Simón Bolívar y Manuela Sáenz: Los Géneros de La Historia/ Los Géneros de La Literatura en El Ensayo de Teresa de La Parra

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 26

Simón Bolívar y Manuela Sáenz: los géneros de la historia/ los géneros de la

literatura en el ensayo de Teresa de la Parra.


Mayuli Morales Faedo
(Universidad Autónoma Metropolitana - Iztapalapa)

El conocimiento es una forma de ordenar el


mundo; y como tal, no es previo a la
organización social sino que es inseparable
de ella.

Joan W. Scott, Género e historia.

La historia tiene indudablemente sus propios


placeres estéticos, que no se parecen a los de
ninguna otra disciplina. Ello se debe a que el
espectáculo de las actividades humanas, que
forma su objeto particular, está hecho, más
que otro cualquiera, para seducir la
imaginación de los hombres. Sobre todo
cuando, gracias a su alejamiento en el tiempo
o en el espacio, su despliegue se atavía con
las sutiles seducciones de lo extraño. […]
Cuidémonos de quitar a nuestra ciencia su
parte de poesía. [...] Sería una formidable
tontería pensar que por tan poderoso
atractivo sobre la sensibilidad, tiene que ser
menos capaz también de satisfacer a nuestra
inteligencia.

Marc Bloch, Apología de la historia.

Del proyecto de escribir una biografía sentimental, íntima, --fuera de los

cauces de la historia oficial--, de la vida de Bolívar, al que Teresa de la Parra (1889-

1936) dedicó sus últimos años, sólo nos queda la última parte de su ensayo/

conferencia titulado “Influencia de las mujeres en la formación del alma americana”,

en el que explora el papel de las mujeres en la independencia. Con ellas, a quienes

1
llama “las inspiradoras y las realizadoras”1, se cierra el ciclo femenino iniciado en la

primera parte del ensayo con las mujeres de la conquista, “las dolorosas

crucificadas por el choque de las razas”. De un punto al otro, es decir, de la

conquista a la independencia, pasando por “las místicas y las soñadoras” de la

colonia, la autora traza una línea evolutiva.

Que la escritora venezolana haya fraguado el proyecto de biografía del héroe

hispanoamericano y que la adjetive como ‘íntima’2, apunta hacia una inversión del

punto de vista del lugar de realización del héroe --el espacio público--, al lugar de

su formación --el privado. O quizás, para un mejor entendimiento, del lugar de la

historia oficial, espacio de realización de los héroes nacionales. De modo que “ver

a Bolívar fuera de la literatura heroica, que hasta ahora me lo había cubierto y

desfigurado”3, sea su propósito, en una búsqueda de realismo o de verosimilitud

histórica. Y para lograrlo, el contexto en su sentido más amplio es imprescindible

pues, a su juicio, “los lugares y épocas por donde pasa Bolívar son de por sí y aun

prescindiendo de él, épocas sumamente sugestivas: la colonia en el siglo XVIII, vida

de la ciudad y de la hacienda; corte de Carlos IV; el consulado con el alba del

1 Teresa de la Parra, “Influencia de las mujeres en la formación del alma americana” (Parra, 2005:
148). Las citas del ensayo de Teresa de la Parra remitirán siempre a esta edición y se anotará el
número de página al final de las mismas.
2 Respecto a este proyecto, le escribe al historiador venezolano Vicente Lecuna: “De mis trabajos,

muy pocos, y lecturas de estos últimos tiempos me ha venido una idea o proyecto muy vago todavía:
el de escribir una biografía o vida íntima de Bolívar. Quisiera hacer algo: fácil, ameno, en el estilo de
la colección de vidas célebres noveladas que se publica ahora en Francia. La palabra novelada, es
naturalmente muy relativa, yo creo que una biografía de Bolívar es de por sí, sin salirse de la verdad
histórica, mejor novela que cualquiera otra que quisiera hacerse. Quisiera ocuparme más del amante
que del héroe, pero sin prescindir enteramente de la vida heroica tan mezclada a la amorosa. Es un
proyecto un poco atrevido quizás; ¡se ha escrito tanto sobre Bolívar…! La buena acogida que se le
hizo a una conferencia que sobre Bolívar dije en la Habana me ha dado la idea […] No sé qué se ha
hecho últimamente sobre el particular. Yo escribiría el libro para hacerlo quizás traducir al francés.
Para no caer en el lugar común lo mismo que para obtener datos hay que leer mucho: bueno y malo”.
Vid. “Carta a Vicente Lecuna”, 18 de mayo de 1930 (Parra, 2005: 33).
3 Vid. “Carta a Vicente Lecuna”, 12 de julio de 1930 (Parra, 2005: 35).

2
Romanticismo y el París de Napoleón, etc.”4. Esta conciencia de la necesidad de

recuperar una perspectiva epocal en todos los ámbitos: el paisaje, la concepción de

la existencia, la mentalidad, es la estrategia para salir de la suspensión en el tiempo

y en el espacio que la historia oficial opera en su construcción del héroe o la

literatura heroica que lo deforma. De hecho, al asumir la perspectiva romántica se

tiende a disolver la dicotomía público/ privado para construir la vida de Bolívar como

un relato de aprendizaje que se desenvuelve en un locus romántico inclusivo. Por

otra parte, esa reconfiguración del contexto está más cerca de las estrategias

cognitivas aportadas por la novela realista desde la perspectiva tempo-espacial,

pero con una voluntad clara de hacer historia. “Yo detesto la novela histórica” le

escribe a Vicente Lecuna5. Su lectura de Bolívar se propondría entonces como una

más verídica lectura histórica. Seis años después de la muerte de Teresa de la

Parra, se publica la biografía Bolívar (1942) con la que Emil Ludwig llena el vacío

que ella había detectado y apreciado como potencial.6

II

4 “Carta a Vicente Lecuna”, 18 de mayo de 1930 (Parra, 2005: 33).


5 “Carta a Vicente Lecuna”, 12 de julio de 1930 (Parra, 2005: 37).
6 La biografía de personajes célebres fue un género popular en la época asociado a los nombres

de Stefan Zweig (1881-1942) y Emil Ludwig (1881–1948), referentes importantes en el cultivo del
género. Zweig publicó Verlaine (1905), Fouché, el genio tenebroso (1929), María Antonieta: una vida
involuntariamente heroica (1932). Ludwig publicó Napoleón (1906), Goethe (1920), Miguel Ángel
(1930) y Lincoln (1930). También Romain Rolland (1866-1944), con quien la autora sostuvo amistad
y correspondencia, incursionó en el género con Vida de Beethoven (1903), Vida de Miguel Ángel
(1905), Vida de Tolstoi (1911), y Gandhi (1923), entre otras. La idea de hacer la biografía íntima de
Bolívar sacando su imagen estatizada en/de la historia oficial para devolverla a su contexto, es decir,
a la mentalidad de su tiempo, al espíritu romántico que signó las independencias americanas, a su
condición humana, muestra un viraje de la ficción a la historia cuyo punto transitorio es Memorias de
Mamá Blanca (1929).

