Versión ATimes
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I. INTRODUCCIÓN
escritor funda un nuevo universo, una otra realidad que tiene la capacidad de ubicar al
cotidiana. Ya sea en las instancias del poema -esa suerte de consagración del instante
apertura genérica nada inusual en nuestros tiempos, las palabras hacen efectivo ese
un desarrollo temporal en espacios "habitados" por esas entidades que conocemos con
el nombre de personajes, conduce al lector a la posibilidad de experimentar otra vida,
otros ámbitos y, asimismo, a la de conocer a esos otros seres que allí se mueven.
narrativa nos abre sus espacios, estableciendo para los lectores un mundo que
comunicativa del texto fija su discurso como orbe posible y efectivo en esa suerte de
catarsis que tiene lugar cuando el lector común se ve absorto por el hecho de leer.
1
Véase "La consagración del instante", en El arco y la lira. México, Fondo de Cultura
Económica, 1973 (3a. ed., 4a. reimp.), pp. 185-197.
2
manifestaciones como superfluas para ser, entonces, esa otra existencia que el ser
humano reclama para sí. "Las mentiras de las novelas", afirma Vargas Llosa, "no son
Y nos la aclaran. Bien señala Philippe Sollers que el discurso novelesco viene
a ser "nuestro saber social anónimo" 4, y constituye, en ese anonimato, todo un marco
de referencia para nuestra visión del mundo. No pocas veces este bagaje ficcional,
dentro de la extensión del manejo cotidiano de la cultura, pasa a ser nuestro recurso
"Este lugar parece Macondo", o "Ese hombre es más avaro que Shylock". Entonces
nos permite acceder a la literatura: también ocurre a la inversa. Con lo cual, en buena
medida, se percibe que este trueque de papeles sólo puede significar que ambas
2
"El arte de mentir", en Contra viento y marea (I). Barcelona, Seix Barral, 1986, p. 424.
3
"La novela como búsqueda", en: Maurice Nadeau. La novela francesa después de la
guerra. Versión española de Francisco Rivera. Caracas, Tiempo Nuevo, 1971, p. 210. El
mismo texto, en traducción de Juan Petit, aparece en M. Butor, Sobre literatura I. Barcelona,
Seix Barral, 1967 (2a. ed.), pp. 7-13.
4
Citado por Jonathan Culler en La poética estructuralista. Traducción de Carlos Manzano.
Barcelona, Anagrama, 1978, p. 334.
3
los espacios, sucesos y seres que en ella se manejan, pone en marcha universos cuya
en la memoria del lector. Y en esta otra historia que la novela funda, son
bien el lector tiene cierta conciencia del carácter ficticio de los acontecimientos y de
sucede así con los personajes. "En todo texto representativo, el lector `creé que el
contexto del mundo real suele escaparse a nuestros sistemas de pensamiento: el lector
en una vida futura, posterior al acontecer referido en la obra. Parece ser que la
palabras, o bien que el lector, al sentir en los rasgos que definen al individuo
novelesco un reflejo de sí, lo hala hacia supuestos contextos "reales" que, por cierto,
los equívocos que esta invención genera en la anécdota, propicia una metáfora no
sólo del acto creador, sino de la percepción -lectura- de los personajes creados,
7
Ibídem, p. 259.
8
Marco Denevi (Sáenz Peña, Pcia. de Buenos Aires, 1922). Rosaura a las diez, su primera
novela, obtiene el premio Kraft en 1955, con lo cual cobra existencia literaria un autor hasta el
momento desconocido. La obra fue publicada ese mismo año por la editorial Guillermo Kraft.
Para el presente estudio utilizaremos la undécima edición del Centro Editor de América
Latina, Buenos Aires, 1981. A partir de este momento, la cifra entre paréntesis que sigue a
cada cita de la obra corresponde a la numeración de las páginas de dicha edición.
5
literatura argentina", junto a nombres como los de María Angélica Bosco, David
Viñas, Beatriz Guido, H.A. Murena y Juan José Manauta, entre otros, Denevi
comienza a publicar a raíz de esta novela. Rosaura a las diez, entonces, está
nuestro continente.
Espejo; en 1953, en Argentina, Manuel Mujica Lainez publica Los ídolos; en 1954,
Onetti Los adioses y Mujica Lainez La casa; en 1955, García Márquez publica La
que se cruzan y desdicen y reflejan, Los ídolos la de un hombre que se inventa como
autor de un libro de otro y construye su imagen a partir de esta ficción, y Los adioses
refiere las imaginaciones de un narrador que sólo tiene acceso a un punto de vista para
personaje por parte de otro y su asunción como realidad -persona- por parte de los
motivo del personaje inventado que cobra vida tiene antecedentes en la literatura:
6
por la abrupta aparición de un ser inventado por él como excusa ante diversos
Ernesto, de Wilde). Tal intento en la historia literaria, "más que una noción
la ficción moderna"9. En Rosaura a las diez, además, creemos ver otro aspecto del
problema, que es, precisamente, el núcleo del equívoco y la gran metáfora del creador
de personajes: la Rosaura que aparece "a las diez" no es la Rosaura creada, sino el
sustrato (o uno de los sustratos) sobre los que se fundó su creación 10. Se ficcionaliza
Rosaura a las diez ha sido vista, además, como novela policial. Ciertamente,
bajo la excusa de un asesinato que los lectores sólo pueden conocer hasta bien entrada
la obra. Esta distribución facilita la intervención de varias voces, cada cual con su
hasta la última página. La novela se presenta como des-dibujo de una realidad bajo las
voces, cada cual con su timbre, su léxico y su fuerza, unas mediatizadas, otras
presumiblemente directas. Pero no estamos ante una novela policial: Rosaura a las
(léase este vocablo en la acepción más maliciosa posible) y trascender el formato del
de la pensión donde vive el protagonista -ni siquiera él mismo- tiene nada que ver
del texto provoca que el lector, en un principio confiado a la primera versión que de
"solución" del misterio. La novela trasciende así los propósitos convencionales del
de los personajes:
lunar, de William Wilkie Collins, publicada en 1868 y reconocida por Eliot como
11
Véase el ensayo de Ivonne Revel Grove, La realidad calidoscópica de la obra de Marco
Denevi. México, B. Costa-Amiç 1974.
12
Marco Denevi, en "Interrogatorio 1o. - Cuatro preguntas a Jorge Luis Borges, Marco
Denevi y Augusto Roa Bastos", en Jorge Lafforgue y Jorge B. Rivera. Asesinos de papel.
Buenos Aires, Calicanto, 1977, pp. 55-56.
8
constitutivos de la ficción:
misma compacidad que Denevi destaca en Collins. Nada sobra: la novela luce
inquietud persistente en la obra de Denevi. Y más en Rosaura a las diez, por cuanto se
construyen por sí mismos, se reflejan en sí mismos, por medio de sus propias voces,
... me doy cuenta de que nunca describo paisajes. (...) Me atraen los
13
Ibídem, pp. 53-54.
14
Véase, en particular, el ensayo de Thomas Feeny, "The influence of Wilkie Collins' The
Moonstone on Marco Denevi's Rosaura a las diez", en Rivista di letterature moderne e
comparate, vol. 31, fascículo 3. Firenze, septiembre 1978, pp. 225-229.
15
Elena F. Poggi. Reseña sobre Rosaura a las diez, en Bibliograma No. 13. Buenos Aires,
marzo-abril 1956, p. 30.
9
propuestas. Del mismo modo, el sostén estructural del texto por medio de las
relaciones establecidas en el discurso, fundadas en el esqueleto de un acontecimiento
de carácter policial que se ve trascendido por la visión del mundo, la pugna entre
realidad), puede ser vinculado con una visión paródica de la narrativa policial, de
acuerdo con los criterios de teóricos como Bajtín, Kristeva y Hutcheon 17, según los
resignificación de lo parodiado.
exposición de motivos románticos por parte de los dos personajes que intervienen en
16
Marco Denevi, en el "Prólogo" a Reunión de Desaparecidos. Citado por Juan Carlos
Merlo en "Marco Denevi y las claves de su escritura", estudio preliminar al volumen Páginas
de Marco Denevi seleccionadas por el autor. Buenos Aires, Celtia, 1983, p. 29.
17
En este aspecto, cabe señalar que recurriremos a los siguientes títulos: M.M. Bajtín.
Estética de la creación verbal. México, Siglo XXI, 1982. Del mismo autor, Problemas de la
poética de Dostoievski. Traducción de Tatiana Bubnova. México, Fondo de Cultura
Económica, 1988 (reimp.), y Teoría y estética de la novela. Traducción de Helena Kriúkova
y Vicente Cazcarra. Madrid, Taurus, 1989. De Julia Kristeva, El texto de la novela.
Traducción de Jordi Llovet. Barcelona, Lumen, 1974, y Semiótica 1 y 2. Traducción de José
Martín Arancibia. Madrid, Fundamentos, 1981 (2a. ed.). De Linda Hutcheon. Narcissistic
Narative. The Metafictional paradox. Londres, Methuen, 1984 (reimp.).
De Lucien Dällenbach, Le récit spéculaire. París, Éditions du Seuil, 1977.
10
establecen el disfraz de historia de amor que, en general, sostiene todo aquello que se
personaje de Rosaura por parte del protagonista, es creída por los otros personajes,
que como espectadores de la misma viven un proceso de ilusión, leen una serie de
Dentro de la "ficción policial" que se nos presenta a los lectores, se presenta a los
"lectores interiores" del discurso una "ficción romántica" igualmente ilusoria, que la
instauradas por la estructura (las estructuras: una de pesquisa, otra de historia del falso
romance dentro del falso relato policial), se expresan a través de las relaciones de los
interno del personaje imaginario para sus congéneres. En Rosaura a las diez, "la
18
Véase, sobre este punto, el ensayo de Lanin A. Gyurko titulado "Romantic Illusion in
Denevi's Rosaura a las diez", en Ibero-romania No. 3. Munich, 1971, pp. 357-373.
19
"Forma y estructura en algunas novelas argentinas contemporáneas", en Humanitas IV.
Monterrey, Universidad de Nuevo León, 1963, p. 287.
11
ficción se desdobla y se multiplica en reflejos que tratan de asir una realidad que, a su
transcripciones los personajes nos ofrecen su visión de los hechos, de los otros y de sí
mismos -visión que estructurará la totalidad de la novela como sistema dialógico 21-, y
ficción, es decir, como reto acerca del propio proceso de elaboración novelesca y de
20
Juan Carlos Ghiano. "Rosaura a las diez", en Diccionario de la literatura universal, t.
III. Buenos Aires, Muchnik, 1966, p. 214.
21
Este aspecto será igualmente examinado en los capítulos siguentes a la luz de M.M.
Bajtín y J. Kristeva, entre otros.
22
Acerca de la participación del lector en la recepción ficcional, trabajaremos
esencialmente a partir de: Umberto Eco. Obra abierta. Traducción de Roser Berdagué.
Barcelona, Ariel, 1979, y Lector in fabula. Traducción de Ricardo Pochtar. Barcelona,
Lumen, 1981; Wolfgang Iser, The Implied Reader. Patterns of Communication in Prose
Fiction from Bunyan to Beckett. Baltimore, The Johns Hopkins University Press, 1980 (2a. ed.
en rústica), y The Act of Reading. A Theory of Aesthetic Response. Baltimore, The Johns
Hopkins University Press, 1980 (1a. ed. en rústica); Horst Ruthrof, The Reader's Construction
of Narrative. Londres, Routledge & Kegan Paul, 1981.
12
verbales y a la narratividad especular. Por tales razones, en las páginas que siguen
teoría de la metaficcionalidad.
etrusco phersu, y asume en latín el significado de "máscara del actor" y/o "personaje
23
Véase el Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Madrid, Gredos, 1980
(3a. ed. revisada y mejorada, 2a reimp.), p. 454.
13
esto tiene su fundamento en la posible situación inversa a la que apunta el origen del
vocablo. Es igualmente cierto, además, el hecho de que el uso del término "personaje"
-por una u otra razón- en el contexto social. Esta acepción de la notabilidad del
dimensionalidad, de un relieve propio que se asimila a ese relieve que, como lectores,
Sin embargo,
todo mensaje centrado en sí mismo" 25, es decir, de todo mensaje estético. Luego tal
Mailer:
James29, y a la afirmación que hace Denevi cuando señala que sus personajes acuden a
parte oscura y desgarrada del autor"31 y que sólo es factible en el sistema del texto. O,
novelas y novelistas33.
31
Ernesto Sábato. "Sobre los personajes literarios", en Agnes y Germán Gullón (eds.).
Teoría de la novela (Aproximaciones hispánicas). Madrid, Taurus, 1974, p. 271.
32
Apostillas a El nombre de la rosa. Traducción de Ricardo Pochtar. Barcelona, Lumen,
1985 (2a. ed.), pp. 32-33, itálicas nuestras.
33
Existen varias definiciones de caracterización, que pueden ser encontradas en autores
como E.M. Forster, M.M. Bajtín, Wolfgang Kayser, Percy Lubbock, Wellek y Warren, y
otros. Dos de los conceptos a nuestro juicio más claros alrededor de esta idea serían: el de
Tomachevski, según el cual la caracterización es un "sistema de motivos ligados
indisolublemente" al personaje (Teoría de la literatura. Traducción de Marcial Suárez.
Madrid, Akal, 1982, p. 204), y el de Noé Jitrik, quien habla de "una operación que tiene en
cuenta todo el circuito que va de la noción de irrealidad a forma del personaje y que pretende
ejecutarlo" (El no existente caballero, Buenos Aires, Megápolis, 1975, p. 81).
16
características de la creación y puesta en escena del ser ficticio. Aunque los resultados
la noción de flat and round characters de Forster (1927), así como nombrar la
tipología manejada por Propp para el personaje del cuento de hadas, la del personaje
34
Véase el capítulo décimo quinto de la Poética, "Sobre el carácter de los personajes que
realizan la trama". Hemos consultado la traducción de Francisco de P. Samaranch. Madrid,
Aguilar, 1979 (3a. ed., 1a. reimp.), pp. 110-113.
35
Véase el trabajo de Michel Zéraffa, Personne et personnage. París, Klincksieck, 1971
(2a. ed.).
36
Mieke Bal. Teoría de la narrativa. Una introducción a la narratología. Traducción de
Javier Franco. Madrid, Cátedra, 1985, p. 88.
17
ficción37-.
debemos tener presente que la interacción entre las mismas y las respuestas de otros
generado diversas posiciones que iluminan la historia del estudio de dicha entidad:
Ante tal propuesta de Todorov, Culler señala: "La pregunta fundamental sigue
sin respuesta: ¿es que al leer nos limitamos a sumar acciones y atributos de un
37
Las nociones greimasianas de actante y actor pueden verse, en los siguientes textos de
A.J.G., entre otros: "Elementos para una teoría de la interpretación del relato mítico", en
Comunicaciones. Análisis estructural del relato. Traducción de Beatriz Dorriots. Buenos
Aires, Tiempo Contemporáneo, 1972 (2a. ed.) pp. 45-86. En torno al sentido. Ensayos
semióticos. Traducción de S. García Bardón y F. Pradés Sierra. Madrid, Fragua, 1973; "Los
actantes, los actores y las figuras". Traducción de Ma. F. Palacios, en VVAA. Semiótica
Narrativa y textual. Caracas, EBUC, 1978 pp. 183-199; Sémantique structurale. París,
Larousse, 1966.
38
Jonathan Culler. La poética estructuralista. Traducción de Carlos Manzano. Barcelona,
Anagrama, 1978, p. 331.
18
personaje individual (...)?"39. Ya anteriormente había afirmado que "el personaje es, de
perspectiva estructuralista del personaje, y señala que ésta no toma en cuenta "los
valores descriptivos que los nombres pudieran tener, y mucho menos los valores
simbólicos"43. Además,
39
Ibídem.
40
Ibídem, p. 325.
41
José María Díez Borque, "Notas sobre la crítica para un estudio del personaje de la
comedia española del siglo de oro", en Carlos Castilla del Pino (comp.) Teoría del personaje.
Madrid, Alianza, 1989, p. 101.
42
En VVAA. Mitos populares y personajes literarios. Pcia. de Buenos Aires, Castañeda,
1978, pp. 107-126.
43
Ibídem, p. 109.
44
Ibídem.
19
hace evidente que cada reflexión apunta a un estrato más alto en los niveles de análisis
y acercamiento al texto literario. En primera instancia, uno de los pasos que parece
acercar a la teoría a su objeto es el hecho de que existe cada vez una mayor conciencia
del fenómeno ficcional y de que "el personaje que admiramos como resultado de la
arte"45.
hombre, ha demostrado que sus héroes y personajes siguen siendo, en buena medida,
Ya en la novela del siglo XIX "the prominence of hero can no longer be taken
45
Price, citado por Culler, Op. cit., p. 327.
46
Véase Georg Lukács. La teoría de la novela, en Obras Completas, t. I (El alma y las
formas / La teoría de la novela). Traducción de Manuel Sacristán. Barcelona, Grijalbo, 1975,
pp. 277-420.
47
Cf. el ensayo de M. Blanchot, "El fin del héroe", en El Diálogo Inconcluso. Traducción
de Pierre de Place. Caracas, Monte Ávila, 1970, pp. 569-583.
48
Michel Zéraffa. Novela y sociedad. Traducción de José Castelló. Buenos Aires,
Amorrortu, 1973.
