¿Para Qué Sirve El Documental?
¿Para Qué Sirve El Documental?
¿Para Qué Sirve El Documental?
épica y, a la vez, esa sensación de algo que está sucediendo “en este mismo
momento”. Esa me parece que es una sensación que produce el buen
documental en el espectador. “Esto está sucediendo ahora”. Siempre me
interesó ese tipo de trabajo con historias reales. Quizá me viene por el lado de
la literatura. Con los años me empezó a interesar mucho el género de la no-
ficción.
ADT: En algún punto yo trato de ser descuidado. Yo creo que tiene que ver con
el lugar de dónde viene. Casi te diría que empecé a hacer documentales
inspirado más por la literatura que por el cine. Obviamente cruzado por mi
cinefilia, pero creo que en la matriz hay una cosa literaria. Tiene que ver con
esta literatura de no-ficción que viene no sólo de los escritores anglosajones,
también de Rodolfo Walsh, Tomás Eloy Martínez, García Márquez con sus
Crónicas. Eso lo tuve siempre muy presente y busqué en el documental hacer
ese tipo de narraciones.
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pero en ese momento estaba muy mal. La última vez que hablamos me dijo
que tenía que consultarlo con su mamá. Él ya no estaba bien. Pero también era
parte de ese universo macedoniano.
ADT: Siempre la historia individual implica una historia más grande. La historia
privada implica una historia pública o política. Algo de mi propia constitución, de
mi origen, que también es un origen de historias cruzadas, un poco inverosímil.
El encuentro de mi viejo y mi vieja. Es como esa definición del surrealismo
“bello como el encuentro fortuito, sobre una mesa de disección, de una
máquina de coser y un paraguas (Lautréamont)”, algo así. Siempre me llaman
la atención los cruces, las historias cruzadas, una historia que está detrás de
otra, una historia que esconde otra. La literatura quizás se presta más para eso
que el cine, y ahí está el desafío de algunas de mis películas. La televisión y yo
y Fotografías, que tienen esa multiplicidad de historias, tienen esos cruces que
en el tipo de literatura que estamos hablando (ensayística, autobiográfica) está
muy presente, en el cine eso es más difícil. En el cine generalmente se cuenta
la historia de un personaje. Entonces quizás sea un problema que tengo al
tratar de narrar la forma que tengo de ver el mundo. Me cuesta no hacerlo de
esa manera, a través de historias cruzadas, y eso a veces se pelea con la
forma cinematográfica que pide cierta simplificación. El nivel de información
explícita que puede haber en una película, si vos contás la cantidad de
palabras en relación a un texto literario es ínfima. En una película entera
podrían ser cuatro páginas. En un libro hay cuatrocientas. Entonces requiere
una cierta capacidad de síntesis, ahí está el desafío. También la destreza de
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descubrir cómo ciertos momentos, ciertas imágenes, cierto clima, cierta luz,
cierta música, cierto silencio, también pueden contar parte de la historia. Esas
trescientas noventa y seis páginas que faltan. En definitiva el cine es más
limitado que la literatura.
ADT: Ese trabajo yo tenía muchas ganas de hacerlo, desde un tiempo atrás. Yo
venía de Estados Unidos, había estado trabajando un par de años en la
televisión pública en Boston haciendo documentales (bastante convencionales)
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era la primera vez que ellos contaban sus experiencias en la guerrilla a alguien
que no hubiera estado ahí. Esos meses de investigación fueron sin grabador y
sin cuaderno (porque era tan delicado, que quedaba en el reino de lo oral sin
registro). Una vez nos encontramos con alguien una mañana y estuvimos todo
el día escuchando, y nos contó toda su historia, desde las 10 hasta las 19 no
paramos, ni para tomar un vaso de agua. Y al final no estuvo en la película.
Fueron historias muy impactantes que tuve el privilegio de escuchar. Y en base
a las impresiones de mi experiencia escuchando esas historias, construí la
película. Montoneros. Una historia también fue pensada para la televisión, iba a
ser el piloto de una serie. Entonces también la forma, tal vez menos
experimental, tiene que ver con eso, con contar historias donde lo narrativo era
lo fundamental. La literatura ahí también estaba presente. Estaba leyendo en
ese momento Los poseídos (Fiódor Dostoievski) que trata de una especie de
célula terrorista rusa del siglo XIX. De alguna manera esa fue mi guía espiritual
literaria para encarar la investigación. Puedo decir que la literatura estaba
presente como filtro de la realidad.
