Historia de México Zamacois-01
Historia de México Zamacois-01
Historia de México Zamacois-01
DE MÉJICO.
HISTORIA
POR
¡•a obra va ilustrada con prorusion de láminos que representan los personajes principal! s
nnliguos y modernos, copiudos (Iclmenle de los rciralos que se hallan en los
«lindos del gobierno; bulallus, costumbres, monumentos, paisajes,
vistas de ciudades, d e ., ele.;
TOMO I.
BARCELONA: | MÉJICO:
CALLE DIPUTACION, 316. ' CALLE DE C1IIQUIS, I I.
I877.
INTR O D U C C IO N .
N iceto de Z amacois .
H IS T O R IA
DE MÉJICO.
CAPÍTULO PRIM ER O.
ti) Se llamaban estos siete señores Zacatl, (Jhalcalzm, TtiA m cuall, J[etsotnn ,
y CxAvalzvn.
c/tüMtsin, IlwpalinelzotñH
CAPÍTULO I . 43
como una de las mas célebres que se registran en los fas
tos de la historia de la nación mejicana.
Elegido el sitio, se dió principio á la fundación de la
ciudad; se levantaron cortas poblaciones en sus pintorescos
alrededores; se cultivaron con esmero exquisito los campos,
que en breve se vieron cubiertos de vistosos maizales y de
variados frutos, y pronto la comarca entera, vestida de
plantas y de llores, de huertas y de jardines, presentaba
un aspecto risueño y encantador.
Gobierno de los Declarada Tula metrópoli de la nación Loi—
toitecns. i6ca y corle (| e sus r0v cs, los tollecos se
constituyeron en gobierno monárquico.
Según las bases en que asentaron su existencia política,
la monarquía era hereditaria; pero cada monarca solo había
de empuñar el cetro por espacio de cincuenta y dos años,
período que constilaia el siglo lolleca. Si el rey llegaba A
cumplir el siglo en el trono, dejaba inmediatamente el
mando, quo entraba á ejercerlo, acto continuo, el individuo
llamado á sucederle. Si ocurría su muerte antes de que se
cumpliese el siglo, en que debia terminar, la nobleza en
traba á ejercer el gobierno hasta que se cumpliese el tiem
po que faltaba para llenar el período convenido.
Establecido el sistema que debia conducir á la nación
por la seuda de prosperidad que los toltecas se habían
imaginado, se dió principio á la monarquía el año de 667
de la era vulgar del cristianismo, siendo su primer rey
OhakhmJitlaíietziH.
667. Agradecido el hombre elevado al trono A la
íanetónTerrej c<mfianza <lutJ babiau depositado en él los que
toiteca. no dudaron poner en sus manos la suerte de
u HISTORIA DE M ÉJICO .
(1) D. Pedro Primeria, en una obra impresa en Madrid en 1807 cou el titulo
do «Historia de la guerra de Méjico desde 1801 A16C7,» dice que los xochimilcas
fueron los que intentaron liacor esclavos Alos mejicanos; pero que estos pidie
ron el auxilio de los colimas, lograron derrotarlos, conservando asi su libertad.
El autor citado sufro un grave error; los colimas y no los xochlmllcas fueron
los que redujeron A los mejicanos Ala esclavitud: ni fueron estos los que pi
dieron Alos colimas auxilia para combatir contra los xocliiuiileas, sino lo col
imas los que ordenaron A los mejicanos Aque se armasen para que les auxilia
sen on la guerra que les liabiau declarado los xocliimilcas, corno veremos en
Jas siguientes pAglnas. No hay mas que consultar las obras de los mas caracte
rizados historiadores, entre ellas la del sabio y erudito mejicano Clavijero, pa
ra convencerse de que el Sr. Pruneda ha sufrido un error.
132 HISTORIA DE M É JIC O .
ciilo al de la anguila. En Méjico se hace algún consumo de este pez, pues pare
ce <i'»c es un alimento muy bueno para los enfermos, especialmente para los de
tisis.
146 H ISTORIA D E M ÉJICO .
(1) Los nombres de los veinte seflores que gobernaban al fundarse Méjico,
eran: Tenoch, A tú n , Acacitli, Ahuexotl 6 Ahueitl, Ocelopan, Xom imitl, XivJicac.
Axolohm , N am caltin , Qncntzin, Tlalala, Tzonlliyayanh, Cotcatl, Tctcall, Toch-
pan, Munich, Tetepau, Tczacall, Acohuatl y Achitomecatí.
(2) Llama la atención que Opoohtli hubiese alcanzado la mano de una prin
cesa acolhua en los tiempos en que los mejicanos se hallaban en la esclavitud;
pero no cabe duda de que ese enlace se verificó, pues asi consta en las pinturas
CAPÍTULO I I I . 161
cali, aquel bondadoso señor de Zumpango, que impulsado
de sus generosos sentimientos, recibió á los mejicanos,
cuando pasaron por aquella ciudad, con las demostracio
nes del mas cordial y afectuoso cariño.
Hecha la elección del monarca, y colocado sobre el tro
no, se estableció que la corona fuese electiva.
Era el reciente rey mejicano Acamapitzin, jóven de
arrogante presencia, de gran juicio, de notable prudencia
y de sentimientos generosos. Aunque tenia varias muje
res, pues como tengo dicho al liablaT de los toltecas, esta
ba establecida en todas las tribus de la América la poliga
mia, la nación trató de unirle con alguna princesa de las
tribus vecinas mas poderosas, con el laudable objeto de
celebrar así alianzas favorables. Para que la solicitud fuese
liccha con la dignidad que debe mediar entre personas
, , reales, se enviaron sucesivamente embaí a -
E1 rey de ’ J
Azcapozaico y dores al señor de Tacuba y al rey de Azca-
Tacuba,"niegan pozalco, pidiendo primero fi uno y después al
la mano otro, }a mano de una de sus hijas. La contes-
de sus hijas . J . .
ai rey tacion de ambos poderosos rué negativa y casi
mcjicano- insolente.
Los mejicanos disimularon el desaire injurioso, y con
servando la esperanza de proporcionar fi su rey un enlace
ventajoso y conveniente al Estado, enviaron una comisión
de las personas mas notables, al señor de Coallichan, lla
mado Acólmiztli, descendiente de uno de aquellos tres
magnates acolhuas, ó quien el rey chichimeca Xolotl re
cibió benévolamente, diciendo que se dignase dar una de
de los mejicanos y colimas, de que hace mención el sabio mejicano Sigllenza
que colectó un gran número de ellas á subido precio.
