Gonzalez Ricardo - Los Extraterrestres Del Planeta Apu

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Table of Contents

Los extraterrestres del planeta Apu

Introducción a la versión digital

Prólogo Por Paola Harris

Introducción a la versión impresa

Capítulo I. Cómo se inició mi contacto en Perú

Un mensaje «telepático»

Capítulo II. Los apunianos

Una «visita» en la Central Hidroeléctrica

Los ovnis de Yungay

Una «curación extraterrestre»

Capítulo III. El plan cósmico y las misiones secundarias

Una «agenda» mayor

Las misiones secundarias

Capítulo IV. Avistamientos programados

Los «no identificados» ante periodistas

El legado del IPRI

Nuestro testimonio en la televisión

Avistamientos «previa cita»

Capítulo V. Monte Shasta y bases extraterrestres

La montaña del contacto


¿Una ciudad ultraterrestre? ¿Base apuniana?

Capítulo VI. Dentro de una nave

Las experiencias se pueden postergar

La invitación al volcán dormido

La preparación

El reencuentro con Antarel

Capítulo VII. Una entrevista con un apuniano

Los discos solares

La conexión extraterrestre con la «Hermandad Blanca»

El secreto del Altai

De regreso en «Sand Flat»

Capítulo VIII. Exopolítica: La invitación a Michael Salla

Cuatro «ovnis» y un mensaje para Salla

Capítulo IX. Paola Harris y un contacto grupal con Antarel

Antarel y el umbral de luz

Capítulo X. Huascarán: base de los apunianos

Un sueño del «futuro»

Ichic Puna

Llanganuco: otro portal de contacto

Capítulo XI. El mensaje de Ivika

El Minius
«Volveremos a ser uno»…

Epílogo El tiempo

«El doble»…

Sobre el autor

Notas
¿Una civilización extraterrestre convive con la humanidad? ¿Posee bases en los Andes y
en otros puntos del mundo? ¿Por qué están aquí? ¿Por qué razón no se muestran
abiertamente? ¿Son viajeros del espacio? ¿Vienen de otros «tiempos»?

En este revelador libro, Ricardo González nos narra sus increíbles experiencias con los
«apunianos», una misión extraterrestre que viene del «futuro» con un poderoso
mensaje: «nosotros somos ellos»…
Ricardo González

Los extraterrestres del planeta Apu


Seres del «futuro» entre nosotros…

ePub r1.0

XcUiDi 13-10-2021
Ricardo González, 2015

Editor digital: XcUiDi

ePub base r2.1


A los habitantes de la Cordillera Blanca en Áncash: los primeros contactados con los
extraterrestres del planeta Apu.

A la memoria de Viada Kapetanovic, el primer difusor de estos encuentros cercanos con los
«apunianos»: «Todo por los demás».

A Paola Harris, al Dr. Michael E. Salla, y a Giorgio Piacenza, por ayudarme a difundir mi
testimonio de contacto en los círculos más importantes de la ufología de habla inglesa.

A J. J. Benítez, en reconocimiento a su largo camino como periodista e investigador de los «no-


identificados». Su importante avistamiento ovni en Perú, en 1974, fue una invitación de un
«apuniano»…

A la memoria de José Carlos Paz García, fundador del IPRI en Perú; y a sus hijos Carlos, Sixto, y
Rose Marie Paz Wells —⁠ mi querida amiga que ya partió⁠ —, porque fueron piezas
fundamentales para comprender mis propias experiencias. Gracias…

Y a Sol, mi compañera, mi fuerza, mi ángel…


«Considero que estos vehículos extraterrestres que visitan la Tierra con su tripulación, proceden
de otros planetas que gozan de un nivel tecnológico superior al alcanzado por nosotros…».

«… deberíamos decidir que la mejor manera de tratar con estos visitantes es la amistosa. Cabe la
posibilidad de que para ser admitidos como miembros de pleno derecho en esta asociación
universal, debemos demostrar que hemos aprendido a resolver nuestros conflictos por medios
pacíficos y no mediante la guerra».

Astronauta Gordon Cooper


Proyecto Mercury

«El viaje en el tiempo plantea problemas de todo tipo, tanto físicos como sociales…».
Michio Kaku

«Si el viaje en el tiempo es posible, entonces ¿dónde están los turistas que vienen del futuro?».
Stephen Hawking

«La diferencia entre el pasado, el presente y el futuro es solo una ilusión persistente».
Albert Einstein
Introducción a la versión digital
Ha sido impresionante la repercusión que ha tenido la primera edición física de este
libro —⁠ ya agotada⁠ —. Muchos me solicitaban un texto que reuniese las distintas
experiencias de contacto que he afrontado con los «apunianos»: los encuentros físicos,
los avistamientos programados con periodistas y reconocidos investigadores, y, lo más
importante, el mensaje.

Si bien es cierto buena parte de estos relatos ya los había difundido previamente a
través de conferencias, entrevistas en medios e informes en mi sitio
www.legadocosmico.com, «Los extraterrestres del planeta Apu» es algo más que un
«diario personal de contacto». Aborda los orígenes de los encuentros cercanos en Perú
—⁠ que, como verá el lector a continuación, se remontan a la década de los años 50⁠ —, y
se adentra en uno de los más importantes «secretos» de esa civilización extraterrestre:
su vínculo con la humanidad y el «futuro»…

Por la relevancia de todo esto, he decidido publicar una versión digital de mi libro
para asegurar su libre lectura a través de internet. Así, el mensaje llegará a un mayor
público.

Más allá de las extraordinarias experiencias de contacto que narro a continuación, lo


gravitante es su enseñanza.

De este contacto han surgido nuevas y poderosas herramientas de trabajo, como lo


constituye un «modelo mental de visualización» con el «Teseracto» para crear
realidades, y la recepción de los «cristales de Minius», como un elemento que potencia
nuestra conexión con el Universo. En futuras publicaciones profundizaré estas
informaciones de origen extraterrestre que ya estamos empleando.

Espero que el mensaje de los apunianos llegue a todos con fuerza. Estoy seguro que
en cada página de este libro, sentirán que ustedes también se están «reencontrando» con
«ellos»… Con nuestra familia cósmica…

Ricardo González
Buenos Aires, 19 de julio de 2015
Prólogo

Por Paola Harris


Me uno a Ricardo González para darles la bienvenida a un nuevo «paradigma» de
contacto.

Ricardo es un maravilloso «embajador» de esas culturas extraterrestres y su mensaje


positivo para el planeta Tierra. A pesar de su juventud, es un hombre sabio, capaz de
articular la antigua historia de visitas extraterrestres; probablemente por la visión que
ha adquirido al viajar constantemente a diversos puntos clave en todo el mundo. Y es
que, además de ser un contactado, es un investigador que entiende la importancia de
tomar todo esto con responsabilidad y acción. Y allí es en donde tenemos algo en
común: como periodista e investigadora ovni, me tomó muchos años llegar a la
conclusión que parte de este «fenómeno» de los encuentros cercanos está orientado
espiritualmente. Para mí, era más fácil permanecer en el ámbito concreto, en lo «sólido»,
como la recogida de datos, grabación de incidentes, entrevistando a científicos,
militares, astronautas, pilotos y otros personajes involucrados directamente con el
fenómeno ovni. Y debo decir que no hallé un elemento común en estas investigaciones,
excepto el componente «dimensional». Es decir, que existe un «reino no local», otras
realidades conectadas con la naturaleza del fenómeno ovni, como si estuviésemos
enfrentando un holograma cuántico. El asunto era más complejo y profundo y yo no
estaba escuchando. Los fenómenos en sí me estaban hablando, a mí como a tantos otros
investigadores a lo largo de décadas de estudio. Pero no escuché los mensajes en aquel
entonces. No vi la luz.

Pero todo cambió el 20 de septiembre de 2014… Fue cuando acepté una invitación
de Ricardo González y «Antarel» para viajar a Monte Shasta.

«Antarel» es un «hombre del espacio», un gigante de tres metros de alto proveniente


de Alfa Centauro. Ese ser, a través de Ricardo, me había pedido acudir a Monte Shasta,
en donde me sumaría a otras 165 personas de varios países.

Ricardo había recibido la invitación para este contacto durante una expedición al
Altai (Rusia), el 2 de agosto; y luego la confirmó con un nuevo mensaje recibido en
España el día 10.
A las 8:30 pm de ese 20 de septiembre, dos ovnis se mostraron volando en paralelo
sobre nuestras cabezas, tal y como «Antarel» lo había anunciado a través de Ricardo. En
ese momento no me di cuenta de que los avistamientos eran un anticipo de lo que
venía…

Fue así que Ricardo me dijo: «Antarel está aquí… ¿Quieres vivir este contacto?
¿Puedes manejarlo? ¿Vendrías al bosque con nosotros?».

La experiencia fue una invitación semejante a la película «Encuentros Cercanos del


Tercer Tipo»… Acudí a ese encuentro… Y luego de ese contacto con «Antarel» —⁠ que
Ricardo describirá más adelante—, puedo decir que sentí que todo estaba unido, el
bosque de Monte Shasta, la gente, las estrellas. Fue un momento de «conciencia
expandida» en donde todo era unicidad.

He comprendido que los latinoamericanos se conectan fácilmente con estas otras


realidades. No están interesados solo en la nave de los presuntos extraterrestres, o en
las tecnologías exóticas que poderosas culturas occidentales habrían copiado de esas
civilizaciones no-humanas —⁠ a través de «ingeniería inversa»— para fines bélicos.
Pienso que estas personas están más cerca de darle la bienvenida a seres de otros
mundos por tener la mente y el corazón abiertos. Ellos buscan el punto que une, no lo
que separa.

Ahora es obvio que el contacto, tal como lo experimentamos, es un esfuerzo para


despertar a la humanidad, para obligarnos a pensar «fuera de la caja», para ampliar
nuestra conciencia hacia las estrellas y más allá. Es un nuevo y excitante comienzo. Y he
aquí la bienvenida a ese nuevo «paradigma», una manera distinta de pensar, una
revolución de la consciencia que algunas personas llaman «tecnología espiritual»: un
renacimiento de lo que realmente somos. Es, en otras palabras, la comprensión de que
tenemos orígenes divinos, y que debemos esforzarnos por conseguir, humildemente,
estar más cerca de la Creación.

Aquí es donde Ricardo González se mueve muy bien. Él ve el «cuadro completo», en


sus 360 grados. En sus viajes, teje un tapiz cósmico para mostrar al mundo que todos
somos uno. Sus palabras nos hacen sentir en paz y nos deja una sensación muy similar a
aquello de «volver a casa»…

Cuando vivimos la experiencia con él, vemos esa parte de la realidad. No una
realidad alternativa, sino un retorno a nuestros orígenes.
Recuerdo que cuando conocí al Coronel Philip Corso por primera vez en Roswell
(Nuevo Mexico), en 1997, él me dijo que había tenido contacto con un extraterrestre en
el Red Canyon. En esa experiencia el ser le había pedido que abordara la nave.

Entonces el Coronel le preguntó: «Qué tienes para ofrecerme?».

El ser extraterrestre le respondió: «Un mundo nuevo, si lo puedes sobrellevar».

Y, 17 años después, Ricardo González me preguntó en Monte Shasta: «¿Puedes


afrontar este contacto, esta noche?».

Esto cierra todo el círculo de la experiencia humana que ha involucrado mi


investigación…

Y la respuesta es: ¡Sí! Sí al contacto y sí al cambio de «paradigma».

Es un honor poder contribuir con mis observaciones para su nuevo libro; pero, sobre
todo, es un honor dar la bienvenida a una nueva forma de ver este maravilloso mundo,
este cosmos inmenso… ¡Es maravilloso volver a volar!

Paola Harris

En Boulder, Colorado

24 de mayo de 2015

Paola Harris es una de las más importantes referencias del estudio de los ovnis en todo
el mundo. Investiga a los «no-identificados» desde 1979, habiendo trabajado por
muchos años al lado del famoso Dr. J. Allen Hynek —⁠ el «padre» de la ufología—,
siempre como periodista de campo, además de reconocida entrevistadora de personajes
clave en el fenómeno ovni, desde científicos, militares y astronautas, a políticos o
prelados del Vaticano. Es autora de varios libros y conferencista en los congresos más
grandes que se celebran sobre el tema.
Introducción a la versión impresa
Este libro dio un giro tremendo el 12 de abril de 2015. En esa fecha, afronté un nuevo
encuentro cercano con «ellos»…

Se trató de una «invitación» para entrevistarnos en un lugar específico en los Andes


peruanos de Áncash.

«Ellos» —seres extraterrestres de aspecto humano⁠ — deseaban entregar un mensaje


y este fue contundente y revelador. Una información que nos ha ayudado a poner las
piezas sueltas en el tablero. Una revelación que cambió completamente el enfoque de
este libro…

Hablar hoy en día sobre los «no-identificados» y la posibilidad de vida extraterrestre


inteligente visitando la Tierra no es tan difícil como en los años 40, década en la que se
inicia la denominada «Era Moderna de los Ovnis» —con el avistamiento que reportó el
piloto estadounidense Kenneth Arnold y el posterior y discutido incidente Roswell, en
donde un presunto objeto extraterrestre se estrella en un rancho de Nuevo México—;
sin embargo, hoy el panorama es más complejo por la gran cantidad de información
que circula sobre el contacto con esos seres. Es común, pues, ver documentales de TV
que vuelven a los tiempos de Roswell, a husmear los secretos de una base militar
subterránea en Nevada —⁠ la mítica «Área 51»— o especiales sobre los «grises» y sus
«abducciones» y, más recientemente, los «reptiloides» y su complot contra la
humanidad. Todo este tipo de informaciones que se adentra en el mundo de las
conspiraciones ha creado una «teoría integral» sobre los extraterrestres y sus
intenciones que, bajo mi punto de vista, es parcial, poco rigurosa, y tendenciosa.

Este libro surgió originalmente como una alternativa para compartir una visión
distinta sobre el contacto con avanzadas civilizaciones cósmicas: su origen, intenciones,
su acercamiento con la humanidad y, lo más importante, su mensaje. Y, como ya dije, el
extraordinario contacto en los Andes peruanos ha sido una «pieza fundamental» para
saber en qué dirección debo orientar este trabajo…

Desde hace más de 20 años estoy en contacto con un grupo de extraterrestres que, si
bien es cierto, son parecidos en su fisonomía a nosotros —o, tal vez, nosotros nos
parecemos a esos «visitantes»— son «distintos» al hombre por su avanzada tecnología y
comprensión del Universo. Forman parte de un conglomerado de civilizaciones muy
evolucionadas que desde hace miles de años observan y visitan la Tierra. Soy uno de
tantos testigos que afirma haberles visto. Incluso, tuve la oportunidad de visitar,
físicamente, el interior de sus naves —⁠ lo narraré más adelante—. A lo largo de este
tiempo he comprobado sus intenciones pacíficas y éticas, y cuán importante es la raza
humana para el Universo.

Buena parte de las experiencias que hemos afrontado con estos seres han contado
con testigos y registros fotográficos.

En cinco ocasiones concretas, he anunciado avistamientos programados «previa


cita» a periodistas y renombrados investigadores. Entre esos últimos contactos podría
mencionar el que vivimos en 2013 con el Dr. Michael E. Salla, uno de los «padres» del
movimiento mundial «Exopolítica». Salla, al lado de otros 55 testigos —entre ellos el
ufólogo ítalo-peruano Giorgio Piacenza, actual miembro de la comisión civil de
investigación ovni de la Fuerza Aérea Peruana— participaron de una interacción con
cuatro naves de origen no-humano al pie de Monte Shasta, en los Estados Unidos. Salla
—quien tiene un doctorado en Ciencias Políticas, y fue asesor en resolución de
conflictos del gobierno de Ronald Reagan— quedó maravillado. Y no solo por lo que
vio, sino por lo que «sintió»: una energía de fraternidad con aquellas inteligencias de
otros mundos. Y, en 2014, más de 160 testigos de varios países, con la reconocida
investigadora y periodista ovni Paola Harris a la cabeza, contemplamos y
videograbamos las apariciones de estos objetos sobre los cielos de Monte Shasta en un
nuevo encuentro programado, avistamiento que se dio en la hora exacta que los
extraterrestres habían anunciado. Además, por si ello fuera poco, siete personas
vivieron un «contacto directo» con «Antarel» —⁠ uno de los seres que está en
comunicación con nosotros—. Y, la propia Paola Harris, fue testigo de ello… Ya
llegaremos a ese punto…

Todas estas experiencias fueron coordinadas con seres extraterrestres que afirman
provenir de un planeta próximo a la estrella Alfa B en la constelación de Alfa Centauro.
Conocemos a esos seres como «apunianos». Este libro es parte de su historia.

Para que no se pierda ningún detalle de como ha sido el proceso de contacto que he
vivido —⁠ y para poder comprenderlo en su contexto—, he decidido incluir algunas
experiencias que ya he mencionado en anteriores libros. Será importante para ver el
«panorama» completo.

El contacto formó mi vida. Me acercó una visión del Universo que antes no tenía. Y
esa es la fuerza que me anima a escribir estas líneas: dar a conocer —⁠ una vez más— un
poderoso y urgente mensaje…
Ricardo González
CAPÍTULO I

Cómo se inició mi contacto en Perú


He contado mi historia muchas veces. Especialmente ante alguna cámara de televisión
que me enfocaba —⁠ para captar al detalle mis gestos— mientras yo afirmaba: «Sí, he
tenido encuentros cercanos con los extraterrestres». Los periodistas me escuchaban con
escepticismo e igual interés; no importaba el medio o el país en donde estuviese siendo
entrevistado.

—¿Y cómo empezó todo? —me preguntaban a boca de jarro.

Entonces les explicaba que mi relación con esos seres había empezado desde que era
niño, en Lima, y que luego de largos años, en mi adolescencia, el contacto «formal» se
concretó…

Hoy, mientras escribo estas líneas —con mis 41 años recién cumplidos⁠ —, recuerdo
una vez más esas tempranas experiencias, como si hubiesen sucedido ayer.

Mis primeras observaciones de ovnis sucedieron en la localidad serrana de Chosica


—puerta de entrada a los Andes, en el departamento de Lima—, una zona de encuentro
para excursiones, día de campo en familia o ruta obligada de viaje hacia las cataratas de
Palacala o San Pedro de Casta, mítico pueblo que se emplaza al pie de la misteriosa
montaña de Marcahuasi. En los cielos de Chosica vi las primeras «luces caminantes».
Para un niño que contemplaba la noche estrellada de la sierra —⁠ un privilegio al que la
ciudad de Lima, por la bruma del mar, tiene vetado casi todo el año— eran solo
«satélites». Pero «satélites» que se detenían, hacían zig-zags o cambios bruscos en su
dirección…

Pero en 1988, siendo un muchacho de 14 años, presencié, desde el patio exterior de


la casa, el avistamiento que terminaría por hacer pedazos mis «esquemas mentales»: un
objeto, grande, y muy luminoso, surcaba el cielo a pleno día, en silencio. En aquel
entonces vivía con mis padres en el distrito de San Miguel, camino al aeropuerto
internacional de Lima. Estaba, pues, acostumbrado a ver los aviones pasar, o cualquier
otra aeronave «explicable». Pero no «eso»: una esfera, como una suerte de «gota de
agua», muy brillante en su centro, pero con bordes tenues de luz, se desplazaba sin
emitir ruido alguno hacia el océano Pacífico. Yo la observaba con una desconcertante
sensación de alegría, como si mi ser interior supiese de qué se trataba… A los pocos
días, en programas de radio y televisión, se hablaba de una «oleada ovni» en el país. No
había sido el único en ver «aquello»…

Así aprendí que el término «ovni» significaba «Objeto Volador No Identificado»,


siglas acuñadas por la Fuerza Aérea de los Estados Unidos ante los miles de reportes
que llegaban a sus oficinas a fines de la década de los años cuarenta. ¿Qué eran esos
ovnis? ¿Naves militares secretas? ¿Y en ese caso por qué se estaban viendo en Perú?
¿Había sido testigo de un vehículo extraterrestre? Y si fuese así, ¿por qué yo, un
muchacho común de un país «tercermundista»?

Debo decir que vengo de una familia normal que no tenía mayor interés en los «no-
identificados», salvo mi padre —que trabajó muchos años como funcionario en el
Departamento de Informática del Seguro Social del Perú—. Más que interés, creo que él
tenía una poderosa curiosidad por todo lo que signifique misterio. De allí su colección
de libros sobre el antiguo Egipto, mitología y esoterismo oriental. Mi madre, que
trabajaba en una de las sucursales del desaparecido banco «Bancoper», no daba mayor
atención a estos temas como sí lo hacía mi padre. Ella siempre fue muy católica. Su
religiosidad era auténtica y se mostraba feliz. Tal vez por ello seguí mi educación
primaria en el colegio de los «Hermanos Maristas» en Barranco. En esos años nunca fui
un estudiante sobresaliente. Me costaba mucho entrar en la dinámica de una educación
rígida y llena de reglas. Ello empujó a mis padres a cambiarme a otro colegio con un
enfoque diferente. Así terminé en el «Walt Whitman School», un centro de estudios
mixto, con inglés intensivo y un poco más informal. En ese lugar cursé la secundaria y
conocí la música: aprendí a tocar la guitarra y los teclados. Entonces decidí cambiar mi
sueño de ser dibujante o pintor por el de músico. Mi desaparecida maestra de música, la
gran pianista Concho Stuffs, creía que iba a ser un buen compositor. Pero ese curso de
mi historia personal entraría en un inesperado «paréntesis» —⁠ como si fuese una
jugada maestra del destino— para dirigirme hacia el contacto con seres extraterrestres.
Más tarde, «volvería» a la música con el proyecto «Mintaka»[1].

Mis hermanos menores, José Luis y Mariella, hallarían sin mayor dificultad sus
profesiones. En mi caso, al terminar el colegio, seguía ilusionado con la música, pero
paralelamente a ello empecé a estudiar la carrera de mercadotecnia en el «Instituto
Peruano de Marketing». Luego trabajaría varios años en la industria farmacéutica como
visitador médico. Lo que trato de compartir al detallar estos aspectos personales de mi
vida es que éramos —⁠ y somos— una familia normal. Y que mi vida seguía también un
curso «normal» a pesar de las experiencias ovni que ya había enfrentado, incluido aquel
importante avistamiento de 1988. Ese incidente ovni había quedado aparcado en mi
mente como una «experiencia extraordinaria sin explicación». Sin embargo, como ya
dije, en mi interior «sabía» que había algo más… Pero lo dejé pasar…
Hasta que, en octubre de 1993, «ellos» volverían, y con más fuerza…

Un mensaje «telepático»

En aquel momento tenía 19 años. Recuerdo que me hallaba estudiando para unos
parciales de estadística y contabilidad —⁠ es decir, mi cabeza no se hallaba pensando en
ovnis— cuando de pronto el cansancio me venció y decidí tomarme un break, cerrando
mis ojos y dejando que mi cuerpo se acomodara como pudiera sobre la silla frente al
escritorio de trabajo que tenía en mi habitación.

«No dejes de seguir buscando». Una extraña y calmada voz había aparecido en mi
cabeza, como si se tratara de un hombre joven, que se percibía amable al comunicarse.
Me quedé atónito.

Y me resistí a creerlo…

«Somos seres extraterrestres, y estamos entrando en contacto contigo», añadió la extraña


voz mental.

Seguidamente, en medio de mi gran sorpresa, concluyó el mensaje afirmando:


«Vivirás una preparación que te llevará a conocernos físicamente».

En verdad no lo podía creer…

¿Las horas de estudio y el cansancio me habían «inducido» a «imaginar» todo esto?


Al margen de que intuía que no nos hallábamos solos en el Universo, aceptar que estaba
percibiendo un mensaje telepático de un supuesto ser extraterrestre, era demasiado…

Entonces dije, como contestando el mensaje: «Necesito una prueba para saber que
esto es verdad».

Y aquella «voz», sorprendiéndome una vez más, respondió, sugiriendo: «Sube a la


terraza de tu casa, y allí nos verás…».

—Esto es el colmo —me decía—; ¿y ahora qué hago?

Como no tenía nada que perder, decidí finalmente subir a la terraza de aquel amplio
departamento en Orrantia del Mar —⁠ hacía poco nos habíamos mudado allí, luego que
mis padres vendieran la casa de San Miguel—. Mi hermano Pepe se animó a
acompañarme, sin imaginarse lo que iba a ocurrir. Él solo me siguió por curiosidad.
Aquella sería una noche por demás importante.

—¡Un ovni! ¡Un ovni! ¡Esa luz se está moviendo! —⁠ nos decíamos.

Y efectivamente, una luz roja, concentrada, que en un inicio no le dimos mayor


importancia pensando que podría tratarse de una antena, se empezó a mover, ¡y en
nuestra dirección! Al acercarse, pude apreciar que el objeto tenía un formato
«triangular»; es decir, que mostraba una curvatura en su estructura, como si fuese más
bien un «boomerang»; ese aparato se quedó unos instantes sobre nosotros, estimo a
considerable altura, para luego volver por donde vino, en dirección a los Andes.

Con la algarabía que Pepe y yo armamos, mis padres y mi hermana Mariella


subieron a lo alto del departamento para ver qué ocurría. Ellos también llegaron a
observar al extraño objeto marcharse. Se fue lentamente, sin emitir ningún tipo de
sonido. Todos lo habíamos visto.

En medio de ese mágico momento —aún emocionado, debo decirlo⁠ — «escuché»


nuevamente la «voz mental», que me dijo algo así:

«Venimos con buenas intenciones. Así como hemos procedido hoy contigo, lo hemos hecho
antes con otras personas, y lo seguiremos haciendo en el futuro para que vayan tomando
conciencia de nuestra presencia.

No solo estarás en contacto con nosotros. Lo tendrás también con otros seres que te están
aguardando…».

¿Qué me querían decir con ello? No lo supe en ese momento. Solo un aplastante
silencio dominó la escena mientras el ovni se perdía en los brumosos cielos de Lima. Al
igual que 1988, estas apariciones de los «no-identificados» se multiplicaron, al punto de
obligar a la prensa a tocar el tema desde todos los frentes.

Este fue el inicio del contacto con «ellos»…

Y, como un efecto «dominó», con el tiempo, una cadena de situaciones postergó mis
intenciones de ser músico, o de dedicarme a la administración. Mi «plan de vida» que
tenía en mi cabeza desapareció…

Con tan solo 19 años, empecé a hilar todos los hechos extraños que habían
acontecido en mi vida —⁠ difícil de describir cada uno de ellos aquí—, y a comprender
que todo sucede por «algo».
Luego supe, que esa «voz mental» que me «habló», pertenecía a Antarel de Apu, un
ser extraterrestre de aspecto nórdico que conocería, más tarde, físicamente…
CAPÍTULO II

Los apunianos
Como es de suponer, estas primeras aproximaciones de Antarel —⁠ a través de mensajes
telepáticos y avistamientos de corroboración—, me sumergieron en un estado de
búsqueda impresionante. Fue así, que luego de una serie de hechos sincrónicos, empecé
a participar en grupos de contacto extraterrestre. Allí comprendí que, desde los años 50,
había antecedentes en el Perú de estos «encuentros cercanos» con los viajeros de Apu: el
planeta de donde procede Antarel.

El primer caso que investigué —para tratar de entender desde una perspectiva más
amplia mi propia experiencia de contacto⁠ —, ocurrió en Áncash, en medio de las
hermosas montañas del «Callejón de Huaylas», hermoso paisaje que está situado en la
parte central y occidental del país.

La historia de Áncash es muy rica. Está vinculada a las culturas más tempranas del
Antiguo Perú, desde el desarrollo de las tradiciones líticas del Arcaico hacia el 13 000 a.
C., hasta la influencia de la civilización Caral-Supe. Además, es la cuna de la misteriosa
Chavín, que posteriormente influyó en las culturas Recuay y Wari, para finalmente
pertenecer al Imperio Inca hasta la conquista española.

En aquellos primeros años de contacto visité el Parque Nacional Huascarán, y la


«Zona Reservada» de la Cordillera de Huayhuash, que se emplaza en la sierra
departamental. Y, desde luego, el yacimiento arqueológico de la ya citada Chavín de
Huántar: un templo de piedra enclavado a 3177 metros de altura, famoso por su
compleja red de caminos y galerías subterráneas que, en lejanos tiempos, eran
iluminadas por haces de luz que penetraban estratégicamente sus duelos. En su interior
aún puede apreciarse el Lanzón Monolítico —⁠ una gran piedra tallada, de 4.54 m de
altura— en el que se observa una extraña divinidad antropomorfa.
Arriba: el «Lanzón Monolítico».

Toda esta región andina tiene muchos reportes de avistamientos de ovnis que se
remontan, como ya mencioné, a la década de los años 50. Pero el caso más célebre me
llevó a 1960, cuando el técnico eléctrico yugoslavo, Vlado Kapetanovic, trabajaba en la
Central Hidroeléctrica de Huallanca. Allí tuvo su primer contacto con unos seres
extraterrestres de aspecto humano que traían un mensaje de paz. Un caso muy similar a
lo que me estaba ocurriendo con Antarel… De hecho, se trataba de la misma
«tripulación»: los «apunianos»…

Una «visita» en la Central Hidroeléctrica

Kapetanovic nació en Kolasin, Montenegro, aproximadamente en 1918 —⁠ el propio


Vlado no lo podía precisar—, y después de la Segunda Guerra Mundial llegó a Perú
para trabajar como técnico de planta. Y, por esas cosas del «destino», fue a parar a las
instalaciones hidroeléctricas de Huallanca, en medio de los Andes peruanos. Allí viviría
su primer contacto.

Era el jueves 10 de marzo de 1960. La planta —que se encuentra en un túnel hecho


por los maestros de la ingeniería moderna, «metida» 114 metros en las escarpadas rocas
de la montaña, a la orilla derecha del río Santa en el «Callejón de Huaylas»— de pronto,
se apagó, cerca de la medianoche. Y Kapetanovic decidió salir del túnel para ver qué
sucedía. Los transformadores de la planta se hallaban afuera del túnel, así que se dirigió
hacia ellos para encender el sistema de emergencia —⁠ basado en corriente continua por
medio de baterías—; y, en medio de esa tarea, es sorprendido por una intensa luz, que
iluminó el lugar como si fuese de día…

Esa energía era emanada desde un aparato discoidal, que estaba «detenido» sobre
un trozo de tierra, entre el río Santa y el Quitaracsa —⁠ cerca de donde se unen—, a
unos 400 metros de la Central Hidroeléctrica. Vlado afirmó que el objeto estaba
sostenido por «haces de luz sólida» que hacían contacto con el suelo. Es decir: el objeto
se hallaba «ingrávido» a medio metro del terreno… Entonces vio a los tripulantes fuera
de esa nave, que lucían muy humanos, aunque altos.

Aquellos «forasteros» se dirigieron hacia él y le hablaron en su propio idioma, el


yugoslavo…

Algunos de sus compañeros en la planta sabían de estas visitas, y le pidieron calma


a Kapetanovic, que no se alarmara, que esos seres eran amigos y que habían curado de
múltiples enfermedades a mucha gente de los pueblos andinos de la zona. Los llamaban
«apunianos»…

Apu —luego le dirían estos seres a Kapetanovic en futuros encuentros⁠ —, era su


mundo de origen. Una palabra que recuerda a su símil en quechua, y que significa
«montaña» o «señor». ¿Era solo una casualidad? ¿Tendrá alguna relación con el mundo
de origen de esos seres extraterrestres, que lo describen como un planeta montañoso?
¿Por esta razón sus principales instalaciones en la Tierra están bajo grandes montañas?

Vlado no creyó en ese primer encuentro que estaba frente a extraterrestres. Pensó,
por los horrores que vivió en la Segunda Guerra Mundial, que se hallaba ante una
misión secreta de alemanes nazis de la postguerra…

«Al principio —solía decir Vlado— no creí que esos humanos, altos y rubios, fueran
extraterrestres. Con mis memorias de la Segunda Guerra Mundial pensé que eran
espías de alguna nación, con prototipos militares avanzados, y que me estaban
persiguiendo. De hecho, los denuncié en una comisaría local. Pero luego, con las
demostraciones telepáticas, psíquicas de toda clase, y también tecnológicas que me
dieron, me terminé de convencer de que no eran de este mundo…».

