Textos EvAU S. XIX
Textos EvAU S. XIX
Textos EvAU S. XIX
HISTORIA DE ESPAÑA
2º Bachillerato
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Curso 2020/2021
EDITA
TEXTOS
FOTOGRAFÍA
BLOQUE 5. La crisis del An guo R gimen (1788-1833): Liberalismo frente a Absolu smo.
6.1. El reinado de Isabel II (1833-1868): la primera guerra carlista. Evoluci n pol ca,
par dos y con ictos. El Estatuto Real de 1834 y las Cons tuciones de 1837 y 1845.
6.2. El reinado de Isabel II (1833-1868): las desamor zaciones de Mendiz bal y Madoz. De
la sociedad estamental a sociedad de clases.
6.3. El Sexenio Democr co (1868-1874): la Cons tuci n de 1869. Evoluci n pol ca:
gobierno provisional, reinado de Amadeo de Saboya y Primera Rep blica.
7.1. La Restauraci n Borb nica (1874-1902): C novas del Cas llo y el turno de par dos. La
Cons tuci n de 1876.
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7.3. El problema de Cuba y la guerra entre Espa a y Estados Unidos. La crisis de 1898 y sus
consecuencias econ micas, pol cas e ideol gicas.
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Abdicaciones de Bayona1
“Mi venerado padre y se or: Para dar a Vuestra Majestad una prueba de mi amor, de mi
obediencia y de mi sumisi n, y para acceder a los deseos que Vuestra Majestad me ha
manifestado reiteradas veces, renuncio mi corona en favor de Vuestra Majestad, deseando
que Vuestra Majestad pueda gozarla por muchos a os. Recomiendo a Vuestra Majestad las
personas que me han servido desde el 19 de marzo.
De Carlos IV en Napole n Bonaparte.
Su Majestad el rey Carlos, que no ha tenido en toda su vida otra mira que la felicidad de sus
vasallos, constante en la idea de que todos los actos de un soberano deben nicamente
dirigirse a este n [...] ha resuelto ceder, como cede por el presente, todos sus derechos al
trono de Espa a y de las Indias a Su Majestad el emperador Napole n, como el nico que,
en el estado a que han llegado las cosas, puede restablecer el orden; entendi ndose que
dicha cesi n s lo ha de tener efecto para hacer gozar a sus vasallos de las condiciones
siguientes:
1º. La integridad del reino ser mantenida: el pr ncipe que el emperador Napole n juzgue
debe colocar en el trono de Espa a ser independiente y los l mites de la Espa a no sufrir n
alteraci n alguna.
2º. La religi n cat lica, apost lica y romana ser la nica en Espa a. No se tolerar en su
territorio religi n alguna reformada y mucho menos in el, seg n el uso establecido
actualmente.”
Bayona, 5 de mayo de 1808.
1 5.1. La Guerra de la Independencia: antecedentes y causas. Bandos en con icto y fases de la guerra.
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“Las Cortes generales y extraordinarias de la naci n espa ola, (...) decretan la siguiente
Cons tuci n pol ca para el buen gobierno y recta administraci n del Estado:
Art. 1o. La naci n espa ola es la reuni n de todos los espa oles de ambos hemisferios.
Art. 2o. La naci n espa ola es libre e independiente, no es ni puede ser patrimonio de
ninguna familia ni persona.
Art. 3o. La soberan a reside esencialmente en la naci n, y por lo mismo pertenece a sta
exclusivamente el derecho de establecer leyes fundamentales.
Art. 4o. La naci n est obligada a conservar y proteger con leyes sabias y justas la libertad
civil, la propiedad y los dem s derechos leg mos de todos los individuos que la componen
(...)
Art. 12. La religi n de la Naci n espa ola es y ser perpetuamente la cat lica, apost lica,
romana, nica verdadera. La Naci n la protege por leyes sabias y justas y proh be el ejercicio
de cualquiera otra.
Art. 13o. El objeto del Gobierno es la felicidad de la naci n, puesto que el n de toda
sociedad pol ca no es otro que el bienestar de los individuos que la componen.
Art. 14o. El Gobierno de la naci n espa ola es una Monarqu a moderada y hereditaria.
Art. 15o. La potestad de hacer las leyes reside en las Cortes con el Rey.
Art. 16o. La potestad de hacer ejecutar las leyes reside en el Rey.