162 HISTO RIA D E M É JIC O .
le han calificado asf porque solo juzgaron el hecho sin analizar la iatención dol
pensamiento. En mi concepto, lejos de merecer esos calificativos, es acreedor
Alos de sagaz y penetrante.
(1) Clavijero dice que esta orden ora «difícil de cumplirse, porque exponía
dios mejicanos al evidente peligro de encontrarse con sus enemigos.» Esto
viene í comprobar que el rey de Azeapozalco se valia de los medios, yaque hu
millasen, ya que aterrasen, para lograr su objeto, pues la presentación del ve
nado, por sf sola, no hubiera sido menos pueril que la de las aves. Pero en esta
trató el soberano de Azeapozalco de hacer intolerable el precepto por la humi
llación ; en la del venado por el temor do provocar guerras con los vecinos.
CAPÍTULO I I I . 169
lo, venciendo todas las dificultades, lograron llevar, en el
tiempo señalado, lo que se les habia pedido.
El rigor y la arbitrariedad desplegados por el soberano
cliicbimeca, poniendo obstáculos al adelanto de los meji
canos, llenaban de satisfacción á los llatelolcos que, con la
ruina de aquellos, esperaban engrandecerse y ensanchar
sus límites.
Nuevos impuestos y nuevas exigencias siguieron á los
hasta entonces señalados ; impuestos y exigencias que fue
ron satisfechos por los mejicanos.
Sensible le era al rey mejicano Acamapitzin, ver la ma
nera altanera con que el soberano tepaneca aumentaba el
tributo y las dificultades de satisfacerle ; pero la falta de
recursos en que todavía se hallaba la ciudad para armar
un numeroso ejército, y el temor de que la resistencia ú
cumplir con lo que se les pedia, diese por resultado mayo
res injusticias y exigencias, se resolvió, de acuerdo con d
consejo de la nobleza, á entregar en el tiempo debido, lo
que se le pedia á la nación.
Al profundo pesar que le causaba al sensible Acamapit
zin ver á sus vasallos precisados ú sufrir las vejaciones
del injusto soberano tepaneca, se agregaba la honda pena
de no tener sucesión de su bella esposa Tlancueitl, hija,
como ú su tiempo dije, del señor de Coatlichan.
iíi rey mejicano Acamapitzin, teniendo la falta de sucesión
mia desgracia, contrajo segundo m atri-
controonnovo c o m o
mntrimemio.monio con la joven Tezcallamiahuatl, hija del
señor de Tclcpanco, sin dejar por esto á su primera mu
jer, cuyas virtudes se complacía en admirar.
No era menos recomendable por sus bellas cualidades
170 HISTORIA D E M É JIC O .
fin la victoria quedó por las tropas del rey y do sus alia
dos, y los mejicanos, cubiertos de gloria y de despojos,
volvieron ó su ciudad, recibiendo las demostraciones de
agradecimiento del monarca de Acollniacan.
Son castigados Tzompan y los jefes coligados pagaron
cou suplicio su rebeldía, y los Es-
muerte. Lados quedaron sujetos y tranquilos. (1)
Ahogada la revolución y castigados con la muerte los
que la habían promovido, el triunfante soberano de Acol-
huacan, estudiando la manera de evitar que se repitiesen
nuevas rebeliones, admitió como remedio para ellas, el di
vidir el reino en sesenta y cinco Estados, regido cada uno
por un señor que lo gobernase, pero subordinados Lodos á
la corona.
El rey Puesto en planta el pensamiento, sacó do
divide°ei ^cfno ca<^a Estado alguna gente para establecerla en
en 65 Estados, otro ; pero sin que por esto dejase de estar su
jeta al señor del Estado de donde había salido. Do osle
modo trataba el rey Techotlalla de tener obedientes á los
pueblos por medio de las personas extrañas en cada uuo
de ellos. Esta política, que revela gran disposición y don
de mando en el rey que la concibió y la puso en planta,
patentiza, como tengo ya indicado, la injusta caliíicacion
que algunos escritores extranjeros han emitido respecto
de los primeros habitantes del Nuevo-Mundo. Roberlson.
autor respetable por mil títulos, en otros p u n t o s , se equi-
(1} Esta guerra está representada en las pinturas antiguas; pero so lian
engranado aquellos escritores que lian creído que las ciudades mencionadas que
señalan las referidas pinturas bubiuu sido conquistadas para la corona de Mé
jico.
CAPÍTULO I II . 179
voca lastimosamente cuando se ocupa de las facultades in
telectuales de los indios, asegurando quo «poquísimos Cie
rnen el discernimiento intelectual necesario para ser ju z -
»gados dignos de acercarse á la sagrada mesa.» (1)
La política adoptada por el rey do Acolhuaean, aunque
previsora y sagaz para evitar rebeliones, era ofensiva ú los
súbditos pacíficos y leales, y altamente incómoda para los
jefes encargados del gobierno. Sin embargo, los resultados
de aquella política correspondieron á la esperanza concebi
da por el rey al abrazarla, aunque no siempre se disfrutó
de la completa tranquilidad á que aspiraba.
Hecho el arreglo de los pueblos de la manera que ex
presado queda. Tecbotlalla nombró general de los ejércitos
á Tetlato, que se Labia distinguido en la lucha contra el
rebelde Tzompan: introductor de embajadores y aposenta
dor á Y alqui; mayordomo de palacio á T lánu; inspector
do policía de las casas reales al noble Ameclúclii, y direc
tor de los maestros que trabajaban el oro y la plata con
perfección admirable, al inteligente Colmall.
Con el fin de conseguir que reinase la mas perfecta ar
monía entre las tres principales ramas que formaban la so
ciedad, y evitar los malos resultados que suelen producir
siempre las preíercnciasylos favores íi determinados bandos,
liizo que el aposentador de embajadores tuviese £í sus órdenes
el número conveniente de oficiales colimas, el mayordo
mo, de cliichimccas, y el inspector de policía, de tepane-
cas. Respecto de las obras de orfebrería pertenecientes al
rey, nadie podia entregarse á ellas sino los hijos del mis
.Se da una ley para que la elección de monarca recaiga en un hermano, sobri
no oprimo del rey fenecido.—Cliimalpopoca, tercer rey de Méjico.—Nueva
rebelión de Tezozoinoc coutra el rey de Acolhuacan.—Caída de éste.—Muere
apedreado el príncipe Cihuacuecuenotzin.—Muerte del rey Ixtlilxockitl.—
El monarca de Azcapozalco se apodera del trono de Acolhuacan.
jefes, para merecer de vosotros el perdón de la temeridad á la cual nos lia indu
cido su ambición.»
