Analisis - Carmen Aura Tejada3

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UNIVERSIDAD NACIONAL PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA

VICERRECTORÍA DE POSTGRADO

Maestría es Derecho Administrativo y Gestión Pública

PROBLEMÁTICA DE LOS SERVICIOS PÚBLICOS MUNICIPALES


EN LA REPÚBLICA DOMINICANA

SUSTENTANTE:
Carmen Aura Tejada 

PROFESOR:
Dr. Andry Matilla

SANTO DOMINGO DE GUZMÁN, DN. REPÚBLICA DOMINICANA,


Septiembre, 2021
INTRODUCCIÓN

Una de las actividades más importantes que tiene a su cargo el Estado, es la de


verificación o inspección. Esta actividad se refiere a la vigilancia y comprobación, por parte
del Estado, del cumplimiento de las normas jurídicas por parte de los particulares. Es
importante esta actividad, porque si no existieran controles o mecanismos o instancias, por
parte del Estado, encargadas de cerciorarse que los particulares han cumplido o cumplen
con obligaciones que les imponen las normas jurídicas, se dejaría al libre albedrío de las
personas ese cumplimiento.

Por eso consideramos importante analizar el tema de la verificación o inspección de


los servicios públicos municipales, pues dichas actividades (los servicios públicos), también
son actividades que presta o desarrolla el Estado por sus propios medios o por medio de
particulares, que pueden ser personas físicas o personas morales, y vigilar que se presten
con la adecuada calidad, entre otras obligaciones, resulta de la mayor relevancia. En ese
sentido, iniciamos nuestro trabajo con la explicación del principio de la división de poderes
o también denominado división de funciones. Explicamos en que consiste cada una de las
funciones tradicionales que desarrolla el Estado..
El Municipio en la República Dominicana
El municipio podría definirse como la entidad fundamental de la división político
administrativa del Estado. Está presidido por un Ayuntamiento que es un organismo de
gobierno, integrado por Regidores que constituyen el cuerpo legislativo y de fiscalización;
por el Síndico y el Vicesíndico. El Síndico es el ejecutivo del gobierno local.

Los gobiernos municipales tienen como una de sus atribuciones la prestación de


servicios públicos. Sin duda, el papel de los municipios en la prestación de servicios
públicos es de gran relevancia debido a la proximidad que tienen con la población, lo que
favorece la identificación de necesidades y su correcta atención.

La prestación de los Servicios Públicos corresponde a una actividad del Gobierno


Municipal para satisfacer las necesidades básicas y elevar las condiciones de vida de las
comunidades. Para llevar a cabo ésta función de gobierno, el municipio realiza las tareas de
organización, administración, funcionamiento y construcción de relaciones con el usuario
del servicio.

Siendo estos considerados como los servicios básicos de carácter obligatorio que
presta el municipio: a) Agua potable, drenaje, alcantarillado, tratamiento y disposición de
sus aguas residuales; b) Alumbrado público. c) Limpia, recolección, traslado, tratamiento y
disposición final de residuos; d) Mercados y centrales de abasto. e) Panteones. f) Rastros.
g) Calles, parques y jardines y su equipamiento; h) Seguridad pública, en los términos del
artículo 21 de esta Constitución, policía preventiva municipal y tránsito; i) Los demás que
las Legislaturas locales determinen según las condiciones territoriales y socio-económicas
de los Municipios, así como su capacidad administrativa y financiera.”

Existen diversas nociones sobre lo que se entiende como servicio público. En


términos generales es un servicio técnico, que está a cargo de una organización pública, sea
ésta o no la que se encargue de su prestación directa, y que tiene por objetivo satisfacer una
necesidad de carácter general. Además, es muy importante que al momento de definir la
prestación de un servicio público se tome en consideración algunos principios básicos que
nos ayudarán a prestarlos de la mejor forma:
Principio de Generalidad. Los servicios públicos una vez instituidos se van a
proporcionar para todas las personas que cumplan determinados requisitos establecidos por
la administración, por lo que no se puede negar su prestación por mera voluntad de la
autoridad. Esta característica se vincula con los derechos humanos, pues en principio, todo
ser humano tiene derecho a usar el servicio público sin más limitaciones que la propia
capacidad instalada para la prestación del servicio.
Principio de Igualdad. Un servicio público se prestará bajo las mismas
circunstancias a todos los usuarios, esto es en forma uniforme y sin distinciones. Lo
anterior no impide que puedan establecerse diferentes categorías de usuarios, siempre y
cuando se dé trato igualitario dentro de una misma categoría.

