Capítulo 8 Conflicto de Los Siglos

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Capítulo 8

Un campeón de la verdad

U n nuevo emperador, Carlos V, había


ascendido al trono de Alemania, y
los emisarios de Roma se apresuraron a
disponer una discusión libre con gente
competente para debatir los motivos de
disidencia. Lutero por su parte ansiaba
presentarle sus plácemes, y procuraron que comparecer ante el monarca. Su salud por
el monarca emplease su poder contra la entonces no estaba muy buena; no obstante,
Reforma. Por otra parte, el elector de Sajo- escribió al elector: “Si no puedo ir a Worms
nia, con quien Carlos tenía una gran deuda bueno y sano, me haré llevar enfermo allá.
por su exaltación al trono, le rogó que no Porque si el emperador me llama, no puedo
tomase medida alguna contra Lutero, sin dudar que sea un llamamiento de Dios. Si
antes haberle oído. De este modo, el empe- quieren usar de violencia contra mí, lo cual
rador se hallaba en embarazosa situación parece probable (puesto que no es para ins-
que le dejaba perplejo. Los papistas no se truirse por lo que me hacen comparecer), lo
darían por contentos sino con un edicto confío todo en manos del Señor. Aún vive y
imperial que sentenciase a muerte a Lutero. reina el que conservó ilesos a los mancebos
El elector había declarado terminante- en el horno ardiente. Si no me quiere salvar,
mente “que ni su majestad imperial, ni otro poco vale mi vida. Impidamos solamente
ninguno había demostrado que los escritos que el evangelio sea expuesto al vilipendio
de Lutero hubiesen sido refutados”; y por de los impíos, y derramemos nuestra sangre
este motivo, “pedía que el doctor Lutero, por él, para que no triunfen. ¿Será acaso mi
provisto de un salvoconducto, pudiese vida o mi muerte la que más contribuirá a
comparecer ante jueces sabios, piadosos e la salvación de todos? [...] Esperadlo todo
imparciales” (D’Aubigné, lib. 6, cap. II). de mí, menos la fuga y la retractación. Huir,
La atención general se fijó en la reunión no puedo; y retractarme, mucho menos”
de los estados alemanes convocada en (ibíd., lib. 7, cap. 1).
Worms a poco de haber sido elevado Carlos
al trono. Varios asuntos políticos importan-
tes tenían que ventilarse en dicha dieta, en
que por primera vez los príncipes de Alema-
nia iban a ver a su joven monarca presidir
una asamblea deliberativa. De todas partes
del imperio acudieron los altos dignatarios
de la iglesia y del estado. Nobles hidalgos,
señores de elevada jerarquía, poderosos
y celosos de sus derechos hereditarios;
representantes del alto clero que ostentaban
su categoría y superioridad; palaciegos
seguidos de sus guardas armados, y emba-
jadores de tierras extrañas y lejanas, todos
se juntaron en Worms. Con todo, el asunto
que despertaba más interés en aquella vasta
asamblea era la causa del reformador sajón.
Carlos había encargado ya de antemano
al elector que trajese a Lutero ante la dieta, Carlos V. Emperador del Sacro Imperio
asegurándole protección, y prometiendo Romano Germánico de 1520 a 1558.
84 EL GRAN CONFLICTO
La noticia de que Lutero comparecería a defender al primado de San Pedro ante
ante la dieta circuló en Worms y despertó los principados de la cristiandad. “Tenía el
una agitación general. Aleandro a quien, don de la elocuencia, y esta vez se elevó a la
como legado del papa, se le había confiado altura de la situación. Quiso la Providencia
el asunto de una manera especial, se alarmó que ante el tribunal más augusto Roma
y enfureció. Preveía que el resultado sería fuese defendida por el más hábil de sus ora-
desastroso para la causa del papado. Hacer dores, antes de ser condenada” (Wylie, lib.
investigaciones en un caso sobre el cual el 6, cap. 4). Los que amparaban la causa de
papa había dictado ya sentencia condena- Lutero preveían de antemano, no sin recelo,
toria, era tanto como discutir la autoridad el efecto que produciría el discurso del
del soberano pontífice. Además de esto, legado. El elector de Sajonia no se hallaba
temía que los elocuentes y poderosos presente, pero por indicación suya habían
argumentos de este hombre apartasen de la concurrido algunos de sus cancilleres para
causa del papa a muchos de los príncipes. tomar nota del discurso de Aleandro.
En consecuencia, insistió mucho cerca de Con todo el poder de la instrucción y
Carlos en que Lutero no compareciese en la elocuencia se propuso Aleandro derro-
Worms. Por este mismo tiempo se publicó car la verdad. Arrojó contra Lutero cargo
la bula de excomunión contra Lutero, sobre cargo acusándole de ser enemigo de
y esto, unido a las gestiones del legado, la iglesia y del estado, de vivos y muertos,
hizo ceder al emperador, quien escribió al de clérigos y laicos, de concilios y cristianos
elector diciéndole que si Lutero no quería en particular. “Hay—dijo—en los errores
retractarse debía quedarse en Wittenberg. de Lutero motivo para quemar a cien mil
No bastaba este triunfo para Aleandro, herejes”.
el cual siguió intrigando para conseguir En conclusión procuró vilipendiar a los
también la condenación de Lutero. Con adherentes de la fe reformada, diciendo:
una tenacidad digna de mejor causa, insis- “¿Qué son todos estos luteranos? Un
tía en presentar al reformador a los prínci- puñado de gramáticos insolentes, de
pes, a los prelados y a varios miembros de sacerdotes enviciados, de frailes disolutos,
la dieta, “como sedicioso, rebelde, impío y abogados ignorantes, nobles degradados y
blasfemo”. Pero la vehemencia y la pasión populacho pervertido y seducido. ¡Cuánto
de que daba pruebas el legado revelaban a más numeroso, más hábil, más poderoso
las claras el espíritu de que estaba animado. es el partido católico! Un decreto unánime
“Es la ira y el deseo de venganza lo que le de esta ilustre asamblea iluminará a los
excita—decían—, y no el celo y la piedad” sencillos, advertirá a los incautos, decidirá
(ibíd.). La mayoría de los miembros de la a los que dudan, fortalecerá a los débiles”
dieta estaban más dispuestos que nunca a (D’Aubigné, lib. 7, cap. 3).
ver con benevolencia la causa del reforma- Estas son las armas que en todo tiempo
dor y a inclinarse en su favor. han esgrimido los enemigos de la verdad.
Con redoblado celo insistió Aleandro Estos son los mismos argumentos que pre-
cerca del emperador para que cumpliese su sentan hoy los que sostienen el error, para
deber de ejecutar los edictos papales. Esto combatir a los que propagan las enseñanzas
empero, según las leyes de Alemania, no de la Palabra de Dios. “¿Quiénes son estos
podía hacerse sin el consentimiento de los predicadores de nuevas doctrinas?, excla-
príncipes, y Carlos V, no pudiendo resistir man los que abogan por la religión popular.
a las instancias del nuncio, le concedió que Son indoctos, escasos en número, y los
llevara el caso ante la dieta. “Fue este un día más pobres de la sociedad. Y, con todo,
de orgullo para el nuncio. La asamblea era pretenden tener la verdad y ser el pueblo
grande y el negocio era aún mayor. Alean- escogido de Dios. Son ignorantes que se
dro iba a alegar en favor de Roma, [...] han dejado engañar. ¡Cuán superior es en
madre y señora de todas las iglesias”. Iba número y en influencia nuestra iglesia!
