Festa de San Clemente 2013 Spagnolo
Festa de San Clemente 2013 Spagnolo
Festa de San Clemente 2013 Spagnolo
Superior Generalis
Queridos Cohermanos, Hermanas, Asociados y Amigos:
Hoy celebramos la fiesta de San Clemente María Hofbauer, al que frecuentemente nos
referimos como nuestro 'segundo fundador'. Él es también Patrono de Viena. Su vida como
Misionero Redentorista es toda ella una historia increíble. Siempre ha sido su vida
especialmente relevante para nosotros, pero nunca tanto como en este Sexenio cuando el
XXIV Capítulo General se inspiró en sus palabras y en su vida para elegir nuestro tema del
Sexenio:
"Predicar el Evangelio siempre de manera nueva:
Renovada esperanza, renovados corazones, renovadas estructuras
para la misión".
Me gustaría comenzar esta reflexión sobre San Clemente con la siguiente cita de la biografía
de San Alfonso por el P. Antonio Maria Tannoia:
“Estos buenos alemanes [Clemente Hofbauer y Tadeo Hübl] estaban encendidos de
santo celo y deseaban ardientemente fundar una casa de la Congregación en Viena. El
ardor de su celo era tan grande que no reparaban en las dificultades del camino y
veían ya las cosas como si todo estuviera hecho. Esa proyectada casa alemana era
motivo de chanza entre los Padres. Pero cuando Alfonso oyó el buen propósito de
estos fervorosos novicios pensó de forma diferente y llegó a producirle gran alegría;
dijo: "Dios no dejará de propagar su gloria en ese país por medio de ellos. La supresión
de los Jesuitas ha hecho que aquellos pueblos estén medio abandonados. Las misiones,
sin embargo, no deben ser como las nuestras; la catequesis será allí más útil que los
sermones ya que la gente vive entre luteranos y calvinistas. Lo primero que deben
hacer es rezar el Credo y, después, que los fieles se dispongan a abandonar el pecado.
Estos sacerdotes harán mucho bien, pero necesitarán más sagacidad de la que tienen.
Deseo escribirles, pero Dios no quiere que yo me entrometa en nada. ¡Jesús mío!
Humilladme más y más, y haced que allí resplandezca vuestra gloria!".
Estoy seguro de que todos ustedes conocen esta historia y la reacción de San Alfonso al oír
hablar de estos novicios – Clemente y Tadeo –. Tannoia nos dice que en Pagani, los
cohermanos se burlaban de estos dos extranjeros alemanes ¡con grandes planes!
Ciertamente, eran sólo ¡ingenuos soñadores! Pero Alfonso, henchido de alegría por la noticia,
acalló sus bromas con lo que pareció ser una cita profética: "Dios no dejará de difundir su
gloria por medio de ellos... sus misiones, no obstante, no deben ser como las nuestras... Estos
sacerdotes lo harán bien, pero necesitan mucho ingenio..." El propio Alfonso entiende la
necesidad de adaptarse y cambiar los métodos según los diversos contextos en los que el
misionero Redentorista vive y trabaja. Parece que el camino hacia la primera reestructuración
de la Congregación – inspirada en los sueños de ambos novicios alemanes – se inició ¡con las
bendiciones del propio San Alfonso!
Clemente estaba convencido de que nosotros debíamos aprender a predicar el Evangelio
siempre de manera nueva. Esta afirmación que, una y otra vez, y de muchas formas distintas
solía repetir él, se convirtió en fuente de inspiración a la hora de elegir nuestro tema del
Sexenio, justamente cuando más profundamente inmersos nos hallamos en un proceso de
reestructuración para el bien de nuestra misión. La celebración del XXIV Capítulo General
coincidió con el final del Año Centenario de la canonización de San Clemente y esto, tal vez,
pudo influir también en la elección del tema. Sin embargo, creo que el tema fue elegido en
continuidad con los tres últimos Capítulos Generales al tiempo que fue consecuencia directa
de la experiencia compartida durante el XXIV Capítulo General sobre nuestra vocación
misionera hoy. No fue exclusivamente, pues, un sentimiento de afecto a San Clemente con
motivo de su año jubilar.
