Ética Utilitarista Productos Origen Animal Tesis
Ética Utilitarista Productos Origen Animal Tesis
Ética Utilitarista Productos Origen Animal Tesis
LA ÉTICA UTILITARISTA DE CONSUMIR PRODUCTOS
DE ORIGEN ANIMAL
________________________________________
_________________________________________
Luis
Alberto
Villa
Durán
Ángela
Amarillo
Decano
Académico
Directora
Carrera
de
Ecología
________________________________________
Lucas
Sierra
Vélez
Director
de
Trabajo
________________________________________
_________________________________________
Martha
Jeaneth
Patiño
Barragán
Francisco
González
L.
de
G.
Jurado
Jurado
TABLA DE CONTENIDO
Pág.
LISTADO DE FIGURAS Y TABLAS ………………………...…………………. 3
AGRADECIMIENTOS…………………………………………………………..... 4
DEDICATORIA ………………………………………………………..…………. 6
INTRODUCCIÓN ………………………………………………………………… 7
2.7. Los efectos sobre la salud ………………………………………………... 35
CONCLUSIONES………………………………………………………………... 71
BIBLIOGRAFÍA…………………………………………………………………. 75
LISTADO DE FIGURAS
Pág.
Figura 1. Número aproximado de individuos que nacen por año ………………… 26
Figura 3. Número de habitantes (en millones) en 2010 que sufren de hambre, según el
área geográfica …………………………………………………………………….. 36
Figura 5. Libras de proteínas utilizables por acre para diferentes alimentos ……... 38
LISTADO DE TABLAS
AGRADECIMIENTOS
A Maria José Salazar, por mostrarme que la vida es muy valiosa y que existen
verdaderas razones para luchar, sin importar nuestros intereses personales. Por ser un
modelo a seguir en esta bella vida que estoy comenzando. Porque, gracias a sus consejos
y ayuda, este trabajo se pudo llevar a cabo. Te admiro, gracias por ser mi amiga.
A Nikolaus Friedrich, porque fuiste una gran ayuda durante este proceso, y
porque creíste desde el principio que podía lograrlo. Por brindarme la oportunidad de
soñar y de ser feliz. Las oportunidades que me has brindado me han ayudado a abrir los
ojos a la realidad y a ser mejor persona.
4
A Adriana Narváez, mi mamá, por enseñarme a tratar a todas las personas por
igual y por enseñarme la rebeldía que me ha ayudado a superar las barreras. Te amo.
Gracias por darme la vida.
A Jorge Contreras, mi papá, por haber sido siempre un buen ejemplo. Por
enseñarme que podemos llegar a ser lo que queremos sin tener que pasar por encima de
nadie. Te debo mucho de lo que soy. Te amo. Gracias por darme la vida.
A Ángela Amarillo, por permitir que ésta tesis se llevara a cabo. Por confiar en mí
incluso en los momentos más críticos.
A Fiona y Luna, por demostrarme que no existen diferencias relevantes entre los
animales no humanos y los humanos.
5
6
INTRODUCCIÓN
El consumo de productos de origen animal es una práctica que, aunque suele levantar
escasos cuestionamientos morales, es causante de una gran cantidad de sufrimiento y
miseria. La indiferencia generalizada hacia la ética de consumir animales se debe, en
buena parte, al desconocimiento de las personas sobre las condiciones en que se producen
los animales y las consecuencias ambientales de la industria de la producción animal. Sin
embargo, este tema es discutido abiertamente en las mejores universidades del mundo, lo
cual se debe, especialmente, a que cada vez más estudios científicos señalan los peligros
de la producción animal para el ambiente y para la salud humana. Pero también se debe a
que muchos filósofos y científicos importantes han señalado las terribles incongruencias
que rodean nuestras actitudes hacia los demás animales.
Los sistemas éticos predominantes construyen barreras imaginarias que separan a
unos seres humanos de otros y a nuestra especie de todas las demás, entorpeciendo
gravemente el progreso moral de la humanidad. Pero ha llegado el momento de cambiar
esta situación. Las ciencias naturales y la filosofía secular han puesto en evidencia la
falsedad de dichos sistemas morales y nos han entregado las herramientas para construir
una ética racional y realista. Este trabajo encuentra su justificación en la necesidad de
reducir el terrible sufrimiento que viven a diario miles de millones de animales no
humanos y cientos de millones de humanos, así como en la necesidad de mostrar que las
7
soluciones a estos problemas están en nuestras manos. Y para esto no tenemos más
alternativa que tratar de hablar con la verdad: estamos obligados a tomar conciencia sobre
el impacto de nuestra alimentación en el bienestar de los animales, humanos y no
humanos, con que compartimos este planeta.
El objetivo general de este trabajo es mostrar que el consumo de productos de
origen animal es una práctica que muchos seres humanos debemos abandonar para llevar
una vida ética. Queremos mostrar que la forma en que son criados los animales en los
sistemas industriales les produce una gran cantidad de sufrimiento y que consumir sus
productos es una práctica extremadamente nociva para el ambiente, que pone en riesgo el
futuro del planeta. También queremos mostrar que nuestros conocimientos científicos
refutan la ética tradicional de nuestro trato a los animales no humanos y que, además,
soportan la idea de borrar el abismo de consideración moral entre nosotros y los demás
animales. Nuestra posición ética es la de una teoría conocida como utilitarismo, la cual es
reconocida por su coherencia y su afinidad con las ciencias naturales. Así pues, queremos
mostrar que el utilitarismo puede ser defendido con éxito y puede ser puesto en práctica
por la mayoría de personas. Por último, queremos mostrar las exigencias que plantea la
ética utilitarista sobre nuestro trato a los animales no humanos. Somos conscientes de que
la ética es un terreno difícil y de mucho cuidado, pero creemos que tenemos argumentos
fuertes para defender nuestra posición y para llegar a conclusiones correctas. Sin
embargo, muchos aspectos filosóficos relevantes han tenido que ser abordados
superficialmente, o dejados por fuera, debido a la naturaleza y el propósito de este
trabajo.
En el primer capítulo examinaremos las consecuencias de la producción industrial
en el bienestar y el sufrimiento de los animales, mientras en el segundo examinaremos los
impactos de la producción animal sobre el ambiente. Para estos dos capítulos nos
basaremos en estudios científicos realizados por algunas instituciones y organizaciones
internacionales, así como en los datos y los argumentos presentados por Peter Singer y
Jim Mason en su libro Somos lo que comemos: la importancia de los alimentos que
decidimos consumir.
En el tercer capítulo, haremos una introducción general a la ética del utilitarismo,
la defenderemos de alguna objeciones comunes y discutiremos las implicaciones de la
8
9
PRIMERA PARTE
LOS HECHOS
10
Capítulo 1
11
1.1.1. Pollos
Estas aves deben vivir hasta la madurez y seguir procreando el máximo tiempo
posible. Si se les diera toda la comida necesaria para saciar su apetito, engordarían
tanto que morirían antes de alcanzar la madurez sexual. Y los que llegaran a
sobrevivir serían incapaces de reproducirse. En consecuencia, los criadores racionan
la comida que dan a estas aves y la reducen a un 30-40 % de lo que comerían para
saciar su apetito (2009, p. 49).
Estos días de escaso alimento provocan en las aves un deseo desesperado por beber
agua, razón por la cual ésta también se les raciona durante dicho periodo. Por eso las aves
pasan la mayor parte de su tiempo picoteando el cemento con la ilusión de encontrar algo
de comida. Criar aves para que tengan más apetito, es decir, para que sientan un hambre
muy intensa, y luego limitar su alimento para mantenerlas hambrientas, es una práctica
12
cruel. Los pollos que nacen en estos sistemas crecen con rapidez y viven solamente hasta
pasadas seis semanas, momento en el cual son capturados, enjaulados violentamente y
transportados a un matadero. Debido a que el proceso de captura debe llevarse a cabo de
forma rápida, los operarios agarran a los pollos de una sola pata, de a cuatro o cinco en
cada mano1, con el ánimo de evitar prácticas económicamente perjudiciales. “Colgando
de una pata, las aves, asustadas, aletean y se retuercen, y suelen acabar con las caderas
rotas o desencajadas, con las alas quebradas y con hemorragias internas” (Singer &
Mason, 2009 p. 49).
Seguido al proceso de captura y encarcelamiento, los pollos deben viajar
apretados en jaulas, muchas veces por largos periodos de tiempo. Ya en el matadero, los
animales son puestos rápidamente con los pies amarrados a unos grilletes metálicos en
una cinta transportadora, la cual se mueve en dirección hacia el degolladero.
Nuevamente, lo más importante en el proceso es la velocidad, ya que el matadero cobra
en función de los kilos de pollo que salen de la línea. Los mataderos modernos suelen
sacrificar de 8 a 10 mil pollos por hora, es decir, 170 pollos por minuto. A esta velocidad
es casi imposible velar por el bienestar de las aves (CIWF, 2002).
