácter localizado de los
proyectos que se han venido realizando en el marco del Programa de Memoria
Cultural de la Secretaría de Cultura Ciudadana. Si bien en Medellín el barrio constituye
una unidad territorial que congrega e identifica a diferentes grupos sociales, la
delimitación de los proyectos sólo a partir de esta variable, limita el tema de la
identidad a la adscripción a un territorio especifico, más aún a un territorio delimitado
por la lógica del ordenamiento territorial.

3
Conformado por: Comfama de Aranjuez, Metro de Medellín, UPB, Museo Universidad de Antioquia, Extensión
cultural Universidad de Antioquia, Jardín Botánico, Casa Museo Pedro Nel Gómez, Terminal de Transportes del
Norte, Macroproyecto, INDER, Corporación Cultural Nuestra Gente, Escuela de Música de Moravia, Centro Colombo
Americano, Instituciones educativas de Moravia, Parroquia Nuestra señora del Consuelo, Red Cultural de Moravia,
Organizaciones culturales del barrio, Secretaría de Cultura Ciudadana.
Esta característica ha limitado la mirada a territorios culturales que no coinciden con
los límites de la división política de la ciudad. Por otro lado, esta limitando la mirada de
la pluralidad de memorias creadas alrededor de otra serie de prácticas y formas de
identificación presentes en la ciudad, tales como grupos generacionales, de género,
culturales, políticos, artísticos, etc…

Sería interesante para el Programa de Memoria trascender el enfoque territorial


pensado desde la división política de la ciudad, para pensar otras formas de
identificación presentes a través de los oficios, las agremiaciones, sectores artísticos,
etc. Dar una oportunidad a nuevos enfoques para pensar la ciudad, no implica que se
deje de lado el componente territorial, se trata más bien de sumarle otras variables a
este componente para enriquecerlo.

Igualmente, ampliar la mirada más allá de los límites de los barrios y las comunas, nos
pone también ante la tarea de fortalecer el marco teórico o de análisis de estos
proyectos. El desarrollo de los proyectos de memoria implica un trabajo intenso de
campo con las comunidades y en ocasiones el investigador se queda sin herramientas
analíticas para interpretar el volumen de información empírica. Las experiencias
abordadas durante el 2006 ponen de manifiesto algunos temas que amarrados al
marco general de la memoria podrían fortalecer el campo analítico del programa:
proyectos estratégicos, ciudad planificada vs ciudad autoconstruida, derechos
culturales - derechos sociales, convivencia-conflicto, relación estado local-
comunidades, ciudadanía, políticas culturales, entre otros.

No se trata de que los investigadores sean expertos en todas estas temáticas sino de
la necesidad de acercarse a ellas para ampliar el marco interpretativo que posibilita la
memoria. Aprehender las realidades a las que nos enfrentamos en esta ciudad llena
de contradicciones pone de manifiesto el reto de articular diferentes conceptos y
perspectivas.

A través de los enfoques que se le viene dando a los proyectos en el programa se ha


iniciado un giro en términos de reducir el campo de investigación a un espacio físico.
Se busca, no solamente indagar la memoria por la memoria, como reconstrucción del
pasado en un contexto particular, sino precisamente la construcción de sentidos
culturales a partir de ciertas temáticas y ejes centrales en los contextos donde se ha
venido trabajando. Es así como surgen relaciones como la de la memoria y el
comercio en Guayaquil que a su vez nos lleva a indagar por las relaciones entre el
campo y la ciudad y temas como la migración del oriente Antioqueño; o cruces como el
del Arte y la Memoria en la comuna 13 donde la música o expresiones juveniles como
el hip-hop crean y recrean sentidos del pasado, incluyendo el pasado doloroso de la
guerra. También se ha puesto en discusión el debate sobre la transformación de la
ciudad y la inclusión en la legalidad en el caso de Moravia donde se encuentra en
marcha la implementación de un proyecto estratégico. En este caso surge la pregunta
por el cambio y la transformación desde la memoria. Cabe anotar, también, otros
proyectos realizados en el programa como fue el caso del proyecto sobre el Forjador
Pedro Pablo Benítez.