FS: Para cerrar con Montoneros, ¿vos entendés que ahí hay algún trabajo
con la primera persona, como un documental subjetivo?
FS: “Me pregunto si un hijo puede conocer a un padre”, dice la voz en off
de La televisión y yo. Pareciera que estás diciendo, al modo de los
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ADT: Yo creo que sirve para que el espectador haga su propio viaje emocional,
y a partir de ese viaje emocional tenga alguna influencia en su forma de ver su
propia vida. Que de alguna manera las luces de la pantalla, también las
oscuridades, las voces, los silencios, reflejen algo de su propia intimidad, de su
propia historia, de su propia vida. Creo que el espectador recrea esa historia en
su cabeza o en su corazón. Y yendo más adelante, en Fotografías se ve más
claro que de alguna manera es una película sobre mi madre, pero en realidad
la información que doy sobre mi madre es mínima. Es más, en el montaje hubo
un trabajo de depuración, de reducir esa figura de mi madre al mínimo en
cuanto a información. Alguna amiga de mi madre me dijo: “pero no contás esto,
no contás esto otro, no contás nada. No le hace justicia a tu mamá”. Yo creo
que seguramente no, no le hace justicia, pero se trata un poco de mi madre, o
de La Madre. Es la idea de la punta del iceberg, de la cual habla Hemingway.
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ADT: Por eso a veces me peleo con la palabra documental, porque remite algo
que no me interesa en absoluto. El documental, tal como yo lo imagino, es el
enemigo del periodismo. O el periodismo es el enemigo del cine documental. (Y
yo que fui periodista). Es un peso que me tuve que sacar de encima. Ese afán
de informar que veo en cierto modo del cine documental. En realidad el cine a
secas lo que propone al espectador es un viaje emocional, una experiencia que
lo conmueva, que lo haga reflexionar. Que uno salga de ahí un poquito
transformado. El periodismo se supone que informa (por supuesto que existen
otras cosas). Pero me parece que sí hay algo de cierta acepción del
documental que a mí no me interesa en absoluto.
FS: ¿Te sentís un escritor que hace películas o un director de cine que
escribe libros? Eso se cruza permanentemente y más si pienso en la
publicación de tu libro Hachazos.
Andrés Di Tella dirigió las películas Montoneros, una historia (1995), Macedonio Fernández
(1995), Prohibido (1997), La televisión y yo (2003), Fotografías (2007), El país del diablo (2008)
y Hachazos (2011), entre otras. Realizó la instalación La televisión y yo (2010) y la
performance Hachazos (2010). Recibió la Beca Guggenheim. Fue el fundador y primer Director
del BAFICI en 1999. Desde 2002 dirige el Princeton Documentary Festival en la Universidad de
Princeton, EE.UU., donde también ha sido Visiting Professor. Su primer libro, Hachazos, se
publicó en 2011.
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Fabián Soberón es escritor, profesor universitario y periodista cultural. Nació en J. B. Alberdi,
Tucumán, Argentina, en 1973. Ha publicado la novela La conferencia de Einstein (1era. edición
UNT, 2006; 2da ed. UNT, 2013), los libros de relatos Vidas breves (Simurg, 2007) y El instante
(Ed. Raíz de dos, 2011), la crónica Mamá. Vida breve de Soledad H. Rodríguez (Ed.
Culiquitaca, 2013) y ensayos sobre literatura, arte, música, filosofía y cine en revistas
nacionales e internacionales. El Fondo Nacional de las Artes publicó textos suyos en la
Antología de la Poesía Joven del Noroeste (Fondo Nacional de las Artes, 2008). Es Licenciado
en Artes plásticas y Técnico en Sonorización. Fue docente de Historia de la Música en la
Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán. Actualmente se desempeña como
profesor en Teoría y Estética del Cine (Escuela Universitaria de Cine), Comunicación
Audiovisual y Comunicación Visual Gráfica (Facultad de Filosofía y Letras) de la UNT.