Principio de Regularidad. Los servicios públicos se deben prestar conforme a la


normativa jurídica que lo regula.
Principio de Continuidad. Significa la prestación ininterrumpida de un servicio
público, esto es, dentro de los horarios y fechas previstos en su propia regulación.
Principio de Obligatoriedad. Es obligación del Estado la prestación del servicio por
todo el tiempo por el que exista la necesidad que esté destinada a satisfacer.
Principio de Adaptabilidad. Este principio establece que es posible modificar la
forma en la que se presta el servicio siempre y cuando responda a una necesidad de mejorar
su prestación.

La prestación de los servicios adicionales que se indiquen en la legislatura local


serán atendidos de manera directa por el municipio cuando sus capacidades administrativas
y financieras sean suficientes, en caso contrario el gobierno estatal asumirá mediante la
firma de un convenio la prestación del servicio. En el municipio la relación población-
gobierno se encuentra directamente vinculada a la prestación de servicios públicos,
atendiendo este criterio, el municipio deberá realizar un análisis exhaustivo de sus
capacidades administrativas, técnicas y financieras con el fin de cumplir con la de manera
eficiente con la prestación de los servicios, en razón de que para la población, este aspecto
constituye en general elemento evaluativo del desempeño de su gobierno. Los gobiernos
municipales desde el inicio de su gestión preferentemente de forma previa a la ocupación
del cargo deben hacer una correcta planeación sobre las formas de prestación de servicios
que van a llevar a cabo, para ello deberán observar los recursos administrativos y
financieros con que cuentan previendo que el objetivo general en la prestación de servicios
públicos es la calidad, eficacia y suficiencia en la satisfacción de una necesidades colectiva.

Los servicios públicos derivan de diversas acciones de gobierno que recaen en el


interés general como lo es la obra pública, que es el elemento inicial cuyo aprovechamiento
propicia la prestación de un servicio. La obra pública constituye la infraestructura con que
cuenta el municipio y por lo tanto forma parte de sus bienes. El municipio en su calidad de
ente de gobierno tiene a su cargo las funciones públicas y la prestación de servicios que
enmarca la constitución política y las leyes locales.

Esta atribución es considerada de orden público por lo tanto intransferible, fuera de


la especulación y el lucro por tratarse del interés general. Con el fin de satisfacer esas
necesidad de carácter colectivo, que constituyen además derechos humanos, las leyes en sus
distintos órdenes de aplicación prevén la posibilidad de que el municipio sin perder la
titularidad de la función pública o prestación de servicios de que se trate se coordine y/o
colabore con otros entes de gobierno; así como con particulares mediante una concesión,
para lo cual deberá regular de forma clara y precisa el procedimiento correspondiente para
ello. El municipio envestido de poder público que ostenta determinará la forma en la que se
involucrará la participación de los particulares y las bases sobre las que se realizará la
coordinación o colaboración con otros municipios o con el gobierno estatal. El instrumento
a su cargo para indicar esas precisiones de forma será el Reglamento de Servicios Públicos
Municipales, en lo general y en lo particular el reglamento correspondiente a cada uno de
los servicios.

El municipio atendido su calidad de ente de gobierno será invariablemente el titular


de la función y prestación de los servicios públicos, esto aun cuando el servicio se
encuentre de alguna manera comprometido con particulares o con otros entes de gobierno.
En cualquier de estos casos el obligado a satisfacer las necesidades de su población es el
municipio y finalmente es a él a quien llega la demanda ciudadana. La facultad
reglamentaria concedida al municipio en la fracción II del artículo 115 Constitucional, le
permite crear el marco jurídico necesario para su administración. La función reglamentaria
que ejerce el municipio, le permite regular los procedimientos, funciones y servicios
públicos, así como la participación vecinal y ciudadana dentro del marco de su jurisdicción
y competencia, Los municipios cuentan con un bando de policía y buen gobierno, el cual es
una norma que compete exclusivamente al ámbito municipal realizada bajo el principio de
subordinación jerárquica, atendiendo las facultades jurisdiccionales y de competencia
concedidas al municipio y expresadas en la Constitución General y la Constitución Local y
la Ley Orgánica Municipal. En la actualidad el Bando de Policía y Buen Gobierno es una
integración de normas básicas de convivencia que indica aspectos culturales y de identidad
cívica del municipio, como la composición y funcionamiento del ayuntamiento, sin dejar de
lado lo correspondiente al propio término “policía y buen gobierno”.

