Vida de Unión Con Dios (II) San Pedro Julián Eymard

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VIDA DE UNIÓN CON DIOS (2)

Consejos de vida espiritual


San Pedro Julián Eymard, Apóstol de la Eucaristía

HORA SANTA
Iglesia del Salvador de Toledo (ESPAÑA)
Forma Extraordinaria del Rito Romano

 Se expone el Santísimo Sacramento como habitualmente.


 Se recitan las oraciones del Ángel de Fátima.

Mi Dios, yo creo, adoro, espero y os amo.


Os pido perdón por los que no creen, no adoran,
No esperan y no os aman.
***
Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo,
Os adoro profundamente y Os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma
y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
presente en todos los sagrarios de tierra,
en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias
con que Él mismo es ofendido
y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón
y del Corazón Inmaculado de María,
os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén

 Se lee la lectura de la Palabra de Dios.

Del santo Evangelio según san Mateo Mt 6, 7-15:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se


imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues
vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros
orad así:
“Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro
pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal”.
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará
vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco
vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.

VIDA DE UNIÓN CON DIOS (II)


CONSEJOS DE VIDA ESPIRITUAL

La vida en Dios, con Dios


Os quejáis de vuestras dificultades en la adquisición del recogimiento;
es que el recogimiento es el comienzo del paraíso. Así como nadie entra
en el Cielo sino después de haber sufrido, de la misma manera acaece
con el recogimiento, ya que éste se define: la vida en Dios, con Dios.
¿Qué más es el cielo?
Guardad el recogimiento de la intención y del afecto; recogeos cuanto
podáis en el pensamiento habitual de la presencia de Dios.
¡Ah! Si viéramos en todas las cosas a Dios, si le consultáramos como
los ángeles, ¡cuán de otra manera obraríamos! Seríamos dueños de
nosotros mismos en todo, porque Él sería nuestro amable compañero.
He aquí nuestro programa: comenzad por vuestras oraciones; echad
fuera del lugar santo las moscas de las distracciones; ocupaos tan sólo
de Dios y de vosotros mismos, y poco a poco seréis dueños de vosotros.
Estad en guardia contra la disipación de vuestro espíritu.
¡Cuanto mal hace al corazón! El espíritu divagando por doquiera,
ocupándose de mil naderías, deja seco al corazón y no lo alimenta ya
con buenos pensamientos; la memoria no le recuerda ya más la
presencia de Dios; la imaginación se divierte y entretiene al espíritu con
sus necias invenciones.
Y entonces nuestro pobre corazón queda obligado a una mera
sensiblería en la piedad y reducido el beneplácito de la gracia; pero
como todavía no ha echado hondas raíces en Dios, ni está lleno de su
amor, ni vive del Espíritu Santo, se agota y desfallece al poco tiempo.
Trabajad a toda costa en la práctica del santo recogimiento, viviendo
de la ley de Dios, de su verdad, de los dones de su bondad, de los
testimonios incesantes de su amor. Fijad vuestro centro de vida y el
lugar de vuestro descanso en Dios para que el espíritu de nuestro Señor
sustituya a vuestro pobre espíritu y sea la luz, la alegría y la vida de
vuestro corazón.
Recogeos más bien en el corazón que en el espíritu. Tratad a Jesús
como lo hacéis con un huésped amigo, amado y regio. No lo dejéis solo
por largo tiempo; dirigidle un saludo en medio de vuestras ocupaciones;
llevadle de vez en cuando algún pequeño ramillete de amor; no
permitáis que se amortigüe el fuego del divino amor; conservad
cuidadosamente este fuego por la unión con Dios, por el ofrecimiento
habitual de cuanto hacéis y, sobre todo, de los pequeños sacrificios que
se os presenten cada día; entregaos generosamente a vuestras
obligaciones de estado, a todo cuanto exija vuestra posición: la gotita de
agua muchas veces repetida llega a llenar un vaso, a dar origen a un
riachuelo y formar un caudaloso río. Alimentad el fuego del amor con
todos los actos de vuestra vida. “Para los que aman a Dios –dice el
Apóstol– todo se torna en bien”.
¡Qué gozo experimentará Jesús, vuestro buen maestro, y con qué
alegría os esperará!

La raíz da la vida al árbol


No os dejéis engañar, so capa de celo, pensando que al daros a los
demás no perdéis nada vosotros, y con ello creéis que podéis
despreocuparos de vosotros mismos.
Creedme: no ejercitéis el celo más que por deber; pero aspirad a la
vida interior, atraídos por el amor divino.
Habéis de respirar en Dios a todo pulmón, vivir de Él. Después de
todo, no hay vida más verdadera que la interior; la vida exterior es para
nosotros un desgaste de nuestra débil virtud.
Es evidente que la raíz da la vida y la pujanza al árbol; pero se halla
oculta bajo tierra, porque le es preciso trabajar oculta y sosegadamente.
Algo semejante ocurre en la vida espiritual: la caridad, las virtudes,
las obras exteriores, la misma oración vocal, no son ni deben ser más
que ramas; la vida de esas obras radica toda en el recogimiento, en la
unión del alma con Dios; es su alimento, su vida y su fuerza. He aquí la
razón por la cual habéis de uniros con Dios en la oración, escucharle
más bien que hablarle; acogeros humildes a su corazón más bien que
ejercitaros en actos de entrega, en que el alma de ordinario pierde su
recogimiento y se desvanece en sentimientos extraños a su naturaleza.
Cuanto más os gastéis en vuestro trabajo exterior, tanto más debéis
tonificar y llenar de Jesús vuestro interior.

La verdadera actividad espiritual


La actividad del alma: ése es nuestro gran enemigo.
Se diría que nos enciende en la piedad; pero este ardor es a menudo
ficticio y debilitante.
La verdadera actividad espiritual es aquella que se ejercita en Dios o
en torno de Dios, ya que el alma se une por la caridad a su fin y a su
gracia inmediata.
Esta es la razón por la cual nada hay más activo que el verdadero
amor de Dios, porque entonces la llama actúa bajo el influjo inmediato
del fuego.
Trabajad con todo interés por ser interiores; es decir, por trabajar a
una con Él y por ser felices con Él. Sabed alimentaros a cada instante de
su divina providencia, natural y sobrenatural; uníos tiernamente a Él por
un sentimiento sencillo de corazón y de deseo, siempre que no sintáis
ningún estimulante de vuestro amor y muy especialmente cuando
recibáis alguna consoladora visita interior.
Su luz inspirará y motivará vuestro pensamiento y regulará vuestras
ideas. El fuego se sostiene por sí mismo cuando se le alimenta con buen
combustible: es verdad que la actividad es su elemento, mas la
verdadera actividad del amor es interior.
En el momento en que Dios quiera expansionar exteriormente esta
llama y volverla incendiaria, un ligero soplo la llevará presto a la selva
que la rodea; y cuando este viento sople en vosotros, dejad que lo
devore todo: Dios lo dirige.

Continúa…

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