En ese primer contacto, los apunianos le indicaron que no eran alemanes, y le


aclararon que ellos no eran los responsables del apagón en la planta: había sido un
hecho ajeno a la presencia de su nave —⁠ y el dato era correcto, pues más tarde se supo
que un incidente en la red de Chimbote había generado el corte de energía en
Huallanca—. Luego de esa breve conversación, los extraterrestres se marcharon de la
planta pero volvieron a mostrarse en futuros encuentros con Kapetanovic.

Vlado murió en Perú en 2005. Le conocí en persona, ya que ambos fuimos invitados
a congresos sobre los ovnis en Lima. Era un hombre de fuerte carácter, pero amable y
humilde, que se emocionaba al referirse a sus «hermanos de Apu». Sus experiencias
quedaron registradas en varios libros que publicó de forma «novelada» bajo el
seudónimo de «Vitko Novi»[2].

Penosamente —y esto lo digo a título personal—, las reales experiencias de contacto


de Vlado con los «apunianos» se mezclaron con sus ideas personales y visión del
mundo. Además, llegó a atribuir controvertidas encarnaciones de los apunianos en
célebres personajes humanos de toda la historia —⁠ Jesús incluido—, entre otros datos
que en algunos sectores ufológicos le quitaron credibilidad. Sin embargo, si vamos
directamente al testimonio y a los hechos, la experiencia de Vlado fue más que
importante, pues gracias a él se dio a conocer que desde hacía muchos años esos seres
estaban en contacto con los hombres andinos de Áncash…

«Vitko Novi» fue el primero en contarlo abiertamente, pero no el primer contactado.


En las montañas de Yungay, los habitantes de humildes caseríos en la Cordillera Blanca
ya estaban en comunicación con los «hombres del espacio»…

Los ovnis de Yungay

Por si el contacto en la Central Hidroeléctrica fuera poco, Kapetanovic sostuvo que en


un nuevo encuentro con los apunianos —⁠ también en 1960— se le reveló el desastre
natural que viviría Yungay diez años más tarde…

Según Vlado, fue gracias a una «pantalla del tiempo» que vio dentro de una nave.
Los apunianos, que esgrimían un peculiar manejo del tiempo y las dimensiones, le
habían mostrado un alud que sepultaba a toda esa población luego de un intenso
terremoto. Vlado informó a las autoridades con mucho tiempo de anticipación —
incluyendo a un Juez de Paz—, pero nadie le creyó. Como era de suponer, las
autoridades locales estaban al tanto de los relatos sobre «extraterrestres» de las
comunidades andinas. «Esos cholos están hablando tonterías» —⁠ solían decir,
despectivamente, los funcionarios de Yungay—.

Y la tragedia ocurrió el 31 de mayo de 1970: un violento terremoto de 7.8 grados en


la escala de Richter, con epicentro en el océano Pacífico, sacudió Áncash y fue sentido
en casi todo el Perú.

Eran las tres de la tarde y nada hacía presagiar que más de 20 000 pobladores de la
pequeña población de Yungay iban a desaparecer, producto del desprendimiento de un
gigantesco bloque de nieve y hielo del pico oriental del nevado Huascarán, que produjo
un violento alud, tal y como los apunianos le habían «mostrado» a Kapetanovic…

El fuerte sismo, que duró 45 segundos, hizo desaparecer no solo Yungay, sino
también pequeños pueblos vecinos al distrito de Ranrahirca. Se calculó que el número
de muertos llegó a 80 000, y otros 20 000 se dieron por desaparecidos. Los heridos
hospitalizados se contabilizaron en 143 331 y los afectados en más de tres millones…

¿Los extraterrestres no podían haberlo evitado?


Ellos, ya sea por su «tecnología del tiempo», o por un cálculo de probabilidad,
trataron de advertir de la tragedia sin precisar el día y el mes exacto del terremoto. Pero
sí anticiparon el evento sísmico y sus consecuencias.

Con el transcurrir de los años, comprendí que estos seres tienen muchas limitaciones
de acción en nuestros asuntos —⁠ al menos los que vienen con intenciones amistosas y
respetan nuestro libre albedrío—. Pero, aún así, dentro de esas limitaciones de «no
intervención», le comunicaron a Kapetanovic el desastre que se avecinaba para Yungay.
Pero no fue escuchado. Incluso, pocos años antes de la catástrofe, Yungay fue sacudida
por una intensa oleada ovni, como si los extraterrestres estuviesen intentando llamar la
atención. Hay un registro de ello en 1967. Si no se trata de un fraude, son las mejores
fotografías de estos objetos en la historia ufológica del Perú. Lo veremos en breve.

Arriba: Yungay, «antes y después» del alud que la sepultó.

El periodista español, J. J. Benítez, amablemente me ha permitido publicar su


investigación de aquel caso:

«Según mis informaciones, la toma de estas imágenes sucedió de la siguiente forma:

Un día del mes de marzo, Arranda visitó la pequeña localidad de Yungay, en las
montañas de Áncash. Antes de salir de excursión pidió prestada a su amigo César Oré
—⁠ vecino de la citada localidad y empleado en la oficina de Turismo— una vieja
cámara Voightlander, propiedad de aquel desde hacía 40 años. Compró un rollo de
película y fue su amigo Oré quien se encargó de cargar la cámara fotográfica, puesto
que Arranda no entendía muy bien su funcionamiento.

Augusto salió de Yungay, dispuesto a recorrer algunas de las impresionantes


montañas de los alrededores. En el tristemente famoso “Callejón de Huaylas” —
⁠ azotado en 1970 por el más violento terremoto de la historia del Perú— se levantan
cumbres de casi 4000 metros. Las panorámicas resultan espléndidas.

En aquellas montañas, suponemos, Arranda debió ver y fotografiar los ovnis. Y así
se lo manifestó a Oré.

A su regreso a Lima, y tras revelar el rollo, Arranda envió a Yungay un álbum


sellado, con copias de las fotos de las cumbres y de los ovnis. Estas últimas —⁠ como si
el hecho careciera de importancia— figuraban al final del álbum que recibió Oré y que
permaneció “olvidado” en su casa durante dos años.

Todo habría seguido igual —o se hubiera perdido definitivamente con el


terremoto⁠ —, de no ser por el investigador norteamericano J. Richard Greenwell. En
1968, y de forma “indirecta”, una de las copias cayó en manos del citado Richard.

Y esta nueva “casualidad” —¿o no fue “casualidad”?⁠ — puso en marcha la


investigación y los mecanismos que permitieron dar a conocer a todo el mundo la
impresionante secuencia.

Greenwell cuenta que, después de ciertas indagaciones, la fotografía fue localizada


en el laboratorio de revelado de Kodak Peruana S. A. Allí, un empleado de la empresa,
violando las reglas de la compañía, había conservado copias de la secuencia ovni. Los
directivos de la Kodak confiscaron las fotos del empleado antes de que Richard
Greenwell pudiera localizarlo. Estos ejecutivos peruanos —⁠ cuenta el investigador
norteamericano— se negaron a entregarle las copias. Pero en 1969, Greenwell pudo
hacerse con ellas a través de la división de Mercados Internacionales de Eastman
Kodak, en Rochester (Nueva York).

La localización de un juego completo de fotografías en Yungay fue posible gracias a


un oficial del Ministerio de Marina del Perú. Greenwell viajó entonces a Yungay y pudo
entrevistarse con el señor Oré, quien le proporcionó las tres copias que faltaban y que
habían sido retenidas en Lima por la Kodak Peruana S. A. De esta forma, Greenwell fue
atando cabos, logrando las cuatro copias que, al parecer, forman la secuencia total»[3].
Arriba, un escaneo de dos de las fotografías de los misteriosos ovnis de Yungay (1967).

Si esas fotografías son auténticas —así lo defendieron los técnicos de la APRO que
comandaba Greenwell[4]⁠ —, ¿estamos viendo «naves apunianas» en Yungay, tres años
antes del terremoto? Kapetanovic, como ya dije, fue el primer «contactado» que habló
públicamente de los seres de Apu: extraterrestres que eran viajeros espaciales, que
perdieron su mundo de origen, y que más tarde se establecerían en otros puntos del
cosmos, como la región estelar de Alfa Centauro y, más tarde, en bases subterráneas en
la Tierra.

Pero hay otros casos de contacto con esos hombres del espacio. Otros reportes de su
presencia en la misma zona andina de Áncash…

Una «curación extraterrestre»

En 1970, el año del terrible terremoto y alud en Yungay, otro personaje surgido de las
montañas de Ancash también afirmaría haber entrado en comunicación con los
extraterrestres. Tal vez, los mismos que contactaron a Kapetanovic. Su nombre, Donato
Cervantes, un hombre humilde de Huaraz que trabajaba como mecánico, chofer y
agricultor. De acuerdo a su relato, el 14 de septiembre de ese año tuvo su primer
encuentro ovni mientras conducía en la ruta Panamericana Norte, en dirección a
Huaraz, exactamente en el Km. 24, en un lugar llamado «Monte Grande». En ese
momento Donato vio una luz muy fuerte en lo alto de un cerro: un objeto que emitía un
zumbido extraño que se «introdujo» en su cabeza… Así, afirmaba, empezaron sus
contactos telepáticos con unos seres que más tarde se le presentaron: hombres altos,
arriba de los dos metros de estatura, de aspecto nórdico y gran capacidad psíquica:
como los extraterrestres de Apu que una década atrás había reportado Kapetanovic. Al
igual que los apunianos que contactaron al yugoslavo, los extraterrestres que vio
Donato Cervantes poseían facultades extraordinarias de sanación. De hecho, los más
asombroso del caso de Cervantes, es que luego de un accidente que sufrió en 1983, en
donde se cortó el brazo con un cristal del auto, los extraterrestres le curaron…

Donato relata que ante la profunda herida, se hizo un torniquete y siguió


conduciendo por horas su vehículo. Esta irresponsable decisión hizo que el brazo se le
gangrenara. Los médicos le dijeron que tenía que haber acudido cuanto antes a un
centro especializado y que ya no podían hacer nada para salvarle el brazo. Así, sin más
remedio, se lo amputarían el 17 de junio de ese año 1983 en el Hospital Central de
Huaraz. Hasta que entraron en escena los «hermanos mayores del cosmos».

El 16 de junio, un día antes de la operación, estos seres le pidieron telepáticamente


que se hospedara en un hotel de la zona de Chancos y que aguardara allí, en un
descampado, la aproximación de ellos para sanarle. Sin pensarlo mucho, Donato siguió
la recomendación, y efectivamente, esa noche, la nave de esos seres se hizo presente,
arrojando una intensa descarga que se concentró en su brazo. A partir de ese momento
no sintió más molestias… Al ir al hospital, los médicos, atónitos, constataron que el
humilde chofer andino ya no tenía nada… Huelga decir que ya no realizaron la
operación… Y en los archivos del Hospital Central de Huaraz consta la evidencia del
estado en el que se encontraba el brazo de Cervantes y su posterior y «milagrosa»
recuperación. Por si ello fuera poco, esta «curación extraterrestre» afectó el brazo de
Donato con un singular «efecto colateral»: cualquier sonido que se reprodujera cerca de
su mano derecha, era «retransmitido» por la radio… Así como se lee. De forma
aleatoria, la voz de Donato, que de pronto estaba platicando con su mujer, o tocando el
charango que tanto amaba, se «colaba» en las radiofrecuencias, sorprendiendo a
diversas estaciones…

Arriba: Diario «Extra», en su edición del 25 de junio de 1984, relatando el incidente ovni de Donato Cervantes y
su asombrosa curación. ¿Apunianos?
El 28 de agosto de 2013, con 71 años de edad, Donato Cervantes partía, tal vez para
reencontrarse con esos seres que nunca le revelaron su procedencia. Solo le dijeron que
eran «forasteros», que venían de las estrellas, de una «galaxia celeste».

¿Acaso la galaxia X9 que mencionaba Kapetanovic como el lugar nativo de los


extraterrestres de Apu?

Arriba: el fenómeno de las ondas de radio, emitidas por la mano de Cervantes, es publicado por el diario «La
Crónica» (17 de abril de 1984).

En 1974 —catorce años después del caso Kapetanovic—, los hermanos peruanos,
Carlos y Sixto Paz Wells, también entrarán en contacto con los apunianos. Así surge
Antarel, Sordaz, Codar y otras entidades que estaban en comunicación con el hoy
disuelto Grupo Rama: un importante movimiento de contacto que existió como
organización hasta 1991 —aunque a pesar de la disolución «oficial», Rama se ha
mantenido activa en diversos países de Iberoamérica—. Estaba muy claro que el
«programa de contacto» de esos seres —⁠ a mi entender, iniciado en Perú en los años 50
en los Andes de Áncash—, pasaba a una etapa distinta, que involucraría a múltiples
testigos. En definitiva, un contacto «grupal». Desde fines de 1993 me integré y participé
por muchos años de ese proceso colectivo de contacto. Y allí aprendí que estos
encuentros con los extraterrestres seguían un «programa» o «agenda» para integrar al
ser humano a una «comunidad cósmica». La misma «familia estelar» de la que forma
parte Antarel y los «apunianos». Y así como sucedió con «Rama» en 1974, hallé diversos
testimonios de contacto con los apunianos en diversos países del mundo, como el caso
del «Grupo Aztlán» en España, hoy disuelto. Era evidente que los apunianos tenían una
«agenda» diferente, amplia, que no estaba ceñida a un solo grupo…

Luego entenderíamos por qué aquella civilización de Alfa Centauro estaba tan
interesada en contactar con nosotros. «Ellos» nos querían advertir de algo…

En aquellos primeros años de contacto con los apunianos, fui aprendiendo que no
solo habían evolucionado tecnológicamente: además de científicos, eran súper
psíquicos, tal y como Kapetanovic lo había mencionado. De hecho, Antarel y los «guías
extraterrestres» —⁠ como habitualmente se les llamaba— se presentaban como
«Doctores Mentales», una suerte de antropólogos telépatas que fueron destinados para
el contacto cercano con nosotros. Fueron ellos quienes sugirieron que nuestro
entrenamiento para recibir sus mensajes se debía basar en técnicas de relajación,
concentración y meditación.

Como el lector podrá suponer, me sumergí de lleno en todo esto, y obtuve


importantes resultados. Logré «repetir» los contactos telepáticos con Antarel y concerté
avistamientos programados en una playa de Chilca y en la montaña de Marcahuasi. Sin
embargo, a pesar de este «entrenamiento» y las intenciones de relacionarnos más con
los extraterrestres, tenía muy en claro que «ellos» decidían a quién contactar, cuándo y
cómo. Vlado también opinaba lo mismo: los «hermanos del cosmos» deciden.

Debo decir que no fue nada fácil sobrellevar todo esto… Era hermoso y revelador,
pero no dejaba de ser una realidad brutalmente distinta a la que vivía. Como pude,
procuré afrontar estas experiencias en balance con mis responsabilidades materiales.
Había empezado a trabajar como visitador médico para una firma internacional y no
andaba hablando de «extraterrestres» en los pasillos. Sin embargo, las invitaciones para
conferencias y entrevistas en Perú y el extranjero empezaban a multiplicarse y mis
compañeros en la oficina se fueron enterando.

Todas mis presentaciones eran gratuitas. Tenía un trabajo, con un buen sueldo, así
que yo cubría los costos necesarios para difundir. Sin embargo, llegó el momento en que
no podía sostener todo esto…

El 30 de agosto de 1997 tuve el primer encuentro físico con Antarel. Fue en Chilca,
pero en la zona del desierto, unos 15 km en dirección a las montañas —⁠ el principal
escenario de contacto del «Grupo Rama», y en donde JJ. Benítez tuvo su «bautismo de
fuego» al ver dos ovnis, en un avistamiento convocado en 1974 por «Kulba» de Apu, a
través de un mensaje recibido por Carlos Paz Wells; es decir, el famoso avistamiento de
Benítez, fue «coordinado» por un «apuniano»—.

El encuentro que viví con Antarel fue intenso, pues era la primera vez que veía,
materialmente, a mi «interlocutor telepático».

Los apunianos, como ya mencioné, tienen una altura media de dos metros. Pero
Antarel es uno de los más «altos»: mide 2.70 m de estatura. Un verdadero gigante… Su
aspecto es el de un hombre de 35 años, atlético, de rasgos nórdicos y ojos oblicuos.
Vestía un enterizo metálico color plata pegado al cuerpo, como si fuese una segunda
piel. En nuevos contactos, en donde pude estar más cerca de él, comprobé que sus ojos
son de un color miel, que resaltan en su impecable piel blanca; el cabello, muy fino, es
un rubio platinado, prácticamente cano, que lleva largo hasta los hombros. Su
apariencia es tan bella, que si lo hubiese visto hace 3000 años, pensaría que estuve frente
a un «ángel»…

En ese primer contacto concertado con Antarel en el desierto peruano —⁠ que narré
en mi libro «El Legado Cósmico»[5]—, fui invitado a subir físicamente a una de sus naves.
Experiencia que no pude afrontar por el «manojo de nervios» en que me había
convertido ante semejante situación…

Sin embargo, en ese momento, Antarel me tranquilizó con un mensaje mental, y me


dijo, fraternalmente, que esperarían a que estuviese listo para acompañarlos dentro de
sus vehículos.

Nunca me imaginé que estaría dentro de sus naves, y en dos ocasiones…


CAPÍTULO III

El plan cósmico y las misiones secundarias


Recuerdo con emoción aquellos intensos años. Habíamos formado un grupo de jóvenes,
entre 18 y 20 años, que acudíamos casi todos los fines de semana al desierto o a las
montañas para entrenarnos en las experiencias de contacto. Otros muchachos de
nuestra edad nos miraban con recelo, y se preguntaban si formábamos parte de alguna
«religión», o si pertenecíamos a alguna «secta». No podían creer que estuviésemos fuera
de la «noche limeña», perdiendo el tiempo en prácticas de meditación bajo el manto de
estrellas de Chilca o Marcahuasi. Para nosotros, era una experiencia hermosa más allá
del contacto extraterrestre. En esas incursiones de campo aprendimos muchas cosas
sobre nosotros mismos, el miedo, las emociones, el silencio, y también a saber distinguir
todo lo que sucede en la bóveda celeste para evitar confusiones. Por ejemplo, hoy en
día, con los Iridium —una constelación de 66 satélites de comunicaciones que «brillan»
con el reflejo del Sol en sus paneles— y la ISS (Estación Espacial Internacional) —⁠ que
tiene el tamaño de una cancha de fútbol, impresionante cuando es visible— hay muchos
testigos confundiendo tecnología humana con avistamientos genuinos de ovnis. Esas
inolvidables noches en el desierto o en las montañas nos permitieron educar nuestra
vista y, desde luego, maravillarnos ante la presencia de las naves cósmicas.

Después de haber vivido la experiencia de contacto estamos seguros que un


importante porcentaje de los objetos no-identificados que han sido reportados —⁠ o
«anómalos», como hoy se estila decir—, son naves extraterrestres. En Chilca, como ya
dije, tuvimos demostraciones increíbles. Como ver objetos viajando en formación
triangular, para luego «romper filas» y dispararse en distintas direcciones y velocidades
hasta mezclarse con las estrellas. Hemos visto, también, «constelaciones» que no
conocíamos. Pero luego esas presuntas estrellas estáticas se movían: eran entre seis y
siete naves estacionadas que nos hicieron creer que no habíamos aprendido bien la
lección de astronomía…

También hemos visto a esos objetos arrojar resplandores de luz plateada, que
llegaron al suelo, «impregnando» nuestro propio campamento. En esas experiencias,
atónitos, comprobábamos que esa «luz» era sólida, pues la podíamos tomar con las
manos cuando se producía el fenómeno… Vivimos esto como «niños», felices, sintiendo
una gran atmósfera de hermandad con «ellos» durante las demostraciones y pruebas de
contacto.
Una vez que estábamos seguros de lo que estábamos viviendo, profundizamos el
mensaje que traían los extraterrestres. Y es ese mensaje lo que más me ha intrigado a lo
largo de todos estos años: ¿desde hace cuánto tiempo vienen? ¿Por qué la humanidad es
tan importante para ellos? ¿Por qué no se muestran abiertamente? ¿Por qué nosotros,
jóvenes peruanos, de un país tan golpeado y sin mayor relevancia en la política
mundial, estábamos viviendo todo esto?

Antarel y otros seres extraterrestres que entraron en contacto con diversos testigos
en el Perú, fueron narrando, poco a poco, los entretelones de una «historia cósmica» que
me ha sido muy difícil de digerir… Suena como un relato de «Ciencia-Ficción». Pero —
⁠ también lo debo decir—, si todo lo que nos contaron es verdad, la visita de estos seres
adquiere mayor sentido y profundidad.

Una «agenda» mayor

No será nada fácil sintetizar tan extraordinaria historia[6]. Pero haré el esfuerzo…

Ellos afirman que el Universo alberga múltiples dimensiones, mundos y


civilizaciones inteligentes. Y que cada una de estas «realidades» involucra distintos
niveles de consciencia. En este inmenso escenario —⁠ aseguran—, las civilizaciones
extraterrestres que nos precedieron alcanzaron un altísimo desarrollo tecnológico. Sin
embargo, algunas de ellas, al volverse tan «mentales» y «científicas», fueron perdiendo
contacto con sus emociones, quedando así estancadas en el proceso de evolución. Todo
esto los llevó a comprender que debían retomar sus orígenes. Aquí entramos nosotros:
el ser humano se transformaría en un «espejo» para que ellos pudiesen recordar y
enrumbar los pasos.

Pero todo esto no fue al azar: la aparición del ser humano formaba parte de un
proyecto en diversos planetas para sembrar «una nueva forma de vida» que fuese, al
mismo tiempo, una síntesis del Universo existente. Así, esa forma de vida, a través de
una experiencia diferente de crecimiento, encontraría el eslabón perdido que necesitaba
el Universo para salir del estancamiento. La Tierra y los seres humanos somos parte de
ese proceso que los extraterrestres denominan «Plan Cósmico».

De acuerdo a los guías extraterrestres, este «Proyecto Maestro» contiene tres partes
básicas:

1. Dónde llevar a cabo el proyecto. Ello dictaminaba ubicar un «planeta muerto», para
restituir en él la vida a través de una dimensión paralela. De acuerdo a estos seres, ese
era el caso de la Tierra, que originalmente había sido devastada por el impacto de lluvia
meteórica. Supuestamente, ello ocurrió hace más de 1200 millones de años… ¿Cómo
«rescataron» a la Tierra? Según ellos, un grupo de científicos extraterrestres, procedente
de algún lugar de las estrellas Pléyades, realizó un viaje en el tiempo, «llegando» a
nuestro planeta «antes» de que este muriese, creando a partir de ese momento una
realidad paralela de cara al futuro: una especie de paradoja espacio-tiempo, en donde
nuestro mundo podría sobrevivir y albergar, más tarde, a los seres humanos. Ignoro
qué clase de tecnología puede afectar la realidad de todo un planeta. De hacer viajes en
el tiempo y de crear —o solo «reubicar» al planeta— en una dimensión paralela.
Mientras escribo estas líneas, ese «tiempo alternativo», que se activó para que la Tierra
tuviese un futuro con humanos, se está fundiendo con el «real tiempo del Universo». Es
decir: estamos pasando a «existir» en la matriz de donde proceden los extraterrestres.
Una matriz de «múltiples dimensiones».

Nuestra «inserción» —que empezó luego del 21 de diciembre de 2012, coincidiendo con
el final de la «Cuenta Larga» de los mayas⁠ — representa grandes cambios en las
civilizaciones extraterrestres. Es un proceso largo y gradual que ya está en marcha y que
los seres del cosmos denominan simbólicamente «tercer tiempo».

1. Propiciar la forma de vida del proyecto. Ya en una realidad paralela, se sembrará la


vida en el planeta «rescatado». Ayudando a la naturaleza, se establecerá el mejor marco
para el desarrollo de las especies. Ello involucró, inclusive, la modificación genética de
antiguos antropoides a manos de un grupo de mentes extraterrestres que, según el
relato de los «guías», proceden, como ya mencioné en el episodio del «tiempo
alternativo», de las estrellas Pléyades. De acuerdo a ello, así nació el ser humano u homo
sapiens, siendo este originalmente de raza negra. La «intervención» se produjo en África,
en un lugar que diversos textos esotéricos asocian al mundo perdido de «Lemuria».

2. Asistir la forma de vida del proyecto. Como parte de este enorme plan de
aprendizaje y evolución, los extraterrestres propiciarán en la Tierra la inserción gradual
de conocimientos. De esta manera habrían germinado las primeras grandes
civilizaciones de nuestro mundo —la mayoría de ellas desconocidas por nosotros—.

No obstante, hubo un detalle en este proceso: al notar los extraterrestres que su


presencia estaba generando dependencias, decidieron «marcharse» y dejar solo al ser
humano, para que por mérito propio redescubriese su misión. Según Antarel, en esta
etapa hubo muchas «interferencias» de otras civilizaciones extraterrestres que no veían
con buenos ojos la misión del ser humano —⁠ de ser «puente» con el Universo—. Estas
disputas extraterrestres se ven bien reflejadas en leyendas y textos antiguos de la
cultura egipcia y sumeria. Actualmente diversas civilizaciones del espacio cósmico nos
observan con agudo interés, pues todo lo que logre el ser humano puede repercutir en
ellos y en sus mundos de origen…

Las misiones secundarias

La agenda de estos seres —distintas civilizaciones organizadas, que actúan en nuestro


plano de percepción material, pero que obedecen a un designio superior emanado por
conciencias de universos no-físicos⁠ —, requirió de la aplicación de distintos programas
de contacto en la Tierra. La intención era crear grupos de trabajo que pudiesen estar en
conexión con los «emisarios» extraterrestres que sirven a ese «Plan Cósmico». Así
nacieron las denominadas «misiones secundarias». Esas misiones, aunque en sintonía
con el «Plan Mayor», tenían sus objetivos específicos, fases y etapas de ejecución. Para
los extraterrestres era también una suerte de «aproximación antropológica»: así
conocerían más al ser humano y podrían medir, sobre la marcha, cómo respondíamos
ante una experiencia de contacto. La experiencia con grupos en Perú era una de esas
misiones secundarias.

Arriba: el desierto de Chilca, en Perú, sería el escenario que eligieron los extraterrestres para preparar a grupos
de contacto.

El programa, según los extraterrestres, tenía cuatro fases de preparación que, de


acuerdo a mi comprensión, se ajusta a cualquier escenario de intercambio con seres de
otros mundos:

1. Aurón o «El Llamado al contacto».

2. Xendra o «Experiencias de confrontación».

3. Lunar o «Recepción de información».

4. Xolar o «Irradiación del conocimiento adquirido».


El proceso tenía sentido. Luego del «llamado» —una sensación poderosa que te hace
sentir que formas parte de «algo», como si antes de ello hubieses estado «dormido»—
sobrevienen experiencias concretas de contacto que ponen en relieve la visita de estos
seres y sus intenciones de conectar con nosotros. Pero una vez establecida esa conexión,
surgirá una tercera etapa: el intercambio de conocimiento. Ellos aprenderán del hombre
—⁠ nuestros sentimientos, sueños, acciones— y el testigo recibirá importantes
conocimientos sobre la historia cósmica de la humanidad, aunque de forma gradual y
«paso a paso», todo de acuerdo al nivel de consciencia y avance en el camino. Un
camino de comprensión que precipitará la cuarta fase: la irradiación del conocimiento
adquirido. En otras palabras, el momento en que nos transformamos en «soles» que
irradian.

En estos aspectos básicos coinciden todas las distintas «misiones secundarias»


estimuladas por los extraterrestres. Pero cada una de ellas, como ya dije, persigue
objetivos específicos, «tareas» integradas a ese «Plan Mayor» que procura la inserción
de nuestro mundo a una «Comunidad Cósmica», tal y como la definiera el astronauta
norteamericano Edgar Mitchell[7].

Como ya mencioné, desde fines del año 2012, coincidiendo —⁠ no por casualidad—
con el final de la «Cuenta Larga» del calendario maya, las misiones secundarias han
empezado a «fundirse» con el programa matriz; es decir, con ese Plan Cósmico. Hemos
iniciado, pues, un nuevo ciclo en donde el acercamiento con los seres del espacio se
debe vivir de otra forma, y con otra visión. Es importante revisar todo esto porque nos
ayudará a entender la misión de los apunianos en medio de un «plan general» acordado
por distintas civilizaciones de nuestra galaxia.

Desde luego, la experiencia de los extraterrestres con los diferentes testigos de


contacto y grupos en el mundo ha sido muy importante para estudiar las reacciones
humanas. En definitiva, nuestro proceso de adaptación al interactuar con sociedades
cósmicas más avanzadas. Por esa razón, además de científicos o militares terrestres,
contactaron a testigos provenientes del común de la gente: la «muestra» que
necesitaban para saber si podían confiar en nosotros. Y si nosotros también nos
atrevíamos a confiar en ellos. De hecho, ha sido esa gente «común» la que más se ha
atrevido a compartir su testimonio de contacto, a diferencia de otros testigos que, al
pertenecer a ámbitos religiosos, militares o científicos, han sido mucho más mesurados
y, a veces, esquivos o silenciosos con el tema.

Y en mi caso, a pesar de ser uno de esos tantos «testigos comunes», toda mi vida se
vio revolucionada al compartir en los medios mi experiencia de contacto…
Ya en aquel entonces, a mitad de los años 90 en Lima, los extraterrestres me habían
preguntado si estaba dispuesto a dedicarme a tiempo completo para difundir el mensaje
que nos estaban entregando. Respondí, desde el corazón, con un sí contundente…

Corría 1998 cuando, finalmente, me dijeron que «había llegado mi momento».


Entonces me anunciaron el avistamiento programado de sus naves sobre los cielos del
Perú para enero de 1999 —⁠ todo ello fue filmado—, situación que me llevó a aparecer
en la televisión peruana a nivel nacional para hablar de todo ello con los periodistas y,
semanas después, ser despedido de mi trabajo…

Había comenzado otra etapa en mi camino…


CAPÍTULO IV

Avistamientos programados
Todo fue mágico. Como si cada paso —insisto, no creo en las casualidades⁠ —, hubiese
estado «planificado» al más mínimo detalle.

Entonces sucedió aquel «anuncio» de los extraterrestres: una oleada de


avistamientos sacudiría el Perú para sensibilizar a la opinión pública frente al contacto.

El mensaje me llegó a mediados de octubre de 1998, primero a través de sueños, y


luego en comunicaciones psicográficas —una transmisión telepática que es acompañada
por el fenómeno de «escritura automática»—. El «canal», al sentir el impulso mental de
los extraterrestres —⁠ que contiene datos e información—, siente el deseo de escribir, y
plasma en un cuaderno el mensaje que percibe, en palabras perfectamente articuladas
que fluyen en el idioma nativo del contactado. Este tipo de experiencias, cabe aclararlo,
son armónicas, pues se desenvuelven en un ambiente lleno de paz, con una profunda
sensación de calma y conexión cuando se produce la comunicación. Y debo remarcar
que esta conexión telepática con los extraterrestres, en donde el canal siente escribir, no
tiene nada que ver con otros fenómenos que se asocian al mediumnismo. En los
mensajes que me ha tocado recibir por este medio siempre he sido consciente de las
transmisiones, que llegaban, como ya dije, acompañadas de una profunda sensación de
paz y bienestar.

A través de ese medio de contacto los extraterrestres me advirtieron de la oleada


ovni que sacudiría el Perú. La más intensa y prolongada que se haya dado hasta la fecha
en mi país. Lo más resaltante de esa oleada «programada» de avistamientos fue el
testimonio de la prensa nacional: los periodistas se convirtieron en cronistas clave de la
presencia de las naves. Aunque ya he mencionado este incidente en otras publicaciones,
considero necesario realizar un breve repaso, ya que nos situará en contexto con los
contactos que narraré más adelante con los apunianos en Monte Shasta.