El paso siguiente es sumergir las cabezas de los pollos en agua caliente
electrificada para aturdirlos2, antes de ser degollados. Este método de aturdimiento hace
que las aves permanezcan inconscientes durante muy cortos periodos de tiempo (CIWF,
2005), por lo cual es común que muchos individuos continúen vivos y conscientes
durante todo el proceso. Luego, los pollos son arrojados a tanques de agua hirviendo.
Mientras están siendo cocinados vivos, estos animales aletean, chillan, patalean y se les
salen los globos oculares. Además, quedan con huesos rotos y sin algunas partes del
cuerpo, las cuales suelen perder durante el forcejeo dentro del tanque (Singer & Mason,
2009, p. 51).
Cabe resaltar que los pollos de engorde sufren de muchas enfermedades a causa
de las condiciones de producción. La velocidad anormal en el crecimiento de estos
animales se debe a modificaciones genéticas, las cuales llevan a los animales a sufrir
1
Las directrices del National Chicken Council estipulan que la cantidad máxima de aves por cada mano es
de cinco. (Singer & Mason, 2009 p. 49).
2
“En Estados Unidos la ley no exige aturdir a las aves (pollos, patos, pavos) antes de matarlos” (Singer &
Mason, 2009 p. 49).
13
14
que les provoca un dolor agudo y crónico. El pico de las gallinas es una estructura
anatómica repleta de terminaciones nerviosas que les permite interactuar con el suelo
para buscar alimento, además de ser importante para su acicalamiento y entretenimiento.
(Singer & Mason, 2009 p. 66). Según la FAWC (2009), el corte del pico es un insulto
grave para el bienestar de las gallinas, pues esto les significa la pérdida de su herramienta
sensorial principal.
En los sistemas industriales, las gallinas son expuestas a luz artificial que recrean
condiciones permanentes de verano. Esto reduce sus periodos de inactividad y las obliga
a estar en permanente producción. Tras un año bajo este régimen, las gallinas se
encuentran débiles y comienzan a producir huevos en menor cantidad. Para extender la
producción unos pocos meses más, comúnmente se les suspende el alimento hasta por 14
días (WSPA, 2007). Las aves que sobreviven a esta práctica pierden cerca del 30 % de su
peso corporal (Singer & Mason, 2009 p. 64).
Estas condiciones de vida tienen otras consecuencias negativas sobre el bienestar
de las gallinas. Éstas sufren de osteoporosis (debilidad ósea) debido a la falta de ejercicio,
y es común que lleguen al final de su vida con varios huesos partidos o incluso
desintegrados. Esta enfermedad es una de las principales causas de mortalidad en gallinas
ponedoras de sistemas de jaulas en batería (CIWF, 1999). Por último, los polluelos
machos que nacen de los huevos originalmente destinados para producir gallinas
ponedoras son arrojados vivos dentro de canecas de basura, pues no generan ningún
beneficio para la industria, tanto de pollos3 como de gallinas (Singer & Mason, 2009 p.
67).
1.1.3. Pavos
Los pavos son criados para que su pechuga crezca de forma exagerada, a tal punto
que no pueden aparearse de una manera natural, razón por la cual los productores deben
recurrir a la inseminación artificial. Pero el sufrimiento que causa esta práctica en los
animales es irrelevante para los productores, para quienes lo único importante es el
3
La industria del pollo no admite polluelos machos porque no se han criado para aumentar de peso con
rapidez.
15
rendimiento económico. La primera fase del proceso consiste en la recolección del semen
y la segunda es la inseminación como tal. Ambas etapas son traumáticas para los
animales manipulados (CIWF, 1997).
En la primera fase, los machos son tomados por la fuerza de las patas y son
puestos boca abajo sobre un banco, de modo que un trabajador pueda apretar la cloaca
hasta que salga el semen, el cual es recogido en una jeringa. En la segunda fase, se toma a
las hembras de todas las patas con una sola mano y se las pone cabeza abajo para ser
manipuladas. Mientras con una mano se levantan las plumas de la cola y la rabadilla, con
la otra mano se jalan las patas de las aves hacia abajo, forzándolas a abrir la cloaca y a
dejar al descubierto el oviducto. El último paso es introducir el semen por este conducto a
través de una cánula conectada a un compresor de aire. Durante este procedimiento las
pavas no dejan de batir las alas y retorcerse de miedo, dejando claro que no les gusta
nada, a pesar de lo cual son obligadas a pasar por esto cada semana durante más de un
año. (CIWF, 1997; Singer & Mason, 2009).
En la actualidad más del 90 % de los cerdos son criados bajo condiciones de alto
confinamiento en naves abarrotadas de cemento y acero. Los cerdos no pueden salir al
exterior, no tienen la oportunidad de hozar la tierra (actividad que en condiciones
16
normales ocuparía gran parte de sus días) y son obligados a vivir y dormir sobre una
superficie de cemento.
La situación de las hembras reproductoras es la más preocupante. Sus celdas de
barrotes son tan pequeñas que no les permiten realizar ningún movimiento. Las cerdas se
ven forzadas a parir una vez tras otra, lo que quiere decir que pasan gran parte de su vida
preñadas. El lugar de gestación en el cual son puestas las cerdas durante las 16 semanas
que dura la preñez es un compartimento un palmo más largo que sus cuerpos y tan
estrecho que no pueden ni darse la vuelta. En Estados Unidos y Europa, cerca del 90 %
de las cerdas viven en estas condiciones, mientras que la cifra para la industria a nivel
mundial es del 80 % (Singer & Mason, 2009, p. 73). Pero, sin importar las terribles
condiciones en las que viven estos animales, las granjas siguen produciendo al mismo
ritmo.
La vida de los lechones no es mucho mejor que la de sus madres. Para prevenir
que los cerdos de estos sistemas intensivos no se lastimen entre ellos, los lechones son
descolmillados y descolados. Los comportamientos agresivos son mucho más comunes
en cerdos bajo confinamiento (los que no pueden entretenerse) que en cerdos silvestres o
criados humanitariamente, pues estos últimos pasan mucho tiempo hozando, explorando
y jugando. La castración se lleva a cabo cuando los lechones tienen 10 días de nacidos y
es una práctica que, como las demás mutilaciones (el descolmille y el descole), es llevada
a cabo sin ningún tipo de anestésico, con la excusa de ahorrar unos pocos pesos (CIWF,
2006 b; Singer & Mason, 2009, p. 78)
Un hecho lamentable es que, mientras en condiciones más naturales los lechones
maman durante al menos 9 semanas, en las granjas industriales son destetados cuando
tienen algo más de 2 semanas. Alargar la lactancia más tiempo impediría que la cerda
quedara preñada nuevamente durante ese periodo, lo que reduciría su productividad. Las
cerdas vuelven a quedar preñadas por cópula directa o por inseminación artificial en
cuanto entran en celo (CIWF, 2006 b).
Muchos de los estudios realizados sobre el transporte de estos animales muestran
que los cerdos son vulnerables a largos recorridos, suelen vomitar debido al movimiento
del vehículo y pueden empezar a sufrir deshidratación después de 8 horas de viaje. Los
estudios insisten en que la tasa de mortalidad de los cerdos puede ser reducida
17
Cuando los terneros nacen, reciben un implante con una hormona sintética
parecida a la testosterona y que usan algunos deportistas para desarrollar la musculatura.
Lo curioso de esto es que, aunque en Estados Unidos existen regulaciones y restricciones
con respecto al uso de esteroides en humanos, dárselos al ganado es una práctica habitual
que pasa por alto las consecuencias sobre el bienestar de los animales y sobre la salud
humana. Esto se debe a que el único interés de los ganaderos es que sus terneros
desarrollen músculos grandes de forma rápida para obtener más ganancias económicas
(Singer & Mason, 2009, p. 90-91).
En los sistemas intensivos de producción industrial, la alimentación del ganado no
es a base de hierba. Estos animales son alimentados con pienso elaborado a base de
granos. Los rumiantes tienen un sistema digestivo que ha evolucionado para
descomponer hierba. Si no obtienen fibra suficiente, estos animales liberan ácido láctico
en el rumen, lo que les produce gases y les provoca la llamada hinchazón del cebadero,
una enfermedad tan grave que puede llevarlos a sufrir una muerte por asfixia. Para el
18
ganado, seguir una dieta a base de maíz es casi lo mismo que si nosotros nos
alimentáramos exclusivamente de golosinas. Podríamos vivir con esos alimentos durante
un tiempo, pero duraríamos muy poco en enfermar. A diferencia de nosotros, las vacas
enfermas no son tratadas, pues lo importante para los productores es que los animales
lleguen vivos al matadero. Proveer antibióticos diariamente permite reducir la mortalidad
del ganado en la fase de ceba, en la cual las reses alcanzan el peso del mercado a los 14
meses, mientras en condiciones naturales esto tomaría alrededor de 18 a 24 meses (Singer
& Mason, 2009, p. 90).
