Termoterapia Superficial

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TERMOTERAPIA SUPERFICIAL

J.M. Pastor Vega

CONCEPTO Y PRINCIPIOS GENERALES


Los medios empleados en termoterapia superficial producen un calentamiento intenso de
los tejidos superficiales y un calentamiento leve o moderado de los tejidos situados a mayor
profundidad. En la superficie, las respuestas obtenidas se deben tanto a modificaciones
locales de las funciones celulares y tisulares, como a la puesta en marcha de mecanismos
reflejos. A mayor profundidad, las respuestas obtenidas, como la relajación muscular, se
producen de forma refleja, a partir de la estimulación de receptores sensibles de la piel.
No obstante, con alguno de estos métodos puede elevarse la temperatura de articulaciones
que se encuentran recubiertas por escaso espesor de tejidos blandos, como las de los pies,
muñecas y manos, lo que ejerce una acción primordialmente descontracturante.
El calentamiento superficial produce un efecto analgésico, que se debe tanto a la reducción
de la tensión muscular como a un efecto directo sobre las terminaciones nerviosas libres y
las fibras nerviosas sensibles.
Las modificaciones en las temperaturas de los tejidos superficiales, producidas por este tipo
de termoterapia, dependen de diversos factores:
1. Intensidad del calor aplicado. Para obtener niveles terapéuticos, la elevación de
temperatura en los tejidos debe situarse entre los 40-45 0C. Temperaturas superiores
a los 45 0C aumentan el riesgo de quemaduras, mientras que temperaturas inferiores
a los 40 0C disminuyen las respuestas de valor terapéutico. Como norma general, se
recomienda que la máxima exposición de un agente superficial, en estrecho contacto
con la piel, sea de unos 30 minutos a una temperatura no superior a los 45 0C. Sin
embargo, no se trata de una regla rígida ni segura, ya que, en ocasiones, pueden
aparecer quemaduras tras una hora de exposición a temperaturas inferiores, mientras
que en otros casos no se producen a temperaturas más elevadas, probablemente por
diferencias individuales.
2. Calor específico del agente utilizado.
3. Conductividad térmica del agente empleado y de los tejidos interpuestos. Al poseer
una baja conductividad térmica, la grasa es un buen aislante térmico, por lo que los
tejidos situados por debajo del tejido subcutáneo se ven muy poco o nada afectados.
Sin embargo, las articulaciones de muñecas, manos, tobillos y pies, al tener escaso
recubrimiento de tejidos blandos, pueden calentarse localmente mediante moda-
lidades de termoterapia superficial.
4. Duración de la aplicación. En términos generales, cuanto mayor es el tiempo de
aplicación mayor será el estímulo producido, teniendo en cuenta que un medio
termoterápico superficial aplicado sobre el cuerpo pierde calor en un tiempo
variable, en razón a su conductividad térmica y calor específico.
5. Superficie cutánea expuesta. Cuanto mayor sea la superficie expuesta es de esperar
un mayor estímulo, por cuanto la entrada neural es mayor y se estimulan más
cantidad de neurorreceptores. Además, existen zonas reflexógenas determinadas,
sobre las que el estimulo térmico aumenta las respuestas.
6. Sensibilidad individual. La sensibilidad, tanto al calor como al frío, varía de un
individuo a otro y no es la misma en las diferentes zonas de la superficie cutánea.
Los métodos de calentamiento superficial producen una elevación máxima de la
temperatura de la piel y tejidos muy superficiales, en un período de tiempo de 6 a 8
minutos. En los músculos situados entre 1 y 2 cm de profundidad, la temperatura se eleva
en menor medida. Se necesitan exposiciones de 15 a 30 minutos, a temperatura máxima
tolerable (40-45 0C), para producir un incremento significativo de la temperatura muscular.
En músculos situados a 3 cm de profundidad, las aplicaciones dentro de los niveles
tolerables producen una elevación máxima de 1 0C en la temperatura del músculo. Tras
obtenerse el máximo nivel de calentamiento, se produce un descenso lento de la
temperatura, hasta llegar a los niveles basales previos a la aplicación (fig. 7.1).
La termoterapia superficial se utiliza, dentro de un programa terapéutico, por su acción
relajante sobre el músculo estriado y liso, analgésica, descontracturante y antinflamatoria.
En el tronco, codos, rodillas y hombros se obtiene un calentamiento suave y superficial, lo
que produce efectos en zonas más profundas por el desencadenamiento de respuestas
reflejas. En otras localizaciones, como en los dedos, la aplicación de un medio de
calentamiento superficial, como la parafina, puede producir un calentamiento articular
intenso. Por lo tanto, con estos métodos pueden alcanzarse temperaturas en el rango
terapéutico sobre zonas como las manos, pies, tobillos y en aquellos casos en que la
afección se localice relativamente cerca de la piel, con la ventaja de poder aplicarse sobre
una zona más amplia que con los ultrasonidos o la diatermia. Por otra parte, en la mayoría
de los casos, las modalidades actuales de calentamiento superficial resultan de fácil manejo
y relativamente baratas.
Aunque por las características del patrón de distribución térmica de estos agentes no son de
esperar modificaciones sobre las propiedades viscoelásticas del tejido conectivo y de los
músculos situados en zonas profundas, el efecto analgésico y antiespasmódico obtenido
justifica su empleo para disminuir el dolor y el espasmo muscular, antes de realizar ejer-
cicios terapéuticos. Sin embargo, en articulaciones superficiales, el calentamiento puede
modificar las propiedades viscoelásticas tisulares articulares y periarticulares, al aumentar
su extensibilidad en concomitancia con la realización de cinesiterapia.