20
se impone en el siglo XX. Y parece ser cierto que, como afirma Culler, cada época en
ficción emergen, por ejemplo, los aportes teóricos alrededor de un Henry James o de
complejos. Por supuesto, esta terminología siempre puede ser adaptable a las
necesidades del texto, pero no por ello deja de ser un método parcial de acercamiento
origen de las acciones del individuo. Y esto, por supuesto, ha tenido incidencia en la
cultura de los lectores comunes, han sufrido una contaminación que en realidad no les
es inherente:
La reducción del personaje a la "psicología" es
particularmente injustificada. Y es precisamente esta reducción la que
ha provocado el "rechazo" del personaje por parte de los escritores del
siglo XX. (...) La psicología no reside en los personajes ni siquiera en
los predicados (atributos o acciones); es el efecto producido por cierto
tipo de relaciones entre proposiciones. Un determinismo psíquico (que
varía con el tiempo) hace que el lector postule relaciones de causa a
49
Wolfgang Iser. The Implied Reader. Patterns of Communication in Prose Fiction from
Bunyan to Beckett. Baltimore, The Johns Hopkins University Press, 1980 (2a. ed. en rústica),
p. 121.
50
Véase J. Culler, Op. cit., pp. 325-326.
21
Pero, ciertamente, los rasgos por medio de los cuales un narrador nos otorga la
experiencia del personaje conducen a una visión de éste como "persona posible" en el
mundo contemporáneo: así, "en lugar del universo estable de la dicción clásica, se
encuentra una serie de visiones, todas ellas igualmente inciertas, que nos informan
mucho más sobre la facultad de percibir y comprender que sobre una presunta
realidad"52.
quedarse con la sola pauta de trabajo marcada por la noción del personaje como sujeto
51
Tzvetan Todorov. "Personaje", en O. Ducrot y T. Todorov. Diccionario enciclopédico de
las ciencias del lenguaje. Traducción de Enrique Pezzoni. México, Siglo XXI, 1987 (13a.
ed.), p. 260.
52
Ibídem, p. 259.
22
de las diversas proposiciones que se concatenan en lo narrado 53, ni con una visión
psicologista que confunda al personaje con la persona real, ni con una excluyente
preeminencia del punto de vista como modo único de presentación del ente de ficción.
como algo mucho más complejo que la aceptación particular y aislada de cada una de
sintácticas.
B. El personaje/signo
por medio del semainon, o entidad física del signo, accedemos al semainomenon (lo
53
"El primer problema que surge cuando intentamos explicar el efecto del personaje es el
de trazar una clara línea divisoria entre la persona humana y el personaje. (...) Podemos
intentar solucionar este problema restringiendo nuestra investigación sólo a los hechos que se
nos presentan bajo la forma de discurso. Pero ésta es sólo una delimitación inicial que es
difícil hacer más específica y que en cualquier caso no resuelve todos nuestros problemas". M.
Bal, Op. cit., p. 88.
54
Sobre esta irreductibilidad, véase T. Todorov, Op. cit., p. 259, y E. Calabrese, Op. cit., p.
107.
23
texto vendría a ser el lenguaje mismo: de otro modo, anécdotas y contenidos bastarían
para la validación estética, cosa que no sucede en ningún caso. Todo lo que se instaura
El mensaje literario, como todo mensaje, porta información. Cada signo porta
la suya propia, que se suma a la interacción sintagmática con los demás. Si pensamos,
con Martinet, que "es portador de información todo lo que tiene por efecto reducir la
significación, sino una pauta, una pista de las posibilidades dables en un contexto
determinado, en la que el lector se inserta para recorrer una red de relaciones. Y entre
otras posibilidades y fija en la memoria del receptor la sintaxis del texto como
55
Elementos de lingüística general. Versión española de Julio Calonge Ruiz. Madrid,
Gredos, 1968 (2a. ed., 4a. reimp.).
24
constructivo. En este sentido, cada texto remite a sí, informa sobre sí y es en esencia
paradoja de dar existencia a algo que carece de "realidad", y para ello debe instaurarse
referencialidad. El lector cree que aquello que se le cuenta u otorga es real, ya que se
creando en la mente del receptor "un signo equivalente, o quizás un signo más
complejo", al cual denomina "interpretante del primer signo"57; para el propio Peirce,
estas adjudicaciones ensayan una reescritura de aquello que les diera origen en el
56
Esta oscilación entre lo contiguo y lo representado, asociable a la relación entre lo
metonímico y lo metafórico, refuerza la noción del procedimiento estético como
autorreflexión, como mecanismo narcisista (véase el punto "Espejos para mirarse y ser
mirado" en el capítulo V de este mismo estudio).
57
Citado en Umberto Eco. Signo. Traducción de Francisco Serra Cantarell. Barcelona,
Labor, 1980 (2a. ed.)., p. 163.
25
emisor. Y dadas las características "humanas" del personaje, el lector atribuye a los
piezas de información que el emisor pone a su alcance ... y a veces agrega las suyas
propias:
Lector Modelo, esto no resulta posible, al menos no con exactitud. Sí podemos medir
de toda la información que el emisor de la obra dispone. Pero no podremos saber qué
escapen muchos- los signos que realmente están en el texto, y lo que un determinado
58
Mieke Bal, Op. cit., p. 89.
26
sintagma y a las elecciones estilísticas determinadas por las relaciones asociativas que
lector, como espejo del narrador-autor, atisba las motivaciones de las distintas
así como en la oración gramatical cada elemento juega a los espejos con los otros, en
elegidas.
mayores posibilidades de combinación: consigo mismos, con los otros personajes, con
su tiempo, con los espacios, con sus palabras, con las palabras de otros, con los rasgos
59
Umberto Eco. Obra abierta. Traducción de Roser Berdagué. Barcelona, Ariel, 1979, p.
98.
27
que los definen, con el narrador ... Y, en efecto, "cada personaje sólo existe en sus
Forster61, nos daremos cuenta de que la "vida" del personaje depende del hecho de ser
dice, el lector puede apreciar la presencia de ejes semánticos que son pertinentes a sus
atributos y/o a sus acciones, definiéndolo así, por medio de pares de significados en
oposición, como signo determinado por rasgos distintivos. En lo que a esto respecta,
que, para los efectos de estudio, debe hablarse no de personaje sino del efecto-
personaje del texto, ya que, efectivamente, esto nos distancia de la confusión con la
du texte"64.
personajes, bajo la máscara de estar "viviendo" la historia narrada, son signos que la
teoría del personaje, no es menos cierto que existe la posibilidad de extraer del
acercamiento a una obra los puntos de partida necesarios para reunir algunas
interpretante.
64
Ibídem, p. 144.
29
el lector percibirá como entidad. Así, el texto se sostiene gracias a los personajes,
está constituido para ser el conductor, el conducto y el conducido del texto. El texto,
por su parte, lleva al personaje, y es llevado por él y a través de él. La narración así
manera de relacionarse del hombre con el sistema en el que se inserta, es decir, con su
30
visión del mundo. Y, como mencionábamos antes, la visión del mundo del hombre
hostil y el mundo imaginario como posible opción de vida. Estos factores, presentes
en la novela que hemos elegido para nuestro estudio, trazan un ámbito de relaciones
construcción relacional entre texto y personaje, presenta una cohesión determinada por
textual. Las voces de los personajes -y, en particular, las de los dos primeros en
ya que con el manejo de lo que ambos emisores "saben" se produce una continua
evasión de lo que sabe el texto, una continua postergación de lo que el lector deberá
armar. Y mientras nos hacen seguir una supuesta historia de amor y percibir las
propio, estas voces dibujan, para ser percibidas, las características de sus emisores en
"La identidad -self-", señala Castilla del Pino, "es la imagen que los demás
literario, las acciones son lenguaje, trátese del lenguaje de otro que presenta dichos
de alguna manera, el comportamiento del lenguaje que los pone en escena. Porque "The
art of literature, as opposed to the other arts, is by virtue of its verbal medium both
espacios propios en la secuencia de las páginas. Cada uno de los personajes relevantes
65
"La construcción del self y la sobreconstrucción del personaje", en Carlos Castilla del Pino
(comp.). Teoría del personaje. Madrid, Alianza, 1989, p. 21.
66
Wolfgang Kayser. "Origen y crisis de la novela moderna". Traducción de Aurelio Fuentes
Rojo. En: Cultura Universitaria No. 47. Caracas, 1955, pp. 8-9.
67
Norman Friedman. "Point of View in Fiction: The Development of a Critical Concept", en:
Philip Stevick (ed.). The Theory of the Novel. N.Y., The Free Press, 1968 (2a. reimp.), p. 109.
32
Morales se presenta en un extracto; otra voz refiere, en tres párrafos, las andanzas de
Elsa Gatica. Y Rosaura-Marta-María deja una carta a medio escribir. Cada personaje
que tiene la oportunidad de hablar o emitir su voz propia revela las pautas que permiten
como núcleos del quehacer verbal que los construye en la medida en que tienen el
obra:
Normally, characters are fictional human beings, , and thus are given
proper names. In such cases, to create a character is to give meaning to
an unknown X; it is absolutely to define; and since nothing in life
corresponds to these Xs, their reality is borne by they name. They
are, where it is.68
nominación misma del personaje"69. En efecto, el nombre propio, a partir del cual el
estipulado por el texto para convocar todos los rasgos característicos establecidos para
el personaje cada vez que aparece. Funciona, entonces, como categoría sustitutiva de
68
William H. Gass. Fiction and the Figures of Life. Massachusetts, Godine, 1989 (3a.
reimp.), p. 50.
69
"Naturaleza y formas de la ficción narrativa", en Teoría literaria. Versión española de José
Ma. Gimeno. Madrid, Gredos, 1971 (4a. ed., 2a. reimp.), p. 262.
33
Si aceptamos, en principio, que "a character, first of all, is the noise of his
name"71, aceptaremos asimismo que en Rosaura a las diez, los nombres (así como la
primera impresión que el lector tiene de la historia) salen de la declaración de Milagros
La Madrileña es, entonces, quien en primera instancia hace las veces de mediadora
entre el universo ficcional -del cual forma parte- y el lector. Ella introduce a los
La Madrileña son, asimismo, los habitantes del discurso de la madrileña. Esto, al dar
en la novela y por su duración misma-, pondrá al lector, en buena medida, a favor de las
70
Roland Barthes. S/Z. Traducción de Nicolás Rosa. México, Siglo XXI, 1987 (4a. ed.), pp.
55-56. También Jonathan Culler señala que "Pasamos de nombre a nombre a medida que el
texto arroja más rasgos semánticos y nos invita a agruparlos y componerlos. (...) Cuando
conseguimos nombrar una serie de semas, se establece una pauta y nace un personaje. (...) El
nombre propio proporciona una especie de refugio, una garantía de que esas cualidades,
recogidas de todo el texto, pueden relacionarse unas con otras y formar un todo mayor que la
suma de sus partes". "Poética de la novela", en La poética estructuralista. Traducción de
Carlos Manzano. Barcelona, Anagrama, 1978, p. 333.
71
William H. Gass, Op. cit., p. 49.
34
Réguel, ya que los semas que en principio se adhieren a cada nombre son los que la
propietaria enuncia.
Esta reflexión tiene por objeto señalar que, en la medida en que el personaje-
personajes, sus posibilidades de rodear su propio nombre con atributos son aún
en realidad, un reflejo, un sujeto dentro del sujeto-. Bien señala Barthes que "cuanto
más difícil es detectar el origen de la enunciación, más plural es el texto" 72. En Rosaura
a las diez, este origen incierto de la enunciación obedece a la presencia de Milagros -y,
72
Roland Barthes, Op. cit., p. 33.
35
Genette, seudodiegético:
que organizará la fábula de tal manera de hacerla lucir como otra historia por medio de
lector, quien fácilmente se ve llamado a creer que la historia narrada por la dueña de la
pensión está dirigida a él en la continuidad de los vocativos ("señor mío", "le diré",
Este personaje que manifiesta tal poder para encubrir al narrador y para saltar
por encima de su presumible receptor intradiegético no nos es presentado más que por
su propia voz y sus propias palabras y expresiones. No hay en la obra retratos literarios
ficción; antes bien, es la red de relaciones que se establecen en el sintagma textual, que
al presentarse en el ejercicio del mensaje sobre sí mismo (es decir, en la plenitud de las
73
Gérard Genette. Figuras III. Traducción de Carlos Manzano. Barcelona, Lumen, 1989, p.
295.
74
Véase Boris Tomachevski. "La construcción de la trama", en Teoría de la literatura.
Traducción de Marcial Suárez. Madrid, Akal, 1982, pp. 179-211.
36
constituye, con sus rasgos, un "conjunto dirigido (...) basado en modelos culturales"75.
que sea problema alguno para el receptor hacerse una imagen de una dueña de pensión,
atención a la competencia cultural del lector; no es difícil, para -pongamos por caso- el
mujer inmigrante que instala una casa de vecindad) en virtud de los giros de su
En esta definición del personaje juega un papel esencial el uso del cliché como
novela, Milagros es quien más manifiesta la presencia del cliché "como procedimiento
mimético, encaminado a evocar idiolectos o estilos distintos del estilo del autor, y
utilizado también para caracterizar psicológicamente a los personajes" 76. Por medio del
lugar común, el personaje apela con su discurso al haber del lector, diseñándose a sí
lenguaje de un personaje literario "es expresivo precisamente a causa de tal carácter" 77.
En Milagros Ramoneda, usos como "la cara es el espejo del alma" (12), "los tornasoles
de la cara" (15), "las mejillas hechas un arrebol" (33), "lo ponía en la gloria" (53), "se
amaban locamente" (55), "ahogando un bostezo" (61), "lo pasado, pisado" (79), "blanca
En este sentido, tres son los aspectos esenciales del lenguaje que se asigna a
enunciados con cuya significación se alude a la cultura que en ella se pretende dibujar.
Gracias a estas emisiones, Milagros habla de sí, se define ante el lector. Porque "incluso
cuando cree que habla, el hombre es hablado por las reglas de los signos que utiliza"78,
77
Ibídem.
78
Umberto Eco. Signo. Traducción de Francisco Serra Cantarell. Barcelona, Labor, 1980
(2a. ed.), p. 166.
79
Juan Carlos Merlo. "Marco Denevi y las claves de su escritura", en Páginas de Marco
Denevi seleccionadas por el autor. Buenos Aires, Celtia, 1983, p. 18.
80
Mijail M. Bajtín. Problemas de la poética de Dostoievski. Traducción de Tatiana Bubnova.
México, Fondo de Cultura Económica, 1988 (reimp.), pp. 267-268.
38
conducción de la obra por buena parte de las páginas, y si sumamos a esto el hecho de
convendremos en que, además de definitorio en la imagen que el lector reciba del texto
"comportamiento". Porque las acciones y los atributos de los personajes literarios son,
11); "jaranas", "echarse sus ternos" (12); "jaleo", "Hala" (16, 80); "cucamente",
"estantiguas" (17); "¡Zarandajas!" (19); "poner en solfa" (37); empleando el "me" como
enclítico (p. ej., "sentíame", p. 39); "pelma" (42); "engolfado"(45); "monda y lironda"
(64); "arda Bayona" (65); "paparruchas" (69); "bártulos" (81); "baldada" (83);
"critiquizar", "murmujear" (85); "no entendió ni jota"; "mucho es lo que llevo padecido,
porque yo soy la del refrán, que duelos me hicieron negra, que yo blanca me era, así
que excusado será que tenga la piel sensible quien de cicatrices anda vestido" (de
estaba el alcacer para zampoñas" (18); "ni por pienso" (22); "darle una buena felpa"
(40); "Yo le hubiera contestado alguna fresca" (42); "Qué digna ni qué niño muerto"
(70); "¡Iba yo a dejar que me birlasen la dama!" (72). Y por si esto fuera poco, señala
que cuando Enilde toca en el piano la jota de la Dolores, "a mí es oírla y ponérseme la
usos hiperbólicos ("aunque lo mire un año entero, no le descubre qué facciones tiene
pensamiento:
... como dicen que iban los duques y los marqueses en otros tiempos,
cuando entre tanto lazo y tanta peluca y tanta media de seda y encajes y
plumas, todos parecían mujeres, y, como yo digo, para saber quién era
hombre, harían como hacían en mi pueblo con los chiquillos que por los
carnavales se disfrazaban de mujer (8).
Además, Milagros Ramoneda opina que ser "pintor de paredes" es "un honrado
oficio", cosa que no sucede con "un pintor de cuadros", ya que éste "se piensa que,
además de pintor, es artista" (9). Señala la situación del mundo, con "las Europas en
guerra" (12); alude a su concepción del arte hablando del trabajo de Camilo como
restaurador y al hecho de que hubiese quien pagara "por quitarle a otro cuadro la
suciedad de encima, que si era yo lo tiraba y compraba uno nuevo" (17), y expresa su
apego al arte mimético al contar que Camilo ha pintado "un gran cuadro donde estamos
las cuatro juntas, y tan igualitas, que no nos falta sino hablar" (17).
modelo cultural que le sirve de interpretante caen por su propio peso; dice: "como si la
desconocimiento del trabajo intelectual; o "¡Mire usted, como si porque usted le echa
cómo dos personas pueden estar juntas en una misma habitación y no cambiar palabra,
Pero uno de los aspectos donde con mayor sabor se dibuja el perfil de Milagros
manejan con desfachatez plena; así, Milagros transcribe -transparla- las emisiones de
interlocutor que no puede insertarla en su discurso por el grado de dificultad que ello
representa: "`... la sonrisa de la ...', aquí un nombre estrafalario. Lástima que no esté
Clotilde, Clotilde lo sabe" (27), enuncia, hablando, como sabremos en pocas líneas, de
Guaguá pinta mejor que Sensén, o si Sensén vale más que Renuá" (45). Y, como
cierta supuesta oportunidad en la que su hija Clotilde nombró a "la monja alcanforada"
por un vocablo cercano a su dominio léxico. Sustitución que, entre otras, acerca la cepa
descripción del viudo de Belgrano, supuesto padre de Rosaura, dice, en lugar de "el
Otros rasgos acercan a Milagros a la otra cara del rostro de una inmigrante: la
Carlos Gardel y de Rodolfo Valentino (p. 14). Del mismo modo, su léxico se ve
invadido por ciertas presencias porteñas, como el uso del verbo "afilar", por flirtear (p.
