Ingenieros e Ingenieria Colonial NELSON MENDEZ 2020 Dic
Ingenieros e Ingenieria Colonial NELSON MENDEZ 2020 Dic
Ingenieros e Ingenieria Colonial NELSON MENDEZ 2020 Dic
COLONIAL:
DEL ‘ARMA SABIA’ Y LAS ‘PIEDRAS DEL REY’
NELSON MÉNDEZ P.
Abstract: The history of engineering in Venezuela during the colonial era is a subject on which
investigations have been incomplete, mainly due to the lack of consultation of information from
primary sources such as the Spanish archives of the 17th and 18th centuries. Thanks to the
Internet, today it is possible to access much of the content of these sources, as well as to various
specialized studies that allow presenting a conceptually less ambiguous approach to engineers
and engineering works for that context, as well as indicating characters, facts and circumstances
of this story based on broader data supported by reports that come from those times.
Introducción
En vistas a lo anterior, el acceso a las fuentes primarias requeridas, fundamentalmente
documentos oficiales del gobierno colonial, hacía casi obligatorio consultar archivos ubicados en
la península Ibérica, pues aún cuando se hiciese el más exhaustivo esfuerzo por indagar sobre el
tema en lo accesible en Venezuela (como por ejemplo lo hizo en su momento el historiador
Eduardo Arcila Farías [1961]), quedarían notorias deficiencias de información que solo podrían
resolverse con la consulta a los documentos pertinentes en los repositorios hispanos, y/o a
estudios detallados que dieran cuenta de ese acervo documental de un modo que resultase útil a
los investigadores de la historia de la Ingeniería en Venezuela.
Para concluir con lo relacionado al acceso a información sobre ingenieros e ingeniería en las
circunstancias que nos interesan aquí, no solo ha sido favorable el estímulo que aquel trabajo
seminal de Capel y colaboradores (además accesible ahora vía Internet) dio a las investigaciones
sobre tópicos que de allí se nutrieron, también la digitalización de información de archivos
históricos y la disponibilidad cada vez más amplia de la misma a través de Internet, hacen posible
1
Cita textual tomada de http://www.agn.gob.ve/index.php/resena-historica/
2
Ver Capel y colaboradores [1983] en las referencias al final de este trabajo.
que, en particular para quienes nos interesamos en estos temas desde la otra orilla del océano
Atlántico, así que hoy es posible tener acceso a múltiples fuentes primarias y secundarias Una
lista de los estudios académicos y portales que nos resultaron útiles en la pesquisa que hemos
hecho está disponible en la compilación de referencias al final de este trabajo, pero en particular
destacaremos los portales “Los Ingenieros del Rey” [2020], “Real Academia de Historia” [2020]
“PARES Portal de Archivos Españoles” [2020], especialmente valiosos para lo concerniente al
siglo XVII y primeros años del siglo XIX, períodos de tiempo que no son abordados por la
investigación de Capel y colaboradores.
Lo antes dicho da pie para abordar un punto importante para lo que se debe entender como
ingeniería e ingenieros en aquellos tiempos, especialmente en los dominios del imperio español:
hablamos de un área específicamente militar que requería de personal castrense calificado que
hubiese sido entrenado de modo sistemático para el desempeño de esas tareas. Si bien es posible
encontrar –incluso en Venezuela- algunos ejemplos de obras civiles y eclesiásticas en cuyo
diseño y realización intervinieron ingenieros profesionales, se trataba de ingenieros militares para
quienes en todo caso estas tareas eran secundarias en relación con su deber prioritario que en
primer término era con “las Piedras del Rey”, las obras militares, cuyo diseño, construcción,
mantenimiento e inspección eran la razón fundamental de la presencia y actividad de ese personal
de especialistas tecnológicos en los territorios coloniales españolas.