Art. 17o. La potestad de aplicar las leyes en las causas civiles y criminales reside en los
tribunales establecidos por la ley. (…)”
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2º Bachillerato Textos siglo XIX HISTORIA DE ESPAÑA
“Pre mbulo
Don Fernando S p mo, por la gracia de Dios y la Cons tuci n de la Monarqu a espa ola,
Rey de las Espa as, y en su ausencia y cau vidad la Regencia del reino, nombrada por las
Cortes generales y extraordinarias, a todos los que las presentes vieren y entendieren,
sabed: Que las mismas Cortes han decretado y sancionado la siguiente
CONSTITUCI N POL TICA DE LA MONARQU A ESPA OLA
En el nombre de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Esp ritu Santo, autor y supremo legislador
de la sociedad.
Las Cortes generales y extraordinarias de la Naci n espa ola, bien convencidas, despu s del
m s detenido examen y madura deliberaci n, de que las an guas leyes fundamentales de
esta Monarqu a, acompa adas de las oportunas providencias y precauciones, que aseguren
de un modo estable y permanente su entero cumplimiento, podr n llenar debidamente el
grande objeto de promover la gloria, la prosperidad y el bien de toda la Naci n, decretan la
siguiente Cons tuci n pol ca para el buen gobierno y recta administraci n del Estado.”
Dado en C diz, 19 de marzo de 1812.
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“La monarqu a absoluta (...) es una obra de la raz n y de la inteligencia: est subordinada a la
ley divina, a la jus cia y a las reglas fundamentales del Estado: fue establecida por derecho
de conquista o por la sumisi n voluntaria de los primeros hombres que eligieron sus Reyes.
As que el Soberano absoluto no ene facultad de usar sin raz n de su autoridad (...): por
esto ha sido necesario que el poder Soberano fuese absoluto (...). Pero los que declaman
contra el Gobierno mon rquico, confunden el poder absoluto con el arbitrario (...). En un
gobierno absoluto las personas son libres, la propiedad de los bienes es (...) leg ma e
inviolable (...). El Soberano no puede disponer de la vida de sus s bditos, sino conforme con
el orden de jus cia establecido en su Estado. Hay entre el Pr ncipe y el Pueblo ciertas
convenciones que se renuevan con juramento en la consagraci n de cada Rey: hay leyes, y
cuanto se hace contra sus disposiciones es nulo en derecho. P ngase al lado de esta
de nici n la an gua Cons tuci n Espa ola, y med tese la injus cia que se le hace.
Los m s sabios Pol cos han preferido esta monarqu a absoluta a todo otro gobierno (...). El
soberano, que en varios extremos reconoce un superior, no ene m s poder que el que
recibe por el mismo conducto por donde se ha derivado la soberan a; mas esta monarqu a
(...) hace depender la fortuna del pueblo de las ideas y pasiones del Pr ncipe (...). Dos
potencias que deber an obrar de acuerdo, m s se combaten que se apoyan. (...) [por ello]
debemos pedir (...): que se suspendan los efectos de la Cons tuci n y decretos dictados en
C diz, y que las nuevas Cortes tomen en consideraci n su nulidad, su injus cia y sus
inconvenientes (…).”
Madrid, 12 de abril de 1814.
45.3. El reinado de Fernando VII: liberalismo frente a absolu smo. El proceso de independencia de las colonias
americanas.
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55.3. El reinado de Fernando VII: liberalismo frente a absolu smo. El proceso de independencia de las colonias
americanas.
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Junio 2007-2008
“Espa oles: Cuando vuestros heroicos esfuerzos lograron poner t rmino al cau verio en
que me retuvo la m s inaudita per dia, todo cuanto vi y escuch , apenas pis el suelo
patrio, se reuni para persuadirme que la naci n deseaba ver resucitada su anterior forma
de gobierno (...).
No se me ocultaba sin embargo que el progreso r pido de la civilizaci n europea, la difusi n
universal de luces hasta entre las clases menos elevadas, la m s frecuente comunicaci n
entre los diferentes pa ses del globo, los asombrosos acaecimientos reservados a la
generaci n actual, hab an suscitado ideas y deseos desconocidos a nuestros mayores,
resultando nuevas e imperiosas necesidades; ni tampoco dejaba de conocer que era
imposible dejar de amoldar a tales elementos las ins tuciones pol cas, a n de obtener
aquella conveniente armon a entre los hombres y las leyes, en que estriban la estabilidad y
el reposo de las sociedades.
