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El recuerdo de Kittin Bulnes:

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En 1984, Kittin Bulnes abandonó sus estudios y partió a viajar por Europa. En
su paso por Londres conocería el sonido punk: canciones sobre revolución y
protesta que cambiarían su vida. Al llegar a Chile sorprendió con su estética a
una naciente escena de artistas, músicos, pintores y poetas que se oponían a la
gris existencia del apagón cultural. En esa generación, Kittin fue la primera
punk. Hoy, intenta reconstruir su historia.

Por Rocío Collao y Paulo Matus

Kittin Bulnes Damm a sus 53 años dice ser la primera mujer punk en Chile,
sentada en el único sillón de la casa que arrienda hace cuatro meses en
Pucón. El sonido del televisor encendido se oye en los silencios de nuestra
conversación.

-¿Te puedo pedir un favor? -dice ella, con voz titubeante.

-Cuéntame.

-Mira, es que estoy con un problema y a lo mejor tú me puedes ayudar.

-Sí, dime.

-Se me acabó el gas, ¿puedes prestarme 20 lucas?, es que estoy en

problemas -termina por decir.

Cuando Kittin aún no se aislaba del resto, era su padre, Raúl Bulnes,
arquitecto y actual presidente de la Fundación Pablo Neruda, quien le
tendió su mano más de una vez para solucionar las dificultades en las
cuales se encontraba su hija. Ciertos tropiezos que comenzó a tener a
principios de los años ochenta, en el momento que Kittin a sus 21 años
abandonó sus estudios de arte, se cortó su pelo, cambió su manera de vestir
y se acercó a una generación de artistas que deseaban expresarse con
libertad por las calles, sin pedirle permiso a los militares para disfrutar de
su juventud. Así como lo hicieron los Pinochet Boys, formados a mediados
de 1984 con el propósito de agitar al resto y desafiar el aburrimiento de
esos días. “Fuimos hijos de Pinochet, de la dictadura”, recuerda Miguel
Conejeros (50), uno de los integrantes de la que muchos consideran la
primera banda punk en Chile.

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Pero lo cierto es que en ese entonces aún no se usaba el término punk. Más
bien era la generación under: un grupo de intelectuales, músicos, poetas,
pintores, cineastas y actores que se deambulaban con sus estilos
extravagantes por casonas de los barrios del centro de Santiago,
experimentando con distintas artes y diferentes drogas durante sus
procesos creativos. “Nos tocaba hablar, vivir nuestra juventud y lo hacíamos
como fuera”, resume Conejeros. En ese sentido, la imagen vanguardista de
Kittin, su forma de expresarse, llamó la atención de aquellos artistas que
comenzaron a imitar su visualidad. En medio de este día, Kittin dice ser la
primera punk mientras intenta reconstruir su historia, cuando formó parte
de la primera ola punk en el país.

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Los años ochenta

Las primeras ideas vanguardistas en respuesta a la represión militar y a la

falta de espacios, propias del fenómeno llamado apagón cultural,
aparecieron a principios de los ochenta en la Facultad de Artes de la
Universidad de Chile. Donde hubo un pequeño grupo de estudiantes que
descubrió otras formas de protestar contra la gris existencia de esos años.
Una de ellas era aprendiendo sobre lo que sucedía fuera de Chile.

Entonces, entre ellos intercambiaban los pocos álbumes y revistas que

parientes y amigos de exiliados políticos traían del extranjero. Hugo
Cárdenas (53), pintor que integró el movimiento artístico y subversivo,
“Contingencia Sicodélica”, asegura que fue el primero en llevar un disco de
The Clash, pero que terminó en las manos de la estudiante de tercer año en
Licenciatura en Artes, Kittin Bulnes, quien lo escuchaba en las fiestas que
organizaba en la casa de sus padres, en la comuna de Las Condes.

-Cuando llegué a la Universidad de Chile la Kittin era un ícono. La veía en

los pasillos junto al Chango Leyton y llamaban la atención del resto por sus
looks. Eran la pareja “pank” -dice Hugo en tono burlón y se apresura en
mencionar -los aristopunk.

