Gran Depresión
Gran Depresión
Gran Depresión
Los países comenzaron a recuperarse progresivamente a mediados de la década de 1930, pero sus efectos
negativos en muchas zonas duraron hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial.6 La elección de
Franklin D. Roosevelt como presidente y el establecimiento del New Deal en 1932, marcó el inicio del
final de la Gran Depresión en los Estados Unidos. Sin embargo, en Alemania, la desaparición de la
financiación exterior a principios de la década de 1930 y el aumento de las dificultades económicas,
propiciaron la aparición del nacional-socialismo y la llegada de Adolf Hitler al poder que, posteriormente,
daría inicio a la Segunda Guerra Mundial.
Índice
Antecedentes
Consecuencias económicas de la Primera Guerra Mundial
Crecimiento de Estados Unidos
Causas
Plan Dawes y Plan Young
Desarrollo de la crisis
El crac bursátil
La quiebra del sistema bancario
Efectos de la crisis
La difusión de la crisis
El hundimiento del comercio internacional
El proteccionismo y la Gran Depresión
La recuperación en los Estados Unidos
El primer New Deal
El segundo New Deal
La Segunda Guerra Mundial
La recuperación europea
La recuperación en el Reino Unido
La recuperación en Francia
La recuperación en Alemania y el nacimiento del Nazismo
Véase también
Referencias
Bibliografía recomendada
Enlaces externos
Antecedentes
La Primera Guerra Mundial tuvo consecuencias económicas profundas y duraderas al poner fin al orden
económico internacional existente desde la segunda mitad del siglo XIX. Supuso un descenso demográfico
directo e indirecto de alrededor del 10 % de la población europea y de un 3.5 % del capital existente.7
Desde el punto de vista financiero, el conflicto bélico conllevó un gasto público descomunal en Europa
financiado por deuda pública tanto interna como externa que supuso la multiplicación por seis de la deuda
ya existente; también generó la creación de dinero, lo que supuso una fuerte presión inflacionista.
La guerra también estableció un nuevo mapa político de Europa con nuevas fronteras que trastocó la
estructura económica y comercial del continente, al romper mercados y perder eficiencia económica, con lo
que fueron necesarias nuevas inversiones.
Las reparaciones económicas impuestas por los vencedores de la guerra a los derrotados fueron
astronómicas. La cantidad fijada para Alemania por el Comité de Reparaciones, en 1921, fue de 132 000
millones de marcos oro,8 lo que significaba, en su momento inicial, el pago anual del 6% del producto
interno bruto (PIB) de ese país. Los acreedores cobraron solo una pequeña parte de las deudas, a costa de
que la economía internacional perdiese oportunidades de fortalecimiento y crecimiento.7
Véanse también: Ocupación del Ruhr, Plan Dawes, Plan Young e Hiperinflación en la República de
Weimar.
Tras el final de la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos experimentó un fuerte crecimiento económico,
y desplazó al Reino Unido del liderazgo económico mundial. Durante los años previos a la Gran Depresión
se incrementó en aquel país la producción y la demanda de sus productos, con una profunda transformación
productiva dominada por la innovación tecnológica. Del optimismo y de la bonanza económica también
participó la Bolsa, que vivió un prolongado incremento de las cotizaciones, lo que permitió la formación de
una burbuja especulativa, financiada por el crédito. Desde antes del verano de 1929, varios indicadores
macroeconómicos habían empezado a sufrir un suave descenso, sin que los economistas de la época lo
detectaran y se tomaran las medidas preventivas adecuadas.
Causas
En 1926, la economía mundial se hallaba bastante equilibrada: la producción había vuelto al nivel de
anterior a la I Guerra Mundial, la cotización de las materias primas parecía estabilizada y los países que
atravesaban un periodo de alta coyuntura eran numerosos. Sin embargo, no era un retorno a la Belle
Époque.