Pero el maíz no es lo único extraño que estos animales reciben para su
alimentación. Desde hace más de cuarenta años, los despojos de los mataderos son
ingredientes del pienso para el ganado, debido a su bajo costo y a que añaden proteína a
la dieta. Al parecer, después del problema con las vacas locas, varios países prohibieron
la inclusión de restos animales en la alimentación del ganado. Sin embargo, según Singer
y Mason, “en Estados Unidos aún está permitido que el pienso para ganado contenga
sangre y grasa de vacuno, además de gelatina, sobras de restaurantes, carne de pollo y de
cerdo, y desperdicios de granjas avícolas que incluyen materias fecales, aves muertas,
plumas y restos de pienso” (2009, p. 92).
Durante el transporte, las reses son metidas en camiones, en los cuales
permanecen de pie largas horas de viaje, sin acceso a alimento y agua, y sin el espacio
suficiente para moverse. Esta situación causa en los animales altos niveles de estrés,
deshidratación y agotamiento, además de muchas lesiones causadas por el movimiento y
el confinamiento (CIWF, 2003). En días de altas temperaturas, los viajes suelen ser
peores para los animales, debido a que muchos se asfixian por falta de ventilación en los
camiones. Por esta razón, existe una alta tasa de mortalidad durante el transporte, la cual
varía según la duración del viaje. Trayectos de más de 8 horas se consideran críticos para
estos animales (CIWF, 2008).
A pesar de que la ley estadounidense estipula que los mamíferos para consumo, a
diferencia de las aves, deben ser aturdidos antes de ser sacrificados, la realidad es muy
diferente. Según un estudio de 2002 realizado por Temple Grandin, profesora de la
Universidad Estatal de Colorado y diseñadora de mataderos, únicamente el 94 % de los
mataderos aturdían a las reses en el primer intento, con una eficacia del 95 %. Esto
19
Los terneros que nacen en granjas lecheras son criados para ser vendidos como
carne de ternera de leche, son utilizados para la fabricación de comida para gatos y
perros, y los más fuertes son criados para engorde. Los terneros que serán consumidos
como carne de ternera pasan 16 semanas encerrados en un caja de madera tan estrecha
que no les permite ni siquiera darse la vuelta. Su alimentación se reduce exclusivamente a
un substituto de la leche4 con niveles muy bajos de hierro, el cual les provoca anemia
subclínica. Este procedimiento se lleva a cabo por las exigencias de los consumidores,
quienes desean comer carne de ternera de color rosa pálido y de textura tierna. Ésta se
distribuye principalmente a restaurantes costosos, los cuales venden este plato a precios
muy altos. Debido a esto, “al ternero se le niega una cama de heno o paja: si la tuviera, su
deseo de fibra y de mordisquear algo harían que se la comiera y, como contiene hierro, le
cambiaría el color de la carne. Si el cajón tuviera elementos de hierro el ternero los
lamería, y si pudiera darse la vuelta lamería su propia orina para satisfacer su necesidad
de este elemento” (Singer & Mason, 2009 p. 85-88).
Los terneros jóvenes no se encuentran en condiciones adecuadas para realizar
viajes. Sus sistemas inmunológicos no están completamente desarrollados y no son
capaces de controlar su temperatura corporal, siendo susceptibles tanto al calor como al
frío. Esto explica las altas tasas de mortalidad durante la fase de transporte (CIWF, Long
distance animal transport in Europe: a cruel & unnecesary trade, 2008; CIWF, 2003).
4
Es una mezcla líquida que contiene productos lácteos en polvo, almidón, grasas, azúcar, antibióticos y
aditivos (Singer & Mason, 2009 p. 88)
20
Muchas personas creen que las vacas lecheras llevan una vida natural y que
nosotros sólo consumimos la leche sobrante que no toma el ternero (Singer & Mason,
2009 p. 84). En la actualidad, las vacas lecheras producen tres veces más leche de la que
producían 50 años atrás. Las vacas son animales criados para producir la mayor cantidad
de leche posible. Cada dos semanas se les aplica una inyección de BST o somatotropina
bovina (hormona de crecimiento) para aumentar un 10 % la producción de leche. En
Estados Unidos y en muchos países en desarrollo, el empleo de la BST está permitido,
pero en Canadá y en la Unión Europea está prohibido por sus efectos en la salud y el
bienestar de los animales. Además de las molestias que causa en las vacas la inyección,
esta droga les puede provocar mastitis, una dolorosa infección que afecta a una de cada
seis vacas lecheras en los Estados Unidos. Al igual que las mujeres, las vacas comienzan
a dar leche únicamente después de haber parido y su producción comienza a disminuir
seis meses después del nacimiento (CIWF, 1998). Por lo tanto, son fecundadas
prácticamente cada año mediante inseminación artificial. “En condiciones naturales, un
ternero mamaría de su madre durante seis meses y el vínculo entre madre y cría sería muy
fuerte durante este periodo, pero el negocio de las granjas lecheras es vender la leche, no
dársela a los terneros” (Singer & Mason, 2009 p. 86).
En un estudio realizado por la Universidad de Cornell, se calculó que habrá una
disminución de granjas lecheras en los Estados Unidos. En el año 2000 existían 105.000
granjas, y se espera que para el 2020 sean sólo 16.000, pero tanto la leche producida,
como el número de vacas seguirá en aumento (LaDue, Gloy, & Cuykendall, 2003).
La pesca comercial, así como sus métodos, se han vuelto más productivos pero a
la vez más despilfarradores. Cada vez se utilizan barcos y redes más grandes, los cuales
capturan más animales sin importar las consecuencias sobre el bienestar de los afectados.
Sus formas de pesca dañan el lecho marino y capturan especies no deseadas. Estos
animales reciben el nombre de descartes y simplemente son lanzados por la borda en
21
1.4.1. Piscifactorías
Las prácticas de acuicultura intensiva suelen exponer a los peces a una serie de
factores de estrés, como la manipulación, la vacunación, el hacinamiento, la clasificación,
el hambre, la carga y el transporte. A pesar de que se puede aliviar en cierta medida el
sufrimiento de estos animales cuando se realizan buenas prácticas de manejo, estos
factores de estrés son inherentes a la acuicultura intensiva (CIWF, The welfare of farmed
fish , 2009). Las industrias suelen dividir a los peces de acuerdo a su tamaño, pues los
más grandes tienden a comerse a los pequeños. Este proceso de clasificación se realiza de
tres a cinco veces durante la cría, sacando a los peces de las jaulas con redes o con
bombas para luego dejarlos caer sobre una serie de barras que sólo dejan pasar a los más
pequeños. La permanencia de estos animales en lugares cerrados, así como los procesos
de selección, aumenta los niveles de estrés y provoca conductas anormales, parásitos,
abrasiones y una mortalidad muy elevada. Los peces son privados de alimento de 7 a 10
días antes de ser sacrificados, con el fin de mantener sus intestinos vacíos y reducir el
riesgo de contaminación de la carne (Singer & Mason, 2009 p. 168).
El sacrificio de peces no cuenta con ningún tipo de regulaciones, a diferencia de
lo que sucede en el caso de los mamíferos, por lo cual los métodos que se utilizan pueden
llegar a ser muy crueles. En ocasiones se les deja morir de asfixia, lo que puede tomar
hasta 15 minutos. Los peces grandes, como el salmón, suelen ser asesinados de un golpe
en la cabeza, pero no siempre mueren al instante. Muchos resultan simplemente heridos y
llegan conscientes al momento en que los abren (Singer & Mason, 2009 p. 168). Otro de
los métodos utilizados consiste en inyectar dióxido de carbono en el agua. Durante medio
22
La muerte de los peces que son capturados en mar abierto no es menos cruel que
la de las piscifactorías. Una vez enganchados en las grandes redes de pesca, los peces
forcejean durante horas intentando escapar. Luego son levantados y, cuando se asoman a
la superficie, son atravesados por arpones que los suben hasta la cubierta, en donde se
23
matan a garrotazos o cortándoles los opérculos hasta que mueren desangrados (Singer &
Mason, 2009 p. 169).
Otro método de pesca consiste en la utilización de redes de enmalle, las cuales
pueden llegar a tener hasta 2 km de largo. Las redes se encuentran diseñadas para
aprovechar la forma aerodinámica de los peces. Cuando éstos pasan la cabeza por la
malla no pueden regresar y en el intento por salir se hieren y hasta pueden morir
desangrados. Este proceso puede durar mucho tiempo debido a que las embarcaciones
dejan las redes durante días.
24
Capítulo 2
25
60.000 millones de animales al año son usados globalmente para la producción de carnes,
leche y huevos. Siguiendo las predicciones de la FAO (2008), esta cifra podría llegar a
120.000 millones en el año 2050.
Figura 1. Número aproximado de individuos que nacen por año (Modificado de WSPA 2009).
