Rosina Conde
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Rosina Conde 1
A finales de los años setenta, en el sexenio de José López Portillo, en México se puso de moda el
Unidos, existía una cultura homogénea que compartía historia, lenguaje, hábitos, alimentos,
vestimenta, etc., lo cual propiciaba que en el lado mexicano hubiera una pérdida de la identidad
nacional. El gobierno de México, alarmado por una posible desnacionalización de los estados que
colindaban con Estados Unidos (Baja California –incluida Baja California Sur–, Sonora,
Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, más de la tercera parte del territorio nacional),
crearon un programa que se abocara al “rescate” de dichos estados, y les restituyera su “mexicana
Estudios Fronterizos del Norte de México, que posteriormente se independizó y se fue a Tijuana
para fundar el Centro de Estudios Fronterizos del Norte de México (ahora El Colegio de la
Frontera Norte), el cual midió la mencionada identidad a partir del uso de la lengua española.
Paradójicamente, el estudio concluyó que en Tijuana hay un grado más alto de identidad que en
Acapulco y la Ciudad de México, debido a que en Tijuana se usaban menos anglicismos que en
1 Rosina Conde es artista multidisciplinaria y académica. Estudió Lengua y literaturas hispánicas y la maestría en
Literatura española en la Universidad Nacional Autónoma de México. También es modista de profesión y oficio.
Tiene 16 libros publicados de cuento, ensayo, novela, poesía y teatro. Además de la República mexicana, se ha
presentado en los principales foros académicos y culturales de Brasil, Cuba y Estados Unidos. Tiene cinco obras de
arte-acción de su autoría, en los que mezcla narrativa, poesía, canto y diseño. Aparece en más de 35 antologías de
Austria, España, Estados Unidos, Francia, Inglaterra y México. Ha sido traducida al inglés y alemán. Desde hace
muchos años se dedica a la confección de vestuario para teatro y cabaret. Durante 11 años fue vestuarista de Astrid
Hadad. Entre otros reconocimientos, obtuvo el Premio Nacional de Literatura “Gilberto Owen” (1993), el Premio
Nacional de Literatura “Carlos Monsiváis” (2010) y fue nombrada “Creadora Emérita 2010” de Baja California.
Actualmente es académica fundadora de tiempo completo de la Academia de Creación Literaria de la Universidad
Autónoma de la Ciudad de México.
las otras ciudades de la República mexicana. Por su parte, Bustamante, García Canclini y
reconocimiento del “otro”, y la “otredad” o alteridad pasó a formar parte del discurso dirigido al
Una vez demostrado que, en las ciudades fronterizas, la identidad nacional es mayor que
en el interior de la República, debido a que el uso del español es más “puro” que en el centro y
sur del país, los únicos argumentos que fundamentaban la existencia de una cultura fronteriza
eran, como ya dije, el reconocimiento del otro (que, en este caso, sólo incluían al chicano y
estadunidense), la extinta zona libre, y los modelos de producción industrial que se establecieron
en Tijuana y Ciudad Juárez con el Programa Maquilador en 1965. Junto con otros aspectos, tales
análisis sobre la literatura producida en los estados del norte del país. Sergio Gómez Montero,
Humberto Félix Berumen, Gabriel Trujillo Muñoz, Leobardo Saravia Quiroz, Socorro Tabuenca
Corbalá, Harry Polkinhorn, Gustavo Segade y Emily Hicks, principalmente, fueron los
precursores de los estudios de lo que hoy se conoce como "literatura fronteriza/ border
literature".