3
Sin embargo, lo que tenemos no es el proyecto truncado por la enfermedad

y la muerte temprana de Teresa de la Parra, sino el ensayo/ conferencia de su visita

a Colombia en 1930, cuya última parte dedica a la independencia. Dicho texto se

inserta en un corpus mayor, la ensayística de escritoras hispanoamericanas de la

primera mitad del siglo XX, cuyas reflexiones corren paralelas a las del canon

ensayístico hispanoamericano de los años treinta centrado en el discurso de la

identidad. Este corpus tiene entre sus temas fundamentales el de la revisión, el

cuestionamiento y la reconstitución de una historia desde la perspectiva de las

mujeres 7 , con textos como el que nos ocupa, “Influencia de las mujeres en la

formación del alma americana” de Teresa de la Parra; “Feminismo” de Camila

Henríquez Ureña; “Influencia de la mujer en Iberoamérica” de Mirta Aguirre y

“Declaración de fe” de Rosario Castellanos. Inevitablemente, cualquier incisión

desde esa perspectiva en el ámbito de lo que se considera como “Historia” supone

una alteración de sus paradigmas según el entendimiento de políticos o de

académicos. Es el caso de Teresa de la Parra, pues si bien titula su ensayo evitando

la palabra historia, todo el tiempo trata sobre la misma, incluso la tematiza y la

dramatiza en la búsqueda de otras variantes interpretativas.

El gran reto de la articulación histórica propuesta por la escritora venezolana

se origina en la conciencia de la necesidad de situarse fuera del canon de la

construcción histórica enfocándolo desde una perspectiva crítica. El ensayo no solo

cuenta con innumerables ejemplos de esa conciencia subvertidora, que no se

7 Se trata del punto número uno entre los ejes representativos considerados en ese momento para
las ensayistas de la primera mitad del siglo XX: 1. La revisión, el cuestionamiento y, en consecuencia,
la necesidad de la reconstitución de una historia desde la perspectiva de las mujeres. (Morales, 2015:
15).

4
manifiesta a la manera de presupuestos metodológicos, ni se desarrolla con

profundidad académica dadas las características de estilo y los objetivos de su

función comunicativa; pero, desde el punto de vista de un análisis sensible, dicha

conciencia se constituye como el punto de partida necesario para la realización del

ensayo. Nos falta una sistematización seria de los presupuestos explícitos e

implícitos que sustentan este ensayo y que ponga de relieve el saber de su escritora,

sus amplias lecturas, su conocimiento del documento avalado en su epistolario, las

numerosas señas y referencias de lo consultado para su texto, su lucidez para

enfrentar los riesgos de trabajar prácticamente en el vacío y su pasión por la historia,

que nos legó un ejercicio intelectual de alto vuelo y mayor trascendencia. Mientras,

nos centraremos en aquellos que más explícitamente nos lleven a la configuración

de los personajes históricos de nuestro interés: Simón Bolívar y Manuelita Saénz.

Uno de los señalamientos más importantes al respecto, es la relación entre

la literatura como discurso fundacional de la historia y las características en que la

misma se estructura: el héroe como su figuración más relevante, lo heroico como

su valor supremo, y la epopeya como su género o modelo, para contraponerla a la

percepción de la práctica histórico-cultural de las mujeres:

La concordia, obra casi siempre de mujeres, es anónima; carece de


elementos trágicos; no ofrece material para hacer epopeyas y la
felicidad que es poco brillante, no se perpetúa en los libros, sino en los
hijos, en la fusión fraternal de las razas y en la bondad humilde de la
costumbre que va limando las asperezas de la vida hasta hacerla
sonriente y grata. (149, énfasis mío)
En este fragmento se evidencia la relación asunto/material/suceso y el

modelo genérico que definirá lo histórico como sistema de valores, que se articula

5
como un campo de relación entre lo nominado, lo épico y la memoria, es decir, lo

digno de ser perpetuado en los libros, en la escritura. La historia entendida como

los sucesos trascendentes para la vida de un pueblo, simbolizados y encarnados en

una figura líder y convertidos en un referente de identidad, será la fuente de la

epopeya; o para decirlo de otra forma: el tipo de material que nutre la epopeya --

género literario-- es el que nutre la historia. Porque la epopeya es un relato

fundacional no sólo desde el punto de vista literario, sino también desde la

perspectiva de la nación/ imperio/ Estado, etc. Lo “femenino”, entonces, como modo

de ser y hacer, no encuentra un lugar en ella8. Por esa conciencia, al rescatar a

Doña Marina para la historia en la primera parte de su ensayo, la desplaza a otro

registro genérico:

Ella será la flor de la narración que no es propiamente una historia sino


algo mucho más alto y más bello: un romance en prosa. (154).
Un romance en prosa --nos dice la escritora venezolana-- es más alto y más

bello que una historia o una epopeya, y su protagonista una flor. El romance,

“heredero natural de la épica, deja libre juego a la fantasía, y se caracteriza por

englobar, a veces mezclándolas, una continua sucesión de aventuras que no se

8 Sin embargo, de la Parra utiliza antes el término a propósito de una mujer, la reina Isabel la
Católica: “De una mujer, Isabel la Católica, nació como sabemos todos, la epopeya de la conquista.
Al adivinar a Colón, ella dirigió de España hacia las selvas de América el tumulto espléndido del
Renacimiento” (145). El caso de Isabel es particular pues se trata de una figura de poder,
insoslayable en términos históricos. Aún con este reconocimiento vale la pena detenerse en los
verbos escogidos por la ensayista: “nació”, “adivina” y “dirige”. La epopeya nace de la reina, es decir,
ella la pare, la crea, al adivinarla y la dirige. La mujer pare, crea, da vida al ser y da vida a la historia,
es decir crea la historia, y en esa medida la hace, produciendo así un desplazamiento y una dialéctica
entre nacimiento, creación e historia. Vale recordar además que, para De la Parra, “adivinar” es una
estrategia fundamental de lectura y articulación de la historia, y en especial para la interpretación
histórica del papel de la mujer, tal como lo demostró en su lectura de Bernal Díaz del Castillo a
propósito de Doña Marina. Esta metáfora revela la estrategia que le permite tejer la relación entre la
mujer y el espacio negado para ella de la Historia.