Los «no identificados» ante periodistas

Entre los mensajes psicográficos que recibí previamente a los avistamientos que se
iniciaron el 22 de enero de 1999 en Perú, cito estos dos importantes extractos:
«1999 será el año de las evidencias, ya que los apoyaremos con manifestaciones nuestras que
serán captadas por ustedes y también por medios de comunicación…» 24 noviembre, 1998,
(Oxalc).

«Al igual que en 1993, 1995 y 1996, nuestras naves se verán con insistencia en el Perú, así
como en diversos lugares clave del mundo. Ello para seguir sensibilizando la mente humana
frente a nuestra visita. Es así que hemos previsto otorgarles evidencias de nuestra presencia para
que puedan comprender la importancia de lo que están viviendo; y con ello no nos referimos al
contacto en sí, sino al mensaje que se desprende del mismo…» 17 enero, 1999, (Amaru).

Todo empezó cinco días más tarde de haber recibido ese último mensaje de los
extraterrestres: el ya citado 22 de enero de 1999. Esa jornada, periodistas y técnicos del
programa Diálogo del Canal 2 de Lima, tuvieron el encuentro de su vida.

Alrededor de la medianoche, cuando la furgoneta del canal de TV transitaba por la


Av. San Felipe, en la ciudad de Lima, Jaime Vidal Torres, camarógrafo profesional,
observó un objeto anómalo sobre los cielos de la capital peruana… Nunca antes había
visto algo semejante: una «plataforma de luces» —así describirá al aparato una y otra
vez en las entrevistas— se movía en silencio en la tranquila noche limeña.
Entusiasmados, los periodistas persiguieron a ese objeto, logrando filmarlo en la calle
Barcelona, en el distrito de Pueblo Libre —⁠ en el vídeo se puede observar el claro
movimiento pendular del objeto, avanzando y retrocediendo—, en medio de un nutrido
grupo de testigos que ya había corrido la voz sobre el fenómeno. Curiosamente, era el
barrio donde yo vivía…

Pero en ese momento no me encontraba allí; la noticia de este ovni filmado por los
periodistas del Canal 2 me tomó en un campamento en el desierto de Chilca, en donde
unas 130 personas nos habíamos congregado para evaluar los 25 años de la experiencia
grupal de contacto con los extraterrestres. Una experiencia que había empezado,
precisamente, en ese desolado paraje de la costa peruana… Y las «sincronicidades» se
seguían sumando, ya que el primer mensaje de estos seres, relativo a la experiencia de
contacto Rama que ya mencioné páginas atrás, se recibió, precisamente, el 22 de enero
de 1974. Por ello estábamos en esa fecha en el desierto, el principal escenario de los
encuentros cercanos con los «guías». Era, pues, muy sugerente que la «oleada ovni»
estallase en esa «coordenada»…

Pero la oleada solo había comenzado. Al día siguiente, a las 11:10 de la mañana, el
comerciante Percy Romero contemplará otro ovni, sobre su propia casa en Tumbes, en
el extremo norte del Perú… Según la descripción del testigo, se trataba de un objeto de
metal bruñido y forma oval. Así, los reportes de avistamientos en Lima y en el interior
del país se incrementaban de forma alucinante. Todo el Perú estaba siendo sacudido por
la aparición de esos objetos.

Los principales canales de TV del país, como Canal 2, América Canal 4, y


Panamericana Canal 5, se involucraron en una verdadera «cacería» de ovnis, logrando
filmar muchas de las apariciones que en prime time eran transmitidas a escala nacional.
Por si esto fuera poco, la Fuerza Aérea Peruana (FAP) emitió un comunicado oficial
negando su responsabilidad política y militar en cuanto a la trasgresión del espacio
aéreo que estaba sufriendo Colombia por parte de «misteriosas naves no identificadas»
procedentes de nuestro país…

El legado del IPRI

Los investigadores del IPRI (Instituto Peruano de Relaciones Interplanetarias) —el


centro de estudio ovni más importante y antiguo de Latinoamérica, con base en Lima—
siguieron minuciosamente el desarrollo de esta oleada de observaciones ovni, que ya
involucraba diversos puntos del país, como Arequipa, Cusco —⁠ donde extrañas luces
dejaron sendas marcas circulares en tierra, en la zona de Chincheros—, Moque-gua,
Trujillo, Piura, Iquitos, entre otros departamentos. La oleada de observaciones se
prolongó hasta fines de marzo. El día 7 de aquel mes, realizamos otra salida a terreno al
desierto de Chilca, comprobando que la intensa actividad de las naves encontraba su
origen en ese sector. Este detalle no nos sorprendió mucho, ya que estábamos seguros
que la procedencia de los objetos avistados en Lima era las instalaciones submarinas
que poseen los extraterrestres frente a las costas de Chilca, Puerto Viejo y León
Dormido. Además, el inquietante testimonio de diversos pescadores, que afirmaban
haber visto salir «discos luminosos» de la playa «Las Salinas» de Chilca durante la
oleada de avistamientos, reforzaba más esta información.

Dentro de los círculos ufológicos de Lima se sabe, desde los años 50, de la frecuente
aparición de ovnis en el mar de Chilca. De acuerdo a mensajes recibidos en experiencias
de contacto, esto se debe a la existencia de esas instalaciones submarinas «no-
permanentes»; es decir, a naves madre que por temporadas se alojan en el fondo
marino. Desde ellas surgen las pequeñas naves exploradoras, discos u otros objetos de
20 a 30 metros de diámetro, que llevan en su interior una tripulación no mayor a siete
pasajeros. Los pescadores de Chilca reportaban el avistamiento de esos objetos minutos
antes de que fueran vistos y filmados en la ciudad de Lima…

No éramos los únicos en hallarnos nuevamente en Chilca ese 7 de marzo. En el


sector de la playa —nosotros, como ya dije, estábamos en el desierto, en dirección al este
montañoso— se encontraban miembros del IPRI, encabezados por su presidente, Don
Carlos Paz García-Corrochano, un hombre inteligente y de intenso carácter, pionero de
la investigación ovni en América. García fundó su Instituto en 1955, antes, incluso, de la
propia aparición del Proyecto Blue Book de la Fuerza Aérea norteamericana —⁠ proyecto
militar que buscaba desentrañar la procedencia de los «no-identificados»—. Aquella
noche, Don Carlos sufrió un infarto, al parecer por la fuerte impresión que le causó una
de las observaciones de las naves en Chilca. Así lo comentaron quienes estuvieron con
él en la playa.

Como me dijo más tarde mi recordada amiga y extraordinaria investigadora, Rose


Marie Paz Wells —⁠ hija menor de Don Carlos, fallecida en Lima en 2004—: «Mi Padre
murió en su Ley, investigando lo que tanto amaba, el misterio de los ovnis…».

El legado de «Don Carlos» —como le decíamos—, es en verdad incalculable para el


estudio serio del fenómeno ovni. Al lado de Vlado Kapetanovic —⁠ a quien citó en sus
libros[8]—, fue un pionero. Don Carlos sembró las bases de la investigación ovni en el
Perú. Lo hizo en los años 50. Y no en vano, en los años 70, sus hijos mayores, Carlos y
Sixto Paz Wells, iniciarán una de las experiencias de contacto colectivas más
importantes de Hispanoamérica.

La partida de Don Carlos, en medio de la oleada ovni que los extraterrestres nos
habían advertido, fue un claro y poderoso mensaje: la dedicación de un hombre que
hasta el final de sus días seguía observando las estrellas y sus misterios…

Nuestro testimonio en la televisión

La oleada de avistamientos fue tan clara y prolongada, que diversos medios de


comunicación tocaban el tema desde todos los ángulos en especiales de TV. De esta
forma fuimos invitados a cuanto programa se llevase a cabo, además de entrevistas en
radio y notas para diarios y revistas. Era la primera vez que tenía una oportunidad tan
grande para compartir masivamente mi testimonio de contacto y el mensaje que nos
habían entregado los extraterrestres.

Definitivamente, todo esto fue «planeado» por «ellos»: al inquietar el espacio aéreo
con sus naves, sabían que los medios de comunicación cubrirían la noticia, y por ende,
se contactarían con nosotros para debatir las observaciones. No es aventurado afirmar
que luego de esta oleada ovni en Perú, y la intensa difusión que hicimos a consecuencia
de la misma —⁠ todo tipo de instituciones, desde el Círculo de Astronomía de la
Universidad de Lima, la Policía Nacional, logias masónicas y un sinfín de grupos
místicos o filosóficos, nos invitaron para ofrecer conferencias—, la mentalidad del
ciudadano peruano frente a una posible visita extraterrestre se fue abriendo al punto de
reflejarse en las más acuciosas encuestas de sondeo, que afirmaban que más del 70 % de
los limeños creía en los ovnis y su relación con visitas alienígenas.

Como ya mencioné, mi constante aparición en los medios puso en riesgo mi trabajo


como representante médico. A pesar de que siempre conté con el respeto y apoyo de
mis jefes ante el tema ovni —⁠ apoyándome inclusive con permisos especiales para salir
del país y dar conferencias—, las cosas se tornaron distintas luego de mi exposición
mediática, ya que diversos médicos que visitaba en sus consultorios llamaban al
laboratorio donde trabajaba para expresar el entusiasmo que tenían frente al fenómeno
ovni. La oleada de 1999 fue el «evento límite» para definir mi situación en el trabajo:
sería despedido.

Aún recuerdo lo que me dijeron en la compañía: «Sr. González, usted tiene que
decidir si será representante del laboratorio o de los extraterrestres».

Aunque siempre he procurado separar las cosas, siendo eficiente con mis
responsabilidades en el trabajo —⁠ donde, paradójicamente, estaba bien considerado—,
para mis superiores no había duda de que no podía desarrollar dos actividades al
mismo tiempo. Mi exposición ante los medios, y la curiosidad que empezaba a
despertar en mis compañeros de trabajo por mis experiencias con los extraterrestres, era
algo que molestaba a los gerentes del laboratorio. Como fuese, no tuve mayor elección,
y en una reducción de personal, de forma encubierta, me echaron.

Luego me enteraría que la determinación final de mi despido vino de un gerente


comercial extranjero que detestaba el tema de los ovnis y mi posible influencia en el
personal del laboratorio. Empero, por alguna razón extraña, me sentí bien y en paz
cuando firmé mi «invitación a renunciar». Fue el gerente de marketing quien tuvo el
encargo de comunicarme el despido. Sentado desenfadadamente en su escritorio caoba,
me dijo en aquel momento: «Tómalo así: A lo mejor tus amigos los extraterrestres,
desean que te dediques a tiempo completo para hablar de ellos…».

Cuando escuché esto, recordé de inmediato distintas experiencias de contacto que


había tenido con los «guías», en donde ellos me consultaban si estaba dispuesto a
dedicarme a tiempo completo para difundir mi testimonio. ¿Había llegado la hora?
¿Pero, qué pasaría conmigo? ¿De qué iba a vivir? Hasta ese momento, mis actividades
de difusión en Perú y el exterior eran gratuitas. Como ya mencioné, tenía un buen
sueldo trabajando como visitador médico y podía costearme mis gastos. ¿Ahora qué
sucedería? Lo cierto es que desde que salí de aquel edificio de oficinas, donde «marcaba
tarjeta» cada mañana, mis pasos me han llevado ininterrumpidamente a diversos
destinos del mundo para compartir mi testimonio de contacto; hecho que asumo con
humildad, ya que soy consciente que funcionamos solo como herramientas de un
designio superior. No hice absolutamente nada: las invitaciones —especialmente del
extranjero— para dar conferencias y entrevistas, se multiplicaron, sin que moviese un
dedo. Yo solo decidí asumir esa responsabilidad. Y confieso que fue difícil en un
principio cambiar la seguridad que te brinda un sueldo mensual en una compañía
internacional por la recaudación de las conferencias y actividades que eran imposibles
de prever —⁠ ya que había que deducir una serie de costos, como mi boleto de avión,
hospedaje, alquiler de local para la conferencia, y un largo etcétera—. Casi sin darme
cuenta, me estaba convirtiendo en un referente internacional sobre el tema de los ovnis.
En un «contactado» que impartía conferencias por todo el mundo…

Arriba: Con mi recordada amiga Rose Marie Paz Wells, ambos entrevistados en Canal 4 de Lima por el
astrónomo Abraham Levi, durante la oleada ovni de 1999. Aquel programa fue visto a nivel nacional, un
verdadero suceso que luego precipitaría mi despido en el trabajo.

No fue fácil transitar por esa inmensa demanda de la gente. Y mucho menos vivir de
esto. Pero todo se fue acomodando, como si estuviese «guiado» o «protegido» por una
fuerza invisible, permitiéndome vivir tranquilamente, pero sin llegar a volverme «rico»,
como algún despistado podría suponer. A diferencia de lo que se imaginan los
detractores del fenómeno ovni, que sostienen que uno «amasa fortuna» hablando sobre
enigmas y misterios, la realidad es muy distinta… Al menos, en mi caso.

De un momento a otro me encontré visitando más de 14 países por año y cerca de 50


ciudades distintas para ofrecer conferencias sobre el contacto extraterrestre. Desde 1999,
en que tomé la decisión de difundir mi testimonio a «tiempo completo», hasta el día de
hoy, en que escribo estas líneas, no he dejado de viajar y compartir. De hecho,
actualmente, mis viajes de difusión se han incrementado enormemente. Apenas tres o
cuatro meses al año me hallo en mi casa…

Con el tiempo comprendí la importancia de todo cuanto estamos haciendo por


promover una visión diferente del contacto con seres de otros mundos. El testigo, es
solo circunstancial. Lo relevante es el mensaje.
Este cambio gravitante en mi vida, que como ya señalé, ocurrió de la mano de la
oleada ovni de 1999, fue una verdadera «puerta de compromiso» y definición. Los
avistamientos de ese año también obligaron a la Fuerza Aérea Peruana a crear una
oficina para investigar el fenómeno ovni. No por casualidad estuve en la conferencia de
presentación como invitado, al lado de otros estudiosos de los ovnis como el
investigador ítalo-peruano Giorgio Piacenza —⁠ quien años más tarde jugará un papel
importante en el avistamiento programado por los apunianos con Michael E. Salla en
Monte Shasta—. En esa conferencia de los militares en Lima, también estuvo presente el
periodista español JJ. Benítez. Allí nos conocimos.

Luego de haber recibido de los extraterrestres el anuncio de ese «avistamiento


programado» sobre los cielos del Perú, por pedido de los periodistas concerté con los
«guías» un segundo avistamiento «previa cita», pero para un grupo pequeño en Chilca.
Así, el propio Giorgio Piacenza, y un periodista de Canal 2, Hugo Cogorno, me
acompañaron al desierto para un avistamiento, que se dio, tal cual rezaba el mensaje, a
las 9:00 pm de esa fría noche del sábado 13 de marzo. Hugo Cogorno, más tarde,
trabajaría para la BBC de Londres y recordaría con entusiasmo la aparición de aquella
luz que cruzó el cielo hasta perderse en las montañas…

Avistamientos «previa cita»

La tercera ocasión en que tuve una experiencia de avistamiento programado con


periodistas fue en la Argentina: varios objetos luminosos se mostraron en el cielo
nublado de Córdoba, cerca de Ongamira, a 8 km. de Capilla del Monte.

El equipo del programa «Código», que conducía el periodista Rolando Graña, vio y
grabó la experiencia con nosotros. Era el jueves 5 de mayo de 2005. La aventura de los
periodistas recién salió a la luz en la emisión del 5 de julio, y debo decir que fue
lamentable por la forma como trataron el tema. Fue en extremo amarillista, generando
un debate tremendo en distintos programas de TV en Buenos Aires. Uno de los
periodistas que vino con nosotros, Hernán Di Lorenzi, se disculpó, pues afirmó haber
renunciado a la productora (Endemol) dejando el material sin editar… Por ello la
demora, según él, en la salida del reportaje al aire y su tergiversación. Pero, a pesar de
todo esto, el conductor del programa, Rolando Graña —⁠ en ese momento Director de
Noticias del Canal 2 de Buenos Aires— reconoció que esas extrañas «luces» habían
aparecido, tal y como lo anunciamos, y que no pedimos dinero ni pusimos condiciones
para llevar a los periodistas a ese enclave de contacto próximo a Capilla del Monte.
Confieso que la edición burlona de ese programa —a pesar de que el avistamiento se
había dado—, me golpeó muy fuerte. Los «guías» habían cumplido al presentarse en el
día y en la hora exactos, y, sin embargo, el canal de TV se había burlado de esas «luces»
y de nuestro testimonio. Decidí entonces no volver a invitar a periodistas o
investigadores a un contacto con nosotros. ¿Para qué exponer nuestra experiencia de
contacto ante periodistas o investigadores que llegan solo para fiscalizar nuestras
afirmaciones? —⁠ pensaba—. ¿Solo para demostrar que nuestro vínculo con los
extraterrestres es real? ¿Para concientizar sobre la visita de estos seres a través de los
medios? ¿Acaso el mundo cambió luego de tantas demostraciones de contacto? No
tengo pudor en decirlo: estaba enojado e indignado con esta situación. Pero el destino
tiene cosas reservadas y, ocho años más tarde de este suceso en la Argentina, un
mensaje de Antarel de Apu me haría cambiar de parecer…
CAPÍTULO V

Monte Shasta y bases extraterrestres


El lugar clave para todo lo que vendría sería una misteriosa montaña de los Estados
Unidos. Se trata de un antiguo volcán, hoy dormido, que me llamó la atención desde la
primera vez que lo visité en California. Cuando acampé en sus faldas, en donde se alza
un hechizante bosque de pinos, comprendí que ese lugar sería muy importante en mi
vida… No en vano lo he visitado más de quince ocasiones, y en cada una de esas
experiencias salí «renovado». Sentí que me «uní» con ese paisaje mágico, escenario
común de avistamientos ovni e historias de presuntas civilizaciones perdidas. Es
importante que haga un resumen de lo que significa Shasta, ya que allí volvería a ver
físicamente a Antarel y concertaría nuevos avistamientos programados. Shasta esconde
una base extraterrestre de los apunianos…

La montaña del contacto

En mi libro «Intraterrestres»[9], le dediqué varias páginas a Monte Shasta y su relación


con una supuesta hermandad de maestros subterráneos: un conjunto de seres
evolucionados que vivirían dentro de la montaña y que, en determinadas ocasiones, se
han dejado ver. Este asunto, aparentemente desligado al fenómeno de los ovnis y más
cerca de lo esotérico, es una de las «llaves» para entender lo que Shasta esconde…

Shasta es el segundo pico más alto de los volcanes Cascade Range. Tiene 4316
metros, con una cumbre que buena parte del año muestra una blanca capa de nieve. Se
sitúa al norte del Estado de California, a 88 Km al norte de Redding y 64 Km al sur de
Yreka, dentro de una hermosa reserva natural llamada «Monte Shasta Wilderness», que
a su vez pertenece al Shasta-Trinity National Forest. Alrededor de seis horas toma el
viaje en automóvil desde San Francisco hasta el pueblo de Shasta, que se halla en las
faldas de la montaña. Un pueblo místico que me recuerda Capilla del Monte al pie del
Cerro Uritorco en la Argentina.

Pero ¿qué significa Shasta? Los historiadores piensan que el nombre «Shasta» que
hoy lleva el pueblo y la propia montaña deriva de diferentes fuentes. Algunos creen que
podría provenir de la palabra rusa tshastal, que significa «blanco» o «puro».
Curiosamente, el término francés chaste también significa «blanco». Sin embargo, la raíz
del nombre se encuentra en realidad en un vocablo indígena: leka, que significaría
«Montaña Blanca». En todos los casos el significado apunta al simbolismo del color
blanco, con su mensaje intrínseco de pureza y espiritualidad. Además, «Shasta» ha sido
reportado como el nombre de una tribu india que en el año 1840 vivía en las cercanías
de Yreka. Pero lo más probable es que los indios se hayan llamado así en honor a la
montaña.

Respecto a su historia, sabemos que en 1817 un explorador español, Fray Narcisco


Duran, realizó el primer avistamiento de la montaña, a la cual llamó «Jesús María». Pero
varios años después, en 1841, la «Expedición Wilkes» la rebautizó como «Shasty Peak»,
publicando la primera ilustración que se conoce de la montaña. Hoy en día todos la
llaman «Shasta», nombre que se muestra en los mapas de Estados Unidos desde 1850.

Como ya dije, he visitado repetidas veces esa montaña. Y he pasado muchas noches
de camping en medio de sus bosques, especialmente en el área que se conoce como
«Sand Flat», que también es elegida por los indios para hacer ceremonias y rituales.
Puedo dar fe de los avistamientos ovni que allí se reportan e, incluso, de la aparición de
siluetas muy brillantes, figuras humanoides que de pronto surgen en medio de la nada
y luego, sencillamente, se desvanecen…

Esas «proyecciones» serían una manifestación de la presunta hermandad


intraterrena que habita el interior de la montaña. Todo esto, como es de suponer, ha
encendido todo tipo de discusiones esotéricas. ¿En dónde se conecta los reportes de
ovnis con esos enviados del mundo subterráneo? ¿Esos «hombres de blanco» son seres
inmateriales? ¿O se trata, ciertamente, de una humanidad ultraterrestre en contacto con
los hombres del espacio? Como un dato curioso, en Shasta se cree que esos misteriosos
habitantes de la montaña le ofrecieron su ayuda a la Cruz Roja norteamericana durante
la guerra de 1914-1918. También se dice que en el siglo XIX esos seres compraron
mercancías en los pueblos locales pagando con pepitas de oro (?). Hay mil y una
historias difíciles de probar.

Comoquiera que sea, los fenómenos de Shasta, en su esencia, son reales, como los
avistamientos de ovnis o los resplandores sobre la montaña. ¿Qué clase de fuerza puede
generar semejantes mantos de luz? No pocos sugieren que el centro de poder de Shasta,
o la propia energía telúrica que yace encerrada allí desde sus lejanos tiempos de volcán
activo, son los «destellos» que la gente ve aparecer sobre la cumbre. Sin embargo, a
pesar de que se lo considera como un volcán dormido, eventualmente brota de su cráter
un pequeño penacho de humo. ¿Qué hay allí dentro?
¿Una ciudad ultraterrestre? ¿Base apuniana?

En abril de 1972, James Hadauk, Irwing Lescer y William Schoner, estudiantes de


geología de la Universidad de Verkeley (California) treparon a la cima de la montaña y
comprobaron que el cráter no presentaba ningún signo de actividad. Es decir, en
aquellos años no se reportaban penachos de humo o sismos que hicieran sospechar en
un despertar del volcán. Pero la aventura de los universitarios no quedó allí. Mientras
descansaban en el cráter luego de la jornada de investigación, poco antes de descender
la montaña, los muchachos observaron con binoculares a cinco hombres blancos, muy
altos, de abundantes cabelleras onduladas, que caminaban hasta desaparecer
repentinamente detrás de un peñasco situado al pie del durmiente volcán… ¿Quiénes
eran aquellos hombres de blanco? Los estudiantes de Geología quedaron impresionados
y contaron su historia a su regreso generando desconfianza.

A todo esto hay que sumar las declaraciones del profesor Edgar Lucin Larkin —
antiguo director del Observatorio de Monte Lowe, en California meridional— quien,
ayudado de un potente telescopio, distinguió en lo alto de la montaña una «cúpula
resplandeciente, rodeada de construcciones». El astrónomo defendió toda su vida lo
que vio sobre Shasta, publicando sendos artículos en el San Francisco Examiner. Pero
para muchos es «imposible» la existencia de las edificaciones de Larkin: el lugar ha sido
peinado por más de un aventurero, además ha sido mapeado y fotografiado por la
Fuerza Aérea sin hallar —⁠ oficialmente— nada raro. No obstante a ello, la experiencia
de Larkin coincide mucho con la de otros tantos testigos. Vieron algo que, en
determinadas ocasiones, puede ser «revelado»…

En el mundo esotérico se habla de la existencia de múltiples planos y dimensiones.


Un hecho que hoy por hoy está siendo estudiado por la física cuántica. Pero una cosa es
hablar de partículas y ondas, y otra de entidades y ciudades de energía. ¿Las
construcciones que vio el profesor Lucin Larkin sobre la cumbre de Shasta, fue una
«proyección holográfica» de la presunta ciudad intraterrena que allí se oculta?

De acuerdo a los indios hopi, Shasta esconde un secreto. Dicen que los
sobrevivientes del hundimiento de Kasskara —un mundo sumergido en el océano
Pacífico— fueron trasladados hace unos 12 000 años hacia América en «escudos
volantes» y «pájaros de fuego» por unos dioses cósmicos llamados Katchinas,
denominación que se puede traducir como «venerable, juez y sabio». Este dato es
sorprendente ya que los hopi —⁠ actualmente afincados en una reserva indígena de
Arizona— consideran a Shasta como uno de los lugares donde «aterrizaron» los pájaros
de fuego con los supervivientes…
Gracias a Josef F. Blumrich —el ingeniero de la NASA que reconstruyó el esquema
de la nave que vio y describió en los textos bíblicos el profeta Ezequiel⁠ —, conocemos
en buena parte estas leyendas, que el científico norteamericano recopiló en su momento
de boca del mismísimo líder Hopi «White Bear» (Oso Blanco) en 50 horas de
conversaciones registradas en su grabador. Cuando uno se encuentra ante esas
fascinantes historias no puede evitar la pregunta de rigor: ¿Quiénes eran los Katchinas?
¿Por qué los hopi afirman que esos dioses venían de las Pléyades? ¿Acaso una
civilización extraterrestre ayudó a los habitantes de Kasskara en su éxodo hacia Shasta?
¿Todo esto era parte del «Plan Cósmico» que vimos páginas atrás?

Según Blumrich, los Katchinas eran seres físicos que necesitaron de naves para
desplazarse. No se trata de la figura etérea de un «dios», sino de cosmonautas…

Pues bien, los supervivientes de Kasskara —⁠ o «Mu», en su nombre esotérico, que se


suele confundir con la Lemuria del océano índico—, ayudados por esos seres de las
Pléyades se habrían refugiado en las entrañas de la montaña blanca para depositar en
ella importantes archivos y conocimientos de su civilización. Es decir: Shasta sería una
inmensa bóveda subterránea con antiquísimos archivos y reliquias de culturas perdidas.

Consultando en comunicación a los extraterrestres, ellos nos confirmaron la


extraordinaria historia hopi, y añadieron que bajo la zona en donde se levanta el
dormido volcán, poseen una importante base que agrupa a distintas civilizaciones de
otros mundos. Entre ellas, un laboratorio científico de los apunianos… Ello podría
explicar porqué Antarel eligió Monte Shasta para los avistamientos programados y
contactos físicos con ellos.

De acuerdo a Antarel, los apunianos tienen diversas bases en nuestro mundo —⁠ la


mayoría de ellas en los Andes—. Entre las que nos han podido revelar como las más
«activas» en la actualidad, figuran:

 Monte Shasta, Estados Unidos.

 Monte Perdido, Pirineos, Francia-España.

 Siberia, Rusia.

 Región de Annapurna, Nepal.

 Tepoztlán, México.

 Parque Nacional Huascarán, Perú.


 Andes de Huánuco y Cerro de Pasco, Perú.

 Ausangate, Cusco, Perú.

 Base submarina, frente a las costas de Chilca, Perú.

 Laguna Verde (Licancabur), Bolivia.

 Sierra de la Ventana, Argentina.

 Talampaya, Argentina.

 Somuncura, Argentina.

 Base submarina, frente al archipiélago de Chiloe, Chile.

Además, Antarel señaló en un contacto que poseen instalaciones en la Antártida. De


acuerdo a ellos, la mayoría de estas bases no son «estructuras permanentes», sino naves-
laboratorio que se ubicaron en enclaves de interés científico o sobre «nodos» de poder
en nuestro mundo. Algunas de esas «bases», son solo «puertas de entrada y salida» a
niveles «extradimensionales», como ocurre en Sierra de la Ventana, en la Argentina. Y
otras, son instalaciones mayores, como la que se ubica en el nevado Huascarán en
Yungay, en los Andes peruanos. Ello lo veremos más adelante…

Si bien es cierto los apunianos pueden manifestarse físicamente en cualquier lugar


—⁠ si lo quieren, en la propia habitación del testigo—, prefieren que las entrevistas
directas con humanos se desarrollen próximas a la ubicación de sus bases. Es una
especie de «protocolo». Si el testigo atiende la invitación de ellos, y acude por decisión
propia a una «zona de contacto» prefijada, se habilita a los extraterrestres a dar mayor
información. Son las «reglas» de aquellas civilizaciones cósmicas que procuran interferir
lo menos posible en la vida humana. Intentan ayudar, pero dentro de esas limitaciones
de acción. Una cosa es lo que «pueden» hacer, y otra lo que «deben», de acuerdo a su
escala de valores y ética de comportamiento con una especie en aprendizaje como la
humana.

Shasta, pues, fue el escenario elegido.

Allí me reencontraría con Antarel…


CAPÍTULO VI

Dentro de una nave


El 22 de enero de 2010 me encontraba en un campamento de contacto en Paraguay. El
lugar elegido para nuestros trabajos de conexión con los guías extraterrestres fue la
cordillera del Ybytiruzú, a unos 18 km al este de la ciudad de Villarrica.

Durante un trabajo de meditación que realizamos frente a los símbolos del muro de
piedra de Ita Letra —⁠ un lugar que me recuerda la roca de Pusharo en las selvas del
Manú, en Perú—, recibí un mensaje de Antarel, invitándome a un nuevo encuentro
físico…

La experiencia, según la breve comunicación del extraterrestre apuniano, sería el 8


de agosto en el desierto de Chilca.

Desde el año 2002 estaba viviendo en Buenos Aires. Y desde la Argentina seguía
viajando hacia todo el mundo para difundir el mensaje de la experiencia de contacto.
Viajar a mi país en agosto para enfrentar un contacto físico con Antarel en Chilca, me
llenaba de muchas emociones. Entusiasmado, compartí inmediatamente ese mensaje
con Francisco Camacho, un querido amigo de los grupos de contacto de Asunción. Por
responsabilidad con lo recibido, Francisco y yo pedimos un avistamiento de
corroboración a los extraterrestres. Si la invitación era genuina, «ellos» tenían que
mostrarse. Y así lo hicieron: a la hora señalada, un objeto brillante apareció por encima
de un cerro piramidal, avistamiento que pudimos contemplar todos en ese momento.

Ese avistamiento me hizo tomar muy en serio la invitación… Entonces asumí que
debía prepararme para la «cita».