CAPÍTULO IX . 279
brc que se había complacido en humillarles, arrojaron al
campo su cadáver para que sirviese de pasto á las fieras y
á las aves de rapiüa. La sed de venganza de que se sentían
poseídos contra los tepanecas era insaciable, y no se respe
tó sexo ni edad en la horrible carnicería hecha entre los
que no lograron huir á las montañas. A las escenas san
grientas del dia, siguieron las no menos terribles de la no
che. Los mejicanos, para acabar para siempre con el poder
de sus contrarios, destruyeron cuanto en la ciudad había,
quemaron los templos, derribaron las casas, destrozaron
el palacio, y se apoderaron de todo lo que de valor encon
traron en los edificios.
Esta espléndida victoria, acaecida en 1425, un siglo
después de la fundación de Méjico, vino á cambiar la faz
de aquellos pueblos, y á dar á los mejicanos un poder y
una influencia extraordinarios.
Tomado No fué menos favorable la fortuna de las
Lr0pas
vanas ciudades. tlaxcaltecas y huexotzingas que se ha
llaban á las órdenes del príncipe Nezahualcoyoll, que ope
raban á su vez, por distinto rumbo, pero por la misma
causa. Destacadas del ejército, atacaron con impetuoso
brío la antigua corte de Tenayuca donde residieron los pri
meros reyes chichimecas, y la tomaron por asalto, hacien
do un horrible estrago en sus enemigos. Noticiosos enton
ces del triunfo alcanzado por los mejicanos y los acolhuas,
vinieron al siguiente dia á reunirse con ellos, dirigiéndose,
unidos, á la ciudad de Cuollachlepec, que se rindió á las
pocas horas.
La estrella de los tepanecas se había eclipsado. La es
peranza do recobrar lo perdido, había desaparecido do
280 HISTO RIA D E M É JICO .
«Memorias históricas <!e los toltecns y de otras naciones del Anáhuac.» Estas
obras se hallaban en la librería dol colegio de jesuítas do San Pedro y San
Pablo, en Méjico.
CAPÍTULO X . 297
<le la literatura y de las artes, formó un tribunal, llamado
«Consejo de Música,» á cuyo juicio se sometían las obras
de cronología, historia, astronomía, bellas letras y todas
las que pertenecían á la inteligencia. Componían ese cuer
po calificador, los hombres mas eminentes del reino en los
diversos ramos del saber humano. Todo se hallaba bajo
la vigilancia de este tribunal, así las obras intelectuales
como las materiales. Era, por decirlo asi, un consejo gene
ral nombrado para la educación del reino, que decidía so
bre la aptitud de los profesores encargados bien del culti
vo de las leLras ó de las ciencias, bien de las manufacturas
ó de las arles.
Delante de esta numerosa y respetable corporación reci
taban en determinados dias, los poetas, los oradores y Ios-
cronistas, sus escogidas producciones, basadas sobre algún
punto moral, histórico, religioso ó tradicional. En el espa
cioso salón en que se celebraban estos agradables certáme
nes, esas nobles luchas de la inteligencia, en que el talen
to brilla con todos los fulgores de la inspiración, de la
filosofía y de la oratoria, había asientos destinados para
los reyes de Méjico, Tacuba y Texcoco, quienes delibera
ban, en unión de los ilustrados miembros q\ie formaban la
junta, sobre el mérito de las composiciones, distribuyendo
en seguida, valiosos premios entre los autores que mas ha
bían sobresalido.
Llama la atención y causa maravilla al hombre pensa
dor, encontrar en los primeros habitantes del Anáhuac,
esa admirable institución, que bastaría, por sí sola, á dar
una idea favorable de la marcha de un pueblo eu la senda
de la cultura y del buen gusto. Muy alto hablan en favor
298 H STORJA D E M ÉJICO .
guia otro que, co.mo casi lodos los que pertenecían á la re
ligión que profesaban, exigia victimas.
La primera que se sacrificaba después de vestir al mo
narca, era el capellán que babia tenido á su cargo el cui
dado del oratorio y de todo lo que correspondía al culto
privado de sus dioses, y que era esclavo suyo. La muerte
de este esclavo capellán era precisa, segim sus creencias
religiosas. No se le quitaba la vida por el duro placer de
verter sangre, sino con el fin de que en el mundo desco
nocido á donde se pasa de este que habitamos, conlinuase
sirviendo á su señor en el empleo misino en que le habia
servido en la tierra.
Ejecutada la muerte del capellán, seguía inmediatamen
te la procesión fúnebre con todo el aparato propio de la
grandeza de un soberano. Delante del cadáver marchaba
triste y silenciosa, la nobleza, llevando en alto un gran
estandarte de papel, y las insignias y las armas reales..
Junto al finado monarca iban, en el mas profundo recogi
miento sus parientes, sus consejeros, los caciques y los
grandes del reiuo. Suelto el abundante cabello, vestidas de
lu to , vertiendo abundante llanto y lanzando lastimeros
ayes, marchaban las mujeres del difunto rey, acompañan
do sus lágrimas y suspiros con diversos y raros ademanes
con que trataban de significar la honda pena de sus almas.
Sin tocar ningún instrumento músico, triste el semblante
y clavada la vista en el suelo, caminaban los sacerdotes
cantando los himnos religiosos propios de aquel acto impo
nente. Cerraba la lúgubre procesión el inmenso pueblo
que, respetuoso y con aire melancólico, seguía de lejos ú
la selecta comitiva.
CAPÍTULO X . 313
Mientras marchaba el fünobre cortejo hácia el templo
donde debían sepultarse las cenizas del rey, en el atrio á
donde se dirigía, se hallaba levantada una pira de maderas
aromáticas y resinosas, con abundancia de copal y de otros
aromas muy estimados por los mejicanos. Aquella pira era
la destinada para colocar en ella el cadáver del monarca
en el instante que llegase. Varios sacerdotes esperaban en
el atrio la llegada de la procesión, guardando el mas pro
fundo recogimiento. Cuando la comitiva fúnebre llegaba
al atrio inferior del templo, los sumos sacerdotes que ha
bían estado pendientes de su llegada, salian inmediata
mente con sus ministros, al encuentro del real cadáver, y
acto continuo lo hacían colocar sobre la pira que, como lie
dicho, se hallaba dispuesta en el atrio.