6
atienen a los límites de la verosimilitud, e historias de amor entre personajes

generalmente unilaterales y poco perfilados… El romance puede incluir elementos

mágicos o fabulosos, se desarrolla a menudo en países exóticos, lejanos o

inexistentes,…” (Platas, 2000: s.v. novela). Género al que pertenecen las novelas

de caballerías, en ellas la dama, la mujer, desempeñaba un papel central en un

relato casi siempre entramado con el componente amoroso. Si se tienen en cuenta

los vínculos entre la ideología caballeresca y el proceso de la conquista de América

puede entenderse porqué De la Parra fusiona el romance con la relación de Doña

Marina y Hernán Cortés. En virtud de esta asociación es que, a la identificación del

hombre/ héroe con la epopeya --en la que no tienen cabida de manera relevante

protagónicos femeninos--, Teresa de la Parra responde activando otra, con el

romance, género que sin excluir lo épico abarca otras esferas vitales y hace del

dilema amoroso y del protagonista femenino su eje.

Con el relato de la independencia --tercera parte del ensayo-- se fractura esa

delimitación epopeya/ romance, articulada a propósito de la conquista, en la

compleja figura de Manuela Sáenz, conocida para la historia con el epíteto que le

diera Bolívar: “la libertadora del Libertador”. Al inicio de esta última parte, De la Parra

es fiel a su rescate de lo anónimo simbolizado en hechos o figuras, como método

de corrección histórica; estructurando su objeto siempre de lo general a lo particular:

Es a las mujeres anónimas, a las admirables mujeres de acción indirecta


a quienes quisiera rendir el culto de simpatía y de cariño que merece su
recuerdo. Durante más de tres siglos habían labrado en la sombra y como
las abejas, sin dejar nombre, nos dejaron su obra de cera y de miel. Ellas
habían tejido con su abnegación el espíritu patriarcal de la familia criolla
y al pasar sus voces sobre el idioma le labraron en cadencias y dulzuras
todos sus propios ensueños. Cuando llega la Independencia una ráfaga

7
de heroísmo colectivo las despierta. Movidas por él pasan en la historia
como el caudal de un río. Es una masa de ondas anónimas que camina.
Uno de estos momentos históricos el más simbólico y quizás también el
más sublime es aquel que se llamó en Venezuela La Emigración. (193-
4)
Este fragmento configura una síntesis poética y proteica de un proceso

histórico, cuya anonimia y sentido productivo se homologa con imágenes de la

naturaleza. Así se articula lo general, que debe apreciarse como una construcción

colectiva cuya desembocadura final es la nación en todos sus componentes. La

primera comparación es con las abejas: en la colonia (“más de tres siglos”) “habían

labrado”, que semánticamente remite al trabajo manual-artesanal del campo, pero

también al del orfebre; “en la sombra”, es decir, sin nombre, sin que se advirtiera,

se notara, ni reconociera, “su obra de cera y de miel”: la casa o la ciudad como panal

y alimento, este último dulce y proteico. El símil con las abejas no solo remite a lo

anónimo, sino a la sistematicidad, la paciencia y el trabajo laborioso en colectivo.

Pero la acción no queda en casa y alimento; el verbo labrar se extiende a la lengua,

o para decirlo en sus propias palabras: “al pasar sus voces sobre el idioma le

labraron en cadencias y dulzuras todos sus propios ensueños”. Aquí la acción de

labrar se convierte en una impregnación del colectivo, y en un trabajo sobre las

potencialidades formales y de sentido, proyectando también la dulzura que estaba

en la miel y ahora se imprime en la lengua para labrar sus propios ensueños, es

decir, sus ilusiones,... que permearían la construcción de un lenguaje propio tanto

nacional como continental, cuyo proceso evolutivo ha sido también anónimo, hijo de

la interacción y de la necesidad de comunicación y expresión de la colectividad.

8
Y es justo en ese contexto oracional y de sentido que se introduce la

“abnegación”, estrechamente vinculada a lo anónimo: “Ellas habían tejido con su

abnegación el espíritu patriarcal de la familia criolla”, espíritu inconcebible sin el

lenguaje. Abnegación es una palabra de alta complejidad ideológico – política a los

efectos de las mujeres. Según la Real Academia, significa “sacrificio que alguien

hace de su voluntad, de sus afectos o de sus intereses, generalmente por motivos

religiosos o por altruismo” (DRAE, 2000: s.v.). Con algunas variantes, el Diccionario

Enciclopédico Espasa la define como: “f. Sacrificio que uno hace de su voluntad o

de sus intereses en servicio de Dios, del prójimo, de ideales, etc. SIN. Altruismo.

ANT. Egoísmo” (1995: s.v.). En el Diccionario de usos del español de María Moliner

se define como: “Cualidad o actitud del que arrostra peligros, sufre privaciones o

realiza cualquier clase de sacrificios por otras personas, por un ideal, etc.” (Moliner,

2007: s.v.). Difícil elaboración ideológica, sólo posible a través de la síntesis poética

que permite construir un significado complejo, de alta densidad a propósito de la

aportación de las mujeres a la historia humana y en este caso continental durante

la colonia, espacio donde comienza a consolidarse la identidad. En el intríngulis de

la abnegación femenina como sujeción y el significado de la palabra que se proyecta

en función del valor colectivo y del darse en los otros, De la Parra articula una

dialéctica que no requiere descartar el patriarcado para constituirlas en sujetos

culturales, fundadores y creativos; sino que parte de la naturaleza y su anonimia,

así como de su asociación con las mujeres para transformar un esquema estéril y

ahistórico (mujer = naturaleza) en una articulación fructífera, creativa y

trascendente, que le permite introducirlas como constructoras de la nación/

continente.
9
En el momento de la independencia se mantiene la acción colectiva que se

dinamiza en otra forma, la del movimiento hacia adelante en una naturaleza fluyente

constituida por elementos físico-naturales, pues “una ráfaga de heroísmo colectivo

las despierta” (¿de sus propios ensueños?) y “pasan en la historia como el caudal

de un río”; son una “masa de ondas anónimas que camina”: aire, agua y

movimiento transportador de energía en el sentido físico: la anonimia de la

naturaleza impregna su paso por la historia. Pasamos así de la sistematicidad

paciente de las abejas a la “ráfaga”, al “caudal de un río” y la “masa de ondas

anónimas” que arrastra y transforma. Aquí se introduce un suceso que De la Parra

caracteriza como simbólico y sublime: La Emigración. De esta marcha que sale de

Caracas siguiendo a Bolívar, y que incluye sobre todo a mujeres y niños, muy pocos

llegarán vivos a su destino, morirán la mayoría “de hambre, de insolación y de

cansancio en el camino” (194). Aquí también se inscribe el grupo más numeroso de

las heroínas, las que se suman a las muertes oscuras, sin nombre, que abonaron el

camino a la Independencia; y estamos ante otra dimensión de la abnegación que

se toca con la epopeya, pero cuya naturalización impide percibirlo. Y es justo a

propósito de este dramático suceso que aparece de manera inevitable la figura del

héroe masculino, Bolívar. El término ‘influencia’, que desde el título marca el punto

de vista, se dirige de lo social en general, a la figura de Bolívar en particular, para

centrarse en la construcción del héroe, del alma del héroe 9 . Esta última parte,

9 Richard Rosa y Doris Sommer, en su artículo “Teresa de la Parra. America’s Womanly Soul”,
asumen el término influencia en la perspectiva de Oscar Wilde retomada por Bloom: “Quoting Oscar
Wilde on the problem, Bloom worries about it: <<Because to influence a person is to give him one’s
own soul… He becomes an echo of someone else’s music, an actor of a part that has not been written
for him”. De modo que “for Teresa de la Parra, [Bolívar] was not the famous men, celebrated in
histories, who really won independence, instead, political freedom was an anonymous and collective
confection of their more modest mates”; así aparece como “a blank figure on whom others –mostly

10
entonces, dedicada a la influencia que tuvieron las mujeres en la vida de Bolívar,

las revela como formadoras, orientadoras o guías que lo impulsaron y además como

seguidoras. Sin embargo, al final se opera una ruptura, al desplazarse el relato de

Bolívar a Manuela, quien trasciende desde el ámbito de la influencia hacia el de la

heroína, y con cuya propuesta de rescate cierra su ensayo De la Parra.

