Tenemos La Pareja para
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150 pag.
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www.parejasdespiertas.com
ISBN: 978-607-96904-1-0
Impreso y hecho en México
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EL GUERRERO
Sombra: muchas personas son tan débiles que no saben decir no, es decir,
poner límites; por lo mismo, otras invaden sus reinos imponiéndoles criterios y
necesidades que no son de ellos. Otra expresión es el reverso de la moneda:
son tan débiles que la sombra del guerrero las convierte en individuos
prepotentes, controladores, impositivos y dominantes.
EL SABIO
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Las ideas expresadas en este libro son creación de mi propio sabio. Con él
muestro el viejo modelo del amor, el cual, a mi modo de ver, forma parte de la
sombra del sabio, y te propongo uno nuevo, que espero determines que está
más cerca de su modalidad evolucionada que de su sombra.
EL BUSCADOR
Funciones: las personas somos seres con una trayectoria evolutiva, cuya
verdadera y suprema tarea es la de crecer, de madurar. El buscador es el
resorte interno, el impulso que nos lleva a tratar de hallar caminos para alcanzar
la trascendencia y mejorar nuestra calidad de vida. Este personaje es el que te
condujo a este libro para obtener nuevos conceptos y herramientas que te
permitan construir una relación de pareja satisfactoria.
EL BIENHECHOR
EL DESTRUCTOR
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EL GOBERNANTE
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EL BUFÓN
EL MAGO
EL INOCENTE
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EL CREADOR
EL HUÉRFANO
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EL AMANTE
Funciones: los seres humanos estamos solos y tenemos que resolver el dilema
de quedarnos así o de relacionarnos con el prójimo. Si elegimos esto último,
tenemos que escoger entre la disyuntiva de relacionarnos sana o
enfermizamente. Por lo tanto, la tarea del amante consiste en construir vínculos
afectivos maduros con los demás para responder eficazmente a la situación de
separación que existe entre ellos y nosotros.
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A mi mago, por el toque de su varita que le dio magia a este material y por
su habilidad para transformar la conciencia afectiva en muchos de mis
interlocutores y la mía propia.
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Después les pido que imaginen que el sábado de la siguiente semana, por
la mañana, convocaré en el Estadio Azteca la presencia de la mayor cantidad
posible de hombres que hayan fracasado en su intento de construir una pareja
nutritiva, ya sea que se encuentren divorciados legal o emocionalmente; en una
severa crisis conyugal; en una relación de infidelidad; o tan sólo padeciendo una
insípida y mediocre relación.
Por la tarde de ese mismo sábado, congrego a las mujeres que son o han
sido parejas de todos estos varones que asistieron a la reunión matutina, para
hacerles las mismas preguntas. A la primera, como ya podrás suponer,
contestan que sí están en condiciones de amar y que sí poseen los recursos
emocionales para sostener una buena relación marital y a la segunda,
¡sorprendente!, que su proyecto afectivo no tuvo un buen desenlace por culpa
de ellos, porque son unos machos, misóginos, controladores, inseguros,
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¿Verdad que esto resulta esquizofrenizante? Algo debe andar mal, ¿no
crees? Ambas partes se consideran las chicas o los chicos buenos de la
película; unas hermanas de la caridad; unos ángeles incomprendidos; unas
pobres e inocentes víctimas perseguidas por malévolos villanos, portadores de
un terrible virus psicológico que destruye relaciones afectivas.
A todas luces no salen las cuentas, ya que por un lado tenemos a la pareja
hundida en el penoso fango de la mediocridad, y por otro a la gran mayoría de
las personas alardeando de su ejemplar capacidad de amar.
Con respecto a la increíble capacidad que tenemos los seres humanos para
autoengañarnos, el gran filósofo alemán Friedrich Nietzsche escribió: “la mentira
más común es aquella con la que la persona se engaña a sí misma, es un
defecto vano engañar a los demás”. Si el hecho de engañar a los demás ya es
muy grave, imagínate lo que representa la afirmación de Nietzsche de que
todavía lo es más mentirnos a nosotros mismos y de que además es algo que
hacemos con frecuencia. Esto es así porque con su práctica, nuestra
perspectiva de desarrollo se ve seriamente limitada.
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Lo interesante del caso es que, así como es fácil desplegar esta parte
destructiva, en esa misma proporción resulta difícil admitirla. Somos capaces de
cometer los actos más atroces, pero incapaces de reconocer la irracionalidad y
el primitivismo que los impulsa; de inmediato fabricamos argumentos para
justificar y legitimar nuestras fechorías. A este mecanismo se le conoce en
psicología como racionalización: consiste en el intento de hacer pasar por virtud
algo inaceptable, enfermizo o hasta ruin.
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Tanto la Iglesia medieval como los nazis, unos en nombre de Dios y otros
en nombre de la superioridad étnica, fueron capaces de cometer actos terribles
y desalmados, pero también incapaces de reconocerlos. Primero mataban y
torturaban con la espada de la barbarie y después realizaban contorsiones y
malabarismos mentales para intentar crear argumentos que justificaran su
inmoral y deshumanizado comportamiento.
Este aspecto es tan determinante en la crisis de la pareja, que por ello debo
mostrarte a través de otros ejemplos el poderoso gigante contra el que tendrás
que luchar. Observemos el protagonismo de la incapacidad de autocrítica, la
manera en que ésta se desenvuelve en diversos ámbitos. Veamos primero el
internacional.
Las disputas o guerras entre naciones pueden darse entre dos igualmente
poderosas o una más que la otra. En el primer caso, ambos países suelen
considerarse el “gran modelo” de nación, y aseguran que son agraviados por
otra de calidad inferior de cuyas malignas intenciones, provocaciones o
intimidaciones hay que defenderse, atacando o incrementando el arsenal bélico.
Ninguna de ellas quiere percatarse de sus propias carencias ni defectos, ya que
sólo ven las del “enemigo”.
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Como ellos piensan que cada uno tiene su propio Dios, el cual patrocina su
movimiento, entonces tenemos a dos dioses que se enfrentan entre ellos,
utilizando a estos supuestos homo sapiens para que den la cara por ellos, para
que preserven y vanaglorien su grandiosa imagen. Me viene a la mente la
escena de un ring en donde en cada esquina está un dios que anima y motiva a
su peleador para que destroce al oponente. Qué patético, ¿verdad?
De hecho, las encuestas más recientes que señalan al sector más repudiado por
la sociedad apuntan justamente en dirección del gremio de los políticos –incluso
están por debajo de la repudiada policía–, lo que verdaderamente resulta grave
y humillante. ¿Sabes por qué la mayoría no creemos en los partidos políticos?
Entre otras cosas, porque ninguno asume una actitud de autocrítica. Aunque se
digan de izquierda, de centro o de derecha, la verdad es que la “ideología” que
los anima y los guía es exactamente la misma. ¿Sabes cuál es? Es la que se
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—Sí, amiga, también se casó, sólo que él tuvo muy mala suerte. Su
matrimonio va muy mal... Imagínate que el pobre tiene que levantarse
de madrugada para cambiar los pañales de mi nieto, tiene que
preparar el desayuno por la mañana, lavar los platos y encima ¡ayudar
en la cocina! Y después de todo esto, sale a trabajar para conseguir el
sustento y pagarle una muchacha que le limpie la casa; por si no
fuera suficiente, ella lo presiona para que salgan de viaje dos veces al
año y ¡lo peor! quiere coche nuevo cada año... pobre hijo mío. ¡Ella es
una lagartona!