Pero mientras yo meditaba maduramente con la solicitud propia de mi paternal coraz n las
variaciones de nuestro r gimen fundamental, que parec an m s adaptables al car cter
nacional y al estado presente de las diversas porciones de la monarqu a espa ola, as como
m s an logas a la organizaci n de los pueblos ilustrados, me hab is hecho entender vuestro
anhelo de que se restableciese aquella Cons tuci n que entre el estruendo de armas
hos les fue promulgada en C diz el a o de 1812, al propio empo que con asombro del
mundo comba ais por la libertad de la patria. He o do vuestros votos, y cual erno padre he
condescendido a lo que mis hijos reputan conducente a su felicidad. He jurado esa
Cons tuci n por la cual suspirabais, y ser siempre su m s rme apoyo. Ya he tomado las
medidas oportunas para la pronta convocaci n de las Cortes. En ellas, reunido a vuestros
representantes, me gozar de concurrir a la grande obra de la prosperidad nacional.
(...) Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda cons tucional; y mostrando a la
Europa un modelo de sabidur a, orden y perfecta moderaci n en una crisis que en otras
naciones ha sido acompa ada de l grimas y desgracias, hagamos admirar y reverenciar el
nombre espa ol, al mismo empo que labramos para siglos nuestra felicidad y nuestra
gloria.”
Palacio de Madrid, 10 de marzo de 1820.
65.3. El reinado de Fernando VII: liberalismo frente a absolu smo. El proceso de independencia de las colonias
americanas.
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“Bien p blicos y notorios fueron a todos mis vasallos los escandalosos sucesos que
precedieron, acompa aron y siguieron al establecimiento de la democr ca Cons tuci n de
C diz en el mes de marzo de 1820: la m s criminal traici n, la m s vergonzosa cobard a, el
desacato m s horrendo a mi Real Persona, y la violencia m s inevitable, fueron los
elementos empleados para variar esencialmente el gobierno paternal de mis reinos en un
c digo democr co, origen fecundo de desastres y de desgracias. (...).
La Europa entera, conociendo profundamente mi cau verio y el de toda mi Real Familia, (...)
determinaron poner n a un estado de cosas que era el esc ndalo universal, que caminaba a
trastornar todos los Tronos y todas las ins tuciones an guas cambi ndolas en la irreligi n y
en la inmoralidad.
Sentado otra vez en el trono de S. Fernando (...), deseando proveer de remedio las m s
urgentes necesidades de mis pueblos, y manifestar a todo el mundo mi verdadera voluntad
en el primer momento que he recobrado la libertad; he venido a declarar lo siguiente:
(...) Son nulos y de ning n valor todos los actos del gobierno llamado cons tucional (de
cualquiera clase y condici n que sean) que ha dominado mis pueblos desde el d a 7 de
marzo de 1820 hasta hoy, d a 1° de octubre de 1823, declarando, como declaro, que en
toda esta poca he carecido de libertad, obligado a sancionar las leyes y a expedir las
rdenes, decretos y reglamentos que contra mi voluntad se meditaban y exped an por el
mismo gobierno (…)."
Gaceta de Madrid, 7 de octubre de 1823.
75.3. El reinado de Fernando VII: liberalismo frente a absolu smo. El proceso de independencia de las colonias
americanas.
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“Espa oles:
¡Cu n sensible ha sido a mi coraz n la muerte de mi caro hermano! [...].
No ambiciono el trono; estoy lejos de codiciar bienes caducos; pero la religi n, la
observancia y
cumplimiento de la ley fundamental de sucesi n, y la singular obligaci n de defender los
derechos imprescrip bles de mis hijos y todos los amados consangu neos me esfuerzan a
sostener y defender la corona de Espa a del violento despojo que de ella ha causado una
sanci n tan ilegal como destructora de la ley que leg mamente y sin interrupci n debe ser
perpetua.
Desde el fatal instante en que muri mi caro hermano -que santa gloria haya-, cre se
habr an dictado en mi defensa las providencias oportunas para mi reconocimiento; y si hasta
aquel momento habr a sido traidor el que lo hubiese intentado, ahora lo ser el que no jure
mis banderas, a los cuales, especialmente a los generales, gobernadores y dem s
autoridades civiles y militares, har los debidos cargos, cuando la misericordia de Dios, si as
conviene, me lleve al seno de mi amada patria, y a la cabeza de los que me sean eles.