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¡Cuántos hombres grandes e ilustrados hay a que hiciese una verdadera exposición de
entre nosotros! ¡Cuánto más grande es el los efectos de la tiranía papal. Con noble
poder que está de nuestra parte!” Estos son firmeza el duque Jorge de Sajonia se levantó
los argumentos que más sacan a relucir y ante aquella asamblea de príncipes y expuso
que parecen tener influencia en el mundo, con aterradora exactitud los engaños y las
pero que no son ahora de más peso que en abominaciones del papado y sus fatales
los días del gran reformador. consecuencias. En conclusión añadió:
La Reforma no terminó, como muchos “He aquí indicados algunos de los
lo creen, al concluir la vida de Lutero. Tiene abusos de que acusan a Roma. Han echado
aún que seguir hasta el fin del mundo. a un lado la vergüenza, y no se aplican más
Lutero tuvo una gran obra que hacer: la de que a una cosa: ¡al dinero! ¡siempre más
dar a conocer a otros la luz que Dios hiciera dinero! [...] de modo que los predicadores
brillar en su corazón; pero él no recibió que debieran enseñar la verdad, no predi-
toda la luz que iba a ser dada al mundo. can sino la mentira; y no solamente son
Desde aquel tiempo hasta hoy y sin inte- tolerados, sino también recompensados,
rrupción, nuevas luces han brillado sobre porque cuanto más mientan, tanto más
las Escrituras y nuevas verdades han sido ganan. De esta fuente cenagosa es de donde
dadas a conocer. dimanan todas esas aguas corrompidas. El
Honda fue la impresión que produjo desarreglo conduce a la avaricia [...]. ¡Ah! es
en la asamblea el discurso del legado. No un escándalo que da el clero, precipitando
hubo ningún Lutero para refutar los cargos así tantas almas a una condenación eterna.
del campeón papal con las verdades con- Se debe efectuar una reforma universal”
vincentes y sencillas de la Palabra de Dios. (ibíd., cap. 4).
Ningún esfuerzo se hizo para defender al Lutero mismo no hubiera podido hablar
reformador. Se manifestaba una disposi- con tanta maestría y con tanta fuerza contra
ción general no solo para condenarlo junto los abusos de Roma; y la circunstancia de
con las doctrinas que enseñaba, sino para ser el orador un declarado enemigo del
arrancar de raíz la herejía. Roma había reformador daba más valor a sus palabras.
disfrutado de la oportunidad más favorable De haber estado abiertos los ojos de
para defender su causa. Se había dicho todo los circunstantes, habrían visto allí a los
cuanto pudiera decirse para justificarla. ángeles de Dios arrojando rayos de luz para
Pero aquella victoria aparente no fue sino disipar las tinieblas del error y abriendo las
la señal de la derrota. Desde aquel día el mentes y los corazones de todos, para que
contraste entre la verdad y el error iba a recibiesen la verdad. Era el poder del Dios
resaltar más y más, porque la lucha entre de verdad y de sabiduría el que dominaba
ambos quedaba resueltamente empeñada. a los mismos adversarios de la Reforma y
Nunca desde aquel momento iba a quedar preparaba así el camino para la gran obra
Roma tan segura como antes lo estuviera. que iba a realizarse. Martín Lutero no
En tanto que la mayoría de los miem- estaba presente, pero la voz de Uno más
bros de la dieta no hubieran vacilado en grande que Lutero se había dejado oír en la
entregar a Lutero a la venganza de Roma, asamblea.
no eran pocos los que echaban de ver con La dieta nombró una comisión encar-
dolor la corrupción que prevalecía en la gada de sacar una lista de todas las opre-
iglesia, y deseaban que se concluyera con siones papales que agobiaban al pueblo
los abusos que sufría el pueblo alemán alemán. Esta lista, que contenía ciento una
como consecuencia de la degradación e especificaciones, fue presentada al empera-
inmoralidad del clero. El legado había dor, acompañada de una solicitud en que
presentado al gobierno del papa del modo se le pedía que tomase medidas encami-
más favorable. Pero entonces el Señor nadas a reprimir estos abusos. “¡Cuántas
movió a uno de los miembros de la dieta almas cristianas se pierden!—decían los
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solicitantes—¡cuántas rapiñas! ¡cuántas error. Yo los desprecio durante mi vida, y
exacciones exorbitantes! ¡y de cuántos triunfaré de ellos con mi muerte. En Worms
escándalos está rodeado el jefe de la cris- se agitan para hacer que me retracte. He
tiandad! Es menester precaver la ruina y el aquí cuál será mi retractación: Antes decía
vilipendio de nuestro pueblo. Por esto uná- que el papa era el vicario de Cristo; ahora
nimemente os suplicamos sumisos, pero digo que es el adversario del Señor, y el
con las más vivas instancias, que ordenéis apóstol del diablo” (ibíd., cap. 6).
una reforma general, que la emprendáis, y Lutero no iba a emprender solo su
la acabéis” (ibíd.). peligroso viaje. Además del mensajero
El concilio pidió entonces que com- imperial, se decidieron a acompañarle
pareciese ante él el reformador. A pesar tres de sus más fieles amigos. Melanchton
de las intrigas, protestas y amenazas de deseaba ardientemente unirse con ellos. Su
Aleandro, el emperador consintió al fin, corazón estaba unido con el de Lutero y se
y Lutero fue citado a comparecer ante la desvivía por seguirle, aun hasta la prisión o
dieta. Con la notificación se expidió tam- la muerte. Pero sus ruegos fueron inútiles.
bién un salvoconducto que garantizaba al Si sucumbía Lutero, las esperanzas de la
reformador su regreso a un lugar seguro. Reforma quedarían cifradas en los esfuer-
Ambos documentos le fueron llevados por zos de su joven colaborador. Al despedirse
un heraldo encargado de conducir a Lutero de él, díjole el reformador: “Si yo no vuelvo,
de Wittenberg a Worms. caro hermano, y mis enemigos me matan,
Los amigos de Lutero estaban espanta- no ceses de enseñar la verdad y permane-
dos y desesperados. Sabedores del prejuicio cer firme en ella [...]. Trabaja en mi lugar.
y de la enemistad que contra él reinaban, Si tú vives, poco importa que yo perezca”
pensaban que ni aun el salvoconducto (ibíd., cap. 7). Los estudiantes y los vecinos
sería respetado, y le aconsejaban que no que se habían reunido para ver partir a
expusiese su vida al peligro. Pero él replicó: Lutero estaban hondamente conmovidos.
“Los papistas [...] no deseaban que yo fuese Una multitud de personas cuyos corazones
a Worms, pero sí, mi condenación y mi habían sido tocados por el evangelio le des-
muerte. ¡No importa! rogad, no por mí, sino pidieron con llantos. Así salieron de Wit-
por la Palabra de Dios [...]. Cristo me dará tenberg el reformador y sus acompañantes.
su Espíritu para vencer a estos ministros del En el camino notaron que siniestros

Lutero en Worms.