54).
percepción de los frecuentes sueños de Camilo -que, según éste le cuenta, lo abruman-:
"¿Y qué se le da que sueñe o que no sueñe, si total está dormido? Por otra parte, es la
primera vez que sé que soñar es malo. Todos soñamos" (16), con lo cual expresa una
división clara entre el sueño y la realidad: para Milagros, el sueño es territorio exclusivo
dramático romanticismo de folletín ("¡Qué rica aventura la suya!", dice a Camilo. "¡Qué
cosa que me parece tan a la antigua, tan de otros tiempos, no como los noviazgos de
llegado a la vejez (18, 20), sus limitaciones ante el lenguaje de las cartas de Rosaura
("cómo hablaba aquella mujer; yo no entendía nada, no entiendo nada aún", p. 26).
que hable, que se extienda ("A mí no hay sentimiento o idea que se me pudra dentro.
Yo tengo que hablar, que gritar, que decir lo que pienso", p. 86), y que tenga
personaje que, con sus propios refranes, coloca, al hablar de Camilo y las mujeres, una
oportuna ironía que se deslizará como clave en la relación de Canegato con los
personajes femeninos de la obra: "quien más mira, menos ve" (19). Sólo un personaje
43
así diseñado, concebido como observador permanente de los otros -sus inquilinos de
pensión y de discurso-, signado por la simplicidad, por cierta leve malicia muy de casa
C. David Réguel:
el erudito salmo del equívoco
discursivas parte del nombre propio que ostenta. "David canta su salmo", es el título de
esta sección; título que de inmediato lo relaciona con la figura del rey bíblico y del
canto laudatorio. El vocablo "réguel", en hebreo, por otra parte, tiene, además de su
(altanero, orgulloso)82.
82
Mieke Bal apunta: "Cuando al personaje se le atribuye su propio nombre, éste determina
no sólo su sexo/género (como norma), sino también su posición social, origen geográfico, y a
veces más. Los nombres pueden también estar motivados, pueden contener alguna referencia a
características del personaje". Teoría de la narrativa. Una introducción a la narratología.
Traducción de Javier Franco. Madrid, Cátedra, 1985, p. 92. Wellek y Warren señalan que "El
nombre alegórico o cuasialegórico aparece en la comedia del siglo XVIII (...). El Ahab y el
Ismael de Melville demuestran lo que puede conseguirse con la alusión literaria -en este caso,
bíblica- como forma de economía de caracterización", en Op. cit., pp. 262-263.
44
texto:
Milagros. Posición que es, en esencia, paródica. "Ya no parece un intelectual, sino que
El ritmo de la novela da con esta nueva voz un viraje, encuentra otra perspectiva
golpea los ojos -y oídos- del lector con un insistente catálogo de expresiones latinas y
83
Laraine R. House. Myth in the work of Marco Denevi. Tesis doctoral inédita, Universidad
de Maryland, 1977.
84
Eduardo González Lanuza. Reseña sobre Rosaura a las diez, en Sur No. 242. Buenos
Aires, septiembre-octubre 1956, p. 67.
85
Herminia Petruzzi, Ma. Carlota Silvestri y Élida Ruiz. "Introducción", en Marco Denevi.
Rosaura a las diez. Buenos Aires, Ediciones Colihue, 1989, pp. 17-18.
45
abisal", "frutecer", "nihil est sine ratione" (94); "la vida es la rueda del Karma",
(95); "sopra sicuro"; "Una minusvalía orgánica, o para decirlo más claramente, una
(96); "Matchpolitik" (97); "la peor pornografía es la que opera con metáforas" (103);
hiperestésicos", "ewigweibliche" (116); "Panta rhei" (119); "O Lord what fools these
mortals be!" (121); "la codorniz virgiliana, que sola in sicca secum spatiatur arena",
"Rosaura a merced del Minotauro", "Vergiss mich nicht, me decía" (122)86. Tal discurso
ella afirma, "de cada tres palabras que emplea (Réguel), dos son las que están en el
de la obra respecta, reside en el ridículo que con tal erudición se funda, en el equívoco
que tal lenguaje teje como contrapunto ante los demás personajes, en la invalidación de
El "salmo" de Réguel, signado por el título del canto y del solista, ahonda en
algo de lo que ya nos había hablado su nombre: el ser judío como referencia de la
Judaísmo que signa asimismo otros dominios de su cultura: David enuncia que
Rosaura tiene "voz de paloma herida, como dice Biálick" (99), y que Camilo es "un
Yokanaán leproso, que oye a una Salomé rubia, de veinticinco años, entonándole un
canto de amor" (101). Con esta identidad, sumada a la de Milagros, se funda, a partir
social"87.
En este alarde cultural que porta la voz de Réguel, el salmo sólo lo alaba a él
párrafo único que lo exhibe, luce encerrado en el círculo de sus palabras, sin el respiro
de un punto y aparte que le permita descender del pedestal -porque ¿cómo desprenderse
de su nombre?-.
En la medida en que todo personaje existe en las palabras -sean suyas o de otro
convierte a él mismo en su único lector cabal posible. Las palabras, las citas, las
reflexiones, los nombres, todo, todo el cúmulo erudito está dirigido a él mismo, único
Réguel es un inspector de policía). Este espejo de sí que erige con palabras refracta
además la relación de odio hacia el personaje de Camilo Canegato, a quien adjudica los
87
Mijail M. Bajtín. Teoría y estética de la novela. Traducción de Helena S. Kriúkova y
Vicente Cazcarra. Madrid, Taurus, 1989, p. 150.
47
más crudos epítetos, y un rasgo general de envidia hacia todo cuanto se relacione con el
restaurador y su oficio:
conocimiento, no ve de sí ni de los otros nada que no sea lo que él mismo desea ver;
metáfora del lector contaminado, tergiversa su propia mirada y abusa de su saber a tal
punto que éste se revierte y deja ver en el personaje la mayor de las ignorancias; poco a
poco la intriga irá dejando a Réguel, en la memoria del lector, cada vez más sumido en
el ridículo.
neurosis? Bueno, no es fácil de explicar. La neurosis, dice Freud ..." , p. 119) será
echada por tierra en la lectura. De Rosaura, a quien sabremos luego inexistente, dice:
mapa anímico -incluyendo el dark continent, por supuesto-, sin darse cuenta de que tal
el otro, son necesarios en la medida en que, siendo el eje del texto la construcción de un
mecanismo paródico del texto: la dinámica de lo romántico. Cada cual a su modo, con
tuberculosis y folletines; Réguel habla de "el dueño de las herrerías", Guido de Verona,
Vargas Vila (104), Florencia Barclay (101), Goethe (100), Puccini (101), etc. Ambos
desmoronará ante la realidad del bajo mundo de la falsa Rosaura y llegará a la apoteosis
y Réguel lo señalan como tal, y si bien este diálogo (único aparentemente directo en
toda la obra) iluminará la percepción que al respecto pueda tener el lector, será, por otro
88
Véase el artículo de Lanin A. Gyurko. "Romantic Illusion in Denevi's Rosaura a las diez",
en Ibero-romania No. 3. Munich, 1971, pp. 357-373.
49
"sirviente" del arte (130), y el apellido Canegato revela, desde el interior mismo de los
una superficie nominal sin importancia ("¡Mire usted que llamarse Canegato un
hombrecito de aspecto tan pacífico!, p. 15), y que, visto desde otra perspectiva,
muestra plena correspondencia con la constante definición que de sí hace Camilo: "un
El lenguaje de Camilo, fuera de su nervioso y recurrente "je, je" (126 y ss.) -que
confirmada por el propio discurso del diálogo, resulta inquietante en cuanto indicio del
relevancia lograda por el habla de los personajes que se expresan con anterioridad. Sin
trasciende los cánones del texto aparentemente policial para convertirse en una
la obra misma. De ahí que el habla de Canegato, fuera del temblor de su sarcástica risa
y de algunos silencios -únicas respuestas posibles a las conjeturas del inspector sobre
elementos de una cultura pictórica y literaria (v. la analogía que traza entre su propia
historia y la de Paolo y Francesca, y la relectura que hace de esta referencia, pp. 144-
145), sin dejar de lado -lo cual no es gratuito- la alusión a lo policial (no olvidemos la
referencia a Chesterton, p. 134). Con todo esto, Camilo Canegato erige ante el lector
una imagen que renueva su dialogización -iniciada con las percepciones de Milagros y
hombrecito que ante Milagros profería a cada instante su titubeante "este ..." presenta en
"gurrumino".
En este mismo capítulo se nombra por primera vez a Julián Baigorri -por su
correcto lenguaje rioplatense"; así lo califica J.C. Merlo 89), al dialogar con Camilo
personajes que cuentan con su propio lenguaje como factor constructivo en forma
particularmente dirigida a ello. No son Baigorri y Canegato los elegidos por el texto
para enfatizar este género de competencia estilística del narrador-autor, en sus roles de
como hombre de cultura media, dotado del acento correspondiente a sus labores
Camilo que nos otorgaran Milagros y David Réguel, la muestra más colorida del
Correa.
Morales, ya que, aunque su figura corresponde en mayor medida a los criterios del
"detective outsider" de los géneros policiales y se dibuja, así, como paródica -parodia
que vale la pena observar. También este personaje, maestra jubilada, hace cierto
despliegue de referencias cultas, que son satirizadas por el narrador. Eufrasia habla de
"un portrait au vivant" (155), "el brazo de Némesis" (156), "monosílabos holofrásticos"
(156), "vaho empireumático" (155), entre otras expresiones que cabalgan entre la voz
descaradamente a escena, burlándose desde su propia voz del lenguaje que él mismo ha
elaborado para ella, asociando tal vez este lenguaje y su visión amarga del mundo con
(¿Morales? ¿Acaso plural de moral? Este supuesto, ¿no presumiría, para el plural, un
mínimo numérico de 2? Luego, ¿no se define cierta doble moral en un personaje que
critica, despelleja más bien a los otros y se desvive por un chisme?). El narrador
propone, con toda intención, que las costuras le sean vistas. La inserción de este
capítulo como extracto, ¿no ridiculiza aún más a Eufrasia en la medida en que,
superponiéndose a su lenguaje, el narrador nos dice que si el carácter trazado allí luce
sollozos", una Rosaura sarcástica, colérica, desconocida" (158). ¿Es cierto que se nos
poder, dejándonos ver cómo es él el dueño real de lo que sus personajes dicen?
utilización de los distintos puntos de vista como expresión de algo que constituye una
91
M.M. Bajtín, Teoría y estética de la novela, p. 132.
53
propuesta interior de la novela: la de que siempre hay algo más por decir, otro ángulo
desde el cual mirar, sepa o no el narrador los términos del siuzhet que él mismo
estructura. Cada voz, en la sola diferenciación que establece el lenguaje, implica una
visión del mundo procedente de una determinada caracterización que apela a un modelo
lenguaje"92.
dotadas de una competencia cultural, de una relación social cotidiana y de una techné94,
de la poética de la ficción contemporánea 97. Sea cual sea la forma que esto adopte, "el
discurso del autor diversifica sus asideros concretando sus máscaras plurales. La
92
Ibídem, p. 81.
93
Véase Linda Hutcheon. Narcissistic Narrative. The Metafictional Paradox. Londres,
Methuen, 1984, pp. 99-101.
94
Véase Philippe Hamon, "Pour un statut sémiologique du personnage", en VVAA.
Poétique du récit. París, Éditions du Seuil, 1977, pp. 115-180.
95
Véase M.M. Bajtín, Teoría y estética de la novela, p. 125.
96
Ibídem, p. 149.
97
Señala Emil Volek, en Metaestructuralismo (Madrid, Fundamentos, 1985) que el lenguaje
coloquial, en las últimas décadas, se ha convertido en un recurso "muy fino, multifacético y
polifuncional", cuyo uso se renueva en particular, precisamente, en la década de los 50 (p. 95).
54
sola palabra"98.
Y en la inserción de esta multifonía en Rosaura a las diez hay una última voz
María Correa, la falsa Rosaura y falsa también Marta Córrega, presenta después
de muerta el documento en el que el lector podrá comenzar a atar los cabos sueltos
(atadura que juega a ser, como toda obra literaria, intencionalmente previa y posterior,
al mismo tiempo, a la lectura). Fuera del aspecto funcional del texto, remitiéndonos por
sobre los cimientos del silencio, ya que la evidencia de un lenguaje distinto del
conocido y esperado por los otros la hubiese desenmascarado. Este personaje es, en
98
Rocío Antúnez. "Yo, mi personaje central", en Escritura, año VII, Nos. 13-14. Caracas,
enero-diciembre 1982, p. 311.
55
trastrueca u omite los acentos y, con otras muestras de transcripción de un habla de bajo
que yo finada", "habria", "gosa", "cotorro", "frio", "que se yo", "cabarés", "escrupulos",
"oia", "ves" (por vez), "crusar", "arañasos", "fuersa", "pisotié", "desacerla", "escupia",
"sabia" (por sabía), (165); "esquinaso", "omnibus", "plasa" -que, en la misma página,
acordaba del Palace, del Pigal" -clásicos nombres para locales nocturnos- (163); "Fui
a la casa del Chileno, pero en el almacén de la esquina me enteré que hace tres años lo
apuñalaron en un velorio" -suceso nada extraño en tal medio social- (164); "La cedula
la fabricó un amigo de ella, por mal nombre el Turco Estropeado"; "con un canutito,
como me había enseñado el Chileno una ves, estuve una eternidad tratando de abrir la
puerta", "preferí tomarla de las mechas" (165, página en la que asimismo confiesa haber
desvalijarlo. Creo que el Quique jugó un año entero a las carreras con lo que yo le
sacaba a Camilo Canegato" (166). A través de este lenguaje, se completa ante el lector,
sobre la escritura misma, expresión del narrador acerca de su percepción del lenguaje
de una carta que nos habla del texto, que explica las razones de casi todo lo
Puede ser casual (y sólo en apariencia) la fábula, pero nunca el siuzhet. Así, cada una de
lenguajes se enmarcan en la narración como en una fuga, donde "las sucesivas entradas
99
Juan Carlos Merlo, "Marco Denevi y las claves de su escritura", p. 16.
100
Douglas Moore. Guía de los estilos musicales. Traducción de José Ma. Martín Triana.
57
única, que revisaremos más adelante com mayor profundidad, depende del lenguaje en
la autorreferencialidad que cada una de las voces posee para sostenerse en su propio
discurso, con lo cual, "una vez puestas en movimiento, cada una de esas voces prosigue
entrando"101.
El lenguaje, en esta actividad, deja de ser ergon, producto, para ser energeia,
los que ahondaremos en los capítulos que siguen. "La auténtica prosa novelesca",
Cada voz se yergue entonces como disfraz, como rostro y máscara del otro que
hay en cada emisor. En la instancia primera del sistema narrativo, este otro es el propio
organizador del texto, que es quien da el carácter -el personaje- a través del lenguaje.
Milagros Ramoneda nos revela "una capacidad reguladora del suspenso más propia de
un buen novelista como Denevi que de una dueña de casa de pensión" 106, y que el
tonal a otro, percibiremos que tales cambios de voz en las "primeras personas" que
propósito de interacción reflexiva, y sus palabras son precisamente las que inducen al
lector a volver sobre sus pasos, a recordar, a rearmar la posible solución del enigma. En
esta inmanencia del lenguaje como lugar de la novela, la citada disposición fugada de
Según M.M. Bajtín, cuya percepción de tales conceptos goza de una coherencia
indiscutible, "toda palabra está orientada hacia una respuesta y no puede evitar la
luego, son interdependientes, han sido concebidos uno en relación y proporción con el
otro -los otros-. De la palabra de cada emisor colocado en el texto -el cual mediatizará
proceso dialógico. Porque "todo híbrido estilístico intencionado está, en cierta medida,
la lengua no hay más que diferencias"110, y "en un estado de lengua todo se basa en
relaciones"111.
108
M.M. Bajtín, Teoría y estética de la novela, p. 97.
109
Ibídem, p. 442.
110
Ferdinand de Saussure. Curso de lingüística
general. Traducción, prólogo y notas de Amado Alonso. Buenos Aires, Losada, 1979 (18a. ed.),
p. 203.
111
Ibídem, p. 207.
60
61
uno -o de la inteligencia que propone en cada uno un lenguaje- para lograr una
definición como identidad, como self, por medio de su palabra (léxico, sintaxis,
manejo ortográfico en la lengua escrita), asentamos aún más nuestra confianza en que
cada emisor interior en la novela cuando, a través de lo que dice y de cómo lo dice se
referencial, y al ser cierto que dicho sujeto es lenguaje y está refiriéndose a sí mismo,
Sin embargo, hasta el momento nos hemos limitado a aquello que los
considerar, ahora, que cada uno de estos personajes se refiere al otro, habla de él,
112
Robin Mayhead. "The Novel", en Understanding Literature. Cambridge University
Press, 1965, p. 92.