Encargo encarecidamente la uni n, la paz y la perfecta caridad. No padezca yo el
sen miento de que los cat licos espa oles que me amen, maten, injurien, roben, ni
cometan el m s m nimo exceso. El orden es el primer efecto de la jus cia […].”
Abrantes, 1 octubre 1833.
86.1. El reinado de Isabel II (1833-1868): la primera guerra carlista. Evoluci n pol ca, par dos y con ictos. El
Estatuto Real de 1834 y las Cons tuciones de 1837 y 1845.
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96.1. El reinado de Isabel II (1833-1868): la primera guerra carlista. Evoluci n pol ca, par dos y con ictos. El
Estatuto Real de 1834 y las Cons tuciones de 1837 y 1845.
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“Art. 1. (…) Su Majestad la Reina Gobernadora, en nombre de su excelsa hija do a Isabel II,
ha resuelto convocar las Cortes generales del Reino.
Art. 2. Las Cortes se compondr n de dos Estamentos: el de Pr ceres del Reino y el de
Procuradores del Reino.
Art. 3. El Estamento de Pr ceres del Reino se compondr : 1. De muy reverendos arzobispos
y reverendos obispos. 2. De Grandes de Espa a. 3. De T tulos de Cas lla. 4. De Secretarios
del Despacho, Consejeros de Estado, Embajadores, Generales de mar o de erra. 5. De los
propietarios territoriales o due os de f bricas... que re nan a su m rito personal y a sus
circunstancias relevantes, el poseer una renta anual de sesenta mil reales...
Art. 14. Para ser Procurador del reino se requiere... estar en posesi n de una renta propia
anual de doce mil reales.
Art. 24. Al Rey toca exclusivamente convocar, suspender y disolver las Cortes.
Art. 31. Las Cortes no podr n deliberar sobre ning n asunto que no se haya some do
expresamente a su examen en virtud de un Decreto Real”.
106.1. El reinado de Isabel II (1833-1868): la primera guerra carlista. Evoluci n pol ca, par dos y con ictos. El
Estatuto Real de 1834 y las Cons tuciones de 1837 y 1845.
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“Se ora: vender la masa de bienes que han venido a ser propiedad de la naci n no es tan
s lo una promesa solemne y dar una garan a posi va a la deuda nacional por medio de una
amor zaci n (...); es abrir una fuente abundan sima de felicidad p blica; vivi car una
riqueza muerta; desobstruir los canales de la industria y de la circulaci n; apegar al pa s por
el amor natural y vehemente a todo lo propio; ensanchar la patria, crear nuevos y fuertes
v nculos que liguen a ella; es, en n, iden car con el trono excelso de Isabel II, s mbolo de
orden y libertad. No es, Se ora, ni una fr a especulaci n mercan l, ni una mera operaci n de
cr dito (...): es un elemento de animaci n, de vida y de ventura para la Espa a: Es (...), el
complemento de su resurrecci n pol ca.
El decreto que voy a tener la honra de someter a la augusta aprobaci n de V.M. sobre la
venta de esos bienes adquiridos ya para la naci n, as como en su resultado material ha de
producir el bene cio de minorar la fuerte suma de la deuda p blica, es menester que (...) en
su objeto (...) se enlace [...con] la alta idea de crear una copiosa familia de propietarios,
cuyos goces y cuya existencia se apoya principalmente en el triunfo completo de nuestras
actuales ins tuciones.
(...) Y conform ndome con lo propuesto por el Consejo de Ministros, en nombre de mi
excelsa hija la reina do a Isabel II, he venido en decretar lo siguiente:
Art. 1o. Quedan declarados en venta desde ahora todos los bienes ra ces de cualquier clase,
que hubiesen pertenecido a las comunidades y corporaciones religiosas ex nguidas, y los
dem s que hayan sido adjudicados a la naci n por cualquier tulo o mo vo (...).
Art. 2o. Se except an de esta medida general los edi cios que el gobierno des ne para el
servicio p blico, o para conservar monumentos de las artes, o para honrar la memoria de
haza as nacionales (...).
Art. 3o. Se formar un reglamento sobre el modo de proceder a la venta de estos bienes (...).
Art. 10o. El pago del precio del remate se har de uno de estos dos modos: en tulos de la
deuda consolidad o en dinero efec vo (…).”
Gaceta de Madrid, 21 febrero 1836.
11 6.2. El reinado de Isabel II (1833-1868): las desamor zaciones de Mendiz bal y Madoz. De la sociedad
estamental a sociedad de clases.
