Presidencia de Avellaneda

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CAPÍTULO II

5. Presidencia de Avellaneda (1874-1880)


Bartolomé Mitre quería su reelección como presidente, por el partido nacionalista, pero Sarmien-
to propuso a su ministro de Instrucción Pública, Avellaneda. Éste buscó alianzas con agrupacio-
nes políticas de distintas provincias, y con el autonomismo porteño. Por otro lado, el sistema elec-
toral se seguía prestando al fraude, mediante el voto cantado y amplias facultades de las mesas re-
ceptoras para recibir o rechazar sufragios, y la violencia estaba a la orden del día. Dentro de este
marco, Nicolás Avellaneda y Mariano Acosta ganaron las elecciones, pero asumieron en medio de
una sublevación de los nacionalistas (comandados por Mitre, José C. Paz, los generales Arredon-
do y Rivas). Éstos fueron vencidos por jóvenes militares, entre los que se destacó el coronel Julio
A. Roca.
Después de que se aplicaron las penas a los militares sublevados, a fin de aquietar los ánimos, Ave-
llaneda conmutó penas y luego promulgó una ley de amnistía. Además, modificó la ley electoral
aboliendo el sistema de lista única o completa (por el cual la lista que ganaba ocupaba todos los
cargos del distrito) y eligiendo representantes por circunscripciones electorales para que la opo-
sición pudiera obtener algunas bancas.
El mitrismo o nacionalismo y algunos autonomistas aceptaron la conciliación, por lo que Avella-
neda nombró a dos nacionalistas como ministros, y su candidato, Carlos Tejedor, ganó las eleccio-
nes como gobernador de la provincia de Buenos Aires. Otros autonomistas no la aceptaron, y for-
maron el Partido Republicano, que tuvo poca duración porque se disgregó cuando se murió Adol-
fo Alsina (autonomista, ministro de Guerra de Avellaneda). Cuando se rompió la conciliación, mu-
chos ex republicanos volvieron al autonomismo, y junto con la Liga de los Gobernadores del in-
terior (o “Partido Nacional”) fundaron el Partido Autonomista Nacional o P.A.N. (que en 1880 lan-
zó a Julio A. Roca a la presidencia).

Acuerdos con países limítrofes


Bajo la presidencia de Avellaneda se firmó el tratado definitivo de paz con Paraguay: éste país acep-
taba como límite el río Pilcomayo; el territorio del gran Chaco que quedaba al norte de este río
fue concedido al Paraguay por el arbitraje del presidente norteamericano, dos años más tarde.
Con respecto a Chile, reclamaba derechos sobre la Patagonia; para mantener la paz se hizo un con-
venio conservando los límites anteriores: el estrecho era chileno y la Patagonia, argentina. Con el
comienzo de la guerra chilena contra Bolivia y Perú por la posesión de las extensiones salitreras
(que estaban en territorio peruano y boliviano, pero con capitales chilenos), Chile prefirió firmar
un tratado de límites definitivo con Argentina. Se emprendieron las negociaciones y el estudio de
los terrenos, y finalmente se firmó el acuerdo en 1881, bajo la presidencia de Roca.

La crisis económica internacional y su repercusión en Argentina


El gobierno de Avellaneda estuvo signado por la repercusión de la crisis económica europea. La
industria textil había entrado en una crisis de superproducción (se habían fabricado más telas de
las que se podían vender en ese momento para el mercado disponible) por lo que fueron a la quie-
bra las pequeñas empresas que no pudieron bajar los precios y sobrevivir sin ganancias un tiem-
po. Las más poderosas pudieron eliminar la competencia, y se produjo la concentración de capi-
tales en menos manos: se habían transformado en monopólicas, pudiendo controlar la produc-

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LA ARGENTINA MODERNA

ción y los precios de los productos que fabricaban. Al


avanzar la concentración, se produjo la fusión del capital
industrial con el bancario, surgiendo el capital financiero
que podía llegar a dominar sectores claves de la economía
de un país (Tur, 1971).
La crisis europea de 1873 repercutió acá en los años si-
guientes: los precios de la lana bajaron abruptamente, e
incluso no había mercado para colocarlos. Aumentó nue-
stro déficit en el comercio exterior (seguíamos adqui-
riendo productos industriales), se paralizaron las inver-
siones, quebraron establecimientos (entre ellos el Banco
Nacional) y se volvieron a Europa muchos de los inmi-
grantes que habían venido al país (Brailovsky, 1982).
Avellaneda, interesado en mantener el flujo de capitales y
de inmigrantes, pensó que no debíamos suspender el pa-
go de los intereses y amortizaciones de la deuda externa
que teníamos, y que teníamos la obligación de mantener
nuestro honor pagando lo que correspondía. Al inaugu-
rar en mayo de 1876 las sesiones del Congreso, afirmó
que