26
• Óxido Nitroso (N2H), el cual se encuentra en los fertilizantes minerales utilizados para
el abono de los cultivos con que se alimenta a los animales.
• La respiración de los animales de producción (en CO2)
• Fluorocarbonados, necesarios para la refrigeración de los productos.
• Disposición de las grandes cantidades de desperdicios líquidos que generan los
sistemas de producción animal, y de otros desperdicios como huesos, grasas, y
productos dañados. Estos generan grandes cantidades de GEI cuando se dejan en
botaderos, cuando son incinerados y cuando son depositados en ríos y afluentes.
• Producción, distribución y disposición de desperdicios, tales como cuero, plumas, piel,
pelaje y sus empaques.
• Producción, distribución y disposición de paquetes usados para los productos de los
sistemas industriales pecuarios, los cuales, debido a razones sanitarias, son más
perjudiciales que sus alternativas.
• Tratamientos médicos intensivos con carbono en millones de casos de enfermedades
zoonóticas a nivel mundial (como la gripa porcina) y enfermedades crónicas
degenerativas (como enfermedades coronarias del corazón, cáncer, diabetes, e
hipertensión llevando a ataques o derrames cerebrales) ligadas al consumo de
productos de origen animal. Se contabilizaron los GEI atribuidos a los productos de
origen animal, los cuales hacen parte de la construcción y operación de industrias
médicas y farmacéuticas usadas para tratar estas enfermedades.
• La cocción de la carne, la cual típicamente necesita de altas temperaturas y largos
periodos de tiempo. Además, en los países en desarrollo la cocción consume grandes
cantidades de carbón de leña (reduce la absorción de carbono por la tala de los
árboles) y petróleo, cada uno de los cuales emite altos niveles de gases invernadero.
27
Figura 2. Concentración atmosférica de dióxido de carbono en el mundo, desde 1960 hasta 2008.
5
La capacidad de la Tierra de mantener el carbono fuera de la atmósfera mediante la absorción de la masa
de las plantas.
28
toneladas de CO2 que cambiando un automóvil normal por uno híbrido (NewScientist,
2005).
29
fuertes, el agua arrastra la tierra dejando profundos surcos en el paisaje. Además, las
pezuñas de las reses compactan y destrozan la tierra en las orillas de los ríos.
2.4. Contaminación
30
31
32
La escasez de agua dulce aumenta con gran rapidez en muchas regiones del
mundo a medida que la población crece, el clima cambia, la contaminación aumenta, y
los manejos inapropiados de la cantidad limitada de agua potable relativa a la demanda se
vuelven más comunes. Para mitigar la escasez de agua existen varias estrategias, como
realizar siembras que utilicen este recurso en menores cantidades, reducir el consumo de
carne y utilizar fuentes de energía renovable. Según el World Water Council (2004), los
productos agropecuarios son responsables del consumo de grandes cantidades de agua
33
(ver tabla 2). Los sistemas agropecuarios consumen más del 70% del agua dulce del
mundo (Singer & Mason, 2009, p. 289). Si producir un solo kilo de carne de res exige
6.125 litros de agua (ver tabla 2), entonces la cría de ganado representa un derroche de
este valioso recurso. De modo similar, la producción de un buey de 450 kg en Estados
Unidos consume alrededor de 3 millones de litros de agua.
34
35
Figura 3. Número de habitantes (en millones) en 2010 que sufren de hambre, según el área
geográfica (Modificado de FAO 2010).
El planeta puede producir suficiente comida para todos sin usar más tierra
cultivada de la que existe actualmente. Desde mediados de la década de los 70 el mundo
ha estado produciendo suficiente comida para proveer a todos una dieta adecuada (Cohen
& Reeves, 1995). Se ha calculado que con menos de las dos terceras partes de la tierra
que se usa para cultivos de trigo en Estados Unidos se podría alimentar a una población
humana de 9.300 millones de habitantes (Hollander 2003).
Varios productores y consumidores están convencidos de que las granjas
industriales son necesarias para alimentar a la población creciente. Pero en la vida real
ocurre exactamente lo contrario. “Por muy eficiente que llegue a ser la producción
intensiva de carne de cerdo, de vacuno, de pollo, de huevos y de leche, criar a los
animales a base de grano es un despilfarro, y lejos de aumentar la cantidad de alimentos
para el consumo humano, la reduce” (Singer & Mason, 2009, p.283). Además, las
granjas industriales no resuelven ningún problema en países en vía de desarrollo, pues
esta industria sirve a la creciente clase media urbana, no a los pobres que no tienen
36
37
Figura 5. Libras de proteínas utilizables por acre para diferentes alimentos. Modificado de
Compassion in World Farming (2004, p. 23)
6
Este concepto pretende mostrar que la producción de las proteínas alimentarias se encuentra invertida,
pues los sistemas actuales toman insumos con altos niveles de proteínas (granos) para producir alimentos
con niveles más bajos (ganado).
38
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SEGUNDA PARTE
LA ÉTICA
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Capítulo 3.
El utilitarismo es una teoría ética que fue propuesta en 1780 por el filósofo
Jeremy Bentham en su libro Introducción a los principios de moral y legislación,
inspirado en el trabajo de David Hume, quien argumentó la importancia de la utilidad
para la ética. Para Bentham, el principio de utilidad, según el cual las acciones se
aprueban o se desaprueban con base en su tendencia para aumentar o disminuir la
felicidad de los implicados, debía ser el centro de la ética. Otra forma de expresar este
principio es que las acciones buenas son aquellas que promueven la felicidad y que
combaten el sufrimiento (Rachels, 2006, p. 148).
El utilitarismo clásico, como se conoce a las formulaciones de Bentham y John
Stuart Mill (sucesor de Bentham), tiene tres proposiciones básicas:
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El utilitarismo que hemos explicado hasta ahora, que es mejor conocido como
utilitarismo clásico o utilitarismo del acto, dice que lo correcto de una acción depende de
las consecuencias, buenas o malas, de la acción misma (Smart, 2005, p. 203). El
utilitarismo de la regla exige la creación de reglas utilitaristas, hechas para favorecer el
bienestar de todos, y dice que los actos deben juzgarse de acuerdo con las reglas
establecidas. Si es aceptado que la regla de no mentir tiene por lo general las mejores
consecuencias, entonces es preciso que las personas se ciñan a esta regla y nunca
mientan. Sin embargo, esta teoría promueve el mismo culto a la regla por el que se critica
a las éticas deontológicas y que es tan contrario al espíritu utilitarista. Puesto de esta
forma, el utilitarismo de la regla es una versión atenuada de la teoría original que termina
por dar más peso a las reglas del que merecen.
Sin embargo, es posible modificar el utilitarismo de la regla para hacerlo más
plausible. No es necesario que las reglas que se formulen excluyan las excepciones o que
sean demasiado simples. Es posible hacer una regla como: nunca mientas, a menos que
mentir pueda salvar la vida de una persona; y ten mucho cuidado de que no se descubra
la mentira, si es que su descubrimiento puede tener consecuencias aún peores. Sin
embargo, esta pequeña modificación de la teoría del utilitarismo de la regla la hace ver
más como una teoría sobre la deliberación de un utilitarista de acto. Un utilitarista de acto
no elige sus acciones de acuerdo a un cálculo utilitarista inmediatamente previo a la
acción. Es normal que un utilitarista del acto elabore ciertas reglas de conducta que le
permitan producir las mejores consecuencias en cada uno de sus actos. No mentir puede
ser una regla útil, ya que el engaño por lo general no produce bienestar, ni en quien
engaña ni en quien es engañado. Pero también es normal que estas reglas tengan sus
excepciones, como en el caso de mentir para salvar la vida de una persona o para evitar
una guerra. En definitiva, las reglas tienen un lugar importante dentro del utilitarismo.
Estas deberían resultar de la deliberación de las personas, de modo que no les resulte
difícil en su vida diaria incrementar la felicidad del mundo y disminuir el sufrimiento.
Pero las reglas no pueden servir como criterio para juzgar las acciones, pues el único
criterio debe ser las consecuencias sobre el sufrimiento y la felicidad de los afectados.