Border Literature, en la Universidad de San Diego en La Jolla, que no se había hecho ningún
intento de definir la escritura producida en la frontera como una corriente separada; que no se
experiencias y reflexionar sobre la literatura; sin embargo, en su presentación marca una serie de
y Estados Unidos. 2 Un año más tarde, Polkinhorn trata de teorizar acerca de la escritura
fronteriza, ubicándola en los ámbitos chicanos enmarcados por el doble código, la no identidad,
construir un marco de referencia”, hace destacar, entre los incidentes del hecho literario, los
siguientes: según las regiones que conforman la zona, en su conjunto hegemonizadas por el
desarrollo de lo literario es desigual; el entorno social (la frontera como zona de recepción de
migrantes con una amplia gama de hablas y marcado carácter marginal) y el geográfico (desierto,
aridez, mar, río) tienen una influencia determinante en la creación literaria; la centralización
económica y política de nuestro país ha tenido efectos negativos y ha impedido que las regiones
literatura mexicana, y dos tendencias se hallan presentes en la corriente literaria, una que tiene
que ver con el rigor gramatical y la expresividad pura, y otra, con los experimentos intertextuales
de las vanguardias. 4 Sin embargo, en un trabajo posterior, “La frontera y la formación del
lenguaje”, Gómez Montero se centra en el aspecto del lenguaje, y nos dice que la literatura
fronteriza ha creado nuevos códigos lingüísticos, inscritos unos en el terreno de las necesidades
como lenguajes de resistencia ante la cultura dominante; observa, además, que la frontera ha
económica, por lo que las actividades productivas tienen que ver con variados grupos étnicos (y
mercado de hablas nacionales, alimentados por los procesos migratorios; los diferentes
códigos lingüísticos dominantes en ambos lados de la frontera, conocida con el nombre genérico
de “spaninglish”. 5
enmarcar el objeto de estudio de la literatura fronteriza, determinó que se trataba de “un grupo”
de escritores (nacidos entre 1937 y 1960) que han optado por escribir desde la frontera misma;
que forman parte de una nueva “promoción” con características más o menos similares, tales
como “edad, lugar de origen, lugar de residencia, experiencia vital, etc.”, y en los que lo
“fronterizo” adquiere un peso sustancial como referente inmediato dentro de la creación. Entre
los aspectos más generales que caracterizan esta literatura menciona la estética del desierto, la
Por el contrario, Gabriel Trujillo Muñoz, en “La frontera: visiones vagabundas”, va más
allá al plantear una serie de visiones erráticas acerca de la frontera, remontándose a los diarios de
5Sergio Gómez Montero, “La frontera y la formación del lenguaje”, en Memoria del Encuentro Binacional Ensayo
sobre la Literatura del las Fronteras. Literatura fronteriza de acá y de allá, Guadalupe Beatriz Aldaco (comp.),
Hermosillo, Instituto Sonorense de Cultura/ Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1994, pp. 71-73.
6Humberto Félix Berumen, “Notas sobre la creación narrativa en la frontera norte”, Tierra Adentro, núm. 65, mayo-
junio de 1993, pp. 45 y 46.
navegación de Hawkins y Drake, pasando por Graham Greene, Frank Dobie, John Steinbeck y la
generación beat con Jack Kerouac a la cabeza, Allen Ginsberg y Lawrence Ferlinghetti (quienes
contribuyeron, en los años 50 y 60, a conformar un nuevo panorama del México fronterizo), para
llegar hasta Robert Jones en los años 80. 7 Trujillo concluye que la frontera es, tanto en el ámbito
literario como en el vivencial, “un campo de pruebas para conocer cómo dos culturas, en este
supervivencia”. 8
estudio al retomar las características de la literatura menor de Guilles Deleuze y Félix Guattari
que sale de su territorio y se enfrenta a una cultura con un idioma diferente, convirtiéndose en
una minoría, pero escribiendo en el idioma principal o dominante. 9 Y pone como ejemplos de
sus escritoras y los espacios para su expresión”, utiliza las propuestas de Sergio Gómez Montero
y Humberto Félix Berúmen, sólo que centra su atención en las escritoras, principalmente de
Tijuana, Mexicali y Ciudad Juárez, y hace notar cómo éstas se alejan de los “convencionalismos
literarios y sociales para plantear nuevas formas y proponer sujetos culturales distintos a los de la
7Gabriel Trujillo Muñoz, “La frontera: visiones vagabundas”, en Memoria del Encuentro Binacional, op. cit., pp.
137-152.
8Ibid., p. 150.
9Emily Hicks, “La literatura fronteriza de Luisa Valenzuela”, en Memoria del Encuentro Binacional, op. cit., pp.
167-168.
tradición”, privilegiando la oralidad y recurriendo, en algunos casos, a una simbología
y el de la frontera. Asimismo, hace hincapié tanto en la desigualdad existente entre Ciudad Juárez
y Tijuana en su corpus literario, como en su carácter de literatura periférica, “ya por su zona
A partir de aquí, las definiciones de literatura fronteriza se han ido ampliando y se han
convertido en un saco en donde todo tiene cabida. Varios años después de haberse iniciado los
de estudio ni en cuanto a su delimitación espacial ni temporal. Más bien parece una excusa en la
que la frontera es un buen pretexto para hablar de lo que sea. Lo que sí es más o menos claro es la
lengua, no sólo mexicana, sino de cualquiera; con un tono, un paisaje y una temática diferentes de
la literatura actual.
