La Divina Comedia

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Divina comedia
Comencia la Comedia, 1472

Dante y Beatriz a orillas del Leteo 1889, obra del pintor venezolano Cristóbal Rojas

La Divina Comedia (en italiano: Divina Comedia) es un poema escrito por Dante Alighieri. Se desconoce la
fecha exacta en que fue escrito aunque las opiniones más reconocidas aseguran que el Infierno pudo ser
compuesto entre 1304 y 1307 o 1308, el Purgatorio de 1307 o 1308 a 1313 o 1314 y por último, el Paraíso de
1313 o 1314 a 1321, fecha del fallecimiento del poeta.

Libro más famoso de su autor, es una de las obras fundamentales de la transición del pensamiento medieval
(teocentrista) al renacentista (antropocentrista). Es considerada la obra maestra de la literatura italiana y una
de las cumbres de la literatura universal.

Características
Dante Alighieri llamó sencillamente Commedia a su libro, pues, de acuerdo con el esquema clásico, no podía
ser una tragedia, ya que su final es feliz. Fue el escritor y humanista Giovanni Boccaccio quién añadió el
adjetivo "divina" durante la época en la que se encargó de leerla y comentarla públicamente por diferentes
ciudades italianas, también por ser un poema que canta a la cristiandad. El libro suele presentarse
actualmente con un gran cuerpo de notas que ayudan a entender quiénes eran los personajes mencionados.
Estos comentarios incluyen interpretaciones de las alegorías o significados místicos que contendría el texto,
que otros prefieren leer como un relato literal. Esta tendencia se acentuó en el siglo XX entre los exégetas y
críticos de la Divina comedia, muchos de los cuales sostienen que Dante narró una historia en el mundo
material de ultratumba tal como se lo concebía en su tiempo. Miguel Asín Palacios, por otra parte, destacó la
importancia de la escatología musulmana en la estructura del Infierno dantesco.

La Divina Comedia se considera una de las obras maestras de la literatura italiana y universal. Dante resume
en ella todo el amplio conocimiento acumulado durante siglos, desde los antiguos clásicos hasta el mundo
medieval; su fe religiosa y sus convicciones morales y filosóficas. El estilo de la obra posee un rico lenguaje
lleno de símbolos y frecuentes referencias a personajes históricos y de la antigua mitología.