CLASIFICACIÓN
De acuerdo con el mecanismo principal de transferencia térmica, la mayor parte de medios
termoterápicos superficiales pueden clasificarse en conductivos y convectivos. La radiación
infrarroja también produce calentamiento superficial por conversión de energía
electromagnética en energía térmica (tabla 7.1). El estudio de los infrarrojos y de las
modalidades de hidroterapia se realiza en otros capítulos.
Tabla 7.1. Algunos métodos de termoterapia superficial

Conducción Convección Conversión


Bolsas calientes (hot-packs) Baños de agua caliente Infrarrojos
Bolsas de agua caliente Duchas y chorros calientes
Almohadillas eléctricas Hidromasaje caliente
Envolturas y compresas Sauna
secas
Arena caliente Baños de vapor
Parafina Aire caliente
Peloides/fangos Fluidoterapia
Parafangos

MÉTODOS CONDUCTIVOS
Existe una gran variedad de medios que transfieren calor a la piel mediante conducción
térmica. Muchos de ellos, como los ladrillos calientes, las bolsas de agua caliente, las
secadores de pelo, las planchas eléctricas o bien los calentadores de cama, son métodos
domésticos muy extendidos para transferir calor al organismo. Trataremos aquellas de
empleo más frecuente.
1. Bolsas calientes
El principal mecanismo de transferencia térmica es la conducción, aunque también existe
algo de transferencia mediante convección y emisión de radiación infrarroja.
Existen diversos tipos de bolsas comercializadas. Podemos distinguir las bolsas calientes
denominadas hot-packs, consistentes en una bolsa de algodón rellena de bentonita (o
cualquier otra sustancia con propiedades hidrófilas) y sustancias volcánicas minerales, y las
bolsas denominadas hot/cold-packs o bolsas de hidrocoloide, de forro de plástico
transparente, cuyo interior se encuentra relleno de una sustancia gelatinosa, que pueden
utilizarse tanto para termoterapia como para crioterapia. Estas bolsas se encuentran
disponibles en diferentes formas y tamaños, según el tamaño y contorno de la superficie
sobre la que se han de aplicar (fig. 7.2).
Las bolsas se calientan en baños o calentadores, controlados con termostatos a una
temperatura de 71,1 a 79,4 0C; la temperatura de utilización recomendada se sitúa entre los
70 y los 76 0C (fig. 7.2).
En los hot-packs, el material hidrófilo absorbe y mantiene el agua caliente, que se expande
dentro de la bolsa. En las bolsas de hidrocoloide, el calentamiento del gel se produce por
transferencia térmica desde el agua del baño hacia la bolsa.
Las bolsas, aunque producen una transferencia térmica prolongada, no constituyen una
fuente constante de calor, ya que la temperatura desciende tan pronto es retirada del agua.
Existen bolsas que pueden calentarse tanto en agua caliente como en un horno de
microondas. En el último caso, el calor absorbido se transfiere por conducción en forma de
calor «seco». Suele afirmarse que el calor «seco», como el producido por la radiación
infrarroja, eleva la temperatura superficial en mayor cuantía que el calor «húmedo» de una
bolsa caliente, aunque en este último caso se produzca una penetración ligeramente
superior. Sin embargo, no existen estudios definitivos que certifiquen esta afirmación, por
lo que, la mayoría las veces, la elección de la «forma de calor» va a depender de las
preferencias del paciente y de la disponibilidad del método de calentamiento.
Las bolsas se extraen del baño con pinzas o tijeras y, para su utilización, se envuelven
totalmente en toallas normales o de doble almohadilla, que reducen la transferencia térmica
a la superficie cutánea sobre la que se aplican (fig. 7.3) El número de toallas interpuestas
depende del propio espesor de la toalla, de la temperatura de la bolsa y, especialmente del
grado de tolerancia del paciente. Aunque existen cobertores comercializados, es preciso
interponer toallas adicionales para asegurar una correcta aplicación. Las bolsas, dentro de
sus envolturas, deben cubrir la totalidad de la zona que hay que tratar y deben quedar bien
fijas a ella.
El tratamiento suele durar entre 15 y 20 minutos, durante los cuales el paciente debe
experimentar una sensación de calor franca, pero siempre tolerable. Aproximadamente 5
minutos después de iniciada la aplicación, es necesario retirar la envoltura para observar la
piel del paciente.
Hay que tener cuidado en no ejercer mucha presión sobre las bolsas, pues se reduce la
acción aislante de las toallas o forros. Esta precaución es especialmente necesaria cuando se
efectúan aplicaciones en el tronco; éstas deben realizarse en decúbito prono, para evitar la
compresión de las bolsas y la salida de agua o sustancia gelatinosa de su interior, lo que
aumentaría la transferencia térmica y el riesgo de producción de quemaduras.
Las bolsas químicas están constituidas por un contenedor flexible, en cuyo interior se
encuentra un líquido más o menos transparente que actúa como activador químico. Al
presionarlas se produce una reacción química exotérmica, que, en aproximadamente 5
minutos, genera calor seco (máximo de 54 0C), mientras el líquido va cristalizando. Existen
bolsas de diferentes tamaños y se aplican igualmente dentro de un forro o envueltas en
toallas, teniendo en cuenta los principios establecidos para la aplicación de todos los tipos
de bolsas. Después de cada aplicación, las bolsas se introducen en agua hirviendo durante
15 a 20 minutos, con lo que la reacción interna se invierte y quedan listas para una nueva
aplicación.