En este rubro se describen las conductas típicas de carácter cívico que lesionan el
marco de la convivencia armónica, conservación del ambiente y el entorno urbano; además
de la descripción debe proveerse la corresponsabilidad entre las autoridades y los
habitantes, indicando los medios y procedimientos de atención, las autoridades encargadas
de ello y el establecimiento de sanciones. En este sentido, siendo el Bando de Policía y
Buen Gobierno el compendio de normas básicas que rigen la vida municipal contiene un
apartado muy general sobre los servicios públicos en donde se determinan cuáles serán las
funciones y servicios públicos que brindará el municipio, atendiendo los señalamientos de
la Constitución Política General y el marco normativo local; se determinarán las áreas
encargadas de la atención de lo relacionado con ellos, así como las formas de
administración que ejercerá el municipio sobre los servicios y las consideraciones
necesarias para permitir la participación de los gobiernos estales o municipales y en su caso
de particulares en la prestación de los servicios públicos.

La facultad reglamentaria con que cuenta el municipio deberá ser ejercida en el


tema de los servicios públicos generando un reglamento específico para cada uno de los
servicios; para la composición de dicho reglamento es recomendable considerar en forma
básica cuatro acepciones: la primer consistirá en exponer el servicio y los alcances de la
prestación del mismo; la segunda determinará las autoridades encargadas de la prestación y
sus facultades; la tercera indicará la relación entre el municipio como ente de gobierno y
sus pobladores, en esta tercer acepción del reglamento se describirá la correlación entre los
distintos actores, sus formas de interacción, la retribución o derechos a los a que se sujeta el
usuario del servicio público, así como las sanciones a las que puede hacerse acreedor; y
cuarta la determinación del procedimiento administrativo y los medios de impugnación, así
como los órganos encargados de dirimir las controversias que se susciten entre el municipio
y los usuarios de los servicio o en su caso con los particulares en razón de la prestación del
servicio público de que se trate.
Origen y Evolución Constitucional
Las primeras influencias de organización de un auténtico régimen municipal,
iniciaron no más se colonizó la Isla La Hispaniola, a partir del 5 de diciembre de 1492. El
24 de abril de 1494, fue instalado el primer Ayuntamiento del Nuevo Mundo, en la Villa de
La Isabela, en lo que hoy es el municipio de La Isabela, en la provincia de Puerto Plata,
constituyendo el principio del desarrollo en el nuevo continente, de la vida administrativa
municipal y comunitaria. Este organismo estuvo presidido por un consejo edilicio,
compuesto por Diego Colón, presidente; fray Bernardo Boil, Antonio Sánchez Carvajal,
Juan López de Luján y Pedro Fernández Coronel, vocales, que eran una especie de
regidores.

Los ayuntamientos o cabildos durante la colonia tenían funciones normativas,


jurisdiccionales, impositivas y recaudadoras de impuestos, arbitrios y tributos en general
que engrosaban los fondos de la Corona española. Durante el dominio francés, que se inició
con la firma del Tratado de Basilea en 1795, la Constitución Política Francesa en su artículo
3 estableció que Francia estaba dividida en 89 departamentos y estos a su vez se dividían en
cantones y cada cantón en comunes. Más adelante, el artículo 6 disponía que las colonias
francesas son parte integrantes de la República y estaban sometidas a la misma ley
constitucional. El artículo 7 expresamente consignaba que “La Isla de Santo Domingo,
cuyo cuerpo legislativo determinará la división en cuatro departamentos por lo menos y en
seis a lo más”.