Dejando claro ese punto, es posible afrontar imprecisiones y equívocos que han estado presentes
en distintos abordajes hechos sobre este tópico. Así, por ejemplo, se han dado como “ejemplos de
ingeniería colonial en Venezuela” obras de construcción concebidas y dirigidas en su ejecución
por maestros de obras laicos o eclesiásticos a quienes probablemente para reconocer su destreza
se daba el calificativo de “ingenieros”, pero que ciertamente no estaban vinculados de ningún
modo con el Cuerpo de Ingenieros Militares al servicio de la monarquía según la documentación
accesible, ni consta que tuviesen el entrenamiento formal y sistemático que recibían los cuadros
profesionales pertenecientes a ese Cuerpo en las academias que los formaban, si bien ciertamente
pudieron tener algo o mucho de esa formación sistemática en otras instituciones (por ejemplo, en
los claustros religiosos) o de manera autodidacta con la lectura perseverante de textos
especializados. Ciertamente hay entre lo que dejaron estos constructores prácticos testimonios de
pericia que justifican el que tales personajes y sus obras sean rescatados por la crónica histórica,
pero ese rescate y valoración debe ser en términos justos, donde consideramos no aplica
calificarlos como ingenieros, pues no lo eran ni sus obras eran de ingeniería, salvo si se aplican
estos términos como metáfora para abarcar toda realización técnica de cierta complejidad.
Otro equívoco que encontramos es cuando se califica de “ingenieros” a militares de otras armas
al servicio del poder ibérico, confusión que se presenta cuando esos militares aparecen
vinculados a hechos o procesos que sugerirían el uso de esa calificación. El caso más notable,
pero no único, de dicha imprecisión en la historia de la ingeniería colonial venezolana es el del
Coronel de Infantería Nicolás de Castro y Álvarez (1710-1772), sobre el cual vale citar lo que
acertadamente expone el historiador Manuel Pérez Vila en la entrada dedicada al personaje para
el Diccionario Multimedia de Historia de Venezuela de la Fundación Polar [2000], respecto a esa
confusión derivada de que el coronel de Castro fue responsable de la instalación de una
Academia de Geometría y Fortificaciones en 1760:
«… Esto condujo probablemente, a los historiadores que se han ocupado de este
personaje, a mencionarlo como oficial del Cuerpo de Ingenieros; aunque en
ninguno de los documentos de la época consultados se le da ese título, no es
imposible que lo hubiese sido, pero el hecho de mandar un batallón de infantería
parece indicar que pertenecía a esa arma; en todo caso, como oficial superior podía
poseer esos conocimientos sin ser forzosamente ingeniero.» 3
Que poseía saberes de ingeniería como para establecer esa academia con la autorización real se
evidencia también en sus escritos que han quedado para la posteridad. Ciertamente con ello tiene
un bien ganado puesto en la historia de la ciencia en Venezuela como introductor del
conocimiento y la enseñanza en matemáticas a un nivel más allá de la aritmética simple 4, además
de que siendo el autor de un tratado sobre Fortificaciones de campaña, geometría, fortificaciones
regulares merece con justicia reconocimiento por escribir durante su estancia en Caracas el
primer libro de ingeniería y matemáticas hecho en el país. Pero tales merecimientos que hacen
obligada su mención en cualquier trabajo medianamente completo sobre la ingeniería colonial en
Venezuela no significan que deba atribuírsele la condición de ingeniero, pues si fuese poco lo
mencionado en la cita antecedente, que entendemos se refiere a la documentación accesible en
Venezuela para el momento en que se escribió este comentario, hemos hecho la búsqueda
correspondiente vía Internet en los archivos españoles o en obras como la de Capel y
colaboradores sin encontrar ningún dato que desmienta lo que asevera Pérez Vila.
3
Cita textual tomada de la entrada “Nicolás de Castro Álvarez”, incluida en el CD del Diccionario Multimedia de
Historia de Venezuela de la Fund. Polar.