Terminada esta operación, instantáneamente los sacer
dotes prendían fuego á la pira, cuyas maderas resinosas,
empezaban á levantar sus llamas envolviendo entre ellas el
cadáver que debía reducirse á cenizas. Durante el tiempo
en que el fuego abrasador, envuelto en densas nubes de
humo aromático, pulverizaba el cuerpo del difunto rey, las
ricas telas con que estaba vestido, las insignias reales, las
armas y todos los adornos que sobre el cadáver se habían
colocado, eran sacrificados uno á uno, al pié de la escalera
del templo, varios de los esclavos presentados por los caci
ques, otros que pertenecían al rey fenecido, algunos hom
bres irregulares y monstruosos que liabia reunido en su
palacio para su diversión y pasatiempo y que debian pro
porcionarle igual recreo en el otro, y varias de sus mujeres
mas queridas que también debian serlo en el sitio destina
do á las almas de los finados. Según la categoría del per
314 H ISTORIA D E M É JICO .
tes dados por el mismo que había sido nombrado rey. Se
gún lo dispuesto por el reciente soberano y por él puesto
en práctica, el rey elegido estaba obligado á salir á la guer
ra para proveerse de los prisioneros que debian sacrificarse
en su coronación. Para conseguir el objeto que se anhela
ba, jamás faltaba alguna ciudad que se rebelaba, algún in
sulto que vengar hecho á los embajadores, 6 bien la captu
ra de los que en los mercados habian inferido alguna ofen
sa, ó hecho algún daño á los mejicanos.
El personaje elegido monarca, salia á la guerra para
hacerse de los prisioneros necesarios que se habían de sa
crificar en su coronación, con grande aparato, llevando
sus insignias reales y ostentando sus armas. Los prisione
ros eran conducidos con notable pompa, con objeto de dar
todo el realce posible á la campaña hecha por el soberano;
pero entre esos prisioneros, los que tenían un lugar dis-
Los prisioneros tinguido, y marchaban separados de los otros
hechos como merecedoreg d6 mas honra, eran aque-
por mano ael '
rey. líos que habían sido hechos por mano del
mismo rey. A esos prisioneros, cuya presencia argtiia el
valor y el esfuerzo del monarca vencedor, se les vestía con
las ropas de mas lujo y vistosas; se les engalanaba con
brillantes adornos, y colocados en preciosas literas, eran
llevados á la capital, de donde los habitantes salían á re
cibirles con músicas y demostraciones de regocijo. Todas
las provincias del reino, anhelantes de patentizar su admi
ración hácia el rey, por los prisioneros hechos por su ma
no, le enviaban embajadas y regalos, felicitándole por el
alto esfuerzo de su magnánimo corazón.
Llegados á la capital los prisioneros hechos por el mo
CAPÍTULO X I. 327
narca, eran conducidos á nn sitio cómodo y decente, donde
se Ies daba de comer abundantemente hasta el dia desti
nado para el sacrificio. La víspera de este, el rey ayunaba
y hacia largas oraciones con gran recogimiento y devoción,
como era costumbre hacerlo por los dueños de las víctimas
que iban á ser sacrificadas, por ser ceremonia expresa
de la religión que profesaban. Llegado para los desdicha
dos prisioneros el funesto dia destinado á su sacrificio,
les colocaban las insignias del sol, y les conducían en se
guida al altar común de los sacrificios, donde morian á
manos del gran sacerdote, que era quien desempeñaba el
cargo de sacrificar á los prisioneros debidos á la persona
real. Acto continuo de haber rasgado á la primera víctima
el pecho y sacado el corazón que lo presentaba al sol y lo
arrojaba luego á los piés del númen de la guerra, hacia
con la sangre del prisionero sacrificado una aspersión h á-
cia los cuatro vientos cardinales, y daba al rey un vaso de
ella para que rociara con el rojo y caliente líquido de la
víctima, los ídolos que se hallaban en el ensangrentado re
cinto del templo, en demostración de gratitud por el triun
fo alcanzado sobre los enemigos de la patria. Terminada la
anterior ceremonia con el profundo respeto con que solían
celebrarla, colocaban la cabeza del sacrificado sobre un
palo altísimo hasta que se llegase á secar perfectamente el
pellejo, y conseguido esto, lo llenaban de algodón, y á fin
de que el hecho glorioso del monarca se perpetuase, lo col
gaban en algún sitio del palacio, donde se conservaba como
glorioso trofeo que patentizaba el real valor del personaje
real.
Moteuczoma fuó el primero que dió el ejemplo, y el que
328 H ISTO RIA H E M ÉJICO .
(1) El verdadero nombre era Moteuczoma, señor sañudo ; pero por corrup
ción de la voz se ba quedado el nombre de Mootezuma, como le llamaremos
desde abora.
CAPÍTULO X I. 331
enviaron, en abundancia, todo lo que pedia, y el templo
se terminó muy en breve, celebrándose su dedicación tras
curridos algunos dias.
Poco tiempo después de liaber dado principio á la obra,
los cbalqueses ó chalqueños que conservaban un odio im
placable á los mejicanos, buscaban los medios de ofenderles,
insultando á los que á sus mercados marchaban, y profi
riendo siempre palabras ofensivas contra Moctezuma y sus
vasallos. La campaña anterior hecha por éste con el fin de
proveerse de prisioneros chalqueses para sacrificarles en su
coronación y el haberse vuelto sin atacar la ciudad de
Chalco, les persuadía á creer que si sus enemigos podían
dar un golpe de mano, eran impotentes para sostener una
guerra contra ellos.
El reino de Chalco era, con efecto, fuerte entre las na
ciones del valle, y sus soldados, instruidos en el ejercicio
de las armas y valientes : el gran número de canoas que
tenian, les hacia poderosos por el agua, y sus muchas y
buenas tropas, respetables por la tierra. Moctezuma com
prendía que una lucha contra aquella nación se debía evi
tar mientras no hubiese un motivo poderoso de honra
para emprenderla, y por lo mismo disimulaba todo lo que
no llevaba una ofensa imperdonable para el país, para po
derse ocupar en los negocios importantes del Estado. La
prudencia de Moctezuma, aumentó la osadía de los chal
queses, y un acto inhumano cometido por ellos, obligó al
rey de Méjico á dejar su actitud pacífica.
