Textos para La Lectura Del Poema de Mo Cid
Textos para La Lectura Del Poema de Mo Cid
Textos para La Lectura Del Poema de Mo Cid
BACHILLERATO
Con actividades y comentarios de textos
2. La épica: el
Poema de Mío Cid
Versión de MARTÍN BAÑOS, P. “El Cantar de Mío Cid: Una antología útil”. Revista Per Abbat, núm 4, septiembre
2007
Ángel Postigo
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1. La épica castellana: los cantares de gesta
2. El Cantar de Mío Cid
ANTOLOGÍA
CANTAR PRIMERO (DEL DESTIERRO)
LA SALIDA DE VIVAR
LA ENTRADA EN BURGOS
EL ENGAÑO A LOS JUDÍOS
LA DESPEDIDA DE LA ESPOSA Y LAS HIJAS
LA APARICIÓN DEL ARCÁNGEL GABRIEL
EL CID EN LA BATALLA
REPARTO DEL BOTÍN
EL CONDE DON RAMÓN, REHÉN
CANTAR SEGUNDO (DE LAS BODAS)
LA CODICIA DE LOS INFANTES
EL REENCUENTRO CON LA FAMILIA
LOS INFANTES SOLICITAN LA BODA
CANTAR TERCERO (DE LA AFRENTA DE CORPES)
EL EPISODIO DEL LEÓN
SE FRAGUA LA VENGANZA
LA AFRENTA
LAS PETICIONES DEL CID
LOS EMISARIOS DE NAVARRA Y ARAGÓN
Para saber más:
Comentario de textos
BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES
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1. La épica castellana: los cantares de gesta
Los cantares de gesta son relatos en verso de composición oral en los que se exaltan las
hazañas de héroes estrechamente vinculados a la colectividad a la que se destina el poema.
Contribuyen al entretenimiento y a la conservación de la historia de un pueblo , que no
domina la escritura, a través del canto. Los j
uglares son los difusores por las villas y castillos de
estos cantares creados por la tradición y refundidos en ocasiones por ellos en piezas largas y
complejas como el Poema de Mío Cid u otros que se han perdido. Estos viejos cantares se
organizan en tres ciclos o temas: el de los condes de Castilla, el del Cid y el carolingio.
ANTOLOGÍA
PRELIMINAR
La hoja perdida...
Cuenta la historia que el Cid envió por todos sus amigos, parientes y vasallos, y les
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comunicó cómo le mandaba el rey salir de su tierra en un plazo de nueve días. Y les
dijo: —Amigos, quiero saber cuáles de vosotros queréis ir conmigo. Y a los que vengáis
conmigo Dios os vea con agrado, y de los que os quedéis aquí quiero irme con vuestro
agrado. Entonces habló don Álvar Fáñez, su primo hermano: —Iremos todos con vos,
Cid, por yermos y por poblados, nunca os fallaremos mientras estemos vivos y sanos;
con vos gastaremos las mulas y los caballos, el dinero y el vestuario; siempre os
serviremos como leales amigos y vasallos.— Entonces corroboraron todos lo que dijo
Álvar Fáñez y el Cid les agradeció mucho cuanto allí se hubo hablado.
Y en cuanto el Cid cogió sus cosas, salió de Vivar con sus amigos y mandó que se fuesen
camino de Burgos. Y cuando el Cid vio sus palacios desolados y sin gente, y las perchas
sin azores y los portales sin bancos...
CANTAR PRIMERO (DEL DESTIERRO)
LA SALIDA DE VIVAR
15
LA ENTRADA EN BURGOS
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Toda la gente de Burgos a las ventanas salió,
con lágrimas en sus ojos, tan grande era su dolor.
Y a sus bocas asomaba solamente una razón:
20 —¡Dios, qué buen vasallo el Cid si tuviera un buen señor!
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todo cuanto necesita, alimentos y viandas;
ni a venderle se atrevían lo de una sola jornada.
65
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100
Estatua de Martín Antolínez en Burgos
Encontró a Raquel y Vidas, pues juntos estaban ambos,
recontando las monedas que los dos habían ganado.
Llegó Martín Antolínez, hombre sagaz y avisado:
—¿Dónde estáis, Raquel y Vidas, amigos tan estimados?
105 En un lugar reservado hablar quisiera con ambos.
Y sin perder un instante, los tres juntos se apartaron:
—Escuchad, Raquel y Vidas, entregadme vuestras manos.
No habléis con nadie de esto, ni con moros ni cristianos.
Para siempre os haré ricos, de nada estaréis ya faltos.
110 Al Campeador los tributos a recaudar le enviaron;
grandes riquezas cobró, grandes bienes extremados,
pero para sí guardó lo de valor señalado.
Éste es, sabed, el motivo por el que fue acusado.
Tiene consigo dos arcas llenas de oro inmaculado:
115 aquí tenéis la razón por la que Rey se ha enojado.