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presentimientos embargaban los corazones Y siguió explicando cómo la verdadera
de cuantos hallaban al paso. En algunos fe se manifiesta en una vida santa: “Puesto
puntos no les mostraron atención alguna. que Dios nos ha salvado, obremos de un
En uno de ellos donde pernoctaron, un modo digno de su aprobación. ¿Eres rico?
sacerdote amigo manifestó sus temores al Sirvan tus bienes a los pobres. ¿Eres pobre?
reformador, enseñándole el retrato de un Tu labor sirva a los ricos. Si tu trabajo no
reformador italiano que había padecido el es útil más que para ti mismo, el servicio
martirio. A la mañana siguiente se supo que pretendes hacer a Dios no es más que
que los escritos de Lutero habían sido mentira” (ibíd.).
condenados en Worms. Los pregoneros del El pueblo escuchaba embelesado. El
emperador publicaban su decreto y obliga- pan de vida fue repartido a aquellas almas
ban al pueblo a que entregase a los magis- hambrientas. Cristo fue ensalzado ante
trados las obras del reformador. El heraldo, ellas por encima de papas, legados, empe-
temiendo por la seguridad de Lutero en radores y reyes. No dijo Lutero una palabra
la dieta y creyendo que ya empezaba a tocante a su peligrosa situación. No quería
cejar en su propósito de acudir a la dieta, hacerse objeto de los pensamientos y de las
le preguntó si estaba aún resuelto a seguir simpatías. En la contemplación de Cristo
adelante. Lutero contestó: “¡Aunque se me se perdía de vista a sí mismo. Se ocultaba
ha puesto entredicho en todas las ciudades, detrás del Hombre del Calvario y solo pro-
continuaré!” (ibíd). curaba presentar a Jesús como Redentor de
En Erfurt, Lutero fue recibido con los pecadores.
honra. Rodeado por multitudes que le El reformador prosiguió su viaje siendo
admiraban, cruzó aquellas mismas calles agasajado en todas partes y considerado
que antes recorriera tan a menudo con su con grande interés. Las gentes salían pre-
bolsa de limosnero. Visitó la celda de su surosas a su encuentro, y algunos amigos
convento y meditó en las luchas mediante le ponían en guardia contra el propósito
las cuales la luz que ahora inundaba Alema- hostil que respecto de él acariciaban los
nia había penetrado en su alma. Deseaban romanistas. “Os echarán en una hoguera—
oírle predicar. Esto le era prohibido, pero el le decían—, y os reducirán a cenizas como
heraldo dio su consentimiento y el mismo lo hicieron con Juan Hus”. Él contestaba:
que había sido fraile sirviente del convento “Aun cuando encendiesen un fuego que se
ocupó ahora el púlpito. extendiera desde Worms hasta Wittenberg,
Habló a la vasta concurrencia de las y se elevara hasta el cielo, lo atravesaría
palabras de Cristo: “La paz sea con voso- en nombre del Señor; compareceré ante
tros”. “Los filósofos—dijo—doctores y ellos, entraré en la boca de ese Behemoth,
escritores han intentado demostrar cómo romperé sus dientes, y confesaré a nuestro
puede el hombre alcanzar la vida eterna, Señor Jesucristo” (ibíd.).
y no lo han conseguido. Yo os lo explicaré Al tener noticias de que se aproximaba a
ahora [...]. Dios resucitó a un Hombre, Worms, el pueblo se conmovió. Sus amigos
a Jesucristo nuestro Señor, por quien temblaron recelando por su seguridad; los
anonada la muerte, destruye el pecado y enemigos temblaron porque desconfia-
cierra las puertas del infierno. He aquí la ban del éxito de su causa. Se hicieron los
obra de salvación [...]. ¡Jesucristo venció! últimos esfuerzos para disuadir a Lutero
¡he aquí la grata nueva! y somos salvos por de entrar en la ciudad. Por instigación de
su obra, y no por las nuestras [...]. Nuestro los papistas se le instó a hospedarse en el
Señor Jesucristo dice: ‘¡La paz sea con castillo de un caballero amigo, en donde,
vosotros! mirad mis manos’; es decir: Mira, se aseguraba, todas las dificultades podían
¡oh hombre! yo soy, yo solo soy quien he arreglarse pacíficamente. Sus amigos se
borrado tus pecados y te he rescatado. ¡Por esforzaron por despertar temores en él des-
esto tienes ahora la paz! dice el Señor”. cribiéndole los peligros que le amenazaban.
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Todos sus esfuerzos fracasaron. Lutero una reforma de los abusos de la iglesia, y
sin inmutarse, dijo: “Aunque haya tantos que, decía Lutero, “habían sido libertados
diablos en Worms cuantas tejas hay en los por mi evangelio”. Martyn, 393. Todos,
techos, entraré allí” (ibíd.). amigos como enemigos, venían a ver al
Cuando llegó a Worms una enorme monje indómito, que los recibía con inal-
muchedumbre se agolpó a las puertas de terable serenidad y a todos contestaba con
la ciudad para darle la bienvenida. No se saber y dignidad. Su porte era distinguido y
había reunido un concurso tan grande para resuelto. Su rostro delicado y pálido dejaba
saludar la llegada del emperador mismo. ver huellas de cansancio y enfermedad, a
La agitación era intensa, y de en medio la vez que una mezcla de bondad y gozo.
del gentío se elevó una voz quejumbrosa Sus palabras, impregnadas de solemnidad
que cantaba una endecha fúnebre, como y profundo fervor, le daban un poder que
tratando de avisar a Lutero de la suerte que sus mismos enemigos no podían resistir.
le estaba reservada. “Dios será mi defensa”, Amigos y enemigos estaban maravillados.
dijo él al apearse de su carruaje. Algunos estaban convencidos de que le
Los papistas no creían que Lutero se asistía una fuerza divina; otros decían
atrevería a comparecer en Worms, y su de él lo que los fariseos decían de Cristo:
llegada a la ciudad fue para ellos motivo “Demonio tiene”.
de profunda consternación. El emperador Al día siguiente de su llegada Lutero
citó inmediatamente a sus consejeros para fue citado a comparecer ante la dieta. Se
acordar lo que debía hacerse. Uno de los nombró a un dignatario imperial para que
obispos, fanático papista, dijo: “Mucho lo condujese a la sala de audiencias, a la que
tiempo hace que nos hemos consultado llegaron no sin dificultad. Todas las calles
sobre este asunto. Deshágase pronto de estaban obstruidas por el gentío que se
ese hombre vuestra majestad imperial. agolpaba en todas partes, curioso de cono-
¿No hizo quemar Segismundo a Juan cer al monje que se había atrevido a resistir
Hus? Nadie está obligado a conceder ni la autoridad del papa.