En los partidos políticos en especial, rige esta doble moral; miden con un rasero
sus conductas y con otro la de los otros partidos. La que aplican con los suyos y
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Dirigen un equipo con la premisa “si afectan mis intereses, lo que nos
hacen es una infamia”; amplifican el episodio y le imprimen una resonancia
descomunal. En cambio, si afectan los intereses de los demás, entonces
exclaman; “ya, ni aguantan nada, qué susceptibles son”.
Todo esto quiere decir que el enfoque del mismo evento puede ser
interpretado de manera radicalmente opuesta, dependiendo del lado de la
cancha desde donde es percibido.
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¿Has visto alguna vez a un entrenador que al final del juego que ganó
inmerecidamente porque el árbitro tuvo un día desastroso, que todo el tiempo se
equivocó a favor de su equipo, declare en un tono de amargura y de coraje que
no se merecían la victoria y que incluso el inepto y descarado árbitro les regaló
el juego? ¿Verdad que no?
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Como puedes ver, ella culpa a su marido por los problemas conyugales al
afirmar que es un alcohólico irresponsable, en lugar de cuestionarse: ¿por qué
elegí como esposo a alguien tan inmaduro?, ¿por qué lo trato con desprecio?,
¿por qué no me divorcio en lugar de humillarlo, cuando lo único que hago con
esa actitud es echarle gasolina al fuego?, ¿habrá alguna relación culpa-castigo
entre mi coquetería y su embriaguez?
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Le expliqué que tenía la solución en sus manos, que quería ser tratado
como rey sin darse cuenta de que se comportaba con su compañera como si
fuera un déspota. Le aseguré que si empezaba a darle un trato de reina, sin
temor a equivocarme ella comenzaría a darle el trato de rey que él tanto
anhelaba.
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Cada uno de ellos intenta explicar que su matrimonio está deteriorado por la
interminable lista de defectos, carencias y limitaciones del cónyuge que ambos
presentan al terapeuta como prueba irrefutable de que el otro es el causante del
desplome de su relación.
¿Qué te parece?
Pues esto último es ¡ciencia ficción! Es un episodio que difícilmente
podríamos presenciar, porque es inusual. A través de la escena prototípica en la
que los cónyuges se responsabilizan mutuamente del desastre conyugal,
descubrí que en la vida, pero que también en el ámbito del matrimonio, existen
dos tipos de personas: las víctimas, que constituyen 95% de los integrantes de
la pareja, son aquellas que utilizan los defectos del otro para no asumir los
propios, mientras que los guerreros, que integran el 5% restante, son aquellos
que saben que en cada conflicto que surge con el compañero, los dragones y
demonios con los que se tienen que enfrentar siempre están en su mundo
interior y no en la pareja.
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Para que atestigües en toda su dimensión los efectos demoledores con los
que la incapacidad autocrítica golpea sin misericordia a los proyectos
conyugales te invito a que analicemos la siguiente historia de humor negro.
Querido ex-esposo:
Te escribo esta carta para informarte que por el bien de los dos he
decidido dejarte. Considero que he sido una buena mujer para ti estos
10 años, y sin embargo no puedo recordar nada bueno de ti. Estas dos
últimas semanas han sido un infierno. Tu jefe llamó para decirme que
hoy habías renunciado al trabajo, y eso fue lo máximo que pude
soportar.
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Querida Ex-esposa:
Espero que tengas la vida que siempre deseaste. Mi abogado dice que
por la naturaleza del contenido de la carta que me dejaste, no recibirás
ni un centavo de mí.Así que cuídate mucho.
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Ella sostiene, sin dudar en ningún momento: He sido una buena mujer para
ti estos 10 años, y sin embargo, no puedo recordar nada bueno de ti, mientras
que en respuesta él afirma categóricamente: Hemos estado casados 10 años,
aunque eso no significa que hayas sido una buena mujer. Todo lo contrario. Yo
veo mucho tiempo la televisión y me refugio en la computadora para tratar de
ahogar el aburrimiento que me causan tus constantes quejas y malas actitudes.
Como puedes advertir, estamos en presencia de dos expertos en el arte de ver
con lupa y de manera minuciosa y exhaustiva todos los ángulos de la paja que
encuentra en el ojo ajeno, y al mismo tiempo dos invidentes psicológicos para
percatarse de la existencia de la descomunal viga alojada en el “propio ojo”.
Son dos personas que se consideran víctimas de las carencias del otro, dos
seres padecientes del daño que dicen que el consorte les ha infligido y, al mismo
tiempo, dos inconscientes del daño que le han hecho al otro, o en el mejor de
los casos con la pobre conciencia de que si han hecho cierto daño, según ellos,
sólo ha sido una respuesta a las previas agresiones de las que han sido objeto
por parte del cónyuge.
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— Qué tal querida, cuéntame cómo te fue en tu cita del viernes con el
chico que conociste.
— Me fue muy mal, amiga, todavía no me repongo de la desilusión.
— ¿Pero qué sucedió?
— Primero me besó con tanta pasión que se me salió la dentadura
postiza y se me desprendió la extensión de cabello.
— ¿Y qué pasó después?
— Me tomó con tanta firmeza la cara, que tuve que pedirle que me
soltara porque me estaba aplastando el botox y además se me salió un
lente de contacto.
— ¿Y luego?
— Me siguió besando intensamente toda la cara hasta que se le
quedaron pegadas mis pestañas postizas en sus mejillas.
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Un sabio dijo: para llevarse bien en la pareja, hay que entender que las
mujeres necesitan: soluciones y los hombres necesitan lo mismo pero
escrito al revés.
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Los costos serán pagados por sus agradecidas esposas, una vez
aprobado cada módulo. (En cuanto a la parte económica, se les pide a
las esposas que comprendan que los cursos no pueden ser baratos,
toda vez que la labor llevada a cabo por las instructoras es titánica).
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Tema 2: Cómo bajar la tapa del inodoro paso a paso (clase teórico-
práctica, con repaso durante una semana).
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Tema 13: La taza o vasos del desayuno, comida o cena: ¿los utensilios
se desplazan solos hasta el fregadero? Ejercicios dirigidos por David
Copperfield. Por arte de magia.
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Oración de la mujer
Querido Dios:
Hasta este momento mi día es bueno:
— No he chismeado;
— No he perdido la paciencia;
— No he sido codiciosa, sarcástica, malhumorada,
— He controlado mi tensión premestrual;
— No he reclamado;
— No he maldecido;
— No he gritado;
— No he tenido ataques de celos;
— No he comido chocolate;
— Tampoco he usado mi tarjeta de crédito.
Pero pido tu protección, Señor...
Porque estoy a punto de levantarme de la cama en cualquier momento.
¡¡AMÉN!!
Al igual que las mujeres también usan su creatividad para mofarse de ellas
de forma más elaborada. Este es un ejemplo de ello:
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Es muy probable que ambos grupos en alguna medida tengan razón al detectar
partes oscuras de los otros, sin embargo, eso no tiene ningún mérito, ya que el
arte ruin de detectar las carencias de otros, y el rastrero deporte de criticar,
cualquier retrasado emocional tiene las facultades para llevarlo a cabo.