Existen bolsas de este tipo de un solo uso que contienen un compuesto químico,
normalmente sulfato de magnesio, y una bolsita de agua. Para producir la reacción
exotérmica, se agita la bolsa de forma que los granos de sulfato magnésico se desplacen
hacia la parte en la que se encuentra la bolsa de agua, se doblan las esquinas superiores y se
presiona con fuerza la parte inferior hasta notar que la bolsa de agua se rompe.
Posteriormente, se agita vigorosamente la bolsa y se aplica sobre la zona corporal deseada.
El rendimiento térmico de este tipo de bolsas no es significativo y, además hay que tener
mucho cuidado con la posible rotura de las bolsas químicas, dado que el liquido de que
están rellenas es irritante y puede ponerse en contacto con la piel o los ojos.
La bolsa de agua caliente puede utilizarse de modo semejante a las anteriores; es una
modalidad interesante para empleo doméstico. El agua contenida en su interior, a una
temperatura de 48 0C aproximadamente, puede tolerarse algunos minutos sobre la piel,
aunque produce una menor transferencia térmica al paciente. Una bolsa con agua caliente a
65 0C produce una mayor transferencia térmica, pero es necesario interponer toallas, ya que
una aplicación directa, aunque sea de breve duración, puede producir quemaduras.
2. Almohadillas eléctricas
La almohadilla eléctrica presenta la ventaja de mantener la temperatura durante el tiempo
de aplicación. El calor se produce mediante el calentamiento de una resistencia en el
interior de la almohadilla. Suele disponer de un interruptor, reóstato con varios niveles de
calentamiento, y deben reunir todas las normas de seguridad eléctrica.
Al mantenerse la temperatura constante, se corre mayor riesgo de producción de
quemaduras, sobre todo si el paciente yace sobre la almohadilla o se duerme con ella. El
peso del cuerpo produce una reducción del flujo sanguíneo de la piel en contacto con la
almohadilla, que se acentúa con la relajación muscular producida cuando el paciente queda
dormido, lo que hace que la temperatura cutánea se eleve mucho. Sí a esto se añade el
efecto analgésico que produce el calor, se corre el riesgo de producción de graves
quemaduras.
Se han comercializado almohadillas especiales diseñadas de forma que se adapten a la zona
corporal mediante velcro y cintas; la potencia oscila entre los l0 y los 50 W, según el tipo
de almohadilla (fig. 7.4).
INDICACIONES
Los métodos anteriores son útiles como agentes antiespasmódicos y analgésicos, ya que
consiguen disminuir significativa, aunque temporalmente, el espasmo muscular defensivo
secundario a una afección articular o esquelética subyacente o a una irritación de la raíz
nerviosa. Por ello, su indicación más frecuente es el espasmo muscular y/o dolor en la
región cervical y dorsolumbar. La relajación muscular se asocia con una disminución de la
resistencia al estiramiento pasivo, por lo que su empleo suele preceder a la realización de
estiramientos musculotendinosos u otras formas de cinesiterapia y masoterapia.
Existen estudios en los que se ha comprobado que los medios conductivos aplicados sobre
zonas hipersensibles o »puntos gatillo», en el síndrome de fibromialgia, resultan
beneficiosos para disminuir el dolor en los puntos más sensibles. Para que el tratamiento
sea efectivo, el paciente debe encontrarse en una posición cómoda y la musculatura
espasmódica no debe situarse en una posición de estiramiento hasta que no se haya
obtenido el efecto antálgico, pues de lo contrario un estiramiento doloroso perpetuaría el
espasmo. En estados tensionales, con aumento de la tonicidad muscular, se obtiene un efec-
to relajante y analgésico, junto con la aplicación de un masaje sedante profundo.
La aplicación de bolsas calientes en el abdomen puede reducir molestias abdominales de
origen gastrointestinal, por la disminución de la peristalsis y del flujo sanguíneo de la
mucosa gástrica, que conlleva una disminución de la acidez gástrica. También son
beneficiosas en la dismenorrea primaria, por su acción relajante de la musculatura lisa.
3~ Baños de parafina
Los baños de parafina comenzaron a aplicarse en Francia a principios de siglo, tanto en
balnearios como en hospitales, para el tratamiento de las artritis crónicas de manos y pies.
La parafina es una mezcla de alcanos que se encuentra en la naturaleza (ozoquerita) y en los
residuos de la destilación del petróleo. La empleada en terapéutica debe ser blanca, inodora,
insípida y sólida, y se suministra en forma de placas. La parafina tiene un punto de fusión
medio de aproximadamente 54,5 0C. La adición de una parte de aceite mineral a seis o siete
partes de parafina reduce su punto de fusión; de este modo se mantiene líquida a
temperaturas entre 42 y 52 0C.
La parafina fundida posee un elevado contenido calórico; es una fuente duradera de calor,
pues tarda más tiempo en enfriarse de lo que lo hace el agua a la misma temperatura. Dado
que su conductividad y calor específico son bajos, puede aplicarse directamente sobre la
piel a temperaturas que no son tolerables con el agua. Para afecciones articulares crónicas
de manos y pies, suele preferirse el baño de parafina a los baños de agua caliente o al
hidromasaje, ya que proporciona una acción antinflamatoria y analgésica más duradera.
El mecanismo fundamental de transferencia de calor es por conducción, aunque en el
estado de cambio de fase de líquido a sólido, durante la aplicación, se produce emisión de
radiación infrarroja.
La parafina se funde y mantiene en baños controlados termostáticamente (fig. 7.5). Existen
baños de pequeño tamaño, que pueden ser transportados y utilizados para uso doméstico.