inglés cuenta con los términos border ‘frontera territorial’ y frontier ‘frontera psicológica’, y es
mucho más exacto sobre este aspecto; así, cuando en Estados Unidos se estudian textos literarios
que son producto de culturas en contacto, se habla de “Border Literature”, que es más exacto que
punto hasta el que llega nuestra visión o imaginación. El mismo diccionario de la Real Academia
Española pone como ejemplo de uso del término la frase: “Su codicia no tiene fronteras”. Y no
sólo es el límite entre un territorio y otro: es ese umbral entre la vida y la muerte, entre la razón y
10María Socorro Tabuenca, “Apuntar el silencio. La literatura de la frontera norte, sus escritoras y los espacios para
su expresión”, Puentelibre. Revista de Cultura, núm. 2, enero-marzo de 1994, pp. 26-30.
la cordura, el amor y el odio, el sueño y la vigilia, el día y la noche. Digamos que se refiere a esa
hora cero, en que ni es de día ni es de noche. Y, por lo mismo, es variable y difícil de medir, ya
que puede cambiar de un momento a otro. Lo vemos a diario en las noticias. ¿Cuántas fronteras
últimos treinta años? ¿Cuántas prácticas sexuales, que hace relativamente poco eran inadmisibles,
y podían enviar a la cárcel o al manicomio a quien las acostumbrara, no se han vuelto cotidianas
y hasta encomiables? ¿Cuántos métodos para prolongar la vida o revivir a los muertos no ha
creado la ciencia? Hábitos que eran perfectamente aceptables hace todavía treinta años, ahora son
estimulantes, hierbas, métodos de salud, prácticas sexuales; cómo se renuevan o se adaptan las
tradiciones de acuerdo con los cambios de moral, religión y grupos en el poder. El sexo oral, por
ejemplo, que durante siglos fue considerado un tabú y un acto prohibido dentro de las relaciones
de pareja “decentes”, hace cincuenta años pasó a formar parte de las actividades sexuales
normalmente permitidas. El tabaco, que hace treinta años era anunciado abiertamente en todos los
medios de comunicación (prensa, radio, televisión) y aceptado en todos los ámbitos de la vida
demostrado que, si hay algo con lo que trabajamos los escritores, es precisamente con las
clase, pueden romperse o se anulan con relativa facilidad en la literatura y, en general, en el arte.
culturales y hasta lingüísticas, existen desde el momento en que se les nombra y se les da un
ámbito de acción, y determinan límites que no podemos o debemos rebasar. Por ejemplo, en las
fronteras territoriales, se determina un punto hasta donde llega el territorio por el que se puede
transitar y, por lo tanto, ese punto no se puede legalmente cruzar. En el momento en que se quiere
rebasar ese límite, tenemos, primero, que pedirle permiso al país de origen para poder salir, y
después pedirle permiso a la nación a la que se quiere entrar para poder cruzar. En el caso de un
terreno, sería el límite de lo que nos pertenece y lo que le pertenece a nuestro vecino, y no
podemos cruzarlo, mientras no tenga su autorización para hacerlo. ¿Cuántos terrenos no ostentan
la leyenda de “propiedad privada” a los que no podemos entrar? “No trespasing!”, vemos con
frecuencia en ciertas playas o zonas turísticas aun cuando legalmente no sean propiedad
privada. 11 En el caso de las fronteras espaciales y psicológicas, se trata de un medio para adoptar
normas que, también, están determinadas por convencionalismos sociales del sistema al cual se
pertenece, y sus límites pueden variar de una cultura a otra o de un año a otro; en otras palabras,
lo que está permitido en esta sociedad, puede no serlo en aquella; lo que en una época puede ser
violento, en otra es algo perfectamente natural. Hace diez años, todavía, era perfectamente
normal que la gente fumara en público: en las salas de los hoteles, cines y teatros; en los cafés,
bares, restaurantes y oficinas; en las casas de los amigos y en la propia. Ahora, sin embargo, el
que fuma es reducido a los lugares más sórdidos y casi en ninguna parte es aceptado: todos lo ven
como el apestado y tiene que marginarse y limitarse a los pocos espacios destinados para fumar.
11 En México, las playas son propiedad federal y cualquiera puede transitarlas; sin embargo, los propietarios de los
terrenos colindantes les cierran el paso al resto de los ciudadanos.
En consecuencia, las fronteras tienen que ver con una extensión temporal, espacial o psicológica
determinada; con lo que está permitido y lo que no; con lo que está aceptado y lo que no.
