Génesis 39

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Génesis 39

En nuestro programa de hoy reanudamos el relato de la


historia de José, después del intervalo del capítulo 38, que
consideramos como uno de los más lamentables de la Biblia,
debido a que nos relataba la sórdida historia de Judá.
Descubriremos que José era completamente diferente a Judá.
Siempre he creído que José y Benjamín recibieron mucha
enseñanza, instrucción y atención personal que los otros hijos
no recibieron. Parecía como si estos eran los dos únicos hijos
en que Jacob estaba interesado.
Por causa del odio y hostilidad de sus hermanos, José fue
vendido como esclavo y llevado a la tierra de Egipto.
El ser vendido como esclavo y conducido a una tierra
extranjera era una triste perspectiva para un joven de 17
años de edad. Ciertamente, no había nada en el aspecto
exterior de estas circunstancias que pudiese llevar a su
corazón estímulo o esperanza. Parecía, más bien, un
muchacho desafortunado. Incluso al llegar a la a tierra de
Egipto, donde los hechos habían comenzado a desarrollarse
con tranquilidad para él, cualquier cosa podía ocurrir. Por
supuesto, todo sucedería siempre con un propósito, aunque a
José le resultase difícil reconocerlo.
No hay otra persona en el Antiguo Testamento en cuya vida
haya sido tan claramente revelado el propósito de Dios como
lo fue en la vida de José. La providencia de Dios se manifestó
en cada detalle de su vida. Aunque la mano de Dios estuvo
sobre él y la guía del Señor fuese tan evidente, de acuerdo
con el texto Bíblico, José fue el único patriarca a quien Dios
no se le apareció directamente. Dios se le apareció a
Abraham, a Isaac, a Jacob, pero no a José. Sin embargo, la
dirección de Dios sobre su vida se vio con mayor claridad en
él que en cualquier otra persona. José fue el ejemplo del
Antiguo Testamento de un conocido pasaje Bíblico que se
encuentra en el capítulo 8:23, de la epístola del apóstol Pablo
a los Romanos.
"Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas
cooperan bien, esto es, para los que son llamados conforma a
su propósito."
José mismo expresó su experiencia en un lenguaje vivo. Al
morir su padre, sus hermanos pensaron que José podría
volverse contra ellos y vinieron a él, pidiendo clemencia. El
les dijo que no les guardaba ningún rencor. Y les dijo:
"Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo tornó en bien
para que sucediera como vemos hoy, y se preservara la vida
de mucha gente."
Y aunque todos los factores parecían apuntar en la dirección
equivocada y su aspecto era tan malo que daba pie para
esperar lo peor, cada evento resultó ser un paso más hacia el
cumplimiento del propósito de Dios en la vida de este
personaje.
Estimado oyente, necesitamos reconocer en nuestras vidas el
hecho de que "el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo
el que recibe como hijo", como dice la carta los Hebreos 12:6.
Si somos hijos de Dios, bajo su Voluntad, podemos tener la
certeza de Dios mismo, de que nada nos sucederá sin su
permiso. Y, como decía un pasaje anteriormente citado, Dios
dispone todas las circunstancias para el bien de quienes le
aman. Incluso nuestras desgracias, angustias y sufrimientos
son para nuestro bien y para su gloria.
Hay como una barrera de protección alrededor de cada hijo
de Dios, y no hay nada que la cruce sin el permiso de Dios.
Más adelante en nuestro estudio consideraremos con mayor
detalle que cuando Satanás quiso probar al patriarca Job,
como leemos en su libro, en 1:10: le dijo a Dios
"¿No has hecho tú una valla alrededor de él, de su casa y de
todo lo que tiene, por todos lados ? Has bendecido el trabajo
de sus manos y sus posesiones han aumentado en la tierra."
En aquel encuentro, hemos visto que Satanás le pidió a Dios
que la barrera cayese. Incluso si Satanás obtiene el permiso
de Dios para probarnos, aún así todas las circunstancias
resultarán para nuestro bien.