Kittin vestía con abrigos y pantalones negros que su madre le encargaba a la

modista. Se delineaba sus ojos con colores que contrastaban con su rostro,
llevaba su pelo corto a los lados, dejándose un mechón a un costado, y por
su estatura llamaba la atención a lo lejos distancia. Para Hugo Cárdenas,
Kittin es la primera mujer punk en un sentido estético y visual porque “no
era una gran intelectual, pero su trabajo influenció a varios porque era
vanguardista para la época”. Aquello incluso llevó a que Hugo copiara en
sus primeras obras la técnica y el estilo al que se dedicaba Kittin: blanco
sobre fondo negro.

-Conocí otros movimientos porque tuve la suerte de tener papás que me

hicieron viajar harto -menciona Kittin, antes de narrar el momento en el
que cambió su vida.

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La generación under

A finales de 1984, Kittin discutió con Sebastián Leyton, su novio, y por esos
caprichos de su vida abandonó los estudios y partió a viajar durante un año
por Europa, alojándose en casas de amigos de su padre que eran exiliados
políticos. En un principio, la finalidad de su aventura era para estudiar arte
en el extranjero, una idea que no logró concretar por los excesos a los que
comenzaba a acostumbrarse. Luego de conocer el movimiento punk en su
esplendor en su visita a Londres, donde también descubrió el fácil acceso a
las drogas. Para ella el punk fue una forma atractiva de rebelarse contra el
sistema y de llamar la atención del resto. Finalmente, una de sus dos
hermanas tuvo viajar a Europa para traerla de regreso, por culpa de ciertas
adicciones que fueron afectando progresivamente en su vida y en su carrera
artística.

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En su regreso, a finales de 1985, Kittin se encontró con una generación de

artistas más amplia que se movían en pequeños escenarios como el Garage
Matucana, la Caja Negra o el Trolley. También estaban las fiestas que se
realizaban en las casas donde vivían los hermanos Conejeros de los
Pinochet Boys o los futuros integrantes de los Fiskales Ad-Hok, “los centros
culturales”, en donde la música se combinaba con puestas en escena de
pintores, artistas visuales y plásticos como Rodrigo Cabezas, Bruna Truffa,
Karto Romero, Bernandita Bikner, Pablo Barrenechea y Sebastián Leyton.
Así lo recuerda este último, quien destaca el trabajo que realizó junto al
pintor Eduardo Berg y Kittin Bulnes para uno de los show de Pinochet Boys
en el Garage Matucana. “Eran unos vampiros colgados con unos andamios
en una de las paredes del escenario”.

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Además, no sólo estaban los Pinochet Boys, sino que también escuchaban a
Los Jorobados y a los Dada. Incluso, el 14 de julio de 1986 el diario La
Cuarta definió por primera vez a esta generación under como punks, luego
de que carabineros detuviera una de las fiestas que se realizaban en la casa
de los hermanos Conejeros, en calle Herrera 506.

02-Los Jorobados - Galería Nocturna

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Al día siguiente, el diario tituló “La papa sobre la picada de Herrera 506:
Punks criollos ‘fue más el ruido que las nueces’”, mientras que La Tercera lo
hizo a su manera: “Jóvenes ebrios protagonizaron descomunal escándalo
callejero”. En una de las fotografías que recoge el libro de los Pinochet Boys,
publicado el 2008, aparece la figura de Kittin Bulnes entre uno de los 18
detenidos de esa noche, al igual que Hugo Cárdenas que protagonizó la
noticia luego de pegarle a un carabinero.

-No se podía seguir con tanta represión -menciona Miguel Conejeros,

tratando de explicar el fin de aquella generación.