Como proféticamente anunció Alfonso al bendecir los sueños y esperanzas de Clemente y
Tadeo, los contextos cambiantes en que vive la Congregación en nuestros días requieren tanto
un nuevo enfoque en la evangelización como una renovación y reestructuración en nuestra
“Vita Apostolica”, siempre en consonancia, eso sí, con las Constituciones y Estatutos. Por
supuesto, como insiste la primera lectura de la fiesta de San Clemente, “nadie puede poner
otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo” (1 Corintios 3,6-11). Como Clemente,
nosotros somos constructores que continuamos una labor que se encuentra ya bien
cimentada. El fundamento sigue siendo nuestro encuentro personal y comunitario y nuestra
mutua relación con Jesucristo. Esto lo subrayó también el Sínodo sobre la Nueva
Evangelización que tuvo lugar en octubre de 2012.
El prefacio de la misa de San Clemente pone de relieve tres aspectos importantes en San
Clemente Hofbauer que lo hacen especialmente apropiado para los misioneros Redentoristas
hoy, mientras continuamos con el proceso de reestructuración no sólo de nuestras
estructuras externas, sino también con la renovación de nuestra esperanza y de nuestro
corazón. El prefacio dice que la vida de San Clemente es un ejemplo para nosotros, que él es
nuestro amigo, y es un hombre de oración, que sigue ayudándonos.
El ejemplo de su vida: leer los signos de los tiempos
Clemente vivió en un tiempo que no era muy diferente al nuestro. Fundó la Congregación en
Polonia en los tumultuosos días que precedieron - apenas dos años antes - a la Revolución
Francesa. Fue una época de fuertes cambios en el continente europeo – en política y en
religión, en la sociedad y en la formación, en la economía y en la comunicación. Se
modificaron demarcaciones y fronteras. El nacionalismo, la secularización y los movimientos
que condujeron al ateísmo militante arraigaron entonces. Hubo un desplazamiento masivo de
los pueblos, con el tipo de reacciones y xenofobia frecuentemente violentos que, a menudo,
acompaña a toda migración. En este contexto, Clemente hace frente a los desafíos y a la
persecución que le muestran ambas autoridades a un tiempo, la civil y la eclesiástica –
especialmente procedentes de las estructuras de la Iglesia diocesana, frecuentemente
infectadas de nacionalismo.
Clemente no sólo siguió siendo personalmente fiel a su vocación, sino que indujo también a
los demás a que fueran igualmente fieles a ella. A través de su compromiso con los
abandonados y los pobres, así como con Jesucristo y la comunidad apostólica redentorista,
fundó la Congregación en los territorios del norte de Europa. Todas las comunidades que
fundó fueron internacionales, en las que reunía a miembros de diferentes lenguas y culturas –
polacos y franceses, alemanes y bohemios, austríacos, suizos y belgas. Fue aún más lejos en
sus sueños y en la diversidad de actividades misioneras que ambicionó – en Rumania y
Yugoslavia, en el Imperio ruso e incluso en Canadá. ¿Grandes sueños? Sin duda. Me pregunto
entonces: ¡¿hasta qué punto no se hubieran reído los cohermanos de Pagani de haber sabido
entonces cuán grandes eran realmente los sueños de aquellos dos novicios?! El ejemplo de
sus vidas sigue siendo aún de gran significado para nuestras experiencias de hoy día.
La experiencia de su amistad: estabilidad en medio del caos
El prefacio de su fiesta nos recuerda que Clemente es nuestro amigo. Él tenía el notable don
de la amistad. Durante su vida no fue posible establecer con éxito la Congregación en el norte
de Europa dado que las estructuras canónicas no garantizaban su supervivencia. Debido a
esto, fue sobre todo la amistad con Clemente la que aglutinó en torno suyo a un notable
grupo de hombres que lograron tener identidad propia: Thaddeus Hübl, Emmanuel
Kunzmann, Martin Stark y así tantos otros que se tornarían ellos mismos Misioneros
Redentoristas. La amistad con Clemente dio estabilidad a esta naciente comunidad incluso
cuando su futuro no podía garantizarse con una Regla común ni con el reconocimiento oficial
ni de la Iglesia ni del Estado. El don de la amistad que rebosó en San Clemente se convierte
hoy para nosotros en desafío cuando tratamos de vivir de forma más auténtica “la amistad
evangélica que anima la comunidad apostólica” entre quienes a ella hemos sido llamados
(Const. 34).
