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Tema: Dios es amor, santo y justo.
Texto: 1 Juan 4:3, Éxodo 34:6
Propósito: Que la congregación entienda y tenga la convicción
que nosotros como hijos de Dios, creyentes o pueblo de Dios, estamos llamados a saber y conocer que “Dios es amor, santo y justo”, porque el quiere magnificar su gloria en todo lo que hace.
Introducción: Mis amados hermanos, el día de hoy, estaremos
iniciando otra serie de temas, que hemos titulado: “Dios determina la agenda del hombre, o mujer espiritual”, es decir que el mundo determina la agenda de las personas no creyentes; en cambio a los creyentes es “Dios quien determina la agenda del hombre o mujer espiritual” por ejemplo, que dice Marcos 12:30- 31 “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos”. Entonces cual es la agenda de Dios, para sus hijos, que lo ame a Dios con todo su ser, y al prójimo como a usted mismo. Generalmente las prioridades de Dios para el creyente: 1) Primero es Dios, 2) Es la familia, 3) la responsabilidad laboral, 4) Vuestra responsabilidad de servicio a Dios y después de este pon todas las prioridades que creas por conveniente. El día de hoy, vamos a ver un tema, que hemos titulado: Dios es amor, es santo y es justo: considerando lo que dice en 1 Juan 4:7-8 “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor”. Amados hermanos debemos recordar, que Dios obra solo por amor. Él es amor, y por eso es necesario que veamos como Dios puede obrar para su propia gloria y puede obrar para nosotros también. La mejor manera que yo conozco de mostrar esto es explicado como Dios es santo, como Dios es justo y como Dios es amor y la manera en que se relacionan entre sí. Cuando describimos a Dios como santo queremos decir que es único. No hay nadie como él. No tiene comparación. Moisés enseñó a Israel a cantar: “¿Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses? Quién como tú, magnifico en santidad, temible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios” (Éxodo 15:11). Siglos después Ana la madre de Samuel, enseñó a Israel a cantar: “No hay santo como Jehová, porque no hay ninguno fuera de ti” (1 Samuel 2:2). Isaías (40:25) cita a Dios: “¿A que, pues, me haréis semejantes o me comparareis? dice el santo”. Dios es santo en su absoluta singularidad. Todo lo demás pertenece a una clase. Nosotros somos humanos, pero solo Dios es Dios y por lo tanto, es santo, totalmente diferente, preciso y único. Todo lo demás es creación. Solo el creo, todo lo demás comienza solo él siempre fue. Todo lo demás depende. Solo él es suficiente. Por lo tanto, la santidad de Dios es sinónimo de su infinito valor. los diamantes son valiosos porque son raros y difíciles de hacer. Dios es infinitamente valioso porque él es el más raro de todos los seres y no puede hacerse ni fue hecho nunca. Dice Apocalipsis 4:8-11, narra los cánticos que se lo cantan a Dios en el cielo. El primero dice: “Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir”. El segundo dice: “Señor digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder” estos dos canticos significan lo mismo. “Dios es santo” significa que él es merecedor. Su santidad es su incomurramable valia y valor. nada puede compararse a él porque él lo hizo todo. Cualquiera que sea el valor que hace valioso una cosa creada, se encuentra multiplicados millones de veces en el creador. Una forma de resaltar el significado de la santidad de Dios es comparándolo con su gloria es el resplandor de su santidad. Su santidad es su valía intrínseca, una excelencia totalmente única. Su gloria es la manifestación palpable de esa valía en la hermosura. Su gloria es la exposición de su santidad. “Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos, toda la tierra está llena de su gloria” dicen los serafines encima de su trono (Isaías 6:3) Habacuc exclama: “Dios vendrá de Temán y el Santo desde el monte de Paran. Su gloria cubrió los cielos y la tierra se llenó de su alabanza” (Habacuc 3:3). Y el Señor dice, en Levítico 10:3, en los que a mí se acercan me santificaré y en presencia de todo el pueblo seré glorificado “Mostrarse santo es la única manera en que él es glorificado”. La santidad de Dios es el valor totalmente único e infinito su ser y su majestad. Decir que nuestro Dios es santo significa que su valor es infinitamente mayor que la suma de valor de todos los seres creados.
I. En primer lugar, veremos: “Ahora su justicia”.
Veamos ahora su justicia. En el fondo, la justicia de Dios significa que él tiene una justa valorización de su valor supremo. Tiene una justa consideración de su valor infinita y todas sus acciones las hace de acuerdo con este justo juicio de sí mismo. Dios sería injusto y poco confiable si negara su valor supremo ignora su valor infinito y actuara como si la consideración y manifestación de su gloria valieran menos que su compromiso incondicional. Dios actúa en justicia cuando actúa por amor de su nombre. El Salmo 143:11, dice: “Por tu nombre, oh Jehová, me vivificarás; por tu justicia sacarás mi alma de angustia”. Y el versículo 3 añade: “Por tu nombre me guiaras y me encaminarás” de manera similar, en Daniel 9:16-17, el profeta ora: “Oh Señor, conforme a todos tus actos de justicia, apartase ahora su ira y tu furor de sobre tu ciudad Jerusalén…. haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario asolado” El llamado a la justicia d Dios es en el fondo un llamado a su inquebrantable lealtad al valor de su nombre santo. Para que Dios sea justo, debe dedicarse al ciento por ciento, con todo su corazón, alma y fuerza a amar y honrar su propia santidad en la manifestación de su gloria. Al aspecto central de Efesios 1, se repite tres veces: Dios “Habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo… para alabanza de la gloria de su gracia” (v.5-6). El propósito de Dios es que “seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo” (v.12). “Fuiste sellados con el espíritu santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redición de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria” (v.13-14). Todo en nuestra salvación está diseñado por Dios para magnificar la gloria de Dios. Dios es suprema e intachablemente justo porque nunca retrocede ante la valoración justa de su valor supremo, la consideración justa de su valor infinito o el compromiso inquebrantable de honrar y manifestar su gloria en todo lo que él hace. Ahora ya estamos listos para reflexión sobre el amor de Dios.