Al mismo tiempo, los estadounidenses complicaban de singular manera la posición de los europeos. La
deuda internacional no podía pagarse sino con oro o mercancías, y los estadounidenses frenaban sus
importaciones de Europa con los nuevos derechos de aduana, cada vez más elevados, al tiempo que
utilizaban su superioridad para imponer sus exportaciones a Europa.
Por otra parte, los Estados Unidos disponían de las mayores reservas de oro del mundo y, para mantener el
patrón oro, hubo de conceder cuantiosos préstamos a Europa. Tal fue el origen de los planes Dawes y
Young.
En 1927, la economía estadounidense vivía en plena era de prosperidad, y la guerra europea la acrecentó:
durante tres años sucesivos, los Estados Unidos fueron los proveedores de un mercado casi ilimitado,
mientras las potencias europeas se aniquilaban entre sí. La capacidad industrial de los Estados Unidos
también había aumentado considerablemente, y su agricultura progresaba a idéntico ritmo.
Desde 1925, la actividad de la Bolsa de Nueva York había evolucionado tan vertiginosamente como la
producción industrial del país. La cotización de las acciones subía regularmente de año en año, y fueron
numerosos los estadounidenses que hallaron en la especulación de la bolsa la fuente de una rápida fortuna:
la fiebre de operar a la bolsa tentaba a todos los estratos de la población de modo irresistible, tanto rentistas
y jubilados como aprendices, que ignoraban todo lo relativo a la industria, a la economía y a la misma
bolsa. Todo el mundo consideraba que la economía del país se encaminaba hacia niveles insospechados, y
todos estaban persuadidos con que las "mejores acciones" podían conseguirse con muy poco dinero,
pensando que debía aprovecharse de aquella buena suerte antes de que pudiera terminarse.
La continua demanda hizo subir las acciones a alturas increíbles, y pronto la cotización en la bolsa fue pura
especulación, que nada tenía de común con la auténtica solvencia de la sociedad.
Mientras solo se trató, para el ciudadano medio, de invertir sus economías, la especulación siguió dentro de
ciertos límites más o menos razonables, pero transcurrió el tiempo y los estadounidenses empezaron a
operar en la bolsa con dinero prestado.
Una acción de cien dólares nominales podía obtenerse solo por diez, mientras el resto, llamado "excedente"
-o sea, noventa dólares-, se pagaba a crédito. Si la acción seguía subiendo, todo iba perfectamente: un alza
del 10 por ciento, esto es, que pasara de 100 a 110 dólares proporcionaba al accionista un beneficio neto del
100 por ciento sobre los 10 dólares que en realidad había desembolsado. En cambio, si la acción bajaba en
un 5 o en un 10 por ciento, el corredor bursátil exigía nuevo pago al contado, y si el cliente no podía hacer
frente al mismo, se veía obligado a vender con pérdidas, con el fin de cubrirse él y cubrir a otros posibles
acreedores.
Entre los pequeños especuladores -decenas de millares de ciudadanos-, eran muy pocos los que poseían
reservas de liquidez apreciable.
Desarrollo de la crisis
El crac bursátil
La crisis se originó en los Estados Unidos, a partir de la caída de la bolsa de Wall Street de 1929 (conocido
como Martes Negro, aunque cinco días antes, el 24 de octubre, ya se había producido el Jueves Negro), y
rápidamente se extendió a casi todos los países del mundo.
La coyuntura del alza, denominada allí Big Bull Market, descansaba así sobre una base sumamente frágil.
Todo el sistema se derrumbó en octubre de 1929, y en pocos días —en cuestión de horas, incluso— las
cotizaciones perdieron todo cuanto habían ganado durante meses o, mejor dicho, durante años. Los
pequeños especuladores quedaron arruinados y tuvieron que vender con enormes pérdidas, y al cundir el
pánico los grandes capitalistas se encontraron también con dificultades.
El 23 de octubre de 1929 las cotizaciones registraron una pérdida media de 18 a 20 puntos, y pasaron de
mano en mano unos seis millones de títulos; al día siguiente, nueva caída de las cotizaciones, entre 20 y 30
puntos, e incluso de 30 a 40 para las grandes empresas.