Estructura
Cada una de sus partes, o cánticas (Infierno, Purgatorio y Paraíso), está dividida en cantos, cada parte consta
de treinta y tres cantos, más el canto introductorio suman 100 cantos en total. Cada canto fue compuesto por
estrofas de tres versos endecasílabos o terza rima, que se dice él mismo inventó (tercetos)
El poema se ordena en función del simbolismo del número tres, que evoca la Trinidad Sagrada, el Padre, el
Hijo y Espíritu Santo, el equilibrio y la estabilidad, y el triángulo, las tres proposiciones que componen el
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silogismo, se sumaba al cuatro, que representaba los cuatro elementos: Tierra, aire, fuego y agua, dando
como resultado el número siete, como siete son los pecados capitales. Finalmente, el Infierno está dividido en
nueve círculos, el Purgatorio en siete y el Paraíso queda formado por nueve esferas que giran como los
planetas en torno al sol.
Toda la obra está llena de símbolos que remiten al conocimiento y pensamiento medieval; religión,
astronomía, filosofía, matemáticas, óptica, etc.; encarnan en personajes, lugares y acciones.
El poema cuenta con tres personajes principales: Dante, que personifica a la humanidad, representa la
tentación del pecado, Beatriz, que personifica la Fe y llevara a Dante a cada una de las esferas del paraíso,
hasta el Empíreo, espacio inmóvil, donde contemplará la Rosa mística formada por Dios y sus elegidos. Y
Virgilio, que hace otro tanto con la razón.
El paraíso representa el saber y la ciencia divina. El Infierno representa al ser humano frente a sus pecados y
sus funestas consecuencias. El Purgatorio, la lenta purificación de sus culpas hasta la liberación. En esta obra
el autor nos narra con extraordinario realismo un maravilloso viaje durante el que se encuentra con las almas
de grandes y terribles personajes de la historia; es un canto a la humanidad que sólo en la fe en Dios
encontrará su felicidad.
La estrofa por su parte está compuesta por tres versos, y cada una de las cánticas cuenta con treinta y tres
cantos, más el canto introductorio, de manera que la obra completa se compone de cien cantos. Se usa un
tipo de rima original, la "terza rima"
Nel mezzo del cammin di nostra vita
mi ritrovai per una selva oscura,
ché la diritta via era smarrita.
Ahi quanto a dir qual era è cosa dura
esta selva selvaggia e aspra e forte
che nel pensier rinova la paura!
Dante también utiliza el número diez como cabalístico como número pitagórico, que vemos en los cien cantos
de la comedia, compuestos por los treinta y tres de cada reino, más el de introducción. También se puede
apreciar la importancia decimal en los diez niveles del infierno, que son nueve círculos más el ante infierno,
donde se encuentran los ignavi, es decir, los indiferentes.
La estructura matemática de la Divina comedia, por otra parte, es mucho más compleja de lo que aquí se
esboza. El poema puede leerse según los cuatro significados que se atribuyen a los textos sagrados: literal,
moral, alegórico y anagógico. En este poema, Dante hace gala además de un gran poder de síntesis que es
característico de los grandes poetas.
La estructura también afecta a los registros lingüísticos: en el infierno se utiliza un lenguaje vulgar, el texto del
"Purgatorio" está lleno de citas bíblicas y el del "Paraíso", de himnos y cantos litúrgicos.
Antes de emprender el viaje hacia los tres mundos, Dante despierta en una selva oscura sin saber por qué
llegó ahí. Cuando hablamos de selva oscura nos referimos a algo malo, a lo contrario a Dios, esa selva era
oscura, era mala. En esa selva se describe un paisaje inicial en el cual vemos el sol, las estrellas, la playa y la
colina. El sol en representación de la divinidad, de Dios, la colina es el camino que debe subir para llegar a
Dios, Dante no puede llegar a esa luz porque en el camino se encuentra con 3 fieras que son obstáculos para
él. Cada fiera representa un pecado... Ahí se encuentra con Virgilio y después de una conversación con éste,
comienza su viaje.
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Infierno
La primera parte narra el descenso del autor al Infierno, acompañado por el poeta latino Virgilio, autor de la
Eneida, a quien Dante admiraba. Acompañado por su maestro y guía, describe al infierno que tenía una forma
de un cono con la punta hacia abajo y los nueve círculos que poseía en los que los condenados son
sometidos a castigo, según la gravedad de los pecados cometidos en vida, en el último círculo "judesco",
Dante describe que había una especie de palacio en el cual se hallaban los que traicionaban a sus
bienhechores y allí se encontraba Lucifer. Él lo describe como un demonio de tres cabezas y dentro de la
boca de la principal se hallaba Judas, al cual mordía con sus filosos colmillos como un juguete, mientras este
gritaba de dolor.
Dante encuentra en el Infierno a muchos personajes antiguos, pero también de su época, y cada uno de ellos
narra su historia brevemente a cambio de que Dante prometa mantener vivo su recuerdo en el mundo; cada
castigo se ajusta a la naturaleza de su falta y se repite eternamente. Es particularmente recordada la historia
de Paolo y Francesca, amantes adúlteros que se conocieron al leer en el libro de Lanzarote, los amores de la
reina Ginebra y esta persona, que fue motivo de inspiración y homenaje por poetas románticos y
contemporáneos, así como la historia del conde Ugolino da Pisa, el último viaje de Ulises, tránsito por el