62
expresa una manera de verlo y de asumir su mutua interacción. Esto, por supuesto, es
parte del trucaje ficticio, y se sustenta en las maneras de verse y de interactuar que se
efecto cultural producido por "los significados del significado", es decir, por los
atribuya una acción que recae sobre el sujeto Y, y al de que conocemos a tales
capítulo anterior contiene los discursos y apariciones de los otros: en la novela hay,
general, hay asimismo personajes dentro de personajes en la medida en que los que
no gozan de aparición directa -o incluso aquellos que sí, pero que no son en un
momento determinado los hablantes desde cuya voz se narra- son construidos por el
discurso de los otros, o por la percepción que estos otros tienen de dichos discursos.
process whereby private experience is made public. This process brings experience,
which is also born in an event, together with language as an event" 113. En el contexto
113
Daniel Frank Chamberlain. Narrative Perpective in Fiction: A Phenomenological
Mediation of Reader, Text and World. Toronto, University of Toronto Press, 1990, p. 52.
63
Así, han hablado Clotilde, Matilde, Enilde, Eufrasia, entre otros, lo cual ha
de uno son imágenes del otro. Y si las hijas de Milagros Ramoneda no hablan
otros, diferencia que se acentúa con el inicio del salmo erudito de Réguel.
personajes: también son lenguaje, como señalábamos más arriba, las acciones que a
cada cual se adjudican y los atributos que los caracterizan. Y en la medida en que tales
acciones y tales atributos se hallan mediatizados y relativizados por la visión con que
se privilegia a los hablantes, todo cuanto se relaciona con la construcción de los otros
dependerá de la mirada de éstos. Y así como el self de los que hablan es la imagen que
otorga su expresión, el self de los otros estará determinado no sólo por la diferencia
que se determina en el texto, sino también por la imagen que aquéllos perciben de
éstos, o, yendo más lejos en el terreno ficcional, por la imagen que dicen percibir. "El
que la identidad sea una imagen", apunta Castilla del Pino, "le confiere carácter de
64
personaje aparenta ser la imagen que de dicho personaje percibe y transmite otro? El
acciones y palabras a los que remite. Es una simulación de lenguaje que otorga
construcción del narrador que la hace emerger por boca del narrador-personaje. Así,
por éste, y con esta construcción del lenguaje y del carácter de los otros completa el
actuar ante otro u otros, nos informa tanto sobre ese otro u otros como sobre sí mismo.
Este juego de espejos acepta una doble aproximación exegética: "el análisis de
las técnicas de narración" y "la investigación de las leyes que rigen el universo
observan, se critican; por medio del efecto sinecdóquico que se confiere a la visión, el
través del cual percibe las impresiones, pugnas, conversaciones, voces, gestos,
sensaciones que tienen lugar entre los personajes, y percibe a los personajes mismos:
"personajes signos en tanto que cada uno (...) sólo adquiere su significación total en
relación con los otros"119. Las relaciones del sintagma textual se convierten, en la
En Rosaura a las diez, las redes de relación entre los individuos están
Eufrasia, y lo que éstos dicen ver en los otros. La trama de miradas depende de las
perspectivas establecidas por sus puntos de vista, elegidos por el narrador como focos
de organización de lo narrado; cada uno de ellos, en su turno, hace las veces del "`yó
privilegiado"120 alrededor del cual se establecen las miradas que se cruzan entre su
En la medida en que Camilo Canegato refiere más una propuesta poética que
una percepción de personajes, Eufrasia observa los hechos y no a los individuos -dada
ella quien nos da las primeras visiones de los habitantes de La Madrileña, quienes se
los habitantes de su discurso. De su encuentro con Camilo Canegato doce años antes
del momento en que enuncia su declaración extrae el lector el aspecto del restaurador
de cuadros, ese "nuevo huésped que confesó ser pintor y estar solo en el mundo"(p. 7),
que le pareció, "a primera vista, completamente inofensivo" (7-8), y cuya descripción
120
Así define Maurice Blanchot al narrador-personaje, que "constituye el centro a partir del
cual se organiza la perspectiva del relato", en "La voz narrativa". El diálogo inconcluso.
Traducción de Pierre de Place. Caracas. Monte Ávila Editores, 1970, p. 590.
67
manera de asumir la imagen de éste traza asimismo la visión del mundo de Milagros
Ramoneda), dibujo que dará el lector por cierto en la medida en que la tensión y la
sorpresa generadas gracias a los datos aportados por otras voces -David Réguel-
-de hecho, transmite el "estoy solo en el mundo" de Camilo repetidas veces-, el rubor
("Le diré que es hombre de enrojecer a cada tres por cuatro, como pronto lo
comprobé, pero se ruboriza con tanta frecuencia, que esos tornasoles son ya el color
vaso de agua", p. 15), la paradoja de su nombre (15), la debilidad física ("traía consigo
68
una valija de tamaño descomunal, (...) tan enorme (...) que en un primer momento
sospeché que algún otro se la había traído hasta allí", p. 8), su "vocecita aguda,
quebrada de gallos" (8), su inseguridad (cuando cita los diálogos, Milagros transcribe
la muletilla "este" de Camilo), su nerviosismo ("Y aunque aquella mañana era fría, el
sudor comenzó a correrle con la frente", p.9), su "cara de bueno" (12), "cara de San
Lorenzo Mártir" (14), y, en resumen,"¡(...) un hombre de tan poco carácter!" (p. 83),
un "pobre Cristo" (13) -¿habrá, aparte de la muy española raza del calificativo, una
Cristo calumniado y acusado sin razón?-, lleno de modestia ("Ya salió la violeta", p.
70). Poco a poco, se nos va retratando al Canegato del que, al concluir la declaración,
Madrileña "sufre" altibajos de carácter emotivo que, aun cuando pretenden referirse al
Milagros con eventuales rasgos de despecho: nos encontramos entonces con que la
declaración no revisten para el lector toda la importancia que tendrán con el progreso
señala su luto ("caí en la cuenta de que llevaba corbata negra y un brazal de luto en la
manga del sobretodo", p. 11) y nos permite, a través de su impresión ante los
sufre con el acto de soñar; la adicción a esos "no sé cuántos frascos de jarabes,
intenso poder de los sueños: " ... a la noche tengo la mente ... Sueño mucho" (p. 15),
según confiesa.
Canegato -quien arguye que todo eso es "Para, este, para el cerebro"-, en la
elaboración de una mirada hipotética sobre éste, mirada que, aun cuando no es dotada
que de Canegato muestra tener Milagros Ramoneda, quien lo ubica entre "los
inocentes, los virginales (p. 10), y lo opone ("no tenía trazas de Don Juan", p. 12) a
Coretti y a David Réguel, "los dos muy tenorios, cada uno en su género" (22); muy
Certeza que "ataca" la imagen que hasta el momento se había configurado ante
el lector:
protagonista del idilio romántico que conocimos por medio de la mirada de Milagros,
es visto aquí como "una figura vil y despreciable que abusó de la inocencia de
absolutamente reñido con el ofrecido por Milagros indica la presencia de otra óptica,
estatura, con esa cara de otario, con esa falsa decencia" (103), y con "sus miraditas de
121
Tzvetan Todorov. "Les hommes-récits", en Poétique de la prose. Paris, Éditions du
Seuil, 1971, p. 82.
122
Myron I. Lichtblau. "Forma y estructura en algunas novelas argentinas
contemporáneas", en Humanitas IV, Monterrey, Universidad de Nuevo León, 1963, p. 290.
71
homicida" (116).
Soledad que fue vista por la dueña de la pensión sencillamente como un factor
de Réguel: "El solitario es como un pozo muy profundo" (99). De hecho, las miradas
de estos dos personajes, que confluyen en Camilo de muy distinta manera, albergan
cual: para Milagros Ramoneda, los pensionistas simplemente se ríen de Camilo (p.
13); para Réguel, "él era el pobre tipo al que todos elegían como término de
compensación, pero para lucirse ellos" (98), elección que contribuye, según nuestro
La novela arriba a las tres cuartas partes de la extensión de su texto con estas
dos miradas, "visiones antitéticas" en esencia, de las que se vale el narrador "para
mostrar dos maneras de interpretar una misma realidad" 123. Dos puntos de vista, dos
perspectivas, con todo el peso de la diferencia que entre estos conceptos se aloja:
signa lo que nos transmitirán como testigos, sino también el hecho de que la
mecanismo, "desde James a nuestros días, apenas hay novelista responsable que no se
haya preocupado por esta técnica" 125, en la medida en que ello suma interés al
verdad; el punto de vista proporciona "a modus operandi for distinguishing the
inasibilidad de una realidad. Según dice creer el propio Denevi, "lo que llamamos
las marca como ojos que sólo tienen acceso parcial al poliedro, son tan certeras como
mediatizan, reflejan otras miradas -y se reflejan en ellas-, todas las cuales miran y se
luego, sólo tendrá como relación anecdótica directa con el crimen la alusión a la
"mujeruca" que acudía a planchar los cuellos duros de Camilo (19). Retrato y relato
polifónico dentro de la polifonía narativa total, texto múltiple dentro del texto de
Milagros Ramoneda en el que confirmamos que los pensionistas y sus hijas no son
sólamente percibidos por ella, sino que además se reflejan en ella y la reflejan:
veamos cómo se nos ofrece David Réguel a través de las palabras de la primera
declarante -percepción que es, además, puesta en el discurso con toda conciencia y
generosamente-:
le ven más que los anteojos, y usted, aunque lo mire un año entero, no
le descubre qué facciones tiene realmente. (36)
Pirracas" (38), que se repite en varias ocasiones (pp. 39, 72, 82 ...). Con todo esto,
Ramoneda en primer lugar? Tratándose la primera de una versión tan humana -léase
en itálicas-, es inevitable que la perspectiva del receptor apoye y crea la historia según
la cuenta Milagros, y que a éste le cueste creer -aunque deba admitirla- la versión de
Pero Milagros no sólo mira a Réguel. Da asimismo una visión de sus hijas -la
Milagros no quiere ver) de Matilde, La picardía de Enilde-, define sus edades, sus
Eufrasia:
debería llamarse" (37), y al afirmar cosas como: "es un demonio de perversidad, como
yo digo, le falta la bola de cristal y la lechuza al hombro" (31). Tan así es su visión de
76
la mujer con el paso de las páginas, que llega a decir a sus hijas, en son de reprimenda,
por sus comentarios maliciosos: "La señorita Eufrasia, al lado de ustedes, es Santa
Eufrasia" (85).
personajes: según ella, Coretti es "un hombrón corpulento" (30) con "voz de toro"
(39), "que a veces fastidia con su manía de interesarse por todo y hacerse el
simpático" (30), y a quien "a mal educado no hay quien le gane"(39); el señor Gaviña,
"un viejo jubilado que no habla nunca"(30); Hernández, "un fifí que le arrastraba el
ala a Matilde" (30-31), de poco hablar, que vive "cuidando si se le ha movido un pelo
o si se le ha torcido la corbata, y para comer apenas mueve la boca, no sea cosa que se
Asimismo, Milagros nos retrata a Elsa Gatica, la mucama que, sin palabras,
será clave en la solución de la intriga, y que a medida que el texto transcurre se hace
Milagros quien inicie su construcción: "una mula, según es de torpe, la pobre, y coja y
medio sorda, por añadidura" (20); la llama "esa puerca de mucama" (39), "la tonta de
la mucama" (75), e indica que está "cada vez más torpe" (74). En el discurso de
Milagros, al igual que sucede con la anécdota, se ofrece al lector la primera versión
David Réguel desprecia la visión que de las cosas tienen los otros personajes,
acusándolos de ingenuos y poco profundos: "Son todas buenas personas, pero muy
ignorantes, gente que nunca ha leído, que no ha profundizado, que no ha salido nunca
del medio metro cuadrado donde nacieron" (95), dice; "Se quedan en el contorno, se
conforman con la fachada postiza del mundo" (95). Se ensaña con Camilo y expresa
tiempo y espacio para insertar en el largo párrafo algunos detalles. Según él, el trato
dice que lo quiere como a un hijo. Macanas. Lo trataría como una madre mandona
puede tratar a un hijo débil, pero sin el cariño" (97). De las muchachas, afirma: "Son
unas chicas preciosas, vivarachas, aunque, claro, se han criado en un ambiente que no
muchacho" (98), difícil de tolerar por su excesiva tendencia a hacer chistes -esto ha
boxeador. "Pero tiene un espíritu con una sola cara, un carácter monovalente, de un
Tal vez con esta última observación, Réguel se haya hecho portador de un
principio de poética de la novela, por medio del cual se descarta de su interacción todo
la ambigüedad del propio Réguel (tan seguro de sí, y carente de facciones tras los
78
anteojos, tan inteligente y tan ciego ante el enigma de Rosaura), a la de Milagros (la
"madre" de Camilo que hace suyas las frases de deseo de la carta de Rosaura -p.
portan muy distintos rasgos), a la del propio Canegato, que la lleva en el apellido, a la
"torpe" que con toda meticulosidad ata los cabos sueltos y descubre lo sucedido), a la
del Turco Estropeado y su cómplice (de aparente inocencia, que simulan no tener
nada que ver con el crimen), a la de Rosaura (que no existe), a la de María Correa
(que se hace pasar por Marta y por Rosaura), a la de Rosa Chinca (quien es, en la vida
del inspector Baigorri (que, como abogado del diablo, oscila entre los terrenos del
lector y los del narrador). Coretti pasa a ser una justificación para deslizar en el texto
necesitaría ser descrito de ese modo. Tal vez -yendo un poco más lejos- su nombre de
Júpiter Tonante- contribuya a este rol metafórico, en la medida en que con la alusión a
realidad tiene dos caras, qué, dos caras, veinte caras, cien caras, y que la cara que más
a menudo nos muestra es falsa" (95). De aquí que la disposición de las voces y las
complementariedad:
Y si el hecho de que cada personaje ocupe una posición desde la cual ve algo
que no ven los otros y de una manera en que no lo ven los otros es, en el caso del
... Bajtín subraya que las relaciones según las que se organiza el
relato (autor-personaje; aquí podemos añadir sujeto de la enunciación-
130
Julia Kristeva. El texto de la novela. Traducción de Jordi Llovet. Barcelona, Lumen,
1974, p. 122.
131
Mijail M. Bajtín. Estética de la creación verbal. México, Siglo XXI, 1982, p. 28.
80
132
Julia Kristeva, Op. cit., p. 123.
81
que facilita la riqueza caleidoscópica de las imágenes que los personajes generan de sí
y de los otros: "cada uno de ellos ve los cristales de la realidad formando una figura
la medida en que todo cuanto sucede es registrado por ellas, enunciado por el lenguaje
del mirar. En el ámbito de la ficción, en ese universo que sólo existe por virtud de la
mundo, veremos que en la novela convive toda una "variedad de visiones, todas ellas
posibles, puesto que nos informan no sobre los acontecimientos, sino sobre la facultad
de percibirlos desde varios personajes, con lo cual la realidad de los hechos resulta
133
Ivonne Revel Grove. La realidad calidoscópica de la obra de Marco Denevi. México,
B. Costa-Amiç 1974, p. 47.
82
equívoca"134.
el lector al atribuir interpretantes a los significados del texto que recibe y, como
espejo, el que se realiza en el interior del texto cuando cada personaje, por medio del
lenguaje, simula adjudicar significado a los significantes que representan las acciones
las diez: los personajes se miran entre ellos, comentan lo que observan (en su propio
círculo, en grupos, ante el inspector de policía), comentan lo que otro dijo haber
otro no ve de una manera en que el otro no puede ver. Y tales lecturas distorsionadas
y dialogizadas son las que se presentan al lector con el rostro de significantes que éste
Rosaura, la supuesta hija del viudo de Belgrano, todo cuanto se teje alrededor de ella
es ficticio. La ficción que leemos como receptores está construida sobre algo que
dentro del propio universo textual es ficción, y, por supuesto, una ficción se refleja en
la otra: el lector es guiado a través de los equívocos y éstos, como sustento textual,
134
Elisa Calabrese. "El problema de la identidad en los personajes de Sábato", en VVAA.
Mitos populares y personajes literarios, p. 108.
83
por otros. Milagros no sólo refiere su percepción de los personajes y sus relaciones;
también observa las percepciones mutuas desde el código determinado por su origen,
lector una idea de fidelidad descriptiva que no puede dejar de ser engañosa:
Milagros cuenta que, en la mansión del viudo tan meticulosamente descrito, había:
nueva dimensión de ésta. Ciertamente, "la imaginación tiene un uso propio, que la
84
percibimos"135.
ilusorio según el cual cree tener la verdad, aparato que intensifica su dialogización en
la medida en que esta creencia parcializa y relativiza aún más su visión de las gentes y
los sucesos. La posición de cada uno de estos primeros declarantes -algo cándida,
que quieren y pueden ver. Será Eufrasia quien, mediatizada por una voz que hasta el
solución, una nueva mirada que se aproximará a ello. Mirada que está determinada no
por la ingenuidad de los ensueños y lecturas de juventud -el "identificarse con" una
sino por la observación rigurosa de gestos, palabras y signos, las relaciones de unos
que los declarantes -y todos los demás personajes contenidos en su discurso- dan por
real; Eufrasia expone lo que ha visto, más con fruición indagatoria que con esquema
de relato testimonial; tal vez lo que de esto último podía haber tenido su declaración
135
Jean Pouillon. Op. cit., p. 41.