La excepción en esta constelación de mujeres es la figura de Simón

Rodríguez, maestro de Bolívar, quien --a juicio de Teresa de la Parra-- las preside

a todas. Su presencia en el ensayo, plena de quijotismo y, en tal sentido, marginal,

sustentaba el singular puesto que le había sido otorgado10. Ese quijotismo incluso

se vinculaba al final con Manuelita, cuya representación opera en la misma lógica.

Sin embargo, en todas las veces que he leído o trabajado el texto, esa explicación

no me resultaba suficiente, como si hubiera algo más que no se revelaba en la

lectura. El libro de Joan Scott Género e historia, ha sido fundamental para

comprender esta presencia, así como los complejos elementos y los conocimientos

en que se sustenta la estructura de este ensayo. De ahí, la pertinencia de un análisis

acucioso del texto que potencie sus significados a partir de una perspectiva

histórica, ya que de una articulación histórica y de una búsqueda de la historicidad

women—inscribe their desire, their fiction.” (Meyer, 1995: 116-118). Esta perspectiva es quizás la
que sigue Luz Horne en su artículo “La interrupción de un banquete de hombres solos: una lectura
de Teresa de la Parra como contracanon del ensayo latinoamericano”, donde afirmar que “la
identidad ya no es una determinación esencial y, por lo tanto, es posible de ser modificada como un
papel actoral”. (Horne, 2005: 17). La lectura y análisis de un corpus más amplio, en el que se
encuentran textos como “Influencia de la mujer en Iberoamérica” de Mirta Aguirre, me ha mostrado
la pertinencia del enfoque histórico, que pretendo seguir en este trabajo.
10 Richard Rosa y Doris Sommer lo perciben como “another mercurial figure whose significance

comes from presiding over those women” en una perspectiva asentada en el psicoanálisis y vinculada
a la noción de influencia que toman de Oscar Wilde (Meyer, 1995: 119).

11
se trata. La propia Teresa de la Parra al delinear a Simón Rodríguez lo presenta en

el espacio de lo utópico:

Filósofos descabellados a lo Saint-Simón, generosos, paradójicos y


originales, estos alocados son la sal de la vida. Ellos redimen a la
humanidad de la avaricia, y del egoísmo que son los vicios de la cordura.
Su inquietud sabe descubrir fases nuevas a las cosas más vulgares, y su
presencia está siempre acompañada de sucesos cómicos e imprevistos.
Era, pues, natural que Bolívar, tipo del genio equilibrado fraternizara tanto
con su tocayo y profesor Rodríguez que fue como lo veremos ahora el
alocado genial por excelencia. (196)

Hermosa y sugestiva síntesis de su figura, más aun si se tiene en cuenta la

visión que, prejuiciada y con toda la carga de moralismo burgués, se había

proyectado sobre el personaje. “Filósofos descabellados a lo Saint-Simón”, es decir,

al estilo de un socialista utópico. Dos referencias a socialistas, que recuerde, hay

en este ensayo, la de Rodríguez y la de Mistral. Vale además recordar, para este

caso, la decisiva participación e influencia de las mujeres en el socialismo utópico y

la de los socialistas utópicos en los movimientos femeninos del siglo XIX, lo que se

aviene muy bien con la obliteración de la historia de las mujeres que De la Parra

pretende revertir en su ensayo. Ante el desarrollo acelerado de la industrialización

y el impacto negativo en la vida de los trabajadores --en especial de las mujeres y

de los niños--, la vida cotidiana, la familia, el ejercicio de la maternidad, no solo

serán los ejes concentradores de los derechos por reivindicar; sino que, en una

proyección humanista, estos derechos devendrán en una consecución de la

armonía y de la felicidad a través de proyectos colectivos, que enfrentaban un

individualismo deshumanizante, cosificante. No es casual que ambos, el socialismo

utópico y el movimiento de las mujeres, hayan sido desplazados de la historia y del

12
pensamiento como estrategias de transformación de la sociedad. Scott ha señalado

que:

En el programa de los socialistas utópicos de este período la familia era


un tema clave; o bien se planteaban experimentos con formas alteradas
de organización familiar, como hicieron Charles Fourier y los
sansimonianos, o bien se hacían promesas de mejoras cualitativas para
mayor felicidad de las parejas tradicionales y de sus hijos. La
organización del trabajo y el asociacionismo eran tan sólo dos de los
temas predominantes en este período de protestas de la clase obrera; la
familia era el tercero, un tema tan importante como los dos anteriores,
con los cuales estaba interrelacionado. (Scott, 2004: 125-6)11

No es casual que De la Parra haga un guiño irónico en relación con el

abandono que hace Rodríguez de su familia. Guiño lúdico y no sermoneador que

revela la contradicción y apunta a la locura genial de su figura. Así, los ideales del

socialismo utópico, los ideales de libertad y las mujeres quedan situados en la

constelación romántica que define ideológicamente la primera mitad del XIX, en la

que no se ha efectuado una escisión radical entre lo público y lo privado. De modo

que no es extraño que De la Parra apunte:

En 1824 atraído por la gloria del que en todas partes llaman ya el


Libertador, Rodríguez decide regresar a América a fin de fundar en las
naciones libertadas por su discípulo un gran estado comunista en donde
solo exista la igualdad y la dicha. (198)

Teje así un hilo que une a Rodríguez con las mujeres de Europa y de

América. Para entender la estrategia que sigue la escritora venezolana en relación

con las mujeres y Bolívar, habría que empezar por preguntarse ¿cómo se construye

la figura del héroe? y ¿qué mujeres la construyen y qué aporta cada una de ellas?

11 Y para demostrar los alcances de esta influencia, valdrá añadir de este mismo estudio, la siguiente
cita: “Modistas y costureras estaban entre quienes respondieron al evangelio sansimoniano; estas
superaron en número a otras categorías de discípulos del movimiento obrero y participaron de forma
importante en La tribune des femmes, un periódico editado de 1832 a 1834 por las mujeres
sansimonianas” (Scott, 2004: 128).