La amistad con Clemente no era orientada hacia adentro, solamente para ofrecer apoyo a la
comunidad en la búsqueda común de Dios. Clemente se centra principalmente en la
comunidad apostólica, siguiendo el ejemplo de Jesús (Const. 21-22). En su amistad evangélica
y en su entrega apostólica podemos ver encarnado el ideal de la vocación misionera
expresada en el evangelio de la misa de la fiesta de San Clemente (Lc 10,1-9). Los discípulos
son enviados de dos en dos. Se los envía como una comunidad misionera para llevar la Buena
Nueva a los abandonados y a los pobres. No hay aquí un 'star system’, es decir una promoción
de ‘estrellas’, centrada en personalidades individuales y carismáticas, como tampoco lo fue en
el plan misionero de Jesús, o en el de Clemente. Los discípulos son enviados en cuanto
comunidad con el fin de formar comunidades (Const. 12). Constituyendo juntos "un cuerpo
misionero" (Const. 2), compuesto por numerosos miembros de diversas tierras, culturas y
lenguas.
Esta amistad de Clemente se extendió también a los laicos, hombres y mujeres, a los que
llamó para compartir su misma vocación misionera. Estos hombres y mujeres, muchos de ellos
convertidos después en Oblatos, fueron no sólo objeto de su actividad apostólica; fueron
mucho más que eso, llegaron a ser socios en su gran proyecto misionero: fueron enviados
“como cooperadores, socios y servidores de Jesucristo en la gran obra de la redención”
(Const. 2), y les proporcionó la formación necesaria para serlo de forma eficaz. Mediante la
catequesis y las publicaciones, a través de su adiestramiento y visión pastoral llevaron el
Evangelio a la educación, a la sanidad, a la política, a la pastoral juvenil y a todos los
escenarios posibles de la vida pública.
Cuando yo era un joven estudiante Redentorista, la vida y personalidad de San Clemente me
cautivaron y me sirvieron de inspiración. Para mí, él hizo que fuera posible y real nuestra
vocación misionera. ¡Le dio vida! Clemente tenía, además, un cálido sentido del humor y de la
accesibilidad. Tal vez sea suficiente recordar la respuesta de Clemente al hombre que le
escupió a la cara cuando le pedía una limosna para su obra en Varsovia: "Gracias, para mí
esto; pero ¿podría darme ahora tal vez algo para mis huérfanos?"
Su vida de oración: contemplativo en la acción
San Clemente Hofbauer fue hombre de oración. Mi maestro de novicios lo describía como un
claro ejemplo de contemplativo en la acción. Su contemporáneo y amigo, el Padre Martin
Stark, hablaba del "tabernáculo" que era el corazón de San Clemente. Allá donde iba,
generalmente a pie, llevaba consigo a Jesús, y con él se comunicaba a través de la presencia
divina que vivía dentro de sí. Dedicado por completo al servicio de los abandonados y de los
pobres, su profunda y constante comunión con Dios reportó a la gente mucho más consuelo
en sus dificultades que con su ayuda exclusivamente material. Los abandonados y los pobres
reconocían que cuando se encontraban con Clemente hallaban en él la presencia viva de Dios.
Clemente nos recuerda la dimensión espiritual de nuestra vocación misionera, sin la cual no
podemos continuar la misión del Redentor. Como misioneros Redentoristas, seguimos las
enseñanzas de San Alfonso: nuestra llamada a la santidad y nuestra vocación misionera son
una sola y misma invitación a compartir la propia vida de Jesús, el Redentor. Una vez más, la
liturgia de la misa de San Clemente nos recuerda que Jesucristo es el fundamento y que
nosotros somos meros constructores. Caminamos guiados por la fe. Todo depende de Dios.
