Sobre El Deseo Del Analista Y Su Acto

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"Sobre El Deseo Del Analista Y Su Acto"

(*) Jornadas De Escuela, Acto E Interpretación. Escuela Freudiana De Buenos Aires, 2010.-

Alejandra Rodrigo

Es con la misma estofa, la estofa de lo que no hay, que el deseo del analista causa ese
deseo, deseo del analizante, cuyo punto vivo reanima aquello que se ha dado llamar objeto
“a” y que concierne al sujeto en su hendidura misma.
Cualquier acto y con eso no va de suyo que se trate de una acto cualquiera, cualquier acto
que se lo nombre luego, aprés coup, como acto analítico, que produzca una pérdida de goce,
o sea , dicho de otro modo, un acto que produzca consecuencias sobre el modo en que el
goce se distribuye y que suscite algún efecto de verdad, opera sobre la finitud del Otro y del
sujeto.
El acto, entonces , deviene la operación lógica que conlleva un final.
La interpretación que no tiene fin, “progresa”, por así decirlo, hacia el encuentro con un límite;
el acto va más allá del límite, al franquear el paso de la caída del objeto “a”, objeto que
Lacan, sabemos, lo nombra como su única invención.
Invención, diríamos, certera, en tanto se trata del encuentro con la causa misma y que en el
sujeto se soporta como referencia al lugar en el decir o como lo indecible que en el sueño
señala lo que no tiene solución: la castración misma.

Evoquemos las palabras que el poeta nos musita: nunca es triste la verdad, lo que no tiene es
remedio…

Ahora bien, la cura avanza, por la brecha que se abre, entre la tensión constante de la
transferencia, que conlleva la resistencia como inherente a su sustancia misma y el deseo del
analista.
La cura avanza, por el cierre del inconciente que la interpretación produce luego de su
efectuación y el llamado a su apertura, que convoca a ese significante que falta, para
realizar la ilusión, en la creencia neurótica, del reencuentro con el goce perdido.
Entonces ¿con qué responde el analista, si donde justamente es interpelado, es en su propio
ser?
Responde efectivamente, con su ser.

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Podríamos decir que es en su actuar, donde responde con su ser, pero se trata de un ser que
no puede decir: soy.
En 1958, Lacan nos advertía taxativamente y hoy retomamos su consigna para hacerla
nuestra cada vez, cada vez que el analista interviene:… “Es sin duda en la relación con el ser
donde el analista debe tomar su nivel operatorio”.
Ser de cuya relación, el analista debe tomar su nivel operatorio.
Sin duda, la cuestión del ser evoca aquí la falta misma y en consecuencia al objeto,
pero fundamentalmente designa el lugar que el analista debe ocupar, para la eficacia de su
función y mas precisamente para la eficiencia de su acto.
Lugar que determina el alcance de su nivel operatorio, en tanto produce consecuencias sobre
un discurso, del que sólo es su efecto.
Ese lugar, es un lugar muy particular pues lo ocupa sin serlo ya que está hecho de un hacerse
(hacer) ese objeto, para luego producir su caída.
El analista ocupa un lugar, del que sabe, finalmente, será destituido, cada vez que su
operatoria lo convoca a pagar con su persona pero sabemos que no va de suyo, que la
transferencia se produzca, para que al analista le esté dispuesto hacerlo.
Recordemos que en Tokio, en 1971, Lacan advertía a su público acerca de que no hay duda
que cada analista se implica en los análisis que conduce, en el sentido, entiendo, de una toma
de posición, ya que no puede no hacerlo, aún cuando no le sea preciso admitirlo pero es cierto
que cuando se trata , dice allí, “de que uno se convierta en la roca eso plantea muchos
problemas y es de eso de lo que se trata para el analista, pero él no quiere a ningún precio
convertirse en esa roca”.
Y el pago con su persona, es otro modo en que se realiza el deseo en que se sostiene su
función. Tal como es dicho, como lo que en último término debe ser aceptado al fin del
análisis, lo que no hay devenido deseo del analista, ya que en tanto haya pasado por eso,
podrá en ese saber hacer ahí de su práctica, cada vez que la transferencia lo convoca,
reducirse a objeto, hasta el final.
El 21 de junio de 1972, concluyendo su Seminario, Lacan nos propone una invitación, … “para
representar ese efecto que llamo objeto a, para hacernos “a”, es “des-ser” de ser el soporte,
el deshecho, la abyección a los que puede engancharse eso, que nacerá, gracias a nosotros,
del decir, de decir que sea interpretante, por supuesto, con la ayuda de esto a lo que invito al
analista : a sostenerse de manera de ser digno de la transferencia, a sostenerse en ese saber
que puede por estar en el lugar de la verdad, interrogarse como tal sobre lo que es desde
siempre la estructura de los saberes, desde el saber hacer hasta los saberes de la ciencia”.
“Desde allí, por supuesto, interpretamos. Pero, ¿quién puede hacerlo sino el que se
compromete en el decir…”
Hasta aquí, la cita.
Ser digno de la transferencia, entonces ¿no nos evoca aquello de que el objeto dignifica al
sujeto?, en tanto nos reenvía a poder “salvar nuestra dignidad de sujetos”, ya que en tanto
sometidos al deslizamiento del significante, éste se vuelve interminable.