Al poco tiempo de mi viaje a Paraguay, me comuniqué con varios amigos, todos


ellos activos participantes de estas experiencias de contacto. Mi intención era conformar
un equipo de afinidad y sintonía que me pudiese acompañar a Perú para acudir al
desierto de Chilca Así, el grupo quedó conformado con Rubén Astado de República
Dominicana, Isabel Cabral de Honduras, Cuckie y Elard Pastor de Lima, Raymundo
Collazo de Estados Unidos y Ricardo Zapata de la Argentina.
Las experiencias se pueden postergar

El 8 de agosto de 2010 llegamos al desierto de Chilca, que se encuentra a una hora y


media en auto desde la ciudad de Lima. El lugar, como siempre, nos recibió con su
aplastante silencio. En medio de ese escenario hechizante montamos nuestras tiendas de
campaña y nos preparamos para la experiencia. Así, ya cayendo la noche, recibimos
nuevas comunicaciones y los «guías» se mostraron, puntuales, a través de varios
avistamientos. Era una señal de que el contacto se daría…

Pero, cuando llegó el momento de la experiencia, sentí que no podía continuar…


Que no estaba listo…

Decidí —ensimismado en mis pensamientos, completamente perdido en ellos en


medio del desierto⁠ —, no enfrentar esta nueva experiencia de contacto físico. ¿Cómo
era posible que me ocurriera esto, sabiendo de antemano la importancia de la
preparación? Comprendía que una experiencia cercana y directa con los extraterrestres
iba más allá del fenómeno y lo anecdótico. Era consciente que el contacto físico con ellos
responde a necesidades concretas del programa, indicaciones e informaciones de todo
tipo y, por consecuencia, la activación de ciertas «tareas». Pienso que en ese momento
en Chilca, me di cuenta que emocionalmente no estaba listo para asumir ninguna tarea,
ningún encargo, nada…

Debo decir que en febrero de ese año 2010, después de haber recibido la invitación al
contacto en Paraguay, me tocó enfrentar una dura situación personal que me golpeó el
ánimo. Una de esas pruebas de la vida que a uno lo hacen crecer, pero que en ese
momento aún me costaba asimilar. Sé que los hermanos del cosmos lo planifican todo al
milímetro, pero no pude sobreponerme a la situación que había vivido. Sé que «ellos»
siempre confiaron en mí, y por esa razón mantuvieron la invitación vigente. Sin
embargo, al final, mi estado de ánimo me traicionó y no me atreví a encontrarme con
ellos en Chilca… Nos marchamos de Perú con las «manos vacías»…

Pero los hermanos mayores comprendieron perfectamente la situación y, en un


nuevo mensaje, me dijeron que me esperarían hasta que me sintiera listo…
Arriba: un dibujo que compara la estatura de un extraterrestre de Ganimedes —⁠ una colonia de seres de Orión
en la misteriosa luna de Júpiter—, la de un ser humano, y finalmente la de un apuniano, que resalta por su
gigantismo.

Nota: dibujo tomado del libro «Ovnis, S. O. S. A la humanidad», J. J. Benítez, Editorial Plaza & Janes, Barcelona,
1975.

Como dije anteriormente, ya había visto a Antarel en otras experiencias. Una de las
más intensas fue en ese mismo desierto peruano, el 24 de febrero de 2001. En aquella
oportunidad ellos me permitieron, por primera vez, subir dentro de una nave. Ello fue
posible gracias a un haz de luz «tractor»: una energía «sólida» que puede absorber a
una persona de forma armónica hacia arriba. Así fui conducido dentro de un amplio
salón circular, perfectamente iluminado por una radiante luz blanca que todo lo
penetraba. En esa experiencia, Antarel y otros extraterrestres de apariencia humanoide,
me entregaron abundante información sobre ellos y anuncios de todo tipo que con el
tiempo se cumplieron, como el lamentable atentado en las Torres Gemelas de Nueva
York —⁠ que ocurrió siete meses después de este contacto—. Cabe mencionar que
compartí esta experiencia y su mensaje en medios de los Estados Unidos antes de los
incidentes del 11-S. Para los extraterrestres, ese sería un acontecimiento clave que
cambiaría las reglas de juego en todo el mundo. Una vez más, tendrían razón…

En ese contacto del 2000[10], Antarel me había hablado brevemente de Apu,


confirmando que su mundo de origen se había destruido, y que ello los convirtió en
viajeros del espacio y el tiempo: en colonos de otros planetas en donde establecieron
nuevos hogares. Su principal colonia se estableció en un mundo de Alfa Centauro.
Desde ese «nuevo Apu» habrían llegado a la Tierra luego de haber establecido algunas
colonias de tránsito en nuestro Sistema Solar.
Algo que me intrigó de esa vieja conversación con Antarel, es que me pidió que
investigara el «Proyecto Longshot». No sabía que ello existía hasta las palabras del
gigante apuniano. De hecho, mantuve esta información fuera del reporte original de mi
contacto y de mis anteriores libros, porque, cuando llegué al mencionado «Proyecto
Longshot», tuve una corazonada que no sabía si estaba listo de explicar a la gente…

El «Proyecto Longshot» es un diseño de una nave espacial interestelar no-tripulada


prevista para viajar a Alfa Centauro… Según el informe —⁠ que hoy está disponible en
internet—, esa nave sería impulsada por «propulsión nuclear de pulso» para alcanzar
ese sector del espacio que involucra a la civilización de Antarel. Desarrollado por la
Academia Naval de Estados Unidos y la NASA, Longshot fue proyectado para ser
construido en la Estación Espacial Alfa, precursora mucho más grande de la actual
Estación Espacial Internacional.

Investigando todo esto en el año 2001, tuve la sensación de que Antarel me quería
decir algo… Algo que podía cambiar nuestra percepción sobre ellos…

Entonces, como digo, puse en «cuarentena» lo que el apuniano había despertado en


mí al entregarme esa «pista»…

¿Qué me querían transmitir en este nuevo contacto físico?

Luego del frustrado encuentro de 2010 en Chilca, regresé al vaivén de los viajes y la
difusión. Estuve concentrado en ello, hasta que nuevos mensajes me recordaron la
invitación para el contacto y la necesidad de que estuviese preparado…

La invitación al volcán dormido

Pasó exactamente un año desde el viaje a Perú. Monte Shasta, en agosto de 2011, fue
uno de los momentos más importantes para verificar que el contacto físico programado
seguía vigente. En aquel año me encontraba en esa hermosa montaña de California
cuando Antarel me ratificó la experiencia a través de mensajes telepáticos. Tenía que
prepararme…

Luego, el 26 de febrero de 2012, hallándome en Tepoztlán, México, los «guías» me


hicieron llegar un mensaje psicográfico que, una vez más, hacía referencia a la
invitación para el contacto físico:

«Te reiteramos la invitación para que vengas nuevamente con nosotros. Si no fuese
importante, no te lo pediríamos. Preparado estás» (Oxalc).
El 18 de julio, los extraterrestres volvieron a mencionar la invitación en un mensaje
que recibí en Buenos Aires:

«En agosto están las condiciones para que acudas a la invitación pendiente. La reiteramos.
Será al pie del volcán dormido» (Antarel).

A inicios del mes de agosto, me hallaba en el volcán Sajama de Bolivia —


⁠ atendiendo otras indicaciones de los extraterrestres para conectar con ese importante
centro de poder—. Estaba acompañado de un querido grupo de amigos, cuando tuve
una demostración extraordinaria de lo que los hermanos del cosmos anunciaban…

La noche del 6 de agosto, al pie del Sajama en los Andes bolivianos —⁠ y bajo las
luces de las naves que, estacionadas en la zona, nos hacían «flashes»—, una extraña
fuerza cayó sobre mí, y me levantó unos 15 o 20 cm del suelo, siendo Sol, mi
compañera, testigo de ello, ya que se encontraba muy pegada a mi lado.

Esa noche, aún remecido por lo que ocurrió, el propio Antarel explicaría la extraña
acción en un mensaje psicográfico:

«Te dimos una prueba al elevarte del suelo. Es para que se preparen y tomen con
responsabilidad y consciencia las invitaciones pendientes. Las condiciones están dadas para
encuentros directos con nosotros este mes de agosto» (Antarel).

La coordenada del contacto terminó de adquirir forma al día siguiente, luego de que
fotografié un objeto anómalo aproximándose al Sajama, hecho que repitió Rubén
Astado de República Dominicana con su cámara. Inmediatamente a ello iniciamos un
trabajo de conexión que nos permitió recibir un mensaje en donde los extraterrestres
confirmaban Monte Shasta como el lugar del contacto y la fecha exacta: domingo 26 de
agosto de ese año 2012. ¡Faltaban pocos días!

En Shasta ya tenía programado, como cada año, mi seminario anual de meditación.


¡Era en las mismas fechas del mensaje! ¿Cómo se iba a dar un contacto físico en medio
de esta actividad? Tenía que confiar y ser prudente.

Si bien es cierto no difundí públicamente la invitación del contacto que me habían


hecho los extraterrestres —⁠ para evitar una «sobreespectativa» que pudiese afectar la
experiencia—, debo decir que me comuniqué privadamente con distintos grupos de
varios países, como España, Estados Unidos, México, El Salvador, Honduras, República
Dominicana, Argentina, Perú, Chile, Paraguay, Bolivia, entre otros más, para que
apoyaran a distancia.
Esta vez, me hallaba distinto a 2010. Había comprendido la importancia de la
invitación y a lo largo de dos años me estuve preparando mentalmente para lo que
viviría…

La preparación

Cuando mi avión volaba hacia los Estados Unidos, no podía ocultar mi nerviosismo y
emoción. «Volveré a ver físicamente a Antarel» —⁠ reflexionaba—. Sol, mi fiel
compañera, sabía «traerme a tierra» y apoyarme en esta espera que era interminable.

Al pie de Monte Shasta nos congregamos unas 55 personas de varios países, la


mayoría residentes en los Estados Unidos y México. Desde que llegué con un «grupo de
avanzada» a la montaña, la noche del viernes 24 de agosto, los guías extraterrestres
empezaron a mostrarse…

Lo primero que hice ni bien bajé de la camioneta de Raúl Domínguez de San


Francisco, fue alejarme hacia el centro de la explanada que elegimos para montar el
campamento, un lugar que ya he mencionado: «Sand Flat». Sol venía conmigo.

En ese momento traté de conectarme con «ellos». Solo quería saber que estaban
allí…

Y entonces apareció un objeto brillante en el cielo, de un color naranja, como


encendiéndose, para luego desaparecer en medio de esa noche clara, con una luna en su
cuarto creciente (con un 70 % de luminosidad). Entusiasmados, pedimos a los
extraterrestres que se volvieran a mostrar, y así, una sonda no tripulada —⁠ una suerte
de «ojo electrónico», que en el contactismo se denomina «canepla»—, se desplazó a
velocidad, a muy baja altura, casi rozando las copas de los pinos. Fue extraordinario.

Cuando volvimos con el grupo de avanzada, Carlos Federico de México y Mary


Fajardo de Colombia, me advirtieron que en el cielo se estaban produciendo unos
extraños «flashes» de energía. Yo también vi esos resplandores —⁠ similares a los que
hemos presenciado en otras oportunidades en Chilca—. No eran «Iridiums fiares»…

Los satélites de comunicaciones Iridium —que mencioné anteriormente como


agentes de confusión en el fenómeno ovni⁠ —, tienen una forma peculiar, con tres
antenas bien pulidas de forma plana cada 120 grados de separación. De vez en cuando
una de esas antenas refleja la luz solar directamente hacia la Tierra, creando una falsa
estrella brillante por algunos segundos. El fenómeno ronda alrededor de una magnitud
-8 (rara vez llega a -9,5). Algunos fiares son tan brillantes que pueden verse incluso de
día, pero son más impresionantes por la noche. Pero lo visto en Shasta era otra cosa… Y
se comportaba de forma inteligente…

Acto seguido a este fenómeno, sentí que sobre nosotros había una nave estacionada,
tal y como me sucedió en el Sajama antes de ser «elevado». Sin pensarlo mucho, saqué
una cámara digital que tenía en ese momento, que dispone de un zoom óptico de 42 x, y
pude captar una luz pulsante que se movía, y que variaba su color del blanco al azul.
Tomé varias fotografías, asegurándome de tener bien sujetada la cámara. En las
imágenes se puede ver el desplazamiento de ese objeto, como si estuviese dibujando
«símbolos», y las estrellas fijas en el cielo, como referencia de su movimiento[11].

Así nos recibió la montaña…

Incluso, más tarde, «ellos» volvieron a aparecer, y en esa nueva ocasión


interactuamos con una de sus naves, que estaba muy alta en el cénit, y que se encendía
con potencia cada vez que apuntábamos nuestra linterna halógena en su dirección. Fue
muy bello…

Sabía que no podía —por más que quisiera— participar de la invitación del contacto
al grupo grande que se estaba empezando a reunir en Shasta. Me resultó difícil, ya que
había gente muy preparada, y muy amiga, que hubiese deseado fueran testigos del
acercamiento de nuestros hermanos mayores. Pero tenía que ser responsable y no
arriesgar esta nueva oportunidad de entrevistarme con Antarel.

Siguiendo esta premisa, participé de todo esto solo a Raúl Domínguez y su esposa
Lorena, ambos de San Francisco; a Alma Reyes, Suyapa Reyes y Luis Ochoa, de Napa
Valley; y a Mary Fajardo y Carlos Federico, que vivían en San Francisco. Sol y yo
completaríamos el grupo, al que, más tarde, se unirían, por esas «sincronicidades» de la
vida, cuatro personas más.

El 25 y 26 de agosto —hasta el mediodía, en que terminó mi seminario⁠ —, fueron


momentos muy especiales de meditación. Ya lo dije: Shasta es atrapante. Amo su
bosque de pinos, y la silueta de su montaña silenciosa, que se alza sobre esos grandes
árboles como un guardián sobrenatural. Como siempre ocurre en nuestros
campamentos, algunos vivieron sus experiencias personales al interior de ese bosque
que habla y enseña; un bosque que te inicia en lo verdadero, como si fuese un poderoso
«chamán». Muchos captaron fenómenos lumínicos durante sus caminatas, «orbs» y
energías de todo tipo.
La noche del día 25 había recibido un mensaje mental de Antarel que fue
acompañado de un nuevo avistamiento. Mi viejo amigo extraterrestre me confirmaba
que el domingo 26, a las 9:00 pm, se mostrarían, y que luego de ello, me encontraría con
ellos en el claro de un bosque —⁠ que me mostraron mentalmente—. Sin mayor espera,
se lo compartí al grupo que estaba al tanto de la invitación. Teníamos que estar
concentrados para lo que venía…

El día 26, al mediodía, cerramos el seminario con un trabajo de conexión entre


Sajama y Shasta —⁠ dos volcanes dormidos, dos centros de fuerza para enviar desde allí
luz a todo el mundo—. Con esto no quiero decir que la paz mundial se va a lograr solo
meditando por el planeta. La paz es un estado interior y empieza en uno mismo.
Sencillamente compartimos con la gente todo tipo de técnicas y conocimientos sobre la
energía que nos han transmitido los extraterrestres; ejercicios que ponemos en práctica
para estimular la capacidad humana de cocreación de realidades. Aclaro esto porque
nuestras experiencias no tienen nada que ver con una «manipulación de seres
extraterrestres para abrir portales a la oscuridad». Al margen de que hay de todo en el
Universo, caer en estas generalizaciones es sinónimo de miedo e ignorancia. A lo largo
de muchos años hemos llevado a cabo este tipo de reuniones de meditación con
resultados positivos en toda la gente. Es un delirio insinuar lo contrario.

Fue impresionante cómo durante este trabajo en Shasta apareció un viento intenso,
formando remolinos alrededor de nosotros… Muchos sentimos que ese «viento» de
Shasta era impulsado por algo «invisible». No era un viento normal… Fue en ese
momento que Francisco Huerta de México nos hizo notar que se había formado una
gran nube sobre la montaña… Lo extraño es que esa nube estuvo solo unas horas —⁠ la
única en todo el cielo limpio y azul—, para desaparecer, luego, sin dejar rastro. No era
vapor de agua o ceniza del dormido volcán. Shasta es famoso en el mundo por ese
fenómeno, que parece indicar cierta actividad energética en el lugar. Los estudiosos de
Shasta aseguran que la montaña tiene un récord mundial de formación de «nubes
lenticulares»…

Después de todo ello levantamos el campamento y subimos la montaña por la ruta


que serpentea hacia el mirador, a solo 10 minutos en auto. El paisaje que se contempla
desde ese lugar es extraordinario. Allí tuvimos un nuevo avistamiento, a pleno día,
breve pero muy cercano; por la forma del aparato, esta aproximación de los
extraterrestres me recordó las viejas y discutidas filmaciones de Eduard «Billy» Meier
en Suiza. Sol, Aleyda Galeano de Colombia, y George Meléndez de El Salvador, vimos
una suerte de disco blanco metálico, aplanado, que reflejaba los rayos solares en su
estructura. Emocionados, tratamos de filmarlo y fotografiarlo. Pero fue imposible… ¡No
salía en la cámara! Lo veíamos, pero, literalmente, no salía en la cámara. A pesar de ello
seguí filmando, y lo único que se aprecia en el vídeo es el cielo azul de ese día… como si
el objeto se hubiese hecho invisible ante nuestra tecnología, pero sí permitiendo que lo
viéramos unos instantes…

Sentí que los extraterrestres hicieron esto como una «demostración»…

El disco se «esfumó», como si nada, en el cielo.

En ese momento supe que el contacto se iba a dar de todas formas…

Habitualmente me preguntan cómo uno se puede preparar para vivir este tipo de
experiencias. Ya mencioné que, si bien es cierto, existen todo tipo de técnicas de
meditación, que ayudan a relajarse y a elevar la frecuencia personal para afrontar
encuentros cercanos con seres que esgrimen una alta tasa vibratoria, ellos, los
extraterrestres, son quienes finalmente deciden con quien, cómo y en qué circunstancias
mostrarse. Sería infantil suponer que esas personas son «elegidas». Yo no me siento así.
No lo vivo así. Comprendo que esto ocurre, como ya lo expliqué, por necesidades de un
«programa», que tiene sus objetivos y tareas. Pienso que algunos testigos de contacto,
como mi humilde caso, hemos formado parte desde siempre de ese «programa»…

La principal preparación que tuve que afrontar se hallaba en equilibrar mi mente:


mis pensamientos sobre el contacto, mi percepción sobre los extraterrestres, mi
preocupación por cómo seguiría mi vida, lo que pensarían las personas al conocer mi
testimonio, y un largo etcétera, eran «fantasmas» que tenía que dejar atrás. Y no fue
fácil. No solo fue a través de la meditación y la auto-observación que logré manejar
mejor la aparición de esos «fantasmas». En el ensayo-aprendizaje, el error-comprensión,
en el «día a día» en contacto con estos seres y mi labor de difusión por todo el mundo,
fui comprendiendo cómo funciona todo esto. Es tan sencillo como dejar de verlos como
«extraterrestres» que vienen en naves espaciales portando historias cósmicas, y empezar
a verlos como parte de uno… Como una vieja familia con la que nos estamos
reencontrando…

Entender todo esto nos alejaría de cualquier postura sectaria. Un asunto muy
peligroso que he visto germinar en distintos grupos de contacto. Empieza cuando se
pierde el análisis y el sentido común, y cuando se depende de un líder o de los propios
extraterrestres. Sin exagerar, se establece una especie de «culto», con dogma incluido
que no puede ser cuestionado. No comulgo con ello y por esa razón, luego de un largo
caminar, he decidido mantenerme distante e independiente en lo que hago. No es mi
interés formar «grupos» ni «seguidores», solo compartir mi testimonio y un mensaje. Mi
camino es libre, y por ello incito a la libertad.
He visto, además, que algunas personas se han confundido tremendamente con
estas experiencias, creyendo que son seres especiales, portadores de una misión que
nadie puede entender. Incluso, algunos hasta tomaron «prestado» el nombre de
extraterrestres y, vestidos de blanco, y rodeados de seguidores, se proclamaban
mensajeros de otras dimensiones… No exagero, ha ocurrido con el propio Antarel.
Pienso que es un delirio peligroso presentarse con el nombre de un ser de otro
mundo[12]…

Al margen de que empleo el término «extraterrestre» a lo largo de este libro —⁠ para


facilitar la comprensión de lo que narro a lectores ajenos al tema—, mi percepción de
ellos es distinta: son hermanos mayores del cosmos. Criaturas que no son «mejores» que
nosotros, sino razas más viejas: civilizaciones muy antiguas que tienen mayor
experiencia que la nuestra, pero no por ello son «mejores». Solo están en un peldaño
diferente en el proceso de la evolución. Y, aún así, aguardan muchas cosas del ser
humano. Y con esto me refiero, como también ya expliqué, a las civilizaciones éticas y
respetuosas que han entablado comunicación con nosotros.

El reencuentro con Antarel

Una vez que se marcharon todos los participantes de mi seminario, con un grupo
pequeño volvimos a Sand Flat cerca de las 7:00 pm. El lugar estaba «cambiado»… Lucía
cargado de una penetrante energía. Sentía que en parte era fruto del trabajo de todo el
grupo durante esos días de meditación. Pero también tenía la sensación de que la
montaña se había «encendido».

Hallamos en el lugar a Francisco Huerta y Alberto Arreola de México, María


Pascuala de El Salvador y Emilio Salazar, también de México. Habían sentido quedarse
sin saber de mi invitación de contacto, aunque «Pascuala» —⁠ como le llamamos
cariñosamente—, más tarde me confiaría que «sabía» que se iba a dar un contacto esa
noche, y que por ello quería estar un tiempo más en Shasta.

Así, el grupo quedó conformado en 13 personas.

En ese momento les recordé a todos lo que podría pasar: que a las 9:00 pm tenía la
cita para el contacto físico. Que teníamos que estar unidos y no ponernos nerviosos ante
cualquier manifestación. El contexto era abrazador: estábamos solos en medio de la
montaña. Y la «presencia» que se sentía allí era impactante… Todo estaba distinto…
Acordamos trabajar en nuestras meditaciones y prácticas de elevación de energía —
⁠ a través de mantras—; sería a partir de las 8:00 pm. Ahora bien, el contacto debía
ocurrir al margen de lo que hiciéramos, porque se trataba de una experiencia prefijada
por «ellos». Mas en estos años aprendimos que es importante mantener un estado de
conexión para afrontar los grandes compromisos, especialmente si somos un grupo
heterogéneo de personas que debe afinarse y vibrar lo más alto posible. Lo logramos sin
dificultad: el grupo estuvo muy unido, concentrado y tranquilo. Raúl Domínguez
encabezó el trabajo de preparación. Y en medio de ello recibí el siguiente mensaje
psicográfico:

Sí, estamos cerca:

Han realizado un trabajo importante en la montaña. Interconectaron una red de energía que
enlazó los centros de poder (en referencia a Sajama y Shasta).

Nos aproximaremos hermano. Estén atentos a nuestras manifestaciones: Entre las 9:00 y
9:30 pm será, y con la señal acudirás al lugar que te hemos indicado previamente, en aquel claro
en el bosque.

Nosotros estamos. Depende de ti.

Con amor,

Antarel

Luego del mensaje, cerré el cuaderno y seguí trabajando con el grupo. Miré mi reloj:
eran las 8:50 pm. Faltaban solo 10 minutos para que todo empiece…

Me sentía muy emocionando, como en mis primeros contactos en el desierto de


Chilca…

Como si se tratase de un ritual, repasaba toda mi historia con «ellos», los


avistamientos de niño, el ovni de 1998, cuando me despidieron del trabajo por hablar de
esto, todo…

Percibía cerca a Antarel y a otros «guías»… Los «visualizaba» aproximarse. Tenía


una emoción indescriptible de volverlos a ver. Pero también estaba nervioso. Todo era
muy intenso, y muchos recuerdos de viejas experiencias me asaltaban en ese instante.
Como si lo estuviese viviendo todo otra vez.

Traté de tranquilizarme, y creo que lo logré en gran medida.

Vi entonces mi reloj: las 8:59 pm. No quité la vista de él… ¿Serán tan puntuales esta
vez? —me decía—. Todo el grupo sabía la hora de la cita. Así se lo había anunciado. ¿Y
si no aparecen? ¿Cómo podría afectar todo ello al grupo? ¿Y a mí? En el mensaje me
habían dicho que ellos estaban, y que ahora todo dependía de mí… Me decía: «Richard
—⁠ así me llaman en mi familia en Lima—, ¿quieres vivir esto otra vez, con todo lo que
significa? ¿Estás realmente seguro?».

Fue un minuto que se me hizo muy largo, como otros momentos que he vivido en el
contacto…

Pero decidí que sí…

Y ni bien mi reloj marcó las 9:00 pm, levanté, despacio, mi vista al cielo… y allí,
estaban ellos…

En un cielo clarísimo, con una Luna poderosa que apenas dejaba ver algunas
estrellas —⁠ parecía luz del «día», de hecho la Luna generaba sombras de nosotros en el
suelo—, un hermoso objeto brillante, de un color amarillo-naranja, intenso, grande,
apareció volando a baja altura, moviéndose lento, en silencio, como rodeando la zona
donde estaba el grupo. Fue un avistamiento contundente.

Alerté a los muchachos de la nave. Y mirando el objeto, desbordados en alegría, mis


compañeros decían: ¡Son las 9:00 pm!, mientras consultaban, en medio de la algarabía,
sus relojes.

Era la señal… «Ellos» habían cumplido a cabalidad…

Sin pensármelo mucho me puse de pie y me despedí del grupo, partiendo rumbo al
claro en el bosque.

Los muchachos, en un primer momento, se entusiasmaron tanto con la aparición,


que se pusieron todos de pie y trataron de registrar, sin éxito, la nave sobre Sand Flat. A
pesar de la claridad del avistamiento, nadie pudo captar al objeto, tal y como nos
sucedió en la mañana cuando fuimos al mirador de la montaña…
Entonces, Suyapa Reyes, de Napa Valley, sugirió retomar el trabajo de apoyo
mientras yo me dirigía al contacto. El grupo volvió a las prácticas de meditación, y lo
hicieron con una fuerza que pude sentir durante mi caminata.

Mientras me acercaba al lugar del contacto, que previamente los extraterrestres me


habían marcado en una experiencia personal, escuchaba, a lo lejos, los mantras del
grupo, y percibía, también, a mucha gente amiga que estaba al tanto de esta invitación.
No me sentí solo en ningún momento.

Pero, pese a ello, cuando llegué al lugar donde se iba a dar la experiencia, al
«respirar» la presencia tan impactante de «ellos» en el bosque, me puse un poco
nervioso. Aunque ya los he visto antes en otros encuentros físicos, la energía que
movilizan es aplastante. Además, el hecho de saber que subiría, nuevamente, dentro de
una de sus naves, me llenaba de indescriptibles sensaciones. ¿Por qué no fue a través de
una «puerta de luz»? —⁠ cuestionaba—.

Una segunda nave luminosa apareció en el cielo, sobre el bosque en donde me


encontraba. Pasó por encima y parecía dirigirse en dirección al grupo.

Pero algo me sacó de mi concentración. Algo que no esperaba: escuché unos niños
jugar cerca, como riéndose… «No puede ser —⁠ reflexionaba—, hay gente acampando
aquí…».

Las voces provenían del claro adónde me dirigía… Desconcertado, me acerqué… Y


efectivamente, había un grupo de cinco o seis niños, entre ellos una niñita rubia, todos
ellos muy pequeños, jugando y dando vueltas por la zona. Tenían unos siete años, y
parecían ser niños norteamericanos.

En ese momento me olvidé del contacto…

Pensaba: ¿Dónde están sus padres? ¿Qué está pasando?

Como hipnotizado, caminé hacia ellos. No parecía inquietarles el que estuviera allí.
Entonces vinieron hacia mí corriendo, y se tomaron de las manos, haciendo una ronda a
mi alrededor. Parecía «real»… Pero… ni bien hicieron la ronda y empezaron a girar —
⁠ en medio de mi sorpresa—, un intenso «flash», como un resplandor blanco, muy
brillante, salió de todas partes y me obligó a cerrar mis ojos, mientras sentía cómo una
fuerza poderosa me «arrancaba» a una velocidad de vértigo hacia arriba… Tal y como
me ocurrió en Chilca el año 2001…
De pronto, estaba de pie en un gran salón circular, al que me tuve que acostumbrar,
ya que la luz de ese «flash» aún permanecía en mi vista. Solo distinguía la forma
circular de ese recinto, en donde reinaba un acentuado silencio. Y frente a mí, logré ver
la silueta de dos personas…

Me hallaba dentro de todo tranquilo, tratando de tomar conciencia de la situación.


Entonces mis ojos se acostumbraron al salón, viendo que tenía unos 25 metros de
diámetro, y una gran puerta oval «abierta» en la pared circular. Y allí estaban dos
«guías» que conocía muy bien: Anitac y Antarel, erguidos a ambos lados de esa puerta.
Anitac se hallaba hacia mi izquierda, sonriente, sosteniendo en su mano un cubo
metálico negro —⁠ que me recordó un objeto similar al que vi en el contacto de Chilca—.
La guía extraterrestre vestía un enterizo plateado, con sus manos y rostro descubiertos.
Es una mujer de unos 40 años de apariencia, de cabellos rubios muy claros, y de
estatura más «normal», estimo un poco más de 1.70 m. No es el caso de Antarel… El
gigante apuniano, que estaba hacia mi derecha, y más próximo a mí, mide, como ya
dije, unos 2.70 m. Sus cuerpos son muy «perfectos». Pero no por un adiestramiento
especial. Genéticamente son así. Como una visión «perfeccionada» del ser humano, más
estilizada. Pero al ver que tienen nariz, boca, cabello, me hace suponer que sus mundos
de origen no son tan distintos al nuestro…

Antarel tenía, también, un enterizo metálico similar al de Anitac. Su cabello rubio-


cano, largo, era tan lacio y brillante que parecía «artificial». Sus ojos miel, tan humanos
como los nuestros, irradiaban algo que conocía. Algo que me hacía sentir parte de
ellos…

—Bienvenido otra vez —me dijo, telepáticamente, mientras me sonreía.

—Ustedes hicieron lo de los niños… —les dije.

—Recuerda que somos doctores mentales —respondió Antarel⁠ —; podemos generar


hologramas muy reales para ustedes. Lo hicimos para que te relajaras antes de subir.

—¿Y cómo sé que ahora no estoy en otro holograma? —⁠ repuse, a pesar de que
«sabía» que estaba físicamente allí, con ellos.

Antarel, aún sonriente y con expresión de ternura, se acercó hacia mí, haciendo que
todo mi cuerpo se estremeciera… Acercó su mano izquierda hacia mi pecho, que tocó
profundamente con sus gigantes dedos índice y medio, mientras, mirándome a los ojos,
me habló en perfecto español:
«Ri… chard… Siempre estamos con ustedes… Soy tu amigo, tu hermano…».

No se cómo transmitir esto… Fue uno de los momentos más intensos de la


experiencia. Nunca antes los había escuchado «hablar»… Sabía que ellos podían
aprender nuestros idiomas, pero siempre emplearon en los encuentros la comunicación
telepática.

Hablarme en mi lengua, y llamarme por mi nombre «humano», mientras me tocaba


el pecho… fue uno de los regalos más maravillosos que he tenido en mi vida…

Arriba: «Vitko Novi». Abajo: Desde Isla de Pascua a la Patagonia, hemos podido contar con evidencias de las
naves apunianas: objetos esféricos, discoidales, «boomerang» o tubulares.

Arriba: el desplazamiento de una nave apuniana, durante un contacto programado en Talampaya, Argentina,
en enero de 2015. Photo by Cristian Belluco.
Arriba: El Dr. Michael E. Salla, uno de los «padres» de la «Exopolítica». Abajo: la captura de uno de los ovnis
que acudió a la cita, en el contacto programado del que Salla participó en Monte Shasta (2013).

Arriba: El autor en «Sand Flat», al pie de Monte Shasta. Abajo: una de las reuniones de contacto y meditación.

Arriba: Ricardo González y Paola Harris, luego del exitoso contacto en Monte Shasta (2014). Abajo, una captura
de uno de los vídeos de las naves, que fueron filmadas con un equipo de visión nocturna.
Arriba: observatorio de «La Silla», en la región de Atacama en Chile. Desde allí, se descubrió un planeta
próximo a la estrella Alfa B, en Alfa Centauro. Abajo: la recreación del hallazgo astronómico. ¿Existen otros
mundos con condiciones de vida en ese sector del espacio? ¿Nuestros científicos están buscando a «Apu»?

Arriba: el famoso cosmonauta ruso Alekséi Leonov, en recientes declaraciones, sugirió que los astronautas del
futuro deben ser niños. Abajo: una representación de la «nave warp» de la NASA, que teóricamente podría
«viajar» a Alfa Centauro en solo dos semanas, gracias a su «impulso por curvatura del espacio-tiempo».