Las fronteras psicológicas serían el límite entre lo que social y médicamente se considera
“racional” (la cordura y la vigilia), y lo “irracional” (la locura, el sueño, los estados alucinógenos,
la ebriedad...). Incluso, hay actos o acciones que en ciertas épocas son consideradas normales, y
manicomio, aunque en otra época o cultura, la misma actitud hubiera sido considerada
permitido, y otros que están fuera de los límites. Todos los aquellos que en la Edad Media vieron
santos o vírgenes, fueron considerados “iluminados” o “brujas” a las que se consideró que vieron
al Diablo. Sin embargo, hace algunos años, un Papa declaró que el infierno y el Diablo no
existen, con lo que, sin proponérselo, condenó varios siglos de las sociedades cristianas que
quemaron vivas a curanderas, yerberas y parteras que fueron acusadas de practicar la brujería. En
la actualidad, todos esos “elegidos” medievales aceptados, que “vieron” a la virgen María, a
Jesucristo o a los santos hacer sus milagros, serían considerados locos o lunáticos. En el campo
de la medicina, actualmente se ha comprobado que la obesidad, que en otras épocas fue símbolo
Para visualizar este fenómeno sobre cómo se recorren las fronteras, pondría un ejemplo
muy simple: el del oído, el cual tiene un umbral para los máximos y otro para los mínimos. Si se
está en medio de ruidos por arriba del máximo o por debajo del mínimo, no se perciben, y
va recorriendo hasta que llega un momento en que no escucha sonidos relativamente bajos que
antes sí percibía. Por eso nuestra generación es una generación de “sordos”: por los altos
volúmenes de decibeles con los que escuchamos la música electrónica y la popularización de los
audífonos. En cambio, si ese mismo individuo se cambia a un lugar donde se está mucho tiempo
en silencio o con sonidos muy bajos, nuevamente su umbral se recorre, pero ahora hacia atrás:
después de varios días sucede que ya no soporta los sonidos en alto volumen; la música muy
fuerte le molesta y lo único que escucha son ruidos; deja de percibir los matices y hasta de
discriminar entre fonemas, y las palabras se vuelven incomprensibles. Esto mismo sucede con las
fronteras psicológicas, más que con las territoriales (aunque estas también tienen sus “decibeles”
pornografía y el erotismo cambian con las épocas... Y cuando hablo de prácticas sexuales no me
refiero únicamente a las relativas al coito, sino a lo que ahora llaman “relaciones de género”, a las
otras palabras, lo que serían nuestras funciones como individuos dentro de la sociedad, el papel
que desempeñamos en los diferentes ámbitos en los que nos desenvolvemos. En México, hace
treinta años, ¡qué esperanzas que un hombre entrara en la cocina, cambiara pañales o tendiera una
cama; asimismo, que una mujer tuviera un puesto directivo en un banco o una empresa! Hace
cuarenta años, si una mujer no estaba casada no era sujeta de crédito en ninguna institución
bancaria, y si era divorciada tampoco tenía acceso a muchos ámbitos sociales propios de las
exmarido no le daba una pensión decorosa, tenía que dedicarse a los trabajos más humillantes,
y los conflictos internacionales. Y es curioso cómo, en la actualidad, aun cuando los países del
autonombrado “primer mundo” se interesan porque los del "tercero" abran sus fronteras a la
globalización, ellos se empecinan cada vez más en el cierre de las suyas. En el caso de la frontera
México-Estados Unidos (sin ser el único), particularmente en el área de Tijuana-San Diego, nos
marcaban el fin del territorio mexicano y el principio del estadunidense, de los del “otro lado”,
como decimos en el norte; ahora son necesarias las bardas de acero, los reflectores de alta
helicópteros, yips y perros de caza. En una frontera de 3,114 kilómetros, una de las más grandes
del mundo, se enfrentan un país supuestamente del primer mundo, pero que en realidad está “en
vías de desarrollo”, y uno “desarrollado”. Quizá sea ésta la que más conflictos presenta dentro de
Desde hace unas ocho décadas aproximadamente, la ciudad de Tijuana ha sido conocida
por su gran atracción de migrantes: en los años treinta y cuarenta por su bonanza económica,
originada durante la Ley Seca de Estados Unidos; en los cincuenta y hasta los setenta, inclusive,
por los atractivos turísticos que brindaban la zona libre y las grandes oportunidades para iniciar
un negocio; desde los setenta, por su gran oferta de trabajo en las maquiladoras, y desde los
ochenta, por fungir como puente que comunicaba con los campos de cultivo de California y con
pobreza, no sólo para México, sino para toda Latinoamérica y hasta otros países del llamado
“Tercer mundo”, porque los introducía en el american way of life gracias a los “polleros”.
felicidad y nos saludó afectivamente como hermanos a mi hijo y a mí, cuando se enteró que
empezó a contarnos emocionado que él había cruzado por Tijuana, obviamente, como
indocumentado, y ahora era dueño de una tienda de segunda en la zona latina de Miami.
