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I. Introducción
E
spacio donde confluyen e interactúan la historia y la cultura de los
pueblos con el derecho internacional, el derecho castellano y el dere-
cho indiano, las instituciones jurídicas del pasado nos permiten apre-
ciar la naturaleza generatriz de los territorios americanos incorporados a la
Corona de Castilla.
Nuestro objetivo es identificar y aquilatar el alcance de los títulos jurídi-
cos que ampararon el proceso de conquista y ocupación de Yucatán y, como
punto relevante, el sustento fundacional de su capital histórica: la Mérida de
Yucatán.
Las capitulaciones (…) se empleaban cuando los reyes, o sus apoderados, pac-
taban con algún particular el desempeño de determinada empresa o servicio
público. (…) En América, las capitulaciones tuvieron por objeto, en su mayor
parte, descubrimientos y conquistas (…). Por su número y por la importancia
de su objeto principal (la ocupación del Continente nuevo), constituyeron pie-
zas fundamentales del Derecho trasplantado por los españoles.2
Éstas pueden ser: de descubrimiento, cuyo fin principal es hallar algún terri-
torio nada o poco conocido; de conquista (desde las Ordenanzas de 1573 se
llaman pacificaciones), donde la licencia regia es para ocupar –pacíficamente o
no– un territorio previamente hallado; y de población, donde el asiento autori-
zado por la Corona consiste en la fundación y subsiguiente población de ciertos
territorios previamente descubiertos.3
Las Capitulaciones (…) eran, junto con las instrucciones, la fuente primaria
del sistema jurídico del Nuevo Mundo. Constituían además una especie de fue-
1
Muro Orejón, Antonio, Lecciones de historia del derecho hispano-indiano, México,
Miguel Ángel Porrúa editores, 1989, p. 35.
2
Zavala, Silvio, Las instituciones jurídicas en la Conquista de América, 3a ed., México,
Editorial Porrúa, 1988, p. 101.
3
Muro Orejón, Antonio, op. cit., nota 1, p. 35.
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4
Ruz Escalante, José Luis y Gamboa, María Teresa, Breve historia de la legislación
maya, siglos i al xix, México, Fondo de Publicaciones y Ediciones del Gobierno del Estado
de Quintana Roo, 1991, p. 34.
5
Chamberlain, Robert S., Conquista y colonización de Yucatán,1517-1550, 2a ed., traduc-
ción de Álvaro Domínguez Peón y prólogo de José Ignacio Rubio Mañé, México, Editorial
Porrúa, 1982, pp. 29-30.
6
Citado por Soberanes Fernández, José Luis, “Historia del sistema jurídico mexicano”,
El Derecho en México, una visión de conjunto, México, IIJ-UNAM, 1991, t. I, pp. 34-35.
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B) La hueste indiana
Claro está que el botín que se obtenía, así como las reales mercedes, eran
distribuidas con proporcionalidad al monto de lo personalmente aportado.
Botín que, evidentemente, se repartía una vez hecha la deducción del quinto
real que correspondía a la Corona. Las mercedes podían consistir en tierras,
aguas, encomiendas, mejoramiento social, oficios, y demás motivaciones
honoríficas. Todo ello, como parte de un sistema de premios e incentivos en
la organización de la conquista de América.
Una vez dado de alta en la hueste, el reclutado quedaba sujeto a un régi-
men militar, lo que se traducía en una fidelidad absoluta hacia el caudillo, y
en una permanencia hasta el fin de la expedición y el logro del objetivo, so
pena de muerte. Bajo ese esquema, el jefe tenía la facultad de expedir nom-
bramientos de corte militar, con empeños de organización expedicionaria.
Según fuere la situación y la época, las huestes podían ser reclutadas tanto
en España como en los territorios indianos. En el caso de la Conquista de
México, las huestes cortesianas fueron integradas con gente reclutada en
Cuba, principalmente. Sin embargo, por real provisión dada en Granada en
1526, la Corona dispuso la obligatoriedad y exclusividad de la primera con-
dición, aduciendo el riesgo de despoblamiento en Indias.
En cuanto a las estipulaciones organizacionales de la hueste, el caudillo
basaba su expedición en una licencia que, por lo general, era una Capitula-
ción.
Como ha quedado establecido, la conquista de América fue –a excepción
de los primeros tiempos– una obra eminentemente popular; es decir, que
hubo un claro predominio del esfuerzo privado, por sobre la acción oficial
del Estado. Fue, en consecuencia, acometida por huestes reclutadas, pagadas
y dirigidas por caudillos particulares y no por fuerzas de la milicia estatal.
8
Ibidem, pp. 106-107.