¿Qué te parece? Sé que tal vez algunos de ustedes piensen que soy muy
ingenuo y que estas escenas descabelladas parecen un cuento de hadas o
incluso una utopía, sin embargo, en los grupos de mi movimiento Parejas
Despiertas en los que aplico mi método terapéutico; estas expresiones de
crecimiento emocional se convierten en una realidad cotidiana. Estoy
convencido de que si seguimos por este camino, incrementaremos nuestra
conciencia y nuestra capacidad afectiva, de tal manera que podamos presenciar
estos episodios con mayor frecuencia.
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Si bien es cierto que existen parejas que son como el agua y el aceite, y por
lo tanto no deberían estar juntas, también lo es que la mayoría de ellas aunque
tienen pocas cosas en común, curiosamente, no son éstas últimas las que
destruyen los proyectos amorosos, sino aquella en la que sí existe una
coincidencia plena: sus conflictos internos y su falta de recursos para conducir y
hacer crecer una relación en la que ciertamente aparecen diferencias
significativas.
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Una señora, como la del ejemplo que acabo de dar, de esas que se sienten
reinas del victimismo, me visita por primera vez. Cuando le pregunto por el
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Pongo este ejemplo extremo para demostrarte que si en esta situación tan
radical no existe la víctima, mucho menos en otras.
Una persona adulta que permite una sola vez que la maltraten y no hace
algo drástico para que no se vuelva a repetir, con su actitud pasiva está
invitando al otro a que continúe lastimándola. Es como si se colocara un letrero
en el pecho que dijera: “aquí está tu sometida y devaluable esposa para que
hagas con ella lo que quieras”. Y como el otro es “experto en las artes del
maltrato”, pues ¿a quién le dan pan que llore?
Al respecto hay un dicho popular que dice que la mujer que es golpeada la
primera vez es una ‘víctima’, si es golpeada una segunda vez es una ‘insensata’,
pero si lo es una tercera, entonces se convirtió en ‘cliente’.
Muchas personas argumentan que toleran esto por “amor”. Es crucial que
no nos autoengañemos. Yo les digo a mis pacientes: “si quieres seguir en una
relación destructiva es tu decisión, pero lo que no puedo pasar por alto es que
confundas la enfermedad con el amor”.
Como hemos visto, en la terapia de pareja es casi una regla que quienes
asisten para resolver sus conflictos, se sientan víctimas de las carencias y de
los defectos del otro. Cuando adoptan esta actitud, para desmantelárselas los
confronto con dos preguntas que los deja sacudidos y estupefactos, tal como si
les echara una cubeta de agua helada: 1) ¿sabes por qué estás casada con tu
cónyuge? 2) ¿sabes por qué estás al lado de una persona a la que tú defines
tan limitada y tan neurótica? ¡Abróchense los cinturones!, que aquí vienen las
respuestas: 1) porque es para la que te alcanzó. 2) porque tienes lo que crees
que mereces. Si les hubiera alcanzado para más, estarían con personas
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Por si esto no fuera suficiente, la frase no dice “no la voy a levantar”, sino
“no la vuelvo a levantar”, o sea que anteriormente ya la había levantado para
volver a formar el par con ella. Entonces en qué quedamos, ¿les gusta o no
andar con chanclas?
A pesar del inconmensurable daño que afirma le infligió, le dice que quiere
darle otra oportunidad, pero que el precio que tiene que pagar es ponerse de
rodillas y rogarle que lo perdone, que le suplique que sea piadoso y le
conmueva el corazón. Le dice que la condición para que acepte brindársela es
que se humille, que le afirme que no vale nada, que su mundo siempre ha sido
él, que debe sentirse sola y se muere de dolor, que su vida está vacía y lo
necesita como nuestro cuerpo precisa del oxígeno para poder vivir, y que si no
lo hace será muy difícil que le entregue nuevamente su amor.
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Para concluir este análisis sólo quiero añadir que el discurso de esta
canción se teje en nombre del amor. Él le dice: si quieres tener de nuevo mi
amor, entonces humíllate. Recordemos que anteriormente señaló que su
relación con ella fue una pesadilla. ¿Fue así porque entre ellos reinó el amor?
¿Y ahora que piensan regresar, la consigna de humíllate para que te acepte,
según ellos, también forma parte del lenguaje del amor? ¿En verdad puede ser
eso amor? ¿O sólo es parte del lenguaje destructivo?
Los extractos de las tres canciones de “amor y contra ellos” que quiero
analizar son una muestra representativa de temas cuya “bandera” está
compuesta con los “colores” del reproche, del odio, del “ojo por ojo y diente por
diente”, de la venganza contra el cavernícola maltratador con el que
previamente se estableció una relación de pareja, del hembrismo contra el
machismo.
Cabe señalar que estas canciones son una especie de caricatura, pero
reflejan de manera muy ostensible una ideología –que fomenta la incapacidad
de autocrítica– que hace que muchas mujeres caigan primero en el juego del
victimismo y posteriormente en el del desquite.
La primera de ellas se titula Rata de dos patas. Allí la protagonista del guión
utiliza los adjetivos más denigrantes para expresar la opinión o imagen que tiene
del que ha sido su pareja. Lo define como lo peor: un inmundo roedor bípedo,
hiena, culebra ponzoñosa, espectro del infierno, “cucaracha que infecta donde
pica, que hiere y que mata”; le dice que lo odia por el enorme daño que le ha
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A esta mujer le sería muy útil reflexionar acerca del mensaje del dicho:
Nunca falta un roto para un descosido, ni una media sucia para un pie
podrido.
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Estoy de acuerdo en que las metáforas son una espléndida manera para
explicar alguna situación, pero ¿por qué emplear una en la que se hace alusión
a un animal? La razón es que en este caso cuando se pretende explicar una
relación en la que impera el machismo, es difícil usar una analogía humana,
dado que estamos tratando de explicar una situación irracional en la que un
individuo concibe y trata a otro como un ser de segunda, como a un objeto. Sin
darse cuenta, la protagonista de esta historia se metió un autogoooool, escupió
para arriba, en primer lugar, porque se concibe como un animal, que necesita un
ser humano, es decir, se plantea una relación animal-amo; en segundo, porque
necesita traer una carga pesada en “el lomo” y en tercero, porque además
desea que ese pesado lastre la domine y la dirija.
Por otro lado, cuando le dice a su esposo que dejó ir lo más valioso de su
vida, ¿tú crees que a él le va a importar dejar a una yegua? Para un macho
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Si tú eres de las mujeres a quienes les gusta tener en casa por marido a un
“perro”, como sucede con la señora de la que habla esta canción, y no quieres
que se transforme en una “fiera” incontrolable y peligrosa, puedes seguir la
recomendación que acabo de dar, pero si eres de las que en lugar de pedirle
perdón, en forma mordaz, a un perro por compararlo con tu cónyuge, prefieres
relacionarte con un ser humano psicológicamente saludable, entonces presta
atención a lo que sigue.