a respetar un salvoconducto dado a un En el momento en que entraba en la
hereje”. “No—dijo el emperador—; lo que presencia de sus jueces, un viejo general,
uno ha prometido es menester cumplirlo” héroe de muchas batallas, le dijo en tono
(ibíd., cap. 8). Se convino entonces en que bondadoso: “¡Frailecito!, ¡frailecito! ¡Haces
el reformador sería oído. frente a una empresa tan ardua, que ni yo
Todos ansiaban ver a aquel hombre tan ni otros capitanes hemos visto jamás tal en
notable, y en inmenso número se agolpa- nuestros más sangrientos combates! Pero si
ron junto a la casa en donde se hospedaba. tu causa es justa, y si estás convencido de
Hacía poco que Lutero se había repuesto de ello, ¡avanza en nombre de Dios, y nada
la enfermedad que poco antes le aquejara; temas! ¡Dios no te abandonará!” (D’Au-
estaba debilitado por el viaje que había bigné lib. 7, cap. 8).
durado dos semanas enteras; debía prepa- Se abrieron por fin ante él las puertas del
rarse para los animados acontecimientos concilio. El emperador ocupaba el trono,
del día siguiente y necesitaba quietud y rodeado de los más ilustres personajes
reposo. Era tan grande la curiosidad que del imperio. Ningún hombre compareció
tenían todos por verlo, que no bien había jamás ante una asamblea tan imponente
descansado unas pocas horas cuando llega- como aquella ante la cual compareció
ron a la posada de Lutero condes, barones, Martín Lutero para dar cuenta de su fe.
caballeros, hidalgos, eclesiásticos y ciuda- “Esta comparecencia era ya un manifiesto
danos que ansiaban ser recibidos por él. triunfo conseguido sobre el papismo. El
Entre estos visitantes se contaban algunos papa había condenado a este hombre; y él
de aquellos nobles que con tanta bizarría se hallaba ante un tribunal que se colocaba
pidieran al emperador que emprendiera así sobre el papa. El papa le había puesto
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en entredicho y expulsado de toda sociedad digne concederme tiempo, para que pueda
humana, y sin embargo se le había convo- yo responder sin manchar la Palabra de
cado con términos honrosos, e introducido Dios” (ibíd.).
ante la más augusta asamblea del universo. Lutero obró discretamente al hacer
El papa le había impuesto silencio; él iba a esta súplica. Sus palabras convencieron a
hablar delante de miles de oyentes reunidos la asamblea de que él no hablaba movido
de los países más remotos de la cristiandad. por pasión ni arrebato. Esta reserva, esta
Una revolución sin límites se había cum- calma tan sorprendente en semejante
plido así por medio de Lutero. Roma bajaba hombre, acreció su fuerza, y le preparó para
ya de su trono, y era la palabra de un fraile contestar más tarde con una sabiduría, una
la que la hacía descender” (ibíd.). firmeza y una dignidad que iban a frustrar
Al verse ante tan augusta asamblea, el las esperanzas de sus adversarios y confun-
reformador de humilde cuna pareció sen- dir su malicia y su orgullo.
tirse cohibido. Algunos de los príncipes, Al día siguiente debía comparecer de
observando su emoción, se acercaron a él nuevo para dar su respuesta final. Por unos
y uno de ellos le dijo al oído: “No temáis a momentos, al verse frente a tantas fuerzas
aquellos que no pueden matar más que el que hacían causa común contra la verdad,
cuerpo y que nada pueden contra el alma”. sintió desmayar su corazón. Flaqueaba su
Otro añadió también: “Cuando os entrega- fe; sintióse presa del temor y horror. Los
ren ante los reyes y los gobernadores, no peligros se multiplicaban ante su vista y
penséis cómo o qué habéis de hablar; el parecía que sus enemigos estaban cercanos
Espíritu de vuestro Padre hablará por voso- al triunfo, y que las potestades de las tinie-
tros”. Así fueron recordadas las palabras de blas iban a prevalecer. Las nubes se amon-
Cristo por los grandes de la tierra para for- tonaban sobre su cabeza y le ocultaban la
talecer al siervo fiel en la hora de la prueba. faz de Dios. Deseaba con ansia estar seguro
Lutero fue conducido hasta un lugar de que el Señor de los ejércitos le ayudaría.
situado frente al trono del emperador. Un Con el ánimo angustiado se postró en el
profundo silencio reinó en la numerosa suelo, y con gritos entrecortados que solo
asamblea. En seguida un alto dignatario se Dios podía comprender, exclamó:
puso en pie y señalando una colección de los “¡Dios todopoderoso! ¡Dios eterno!
escritos de Lutero, exigió que el reformador ¡cuán terrible es el mundo! ¡cómo abre la
contestase dos preguntas: Si reconocía aque- boca para tragarme! ¡y qué débil es la con-
llas obras como suyas, y si estaba dispuesto fianza que tengo en ti! [...] Si debo confiar
a retractar el contenido de ellas. Habiendo en lo que es poderoso según el mundo,
sido leídos los títulos de los libros, Lutero dijo ¡estoy perdido! ¡Está tomada la última
que sí los reconocía como suyos. “Tocante a resolución, y está pronunciada la sentencia!
la segunda pregunta—añadió—, atendido [...] ¡Oh Dios mío! ¡Asísteme contra toda
que concierne a la fe y a la salvación de las la sabiduría del mundo! Hazlo [...] tú solo
almas, en la que se halla interesada la Pala- [...] porque no es obra mía sino tuya. ¡Nada
bra de Dios, a saber el más grande y precioso tengo que hacer aquí, nada tengo que
tesoro que existe en los cielos y en la tierra, combatir contra estos grandes del mundo!
obraría yo imprudentemente si respondiera [...] ¡Mas es tuya la causa, y ella es justa y
sin reflexión. Pudiera afirmar menos de eterna! ¡Oh Señor! ¡sé mi ayuda! ¡Dios
lo que se me pide, o más de lo que exige fiel, Dios inmutable! ¡No confío en ningún
la verdad, y hacerme así culpable contra hombre, pues sería en vano! por cuanto
esta palabra de Cristo: ‘Cualquiera que me todo lo que procede del hombre fallece [...].
negare delante de los hombres, le negaré yo Me elegiste para esta empresa [...]. Perma-
también delante de mi Padre que está en los nece a mi lado en nombre de tu Hijo muy
cielos’. Mateo 10:33. Por esta razón, suplico a amado, Jesucristo, el cual es mi defensa, mi
su majestad imperial, con toda sumisión, se escudo y mi fortaleza” (ibíd.).