En tan crítico momento, los primeros bancos del país y los corredores de bolsa más destacados intentaron
salvar los negocios y reunieron 240 millones de dólares para sostener las cotizaciones mediante compras
masivas, y en aquella sola jornada cambiaron de mano trece millones de acciones.
Tan desesperada tentativa produjo solo resultados de carácter momentáneo; el lunes 28 de octubre, se
produjo un nuevo descenso de 30 a 50 puntos, y al día siguiente -que pasó a la historia con el nombre de
"Martes Negro"- fue la jornada más sombría de Wall Street. El pánico fue absoluto: en pocas horas,
dieciséis millones y medio de acciones se vendieron con pérdidas a un promedio del 40 %.
Más tarde, en noviembre, cuando se habían calmado un poco
los ánimos, las cotizaciones habían descendido a la mitad
desde el comienzo de la crisis de la bolsa, y no menos de
50 000 millones de dólares se habían desvanecido, con lo que
quedaron en evidencia la inseguridad y fragilidad de los
sistemas financieros.
La quiebra estadounidense no fue en sus comienzos sino una quiebra de índole bolsística, el brusco
estallido y desmoronamiento de un mito creado por los especuladores; no obstante, sus consecuencias
fueron hondas y duraderas. Las personas arruinadas a causa del derrumbamiento de la bolsa de valores
limitaron sus gastos, los afortunados que todavía disponían de algún capital quedaron atemorizados y se
negaban a invertirlo de nuevo, y las fuentes de crédito se agotaron. Las consecuencias de todo ello fueron
fatales en general para Europa y en particular para la economía alemana, que dependía casi por entero de
los préstamos de los Estados Unidos a corto plazo.
La inexistencia en los Estados Unidos de un sector bancario fuerte de ámbito nacional y la quiebra inicial
de algunos bancos hizo que la crisis bancaria se extendiera por todo el país, lo que multiplicó los efectos de
la crisis. La Reserva Federal era la única que podía haber evitado una caída en cadena de los bancos
mediante concesión de liquidez de forma masiva a los bancos, pero los gestores de la Reserva Federal, muy
al contrario, redujeron la oferta monetaria y subieron los tipos de interés, y provocaron una oleada masiva
de quiebras bancarias. Esta reducción de la oferta monetaria también provocó el inicio de un proceso
deflacionario y la reducción drástica del consumo y el comienzo de una intensa depresión.
Efectos de la crisis
La depresión subsiguiente fue la peor de la historia
estadounidense. Durante al menos tres años y medio todos los
indicadores sociales y económicos reflejaron un progresivo
deterioro de la situación. En 1932 el producto interno bruto (PIB)
había disminuido un 27 %, y la producción industrial, un 50 %. La
inversión ni siquiera alcanzaba para el mantenimiento de las
instalaciones existentes. Bajo estas presiones, el sistema bancario
acabó por derrumbarse. En 1933, el desempleo llegó al 25 %. Solo
en 1940 se recobró el nivel de producción previo a 1929, y esto se PIB estadounidense en el período
debió al estallido de la II Guerra Mundial. Durante los primeros 1910–1960. La franja rosa resalta los
años de la depresión, entre 1929 y 1932, el índice general de años de la Gran Depresión (1929–
1939).