85
silencio, proporciona -gracias, una vez más, a la lectura hecha por sus miradas, y a la
que de éstas hace Eufrasia- el documento final: la carta de María. Y ésta, por su parte,
completa el rompecabezas, dando sentido a los detalles que hasta entonces se tomaron
ciertos indicios, aun cuando tampoco puede asegurar que la mujer no fue muerta por
Baigorri, no cede sus resultados a los personajes: es dejado al lector. Con ello, el texto
personaje "ne se constitue pas seulement par répétition (...) ou par accumulation et
transformation (...), mais aussi par opposition, par relation vis--vis des autres
136
Douglas Bohórquez. Teoría semiológica del texto literario. Una lectura de Guillermo
Meneses. Mérida, U.L.A., 1986, p. 56.
86
personnages de l'énoncé"137.
Aun Eufrasia, con todo lo que tiene que objetar ante la humanidad entera (p.
154), y Elsa, con su "torpeza" y su silencio, dependen de aquello que ven en los otros,
máquina de dialogicidad:
personajes, no podemos olvidar, como lectores críticos, que los significados segundos
que atribuimos a los significados estrictos corren por nuestra cuenta; "las reglas de la
de las miradas parciales según nos lo permita nuestra competencia, y lo que tales
miradas miran es ficticio y netamente verbal: nuestra lectura de los personajes es así
una metalectura del proceso dialógico, una lectura de lo que esas miradas
de interpretantes posibles para una serie de datos percibidos desde distintos puntos,
simulados:
O, como señala Forster, los seres de la novela "do not contain any secrets,
whereas our friends do and must, mutual secrecy being one of the conditions of life
seres de la realidad cotidiana, su existencia cabal, sólo es asida por rasgos y detalles.
en que quien percibe ocupa "una posición emocional y volitiva con respecto a él" 142.
sobre la percepción del otro, cuya diferencia con lo que ésta es en terrenos de lo real
reside en que los rasgos que se miran no son exteriorizaciones de un punto de partida
interior ubicado en el que es mirado (como sucede con la persona), sino puntos de
instantes. Es la imagen del espejo, "armable" por la mirada, igual a la del ser que en él
se refleja; cuando intentamos ahondar en sus rasgos, el cristal nos recuerda que tras él
sólo hay azogue -doble metáfora: no nos circunscribimos al reflejo; ¿hay algo que
uno de los personajes de Rosaura a las diez: los rasgos nos remiten a alusiones, a
Ramoneda y sus hijas, David Réguel, Camilo Canegato, los habitantes de la casa de
por separado-, son reales, más reales que aquellas personas de las que nunca podemos
determinados efectos. Así como Camilo Canegato crea una Rosaura -los rasgos
parciales de una Rosaura- de manera tal que los otros pensionistas la lean y la
145
Ibídem, pp. 34-35.
146
Ibídem, p. 35.
90
rediseñen, le den cuerpo al punto de hacer girar toda la novela en tal ficción, el
mundo multifacético que encubre lo que sucede. Tal es la experiencia que dentro de la
novela metaforiza Camilo Canegato, jugando con lo que los receptores de su imagen
imagen depurada de una cierta dimensión del mundo: la que está dada por lo que el
hombre sabe por sí y por los otros, y especialmente de lo que sabe que no sabe, de sí y
de los otros"148, en una alevosa construcción de un mundo signado por esta condición
de no saber.
voces, que experimenta las divergencias y las intrigas, se establece una dinámica de
147
Antonio Candido. "A Personagem do Romance", en A Personagem de Ficção, p. 58.
148
Oscar Tacca. Las voces de la novela. Madrid, Gredos, 1978 (2a. ed.), p. 16.
91
deseo de la verdad. El lector comprende que alguien sabe más que él, que la jerarquía
Booth, "if the reader is to desire the truth he must first be convinced that he does not
personajes, certifica las razones y sinrazones de cada uno, va observando que todos,
en sus voces solitarias, no son más que espejos de sí mismos, y que buscan en los
con respecto a los otros, y que en esta diferencia forjan las imágenes de sus propios
rostros de ficción:
solitarias en cada uno de los puntos de vista manifiestan que éstos expresan "the
que urde la búsqueda del otro para definirse. No es casual que en otras novelas
Narciso Espejo, el apartamiento del "mundo de los vivos" de la sierra en Los adioses-,
donde cada narrador "se inventa una historia para mitigar su soledad en la recreación
imaginativa"154.
medida en que cada uno mira y reinventa lo que ve. Camilo Canegato, eje solitario de
las invenciones, pone en marcha una rueda de espejos donde el primer Narciso en
verse reflejado es él mismo: crea a Rosaura para forjar su imagen ante sí y ante los
ficción, lectores que son -somos-, como él, fundados por la imagen que ven y que
inventan.
152
Fredric Jameson. "Metacommentary", en PMLA 86, 1971, p. 13.
153
Véase su "Reportaje a mí mismo", en Bibliograma No. 44. Buenos Aires, octubre-
diciembre 1973, p.6.
154
Hugo Verani. Onetti: el ritual de la impostura. Caracas, Monte Ávila Editores, 1981, p.
151.
93
En el múltiple cruce dialógico de creación del self por medio de los otros,
creación del otro por medio de sí mismo y creación de las diversas voces por
naturaleza ficcional son aquellas que los pensionistas dirigen al personaje de Rosaura,
puede confiar en la existencia del otro (en medio de su mundo de palabras, se hace
percibir al lector que los habitantes de la pensión se ven, se tocan, tienen la certeza de
que el otro está allí y de que, a un nivel que les es común, ese otro es), se teje otro
manera de no-existir. Rosaura, la Rosaura creada por Camilo, no existe más que en
novela en su torno: se postula con ello -con ella- el sustento de la ficción en la ficción
94
misma: la metaficcionalidad.
Canegato, sino con los demás personajes de La Madrileña y aun con la propia María
que tiene lugar con la introducción de la imagen de Rosaura por parte de Camilo es,
desde una perspectiva interior, una interacción con otro universo ficcional instaurado
dentro de y sobre el primero: la de los personajes de ese primer nivel ficticio con otro
global: la historia narrada es tal por el equívoco suscitado por ese personaje
inexistente que sólo vive en una fantasía elaborada intencionalmente por Camilo para
155
Linda Hutcheon. Narcissistic Narrative. The Metafictional Paradox. Londres, Methuen,
1984, p. 1.
156
Mijail M. Bajtín. Teoría y estética de la novela. Traducción de Helena Kriúkova y
Vicente Cazcarra. Madrid, Taurus, 1989, p. 97.
95
que los pensionistas dan por real. Mirada signada, entonces, por una invención que los
conocer- y con la que creen encontrarse, en una corporeización que les miente: la
mujer que llega una noche a las diez, y que encubierta por el título mismo de la novela
-para los lectores- y por el rostro pintado por Camilo Canegato -para los personajes-
se disfraza de Rosaura.
será tomado, por los espectadores situados en el texto, por una persona, aun antes de
un rostro que creía muerto-, sabe que su Rosaura pertenece a un mundo y la Rosaura
vista por los demás a otro, de manera que con la llegada de María se potencia su
conflicto -¿no es el que late en todo creador?- entre realidad e imaginación, mundo
equivocados en su certeza de que existió una Rosaura que fue muerta por Camilo,
mientras la única Rosaura "real" era la Rosaura soñada. Las "conclusiones" que
cualquier lector podía extraer de las declaraciones previas y del mismo paratexto que
única certeza que avanza con la lectura parece ser la de que nada es verdad). Y pese a
para la realidad interior del texto existe un cuerpo sin vida cuyo rostro es el rostro del
de la misma por la creencia de todos y por el engaño -otra ficción- de María Correa,
Milagros Ramoneda", ignoramos qué fue lo que sucedió, cuál fue el "todo" que
"comenzó, señor mío, hará unos meses", o "hace doce años" (7); durante la de Réguel,
verdad fue cometido por Camilo; al concluir la lectura de la conversación con nuestro
nos intriga entonces quién es esa Rosaura que llegó a La Madrileña esa noche a las
diez -tal vez en cierta ilusión pirandelliana-, inquietud que persistirá hasta el
descubrimiento de la carta sin concluir. Por otra parte, nos damos cuenta de que el
97
hecho de que Milagros Ramoneda refiera su historia desde hace doce años y no los
otros, las deducciones que surgen en el discurso del inspector. Desenmascaramos así
policial, que aun cuando sabe algo que el lector desconoce (a no ser que la solapa de
información junto a éste, y de golpe se nos revela como quien realmente sabe más a
medida que conduce el diálogo con Canegato: todo parece señalar que Baigorri lee la
carta de María Correa antes que los lectores. Este personaje oscila entre la exposición
aparenta saber lo mismo que los lectores y construye su rompecabezas como si así
fuera, con toda la intención; luego, no puede evitar revelar su proceso conductivo-
Así, llega un momento en el que Baigorri sabe más que los demás personajes,
y ello no extraña al lector, puesto que su función en el contexto de la novela -la del
157
"By claiming that it is nothing but art, nothing but imaginative creation, metafiction
becomes more "vital": it reflects the human imagination, instead of telling a secondhand tale
about what might be real in quite another world". Linda Hutcheon, Op. cit., p. 47.
98
policía- está destinada a tal conocimiento; sin embargo, sabe más que nosotros, puesto
que se da por sentado (por medio de una voz desconocida) que la carta exculpa a
en que se indica que la letra de la carta de María "es pequeña y desmañada y, según el
(...) lucían las perfumadas epístolas de Rosaura" (162, itálicas nuestras). Si apelamos a
respecto nos hará coincidir en que la carta fue mostrada a esas "varias personas" con
la sola pregunta sobre si era o no la caligrafía de Rosaura. Cada cual queda, así, con
sus palabras: hay una inteligencia que dispone el fin de la ficción con la aparición de
la carta de María. Sólo el lector infiere lo sucedido, mientras los personajes llevan al
alrededor de alguien que no existe y que hace emerger en su emisor y en cada uno de
sus receptores una imagen de sí mismos como personajes: el self ficcional surge en los
de rasgos, en virtud del cual el personaje percibido es otro distinto del previsto por su
con persona.
la mise en abyme, entendiendo por tal "toute enclave entretenant une relation de
similitude avec l'oeuvre qui la contient"159, y que tiene por función poner en evidencia
con los procesos de lectura en los cuales tienen cabida la distorsión del personaje
desaparece el personaje) que tiene lugar como consecuencia del hecho de tomar a un
personaje por un ser real, cosa que puede suceder perfectamente al lector ante la
verosimilitud de las voces de los personajes del texto: "... ponían en mi ficción un
aliento vital tan poderoso, que temía que aquella simbiosis entre realidad y sueño
personajes: así como "alguien" crea a Milagros, a Réguel, a Eufrasia y a los otros, con
tal efectividad que en sus voces y gestos nos resultan "reales", Camilo puede ingresar
los demás atribuyen "realidad" por la sola coherencia de los medios por los cuales les
En la conversación con Baigorri se nos revela este proceso por medio del cual
mecanismo dialógico parte de esa suerte de espejismo que es la imagen de esa mujer
rubia que escribe cartas de amor en un inconfundible papel color de rosa, rasgo que
vano se dice que la ven "a través del cristal rosado de su propia ignorancia" (114)
anácrisis tal como los define Bajtín en su condición de rasgos del diálogo socrático
primera está determinada por los distintos parlamentos y su ubicación, resuelta adrede
B. El proceso narcisista
de la metaconstrucción del personaje
del personaje creado y de la supuesta "muerte" del mismo como excusa para una
reflexión interna del texto sobre si tal personaje es o no una persona. Recordemos la
definición que hace Forster de los hitos en la vida del Homo Sapiens y su
comparación con el Homo Fictus: al ratificar que para éste no hay tal "muerte"
Canegato, "sí es una pura invención mía, una pura creación mía. Yo le di nacimiento,
Canegato en la "realidad" del mundo ficticio que habita. No pocas veces lo define:
restaura, no crea. "Apenas restauro, retoco las obras que otros realizaron" (126).
Acaso en Denevi, desde ese entonces, haya estado presente la figura del "restaurador"
como "confesión autoanalítica del hombre" en "la situación del juicio y la espera de la pena de
muerte", circunstancia asociable a la construida para la "confesión" de Camilo Canegato.
103
óleo satisface todas las ambiciones" (130), y tiene la audacia y la capacidad de hacer
suyos estilos de otros: "Imitar, je, je, imitar no es difícil" (131), convicción estética
con la cual es posible tanto la construcción de la novela "a la manera de" la narrativa
dotarla de rostro "a la manera de" una persona, en la mise en abyme que corresponde a
164
Marco Denevi, en "Bioy Casares y Denevi: la novela y sus secretos", coordinación de
Ma. Esther Vázquez. LA NACION, Buenos Aires 10-04-88, sección 4a. p. 1, itálicas nuestras.
Donald Yates señala que "Denevi (...) has shown himself to be, like his meek picture-restorer
Camilo Canegato, much given to entertaining himself by `restoring' reality, by toying with fact
and by lightly revising history". "Marco Denevi, an Argentine Anomaly", en Kentucky
Foreign Language Quarterly vol. 9 No. 3. Lexington, 1962, p. 164.
104
"Y si en su pintura los demás no cuentan, entonces, ¿para qué pinta, para quién
pinta?" (127)
personaje por parte de otro, y a la vez la creación de los demás personajes por la
donde todos son creados por el efecto de la mutua invención (incluyendo la novela y
el segudo nivel de ficción: no existe uno sin el otro). Según Dällenbach, la raíz común
estilo pasado y ajeno? (Recuérdese que en Rosaura convergen todos los datos
física una "restauración"? ¿No responde Camilo a su postura ante la importancia del
receptor cuando crea a Rosaura para que sea percibida por sus compañeros de la
165
Eduardo González Lanuza. Reseña sobre Rosaura a las diez, en Sur No. 242. Buenos
Aires, septiembre-octubre de 1956, p. 67.
166
Véase L. Dällenbach. Op. cit, p. 60.
105
lo dice- en ese lenguaje que lo erige como entidad en su observación de los otros, y en
-como expone el creador al ser interrogado sobre los personajes que crea- la
"Pero", aclara más abajo, "en esa realidad yo interpolé un sueño" (134). Sueño
definido como tal por su autor, que entrará en conflicto con la creencia en su realidad
por parte de los receptores de la invención (conflicto que se agravará con la realidad
de ese cadáver femenino que acusa a Canegato). Así, sueño y realidad, ficción y
naturaleza indagatoria por excelencia, que se dedica a buscar, con el pretexto del
mucho" sin aparente importancia que confiesa a Milagros Ramoneda doce años antes
del interrogatorio de Baigorri, se asienta la vigencia del sueño como "realidad otra".
que realidad y sueño son universos autónomos y tan pronto podemos hallarnos en uno
como en el otro, o "quizá la vida sea", como dice a Baigorri, "un sueño metido dentro
metaficción; ¿o la vida no viene a ser, para los personajes, el ámbito ficcional donde
personaje:
solamente de las distintas miradas de los personajes: ahora interviene el sueño como
productor de imágenes, como parte del self del personaje-creador, como fuerza
premeditada, elaborada con el detalle de una serie de rasgos, "dotada de todos los
Canegato, guarda directa relación con la cohesión de una historia. Los rasgos todos (la
caligrafía, la timidez, el color del cabello y de los ojos, la languidez) fueron trazados
para aludir con ellos, en la competencia de los pensionistas, a una imagen vívida de la
joven así criada, hija del padre viudo y de la rubia y hermosa difunta, educada con
esmero, solitaria y enclaustrada. De toda esta elaboración surgen las cartas en papel
rosa con perfume de violetas ("Yo mismo me quedé asombrado al ver la facilidad con
que podía simular una escritura que no era la mía", p. 141), la trenza -en testimonio de
hablarme de Rosaura con tanto interés, con una fuerza tan sincera y tan real; ponían en
mi ficción un aliento vital tan poderoso ..." (148). Porque la mecánica constructiva de
resulte admisible como veraz para el lector en ese universo de realidades otras que la
regodearse en ese hacer del personaje un ser de movimientos autónomos con respecto
social" de Camilo, como el mundo "aparente" de vida privada que exhibe ante los
otros para dejar de ser "el ayo sin sexo y sin instintos" (143). Es ya no sólo ficción en
Rostro íntimo que se nos muestra en la última cuarta parte de la novela, luego
de que se nos ha hecho creer -como a los pensionistas y por medio de éstos- que
Rosaura es un ser real y que Camilo es tal vez injustamente acusado, tal vez en el
despectiva mirada de sus compañeros de pensión, que "no podían creer que Camilo
168
Rocío Antúnez. "Yo, mi personaje central", en Escritura, año VII Nos. 13-14. Caracas,
enero-diciembre de 1982, p. 306.