En una ocasión, cuando impartía una conferencia sobre este tema, una
mujer, visiblemente enojada con los hombres y refiriéndose a ellos de una
manera muy despectiva, me preguntó: “¿Entonces qué hacemos con esos
perros?”, a lo que le contesté: “la pregunta que te abre posibilidades de
crecimiento no es qué hacemos con ellos, sino qué hacemos con las canófilas
(filos-amor, can-perro) que recogen perros de la calle para meterlos en sus
casas. Si dejara de haber canófilas, el problema dejaría de existir, ellos se
volverían inofensivos, no tendrían a quién morder y asustar”. Ahora sí que
“muerto el deseo por el perro, se acabó la rabia”; se terminarían por fin “los
amores perros”. Este asunto es como el de las drogas. El problema no estriba
nada más en que existan, sino en que tienen demanda. Si los individuos dejaran
de consumirlas, disminuirían hasta desaparecer. Lo mismo sucede con estos
especímenes depredadores: si dichas mujeres dejaran de “consumirlos”, esta
venenosa plaga se extinguiría. Para ello se necesita un cambio de actitud y, por
tanto, un proyecto educativo que erradique su adicción a esta clase de sujetos.
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Yo les digo ¡ah, entonces lo que estás buscando es un príncipe! Pues les
tengo malas noticias: los príncipes no buscan limosneras emocionales con una
autoestima bonsai, puesto que la de ellos es exuberante. Les señalo que
cuando dejen de ser “canófilas” y se transformen en “principéfilas”, entonces
podrán aspirar a tener un “real” club de admiradores integrado por caballeros
pertenecientes a la “nobleza emocional y espiritual”.
Lo mismo hago con los hombres “chancla”. Les pregunto qué tipo de mujer
querrían como esposa. Ellos contestan que por supuesto una reina. Los
desengaño diciéndoles que las reinas o “alfabetizadas amorosas” buscan reyes
y no mendigos analfabetas afectivos. También les aconsejo que trabajen
consigo mismos y crezcan para que adquieran la estatura de “nobles” y puedan
aspirar al trono conyugal. Para suavizarles la confrontación, les platico el cuento
titulado “la perfección”:
De acuerdo con este cuento, la mujer perfecta es una princesa, mientras que el
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En virtud de que uno de los cometidos del nuevo paradigma del amor es el
desarrollo de la capacidad de autocrítica que comanda el guerrero sabio y de
que su opuesto, el victimismo, es uno de los principales obstáculos para
lograrlo, nos vemos obligados a poner a este último bajo la lupa del escrutinio
para conocerlo a fondo, en toda su dimensión, sobre todo si consideramos que
en la actualidad envenena a la gran mayoría de las relaciones de pareja y por
ello deseamos desintegrarlo.
El victimismo es una actitud, una postura ante la vida; es, sobre todo, una
elección (aunque sea de manera inconsciente), lo cual la convierte en un
“juego” cuya oculta, pero no por eso menos valiosa recompensa, es la
comodidad de no asumir las responsabilidades que nos corresponden porque
esto supone esfuerzos, retos y enfrentamientos contra muchos dragones de la
vida, en especial de los que llevamos dentro. Por eso las personas que la
adoptan prefieren los beneficios de la autocompasión o la lástima que producen
en los demás, en lugar del crecimiento personal que se logra cuando luchamos
con valentía y decisión contra todo lo que sea necesario.
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Por otra parte, como buen miembro de este club, dispondrás de una amplia
variedad de juegos o estrategias para regodearte en el victimismo, como por
ejemplo el de la “invalidez”, que consiste en transformar circunstancias en
“discapacidades” o “impedimentos” a través de la sombra de tu mago. Por
ejemplo:
“Si no fuera porque tengo pocos estudios sería exitoso”; “si no fuera porque
mi carácter es seco, sería expresivo”; “si no fuera porque vengo de un hogar
disfuncional, mi matrimonio sería más nutritivo”; “si no fuera porque soy
huérfana, sería buena madre”.
“Si no fuera por ti, sería feliz, trabajaría, estudiaría, no estaría deprimida, no
sería alcohólico, nuestro matrimonio sería maravilloso, mi autoestima estaría
más elevada, no disputaríamos todo el tiempo, tendría más éxito económico y
profesional, etc.” o también su variante llamada: “mira lo que me hiciste hacer”.
El jueguito puede ir desde el episodio en el que mientras ella está en la cocina
partiendo unas verduras y simultáneamente discutiendo con su esposo, sufre
una cortadura en su dedo y exclama: “’¡Mira lo que me pasó por tu culpa!”; o en
el caso de un varón que de igual forma riñe con su esposa (sólo que aquí lo
hacen mientras él maneja el automóvil) y de repente choca, vocifera unos
instantes después: “mira lo que me has hecho hacer”, hasta llegar a los casos
de quienes cometen infidelidades para también reclamar: “mira lo que me has
obligado a hacer”.
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Una mujer acude a una reunión con un grupo de amigas. Con gran dolor y
amargura les relata los abusos y maltratos que le inflige su cónyuge. Ellas, en
un gesto solidario, le brindan sugerencias y alternativas para que resuelva su
penosa situación, las cuales con gran rapidez y habilidad son desacreditadas y
desarmadas por esta hábil “jugadora”.
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Por otro lado, el victimismo se ha convertido en toda una “cultura” que, para
poderse expresar y reproducir, ha inventado todo un lenguaje verbal y no verbal.
Este último consiste en crear un clima o una atmósfera lúgubre, triste y
derrotista. Para ello hay que “conseguirse” una “nube gris” con la cual nos
“ataviemos” para que nos acompañe a todas partes, que mientras más oscura,
lluviosa y relampagueante sea, más apropiada y recomendable resultará. Esta
“nube” deberá ir adornada con tonos de voz plañidera y con gestos faciales de
orfandad y desvalía.
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Estos dragones son justamente contra los que hay que luchar, pero para
hacerlo necesitamos tener un gallardo guerrero, de gran nobleza y espíritu, que
nos permita enfrentarnos a ese poderoso enemigo que es uno mismo. Por
desgracia, estas huestes de dragones son muy poderosas, manipuladoras y
audaces. Poseen una magia eficaz que utilizan para reflejarse con gran
habilidad en el cuerpo de tu pareja como si fuera un espejo. Cuando aparecen
en él, te hacen creer que el enemigo está frente a ti, por lo que tu guerrero
subdesarrollado desenvaina su filosa espada y la entierra sobre tu pareja
hiriéndola gravemente; tú supones que liquidaste a tu adversario y no te das
cuenta de que lo que desangras es el proyecto afectivo y por ende, las
posibilidades de tu crecimiento personal y de tu felicidad.