Reanudemos, pues, el relato para ver lo que le sucedió a
José. Veremos que llegó a ser el
Supervisor general en la casa de Potifar
Leamos los versículos 1 al 6;
"Cuando José fue llevado a Egipto, Potifar, un oficial egipcio
de Faraón, capitán de la guardia, lo compró a los ismaelitas
que lo habían llevado allá. Y el Señor estaba con José, que
llegó a ser un hombre próspero, y estaba en la casa de su
amo el egipcio. Y vio su amo que el Señor estaba con él y que
el Señor hacía prosperar en su mano todo lo que él hacía. Así
encontró José gracia ante sus ojos y llegó a ser su siervo
personal, y lo hizo mayordomo sobre su casa y entregó en su
mano todo lo que poseía. Y sucedió que desde el tiempo que
lo hizo mayordomo sobre su casa y sobre todo lo que poseía,
el Señor bendijo la casa del egipcio por causa de José; y la
bendición del Señor estaba sobre todo lo que poseía en la
casa y en el campo. Así que todo lo que poseía lo dejó en
mano de José, y con él allí no se preocupaba de nada,
excepto del pan que comía. Y era José de gallarda figura y de
hermoso parecer."
Aquel joven atractivo de 17 años, expuesto en el mercado de
esclavos, era como un premio para quien lo adquiriese. Y lo
compró Potifar, capitán de la guardia; un militar prominente,
de alta graduación al servicio del Faraón.
Apenas entró José en casa de Potifar, fue evidente que el
Señor estaba con él porque Dios bendijo aquel hogar con
bendiciones y beneficios. Y la vida transcurrió tan
maravillosamente bien que se parecía a un cuento a punto de
culminar con un final feliz. Pero, resulta que esta era una
historia de la vida real. Es que el hijo de Dios ha de
enfrentarse a la tentación, preocupaciones y problemas de
este mundo. Y esto iba a sucederle a José. Fijémonos que a
causa de la eficacia de su servicio, fue ascendido en su
posición y responsabilidades llegando a ocuparse de la casa y
de todos los bienes. Tal era la confianza depositada en él por
Potifar, quien creía en la integridad de este joven, que José ni
siquiera tenía que rendirle cuentas. Como oficial de Faraón,
de lo único que tenía que preocuparse este oficial era de
agradar a su soberano y desempeñar bien esa tarea, dejando
en manos de José todos sus asuntos personales. Cuando
Potifar se sentaba a su mesa, la comida ya estaba preparada
delante de él. Esto era la única preocupación de Potifar, que
se fiaba de Jose en todo y para todo.
Es así que llegamos en nuestro relato al momento en que
José fue
Tentado y acusado por la mujer de Potifar
Potifar le había confiado el funcionamiento de toda su casa y
José estaba a cargo de todos los detalles. Mientras José
estaba así ocupado, la mujer de Potifar, a su manera, estaba
también ocupada en otras cosas bien diferentes. Era una
mujer astuta, y Jose era un joven atractivo. Es posible que
Potifar fuese ya un hombre anciano, porque era habitual en
aquellos tiempos que un hombre mayor, con buenos medios
económicos, estuviese casado con una mujer bastante más
joven que él. Ella se había fijado especialmente en José e
intentó seducirle. Leamos los versículos 7 al 10:
"Sucedió después de estas cosas que la mujer de su amo
miró a José con deseo y le dijo: Acuéstate conmigo. Pero él
rehusó y dijo a la mujer de su amo: Estando yo aquí, mi amo
no se preocupa de nada en la casa, y ha puesto en mi mano
todo lo que posee. No hay nadie más grande que yo en esta
casa, y nada me ha rehusado excepto a ti, pues tú eres su
mujer. ¿Cómo entonces iba yo a hacer esta gran maldad y
pecar contra Dios? Y ella insistía a José día tras día, pero él
no accedió a acostarse con ella o a estar con ella."