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Convenio celebrado entre el capit n general de los Ej rcitos Nacionales Don Baldomero
Espartero y el teniente general Don Rafael Maroto12
Junio 2015-2016
“Art. 1 °. El capit n general Don Baldomero Espartero recomendar con inter s al gobierno
el cumplimiento de su oferta de comprometerse formalmente a proponer a las Cortes la
concesi n o modi caci n de los fueros.
Art. 2°. Ser n reconocidos los empleos, grados y condecoraciones de los generales, jefes y
o ciales, y dem s individuos dependientes del ej rcito del mando del teniente general Don
Rafael Maroto, quien presentar las relaciones con expresi n de las armas a que
pertenecen, quedando en libertad de con nuar sirviendo y defendiendo la Cons tuci n de
1837, el trono de Isabel II y la Regencia de su Augusta Madre, o bien re rarse a sus casas
los que no quieran seguir con las armas en la mano.
Art. 6°. Los ar culos precedentes comprenden a todos los empleados civiles que se
presenten a los doce d as de ra cado este convenio.
Art. 7°. Si las divisiones navarra y alavesa se presentasen en la misma forma que las
divisiones castellana, vizca na y guipuzcoana, disfrutar n de las concesiones que se
expresan en los ar culos precedentes.
Art. 8°. Se pondr n a disposici n del capit n general Don Baldomero Espartero los parques
de ar ller a, maestranzas, dep sitos de armas, de vestuarios y de v veres que est n bajo la
dominaci n del teniente general Don Rafael Maroto.”
Ra cado este convenio en el cuartel general de Vergara, Guip zcoa, a 31 de agosto de
1839.
126.1. El reinado de Isabel II (1833-1868): la primera guerra carlista. Evoluci n pol ca, par dos y con ictos. El
Estatuto Real de 1834 y las Cons tuciones de 1837 y 1845.
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“Ar culo 12: La potestad de hacer las leyes reside en la Cortes con el Rey.
Ar culo 13: Las Cortes se componen de dos Cuerpos colegisladores, iguales en facultades:
el Senado y el Congreso de los Diputados.
Ar culo 14: El n mero de Senadores es ilimitado: su nombramiento pertenece al Rey.
[…]
Ar culo 20: El Congreso de los Diputados se compondr de los que nombre las Juntas
electorales en la forma que determine la ley. Se nombrar un Diputado a los menos por
cada cincuenta mil almas de poblaci n.
[…]
Ar culo 22: Para ser Diputado se requiere ser espa ol, de estado seglar, haber cumplido
vein cinco a os, disfrutar la renta procedente de bienes ra ces, o pagar por contribuciones
directas la can dad que la ley electoral exija, y tener las dem s circunstancias que en la
misma ley se pre jen.”
136.1. El reinado de Isabel II (1833-1868): la primera guerra carlista. Evoluci n pol ca, par dos y con ictos. El
Estatuto Real de 1834 y las Cons tuciones de 1837 y 1845.
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14 6.2. El reinado de Isabel II (1833-1868): las desamor zaciones de Mendiz bal y Madoz. De la sociedad
estamental a sociedad de clases.
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“Espa oles: La ciudad de C diz, puesta en armas con toda su provincia, (...) declara
solemnemente que niega su obediencia al Gobierno que reside en Madrid (...).
Hollada la ley fundamental, conver da siempre antes en celada* que en defensa del
ciudadano, corrompido el sufragio por la amenaza y el soborno, dependiente la seguridad
individual, no del derecho propio, sino de la irresponsable voluntad del cualquiera de las
autoridades; muerto el Municipio, pasto la Administraci n y la Hacienda de la inmoralidad y
del agio*, ranizada la ense anza, muda la prensa, (...) tal es la Espa a de hoy. Espa oles,
¿qui n la aborrece tanto que se atreva a exclamar: "As ha de ser siempre”? (...)
Queremos que una legalidad com n, por todos creada, tenga impl cito y constante el
respeto de todos. Queremos que el encargado de observar y hacer observar la Cons tuci n
no sea su enemigo irreconciliable. (...)
Queremos que un Gobierno provisional que represente todas las fuerzas vivas del pa s
asegure el orden en tanto que el sufragio universal echa los cimientos de nuestra
regeneraci n social y pol ca.