El Cid sus bienes dejó, las casas y los palacios,
si se llevara las arcas revelaría su engaño.
Las quisiera confiar y dejar en vuestras manos,
y le prestaréis por ellas lo que fuese aquí pactado.
120 Tomad si queréis las arcas y ponedlas bien a salvo;
pero dadme juramento, dadme la palabra ambos
de que no las miraréis en lo que resta del año.
Raquel y Vidas, los dos, se apartaron para hablarlo:
—Lo que interesa es que en esto vengamos a ganar algo,
125 porque el Cid, bien lo sabemos, él sí que ha ganado algo
cuando entró en tierra de moros, de donde mucho ha sacado.
Quien lleva encima dinero no duerme bien reposado.
Aceptemos el acuerdo, tomemos las arcas ambos,
las pondremos en lugar que queden a buen recaudo.
130 —Pero decidnos, ¿y el Cid, por cuánto cerrará el trato?
¿Qué ganancia nos dará por todo lo de este año?
Dijo Martín Antolínez, hombre sagaz y avisado:
—Mio Cid sólo querrá lo que sea razonado.
Os ha de pedir muy poco por dejar su hacienda a salvo.
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135 Se unen a él mesnadas y hombres necesitados.
Necesitaría, en suma, al menos seiscientos marcos.
Dijeron Raquel y Vidas: —Los daremos con agrado.
—Ya veis que se hace de noche, y el Cid anda apresurado,
por necesidad os pide que le deis pronto los marcos.
140 Dijeron Raquel y Vidas: —No funciona así el mercado,
primero queremos ver, cumpliremos luego el trato.
Dijo Martín Antolínez: —Dejad eso a mi cuidado.
Venid ambos ante el Cid, el Campeador renombrado.
Y allí os ayudaremos, pues así es lo que acordamos,
145 a que carguéis las dos arcas y las escondáis a salvo,
y no habléis con nadie de esto, ni con moros ni cristianos.
Dijeron Raquel y Vidas: —Dejadlo a nuestro cuidado.
Cuando tengamos las arcas, tendréis los seiscientos marcos.
Martín Antolínez quiso cabalgar apresurado.
150 Con él van Raquel y Vidas, por su voluntad y agrado.
No atraviesan por el puente, que por el agua pasaron,
no fuera que se enterasen en Burgos de aquellos tratos.
Aquí los veis ya en la tienda del Campeador renombrado;
así que entraron en ella, besaron al Cid las manos.
155 Se sonrió Mio Cid, y así les comenzó hablando:
—¡Ah, don Raquel y don Vidas, os habéis de mí olvidado!
Ya me salgo de la tierra, porque el Rey me ha desterrado.
Por lo que a mí me parece de lo mío tendréis algo.
Mientras vosotros viváis, de nada estaréis ya faltos.
160 Raquel y Vidas, a una, al Cid besaron las manos,
y así Martín Antolínez ha cerrado bien el trato:
a cambio de las dos arcas darían seiscientos marcos,
y prometían guardarlas hasta el final de aquel año;
ellos dieron su palabra, y así lo juraron ambos,
165 que si las abriesen antes, como perjuros tratados,
Mío Cid no les daría ni un dinero de los falsos.
Dijo Martín Antolínez: —Carguen las arcas muy rápido.
Llevadlas, Raquel y Vidas, y poned las dos a salvo,
que yo iré tras de vosotros para cobrarme los marcos,
170 pues Mio Cid ha de irse antes de que cante el gallo.
Cuando cargaron las arcas, ¡qué gozo tenían ambos!
No podían levantarlas, aunque eran fuertes y bravos.
Raquel y Vidas se alegran con los dineros guardados,
pues en tanto que viviesen muy ricos serían ambos.
Raquel se adelanta entonces, y al Cid le besa la mano:
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—¡Campeador que en buena hora habéis ceñido la espada!
De Castilla ya os marcháis, hacia regiones extrañas.
Vuestra suerte será tal que tendréis grandes ganancias.
Oídme, una piel bermeja, por moriscos trabajada,
180 os pido que a nuestro trato como regalo se añada.
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—Me complace —dijo el Cid—, la piel os será obsequiada;
si de allá no la trajese, descontadla de las arcas.
Extienden un cobertor sobre el suelo de la sala,
y encima de él una sábana, de fino hilo, muy blanca.
185 Echaron del primer golpe trescientos marcos de plata.
Don Martín los contó entonces, sin pesarlos los tomaba.
Los otros trescientos marcos en oro se los pagaban.
Cinco escuderos tenía, y a los cinco los cargaba.
Cuando hubieron terminado, aquí oiréis qué les hablaba:
—En vuestras manos, señores, quedan guardadas las arcas.
Yo, que os procuré ganancia, bien merecía unas calzas.
190
Raquel y Vidas entonces aparte se fueron ambos.
—Hagámosle un buen regalo, pues él nos propuso el trato.