Los baños necesitan una continua supervisión para evitar que se contaminen. Los
termostatos y temporizadores pueden fallar o dañarse, y necesitan revisarse y calibrarse de
forma regular. El baño debe ser periódicamente limpiado y esterilizado, siguiendo las
recomendaciones del fabricante. Las veces que se reutilice la parafina determinarán la
frecuencia con la que el baño ha de limpiarse y esterilizarse, aunque se recomienda hacerlo
a intervalos no superiores a 6 meses.
Antes del tratamiento, el segmento corporal debe limpiarse con agua y jabón, y
posteriormente con alcohol, para eliminar cualquier residuo de jabón y evitar la
proliferación bacteriana en el fondo del baño. La parafina se aplica fundamentalmente en
manos y pies, de tres formas: inmersiones repetidas, inmersión mantenida y pincelaciones.
El método de inmersión es el más utilizado y consiste en la introducción cuidadosa de la
mano o el pie durante varios segundos en el baño; posteriormente se retira, para que se
forme una delgada capa de parafina, ligeramente endurecida y adherente, sobre la piel. La
operación se repite de 8 a 12 veces hasta que se forma una gruesa capa de parafina sólida.
A continuación, la zona se envuelve en una bolsa de plástico y se cubre con varias toallas
para facilitar la retención del calor (fig. 7.6).
La zona corporal debe quedar despojada de cualquier tipo de objeto metálico y debe
procurarse que no se mueva la zona introducida en el baño para evitar la aparición de
«puntos calientes». Si se moviliza la parte introducida en la parafina fundida, se corre el
riesgo de interrumpir la barrera de parafina semisólida, con lo que el paciente sentirá una
sensación de quemadura. La mano debe sumergirse con los dedos lo más extendidos y
separados posible.
El paciente debe situarse en una posición cómoda, con la zona elevada, hasta que finalice el
tratamiento para evitar la potencial aparición de edema. La aplicación se mantiene de 15 a
20 minutos. Transcurrido este tiempo, se quitan las toallas y la bolsa de tiro, y con un
depresor lingual se retira la capa de parafina sólida y se arroja al baño. Tras la aplicación,
debe verificarse el estado de la piel.
Después de la aplicación, la zona debe limpiarse con agua y jabón. La limpieza puede
completarse con un suave masaje con una loción hidratante o aceite mineral, para
humedecer y suavizar la piel. Después de una aplicación de parafina, la piel queda más ter-
sa, suave, húmeda y flexible, por lo que resulta más fácil de masajear y movilizar.
El método de pincelación se emplea con menor frecuencia, aunque permite aplicar la
parafina a temperatura más elevada. Se utiliza sobre zonas como los hombros y los codos,
que no pueden ser tratadas mediante las técnicas anteriores. Este método se basa en la
aplicación de unas 10 pincelaciones rápidas sobre la zona, que posteriormente queda conve-
nientemente envuelta.
El método de inmersión mantenida o de reinmersión es utilizado en contadas ocasiones, al
ser poco tolerado por muchas personas, especialmente aquéllas con predisposición a la
formación de edemas o que no pueden adoptar una posición estática y cómoda durante el
tiempo que dura el tratamiento. En los casos en que existan dudas sobre la tolerancia del
paciente, es preferible pincelar la zona con parafina hasta que se forme la capa sólida
protectora, y luego introducirla en el baño.
Se introduce la mano o el pie tres o cuatro veces en el baño de parafina, hasta que se forma
una fina película de parafina sólida. Luego vuelve a sumergirse en el baño y se mantiene la
inmersión de 20 a 30 minutos. Dado que la parafina solidificada sobre la piel posee una
baja conductividad térmica, la conducción de calor desde la parafina fundida se reduce, lo
que explica que esta aplicación pueda ser tolerada. Presenta el inconveniente de que,
durante la aplicación, la zona se encuentra dependiente, lo que puede contribuir a la
aparición o aumento de edema.
La técnica de inmersión proporciona un calentamiento suave, mientras que con el método
de inmersión mantenida se obtiene un calentamiento intenso sobre la piel, con un descenso
importante de la temperatura en el tejido subcutáneo. Sin embargo, teniendo en cuenta la
escasez de tejidos blandos que recubren las articulaciones de la mano, la muñeca, el tobillo
y el pie, se produce una elevación significativa de temperatura en las pequeñas
articulaciones de estas regiones.
INDICACIONES
El baño de parafina se utiliza principalmente frente a contracturas y rigideces articulares
localizadas en manos y pies. Las contracturas se producen por un acortamiento de los
tejidos articulares o periarticulares, por el engrosamiento de la sinovial debido a una
afección reumática o por la tensión de los ligamentos y las cápsulas articulares a causa de
una enfermedad articular degenerativa. En estos casos, puede lograrse un calentamiento
selectivo de las articulaciones contracturadas interfalángicas, metacarpo y
metatarsofalángicas, elevando la temperatura hasta aproximadamente 43 0C. A este ca-
lentamiento debe seguirle, de forma inmediata, la realización de movilizaciones de las
articulaciones o estiramientos moderados, manuales o instrumentales, prolongados durante
el tiempo necesario para que se produzca el enfriamiento de las articulaciones, y siempre en
el límite de tolerancia al dolor. De esta forma, puede conseguirse un aumento de 5 a 10
grados en la movilidad de las articulaciones contracturadas con movilidad limitada.
La rigidez articular matutina o tras reposo, característica de la artritis reumatoide y de otras
conectivopatías, puede ceder con la aplicación de parafina. Sin embargo, la existencia de
sinovitis aguda o subaguda contraindica el calentamiento directo de la articulación.