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Una sabia providencia permitió a “¡Serenísimo emperador! ¡Ilustres prínci-
Lutero apreciar debidamente el peligro que pes, benignísimos señores!—dijo Lutero—.
le amenazaba, para que no confiase en su Comparezco humildemente hoy ante voso-
propia fuerza y se arrojase al peligro con tros, según la orden que se me comunicó
temeridad y presunción. Sin embargo no ayer, suplicando por la misericordia de Dios,
era el temor del dolor corporal, ni de las a vuestra majestad y a vuestras augustas alte-
terribles torturas que le amenazaban, ni zas, se dignen escuchar bondadosamente la
la misma muerte que parecía tan cercana, defensa de una causa acerca de la cual tengo
lo que le abrumaba y le llenaba de terror. la convicción que es justa y verdadera. Si
Había llegado al momento crítico y no se falto por ignorancia a los usos y convenien-
sentía capaz de hacerle frente. Temía que cias de las cortes, perdonádmelo; pues no
por su debilidad la causa de la verdad se he sido educado en los palacios de los reyes,
malograra. No suplicaba a Dios por su sino en la oscuridad del claustro” (ibíd.).
propia seguridad, sino por el triunfo del Entrando luego en el asunto pendiente,
evangelio. La angustia que sintiera Israel hizo constar que sus escritos no eran todos
en aquella lucha nocturna que sostuviera del mismo carácter. En algunos había tra-
a orillas del arroyo solitario, era la que él tado de la fe y de las buenas obras y aun sus
sentía en su alma. Y lo mismo que Israel, enemigos los declaraban no solo inofensi-
Lutero prevaleció con Dios. En su desam- vos, sino hasta provechosos. Retractarse
paro su fe se cifró en Cristo el poderoso de ellos, dijo, sería condenar verdades
libertador. Sintióse fortalecido con la plena que todo el mundo se gozaba en confesar.
seguridad de que no comparecería solo En otros escritos exponía los abusos y la
ante el concilio. La paz volvió a su alma e corrupción del papado. Revocar lo que
inundóse de gozo su corazón al pensar que había dicho sobre el particular equivaldría
iba a ensalzar a Cristo ante los gobernantes a infundir nuevas fuerzas a la tiranía de
de la nación. Roma y a abrir a tan grandes impiedades
Con el ánimo puesto en Dios se preparó una puerta aun más ancha. Finalmente
Lutero para la lucha que le aguardaba. había una tercera categoría de escritos en
Meditó un plan de defensa, examinó pasa- que atacaba a simples particulares que
jes de sus propios escritos y sacó pruebas querían defender los males reinantes. En
de las Santas Escrituras para sustentar sus cuanto a esto confesó francamente que los
proposiciones. Luego, colocando la mano había atacado con más acritud de lo debido.
izquierda sobre la Biblia que estaba abierta No se declaró inocente, pero tampoco
delante de él, alzó la diestra hacia el cielo podía retractar dichos libros, sin envalen-
y juró “permanecer fiel al evangelio, y con- tonar a los enemigos de la verdad, dándoles
fesar libremente su fe, aunque tuviese que ocasión para despedazar con mayor cruel-
sellar su confesión con su sangre” (ibíd.). dad al pueblo de Dios.
Cuando fue llevado nuevamente ante “Sin embargo—añadió—, soy un simple
la dieta, no revelaba su semblante sombra hombre, y no Dios; por consiguiente me
alguna de temor ni de cortedad. Sereno defenderé como lo hizo Jesucristo al decir:
y manso, a la vez que valiente y digno, ‘Si he hablado mal, dadme testimonio del
presentóse como testigo de Dios entre los mal’. [...] Os conjuro por el Dios de las
poderosos de la tierra. El canciller le exigió misericordias, a vos, serenísimo emperador
que dijese si se retractaba de sus doctrinas. y a vosotros, ilustres príncipes, y a todos
Lutero respondió del modo más sumiso y los demás, de alta o baja alcurnia, a que
humilde, sin violencia ni apasionamiento. me probéis, por los escritos de los profetas
Su porte era correcto y respetuoso si bien y de los apóstoles, que he errado. Así que
revelaba en sus modales una confianza me hayáis convencido, retractaré todos mis
y un gozo que llenaban de sorpresa a la errores y seré el primero en echar mano de
asamblea. mis escritos para arrojarlos a las llamas.
UN CAMPEÓN DE LA VERDAD 91
“Lo que acabo de decir muestra clara- tan claro como la luz del día que ellos han
mente que he considerado y pesado bien caído muchas veces en el error así como en
los peligros a que me expongo; pero lejos muchas contradicciones consigo mismos.
de acobardarme, es para mí motivo de gozo Por lo cual, si no se me convence con testi-
ver que el evangelio es hoy día lo que antes, monios bíblicos, o con razones evidentes, y
una causa de disturbio y de discordia. Este si no se me persuade con los mismos textos
es el carácter y el destino de la Palabra de que yo he citado, y si no sujetan mi con-
Dios. ‘No vine a traeros paz, sino guerra,’ ciencia a la Palabra de Dios, yo no puedo
dijo Jesucristo. Dios es admirable y terrible ni quiero retractar nada, por no ser digno
en sus juicios; temamos que al pretender de un cristiano hablar contra su concien-
reprimir las discordias, persigamos la cia. Heme aquí; no me es dable hacerlo de
Palabra de Dios, y hagamos caer sobre otro modo. ¡Que Dios me ayude! ¡Amén!”
nosotros un diluvio de irresistibles peligros, (ibíd.).
desastres presentes y desolaciones eternas Así se mantuvo este hombre recto en el
[...]. Yo pudiera citar ejemplos sacados de firme fundamento de la Palabra de Dios. La
la Sagrada Escritura, y hablaros de Faraón, luz del cielo iluminaba su rostro. La gran-
de los reyes de Babilonia y de los de Israel, deza y pureza de su carácter, el gozo y la paz
quienes jamás obraron con más eficacia de su corazón eran manifiestos a todos los
para su ruina, que cuando por consejos en que le oían dar su testimonio contra el error,
apariencia muy sabios, pensaban consolidar y veían en él esa fe que vence al mundo.
su imperio. Dios ‘remueve las montañas y La asamblea entera quedó un rato muda
las derriba antes que lo perciban’” (ibíd.). de asombro. La primera vez había hablado
Lutero había hablado en alemán; se le Lutero en tono respetuoso y bajo, en acti-
pidió que repitiera su discurso en latín. Y tud casi sumisa. Los romanistas habían
aunque rendido por el primer esfuerzo, interpretado todo esto como prueba evi-
hizo lo que se le pedía y repitió su discurso dente de que el valor empezaba a faltarle.
en latín, con la misma energía y claridad Se habían figurado que la solicitud de un
que la primera vez. La providencia de Dios plazo para dar su contestación equivalía al
dirigió este asunto. La mente de muchos preludio de su retractación. Carlos mismo,
de los príncipes estaba tan cegada por el al notar no sin desprecio el hábito raído
error y la superstición que la primera vez del fraile, su actitud tan llana, la sencillez
no apreciaron la fuerza de los argumentos de su oración, había exclamado: “Por cierto
de Lutero; pero al repetirlos el orador no será este monje el que me convierta en
pudieron darse mejor cuenta de los puntos hereje”. Empero el valor y la energía que
desarrollados por él. esta vez desplegara, así como la fuerza y la
Aquellos que cerraban obstinadamente claridad de sus argumentaciones, los deja-
los ojos para no ver la luz, resueltos ya a no ron a todos sorprendidos. El emperador,
aceptar la verdad, se llenaron de ira al oír lleno de admiración, exclamó entonces: “El
las poderosas palabras de Lutero. Tan luego fraile habla con un corazón intrépido y con
como hubo dejado de hablar, el que tenía inmutable valor”. Muchos de los príncipes
que contestar en nombre de la dieta le dijo alemanes veían con orgullo y satisfacción a
con indignación: “No habéis respondido este representante de su raza.
a la pregunta que se os ha hecho [...]. Se Los partidarios de Roma estaban
exige de vos una respuesta clara y precisa. derrotados; su causa ofrecía un aspecto
¿Queréis retractaros, sí o no?” muy desfavorable. Procuraron conservar
El reformador contestó: “Ya que su sere- su poderío, no por medio de las Escrituras,
nísima majestad y sus altezas exigen de mí sino apelando a las amenazas, como lo
una respuesta sencilla, clara y precisa, voy hace siempre Roma en semejantes casos. El
a darla, y es esta: Yo no puedo someter mi orador de la dieta dijo: “Si no te retractas,
fe ni al papa ni a los concilios, porque es el emperador y los estados del imperio
92 EL GRAN CONFLICTO
verán lo que debe hacerse con un hereje Escrituras después, llegaron a ser intrépi-
obstinado”. dos sostenedores de la Reforma.