precios en los Estados Unidos disminuyó el 35.6 %.9 Muchos
economistas piensan que este proceso de deflación fue responsable
de la profundidad y duración de la depresión, y también parece
probable que esta prolongada deflación solo fue posible por la
política del Sistema de Reserva Federal de disminuir la oferta
monetaria.10
Los sectores más gravemente afectados por la depresión fueron la agricultura, la producción de bienes de
consumo y la industria pesada. Esto provocó que ciudades como Detroit y Chicago, que dependían de la
industria pesada, sufrieran la crisis con más intensidad. A su vez, hubo ciudades dependientes de una sola
industria que terminaron totalmente arruinadas. En 1932, el nivel de actividad al que estaba funcionando la
industria era tan bajo que incluso una eventual demanda del mercado podía ser satisfecha sin necesidad de
inversión y sin recurrir a más mano de obra. De modo semejante, el sector de la vivienda estaba también
saturado de casas vacías cuyos propietarios no habían podido hacer frente a las hipotecas. Sin embargo, lo
que más se resintió fue la confianza de los empresarios, quienes tenían grandes dudas sobre la utilidad de
nuevas inversiones. El hundimiento de la bolsa fue además una causa directa de la reducción de los
beneficios empresariales y destruyó el incentivo individual al ahorro, y se redujo así el volumen de los
recursos destinados a la inversión. El nivel extraordinariamente bajo de los ingresos agrícolas fue decisivo y
retardó considerablemente la recuperación. La agricultura fue el sector más deprimido de la economía, y los
productores habían disminuido sus ingresos en un 70 %. Gran parte de las cosechas no se vendían, y
comenzaron a disminuir la producción demasiado tarde. A su vez, como la gran mayoría de los pequeños
agricultores estaban endeudados, se veían forzados a vender sus productos o a perder sus propiedades.
El funcionamiento del sistema bancario estadounidense fue el factor individual que mayor influencia tuvo
sobre la profundidad alcanzada por la depresión. Los bancos se apoyaban en unas pocas industrias locales
y eran muy susceptibles a las retiradas de fondos. Al producirse una corrida bancaria masiva, los ahorros se
tornaron menores que los ingresos y los bancos no podían prestar dinero. A su vez, las garantías, como las
casas, contra las cuales se habían vendido los préstamos eran invendibles. A pesar de la debilidad del
sistema bancario, su derrumbamiento pudo haberse evitado, pero el gobierno no hizo nada para rescatar a
los bancos. Es más, lo que se pensaba en ese entonces era que la depresión suponía una purga que
desembarazaría a la economía de sus aspectos menos eficientes, y que las bancarrotas y los despidos eran
parte necesaria de este proceso de retorno al equilibrio.
La difusión de la crisis
La depresión estadounidense de la actividad económica fue acompañada por una reducción adicional del
préstamo hacia el extranjero y una fuerte contracción de la demanda de importaciones. Esto produjo una
gran reducción del flujo de dólares hacia Europa y el resto del mundo. Dada la importancia de Estados
Unidos en la economía mundial, el impacto de su crisis sobre el resto del mundo fue fuerte; por eso se dice
que Estados Unidos exportó su crisis. Prácticamente todos los países padecieron declives tanto en la
producción industrial como en el PIB, y la URSS fue la principal excepción al estar aislada del capitalismo
moderno. El siguiente cuadro muestra la caída de la renta y la producción industrial entre el comienzo de la
crisis en 1929 y 1932, año que marcó el momento de mayor profundidad en el descenso de los indicadores
económicos.
A principios de 1931, si bien persistía la deflación y la desocupación era alta, los países más afectados eran
los exportadores de materias primas, y varios de ellos debieron abandonar el patrón oro. Sin embargo, con
la quiebra del Credit Anstalt, el principal banco de Austria, se produjo una fuga de capitales en Alemania,
Gran Bretaña y en los Estados Unidos, quien decidió terminar con el patrón oro. Hacia finales de 1932,
casi todos los países del mundo lo habían hecho.
Alemania, logró una moratoria en el pago de las reparaciones de la deuda pero igual decidió aumentar las
tasas de interés. Esto provocó una profundización en la caída de la actividad económica y un incremento de
la desocupación. La devaluación del marco fue descartada por temor a la inflación. La alta desocupación
creó un clima de conflictividad social y política que allanó el camino a la llegada de Hitler al poder. Gran
Bretaña, por su parte, abandonó el sistema monetario tradicional dejando flotar la libra, esto produjo su
depreciación. Esto fue la demostración del liderazgo británico y permitió que la economía británica se
recuperara de forma razonable librada de las condiciones impuestas por una moneda sobrevaluada y altas
tasas de interés.