Finalmente la reflexión sobre el carácter localizado de los proyectos apunta a lo que


García Canclini propone desde la Antropología Urbana.
El estilo de trabajo debe trascender las comunidades locales y parciales para participar
en la redefinición de las ciudades y de su lugar en las redes transnacionales. No
tenemos por qué retraernos como antropólogos en la ilusoria autonomía de los barrios,
o de las "comunidades", y callar lo que nuestra disciplina puede decir sobre la ciudad
en conjunto ¿Por qué no reinventar nuestra profesión en las megaciudades en vez de
repetir una concepción aldeana de la estructura y los procesos sociales? ¿No es
necesario para estudiar apropiadamente lo urbano, ocuparse de las nuevas formas de
identidad que se organizan en las redes comunicacionales masivas, en los ritos
multidinarios y en el acceso a los bienes urbanos que nos hacen participar en
"comunidades" internacionales de consumidores? Algunos investigadores estamos
tratando de demostrar que la antropología puede iluminar las nuevas modalidades de
multiculturalidad e interculturalidad que se generan en los intercambios migratorios
turísticos (Valene L. Smith 1989), de comunicación y consumo desterritorializados
(Renato Ortiz 1994, García Canclini 1995a, b). Dentro de las tendencias
homogenizadoras resaltadas por las investigaciones económicas y sociológicas, los
antropólogos podemos discernir cómo los grupos construyen perfiles peculiares en
distintas sociedades nacionales, y sobre todo en esos escenarios que son las grandes
4
ciudades.

El sentido de este llamado nos invita entonces no exclusivamente a salir de lo local


sino a ampliar la mirada cuando nos acercamos a ese contexto, pues allí en lo local
barrial se ponen en escena redes más amplias como ha sido evidente en el caso de
Guayaquil.

De historias de barrio a Etnografías barriales

La vida cotidiana de las personas en las comunas, barrios, sectores, grupos etc.… es
un eje central para pensar la memoria. No se trata entonces sólo de volver a los
recuerdos a través del lenguaje aunque este sea uno de los componentes centrales
de la memoria. También en las prácticas, las rutinas cotidianas, los oficios, las
relaciones de vecindad, solidaridad, las expresiones culturales y artísticas se pone en
escena la memoria. En este sentido se trasciende de una historia de barrio que
acudiría por un lado a las fuentes orales y por otro a los documentos que le permitan
reconstruir el devenir de cierta comunidad en su territorio, para pasar a una lectura
de cómo esa historia de barrio pervive en las practicas, historias y lenguajes del
presente de las comunidades, lectura que necesitaría entonces la herramienta
etnográfica.

La etnografía como enfoque metodológico no consiste exclusivamente en un


compendio de herramientas e instrumentos de investigación, también constituye una
perspectiva, una forma de acercarse a los contextos y comunidades. La etnografía
parte de una posición ética donde para conocer al “otro” es necesario sumergirse en
su contexto para hacer una investigación con y a partir del otro, no una investigación
sobre el otro. Así, el rol de etnógrafos implica una actitud específica para aprehender
al “otro”, utilizando métodos y herramientas y una ética de la relación con ese “otro”.

“Las etnografías muestran las vidas de los actores sociales construyendo


diferentes espacios y temporalidades, los diversos signos (visuales, sonoros,
olfativos y táctiles) que no solamente organizan la percepción sino contribuyen,

4
Garcia Canclini Nestor, Culturas urbanas de fin de siglo. Revista El Correo de la UNESCO.
con diferenciado poder, a construir el mundo que nos rodea y establecen una
especial relación con el exterior, caracterizando los lugares, a veces
instituyéndolos” (Vergara C, 2001, 8).