Uno de los puntos del utilitarismo por el que es comúnmente criticado es su
componente hedonista, sobre el que ya hemos estado hablando. El hedonismo puede
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resumirse en la idea de que la felicidad es el único bien deseable por sí mismo, mientras
que la infelicidad es el peor de los males. Esta teoría, que ha gozado de mucha
popularidad, se remonta por lo menos hasta los filósofos de la Antigua Grecia (Rachels,
2006, p. 166). Una objeción muy común al hedonismo es que éste se equivoca en su
interpretación de la naturaleza de la felicidad. Para entender por qué pensemos por un
momento en la amistad. Nosotros consideramos la amistad como algo bueno en sí mismo
y es por esa razón que tener un buen amigo nos hace felices y perder un buen amigo nos
produce tristeza. Parece simplemente falso que lo que estamos buscando en todo
momento es la felicidad, y que esta es la razón por la que conseguimos amigos, vemos las
películas y leemos los libros que nos gustan, etc. Consideramos todas estas cosas buenas
en sí mismas, y por eso las escogemos; otra cuestión es la de cuánta felicidad o
sufrimiento nos producen. Desde este punto de vista, el utilitarismo parece simplemente
falso, porque está basado en la premisa de que lo único que tiene valor por sí mismo es la
felicidad, lo cual parece no sostenerse. Este no es lugar para contestar de forma
conclusiva a este argumento, pero es posible que seamos un poco críticos y preguntemos:
¿qué es entonces eso que valoramos de la amistad?, ¿acaso es el hecho mismo de que es
amistad?, ¿tiene sentido decir que yo valoro la relación con mi mejor amigo porque es la
relación con mi mejor amigo? Si lo pensamos un poco inevitablemente llegamos a
reconocer que nosotros valoramos las cosas que valoramos, por lo menos en buena parte,
debido a su utilidad. Un buen amigo es aquel que no quiere verte triste y que es capaz de
sacrificarse para aliviar tu sufrimiento, o incluso para incrementar tu felicidad. Lo demás
ni siquiera merece el nombre de amistad, y no tenemos buenas razones para valorar
ninguna relación humana que no produzca consecuencias positivas para sus implicados.
Otra objeción al utilitarismo es que es incompatible con uno de los ideales básicos
de justicia, según el cual es un imperativo respetar los derechos de todas las personas. Si
nos encontramos (como jueces en un tribunal) en la situación de tener que condenar a una
persona inocente (y violarle los derechos) para prevenir una guerra en la que pueden
morir muchas personas, el utilitarismo exige que condenemos a la persona inocente, ya
que esta acción tiene las consecuencias menos malas. El utilitarismo está de acuerdo con
que a veces es preciso violar los derechos de las personas con el propósito de producir las
mejores consecuencias sobre todos los implicados. Sin embargo es mentira que el
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utilitarismo promueva que condenemos a los inocentes. En primer lugar, no es obvio que
en nuestro ejemplo imaginario la mejor opción sea condenar al inocente. Si alguien se
entera que hemos cometido tal injusticia, es posible que se desate una ola de desconfianza
de todas las personas respecto de su sistema judicial, y esto puede tener consecuencias
aún peores que la guerra que en un principio queríamos evitar. El utilitarismo no
recomienda acciones como violar los derechos de las personas, a menos que haya razones
de peso que las justifiquen. La siguiente cita de Rachels muestra con ingenio la verdad
sobre este asunto:
“Por tanto, lejos de ser incompatible con la idea de que no debemos violar los
derechos de la gente, o mentir, o romper nuestras promesas, el utilitarismo nos
explica por qué no debemos hacer esas cosas. Además, aparte de la explicación
utilitarista, estos deberes permanecerían misteriosos e ininteligibles. ¿Qué podría
ser más misterioso que la idea de que algunas acciones son correctas “en sí
mismas”, separadas de cualquier concepto de que producen un bien? O ¿qué podría
ser más ininteligible que la idea de que la gente tiene “derechos” que no están
conectados con ningún beneficio derivado del reconocimiento de esos derechos?”
(Rachels, 2006, p. 178)
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El origen de las especies, publicado por Charles Darwin en 1859, es tal vez la
obra científica de mayor impacto de la historia. La teoría de la evolución dice que todos
los seres vivos que habitamos el planeta Tierra poseemos un ancestro común, es decir,
todas las especies actuales están relacionadas por parentesco. Esto es posible gracias a un
proceso de evolución o cambio gradual de las diferentes formas de vida que ha tomado
alrededor de 3.800 millones de años, y cuyo mecanismo básico es la selección natural.
No vamos a entrar en la explicación detallada de la teoría evolutiva. Vamos a
concentrarnos en sus implicaciones directas sobre nuestro entendimiento de la naturaleza
y de nuestro lugar en ella, pues creemos que tales implicaciones son relevantes para la
ética del trato a los animales.
En primer lugar, la teoría evolutiva refuta la visión tradicional del mundo según la
cual sólo los hombres son fines por sí mismos y todo cuanto existe tiene la función de
servirlos. Esta visión es asociada con algunas religiones, especialmente las monoteístas,
pero sigue siendo común en gran parte de la población secular del mundo. El argumento
desde la evolución es que la naturaleza es contingente y no teleológica. Esto quiere decir
que no está dirigida por propósitos o finalidades, sino por procesos contingentes (no
necesarios). Ideas como que los seres humanos ocupamos el peldaño más alto de la
creación, o que somos las criaturas más cercanas a la perfección, o que somos los “más
evolucionados”, simplemente son falsas si aceptamos la visión contingente de la
naturaleza que nos ofrece la teoría darwiniana. No es necesario presentar los argumentos
filosóficos y las evidencias científicas que soportan esta implicación de la teoría
evolutiva, pues la inmensa mayoría de científicos y filósofos no tienen reparos en
aceptarla. Pero, ¿cómo es entonces que seguimos actuando como si fuéramos los dueños
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Una advertencia que debemos tomar en cuenta es la hecha por el filósofo David
Hume respecto del procedimiento de derivar premisas morales de proposiciones
descriptivas. La Guillotina de Hume (o falacia naturalista) dice que, en un argumento,
para obtener una conclusión sobre lo que deber ser, no es suficiente acumular premisas
sobre lo que es. Hume diría que no importa cuántos hechos presentemos, es imposible
que a partir de ellos podamos concluir que debemos (o no debemos) realizar una acción
particular. Según Hume, para validar la posibilidad de que podamos producir
conclusiones prescriptivas (o morales) es necesario que alguna de las premisas incluya un
componente moral (Rachels, 1990, p. 67).
Muchos filósofos han encontrado contundente la advertencia hecha por Hume, y
esto los ha llevado a pensar que las ciencias naturales no tienen nada para decir sobre la
ética. Pero esto es un error, y de los más graves. Nuestro conocimiento del mundo no sólo
es importante para la ética; es esencial. En primer lugar, la ciencia nos ayuda a conocer
nuestra propia naturaleza y la de los seres con los que nos relacionamos, nos permite
conocer nuestro planeta y sus potencialidades, y nos ayuda a predecir las consecuencias
de nuestras acciones. La ética debe nutrirse de los hechos de la ciencia para hacer teorías
realistas y aplicables.
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socavar algunas de las creencias tradicionales, sobre las que se han apoyado los sistemas
morales predominantes. Según Rachels (1990), un aspecto central de la moral tradicional
es la tesis de la dignidad humana, es decir, la suposición de que los humanos son mucho
más importantes moralmente que los demás animales. La creencia en la dignidad humana
ha sido soportada por la tesis de la imagen de Dios y la tesis de la racionalidad. La
primera dice que los seres humanos, a diferencia de los miembros de las demás especies,
fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. La segunda dice que solamente los seres
humanos somos racionales. La tesis de la imagen de Dios es refutada directamente por el
Darwinismo, porque esta teoría elimina cualquier posibilidad de que hayamos sido
diseñados por un ser inteligente.
La tesis de la racionalidad también es falsa, como lo reconoció el propio Darwin,
quien decía que las diferencias entre la racionalidad de los seres humanos y la de los
demás animales era simplemente de grado y no de cualidad (Rachels, 1990, p. 136). Esto
puede ser interpretado de forma que parezca falso, pues es apenas razonable pensar que sí
existen diferencias cualitativas entre la inteligencia de Sócrates y la de su perro. Lo que
quería decir Darwin con esto es que muchos animales no humanos tienen capacidades
cognitivas que se asemejan a aquellas de los seres humanos, aunque no alcancen su nivel
de sofisticación. Para Darwin lo correcto era decir que en el reino animal existen
individuos más inteligentes que otros en diversos aspectos. Él se imaginaba un continuo
de capacidades y por eso rechazaba la idea de que la inteligencia (o la racionalidad)
simplemente se posee o no se posee. Este es un punto brillante de Darwin, pues de hecho
no existe ninguna otra forma correcta de mirar el asunto. Es preciso negar la existencia de
algo así como la racionalidad humana, que sea poseída por todos los seres humanos, a
menos que queramos negar el hecho de que existen unos humanos más inteligentes que
otros. También es un hecho que muchos animales no humanos pueden ser más
inteligentes que muchos seres humanos; un perro adulto y saludable puede ser más
inteligente que un niño de un año o que una persona con retraso mental severo. En
resumidas cuentas, la racionalidad no está solamente condicionada por la especie, y por
eso la tesis de que solamente los seres humanos somos racionales es falsa. Algunos
individuos humanos se encuentran más abajo que algunos animales no humanos en el
continuo de la racionalidad y viceversa. Si la tesis de la imagen de Dios y la tesis de la
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racionalidad son falsas, entonces la visión tradicional de la ética pierde las bases que la
soportan y debe buscar razones nuevas si pretende ser tomada en serio.