El acto, que reunia á la crueldad la injusticia, fuó co
metido en personas de alta suposición, de nacionalidad
acolhua y mejicana.
332 H ISTO RIA D E M É JICO .
era así. pues, como los egipcios, agregaban cinco días quo
denominaban inútiles, porque oslaba destinado íi visitarse
múlilamente, dando por resollado que tenia, como el nues
tro. Irescienlos sesenta y cinco dias.
Las estaciones del año estaban scñoladas por jeroglíficos;
y para saber exactamente los años que iban transcurridos de
cada siglo, y aquel en quo se hallaban, babian puesto á los
años, cuatro nombres, que eran, conejo, caño, pedernal y
casa. (1) El año primero con que empezaba el siglo, era
primer conejo: el segundo año, ser/anda caña: el tercero,
tercer pedernal: el cuarto, cuarta casa: el quiulo, quinta
conejo, siguiendo este orden basta el íin del primer perío
do que se verificaba el año decimotercio, que era dirimo-
tercio conejo. El segundo período empezaba con el segundo
nombre del año correspondiente al primer siglo, esto es.
con primera raña, puesto que daba principio por ella; se-
guia sé-pando pedernal, tercera casa, cuarto conejo: y asi
sucesivamente hasta el decimotercio año. que venia á ter
minar con el nombre con que había empezado el período,
(..'orno el nombre que seguía á caña era pedernal, el perío
do do trece años inmediato, empezaba con primer pedernal.
y el cuarto período, con que terminaba el siglo, con pri
mera rosa.
Con osle método sencillo en que eran cuatro los nombres
y trece los números, se hacia del lodo imposible la equi
vocación de un año con otro, y segura la cuenta de los si
glos transcurridos.
El año primero con que daba principio el siglo, empe-
;i) Son hechos tío xasa de maíz, y entre ellos Ley de varias ciases: unos
mezclados con :¡%<lacitos do carne, otros co:\ pimii ::<<. llamado ciiiic, otras
dulce, otros <le manteca, y alguno.? de una fruta parecida * nuestra careza. Hu
mada c«.palia. Suelen tornarse caliente», y están envuelto» cii hojas do maíz.
E! tamaño »» e) de un chorizo., perineñito y gordo.
CAPÍTULO XV. 499
Noveno roes. El noveno mes, que caía el 5 dcAgosLo, se
Segunda fiesta
al dios <lc la celebraba la segunda fiesta del dios Euilzilo-
guerra.
Adorno de flores pochtli. En esta festividad, se adornaban con
y sacrificio de llores lodos los ídolos de los templos, de las
víctimas
humanas. calles y de las casas, al mismo tiempo que se
elegían los prisioneros que debían ser sacrificados. ¡In
comprensible mezcla de costumbres dulces y suaves, con
otras duras y crueles! ¡La tendencia á la sensibilidad, á
lo bello, amalgamada á una costumbre dura, impuesta por
la funesta preocupación que avasalla y domina!
La noche que precedía á la fiesta, se pasaba en prepa
rar las viandas que se habian de servir al siguiente dia
en medio del regocijo y la alegría. Al nacer el nuevo sol,
la ciudad se ponia en movimiento, y el átrio inferior del
templo se llenaba de gente. Los nobles y los guerreros for
maban un baile, en que danzaban, poniendo cada cual sus
manos encima de los hombros de los otros. Este baile dura
ba, con ligeras interrupciones, desde la salida hasta la pues
ta del sol, y lermiuaba con el sacrificio de los prisioneros.
Can saugre también de víctimas humanas, se celebra
ba en el mismo mes, la Gesta que se hacia en honor de
.Facatet'.dli, dios del comercio.
Décimo mes. Mas horrible era la muerte que sufrion
Fiesta al
dios del fuego los prisioneros del mes décimo, que empeza
I.as víctimas
son arrojadas; ba el 2ü de Agosto, en la fiesta destinada á
la hoguera .1’mhUvxtii, dios del fuego. Con gran pompa
y luego
sacrificadas. y solemnidad haciau conducir los sacerdotes,
desdo un bosque inmediato, un árbol hermoso y lozano
que colocaban do pió, en medio del átrio inferior del
templo. Ninguna ateaciou se descuidaba para mantenerlo
500 HISTO RIA D E M ÉJICO .
(lí D. José Acosta, que supo conquistar con sus obras un buen lujar en la
república de las letras, después de haber vivido por espacio de muchos años en
ambas Américas. recogiendo noticias importantes de las personas inas carac
terizadas, escribid la «Historia natural y moral de las Indias.» impresa por pri
mera vez en Sevilla en 15$), y reimpresa en Barcelona en 1501. La obra fuú tra
ducida á varias lenguas en Europa.
CAPÍTULO X V . 517
reduciendo el número de víctimas á la menor cifra imagi
nable. «No sé, dice con este motivo el ilustre Clavijero,
por qué el señor Casas, el cual en sus escritos se vale con
tra los conquistadores del testimonio del señor Zumárraga
y de los primeros religiosos, se oponga á ellos tan abierta
mente en cuanto al número de los sacrificados.»
Conocido el carácter noble y recto del señor Zumárra
ga, su amor á la verdad y el deber de dar exactos informes
al ministro general de la órden; examinadas las cifras que
los autores mas caracterizados kan presentado, y teniendo
en cuenta el sano criterio del ilustre historiador mejicano,
1). Francisco Javier Clavijero, se puede asegurar, sin te
mor de incurrir en el defecto do exceso, que el número
anual de víctimas sacrificadas á las funestas deidades en
todo el imperio mejicano, ascendia á veinte mil.
Parece á primera vista que con los miliares de indivi
duos sacrificados anualmente, la población hubiera ido de
creciendo sensiblemente hasta quedar reducida á muy pocos
habitantes, en lugar de ir creciendo, como realmente crecía;
pero pronto la razón viene á convencer de que el número
de víctimas no podia producir el resultado creído. Obliga
dos por la ley, á casarse los hombres de veinte á ventidos
años, y las mujeres de diez y siete á diez y ocho; existien
do la poligamia en aquellos pueblos, y mirándose la esteri
lidad como una desgracia, era lógico que la población cre
ciese notablemente en habitantes, sin que el número de
sacrificados pudiese igualar al de nacidos.