Uno de los aspectos centrales de la etnografía es el registro de lo que observamos en


los lugares y sujetos que hacen parte de la investigación. El momento de descripción y
registro no esta separado de la interpretación, cuando se observa y se registra de ante
mano estamos haciendo una lectura de la realidad y por tanto interpretándola. Sin
embargo en los acercamientos que realizamos a la vida de “otros” siempre están
presentes dos dimensiones que es importante diferenciar en esa interpretación
etnográfica; nos encontramos por un lado con lo que la gente hace y por otro con lo
que la gente dice que hace, es decir, se ponen en evidencia las prácticas y a su vez
los valores y normas asociados a esas prácticas (Gubber, 2004). La perspectiva
etnográfica posibilita el acercamiento a estas dos dimensiones y la lectura de sus
relaciones, así la etnografía no sólo trabaja a partir de las historias orales o los
documentos, sino que también debe incluir la observación y el registro de las prácticas
cotidianas, códigos verbales y no verbales, que van configurando un marco social y
cultural particular.

En este sentido la etnografía constituye un enfoque valioso para este tipo de trabajos
donde la condición fundamental es el trabajo en y con las comunidades. Los proyectos
de memoria nos permiten desplegar todo ese potencial de la etnografía en tanto se
hace un trabajo intensivo de campo, registro e interpretación de las realidades en los
barrios y grupos con los que trabajamos. La frontera con la investigación académica
llega en el momento del análisis de todo el volumen de información recopilada. En
estos proyectos el carácter explicativo pasa a un segundo plano pues no se trata de
hacer investigación básica, sino de partir de esa posibilidad descriptiva e interpretativa
que brinda la etnografía, para realizar un acercamiento en conjunto con las
comunidades, permitiendo que, el mismo proceso de investigación participativa, active
en ellos lecturas de sus realidades y explicaciones desde sus experiencias cotidianas.

Aquí la diferencia entre la perspectiva investigativa del Programa de Memoria y la


perspectiva de la investigación básica no esta en el “efecto social” que tenga una u
otra. Una mirada puramente académica también tiene efecto social, por lo tanto es
importante clarificar que el tipo de efecto social que propicia el Programa de Memoria,
a diferencia de otro tipo de investigación, es el de empoderar a las comunidades para
que sus memorias colectivas sean reconocidas y a partir de ellas se puedan formular
acciones y proyectos para el presente y el futuro.

El efecto social de la investigación está dado por los proyectos de futuro que las
comunidades logran formular a partir de las huellas de memoria que identifican y
proyectan en su proceso de redescubrimiento. Así la memoria se pone al servicio de la
construcción del futuro deseado y posible de los pobladores. El Programa de Memoria
no se queda, entonces, en la contemplación del pasado ni en la actuación coyuntural
en el presente. (Montoya, Hincapié, 1998).

Posición del Investigador como representante del Estado


Para el caso del Programa Memoria Cultural es de absoluta relevancia dejar en claro
que el papel del antropólogo se juega en dos dimensiones, la primera es que se trata
de una búsqueda investigativa, expresada en sus términos disciplinares, en grupos
sociales urbanos. Y la segunda es que esta investigación propende por el
descubrimiento y establecimiento de una memoria cultural que estimule nuevos modos
de expresión y comportamiento social a partir de la recomposición de la identidad local
del grupo o grupos, y dentro su contexto general, identidad ciudadana. (Montoya,
Hincapié, 1998).

A este posicionamiento del papel del investigador en el contexto del Programa de


Memoria Cultural vale la pena sumarle que esa búsqueda investigativa esta
enmarcada dentro de los límites que impone la condición de ser representantes del
Estado. Cuando llegamos a las comunidades así nos perciben y a partir de ese papel
interactúan con nosotros, en este sentido ese rol debe posicionarse sobre todo desde
una perspectiva de investigación aplicada que se acerca más a la intervención que a la
explicación de las realidades a las cuales nos enfrentamos.