Los amigos de Lutero, que habían oído El elector Federico había aguardado con
su noble defensa, poseídos de sincero ansiedad la comparecencia de Lutero ante
regocijo, temblaron al oír las palabras del la dieta y escuchó su discurso con profunda
orador oficial; pero el doctor mismo, con emoción. Experimentó regocijo y orgullo al
toda calma, repuso: “¡Dios me ayude! presenciar el valor del fraile, su firmeza y
porque de nada puedo retractarme” (ibíd.). el modo en que se mostraba dueño de sí
Se indicó a Lutero que se retirase mismo, y resolvió defenderle con mayor
mientras los príncipes deliberaban. Todos firmeza que antes. Comparó entre sí a
se daban cuenta de que era un momento ambas partes contendientes, y vio que la
de gran crisis. La persistente negativa de sabiduría de los papas, de los reyes y de los
Lutero a someterse podía afectar la historia prelados había sido anulada por el poder
de la iglesia por muchos siglos. Se acordó de la verdad. El papado había sufrido una
darle otra oportunidad para retractarse. derrota que iba a dejarse sentir en todas las
Por última vez le hicieron entrar de nuevo naciones al través de los siglos.
en la sala. Se le volvió a preguntar si renun- Al notar el legado el efecto que produ-
ciaba a sus doctrinas. Contestó: “No tengo jeran las palabras de Lutero, temió, como
otra respuesta que dar, que la que he dado”. nunca había temido, por la seguridad
Era ya bien claro y evidente que no podrían del poder papal, y resolvió echar mano
inducirle a ceder, ni de grado ni por fuerza, de todos los medios que estuviesen a su
a las exigencias de Roma. alcance para acabar con el reformador. Con
Los caudillos papales estaban acongo- toda la elocuencia y la habilidad diplomá-
jados porque su poder, que había hecho tica que le distinguían en gran manera, le
temblar a los reyes y a los nobles, era así pintó al joven emperador la insensatez y
despreciado por un pobre monje, y se pro- el peligro que representaba el sacrificar, en
pusieron hacerle sentir su ira, entregándole
al tormento. Pero, reconociendo Lutero el
peligro que corría, había hablado a todos
con dignidad y serenidad cristiana. Sus
palabras habían estado exentas de orgullo,
pasión o falsedad. Se había perdido de vista
a sí mismo y a los grandes hombres que le
rodeaban, y solo sintió que se hallaba en
presencia de Uno que era infinitamente
superior a los papas, a los prelados, a los
reyes y a los emperadores. Cristo mismo
había hablado por medio del testimonio de
Lutero con tal poder y grandeza, que tanto
en los amigos como en los adversarios des-
pertó pavor y asombro. El Espíritu de Dios
había estado presente en aquel concilio
impresionando vivamente los corazones de
los jefes del imperio. Varios príncipes reco-
nocieron sin embozo la justicia de la causa
del reformador. Muchos se convencieron
de la verdad; pero en algunos la impresión
no fue duradera. Otros aún hubo que en
aquel momento no manifestaron sus con-
vicciones, pero que, habiendo estudiado las Girolamo Aleandro. 1480 - 1542.
UN CAMPEÓN DE LA VERDAD 93
favor de un insignificante fraile, la amistad encarnizados de Lutero siguieron hosti-
y el apoyo de la poderosa sede de Roma. gando al monarca para que hiciera con el
Sus palabras no fueron inútiles. El día reformador lo que Segismundo hiciera con
después de la respuesta de Lutero, Carlos Hus: abandonarle a la misericordia de la
mandó a la dieta un mensaje en que iglesia; pero Carlos V evocó la escena en
manifestaba su determinación de seguir que Hus, señalando las cadenas que le ahe-
la política de sus antecesores de sostener y rrojaban, le recordó al monarca su palabra
proteger la religión romana. Ya que Lutero que había sido quebrantada, y contestó: “Yo
se negaba a renunciar a sus errores, se tor- no quiero sonrojarme como Segismundo”.
narían las medidas más enérgicas contra él Lenfant 1:422.
y contra las herejías que enseñaba. “Un solo Carlos empero había rechazado deli-
fraile, extraviado por su propia locura, se beradamente las verdades expuestas por
levanta contra la fe de la cristiandad. Sacri- Lutero. El emperador había declarado:
ficaré mis reinos, mi poder, mis amigos, mis “Estoy firmemente resuelto a seguir el
tesoros, mi cuerpo, mi sangre, mi espíritu y ejemplo de mis antepasados” (D’Aubigné,
mi vida para contener esta impiedad. Voy a lib. 7, cap. 9). Estaba decidido a no salirse
despedir al agustino Lutero, prohibiéndole del sendero de la costumbre, ni siquiera
causar el más leve tumulto entre el pueblo; para ir por el camino de la verdad y de la
en seguida procederé contra él y sus secua- rectitud. Por la razón de que sus padres lo
ces, como contra herejes declarados, por habían sostenido, él también sostendría al
medio de la excomunión, de la suspensión papado y toda su crueldad y corrupción. De
y por todos los medios convenientes para modo que se dispuso a no aceptar más luz
destruirlos. Pido a los miembros de los que la que habían recibido sus padres y a no
estados que se conduzcan como fieles hacer cosa que ellos no hubiesen hecho.
cristianos” (ibíd., cap. 9). No obstante el Son muchos los que en la actualidad se
emperador declaró que el salvoconducto aferran a las costumbres y tradiciones de sus
de Lutero debía ser respetado y que antes padres. Cuando el Señor les envía alguna
de que se pudiese proceder contra él, debía nueva luz se niegan a aceptarla porque sus
dejársele llegar a su casa sano y salvo. padres, no habiéndola conocido, no la reci-
Dos opiniones encontradas fueron bieron. No estamos en la misma situación
entonces propuestas por los miembros de que nuestros padres, y por consiguiente
la dieta. Los emisarios y representantes nuestros deberes y responsabilidades no son
del papa solicitaron que el salvoconducto los mismos tampoco. No nos aprobará Dios
del reformador fuera violado. “El Rin— si miramos el ejemplo de nuestros padres
decían—debe recibir sus cenizas, como para determinar lo que es nuestro deber,
recibió hace un siglo las de Juan Hus” en vez de escudriñar la Biblia por nosotros
(ibíd.). Pero los príncipes alemanes, si bien mismos. Nuestra responsabilidad es más
papistas y enemigos jurados de Lutero, se grande que la de nuestros antepasados.