13
Las figuras femeninas que formaron, impulsaron u orientaron de diversos modos la

vocación libertaria de Bolívar son: su nodriza, la negra esclava Matea; su esposa

Ma. Teresa Rodríguez del Toro, de quien enviuda tempranamente; su prima Fany

de Villars, quien lo presenta en los salones de París; y su compañera y amante de

la guerra, Manuela Sáenz. Con ellas realiza un proceso de aprendizaje acerca de la

vida y el destino.

Uno de los méritos del ensayo de Teresa de la Parra es su voluntad de

contextualizar los hechos en el hoy llamado ámbito cultural de las mentalidades,

indisolublemente vinculado a la comprensión de esa constelación histórica en que

articula su historia.12 Es desde esta perspectiva que se puede entender la imagen

de Matea, la nana que se encarga del niño huérfano de madre y toma su lugar

afectivo. No solo es una dadora de afectos, una cuidadora, es además una

educadora, una trasmisora cultural. Con Matea, el héroe accede en su infancia a

una de las expresiones caras al romanticismo que contribuirán a definir la nación: el

paisaje de la patria, así como a los cuentos y las historias de los esclavos de la

hacienda, que lo ponen en contacto con creencias rurales y con una memoria

12 La lectura de este ensayo suscita varias preguntas en relación con el conocimiento que lo
sustenta y el que se pretende formular. Por ejemplo, ¿qué saber se encuentra detrás de su manera
de contar la historia?, lo que se vincula estrechamente con ¿qué sabía, qué había leído Teresa de
la Parra? En una carta a Rafael Carías del 2 de marzo de 1924, le comenta: “Tomo clases de
declamación y de dicción francesa, con Mme. Moreno una de las más atrayentes ex actrices de
Francia, voy a algunas conferencias interesantes de la Sorbonne y de la Universidad de los Anales
donde he oído a Gyp; a Colette; a Tinayre y otras celebridades masculinas y femeninas de la
literatura contemporánea. Por lo tanto creo que, de semejante combinación de elementos, algo
provechoso habrá de salir algún día” (Parra, 2005:105). Además de mostrar la activa vida que, desde
el punto de vista de la creación y el conocimiento, llevaba Teresa de la Parra en París, hay un dato
en específico que me parece relevante a los efectos de este ensayo, su interés en la Universidad o
Escuela, como se le conoce, de los Anales, por el impacto que tuvo la misma, con posterioridad, en
el desarrollo de la historiografía del siglo XX. Había leído también a Michelet, padre de la
historiografía francesa, y a otros filósofos, historiadores y pensadores. Algunos referidos en su
correspondencia y diario, otros ni siquiera mencionados, constituyen un reto para la investigación y
la comprensión de su ensayo y una muestra de su conciencia de la historia.

14
histórica, tradicional y fantasmagórica de la opresión colonial, aspecto este que

también revela ese vínculo tan relevante para la constitución de lo nacional.

Huérfano desde muy niño es en los brazos de la esclava Matea donde


Bolívar oye y mira por primera vez la honda poesía de la vida rural que
es la faz más querida y noble de la Patria. […] Al caer la tarde, terminado
el trabajo del campo, Matea lleva a su niño Simón al repartimiento o patio
de los esclavos. Allí bajo el propio cielo mientras cae la noche él oye
cuentos de miedo con duendes y fuegos fatuos, que narra algún viejo
negro. Los cuentos tienen casi siempre como tema los horribles crímenes
del tirano Aguirre, el conquistador rebelde y bandido, cuya alma en pena
vaga todavía en forma de lucecita que se apaga y se enciende mucho
más grande que los cocuyos (195)
Pero aquí se apunta además un eje conflictivo desde la primera parte del

ensayo: la relación oralidad/ escritura; la primera, fuente decisiva y verídica para la

historia; la segunda, como estatización y oficialización de una perspectiva

deformadora. En Matea se concentra además la figura de la madre de otra cultura;

ella será el punto de partida del aprendizaje romántico–afectivo del héroe, inclusivo

del otro, que tendrá su momento clímax en esa anécdota de su entrada triunfal a

Caracas, cuando Bolívar detiene su comitiva para ir a besar y abrazar a su Nana,

contada por De la Parra13.

María Teresa Rodríguez del Toro representa otro aspecto de esa mentalidad

romántica que coadyuva a la construcción del héroe también romántico. Casados

por el intenso amor de juventud, con la pronta muerte de Teresa se cumple otro

‘topos’ caro al romanticismo: la fatalidad de la muerte y, como consecuencia, el dolor

13 De la Parra explora este problema de los orígenes a partir de la figura femenina en su papel de
formadora y trasmisora de la memoria sociocultural. En esa perspectiva aprecia a la Ñusta Isabel,
madre del Inca Garcilaso de la Vega, como voz fundacional de la literatura hispanoamericana a partir
de la memoria legada al hijo. La consecuencia importante de esta propuesta reside en haber situado
en el mundo indígena derrotado y, por tanto, en su dolor la fundación de la literatura americana y en
el del héroe de la independencia el origen esclavo y africano a partir de la relación afectiva con el
símbolo materno encarnado en la Nana esclava.

15
y la impotencia ante designios que se encuentran fuera del control humano. La

viudez redefinirá su destino luego de pasar por el sufrimiento, el dolor exacerbado

en el que se complace, el ansia de muerte y, luego, la frivolidad, el despilfarro de

una cuantiosa fortuna heredada, la conquista de París, etc. Siguiendo la relación

entre literatura e historia desde la perspectiva de los géneros literarios, se puede

apreciar la vida de Bolívar, entonces, como una especie de novela de

aprendizaje14, en la que su condición de héroe se inscribe como una posibilidad

que logra alcanzar su desarrollo. Así lo presenta Teresa de la Parra tejiendo un

delicado hilo entre el genio y el hombre común, el heroísmo y la cotidianidad:

Cuando Bolívar habla de su amor por Teresa del Toro asegura que de no
haber muerto ella, él no hubiera salido nunca de los límites trazados por
aquel idilio de su adolescencia. Dafnis y Cloé de los Valles de Aragua
hubieran terminado en Filemón y Baucis de la hacienda de San Mateo.
Encauzado dentro del matrimonio al final de su vida –afirma el mismo
Bolívar--, habría aspirado quizás a la alcaldía del pueblecito cercano. Hay
personas que rechazan esta suposición. A mí me gusta creerla porque
me parece verosímil y porque me parece muy dulce pensar que en la
monotonía de la vida, cuando menos lo imaginamos, pasa tal vez a
nuestro lado un alma genial a quien un profundo amor la hizo olvidarse
de sí misma y la puso a caminar dentro del gran rebaño. (204)
La documentación del propio Bolívar, aunque privada, es la que le permite

aventurar esta dialéctica de lo privado y lo público, de la potencialidad y la

posibilidad. Asistimos entonces, de la cotidianización del romance fracturada por el

destino, a un impulso autodestructivo que se canaliza hacia lo epopéyico en un

14 “Novela de aprendizaje. Novela en la que se cuenta la formación, descubrimientos y


enfrentamiento de un personaje joven con la vida, por lo general en los años que le llevan de la
adolescencia a la madurez, durante los que se forjan su carácter y su concepción del mundo. Con la
progresión del tiempo se va mostrando el desarrollo de la personalidad a través de aventuras,
reflexiones y experiencias, lo que en unos casos implica la existencia de viajes, en otros el análisis
íntimo de las diversas facetas que la vida presenta” (Platas Tasende, 2000: s.v.). Este proceso del
sufrimiento individual encauzado a una proyección colectiva sigue una estrategia similar a la operada
con el sufrimiento de la Ñusta Isabel: en ambos son pérdidas.