El gran guerrero sabe que este campo de batalla está ahí para oponerse a
sus propios demonios y no para confundirlos y depositarlos cobarde e
irresponsablemente en la pareja; sabe también que la disyuntiva que debe
enfrentar es someter e integrar en su persona a estos dragones o, de lo
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El guerrero sabio es el personaje que sabe que en cada conflicto tiene que
enfrentarse a peligrosos dragones que habitan en su interior. El guerrero es
valiente porque enfrenta los conflictos con aplomo, no los rehúye. Es sabio
porque sabe que el epicentro de los sabotajes se ubica en su interior y que sólo
puede realizar cambios en sí mismo y no en el otro, de tal manera que no
desperdicia su tiempo y su energía tratando de transformar a su pareja. Es
paciente, porque así como el cazador puede estar acechando a su presa largas
horas hasta que se dan las condiciones óptimas para atraparla, así él puede
estar acechando impasiblemente el tiempo que sea necesario a los agentes
perniciosos (actitudes disfuncionales propias) que se empeñan en dañar la
relación, hasta lograr desvanecerlos. Es noble y humilde de corazón porque no
le interesa avasallar o estar por encima de la pareja, sino lograr acuerdos con el
guerrero sabio de ella para que la relación, que no es otra cosa que dos reinos
individuales que forman uno más amplio, tenga una vecindad armónica y de
ayuda mutua.
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En realidad hay muy pocas personas con este “espíritu del guerrero sabio”;
la mayoría pertenecen a las filas de las víctimas. Por ello necesitamos cultivar
los dones del guerrero, para potencializar y multiplicar los recursos que nos
permitan capitalizar nuestros conflictos.
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Las víctimas son como las zanahorias: dependen del medio ambiente; si éste es
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La convicción de que contra lo que tengo que combatir para ayudar a los
matrimonios, es la toxicidad del victimismo, me llevó a diseñar un enfoque o
estrategia terapéutica que llamo Efecto Bumerang. Consiste en orientar la
sesión en el sentido de que cuando uno de los integrantes lance un misil
culpabilizador contra el otro, se le revierta. Si uno de ellos ofende, grita,
descalifica, amenaza, chantajea o manipula al otro, automáticamente “pierde”,
ya que aunque tenga razón en el contenido de lo que está señalando, con su
primitivo comportamiento, sin darse cuenta, se autodenuncia o autodeclara
como una persona neurótica, violenta o conflictiva.
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Los personajes con los que tenemos que trabajar para desarrollar la capacidad
de autocrítica son fundamentalmente: el gobernante, el sabio y el guerrero.
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El día que una mujer pueda no amar con su debilidad sino con su
fuerza, no escapar de sí misma sino encontrarse, no humillarse sino
afirmarse, ese día será para ella, como para el hombre, fuente de vida
y no de peligro mortal.
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Para que una mujer pueda elegir como pareja a un depredador como éste,
necesita ser una auténtica catedral del victimismo pasivo, una reina de la
abnegación, una campeona del sacrificio, que vino a “cargar la cruz” de martirio
y a “poner la otra mejilla” cuando la maltratan.
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En una ocasión, mientras trabajaba en terapia con una pareja, una mujer
me comentó que estaba muy resentida con su esposo porque había sido muy
poco nutritivo con ella, y que incluso tenía una lista de todo lo que le había
dejado de dar a lo largo de su matrimonio.
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Para que puedas tener una visión panorámica del víctimismo te muestro su
ecuación psicológica:
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De la misma manera que los niños, los adultos nos sentimos ansiosos ante
situaciones equivalentes, por ejemplo la inmensidad del cosmos, la fuerza de la
naturaleza, o frente a temas como las enfermedades, las pérdidas, la soledad, la
pobreza, el abandono o la muerte, los cuales son magnificados por los conflictos
internos que cargamos desde la infancia, que nos provocan estados de
ansiedad, miedo, culpa, resentimiento, e inseguridad, de tal suerte que se tornan
insoportables e intentamos evadirlos por medio de los mecanismos de defensa
que hemos construido.
Esto acontece porque dichos mecanismos, sin que nos demos cuenta de
ello, se forman durante nuestra infancia, de tal suerte que al incorporarse desde
entonces a nuestro mundo interior, permanecen dentro de nosotros a lo largo de
nuestra vida y participan de manera inconsciente en nuestras estrategias para
resolver conflictos, a menos que trabajemos en las emociones que hicieron que
los creáramos para defendernos. Esto significa, que sin saberlo, para enfrentar
nuestros conflictos en la vida adulta, utilizamos recursos que nuestro niño
construyó para defenderse, los que seguimos empleando, de manera
inconsciente, para manejar los conflictos de la infancia que nunca fueron
resueltos y que continuamos trasladando a nuestra vida actual.
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Para que puedas comprender con mayor facilidad esta extraña paradoja,
cito un cuento que Gaby Vargas relató en una de sus espléndidas cápsulas.
Dice así:
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Aunque con frecuencia ésta nos resulta muy útil para nuestros propósitos
de evasión, dado que en nuestro mundo interno, intuimos que están alojados
nuestros dragones o bichos, la mayor parte de las veces tenemos que recurrir a
la proyección, para tratar de convencernos de que habitan fuera de nosotros, ya
sea en otras personas o en ciertas situaciones.
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Una manera didáctica para entender este concepto consiste en hacer una
analogía del funcionamiento de un proyector de cine. Para que conozcamos el
contenido de la cinta que se encuentra en su interior, necesitamos una pantalla
en la que se pueda reflejar. De esta forma, las personas somos un especie de
proyector que almacena una cinta: de manera selectiva refleja nuestros
contenidos en otras personas que nos sirven de pantalla. Al mismo tiempo
somos una pantalla en la que otras personas verán reflejados sus contenidos.
Para ilustrarte este mecanismo te comparto este chiste:
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Tomando estos ejemplos como analogías, podríamos decir que los demás
se convierten en manchas, formaciones rocosas o nubes que nos sirven de
pantalla para proyectar aspectos de nuestro mundo interior, pero de manera
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Llegamos por fin a casa y en ese momento pensé que quería dejarme.
Por eso intenté hacerle hablar, pero encendió la computadora y se
puso a escribir con una actitud de indiferencia, como queriéndome
trasmitir que todo había terminado entre nosotros. Lo dejé trabajando y
me dirigí a la recámara para tratar de consolarme. Un poco más tarde
entró a la habitación y para mi sorpresa, correspondió a mis caricias e
hicimos el amor. A pesar del episodio de cercanía, seguía como
ausente. Mi aflicción era tanta, que sabía que tenía que abordar la
problemática en ese momento pero... se quedó dormido. Lloré toda la
noche hasta que por fin me quedé dormida cuando empezaba a
amanecer.
Él: querido diario: hoy perdió el Cruz Azul. ¡Qué le vamos a hacer! Pero
al menos me eché un palito.
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También podríamos decir que lanzamos misiles de crítica contra los demás
con el objetivo de que nuestras propias carencias parezcan menos graves que
las de los otros. La convertimos en la puerta falsa de nuestras fallas. Al lanzarlas
nos autoengañamos con la falacia de que el problema está fuera de nosotros.
La mayor parte de las veces, como veremos más adelante, las personas que se
caracterizan por tener una vida conflictiva, son las que presentan mayor adicción
a la crítica, al trastorno de carencia de control de impulsos criticones, al
síndrome de incontinencia verbal chismorreica, a la diarrea verbal rumoril.
Sentirnos superiores a otros nos provoca un goce secreto (decir por ejemplo,
son vulgares, destructivos, ignorantes, mediocres, conformistas, limitados,
etcétera). Dos expresiones de la inseguridad especialmente corrosivas son los
celos y la envidia. Son dos poderosas fábricas de críticas que nos llevan a
minimizar o ignorar las cualidades de los otros y a amplificar sus errores. Peor
aún, que se den por ciertas cosas sin fundamentos o incluso propagar historias
inventadas o distorsionadas respecto de sus comportamientos.
