Los Manchues

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En la década de 1630, la dinastía que gobernaba China desde el siglo XIV, los

Ming, se estaba tambaleando.


Las crónicas de esos años reflejan la existencia de un ambiente de crisis general,
con inundaciones, sequías, epidemias y una sucesión de hambrunas en el
país. Surgieron también bandas de forajidos, formadas sobre todo por desertores
y licenciados del ejército, que asolaban extensas regiones del Imperio.
En 1636, dos grupos de bandidos se habían convertido en auténticos ejércitos
capaces de amenazar directamente el poder imperial. 
En el norte estaba el dirigido por Li Zicheng, un antiguo pastor y empleado de
estación de postas; en el este, entre el río Amarillo y el Yangtsé, operaba el
comandado por Zhang Xianzhong, un antiguo soldado.
Finalmente, en mayo de 1644, mientras Zhang conquistaba la región meridional
de Sichuán, los bandidos de Li Zicheng penetraron en la capital imperial, Beijing
(Pekín), y la sometieron a saqueo.
El emperador se ahorcó en un árbol de una colina cercana a la Ciudad Prohibida.
La dinastía Ming, fundada dos siglos atrás, había pasado a la historia.
Sin embargo, los beneficiarios de esta crisis no fueron los rebeldes que habían
derribado a los Ming, sino un pueblo extranjero que vivía más allá de la Gran
Muralla china: los manchúes.

LOS NÓMADAS DE MANCHURIA


Nurhaci organizó el sistema de las "banderas", nombre que
recibían las unidades de sus tropas
Los manchúes eran un pueblo de etnia tungú establecido en las estepas de
Manchuria, en las actuales provincias chinas de Liaoning, Jilin y Heilongjiang. 
Descendían de los nómadas jürchen, que en los siglos XI y XII crearon el imperio
Jin –extendido por Manchuria y el norte de China– y que en 1234 se sometieron a
Gengis Kan.
Tiempo después, a finales de siglo XVI, el líder jürchen Nurhaci establecería su
autoridad entre los pueblos al noreste de la Gran Muralla. Se proclamó kan (jefe
supremo) y creó el Estado de los Jin Posteriores. Nurhaci organizó el sistema de
las "banderas", nombre que recibían las unidades de sus tropas, y promovió
fructíferos intercambios comerciales a través de la frontera con China.
Los emperadores Ming, por su parte, buscaron la alianza con los jürchen para
contener el avance de otras poblaciones de la estepa, y para frenar a los
invasores japoneses enviados por el señor de la guerra Toyotomi Hideyoshi. Pero,
al mismo tiempo, los Ming recelaban ante la presencia de un poder nómada fuerte
más allá de la Gran Muralla.
Sus temores se vieron confirmados en 1618, cuando Nurhaci entró en guerra con
ellos, al parecer por la muerte de su padre y de su abuelo a manos de un militar
chino. En 1621, el líder jürchen ocupó la provincia fronteriza china de Liaodong
(actual Liaoning), al noreste de la Gran Muralla.
Tras la muerte de Nurhaci en 1626, su hijo Hong Taiji se propuso ser algo más
que el dirigente de un pequeño Estado jürchen. En 1635 adoptó para su pueblo el
nombre de manchú y proclamó su voluntad de rechazar la supremacía de los
Ming. No sólo eso: Hong Taiji se mostró dispuesto a destronar a éstos con la
ayuda de chinos, mongoles y otras poblaciones de las estepas.
De este modo, en 1636 se proclamó "emperador" y no únicamente kan; en el
futuro los monarcas manchués, siguiendo la tradición budista,
Cuando el emperador Hong Taiji murió en 1643 le sucedió su hijo
Fulin, un niño de cinco años
Hong Taiji murió en 1643 y le sucedió su hijo Fulin. Como éste era un niño de
cinco años, la regencia pasó a manos de su tío Dorgon, quien lanzaría la invasión
definitiva contra los Ming. La oportunidad se la ofreció un general chino llamado
Wu Sangui, encargado de la defensa de la frontera de China con los manchúes.
Cuando se enteró de que el ejército rebelde de Li Zicheng había tomado
Beijing, Wu se dirigió a la capital para someterse al nuevo hombre fuerte, pero
antes de llegar supo que toda su familia había sido asesinada por los
rebeldes. Wu regresó entonces a su base en el noreste, en Shanhaiguan.
Hacia allí se dirigió Li Zicheng poco después, al frente de un ejército de 60.000
hombres, con la intención de aplastar aquel foco de resistencia. Fue entonces
cuando, viendo que su situación era desesperada, Wu envió mensajeros a los
manchúes para solicitar su ayuda militar a cambio de reconocer su soberanía.