Si bien la intervención parte de estimular transformaciones positivas, el caso del


Programa de Memoria Cultural no es identificar cuales deben ser esas
transformaciones, más bien es promover el reconocimiento de otros saberes legítimos
en la ciudad, de formas diferentes de hacer ciudad y acompañar a las comunidades en
ese proceso de empoderamieto que implica el activar, reconocer y hacer públicas las
diversas memorias. Y que sean las comunidades mismas las que identifiquen cuales
son esas transformaciones en un dialogo con los investigadores y representantes del
Estado que tienen una versión diferente de sus realidades. En suma, activar y poner
en público “otras” memorias de ciudad implica, a su vez, posibilitar el dialogo entre
diferentes actores y versiones para construir de manera conjunta transformaciones
coherentes con los contextos sociales.

Dentro del papel que juega el investigador es fundamental convertirse en un canal de


comunicación entre las diferentes instancias de intervención presentes dentro de los
contextos y las comunidades. En el caso de Moravia este elemento fue central ante la
cantidad de programas presentes en el barrio que exigían no sólo la articulación a
través de espacios como el comité interinstitucional sino la tarea de comunicar, lo
mejor posible, la información que se tenía de los diferentes proyectos y programas con
los grupos que se trabajaba.

Si bien existe un rol central desde las responsabilidades adquiridas con el Municipio
como contratista, para lograr un buen trabajo con las comunidades este rol debe
trascender el sentido de la responsabilidad para convertirse en un compromiso
personal, donde el investigador se involucre no sólo desde el ámbito laborar; como lo
plantea Gubber en la etnografía “el investigador se implica como persona” e incluso el
trabajo de campo puede llevar al investigador al “auto-conocimiento”. Tanto en el caso
de la Comuna 13 como en el de Moravia esta implicación como investigadores fue
inevitable, a la vez que facilitó el trabajo con las comunidades, pues el establecimiento
de vínculos transformó la asesoría en acompañamiento. Este caso, en sentido
contrario, también fue visible en el proyecto de Prado5 donde las dificultades de

5
“Prado: Patrimonio Y Festejo Cultural” Proyecto coordinado por la Corporación Gandhi. El objetivo de este proyecto
fue “contribuir en la construcción de ciudad Multicultural a través de un proceso de investigación y su difusión sobre
articulación no permitieron que como investigadores nos involucráramos más allá de
unas tareas definidas en un cronograma inicial y terminamos haciendo un
acompañamiento muy formal y poco comprometido.

Motivaciones y objetivos

Partiendo de la metodología propuesta por el Programa de Memoria Cultural de la


Secretaría de Cultura Ciudadana de la Alcaldía de Medellín, podemos asumir que la
principal motivación de realizar intervenciones socioculturales, a partir de la memoria,
tiene que ver con la posibilidad que estas brindan para el reconocimiento de unos
contextos, en cierta medida, desconocidos por el Estado, en la mayoría de los casos
por su ausencia histórica. Estos proyectos propician un acercamiento que visibiliza lo
que ha acontecido en esos entornos desde su conformación y cómo se ha producido
una realidad actual, un presente que constituye lo que el Estado pretende intervenir,
incluir o transformar desde diferentes frentes.

El Programa de Memoria Cultural ha sido entendido como una arqueología de los


saberes que los pobladores han construido para habitar la ciudad y para apropiarse de
su territorio. La búsqueda, más que centrarse en la historia de los barrios, se ha
enmarcado en la identificación de aquellos elementos que configuran las identidades
colectivas de los habitantes, las cuales se concretan y se hacen tangibles en el
espacio barrial y en sus dinámicas socioculturales. (Montoya, Hincapié, 1998)

El propósito explícito que se ha propuesto el programa desde años atrás es construir


la memoria cultural de los barrios de la ciudad con la “motivación particular de la
comprensión de los sistemas sociales de comportamiento, pero que pueden generar,
desde éste lugar, nuevas actitudes tanto entre el grupo o grupos humanos tratados
como sujetos de investigación como nuevas actitudes administrativas desde las
instituciones gubernamentales (Montoya, Hincapié, 1998). En este sentido este
programa se ha propuesto dos lineamentos desde los cuales ha venido trabajando.