Meditando sobre los sangrientos actos que referidos que
dan en las anteriores páginas, causa dificultad creer que
pueblos que se hallaban íntimamente adheridos á esas eos-
518 HISTO BIA D S M É JIC O .
(1) Dios el primero y diosa la segundo, que velaban desde el cielo sobre el
inundo y dabou sus inclinaciones, aquél d ¡os hombres, la diosa 1 las mujeres.
546 H ISTO RIA D E M ÉJICO .
(1) Hoy llaman generalmente A este calzado los indios, gm rachcs; voz to
mada de la lengua tarasca.
C30 HISTO RIA D E M É JIC O .
(1) «Dirán abora algunos lectores muy curiosos, que cómo pudimos alcan
zar ¿saber quo en el cimiento de aquel gran cu cebaron,» etc., haciendo sobre
mil años (esto es, un número indefinido y considerable de años; que se fabri
có y se Itizo. A esto doy por respuesta que desde que ganamos aquella fuerte y
gran ciudad y se repartieron los solares, que luego propusimos que en aquel
¿Trt»CKhabiaiuo6 de hacer la iglesia de nuestro patrón y guiador, señor San
tiago;» y Iob caciques, y los principales señores, así como el misino Guatimot-
zin dijeron que es verdad, «e que así lo tenian por memoria en sus libros y
pinturas de cosas antiguas.»—Bernal Diaz. «Historia de la conquista de Mé
jico.»
CAPITULO x v m . 641
petables autores que ta n descrito Méjico, dando el nombre
de templo principal al teocalli que ocupaba el sitio en que
hoy se levanta la suntuosa iglesia metropolitana, ha pro
venido de una cosa de fácil explicación.
Después de la toma de la ciudad de Méjico por Hernán
Cortés, se hizo el plano de la nueva ciudad, que se edificó
en el mismo sitio que la antigua, aunque bastante mer
madas sus dimensiones. En ese plano, la población india
y la española quedaron ocupando distintos puntos. Un an
cho canal dividia la parte habitada por ios indios, de la
que habitaban los españoles, cruzando de una á otra parte
por anchos puentes de madera. La población indígena se
extendió por los barrios de su demarcación, especialmente
al Norte, desde Santo Domingo hasta Tlatelolco; y la es
pañola se estableció en las calles de Santa Teresa, Em pe-
dradillo, Tacuba, Arzobispado, y todas las inmediatas á
donde se hallaban los palacios de Moctezuma, situados
precisamente próximos al vasto teocalli levantado por
Ahuitzoll, cuya área era inmensa, y parte de la cual ocu
pa hoy la hermosa iglesia metropolitana. Establecida así
la división de la ciudad, se formaron dos plazas grandes ó
mercados, llamados tianguis; uno en Tlatelolco, para los
naturales, y el otro en la plazuela del Volador, para los
españoles, á poca distancia siempre de la catedral.
Para los vecinos españoles, el templo de Tlatelolco que
quedaba retirado del núcleo de ellos, no tenia importancia
ninguna, mientras la tenia, y muy grande, el que existia
donde hoy se encuentra la catedral, no por la suntuosidad
de la obra, sino por el vasto espacio que ocupaba en el
centro de la nueva ciudad, abarcando una gran parte de
6 42 H ISTO RIA DE M É JICO .
(1) El fraile franciscano Betancurt, en su obra inti ta lada Tealro Mejicano, Im
presa en Méjico eu ICOS, dice que la fila de prisioneros para el sacrillcio, orde
nada en la calzada de Iztapalapa, comenzaba en aquel sitio que se llama hoy la
candelaria Malcitillapilco. por cuya causa tuvo este nombre, pues 3falc*illapil-
co significa punta, cola, ó extremidad de prisioneros. El historiador D. Fran
cisco Clavijero, versado en el antiguo idioma mejicano, dice, que «lacongctura
de Detaucurt es muy verosímil, y que no es fácil encontrar otro origen de este
nombre.»
6 46 H ISTO RIA D E M É JIC O .
con Hornan Cortés, le conoció personalmente, liace una pintura minuciosa déla
persona y de las costumbres de Moctezuma II, en su «Verdadera historia de la
conquista de la Nueva-Espaíia.»
666 H ISTO RIA DE M É JIC O .
(1) «Y estaban todas las paredes de aquel adoratorio tan bañadas y negras
de costra de sangre, y asimismo el suelo, que todo hedía muy malamente.»—
Bernal Díaz. «Conquista de la Nueva-Espafia.'*
682 HISTORIA DE MÉJICO.
(1) Altanos han creído, por la lectura de un librito en que se habla del si-
BISTORIA DE MÉJICO.
tio que ocuparon las tlatelolcos y los mejicanos, que la ciudad antigua abra
zaba en su ¿vea á Chapultepec. Pero no es asi. Chapultepec ac hallaba &dis
tancia de dos millas de la antigua Méjico. Bastará á cualquiera, para conven
cerse, leer las siguientes palabras de Bernal Díaz: «Una gran alberca de agua
que se bencbia y vaciaba, que le venia por un calió encubierto de la que entra
ba en la ciudad desde Chapultepec.» El mismo autor dice al hahlar del sitio
puesto i Méjico por Hernán Cortés: «Acordaron fuésemos ¿quebrar el agua de
Chapultepeque, de que bc proveía la ciudad.» El Sr Clavijero trae el siguien
te párrafo. «Construían los mejicanos acueductos: los que conduelan el agua ft
la capital desde Chapultepec, etc.»
(1) Hernán Cortés en sus cartas é Cirios V, dceia que «era tan grande como
Sevilla y Córdoba.» Sevilla, que después del descubrimiento de Méjico y de)
Perú, creció en importancia y población, tenia entonces 80,000 habitantes:
Córdoba tenia 40,000. La cifra que arrojan ambas ciudades juntas, esté de acuer
do con el que resulta del cálculo que debemos hacer, suponiendo é cada familia,
seis individuos, pueBto que, exceptuando los palacios de los grandes, que te
nian dos pisos, las casas eran de uno, en qne únicamente vivía una familia.