4
Ver Freites [2000], pp. 14-15.
5
Apenas en algunos lugares como Chile, con la resistencia incansable de los mapuches, y en Nueva España –hoy
México- con la análoga rebeldía de chichimecas y yaquis, hubieron de levantarse recintos fortificados para repeler
ataques indígenas. Ver al respecto Moncada [2018].
6
Ver A. Gutiérrez [1985], p.147.
En ese contexto, la necesidad de disponer de los recursos más avanzados del momento para la
salvaguarda de la supremacía española en América se hacía obvia, en especial en el principal
teatro de las luchas inter-imperialistas: las rutas marítimas del Mar Caribe, y los puertos que allí
eran lugar de tránsito para las riquezas que constituían savia vital del poderío ibérico. Por ello, es
en las áreas costeras caribeñas y sus principales puertos –línea de frente en esa batalla
interminable entre España y sus rivales- donde van a hacerse presentes en primer término los
especialistas técnicos en recursos militares que ya recibían el nombre de ingenieros, que
desarrollan su actividad urgidos por la presión de los ataques que venían del mar. Así, a lo largo
del 1600, San Juan de Puerto Rico, La Habana, Veracruz, Portobelo, Cartagena, e inclusive
fondeaderos menores como La Guaira y Maracaibo, se van erizando de baluartes, torres de vigía,
casamatas, baterías, muros bajos en diagonal y hornabeques, constituyendo dispositivos
defensivos cuya existencia derivaba además de planes de fortificación para las colonias españolas
en el Caribe que comenzaron a delinearse incluso desde el reinado de Felipe II (1556-1598).7
En todo caso, esas importantes tareas de ingeniería en la América colonial hispana durante el
siglo XVII, fueron competencia de un grupo reducido de especialistas que en su mayor parte
habían sido entrenados fuera de la península Ibérica, e incluso eran originarios de lugares como
Italia y Flandes. Sobre el número de los activos en los dominios del Nuevo Mundo, Carrillo
[2012] afirma que “en el siglo XVII, apenas se desplazarían a América 26 ingenieros militares”. 8
Esa escasez de recursos humanos, que no solo se presentaba en este continente sino que se hacía
sentir en todos los territorios de aquel imperio fue un motivo fundamental para que Felipe IV
primer monarca de la dinastía de los Borbones que asumió el trono en 1700, crease en 1710 el
Cuerpo de Ingenieros Militares (en adelante CIM), en procura del desarrollo de esa indispensable
herramienta para la preservación de sus dominios.
Diversos trabajos se han ocupado a fondo del nacimiento, estructura, funciones y desarrollo del
CIM en el siglo XVIII9; de la amplia información que proveen esas fuentes, rescatamos los datos
siguientes que estimamos pertinentes a los propósitos este trabajo:
- La profunda pesquisa de Capel y colaboradores estableció que entre 1710 y 1803 en el CIM
estuvieron 970 ingenieros. Según Alberola y Pradera [2006], en el S. XVI la monarquía española
habría contado con los servicios de 78 ingenieros y en el S. XVII fueron poco más de 250.
- Aparte de sus funciones como especialistas técnicos militares, estos ingenieros tuvieron un
destacado papel en todos los territorios de la Corona en diversidad de obras y proyectos civiles y
eclesiásticos, ya que en muchos lugares y circunstancias eran los únicos con los conocimientos
calificados que se requerían. Como bien lo explican Capel y colaboradores [1983]:
7
Sobre los planes generales de fortificación para el área del Caribe, ver Carrillo [2012], pp. 46-49. Dicho texto hace
una breve acotación sobre lo que en esos planes se estipulaba para las costas del territorio de la actual Venezuela.
8
Idem, p. 47.
9
Entre ellos la “Introducción” al reiteradamente mencionado libro de Capel y colaboradores [1983], el trabajo de
Alberola y Pradera [2006], el artículo de N. Gutiérrez [2014] y el de R. Gutiérrez [2012].