Unos de los factores de propagación de la crisis fue el hundimiento brutal del comercio internacional; que
llegó a perder dos terceras partes del valor alcanzado en 1929. Este descalabro del comercio trasladó los
efectos de la crisis hasta aquellos países que tenían sus economías abiertas al exterior.
El hundimiento del comercio internacional se prolongó durante mucho tiempo. En 1938 el valor del
comercio mundial se situaba todavía por debajo de la mitad del nivel del año 1929. La razón del
mantenimiento de la caída fue la adopción generalizada de políticas comerciales proteccionistas
encabezadas por Estados Unidos y Gran Bretaña que desencadenaron una guerra comercial que junto con
la bajada de la demanda por la propia depresión redujo el comercio mundial.13 Durante la década se
tomaron diversas medidas:
El colapso en el que se encontraba la economía en 1932 fue extendiendo la idea de que era necesaria la
colaboración internacional para combatir la crisis comercial y financiera. Por esta razón, se convocó a la
Conferencia económica mundial en 1933. Pero como Estados Unidos salió del patrón oro convirtiendo al
dólar en una moneda fluctuante, la reunión se clausuró sin ningún éxito.
Tres años más tarde, con el dólar estabilizado, se produjeron nuevos intentos de cooperación internacional
como el acuerdo tripartito entre Francia, Gran Bretaña y los Estados Unidos, con el objetivo de regular los
tipos de cambio. Varios países hicieron acuerdos regionales como el de la Cuenca del Danubio en el cual
Hungría, Rumania, Bulgaria y Yugoslavia concedieron preferencias arancelarias a sus productos. Pero el
pacto más famoso fue el realizado por los países de la Commonwealth en la Conferencia de Ottawa
celebrada en 1932, donde se acordó un sistema de preferencias mutuas para las importaciones provenientes
de los miembros de la comunidad.
Paul Krugman escribe que el proteccionismo no conduce a las recesiones. Según él, la disminución de las
importaciones (que puede obtenerse mediante la introducción de aranceles) tiene un efecto expansivo, es
decir, favorable al crecimiento. Así pues, en una guerra comercial, dado que las exportaciones y las
importaciones disminuirán por igual, para todo el mundo, el efecto negativo de una disminución de las
exportaciones se compensará con el efecto expansivo de una disminución de las importaciones. Por lo
tanto, una guerra comercial no causa una recesión. Además, señala que la tarifa Smoot-Hawley no causó la
Gran Depresión. La disminución del comercio entre 1929 y 1933 "fue casi enteramente una consecuencia
de la Depresión, no una causa. Las barreras comerciales fueron una respuesta a la Depresión, en parte
como consecuencia de la deflación".15
Jacques Sapir explica que la crisis tiene otras causas que el proteccionismo.16 Señala que "la producción
interna de los principales países industrializados está disminuyendo... más rápido que el comercio
internacional está disminuyendo". Si esta disminución (del comercio internacional) hubiera sido la causa de
la depresión que han experimentado los países, habríamos visto lo contrario". "Finalmente, la cronología de
los acontecimientos no corresponde a la tesis de los librecambistas... El grueso de la contracción del
comercio se produjo entre enero de 1930 y julio de 1932, es decir, antes de la introducción de medidas
proteccionistas, incluso autárquicas, en algunos países, con excepción de las aplicadas en los Estados
Unidos en el verano de 1930, pero con efectos muy limitados. Señaló que "la contracción de los créditos es
una de las principales causas de la contracción del comercio". "De hecho, es la liquidez internacional la
causa de la contracción del comercio. Esta liquidez se derrumbó en 1930 (-35,7 %) y 1931 (-26,7 %). Un
estudio de la National Bureau of Economic Research pone de relieve la influencia predominante de la
inestabilidad monetaria (que condujo a la crisis de liquidez internacional16 ) y el repentino aumento de los
costos de transporte en la disminución del comercio durante la década de 1930.17
Milton Friedman también opinaba que la tarifa Smoot-Hawley de 1930 no causó la Gran Depresión.