El primer lineamiento ofrecería una apreciación del estado social y cultural actual de
los grupos en los que se realiza la investigación, en términos de comprender y si es
posible explicar la racionalidad de su visión del mundo, de su ciudad y de sus
relaciones.

El segundo lineamiento, ligado al primero ofrecería al Estado y sus entidades una


visión más cercana a la realidad desde la cual las decisiones que se tomen en cuanto
los proyectos de intervención o gestión se refieren, sea más consecuente con las
condiciones socioculturales de los grupos investigados. (Montoya, Hincapié, 1998)

Para lograr los diferentes objetivos los proyectos de memoria se desarrollan en dos
fases la primera fase es de carácter aproximativo y de diagnóstico donde a través de
diferentes herramientas se establecen contactos y se abre el panorama investigativo
en los diferentes contextos, al finalizar esta aproximación quedan expresadas unas
propuestas que parten de los mismos habitantes. La posibilidad de dar ejecución a las
diferentes propuestas conformando equipos con las comunidades y proponiendo

memoria y patrimonio en el Barrio Prado, propiciando la construcción colectiva de un espacio público para el festejo
cultural y el intercambio artístico, social y ciudadano”.
acciones sobre los elementos identificados en la primera fase es el objetivo de la
segunda fase. Conservando el sentido de estas fases de investigación e intervención
proponemos aquí una sistematización de los momentos y herramientas a través de los
cuales se desarrollaron los diferentes proyectos durante el 2006.

MOMENTOS

Acercamiento: elaboración de rutas y preguntas de manera participativa


En este primer momento se establecen contactos y se consolidan espacios de
encuentro y concertación con las comunidades. El objetivo de este primer momento es
definir un enfoque adecuado para los proyectos partiendo del intercambio de saberes
con la gente, las instituciones y demás actores sociales de los barrios. De esta fase
depende mucho la continuidad del proceso y la apropiación del proyecto por parte de
las comunidades.

Documentación y caracterización.
La dinámica de acercamiento al contexto parte también de la revisión de fuentes
sobre las temáticas y lugares de interés. Posteriormente se realiza un inventario de las
fuentes y a partir de ellas se elabora una caracterización que apoya y complementa el
trabajo realizado en campo.

Trabajo de Campo
El trabajo de campo inicia desde las reuniones con los equipos de trabajo hasta la
llegada al barrio o sector. Si bien todas las actividades que realizamos en el marco de
los diferentes proyectos se pueden asumir como trabajo de campo, existen unas
actividades diseñadas específicamente con el fin de propiciar espacios de encuentro e
intercambio con las comunidades. Dentro de estas actividades encontramos los
recorridos, entrevistas, visitas, reuniones y la participación en otras actividades
programadas en los barrios.

Para el registro de esta serie de actividades existen varias estrategias: formatos de


seguimiento donde se plasman las actividades diarias con descripción de datos
básicos como lugar, asistentes, actividad, objetivos y observaciones; actas de
reuniones; registro en diarios de campo y por último elaboración de memorias de los
recorridos y entrevistas. Esta serie de registros alimentan informes parciales sobre el
estado de los diferentes proyectos y finalmente constituyen el insumo central para
alimentar las caracterizaciones y elaborar los informes finales.

Una de las dificultades en el desarrollo del trabajo de campo es la simultaneidad de


proyectos ya que el trabajo en diferentes contextos, si bien es positivo porque permite
establecer puntos de referencia y contraste, dificulta la posibilidad de profundizar en un
sólo proyecto. En el caso de los proyectos desarrollados durante el 2006 queda la
sensación de haber realizado una mirada amplia y sobre todo un primer acercamiento
a las memorias de la Comuna 13 y Guayaquil, en estos dos proyectos quedaron una
cantidad de puertas abiertas que es necesario continuar explorando y profundizando.
Si bien sabemos que se trata de una primera fase en ambos casos, cuando los
equipos de investigación se transforman y pasan tiempos largos para la reanudación
de la siguiente fase, es posible que los objetivos y la continuidad esperada en la
segunda fase no sean logrados, este fue el caso del proyecto de Prado donde el
desarrollo y resultado del proyecto no correspondieron con el sentido que el Programa
le ha asignado a la segunda fase, un sentido más aplicado e incluyente.