«... Constituyen, de hecho, el primer cuerpo organizado de técnicos que posee en
España el estado moderno. Sus funciones específicas se centraban en las
necesidades propias de la defensa del territorio a través de la construcción y
reparación de fortificaciones. Pero colaboraron también en la construcción de
canales, caminos y proyectos de desarrollo urbano; en la dirección de las obras de
puertos y arsenales; y en la descripción de zonas especificas del territorio mediante
informes y levantamientos cartográficos. Su misión se extiende a menudo a la
planificación, diseño y dirección de obras públicas de tan variado espectro como
puede ser la construcción de carreteras, de catedrales o de fábricas.» 10
- Los admitidos por año en cada Academia eran 40, de los cuales 18 eran oficiales, 18 cadetes y 4
caballeros particulares. Todos ellos debían tener entre 15 y 30 años, saber aritmética y ser
españoles, y aunque se les exigía demostrar su “pureza de sangre”, podían pertenecer a la baja
nobleza o también a las clases acomodadas urbanas o terratenientes, una importante novedad en
cuanto abría la carrera de las armas, y en concreto el acceso a este selecto grupo de oficiales, a la
incipiente burguesía que en las grandes ciudades estaba demandando formar parte de la nueva
administración borbónica. En las décadas finales del siglo el número de admitidos se elevó a 60.
10
Capel y colaboradores [1983], p. 6.
11
Moncada [2018] aporta algunos detalles sobre este punto, en la sección titulada “América como destino”.
conocimiento de los mapas y modos de levantar los meridianos; porque no poseyendo
estos pretendientes estas partes, serán excusados que hagan el viaje”». 12
- Si bien en los legajos de la época está asentado que había interés en privilegiar el acceso de
españoles peninsulares al CIM, ello no fue obstáculo para que también se acogiese personal
proveniente de otros lugares de Europa, en un primer momento en razón de la ausencia de
posibilidades de formación profesional, pero aún cuando eso se fue aminorando siguió
incorporándose a ingenieros extranjeros hasta fines del período colonial en América, como
veremos más adelante en el caso venezolano. 13 En cuanto a los originarios de los dominios
americanos, quienes han estudiado el asunto discrepan en su apreciación, pues hay quien como R.
Gutiérrez [2012] argumenta evidencias documentales en cuanto a que se vetó el acceso de
americanos al servicio como ingenieros del Rey, y hay quien como N. Gutiérrez [2014] apuntan
hechos demostrando que la situación no fue para nada así. Al respecto, al examinar el caso
venezolano, hay datos verificables que favorecen la segunda posición, como serían la existencia
de academias de matemáticas desde la década de 1760 y que hubo al menos un criollo que fue a
España para formarse y ejercer como ingeniero militar.
- Inicialmente el pie de fuerza que en teoría debía tener el CIM era de 150 integrantes, pero en
1757 apenas se llegaba a 147. En 1768 se estableció una nueva organización para el arma de
ingenieros, con el mismo número de integrantes y esta estructura:
° 10 directores
° 10 ingenieros en Jefe
° 20 ingenieros en segunda
° 30 ingenieros ordinarios
° 40 ingenieros extraordinarios
° 40 ingenieros delineadores.
- En 1778 hay en la América hispana 58 ingenieros del CIM, según reporte del Ingeniero Mayor
del Reino, Silvestre Abarca (De ellos, 9 en lo que desde 1777 era la Capitanía General de
Venezuela, según la información que se detallará más adelante). Sobre estas cifras, viene al caso
citar un comentario de R. Gutiérrez [2012]:
«Una comparación con la cantidad de ingenieros que estaban en las costas de
Granada o inclusive prestando servicios en la Corte ratifica que los temas centrales
de la economía americana y por ende española no tenían la atención privilegiada
que merecían. Dicho esto, sin embargo, cabe señalar que con certeza las
fortificaciones fueron la inversión económica más importante que España realizó
en América, a gran distancia de su inversión en obras civiles.» 14
- Comentando otro ángulo del tema, R. Gutiérrez [2012], tras anotar que casi un tercio de los
integrantes del CIM entre 1710 y 1803 pasaron por tierras americanas, dice:
12
N. Gutierrez [2014], p. 38.
13
Para información sobre razones y circunstancias de la presencia de extranjeros en el CIM ver Cantera [2019].