Arriba: una imagen del Huascarán desde el Cristo del «Camposanto», en Yungay. En ese nevado andino del
Perú, se encontraría la base principal de los «apunianos». Abajo: tomando el vuelo desde Lima para viajar a esa
mágica región de Ancash (abril 2015).
Arriba: el grupo expedicionario en Áncash, en la casa de Don Tobías Sarmiento, ex trabajador de la Central
Hidroeléctrica de Huallanca (en donde ocurrió, en 1960, el contacto de Kapetanovic). Abajo: revisando con
Sarmiento sus «archivos» sobre los apunianos.

Arriba: el autor en una represa en el «Callejón de Huaylas», Áncash. Abajo: en Llanganuco, Yungay.

Arriba, el autor en Ichic Puna, Yungay. Abajo: una foto con el detalle de la piedra, en donde ocurrió el contacto
del 12 de abril de 2015.
Arriba: una recreación de Antarel, realizada por el artista argentino Ramiro Rossi.
CAPÍTULO VII

Una entrevista con un apuniano


—Estás físicamente aquí —continuó Antarel, pero telepáticamente, mientras retiraba
suavemente sus dedos de mi pecho⁠ —; era importante que la experiencia se diera así.
Te conectamos desde que eras niño. Y te guiamos a los grupos de contacto cuando eras
un muchacho como parte de un «plan de entrenamiento». Ahora, eres un hombre, y
seguimos juntos contigo… Así ha sido el proceso de muchos de ustedes.

Lo que decía el apuniano era verdad… Y resultaba alucinante ver que el


extraterrestre seguía luciendo como ese hombre joven, de unos 35 años de «apariencia»
—⁠ ellos, en realidad, pueden vivir miles de años de los nuestros— que conocí hace
tantos años en Chilca. Ahora yo lucía mayor que él…

Me hubiese encantado fotografiar en algún momento a Antarel, pero esa «evidencia»


la tienen reservada… Yo les pregunté por qué no nos permiten regístralos en
fotografías, y ellos me respondieron citando tres puntos cruciales. En primer lugar,
porque la organización extraterrestre de la que forman parte —⁠ la llamada
«Confederación»—, no les permite entregar una «evidencia directa». Es su protocolo de
acción con nuestra sociedad humana.

La segunda razón es que algunos de ellos pueden adaptarse a nosotros: o porque se


parecen o porque pueden «mutar». No desean ser detectados. Una fotografía no es un
«dibujo», es su imagen real, y ello los podría comprometer. Aquellos extraterrestres que
se han infiltrado penetraron nuestras bases militares, laboratorios científicos e
instalaciones de todo tipo. Pero no lo han hecho porque estén colaborando con algún
gobierno o los propios militares, sino porque procuran «monitorear» nuestras
actividades, y advertirnos, dentro de lo posible, que no nos hagamos daño… La tercera
razón por la cual no entregan evidencias directas de la tripulación al testigo es porque
lo podrían poner en peligro… No hace falta redundar en esto…

Ver los ojos de Antarel, era como echar un vistazo al Universo a través de un «ser
humano de las estrellas». Como digo, el apuniano no había envejecido —⁠ al menos, a
mi mismo «ritmo» biológico—; se veía igual que en el primer contacto. Esto me hizo
sentir que nuestra vida humana es muy, muy corta…

—El paso del hombre por la Tierra es un «instante», hermano —⁠ me dijo—.


Nosotros tenemos otra percepción del tiempo y de la vida. Por ello entendemos sus
dudas, cuestionamientos y exigencias. Nos gustaría explicarles muchas cosas, pero todo
debe ser dosificado y en su momento para que lo asimilen de la mejor forma.

—¿Por qué subir al interior de una de sus naves otra vez? ¿No podría haber sido de
otro modo, tal vez a través de las puertas que ustedes pueden abrir? —⁠ le dije en voz
alta, más suelto luego de que Antarel me hablase en español.

Ya no era un diálogo entre un testigo y un ser «extraterrestre» que había visto antes.
Antarel logró que se diera un clima de confianza y naturalidad, pese a lo extraordinario
de lo que era para mí esta experiencia…

—Tenías que estar, físicamente, aquí —me habló despacio y seguro.

—¿Los «xendras» o portales dimensionales que ustedes pueden abrir no son


«físicos»? —⁠ expresé mentalmente la pregunta, entrando en la línea habitual de
contacto telepático.

—Sabemos que ya lo has estado reflexionando: hay distintas puertas, pliegues y


experiencias, y todas ellas ocurren a diferentes niveles de acuerdo a lo que
programamos y, también, obedeciendo a la preparación de los testigos. Sin embargo,
incluso en aquellas puertas dimensionales que pueden permitir un traslado físico de
ustedes, o de nosotros al salir de ellas, la energía que se mueve es más sutil, conecta otro
tipo de fuerzas. Es, en otras palabras, una realidad paralela, holográfica. Por ello en
medio de esas experiencias se ven «luminosos» y perciben todo distinto, aunque estén
«físicamente» allí.

—Entiendo…

—Los xendras fueron establecidos desde un principio del contacto como la principal
herramienta para tener encuentros cercanos con ustedes —⁠ prosiguió—. Es una forma
menos traumática para que puedan entrevistarse con nosotros, y al mismo tiempo
adiestrarles en otras realidades interdimensionales que en un futuro próximo abrazarán
a la Tierra. Los contactos físicos que involucran una relación más próxima con nosotros,
son individuales. En algunas ocasiones hemos intentado encuentros con grupos de
personas, pero no tuvimos mayor éxito.

—¿Por qué tienen que ser individuales? ¿Por qué los encuentros grupales les
resultan a ustedes más difíciles de manejar?

—Así está estipulado en nuestro protocolo de no-intervención directa. Nuestra ética


de comportamiento con ustedes, que involucra un profundo respeto del aprendizaje
humano y su proceso en la Tierra, no nos permite afectar a grupos de testigos en
«encuentros físicos colectivos» si es que no están totalmente «alineados». Es decir, no
depende solo de nosotros y nuestra conducta de contacto, sino también de la
preparación de ustedes. Está en nuestra agenda las experiencias físicas grupales, pero
aún no es el momento. En las experiencias interdimensionales, al no involucrarnos
totalmente en el plano físico en el cual el ser humano basa su percepción, nos resulta
más sencillo conectar a varios testigos. De esa forma no les afectamos en lo cotidiano.
Los xendras tienen un «mecanismo de adaptación» en el cerebro humano similar a la
dinámica de los sueños. Por ello los pueden asimilar, dentro de todo, mejor. De acuerdo
al contenido de lo que queremos transmitir, es el «vehículo» o experiencia programada
que elegimos.

—¿Por esta razón el contacto se tenía que dar aquí, y de esta «forma»?

—Si te hubiéramos llevado a Celea (base orbital detrás de la Luna, que conocí en la
experiencia del año 2001) o al interior de la Cueva de los Tayos («puerta» al mundo
subterráneo en Ecuador, que visité en el año 2002) a través de un xendra, tu percepción
no hubiese sido la misma. Es verdad que siempre lo más importante será el mensaje, el
contenido de la experiencia y no el fenómeno que la rodea; pero ciertas cosas llegan de
otra manera cuando se vive el contacto en cada una de sus etapas. Por tu labor dentro
del programa de contacto era necesario que vivieras las cosas materialmente. También
calculamos que mentalmente podrías resistir todo esto.

Antarel, en otras ocasiones, ya había insistido en este punto, en la importancia de la


«plasticidad mental» del testigo para adaptarse a una experiencia «removedora» —
como lo supone un contacto con extraterrestres—. En psicología y las modernas
neurociencias se llama a esta condición «resiliencia», que es la capacidad de un
individuo para sobreponerse a situaciones adversas o de stress emocional. Cuando ese
individuo —⁠ o grupo— es capaz de hacerlo, se dice que tiene una resiliencia adecuada;
incluso, puede resultar fortalecido luego de una experiencia intensa. Los extraterrestres
hacen un estudio minucioso del testigo antes de contactarlo para ver si podría «resistir»,
mentalmente, un encuentro con ellos…

—¿Cuál es mi labor? —pregunté al «guía», a pesar de que intuía la respuesta.

—Lo sabes… —respondió despacio—; tu trabajo, desde un inicio, ha sido activar


información, organizaría y difundirla.

—Pero la información, en sí misma, no es importante. Es solo conocimiento —⁠ le


dije.
—Así es —contestó Antarel—. Lo importante es lo que puedan hacer con el
conocimiento y no quedarse solo en los datos reunidos. El conocimiento de la verdadera
historia del planeta, el origen del ser humano y el proceso que ha seguido su especie,
asegura el tránsito consciente hacia el «real tiempo del Universo». Una nueva realidad
les aguarda donde todo será diferente. Pero deben comprenderlo para accionar desde
ese papel olvidado como «ingenieros de creación». Se espera que ahora, ustedes,
«despierten» y «construyan» en ese nuevo tiempo.

—Tengo algunas preguntas sobre ello…

—Lo sabemos —respondió Antarel, con una sonrisa muy «humana».

—De acuerdo a los mensajes que recibimos de ustedes, se trata de un proceso


«gradual» de ingreso a esa otra realidad… ¿Es exactamente así? ¿No será súbito el
cambio?

—El «real tiempo del Universo» es un «concepto» que les trasmitimos para que
puedan entender la multidimensionalidad en la que nos movemos —⁠ afirmó Antarel—.
Hay distintas «realidades» en el espacio que sería imposible explicarles. Pero lo
importante es que se integrarán a uno de esos «estados», afectando al tejido cósmico
que precedió la instalación de un tiempo alternativo en la Tierra y la posterior aparición
del ser humano. El tiempo en el cual ustedes se han estado moviendo, si bien es cierto
es «artificial», se estableció obedeciendo otras leyes superiores. Todo en el Universo es
orden y simetría. Nada se puede hacer que no esté soportado en la gran red…

Es un largo proceso que hemos monitoreado —⁠ prosiguió—, que involucra


abandonar lentamente ese «tiempo artificial» para conectar con el «real tiempo del
Universo»; un camino que tendrá su momento cumbre, de acuerdo a su sistema de
medición, en el solsticio del 21 de diciembre de este año 2012. La importancia de esa
fecha es que marca el punto de «no-re- torno», asegurando el tránsito hacia lo que
hemos venido esperando desde siempre: la integración de la raza humana a una
comunidad cósmica. En otras palabras, el 21 de diciembre señala un momento especial,
pero no el acceso definitivo hacia nosotros. A partir de esa coordenada empezarán a
entrar en nosotros. Empezarán a fundirse y a conocer, realmente, al Universo. Entonces
los científicos de la Tierra verán cosas que antes no vieron. Tendrán que corregir viejas
teorías sobre el Cosmos. Con el tiempo, descubrirán realmente qué es el espacio en
donde viven…

En ese momento sentí que Antarel conectaba su mente con la mía, haciéndome «ver»
como llegaron ellos a Alfa Centauro. Fue un momento particular de la experiencia. Por
un instante, me sentí flotar en el cosmos. Por un segundo, pude comprender… Y supe
entonces que habría hallazgos relativos al mundo de Antarel…

—Creo que nuestros científicos ya están percibiendo esto…

—Pero no lo han dicho todo. Y tampoco, aún, han previsto lo que viene —⁠ aseguró
el apuniano.

—¿Qué viene? —pregunté.

—El «redimensionamiento», la conexión… Los científicos de la Tierra detectarán


fenómenos desconocidos, interdimensionales y energéticos, que replantearán todo… La
Tierra volverá a la «madre de todas las cosas». Y esa gradual integración a la membrana
de realidad donde nosotros fluimos les habilitará a «crear» nuevas posibilidades en
nuestros mundos de origen, e incluso en nosotros mismos como criaturas. Ustedes
abrirán una puerta. Trazarán un camino. Algo que aún a muchos de ustedes les resulta
imposible con todas las injusticias que ven en la Tierra. Pero como les hemos dicho
anteriormente, hay más luz en ustedes de la que se imaginan. Pueden hacer cosas
maravillosas. Solo están dormidos… Por ello deben recordar… El momento final de
todo será recordar…

—Entonces, ¿confirman que el tránsito de la Tierra y el despertar de mucha gente va


bien encaminado?

—No solo va bien encaminado. Está hecho —aseguró Antarel.

En ese momento se me vino una cifra en la cabeza: 400 años… Era como si el gigante
apuniano me estuviese tratando de decir algo… Él me estaba «proyectando» esa cifra,
que entendí era el tiempo necesario que requería la humanidad para establecer una
nueva y luminosa sociedad de consciencia, y, así, ser integrada a una «comunidad
cósmica»…

Luego lo entendería…

Los discos solares

En medio de esta valiosa entrevista con Antarel, decidí consultar por los últimos
trabajos que habíamos realizado con los «discos solares»: una red de trece objetos de
poder que está emplazada a lo largo de lugares energéticos del planeta, desde Monte
Shasta a la Antártida. Uno de los discos más célebres, es el que custodiaban los incas en
el Templo del Sol del Cusco o «Coricancha». Cuenta la leyenda que ese disco dorado
permaneció allí hasta la conquista española en el Siglo XVI. Entonces fue sacado del
Cusco por un grupo de iniciados incas y habría sido llevado hacia la selva, donde mora
la mítica Tahití o «El Dorado»[13]. Detrás de esa leyenda se halla la historia de uno de los
trece discos magnéticos que funcionan como «ventanas» hacia otras realidades…

—Estos últimos 10 años hemos venido trabajando con los discos solares —⁠ proseguí
con mis preguntas al extraterrestre—. Ustedes también afirmaron en los mensajes que
su activación había sido definitiva. ¿Qué viene después de ello?

—Ha sido importante que conectaran con los discos y los centros de poder donde se
encuentran —⁠ habló firme Antarel—. Las herramientas están «latiendo» y su energía
acompañará a la Tierra por mucho tiempo. El trabajo de activación, en su etapa
preliminar, terminó, definitivamente, en agosto de este año.

—Pero, Antarel —interrumpí al gigante apuniano⁠ —. ¿Por qué tantas


contradicciones con la información de los discos? No dudo de lo que nos transmitieron,
pero circulan distintas visiones sobre lo que ustedes me revelaron en Celea.

Y era cierto: desde que los extraterrestres me entregaron esa información en el


contacto físico del año 2001 en Perú, muchos grupos espirituales en todo el mundo se
lanzaron a la caza de esos discos, buscando experiencias en los lugares en donde se
hallarían ocultos. El tema se hizo tan popular, que de pronto empezaron a circular
presuntos mensajes de los extraterrestres atribuyendo determinadas cualidades a esos
discos, cambiando sus ubicaciones, e incluso los «mantras» que originalmente se nos
había entregado. Y por si ello fuera poco, surgieron «agencias de viaje» para
promocionar recorridos en los lugares en donde estaban esas herramientas… Veía todo
esto con mucha sorpresa porque la revelación de la existencia de estos discos no
buscaba que nuestra atención estuviese «afuera», sino que nuestra comprensión en el
trabajo fuese hacia dentro…

—El acceso a una información verdadera de relevancia pasa por distintas etapas —
⁠ me dijo Antarel—; etapas que involucran el cuestionamiento, la confusión, la
constatación, la comprensión y finalmente su validez profunda. Las ubicaciones de los
discos que te transmitimos son correctas, y han hecho con ello un extraordinario trabajo.
Pero, como también les hemos transmitido en los mensajes, hay otros espejos que se
sintonizan con la red que te revelamos.

En ese momento, se me vino a la cabeza otra imagen mental: era el grupo del
seminario en Shasta meditando con los trece «nombres» de esa red de discos de poder…
—Lo más importante que han hecho con los discos —⁠ continuó Antarel—, ha sido
recibir sus claves tonales y transmitirlas a los hermanos. Miles de personas están
cantando esa vibración, que mantiene despiertos los discos ya activos. Mas todo esto,
también, les sintonizará con los santuarios de la Hermandad Blanca. El sonido de los
discos abre puertas de contacto. Incluso para nosotros…

De acuerdo a Antarel y los guías extraterrestres, la mencionada red de discos actúa


como un «catalizador» de nuestra conciencia e intenciones. A través de esas claves
tonales recibidas —⁠ el mantra de los trece nombres—, se puede conectar con la red y
mantener el pulso de los discos, cuya radiación procura acompañar a la Tierra en su
proceso gradual de trasformación.

—Lo entiendo… —le dije reflexivo—. Pero ya habrán visto que muchas veces me ha
sobrepasado las contradicciones… Si diversas personas en el mundo están siendo
conectadas, ¿por qué se percibe un «lenguaje» distinto en cada aproximación que hacen
ustedes?

—Nuestro mensaje es uno solo —contestó firme Antarel⁠ —. Son los testigos quienes
interfieren y contaminan lo que transmitimos. Nosotros somos conscientes de ello, y es
un riesgo que tomamos, ya que esperamos que con el tiempo puedan mejorar como
canales y «medios» de nuestras comunicaciones. Por ello, en algunos mensajes nos
perciben más «místicos», o más «científicos». A veces ocurre porque es la forma en que
ustedes decodifican las experiencias. En nosotros, en realidad, lo que ustedes
denominan «personalidad», no existe. Es verdad que cada uno de nosotros tiene una
«característica», propia de nuestros cuerpos sutiles y experiencia de vida, que estamos
aprendiendo cosas de ustedes y que nos pueden sentir, a veces, muy humanos… Pero
estamos más allá de los espejismos de la mente.

—Entonces… ¿Cómo se puede evitar esas interferencias? ¿Qué nos aconsejan?

—Conozcan más cómo funciona la mente —aseveró⁠ —. Ya han recibido suficientes


indicaciones para adiestrarse. También es importante que cultiven el discernimiento y
que se instruyan.

—¿Informarnos? ¿Investigar? Siempre lo he pensado… Pero algunos podrían


suponer que ello generaría una «contaminación subconsciente» de los mensajes.

—Si empiezan a trabajar con la mente, no —⁠ aseguró Antarel—; al instruirse


amplían la capacidad del cerebro para ver en perspectiva una cadena de informaciones.
Ello nos permite a nosotros hablarles de otras cosas.
—¿Y el amor? ¿Dónde entra en todo esto?

—Recuerda lo que has aprendido: el ser humano es puro por naturaleza. Y sus
acciones son las que lo sintoniza con el amor, la fuerza más poderosa de la creación. La
prueba a vencer, por tanto, no está en el alma, que es una manifestación perfecta del
amor… sino en la mente, que puede ser un gran obstáculo, o un gran aliado, según
cómo la eduquen.

—¡Tengo más preguntas Antarel! —De pie, frente al gigante apuniano, trataba de
despejar todas las dudas posibles⁠ —. ¿La Piedra de Chintamani, volverá pronto al
Universo? En el viaje a Sajama también nos dijeron que los 32 partirían, ¿qué significa
todo ello?

La conexión extraterrestre con la «Hermandad Blanca»

A lo largo de estos años de contacto pude constatar que los extraterrestres mantenían
un vínculo con una avanzada sociedad intraterrena, conocida en diversos círculos
místicos como la «Hermandad Blanca». La existencia de esos enigmáticos emisarios se
remonta a la leyenda de Shambhala en Asia central, y en la supervivencia de antiguos
sacerdotes de conocimiento, que huyeron con los archivos de su extinta civilización
hacia refugios subterráneos. El relato hopi que vimos anteriormente, en donde seres de
otros mundos rescatan a gente de un hundimiento en el océano —⁠ y posteriormente los
ubican en una base subterránea en Monte Shasta—, es parte de esta historia.

Además, en la experiencia de contacto verificamos que muchas de las denominadas


«zonas calientes» de avistamientos ovni, se hallaban próximas a enclaves asociados a
esos esquivos maestros intraterrenos. Ellos son los guardianes de esos trece discos de
poder y de otros objetos que poseen facultades sobrenaturales. El más relevante es la
mítica Piedra de Chintamani: un cristal de origen extraterrestre que fue traído hace
miles de años a nuestro mundo por 32 maestros cósmicos —⁠ me imagino que son los
mismos «32 Reyes de Shambhala» que menciona la doctrina budista del Kalachakra o
«Rueda del Tiempo»—. La piedra fue el elemento fundacional de su legendaria base en
el desierto de Gobi en Mongolia.

La existencia de ese cristal parece parte de una historia del cine de aventuras, pero es
un conocimiento bien guardado en el budismo y el hinduismo. El famoso pintor,
explorador y arqueólogo ruso Nicolás Roerich —⁠ el creador de la famosa «Bandera de
la Paz»—, pintó en más de un cuadro a Chintamani y sugirió en sus pinturas que venía
de Orión…
Es más: el diseño de la «Bandera de la Paz» —⁠ reconocida por la ONU— se inspiró
en esa piedra cósmica…

—Es el motivo principal de este encuentro transmitirte las respuestas que necesitan
—⁠ dijo Antarel—. Pero no seremos nosotros… Se te ha traído aquí por encargo de
alguien…

Entonces Antarel retrocedió unos pasos atrás, y vi que Anitac cerró sus ojos mientras
colocaba el cubo negro metálico a la altura de su pecho, sosteniéndolo con su mano
derecha y apoyando su palma izquierda sobre él. El cubo se volvió como «transparente»
y, en ese momento, una «distorsión» se generó frente a mí, captando toda mi atención:
una especie de burbuja, como de agua, se estaba «hinchando» dentro del salón, hasta
adquirir, calculo, un poco más de 1 m de diámetro.

Vi imágenes muy claras a través de esa suerte de «ventana de plasma», que me


permitía distinguir, a través de ella, la débil silueta de Antarel. Entonces pude reconocer
una montaña, que aún no había visitado, pero que «conocía» por una experiencia «no-
física» que había tenido en el desierto de Gobi. Era el monte Belukha en Siberia…

El secreto del Altai

Luego, observé una especie de «hangar», con unas urnas de cristal repartidas en sus
paredes laterales, y en el medio, al final de ese inmenso espacio, un sillón robusto de
piedra. Era el mismo recinto que contemplé en Gobi luego de una «proyección» hacia la
nave de los 32 maestros cósmicos, oculta en el Belukha.

La siguiente imagen fue un rostro que empezaba a tomar forma. Una cara de un
hombre anciano, imponente, de rasgos nórdicos y delgado cabello blanco. Lo había
visto antes, en la misma experiencia de Gobi. Solo que, esta vez, tenía sus ojos abiertos,
unos hermosos ojos celestes…

—Emuriel… —dije, temblando de emoción.

—Están muy próximos los tiempos que les anunciamos —⁠ habló, muy despacio,
escuchando su poderosa voz mental en mi cabeza—. Nuestra transformación es
inminente y con ello se cumple lo que esperábamos.

—Van… a volver… como decían los mensajes… —⁠ dije, aún temblando en ese
momento, empequeñecido ante la situación.
—No nos marchamos en el sentido literal que ustedes entienden una partida.
Dejamos la posta en la Hermandad Blanca de la Tierra, y en ustedes. Nosotros, desde
otros planos, seguiremos de cerca todo, pero ya no establecidos en su mundo.

Emuriel es uno de los 32 maestros cósmicos que llegó a la Tierra con la misión de
traer el cristal y generar un archivo seguro de toda la historia humana, para que esta no
se perdiese. Desde la fundación de Shambhala, hace miles de años en Mongolia, ellos
habían permanecido físicamente vivos gracias a un sistema de «animación suspendida»,
controlado por un programa de su nave. Estuvieron así, por miles de años, en ese
estado «latente», dentro del macizo del Belukha, la montaña más alta de la cordillera del
Altai en Siberia. Y ahora, Emuriel nos decía que había llegado el momento de su
partida.

—Esto ocurrirá el 21 de septiembre… —le dije.

—Sí, y ha sido posible gracias a todo lo que el ser humano ha hecho, sembrando
esperanza pese a las pruebas, demostrando que no estábamos equivocados en sus
potencialidades. Se cumple nuestro ciclo, y empieza el de ustedes…

Vi entonces, en otra imagen «holográfica», el cristal —⁠ antes ubicado en el Gobi, y


actualmente emplazado en la montaña Sajama en los Andes bolivianos—, la «Piedra de
Chintamani», brillando en una luz blanca-azul, intensa, hermosa…

—La Piedra, el «Oráculo» que empieza a ser «leído» por la humanidad, para ser
escrita la historia de su futuro, y el nuestro, empieza a mular, a encontrar su sentido y
misión. Por ello la ves cambiando desde su color verde original al color azul: es la
energía del aura de tu mundo. La energía de ustedes. La energía, también, de donde
vino… Este acontecimiento une nuestro pasado y el futuro que representan. También es
un portal. Comprende esta visión y compártela a tus hermanos.

—La Piedra, ¿cuándo volverá al lugar del Universo de donde proviene?

—Pasará aún un tiempo, pero su retorno está garantizado. Portará la experiencia


humana, la energía de la Tierra, hacia el «Universo Origen», afectando la matriz, la
fuente.

—Entonces —pregunté—, ¿ese cristal es el que terminará «afectando» a la creación?

—Ustedes, como seres vivientes en este planeta, están afectando con sus
sentimientos, pensamientos y acciones, al Universo. Y todo cuanto hagan al conectarse
con esa nueva realidad será más influyente para nosotros, para todo… El cristal reúne
esa información. Es un registro. Y forma parte de lo programado desde un principio…

El 21 de septiembre —prosiguió Emuriel—, el amado Maestro que también nos


enseñó a nosotros el camino, se manifestará, glorificando nuestros cuerpos y la nave en
donde nos hallamos. Seremos transformados cuando su presencia sea luz en medio de
nosotros. Entonces despertaremos, y habremos cumplido nuestra tarea en la Tierra…

—Jesús… Hablan de Jesús… —dije de pronto, por un impulso.

Este uno de los temas más controvertidos que he tenido que afrontar en la
experiencia de contacto: la mención de los extraterrestres de Jesús y otros maestros
espirituales de la historia humana. Según ellos, siguieron por mucho tiempo el proceso
de aprendizaje de nuestra civilización, y, aseguran, quedaron maravillados y
conmovidos al estudiar la vida de algunos personajes como el propio Jesús. Fue, de
acuerdo a ellos, un ser real —⁠ más allá de la manipulación que hicieron algunas
religiones de su figura—, un humano que vivió en el verdadero amor, cuyos pasos
abrieron un «portal de comprensión» para las inteligencias cósmicas que nos
observaban. No habría sido un simple revolucionario o «zelote» como algunos textos lo
han querido minimizar. Según los seres del cosmos, era un humano distinto…

Además, los extraterrestres sostienen que el nacimiento y misión de Jesús fue


seguido de muy cerca como parte de un programa. Tal vez, las descripciones de
posibles ovnis en la Biblia, como el episodio de la «estrella de Belén», o la «nube» sobre
la caverna en donde nació Jesús —⁠ relato más completo en los discutidos evangelios
apócrifos—, dan cuenta de la presencia extraterrestre en los tiempos del galileo.

Jesús, pues, no era un humano común… Tenía una conexión con el Universo o, si
queremos decirlo de otro modo, con el «Padre» o «Dios». Estaba «unido» a esa «energía
fuente». De acuerdo a los extraterrestres, luego de su espantosa muerte y posterior
resurrección, Jesús alcanzó un nivel de «glorificación» en la Tierra que lo sitúa como
una de las criaturas referentes del Universo…

Sí… Lo sé… Suena increíble…

Y, como ya dije, ha sido uno de los temas que más me costó asimilar…

Empero, ¿si todo esto fuese real? Si realmente Jesús y otros grandes maestros
espirituales de la historia humana «llamaron la atención» de los extraterrestres, al punto
de convertirse en una referencia de evolución y conciencia para ellos, ¿no es acaso parte
del objetivo del denominado «Plan Cósmico»?

Como fuese, debo decir que más allá de mis dudas, y de mi intento de ser objetivo
con ese delicado tema en particular, algo muy fuerte se agita en mi corazón cuando
pienso en Él… —⁠ Así, en mayúsculas—. Y creo que le ocurre lo mismo a los seres
extraterrestres que me han venido contactando…

Jesús… Lo sabía… —dije emocionado—. Pero ¿cómo sucederá? ¿Cómo se producirá


esa manifestación?

—No es el retorno definitivo que Él les anunció —⁠ aclaró Emuriel—; en la fecha que
te hemos indicado se abrirá un pliegue que permitirá la superposición de dos
realidades, que nos unirá a su presencia, permitiendo su visita luminosa en este lugar
donde descansamos. Es así, porque Él es la cabeza espiritual de la Hermandad Blanca
de la Tierra. El Señor del Amor, la Verdad y del Tiempo.

Luego, el ser cósmico prosiguió:

—En ese momento, que coincidirá cuando las primeras estrellas alumbren el sur del
mundo, podrán sentir su presencia si abren el corazón. No importa tanto el lugar donde
se encuentren, sino en la sintonía en la que se hallen. Hace 2000 años de su tiempo hubo
almas que lo vieron, y otras que no le reconocieron. La pureza de corazón, uno de los
rasgos más distintivos del ser humano, es la que permitirá ver y hacer.

—Es muy… fuerte todo esto… —dije, inundado de mil sensaciones.

—Luego de este acontecimiento —explicó Emuriel⁠ —, deben saber que habrá otro
pliegue importante que cerrará el proceso, una «puerta» simbólica que se abrirá el 21 de
diciembre. Luego que la crucen, ya nada será igual. Es una puerta de conciencia, más
que un umbral inter dimensional. Ese día, deben estar con las personas que son más
importantes para ustedes. No será el lugar donde se hallen sino con quién se
encuentren. Es un evento que conmemora algo antiguo, y que marca un futuro nuevo,
diferente, construido por sus más profundos sentimientos de amor y hermandad. En
estas palabras hallarán la clave de ese día.

—¿Ya no será necesario volver al Gobi? —consulté.

—Las energías del mundo hallan su punto focal en los Andes. Es allí donde deben
empezar a reunirse para lo que viene… Pero algunos de ustedes volverán a Gobi y a
otros lugares de Asia, con otros objetivos.
—Emuriel, disculpa mi pregunta, pero ¿qué objetivos? Necesitamos saber más para
comprender.

—Recuerda: En algún momento se te dijo que para conocer la verdad tenían que ser
parte de ella. ¿Lo entendiste? ¿Lo quieres ver? Para esto también fuiste traído aquí…

—Estoy listo —dije, sin imaginarme lo que vería⁠ —. Antarel y Anitac permanecían
en silencio, observando mi «entrevista» con Emuriel.

Entonces la burbuja de plasma se amplió, y vi, como en una película, muchas de las
revelaciones a las que habíamos tenido acceso en otras experiencias, como antiguas
visitas extraterrestres a la Tierra, la historia de la Piedra de Chintamani y su origen en
Orión, la destrucción de enormes civilizaciones, y el proceso seguido posteriormente
con la ya citada «Hermandad Blanca». Empezaba a entender mejor el proceso. A «hilar»
esas historias… Y los trabajos por hacer… Todo lo que venía era diferente…

Estuve varios minutos observando y absorbiendo las imágenes, hasta que una
escena me estremeció: Veía el Belukha, y un lugar subterráneo, que no era la nave de los
32… Observé otro recinto, que parecía haber sido construido en una inmensa cavidad
de roca dentro de la gran montaña del Altai. Allí había otras urnas de cristal. Y dentro
de ellas, cuerpos de seres extraterrestres humanoides, en perfecto estado de
conservación. No estaban «criogenizados» como el caso de los 32. Eran los envases
«vacíos». ¿Por qué conservaban esos cuerpos?

«Son los mártires», escuché la voz de Emuriel, mientras yo seguía «metido» en esas
imágenes…

«Vinieron hace mucho desde las estrellas, y ahora están en la Tierra, viviendo la experiencia
humana y ayudando en el tránsito».

—¿Por qué se conservan sus cuerpos? —preguntaba, con cierta ansiedad.

«Por ello irán al Altai. Completarán otro episodio de información. Y allí lo sabrán…».

Y esta afirmación quedó resonando en mi mente, mientras contemplaba el rostro de


uno de esos seres extraterrestres; un rostro que sentía conocer…

Y luego la fecha del viaje: agosto de 2014…


De pronto, ya no estaba «mirando» a través de la burbuja de plasma. Era como si esa
«pantalla» hubiese crecido. Como si estuviese dentro de ella… ¡Ya no estaba en la nave
con los «guías»!