CAPÍTULO XIX. 6 87
cargadas por animal ninguno, pues no existían de carga,
sino en hombros de individuos que no se ocupaban de otra
cosa. Cada comerciante ajustaba los hombres necesarios
indios de carga, llamados lamentes, y reunidos varios merca-
cargaban. deres, formaban una caravana en que iban
centenares de tamemes. El peso de la carga que cada
uno de estos llevaba, no podia exceder de sesenta li
bras. Los comerciantes llevaban á vender, finas telas de
algodón, capas de bellas plumas, joyas, esclavos, y cuan
to juzgaban que podria ser deseado en las provincias á
donde marchaban. El comercio de esclavos era entre los
aztecas, un tráfico honorífico, y generalmente los presen
taban en las ferias mas concurridas, como las que se cele
braban periódicamente en Azcapozalco, para la venta de
ellos. (1) Los comerciantes eran respetados por donde
quiera que iban, y ellos llevaban siempre algún valioso
regalo del soberano del país de donde salían, para los je
fes de aquellos puntos á donde iban, y recibían de éstos,
otros para corresponder al regalo recibido. Las autorida
des guardaban con ellos grandes consideraciones, y les da
ban el permiso de comerciar libremente en el sitio á que
llegaban. Siempre marchaban en esas expediciones mu
chos comerciantes juntos, y la numerosa caravana iba
perfectamente armada y municionada, para defenderse en
el caso de que intentasen algo contra ella. Si alguna fuer
za extraña les acometía, se defendian, sabiendo que inme
diatamente marcharian fuerzas en auxilio de ellos. Pero
nadie se atrevía á causar daño ninguno á los comerciantes1
(1) Bernal Díaz, al hablar del servicio de la mesa de Moctezuma, dice aBl:
«Mae lo que yo vi, que traían sobre cincuenta jarros grandes, hechos de buen
cacao oon su espuma, y de lo que bebía; y las mujeres le servían al beber con
gran acato.»
702 H ISTORIA D E M É JIC O .
dicho tengo; pues jarros de cacao con su espuma, como entre mejicanos se
Lace, mas de dos mil, y fruta infinita.»
(1) Los mejicanos le llamaban al vino del maguey ó de la pita, ncnclli, que
quiere decir vino dulce: pero los españoles le dieron el nombre de pulque, to
mándolo de la lengua araucana que se hablaba en Chile, y que aquellos habi
tantes aplicaban á toda bebida embriagante. El neuclli, como le llamaban los
mejicanos, ó el pulque, como es conocido hoy, se extraía y se preparaba de
una manera muy sencilla. Cuando llega el maguey al estado de madurez y de
desarrollo, se le cortan las hojas tiernas que se encuentran en el centro de la
planta, de que sale el tallo, y allí le hacen una cavidad conveniente. Hecho es
to, le raspan la superficie interior, de la cual se filtra, en bastante abundancia
un jugo muy dulce, al que dan el nombre de aguamiel. Se valen para sacarlo
de la cavidad referida, de un calabazo largo y estrecho, llamado acocote, con el
cual sorben y extraen el jugo de la planta, que lo ponen en una gran vasija,
hasta que llega á fermentar. Antiguamente facilitaban la fermentación con
una yerba nombrada ocpatli, que servia, al mismo tiempo, para darlo mas fuerza.
704 HISTO RIA DE M É JICO .
relativas fi. los temploB, edificios, armas y costumbres de los antiguos mejica
nos, los historiadores le designan con el nombre de * £ l conquistador Anónimo.»
La curiosa y estimable producción de este sincero escritor, se halla en la colec
ción de Ramuflo.
(1) El mismo Conquistador Anónimo dice que cuatro veces entró en el pala
cio referido, y que no le fué posible verlo enteramente, i pesar de haberse can
sado en recorrerlo.
706 H IST O RIA D E M É JIC O .
pero incluía on eso número á los habitantes do las tres ciudades referidas,
pues, según 61, no había, próximas á Texcoco, mas que otras dos ciudades ala
uno á tres leguas, que se llama Acuruman (Acolman), y la otra ú sois leguas-
que se dice Otumpa,» (Otumba}.
(I) Hernán Cortes. Carta segunda.
CAPÍTULO XXI. 773
tcocallis, mas de cuatrocientas torres. (1) El número de
habitantes de olla no podía bajar de cien mil, suponiendo
á cada casa habitada por una familia de cinco personas.
Tiacopan Un reino tenia verdaderamente amigo: el
extensión, de Tlacopan ó Tacuba, situado entre el de
Méjico y Michoacán; pero su extensión era extremada
mente reducida, y poco auxilio le podia prestar en un
caso aflictivo. Tlacopan no comprendía mas que la capi
tal, que llevaba su mismo nombre, algunas ciudades de
poca importancia de la nación tepaneca, y los lugares de
los mazakuis, que se hallaban situados en las montañas
occidentales del valle de Méjico. La corle de Tlacopan se
levantaba sin pompa y sin grandeza, en la ribera occiden
tal de la laguna de Texcoco, á distancia de legua y media
de la grandiosa corte de Moctezuma.
Había otras naciones que no habiendo sentido la domi
nación de los emperadores mejicanos, vivian indiferentes
á las evoluciones que se operaban en el Anáhuac, sin odio
ni simpatía hácia ellos; pero teniendo do los monarcas az
tecas y de la riqueza de su imperio, una elevada idea.
Península de Estas naciones ó tribus se hallaban exlen-
Yncatan. didas en la fértil península llamada Onohual-
co, por los aztecas, y Yucatán por los españoles, y que hoy
forma uno de los Estados de la actual república mejicana.
líl origen de los yucatecos ó mayas, no ha sido posible
averiguarlo hasta ahora; pero las ruinas que aun existen de
algunos do los templos que elevaron, atestiguan que los
primeros habitantes, no cedían en cultura y civilización á
(1) Iztapalapa tenia, según Hernán Certés, de doce Aquince mil vecinos:
hoy tendrá mil quinientas almos; pero aun se ven las ruinas de algunas casas
que indican su antigua importancia.
(2) He seguido en el número de habitantes., á las noticias dadas por Cortés
¿ Cárloa V.