Douglas A. Irwin escribe: "la mayoría de los economistas, tanto liberales como conservadores, dudan que
Smoot Hawley haya tenido mucho que ver en la posterior contracción".18
Entre 1929 y 1932, el PIB real cayó un 17% en todo el mundo, y un 26% en los Estados
Unidos, pero la mayoría de los historiadores económicos creen ahora que solo una parte
minúscula de esa enorme pérdida tanto del PIB mundial como del PIB de los Estados Unidos
puede atribuirse a las guerras arancelarias. ... En el momento de la aprobación de Smoot-
Hawley, el volumen de comercio representaba solo alrededor del 9% de la producción
económica mundial. Si se hubiera eliminado todo el comercio internacional y no se hubiera
encontrado un uso interno para los bienes previamente exportados, el PIB mundial habría
caído en la misma cantidad: el 9 por ciento. Entre 1930 y 1933, el volumen del comercio
mundial se redujo entre un tercio y la mitad. Dependiendo de cómo se mida la caída, esto
equivale a entre el 3 y el 5 por ciento del PIB mundial, y estas pérdidas fueron parcialmente
compensadas por bienes nacionales más caros. Por lo tanto, el daño causado no podría haber
superado el 1 o 2 por ciento del PIB mundial, ni siquiera cerca del 17 por ciento de caída que
se vio durante la Gran Depresión... La conclusión ineludible: contrariamente a la percepción
pública, Smoot-Hawley no causó, o incluso profundizó significativamente, la Gran
Depresión(A Splendid Exchange: How trade shaped the world).
Peter Temin, explica que un arancel es una política expansiva, como una devaluación, ya que desvía la
demanda de los productores extranjeros a los nacionales. Señala que las exportaciones representaban el 7 %
del PNB en 1929, cayeron un 1,5 % del PNB de 1929 en los dos años siguientes y la caída se vio
compensada por el aumento de la demanda interna a causa de los aranceles. Concluye que, contrariamente
al argumento popular, el efecto contractivo del arancel fue pequeño (Temin, P. 1989. Lessons from the
Great Depression, MIT Press, Cambridge, Mass).20
Ian Fletcher dijo que el arancel se aplicaba a solo un tercio del comercio de los Estados Unidos: alrededor
del 1,3 % del PIB. El arancel medio estadounidense sobre las mercancías en cuestión21 pasó del 40,1 % en
1929 al 59,1 en 1932 (+19 %). Sin embargo, estuvo constantemente por encima del 38 % cada año desde
1865 a 1913 (del 38 % al 52 %). Además, también aumentó fuertemente en 1861 (del 18,61 % al 36,2%;
+17,6 %), entre 1863 y 1866 (del 32,62 % al 48,33 %; +15,7 %), entre 1920 y 1922 (del 16,4 % al 38,1 %;
+21,7 %) sin producir depresiones globales.22
El problema más importante para Roosevelt era la quiebra casi total del sistema bancario, hasta tal punto
que era imposible cobrar un cheque. La producción industrial, por su parte, había tocado fondo en 1932. La
crisis bancaria era esencialmente de confianza y pudo ser solucionada fácilmente. En un discurso radial
Roosevelt informó la población sobre la reapertura de los bancos incitando a depositar ya que no se corrían
más riesgos, por lo que varios individuos volvieron a depositar. La recuperación de los bancos no fue más
que el preludio de una revisión a fondo del sistema financiero, gravemente distorsionado desde 1929 por la
contracción del crédito, el incremento de las deudas y el impago de las hipotecas.