Observemos que este joven consideraba todo lo que estaba
haciendo como un servicio a Dios. Había sido llevado a Egipto,
país inmerso en la idolatría, tanto como Babilonia. En esa
tierra dominada por la idolatría, Jose estaba manteniendo,
con una vida de alto nivel moral, un testimonio para el Dios
vivo y verdadero. Su respuesta a aquella mujer, fue elocuente
y nos muestra el elevado concepto que tenía del matrimonio,
diciéndole:
"Mi amo ha puesto en mi mano todo lo que posee . . . Tu eres
su mujer . . . ¿ Cómo iba yo a hacer esta gran maldad y
pecar contra Dios?"
También hemos visto cómo José procuró ser fiel ante Dios.
Seguramente Potifar, como oficial del Faraón, pasaba
demasiado tiempo fuera de su casa. Y esta mujer persistió en
su empeño una y otra vez. Para José fue una presión y
tentación constante; sin embargo, no cedió. Podemos
imaginarnos el resentimiento que fue acumulando contra José
al verse rechazada. En algún momento esta rabia tenía que
explotar y así fue. Leamos los versículos 11 al 19:
"Pero sucedió un día que él entró en casa para hacer su
trabajo, y no había ninguno de los hombres de la casa allí
dentro; entonces ella lo asió de la ropa, diciendo: ¡Acuéstate
conmigo! Mas él le dejó su ropa en la mano, y salió huyendo
afuera. Y cuando ella vio que él había dejado su ropa en sus
manos y había huido afuera, llamó a los hombres de su casa
y les dijo: Mirad, nos ha traído un hebreo para que se burle
de nosotros; vino a mí para acostarse conmigo, pero yo grité
a gran voz. Y sucedió que cuando él oyó que yo alzaba la voz
y gritaba, dejó su ropa junto a mí y salió huyendo afuera. Y
ella dejó junto a sí la ropa de él hasta que su señor vino a
casa. Entonces ella le habló con estas palabras, diciendo:
Vino a mí el esclavo hebreo que nos trajiste, para burlarse de
mí; y cuando levanté la voz y grité, él dejó su ropa junto a mí
y huyó afuera. Y aconteció que cuando su señor escuchó las
palabras que su mujer le habló, diciendo: Esto es lo que tu
esclavo me hizo, se encendió su ira."
Las relaciones entre Potifar y su mujer no eran buenas.
Observemos la forma despreciativa en que ella habló de él a
la gente de la casa, diciendo que había introducido un hebreo
a vivir allí para burlarse de ellos. De estas palabras podría
deducirse que ella ya había sido culpable de infidelidad en el
pasado. Así que, aquí tenemos a este joven adolescente, sólo
en Egipto, enredado e incriminado de la manera más ruin por
esta mujer, que le acusó ante los hombres de la casa con la
historia que había inventado, y conservando como supuesta
prueba las ropas que le había arrebatado a José hasta que
llegó su marido y pudo exponerle su versión.
Aparentemente Potifar creyó su historia y en un primer
momento, se encolerizó. Como oficial del ejército de Faraón y
miembro del alto mando, debía ser un hombre muy duro y
perspicaz, que debía saber qué clase de mujer tenía, y quizás
pensó que la solución más conveniente era meter en la cárcel
a José y olvidarse de todo aquel asunto. Probablemente ella le
habría sido infiel en muchas otras ocasiones y José había sido
simplemente uno más en su serie de conquistas. Solo que con
José no tuvo éxito y por eso le culpó falsamente.
Leamos el último párrafo, desdecir, los versículos 20 al 23, en
los cuales vemos como
José fue puesto en la prisión
"Entonces el amo de José lo tomó y lo echó en la cárcel, en el
lugar donde se encerraba a los presos del rey; y allí
permaneció en la cárcel. Mas el Señor estaba con José y le
extendió su misericordia, y le concedió gracia ante los ojos
del jefe de la cárcel. Y el jefe de la cárcel confió en mano de
José a todos los presos que estaban en la cárcel, y de todo lo
que allí se hacía él era responsable. El jefe de la cárcel no
supervisaba nada que estuviera bajo la responsabilidad de
José, porque el Señor estaba con él, y todo lo que él
emprendía, el Señor lo hacía prosperar."