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Nos reenvía a poder hacer otra cosa que “sujetos de la palabra” y encontrarnos con eso
“único, inapreciable, irremplazable al fin de cuentas, que es el verdadero punto donde
podemos designar…la dignidad del sujeto” (Seminario VIII, clase 12, 1/3/1961).
Ahora bien, en la transferencia se trata de la disparidad subjetiva, no asimétrica sino dispar y
estamos acostumbrados a decir que se trata de un solo sujeto…con el objeto, ¿podremos
adscribir semejante formulación?.
El objeto ¿es el mismo para el analista y el analizante?
Si se trata de un objeto, como de un solo sujeto, ¿no deberemos buscar entonces, en el
manejo de la transferencia, a nivel de su operatoria, su misma resolución?, ya que por ende,
es allí, en esa misma trama con la que analista y analizante se hallan tejidos, que se
desprenderá algún deshecho de saber que ponga en causa el deseo del sujeto.
Pero como Freud precisara, la transferencia es resistencia y “las resistencias van marcando la
sucesión de las repeticiones” (“Recuerdo, repetición y elaboración”)
Repetición y resistencia, hacen a la posición misma del analista.
Digamos, pues, que no hay modo de encontrarse con la causa sino pasando por aquello que
la obtura, con eso que se presentifica del lado del analista y que la transferencia misma ha
trocado, “ha dado un vuelco” a ese lugar, por lo que se lo ha llamado el envés del discurso
amo: el discurso del analista cuya operatoria se produce a nivel del deseo del analista y se
reduce al ser que este sostiene en el lugar que es llamado a ocupar por el discurso
analizante.
El modo en que ese deseo opera, es precisamente el acto pero el acto hace al analista, que
se define por su acto y no al revés, el analista definiendo el acto.
Ahora bien, el analista ha recibido el objeto del fantasma analizante, ha ocupado lo que Lacan
llamara la posición de aparente, ha ocupado un lugar en el discurso, el de semblant, pero se
encuentra ante la posición ineludible de encarnar el objeto sin serlo, o mas bien lo es, sólo a
título de haciéndolo, lo es, como decíamos antes, en un ser que se va haciendo.
El analista, haciéndose ser ese objeto cuya esencia es faltar, se deduce en una posición que
resulta de la paradoja misma del acto, donde el objeto es activo y el sujeto subvertido (“La
equivocación del SsS”).
De lo que se desprende que podríamos aquí adscribir como decisiva para el avance del
análisis, la instancia de la presencia del analista, tiempo en que la transferencia arroja un
producto al lugar del analista, efecto del suceder del saber inconsciente, producto que no es
mas que ese falso ser con que se ha localizado el sujeto en el fantasma y del que el analista
se ha hecho soporte.
En ese terreno, en ese campo, en ese lugar que no es “in absentia ni in effigie”, presencia
real de la transferencia, se libera el encuentro con lo mas opaco del ser, es el tiempo de la
angustia que se revela en transferencia, angustia en la que ha quedado, si se puede decir así,
detenido el sujeto a la espera de una respuesta que le venga del Otro.
Es el encuentro con el enigma del deseo, cuyo paso y franqueamiento, a la manera de lo que
Freud llamara perelaboración, (“durcharbeitung”), a través de, precipitará una nueva cita