4. Parafangos
El parafango es una mezcla de parafína, fango volcánico y sales minerales, como ácido
carbónico, hierro, cal y azufre. A su acción térmica puede añadirse una acción compleja,
debida a la mineralización de sus componentes. Los parafangos se suministran en forma de
bloques o placas que se calientan y agitan en recipientes diseñados para ello. La mezcla se
realiza automáticamente, al conectarse el agitador cuando se alcanza la temperatura de
fusión del parafango. Los equipos suelen disponer de un control de temperatura y de un
sistema de esterilización automática (fig. 7.7).
Una vez listo, el parafango se envuelve sobre una lámina de plástico transparente y se
aplica en forma de emplasto o envoltura sobre el paciente, a una temperatura aproximada
de 47-52 0C, lo que permite envolver totalmente una extremidad o articulación periférica
con una difusión homogénea del calor.
CONTRAINDICACICNES DE LOS MÉTODOS CONDUCTIVOS
El calentamiento superficial está contraindicado en zonas en las que existe un déficit de
riego sanguíneo, ya que se encuentra impedido el mecanismo convectivo de disipación de
calor, lo que aumenta el riesgo de producción de quemaduras.
Antes de efectuar cualquier aplicación, debe examinarse la sensibilidad térmica y dolorosa
de la zona, dado que la percepción del paciente es la que determina el nivel de seguridad de
la intensidad de calor aplicado.
Tampoco deben tratarse zonas en las que exista una tendencia al sangrado, ya que el
estímulo térmico produce un aumento del flujo sanguíneo. Éste es el caso en enfermedades
como la hemofilia, en estados postraumáticos o en pacientes sometidos a tratamiento
esteroideo de larga duración, en los que existe una tendencia a la fragilidad capilar.
Las aplicaciones sobre zonas en las que existe un proceso neoplásico pueden aumentar la
tasa de crecimiento tumoral y el riesgo de producción de metástasis.
Deben evitarse las aplicaciones sobre heridas recientes, estén o no infectadas, por el riesgo
de producción de quemaduras. Hay que tener mucho cuidado en las aplicaciones sobre piel
reciente e injertos, y, de igual forma, sobre lesiones cutáneas infectadas —por riesgo de
exacerbación de éstas—, en enfermedades vasculares periféricas o en cualquier afección
que altere la distribución de calor interno.
MÉTODOS CONVECTIVOS
Entre los métodos de calentamiento por convección térmica vamos a tratar los baños de
vapor y de aire caliente seco (sauna), ya que el resto de las diferentes modalidades
hidrotermoterápicas se trata en otro capítulo.
1. Sauna
La sauna o baño finlandés consiste en un baño mixto de aire caliente muy seco, alternado
con aplicaciones frías. Se practica en un recinto, de diferentes dimensiones, según sea de
uso individual o colectivo, con paredes, techo y suelo de madera. Las puertas no deben
poseer ningún tipo de cierre fijo; deben abrirse hacia fuera por simple presión. El interior
dispone de una serie de bancos o asientos y de un termómetro e higrómetro, que indican la
temperatura y el grado de humedad existentes.
El calentamiento del interior de la sauna se realiza mediante estufas eléctricas, con una
superficie radiante en forma de piedras artificiales. Junto a la estufa se dispone un cubo de
madera con agua y un cazo del mismo material, para verter agua sobre las piedras.
La temperatura de una sauna puede oscilar entre los 80 y los 100 0C, según el saunista se
siente en los bancos inferiores o superiores. A nivel del techo pueden alcanzarse
temperaturas de 100 0C. El aire en el interior de la sauna debe poseer un bajo nivel de hu-
medad relativa, generalmente menor del 25%. Al encontrarse el aire muy seco, la
conductividad térmica resulta entre 20 y 25 veces inferior a la del agua o vapor de agua
(diferencia con el baño de vapor), lo que hace tolerables temperaturas tan elevadas. Pueden
establecerse, como normas adecuadas para el calentamiento de una sauna, las siguientes: a
80 0C , 10-15% de humedad relativa del aire; a 90 0C , 5-10% de humedad relativa, y a 100
0
C, 2% de humedad relativa.
La elevada temperatura existente en el interior de la sauna invierte el gradiente térmico
entre la piel y el exterior, con lo que queda limitada la transferencia de calor corporal por
convección y radiación. Por lo tanto, el aumento creciente de la temperatura cutánea se
transmite a zonas más profundas, por lo que la temperatura corporal puede elevarse desde
0,5 0C hasta 1,5-2 0C .
La sauna debe poseer un sistema de renovación de aire para garantizar la humedad máxima.
Cuando se siente una sequedad importante en el ambiente, puede verterse agua procedente
del cubo de madera sobre las piedras situadas en la estufa. Al realizar esta maniobra, no
exenta de cierto «carácter ritual» (en finlandés se conoce como löyly), inmediatamente se
siente una importante sensación de calor, por la rápida evaporación del agua. Sin embargo,
no debe abusarse de esta maniobra, ya que se elevaría en demasía la humedad relativa del
interior de la sauna y se haría menos soportable.

RESPUESTAS FISIOLÓGICAS
La sauna constituye un estímulo hipertérmico que produce una serie de respuestas
fisiológicas. En la piel, se obtiene una notable sudación, que oscila entre 200 y 600 g,
durante una estancia de 15 minutos. Ello conlleva una notable acción eliminadora de agua,
sales, productos nitrogenados e incluso residuos tóxicos. No obstante, dada la composición
del sudor, las pérdidas más importantes son de agua; se eliminan escasas sales,
especialmente cloro y sodio.