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Ya hemos visto que las proyecciones “te vuelven ciego” porque te llevan al
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Para profundizar este análisis, podemos recurrir a las sabias palabras del
doctor Miguel Ruiz, autor del libro Los cuatro acuerdos. Al respecto afirma que el
primer acuerdo consiste en ser impecable con las palabras. Impecabilidad
significa no hacer cosas que vayan en tu contra, de tal manera que al emplear
las palabras de manera negativa hacia los demás atentan contra tu integridad
por que implica hacer “magia negra”. Dejemos que el doctor Ruiz nos explique
este asunto con sus propias palabras:
Este fragmento nos muestra cómo las palabras, empleadas de manera negativa
tienen un componente ponzoñoso como también lo hace patente este proverbio
árabe: La herida causada por una lanza puede sanar, pero la causada por la
lengua es incurable.
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1) Yo estoy bien-tú estás mal. El estar bien de los individuos que caen en
esta clasificación es ficticio, toda vez que para sentir un seudo bienestar
requieren autoafirmarse denigrando a los demás. Esto es así por que en su
interior albergan un monto significativo de inseguridad, una autoestima raquítica
y una pobre imagen de sí mismos. Para compensar estas carencias necesitan
un bote de basura para depositar aquello que detestarían descubrir en sí
mismos. Por eso son rabiosamente criticones. Desean a toda costa mantener
ese autoengaño, de tal suerte que realizan esfuerzos sobrehumanos para
demostrarse que los demás están por debajo de ellos.
2) Yo estoy mal-tú estás bien. Las personas que padecen esta posición
existencial, están igual de fracturadas en su cuerpo psicológico que el grupo
anterior. Su autoestima también es muy precaria por lo que se sienten
insignificantes como seres humanos. Cuando entran en contacto con personas
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Sin darse cuenta están peor que el resto de los “mortales” pues como ya
vimos, los campeones de la crítica son los campeones del complejo de
inferioridad que necesitan autoafirmarse de manera imperiosa, subestimando a
los de- más con la misma intensidad con la que su cuerpo necesita del oxígeno
para poder vivir. La actitud de criticar es directamente proporcional al monto de
la inseguridad. Mientras más inseguros más criticones.
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Ciertamente son dignas de compasión las esposas que deben tolerar día
tras día a estos insoportables “analfabetas emocionales”. Sin embargo, habría
que consignar como ya explicamos, que es “la pareja para la que les alcanzó”. A
propósito de esto, en alguna ocasión escuché que el hombre que alardea
diciendo que nunca ha cometido un error, siempre se casa con una mujer que
sí lo cometió.
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Por supuesto que las variables que explican este fenómeno son
multifactoriales, como por ejemplo los resentimientos sociales producto de la
distribución económica desigual e injusta o la falta de educación que va ligada a
este problema. Sin embargo, considero que el mecanismo de la proyección es
un agente al que tenemos que tomar en cuenta cuando analizamos el
comportamiento humano irracional, en virtud de que juega un papel central en
él.
Por otra parte, sin duda una de las expresiones más antipáticas que existen
en el fútbol es la de: “callamos bocas”. Hay jugadores que después de haber
tenido un bajo rendimiento durante algunos partidos y de pronto empiezan a
mejorar, al ser entrevistados en lugar de reconocer con humildad que tuvieron
una baja de juego y que tanto los aficionados como los comentaristas tuvieron
razón de criticarlos y cuestionarlos, en lugar de eso se llenan la boca de
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El Dr. Wapnick nos ofrece en su libro “El perdón y Jesús” un ejemplo muy
interesante del racismo y de los prejuicios aconteció en el año 1938, cuando se
enfrentaron en una pelea de box el norteamericano de raza negra Joe Louis
contra el alemán Max Schmeling. En esa época, en los Estados Unidos todavía
prevalecía legalmente la discriminación racial, ya que no fue sino hasta el 13 de
noviembre de 1956, cuando a partir del movimiento libertario liderado por Martín
Luther King, que la Suprema Corte declaró ilegal la segregación o separación
racista. En este contexto segregacionista se dio el fenómeno de que los
norteamericanos, tanto blancos como negros, apoyaron al boxeador negro Joe
Louis en contra de Schmeling, al que asociaban con Hitler por su nacionalidad
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No es tarea fácil dejar de criticar a los demás, para lograrlo tendríamos que
alcanzar un desarrollo psicológico significativo, lo cual implica hacer un enorme
esfuerzo, toda vez que nos enfrentamos a una adicción. Las siguientes palabras
de Miguel de Cervantes nos muestran el gran reto que significa dejar de criticar
a las personas: Es querer atar la lengua a los criticones, lo mismo que poner
puertas al campo.
Este cuento nos muestra el apetito voraz que tenemos para hacerlo:
Siempre te criticarán
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A veces criticamos algo que desconocemos, sin pensar que quizá los que
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Los que estén preparados para realizar estas prácticas porque están
dotados de la suficiente capacidad de autocrítica, de manera gradual, se irán
sintiendo avergonzados, porque se darán cuenta que intentan autoafirmarse a
costa de los demás. Que son inseguros, tal vez envidiosos, o de acuerdo con el
doctor Ruiz, que hacen magia negra. Si cada crítica malintencionada que
realizamos hiriera físicamente a una persona, casi todos seríamos
multihomicidas. Dada la trascendencia del problema, estamos obligados a
realizar esfuerzos heroicos para curarnos de este pernicioso hábito.
Espero que con esto sea más difícil autoengañarnos. Con esta práctica ya
no nos podremos ocultar cobardemente en las carencias de los demás, ya no
podrá ser el escondite en el que te refugias, el búnker en el que te proteges, el
templo en el que te estarás dando golpes de pecho, para seguir golpeando a los
demás por la espalda. Además, traicionándolos, sin darte cuenta que en el fondo
a quien apuñalas por la espalda y dañas es a ti mismo, pues cuando hablamos
mal de otros lo que hacemos es hablar mal de nosotros mismos. En relación con
esto, el libro Un curso de Milagros dice con una sabiduría estremecedora:
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A propósito de este tema quisiera citar el sabio refrán que dice: Si deseas
conocer a una persona, no escuches lo que los demás dicen de ella. Escucha
lo que ella dice de los demás.
Me gusta mucho porque pone de relieve la valía que tiene la persona que
cuida sus palabras. Me parece que esta frase puede hacer que las personas
tomemos conciencia de lo que hacemos cuando nos reunimos a conversar.
Espero que esta frase se convierta en un vigilante que te haga marcaje personal
para darte un golpe en la conciencia cada vez que no hagas tu tarea. Que
puedas escuchar constantemente el penetrante eco de su mensaje. Que sea un
antídoto contra la crítica por que con esto se pone al descubierto nuestro juego
de “soy mejor que tú”. “Yo estoy bien tú estás mal”.
Las personas con carencias estarán ahí como generosos espejos para
recordarnos que tenemos que trabajar en nosotros mismos. De otra manera
¿con qué pantallas contaríamos para proyectarnos? Agradezcamos que existan
esos espejos. Pero no perdamos de vista que sólo pueden llegar a serlo si tus
deseos de evolucionar te lo permiten.