110
percepción de los creadores: ¿no sustituimos metonímicamente las obras por los
autores? Decimos: "leer a Denevi, leer a Borges", p. ej.); Baigorri tacha a este proceso
propia imagen por medio del espejeo de una imagen "ajena". Su deseo de "ser otro", o
de "ser como todos", o, como señala Baigorri, de "adquirir, delante de los otros, una
Réguel, ese hombre de "piernitas flacas, cortitas, de niño, y el pecho angostito, rosado,
sin vello" que describe María Correa (166), lo induce a inventarse por medio del
invento de Rosaura. Sueño voluntario que define en el curso del interrogatorio policial
("Yo soñé que una mujer me amaba", p. 139), y que tiene el objeto de lograr para sí
169
Carlos Castilla del Pino, "La construcción del self y la sobreconstrucción del personaje",
en Castilla del Pino (comp.). Teoría del personaje. Madrid, Alianza, 1989, p. 25.
111
con su invención de Rosaura. Por eso "iba y venía, se compraba una corbata nueva, se
perfumaba, mostraba a los ojos de todos que andaba en alguna aventurita" (30).
"Rosaura", le indica Baigorri, "nació para Matilde" (146), para ser vista y reconstruida
por Matilde en los signos elaborados por el restaurador; para que Matilde
la alteridad"170.
construcción de una amada, en la medida en que ésta "es la 'otra porción' del héroe
posee, para sanar la "herida narcisista" -entendiendo por tal la producida por cualquier
cosa que inhiba la formación de la identidad positiva 172- con que lo ha marcado su
Rosaura pasa a convertirse, para el lector, en un muy otro ser, distinto del
lo mismo sucede con el restaurador. Ahora sabemos que la joven "no fue más que el
homely Camilo in order to assert his virility and to gain the respect of the other
sí mismo como otro. Sus carencias físicas, ésas que le han valido un conflicto con el
resto del mundo donde se desenvuelve, lo llevan a plegarse hacia sí mismo, a mirarse,
a buscar lo que de sí cree hermoso ("Y lo que yo tengo aquí adentro, en el corazón,
¿no vale nada? Todos estos sentimientos, toda esta pureza, ¿es despreciable, nadie la
quiere?", p. 140), a inventarse la existencia de una Rosaura que escriba para él una
admira, se sabe distinto de los otros en virtud de que puede crear otro ser y puede
ver -verse- más allá de las apariencias. Camilo se ve a sí mismo dotado de una rica
interioridad que pasa desapercibida a los ojos de los demás: desde el recinto especular
simplezas se sirve para propiciar la lectura que quiere para "su" Rosaura-. En su
competencia creadora a tal punto que con la entrada de su voz el texto de la novela se
reflexión de la imagen propia tornan a ser espejos refractarios que construyen otra
imagen. En el deseo de hacerse, Camilo hace al personaje que lo hará, en una puesta
mismo: al crear a Rosaura con la pretensión de demostrar que merece ser amado,
compasión: la imagen así creada, aunque está dirigida a los otros, será leída por éstos
ideal que sabe los porqués, cómos, cuándos y dóndes de Rosaura en su interioridad es
él mismo (el propio emisor): la pareja Camilo-Rosaura, reelaborada por los otros de
acuerdo con los modelos culturales de su experiencia aludidos por los significantes
176
Guy Rosolato. Ensayos sobre lo simbólico. Traducción de Teresa Ferrer y Ramón
García. Barcelona, Anagrama, 1974, pp. 300-301.
114
engañada en Réguel, posible y casi segura minusvalía física por parte de ella en
Matilde, Clotilde y Enilde, única explicación para ese amor), se erige en imagen
las cartas que él se escribe: "Al escribir las cartas de Rosaura sentí un placer oscuro,
morboso ..." (141). Son las cartas del enamorado de sí mismo. Crear a Rosaura es
del amante. Discurso del ser solo, del amar solo, del solitario que establece a los ojos
de todos un sistema de gestación de una relación de amor en cuyo centro está sólo él
mismo, mirándose, incesantemente compelido hacia sí, tanto, que no percibe que
solitariedad, como individuo que postula su identidad desde otro que no existe y, por
solitaria y extraviada"178. Desde los albores de la novela, "characters (...) are, precisely
177
Roland Barthes. Fragmentos de un discurso amoroso. Traducción de Eduardo Molina.
México, Siglo XXI, 1982, p. 226.
178
Georg Lukács. Teoría de la novela. En: Obras Completas, t. I. Traducción de Manuel
Sacristán. Barcelona, Grijalbo, 1975, pp. 333-334.
115
mundo" y su "soy un hombre sin carácter"- conviven asimismo con uno de los rasgos
que desde el inicio de la novela definen a Camilo Canegato -rasgo al cual, hasta la
Canegato se nos construye, desde el comienzo del texto, como huérfano; y "la
camino individual"181.
bien responde a una revisión del personaje literario de orientación distinta a la que
pertinencia ha sido estudiada en uno de los más importantes trabajos sobre Denevi 182,
179
Arnold Weinstein. Fictions of the Self 1550-1800. Princeton University Press, 1981, p.
7.
180
En comentario irónico del personaje y autoconsciente del texto, Réguel dice al
inspector: "Ahora reduzca la estatura del héroe a la estatura de Camilo" (107). El "héroe" de la
epopeya es ahora un hombrecito que no cuenta con la aceptación del mundo.
181
Juan Villegas. La estructura mítica del héroe. Barcelona, Planeta, 1978, p. 104.
182
Nos referimos a Myth in the work of Marco Denevi, tesis doctoral inédita de Laraine R.
House. Universidad de Maryland, 1977. La construcción de Camilo Canegato en este trabajo
queda establecida por un análisis basado en El héroe de las mil caras, de Campbell, de
acuerdo con el cual el personaje se forja en una búsqueda mítica cuyas etapas oscilan entre la
realidad y el sueño.
116
y remite a lo que Campbell llama "la aventura deseada y temida del descubrimiento
del yo"183 como aspecto recurrente en la totalidad de la obra deneviana: "la búsqueda
con algo que ha estado ausente y deseado, tal vez el amor o un sentido de
identidad"184.
interior del propio texto: como trayecto que es del personaje, el texto se puebla de
realidad y sueño, se elude como texto policial para refrendarse como poética
constructiva así como el personaje se elude como asesino para afirmarse como
183
J. Campbell, Op. cit., p. 15.
184
Laraine R. House. Reseña sobre Reunión de desaparecidos, en Hispamérica, año VII
No. 22, 1979, pp. 98-99.
117
misterio, de amores ocultos; escritas por Camilo para ser leídas por los extraños
contienen lo que Camilo Canegato desea que vean los otros: la hipercodificación y la
imagen creada no como amante sino como reflejo de su derecho a ser amado. Tuvo
razón Eufrasia: una carta a nombre del "Señor Hospedería La Madrileña" podía, sin
precisamente porque fue escrita para la hospedería en pleno. Desde ese momento,
comienza a hacerse en la pensión una lectura abierta del romance y del personaje,
(27); "Esa Rosaura debe ser una solterona" (28); "Claro, alguna vieja" (28) que
escribe "frases cursis" (29); "¿Y qué otra cosa quieren que sea?" (28), observan
Clotilde, Matilde y Enilde. Rosaura llama a Camilo "`amado míó, como una heroína
de teatro, y aquí, ¡qué horror!, `chiquillo adorado!'" (29). Con las cartas comienza a
El restaurador les sigue el juego a sus lectores: "-Ah, ¿usted sabe que es una
mujer ...? / -Digo, no sé -vea que soy estúpida-, me parece a mí, por la letra y el papel
185
Roland Barthes dice, de la carta de amor, que es "a la vez vacía (codificada) y expresiva
(cargada de ganas de significar el deseo)", en Op. cit., p. 51.
118
ciencia cierta cómo es Rosaura; había que informar, entonces, que se trataba de una
mujer rubia:
que es el creador de personajes. ¿De dónde toma Camilo la faz que da a Rosaura? "-
Le di, y no miento, una fisonomía que yo creí inexistente" (146); "Un rostro que yo
creía tan irrecuperable como el rostro de la dama rubia que había muerto de cáncer
"mujeruca que le planchaba los cuellos duros", de esa "única persona que parecía
saber en todo el mundo que en mi honrada casa vivía un hombre llamado Camilo
119
Canegato" (19), de una María que nadie en la pensión conoció en el pasado y a la cual
Camilo creía muerta. Una imagen que el restaurador resucita, rescata, reconfigura con
nuevos rasgos; ya no es una mujer del bajo mundo: los procedimientos de la ficción
muchacha callada, sumisa, criada entre cuatro paredes. Una flor de invernadero" (58).
ante los pensionistas como realidad corpórea, no como ficción: de ahí que se sientan
con derecho a considerarla una persona, de ahí que no admitan que Camilo acepte
sabe que es perfectamente posible que el padre de un hogar como el descrito impida
su unión con Rosaura, e introduce entonces a la cadena la carta final. Pero la ilusión
agudo", dice Réguel (109). El idilio, para ellas, y en especial para Milagros, la lectora
186
Véase Lanin A. Gyurko, Op. cit., donde se revisa la ilusoria visión romántica que los
personajes edifican alrededor de Rosaura, pp. 357-373.
120
Eufrasia y a Elsa Gatica -cada cual con sus razones, fundadas en sus mirada y en sus
propios lenguajes-.
al status de individuo "normal" gracias a ella son, precisamente, sus lectores: Rosaura
a las diez, bajo su simulación policial, bajo la alusión romántica, bajo la historia
insólita -o sobre ellas- porta un discurso que, siendo en sí mismo ficción, teoriza sobre
de la novela toda, dialogizando la "falsedad" del texto -los textos- con la suya, propia
187
Douglas Bohórquez. Teoría semiológica del texto literario. Una lectura de Guillermo
Meneses. Mérida. Universidad de Los Andes, 1986, p. 66.
121
su vida, quiere que Rosaura permanezca en su status de signo, por lo cual debe
tejido equiparable al texto global, podríamos afirmar entonces que las relaciones que
Es así como penetran en la realidad cotidiana del personaje las imágenes del
ve invadida por temores originados en la imagen resucitada del padre muerto, temores
que lo amedrentan aún más cuando ve que el rostro que había extraído de su pasado
para Rosaura, y que había creído muerto, vive. Este pánico de Camilo Canegato es
asociable a la idea de la abyección según Kristeva, tal como nos la ofrece Bohórquez
comienza para Canegato un calvario aún peor que el trazado por los sueños de su
padre vivo, porque tal mujer ha aparecido para quitarle el rostro a su Rosaura y, por
metaforización de los lectores. Porque dentro de la ficción, "Rosaura-la mujer (...) fue
189
Joseph E. Gillet. "El personaje autónomo en la literatura española y europea", en Agnes
y Germán Gullón (eds.). Teoría de la novela (Aproximaciones hispánicas). Madrid, Taurus,
1974, p. 281.
123
signos del creador y re-escrito por los discursos de Milagros, David Réguel, Eufrasia
embargo, hay lectores y lectores. Coretti, monológico y simple, bromea con Camilo y
acidez del crítico viciado, que en verdad envidia los logros del creador y desearía que
fuesen suyos: se ciega a tal punto que ni siquiera percibe detalles que, una vez
aparecida la "falsa" Rosaura cuya doble ficción todos desconocen (doble, porque, en
Correa. Sin embargo, aunque ante sus ojos "la imagen de Rosaura se quebró, se
empequeñeció" (83), aunque ante sus propios ojos saltó la evidencia de que "Rosaura"
autenticidad de la mujer ante sus hijas, quienes observan -aunque éstos no parezcan
Rosaura: "un aspecto de fatiga, de desgaste"; "no parece que tenga veintiséis años";
"parecía asustada"; "mucha desenvoltura no aparenta tener"; "se vino vestida bien
modestamente"; "el collar es una fantasía de dos por cinco" (84). "Lo que le encuentro
lectura lo que quiere ver. Y así, mientras para los otros inquilinos hay ciertos rasgos
innegables que hacen incompatible a esa Rosaura con la Rosaura de las cartas, la
que los signos le ofrecen. Él, por su cultura, por su competencia, hubiese sido el más
apto para darse cuenta de que esa mujer no era Rosaura. Sin embargo, sólo ve en
María Correa un pretendido espejo, aquella Rosaura culta de las cartas, que le
devolverá el reflejo de su propia imagen, que lo hará sentir por encima de los otros: él,
Réguel, sí tiene algo que compartir con esa mujer ... y en sus narcisistas pretensiones
no ve más allá de sus gruesos anteojos, quedando, ante el lector, más que ridiculizado,
que dice "rompistes" y escribe "rasones". David Réguel, como siempre cegado por su
María Correa, nunca, en las conversaciones que con ella sostuvo, prestó atención a su
léxico, a sus modales -esos modales que ven la humildad de Milagros y la atención de
alta sociedad. ¡Y pensar que Camilo, al ver en Réguel un potencial descubridor, temía
con su mirada científica, despiadada, que desde el fondo anillado de sus anteojos me
convencido de que Canegato "inventó una historia" (p. 107), pero, privado de la
objetividad de la lectura, piensa que la mentira de Camilo era la mentira del seductor
visión mucho más nítida que la de los testigos anteriores. Es ella quien escucha
"cosméticos baratos" (159) y percibe ciertos deslices en su registro verbal ("Así había
como descubridora de que algo extraño sucede; curiosa caricatura detectivesca que se
instaura sólo a partir de Camilo y "Rosaura". Sólo ellos -ella, en particular- justifican
observa; lo hace continuamente, con todo cuanto sucede a su alrededor: por eso
reconoce los celos de Elsa, por eso sabía que era imposible que Camilo hubiese
retratado a Rosaura en vivo. Y gracias a Eufrasia surge ante los ojos del lector la
insignificancia.
constituye otra clave: así como lo no visto, lo inadvertido, aquello en lo que ninguno
componentes, aun de aquellos que lucen prescindibles. Elsa, movida por un amor que
Canegato, sopesa sus movimientos, su encuentro con María; escucha -medio sorda
como está: tal vez sea necesario, a veces, ser un lector medio sordo para no confiar en
los engaños y trampas que se nos colocan en una lectura/enigma- sus conversaciones,
mantiene los ojos abiertos hasta que consigue la carta que María Correa dirige a su tía
y en la cual se explica de dónde sale "esta" Rosaura de carne y hueso. Tal vez, hasta el
extracto de las palabras de Eufrasia, el lector imagine que la mucama es una figura
contrario, Elsa Gatica constituye como personaje una unidad semántica completa en
encubierta por la aparición de María Correa, ninguno de los personajes sería dueño de
También María Correa existe por Rosaura, es creada por la invención de ésta.
nuestros gritos, de nuestra efusividad, que no podía ni hablar" (75), silencio que se
Ramoneda comente: "Yo, que la conocí algo a Rosaura -porque de ella se trata- puedo
asegurarle que el que pronunciase tantas palabras seguidas era otro milagro" (49), o
"Esta Rosaura, para hablar no serviría, pero lo que es para escribir ..." (27). Con el
interiores" (85). Réguel ve a María en la calle (antes del episodio de su visita "a las
diez") y cuenta: "No se parecía más o menos a Rosaura. Era Rosaura (...). Toda una
personaje son factores que construyen a Réguel en su percepción como lector interior
que con un junco le rozara a uno el diafragma (...). Ella era una de esas espléndidas
mujeres sensitivas, las grandes amadoras de Goethe" (100). Será el propio Réguel
quien cuente a "Rosaura" lo que Camilo les ha dicho de ella; ella se construirá como
Rosaura, leerá las cartas, mirará el retrato, se hará su imagen en la del personaje
haciendo suya la forma, los rasgos proporcionados por el restaurador: "unos a otros
signo fiel de la sustancia", sentencia Canegato (143); doble crítica: al mundo hostil
que lo margina y a los lectores de su personaje, quienes dan por sentado que aquella
mujer que muestra superficialmente las formas de Rosaura es Rosaura misma cuando
hacia el hecho de que un personaje no es una persona y no nos será posible insertar a
otros como sabiendo que son parte de un universo ficticio: Camilo habla de "mi
"fantástico, fantástico, pero verosímil" (135). Milagros Ramoneda dice que Camilo
"anda en amores con una mujer, unos amores llenos de vigilancia, obstáculos, cuartos
oscuros, tías que duermen, amenazas y peligros, como de novela" (28, itálicas
"fue un caso de ésos que salen en las novelas" (53), y, cuando llega María Correa, la
propietaria de La Madrileña refiere de "Rosaura": "Me miraba con unos ojos abiertos,
final" (78, itálicas nuestras). La ficción del idilio Camilo-Rosaura, ¿no está llena de
"palabras hermosas que se dicen en las novelas, pero que en la vida diaria nadie se
existe", p. 133) -¿no se nos dice con esto que los personajes de Rosaura a las diez no
existen?-. Por su parte, Réguel señala que, ante su personaje, Camilo está
"fabricándose experiencias" (101), y nos dice que la "lectura" que hacen Milagros y
las hijas de las cartas de Rosaura -uno de los sostenes de la ficción- recurre a una
hermenéutica que invierte lo que en realidad "es" (109): ¿no sucede lo mismo con su
Milagros refiere que las muchachas y Eufrasia -tal vez, cada cual a su modo,
las más escépticas ante Rosaura- "la estudiaban [a Rosaura] como al maniquí de una
vidriera" (87). El texto mismo, entonces, en su curso, nos va presentando "pistas" que,
por boca de los propios personajes son legibles como reflexiones del conjunto
pone en guardia acerca de la "falsedad" de Rosaura -falsedad que, al ser la que pone
"Quizá bastaba que Rosaura fuese Rosaura" (72), apunta Milagros. "¡Rosaura en
191
Laraine R. House. Myth in the work of Marco Denevi, p. 80. House alude aquí a la
edición abreviada de Rosaura a las diez preparada por Donald Yates para el uso de
estudiantes, publicada por Charles Scribner's Sons, 1964.