bosque de los suicidas, la travesía del desierto donde llueve el fuego y la llanura de hielo de los traidores,
estos últimos, considerados los peores pecadores entre todos.
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Purgatorio
En esta segunda parte, Dante y Virgilio atraviesan el Purgatorio, una montaña de cumbre plana y laderas
escalonadas y redondas, simétricamente al Infierno. En cada escalón se redime un pecado, pero los que lo
redimen están contentos porque poseen esperanza. Dante se va purificando de sus pecados en cada nivel
porque un ángel en cada uno le va borrando una letra de una escritura que le han puesto encima. Allí
encuentra a famosos poetas, entre ellos a Publio Papinio Estacio, autor de la Tebaida.
Esta parte comienza propiamente con la salida Infierno a través de la natural burella. Dante y Virgilio llegan
así al hemisferio sur terrestre (que se creía por completo bajo las aguas), donde en medio de las aguas se
halla la montaña del Purgatorio, creada con la tierra utilizada para crear el abismo del Infierno, cuando Lucifer
fue expulsado del Paraíso tras rebelarse contra Dios. Tras salir del túnel llegan a una playa, donde encuentran
a Catón el Joven, que se desempeña como guardián del Purgatorio. Teniendo que emprender el ascenso de
la empinada montaña, que resulta imposible escalar, es tan empinada que Dante tiene que preguntar a
algunas almas cuál es el pasaje más cercano; pertenecen al grupo de los negligentes, los muertos en estado
de excomunión, que viven en el Ante-purgatorio. Un personaje notable de este lugar es Manfredo de Sicilia.
Junto a los que por pereza tardaron en arrepentirse, los muertos violentamente y a los principios negligentes,
de hecho, esperan el tiempo de purificación necesario para poder acceder al Purgatorio propiamente dicho.
En la entrada del valle donde se encuentran los principios negligentes, Dante, siguiendo las indicaciones de
Virgilio, pide indicaciones a un alma que resulta ser el guardián del valle, un compatriota de Virgilio, Sordello,
que será su guía hasta la puerta del Purgatorio.
Tras llegar al final del Ante purgatorio, tras un valle florecido, los dos cruzan la puerta del Purgatorio, que
custodia un ángel con una espada de fuego, que parece tener vida propia. Está precedido por tres jardines, el
primero de mármol blanco, el segundo de una piedra oscura y el tercero y último de pórfido rojo. El ángel,
sentado en el solio de diamante y apoyando los pies en el escalón rojo, marca siete "p" en la frente de Dante y
abre la puerta con dos llaves, una de plata y otra de oro, que San Pedro le dio, y los dos poetas se adentran
en el segundo reino.
Tras llegar al final del Ante purgatorio, tras un valle florecido, los dos cruzan la puerta del Purgatorio, que
custodia un ángel con una espada de fuego, que parece tener vida propia. Está precedido por tres jardines, el
primero de mármol blanco, el segundo de una piedra oscura y el tercero y último de pórfido rojo. El ángel,
sentado en el solio de diamante y apoyando los pies en el escalón rojo, marca siete "p" en la frente de Dante y
abre la puerta con dos llaves, una de plata y otra de oro, que San Pedro le dio, y los dos poetas se adentran
en el segundo reino.
El Purgatorio se divide en siete cornisas, donde las almas expían sus pecados para purificarse antes de entrar al
Paraíso. Al contrario del Infierno, donde los pecados se agravan a medida que se avanza en los círculos, en el
Purgatorio la base de la montaña, es decir la cornisa I, alberga a quienes padecen las culpas más graves, mientras
que en la cumbre, cerca del Edén, se encuentran los pecadores menos culpables. Las almas no son castigadas
para siempre, ni por una sola culpa, como en el primer reino, pero expían una pena equivalente a los pecados
durante la vida.
En la primera cornisa, Dante y Virgilio encuentran a los orgullosos, en la segunda a los envidiosos, en la tercera a
los iracundos, en la cuarta a los perezosos, en la quinta a los avaros y a los pródigos. En esta encuentran el alma
de Cecilio Estacio tras un terremoto y un canto Gloria in excelsis Deo. En vida este personaje fue en exceso
pródigo. Tras años de expiación siente el deseo de guiarlos hasta la cumbre, a través de la sexta cornisa, donde
expían sus culpas los golosos, que lucen delgadísimos, y la séptima, donde se encuentran los lujuriosos, envueltos
en llamas. Dante recuerda que Estacio se convirtió gracias a Virgilio y a sus obras, en particular la Eneida y las
Bucólicas, que le mostraron la importancia de la fe cristiana y el error de su vicio. En ese sentido, Virgilio lo iluminó
permaneciendo él en la oscuridad. Virgilio fue un profeta sin saberlo, pues llevó a Estacio a la fe pero él, pudiendo
tan solo entreverla, no pudo salvarse, y deberá habitar hasta la eternidad en el Limbo. En la séptima cornisa, los
tres tienen que atravesar un muro de fuego, tras la cual hay una escalera, por la que se entra al Paraíso terrestre.
Dante se muestra asustado y es confortado por Virgilio. Allí, donde vivieron Adán y Eva prima del pecado, Virgilio y
Dante tienen que despedirse, porque el poeta latino no es digno de conducirlo en el Paraíso. Pero Beatriz sí.
Aquí Dante se encuentra con Santa Matilde, la personificación de la felicidad perfecta, precedente al pecado
original, que le muestra los dos ríos, Lete, que hace olvidar los pecados, y Eunoe, que devuelve la memoria del
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bien realizado, y se ofrece a reunirlo con Beatriz, que pronto llegará. Beatriz le llama severamente la atención a