Contamos para realizar nuestro inquebrantable prop sito con el concurso de todos los
liberales, (...) con el apoyo de las clases acomodadas, que no querr n que el fruto de sus
sudores siga enriqueciendo la interminable serie de agio stas y favoritos; con los amantes
del orden, si quieren verlo establecido sobre las rm simas bases de la moralidad y del
derecho; con los ardientes par darios de las libertades individuales, cuyas aspiraciones
pondremos bajo el amparo de la ley; con el apoyo de los ministros del altar, interesados
antes que nadie en cegar en su origen las fuentes del vicio y del ejemplo; con el pueblo todo
y con la aprobaci n, en n, de la Europa entera, (...).
¡Viva Espa a con honra!”
C diz, 19 de sep embre de 1868.- Duque de la Torre.-Juan Prim.-Domingo Dulce.-Francisco
Serrano Bedoya.-Ram n Nouvilas.-Rafael Primo de Rivera.-Antonio Caballero de Rodas.-
Juan Topete.
15 6.3. El Sexenio Democrá co (1868 - 1874): la cons tución de 1869. Evolución polí ca: gobierno
provisional, reinado de Amadeo de Saboya y Primera República.
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2º Bachillerato Textos siglo XIX HISTORIA DE ESPAÑA
“(...) Consumado (...) el movimiento revolucionario iniciado en C diz (...); terminada la misi n
de las juntas y nombradas las autoridades, conveniente (...) es ya que el Gobierno
provisional (...), recoja y concrete las varias manifestaciones de la opini n p blica (...).
Destruido el obst culo [la reina] (...), la revoluci n ha establecido el sufragio universal, como
la demostraci n m s evidente (...) de la soberan a del pueblo.
(...)
No se vulnerar la fe hondamente arraigada porque autoricemos el libre (...) ejercicio de
otros cultos en presencia del cat lico (...). Por eso las juntas revolucionarias (...) han
consignado en primer t rmino el principio de la libertad religiosa (...).
La libertad de ense anza es otra de las reformas (...) que el Gobierno provisional se ha
apresurado a sa sfacer (...).
(...) la revoluci n ha proclamado tambi n la libertad de imprenta (...).
Las libertades de reuni n y de asociaci n (...) que tanto han contribuido (...) al
engrandecimiento de otros pueblos, han sido (...) reconocidas (...) por la revoluci n espa ola.
(...)
El individuo, el municipio, la provincia y la naci n podr n desenvolverse
independientemente dentro de la rbita que les es propia, sin que la intervenci n (...) del
Estado coarte sus facultades ni perturbe (...) sus manifestaciones (...).
De las ventajas y bene cios de la revoluci n gozar n tambi n nuestras queridas provincias
de Ultramar (...).
Sobre los (...) pilares de la libertad y el cr dito, Espa a podr proceder (...) al establecimiento
(...) de la forma de gobierno que m s en armon a est con sus condiciones (...).
(...) se han levantado voces (...) en defensa del r gimen republicano (...) [aunque] el mal xito
que han tenido tenta vas de esta naturaleza en otros pa ses de Europa (...) debe excitar (...)
la meditaci n p blica antes de lanzarse por caminos desconocidos y oscuros.
Pero de cualquier modo, el Gobierno provisional, (...) respetar a el voto de la soberan a de la
naci n, debidamente consultada.”
Madrid, 25 de octubre de 1868.- El presidente del Gobierno provisional y del Consejo de
Ministros, Francisco Serrano (…).
16 6.3. El Sexenio Democr co (1868-1874): la Cons tuci n de 1869. Evoluci n pol ca: Gobierno provisional,
reinado de Amadeo de Saboya y Primera Rep blica.
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2º Bachillerato Textos siglo XIX HISTORIA DE ESPAÑA
Junio 2002-2003
“La Naci n espa ola, y en su nombre las Cortes Cons tuyentes, elegidas por sufragio
universal, deseando a anzar la jus cia, la libertad y la seguridad, y proveer al bien de
cuantos vivan en Espa a, decretan y sancionan la siguiente Cons tuci n.
T TULO PRIMERO
DE LOS ESPA OLES Y SUS DERECHOS
Ar culo 2°. Ning n espa ol ni extranjero podr sea detenido ni preso sino por causa de
delito.
Ar culo 3°. Todo detenido ser puesto en libertad o entregado a la autoridad judicial dentro
de las vein cuatro horas siguientes al acto de la detenci n. (…)
Ar culo 4°. Ning n espa ol podr ser preso sino en virtud de mandamiento de Juez
competente.