Alianzas Institucionales.
Las alianzas entre las diferentes instituciones que tienen incidencia en los barrios y
contextos donde se ejecutan los proyectos de memoria se ha venido perfilando como
una estrategia importante en tanto permite que otras voluntades se conjuguen en el
proyecto y aporten diferentes perspectivas. Al mismo tiempo estas alianzas pueden
contribuir a ampliar los canales de gestión y comunicación de las comunidades como
es el caso de Moravia con el comité interinstitucional.

A pesar de que el ritmo de trabajo con diferentes instituciones es lento, los esfuerzos
para realizar actividades conjuntas han sido importantes tanto en el caso del proyecto
de Moravia como en el caso de la Comuna 13. El papel del equipo de la Secretaría de
Cultura Ciudadana como animador y coordinador de estas mesas de trabajo
institucionales nos impone ahora varios retos, sobre todo en el caso de Moravia
donde el comité lleva un proceso de casi dos años de trabajo y se avecinan
acontecimientos concretos como el funcionamiento del Centro de Desarrollo Cultural,
donde se pondrá en juego el papel y legitimidad de este tipo de esfuerzos conjuntos.
Con este comité queda entonces la pregunta ¿Qué sigue?

Informes – proyección a la ciudad de resultados.


Esta es la fase en la cual los materiales recopilados durante todo el proceso de
investigación son sistematizados y organizados para devolverlos a las comunidades y
a la ciudad. En este punto es importante definir desde el principio de los diferentes
proyectos, de qué manera es viable proyectar los resultados, con el fin de apuntar a la
elaboración de los productos finales desde el principio y gestionar los recursos para
los mismos. Este es uno de los momentos en los que más se debe fortalecer el
Programa haciendo más difusión de sus trabajos en la ciudad y los barrios. Cuidando
que los diferentes materiales queden en las bibliotecas de la ciudad, los servicios de
información local, etc.

Incidencia en diferentes instancias de la Administración Municipal


Es necesario fortalecer canales de comunicación internos para promover el
rreconocimiento y proyección del Programa de Memoria Cultural en las diversas
instancias de la Alcaldía. Las intervenciones a través de grandes proyectos que
transformaran determinados contextos encuentran en el programa una alternativa
para posibilitar un reconocimiento de la memoria y sus habitantes, para a partir de allí
lograr proyectos más exitosos. Aquí el problema también radica en que el contexto
institucional esta, en la mayoría de los casos, signado por las voluntades políticas que
normalmente llegan con formulas o programas prediseñados, con la voluntad de
transformar y generar impactos positivos, pero se olvidan de que la transformación
debe ser construida con las comunidades y para ello es necesario reconocer sus
historias, memorias y saberes; no es suficiente con sentarlos a todos en una reunión,
en un consejo o seminario para decir que los proyectos son participativos y que
incluyen la perspectiva de la comunidad.

El efecto social no se puede quedar exclusivamente en la responsabilidad de las


comunidades proponiendo proyectos de futuro y proyectando sus sueños, es
necesario complementar este aspecto con una estrategia de gestión interna en la
administración para que se conozcan y reconozcan las memorias que ponen de
manifiesto otras versiones de ciudad, en ocasiones opuestas a las que construye el
Estado local. Posibilitar el dialogo entre esas versiones e invitar a crear consensos, es
la apuesta política la del programa pues en ultimas éste debe visibilizar otras formas
de hacer ciudad diferentes a las oficiales.