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Los adelantados debían procurar que su gente fuera limpia de toda raza de
moro, judío, hereje o penitenciado por el Santo Oficio y no de los prohibidos de
pasar a las Indias por las ordenanzas. Los prohibidos eran: los de linaje de moro
o judío, los reconciliados o castigados por la Inquisición, los negros ladinos,
los gitanos, los esclavos casados sin su mujer o hijos, las mujeres solteras sin
licencia, o las casadas sin sus maridos. (...) En general, la clase española que
nutrió las expediciones (...) fueron los hijosdalgo, clase intermedia entre los
caballeros de alcurnia y los pecheros y clases menestrales.9
C) Las instrucciones
9
Zavala, Silvio, op. cit., nota 2, pp. 108-109.
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D) Los adelantamientos
10
Ibidem, p. 124.
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11
Cfr. Vallado Díaz, Nicolás, Breve Historia de Yucatán, Mérida, Editorial Vallado,
1987, p. 10.
12
Muro Orejón, Antonio, op. cit., nota 1, pp. 191-195.
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13
Cfr. Ibidem, pp. 197.
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En este segundo viaje (...) se ocupó mucho de sus asuntos particulares, que casi
había olvidado en el anterior. (...) Ahora se le confirieron nuevos honores, entre
los cuales no debe olvidarse el de haber sido ennoblecido, más de lo que lo era
por nacimiento. Bernal Díaz, hablando de su vuelta a México, dice que ‘trajo
Don y Señoría’, y Cogolludo se complace en dar una descripción detallada
del escudo de armas que se le concedió. Pero la merced más importante que
entonces obtuvo Montejo de la corte, fue la de conquistar y poblar la península
de Yucatán, bajo bases de mucha honra y provecho para sí y sus herederos.14
14
Ancona, Eligio, Historia de Yucatán, 4a ed., Mérida, México, Ediciones de la Universi-
dad de Yucatán, 1978, t. I, p. 252.
15
Cfr. Rubio Mañé, José Ignacio, El Virreinato, orígenes y jurisdicciones, y dinámica
social de los virreyes, 2a ed., México, Fondo de Cultura Económica/IIH-UNAM, 1992, t. I,
p. 31.
16
Cfr. Ancona, Eligio, op. cit., nota 14, p. 259.
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Al referirnos este hecho, Fray Diego de Landa nos recuerda cómo el ade-
lantado Montejo, en su proyecto, habría de involucrar a su hijo, además de
17
Ibidem, pp. 260-261.
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su sobrino, todos del mismo nombre: “Que en este tiempo que Montejo es-
tuvo en la corte negoció para sí la conquista de Yucatán, aunque pudo haber
negociado otras cosas; le dieron el título de adelantado y se vino a Sevilla
llevando a un sobrino suyo de trece años de edad y de su mismo nombre, y
en Sevilla halló a su hijo de 28 años a quien llevó consigo”.18
En junio de 1527 retornaba Montejo a América, pero esta vez como ade-
lantado de Yucatán. Se dispuso, entonces, a emprender la conquista de un
territorio, hasta ese tiempo considerado insular.
18
De Landa, Diego, Relación de las cosas de Yucatán, 12a ed., México, Biblioteca Edito-
rial Porrúa, 1982, p. 22.
19
Ibidem, pp. 32-33.
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20
Ibidem, pp. 33-34.
21
Rubio Mañé, José Ignacio, op. cit., nota 15, p. 31.
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“Francisco de Montejo, padre, (...) fue la persona señalada por el destino para
ajustar y emprender la ardua empresa de la conquista de Yucatán, conducirla
22
Cfr. Orosa Díaz, Jaime, Historia de Yucatán, Mérida, Ediciones de la Universidad de
Yucatán, 1991, pp. 59-60.
23
Rubio Mañé, José Ignacio, op. cit., nota 15, p. 31.
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Punto toral del proceso de conquista y ocupación, para arribar al acto políti-
co y jurídico de la fundación de Mérida como capital de Yucatán, retornare-
mos un poco en el tiempo.
24
Acereto, Albino, “La primera campaña conquistadora”, en Enciclopedia Yucatanense,
2 ed., México, Edición oficial del Gobierno de Yucatán, 1977, t. III, p. 30.
a
25
Cfr. Ancona, Eligio, op. cit., nota 14, pp. 313-314.
26
Ibidem, p. 56.
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Fue hasta entonces que su hijo Francisco de Montejo y León, "El Mozo",
ayudado por su primo, reemprendió, con nuevos bríos, la difícil y desafiante
misión.
En Ah-kin-Pech, y corriendo el año de 1540, fundó el 4 de octubre la villa
de San Francisco de Campeche, para que sirviese como puerto principal y
entrada a la provincia. Nombró alcaldes y regidores, y asignó por vecinos de
la villa a 30 españoles.