Puede llegar el día en que el resto de las criaturas animales pueda adquirir aquellos
derechos que nunca podrían habérseles negado, excepto por la mano de un tirano.
Los franceses ya han descubierto que el color negro de la piel no es razón para que
un ser humano deba ser abandonado sin más al capricho de un torturador. Tal vez
llegue un día en el que se reconozca que el número de piernas, la vellosidad de la
piel o la terminación del os sacrum (hueso sacro) sean razones igualmente
insuficientes para abandonar a un ser sensible a la misma suerte. ¿Qué otra cosa
podría trazar la insuperable línea? ¿Es la facultad de la razón, o quizá la facultad del
habla? Pero un caballo o un perro adultos son, sin comparación, animales más
racionales, así como más capaces de sostener una conversación, que un bebé de un
día o una semana o incluso un mes de edad. Pero supongamos que fuera de otra
manera, ¿de qué les serviría? La pregunta no es ¿pueden razonar? ni ¿pueden
hablar?, sino ¿pueden sufrir?.
Como utilitaristas, ésta es la pregunta que debemos hacernos: ¿pueden sufrir los
animales no humanos? Muy pocas personas están dispuestas a responder que los animales
no sufren. Todos los que han pisado a un gato, o los que han visto a un perro ser
torturado, saben que estos animales emiten chillidos fuertes, similares a los que emitiría
un ser humano si se encontrara en una situación similar. Sin embargo, algunos pueden
seguir albergando dudas. Después de todo, el hecho de que algunos animales no humanos
exhiban comportamientos similares a los nuestros cuando sentimos dolor no implica
necesariamente que, como nosotros, sientan verdadero dolor. Podría ocurrir que los
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animales son “autómatas cartesianos7” que, aunque dispuestos mecánicamente para evitar
las situaciones peligrosas (lo que explica que a nosotros nos parezca que eviten el dolor),
no son conscientes de cuanto les ocurre y, en consecuencia, no poseen una verdadera
capacidad de sufrir. Pero la posibilidad de que los animales sean autómatas cartesianos es
simplemente una fantasía de la especulación de algunos filósofos. Pensemos por un
momento en las evidencias que poseemos sobre el sufrimiento de otros seres humanos.
Según Rachels (1990, p. 131):
Cuando los humanos son torturados, éstos gritan; lo mismo ocurre con los animales.
Cuando los humanos son enfrentados a un estímulo doloroso, éstos se echan para
atrás y tratan de escapar; esto también lo hacen los animales. El dolor en los
humanos está asociado con la operación de un sistema nervioso complejo; lo mismo
ocurre con los animales. La única indicación de dolor en los humanos que no
tenemos de los animales es que los humanos pueden decirnos, con palabras, que
están sufriendo. Pero esto no es verdad de todos los humanos; los niños pequeños
no pueden hablar, y tampoco pueden hacerlo algunas personas de edad avanzada o
con retraso severo – y sin embargo no tenemos dudas que ellas sufren cuando son
heridas8.
7
El filósofo francés René Descartes, conocido como el padre de la filosofía moderna, sostenía que los seres
humanos estamos compuestos de dos tipos de sustancias: una sustancia pensante (el alma o la mente) y una
sustancia extensa (el cuerpo). Sin embargo, Descartes sostenía que los animales no humanos no
participaban de dicho dualismo: los animales solo poseen un cuerpo material, y carecen de una mente (o un
alma) que les permita razonar. Para Descartes esto implicaba que los animales debían ser autómatas, seres
incapaces de tener estado mental alguno, incluyendo experiencias dolorosas (Rachels, 1990, p. 130).
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Traducción propia del texto original en inglés.
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producir dolor en los humanos utilizan a perros, conejos, gatos, ratas, micos y
chimpancés, no a humanos. Esto demuestra lo paradójico del asunto: mientras muchas
personas no reconocen la capacidad de sufrir de los animales no humanos, gran parte de
los beneficios que reciben todos los días existen gracias a que los científicos han asumido
como verdadero el hecho de que estos animales sufren de forma similar a la nuestra.
Si los animales no humanos son capaces de sufrir, entonces debemos, como
utilitaristas, incluirlos dentro de nuestras deliberaciones morales y debemos darle la
misma importancia a su sufrimiento que al nuestro. Las personas deberían reconocer esto,
pero siempre son muchas las inquietudes que rodean la pregunta de cómo debemos
conciliar la teoría con la práctica: ¿cómo vivir reconociendo el estatus moral de los
animales no humanos? La primera dificultad con que nos encontramos es que aspectos
fundamentales de nuestras vidas, como la alimentación, están estrechamente relacionados
con la cría de animales y modificar nuestras prácticas puede resultar incómodo e incluso
desalentador. Por eso debemos examinar, con mejor detalle, hasta dónde deben ir
nuestras responsabilidades con los otros animales, así como cuáles son nuestras
oportunidades para vivir de acuerdo con ellas.
Muchos filósofos han argumentado que los seres humanos, además de ser seres
conscientes, somos autoconscientes. La autoconsciencia puede ser definida como la
capacidad de un individuo racional de verse a sí mismo como una entidad diferenciada
con pasado y futuro. Esta capacidad ha sido considerada por muchos filósofos como la
condición necesaria para atribuir a un ser el estatus de persona (Singer, 2011, p. 76).
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casi personas (near-persons), pues carecen de los conceptos necesarios para hacer
narrativas sobre su pasado, para ubicarse en el presente y para programar su futuro
(Singer, 2011, p. 103).
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cuyos indicios de tener consciencia son poco más convincentes que los de las plantas
(Singer & Mason, 2009, p. 173).
Unos animales individuales tienen más capacidad para sufrir que otros, pero esto
no está dado solamente por la pertenencia a una especie. Puede ser verdad que la mayoría
de humanos, junto con algunos primates y otros mamíferos, tengan una capacidad mayor
para sufrir, en cuanto pueden experimentar estrés psicológico. Pero también es verdad
que la capacidad de sufrir de un niño de un mes o de una persona con retraso mental
severo puede ser más similar a la de un pez que a la de un adulto humano (o un
chimpancé) saludable, e incluso que a la de un perro o un ratón de laboratorio. En este
orden de ideas, es posible entender el sufrimiento como un continuo similar al de la
racionalidad.
De igual modo, cualidades como la consciencia, la autoconsciencia y llevar una
vida en sentido biográfico también se ubican en un continuo. El argumento tiene la
misma forma que el que usamos para la racionalidad y el sufrimiento. Puede ser verdad
que la mayoría de humanos saludables, a diferencia de la mayoría de animales no
humanos, posean una vida en sentido biográfico. Pero existen humanos que no la poseen
en absoluto, como los pacientes en estado de coma y los niños de un año, y animales que
la poseen en alto grado, como muchos chimpancés. La autoconsciencia se predica de los
humanos y de otros animales como los elefantes y los cuervos, pero no todos los
integrantes de estas tres especies cumplen con esta característica. Por esta razón no
podemos considerar la capacidad de la autoconsciencia como dependiente de la
pertenencia a una especie, ni siquiera la humana. Ver las capacidades de los individuos en
continuos nos permite ser más objetivos en nuestras consideraciones morales. A la hora
de determinar cuál vida tiene más valor que otra, debemos mirar en qué parte del
continuo se ubican las capacidades relevantes de ambos individuos, olvidándonos de la
especie a la que pertenecen. Estas reflexiones tienen relevancia para la ética del trato a los
animales, lo cual explicaremos en la siguiente sección.
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Hemos explicado las distinciones que hacen muchos filósofos entre personas,
casi-personas y seres meramente conscientes, pues esto puede tener implicaciones para
determinar el valor de la vida de los seres, es decir, para determinar cuándo se justifica
quitarles la vida. El utilitarismo de la preferencia dice que nuestra obligación moral no es
incrementar la felicidad y disminuir el sufrimiento en el mundo, sino satisfacer las
preferencias de los afectados por nuestras acciones. Podemos decir que, si la preferencia
de una persona con vida en sentido biográfico por continuar viviendo es más fuerte que la
de una casi persona (un perro, por ejemplo) o que la de un ser meramente consciente
(como un langostino, probablemente), entonces es peor, ceteris paribus, quitarle la vida a
una persona que a una casi persona y que a un ser meramente consciente. Esta rama del
utilitarismo puede contener parte de la verdad, pero sin duda se equivoca al supeditar el
sufrimiento y el placer a las preferencias. El valor del dolor y el placer es, en nuestra
opinión, independiente de las preferencias y, por tanto, el utilitarismo que estamos
defendiendo conserva la base hedonista que explicamos al principio: no hay peor mal que
causar sufrimiento ni mejor bien que producir bienestar (o placer, o felicidad) (Singer,
2011, p. 117). Sin embargo, como ya dijimos, las preferencias pueden jugar un papel
importante para determinar el valor de la vida de un ser, y para eso es preciso examinar
las posibilidades de su consciencia, es decir, mirar qué lugar ocupa en el continuo de la
consciencia. Si un perro adulto tiene la misma capacidad de proyectar su vida en el futuro
que un niño de dos años, podemos suponer que la preferencia de ambos por no morir y
por continuar vivos son igualmente fuertes. En conclusión, matar a un perro adulto es,
ceteris paribus, un mal equiparable a matar a un niño pequeño; y matar a una persona con
vida en sentido biográfico es, ceteris paribus, peor que matar a un niño pequeño o a un
perro adulto.