¡Qué está sucediendo! —me decía, con el corazón a mil.

—Estoy aquí —escuché la voz de Emuriel.

Allí tomé consciencia del lugar: me encontraba en el «hangar» o recinto de la nave


de los 32. Ya no era una «visión». ¡Estaba allí! ¿Cómo había ocurrido?

Había un silencio extraño, aún más penetrante que el de la nave… Podía respirar
perfectamente, y ver todo con claridad, ya que el lugar estaba iluminado. Caminé
entonces hacia la urna de cristal que ya conocía, y en ella hallé, «dormido» —⁠ en
animación suspendida— a Emuriel.

—Diles a todos, que unidos deben estar. Que deben confiar en todo lo que pueden
hacer. Estás aquí en representación de tus hermanos, y como en otras ocasiones, el
mensaje llegará a quien está destinado. No te preocupes por nada. No estás solo. Ahora,
ve, vuelve…

Y en un instante, estaba otra vez de pie en el centro de la nave…

Antarel me miraba con una expresión de alegría extraordinariamente «humana»,


mientras Anitac sostenía el cubo negro —⁠ que había vuelto a ser «sólido»— sobre su
mano derecha. Como veremos más adelante, ese misterioso artefacto tendría un papel
importante en la experiencia del 12 de abril de 2015 en los Andes peruanos…

—No lo puedo creer… ¿Cómo hicieron eso? ¿Abrieron un portal dentro de la propia
nave? —⁠ me decía.

—Nunca te moviste de aquí —dijo Antarel, sonriente⁠ —. «Estuviste» allí, pero no te


moviste de aquí.

—¿No fue real? —le pregunte, desconcertado.

—Fue real, pero no te moviste de la nave, siempre estuviste con nosotros. Es lo que
te explicamos antes sobre las puertas dimensionales.

—Parecía como un xendra… —dije.


—Sí, pero lo que viviste fue otro tipo de experiencia —⁠ Antarel se apuró en
explicarme—. Ya lo comprenderás… No olvides de que son seres multidimensionales.
Solo precipitamos, artificialmente, algo que pueden lograr sin tecnología cuando
despierten…

Es tiempo de que vuelvas —continuó—. Tus hermanos del grupo te apoyaron.


Nosotros hemos estado con ellos.

Como un detalle curioso, por alguna razón, «sabía» que esta experiencia se estaba
desarrollando con la presencia de tres naves. Yo estaba dentro de una de ellas… Las
otras dos estaban sobre «Sand Flat» en Shasta.

—Sabes que aquí también poseemos una base —⁠ apuntó Antarel, mientras se
acercaba, despacio, hacia mí.

A partir del próximo año tendrás otro espacio de silencio en lo que a entrevistas
físicas se refiere, hermano —⁠ dijo reflexivo—. Ya debes intuir que para concertar un
encuentro directo con ustedes hay una serie de mecanismos que escapan a nuestra
voluntad.

—Les voy a echar de menos —le dije, un poco triste.

—Solo, por un tiempo, no nos verás, pero seguiremos monitoreándote.


Mantendremos la comunicación y tendrás pruebas de nuestra presencia. Pero ahora
debes concentrarte en lo que viene. Atesoras suficiente información para saber qué
hacer…

En aquel momento, el gigante apuniano apoyó su inmensa mano derecha en mi


hombro izquierdo, y me dijo:

—Te vamos a dejar en tierra. Cierra tus ojos para que el resplandor no te dañe la
vista. Aquí dentro es más fuerte. Cuando ya no sientas mi mano en tu hombro, será el
momento. ¿Listo?

No le quería decir que ya estaba listo… lo quería sentir un poco más… Entretanto,
Anitac, que estuvo en silencio durante toda la experiencia, miraba sonriente, como
despidiéndose…

—Siempre estamos con ustedes —me dijo, nuevamente, Antarel⁠ —. La energía de


esta experiencia te acompañará para que recuerdes todo lo que se te ha mostrado,
nuestras conversaciones, lo que has sentido. Luego de descansar, porque tienes que
asimilar el encuentro, escríbelo y compártelo. Quienes lean tu testimonio con nosotros
sentirán como si hubiesen estado aquí. También vivirán este contacto, porque a todos, a
través tuyo, les hemos hablado…

… Hasta pronto, amado hermano.

Entonces cerré mis ojos y, seguro, le dije en voz alta: ¡Listo!

De regreso en «Sand Flat»

Ni bien Antarel quitó la mano de mi hombro, un poderoso resplandor me penetró,


sintiendo un movimiento brusco hacia abajo… En un instante me habían depositado en
Sand Flat…

Aparecí de pie, sin equilibrio, mareado, con una sensación de desconcierto


impresionante… Casi no reconocí el lugar. Parecía que la experiencia en la nave hubiese
sido lo «real» y mi ubicación en el bosque de Shasta parte de un sueño…

No sabía hacia adónde caminar… Y me costaba hacerlo… Sentía mi cuerpo


tambalear, y una sensación de náuseas y dolor de cabeza por demás extraños. El
malestar era solo físico: emocionalmente estaba contento. Me sentía lleno de luz. Feliz
por todo lo que había vivido. Por el grupo. Por todo. Una energía positiva de
hermandad había quedado en mí luego de haber estado con los «guías».

Allí escuché los mantras del grupo, que utilicé para guiarme y volver con mis
compañeros.

Cuando llegué, ellos me vieron diferente… Muchos ni siquiera me reconocieron.

Algunos pensaron, inclusive, que era un «guía» que se aproximaba… Que no era
yo… Solo cuando estuve muy cerca, supieron identificarme, y Raúl Domínguez me
abrazó fuerte porque veía que caminaba con cierta dificultad. Todo el grupo,
emocionado, me abrazó también. Conmovido, les agradecí por haber mantenido el
trabajo todo el tiempo que estuve en la experiencia, estimo, alrededor de 1:30 h. Pero los
chicos me decían que me había ausentado entre 15 y 20 minutos… ¿Cómo era posible?
Yo les decía que no podía ser, y Raúl se fijó en mi reloj, que marcaba las 10:25 pm.
Entonces los muchachos consultaron sus relojes y teléfonos celulares constatando que
ellos tenían una hora menos…
Agotado, me senté en una de las sillas plegables, mientras todos me contaban que la
primera nave que observamos —⁠ la de las 9:00 pm— les rodeó y estuvo varios minutos
con ellos; luego apareció una segunda nave, que se movió en la bóveda celeste para
estacionarse sobre el grupo y acompañarlos durante una parte del trabajo. También
vieron otro objeto, que se movía en el cielo sobre mí cuando venía caminando hacia
ellos…

Como pude, les compartí lo que había pasado, adelantando algunas de las cosas que
los extraterrestres me habían transmitido, incluyendo la «entrevista interdimensional»
con Emuriel dentro de la propia nave… Cuando les narraba emocionado el momento en
que Antarel tocó mi pecho, una nueva nave apareció detrás de mí, siendo vista por
todos. Luis Ochoa, de Napa Valley, al escuchar mi relato de los «niños» que encontré en
el bosque antes de subir a la nave —⁠ el «holograma» que crearon los extraterrestres
como un elemento de distracción para que me calmase—, me comentó que esa misma
tarde, en Shasta, se había quedado dormido dentro de la camioneta, experimentando un
«desprendimiento astral», en donde vio a esos mismos pequeños, mientras un ser le
decía: «Cuiden a los niños…».

En la experiencia del Huascarán entendería aquello de los niños…

Luego de compartir unos momentos en Shasta, le dije al grupo que había terminado
nuestra experiencia en el lugar, que ya nos podíamos ir. Y se mostró una última nave,
muy brillante y grande, cuya luz se expandió por arriba del bosque de pinos. Fue
impresionante.

También fue un momento muy especial cuando al cerrar con una meditación de
agradecimiento a los «guías» por su apoyo, otro viento «sobrenatural», muy marcado,
cayó sobre el grupo, como «barriéndonos», como si «algo» estuviese generándolo desde
arriba… Fue un instante, y «aquello», se fue…

Lorena Domínguez, antes de que subiéramos a la camioneta, me abrazó muy fuerte,


y me dijo mientras me estrechaba: «quiero sentir la energía de los guías, ahora que has
estado con ellos». Minutos más tarde, Lorena se descompuso con mareos y un sutil
dolor de cabeza, que la obligó a no ir al trabajo el lunes. Algunos miembros del grupo
sintieron esa noche mucha sed, como si estuvieran deshidratados. Tal vez, consecuencia
de nuestra exposición a radiaciones desconocidas…

Todos quedamos impactados. Y, en mi caso personal, me tomó un tiempo


importante asimilar esta experiencia…
Antarel había tocado muchos temas en esta «entrevista» dentro de la nave. «Puntos
clave» que nos permitieron comprender nuestro trabajo en el futuro.

Todo lo que anunció el gigante apuniano en el contacto, se cumpliría…


CAPÍTULO VIII

Exopolítica: La invitación a Michael Salla


El 21 de septiembre de 2012, siguiendo la recomendación de los extraterrestres, un
grupo internacional acudimos al cañón de Talampaya, en la Argentina, para
conectarnos a distancia con el Monte Belukha en el Altai. Era la «coordenada» en que
esos «32 maestros cósmicos» abandonarían físicamente la Tierra después de un largo
tiempo de haber permanecido en «cuerpo material» con la humanidad. Luego de esa
«transformación», ellos seguirían asistiendo al hombre desde «otros planos de
conciencia».

En Talampaya tuvimos hermosas experiencias ni bien los extraterrestres se hicieran


presentes a través de diversos avistamientos, en la hora exacta en que lo habían
indicado. Fue una verdadera «comunión» con ellos ese viaje[14]…

El 16 de octubre, una noticia científica me recordó la experiencia con Antarel en


Shasta: un equipo de astrónomos europeos había descubierto un planeta con una masa
algo mayor que la de la Tierra, orbitando una estrella en el sistema de Alfa Centauro…

Se trataba, además, del exoplaneta más ligero descubierto hasta el momento


alrededor de una estrella similar al Sol —⁠ a la que orbita a unos seis millones de
kilómetros de distancia—. Según el cable de la Agencia EFE y del propio sitio web de la
NASA[15], aquel mundo fue hallado por el instrumento HARPS, que está instalado en el
telescopio del Observatorio «La Silla», en la región de Atacama, en Chile.

«Las observaciones de más de cuatro años han relevado una señal diminuta, pero
real, de un planeta orbitando Alfa Centauro B cada 3,2 días», precisó Xavier
Dumusque[16], del Observatorio de Ginebra (Suiza) y el Centro de Astrofísica de la
Universidad de Oporto (Portugal) y autor principal del estudio.

«Este resultado representa un gran paso adelante hacia la detección de un planeta


gemelo a la Tierra en las inmediatas vecindades del Sol. ¡Vivimos tiempos
emocionantes!», subrayó el científico, quien agregó: «¡Es un descubrimiento
extraordinario y ha llevado nuestra tecnología hasta sus límites!».

Si bien es cierto los científicos estiman que las temperaturas de ese mundo en Alfa
Centauro podrían ser muy altas como para albergar vida como la conocemos, también
piensan que ese planeta debe formar parte de un sistema de mundos que sí resultarían
aún más auspiciosos. ¿Nuestros científicos están buscando el mundo que colonizaron
los apunianos en Alfa Centauro? ¿El hallazgo que hicieron desde el observatorio de
Atacama era parte de un programa relacionado al ya citado «Proyecto Longshot»? Más
tarde lo entenderíamos…

El 21 de diciembre de 2012 estuve en Perú. Mientras algunos fanáticos se refugiaban


en sus bunkers esperando una catástrofe planetaria, y otros más «mesiánicos»
aguardaban la ascensión del planeta hacia una cuarta o quinta dimensión, Sol y yo, con
un querido grupo de viejos amigos, nos encontrábamos reunidos en el desierto de
Chilca. Decidimos acudir al desierto para meditar por la paz mundial y reflexionar en el
mensaje de esta nueva etapa histórica que la humanidad iniciaba luego del fin de la
«Cuenta Larga» de los mayas: un ciclo sagrado de 5125 años. De acuerdo al
conocimiento maya, esa «gran rueda» está compuesta de «13 Baktunes». Los «ancianos»
de esa cultura, que está aún viva en México y Centroamérica, aseguran que en el
solsticio del 21 de diciembre terminó el Baktún 13, dando inicio al Baktún 14 o «Puerta
14». Un Baktún es un ciclo de 144 000 días, aproximadamente, 400 años solares, cifra
que encaja con el momento futuro de «transformación gradual» que Antarel me hizo
sentir en la nave…

En este viaje a Perú coincidí —si las «casualidades» existen, cosa que no creo⁠ — con
el Dr. Michael E. Salla, que como ya mencioné, es un importante investigador del
fenómeno ovni, fundador del movimiento «Exopolítica». Salla, a través del estudioso
ítalo-peruano Giorgio Piacenza, había publicado el reporte de mi experiencia de
contacto físico en Shasta en el «Exopolitics Journal»[17]. Mi testimonio había causado gran
interés en los lectores de habla inglesa, pero, como era de suponer, fue visto con recelo
por algunos investigadores ovni. No les culpo: lo que me ocurrió en Shasta, la
«entrevista» con Antarel y todo lo que se me dijo, parecía una locura. Pero fue real…

En el año 2008, a través de nuestra amiga de California Monica Robles, me llegó una
invitación para participar de un congreso ovni en Hawái. Era el propio Salla quien lo
organizaba. Sin embargo, por compromisos previamente asumidos, no pude concurrir.

También debo decir que no me interesaba la «Exopolítica». Ya había participado en


varios congresos y conferencias con otros investigadores de ese movimiento que no
terminaba de convencerme. Entre las personas con las que compartí figura Alfred
Lambremont Webre (ex asesor del presidente norteamericano Jimmy Carter); pero,
como digo, no terminaba de entender algunas teorías y afirmaciones de esa iniciativa
que busca hallar el modo de encarar el contacto con sociedades avanzadas de otros
mundos.
Pero debo aceptar que el destino hizo que «tropezara», finalmente, con Salla en 2012.
Y en mi país…

Reunidos en un hotel del barrio de Miradores, Salla me pidió que lo invitara a un


avistamiento programado en Shasta, si lo podía «consultar» con Antarel, ya que ello
daría más fuerza a mi reporte y al mensaje de estos seres. Salla quería ser testigo
objetivo de un hecho físico, como lo es el avistamiento «previa cita» de las naves.

Le dije que lo pensaría… Pero en mis adentros, no quería hacerlo… Ya expliqué mis
razones páginas atrás…

Pero un breve comunicado de Antarel, me haría cambiar de parecer…

Poco tiempo después, durante un taller que impartía en Asunción de Paraguay, el


guía apuniano me dijo en un mensaje telepático:

«No dudes, invita a Salla a Monte Shasta, que allí estaremos. Es importante. La coordenada
es el sábado 3 de agosto, entre las 9 y 10 pm».

Entonces me sentí con fuerza para hacerlo… Y tuve todo tipo de confirmaciones
para animarme a hablar con Piacenza y Salla sobre la «cita» en Monte Shasta.

Para que quedara una constancia de la invitación de Antarel a Salla, durante una
entrevista que me hicieron en el programa de la televisión chilena, «Mentiras
Verdaderas»[18], anuncié, públicamente —⁠ con más de un mes de anticipación—, el
contacto programado en Shasta, mencionando, además, que Salla estaba invitado.

Ese «avistamiento programado» sería muy importante.

Como ya dije, el Dr. Michael Salla es un pionero en el desarrollo de la «Exopolítica»,


que él mismo define como «el estudio de los actores clave, las instituciones y los
procesos asociados con la vida extraterrestre». Su interés en la «Exopolítica» evolucionó
a partir de su investigación de los conflictos internacionales, y su relación con una
presencia extraterrestre que no ha sido reconocida al público, ni a funcionarios elegidos,
ni siquiera a oficiales militares de alto rango.

Aunque siempre me he mantenido distante de ese movimiento, debo decir que Salla
es internacionalmente reconocido como un erudito en materia de política internacional;
es autor de varios libros sobre ese tema y también ha firmado más de setenta artículos,
capítulos y críticas de libros sobre paz, enfrentamientos étnicos y resolución de
conflictos. Por ello fue asesor del presidente Ronald Reagan… Doctorado en la
University of Queensland de Australia, y con un master en Filosofía de la University of
Melbourne, ha llevado a cabo investigaciones y trabajos de campo sobre conflictos
étnicos en Timor Oriental, Kosovo, Macedonia y Sri Lanka; y ha organizado iniciativas
de paz involucrando a los participantes de medio y alto nivel de esos conflictos.

Hoy convertido en un investigador a tiempo completo del fenómeno ovni, contar


con Salla como testigo de un contacto, era un hecho único.

Sabía que Antarel y los hermanos de las estrellas no nos iban a fallar.

Y así fue: en la hora señalada por el citado mensaje, las naves se hicieron presentes…

Cuatro «ovnis» y un mensaje para Salla

Tuvimos cuatro avistamientos muy claros de objetos que se desplazaron a baja altura, y
que interactuaron con los más de 50 testigos —⁠ entre ellos Salla y Piacenza—.

Los extraterrestres fueron puntuales y contundentes…

Las naves cruzaron rápidamente sobre la vertical del grupo, haciendo líneas
sinuosas y acelerando y desacelerando a su antojo. Incluso, uno de esos objetos
interrumpió su trayectoria y se quedó fijo en el cielo unos momentos. Fue imposible
captarlo con nuestras cámaras por la oscuridad de la noche y por su posición.

Y luego apareció otro objeto, volando mucho más bajo, a la altura estimada de un
avión comercial, y cuando todo el grupo lo observaba, el ovni se encendió con
intensidad en una luz hermosa, blanca brillante. Entonces se armó una algarabía
tremenda…

En ese momento, sentí a Antarel cerca, y el impulso de recibir una comunicación


psicográfica. Le pedí al grupo su apoyo. Salla, perplejo, miraba todo.

Ni bien le pedí apoyo al grupo para recibir el mensaje, detrás de mi ubicación (en
dirección noreste) apareció un objeto muy brillante, que parecía estar «estacionado» a
muy baja altura, casi en la línea del horizonte. Estaba cerca… El ovni —⁠ que sentí era
una nave tripulada—, se mostró solo por unos segundos. Pero su intensa luz roja fue
suficiente para llamar nuestra atención. El grupo lo vio.

En ese momento me relajé y me dispuse a recibir el siguiente mensaje:


Monte Shasta, 3 de agosto de 2013

9:55 pm

Sí, somos nosotros.

Han podido constatar nuestra presencia en este avistamiento programado.

Nos hemos presentado para brindarles nuestro apoyo, para que no pierdan la fuerza en seguir
adelante.

El contacto con nosotros es real. Pero más importante es lo que se halla en profundidad:
nuestra relación con ustedes.

Tenemos un mensaje para Michael Salla: deseamos que de a conocer nuestras verdaderas
intenciones de luz. Es necesario que él comprenda nuestra postura positiva de contacto y nuestro
real interés en una experiencia de intercambio con el ser humano.

Le apoyaremos en esa labor.

El contacto ha sido establecido. Verán cambios, y habrá eventos importantes.

Estén atentos.

Antarel

Luego de este extraordinario contacto en Monte Shasta, Salla compartió su


testimonio en diferentes medios. De hecho, vivió este contacto a solo siete días de una
importante conferencia en el «Joshua Tree Retreat Center» de California, que reunió a
conocidos investigadores de habla inglesa, como George Noory (Coast to Coast), Steven
Greer, Giorgio A. Tsoukalos, David Wilcock, Graham Hancock, Richard Dolan, Travis
Walton, Laura Eisenhower, James Gilliland, Roger Leir, Alfred Webre, Paola Harris y,
desde luego, al propio Michael Salla.

Igual nos ocurrió a nosotros, que fuimos entrevistados por distintos canales de
televisión y programas radiales. Entre ellos resalto la cadena norteamericana NBC-
TELEMUNDO, que nos permitió hablar, vía satélite, a nivel nacional en los Estados
Unidos y llegar a otros 27 países.

El 23 de agosto, en Napa Valley, California, Antarel se comunicó nuevamente y


entre otras cosas, puntualizó:

«… Hemos estado muy cerca desde el encuentro programado en Monte Shasta. Nos hicimos
presentes en la cita acordada para fortalecer el mensaje del contacto que están difundiendo, y para
afectar a Michael Salla. En un futuro tendrán un mejor panorama, y entonces verán lo que viene.
Estamos sembrando cambios en los paradigmas que todavía algunos tienen sobre nosotros y
nuestras intenciones.

Les reiteramos nuestra amistad, y también guía y orientación para ayudarles a recordar
quiénes son y hacia adónde se dirigen…».

(Antarel).

A partir de esta experiencia empecé a ver con otros ojos a la «Exopolítica».


Comprendí que la idea de fondo —⁠ la de estudiar todas las variables de lo que significa
el contacto con una sociedad extraterrestre avanzada— era positiva, muy distinta a las
pomposas teorías de conspiración que le dieron una visión distorsionada en el mundo
ufológico. Desde luego, a Antarel y los apunianos no les interesa la «Exopolítica», solo
que se cuente la verdad sobre ellos…

El contacto con el Dr. Michael Salla era un intento por cambiar el concepto básico
que tienen algunos sobre el fenómeno de los ovnis y la vida extraterrestre —
⁠ abducciones, mutilaciones de ganado, conspiraciones militares, y un largo etcétera—;
Antarel pretendía que se conozca la otra realidad sobre ellos: que también hay seres en
el Universo que son éticos y respetuosos de nosotros. Que quieren contactarnos. Y que
en un futuro pasaremos a formar parte de su «familia cósmica»…
CAPÍTULO IX
Paola Harris y un contacto grupal con Antarel
Sábado 2 de agosto de 2014. Siberia, Rusia. Nuestro grupo expedicionario dejaba a sus
espaldas la cautivante figura del Belukha, luego de una mágica e inolvidable estancia de
varios días acampando en sus faldas. Habíamos cumplido con la invitación que los
extraterrestres nos hicieron llegar en el contacto de 2012 en Monte Shasta.

Todo lo que vivimos en esas montañas del Altai, algún día lo escribiré… No en vano
Nicolás Roerich amaba esa región…

Nuestra caminata de regreso fue muy ardua. Estábamos descendiendo hacia el


principal campamento base, ubicado en Vysotnik. Nos hallábamos a unos 50 kilómetros
de ese punto que nos permitiría tomar un vehículo hacia Barnaul, la ciudad y centro
administrativo del krai de Altai, ubicada en el sur de la Siberia Occidental. Teníamos al
menos dos días de caminata hasta Vysotnik…

Durante esa intensa jornada, con las pesadas mochilas a cuestas, reflexionaba en
todo lo que habíamos vivido en Yarlu y Akkem… Mi mente, en ese momento, viajaba
hacia Shasta. Los bosques de pinos que atravesábamos en el Altai eran muy similares al
paisaje que uno puede ver al pie de la mágica Shasta de California. Se respiraba la
misma presencia sobrenatural… Tal vez esta «asociación» fue lo que me conectó con un
mensaje que irrumpió, de pronto, en mi mente:

«Estaremos en Monte Shasta. Invita a Paola Harris. Es importante…».

Sin dificultad, pude identificar en ese mensaje a Antarel. Pero, a pesar de la claridad
del mismo, y de la propia manifestación de las naves de los guías extraterrestres sobre
nuestro campamento durante uno de los descansos en el camino de regreso, me resistí a
tomar la sugerencia del extraterrestre. ¿Invitar, nuevamente, a un periodista para que
participe de nuestras experiencias de contacto? ¿Para qué? Apenas había pasado un año
desde el exitoso avistamiento programado con el Dr. Michael Salla. ¿Qué empujaba a
los extraterrestres a concertar un nuevo encuentro al pie de esa montaña en los Estados
Unidos?

Con esas preguntas abandoné Rusia. Y pocos días después, en España, Antarel
volvió a mencionar la invitación a Harris en una psicografía que recibí en Málaga, el 10
de agosto de 2014:
«… Prepárate para Shasta. Nos mostraremos. Y podrás invitar a Pao-la Harris. Lo hacemos
para seguir apoyando tu labor sostenida de difusión del mensaje, y para promover una visión
más real de nuestras intenciones de ayuda al ser humano. Somos uno.

Con amor,
Antarel».

Como me ocurrió antes con Salla, este mensaje psicográfico de Antarel me dio la
fuerza necesaria para atreverme a invitar a Paola Harris. Sería la quinta ocasión en que
participaría a un periodista o investigador de nuestras experiencias de contacto.

Y Harris, es un caso especial… Es una periodista e investigadora de campo,


especializada en los «no-identificados». Sigue el tema ovni desde 1979, habiendo
trabajado por varios años al lado del Dr. Joseph Allen Hynek —⁠ el «padre» de la
ufología, astrónomo y asesor científico del Proyecto «Libro Azul», y responsable en
gran medida del guion de la película «Encuentros Cercanos del Tercer Tipo»—, además de
haber entrevistado a los más preclaros testigos ovni, desde militares, a prelados del
Vaticano o Ministros de Defensa[19]. Harris, autora de diversos libros y ponente en
numerosos congresos sobre esta temática, es considerada una de las más relevantes
investigadoras ovni a nivel mundial. Tenerla en Shasta con nosotros, sería un verdadero
honor. Y tremenda responsabilidad…

Luego del mensaje de Antarel me comuniqué con el grupo de viaje al Altai y les
notifiqué que los «guías» estarían en Shasta y con Paola Harris de testigo. Debido a la
naturaleza de lo que podía ocurrir, decidimos ser cautos en una primera instancia con el
mensaje para no generar un desborde de gente en la montaña…

Así, recién el 16 de septiembre —cuatro días antes del encuentro en Shasta, que
estaba previamente fechado para los días 20 y 21⁠ —, y luego de que habíamos cerrado
el grupo que acamparía, comunicamos toda esta información.

Originalmente, elegimos el 20 y 21 de septiembre para recibir el «Día Internacional


de la Paz». No nos imaginamos que Antarel señalaría este encuentro para un nuevo
contacto…
«Ricardo, siento que en Shasta se abrirá una puerta xendra»…, me dijo Raymundo
Collazo de Estados Unidos, mientras hablábamos por videoconferencia sobre la
invitación de los apunianos a Paola Harris. Y añadió: «Y siento que Paola va a ingresar a
ese xendra…».

Confieso que me impactó la percepción de Raymundo. Pero si algo tiene mi


compañero de expediciones a Paititi, Roraima o Altai, es sentido común y objetividad.
Todo se estaba dando y ya podíamos intuir que Harris no acudía solo a un avistamiento
programado, sino a un contacto…

Luego de nuestra charla tuve varios sueños, que pensé podrían estar influenciados
por todo lo que hablamos. En ellos veía a un grupo pequeño ingresando al xendra, y
que yo iba a buscar a Paola Harris para llevarla a la «puerta»…

En los sueños, Paola parecía estar nerviosa o sensible ante la experiencia, pero se
armaba de valor y entraba con el grupo a esa concentración de energía. Al despertarme
con estas imágenes, compartí con Sol mis impresiones. Le decía que también la veía
dentro del xendra, pero que yo me quedaba afuera de esa energía, apoyando. Sol, desde
que hablamos con Raymundo, estaba segura que ella participaría de ese contacto.
Pronto, las confirmaciones llegaron.

Alejandro Szabo —médico cardiólogo en Chile, y compañero en el viaje al Altai⁠ —,


me envió un mensaje el 14 de agosto. Lo había recibido originalmente el día 11, solo 24
horas después de la comunicación que los guías me hicieron llegar en España con la
invitación a Harris… El mensaje confirmaba la intuición de Raymundo de un xendra
para Monte Shasta:

«… En Shasta, en septiembre, habrá una conexión con el recuerdo para los que asistan.
Tendrá que ver con lo vivido en el Altai. Los hermanos del cosmos asistirán no solo físicamente,
sino también tutelando las experiencias personales y grupales. Se sorprenderán. Habrá
experiencias xendra en la noche. Ricardo debe de estar atento. Todo estará coordinado…»
(Emuriel).

Luego, Corinna Muzi, una joven antropóloga italiana que también participó del viaje
al Altai, me escribió y me comentó que los «guías» también le habían hablado de un
xendra en Shasta. Acto seguido, Fernando López, un joven empresario de México —y
otro expedicionario en Siberia—, nos informó que había tenido un avistamiento sobre
su casa en Guadalajara, al lado de sus padres —⁠ la experiencia fue el jueves 11 de
septiembre—; luego de ese avistamiento recibió un mensaje en donde los extraterrestres
le confirmaron un xendra en Shasta… Seis días después, Alejandro, ya durante su vuelo
a los Estados Unidos, canaliza un dibujo de las siete personas que entraban en el
xendra, coincidiendo perfectamente con los sueños y percepciones previas que ya
habíamos tenido.

Carlos Quintanilla, de los grupos de contacto de Los Ángeles —⁠ ajeno a todo esto
que estábamos recibiendo—, se comunicó conmigo y me dijo que durante un
campamento que realizaron en Shasta con un grupo pequeño, habían recibido,
telepáticamente, que en nuestro encuentro se abriría una puerta dimensional. ¡Por todos
lados empezaron a llegar las confirmaciones!

Como ya dije, ante este panorama, decidimos ser prudentes para no generar
expectativas. En el encuentro nos concentraríamos en las meditaciones por la paz.
Pensaba que si esa puerta de luz se iba a abrir, todo se tenía que dar naturalmente y en
armonía. Y así fue…

Antarel y el umbral de luz

Acampamos en Shasta desde la tarde del 19 de septiembre. Ese mismo día llegó Paola
Harris, acompañada por Raymundo y un hermoso grupo de Las Vegas (Nevada), que la
fueron a buscar en el aeropuerto de Sacramento. Nuestra «base de operaciones» fue una
vez más Sand Flat, esa explanada que se emplaza a 2057 metros de altura, y que posee
una linda vista de la montaña. Allí nos congregamos más de 160 personas de diferentes
países.

Fue un placer conocer en persona a Paola. A pesar de su dilatado trabajo como


investigadora del fenómeno ovni, acudió al encuentro como una más del grupo. Fue
muy amable con todos, sencilla, agradable y humilde. Con un gran carisma y al mismo
tiempo intensidad y pasión por lo que hace. No tengo reparo en decirlo: cuando la
abracé, sentí que la conocía de siempre…

Esa misma noche, el grupo que ya había acudido a Shasta fue testigo de dos
avistamientos. Los guías del cosmos ya empezaban a mostrarse. Entonces recibí un
mensaje telepático de Antarel, que comuniqué al grupo allí presente y que repetí a todo
el campamento en la mañana del día 20:

«Antarel me dice que la noche del 20, a las 8:30 pm, habrá una mayor aproximación
de ellos que todos podremos verificar. A partir de esa hora se iniciará nuestro trabajo
específico para recibir la medianoche del 21 en una cadena de irradiación por la paz».
Mi intención no era generar expectativa, sino que la gente pudiese ser testigo de un
hecho concreto y objetivo. Paola seguía de cerca todo lo que estaba ocurriendo.

Así, entre charlas, meditaciones y todo tipo de trabajos energéticos orientados a


envolver en luz al planeta, ocupamos la jornada hasta que llegó la hora señalada: las
8:30 pm.

Previamente había hablado con todos los participantes del encuentro para guardar
la calma ante los avistamientos anunciados, y aprender a discernir todo cuando ocurría
en el cielo; como ya expliqué páginas atrás, desde satélites, Iridiums y sus típicos
«fiares», o el paso de la ISS (Estación Espacial Internacional), que no era visible esa
noche en Shasta de acuerdo al tracking de la NASA. La noche era fresca y despejada, con
un manto hermoso de estrellas, ya que la luna estaba menguante, con apenas 9 % de su
luminosidad.