Debe tenerse en cuenta que para vaporizar un gramo de agua se necesitan alrededor de 590
calorías. La piel queda más suave, extensible y fácil de masajear. También se obtiene un
estímulo para la renovación de la piel y la formación del manto ácido cutáneo.
El baño de sauna produce una vasodilatación activa de los vasos de resistencia de la piel,
especialmente en las zonas distales de las extremidades y en la región facial; ello provoca
un aumento de la frecuencia cardiaca, con una tendencia a la disminución de la tensión
arterial, por lo que en los individuos hipotensos ha de tenerse especial cuidado. La presión
venosa, en cambio, se incrementa por la apertura de comunicaciones arteriovenosas
periféricas. La producción de taquicardia debe tenerse en cuenta a la hora de evitar la toma
de sauna en pacientes con insuficiencia cardiaca descompensada y cardiopatías
inflamatorias.
Los estímulos fríos que siguen a la sauna producen vasoconstricción y aumento del trabajo
cardíaco, por lo que pueden resultar perjudiciales en personas hipertensas, lo que obliga a
que la fase de enfriamiento sea suave y progresiva.
Aunque se ha afirmado que la sauna provoca una mayor combustión de las grasas, lo cierto
es que la disminución de peso se debe al líquido eliminado. A pesar de ello, la sauna puede
servir de incentivo para el tratamiento de la obesidad, si actúa como coadyuvante de otras
medidas dietéticas, farmacológicas, físicas, etc.
La sauna produce una acción antinflamatoria y relajante muscular, por lo que resulta eficaz
en diversas afecciones del aparato locomotor. La relajación muscular general conseguida,
junto con la acción sedativa por efecto del calor sobre los receptores nerviosos de la piel,
genera una relajación corporal total y una sensación de bienestar.
Al principio, puede producirse una sensación pasajera de dificultad respiratoria, a la que
sigue una fase de taquipnea con aumento de la frecuencia y la amplitud respiratoria, debida
en parte al efecto relajante sobre los músculos respiratorios. El efecto térmico produce una
mejora en la irrigación de las vías respiratorias altas e incrementaría secreción bronquial, lo
que resulta beneficioso en algunas afecciones bronquiales en las que existe una dificultad
expectorante.
Aunque la copiosa sudación disminuye el filtrado renal y aumenta la reabsorción tubular, la
actividad renal se estimula con las aplicaciones frías que siguen a la toma de la sauna.
El aumento de la secreción de catecolaminas y tiroxina produce un aumento general del
metabolismo. En la fase de reposo, el predominio simpático-tónico da paso a una reacción
parasimpático-tónica que se objetiviza por un estado de relajación y cansancio natural. Esta
sensación de bienestar suele durar algunos días, aunque también se ha observado un cierto
efecto euforizante tras la toma de saunas.
Por último, en diferentes trabajos, se ha señalado que la sauna posee un efecto favorable
sobre el sistema inmunológico; resulta un método adecuado para estimular la capacidad de
defensa general y reaccionabilidad del organismo, lo que también se ha atribuido a una
estimulación sobre el eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenales.

TÉCNICA GENERAL
Antes de entrar en la sauna, debe tomarse una ducha de limpieza con agua templada o
caliente y jabón, con lo que además se inicia la activación circulatoria superficial. Tras
secarse, se entra en la sauna desnudo o con una toalla, sin objetos metálicos (relojes,
cadenas, pulseras...).
Al principio es recomendable situarse en el banco inferior, acostado, para evitar el paso de
grandes cantidades de sangre a los vasos dilatados de las extremidades inferiores (fig. 7.8).
En pocos minutos comienza la sudación y empiezan a sentirse los efectos del calor sobre el
organismo. Si durante la sesión se nota el ambiente demasiado seco, se vierte agua sobre las
piedras de la estufa, sin abusar. El tiempo de permanencia recomendado es de 8 a 15
minutos; no deben superarse los 15 minutos. Antes de salir, es conveniente incorporarse, si
estuviera tumbado, y permanecer sentado los dos últimos minutos, para adaptarse al
ortostatismo.
Una vez en el exterior, se realiza un enfriamiento durante 2 o 3 minutos al aire y
posteriormente se aplica un estimulo frío, normalmente una ducha fría, aunque también
pueden emplearse otros métodos: baño frío, duchas y chorros, paseo al aire libre desnudo,
etc. Luego, convenientemente envuelto en un albornoz se dedica un tiempo de reposo de
varios minutos antes de volver a entrar en la sauna. Durante las pausas pueden realizarse
ejercicios de relajación y programas suaves de ejercicios de mantenimiento, estiramiento o
masajes, especialmente de la musculatura hipertónica.
En una nueva entrada puede tomarse la sauna en los bancos superiores, siguiendo las
mismas recomendaciones. Como norma general, no es aconsejable realizar más de 3
entradas seguidas. Al terminar la sesión, tras la fase de enfriamiento, debe guardarse un
tiempo de descanso, de media hora a una hora, con la totalidad del cuerpo envuelto en una
toalla o albornoz sobre una tumbona. Debe evitarse la realización de ejercicios físicos
intensos, dado que el sistema nervioso vegetativo no se encuentra suficientemente
adaptado.