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Decía José Martí: La crítica es el ejercicio del criterio: destruye los ídolos
falsos pero conserva en todo su fulgor a los dioses verdaderos.
En blanco y negro
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Por supuesto que con la acción de criticar a estas personas, me subo a ese
mismo barco, toda vez que me sirven de espejo para revisar las incongruencias
y las contradicciones en las que yo mismo he incurrido y ahora les cuestiono. Al
criticarlos tengo que ser la ocasión de aquello que crítico.
Por eso propongo el concepto que llamo “gánate el derecho a hacer una
crítica”. Éste consiste en realizar un acuerdo interno con nosotros mismos para
asumir una actitud de autocrítica frente a la crítica que realizamos hacia otras
personas, en aras de nuestro desarrollo psicológico y espiritual, es decir,
realizar una crítica constructiva hacia uno mismo, que acompañe a la crítica que
hacemos hacia el otro. ¿Qué puedo aprender de mí al criticar a los otros, en el
mismo tema o en otro?
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El tercer recurso que nos puede ayudar a frenar las críticas y el chisme es
el de revisarlos antes de emitirlos, si estamos libres de culpa para lanzar la
piedra, pues, la mayoría de las personas nos consideramos unos santos...
cuando hablamos de los pecados de los demás. Hagamos esta reflexión:
¿Tenemos la autoridad moral para hacer una crítica? Si no es así, entonces
hablemos de la vida de los demás cuando la nuestra sea un ejemplo. En
relación con este punto, el talentoso músico Bob Marley expresó: ¿Quién eres
para juzgar la vida que vivo? No soy perfecto, y no vivo para serlo, pero antes
de empezar a señalar... asegúrate de tener tus manos limpias.
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La oración
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Si quiero mirar mi cuerpo, me voy a encontrar con que sólo puedo apreciar
una parte de él, y dado que no poseo ojos en la nuca para observarlo en su
totalidad, necesito un espejo. Advierto que hay ciertas partes que no me gustan
e incluso me avergüenzan a tal grado que rehúso mirarlas, aún con el apoyo del
espejo. Y así como con mi cuerpo físico, exactamente lo mismo sucede con mi
cuerpo psicológico: hay áreas de él que no soy capaz, no me conviene o no me
interesa conocer por inseguridad o dolor.
Lo que esto implica es muy grave, pues me está diciendo que hay vastos
sectores de mi persona que no puedo o no quiero reconocer. Por lo tanto, sólo
me conozco parcialmente y la parte que no quiero admitir es la que, en última
instancia, me llevaría a cumplir el propósito de evolucionar. Si no tengo un
espejo psicológico para observarme ni disposición para ello, difícilmente puedo
hacer realidad las enseñanzas de los aforismos recién mencionados. La buena
nueva, si así lo deseamos, es que justamente el cónyuge es quien puede
convertirse en ese cristalino espejo en el que se refleja todo aquello que por
nosotros mismos difícilmente podemos apreciar.
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Por otro lado, daría la impresión de que este proceso de integración de uno
mismo gracias a la mirada conocedora de nuestro compañero, de lo que
tenemos que revisar y trabajar en nosotros mismos, podría ser fluida y tersa; sin
embargo, es todo lo contrario, suele convertirse en una dinámica turbulenta y
tempestuosa, en virtud de que se hace presente el endemoniado y saboteador
protagonismo del ego, que nos convierte en personas defensivas, soberbias y
con escasa o nula capacidad de autocrítica. Nos obliga a negar nuestras
deficiencias, y se aprovecha de nuestras inseguridades para usar al compañero
como chivo expiatorio para proyectar en él la parte oscura, tal como ocurre en
los múltiples ejemplos en diferentes ámbitos que ya he expuesto. Nos manipula
para usarlo como bote de basura o como pantalla para depositarle lo que nos
disgusta de nosotros mismos, mientras que a él le aplica la misma fórmula de tal
manera que me utilice para depositar las suyas. Con su enorme poder nos aleja
de la capacidad de autocrítica, la cual nos permitiría hacernos responsables de
la devastación de la relación y evitar convertir las interacciones en una
desgastante batalla.
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Al principio del libro comenté que la pareja era un caldo de cultivo para la
incapacidad de autocrítica y ahora podemos afirmar que también lo es para la
proyección, pero ¿por qué es así?
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Dado que todos traemos una historia en la que hemos creado una
contabilidad personal con activos y pasivos emocionales, es decir, que todos
estamos constituidos por una parte de luz y por otra de oscuridad, por un
conjunto de virtudes y cualidades, y también por defectos y carencias,
proyectamos en el otro de manera intensa y masiva los contenidos de nuestro
mundo interior. En un principio, al mudarnos a la esfera, casi todo es maravilloso
y mágico porque proyectamos nuestro ideal del yo en el compañero, pero
cuando nos vamos a vivir juntos e ingresamos en la realidad cotidiana en la que
empiezan a surgir los problemas, sentimos que comienza a parecerse más a un
desierto asfixiante y calcinante que a un vergel o a un oasis.
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Para confrontar a las personas que participan en mis cursos con sus
actitudes de víctimas y con sus proyecciones, al inicio les pido que escriban una
lista de las carencias de sus parejas. A esas alturas, como todavía no se dan
cuenta de las implicaciones de lo que escriben, ya te podrás imaginar que la
mayoría de ellos no escatiman en sus críticas y siguiendo mis indicaciones, con
mucho deleite confeccionan una abundante lista. Casi podríamos decir que
terminan este ejercicio con la mano extenuada pero eso sí... muy satisfechas de
la profusa labor realizada. Más adelante, cuando llegamos a este momento en él
están dadas las bases para demostrarles que los defectos y las incapacidades
afectivas o los rasgos neuróticos que les atribuyen a sus cónyuges, no nada
más hablan de sus parejas, sino especialmente de ellos mismos, se quedan
petrificados de la impresión al tomar conciencia, por una parte, de que la
cantidad de adjetivos de descalificación con los que evalúan a sus cónyuges es
un reflejo proporcional de sus propias carencias, y por otro, de que esa persona
a la que consideran tan limitada psicológicamente fue para lo que les alcanzó.
Por supuesto que también hay personas, aunque muy pocas por desgracia,
que si después de varios años de casados consideran que su compañero es un
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Como esta pareja no conoce la teoría del “espejo”, que sostiene que el
cónyuge ve los aspectos oscuros que uno no puede reconocer en sí mismo,
ambos pierden la oportunidad de aprender y de integrarse a partir de capitalizar
sus diferencias.
Para tener más elementos que nos permitan analizar esta interacción
conyugal, te comparto un proverbio chino que pone el dedo en la llaga de esta
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A todos nos agradaría un compañero que tuviera una actitud abierta para
que nos sintiéramos en libertad de expresarle aquello que nos está afectando de
su comportamiento y en lo que nos parece que se está equivocando, y nos
disgustaría tener al lado un necio que vive de manera permanente a la defensiva
apertrechado en su búnker psicológico. Sin embargo, aquí es en donde nos
topamos de frente con el gran problema de que la inmensa mayoría de los
integrantes de las parejas no son sabios, más bien son necios, a los cuales, en
efecto, no les puedes reflejar sus fallas porque corres el gran riesgo de que te
tomen como enemigo. Somos como el individuo de este chiste: había un hombre
tan necio, pero tan necio, que cuando se desmayaba, en lugar de volver en sí,
volvía en no. No aceptamos nada.