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para el sujeto : la de relevarse como la esencia ausente del objeto mismo en el que había
quedado soldado su goce en el fantasma.
Presencia del analista que anuncia entonces, la posibilidad de un encuentro con la falta en el
Otro.
Recordemos que Safouan, justamente hace años, mas precisamente en unas Jornadas de
Escuela de 1995, a propósito de “La ética y el acto analítico, hoy”, hablando de la dimensión
del deseo, al responder a una pregunta, decía que el analista debe romper toda complicidad
con la verdad, al referirse que en el deseo como deseo del Otro que se aloja en el fantasma
hay lo que él llamaba un saber falaz, que funda una certeza en el sujeto de lo que el imagina y
en ese sentido, el analista no debe sustraerse a la dependencia del Otro para romper esa
complicidad con la verdad y agrega, que si puede ir hasta allí es porque se ha servido del N
del P, para encaminarse hacia el de-ser…
Esa presencia, es también nuevamente considerada por Lacan, a la altura del Seminario XVI,
ya que la había planteado antes, en una clase del Seminario XI, como el modo y el lugar en
que ha quedado capturado el analista por la vía de la repetición que es, recordábamos en
Freud, la transferencia misma, lugar que lo designa como el de la “oquedad” del “a” y que
constituye “lo ininterpretable”.
Lugar entonces, donde el deseo se ha hecho objeto de una demanda que la transferencia
pone en el centro, en el corazón de la experiencia misma.
Nudo de goce que se articula en el origen del saber, dice allí también Lacan y cuya reducción,
podríamos decir, se alcanza por los efectos del acto, acto que va en una sola dirección para el
analista-analizante: presentificar lo que no hay…
Ni santo, ni un puro, ni un Sócrates, referencias del campo en cuestión para el lugar que el
analista debe ocupar en la transferencia: “aquel que debe ofrecer vacante al deseo del
paciente para que se realice como deseo del Otro…” (Seminario VIII, 11/1/1961)
Ahora bien, si se trata del lugar, del lugar del analista, ¿cómo podría entonces ofrecer vacante
siendo que desde allí opera?.
¿No será justamente que lo que allí opera es ese pensamiento que no es en definitiva un
pensamiento, en el sentido más laxo del término, sino justamente, la estofa misma del deseo
del analista: aquello que del inconsciente procede como enunciación, en tanto el ser no es
allí?.
Veamos de qué manera… “yo ya no soy, en términos de lenguaje”, dice Lacan en la clase V
del Seminario XV … “ de la misma manera que cuando hago contestar por quien contesta a la
puerta el señor no está es un yo no estoy en tanto que se dice y en eso reside su importancia.
Es precisamente eso, en particular, lo que hace que, como psicoanalista yo no pueda
pronunciarlo”…
Será entonces por el deseo del analista como tal inarticulable, pero articulado por la demanda
en transferencia , que el sujeto advendrá como causa en el de-ser del objeto que el analista
soportaba, haciendo coincidir la barra que marca al Otro con la del sujeto, o sea, con su
división misma.

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Si el acto es aquello que designa el lugar desde donde el analista opera en su función deseo
de analista, se nos plantea justamente como esencial a la ética en la que se debe sostener la
experiencia del análisis.
Una experiencia que, de ser posible, permita al sujeto liberarse de ese lastre del Otro en que
su ser se conjugaba con su existencia y encontrarse con un nuevo modo inédito de gozar la
vida, donde se encuentre en ese gozar, ligero de equipaje, con otra satisfacción ligada a un
saber hacer ahí con la novedad de su deseo.

Para terminar.

Decía Lacan, en “El psicoanálisis en este tiempo”, en referencia al sujeto que sale del
análisis, que éste, el sujeto… “ya no tiene mas necesidad de la demanda de este Otro para
sostener su deseo. El sabe que su deseo está formado de la zona que hace barrera al goce.
Se satisface con este vacío donde él puede amar a su prójimo, porque es en este vacío
donde lo encuentra como sí mismo y es solo de este modo que puede amarlo”.

En definitiva, un nuevo amor…

Alejandra Rodrigo

Bs.As , octubre de 2010

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