Los estímulos fríos aplicados en la fase de enfriamiento constituyen un notable esfuerzo
cardiocirculatorio, ya que la frecuencia cardiaca y la presión arterial aumentan
repentinamente, debido a los cambios bruscos en la resistencia vascular, lo que puede ser
desfavorable en cardiópatas e hipertensos. En personas con una presión arterial normal,
aunque ésta ascienda, no se observa una sobrecarga importante sobre el corazón, ya que la
vasodilatación de los vasos cutáneos actúa contrarrestando este efecto.
En general, es recomendable tomar la sauna una vez por semana, aunque esta frecuencia
puede variar de acuerdo con condicionamientos especiales, como la existencia de una
patología o estado físico determinado. Lo ideal sería tomarla al mediodía, con la finalidad
de adaptarse a las variaciones fisiológicas de la temperatura corporal; no conviene tomarla
muy tarde ni nocturnamente, ya que el efecto sedante y favorecedor del sueño puede
transformarse en insomnio. La sauna debe tomarse de 1 a 2 horas después de la comida y ha
de esperarse otra hora tras su finalización para volver a comer. A su término, debe ingerirse
líquido, especialmente agua mineral, zumos de frutas y bebidas electrolíticas, pero nunca
bebidas alcohólicas, café u otras bebidas excitantes.
INDICACIONES
La sauna se encuentra indicada en afecciones reumáticas crónicas sin signos de actividad
inflamatoria, por su acción analgésica y relajante muscular. En la osteoartrosis y en otras
afecciones crónicas osteoarticulares y extrarticulares que afectan a múltiples articulaciones
contribuye -por su acción analgésica y antiespasmódica- a facilitar la movilidad y a acelerar
la recuperación. Los espasmos musculares de defensa, como los que se presentan en las
hernias discales por irritación de las raíces nerviosas, son otra de las indicaciones de la
sauna. La reducción del hipertono muscular determina un mejoramiento de la movilidad
articular, La sauna, junto con ejercicios suaves de estiramiento, contribuye a mantener o
aumentar la movilidad articular y la elasticidad muscular.
En la fibromialgia, considerada actualmente como un síndrome de dolor psicogénico de
origen central multifactorial, el estímulo térmico resulta favorable, por su acción relajante
sobre los puntos miofasciales (gatillo).
Las afecciones bronquíticas y de vías aéreas superiores se benefician del uso de la sauna,
pues favorece la broncodilatación por la acción térmica bronquial, aunque no debe aplicarse
en cuadros de EPOC en los que exista una restricción respiratoria importante o una
sobrecarga cardiaca derecha.
También puede resultar beneficiosa en procesos vasculares periféricos, siempre y cuando
no exista un componente inflamatorio o trombótico. En la distrofia simpática refleja en
fase II también se han obtenido buenas resultados.
En el ámbito deportivo tiene un lugar destacado, ya que el cambio de reacciones
simpaticotónicas y parasimpaticotónicas produce una ejercitación del aparato
cardiocirculatorio, lo que mejora su rendimiento. En las fases de recuperación a en las jor-
nadas de descanso tras entrenamientos o competiciones intensas, la sauna tiene efectos muy
beneficiosos; se recomienda para eliminar el fenómeno de sobreentrenamiento y como
tratamiento complementario en la recuperación de lesiones.
Se han destacado los buenos resultados de la sauna sobre la lípodistrofia o celulitis. Esta
alteración es una verdadera entidad anatomoclínica, que va desde una infiltración nodular
edematosa hasta una adiposidad localizada en la región subglútea e intertrocantérea. Su
tratamiento debe ser multiterápica; debe incluir medidas dietéticas, farmacológicas y físicas
(gimnasia médica, deportes, masaje general y de drenaje, natación, sauna, hidroterapia y
electroterapia). La sauna, aunque es un baño hipertérmico, constituye una modalidad de
calentamiento superficial y no posee un efecto lipolítico real: sus posibles efectos
beneficiosos sobre la“celulitis” son consecuencia de su acción estimulante circulatoria.
Por último, la sauna constituye un excelente método de mantenimiento corporal, por su
efecto tonificante y «desintoxicante», y de ayuda para conseguir la relajación en estados de
estrés y tensionales.
PELIGROS Y CONTRAINDICACIONES
La toma de la sauna debe estar bajo indicación y supervisión médica, ya que la exposición a
temperaturas elevadas puede conducir a diversos cuadros clínicos, debidas a reacciones
leves o graves a estas temperaturas, por respuestas inadecuadas de los mecanismos de
termorregulación. Estas alteraciones incluyen el desvanecimiento o sincope por calor, pro-
vocado por shock hipovolémico por la excesiva pérdida de líquido, y el golpe de calor, que
constituye una urgencia médica y está producido por el fracaso de los mecanismos
termolíticos. Factores como edad avanzada, obesidad, diabetes mellitus, alcoholismo
crónico, debilidad importante, arteriosclerosis avanzada, hipertensión grave, insuficiencia
cardiaca congestiva y toma de diferentes fármacos (diuréticos, anticolinérgicos,
antihistamínicos, tranquilizantes, sedantes, betabloqueantes, anfetaminias y cocaína)
predisponen a reacciones frente al calor, especialmente al golpe de calor. En todos estos
casos deben evitarse los estímulos térmicos intensos, como los producidos con la toma de
sauna o baños de vapor.
En un reciente estudio realizado en Estados Unidos sobre 158 fallecimientos por
hipertermia, se identificaron como factores de riesgo más importantes: alcohol, enfermedad
cardiaca, cuadros epilépticos e ingesta de cocaína, sola o en combinación con alcohol.