La Asamblea de entonces dividió la Isla en dos Departamentos: el Oriental con su


capital Santo Domingo, el del Norte o Cibao con su capital Santiago de los Caballeros, y a
los municipios se les cambió el nombre denominándolos parroquias. El 26 de julio del
1801, la Asamblea Central vota la ley para regular la administración municipal. En ella se
disponía que en cada territorio o parroquia existiera un Ayuntamiento que estaría
compuesto por un Alcalde y cuatro Regidores. El Alcalde tenía atribuciones administrativas
entre las cuales se encontraban, administrar justicia menor, que es lo que nuestra legislación
actual llama infracciones de simple policía y Registros Civiles que consistía en anotar los
actos de registro y traspaso de las propiedades y negocios realizados en el municipio En
1808, con el triunfo de la Guerra de Reconquista y la celebración de la Asamblea en el
paraje de Bondillo, el 12 de diciembre de 1808, se tomaron una serie de Resoluciones que
fueron recogidas en el Acta de Bondillo, instrumento constitucional del momento, que en
su numeral cuarto estableció que “el sistema administrativo y judicial continuarían como
antes hasta que se hiciera una organización provincial arreglada a las leyes del Reino y
Ordenanzas Municipales”.

El 19 de julio de 1812, fue puesta en vigor la Constitución de Cádiz en los


territorios españoles de la Isla de Santo Domingo. Por los vaivenes políticos en la
metrópolis fue abolida en 1814 y restablecida en junio de 1820. Respecto al régimen
municipal establecía en su artículo 310 y siguientes que “los pueblos que tuvieran por lo
menos un vecindario de mil almas, tenían derecho a un Ayuntamiento”. Existía una
estructura de gobierno municipal compuesto por uno o más alcaldes, varios regidores y
Procurador Síndico.

La Presidencia correspondía al jefe político donde lo hubiere o al Alcalde o primer


Alcalde en caso de haber dos (Art. 309). Se estima que para esa época, conforme a la
nomenclatura establecida por la Constitución de Cádiz, funcionaron 21 ayuntamientos. El
1º de diciembre de 1821, quedó instituido el “Estado Independiente de la Parte Española de
Haití” dentro del cual se firmó el Acta Constitutiva del Gobierno Provisional que en su
artículo 19 dejó claramente establecido “Por ahora, y mientras no se disponga otra cosa,
continuarán los Ayuntamientos existentes denominándose municipales, y bajo la forma de
su elección y renovación en las épocas y partes señaladas; pero en cuanto a sus funciones y
facultades se atendrán a las que tenían y tienen por las Leyes de Indias, ya la policía de los
pueblos”.
Esta situación que no llegó a cristalizarse sólidamente en todo el territorio nacional,
terminó de manera definitiva el 9 de febrero de 1822 con la entrada y ocupación de la
ciudad de Santo Domingo, por el Presidente de Haití Juan Pedro Boyer y sus tropas. El
régimen municipal durante los 22 años de la invasión haitiana, mantuvo su nomenclatura
sobre la base de la herencia francesa, por tanto, las regiones estuvieron divididas por
departamentos y estos a su vez en distritos y comunas, conforme a las Constituciones
Haitianas de 1816 y 1843. Al proclamarse la Independencia de lo que hoy es la República
Dominicana, el 27 de febrero del 1844, y elaborarse la primera Constitución, nuestro
insigne y padre fundador Juan Pablo Duarte y Diez y los Trinitarios proponían que para la
mejor y más pronta expedición de los negocios públicos se distribuyera el Gobierno en:
Poder Municipal, Poder Legislativo, Poder Judicial y Poder Ejecutivo, sin importar el orden
de los poderes del naciente Estado dominicano.

Para los fundadores de la República el Municipio constituía un poder del Estado.


Sin embargo, al sancionarse nuestra primera Carta Magna, el 6 de noviembre de 1844, se
estatuyó en el artículo 159 lo siguiente: “habrá un ayuntamiento en cada Común en que lo
había en el año de 1821, y la ley podrá establecerlos en las demás Comunes que convenga;
sus vocales serán electos por las respectivas Asambleas Primarias, y serán presididas por el
Alcalde o Alcaldes que ellos mismos elijan de entre sus miembros. Sus atribuciones y
organización serán fijadas por ley”.