Ar culo 11. Ning n espa ol podr ser procesado ni sentenciado sino por el Juez o Tribunal
a quien, en virtud de leyes anteriores al delito, competa el conocimiento y en la forma en
que stas prescriban. (...)
Ar culo 16. Ning n espa ol que se halle en el pleno goce de sus derechos civiles podr ser
privado del derecho de votar en las elecciones de senadores, diputados a Cortes, diputados
provinciales y concejales.
Ar culo 17. Tampoco podr ser privado ning n espa ol:
Del derecho de emi r libremente sus ideas y opiniones, ya de palabra, ya por escrito,
vali ndose de la imprenta o de otro procedimiento semejante. Del derecho a reunirse
pac camente. Del derecho de asociarse para todos los nes de la vida humana que no sean
contrarios a la moral p blica; y por l mo, del derecho de dirigir pe ciones individuales o
colec vamente a las Cortes, al Rey y a las autoridades.
Ar culo 21. La Naci n se obliga a mantener el culto y los ministros de la religi n cat lica. El
ejercicio p blico o privado de cualquiera otro culto queda garan zado a todos los
extranjeros residentes en Espa a, sin m s limitaciones que las reglas universales de la moral
y del derecho. Si algunos espa oles profesaren otra religi n que la cat lica, es aplicable a los
mismos todo lo dispuesto en el p rrafo anterior.
Ar culo 29. La enumeraci n de los derechos consignados en este tulo no implica la
prohibici n de cualquier otro no consignado expresamente.”
Madrid, 5 de junio de 1869.
17 6.3. El Sexenio Democr co (1868-1874): la cons tuci n de 1869. Evoluci n pol ca: gobierno provisional,
reinado de Amadeo de Saboya y Primera Rep blica.
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“Por virtud de la espont nea y solemne abdicaci n de mi augusta madre, tan generosa como
infortunada, soy nico representante yo del derecho mon rquico en Espa a [...].
Afortunadamente la Monarqu a hereditaria y cons tucional posee en sus principios la
necesaria exibilidad y cuantas condiciones de acierto hacen falta para que todos los
problemas que traiga su restablecimiento consigo sean resueltos de conformidad con los
votos y la conveniencia de la naci n.
No hay que esperar que decida yo nada de plano y arbitrariamente; sin Cortes no
resolvieron los negocios arduos los Pr ncipes espa oles all en los an guos empos de la
Monarqu a, y esta jus sima regla de conducta no he de olvidarla yo en mi condici n
presente, y cuando todos los espa oles est n ya habituados a los procedimientos
parlamentarios. Llegado el caso, f cil ser que se en endan y concierten las cues ones por
resolver un pr ncipe leal y un pueblo libre.
Nada deseo tanto como que nuestra patria lo sea de verdad. A ello ha de contribuir
poderosamente la dura lecci n de estos empos, que si para nadie puede ser perdida
todav a lo ser menos para las honradas y laboriosas clases populares, v c mas de so smas
p r dos o de absurdas ilusiones.
Cuanto se est viviendo ense a que las naciones m s grandes y pr speras, y donde el
orden, la libertad y la jus cia se admiran mejor, son aquellas que respetan m s su propia
historia. [...].
[...] Sea lo que quiera mi propia suerte, ni dejar de ser buen espa ol, ni como todos mis
antepasados, buen cat lico, ni, como hombre del siglo, verdaderamente liberal.”
Inglaterra, 1 de diciembre de 1874.
187.1. La Restauraci n Borb nica (1874-1902): C novas del Cas llo y el turno de par dos. La Cons tuci n de
1876.
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“(...) Art. 3. Todo espa ol est obligado a defender la patria con las armas, cuando sea
llamado por la ley
y a contribuir, en proporci n de sus haberes, para los gastos del Estado, de la provincia o del
municipio. Nadie est obligado a pagar contribuci n que no est votada por las Cortes (...)
Art. 11. La religi n Cat lica, Apost lica, Romana, es la del Estado. La Naci n se obliga a
mantener el culto y sus ministros. Nadie ser molestado en territorio espa ol por sus
opiniones religiosas, ni por el ejercicio de su respec vo culto, salvo el respeto debido a la
moral cris ana. (...)
Art. 13. Todo espa ol ene derecho: de emi r libremente sus ideas y opiniones, ya de
palabra, ya por escrito, vali ndose de la imprenta o de otro procedimiento semejante, sin
sujeci n a la censura previa; de reunirse pac camente; de asociarse para los nes de la vida
humana (...)