Dante y después le propone verla sin el velo. El poeta, por su parte, busca a su maestro Virgilio, que ya no se
encuentra con él. Tras beber las aguas del Lete y del Eunoe, que hacen olvidar las cosas malas y recordar
las buenas, el poeta sigue a Beatriz hacia el tercer y último reino, el del Paraíso.
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Paraíso
Libre de todo pecado, Dante puede ascender al Paraíso, lo que hace junto a Beatriz en condiciones que desafían
las leyes físicas, encadenando milagros, lo cual es más bien natural dado el lugar en el cual se desarrolla el
poema. Dentro del recorrido será de hecho de gran importancia que el nombre de Beatriz signifique "dadora de
felicidad" y "beatificadora", pues en esta sección de la Comedia ella releva a Virgilio en la función de guía. En
efecto, a través de este personaje, el autor expresa en los treinta y tres cantos de la sección varios razonamientos
teológicos y filosóficos de gran sutileza.
Sin embargo, el poeta expresa desde un principio la gran dificultad que significa transmitir el recorrido emocional y
físico de trashumanar, es decir ir más allá de las condiciones de la vida terrena. Sin embargo, confía en el apoyo
del Espíritu Santo (el buen Apolo) y en el hecho de que pese a sus falencias, su esfuerzo descriptivo será emulado
y continuado por otros (canto I, 34).
El Paraíso está compuesto por nueve círculos concéntricos, en cuyo centro se encuentra la tierra. En cada uno de
estos cielos, en donde se encuentra cada uno de los planetas, se encuentran los beatos, más cercanos a Dios en
función de su grado de beatitud. Pero las almas del Paraíso no están mejor unas que otras, y ninguna desea
encontrarse en mejores condiciones que las que le corresponden, pues la caridad no permite desear más que lo
que se tiene (II, 70-87). De hecho, a cada alma al nacer Dios le dio cierta cantidad de gracia según criterios
insondables, en función de los cuales gozan aquellas de los diferentes grados de beatitud. Antes de llegar al primer
cielo el poeta y Beatriz atraviesan la Esfera de fuego.
En el primer cielo, que es el de la Luna, se encuentran quienes no cumplieron con sus promesas (Angeli), como la
madre de Federico II, Constanza I de Sicilia. En el segundo, el de Mercurio, residen quienes hicieron el bien para
obtener gloria y fama, pero no dirigiéndose al bien divino (Arcangeli). En el tercero, de Venus, se encuentran las
almas de los "espíritus amantes" (Principati). En el cuarto, del Sol, los "espíritus sabios" (Potestà). En el quinto, de
Marte, los "espíritus militantes" de los combatientes por la fe (Virtù). En el sexto, de Júpiter, los "espíritus
gobernantes justos" (Dominazioni).
En el séptimo cielo, de Saturno, de los "espíritus contemplativos" (Troni), Beatriz deja de sonreír, como lo había
hecho hasta entonces. Desde ese punto en adelante su sonrisa desaparece, pues por la cercanía de Dios su
luminosidad resultaría imposible de contemplar. En este último cielo residen los "espíritus contemplativos". Desde
allí Beatriz eleva a Dante hasta el cielo del las estrellas fijas, donde no están más repartidos los beatos, sino las
"almas triunfantes", que cantan en honor a Cristo y María, a quien Dante alcanza a ver. Desde ese cielo, además,
el poeta observa el mundo debajo de sí, los siete planetas, sus movimientos, y la Tierra, muy pequeña e
insignificante en comparación con la grandeza de Dios (Cherubini). Antes de continuar Dante debe sostener una
especie de "examen" de Fe, Esperanza, Caridad, por parte de tres profesores particulares: San Pedro, Santiago y
San Juan. Por lo tanto, después de un último vistazo al planeta, Dante y Beatriz ascendieron al cielo, el Primo
Mobile o Cristallino, el cielo más externo, origen del movimiento y del tiempo universal (Serafini).
En este lugar, tras levantar la mirada, Dante ve un punto muy luminoso, rodeado por nueve círculos de fuego,
girando alrededor de ella; el punto, explica Beatriz, es Dios, y a su alrededor se mueven los nueve coros
angelicales, divididos por cantidad de virtud. Superado el último cielo, los dos ascienden a él Empíreo, donde se
encuentra la "rosa de los beatos", una estructura en forma de anfiteatro, en el cual, sobre la grada más alta está la
Virgen María. Aquí, en la inmensa multitud de los beatos, están los más grandes de los santos y las figuras más
importantes de la Biblia, como San Agustín, San Benito de Nursia, San Francisco, y también Eva, Raquel, Sara y
Rebeca.
Desde aquí Dante observa finalmente la luz de Dios, gracias a la intervención de María a la cual San Bernardo
(guía de Dante de la última parte del viaje) había pedido ayuda para que Dante pudiese ver a Dios y sostener la
visión de lo divino, penetrándola con la mirada hasta que se une con él, y viendo así la perfecta unión de toda la
realidad, la explicación de toda la grandeza. En el punto más central de esa gran luz Dante ve tres círculos, las tres
personas de la Trinidad, el segundo del cual tiene imagen humana, signo de la naturaleza humana, y divina al
mismo tiempo, de Cristo. Cuando trata de penetrar aún más el misterio su intelecto flaquea, pero en un excessus
mentis3 su alma es tomada por la iluminación, la armonía que se da la visión de Dios, en el canto XXXIII (145), del
amor que mueve el sol y las otras estrellas (L'amor che move el sole e l'altre stelle). Por la grandiosa luz del último
cielo, Dante queda ofuscado, concluyendo así la Divina Comedia.
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