16
propósito mayor. La línea del romance, sin embargo, se sostiene, o más bien es la

que sostiene la epopeya. En ese tránsito, la figura de Fany de Villars es

fundamental. Aunque referirse a la influencia de las mujeres podría parecer un lugar

común para explicar su papel en la historia, hay que entender que Bolívar es una

figura canónica u oficializada a base de censuras y ocultamientos; en realidad es el

héroe traicionado. La ensayista parte de su relación con las mujeres para humanizar

y desmitificar la figura de Bolívar y para situarla históricamente ya que hacia ellas

conducen todos los orígenes. No puede hablarse del proceso independentista sin

hablar de Bolívar, ni sin entender el impacto del Romanticismo. A partir de estas

relaciones, la historia de Bolívar accede a los registros del romance y, como

veremos luego, la de Manuela emerge en el ámbito de la epopeya.

Junto a estas mujeres inspiradoras, aparece la figura de Manuela Sáenz, la

más polémica en relación con la historia oficial y con la que cerrará el ensayo la

escritora venezolana. Condenada al destierro después de la muerte de Bolívar, la

historia oficial se había encargado de limpiar el nombre de “la amable loca” 15 de

cuanto documento, memoria, etc. hiciera referencia a su participación en el proceso

independentista y a su relación amorosa e influencia para con El Libertador. Y es

que Manuela Sáenz es más que una inspiradora: ella lo arrastrará con su amor y

con su activa participación e influencia hacia un espacio vetado por la moral y la

ideología y, finalmente, por la historiografía16. Por tanto, la defensa de Manuela

15 Epíteto dado por Bolívar a Manuela y recogido por Perú de Lacroix en “Testimonio de Simón
Bolívar sobre el incidente del zarcillo” (Las más hermosas: 2006: 15). Lo utiliza también Bolívar en
una carta dirigida al General José María Córdova de fines de junio de 1828: “en cuanto a la amable
loca. ¿Qué quiere Ud. que yo le diga a Ud.? ….” (Las más hermosas: 2006: 152).
16 En las primeras cartas de Manuela y Bolívar se revelan las tensiones suscitadas por un amor
que se encuentra en la zona condenada del adulterio, la liberalidad de ella y las objeciones morales

17
Sáenz en este ensayo tiene importantes connotaciones políticas pues las

conferencias de Teresa de la Parra tuvieron lugar en la Quinta Bolívar, justo en el

lugar de residencia del Libertador y Manuela en Colombia, y desde donde había

sido expulsada definitivamente hacia el destierro, luego de la muerte de Bolívar. A

partir de ese momento le sería escamoteada su gloria, su lugar en la historia y el

haber salvado los documentos de Bolívar, que sacó clandestinamente de esa Quinta

Bolívar.

La caracterización del personaje de Manuelita que hace la ensayista

responde a los documentos de la época, que sin dudas revisó. Su aporte reside en

proponer, a partir de ciertos rasgos de su conducta testimoniados, un nuevo juicio

valorativo desde el contexto de su época:

La figura de doña Manuelita es en extremo interesante no solo por su


lado pintoresco sino porque representa, si bien se analiza el caso de la
protesta violenta contra la servidumbre tradicional de la mujer a quien
sólo se le deja como porvenir la puerta no siempre abierta del matrimonio.
Mujer de acción no pudo sufrir ni el engaño ni la comedia del falso amor.
Hija de la revolución no escuchó más lenguaje que el de la verdad y el
del derecho a la defensa propia. Fue la mujer “après guerre” de la
Independencia. Predicó su cruzada con el ejemplo sin perder tiempo y
sin dejar escuela. (208)

de él. En la carta del 26 de abril de 1825 desde Ica, Bolívar se despide: “[…] soy preso de una batalla
interior entre el deber y el amor; entre tu honor y la deshonra, por ser culpable de amor. Separarnos
es lo que indica la cordura y la templanza, en justicia ¡Odio obedecer estas virtudes!”. A lo que ella
responde en carta de mayo 1 de 1825 desde Lima: “[…] no hay que huir de la felicidad cuando esta
se encuentra tan cerca. Y tan sólo debemos arrepentirnos de las cosas que no hemos hecho en esta
vida. […] Usted me habla de la moral, de la sociedad. Pues, bien sabe usted que todo eso es
hipócrita, sin otra ambición que dar cabida a la satisfacción de miserables seres egoístas que hay
en el mundo. […] Según los auspicios de lo que usted llama moral, ¿debo entonces seguir
sacrificándome porque cometí el error de creer que amaré siempre a la persona con quien me casé?
Usted, mi señor, lo pregona a cuatro vientos: <<El mundo cambia, la Europa se transforma, América
también>>… ¡Nosotros estamos en América! Todas estas circunstancias cambian también. Yo leo
fascinada sus memorias por la gloria de usted. ¿Acaso no compartimos la misma? No tolero las
habladurías, que no importunan mi sueño. Sin embargo, soy una mujer decente ante el honor de
saberme patriota y amante de usted” (Las más hermosas, 2006: 51-3).

18
Al rumor, al descrédito, al tabú que la habían rodeado y habían justificado su

exclusión, Teresa de la Parra opone una valoración histórico – social en la que el

lado pintoresco resulta en realidad la forma espectacular de “la protesta violenta

contra la servidumbre tradicional de la mujer” (208). Y va más allá, en esta protesta

hay dos aspectos que la ligan a la proyección de un futuro mundo moderno: “la

verdad y el derecho a la defensa”. Pero Manuela, una mujer de acción, no deja

escuela, y el mundo de las repúblicas la negará, porque desatará una nueva

sujeción de derechos sobre las mujeres en nombre de una verdad moderna.