Art. 18. La potestad de hacer las leyes reside en las Cortes con el Rey.
Art. 19. Las Cortes se componen de dos Cuerpos Colegisladores, iguales en facultades: el
Senado y el Congreso de los Diputados.
Art. 50. La potestad de hacer ejecutar las leyes reside en el Rey, y su autoridad se ex ende a
todo cuanto conduce a la conservaci n del orden p blico en lo interior y a la seguridad del
Estado en lo exterior, (...)
Art. 75. Unos mismos C digos regir n en toda la Monarqu a, sin perjuicio de las variaciones
que por actuales circunstancias determinen las leyes.”
Madrid, 30 de junio de 1876.
197.1. La Restauraci n Borb nica (1874-1902): C novas del Cas llo y el turno de par dos. La Cons tuci n de
1876.
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Julio 2017-2018
“Lo mismo si el sufragio es universal que restringido, nunca hay m s que un solo elector, el
Ministro de la Gobernaci n. ste con sus gobernadores de provincia y el innumerable
ej rcito de empleados de todas clases (...) ejecuta y consuma las elecciones, de cualquier
especie que sean, desde el fondo de su despacho, situado en el centro de Madrid.
Para hacer las listas de electores se ponen en ellas algunos nombres verdaderamente
perdidos entre una mul tud de imaginarios y, sobre todo, de difuntos. La representaci n de
estos l mos se da siempre a agentes disfrazados de paisano para ir a votar. El autor de
estas l neas, ha visto repe das veces que su padre, fallecido ya hace algunos a os, iba a
depositar su voto en la urna bajo la gura de un barrendero de la ciudad o de un sabueso de
polic a, ves do con traje prestado. (...)
Este sistema de elecciones por medio de la resurrecci n de los muertos y los agentes de
polic a ves dos de paisano no es, sin embargo, lo peor de los medios empleados para falsear
el sufragio por nuestros pretendidos defensores del parlamentarismo y del sistema
representa vo. Apresur monos a decir que ordinariamente no se de enen en esas
apariencias de humano respeto, y que lo que hacen es pura y sencillamente aumentar el
n mero de votos hasta tener asegurada la elecci n del candidato adicto.”
Valen Almirall, Espa a tal cual es (1886).
207.1. La Restauraci n Borb nica (1874-1902): C novas del Cas llo y el turno de par dos. La Cons tuci n de
1876.
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2º Bachillerato Textos siglo XIX HISTORIA DE ESPAÑA
“Ar culo 1°. Espa a renuncia a todo derecho de soberan a y propiedad sobre Cuba. En
atenci n a que dicha isla, cuando sea evacuada por Espa a, va a ser ocupada por los
Estados Unidos, stos, mientras dure su, ocupaci n, tomar n sobre si y cumplir n las
obligaciones que, por el hecho de ocuparla, les impone el derecho internacional para la
protecci n de vidas y haciendas.
Ar culo 2°. Espa a cede a los Estados Unidos la isla de Puerto Rico y las dem s que est n
ahora bajo su soberan a en las Indias Occidentales, y la isla de Guam en el archipi lago de
las Marianas o Ladrones.
Ar culo 3°. Espa a cede a los Estados Unidos el archipi lago conocido como las Islas
Filipinas (...). Los Estados Unidos pagar n a Espa a la suma de veinte millones de d lares
dentro de los tres meses despu s 1 del canje de ra caciones del presente tratado.
Ar culo 5°. Los Estados Unidos, al ser rmado el presente tratado, transportar n a Espa a,
a su costa a los soldados espa oles que hicieron prisioneros de guerra las fuerzas
americanas al ser capturada Manila
Ar culo 6°. Espa a, al ser rmado el presente tratado, pondr en libertad a todos los
prisioneros de guerra y a todos los detenidos o presos por delitos pol cos a consecuencia
de las insurrecciones en Cuba y en Filipinas y de la guerra con los Estados Unidos.
Rec procamente, los Estados Unidos pondr n en libertad a todos los prisioneros de guerra
hechos por las fuerzas americanas y ges onar n la libertad de todos los, prisioneros
espa oles en poder de los insurrectos de Cuba y Filipinas.”
Par s, 10 de diciembre de 1898.
217.3. El problema de Cuba y la guerra entre Espa a y Estados Unidos. La crisis de 1898 y sus consecuencias
econ micas, pol cas e ideol gicas.
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