Sin embargo, la relevancia moral de la capacidad de sufrir supera todas las
consideraciones sobre el valor de la vida de los individuos. Si dos seres poseen la misma
capacidad de sufrir, todas sus demás características son irrelevantes, incluidas la de la
autoconsciencia y la capacidad de tener una vida en sentido biográfico. Por supuesto, si
dos individuos poseen una capacidad similar de sufrir, es decir, si se encuentran en el
57
mismo lugar en el continuo del sufrimiento, es posible que ocupen un lugar similar en el
continuo de la consciencia. Pero esto no siempre es verdad. No hay razones para pensar
que el sufrimiento de un gato, cuando está siendo torturado, es en algún sentido inferior
al de un ser humano adulto que se encuentre en la misma situación y, al mismo tiempo,
podemos reconocer a uno como persona en sentido completo y al otro como casi-persona
(similar a un niño pequeño). En el siguiente capítulo desarrollaremos dos teorías
utilitaristas, basadas en principios de igualdad, los cuales utilizaremos para argumentar
una ética del trato a los animales no humanos y para evaluar nuestras obligaciones hacia
ellos.
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El amor por todas las criaturas vivientes es el atributo más noble de un hombre.
Charles Darwin
Las teorías de la igualdad que vamos a estudiar en esta sección han sido
elaboradas para construir una ética racional y bien soportada empíricamente que sea libre
de la actitud antropocéntrica conocida como especismo, la cual hemos venido
discutiendo. El especismo tiene grandes similitudes con en el racismo, el sexismo y el
nacionalismo. Así como para el racista el principal criterio para considerar el estatus
moral de una persona es su pertenencia (o no pertenencia) a una raza, el del especista,
para considerar el estatus moral de un ser, no es otro que la pertenencia (o no
pertenencia) a una especie, en este caso, Homo sapiens. La actitud especista es pues una
forma más de discriminación que, como lo veremos a continuación, no tiene soporte
alguno desde la ética utilitarista.
Según James Rachels, para ser compatible con nuestros conocimientos sobre la
naturaleza, y en especial con la teoría darwiniana de la evolución, la ética debe estar
basada en un principio de individualismo moral, el cual dice que los seres deben ser
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Peter Singer (2011) argumenta que todos los seres sintientes debemos ser tratados
según un principio básico de igualdad, el cual denominó el principio de igual
consideración de los intereses. La esencia de este principio es la idea de que en nuestras
deliberaciones morales debemos dar la misma importancia a los intereses parecidos de
todos aquellos a quienes afectan nuestras acciones, no importa a que grupo (raza, sexo,
nacionalidad, especie) pertenezcan.
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Las piedras, los carros e incluso las plantas carecen de intereses, pues no tienen la
capacidad de sufrir. Esta capacidad es condición necesaria para tener intereses de
cualquier tipo. Como vimos en el capítulo anterior, el interés de no sufrir es tal vez el más
fundamental de todos los intereses que puede poseer cualquier ser sintiente. Es difícil
pensar en un interés cuya violación nos cause más temor que el interés de no sufrir. Una
prueba de esto es que muchas personas estarían dispuestas a resignar su vida con tal de no
sufrir dolores intensos ¿Qué puede ser más fundamental que el interés de vivir? Al
parecer, por lo menos en muchos casos, el de no sufrir. La importancia de este interés es
capturada en la idea, muy común, de que no vale la pena vivir si tuviéramos que pasar
cada momento de nuestra vida sufriendo.
Sin embargo, el interés de no sufrir no es el único que tenemos los seres humanos
y los demás seres sintientes. Una forma de reconocer los intereses de alguien es examinar
sus características. El interés de no sufrir es uno que poseemos en virtud de nuestra
capacidad para sufrir. El interés de aprender matemáticas sólo puede ser atribuido a un
ser que tiene las capacidades cognitivas necesarias para tener razonamientos abstractos.
De todos los intereses que puede llegar a tener un individuo, algunos son más prioritarios
que otros. Singer considera que los que están conectados con nuestra supervivencia y
nuestro bienestar básico (salud, alimentación, ausencia de dolor, etc.) son intereses
primarios. Los intereses secundarios son, en cambio, aquellos que no son necesarios para
nuestra supervivencia.
El principio de igual consideración de los intereses no es un principio de igualdad
de trato. Muchos creen que encontrar un principio de igualdad para las relaciones
humanas es una tarea imposible, pues no es verdad que todos los seres humanos sean
iguales: los hay gordos y flacos, altos y bajos, inteligentes y no tanto. Estas diferencias
pueden ser usadas para justificar diferentes tipos de trato. Por ejemplo, debemos, ceteris
paribus9, dar prioridad al inteligente cuando de acceso a la educación se trata. Si estamos
planeando la filmación de una película cuyo personaje principal es un hombre de raza
negra, estamos justificados en excluir del casting a las mujeres y a los hombres de otras
razas. Así pues, diferencias entre las características de las personas pueden justificar
diferencias de trato. De hecho, estaríamos siendo injustos si no tomáramos todas las
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Frase latina que significa: todo lo demás siendo igual ó siendo todas las demás variables constantes.
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ejemplo, ¿cuáles son las diferencias relevantes entre una vaca y un ser humano que
justifiquen que criemos a unos para comérnoslos y a los otros no?
La siguiente es una aplicación del principio de Singer sobre el tema específico
del consumo de productos animales. Si reconocemos que los humanos y los cerdos
comparten el interés de no ser maltratados, entonces los intereses de ambos deben ser
considerados igualmente. Si, por el contrario, en una deliberación moral nos encontramos
con que están en juego los intereses primarios de unos (como el interés de los cerdos de
no sufrir) y los intereses banales de otros (como las ganas de disfrutar el sabor de la carne
de cerdo), entonces nuestra deliberación debe favorecer el interés del cerdo por ser el más
relevante de los dos. Desde esta perspectiva, el consumo de carne no puede ser justificado
mientras se tenga acceso a fuentes alternativas de alimentación, pues de otra forma
estaríamos dando más peso a los intereses superficiales de algunos que a los intereses
más básicos de otros.
Dentro de la industria de la producción animal existen prácticas específicas que
causan extremo sufrimiento a los animales y no pueden ser pasadas por alto a la hora de
justificar éticamente el gusto por la carne. Como vimos en el primer capítulo, muchas
prácticas comunes en los sistemas industriales son crueles, dolorosas e incluso
monstruosas. Las mutilaciones practicadas en los cerdos sin el uso de anestésicos, así
como el despique de las aves, causan altos niveles de dolor y disminuyen
significativamente la calidad de vida de muchos miles de millones de animales al año. El
uso de jaulas de gestación para las cerdas y el gran confinamiento al que son sometidas
las gallinas ponedoras y los terneros son prácticas totalmente contrarias a las necesidades
básicas de estos animales complejos, capaces de sentir dolor y muchas otras emociones
similares a las nuestras. El interés básico de no ser torturado que poseen todos los
animales víctimas de estas prácticas está siendo ignorado, e intereses secundarios, como
el ahorro de unos cuantos pesos, siguen prevaleciendo. La compra de productos de
animales que padecieron estos actos de crueldad apoya directamente esas prácticas y esta
es una razón ética de peso para cuestionar su consumo.