Y, a las 8:30 pm… Empezaron los avistamientos… Los extraterrestres fueron


impresionantemente exactos y concretos. Primero fue un objeto luminoso que trazó una
trayectoria «sinuosa» en el cielo, mientras iba acompañado de otra nave, volando en
paralelo. Luego el primer objeto aceleró «rompiendo la formación», arrancando los
aplausos de la gente. Harris, observaba atenta…

Fernando López se transformó pronto en el cronista de estas apariciones de las


naves. Pudo captar al menos tres momentos con un equipo de visión nocturna (Yukon
Ranger Pro). Debo decir que Fernando fue muy ingenioso, ya que el sistema de LCD,
que se añade a esos binoculares IR, se acababa de estropear —⁠ y por consecuencia, no
podíamos grabar lo que la cámara captaba—; sin embargo, Fernando solucionó el
problema adaptando su teléfono celular al visor del equipo. Así, se pudo filmar todo lo
que el aparato de visión nocturna enfocaba. Reproducía con fidelidad lo que veíamos
todos en el campamento: las naves, rodeadas en intensas luces, cruzando el cielo
tachonado de estrellas. Fue importante contar con este aparato para tener una mejor
referencia de la luminosidad y posición de los objetos en el cielo, algo que es muy difícil
de captar con las cámaras convencionales por su poca sensibilidad a la luz (terminan
reduciendo al objeto en un punto blanco y «apagan» las estrellas o cualquier elemento
de referencia en un fondo negro)[20].

Luego de estos avistamientos, todos nos reunimos en el centro de «Sand Flat», para
realizar nuevas prácticas de meditación a través de un ejercicio que consistía en caminar
en silencio, a solas, por esa gran explanada. Es una forma de conectarse con uno mismo,
y en esta ocasión «inspirados» por el hechizante bosque de Shasta.
Seguidamente, hicimos una nueva práctica de irradiación al planeta. Y, a voz en
cuello, le pedí a los extraterrestres una manifestación más de sus naves en el cielo, para
confirmar si luego de todo lo vivido esa noche, aún restaba lo programado —⁠ en
referencia al citado xendra—. Empezamos entonces a vocalizar el mantra Zin-Uru, una
palabra que se desprende del texto esotérico «Las Tablas Esmeralda», atribuido a Thot o
«Hermes Trismegisto». Ese mantra significa «llave» y permite conectar con nosotros
mismos y otras realidades. No tuvimos que esperar mucho: ni bien empezamos a
mantralizar, una nave se «encendió» en el cielo nocturno, exactamente sobre nuestra
ubicación, y empezó a moverse en dirección a una zona concreta de Shasta…

De ninguna manera aquella nave se mostró por el mantra. En el contacto no existen


«abracadabras»; aquel objeto, sencillamente, había surgido como una respuesta a
nuestra petición… Los mantras y meditaciones, como ya dije, son solo técnicas para
armonizar a un grupo de testigos.

Aquella luz era muy fuerte, y ante el aviso de Carlos Quintanilla, Fernando López
grabó parte de la aparición de este objeto, mientras lo señalábamos con un láser de uso
astronómico. Fue impresionante. En el vídeo se aprecia todo esto y hasta se escucha al
grupo vocalizando durante la experiencia.

Al constatar la confirmación que le pedí a los «guías», sugerí a todos los


participantes de este encuentro aguardar en el «campamento base». Luego hablé con
Raymundo y las personas del grupo que estaban al tanto del mensaje sobre el xendra.
Sin perder tiempo, fuimos a buscar esa «puerta» de luz.

Sentí que debíamos ir hacia la zona que había marcado la nave con su trayectoria.
Curiosamente, era el mismo lugar en donde fui llevado dentro de la nave en la
experiencia del 26 de agosto de 2012…

Así, llegamos a un claro en medio del bosque, en donde se podía ver perfectamente
la zona iluminada. Apagamos entonces todo el equipo electrónico que llevábamos con
nosotros, incluyendo las linternas. Es una recomendación de los propios extraterrestres
cuando se está próximo a puertas dimensionales.

A pesar de que no había Luna esa noche, era impresionante cómo estaba iluminada
esa zona… Era una «alfombra» brillante que parecía elevarse unos centímetros del
suelo. Raymundo y yo íbamos al frente cuando hallamos el xendra. Detrás venían
Fernando, Sol, Corinna y Alejandro. Y, de pronto, de en medio de esa energía
concentrada, surgió una fuerte sensación de presencia que nos «golpeó» en el pecho.
Nos detuvimos, menos Fernando y Sol, que, movilizados por algo, siguieron caminando
hasta encontrarse con una persona de pie…

Emocionados, vieron que en el medio de ese claro, al lado derecho en donde se


hallaban dos pequeños pinos, había una figura enorme… No era «traslúcida» o
«brillante». Era un ser sólido y concreto que estaba de pie frente a nosotros. Todos lo
vimos…

En ese momento sentí, claramente, una voz en mi cabeza que me dijo: «Sí hermano,
soy Antarel. Deténganse aquí…».

Inmediatamente le advertí a Fernando y a Sol que se detuvieran. Ellos quedaron a


unos ocho metros del gigante apuniano…

En medio de la energía y esa inolvidable noche estrellada, se podía ver


perfectamente la silueta de este gigante de casi tres metros de estatura. Estaba vestido
con un enterizo pegado al cuerpo, de un color azul-gris muy oscuro. El cabello, como se
lo hemos visto en otras ocasiones, era largo y blanco, perfectamente visible. Antarel se
hallaba bien erguido, con los brazos descansando a ambos lados y con su cabeza recta
hacia nosotros. En ese momento, nadie pensó en hacer fotografías. Nadie pensó en lo
que estaba pasando… Solo lo estábamos viviendo con una gran alegría. El grupo —
⁠ con Fernando y Sol adelante—, estaba ante Antarel, quien se hallaba físicamente en la
zona inmediata al xendra…

Instantes después, Antarel retrocedió para perderse en el bosque. De acuerdo a


Fernando y Sol, que eran los que estaban más próximos, el extraterrestre de Alfa
Centauro no caminó hacia atrás, sino que se elevó ligeramente y levitó a escaso margen
del suelo. Esta situación me recordó un contacto físico similar que viví en 2003 al pie de
otro volcán como Shasta: el Licancabur de Atacama (Chile/Bolivia)[21].

Luego de tremenda situación, acudí al campamento para buscar a Paola Harris, a


Suyapa Reyes —⁠ que estuvo a la cabeza de la organización de este encuentro con los
grupos de Napa Valley y San Francisco—, y a Mercedes Gonzáles de Las Vegas. Estaba
cumpliendo el «sueño» que había tenido antes de este encuentro en Shasta; y estaba
siguiendo las indicaciones recibidas de los «guías» a través de varias psicografías.

Así, le pedí a todos que apoyaran la experiencia desde el campamento. Y debo decir
que, a pesar de que éramos un grupo muy grande y heterogéneo, no hubo ningún
desborde ni desorden por ir corriendo a buscar a Antarel… Todos comprendieron
perfectamente la situación y las pautas previas que los extraterrestres habían entregado:
un grupo de siete personas entraría en esa energía en representación de todos.

Harris estaba emocionada. Sensible —como en mi sueño⁠ —, pero al mismo tiempo


firme y atenta a todo.

Cuando llegamos al lugar, Harris pudo verificar la potente energía de la zona, y


cómo esta era perfectamente visible…

¡Wow!, exclamó cuando vio ese manto blanco brillante focalizado…

Carlos Quintanilla de Los Angeles también venía con nosotros. De esta forma, el
equipo que ingresó al xendra estuvo conformado por Paola Harris; Suyapa Reyes,
hondureña, de Napa Valley; Mercedes Gonzáles, peruana, de Las Vegas; Raymundo
Collazo, uruguayo, de Atlanta; Fernando López de México, Sol Sanfelice de Argentina y
Corinna Muzi de Italia.

Carlos, Alejandro y yo permanecimos fuera de la energía para apoyar.

Ya lo comenté anteriormente: un xendra es, básicamente, una concentración de


energía artificial que permite experiencias dimensionales a distintos niveles. Estos
portales, de acuerdo a lo que los propios extraterrestres me han explicado, no son
totalmente físicos. Funcionan más como «entornos holográficos» en donde el testigo
puede ser «proyectado» hacia otro lugar, o recibir «paquetes de información», con
pautas e indicaciones en el breve periodo de tiempo que permanezca dentro de esa
energía.

Y eso fue lo que sucedió dentro de ese «umbral» que los extraterrestres «abrieron»
en Shasta. Todos los que ingresaron vivieron algo, o recibieron importantes revelaciones
personales. Por ejemplo, a Fernando López le mostraron el vínculo que tenemos con
viejas civilizaciones extraterrestres. Suyapa tuvo una gran sensación de confianza: era
como si alguien la estuviese «cuidando» dentro de esa energía. Allí se percibió
suspendida en un lugar sin espacio ni tiempo; le costó comprender en donde estuvo.
Pero eso sí: volvió con una fuerte presión en el entrecejo, como si le hubiesen puesto
algo… Raymundo, no fue la excepción: vio también cómo le colocaban una materia
extraña en sus manos, una suerte de energía azulada… A Corinna la hicieron
reflexionar sobre todo lo que habíamos vivido en el Altai, y en la importancia de seguir
trabajando por la paz. También le dijeron que el próximo paso sería el encuentro
mundial que realizaríamos en enero de 2015 a las afueras de Capilla del Monte, en
Argentina.
Harris, sin duda el motivo principal de esta experiencia que promovieron los
extraterrestres —⁠ para que ella los pudiese «sentir»—, advirtió que alguien la
observaba desde el bosque. Y «supo» que se trataba de Antarel…

Harris lo vio… Y en un principio quiso ser muy discreta con esto… El impacto de
esta experiencia había sido muy grande para ella…

Mientras el gigante apuniano la observaba, de pie en medio del bosque, Harris


escuchaba unos sonidos extraños, como si fuese un eco o radio de comunicación, a la
par de un lenguaje ininteligible que surgía de la nada. Sol también reportó el mismo
fenómeno. Y Mercedes experimentó esa misma «comunicación» con Antarel desde el
interior de la energía, sintiendo que el extraterrestre vigilaba todo desde el bosque. De
acuerdo a Harris, los sonidos que escuchaba se transformaron, finalmente, en una frase,
en perfecto inglés, que no escuchó en su cabeza, sino que parecía salir del bosque… Una
frase que provenía desde el sector en donde se hallaba Antarel. Simple como poderosa,
la frase era: «Thank you…» (Gracias).

Paola lo recuerda así en un e-mail que me envió, una especie de repaso de su reporte
de contacto [22]:

«… Antarel hablaba constantemente en un lenguaje extraño, tal vez el misterioso


Irdin. Yo no lo podía entender. Él tenía una voz con eco, como si fuese una transmisión
de radio. Hice un esfuerzo muy grande para escuchar y entender sus palabras, que
venían desde lo alto de los árboles, a la derecha de mi ubicación… Después de unos
minutos, dos palabras eran muy, muy claras… Thank youu… Él las pronunció en
perfecto inglés. Eran palabras perfectas y claras, que llegaron acompañadas de ese eco…

Este fue un contacto real. Siento que aquel “gracias” fue para todos nosotros. Era lo
que este fenómeno expresa: que no hay separación».

Luego de ello, Harris «recibió» otro mensaje e indicaciones que prefiere mantener en
privado…

«Esta experiencia me cambió la vida», nos diría después Paola, visiblemente


emocionada. Y añadió:

«Ricardo, ya no te preocupes tanto en invitar a periodistas e investigadores para


corroborar los contactos. Esto es real. Y quien quiera verlo así lo sabrá. Hay que
concentrarse en seguir adelante porque no hay tiempo…».
La recomendación de Paola me trajo a la mente un mensaje que el propio Antarel me
había hecho llegar en Santiago de Chile, exactamente el 23 de febrero de 2014. ¿Acaso el
gigante de Alfa Centauro la había «inspirado» para que yo recordara esa comunicación?
El mensaje que recibí en Chile decía:

«… Seguirás compartiendo estas experiencias de interacción con nosotros con un público que
abrirá su corazón a nuestra amistad. Debes comprender que la corroboración del contacto,
teniendo como testigos a investigadores y periodistas, pronto será un hecho anecdótico. El
mensaje, como saben, es otro. Nos interesa más tener un mayor acercamiento con grupos
preparados, sensibles a nuestra presencia. Cuando lo convoques, estaremos allí hermano…»
(Antarel).

Harris, con su presencia en este contacto como «testigo de lujo», marcó un «antes y
después»…

Cuando el grupo de siete abandonaba el xendra —⁠ emitiendo una especie de


«chispas» sobre sus cabezas—, Alejandro, Carlos y yo pudimos ver nuevamente a
Antarel, en otro sector del bosque. El guía apuniano nos observaba a cierta distancia.
Parecía contento por el resultado de este contacto grupal.

«No dejes de confiar… siempre estamos contigo», me dijo mi viejo hermano de las
estrellas…

«Esto recién comienza…» escuchó Alejandro en su mente.

Carlos Quintanilla, observando a Antarel, escuchó: «Paola y Michael (Salla), además de


su trabajo personal, deben unir esfuerzos para un trabajo en común…».

Cuando el grupo de siete abandonó el xendra, un «destello» fluorescente surgió en


el lugar. Los que estábamos aguardando al grupo lo vimos, como si la «puerta» se
estuviese cerrando. Y fue tan fuerte, que algunas personas del campamento base, pese a
la distancia, vieron ese extraño resplandor…

Al volver al campamento, ocurrió algo más: Antarel empezó a hablarme,


mentalmente… Y, mientras ello sucedía, le transmití su mensaje al grupo. Fue como si el
apuniano estuviese en medio de nosotros… Fue sumamente especial…

Transcribo el audio que capturó Carlos Gómez de Los Ángeles de ese momento:

Estoy sintiendo la presencia de Antarel nuevamente. Y me dice que les transmita este
mensaje a todos:
… Ellos están muy contentos con nuestra presencia aquí en la montaña. Y valoran cómo
hemos podido lograr, en medio de nuestras historias personales, encontrar un punto de
equilibrio, de balance, en todo lo realizado estos días. Dice que nos han estado observando de
cerca, que son conscientes que muchos los han sentido, además de la presencia de sus naves en el
cielo. Pero Antarel me aclara que a ellos les interesa más que los podamos sentir, y no estar tan
pendientes de lo que podamos ver en el cielo; es decir, las manifestaciones de sus aparatos y
vehículos. Ellos también anhelan la paz por el planeta Tierra. Y me dice que los veamos como sus
amigos, y que comprendamos que no siempre se pueden mostrar abiertamente para todos, ya que
tienen un programa muy exigente de contacto que los limita en sus aproximaciones. Sin
embargo, dentro de lo posible, tratan de acercarse a nosotros.

Antarel dice que les agrada nuestra energía humana, nuestras emociones; que en cierta
medida se identifican con lo humano, pues nos han visto cuando hemos llorado, cuando nos
hemos reído, cuando nos preocupamos por todo tipo de cosas. Dice que nuestra forma de vivir y
sentir son «emociones» que en algún momento sus civilizaciones de origen perdieron. Por esa
razón nos ven como su pasado y, al mismo tiempo, como su futuro.

Ya les hemos hablado de esto —dice Antarel⁠ —, y deseamos que sepan (Antarel no está solo,
hay un grupo con él) que no están abandonados, que no se hallan ajenos a nosotros: somos parte
de una sola familia, y en este momento estamos aquí, con ustedes. Sientan nuestra presencia,
porque también los acompañamos en este trabajo por la paz mundial, como si fuéramos uno.

En estos momentos estamos colocados sobre la vertical del grupo. Los podemos ver en el
círculo que han formado. Podemos sentir sus pensamientos, miedos personales en algunos, dudas
en otros, pero alegría en la mayoría. Son tan diversos y maravillosos… Y también especiales…
Al percibir sus pensamientos no es que los estemos «espiando». Sencillamente estamos
conectados con cada criatura. Y vemos que ustedes están buscando algo importante, algo que
nosotros en nuestros mundos de origen siempre hemos buscado y que, sin embargo, perdimos en
el camino en más de una ocasión.

Buscamos la paz y la sana convivencia fraterna; pero nuestra soberbia, amparada en nuestros
conocimientos del Universo, nos hizo perder un contacto muy importante con el espíritu, con la
esencia de las cosas. Habíamos «mentalizado» todo. Y hoy, viendo en sus pensamientos lo
diversos que son, lo diferentes que son, y especialmente lo maravillosos que son, comprendemos
que aún hay esperanza…

Les decimos gracias a todos porque a nosotros, a pesar de que nos ven como extraterrestres
maestros, y no lo somos, también nos hacen soñar. Nos ayudan a creer en algo inmenso. Algo que
los afectará a ustedes y a nuestras civilizaciones de origen.
Como saben —agrega Antarel—, muchos de nosotros hemos dejado o perdido nuestros
mundos de origen, viajando muy lejos hasta la Tierra. Vivimos de base en base, sea esta orbital o
instalada en lugares secretos de su mundo. Perdimos la conciencia del hogar. Pero hoy sentimos
que la Tierra también es nuestro hogar, y se lo transmitimos con mucho respeto. Por esa razón
también nos sentimos parte de la paz planetaria, porque todo lo que ocurra en su mundo nos
afecta a nosotros.

Nos despedimos. No se olviden que siempre seremos sus hermanos.

Con amor, Antarel


CAPÍTULO X

Huascarán: base de los apunianos


En noviembre de ese mismo año 2014, participé, por invitación de Paola Harris, en un
importante congreso sobre los ovnis en Laughlin, Nevada. Allí Harris compartió su
experiencia en Monte Shasta. En mi disertación hice lo propio, narrando nuestros
contactos con los apunianos. Era el único «contactado» latinoamericano en esa
conferencia que se celebró en el hotel Aquarius Casino Resort. El impacto de mi
disertación fue muy bueno, con una larga ovación del público que se puso de pie, lleno
de emoción, por el mensaje de los apunianos.

En diciembre, ya en Buenos Aires, me reuní con el grupo de contacto que opera en la


ciudad para hacer una consulta en comunicación a los extraterrestres. Por sugerencia de
los “hermanos del cosmos” estábamos organizando un encuentro de meditación por la
paz mundial a las afueras de Capilla del Monte —⁠ un pintoresco pueblo argentino,
ubicado a las faldas del mítico cerro Uritorco, famoso en el mundo por los
avistamientos de ovnis—; nuestra intención era preguntar algunos detalles, pautas y
recomendaciones para el mencionado encuentro.

Y el mensaje que recibí en la reunión —según mi cuaderno de notas, a las 8:00 pm


del 29 de diciembre de 2014⁠ —, empezó de forma intrigante…

«Sí, escribe, soy Antarel:

Les estamos transmitiendo este mensaje desde nuestra base subterránea emplazada en el
corazón del Huascarán. Esa montaña esconde una de nuestras más viejas instalaciones en la
Tierra. Tal y como lo interpretaste, la ubicación de esa base estuvo conectada con nuestros
primeros acercamientos de contacto en Perú… Volverás a esa región de los Andes que visitaste
en tu juventud…».

¿Huascarán? ¿Volver a esa zona andina que no visitaba desde hacía casi 20 años?
Los extraterrestres nunca dejan nada al «azar»…
Sabía que había una «intención» de mencionar esa «base» dentro del gran nevado
andino. ¿Era acaso una «invitación»?

El Huascarán (del quechua ancashino: Mataraju «nevados mellizos»), es la montaña


más alta de los Andes peruanos —su cumbre sur mide 6768 metros—. Como un detalle
curioso: si la medición se realiza desde el centro de la Tierra, es la segunda montaña
más alta del mundo —⁠ luego del volcán Chimborazo, en Ecuador—, superando en casi
dos kilómetros la altura del Everest.

El mensaje de Antarel y la «base» que los apunianos tendrían allí «desempolvó» mis
viejas investigaciones de los contactos en Áncash, incluyendo el testimonio de Vlado
Kapetanovic y nuestros primeros viajes a esa zona andina del Perú.

Fue así que, investigando, me tropecé con un dato interesante sobre el Huascarán
que se me había pasado por alto: en 2013, un equipo de científicos australianos y
alemanes revelaron que el Huascarán es el lugar de la superficie terrestre con la menor
fuerza de atracción gravitacional…[23]

Para llegar a esa conclusión, el equipo de expertos seleccionó tres mil millones de
localizaciones en el planeta, cada una de ellas equivalente a unos 250 metros cuadrados,
y las procesó con ayuda de una supercomputadora. El proceso tardó unas tres semanas
—⁠ en un PC doméstico medio hubieran sido necesarios unos 475 años para finalizar los
cálculos—. Los resultados arrojaron que el lugar con «menos gravedad del mundo» es
el Nevado Huascarán…

Teniendo en cuenta que era en esa zona andina en donde se reportaron los primeros
casos de contacto con los «apunianos», el dato me parecía relevante…

¿Qué hay realmente allí?

Un sueño del «futuro»

El mensaje recibido en Buenos Aires activó una serie de hechos sincrónicos que nos
llevaron a planificar un viaje al Parque Nacional Huascarán. Aprovechando una visita a
Lima en el mes de abril, daríamos el salto a esa zona andina. Inicialmente Alejandro
Szabo de Chile, Sol, y yo, nos embarcamos en esta aventura. Pero, en enero de 2015,
luego del extraordinario encuentro de meditación por la paz a las afueras de Capilla del
Monte —⁠ en donde participaron alrededor de 1000 personas de unos 22 países—, se
sumaron otros compañeros de viaje: Raymundo Collazo de Estados Unidos, Fernando
López de México, Josep Tomas de España y Pablo Cascone de Argentina. Todos ya
habíamos compartido otras experiencias guiadas por los extraterrestres.

Luego de ese encuentro en los dominios del Uritorco, y después de un nuevo y


extraordinario viaje de contacto en Talampaya, tendría en Buenos Aires la confirmación
«definitiva».

Fue en un «sueño», extraordinariamente vivido y «real»…

En él, me veía con Antarel, y una mujer joven de menor estatura, estimo 1.90 m, de
rasgos hermosos y cabello corto de un rubio muy claro. «Te presento a Ivika», me dijo el
apuniano. Y añadió: «Ella es nuestra actual comandante…».

Me encontraba en un lugar muy iluminado, que no podía distinguir bien, pero sí la


mirada atenta de esa misteriosa mujer apuniana que se apuró en explicarme:

«Esto está ocurriendo. Es el contacto que estás viviendo con nosotros. Estás en nuestra base
del Huascarán».

Le dije entonces que no entendía, y que era consciente de que estaba soñando en mi
cama…

«Está ocurriendo, pero en otra línea de tiempo que tu llamarías futuro», me dijo Ivika. «Tu
sueño es en realidad una captura holográfica que estamos haciendo ahora mismo de la
experiencia. Esa captura es enviada a tu pasado como una imagen mental, mientras estás
descansando en tu dormitorio».

Desconcertado, le pregunté el objetivo…

«Es para que cuando en tu línea de tiempo llegues a la cita con nosotros, el 12 de abril en
Yungay, vivas el encuentro con mayor calma, pues tu cerebro reconocerá que ya vivió todo
esto…».

Entonces me desperté… ¿Será posible? Me preguntaba una y otra vez, mientras


trataba de ordenar mis ideas conversando de todo esto con Sol. Como sea, estaba claro
que aquello no era un «sueño» normal. Era un mensaje…

Más tarde, desconociendo lo que me había pasado, Fernando López me escribe


desde México para decirme que había recibido un mensaje para mí, un «recado» que
pudo confirmar con un avistamiento. Según López, los extraterrestres le habían dicho
que yo viviría un contacto el 12 de abril en Yungay, y que «ellos» me llevarían a su
«base» del Huascarán…

Ichic Puna

El vuelo de LC Perú —a bordo de un pequeño «Bombardier Dash 8-202», con capacidad


para 37 pasajeros⁠ — aterrizaba sin problemas en el aeropuerto de Anta, ubicado a solo
40 minutos en auto de la localidad de Yungay. Era el 10 de abril.

Los casi 3000 metros de altura de la zona en donde opera el sencillo aeropuerto no
nos afectó. Estábamos contentos de estar allí, en medio de un paisaje que esgrimía
corpulentas y hermosas montañas, muchas de ellas mostrando sus soberbios picos
nevados, que podíamos ver a pesar de tener un cielo parcialmente nublado aquella
mañana.

Ya con las mochilas al hombro, abordamos una camioneta que contratamos para
viajar a Yungay. Nuestro anfitrión en ese recorrido hasta nuestro hotel era Jorge León,
un reconocido guía de montaña. Aprovechamos sus conocimientos para preguntarle si
conocía algún descampado próximo a nuestro lugar de hospedaje en Yungay. Alejandro
y yo habíamos tenido visiones de un enclave cercano que habría sido «marcado» por los
extraterrestres para el contacto del 12 de abril. Queríamos constatar con Jorge si ese
lugar de la «visión» existía.

—«Ichic Puna» —nos dijo—, encaja con lo que me están describiendo. Es un


descampado, en medio del pueblo, que alberga una roca, una piedra enorme que llama
la atención…

Al llegar a nuestro hotel en Yungay, el «Rima Rima» —⁠ un modesto


establecimiento, propio de la zona, pero muy acogedor y atendido por personas
maravillosas— nos encontramos con una gran fotografía de Ichic Puna en el salón de
recepción…

¿Otra casualidad?

No es un lugar turístico y, sin embargo, la considerable foto de ese descampado y su


citada roca dominaban el salón principal del hotel.

«Vamos —me decía, mientras subía las escaleras hacia el tercer piso del edificio, en
dirección a nuestra habitación⁠ —, no tomemos todo esto como una confirmación, hay
que esperar…».
Y, al abrir la puerta del cuarto, Sol y yo nos quedamos perplejos… Frente a la cama
de nuestra habitación, colgado en la pared, había un único cuadro, con la misma foto de
Ichic Puna…

Luego constatamos que era la única habitación del hotel que tenía esa fotografía…

En ese momento supe que tenía que dejarme guiar…

Ese mismo día visitamos a Tobías Sarmiento, un hombre mayor que había trabajado
en su juventud como técnico de planta en la Central Hidroeléctrica de Huallanca. Fue
compañero de trabajo y amigo de Vlado Kapetanovic. A raíz de ello Sarmiento se había
transformado en un agudo investigador del contacto con los apunianos. Charlamos
largo y tendido con él en su acogedora casa de Carhuaz. Ambos coincidimos que el
contacto con los apunianos había empezado antes del incidente de Huallanca en 1960.

—Los pobladores del Callejón de Huaylas ya sabían de esos seres —⁠ me dijo—, los
llamaban «papitos» por su comportamiento paternal y protector.

—¿Y en qué zona se producían los primeros contactos con esos seres? —⁠ le
preguntamos a Tobías.

—En diversos lugares, pero los primeros reportes surgieron de los caseríos próximos
al nevado Champará…

El monte nevado Champará, con una altura de 5735 m, es una de las tantas bellezas
de la Cordillera Blanca en Áncash. Kapetanovic también citaba esa región como lugar
de los primeros contactos que vivió con los apunianos luego del incidente de Huallanca.
Pero también había reportes en el nevado Alpamayo, el Huascarán y sus hermosas
lagunas en Llanganuco. Los pobladores de este verdadero paraíso andino están más
que acostumbrados a la presencia de las naves…

Incluso, Jorge León, el guía de montaña, nos mostró el lugar en donde se habrían
tomado, en 1967, las fotos de las «naves de Yungay», expediente aún abierto del que ya
hablamos al inicio de este libro. Aunque no pudimos llegar al lugar exacto en donde se
habrían tomado esas misteriosas fotografías —⁠ lo vimos a distancia—, podemos decir
que está ubicado en un paraje de la Cordillera Negra, en donde abundan árboles de
eucalipto, como se ve en una de las fotos de las mencionadas naves.

Pero en la «agenda» teníamos otra cosa…


Los apunianos nos habían invitado a Llanganuco para la noche del día 11, como un
paso previo al contacto que viviría en Ichic Puna…

Llanganuco: otro portal de contacto

Llanganuco es uno de los lugares más bellos de Yungay y, de acuerdo a los apunianos,
un portal de contacto con ellos. Se trata de dos lagunas: Chinancocha o «laguna hembra»,
y Orcococha o «laguna macho». Sus aguas nacen del deshielo de los más emblemáticos
nevados de Áncash: Huascarán y Huandoy. La primera laguna, Chinancocha —⁠ el
lugar que elegimos para nuestro trabajo esa noche del día 11—, tiene 1450 metros de
longitud, 7393 metros de ancho y 28 metros de profundidad. Nos acomodamos en sus
orillas, cerca de unos árboles de queñual y totora.

En Yungay nos habían advertido que el clima no era el mejor para ir a Llanganuco.
El servicio metereológico nacional había anunciado intensas lluvias en la región —
⁠ incluso caída de granizo—, pero nosotros fuimos igual, confiando en las pautas
recibidas.

Y no solo no llovió, sino que tuvimos un hermoso cielo despejado que nos permitió
disfrutar del manto cósmico, rebosante de estrellas, y la silueta no menos atrayente de
los picos nevados, que parecían gigantes guardianes del lugar.

No había nadie allí, ningún turista o «mochilero», tal vez espantados por los
mencionados anuncios meteorológicos.

La noche fue bella, pero también muy extraña.

Nuestros aparatos electrónicos empezaron a fallar en Llanganuco. Primero fue el


equipo Yukon Ranger Pro de visión nocturna que operaba Fernando López, que agotó
sus baterías en tres ocasiones… Igual la cámara fotográfica Nikon P510 de Josep Tomas.
Incluso algunas linternas, como mi propio equipo frontal. Hasta el láser de uso
astronómico que empleamos para señalar algún objeto anómalo en el cielo, dejó de
funcionar. ¿Qué estaba pasando? ¿El frío andino de esa laguna que se emplaza a casi
4000 metros de altura era el responsable? Luego supimos que no… Al volver al hotel,
los equipos volverían a funcionar… Es decir: las baterías nunca se habían descargado…

Este fenómeno coincidió con un resplandor que surgió de manera transversal en la


laguna. No se trataba de ningún tipo de reflejo…
Luego, el avistamiento de un objeto, que salió disparado desde detrás de uno de los
nevados para hacer un recorrido sinuoso sobre nosotros…

Momentos después recibí el siguiente mensaje psicográfico:

«Sí, estamos cerca. Soy Ivika.

Me encuentro en nuestra base del Huascarán. Desde aquí les hemos estado monitoreando.
Saben que siempre los acompañamos, pero conscientes de nuestras limitaciones y del aprendizaje
que conlleva a ustedes no depender de nosotros. Al llegar aquí, atendiendo nuestra invitación,
han puesto en marcha algo importante. Lo sabrás mañana…

Venir a Llanganuco fue un test y una preparación. Nos vieron, pero no estén tan pendientes
de captar nuestras manifestaciones. Comprendemos que ello constituye para ustedes un elemento
importante de corroboración del contacto, y una evidencia para los demás; por esa razón lo hemos
permitido en otras ocasiones. Pero en este momento deben estar concentrados en la invitación, y
mantener la preparación sugerida.

Recuerda el número 55 como una clave activadora de esta etapa de contacto con nosotros.

El lugar que identificaron (Ichic Puna), es el correcto. Acudan allí a las 5:00 pm. Sabrás en
qué momento acercarte a la roca. Ven solo. Esa piedra será activada como una puerta que te
llevará hasta nosotros. Tus compañeros, a distancia, te apoyarán y vivirán lo que les corresponde.
Sus cuerpos ya han sido alineados a poderosas energías. Hemos estado trabajando con ustedes
aquí. Lo han sentido y era parte del propósito de citarles en Llanganuco.

Ven con confianza. La tenemos en ti y en todo lo que estás haciendo.

Desde cerca,

Ivika».
CAPÍTULO XI

El mensaje de Ivika
¿Qué decir? ¿Cómo explicar mis sensaciones cuando me aproximaba con el grupo a
Ichic Puna, ese imborrable 12 de abril de 2015? Estaba acudiendo a una nueva cita con
«ellos». Una nueva «entrevista»…

Yungay —que había sido reconstruida luego del terremoto, aunque lejos de lo que
fue, y emplazada en otro sector más «seguro»⁠ — lucía tranquila esa tarde, con un cielo
parcialmente nublado que ocultaba el nevado Huascarán.