opusieron a que se violara así la fe pública, Somos deudores por la luz que recibieron
alegando que aquello sería un baldón ellos y que nos entregaron como herencia, y
en el honor de la nación. Recordaron las deudores por la mayor luz que nos alumbra
calamidades que habían sobrevenido por la hoy procedente de la Palabra de Dios.
muerte de Juan Hus y declararon que ellos Cristo dijo a los incrédulos judíos: “Si
no se atrevían a acarrearlas a Alemania ni a yo no hubiera venido y les hubiera hablado,
su joven emperador. no hubieran tenido pecado; mas ahora no
Carlos mismo dijo, en respuesta a la vil tienen excusa por su pecado”. Juan 15:22
propuesta: “Aun cuando la buena fe y la (VM). El mismo poder divino habló por
fidelidad fuesen desterradas del universo, boca de Lutero al emperador y a los prínci-
deberían hallar refugio en el corazón de los pes de Alemania. Y mientras la luz resplan-
príncipes” (ibíd.). Pero los enemigos más decía procedente de la Palabra de Dios, su
94 EL GRAN CONFLICTO
Espíritu alegó por última vez con muchos del doctor—escribía Spalatino—no podía
de los que se hallaban en aquella asamblea. contener a todos los que acudían a verle”.
Así como Pilato, siglos antes, permitiera Martyn 1:404. El pueblo le miraba como
que el orgullo y la popularidad le cerraran si fuese algo más que humano. Y aun los
el corazón para que no recibiera al Reden- que no creían en sus enseñanzas, no podían
tor del mundo; y así como el cobarde Félix menos que admirar en él la sublime inte-
rechazara el mensaje de verdad, diciendo: gridad que le hacía desafiar la muerte antes
“Ahora vete; mas en teniendo oportunidad que violar los dictados de su conciencia.
te llamaré”, y así como el orgulloso Agripa Se hicieron esfuerzos supremos para
confesara: “Por poco me persuades a ser conseguir que Lutero consintiera en transi-
cristiano” (Hechos 24:25; 26:28), pero gir con Roma. Príncipes y nobles le mani-
rechazó el mensaje que le era enviado del festaron que si persistía en sostener sus
cielo, así también Carlos V, cediendo a las opiniones contra la iglesia y los concilios,
instancias del orgullo y de la política del pronto se le desterraría del imperio y enton-
mundo, decidió rechazar la luz de la verdad. ces nadie le defendería. A esto respondió
Corrían por todas partes muchos el reformador: “El evangelio de Cristo no
rumores de los proyectos hostiles a Lutero puede ser predicado sin escándalo [...].
y despertaban gran agitación en la ciudad. ¿Cómo es posible que el temor o aprensión
Lutero se había conquistado muchos de los peligros me desprenda del Señor y de
amigos que, conociendo la traidora cruel- su Palabra divina, que es la única verdad?
dad de Roma para con los que se atrevían ¡No; antes daré mi cuerpo, mi sangre y mi
a sacar a luz sus corrupciones, resolvieron vida!” (D’Aubigné, lib. 7, cap. 10).
evitar a todo trance que él fuese sacrificado. Se le instó nuevamente a someterse al
Centenares de nobles se comprometieron a juicio del emperador, pues entonces no
protegerle. No pocos denunciaban públi- tendría nada que temer.
camente el mensaje imperial como prueba “Consiento de veras—dijo—en que
evidente de humillante sumisión al poder el emperador, los príncipes y aun los más
de Roma. Se fijaron pasquines en las puer- humildes cristianos, examinen y juzguen
tas de las casas y en las plazas públicas, unos mis libros; pero bajo la condición de que
contra Lutero y otros en su favor. En uno de tomarán por norma la Sagrada Escritura.
ellos se leían sencillamente estas enérgicas Los hombres no tienen más que someterse
palabras del sabio: “¡Ay de ti, oh tierra, cuyo a ella. Mi conciencia depende de ella, y soy
rey es un niño!” Eclesiastés 10:16 (VM). El esclavo de su observancia” (ibíd.).
entusiasmo que el pueblo manifestaba en En respuesta a otra instancia, dijo:
favor de Lutero en todas partes del imperio, “Consiento en renunciar al salvoconducto.
dio a conocer a Carlos y a la dieta que si Abandono mi persona y mi vida entre las
se cometía una injusticia contra él bien manos del emperador, pero la Palabra de
podrían quedar comprometidas la paz del Dios, ¡nunca!” (ibíd.). Expresó que estaba
imperio y la estabilidad del trono. dispuesto a someterse al fallo de un concilio
Federico de Sajonia observó una bien general, pero con la condición expresa de
estudiada reserva, ocultando cuidadosa- que el concilio juzgara según las Escrituras.
mente sus verdaderos sentimientos para “En lo que se refiere a la Palabra de Dios y
con el reformador, y al mismo tiempo a la fe—añadió—cada cristiano es tan buen
lo custodiaba con incansable vigilancia, juez como el mismo papa secundado por un
observando todos sus movimientos y los millón de concilios”. Martyn 1:410. Final-
de sus adversarios. Pero había muchos que mente los amigos y los enemigos de Lutero
no se cuidaban de ocultar su simpatía hacia se convencieron de que todo esfuerzo enca-
Lutero. Era este visitado por príncipes, minado a una reconciliación sería inútil.
condes, barones y otras personas de distin- Si el reformador hubiera cedido en un
ción, clérigos y laicos. “El pequeño cuarto solo punto, Satanás y sus ejércitos habrían
UN CAMPEÓN DE LA VERDAD 95
ganado la victoria. Pero la inquebrantable civiles tributaban honores al hombre a
firmeza de él fue el medio de emancipar a quien el monarca había despreciado. Se
la iglesia y de iniciar una era nueva y mejor. le instó a que predicase, y a despecho de
La influencia de este solo hombre que se la prohibición imperial volvió a ocupar el
atrevió a pensar y a obrar por sí mismo en púlpito. Dijo: “Nunca me comprometí a
materia de religión, iba a afectar a la iglesia encadenar la Palabra de Dios, y nunca lo
y al mundo, no solo en aquellos días sino en haré”. Martyn 1:420.
todas las generaciones futuras. Su fidelidad No hacía mucho que el reformador
y su firmeza fortalecerían la resolución de dejara a Worms cuando los papistas consi-
todos aquellos que, al través de los tiempos, guieron que el emperador expidiera contra
pasaran por experiencia semejante. El él un edicto en el cual se le denunciaba
poder y la majestad de Dios prevalecieron como “el mismo Satanás bajo la figura
sobre los consejos de los hombres y sobre el humana y envuelto con hábito de fraile”
gran poder de Satanás. (D’Aubigné, lib. 7, cap. II). Se ordenaba que
Pronto recibió Lutero orden del empe- tan pronto como dejara de ser valedero su
rador de volver al lugar de su residencia, salvoconducto, se tomaran medidas para
y comprendió que aquello era un síntoma detener su obra. Se prohibía guarecerle,
precursor de su condenación. Nubes ame- suministrarle alimento, bebida o socorro
nazantes se cernían sobre su camino, pero, alguno, con obras o palabras, en público o
al salir de Worms, su corazón rebosaba de en privado. Debía apresársele en cualquier
alegría y de alabanza. “El mismo diablo— parte donde se le hallara y entregársele a las
dijo él—custodiaba la ciudadela del papa; autoridades. Sus adeptos debían ser encar-
mas Cristo abrió en ella una ancha brecha celados también y sus bienes confiscados.