Ni pasado ni futuro

En 1986, Kittin Bulnes protagonizó el reportaje “New Wave, más filo que
grosso” de la revista Mundo, junto a otros artistas visuales de la época. En el
que destacan la participación de Quitín (sic) como figura de la escena new
wave, la cual se desprendía de la generación under. “No quieren oír hablar
de pasado ni de futuro, sólo viven el presente y no están dispuesto a
tragarse más verdades, ni tradicionales, ni morales”, dice la bajada de la
publicación. Descripción que coincide con lo que hoy siente Kittin, agotada
de la vida, refugiada en el sur del país. Llegó allá para pasar más tiempo con
su hijo menor, Vicente Gómez (19), decisión que tomó luego de su
rehabilitación por el consumo frecuente de cocaína. Pero el episodio que
marcó un antes y después en la vida de Kittin sucedió en la celebración de
año nuevo en 1989.

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Kittin Bulnes celebró junto al resto de la generación en la casa de Jorge
Yarur, el dueño del Museo de la Moda. El trabajo artístico que realizaba la
artista plástica casi siempre lo llevó a cabo en aquellas fiestas, en las cuales
se preocupaba de ambientar las distintas habitaciones de la casa. Para ello
utilizaba el televisor y el equipo VHS de su padre. No obstante, Kittin nunca
pudo alejarse de sus adicciones. De ahí que ese día sufrió su primera
sobredosis por consumo de cocaína.

Desde ese momento la relación que mantuvo con su familia empeoró con el
pasar de los años hasta el punto de alejarse completamente de ellos.

Probablemente Kittin haya sido la primera punk desde el momento en que

le entregó un sentido estético a la forma en que se expresaron los jóvenes
artistas de aquella generación. Finalmente, una característica que destacó
tanto en músicos como en intelectuales fue la estética que mostraban para
diferenciarse de la gris existencia del apagón cultural, en los años de
dictadura. De hecho, Kittin recuerda las veces que veía a Álvaro España,
vocalista de los Fiskales Ad-Hok, limpiando sus bototos y sacándole brillo a
sus cadenas antes de salir a festejar. Ambos vivieron juntos a finales de
1987 en una casona en Ernesto Pinto Lagarrigue. El mismo año que se
formarían los Fiskales, la primera banda que se definiría como punks, y que
marca el fin de la generación under.

Entrevista Álvaro España

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Para Tatyana Cumsille (56), poetisa que enardecía las presentaciones en

vivo de Los Jorobados, Kittin fue un personaje que brilló en ese círculo sin
ser una gran artista. “Era la más vanguardista de la vanguardista, eso está
claro”, dice irónicamente, “pero luego de los noventa no se supo más de
ella; quedó en el olvido”.

Al lado de Tatyana se encuentra apoyado con su bastón Mario Molina (56),

ex guitarrista y fundador de la banda Los Jorobados. Llegó desde Alemania
el primer día de diciembre para dar un concierto secreto en el barrio
Bellavista, interpretando las viejas canciones que la banda registró
oficialmente recién en 1996. En esas oportunidades, trata de recrear el
ambiente experimental de lo que sucedía en sus presentaciones en el
Garage Matucana de Jordi Lloret.

-No éramos militantes, pero éramos políticos. Atreverse a hacer algo ya era
importante, era nuestra forma de aportar para lo que pasó después, la caída
de Pinochet -menciona Mario, previo al show de este sábado.

-También queríamos una escena diferente, contestando a la música triste de

izquierda del proyecto político fracasado -comenta Tatyana, a las afuera del
Bar 1 en la calle Bombero Núñez y continúa, -fue una generación
contestataria a todo lo que pasó, no solamente contra la dictadura. No
queríamos tristeza, queríamos vivir nuestra juventud.

En Pucón los cuadros en los que Kittin ha trabajado este último tiempo
como artista plástica están apoyados en una de las paredes del primer piso;
aislados del resto de las cosas. Así como lo está ella en este momento, detrás
de la pantalla de su computador, aislada del resto de la gente. Depende de
su estado de ánimo, descansa en el único sillón de su casa, y acompaña sus
tardes fumando marihuana o consumiendo cocaína. Es la gris existencia de
quien dice ser la primera punk.

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