130
"persona" como algo recién adquirido por la invasión de la aparición física. El texto,
además, duda del nombre de Rosaura -lo cual, en literatura, es dudar de Rosaura
misma-: duda Milagros ("¿No será un seudónimo?", p. 61), duda la ficción al aclarar
estructuración. Según se nos dice por boca de Milagros, Camilo Canegato, ese creador
que es creado por su imaginación, hace de ésta una ficción construida: "vea qué
ha demostrado algún interés (...). En seguida hacen una novela" (51). Ficción a partir
de una soledad que se inventa una imagen que a su vez construye todas las
por Milagros, como la construcción generada por un fantasma trazado en esa soledad
que sólo puede construirse con el otro193, y que depende de ese otro inventado -otra-
para erigir todo su sistema. Así como Camilo crea a Rosaura para adquirir su
ficcionalizador, en síntesis, inventa al otro para ser creado, para lograr su imagen; con
ello, igualmente, crea a aquellos que serán sus lectores, quienes estarán signados por
192
Nótese que "Las novelas de Denevi, pese a la diversidad de sus temas, tienen, en el
fondo, un denominador común: un hondo sentido de la soledad, la peor de todas, la que el
individuo siente en una urbe abarrotada de gente: la soledad metafísica". Edmundo Concha,
"Prólogo", en: Marco Denevi. Antología precoz. Santiago de Chile, Ediciones Universitarias,
1972, p. 10. A partir de esta soledad, Camilo Canegato, como ficcionalizador de una ficción
segunda en Rosaura a las diez, ensaya una contrapartida igualmente metafísica en la creación
del fantasma que es Rosaura.
193
V. nota 40 en el capítulo anterior.
131
sus visiones fragmentarias de los personajes, esos seres que, al igual que la Rosaura
forjada en la ficción del abyme, "no existen". En Rosaura a las diez, todo gira
personajes sólo existen en la obra porque se les hace creer la existencia de Rosaura, y
es ella -junto al Camilo por ella construido- el eje de sus discursos. En virtud de este
juego de crear y ser creado que prefigura la relación de Rosaura con cada personaje,
A. El juego de la ironización
"fieles a una realidad". La voluntad que coloca a estos hablantes al inicio de las
supuesto emisor ficticio; la apariencia de verdad queda propuesta por el hecho de que
tampoco. Pero hay en la obra otra inteligencia que, con la "verdad" de Milagros, quiere
194
Gonzalo Díaz-Migoyo. "El funcionamiento de la ironía", en Humor, Ironía, Parodia.
Espiral No. 7. Madrid, Fundamentos, 1980, pp. 52-53.
133
voces nos sirven de indicio para saber que algo se nos oculta, tanto a los lectores como
a los personajes. Se establece así una complicidad en la que el lector participa hasta
cierto punto, en la medida en que sabemos que falta información -pero ignoramos cuál
Milagros e ingresamos en otra instancia de duda, esta vez sobre el propio hecho del
totalidad textual que se niega y confirma como tal en la medida en que se sustenta tanto
su ambigüedad: cuando disponemos de todos los cabos sueltos, podemos darnos cuenta
195
Ibídem, pp. 51-52.
134
binomio realidad/imaginación:
timidez de Camilo ("Usted conoce a Camilo, y yo, que la conocí también a ella, le
puedo asegurar que se habían juntado dos charlatanes", p. 49) e intercambia agudezas
con David Réguel ("Que yo sepa", le dice éste, "usted no se llama 'Camilín' ni es la
monadita querida de nadie", p. 38), con quien tiene diálogos como el que sigue:
196
León Livingstone. "Duplicación interior y el problema de la forma en la novela", en
Agnes y Germán Gullón (eds.). Teoría de la novela (Aproximaciones hispánicas). Madrid,
Taurus 1974, pp. 177-178. Versión revisada del ensayo originalmente aparecido en Tema y
forma en las novelas de Azorín, Madrid, Gredos, 1970. La reflexión aquí citada procede de
Joaquín Casalduero.
197
Gonzalo Díaz-Migoyo, Op. cit., p. 68.
135
pudieran, castrarían a todo el mundo para que nadie pensase en `esas cosas'", p. 25;
"Tiene cara de dignidad ofendida", p. 39; "frunció los labios y sopló ruidosamente por
la nariz. Es lo que ella llama `una sonrisa irónica'", p. 22; "hizo una cosa rara, como un
paso de minué. Así creerá ella que se saluda la gente en la alta sociedad", p. 76) y
miembros de la pensión:
murmuraciones, cuyos miembros "No se tragan entre ellos, pero para poner en solfa al
otro estaban todos de acuerdo, y tan amistosamente, que parecían hermanos" (37). En
tal ambiente, los pensionistas urden como personajes el espacio "humano" que
la comedia de tratarlo con toda cortesía, lo llamaban `señor restaurador' 198" (p. 15,
viviseccionarlo para estudiar anatomía sin necesidad de recurrir a un cadáver" (96). Sus
ironía donde texto y abyme se nos presentan como entidades dialógicas: en el nivel de
presentarse como una figura "omnisciente" que hasta hace poco "no sabía nada", y que
asumió junto al lector el disfraz del investigador para luego exhibirse como
seguramente la información que ya nos han hecho conocer Milagros y Réguel- y referir
el tránsito de la carta en manos de Elsa Gatica. Quien lucía, al comienzo, tan engañado
frontalmente especular: de ironizador que burla a los demás con su ficción, pasa a ser
de duplicación interior que emergen de la percepción de Rosaura por parte de los otros
198
Nótese la inevitable interpretación de una alusión al personaje histórico, Juan Manuel de
Rosas, el Restaurador: nada más opuesto a la construcción de Canegato.
137
y que señalamos en el capítulo anterior tienen asimismo un rol irónico; por medio de
los personajes. Expresiones como "Quizá bastaba que Rosaura fuese Rosaura" o
ficcional; diseminados entre las distintas voces, respaldan la mutua ironización que
caleidoscópica donde cada presencia del híbrido estilístico no es más que un disfraz de
juego de intencionalidad. Acaso en el espejo del abyme, este organizador haya hecho
con esto el sentido mismo del texto, reivindicando al mismo tiempo su significancia
"yo canto con arreglo a (otra cosa)"200. "Toda parodia (...) es un híbrido intencionado"201
199
Robert Alter. Partial Magic. The Novel as a Self-Conscious Genre. Berkeley, University
of California Press, 1978 (1a. ed. en rústica), p. 25.
200
Joan Corominas. Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Madrid, Gredos,
1980 (3a. ed. revisada y mejorada, 2a. reimp.), p. 421.
201
Mijail M. Bajtín. Teoría y estética de la novela. Traducción de Helena Kriúkova y
138
ante su mundo, coincidiremos en que hay en Rosaura a las diez un fuerte ingrediente
Eufrasia y el "he soñado que soñaba" de Camilo Canegato, tan cercano al "soñé que
soñaba" de Machado. Todas estas son muestras de un lenguaje que encubre, que
Canegato bien puede ser la risa carnavalesca de la que nos habla Bajtín:
je" de Canegato sintetiza la irónica posición de quien sabe lo que otros desconocen, y
interior que dice tener, y se dan cita el "falso final" de una historia (la "verdad" sobre la
Rosaura inventada) y el "falso comienzo" de una nueva intriga (la del crimen), final e
inicio que nunca han sido tales en la medida en que aparentan ser previos a la
los amores de Camilo y Matilde: no existe una sin la otra. Y la angustia que implica
Pero la parodia en Rosaura a las diez trasciende los niveles intratextuales para
reflexión interdiscursiva, ni sólo en las acciones y sus causas o consecuencias, sino que
hipertexto.
como hipertextualidad "toda relación que une un texto B (que llamaré hipertexto) a un
texto anterior A (al que llamaré hipotexto) en el que se injerta de una manera que no es
la del comentario"207. Aunque es cierto que todo texto literario depende de la existencia
de la cultura precedente ("todas las obras son hipertextuales" 208), en este género de
extrayéndolo como tal para aplicar a una acción distinta de la referida en el hipotexto, o
bien tomando de éste un esquema de acción y/o personajes para tratarlo en un estilo
diferente.
territorios: su engañoso paratexto (el título mismo de la novela, y los títulos de los
engañoso, da por cierta la llegada de Rosaura a la hora indicada, pero ¿de cuál Rosaura?
para contrastar con la que corresponde a Réguel, en juego intertextual con la Biblia y la
Hay asimismo una presencia intertextual explícita en Réguel (con sus citas
207
Gérard Genette, Op. cit., p. 14. Genette aclara que el término "hipotexto" es empleado por
Mieke Bal en un sentido más próximo al que corresponde a la definición del "relato
metadiegético".
208
Ibídem, p. 19,
209
Véase Ibídem, p. 101.
141
filosófico-literarias), en Camilo (con expresiones como "he soñado que soñaba" y "Yo
soy el hombre que soñó demasiado", distorsión del título de Chesterton; con la alusión a
Hugo Wast con la que cierra la declaración), y aun en Milagros Ramoneda. Esto apela
la de la figura del personaje ficticio que cobra vida, la del romanticismo y la del relato
policial.
210
Fernando Vallejo. LOGOI. Una gramática del lenguaje literario. México, Fondo de
Cultura Económica, 1983, p. 29.
142
obligadas: Pirandello, Azorín, Pérez Galdós, Unamuno, Anatole France, Jenaro Prieto,
por citar algunos autores. Ya se ha señalado que en Rosaura a las diez "there is a touch
personajes denevianos, Alegría indica que éstos parecen buscar a su autor, "no como en
bien, con malas intenciones y por mandato ajeno"212. Este "mandato ajeno", a nuestro
entender, procede de la propia voluntad organizadora, que en todo relato donde los
presumible "salida del cuadro" o escapatoria de los planes autorales- se maneja como
cómplice de éstos, simulando que tal "independencia" -y con ella, la trama que de ella
personaje se inventa siendo otro para rehacer su vida, con lo cual la duplicación interior
se hace evidente. Todo cuanto sucede por la creación de Adriano Meis es producto de la
211
Donald Yates. "Marco Denevi", en Carlos Solé y Ma. I. Abreu (eds.). Latin American
Writers. New York, Charles Scribner's Sons, 1989, p. 1265.
212
Fernando Alegría. Historia de la novela hispanoamericana. México, Ed. de Andrea,
1974, p. 291.
213
Luigi Pirandello. "Advertencia sobre los escrúpulos de la fantasía", en El difunto Matías
Pascal. Traducción de R. Cansinos-Assens. Navarra, Salvat, 1971, p. 222.
143
exhibir una independencia con respecto a las intenciones del autor. Este tipo de
cuyo sentido original, en la poética griega, era el de aquella figura por medio de la cual
el poeta dice producir por sí mismo los efectos que enuncia. Genette califica de
aquello que exprese la conciencia constructiva del texto, que apele al lector como
del cuadro. Sin embargo, la "Rosaura" que llega a La Madrileña revierte el proceso de
la metalepsis: su condición de recuerdo que retorna, de persona real que emerge del
olvido para irrumpir en las "vidas" de los otros personajes trastrueca los lugares de la
214
Gérard Genette. Figuras III. Traducción de Carlos Manzano. Barcelona, Lumen, 1989,
pp. 290-291.
144
Sin embargo, en Rosaura a las diez destaca el hecho de que la Rosaura que ha
cobrado vida no es Rosaura ni guarda con ella otra relación que no sea la de la
muestra como portador y origen del efecto que produce (el efecto-personaje) y su autor
revela su conciencia en una puesta al desnudo por medio de la cual el efecto del
personaje dotado de voluntad sugiere una doble maquinaria ficcional, un doble ingenio
metaforizándose por medio de Camilo Canegato, que Rosaura sólo es posible como tal
lugar en la existencia real de las imágenes que le dieron origen: el rostro de María
cual lo único asible es lo primero. Esto distorsiona la tradición del personaje autónomo,
dimensión paródica:
215
Carlos Pujol. "Prólogo" a Luigi Pirandello, Op. cit., pp. 9-10.
145
relationship over and against its source object. This is the crucial part of
the general definition of parody. Two issues must be kept separate here:
what is being distorted and the degree of modification that has occured.
In literary parody the question as to what has been distorted can best be
answered by studying the particular stratum or strata on which the
parodic attitude has concentrated.216
cualquier momento el viudo iba a decirme: `Le voy a presentar a mi hija. Se parece
quién pertenece el cadáver, o si, a la manera de Matías Pascal, Marta Córrega -nombre
que, además, sabemos falso- había sido cómplice de la invención de Rosaura como
personalidad otra de sí. La re-construcción lectora que se nos posibilita a través de las
herramientas de la tradición hipotextual nos remite a estas conjeturas, que sólo tendrán
de él218; en palabras de Ruthrof, "We must include the fact that at least potentially
parody can always transcend the structure it ridicules"219. Denevi toma la noción
del personaje libre, escapado, que ingresa en el "mundo de los vivos". Nos seduce con
ella, juega con el modelo hipotextual que asume la imaginación lectora. No podemos
de la novela, es ciertamente, con respecto a los demás individuos -si los observamos
"Rosaura" de la llegada a las diez, la dueña del cuerpo que desde el comienzo del texto
es, en el mismo nivel que éstos, una "persona" en el contexto de la novela. María-
Marta, al tomar el lugar de Rosaura ante los pensionistas, lo hace también ante el lector,
y mientras según la lectura de su carta ella es, en la ficción, "la mujer que ha jugado y
218
Véase G. Genette. Palimpsestos. La literatura en segundo grado, pp. 39-40.
219
Horst Ruthrof, Op. cit., p. 155.
220
Miguel de Unamuno. "Post-prólogo", en Niebla. Barcelona, Bruguera, 1982, p. 20.
221
Ivonne Revel Grove. La realidad calidoscópica de la obra de Marco Denevi. México, B.
147
estrato metaficcional se nos muestra como inversión del proceso productor del
personaje, como intento de retorno del rostro del personaje a la realidad de donde fue
extraído. Tal vez en El difunto Matías Pascal sucede algo similar, ya que el
previa muerte de María Correa, va hacia sí en el abyme, pero va hacia los lectores de
personaje y la noción de que una persona no puede fingirse personaje de por vida;
Rosaura a las diez retoma ambas ideas y las convierte en un proyecto metaficcional
más radical: sueño y realidad pueden fundirse, y es probable que quien sueña trueque
omnisciencia ante la historia narrada -lo cual lo coloca en posición de ventaja frente a
visión del mundo y una noción de la persona; pretender usurpar su lugar por medio de
ésta es -ya lo demuestra la novela- un acto criminal que solemos cometer. El juego de
de la ficción por parte del receptor conduce a una imposible existencia de Rosaura fuera
imagen. Pero trazar su mutua identificación resulta, como indica el propio Canegato,
"funesto".
restaurándola en todo sentido. No en vano "toda restauración linda con la parodia" 222, y
la motivación paródica "is absorbed into a new text and the pieces are reworked, re-
signified"223, restauradas.
C. La elaboración romántica
222
Guillermo de Torre. Problemática de la literatura. Buenos Aires. Losada 1966 (3a. ed.),
p. 55. Pese a que Guillermo de Torre ve en la parodia una categorización peyorativa cuando
emite este concepto, pensamos que el empleo del término "restauración" liga la idea con cuanto
hemos venido desarrollando en el capítulo, y que el hecho de que la perspectiva de G. de Torre
sea tal no implica que el enunciado sea menos cierto.
223
Linda Hutcheon. Narcissistic Narrative. The Metafictional Paradox. Londres, Methuen,
1984, p. 50.
149
casual que el Víctor Goti de Unamuno señale que la tendencia de éste a la fusión y
romántico y lo novelesco:
forma poética por excelencia"226, y Lukács, cuya Teoría de la novela constituye uno de
posición que comparte en la medida en que "la forma de la novela es, más que otra
presencia del elemento amoroso y su asunción ilusoria por parte de los personajes del
todo esto. Su reiterada soledad, su orfandad, su por todos señalada desventaja física, su
timidez, su oficio, lo ubican en el perfil del individuo problemático que busca su propia
literatura posterior:
figura tragicómica, según Milagros, y como un peligroso criminal, según Réguel. Será
Baigorri quien, en el curso del diálogo, lo defina como el hombre que busca construir la
personalidad que no posee. En segundo término, esta imagen disminuida que el propio
Camilo tiene de sí, su visión de sí mismo como artista solitario con un riquísimo mundo
personaje y hacia el lector: él, que no creía ser amado, apreciado, tiene prácticamente "a
sus pies" a Matilde, a Elsa Gatica, e incluso, por momentos, a la propia Milagros
228
Jean Mukarovsky. "La personalidad del artista", en Escritos de estética y semiótica del
arte. Traducción de Anna Anthony-Visová. Barcelona, Gustavo Gili, 1977, p. 281.
151
hombre que pensó no ser querido e inventó por ello un sueño ficcional para exponerlo
ante todos, es, sin saberlo, motivo del sueño de su amada Matilde (para quien nació
Rosaura) y de la inadvertida mucama (quien por tal "amor" observa sus pasos y cuenta
gracias a ello con los elementos para salvarlo de la condena). El solitario, el falto de
novela misma. En un principio, Camilo, como el héroe moderno de Lukács, "se hace
eternamente victorioso sino extraviado y risible, trágico o paródico" 229. Esta presencia
problemático sobre un equívoco, sobre un mecanismo irónico. Luchando por todos los
medios imaginables -imaginarios-, persigue el amor de Matilde, sin saber que siempre
maximizando los poderes del recurso en la medida en que "literary parody (...) is a
229
Víctor Bravo. Los poderes de la ficción. Caracas, Monte Ávila, 1985, pp. 68-69.