CAPÍTULO XXI. 779
creen que los historiadores españoles le dieron un número
muy superior al que realmente tenia, para que así apare
ciesen mas brillantes los hechos de sus compatriotas en la
conquista de Méjico. Pero al lado de esos historiadores
que, llevados de agenos informes y con la mejor buena fé,
hicieron subir la cifra de habitantes á un número exagera
do de millones, so encuentra la relación de los conquista
dores, rectificando lo dicho por aquellos, renunciando á la
gloria que les podria resultar dejando pasar por cierta la
población que le daban á aquellos vastos territorios. El
franco soldado Pernal Oiaz, del Castillo, á quien Roberlson
llama, con justicia, el mas veraz de lodos los escritores -primir
ticos, es el primero en denunciar el defecto del historiador
Gomara, de aumentar el número y grandeza de los pue
blos conquistados para hacer resaltar las proezas de los
hombros que dieron cima á la difícil empresa. No es de
extrañar que los que hayan leido la historia do la N ueva-
España por el expresado historiador Gomara, m uy apre-
ciablc por mil títulos, pero jamás cu lo correspondiente á
números, le den á la antigua ciudad de Méjico sesenta- mil
rasas y trescientos mil habitantes. (1) Pernal Díaz, in
transigente con las exageraciones, y mal hallado con las
inoxacliludos do Gomara, dice que cuando refiere el nú
mero de millares de casas que tenían las ciudades y pue-
(l) l). PVancisco T.opcv. de Gomara escribió su historia ilo ’.a Nueva- España,
fundado 011 las noticias que rcrbalmeiue le dicrou algunos conquistadores.. y
en los escritos do los primeros religiosos que marcharon :i Méjico. Hay en ¡a
obra del S¡\ Gomara cosas muy curiosas, y él fue el primevo que publicó la ma
nera con que los mejicanos contaban el tiempo, sus leyes, sus ritos y sus cere
monias: povo su obra adolece de graves errores por la falta de exactitud en
muchos do los informes que le dieron.
780 HISTORIA DE MÉJICO.
(1) «Y también dice osle coronista que iban tantos millares de indios con no
sotros á las entradas, que no tiene cuenta ni razón eu lautos como pone: y tam
bién dice de ios ciudades y pueblos y poblaciones que oran lautos millares de
casas, no siendo la quinta parto .—Cornal Diaz. «Historia de la Conquista de
la Kueva-Espaflu, capitulo 119.»
CAPÍTULO XXI. 781
Bernal Diaz se vale del nombre de «toda Castilla» para
indicar toda JEspaTia. y de ninguna manera una sola parle
de la Península.
No creo, por lo mismo, que está muy lejos del nú
mero exacto, el consignar que los países conocidos des
pués de la conquista con el nombre de Nucva-España, te
nían una población de ocho millones de habitantes. La
parte en donde, por decirlo así, se hallaba reconcentrada
la mayoría de la gente que poblaba aquella deliciosa re
gión, era la que se extendía al Sur del rio de Santiago,
con particularidad entre el gran valle de Méjico y la
rica provincia de Oajaca, que aun conserva magniíicos
restos que atestiguan su antigua cultura. E n esa parle
que la agricultura y la civilización habían elegido como
asiento, se encontraban las grandes ciudades, el órden y
la verdadera población. En las provincias dei Norte de
aquel vasto país, apenas se encontraban habitantes. Los
vastos terrenos situados mas allá del paralelo do 20" no
sentían la huella mas que de pequeñas tribus errantes
y nómadas de otoinites y chichimecas, cuyos aduai'es.
esparcidos en los vastos desiertos que recorrían tras do
la caza, se perdían entre las inmensas llanuras y los bos
ques.
Los feraces terrenos que hoy forman los Estados de Que
rétaro, Guauajuato, San Luis, Zacatecas y otros, hasta la
línea con los listados-Unidos, erau desiertos incultos en
que vagaban partidas de salvajes, sin mas ley que sus ar
cos y sus Hechas.
Huyendo, puos, de los dos extremos locados por (jo
mara y por el abate Nuix, y colocándonos en el justo me
782 HISTORIA DE MÉJICO.
iNigimi*.
lNTUOUÜCCIOX................ ........................................................................ V
Capítui -o I. Procedencia do los primeros habitantes del continente Ame
ricano.—Los toltecas: su establecimiento en el país de Anáhuac: su
civilización: su desaparición.—Los rbichimecas: sus monarcas: su ¡ro-
bierno: su favor hácia los inmigrantes.—Llegada de los acolhuas. de
los ollaceas y de otras diversas tribus que liabitavou antes que los me
jicanos el país A quien estos dieron al fin su nombre.—Union de los
cliichiiuecas y acolliuas: sus progresos en las artes y en la agricultura. :)1
Cap. U. Los aztecas ó mejicanos.—Su viajo al país de Anáhuac.—Se es
tablecen sucesivamente en Tepeyacae, Chapultepec y Acocolco.—Son
reducidos á esclavitud eu Collmacan.—l n sacrificio humano.—Reco
bran la libertad.—Fundación de Méjico.—Huertos flotantes 0 chinam
pas <le los mejicanos.—División do los mejicanos eu (latclolcos y tc-
noclicti».—fie liacen dos naciones vecinas y rivales.—Los mejicanos
piden al rey do Culhuaean nna hija para hacerla madre de su dios.—
Sar-rillcio humano.—Huitzilopoehtli. númen de la guerra: su descrip
ción.................................................................................................... 131
Cap. III. Sistema de gobierno de los mejicanos hasta-1352.—I-’undacion
de lu monarquía —Primer rey de Méjico.—Primer rey do Tlntelolco.—
Tributos impuestos ¡i los mejicanos por el rey de AzcapoMileo.—Pro
gresos do los mejicanos.—I-Initzilihuiil. segundo rey «le Méjico.—!áe
casa con una hija del rey de Azeapozaleo. y poco después con otra del
señor «le Cuahiianliuac.—(¿iicdun libres los mejicanos «lo los anterio
res tributos.—Trinnfo debido ¡i ellos en Xaltooan.—El rey de Acol hua-
can divide su reino en <3 estados.—Prosperidad agrícola y comercial
de los mejicanos.—lincmistad de Mnxtlaton, señor de Coyoacan, con
los mejicanos.—Se asesina por su únten al hijo del rey de Méjico.—
Conducta prudente del rey de Méjico............................................. 15#
C ap . IV. Prosperidad do la agricultura entre los mejicanos., y aumento
788 ÍNDICE.