Por otra parte, si la condición para tener una pareja de excelencia consiste
en ser un sabio y en tener a un compañero que también lo sea para crear una
sinergia o círculo virtuoso de retroalimentación, dado que la inmensa mayoría
somos necios, ¿cuál sería el camino para solucionar este dilema? La respuesta
tiene que ver con nuestros sabios. Como vimos en un principio, cada uno de los
personajes de nuestro reino se encuentra ubicado en la luz o en la sombra.
Si consideramos que nuestra pareja nos está atacando cuando nos señala
con prudencia alguna de nuestras equivocaciones, entonces estamos en la
sombra del sabio, en cambio, si lo tomamos como un regalo que nos ayuda a
detectar una ventana de oportunidad para trabajarla, estamos en su parte
luminosa. Por lo tanto, para colocarnos en el escalón inicial de la escalera del
sabio, necesitamos en primer lugar, asimilar que sólo podemos avanzar si
aceptamos que debemos trabajar para dejar a un lado nuestra posición de
necios, en virtud de que quien la impulsa y la crea es nuestra inseguridad y
nuestra inmadurez y por ende, es una fuerza regresiva que sólo lleva a la
destrucción y al sufrimiento, en cambio la del sabio está cimentada en la
seguridad, la libertad y la autocrítica, cuya naturaleza la convierte en fuerzas
progresivas que sólo pueden parir crecimiento, madurez y felicidad. Sólo si
logras hacer tuya esta verdad podrás iniciar el viaje por el camino de tu sabio
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¿Qué posibilidades nos abren estas actitudes si esto indica que al parecer
está prohibido hacer mención de algún aspecto negativo de nuestro compañero
para que pueda transformarlo? Entonces, ¿Cómo podemos curar la severa
anemia y el raquitismo que padece la pareja? ¿Cómo podemos evolucionar?
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Existe un dicho que con cierta ironía afirma: Tener la conciencia limpia es
signo de mala memoria. Como ves, no podemos ser completamente generosos,
valientes, tolerantes, pacientes, optimistas, etc. Por más buenos y maduros que
seamos, la dualidad es parte de nosotros, es decir, siempre habrá una parte
luminosa y otra oscura.
Nuestros criterios están limitados por la ilusión de que tenemos que ser
esto o aquello. Para desarrollar la capacidad de autocrítica necesitamos educar
a nuestras mentes inmaduras para que sean capaces de abarcar la totalidad de
la experiencia humana, para ir más allá del pensamiento de opuestos de “esto o
lo otro”, para que surja la sabiduría del “ambos”. Un individuo puede afirmar:
“Soy amoroso y no destructivo; soy generoso y no tacaño; soy tolerante y no
intolerante”, cuando la realidad indica que en diferentes grados es ambas cosas.
Recuerda que quien no encuentra ningún fallo en sí mismo, necesita una
segunda opinión, y que una persona que piensa que no tiene fallas, tiene por lo
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Para que mis alumnos puedan comprender esta bochornosa dinámica les
propongo que realicemos un ejercicio, consistente en que se imaginen que
regresan al pasado. Están en un curso prematrimonial unos días antes de su
boda. Una vez instalados en ese pasado, les pregunto cuál es el motivo por el
que van a casarse y todos responden que lo hacen porque aman a su
compañero y construirán una relación extraordinaria. Entonces, les comento que
algo tan grandioso tiene que tener un precio, y éste consiste en que cada vez
que su pareja les señale uno de sus errores, lo tomen como una afrenta, insulto
o agresión, y en consecuencia reaccionen a la defensiva y con gran furia. Que
en ese momento, ante el desalmado ataque se atrincheren, se blinden, saquen
su artillería pesada y la descarguen sin piedad contra lo que consideran un
ataque insensato e injusto por parte del otro, pero que además este mandato
quedará fuera de su conciencia pues los hipnotizaré para que no recuerden la
orden.
Les pregunto que si aún con esta condición continúan decididos a casarse,
toda vez que las únicas opciones que tienen es aceptarla o renunciar a su
proyecto de pareja con la otra persona. Como están tan enamorados que no
conciben la vida sin la compañía del otro se sienten obligados a aceptarla. Una
vez que aceptan el acuerdo simulo que los hipnotizo y les doy la orden
posthipnótica. Les digo que cuando despierten y abran sus ojos se sentirán muy
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Ahora les pido que se paren frente a su cónyuge para salir del closet del
autoengaño. Les solicito que saquen a la luz la manera en la que se comportan
con el otro. Para esto, lo que tienen que hacer es verbalizar lo que se hacen
mutuamente. Para este fin, les pido que cada uno le diga al otro: “una vez que
nos casemos, te prohibo terminantemente que me hagas algún comentario de
mis carencias, defectos o errores, ya que si te atrevieras a hacerlo lo tomaría
como una terrible agresión, como una declaración de guerra, y entonces tendrás
que atenerte a las consecuencias porque reaccionaré como una fiera herida que
contraatacará sin piedad”.
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Esta actitud ejemplar suele ser muy contagiosa por lo que despierta un gran
entusiasmo para corresponder con la misma actitud. Podríamos decir que tiene
una magia muy especial que nos invita a devolver la respuesta en ese mismo
canal. Nos hace comprender que amor con amor se paga. En este caso, la
esposa podría retribuirle a su compañero, primero reconociendo su acto heroico
para que se sienta reconfortado al hacerle ver que están valorando su esfuerzo.
Por ejemplo, podría decirle, “no sabes cómo me conmueve tu comportamiento
tan noble. Me siento muy orgullosa de ti, porque tomas la iniciativa en nuestra
interacción con una actitud digna de alabanza, que me obliga a recompensarte
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Como hemos podido ver, el problema que tienen que enfrentar para poder
evolucionar, tanto la humanidad en general como la pareja en particular, es más
delicada y complicada de lo que parece a simple vista por el hecho de que el
enemigo que llamo incapacidad de autocrítica es muy poderoso y está infiltrado
en todas partes. Para poder exterminar a esta devastadora plaga tendríamos
que emprender una cruzada mundial; para ello es necesario que mientras otros
sectores de la sociedad la identifican, las parejas –desde nuestras trincheras–
iniciemos una labor titánica para crear “la nueva cultura de la capacidad de
autocrítica”, de tal suerte que se convierta en el potente “insecticida” que acabe
con esta perniciosa plaga, que hasta el momento ha exhibido una impresionante
habilidad adaptativa para sobrevivir.
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Muchas veces pretendemos que nuestros hijos reconozcan sus fallas; que
nuestros padres que pelean un día sí y otro también, dejen culparse el uno al
otro; que nuestros adolescentes se comporten con sensatez en lugar de
oponerse a nosotros en forma sistemática, en una franca actitud rebelde y
desafiante; que dejen de recriminarnos por todo. ¿Te has preguntado alguna
vez si sus actitudes son un fiel reflejo, una imitación de tu comportamiento con tu
cónyuge?
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www.parejasdespiertas.com
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