Otro problema era el desempleo. La primera medida adoptada en este terreno fue la creación de
campamentos de trabajo donde los desempleados realizaban tareas de conservación de parques naturales y
otros espacios verdes. Si bien el Gobierno federal encaró la realización de obras públicas, estas no llegaron
a compensar la enorme reducción experimentada por el gasto a nivel estatal y municipal. El New Deal
nunca dispuso de un programa concreto para bajar la desocupación mediante obras públicas ya que se
carecían de proyectos de antemano y la planificación requería tiempo. Los proyectos debían autofinanciarse
lo que hacía difícil su elaboración. Además, para lograr el máximo beneficio social había que emplear a la
mayor cantidad de mano de obra posible, ya sea calificada como no calificada por lo que estos empleos
eran tachados de constituir en la práctica una auténtica limosna. No solo el New Deal no pudo disminuir
considerablemente el desempleo, sino que los trabajos otorgados eran precarios al tratarse de obras públicas
que por su propia naturaleza no duraban mucho tiempo.
El New Deal se enfrentó constantemente al dilema de emplear el dinero en aliviar el sufrimiento actual o en
estimular la economía para el futuro. Gran parte de las inversiones del New Deal procedían de los
impuestos, ya que de otro modo, el gobierno federal tendría que haber aceptado un déficit presupuestario.
Esto significaba que una parte del dinero destinado a pagar el sueldo de los nuevos empleados se deducía
del salario del que disfrutaba de un empleo. Esto comprueba que Roosevelt desconocía de fondo las
medidas recomendadas por Keynes ya que este indicaba que el aumento de gasto, y en consecuencia, del
déficit era algo positivo en épocas de crisis.
Otro problema gravísimo, era el bajo y permanente nivel de las rentas agrícolas. Era necesario aumentar los
precios y ello se conseguía disminuyendo la producción agraria. Para lograrlo, se concedían primas a
aquellos agricultores que deseaban producir menos. Esto implicaba que al menos una parte del costo
recayera sobre el consumidor, que en algunos casos estaba en la miseria si se trataba del proletariado de las
grandes urbes. Sin embargo, el aumento del nivel de vida de los agricultores significaba más dinero, más
demanda y más empleo.
En estas circunstancias, el gobierno cometió un grave error económico que retrasaría en dos años la
recuperación. En 1936, el ritmo de expansión era acelerado y los precios subieron rápidamente. Temiendo
un auge especulativo, Roosevelt puso fin al déficit presupuestario y al año siguiente la economía se sumió
en una depresión que no sufría ningún otro país y aumentó el desempleo. Tan pronto como el gobierno
redujo los gastos, los empresarios perdieron la confianza y dejaron de invertir. Roosevelt seguía sin
entender la política fiscal, pensaba que era la obra pública y no el déficit presupuestario lo que promovía el
empleo. Los gastos federales aumentaron en 1938 pero la hostilidad hacia el New Deal había aumentado.
A medida que el desempleo se prolongaba, crecía la impopularidad de Roosevelt.
Si bien se dice que el segundo New Deal fue un ‘giro a la izquierda’, no era en absoluto hostil a los
empresarios, lo que hizo fue poner al burócrata donde había fracasado el hombre de negocios hasta que la
empresa privada pudiera florecer de nuevo. Por haber sabido evitar una solución más radical fue el salvador
del capitalismo. El efecto más perdurable del New Deal fue aumentar el poder del gobierno federal y del
presidente en particular: se redujo el poder de los Estados y el presidente y su gabinete sustituyeron al
Congreso como principal fuente legislativa. La sociedad estadounidense experimentó una profunda
transformación debido al incremento del poder federal y presidencial sobre la economía. Por eso el
auténtico legado del New Deal fue revolucionar las expectativas.