HERRAMIENTAS

Es importante que el Programa de Memoria Cultural no pierda su intención


investigativa conjugada con su perspectiva aplicada. Para esto se deben combinar
varias cosas con equilibrio: la inmediatez, la planeación, lo logístico y lo aplicado con
la recolección de información, documentación, interpretación y escritura, si estos
niveles no se conjugan los productos pueden convertirse en asuntos coyunturales y
no permitir el objetivo central que es conocer las comunidades con el fin de que las
futuras intervenciones se hagan a la luz de análisis bien fundamentados y no
exclusivamente sobre el interés político de intervenir y la inmediatez.

Lecturas y Reseñas
Esta herramienta de documentación a través de fuentes secundarias es una
herramienta importante en tanto da una noción general de los contextos, permite
hacer un estado del arte sobre las miradas que se le han hecho a los barrios y
posibilita la realización de nuevas preguntas y ejes de indagación. En este punto es
importante ampliar la búsqueda de fuentes documentales, es decir, abordar además
de los barrios o comunas, también los temas con los cuales estamos poniendo en
relación la memoria es decir el arte, el comercio, la organización comunitaria, entre
otros posibles, esto permitiría ir fortaleciendo el marco conceptual desde el cual se
mueve el Programa de Memoria Cultural.

Recorridos
Los recorridos constituyen una excelente estrategia para familiarizarse con los lugares
de trabajo y con las comunidades, además posibilitan el intercambio entre los mismos
habitantes del barrio. Caminar constituye una experiencia donde se ponen de
manifiesto tanto la situación actual de los barrios como los diferentes acontecimientos
que le han dado forma a esa versión actual. Mientras se camina se van identificando
referentes territoriales cargados de historias y sentidos de pasado que se ponen en
público y se discuten entre los caminantes. Los recorridos permiten, a diferencia de las
otras herramientas aquí empleadas, el acceso vivencial a algunas de las dinámicas
cotidianas de los barrios.

Talleres: estrategia participativa


El espacio del taller es un espacio de intercambio de historias, versiones y sentidos.
Como lo plantea Pilar Riaño “el carácter colectivo del taller permite compartir y hacer
visibles los saberes, las historias pasadas y los puntos de vista” (Riaño, 2006, 94).
Estos espacios permiten conjugar tanto las versiones de los propios como las
percepciones de los extraños, así fue en el caso de la Comuna 13 donde en el espacio
del taller se encontraron habitantes de diferentes barrios, lo cual generó un encuentro
positivo alrededor de historias diferentes pero con sentidos comunes, por ejemplo,
diferentes épocas y momentos de poblamiento pero comunes en el sentido de la
informalidad, la lucha y la supervivencia. Aspectos como estos son posibles en el
contexto del taller generando efectos desde su mismo desarrollo, en tanto “la
producción de relatos orales en un contexto grupal facilita la reconstrucción de sentido
de la historia colectiva” (Ibid,92).

El desarrollo de estos talleres o tertulias de la memoria constituye en sí una estrategia


de reconocimiento que genera un sentimiento positivo dentro de los participantes
quienes se manifiestan a gusto en espacios de ese tipo. El taller es una metodología
donde las jerarquías de producción de discursos, cotidianamente vividas por los
habitantes, son un poco superadas para dar paso a un espacio donde los recuerdos y
opiniones de “todos” son validas y escuchadas.

En el caso de los talleres desarrollados en la Comuna 13, dio muy buen resultado
proponer una metodología que partiera del reconocimiento que se había realizado en
la etapa de los recorridos, ya que este conocimiento previo permitió que, como
investigadores, tuviéramos más elementos para animar y coordinar la conversación.

Reuniones: espacios de negociación


Las reuniones constituyen una de las actividades más comunes y continuas en el
desarrollo de los diferentes proyectos. Estos escenarios donde se discuten aspectos
de diferente índole y con diferentes actores constituyen un espacio privilegiado de
observación, por lo tanto es central activar la mirada etnográfica y hacer un registro
juicioso de lo que en ellas se percibe.