Nuestra caminata fue breve, ya que Ichic Puna se encontraba en medio del pueblo,
un descampado que estaba rodeado de algunos terrenos de cultivo y las modestas casas
de sus dueños. Además, no lejos de allí, estaban colocadas las inmensas antenas de la
TV local. Es decir, no estábamos muy lejos de la «civilización». ¿Por qué los
extraterrestres programaron un contacto directo aquí? —⁠ me preguntaba—. Si bien es
cierto esa zona nos recibió con una «atmósfera» especial, como si algo se estuviese
gestando, llamaba la atención que Ichic Puna, como lugar de contacto, se hallase en
medio del pueblo. Vimos entonces su «misteriosa» piedra, enorme, clavada en el suelo y
ligeramente inclinada. Realmente resaltaba en medio de este escenario. Allí, según
Ivika, sería el contacto…

Por su elevación, Ichic Puna (en quechua: «Puna Chica») ofrecía una hermosa vista
del valle y las montañas, cualidad que, en el pasado, convirtió a esa zona en uno de los
«miradores» favoritos de Yungay. En la actualidad es el «Camposanto» —⁠ que está
emplazado en otra elevación—, con su gran figura de Cristo, el mirador preferido del
Huascarán. Los viajeros acuden allí y no a Ichic Puna debido a que el «Camposanto» se
hizo famoso luego del inesperado terremoto y alud de 1970: quienes se encontraban
visitándolo y fueron sorprendidos por la terrible tragedia, sobrevivieron por hallarse en
un punto alto.

En Ichic Puna elegimos un grupo de rocas para asentarnos y aguardar el contacto.


Ivika me había dicho en el mensaje recibido en Llanganuco que «sabría en qué
momento debía acercarme a la roca»… Y estábamos aguardando ese instante, mientras
meditábamos…
Cerca de las 6:00 pm sentí ponerme de pie y caminar, muy despacio, hacia la piedra.
A la distancia —⁠ estimo, un poco más de 100 metros— no veía nada «raro» en ella y en
su alrededor. Toda la zona lucía «normal».

Cuando alcancé la piedra —empotrada en lo alto de una loma⁠ —, tampoco vi nada


extraño. Eso sí: tuve una sensación poderosa de que alguien me observaba…

Sin embargo, como no veía nada concreto en ese momento, decidí tocar la piedra
para ver qué sentía, cuál sería el siguiente paso a seguir.

Entonces sí detecté algo «anómalo»…

La piedra estaba muy caliente, como si fuese una plancha. Tanto, que me obligó a
quitar en un segundo mis manos de su superficie. No me había quemado, ni siquiera
mis manos estaban calientes luego del contacto con la piedra…

Decidido, la volví a tocar y, a pesar de su calor, dejé mis manos allí, y me


«acostumbré» muy pronto a esa extraña energía, que pulsaba, como si fuese un latido
humano. Entonces acerqué mi frente a la enorme piedra, que parecía estar «viva»…

En ese momento, la roca erguida de Ichic Puna me «tragó»…

Fue como si hubiese «entrado» dentro de ella…

Una intensa luz, blanca azulada, lo inundó todo…

Acto seguido, me encontraba de pie dentro de una formidable estructura


«luminosa», compuesta por curiosas formas geométricas que, a pesar de ser distintas,
formaban un espacio coherente y armónico.

En medio de mi sorpresa y mi ya jadeante respiración —⁠ preso de indescriptibles


emociones—, en la medida que esa luz fue menguando pude distinguir a tres seres de
pie frente a mí…

—Bienvenido a nuestra base del Huascarán —⁠ me dijo una de estas tres figuras.

Era una mujer, ubicada en el medio, un ser que ya conocía por el «sueño» que ya
comenté…

Era Ivika…
El Minius

Ivika, una mujer de joven apariencia, muy humana, aunque de facciones ligeramente
estilizadas, estaba de pie frente a mí, acompañada, a su izquierda, de Antarel. El gigante
apuniano que ya conocía estaba vestido con su típico enterizo metálico color gris. Una
suerte de «uniforme» que también llevaba puesto Ivika. En esa vestimenta pude
distinguir un símbolo, que no recuerdo muy bien, pero que me recuerda un tridente.

Al lado derecho de Ivika, aunque un poco más separada, estaba de pie otra mujer,
vestida con el mismo «uniforme» gris, que solo dejaba el rostro y las manos al
descubierto. Aquella «guía» era un poco más baja en estatura que Ivika; estimo, según
mi percepción, 1.80 m. También lucía joven, entre unos 25 y 30 años, mostrando un
cabello largo hasta los hombros de un color marrón. Aquella mujer sostenía en su mano
izquierda un cubo, que estaba encendido en una luz blanca azulada, como el resplandor
que me llevó hasta allí…

—Ella es «Aimana» —me dijo Ivika—. Vemos que te llama la atención el objeto que
tiene.

—Sí… —le dije—, he visto a ese cubo en otras experiencias con ustedes.

—En tu mundo lo conocen como «Teseracto»[24]. Utilizaremos ese nombre para que
puedas entender. Con él te hemos traído hasta nosotros.

—¿Cómo fue posible? ¿Por qué desde esa roca en Ichic Puna? ¿Estoy, físicamente,
aquí? —⁠ pregunté atropelladamente.

Entonces Ivika le hace un gesto a Aimana con su mano derecha. Instantes después el
cubo se ilumina un poco más y proyecta una imagen extraordinariamente «real», en
donde me veía aún en la roca de Ichic Puna, con las manos y frente apoyados en ella.

—¿Mi cuerpo quedó en Ichic Puna, y estoy proyectado mentalmente aquí? —


⁠ consulté, mientras veía absortó la imagen.

—Estás en ambos lugares al mismo tiempo —me dijo Ivika⁠ —, solo que tu
conciencia se halla activa aquí con nosotros, en esta experiencia. No te debería
sorprender. Ya hicimos una prueba similar contigo en el contacto de Monte Shasta. El
objetivo es que puedan familiarizarse con la multiplicidad de realidades en las que nos
movemos.
Elegimos Ichic Puna —prosiguió Ivika— luego de un estudio que realizamos en el
área. Buscábamos un lugar que estuviese próximo a tu ubicación, y que pudiese
conectarse con las líneas de fuerza naturales del Huascarán. Utilizamos esa «red» a
través del «Teseracto» para traerte.

—Tengo varias preguntas… —le dije a la mujer extraterrestre, mientras Antarel


observaba en silencio⁠ —. ¿Esta experiencia tiene conexión con lo que me empezaron a
revelar en el año 2001? ¿Con los proyectos humanos de viajes a Alfa Centauro? ¿Me
estuvieron tratando de decir que ustedes son «humanos» que vienen del futuro?

—No, no somos humanos —respondió Ivika—. Para ustedes seríamos


«extraterrestres», porque no nacimos en la Tierra. Pero algunos de nosotros estamos
estrechamente vinculados a la humanidad porque somos, en cierta medida, sus
«descendientes»…

—No entiendo —dije perplejo.

—Observa por ti mismo… —me pidió la guía apuniana.

Entonces, nuevamente el «Teseracto» entró en acción, y me mostró una imagen de la


Tierra… Sentí que estaba viendo el futuro… En la escena, veía que nuestro mundo
había acentuado sus problemas de convivencia, con guerras, hambruna y desigualdad.
Pude distinguir enormes masas de gente deambulando, en un claro retrato de una
superpoblación mundial.

Era una imagen de caos y desesperanza. Luego, esa imagen cambió y vi una
importante instalación científica en un lugar que supe era el desierto de Atacama en
Chile. Se trataba de una plataforma de despegue para naves espaciales. Una mega
corporación humana, con el auspicio de la ONU, había creado un proyecto espacial
para viajar hacia un mundo susceptible de ser «terraformado» en Alfa Centauro…

Lo más inquietante de esa imagen fue ver que los astronautas eran niños…

Cientos de muchachos, entre 12 y 15 años estimo, habían sido entrenados psíquica y


científicamente para el «gran viaje». Esto ocurría en un futuro distante, más allá de
nuestra actual generación.

—Ese viaje fue posible gracias al «Minius»[25] —⁠ me explicó Ivika—, la fuente de


energía más poderosa detrás de la ilusión de la materia. Esas naves que observas
tendrán una tecnología híbrida, que combinarán el poder del «Minius» para acortar los
desplazamientos espaciales. La humanidad ingresará al conocimiento de los pliegues
dimensionales y otras realidades en el cosmos.

—¿Y qué ocurrió?

—Sigue observando… —dijo Ivika.

El «Teseracto» me mostraba ahora otra «escena»: algo ocurría con el viaje espacial de
esas naves hacia Alfa Centauro. Durante el trayecto, un fenómeno vinculado al
«Minius» y los «pliegues» hizo que las naves entrarán a otra realidad, llegando a Alfa
Centauro pero en una línea de tiempo «pasado». Los niños astronautas, debido al
incidente, perdían la memoria…

Sin embargo, al llegar a ese astro en algún lugar de Alfa Centauro, eran recibidos
por una civilización extraterrestre de aspecto humano que ya lo había colonizado…
Esos seres —⁠ los «ancestros» de Antarel—, rescataron a la expedición espacial humana
y la integraron a su cultura.

En una primera etapa —me mostraba y me hacía comprender el «Teseracto»⁠ — los


extraterrestres no le revelaron su origen humano a la fallida misión espacial terrestre.
Consideraron que no era el momento por múltiples razones, desde psicológicas a
científicas.

Las naves humanas llevaban dos importantes archivos, una «supermemoria», que
consistía en un registro de toda la historia de la Tierra, los inventos humanos, el arte, las
primeras civilizaciones, todos los datos disponibles sobre la evolución del hombre; y un
segundo archivo llamado «supersemilla»: una verdadera «bóveda» con millones de
muestras genéticas de casi todas las formas de vida de la Tierra. En las naves, además,
había numerosos robots y avanzadas computadoras con capacidad de construcción,
todo ello a disposición de los jóvenes científicos astronautas para «terraformar» ese
nuevo hogar en Alfa Centauro.

Los apunianos mantuvieron todo esto en «cuarentena» hasta que esos cientos de
cosmonautas terrestres se «adaptasen» a su nueva situación.

Así, con el tiempo, se produjo la mezcla entre los humanos y los «apunianos»,
siendo los descendientes de esta unión los depositarios de la verdad.

Aquellos «mestizos» tuvieron acceso a toda la información de las naves de sus


«ancestros» terrestres, y tomaron una decisión: volver a la Tierra para evitar que la
humanidad pase por la crisis que precipitó el viaje.
Los mestizos consideraban que más allá de la supervivencia de la especie humana, el
proyecto del viaje espacial era la consecuencia de haber descuidado la sana convivencia
en un planeta que era un paraíso de recursos y belleza.

Los apunianos se sentían identificados, pues perdieron a su mundo de origen,


situación que los había llevado a colonizar ese planeta de Alfa Centauro. De esta forma,
extraterrestres y mestizos idearon un proyecto para enviar una misión al «pasado» de la
Tierra y alertar al ser humano.

La particular «situación dimensional» de la Tierra —⁠ que ya mencioné cuando me


referí al «Plan Cósmico»— permitía a los apunianos hacer un viaje al pasado. Pero no
podían actuar por sí solos. Posteriormente se integrarían a la agenda de la denominada
«Confederación Galáctica», para asistir al planeta en todo tipo de misiones de ayuda…

Luego de esta última «visión», el «Teseracto» se «apagó»…

—Todo ello ocurrió en otra línea de tiempo ajena a la percepción actual de ustedes
—⁠ me explicó Ivika—. Somos conscientes que es muy complejo de entender, para una
criatura que se mueve habitualmente en un plano de conciencia tridimensional, las
diferentes realidades que ocurren en el Universo. Y esta que se te ha mostrado, que
pertenece a lo que llamarían «futuro», es el inicio del origen de algunos de nosotros…

—¿Por qué eligieron este momento para decirnos esto?

—Varios científicos de tu mundo han recibido nuestros mensajes y advertencias


sobre lo que has visto —⁠ habló firme Ivika—. No todos se han sensibilizado. Luego que
constatamos los avances de los científicos terrestres con el «Gran Acelerador de
Partículas», el paso previo al hallazgo del poder del «Minius», decidimos que era el
momento.

Entonces Aimana levantó el «Teseracto» hacia mi vista, mientras «Ivika» agregaba:

—No es el «Teseracto» en sí mismo lo que tiene poder. Sino el «Minius»…

Sin mayor titubeo, me acerque al misterioso cubo, intentado ver en su interior…

—No podrás ver al «Minius», es infinitamente pequeño e infinitamente poderoso. El


«Teseracto» solo lo contiene —⁠ intervino Antarel.
«Volveremos a ser uno»…

—Esta experiencia —continuó el gigante apuniano⁠ — constituye una importante


evaluación para nosotros y los pasos a seguir. Deseamos ver si pueden asimilar esta
información para pasar a una segunda etapa de revelaciones.

—¿Cuándo será esa segunda etapa de revelaciones? —⁠ pregunté.

—Si se dan las condiciones, luego del encuentro sugerido en Atacama —⁠ añadió
Ivika.

Mi mente estaba intentando ordenar toda esta información, importante y reveladora.


Había transcurrido 14 años desde que Antarel me puso tras la «pista» de esta historia…
Una historia que ahora se empezaba a completar con detalles que ni por asomo me
había imaginado…

—El mensaje es que deben seguir el camino trazado —⁠ siguió hablando Antarel—.
Te dijimos en el contacto de Monte Shasta que la transición de la Tierra a una realidad
superior estaba asegurada, y también el inicio del despertar de la humanidad; pero
deben mantener esa conciencia despierta y en equilibrio con sus acciones…

Tengan presente —aseveró— que están viviendo un tiempo crucial de decisiones.


Todo lo que decida el hombre en estos próximos años será gravitante para su futuro. Es
el gran paso final para el «redimensionamiento».

—Ahora podrán entender —habló Ivika—, que más que contactar con ustedes,
estamos conectando con sus «descendientes», y también con toda la gente que están
tocando con estos mensajes y que generará una reacción en cadena de cara al futuro. No
somos solo viajeros especiales, sino también del tiempo, por ello no podemos actuar tan
libremente en la Tierra, o con los testigos, salvo puntuales excepciones, ya que cualquier
movimiento en falso en nuestro accionar podría crear peligrosas paradojas.

—Nuestra misión ha involucrado muchas etapas —⁠ intervino Antarel—,


empezando por nuestra inserción en la cultura humana en diferentes épocas, viviendo
como ustedes, aprendiendo y observando. Nuestra base laboratorio, aquí, en
Huascarán, es en realidad una nave, la primera que llegó para este proyecto. Y, como
sabes, tenemos otras instalaciones semejantes en diversas zonas montañosas de tu
mundo.
Luego de la Segunda Guerra Mundial y las explosiones atómicas en Japón —
⁠ continuó Antarel—, empezamos a contactar a los habitantes de esta región andina.
Ellos fueron una muestra importante para nosotros: mientras otros seres humanos se
enfrentaban en una guerra, el hombre de aquí cultivaba el campo, amaba las montañas
y bendecía al Sol. Vlado tuvo contacto con nosotros después. Y como podrás
comprender, fue un importante nexo en nuestro estudio antropológico, ya que él había
sido soldado en esa guerra; un soldado por las circunstancias; un soldado que sufrió
por el dolor humano y que amó estas montañas tanto como la propia gente local.

—Intentamos evitar el desastre en Yungay —⁠ añadió Ivika—. Pero nos hallábamos


muy limitados en nuestro proceder, y tampoco nuestras advertencias fueron
escuchadas. La acción del hombre en detrimento del equilibrio del planeta se aprecia en
esta región y por ello es posible que se generen otros eventos destructivos en el futuro.
Estamos haciendo todo lo posible. Mas recuerden que ustedes tienen la llave para
modificar las cosas…

—Ivika, tú eres… mestiza… —le dije, por un impulso, en medio de esta


«conversación».

—Aimana y yo lo somos —respondió.

—Pero… —Profundamente emocionado, intentaba aquietarme para hacerles una


pregunta muy importante⁠ —. Si cambiamos esa «historia futura», cuidando el planeta y
la convivencia pacífica, ese viaje espacial a Alfa Centauro nunca se haría… Es decir…
Algunos de ustedes dejarían de «existir» en esa «línea de tiempo»…

—Hermano —me dijo Ivika, con una paz inconmensurable⁠ —, comprenderán que
en el Universo nada desaparece, solo se transforma… Volveremos a ser uno…

—Volveremos a ser uno —repitió Antarel.

Entonces se despidieron, no sin antes entregarme algunos mensajes personales…

Ivika también me anticipó que se sucederían todo tipo de noticias en el ámbito


científico relativas a lo que ellos me habían revelado. Y así ocurriría…

Luego de un nuevo fulgor emitido por el «Teseracto», que «operaba» la silenciosa


Aimana, me encontraba de regreso, en un instante, en Ichic Puna…

Me sentía mareado, como si fuera dos personas al mismo tiempo que intentaban
integrarse…
Volví al encuentro del grupo, y allí les compartí la extraordinaria experiencia y su
poderoso mensaje…

Recreación de Ivika, por Ramiro Rossi


Epílogo

El tiempo
Y hubo algunos «detalles» luego de este contacto. Hechos realmente curiosos que nos
hicieron encoger de hombros…

De regreso, en el hotel, Fernando López nos comunicó que toda la tarjeta memoria
de su equipo de visión nocturna, se había «borrado». No se explica cómo, pero ello
ocurrió cuando intentaba ver el contenido de la tarjeta en una computadora. Era
extraño. Intentamos rescatar todo lo filmado, pero fue en vano…

Ni el avistamiento de Llanganuco —que López logró captar⁠ —, ni la filmación de la


roca de Ichic Puna mientras yo vivía la experiencia, pudieron «resucitar» de las entrañas
de la tarjeta memoria. Curiosamente, luego del avistamiento de Llanganuco, el vídeo
del ovni era perfectamente reproducible en el display de la Yukon Ranger Pro. Podíamos
ver sin problemas el vídeo en esa pequeña pantalla que funciona como un accesorio de
los binoculares IR. Fue después de Ichic Puna, que se «borraron» todos los archivos…

«Hubiese sido interesante ver lo que el equipo infrarrojo —⁠ que también filma de
día— captaba en Ichic Puna durante el contacto», me decía. López lo había colocado
sobre un trípode, apuntando hacia la mencionada roca…

—Ivika nos anticipó esto —nos recordó López⁠ —. En el mensaje de Llanganuco nos
advirtió que no estuviésemos tan pendientes de sus manifestaciones…

Sin embargo, «algo» parecía haber quedado registrado de ese inolvidable contacto
en Ichic Puna…

Sol, con nuestra cámara semiprofesional Nikon P510, que solemos usar por su
facilidad de disparo y gran capacidad de aumento, me tomó una foto cuando bajaba de
la piedra, luego del contacto…

La imagen, que recién pudimos ver cuando regresamos al hotel —⁠ en donde


subimos los archivos de la cámara a mi computadora portátil—, nos dejó a todos
sorprendidos…

Era como un «guiño» de los extraterrestres…


En la citada fotografía —sacada en el modo automático⁠ —, se me veía,
efectivamente, caminando en medio de la maleza de Ichic Puna, solo que… me veía
«duplicado», como si fuese dos «Ricardo»…

Mi mente racional catalogó a esa imagen como la típica «foto movida». Y, de hecho,
lo quiero seguir viendo así… No hace falta una fotografía para que «acepte» lo que me
pasó… El contacto fue real y contundente…

Sin embargo, el «azar» —¿o no?— quiso que una «foto movida» representara
exactamente lo que me había pasado, y lo que le había narrado al grupo antes de ver las
fotos. De hecho, ni bien me reuní en Ichic Puna con el grupo luego del contacto, les
narré la experiencia y hay un registro de audio de ello —⁠ que hicimos para que no se
perdiera ningún detalle de lo transmitido por los extraterrestres—.

Como digo, esa foto nos puso a todos de cabeza…

Más tarde, se la mostré a dos fotógrafos profesionales, y les resultó por demás
extraña, ya que me hallo muy separado del «otro» Ricardo, como para decir que fue la
típica foto movida. Sol la tomó en automático, no en el modo «exposición», Y si bien es
cierto me encontraba en movimiento, estaba caminando muy despacio. Los fotógrafos
me dijeron que hubiese sido más esperable en estos casos que me vea doble o borroso,
pero no tan separado y con esa definición, como si fuese el error de revelado de las
cámaras antiguas de rollo, en donde se superponía dos fotografías. Y en este caso
estamos hablando de una cámara digital… Debo decir que en los dos largos años que
hemos utilizado esta cámara, tomando fotos de todo tipo a lo largo y ancho del mundo,
nunca nos ocurrió algo semejante…

Como fuese, tenga o no una explicación «técnica», aquella fotografía es un


extraordinario mensaje… Una forma de recordar —⁠ de no olvidar— lo que me
«mostró» el «Teseracto»…

En el hotel de Yungay, poco antes de tomar nuestro vuelo a Lima, Jorge León, el
guía de montaña, nos dio más datos sobre Ichic Puna: un prestigioso arqueólogo
colombiano, Alexander Herrera Wassilowsky, había visitado y estudiado el lugar, lo
que lo llevó a plantear la hipótesis de que esa roca «había sido colocada», pues está
alineada en determinadas fechas del año con la salida del Sol desde la cumbre del
Huascarán. Según León, se cree que en el pasado Ichic Puna pudo haber sido un lugar
de estudio de los solsticios y equinoccios.
El 17 de abril, solo cinco días más tarde de mi contacto en Yungay, era entrevistado
por el periodista mexicano Yohanan Díaz; y en esa conexión que hicimos a través de
internet, compartí el mensaje de los apunianos, incluyendo aquel evento en el «futuro»
en donde se realiza el viaje espacial humano hacia Alfa Centauro. La entrevista está
disponible en YouTube.

Dos semanas más tarde, se difundió la noticia de una investigación realizada por un
grupo de científicos de la Universidad de California, en donde se advertía que los
astronautas podrían perder la memoria y sus capacidades cognitivas al estar expuestos
a radiaciones cósmicas en el espacio profundo…

Días después, la NASA reveló el diseño de una nave espacial con velocidad «warp».
Este empuje permitiría propulsar una nave tripulada a una velocidad equivalente a
varios múltiplos de la velocidad de la luz, mientras se evitan los problemas asociados
con la dilatación relativista del tiempo. Este tipo de propulsión se basa en curvar o
distorsionar el espacio-tiempo, de tal manera que permita a la nave «acercarse» al punto
de destino…

Según declaraciones del físico Harold White —⁠ quien está a cargo de este
proyecto—, es teórica y prácticamente posible conseguir un motor que impulse una
nave para llevarnos a Alfa Centauro en solo dos semanas, medidas según el tiempo
transcurrido en la Tierra…

Los apunianos tenían razón: en esta época de nuestra historia se están tomando las
decisiones del «futuro»…

Es curioso que el viaje humano hacia Alfa Centauro se lleve a cabo desde una
instalación en la región de Atacama en Chile, justamente en la zona en donde funciona
el Observatorio de «La Silla», cuyas instalaciones albergan uno de los espectrógrafos
más modernos del mundo, el llamado «Buscador de Planetas por Velocidad Radial de
Alta Precisión» (High Accuracy Radial Velocity Planet Searcher, en inglés) HARPS, el que
tiene como objetivo observar planetas extrasolares. Como ya mencioné, fue
precisamente ese observatorio el que detectó aquel planeta próximo a la estrella Alfa
B…

Desde que compartí mi testimonio, gente que sigue mi trabajo y otros


investigadores, me han estado enviando todo tipo de informaciones que le dan mucho
sentido al relato de los apunianos, desde los últimos avances del LHC —el «Acelerador
de Partículas»—, a las declaraciones del cosmonauta ruso Alekséi Leonov —⁠ el hombre
que hizo la primera «caminata espacial», el 18 de marzo de 1965—, quien aseguró en
recientes entrevistas que se debía enviar niños muy entrenados en los futuros viajes
espaciales…

Todas estas informaciones han dado la vuelta al mundo, así que, en una sencilla
búsqueda en la red, el lector las podrá corroborar rápidamente.

«El tiempo» —resonaba esta palabra en mi mente⁠ —, es una de las piezas llave para
comprender todo esto…

¿Qué es entonces la realidad? ¿Cómo funciona lo que llamamos «presente»,


«pasado» y «futuro»? ¿En qué punto nuestra existencia se conecta con las distintas
posibilidades en el Universo?

Imposible contestarlo…

Empero, esta experiencia de contacto con los apunianos me dejó algo claro: somos
capaces de modificar las cosas si tenemos conciencia de los acontecimientos.

Y, si desde nuestro lugar de percepción en el espacio-tiempo, elegimos el camino


correcto, que se basa en el amor y el servicio, esa fuerza se replicará, como una suerte de
«proyección fractal», hacia todo el tejido cósmico.

Hay cosas que a la mente le costará entender…

Pero hay otras que el corazón sabrá «reconocer»…

Sé que el mensaje llegará a quien tenga que llegar…

No estamos solos…

Y nosotros somos ellos…

Ricardo González
En Buenos Aires, 24 de mayo de 2015
«El doble»…

Arriba: la misteriosa foto de Ichic Puna…

La colocamos a color en esta edición digital para su mejor visualización.

¿Solo una imagen «movida»? ¿Un «capricho» del destino? O, sea cual fuese la
«explicación», ¿un mensaje de «ellos»?

«Todo por los demás…»

Mensaje apuniano
Ricardo González nació en Lima, el 21 de abril de 1974. Es uno de los contactados más
importantes de Latinoamérica, y uno de los pocos en ir más allá de su testimonio y
enriquecerlo con la investigación. Ha publicado 11 libros sobre su experiencia de
contacto, varios de ellos con Ediciones Luciérnaga del Grupo Planeta.

Ha dado conferencias y participado de Congresos en más de 40 países, entre ellos Suiza,


Francia, Italia, España, Canadá, Estados Unidos, México, República Dominicana,
Colombia, Brasil, Chile o Argentina. Es entrevistado frecuentemente para importantes
programas de radio y TV a escala internacional. Además, en Canal 13 de Asunción,
incursionó como conductor y productor de Enigmas, que ganó el Premio Paraná al
mejor programa de investigación.

Ricardo ha dado varias veces la vuelta al mundo, investigando lugares de poder


«imposibles», como las pirámides de México y Egipto, el desierto de Gobi en Mongolia,
las selvas del Mato Grosso en Brasil, la Cueva de los Tayos o el enigma de Paititi.

Desde su adolescencia está en contacto con seres extraterrestres, a quienes afirma haber
visto físicamente, solo o acompañado de otras personas, e incluso haber estado en el
interior de sus naves. Su testimonio es conocido no solo por sus experiencias con el
fenómeno ovni, sino principalmente por las expediciones que llevó a cabo a varios
puntos del planeta para conectar con una sociedad de sabios intraterrestres: un enigma
que se puede hallar aún vivo en viejas leyendas budistas que hablan de Shambhala.
Fruto de esas experiencias recibió la información de los 13 Discos Solares de la
Hermandad Blanca en 2001, tarea que dio a conocer en todo el mundo, y la existencia de
una ciudad perdida bajos lo hielos de la Antártida, llamada Kayona.

Ricardo González vive actualmente en Buenos Aires, Argentina.


Notas
[1] www.mintakaofficial.com <<

[2] Entre los diversos libros que publicó en Perú, en «Apu, un mundo sin dinero» y «170
horas con extraterrestres», describe sus experiencias con los «apunianos». <<

[3] www.planetabenitez.com <<

[4] En 1968, a través de la APRO, Richard Greenwell publicará su libro «Un estudio
sobre los ovnis», dedicando un capítulo entero a los reportes de ovnis en el Perú. <<

[5] «El legado cósmico», Cecosami, Lima, 2002. <<

[6] En mi libro, «Nuestros Lazos Extraterrestres» (Ecis Publicaciones, Buenos Aires,


2004), ya hice un repaso de esa historia cósmica. <<

[7] Edgar Mitchel es un reconocido astronauta, piloto del módulo lunar en la misión
Apolo 14 y el sexto hombre en caminar en la luna. Mitchell ha denunciado
reiteradamente que la NASA y el gobierno de los Estados Unidos han ocultado
información relativa a visitas extraterrestres. <<

[8] «Y conocimos gente de otros mundos», José Carlos Paz, 1991, CS Ediciones, Buenos
Aires. Con Prólogo de Fabio Zerpa. <<

[9] Ediciones Luciérnaga, Grupo Planeta España (2011). <<

[10] Lo describo en mis libros «El legado cósmico» (Cecosami, Lima, 2002) y en «Al
interior de una nave extraterrestre» (EOS Publicaciones, Buenos Aires, 2010). <<

[11] En mi sitio web, www.legadocosmico.com, y en mi canal de YouTube, hemos


subido las distintas imágenes de lo que hemos captado en las diferentes experiencias de
contacto. <<

[12] En Córdoba, Argentina, un individuo, desde el año 2013, empezó a presentarse al


público con el nombre de «Antarel Elohim». Desde luego, nuestra experiencia de
contacto con el extraterrestre de Apu no tiene nada que ver con ese posterior delirio
mesiánico. Antarel no es ningún «ángel» o «energía dimensional», sino un ser concreto
y biológico, que ha sido visto por múltiples testigos. Nosotros reprobamos ese tipo de
situaciones, que solo confunden el mensaje real del contacto. <<
[13] Narro esta historia y la leyenda del Paititi en mi libro: «Los Maestros del Paititi»,
reeditado por Ediciones Luciérnaga del Grupo Planeta España. <<

[14] En mi libro, «Talampaya, la otra historia de Erks» (Ecis Publicaciones, Buenos


Aires, 2013) detallo las distintas experiencias que hemos vivido en ese enclave
argentino. <<

[15] http://www.nasa.gov/home/hqnews/2012/oct/HQ_12-
366_NASA_Statement_Alpha_Centauri.xhtml <<

[16] En una nota publicada por el diario «La Vanguardia», el 17 de octubre de 2012. <<

[17] http://exopolitics.org/wp-content/uploads/2013/08/vol-4-2-Gonzales-precopy.pdf <<

[18] https://www.youtube.eom/watch?v=2GTKlDrCijQ <<

[19] Entrevista de Paola Harris al ex Ministro de Defensa de Canadá, Paul Hellyer:


https://www.youtube.com/watch?v=_TfnHotio8U <<

[20] Uno de los vídeos del contacto en Shasta se puede ver aquí:
https://www.youtube.com/watch?v=4DS7p4vZ7yU <<

[21] En ese contacto ocurrido en el Licancabur, Antarel ya había «ensayado» el gesto de


acercar su mano hacia mi pecho… En aquella ocasión, solo había sido el roce de su
dedo. Describo la experiencia en mi libro «Kayona y los dioses de Mu» (Ecis
Publicaciones, Buenos Aires, 2013). <<

[22] http://paolaharris.com/english/home-page/an-encounter-with-antarel-at-mt-shasta
<<

[23] http://www.newscientist.com/article/dn24068-gravity-map-reveals-earths-
extremes.xhtml#.VWS3zGR_NHx <<

[24] El término «Teseracto» fue acuñado por primera vez en 1888 por el matemático
inglés Charles Howard Hinton. Básicamente se define como un cubo desfasado en el
tiempo. Por supuesto, no podemos ver a ese «hipercubo» en la cuarta dimensión, ya que
solo se verían los puntos que tocan nuestro universo, así que con suerte veríamos un
«cubo común» únicamente en el caso de que el hipercubo toque el espacio 3D en forma
paralela a una de sus hipercaras. <<
[25] Este término ya había sido utilizado por los apunianos en los contactos que
sostuvieron con Vlado Kapetanovic. <<

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