y Satanás vencido se vio precisado a con- Los escritos todos de Lutero debían ser
fesar que el Señor es más poderoso que él” destruidos y, finalmente, cualquiera que
(D’Aubigné, lib. 7, cap. II). osara obrar en contradicción con el decreto
Después de su partida, deseoso aún de quedaba incluido en las condenaciones del
manifestar que su firmeza no había que mismo. El elector de Sajonia y los príncipes
tomarla por rebelión, escribió Lutero al más adictos a Lutero habían salido ya de
emperador, diciendo entre otras cosas: Worms, y el decreto del emperador recibió
“Dios, que es el que lee en el interior de la sanción de la dieta. Los romanistas no
los corazones, me es testigo de que estoy cabían de gozo. Consideraban que la suerte
pronto a obedecer con diligencia a vuestra de la Reforma estaba ya sellada.
majestad, así en lo próspero como en lo Pero Dios había provisto un medio de
adverso; ya por la vida, ya por la muerte; escape para su siervo en aquella hora de
exceptuando solo la Palabra de Dios por peligro. Un ojo vigilante había seguido
la que el hombre existe. En todas las cosas los movimientos de Lutero y un corazón
relativas al tiempo presente, mi fidelidad sincero y noble se había resuelto a ponerle
será perenne, puesto que en la tierra ganar o a salvo. Fácil era echar de ver que Roma
perder son cosas indiferentes a la salvación. no había de quedar satisfecha sino con la
Pero Dios prohibe que en las cosas concer- muerte del reformador; y solo ocultándose
nientes a los bienes eternos, el hombre se podía este burlar las garras del león. Dios
someta al hombre. En el mundo espiritual dio sabiduría a Federico de Sajonia para
la sumisión es un culto verdadero que no idear un plan que salvara la vida de Lutero.
debe rendirse sino al Creador” (ibíd.). Ayudado por varios amigos verdaderos
En su viaje de regreso fue recibido en se llevó a cabo el propósito del elector,
los pueblos del tránsito con más agasajos y Lutero fue efectivamente sustraído a
que los que se le tributaran al ir a Worms. la vista de amigos y enemigos. Mientras
Príncipes de la iglesia daban la bienvenida regresaba a su residencia, se vio rodeado
al excomulgado monje, y gobernantes de repente, separado de sus acompañantes
96 EL GRAN CONFLICTO
y llevado por fuerza a través de los bosques un año proclamando el evangelio y cen-
al castillo de Wartburg, fortaleza que se surando los pecados y los errores de su
alzaba sobre una montaña aislada. Tanto tiempo.
su secuestro como su escondite fueron Pero no fue únicamente para preservar
rodeados de tanto misterio, que Federico a Lutero de la ira de sus enemigos, ni para
mismo por mucho tiempo no supo dónde darle un tiempo de descanso en el que
se hallaba el reformador. Esta ignorancia pudiese hacer estos importantes trabajos,
tenía un propósito, pues mientras el elector para lo que Dios separó a su siervo del esce-
no conociera el paradero del reformador, nario de la vida pública. Había otros resul-
no podía revelar nada. Se aseguró de tados más preciosos que alcanzar. En el
que Lutero estuviera protegido, y esto le descanso y en la oscuridad de su montaña
bastaba. solitaria, quedó Lutero sin auxilio humano
Pasaron así la primavera, el verano y el y fuera del alcance de las alabanzas y de la
otoño, y llegó el invierno, y Lutero seguía admiración de los hombres. Así fue salvado
aún secuestrado. Ya exultaban Aleandro y del orgullo y de la confianza en sí mismo,
sus partidarios al considerar casi apagada que a menudo son frutos del éxito. Por
la luz del evangelio. Pero, en vez de ser medio del sufrimiento y de la humillación
esto así, el reformador estaba llenando su fue preparado para andar con firmeza en
lámpara en los almacenes de la verdad y su las vertiginosas alturas adonde había sido
luz iba a brillar con deslumbrantes fulgores. llevado de repente.
En la amigable seguridad que disfrutaba A la vez que los hombres se regocijan en
en la Wartburg, congratulábase Lutero por la libertad que les da el conocimiento de la
haber sido sustraído por algún tiempo al verdad, se sienten inclinados a ensalzar a
calor y al alboroto del combate. Pero no aquellos de quienes Dios se ha valido para
podía encontrar satisfacción en prolongado romper las cadenas de la superstición y del
descanso. Acostumbrado a la vida activa y error. Satanás procura distraer de Dios los
al rudo combate, no podía quedar mucho pensamientos y los afectos de los hombres
tiempo ocioso. En aquellos días de soledad, y hacer que se fijen en los agentes humanos;
tenía siempre presente la situación de la induce a los hombres a dar honra al mero
iglesia, y exclamaba desesperado: “¡Ay! ¡y instrumento, ocultándole la Mano que
que no haya nadie en este último día de dirige todos los sucesos de la providencia.
su ira, que quede en pie delante del Señor Con demasiada frecuencia acontece que los
como un muro, para salvar a Israel!” (ibíd., maestros religiosos así alabados y reveren-
lib. 9, cap. 2). También pensaba en sí mismo ciados, pierden de vista su dependencia de
y tenía miedo de ser tachado de cobardía Dios y sin sentirlo empiezan a confiar en
por haber huido de la lucha. Se reprochaba sí mismos. Resulta entonces que quieren
su indolencia y la indulgencia con que se gobernar el espíritu y la conciencia del
trataba a sí mismo. Y no obstante esto, pueblo, el cual está dispuesto a considerar-
estaba haciendo diariamente más de lo que los como guías en vez de mirar a la Palabra
hubiera podido hacer un hombre solo. Su de Dios. La obra de reforma ve así frenada
pluma no permanecía nunca ociosa. En el su marcha por el espíritu que domina a
momento en que sus enemigos se lisonjea- los que la sostienen. Dios quiso evitar este
ban de haberle acallado, los asombraron y peligro a la Reforma. Quiso que esa obra
confundieron las pruebas tangibles de su recibiese, no la marca de los hombres,
actividad. Un sinnúmero de tratados, pro- sino la impresión de Dios. Los ojos de los
venientes de su pluma, circulaban por toda hombres estaban fijos en Lutero como en
Alemania. También prestó entonces valioso el expositor de la verdad; pero él fue arre-
servicio a sus compatriotas al traducir al batado de en medio de ellos para que todas
alemán el Nuevo Testamento. Desde su las miradas se dirigieran al eterno Autor de
Patmos perdido entre riscos siguió casi la verdad.

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