14
R. Gutiérrez [2012], p. 233.
«Esto sin duda es relativamente poco si lo analizamos en relación al volumen de
obras de fortificación e infraestructura que se ejecutaron en América y las que se
hicieron en España. Este hecho pone en evidencia el peso que tenía dentro de la
institución, sobre todo en la península, la tarea administrativa, burocrática y
docente frente a las tareas efectivas de las obras.» 15
Es pertinente anotar los detalles fundamentales para contextualizar la presencia y acción de los
ingenieros del Rey en la región que comprendía las provincias de Venezuela o Caracas, Nueva
Andalucía o Cumana, Guayana, Maracaibo, Barinas, Margarita y Trinidad (ocupada por los
ingleses en 1797), que a partir de 1777 fueron reunidas en la Capitanía General de Venezuela.
La mayor parte del siglo XVII Tierra Firme –como también era conocida la región- fue un área
relativamente marginal, con escasa población y poca importancia económica; era por tanto
secundaria en el dispositivo de defensa del poder colonial, salvo en el muy particular caso de las
salinas naturales en el extremo de la península de Araya, proveedoras a gran escala de un recurso
de gran necesidad que atrajo el interés de las potencias rivales, por lo cual allí se levantó la que
fue no solo la primera sino la más grande fortificación construida en estos territorios. Ya
avanzando la centuria, otros puntos (La Guaira, Maracaibo, Cumaná, Margarita) vieron edificarse
las primeras obras defensivas producto de la labor de ingenieros militares, en respuesta tanto a las
amenazas de agresión presentes en el mar Caribe en esa “época dorada” para piratas y corsarios
como a que comenzaba a darse un cierto desarrollo de la capacidad económica de diversos puntos
de estas provincias en base a la producción de cueros, tabaco y principalmente de cacao, pero ese
hecho no implicó el establecimiento permanente de personal del CIM, pues el ingeniero venía de
Cartagena, La Habana o Santo Domingo únicamente por los lapsos requeridos de su presencia en
la obra específica que se atendía, de modo que sólo hasta el segundo tercio del siglo XVIII hubo
aquí establecimiento permanente de ingenieros militares.
Con la llegada del siglo XVIII las provincias de Tierra Firme entran en un período de sostenida
prosperidad económica, auge demográfico y expansión de la ocupación territorial producto de la
creciente demanda por el cacao que se exportaba, mucho por vía del contrabando. Ello no pasa
inadvertido para la Corona que busca cómo beneficiarse al máximo de las circunstancias, para lo
cual decide otorgar a un grupo de comerciantes vascos –la Compañía Guipuzcoana- el control
monopólico del tráfico comercial de la provincia de Venezuela y darle amplios privilegios para
actuar en Cumaná, Margarita y Trinidad. La Compañía recibe la autorización real en 1728,
iniciando actividades en 1730 y las mantuvo hasta su cese en 1785, aunque ya desde la década
previa venía perdiendo su posición privilegiada tanto por la constitución de la Capitanía General
de Venezuela como por el Reglamento de Libre Comercio con América decretado por Carlos III
en 1778, aparte que hubo constante oposición en Venezuela a sus actividades causando incluso
conspiraciones y rebeliones.