En determinados momentos históricos, los ayuntamientos, han tenido el control


político y económico de los municipios, así como la Ley No. 32 del 2 de mayo de 1845,
delega la administración a los ayuntamientos, tal y como era en 1821. A esta regla
normativa se le atribuyó rango constitucional cuando en la reforma de 1854 en su artículo
117 los ayuntamientos encabezaban el gobierno económico y político de los pueblos. Esta
nomenclatura fue reiterada en la segunda reforma de 1854 y en la de 1858. Curiosamente,
en la Reforma Constitucional de 1865, con posterioridad a la Anexión a España, los temas
municipales fueron erigidos como cuarto poder del Estado, donde en virtud de su artículo
93 se establecía “El Poder Municipal se ejerce por las Juntas Provinciales que crea esta
Constitución, por los Ayuntamientos de las Comunes y demás funcionarios municipales
que la ley establezca”. Dicho tratamiento fue mantenido durante la reforma de 1866, pero
suprimido en 1872, cuando se restablecieron los principios de la reforma constitucional de
1854.
En la reforma de 1874 les fue suprimido el control político dentro de su jurisdicción,
quedando sometidos a las Cámaras Legislativas para fines los de aprobación de cualquier
reglamentación concerniente al arreglo de la policía urbana y rural. En ese mismo orden, la
reforma de 1878 confirió a los ayuntamientos una auténtica autonomía presupuestaria, toda
vez que los ayuntamientos votaban anualmente el presupuesto de sus ingresos y gastos y
gozaban de independencia en lo relativo a la ejecución de sus atribuciones administrativas.
Sin embargo, para imponer cualquier arbitrio municipal tenían que pedir aprobación al
Poder Ejecutivo por conducto del Ministerio de lo Interior, la cual estaba supeditada a una
opinión final favorable del Senado. Es preciso destacar que con relación a la parte in fine
del párrafo anterior relativa a la aprobación de los arbitrios, la norma fue evolucionando
con las reformas constitucionales de 1879, 1880, 1881, 1887, 1896 y 1907, donde
claramente se fue evidenciando como el Poder Ejecutivo fue monopolizando y
congestionando el Despacho del Presidente de la República con la centralización exclusiva
para la aprobación de aquellos arbitrios municipales que no tenían naturaleza de impuesto,
los cuales tenían que ser sometidos a las Cámaras Legislativas vía el Ministerio de lo
Interior.

La Reforma Constitucional de 1908, incluyó a los ayuntamientos el gobierno


administrativo de las Comunes y con el consentimiento del Congreso Nacional podían
establecer toda clase de arbitrios que se refiera a usos y consumos en la Común. Vale
destacar que esta disposición extraída de los artículos 77 y 78 de la Carta Magna de
entonces, atribuía mayores elementos de independencia auténtica a los ayuntamientos del
país. En término de leyes adjetivas, la historia municipal tiene sus inicios con la Ley No.
5189 del 11 de enero de 1913. Esa Ley, estableció la organización comunal, lo que es hoy
la Organización Municipal Dominicana.

En la segunda reforma constitucional efectuada el 20 de junio de 1929, quedó


establecido como párrafo del artículo 77 que “los extranjeros varones mayores de edad y
con una residencia de más de cinco años en la Común que los elija pueden ser regidores en
las condiciones que establecen las leyes”. En la reforma de 1955, quedó instituida la
distinción entre el Distrito Nacional y los Municipios, toda vez que otorgó rango
constitucional al organismo que gobierna dicho Distrito denominado el Consejo
Administrativo del Distrito Nacional, quedando sujeto sus integrantes a la designación y
remoción por el Poder Ejecutivo.

En el caso de los municipios, su gobierno estaría a cargo de los Ayuntamientos,


cuyos síndicos y regidores serían nombrados y removidos por el Poder Ejecutivo. Nótese
que desde 1844, dichos funcionarios eran elegidos por voto directo de los pueblos, sin
embargo, en esta reforma cayeron en la centralización de la Administración que ejercía el
Poder Ejecutivo. En 1960, se produce una nueva reforma constitucional, donde se enuncia
en el artículo 81 que el Gobierno del Distrito Nacional y el de los Municipios estarán cada
uno a cargo de un Ayuntamiento, por lo que el otrora Consejo Administrativo del Distrito
Nacional había sido eliminado. Asimismo, se retornó a la modalidad de elección popular
para los síndicos y regidores. Es oportuno citar, que la afirmación de “extranjeros varones”,
utilizada en otros regímenes constitucionales fue sustituida por “los extranjeros mayores de
edad” lo cual elimina la configuración de una discriminación constitucional hacia la mujer
extranjera, de poder acceder a los cargos municipales bajo las condiciones establecidas en
la ley de entonces.