II. En segundo lugar, veamos: “Sobre el amor de Dios”.
El amor de Dios no entra en contradicción con su santidad ni su justicia. Por el contrario, la naturaleza de la santidad y justicia de Dios exige que él sea un Dios de amor. Su santidad es la absoluta singularidad y valor infinito de su gloria, su justicia es su compromiso inquebrantable de siempre honrar y mostrar esa gloria. Su justicia es su compromiso inquebrantable de siempre honrar y mostrar esa gloria. Su justicia es su compromiso inquebrantable de siempre honrar y mostrar esa gloria. Y su gloria toda suficientemente se honra y se muestra mayormente mediante su obra para con nosotros, en vez de nuestra obra para con él, y eso es amor. El amor está en el centro de ser de Dio porque el libre y soberano otorgamiento de misericordia por parte de Dios es más gloriosa que lo que será el reclamo de que los humanos llenaran alguna carencia en el mismo. Es más glorioso dar que recibir. Dice Éxodo 34:6 “Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: !!Jehová! !!Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad”. Por ende, la justicia de Dios exige que él sea un dador. Por lo tanto, el santo y justo es amor. Jesucristo es la encarnación del amor de Dios, y cuando el vino, dijo: “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45). El hijo del hombre no ha venido buscando empleados. Ha venido a emplearse a sí mismo para nuestro bien. No nos atrevemos a obrar por él no sea que lo robemos su gloria e impugnemos su justicia. El Apóstol Pablo dice: “Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda, más al que no obra, no se le cuenta como salario, o como gracia, sino como deuda, más al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contado por justicia” (Romanos 4:4-5). Esta es una advertencia de no buscar justificación al obrar para Dios. Es un don, lo tenemos por la fe solamente. Y aun cuando nos ocupemos en nuestra salvación con temor y temblor, debemos verlo como una clase especial de ocupación: la única razón por la que podemos mover un dedo es que Dios es el que “en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. (Filip. 2:13) Aunque Pablo había trabajado más, que cualquiera de los otros Apóstoles, el declara: “Pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo” (1 Cor. 15:10). Por eso en Romanos 15:18 el reconoce, “Porque no osaría hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí” Pablo está totalmente convencido de que ninguna bendición en la vida se debe finalmente a que el hombre quiera o corra, sino a Dios, quien tiene misericordia (Rom. 9:16) Dios se propone obtener toda la gloria en nuestra redición. Por lo tanto, es categórico en cuanto a que el obrará por nosotros y no nosotros por él. Él es el obrero, nosotros necesitamos de sus servicios. Él es el médico; nosotros somos sus pacientes enfermos. Nosotros somos débiles, él es fuerte. nosotros tenemos el auto roto, él es el mecánico talentoso. Debemos tener cuidado no sea que queramos servirlo de alguna manera en que lo deshonremos porque su propósito es recibir toda la gloria. como dijo Pedro (1 Pedro 4:11) “Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos”. Luego, Dios es amor, no a pesar de su pasión por promover su gloria, sino precisamente debido a ella. ¿Qué puede ser más amoroso que el Dios infinito y santo obrando para nosotros? Pero al obrar por nosotros en vez de necesitar de nuestra obra, el magnifica su propia y gloriosa suficiencia. Es el arroyo que glorifica la plenitud de la naturaleza. Y el arroyo que fluye de Dios es amor. Si el dejara de buscar su gloria, no tendría valor para nosotros. Pero, alabado sea Dios, él es santo, es justo y por lo tanto es amor. He aquí una promesa final para ver si han penetrado en la esencia de la centralidad misericordiosa de Dios en Dios. Ahora, pregúntense a ustedes mismos y a sus fieles: “Se sienten más amados por Dios porque él los ama o porque él los deja libres para que gocen amándole a él por siempre?” Esta es la mejor prueba de si nuestro amor por Dios es el deseo de tener la capacidad comprada con la sangre y forjada por el espíritu de poder y ver y glorificar a Dios gozando de el por siempre, o si es el deseo de que él nos haga el centro y nos de los deleites de estimarnos a nosotros mismos. Al final de cuentas: ¿Quién es el tesoro o toda satisfacción que recibimos por amor de Dios? ¿Uno mismo o Dios? Es Dios.
Conclusión: Mis amados hermanos, Dios es amor porque él es
infinitamente valioso (Su santidad), y está comprometido con manifestar ese valor para nuestro eterno gozo (Su justicia). Dios es el único ser en todo el mundo para quien en el acto de más amor es la exhalación a sí mismo, porque es él y solo, el quien puede satisfacer nuestros corazones. y si en esta noche, Ud. después de examinar su corazón se da cuenta que habría perdido su primer amor a Dios, o como que siente que Dios no lo ama, Ud. debe volverse a Dios, y arrepentirse de su pecado y confesar a Dios su sentir de esa falta de amor y si ese es el deseo, ore conmigo…