“La República puede estar dividida hondamente en par-


tidos internos, pero no tiene sino un honor y un crédito,
como sólo tiene un nombre y una bandera. Hay dos mi-
llones de argentinos que ahorrarán hasta sobre su ham-
bre y sobre su sed para responder, en una situación su-
prema, a los compromisos de nuestra fe pública en los
mercados extranjeros”.

Para poder pagar la deuda, rebajó en un 15% los sueldos


y las pensiones, suspendió obras públicas, no pagó a los
acreedores internos, se atrasó seis meses en el pago de los
sueldos de los empleados, se obligó a usar el papel mone-
da (sin poder cambiarlo en ventanilla por su equivalente
en oro), y se emitió más (bajando su valor con respecto al
precio del metal) a fin de tener circulante.
Con la crisis, el Banco de Santa Fe (cuyo objetivo era fo-
mentar las colonias agrícolas santafecinas) le pidió respal-
do al Banco de Londres de Rosario, pero éste prefirió
aprovecharse de la situación y le requirió el equivalente
en oro de todos los billetes emitidos por el Banco de San-
ta Fe. Viendo esta deslealtad, el gobernador de Santa Fe ARRIBA: Desarrollo de la exportación de trigo.
Grabado de 1890.
dispuso la intervención, incautando el oro y cerrando el CENTRO: Publicidad de un arado (1863).
Banco de Londres. El gobierno inglés envió un buque de ABAJO: Portada de la publicación Anales de
Agricultura de la República Argentina, Buenos Aires,
guerra al puerto de Rosario mientras presionaba el abo- junio de 1875.

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CAPÍTULO II

gado del Banco de Londres, Manuel Quintana (quien fue en 1904 presidente argentino ¿para cui-
dar nuestros intereses? postulado de una Junta de Notables). Aunque el gobierno nacional protes-
tó ante Inglaterra por este hecho, la cañonera recién fue retirada cuando se le devolvió el oro al
Banco de Londres y fue autorizado a reabrir sus puertas.

La capital federal: nuevo conflicto y solución definitiva


Buenos Aires era “de facto” la sede del gobierno nacional: el presidente seguía siendo un simple
“huésped” de la provincia de Buenos Aires porque la cesión legal del territorio no se había resuel-
to. El conflicto resurgió cuando Julio A. Roca (tucumano) del Partido Autonomista Nacional
(P.A.N., conservador), ganó las elecciones presidenciales; sus opositores eran Mitre (liberal) del
Partido Nacionalista, aliado con el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Carlos Tejedor. Los
nacionalistas conspiraban (compraron armas en el extranjero), por lo que el presidente Avellane-
da se trasladó al municipio de Belgrano (que en esa época no formaba parte de la ciudad de Bue-
nos Aires, al igual que Flores), declaró en rebeldía a la provincia de Buenos Aires y estableció el es-
tado de sitio. Se dividió la legislatura y el ejército entre partidarios del roquismo y del mitrismo, y
se inició la contienda. Tras largos combates y miles de bajas, el 30 de junio de 1880 renunció a la
gobernación Carlos Tejedor. La ley de Capitalización de Buenos Aires, fue sancionada el 21 de sep-
tiembre: pasaban a ser nacionales todos los edificios públicos de la capital federal –como la Uni-
versidad, las escuelas primarias y normales, y la Sociedad de Beneficencia–, con excepción del
Banco Provincia, el Banco Hipotecario, el Montepío y el Ferrocarril Oeste (que seguían bajo la ad-
ministración bonaerense).
Faltaba la cesión del territorio de la ciudad de Buenos Aires por la Legislatura provincial –de acuer-
do a lo establecido por la Constitución–, que se aprobó en noviembre, después de un intenso de-
bate en la Legislatura bonaerense, ya bajo la presidencia de Julio A. Roca.

La Aduana, la Casa de Gobierno y a la derecha el edificio de la Estación Central. Año 1883. Colección Museo de la Ciudad.

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