Por lo que hemos leído, podría parecernos que José era un
joven realmente desafortunado. Haciendo un breve repaso de
su vida, diremos que en su hogar había sido el hijo favorito
de su padre, distinguido con aquella túnica de muchos
colores. Pero aquella condición de privilegio duró hasta que
sus hermanos, consumidos por la envida le arrancaron la
túnica y le arrojaron a un pozo. Allí, pudo escucharles
regateando el precio con unos mercaderes, hasta que se
pusieron de acuerdo y le vendieron como un esclavo con
destino a Egipto. Tenía sólo 17 años y creo que hasta ese
momento y después al llegar a aquel país, habrá pasado
muchas noches llorando de nostalgia por su familia.
Ahora, acababa de ser elevado a una nueva posición, a un
alto cargo, ya que era un joven muy capaz y atractivo. Y
entonces, apareció la mujer de Potifar e intentó seducirle. Sus
elevadas normas éticas y su sensibilidad ante Dios impidieron
que cediese. El resultado fue la acusación falsa de aquella
mujer y su encarcelamiento.
Recordemos que, aunque José hubiese sido ascendido a tan
alta responsabilidad en la casa de Potifar, aun así, era un
esclavo. Obviamente la palabra de la mujer fue aceptada sin
discusión y, antes que pudiese defenderse, fue declarado
culpable. Y pronto se encontró en la cárcel donde se
encontraban los presos del Faraón.
La mano de Dios estaba con José, aunque le estuviesen
sucediendo cosas realmente terribles. El hallarse en aquella
prisión habría resultado descorazonador para cualquier
persona normal. Pero él sentía indudablemente la presencia
del Señor. Aunque Dios no se le apareciese visible y
directamente, como a los otros patriarcas, le hizo
experimentar su misericordia. Fue así que el gobernador de la
prisión comenzó a sentir simpatía por él y terminó confiando
en él. Aunque se notaba que José tenía una gran capacidad y
era una personalidad atractiva, es importante que nos demos
cuenta de que si Dios no hubiera estado con él, todas esas
cualidades habrían resultado inútiles. Dios le estaba guiando y
todas estas experiencias estaban encaminadas hacia el
cumplimiento del propósito divino en la vida de este joven.
Y el reconocer todo ésto le trajo a José una actitud de
optimismo. Las circunstancias no le agobiaron, se mantuvo
por encima de aquellas circunstancias, y las controló. El
reconocimiento de que Dios estaba junto a él, y que la mano
de Dios guiaba su vida le impidió caer en el desánimo. No
olvidemos que el desaliento y la desilusión constituyen
algunas de las mejores armas de Satanás. Este joven pareció
superar todas sus circunstancias adversas. Me recuerda el
pasaje Bíblico de la epístola a los Hebreos 12:11:
"Al presente ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino
de tristeza; sin embargo, a los que han sido ejercitados por
medio de ella, les da después fruto apacible de justicia."
Ciertamente, la disciplina del Señor produciría el fruto de la
justicia en la vida de este joven.
La historia de José nos revela que no todos los hombres
tienen un precio. Satanás afirma lo contrario, Pero han
existido varios hombres a quienes el enemigo de Dios no ha
podido comprar. José fue uno de ellos. El patriarca Job fue
otro. Y aún otro, el apóstol Pablo.
Satanás desprecia a los seres humanos; pero éstos y muchos
más, fueron hombres y mujeres a quienes Satanás no ha
podido comprar.
¿Era la voluntad de Dios que José estuviera en la prisión?
Bueno, podemos decir que era casi esencial que estuviese allí.
En nuestro próximo programa veremos por qué. Y ello
reafirmará nuestra confianza en Dios, y fortalecerá la
esperanza, que a veces se debilita por causa de algunas
experiencias de nuestra vida. Porque, como citábamos al
principio de este programa, de la carta a los Romanos: "para
los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien".

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