Al mismo tiempo las reuniones se convierten en espacios propicios para concertar las
dinámicas de los proyectos y construir equipos de investigación, en ellas es necesario
abrir las perspectivas, tanto desde el investigador como desde las comunidades, para
intercambiar conocimientos y poder sentar unas bases reales para desarrollar
investigaciones participativas.

Reuniones del Equipo


Las reuniones del equipo de trabajo constituyen en un espacio de direccionamiento de
los proyectos, de reinterpretación y de reformulación de estrategias de intervención e
investigación. En ellas se ha intentado establecer un equilibrio entre la coordinación
de aspectos logísticos y la discusión de contenidos y enfoques de los diferentes
proyectos. Estos espacios podrían fortalecerse con lecturas periódicas que confronten
y alimenten los avances en el trabajo de campo.

Diario de Campo
En el caso de los proyectos de Memoria donde la actividad es muy intensiva y se
abordan simultáneamente diferentes temáticas, el diario de campo se convierte en una
de las herramientas más importantes. Permite aprovechar elementos de reflexión y
análisis que pueden salir en una reunión o en una visita a los barrios y que si no se
registran, fácilmente se olvidan. Los diarios de campo son una responsabilidad de todo
el equipo, se realiza como una tarea individual sin un formato especifico, esta tarea
trasciende el registro de actividades que se llena con un formato de seguimiento
previamente diseñado por la Secretaría de Cultura. El diario de campo no constituye
exclusivamente una herramienta de registro sino también de análisis y escritura que en
el caso de la construcción de informes finales pueden ser de gran utilidad. En el caso
de las reuniones de equipo de trabajo sería interesante incluir dentro de las
discusiones intercambios de los diarios de campo, esto permitiría contrastar las
diferentes observaciones de los integrantes del equipo y enriquecer en gran medida
las interpretaciones y los informes finales.

Entrevistas
Esta herramienta continúa siendo una estrategia importante para acceder a diferentes
niveles de las memorias colectivas, pues a partir de la subjetividad que subyace en el
discurso de determinado personaje se ponen también en evidencia aspectos que
podemos considerar como marcos colectivos de la memoria. Las entrevistas fueron la
herramienta principal en el caso del proyecto de Guayaquil. A partir de las primeras
entrevistas exploratorias, se identificaron algunos ejes comunes que sirvieron como
ejes de indagación para las demás entrevistas.

Documentar con Imágenes


El trabajo desde lo visual en los proyectos de memoria tiene un potencial importante
que es necesario explotar más en el Programa de Memoria Cultural. Desde la historia
de los diferentes proyectos los documentales se han trabajado principalmente como
una herramienta de proyección, sin embargo sería interesante continuar con
experiencias como la aplicada en el proyecto de Belén donde los visual también fue un
elemento central en el proceso de investigación y se involucraron los jóvenes, o
proponiendo, como en el caso de la Comuna 13, procesos de creación desde las
mismas comunidades.

Gestión sobre la marcha


Durante este año tuvimos que recurrir varias veces a la gestión sobre la marcha de
aspectos logísticos como espacios, transporte, refrigerios, para la realización de
diferentes actividades como el encuentro de hip-hop y memoria con los grupos de la
Comuna13, los intercambios con los jóvenes de Moravia y las actividades ejecutadas
en conjunto con el comité Interinstitucional.

Apuntes Finales
En lo metodológico quedan cuatro aspectos centrales para continuar trabajando y
fortaleciendo y de los cuales este texto sólo alcanza a llamar la atención.

1- Fortalecer el marco analítico o conceptual.


2- Revisar los objetivos y alcances esperados del programa. Vale la pena hacer
una reflexión sobre el carácter de la intervención y del efecto social.
3- Definir estrategias y procedimientos que alimenten los existentes, teniendo en
cuenta la perspectiva etnográfica.
4- Proyectar, devolver, revisar y propiciar espacios de discusión sobre los
resultados. Una de las apuestas políticas del programa debe seguir siendo la
de incidir en los ámbitos de decisión de la Administración Municipal.

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