En 1961 se dictó la ley No. 5622 sobre autonomía municipal, a partir de la cual los
ayuntamientos comenzaron a funcionar como verdaderos gobiernos locales sin que fuera
necesaria la autorización del Presidente de la República, o cualquier otro funcionario para
realizar sus actividades, y así está consignado en los Arts. 1 y 2 de dicha ley que establece
como normas inherentes a la autonomía municipal, que los ayuntamientos no requerirán
autorización del Presidente de la República para realizar actos de las funciones que
establece la ley.

No obstante, posteriormente se han dictado leyes que han cercenado la autonomía


municipal restringiéndole su capacidad de establecer arbitrios y tasas por servicios, así
como el requerimiento de la aprobación de la Liga Municipal Dominicana para la ejecución
de proyectos, presupuestos y demás actos inherentes a sus funciones. En la Constituyente
de 1963, se varió el término de síndico por el de alcalde y se otorgó autonomía a los
ayuntamientos. Fue suprimida la posibilidad de que extranjeros pudieran desempeñar los
cargos municipales, estableciendo que solamente los naturalizados mayores de edad podían
ejercerlos, siempre y cuando tuvieran más de dos años de residencia en la jurisdicción
correspondiente.

En la reforma de 1966, se reestableció la nomenclatura constitucional referente al


Distrito Nacional y los municipios que se había establecido en 1960, agregando algunas
disposiciones adicionales referentes al manejo de su presupuesto y el establecimiento de
arbitrios. Dicha disposición se mantiene vigente hasta la fecha, toda vez que las reformas de
los años 1994 y 2002, no modificaron en parte tales artículos. Salvo la experiencia citada en
la reforma 1865, en ningún otro momento histórico de nuestras constituciones políticas se
ha consignado el municipio como un poder del Estado, sino como una división política
administrativa con un organismo de gobierno denominado Ayuntamiento, cuyas funciones
y atribuciones el constituyente ha dejado delegadas a que lo establezca el legislador
ordinario.

En la actualidad, los ayuntamientos municipales y el del Distrito Nacional, están


regidos para su organización y funcionamiento por las leyes Nos. 3455 y 3456 del 1952
sobre Organización Municipal y del Distrito Nacional. Estas leyes fueron modificadas
significativamente por la ley No. 5622 del 1961 sobre Autonomía Municipal.

La función de verificación o inspección

Con el transcurrir del tiempo, al lado de las funciones tradicionales que desempeña
el Estado, han surgido otras, que en algunos casos, como lo señalamos antes, son ejercidas
por órganos que no pertenecen a los depositarios tradicionales del poder público. Estas
nuevas funciones se les denomina por parte de la doctrina "emergentes". Una de estas
funciones, es la verificación o inspección. Se trata de una función administrativa que queda
atribuida a los órganos del Poder Ejecutivo, tanto federal como estatales y municipales. Por
función pública, explica Jorge Fernández Ruiz, se entiende la actividad esencial y mínima
del Estado contemporáneo, fundada en la idea de soberanía, que conlleva el ejercicio de la
potestad, del imperio, de la autoridad, vamos, de la soberanía del Estado, de donde su
carácter no delegable, cuya realización atiende al interés público. 10 Se les denomina
funciones a estas actividades que realiza el Estado, porque este último tiene el monopolio
para realizarlas. Las funciones monetarias, registra!, electoral, de control, de verificación o
inspección, entre otras, no podrán ser realizadas por un particular, pues traerla
consecuencias muy graves a la sociedad. Así, señala José Bermejo Vera, Se habla de
función, facultad, potestad o simple actividad de inspección, para identificar un modo de
actuar de todas las Administraciones públicas, caracterizado, básicamente, por la
imposición -generalmente forzosa-de supervisiones o controles sobre cómo se desarrollan
ciertas actividades, qué contenido tienen los documentos, cómo se encuentran determinadas
instalaciones, equipamientos u objetos, cómo están los productos, incluso en que
condiciones desempeñan su tarea algunas personas.