Parafraseando las palabras con que el propio San Clemente oraba, pedimos que nuestra fe
despierte en nosotros como el sol naciente, y que nunca se ponga hasta que todo se haya
consumado. Quizás ninguna otra imagen describa mejor esta actitud de Clemente que aquélla
del cuadro en que aparece llamando a la puerta del tabernáculo en un momento de gran
necesidad; seguro que su plegaria había sido ya escuchada.
San Clemente María Hofbauer, C.Ss.R.: un hombre de nuestro tiempo
El ejemplo de la vida de San Clemente y su respuesta a los signos de los tiempos nos
recuerdan que la reestructuración y las comunidades internacionales – los retos y los fracasos
- no son algo nuevo para los Misioneros Redentoristas. Nunca lo han sido. Más aún, son parte
integrante de nuestra vocación misionera. Tales sueños y esperanzas fueron bendecidos por
el propio San Alfonso. Oh, eso sí, - decía - necesitan tener mayor visión que nosotros mismos
para lograrlo. ¡Comprendemos lo que esto significaba para Alfonso! Que nos enfrentaremos a
tantos fracasos como éxitos, a tantos retos como oportunidades. ¡Ésta ha sido siempre
nuestra historia – desde San Alfonso a San Clemente y desde éste a nuestros días! La opción
planteada ante nosotros es "cómo" renovar y reestructurar, no "si" vamos a comprometernos
con este proceso.
La amistad de Clemente se encarna en nuestra vida apostólica mediante auténticas relaciones
humanas transformadas por la gracia: a través de nuestras mutuas relaciones dentro de la
comunidad apostólica, con los laicos asociados y con nuestros colaboradores, con los
abandonados y con los pobres. La amistad que rezuma este Evangelio nos llama a la
renovación del corazón y a una más fructífera autenticidad de vida. Apunta a la dimensión
afectiva de nuestra vida que debemos colmar y no ignorar en modo alguno. Esta amistad
evangélica nos atestigua que "todo el que sigue a Cristo, hombre perfecto, se hace más
humano" (Const. 19).
La oración de San Clemente fue algo intrínseco a él, concreto y de suma importancia.
Jesucristo fue en verdad el fundamento sobre el que construyó su vida y su ministerio. Tuvo
que enfrentarse a increíbles defecciones y fracasos, a retos y luchas. Recordemos cómo cada
fundación concreta que intentaba le resultaba fallida. Y sin embargo, nunca perdió la
esperanza. La fuente de su esperanza era la presencia de Jesús, a quien llevaba dentro de sí y
con quien estaba en constante diálogo. Decía que la oración era el horno en que diariamente
se renovaba su esperanza. Todo depende de Dios. Él llevaba grabado esto en lo más profundo
de su ser.
Clemente decía que "debemos aprender a predicar el Evangelio siempre de manera nueva".
No es de extrañar que la policía secreta del Emperador Napoleón escribiera: "La predicación
de este hombre es peligrosa". Tan peligrosa fue que encendió un fuego inextinguible que
continúa aun ardiendo en los Misioneros Redentoristas de todo el mundo, en casi 80 países,
de distintas culturas y naciones, todo por el bien de la misión, de modo que los abandonados
y los pobres puedan escuchar la Buena Nueva.
¡Y pensar que todo comenzó con los sueños de dos novicios alemanes en Italia! Al celebrar la
fiesta de San Clemente este año, yo ruego para que tengamos la osadía de entregarnos a
grandes sueños, que trabajemos juntos con amistad evangélica, y que renovemos nuestra
esperanza en el horno de la oración. ¡Tal vez entonces nuestra predicación sea tan peligrosa
como la suya!
Al continuar al Redentor en el espíritu de San Alfonso, que San Clemente nos acompañe e
ilumine hoy. Que nuestra renovación y nuestra reestructuración continúen construyéndose
sobre el fundamento de la fe, de la amistad y de la oración.
Les deseo a todos innumerables bendiciones y gran gozo en esta fiesta.
Su hermano en el Redentor,
Michael Brehl, C.Ss.R.,
Superior General