Luego, con tiento, pero con firmeza, fue ocupando distintos lugares hasta
llegar a la antigua Ichcaanzihó, sitio donde estableció su cuartel general y
donde habría de fundar, poco tiempo después, la floreciente capital de la
provincia.
B) Reconocimiento de Ichcaanzihó
27
Cfr. Romero Conde, Paulino (comp), Blas González, Crónicas de la Conquista de Yu-
catán, Mérida, Ediciones de la Universidad de Yucatán, 1992, p. 6.
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una mañana caminamos el trayecto que separa las dos poblaciones. Al llegar
quedamos estáticos, contemplando unas grandiosas ruinas, las primeras que
conocíamos y veíamos en estos lugares, y que nos trajeron a la memoria los
gratos recuerdos de la patria ausente, por las ruinas romanas esparcidas en ella.
A tal grado que el Capitán Moreno de Almaraz exclamó ¡se parece a Mérida!,
estando de acuerdo con él los presentes. Hay en el centro de la población, cinco
cerros grandes y elevados forrados de piedra y otros montículos más pequeños
esparcidos en todo su perímetro. Uno de los cerros mayores, de altura de cinco
estados. Y otros cuatro se encuentran al sur y oriente del primero. Todos esos
gigantescos cerros sirven de basamento a muy antiguos edificios cuyos restos
se destacan entre árboles elevados y matorrales espesos que han crecido junto
a ellos. El cerro del poniente ostenta en su cima un adoratorio de cantería bien
labrado. En los cerros del oriente hay muy buenas capillas de bóveda de mam-
postería. Los edificios más espléndidos están en el gran cerro ubicado entre los
del oriente y poniente. (...) El lugar está ocupado por una aldea de indios con
casas de palma y extensos patios donde cultivan hortalizas y frutales, los cuales
se mostraron pacíficos diciendo que los citados edificios servían antaño de pa-
lacios y templos religiosos de una ciudad llamada Ichcaanzihó que había sido
abandonada hace 200 años. Que pertenece al cacicazgo de Chakán cuya cabe-
cera es Caucel situado a unas 3 leguas al poniente. Dijeron también que la costa
se encuentra a nueve leguas al norte y que los vientos del oriente y del norte
refrescan el lugar por las noches y las mañanas y que el agua de los cenotes está
a cinco varas de profundidad. Con la emoción reflejada en el semblante por lo
magnífico del sitio, regresamos a Dzibical para informar al Capitán Montejo
del resultado de nuestra misión.28
28
Ibidem, pp. 35-38.
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los aliados mexicanos el cerro del sur y a los mayas amigos el cerro del nores-
te.29
Reunió a todos los capitanes en consejo, y oído su dictamen, fue opinión co-
mún que el asiento de Ichcaanzihó era el más adecuado para fundar la capital
de la colonia. Es un sitio ameno, salubre, circundado de abundantes dehesas,
refrescado por las brisas y el sueste alternativamente, y rodeado de poblaciones
ricas y florecientes, como son las de Zipatán, Ceh-Pech, Chakán y Acanul.30
D) Acto fundacional
29
Ibidem, pp. 38-39.
30
Ibidem, p. 40.
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31
Cfr. Ancona, Eligio, op. cit., nota 14, p. 334.
32
Huchim, Eduardo R., “Piropo a Mérida, dama de 450 años”, en Mérida ayer y hoy, Mé-
xico, Editora Xalco, 1992, p. 9.
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VI. Conclusiones
UNAM, 1941.
-----------------, Los primeros vecinos de la ciudad de Mérida de Yucatán,
Mérida, Universidad de Yucatán, 1935.
Ruz Escalante, José Luis y Gamboa, María Teresa, Breve historia de la
legislación maya, siglos I al XIX, México, Fondo de Publicaciones y Ediciones
del Gobierno del Estado de Quintana Roo, 1991.
Sánchez Bella, Ismael et al., Historia del derecho indiano, Madrid, Editorial
Mapfre, 1992.
Soberanes Fernández, José Luis, “Historia del sistema jurídico mexicano”,
El Derecho en México, una visión de conjunto, t. I, México, IIJ-UNAM, 1991.
Thomas, Hugh, La conquista de México, México, Editorial Patria, 1994.
Vallado Díaz, Nicolás, Breve historia de Yucatán, Mérida, México, Editorial
Vallado, 1987.
Zavala Vallado, Silvio, Ensayos iberoamericanos, Mérida, México,
Ediciones de la Universidad Autónoma de Yucatán, 1993.
-------------------, Hernán Cortés ante la justificación de su conquista, 2a ed.,
México, Porrúa, 1985.
-------------------, Las instituciones jurídicas en la conquista de América, 3a
ed., México, Biblioteca Editorial Porrúa, 1988.
-------------------, La encomienda indiana, 2a ed., México, Porrúa, 1973.