Por otra parte, desde el inicio, he venido destacando como parte de ese

proceso histórico-cultural, la alusión a dos géneros literarios: la epopeya y el

romance. Manuela es una figura singular, y la autora no se referirá a ella en ninguno

de los dos términos –aunque los incluye a ambos-, sino por su negación a la

comedia del falso amor. La alusión a un género dedicado desde la antigüedad a la

crítica de costumbres sociales, marcado por lo que modernamente se llama

realismo, remite a la ruptura con su vida anterior, con la realidad de su condición de

casada, consecuencia de un pacto y alejada del idilio amoroso. Finalmente,

establecida la ruptura, no le bastará el romance, querrá acción y derechos, querrá

gloria.

Por esta razón, la manera en que la autora maneja los datos, en que destaca

unos sucesos sobre otros, dice mucho de la imagen que nos quiere legar. En esa

imagen prevalece la militarización de su vestuario, a la que añade sistemáticamente

nuevos galones y que va de la mano con su ambición por situarse en el espacio de

19
la epopeya. 17 Este vestuario masculino fue objeto de críticas y dio pie a la

caricaturización de su figura en los periódicos y al escándalo. En última instancia,

aparece siempre en todas las descripciones y testimonios que se hacen en la época

de doña Manuelita. De la Parra cita el retrato de uno de sus contemporáneos:

Cuando la conocí – dice—contaría unos veinticuatro años. Tenía los ojos


negros, atrevidos, brillantes, la tez blanca como la leche, la estatura
regular y de muy buenas formas. De extremada viveza era generosa con
sus amigos y caritativa con los pobres. Muy valerosa sabía manejar la
espada y la pistola, montaba a caballo, vestida de hombre con pantalón
rojo, ruana negra de terciopelo y sueltos los rizos que se desataban a su
espalda debajo de un sombrerillo con plumas que realzaba su figura
encantadora. (209)
Esta militarización se acompaña, sin embargo, de acciones fallidas y conatos

de rebelión que ponen en jaque al gobierno, pero no logran su cometido final. Y aquí

aparece el otro rasgo de la caracterización de Manuela: el quijotismo que acompaña

su figura y que aporta un suave tono paródico a sus propias acciones y a su imagen

aguerrida. El Quijote gravita así en las posturas idealistas de Manuela y en sus

enfrentamientos contra los traidores a Bolívar. En Manuela se integran el amor y la

epopeya en una relación que parece indisoluble, ello explica el equilibrio que se

advierte en su imagen entre lo masculino y lo femenino, la manera en que el impulso

guerrero y el valor, así como su destreza con las armas --asociables a lo masculino-

convivían con la generosidad, la caridad y su belleza seductora siempre destacada.

17 El Diario de Paita impacta por la conciencia que tiene Manuela Sáenz de su papel en la historia
pero también por el escepticismo ante el destino de estos nuevos países, envueltos en guerras civiles
y luchas por el poder. Su orgullo por haber retenido los archivos y documentos más importantes de
Bolívar convive con el saber que no será reconocida: “[…] fui su mejor amiga y confidente. Para
unificar pensamientos, reunir esfuerzos, establecer estrategias. Dos para el mundo. Unidos para la
gloria, aunque la historia no lo reconozca nunca” (Las más hermosas, 2006: 190).

20
Todas estas referencias socioculturales contribuyen a construirla como un

significado complejo.

Teresa de la Parra tuvo la sensibilidad de advertir este intercambio de los

géneros humanos y literarios entre las dos figuras históricas pues --como muestra

su ensayo-- en su concepción o configuración de la historia lo público y lo privado

no se perciben excluidos el uno del otro, ni tampoco la experiencia personal y

colectiva, la subjetividad y las pasiones, aspectos indisolubles de la concepción

romántica en cuya constelación se dieron los procesos independentistas

hispanoamericanos, que ella supo fusionar a su valoración. La documentación dada

a conocer con posterioridad no ha hecho sino fortalecer su percepción. Por ejemplo,

la correspondencia ya citada entre Simón Bolívar y Manuela Sáenz se privilegia

como amorosa, pues en su edición venezolana más reciente se titula Las más

hermosas cartas de amor entre Manuela y Simón --con un largo subtítulo que detalla

otras inclusiones--, desplazándose así un poco a la condición de documento

histórico que le es propia por su contenido18. En primer lugar, estas cartas se editan

acompañadas de los diarios de Quito y Paita, junto con la carta testimonio de

Manuela Sáenz al general O’Leary sobre el intento de asesinato de Bolívar --en el

que su conducta alerta le ganó el título de “Libertadora del Libertador”--, y otros

documentos más acerca de ellos19. Por otra parte, de las cartas clasificadas como

18 El diseño de portada de Las más hermosas cartas de amor entre Manuela y Bolívar acompañadas
de los diarios de Quito y Paita así como de otros documentos, fusiona lo íntimo y lo público, la guerra
y el amor con la imagen de una rosa roja que sale de la empuñadura de una espada tendida sobre
los pliegues de una sábana.
19 Se trata de la carta testimonio del 10 de agosto de 1850 que dirige Manuela Sáenz al general e

historiador O’Leary en la que relata el episodio del 25 de septiembre de 1828 en el que logra salvar
la vida de Bolívar (Las más hermosas, 2006: 171-177).

21
“de amor” habría que destacar su singularidad pues el tema amoroso se acompaña

casi siempre de un intercambio de carácter político, de confesiones y estrategias a

seguir, valoraciones acerca de figuras militares y políticas importantes,

nombramientos o ascensos, intrigas y traiciones, desconfianzas, consejos y alertas,

etc. De todo eso y más tratan las cartas cruzadas entre ambos, de modo que la

pluralidad de preocupaciones las marca junto con los avatares de la relación

sentimental entre Manuela y Bolívar. Lo íntimo, lo cotidiano, lo personal, lo privado

aparecen en ellas implicados con los problemas públicos, las estrategias de la

guerra y los dramas políticos por los que atravesó Bolívar. La correspondencia

amorosa es también una correspondencia militar y a ambas las une la

confidencialidad.

La carta del 6 de agosto de 1824 en la que se le nombra Capitán de Húsares

muestra la fusión de ambas instancias (militar y amorosa), dándole un matiz que

transgrede las características de la correspondencia militar:

Cuartel General de Junín


a 6 de agosto de 1824

Al señor teniente de Húsares de S.E.