Constituyen, también, contraindicaciones de la sauna los procesos infecciosos e
inflamatorios agudos, los enfermos febriles, la insuficiencia renal, cardiaca y hepática
grave, la hipertensión grave, las enfermedades coronarias y miocárdicas, los estados de
hipotensión grave a lábil, la arteriosclerosis avanzada, los enfermos neoplásicos y muy
debilitados, las mastocitosis sistémicas, la existencia de lesiones hemorrágicas activas o con
tendencia a la hemorragia, los trastornos circulatorios periféricos graves, la existencia de
accidentes vasculares cerebrales, el glaucoma y los procesos oculares degenerativos, los
epilépticos, los enfermos psicóticos y la mujer durante la menstruación. Dada la alteración
termorreguladora existente en pacientes hipertiroideos y con tiroidismo grave, la sauna se
encuentra contraindicada en ellos.
Debe evitarse tomar el sol o las aplicaciones de rayos ultravioleta inmediatamente después
de tomar una sauna, ya que tras el baño o ducha se elimina el ácido urocánico que contiene
el sudor, filtro natural protector frente a las radiaciones solares, que se sintetiza en el estrato
córneo por medio de la vía metabólica de la histidina.
2. Baños de vapor
El baño de vapor (baño romano o turco) consiste en baño total saturado de vapor de agua a
una temperatura que oscila entre 38 y 45 0C. Al encontrarse el aire del baño saturado de
vapor de agua, la transferencia de calor se encuentra reducida con respecto a la del agua,
por lo que se pueden tolerar temperaturas de 43 a 450C.
Los baños se practican en una habitación de diferentes formas y dimensiones, que permite
una cabida de 2 o 4 personas, o en grandes espacios, con mucha mayor capacidad. El baño
posee asientos o literas, que pueden disponerse en forma escalonada; de este modo se
obtienen temperaturas diferentes en el mismo recinto, ya que, por cada metro de altura
sobre el suelo, la temperatura se eleva entre 1 y 1,5 0C, aproximadamente. En otros casos, el
baño posee varios compartimentos a temperaturas diferentes; es recomendable iniciar el
baño en los de menor temperatura y seguir con los de temperatura mayor, para finalizar
siguiendo un curso contrario. Las paredes del baño deben estar revestidas de azulejos o
pintura impermeabilizada, el suelo debe ser antideslizante y la iluminación se hará con
bombillas de una potencia máxima de 25 W, para evitar la probabilidad de accidentes
eléctricos, dado que el vapor de agua es conductor de la electricidad. El vapor producido
sale por unos orificios situados en el suelo o debajo de los asientos inferiores. Con
frecuencia se introducen en los aparatos productores de vapor diferentes esencias
(eucalipto, mentol, pino, menta, etc.), para aromatizar la estancia.
Antes de entrar en el baño debe realizarse una ducha tibia de limpieza y, una vez secado el
cuerpo, se introduce en él, desnudo o con una pequeña toalla alrededor de la cintura,
durante períodos iniciales de 10-15 minutos. Inmediatamente después, el vapor de agua se
condensa sobre la piel, por lo que, para favorecer la sudación, resulta conveniente tomar
una breve ducha cada cierto tiempo.
Tras la primera entrada en el baño, se toma una ducha seguida de un período de descanso
de unos 15 minutos. Finalizado el período de descanso, vuelve a entrarse en el baño; puede
permanecerse hasta 20 o 30 minutos. El baño finaliza con un masaje y una ducha, o un
baño frío o tibio completo. Posteriormente debe guardarse reposo durante 30 minutos,
convenientemente abrigado y en una hamaca o tumbona
Los baños de vapor poseen una acción analgésica, relajante y reductora del tono muscular
importante, por la que sus indicaciones son similares a las de la sauna: afecciones
articulares inflamatorias y degenerativas crónicas, secuelas de traumatismos osteo-
articulares, neuralgias, lumbalgias y lumbociáticas, y afecciones musculares con
componentes doloroso y espasmódico. Por ser un baño a menor temperatura que la sauna,
los pacientes con problemas circulatorios (como las várices) y los hipotensos lo soportan
mejor.
Los baños de vapor se encuentran indicados en pieles normales o secas, ya que facilitan la
limpieza general de la piel y una mejor circulación y oxigenación. En cutis secos y
delicados, resulta preferible el baño de vapor a la sauna, ya que esta última reseca algo la
piel.
Por último, es un hecho conocido los beneficios de estos baños sobre afecciones
respiratorias, como el resfriado común y las bronquitis crónicas, al facilitar la
broncodilatación y la fluidificación de las secreciones, ya que se respira un aire caliente
saturado de vapor de agua, al que pueden añadirse coadyuvantes, como esencias o aditivos
medicinales.
Las precauciones y contraindicaciones son similares a las descritas para la sauna.
En el ámbito doméstico, son muy conocidos los denominados baños parciales de vapor o
vahos, que fueron muy preconizados por Kneipp. Los más utilizados son los de cabeza,
piernas y pies, de medio cuerpo y de asiento. Estos baños se utilizan especialmente para
procesos catarrales de vías respiratorias superiores y suelen complementarse agregando en
ellos aceites esenciales de plantas, como romero, eucalipto, sándalo, pino, etc.
Otra forma de aplicar vapor de agua sobre la superficie corporal es en forma de chorros o
ducha (ducha de vapor). Ello consiste en un dispositivo generador de vapor de agua caliente
a presión, que es conducido por una manguera con una boca regulable. El vapor de agua se
aplica sobre el cuerpo a una distancia inicial de alrededor de 30 cm, la cual, paulatinamente,
va reduciéndose. Durante la aplicación debe experimentarse una sensación agradable de
calor suave y soportable. Suele utilizarse como método relajante y antiespasmódico.

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