LA BATALLA DECISIVA
La llegada de 100.000 combatientes manchúes resultó decisiva. En la batalla de
Shanhaiguan, el 27 de mayo de 1644, el ejército rebelde se vio superado cuando
la caballería manchú rodeó su flanco izquierdo y provocó una tormenta de arena
cegadora. Al ver que el ataque procedía de los manchúes, los soldados de Li
Zicheng huyeron en desbandada. Los manchúes entraron en Beijing sin encontrar
resistencia el 5 de junio de 1644, y el 30 de octubre del mismo año  el niño Fulin
ascendió al trono imperial de China como emperador Shunzhi.
Desde ese momento, los manchúes gobernaron China a lo largo de dos siglos y
medio, hasta la caída del último emperador Qing, Puyi, en 1911. Durante ese largo
período, los manchúes insistieron en mantener su identidad pese a que tuvieron
que sedentarizarse. La élite manchú conservó su lengua y se reservó una parte de
los cargos administrativos. En la corte imperial se mantuvieron también ciertos
rituales de las estepas y se organizaban cacerías imperiales en Manchuria.
El primer emperador se presentó ya como heredero legítimo de los
Ming, poseedor del Mandato Celeste
Sin embargo, los Qing mostraron también veneración por la tradición china y se
esforzaron constantemente en mostrarse tanto o más chinos que los propios
chinos. El primer emperador se presentó ya como heredero legítimo de los Ming,
poseedor como ellos del Mandato Celeste que le autorizaba a gobernar todo el
país. De ahí que se enterrara al último monarca Ming con todos los honores y que
los bandidos que habían acabado con la extinta dinastía fueran denigrados y
perseguidos hasta su derrota completa.

Sabedores de que no disponían de suficiente superioridad militar y temiendo la


desafección popular, los Qing se esforzaron en ganarse el apoyo de las élites
chinas. Por ello preservaron las instituciones y los rituales de los Ming, y siguieron
basando la administración en el cuerpo de funcionarios letrados –los mandarines–
que el Estado reclutaba mediante el célebre sistema chino de oposiciones.

REPRESIÓN IMPLACABLE
A pesar de los esfuerzos de conciliación, los manchúes también recurrieron a
duros métodos de control y represión. Por ejemplo, impusieron al conjunto de la
población la vestimenta típica manchú, y en particular su peinado masculino,
con la parte frontal del cráneo rapada y el resto del pelo recogido en una larga
trenza, lo que permitía también un mejor reconocimiento de las tropas leales en
los campos de batalla.
para saber

En las primeras fases de su historia, los emperadores Qing no dudaron en recurrir


a la mano de obra esclava para el cultivo de las tierras de las banderas, las
unidades de las tropas manchúes. En lo sucesivo, los gobernantes manchúes
pondrían en práctica un duro sistema de control ideológico, con visos de
Inquisición de Estado, de manera que la más leve crítica hacia el dominio del
invasor era reprimida implacablemente.
Los manchúes tienen su propia escritura y lenguaje, que pertenece a la
lengua tungús de la familia altaica. A partir de la década del 40 del siglo XVII, un
gran número de manchúes se mudó al sur del Paso de Shanhaiguan (al este de la
Gran Muralla), y poco a poco adoptó el chino mandarín como lengua oral. Más
tarde, a medida que más y más gente de la etnia han se trasladó al norte del paso,
los residentes locales manchúes aceptaron también el mandarín. Hoy en día sólo
una minoría reducida sabe hablar manchú.

PARA SABER MÁS


Historia de China. Patricia Buckley Ebrey. La Esfera de los Libros, Madrid, 2009.
Manchúes: fundadores del imperio Qing. Pamela Kyle Crossley. Editorial Ariel,
Barcelona, 2002.

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