El Libertador y Presidente de Colombia
Señora Manuela Sáenz

Mi muy querida Manuela:

En consideración a la resolución de la Junta de Generales de División,


y habiendo obtenido de ellos su consentimiento, y alegada su ambición
personal de usted de participar en la contienda; visto su coraje y valentía
de usted; de su valiosa humanidad en ayudar a planificar desde su
columna las acciones que culminaron en el glorioso éxito de este
memorable día; me apresuro, siendo las 16:00 horas en punto, en
otorgarle el grado de Capitán de Húsares; encomendándole a usted las

22
actividades económicas y estratégicas de su regimiento, siendo su
máxima autoridad en cuanto tenga que ver con la atención a los
hospitales, y siendo este, el último escaño de contacto de mis oficiales
con la tropa.
Cumplo así con la justicia, de dar a usted su merecimiento de la gloria
de usted, congratulándome de tenerla a mi lado como mi más querida
oficial del ejército colombiano.
Su afectísimo,
S.E. El Libertador,
Bolívar
Muchas tensiones le traería a Bolívar esta relación en la que se integraban

todos los aspectos de su vida. Meses después, el nombramiento de Manuela como

Coronel del ejército colombiano le llegará a través de Sucre, y Bolívar le escribe:

Cuartel General de Huancavilca


Diciembre 20 de 1824
Señora doña Manuela Sáenz
Apreciada Manuelita:
Al recibir la carta del 10, de letra de Sucre, no tuve más que
sorprenderme por tu audacia, en que mi orden, de que te conservaras al
margen de cualquier encuentro peligroso con el enemigo, no fuera
cumplida; a más de que tu desoída conducta, halaga y ennoblece la gloria
del ejército colombiano, para el bien de la patria y como ejemplo soberbio
de la belleza, imponiéndose majestuosa sobre los Andes. Mi estrategia
me dio la consabida razón de que tú serías útil allí; mientras que yo recojo
orgulloso para mi corazón, el estandarte de tu arrojo, para nombrarte
como se me pide: Coronel del ejército colombiano.
Tuyo,
Bolívar

El ascenso de Manuelita --que se puede leer en la carta de Sucre del 10 de

diciembre de 1824 dirigida a Bolívar--, genera una carta de protesta por parte de

Santander, quien califica el ascenso de favoritismo haciéndose eco de la molestia

23
de sus hombres y ordenando la inmediata degradación de Manuela 20 . A dicha

misiva, Bolívar responderá cuestionando la acusación de que el motivo del ascenso

fuera la influencia por su relación con Manuela, que estaba en las habladurías de

todos y era legalmente una mujer casada. El caso de Manuela se convierte en un

asunto moral de carácter privado. Bolívar precisará en su respuesta a Santander:

Sepa usted que esta señora no se ha metido nunca en leyes ni en actos


que “no sean su fervor por la completa Libertad de los pueblos de la
opresión y la canalla”. ¿Que la degrade? ¿Me cree usted tonto? Un
ejército se hace con héroes (en este caso heroínas), y estos son el
símbolo del ímpetu, con que los guerreros arrasan a su paso en las
contiendas, llevando el estandarte de su valor.21
Este intercambio entre Bolívar y Santander no es más que una parte, no

pequeña, de las tensiones que se dieron entre dos grupos de intereses, y Bolívar

no saldría triunfante. Las cartas entre él y Manuela serán un espacio confesional

para las angustias, la propuesta de sucesor, los temores por la seguridad, las

decepciones, los traidores. Había entre ambos una confianza absoluta y ella era su

confidente. La caída de Bolívar, y especialmente su muerte, acarreará la caída y el

destierro de Manuela, quien no dejó de manifestarse públicamente en contra de la

traición a sus ideales.

Pero, volvamos a la imagen que de Manuelita nos legara en 1930 Teresa de

la Parra en su ensayo “Influencia de las mujeres en la formación del alma

americana”. Si antes había marcado la militarización de su vestuario --que era un

acto de masculinización también-- y lo quijotesco de su actitud que definirían su

20 Se trata de la carta del 23 de enero de 1825 (Las más hermosas, 2006: 144-5).
21 Carta de Bolívar del 17 de febrero de 1825 en respuesta a Santander (Las más hermosas,
2006: 146).

24
figura en la epopeya; una vez expulsada del ámbito público se destacará su lealtad

y absoluto desinterés. Ya desterrada y en la pobreza, Manuela recibirá la noticia de

la muerte de Mr. Thorne, su esposo, quien la hiciera su única heredera, pero “Doña

Manuelita juzgó que aceptar aquella herencia era contrario a su dignidad y a la

fidelidad que merecía el recuerdo de Bolívar. Renunció por lo tanto a la fortuna de

Mr. Thorne y siguió haciendo jarabes” (212). Este gesto de absoluta integridad

definirá el cierre del ensayo. Ya no estamos en el ámbito del romance, ni en el de la

epopeya, pero Manuela se niega a regresar a la comedia del falso amor; queda

entonces en un espacio sacrificial -el destierro-, por lo que aquí se desplazará la

ensayista al texto religioso parafraseando el desafío de Jesús:

Llevando así con orgullo hasta la vejez su título de Libertadora doña


Manuelita aparece como el tipo de la mujer fuerte. Personal y rebelde se
fabricó ella misma su código de moral y dentro de él fue consecuente y
fiel hasta la muerte. Algunos hallarán paradójica esta afirmación tan
contraria a la opinión corriente y habrá quien se escandalice por ella. Pero
que aquel que estando en la miseria sea capaz de renunciar a una
herencia por rendir culto a un recuerdo, que le tire a doña Manuelita la
primera piedra (213).
Búsqueda de la conciliación a la vez que reto, la apelación al perdón que

implica asumir las palabras de Jesús ante una mujer condenada, es también desafío

al público de la conferencia a mirar dentro de sí mismos en una incisión ética.

Finaliza así, no con el romance, ni con la epopeya, sino con el relato bíblico redentor,

transfigurados todos en el ensayo.

Bibliografía

25
Las más hermosas cartas de amor entre Manuela y Simón acompañadas de los
Diarios de Quito y Paita, así como de otros documentos, Caracas, Fundación
Editorial el perro y la rana, 2006.
Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, Madrid, Espasa Calpe,
2000.
Diccionario Enciclopédico Espasa, Madrid, Espasa Calpe, 1995.
Horne, Luz (2005), “La interrupción de un banquete de hombres solos: una lectura
de Teresa de la Parra como contracanon del ensayo latinoamericano”, Revista de
crítica Literaria Latinoamericana, año XXXI, núm. 61, pp. 7-23.
Moliner, María (2007), Diccionario del uso del español, Barcelona, Gredos.
Morales Faedo, Mayuli (2015), Latinoamérica pensada por mujeres. Trece
ensayistas irrumpen en el canon del siglo XX, Madrid, Biblioteca Nueva –
Universidad Autónoma Metropolitana - Iztapalapa.
Parra, Teresa de la, (2005), Epistolario y otros textos, Ciudad de la Habana, Arte y
Literatura.
Platas Tasende, Ana María (2000), Diccionario de términos literarios, Madrid,
Espasa.
Rosa, Richard y Doris Sommer, (1995) “Teresa de la Parra. America’s Womanly
Soul”, en Doris Meyer (ed.), Reinterpreting the Spanish American Essay. Women
Writers of the 19th and 20th Centuries, Austin, University of Texas Press, pp. 115-
124.
Scott, Joan W. (2008), Género e historia, México, Fondo de Cultura Económica –
Universidad Autónoma de la Ciudad de México.

26

También podría gustarte