230
Horst Ruthrof, Op. cit., p. 143.
152
problematizado por el acoso de sus sueños -para él, como para los románticos, "el
por la fusión de éstos con la realidad, o, en palabras de Gérard de Nerval, por "el
derramamiento del sueño en la vida real" 231; en el abyme, como creador dentro de la
creación, Camilo Canegato desencadena su propio ser otro, el ser otro de los demás
personajes, y la ambigüedad del discurso dialógico: "no es casual pues, que al poetizar
esa otredad, ese otro territorio de misterios y presagios, de revelaciones y olvidos que
es el sueño, el romanticismo haya puesto en escena, una vez más, la dialéctica de los
marcada por los rasgos de la legibilidad romántica. Este Camilo que maquina su sueño
ceguera, amado sin saberlo. El solitario es así ironizado en la soledad que creyó sufrir, y
ficticio instalado sobre una motivación que se descubre asimismo ficticia, surgida de la
231
Citado por Albert Béguin en El alma romántica y el sueño. Traducción de Mario
Monteforte Toledo. México, Fondo de Cultura Económica, 1978 (reimp.), p. 60.
232
Víctor Bravo, Op. cit., pp. 159-160.
153
necesidad de amor: toda la novela se urde alrededor del idilio Camilo-Rosaura, que en
con Camilo. Todo esta referencia amorosa se relaciona con ese proceso metaficcional
que es la invención de Rosaura. Todo, salvo lo contado por María Correa, es parte del
tejido ilusorio que se trama entre los personajes de La Madrileña. Ilusorio en la medida
para su invención, todo lo dicho por los pensionistas se deja ver como un conjunto de
miradas trazadas sobre un espejismo. Si Rosaura no existió, Elsa no tenía por qué verla
como rival, luego Eufrasia no hubiese podido catalogarla como lo hizo; igualmente, las
declaraciones de Milagros y Réguel, la una con su seguimiento -y el de sus hijas- del
idilio, la otra con su psicoanálisis de los protagonistas del mismo, están armadas sobre
una ficción.
características que Camilo imprime a su Rosaura, por los rasgos con los cuales la
dibuja: el estilo de las cartas, el color del papel, el perfume, la trenza rubia que envía
("la guardaba desde mis quince años", escribe "Rosaura", p.32), la casa, la familia, la
233
Carlos García Gual. Primeras novelas europeas. Madrid, Istmo, 1974, p. 62.
154
lectura romántica por parte de todos, incluyendo al propio lector. Clotilde ve en el idilio
una buena dosis de cursilería; Réguel, una manipulación de Canegato para seducir a
Rosaura; Milagros, un hermoso romance. Sea cual sea la percepción que se manifieste
Rosaura, según Clotilde, "debe ser de las que guardan flores y mariposas entre
cuadro, las hijas de Milagros señalan que el encierro de la joven de Belgrano debe tener
escribe cartas de amor"; a lo que Enilde agrega: "Y menos perfumadas, y en ese color
opiniones que se emiten alrededor del ámbito romántico del personaje, dan por sentado
su juvenil afición ya señalada a esas historias donde los protagonistas "o se suicidaban o
se morían de tuberculosis" (35), y su asociación de tales folletines con Rosaura ("a este
155
los espectadores: "¡Qué rica aventura la suya! ¡Qué cosa que me parece tan a la antigua,
tan de otros tiempos, no como los noviazgos de ahora! ¡Lo felicito!" (54), dice a
Camilo. En su nostálgica ilusión, hace suyas las palabras de Rosaura, y aun la propia
Milagros Ramoneda hace las veces de público femenino en el interior del texto,
existencia de lectoras:
Belgrano: "El patio (...) era un rectángulo flanqueado por altas paredes, húmedo y viejo,
entristecía el ánimo" (43); "olor a humedad", "un (...) vestíbulo, tristemente iluminado
por la poca luz que se colaba a través de unas estrechas ventanas de iglesia", "infinidad
234
Ibídem, p. 63.
156
de muebles, todos pesados, altos, retorcidos, con mil firuletes, como los que se usaban
en tiempos de Rosas" (44); "aquel patio que hacía recordar a un cementerio" (47), todo
un ámbito propicio para servir de vivienda y claustro a una joven de creación tan
literaria como Rosaura. "It is precisely because the relationship is so literary, so out of
the ordinary", apunta Gyurko, "that Milagros becomes such an enthusiastic supporter of
particularmente a Milagros: "Y vea usted, con toda su belleza, con toda su riqueza, con
supuesta carta final de "Rosaura": "Camilo: Adiós para siempre. En vano he intentado
luchar contra lo que tú sabes" (68)-, sino como el tinglado que el seductor Camilo
prepara para hacer caer a Rosaura en una trampa. Pese a su aparente lucidez, Réguel
instrumento de seducción:
"Su educación burguesa, su vida recatada" (103). Es él quien asocia a Rosaura con "las
construcción de la ilusión que rodea a Rosaura. Entre Milagros y Réguel, que disponen
de la extensión de las tres cuartas partes de la novela para mediatizar lo sucedido ante el
158
Así lo hace saber Camilo: "Lo nuestro fue una aventura, una aventura
romántica, divina, inolvidable, pero nada más, nada más" (71, itálicas nuestras).
intromisión de los sueños en la realidad, de este "héroe" que descubre que es amado,
rasgos que sus receptores podrán reinterpretar, la parodia de una María Correa
mansión del viudo de Belgrano, burlado por la realidad del pasado de la prostituta cuyo
propósito de Canegato:
encontrar, establece así una parodia que incluso alcanza a quien esté leyendo la novela:
237
Lanin A. Gyurko, Op. cit., p. 357.
238
Ibídem.
159
el receptor de ese mensaje estético que es Rosaura a las diez "cree" igualmente en el
aparataje romántico, y es burlado sin saberlo, junto a Camilo, cuando llega María
todo este proceso con otro: la sobreconfiguración de los lectores de tales rasgos en una
por alto sus propias posibilidades de relación amorosa: el deseo, la rivalidad, los
se hace evidente sólo para el lector; presencia así éste una "comedia de equivocaciones"
en la que cada personaje cree ser percibido de determinada manera por el otro. Cada
uno expresa sus deseos de alguna manera, pero aquél al que éstos van dirigidos no los
ve. En primera instancia, el propio Camilo es víctima de esta manipulación. Siente que
las hijas de Milagros ven en él al "tío solterón", al "ayo sin sexo" (143), y por ello surge
lectura en voz alta de la carta de Rosaura, lo hace igualmente suyo; Matilde, al besar a
Hernández, intenta convertirse en otra para que Camilo se fije en ella; Réguel desearía
estar en el lugar de Camilo, hacer suya la "finura" y la "delicadeza" que cree ver en
Rosaura; Eufrasia gime mientras Milagros lee la referida carta; Elsa ama a Camilo. De
estos sentimientos se enteran todos los personajes salvo aquellos que constituyen el
propio objeto del deseo. Milagros observa los signos de celos de Matilde ("Matilde,
sobre todo, se había ensañado con Rosaura", p. 56); Eufrasia los de Elsa; Réguel los de
las mujeres en general; Camilo sustenta su invención en los posibles celos que
generaría la presencia de una mujer en su vida, metaforizando tal situación con lo que
sucede en un gallinero:
Rosaura; Elsa elimina sus muestras de predilección hacia Camilo -quien nunca las había
notado-. Él, burlado por los demás varones de la pensión, es el centro de atracción del
grupo femenino, y, lo que es más importante, es amado por Matilde. La novela pone en
juego, así, la otra cara de la pasión romántica, que es "exactamente lo inverso de lo que
pretende ser. No es entrega al Otro, sino guerra implacable que se hacen dos vanidades
rivales"240, dos narcisos. Matilde y Camilo se aman y ninguno de ellos conoce los
medio para inspirar celos. "Todo deseo que se muestra puede suscitar o reforzar el
deseo de un rival. Es, pues, necesario disimular el deseo para lograr apoderarse del
240
Ibídem, p. 81.
161
objeto"241. Tal actitud "no es ausencia de deseo, sino el reverso de un deseo de sí-
que en el hallazgo, así como el sentido del texto es el del malentendido y la conjetura.
Alemania"243. Esto une nuestra percepción paródica de Rosaura a las diez al rostro que
241
Ibídem, p. 113.
242
Ibídem, p. 80.
243
Richard Alewyn. "Origen de la novela policiaca", en Problemas y figuras. Traducción de
Juan Alberto del Castillo. Barcelona, Laia, 1982, p. 218.
244
Ibídem, p. 220.
162
Rosaura a las diez converjan entonces los universos hipotextuales del romanticismo y
primera novela tuvo La piedra lunar (1868), de William Wilkie Collins245 -quien fuera,
además, como dato curioso, nieto de un restaurador de cuadros-, autor que "representa
un estado intermedio entre las primeras novelas fantásticas de los románticos y la actual
Dos son los aspectos esenciales en los cuales Rosaura a las diez revela sus
individuo que se oculta tras una identidad falsa: un hotel de baja categoría. La
245
Véase el artículo de Thomas Feeny, "The influence of Wilkie Collins' The Moonstone on
Marco Denevi's Rosaura a las diez", en Rivista di letterature moderne e comparate, vol. 31,
fascículo 3. Firenze, septiembre de 1978, pp. 225-229.
246
"Piedra lunar (La)", en Diccionario de la literatura universal, t. III. Buenos Aires,
Muchnik, 1966, p. 63.
247
Salvador Vázquez de Parga. Los mitos de la novela criminal. Barcelona, Planeta, 1981, p.
46.
248
Jorge Luis Borges, "Introducción" a la edición española de La piedra lunar, traducida por
Horacio Laurora. Barcelona, Montesinos, 1981, p. 7.
163
abyme desde el que Camilo Canegato crea una ficción dentro de la ficción, el hipotexto
novelas, ha señalado las similitudes entre sus personajes. "Betteredge, Moonstonés first
and most important narrator, in a number of ways closely resembles Señora Milagros,
the first and most important narrator of Rosaura"249. En ambos personajes observa
protagonista soltero y el ánimo que manifiestan hacia su romance, sus ideas fijas
folletines), y cierta comicidad que imprime gracia a la trama. Indica asimismo Feeny un
paralelo entre las acciones de otros personajes, y las semejanzas entre Eufrasia y la
enigma y revelarlo, sino que quise desnudar a mis personajes" 252. La semejanza
249
Thomas Feeny, Op. cit., p. 225.
250
J.L. Borges, Op. cit., p. 8.
251
Ibídem.
252
Marco Denevi, en "Interrogatorio 1o. - Cuatro preguntas a Jorge Luis Borges, Marco
Denevi y Augusto Roa Bastos", en Jorge Lafforgue y Jorge B. Rivera. Asesinos de papel.
Buenos Aires, Calicanto, 1977, p. 56.
164
historia contada una metahistoria y disfrazar bajo el crimen cometido contra una
averiguación policial, ponen en claro que las técnicas literarias de las obras de
Como señala Martin Maloney, los relatos policiales "involve but a single verb:
to pursue. The pursuit is, as a rule, symbolic rather than physical" 255. Este concepto de
persecución simbólica encaja perfectamente con la visión que tiene Eco del género: "el
más metafísico y filosófico de los modelos de intriga" 256, y de la novela policial como
253
Linda Hutcheon. Op. cit., p. 31.
254
Tzvetan Todorov. "Typologie du roman policier", en Poétique de la prose. París, Éditions
du Seuil, 1971, p. 57. En este concepto se apoya Jaime Rest cuando señala que "la novela
detectivesca cumple una doble función con respecto al lector: le propone un enigma en cuya
solución debe participar y, simultáneamente, le ofrece lo que cabe esperar de toda novela en la
que el suspenso desempeña el papel principal". "Diagnóstico de la novela policial", en Revista
Crisis No. 15. Buenos Aires, 1974, p. 34.
255
Martin Maloney, "A Grammar of Assassination", en S.I. Hayakawa (ed.). The use and
misuse of language. Connecticut, Fawcett, 1965 (4a. reimp.), p. 134.
256
Umberto Eco. Apostillas a El nombre de la rosa. Traducción de Ricardo Pochtar.
Barcelona, Lumen, 1985 (5a. ed.), p. 57.
165
En la orientación hacia esa semiosis diferente reside la parodia seria que hace
la realización de Rosaura a las diez para hacer del mecanismo autoconsciente inherente
historia es la propia investigación del asesinato de Rosaura; se nos presenta la obra con
257
Ibídem, p. 59.
258
Juan Carlos Merlo, "Introducción a la lectura de Rosaura a las diez", en Marco Denevi.
Obras Completas, t. 1. Buenos Aires, Corregidor, 1988 (2a. ed.), p. 14.
259
G.K. Chesterton, en Román Gubern et. al. La novela criminal. Barcelona, Tusquets, 1970,
p. 38.
166
un título que centra la atención en el arribo de "Rosaura" a las diez, para hacernos saber
que quien llega no es Rosaura. Luego, Rosaura no es asesinada, con lo cual se escabulle
el presunto enigma que a su vez deja un sustituto: la muerte de Marta Córrega; ésta es
igualmente incierta en el texto, puesto que la asesinada es María Correa. Con esta
traslación del sujeto asesinado se nos define la inversión de la novela: no nos movemos
hacia el sospechoso del crimen, sino hacia un sospechoso asesinado. Si éste -ésta- ya no
muerte; entonces, la novela apunta hacia otra cosa. Y si esta otra cosa se desprende del
mismo de la invención del ser que lleva ese nombre con el que se nos engaña:
... la realidad resulta ser doble: la que aparece y la que es; por
una parte, lo que parece, lo que se conoce, lo que se cree, y por otra,
puede ser algo desconocido (..). El suspense peculiar de la novela
policíaca radica en esa angustiosa conciencia de la engañosidad de la
realidad, en esa ansia por conocer la verdadera realidad más allá de las
apariencias ficticias.260
260
Alberto del Monte. Breve historia de la novela policíaca. Traducción de Florentino Pérez.
Madrid, Taurus, 1962, p. 207.
167
va en pos del crimen de María Correa, sino del asesinato metaficcional de Rosaura: el
son culpables.
La comisión del asesinato de María por parte del Turco Estropeado es una de
concebido:
De las reglas conocidas [de la novela policial] forma parte el
hecho por ejemplo [de] que el autor [del crimen] pertenece a las
personas que desde el comienzo le son conocidas al lector. Convertir en
asesino a un desconocido que pasa casualmente por ahí, no se considera
aceptable. Eso tiene varias causas, pero una de ellas es que de otra
manera le sería imposible al lector participar en la búsqueda. Con ello se
presenta de antemano un círculo limitado de personas.261
mayor parte de la obra; luego esto se presenta con lógica y fluidez-, es precisamente
Y cuando desde este género literario se expande la lógica del crimen a toda la
261
R. Alewyn, Op. cit., pp. 211-212.
262
Ernest Mandel. Crimen delicioso. Historia social del relato policiaco. Trad. Pura López
Colomé. México, UNAM, 1986, p. 11.
168
extensión del lenguaje de la obra, surge la ficción sobre la ficción, sustentada en las
observa Eco, "hay que conjeturar que todos los hechos tienen una lógica, la lógica que
les ha impuesto el culpable"264. ¿Acaso la lógica posible del Turco estropeado tiene
pregunta inversa: ¿En quién se origina la lógica que rige el desenvolvimiento de los
por Camilo Canegato, mas la lógica de los razonamientos que expone cada una de las
culpables: emisor, emisor del personaje creado, receptores del personaje creado,
receptor. El Turco Estropeado nada tiene que ver con todo esto: es tan sólo parte del
263
Umberto Eco refiere lo siguiente: "mi historia inicial (¿quién es el asesino?) se ramifica
en tantas otras historias, todas ellas historias de otras conjeturas, todas ellas alrededor de la
estructura de la conjetura como tal", en Op. cit., p. 60.
264
Ibídem, p. 59.
265
Horst Ruthrof. Op. cit., p. 157.
169
a las diez establece su ejercicio paródico, los pone a prueba, los redimensiona. "Parodic
art both is a deviation from the norm and includes that norm within itself as
Por ello Camilo sustituye el saber de Chesterton por el soñar deneviano (p.
134); también por ello Milagros nos recuerda a Betteredge, Elsa a Rosanna y Eufrasia a
de la caracterología detectivesca; por ello contamos con un David Réguel que cree
saberlo todo y no sabe nada -ni siquiera que ha tenido al asesino de María delante de
sus ojos-; por ello vemos en Camilo al Giovanni sin joroba que él mismo define, al
héroe problemático desdeñado por la sociedad; por ello Rosaura nos engaña a todos en
su supuesta llegada a las diez. Todo este mecanismo está trazado para señalar con el
dedo de sus espejismos y ficciones a todos los participantes, a todos los cómplices:
266
L. Hutcheon, Op. cit., p. 50.
267
Alfredo Rubione. "La narrativa de 1955", en Capítulo. Historia de la literatura argentina
No. 124. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1981, p. 500.
170
libros se hablan entre sí, y una verdadera pesquisa policíaca debe probar que los
268
Umberto Eco, Op. cit., p. 83, itálicas nuestras.