Dejando por un momento de lado el sufrimiento de los animales de producción,
es necesario examinar las consecuencias que tiene el consumo de productos de origen
animal en el ambiente. Tomemos como ejemplo un desayuno continental corriente y
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miremos el origen de sus principales ingredientes. Los huevos son producidos por miles
de millones de gallinas que viven toda su vida en sistemas industrializados. Sus heces
constituyen una fuente importante de contaminación del suelo, del aire y del agua,
afectando a muchas especies de animales silvestres y humanos que dependen de estos
recursos. El tocino y el jamón provienen, en la mayoría de los casos, de cerdos criados en
sistemas industriales bajo condiciones de alto confinamiento. Su estiércol es causante de
graves problemas ambientales, principalmente de la contaminación de cuerpos de agua y
la disminución de la calidad del aire. Todos los lácteos presentes en el desayuno
continental (como la leche con la que se acompaña el café, el queso y la mantequilla del
pan) tienen su origen en industrias lecheras tecnificadas. Como vimos en el segundo
capítulo, el ganado vacuno es uno de los principales responsables del calentamiento
global, debido a las altas emisiones de GEI que genera. Además, los animales que
producimos para nuestro desayuno también necesitan alimentarse, beber agua y respirar
oxígeno. Los mismos recursos naturales que utilizamos los humanos para satisfacer
nuestras necesidades básicas están siendo usados para satisfacer las necesidades de
muchos otros animales, que serán convertidos en nuestro alimento. Así pues, es más
eficiente utilizar los recursos directamente para nuestro provecho que para producir
animales que luego aprovecharemos. La escasez y la contaminación de los recursos
naturales se deben en gran medida a la industria animal, la cual deja serias consecuencias
negativas en el ambiente. Si examinamos estos hechos desde nuestra perspectiva
utilitarista, según la cual los intereses de las generaciones futuras deben ser tenidos en
cuenta, comerse un desayuno continental es éticamente cuestionable. El interés
secundario de disfrutar de mantequilla en el pan, leche en el café y huevos con tocino no
puede ser más importante que el sufrimiento que le ocasionamos a terceros (los animales
de producción, los animales silvestres, cuyo hábitat es destruido en la expansión
agropecuaria, y las generaciones futuras, cuya calidad de vida se verá reducida a causa de
la destrucción ambiental).
La producción actual de carne de res constituye una importante problemática
ambiental debido a: la emisión de GEI, la baja eficiencia del uso de la tierra, la
compactación del suelo y la expansión de la frontera agropecuaria (ver capítulo 2). Las
grandes cantidades de metano que emiten los rumiantes es una causa importante del
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las generaciones futuras de acceder a recursos fundamentales, deben ser tenidos en cuenta
para evaluar moralmente el consumo peces y mariscos.
El argumento utilitarista que hemos desarrollado y aplicado a casos específicos
puede ser expresado de forma sencilla: debemos juzgar las acciones como moralmente
correctas o incorrectas dependiendo de si causan sufrimiento o bienestar. Obviamente se
les causa un sufrimiento terrible a los animales que son utilizados para consumo humano.
Pero entonces, ¿hay alguna ganancia compensatoria en felicidad en algún otro lado que
justifique dicho sufrimiento?, ¿se está previniendo un mal superior para los humanos u
otros animales? Si las respuestas son negativas, el uso de animales no es, en términos
generales, moralmente justificable. El sistema de producción de carne causa un gran
sufrimiento a los animales. Puesto que no necesitamos comerlos (la comida vegetariana
también es sabrosa y nutritiva), el bien que se hace, a fin de cuentas, no compensa el mal
(Rachels, 2006, p. 160-162).
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La American Dietetic Association dice que las dietas veganas y otras dietas
vegetarianas bien planificadas son adecuadas para todas las etapas del ciclo
biológico, incluyendo el embarazo, la lactancia, la primera infancia, el resto de la
niñez y la adolescencia, y que las dietas vegetarianas estimulan el crecimiento
normal de los niños.
69
Crueles métodos son usados en los sistemas de producción industrial, ya que estos
métodos son económicos; estos les permiten a los productores poner un producto en
el mercado que la gente pueda pagar. Pollos, reses y cerdos producidos
humanitariamente serían tan caros que sólo los más ricos podrían pagarlos. […]
Trabajar por un mejor trato para los animales sería trabajar por una situación en la
que la mayoría de nosotros tendríamos que adoptar una dieta vegetariana.10
No comer carne es un imperativo moral que se sigue de todos lo que hemos dicho,
pero no es una regla que nunca pueda ser violada. Si nos encontramos perdidos en una
isla y nuestra única opción para alimentarnos fueran los mamíferos y las aves del bosque,
sin duda estaríamos autorizados moralmente a tomar cuantos necesitáramos para poder
sobrevivir. En dicha situación, el interés nuestro que se encuentra en juego es tan básico
como aquel de los animales que matamos y, por tanto, no estamos violando de ninguna
forma el principio de igual consideración de los intereses. También podemos justificar
comer productos de origen animal si no consumirlos puede deteriorar significativamente
nuestra salud, aunque no estaríamos justificados para consumir más de la cantidad
necesaria.
Mucha gente cree que los pobres necesitan de productos animales para poder
sobrevivir, pero eso no es del todo cierto. Existen muchos humanos de bajos recursos que
podrían sustituir en muchas ocasiones la carne por granos, beneficiándose
económicamente y sin poner en riesgo su salud o su supervivencia. Sin embargo, la
obligación de estas personas de cambiar su dieta es cuantitativamente menor que la de
personas con alta capacidad adquisitiva, quienes tienen mayores oportunidades de
escoger distintos cursos de acción y llevar una vida ética a un costo relativamente bajo
para sí mismos. En esta categoría se encuentra gran parte de la población de los países
desarrollados y muchas de las personas de clase media-alta de los países en desarrollo.
10
Traducción
propia
del
texto
original
en
inglés
70
CONCLUSIONES
A lo largo del trabajo, hemos argumentado que la forma en que los seres humanos
producimos animales para nuestro consumo es bastante problemática moralmente. El
sufrimiento de miles de millones de animales criados en granjas industriales es mucho
mayor que el beneficio que obtenemos los seres humanos al consumirlos. De hecho,
podemos decir con certeza que la producción de animales no beneficia a la humanidad en
general. Gran porcentaje de la población humana sufre y muere de hambre y solucionar
este problema no es difícil: solamente tenemos que dejar de utilizar los granos y cereales
que producimos para alimentar a cerdos, vacas y pollos que llevan vidas miserables y
dárselos a los seres humanos que lo necesitan. Esta es nuestra obligación moral con los
animales, con los seres humanos menos favorecidos por la suerte y con las generaciones
futuras.
Modificar nuestros valores morales es un paso que debemos dar si de verdad
queremos vivir en paz y armonía con nosotros mismos y con los magníficos seres con
que tenemos el privilegio de compartir este pequeño rincón del universo. Los sistemas
éticos que predominan en nuestras sociedades son falsos y nocivos. El antropocentrismo
moral es insostenible a la luz de nuestros conocimientos científicos. La evolución
biológica, que es un hecho y no una simple hipótesis, refuta la idea de que los humanos
fuimos creados a imagen y semejanza de alguna deidad y que somos los únicos seres
racionales. La ética tradicional ha perdido sus bases y no denunciarla es permitir que la
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72
animal son altamente ineficientes en términos energéticos y de ahí se derivan casi todas
las problemáticas ambientales que quitan el sueño a los ecologistas (y a los ecólogos): la
extinción de especies, la desaparición de ecosistemas, la tala masiva de bosques, la
contaminación del agua, la contaminación de la atmósfera y el consecuente cambio
climático, la degradación de los suelo, etc. La ecología y otras ciencias invierten
esfuerzos y recursos para tratar de conciliar la producción animal con la sostenibilidad y
es posible que se realicen avances por esta vía. Sin embargo, cuando miramos la
problemática en un marco temporal más amplio, no es difícil llegar a la conclusión de que
entre producción animal y sostenibilidad simplemente existe una gran contradicción.
Hace poco recibimos la noticia de que la población humana alcanzó los 7.000 millones.
Los pronósticos dicen que en 2.050 seremos alrededor de 9.300 millones de habitantes y
que la cantidad de animales para el consumo humano se duplicará. Si esto llegase a
ocurrir, ¿qué esperanzas podemos tener los humanos de solucionar la injusticia, acabar
las guerras y aliviar el sufrimiento de nuestros hermanos en los próximos cuarenta años,
si las personas que tenemos la oportunidad no hacemos lo que es nuestra obligación?,
¿tiene sentido la posibilidad de un mundo pacífico, justo e igualitario, dentro de 100, 300,
1000 o 10.000 años, si seguimos promoviendo la producción de animales?
La alimentación a base de productos animales es una práctica insostenible porque
su alternativa, la alimentación a base de productos vegetales, podría satisfacer todas las
necesidades alimentarias de los seres humanos, usando una pequeñísima porción del
planeta y sin contaminarlo. Nuestra obligación es, entonces, abandonar el consumo de
productos animales lo más rápido posible. Pero la mayoría de personas puede tener
dificultades para transformar radicalmente sus hábitos de alimentación y ese es un hecho
con el que debemos lidiar. Si creemos que las exigencias para llevar una vida ética son
demasiado altas, y si no nos sentimos capaces de cumplirlas plenamente, debemos tratar
de hacer todo lo que esté a nuestro alcance. Eliminar el consumo de carnes rojas reduciría
nuestra huella ecológica significativamente. Dejar de consumir huevos de naves
industriales puede reducir significativamente nuestro impacto sobre el sufrimiento
animal. Si de verdad queremos ser personas más éticas, debemos hacer los cambios que
estén a nuestro alcance, por más pequeños que sean, y estar en la disposición de continuar
cambiando las prácticas que producen sufrimiento innecesario.
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