En el plano de las actividades cotidianas, se cree que una ama de casa no tiene capacidad
tampoco que una intelectual pueda realizar labores manuales o propias de una ama de casa. En el
terreno profesional, también se tiene el mito de que una (o un) artista no puede (ni debe) realizar
trabajos de abstracción y que una (o un) intelectual no puede crear obras artísticas. Debido a la
hiperespecialización de la vida contemporánea, a los individuos se les hace creer que solo
“sirven” para hacer una cosa y que no pueden dedicarse a más de una actividad. A lo largo de mi
vida laboral, se me ha repetido infinidad de veces que debo decidir a qué me voy a dedicar: si a
dice que si soy narradora, no puedo ser poeta; que si soy poeta, no puedo ser cantante; que si soy
cantante, no puedo ser costurera; que si soy costurera, no puedo ser editora; y que si soy editora,
no puedo ser diseñadora; que si soy diseñadora, no puedo ser académica; que si soy académica,
no puedo ser performera... En fin, eso me recuerda ese chiste que dice (léase fonéticamente): “No
entiendo: ojos es “ais”; pero “ais” es “yelo”, y “yelo” es amarillo y Amarillo está en Texas! ¡No
entiendo!”
Resumiendo, la frontera es esa línea que nosotros mismos marcamos como individuos y
como sociedad, por medio de convenciones, pactos, acuerdos, ¡o guerras!, y ese límite se va
recorriendo conforme las conveniencias sociales lo exijan o transgredan: mientras más gente los
rebasa, esos límites se van recorriendo de alguna manera; se mueven de lugar y se modifican; o la
sociedad se vuelve más tolerante con las cosas. Las fronteras que tenemos las mujeres
actualmente son muchísimo más distantes que las que tuvieron nuestras madres en los años
sesenta y hasta los ochenta, por ejemplo. Recuerdo que, cuando en la Ciudad de México salió la
ley que nos permitió a las mujeres entrar en las cantinas, se llenó el bar La Ópera. Los meseros
estaban escandalizados: para ellos fue como la profanación de su recinto sagrado, de ese espacio
feminismo”. Y no era porque estuvieran “muriéndose” por entrar en una cantina; se trataba,
simplemente, de romper con el tabú del símbolo del machismo mexicano y pisotearlo, y qué
mejor lugar que en La Ópera, donde Francisco Villa había dejado la huella de su balazo.
Como ya vimos, la frontera es una “tierra movediza” y, como tal, es algo imposible de
ubicar en la memoria. Aun cuando los teóricos, médicos, geógrafos, etc., puedan argumentar
sobre ella y hasta dibujarla, en el imaginario colectivo siempre será un espacio difuso o
(que, como anoté líneas arriba, mide 3,114 kilómetros) es un punto en un espacio y un tiempo
indefinidos, un lugar sin nombre ni apellido; una zona que está en el norte del país, pero que no
se sabe cuánto mide ni dónde está ni a qué distancia; un área geográfica en la que todo está
permitido y en la que suceden las cosas más tremendas e inverosímiles. Hace algunos años, un
intelectual mexicano de la Ciudad de México que sabe que soy de Tijuana, me ubicaba ¡abajo del
Río Bravo!, y, en repetidas ocasiones, profesores de literatura con maestría o doctorado se han
referido a mí como escritora chicana. También es común que con frecuencia, cuando me
presentan con alguna persona como escritora fronteriza, me preguntan si conozco a un conocido
suyo de Ciudad Juárez (Chihuahua), La Paz (Baja California Sur) o Monterrey (Nuevo León), lo
o Nueva York. Durante mucho tiempo, también, las películas de acción mexicanas se
desarrollaron en la frontera, en ese lugar sin nombre en donde solo hay hombres rudos y
relacionado con la violencia, precisamente porque el término “frontera” significa todo y, a la vez,
nada; está en todos lados y en ninguno; es un saco en el que se puede meter cualquier cosa y en el