En lo que interesa a este trabajo, la Compañía Guipuzcoana marca hitos importantes, pues para
consolidarse y hacerse rentables tenía particular interés en la presencia de personal del CIM y en
15
Ídem, p. 230.
la labor de ingeniería, tanto en su dimensión militar, levantando y manteniendo fortificaciones en
los puertos fundamentales (en especial La Guaira y Puerto Cabello), al igual que interviniendo en
obras indispensables para la actividad comercial como muelles, caminos, puentes y edificaciones.
Por esa razón, entendemos que no es coincidencia que el desarrollo de los negocios de este
monopolio comercial protegido por la monarquía fuese a la par de la creciente implantación de
ingenieros e ingeniería en estos lares, tal como lo indican los datos expuestos más adelante.
En los dos decenios entre 1790 y 1810, lapso final del pleno poder español sobre Venezuela 16, los
acontecimientos que ocurrían en Europa entendemos que influyeron en la operatividad del CIM
en tierras americanas y venezolanas, pues evidentemente el interés militar de la Corona tenía que
centrarse en la misma península Ibérica y su ámbito más cercano. Eso no significó de ningún
modo que cesara en el país la actividad ingenieril, pues no deja de hacerse en lo que concierne a
mantenimiento de infraestructura militar y se manifiesta en la ejecución de diversas obras
civiles17, pero palpablemente hay cierta pausa en la tendencia creciente que la actividad ingenieril
en Venezuela venía manteniendo desde mediados del siglo XVIII.
Cuadro I
Elaboración propia en base a informaciones obtenidas en Capel y otros [1983], Arcila Farías
[1961], Méndez 2011], Arcos [2016], Fundación Polar [2000], Maldonado-Bourgoin [1994],
Wikipedia [2020]), Real Academia de Historia [2020], MCN Biografías [2020], Ingenieros del
Rey [2020], y Portal Archivos Españoles [2020].
Nota aclaratoria sobre cómo se escriben los nombres: En aquella época era lo más frecuente, para
destacar la nobleza familiar, escribir “de” o “del” antes del primer apellido, e “y” antes del
segundo.
Cuando hay un símbolo † al lado del lapso de tiempo en el país es porque falleció el último año.
CuadroII
comentarios:
- Se verificó la presencia de 39 ingenieros militares calificados adscritos al servicio del Rey y que
ejercieron actividad profesional en suelo venezolano, sobre la cual hay testimonio documental en
archivos a ambos lados del océano. De ese modo se incluyeron nombres que no figuraban en
registros previos y se excluyó a personas a quienes no corresponde la calificación de ingenieros.
- Si bien hubo actividad ingenieril previa, hasta el segundo tercio del siglo XVIII no hay estancia
sostenida de personal del CIM, que irá adquiriendo peso en el territorio venezolano, no solo por
su trabajo en el plano militar sino también por su desempeño en otros ámbitos.
- La presencia de ingenieros en el siglo XVII (8 en total) era más bien episódica, asociada a la
labor puntual en esa obra que ejecutaban, pues su base de operaciones estaba en otra parte.
Solamente a partir del siglo XVIII podemos encontrar una planta estable de ingenieros en el país,
que abarcó a 22 ingenieros que estuvieron en Venezuela 7 años o más, a 5 con permanencia de
entre 3 y 6 años, y 4 por 1 o 2 años continuos. La permanencia prolongada –que en 13 casos para
los siglos XVIII y XIX fue de 15 años o más (sin incluir a J. Pozo y Sucre, nacido y con
familiares en Caracas), entendemos debe haber generado vínculos estrechos con el país y quienes
aquí habitaban.