La Segunda Guerra Mundial
En los albores del ingreso de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, doce años después del
fatídico 24 de octubre de 1929, el gasto federal equivalía al 10 % del PIB de los Estados Unidos. De una
fuerza laboral de 56 millones de trabajadores, el gobierno federal empleaba a cerca de 1.3 millones, el
2.2 % en trabajos civiles y militares regulares y a otros 3.3 millones (5.9%) en programas de emergencia de
alivio laboral. Otros 10 millones, que representaban el 20 % de la población activa, aún estaban
desempleados. La deuda nacional había crecido a casi 40 000 millones de dólares.[cita requerida]
Las medidas restrictivas que la administración Franklin D. Roosevelt realizó sobre el comercio, la
propiedad y la libre empresa provocaron que el capital necesario para reactivar la economía fuera gravado
con impuestos y forzado a pasar a la economía sumergida.[cita requerida] Cuando los Estados Unidos
entraron en la Segunda Guerra Mundial, en 1941, Roosevelt intentó cambiar la agenda económica con el
resultado de que gran parte de esos capitales se canalizaron a través de la industria bélica en lugar de
destinarse a la producción de bienes de consumo. Desde 1940 la 2ª guerra mundial ya producía una gran
demanda de los productos estadounidenses. En un principio, Estados Unidos sólo iba a intervenir en la
guerra como proveedor de productos de guerra a los países aliados (especialmente Gran Bretaña y Francia).
Esto hizo que el desempleo se redujera porque se revitalizó la industria. Dado que Estados Unidos no había
sido atacado no podía intervenir de manera activa en la guerra, pero con el ataque japonés a la base de Pearl
Harbor entra de lleno en todos los frentes.
En tiempos de guerra, al presidente Roosevelt se le conceden poderes extraordinarios. Esto le dio poder
para organizar un nuevo aparato administrativo y movilizar a la comunidad científica para la guerra. Se fue
construyendo lo que va a ser la economía de la posguerra.
La recuperación europea
La política económica británica en los años 1930 estuvo marcada por la trascendente decisión de abandonar
el patrón oro en 1931. La flotación de la Libra no fue acompañada de una mayor intervención estatal como
en los otros países. La nueva política británica se sustentó en el crédito barato y en el proteccionismo. Las
posibilidades de acceso a préstamos a bajo costo fue uno de los factores que contribuyó a impulsar el
mercado de la construcción. Por otro lado, el establecimiento de una política arancelaria dio por finalizado
un período de casi noventa años de libre comercio, con la importante consecuencia de colocar al mercado
interno como motor del crecimiento. Este rasgo se vinculaba con la pérdida de competitividad de los
productos ingleses y con las posibilidades de expansión del consumo de masas que se desarrollaría
plenamente en la posguerra.
Si bien la economía británica experimentó una recuperación más prolongada y sostenida que la del resto de
los países industriales, hubo dos aspectos negativos importantes: el alto desempleo y la concentración
empresarial producto del proteccionismo y la preferencia imperial. Gran Bretaña, la potencia industrial
menos concentrada en 1914.
La recuperación en Francia
Sin embargo, en 1936, un nuevo gobierno de carácter socialista produjo un viraje de significación. Se
abandonó el patrón oro con la consecuente devaluación del franco, se realizó un moderado plan de obras
públicas, se regularon los precios agrícolas y se aumentaron los salarios. El traslado inmediato de los
incrementos salariales a los precios relanzó la inflación y reapareció la tensión social. A principios de 1939
la economía francesa pareció despegar debido al aumento de los gastos militares, pero la entrada en la
guerra y la ocupación por parte de Alemania al año siguiente cambiaron el rumbo de la historia de Francia.
La recuperación alemana comenzada en 1933, estuvo caracterizada por la creación de empleo y en una
serie de disposiciones fiscales con el objetivo de favorecer a las grandes empresas. El gasto militar subió del
3 % del PIB en 1933 al 23 % en 1939. El sector estatal fue el mayor inversor y el mayor consumidor en la
economía alemana disminuyendo el papel de la economía de mercado por las regulaciones impuestas por el
Estado. A su vez, se profundizó la concentración en las distintas áreas de la economía, rasgo característico
de la estructura productiva alemana.
Véase también
New Deal Franklin Delano Hooverville
Historia económica Roosevelt Década Infame
Teoría general del empleo, Ley Glass-Steagall Economía y Gran
el interés y el dinero Ley Hawley-Smoot Depresión en
Crisis financiera de 2008 Las uvas de la ira (novela) Checoslovaquia
Crisis económica Periodo de entreguerras Gran depresión en México
Crisis económica de 2008 Gran Depresión en Chile
Referencias
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