Funciones y servicios públicos

El concepto de serv1c1o público es muy discutible, debido a que no existe ni en la


CPEUM, ni en la legislación secundaria una definición que permita delimitar que
actividades serian o no servicios públicos. Encontramos, es cierto, definiciones de
reconocidos doctrinarios, sin embargo, tampoco existe consenso, pues unos toman
elementos que otros no contemplan y viceversa, por lo cual, podemos afirmar que tampoco
hay consenso doctrinal.

en nuestro sistema jurídico sólo los semcws públicos pueden ser concesionados a
los particulares, pero no las funciones públicas. Por eso es importante destacar que la
verificación o inspección es una función pública, cuyo monopolio esta a cargo del Estado, a
través de los órganos de los Poder Ejecutivo federal, estatales y municipales; y de los
órganos constitucionales autónomos.

Obligatoriedad de cumplir con las normas jurídicas

Desde los más remotos orígenes del hombre, fue necesario que éste se agrupara para
poder enfrentar los problemas y conflictos que en la vida se presentaran. Giorgio del
Vecchio nos dice que el hombre es un ser social, y que éste no puede vivir más que en
sociedad. Así, el hombre ha vivido desde su existencia en grupos sociales, llámese clan,
familia, tribu, etcétera, pero siempre ha tenido la necesidad de que su conducta sea guiada
por reglas que el mismo hombre impone. Este conjunto de reglas que norman la conducta
del hombre en una sociedad obedecen al nombre de "normas"; es decir, en toda sociedad
organizada existen una serie de comportamientos o de conductas que se consideran
necesarios para la convivencia y la consecución del fin de la misma; desde el momento en
que estas conductas adquieren el carácter de obligatorias y su cumplimiento o
incumplimiento comporta unas determinadas consecuencias, se puede hablar de normas
jurídicas. Hans Kelsen afirma que "con la palabra norma se alude a que algo deba ser o
producirse; especialmente, a que un hombre deba comportarse de determinada manera". De
allí -afirma Galindo Garfias- que formando parte el hombre, de los seres y de las cosas que
existen, que es .el mundo del ser, se encuentra inserto en el plano superior del mundo del
deber ser. Pues bien, ese ámbito del deber ser se expresa por medio de normas; es decir, por
reglas de conducta que suponen un criterio de valor, conforme al cual se exige o se permite
la realización de un acto y se prohíbe la ejecución de otro.

La norma jurídica se presenta entonces como una prescrípc10n de una conducta o de


un comportamiento obligatorio con carácter imperativo, de tal manera que su
incumplimiento acarrea una consecuencia jurídica negativa, que es la sanción En cualquier
caso, para asegurar este carácter imperativo de la norma jurídica, la coacción a través de la
que se intenta garantizar su cumplimiento ha de ser una coacción organizada, con
independencia de que dicha sanción esté recogida en la misma norma que tipifica un
comportamiento o en otra distinta. En nuestro sistema jurídico las leyes, además de ostentar
en sus denominaciones la palabra "ley", cuentan con características propias que le son
inherentes. Toda ley tiene dos elementos: uno material, que alude a su contenido, en cuanto
norma de derecho, y un elemento formal, que alude a su forma, a las solemnidades de su
declaración (el procedimiento legislativo.
CONCLUSIÓN

Observamos dos problemas importantes. El primero es el bajo número de


verificadores o inspectores con los que actualmente cuenta la administración pública.
Considerando las actividades que las personas que viven en los municipios desarrollan en la
actualidad, no hay congruencia con el número de verificadores, por eso, las personas relajan
el cumplimiento de las normas jurídicas.

Es necesario aumentar el número de personas que realizan estas actividades de


verificación e inspección. El segundo es que los verificadores o inspectores no son
especialistas en las diferentes materias o áreas en las cuales tienen que realizar las
verificaciones, además de que al ser considerados como trabajadores de confianza, la
actividad que realizan, en muchas ocasiones es deficiente, pues, como explicamos antes, la
verificación o inspección es un acto de molestia que debe de respetar estrictamente los
derechos humanos y las garantías de las personas verificadas o inspeccionadas.
Bibliografía

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http://www.adn.gov.do Santo Domingo, Oficina Nacional de Administración y Personal
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