- En el listado hay 8 europeos no nacidos en España: 3 italianos (Juan Betín, Cristóbal Roda y
Claudio Ruggero), 2 provenientes de Flandes –la actual Bélgica- (Juan Amador Courten y Juan
Criter), un francés (Jean Lartigué), un irlandés (Joseph Mires), y un suizo (José Joaquín
Bernascón); además aparece el único miembro de una célebre familia de ingenieros militares
italianos que nació en España (Juan Bautista Antonelli, llamado “El Mozo” para distinguirlo de
su padre homónimo). Tampoco era español peninsular José de Pozo y Sucre, nativo de Caracas y
muy probablemente el primer ingeniero oriundo de estas tierras.18
- El cuadro II daría prueba del curso de la evolución para la actividad ingenieril en territorio
venezolano que sugeríamos en un párrafo anterior, con tendencia creciente a partir de la tercera
´década del S. XVIII, pero que tiende a frenarse un tanto para el final del período colonial por lo
antes explicado.
- Para 12 ingenieros al menos, hay documentación que atestigua su participación en obras civiles
y eclesiásticas, lo que es clara indicación de que la actividad ingenieril en la Venezuela colonial
no fue exclusivamente en el ámbito militar.
Sin duda que las obras más destacadas de la ingeniería colonial fueron esas fortificaciones a las
que se ha hecho reiterada mención, así que es obligatorio hacer al menos un somero recuento de
las mismas, lo que se expone en el siguiente cuadro:
18
Hemos dedicado un artículo de investigación a este personaje, que entendemos relevante y hasta ahora desatendido
por la historia de la ingeniería nacional,(ver Méndez [2021]).
Cuadro III
Referencias
ALBEROLA, A. Y J. PRADERA. 2006. "Un cuerpo de élite en el ejército de la España del siglo
XVIII: los ingenieros militares". Accesible vía Internet en
http://www.cervantesvirtual.com/descargaPdf/un-cuerpo-de-elite-en-el-ejercito-de-la-espana-
del-siglo-xviii-los-ingenieros-militares-775299/
ARCOS, N. 2016. "Territorio y fortificación del Caribe: Agustín Crame, visitador de plazas 1777-
1779", revista Biblio3W # 1.152, Universidad de Barcelona. Accesible vía Internet en
http://www.ub.edu/geocrit/b3w-1152.pdf
CAPEL, H., L. GARCÍA, J. MONCADA Y OTROS. 1983. Los Ingenieros Militares en España Siglo
XVIII. Repertorio biográfico e inventario de su labor científica y espacial. Barcelona,
Universitat de Barcelona, 495 p. Accesible vía Internet en
http://diposit.ub.edu/dspace/handle/2445/67042
FREITES, Y. 2000. "Un esbozo histórico de las Matemáticas en Venezuela. I Parte: Desde la
Colonia hasta finales del Siglo XIX". Boletín de la Asociación Matemática Venezolana Vol.
VII # 1 y 2, pp. 9-37. Artículo accesible vía Internet en
https://www.emis.de/journals/BAMV/conten/vol07/yfreites.pdf
GUTIÉRREZ, A. 1985 "La defensa y las fortificaciones del Caribe español durante la época
colonial", pp. 145-159, artículo incluido en la compilación Puertos y Fortificaciones en
América y Filipinas, Madrid, CEHOPU, 465 p. Texto accesible vía Internet en
http://www.cehopu.cedex.es/img/bibliotecaD/PyF_3.pdf
GUTIÉRREZ, N. 2014. "Los ingenieros del Rey en América durante el periodo de la Ilustración",
Revista Arte y Diseño Vol. 12 # 2, Univ. Autónoma del Caribe, Barranquilla. pp. 29-50.
Accesible vía Internet en http://ojs.uac.edu.co/index.php/arte-diseno/article/view/704
MONCADA, J. 2018. "La cartografía de los ingenieros militares. Instrumento para el conocimiento
del territorio", en revista Norte Grande # 69, Santiago de Chile. Accesible vía Internet en
https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-34022018000100009
SALAZAR, R. 2008. "Gobernadores ilustrados del siglo XVIII y la primera modernización urbana
de Caracas". Accesible vía Internet en http://trienal.fau.ucv.ve/2008/documentos/hp/HP-11.pdf