—Oíd, Martín Antolínez el búrgales renombrado,
sin duda lo merecéis, y os haremos buen regalo
con que calzas os compréis, y rica piel y buen manto:
195 os otorgaremos, pues, como pago treinta marcos.
De ellos sois merecedor, pues el trato se ha cerrado,
y seréis el fiador de lo que hemos acordado.
Lo agradeció don Martín y recibió aquellos marcos;
salió fuera de la casa y se despidió de ambos.
200 Ya dejó Burgos atrás, y el Arlanzón ha pasado.
Se vino para la tienda del que nació afortunado.
Lo recibió Mio Cid, bien abiertos ambos brazos:
—¡Por fin llegáis, don Martín, vos que sois mi fiel vasallo!
¡He de ver que llega el día en que os compense con algo!
205 —Vuelvo ya, Campeador, con el dinero a recaudo.
Para vos seiscientos marcos, para mí treinta he ganado.
Mandad recoger la tienda, y vayámonos muy rápido,
que en San Pedro de Cárdena oigamos cantar al gallo.
A vuestra mujer veremos, que tiene sangre de hidalgos.
Abreviaremos la estancia, del Reino presto salgamos.
Es preciso que así obremos, pues se acaba pronto el plazo.
Después de pasar por Burgos, el Cid se dirige al monasterio de San Pedro de Cárdeña,
donde deja a su mujer, doña Jimena, y a sus dos hijas pequeñas, doña Elvira y doña
Sol, a las que sabe que no verá en una larga temporada. Conducidos por Martín
Antolínez, el desterrado recibe nuevas adhesiones de hombres deseosos de compartir
su suerte. Cuando llegan a la frontera del Reino, en la última noche, el arcángel
Gabriel se aparece a don Rodrigo para profetizarle un futuro mejor.
9
210 LA DESPEDIDA DE LA ESPOSA Y LAS HIJAS
10
Abandona ya su tierra el buen Campeador leal.
A la izquierda, San Esteban, una muy buena ciudad.
A diestra Alilón las torres, que en manos de moros va.
Pasó después Alcubilla, que es fin de Castilla ya.
La calzada de Quinea, fue también a traspasar,
245 muy cerca de Navapalos procura el Duero cruzar,
y por fin en Figueruela Mío Cid manda posar.
Gentes de todas las partes acogiéndosele van.
Tras cruzar el límite del reino, adentrándose ya en territorio musulmán, el Cid y sus
hombres se entregan a lo que constituirá su actividad durante la primera parte del
destierro: la guerra, que permitirá que crezca su poder mediante la obtención de
botines cada vez más ricos y el cobro de tributos. Después de varios saqueos, el Cid
ocupa su primera plaza fuerte, el castillo de Alcocer, valiéndose de una huida fingida.
Sitiado después por un ejército musulmán más potente, demostrando audacia y
talento militares, decide atacar por sorpresa a los sitiadores. He aquí dos fragmentos:
uno de la batalla y otro del reparto posterior del botín. Comienza hablando el Cid.
260
EL CID EN LA BATALLA
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265 sino dos peones solos para la puerta guardar.
Si morimos en el campo, en el castillo entrarán;
si vencemos la batalla, la riqueza aumentará. [...]
Abrieron pronto las puertas, y salen para atacar.
Los guardianes de los moros para el campamento van.
270 ¡Qué deprisa van los moros para las armas tomar!
El ruido de los tambores la tierra quiere quebrar.
¡Ved a los moros armarse, y aprisa en filas formar!
De la parte de los moros dos grandes banderas hay;
y los pendones comunes, ¿quién los podría contar?
En formación ya los moros se aprestan para avanzar;
275 a Mio Cid y los suyos quieren pronto capturar. […]
Estatua de El Cid, Burgos
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Al llegar al campamento, cuando se hubieron juntado,
encontraron que allí había quinientos y diez caballos.
295 La alegría es grande y fuerte entre todos los cristianos;
sólo quince de los suyos allí de menos echaron.
Traen el oro y la plata que apenas pueden contarlos.
Con la ganancia lograda todos se ven mejorados.
A su castillo a los moros dentro los han regresado,
300 y aun ordenó Mio Cid que también les dieran algo.
Grande es el gozo del Cid y el de todos sus vasallos.
Dio a partir estos dineros y los bienes extremados.
Por su quinta parte al Cid le tocaron cien caballos.
¡Oh, Dios, y qué bien pagó a todos esos vasallos,
tanto a los que iban a pie, como a los de a caballo!
Bien lo concierta allí todo el que nació afortunado.
Cuantos él trae consigo, todos quedan bien pagados.
305
EL CONDE DON RAMÓN, REHÉN
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Mio Cid Rodrigo Díaz escucharéis lo que dijo:
—Comed, Conde, de este pan y paladead el vino.
Si hacéis esto que yo digo, dejaréis de ser cautivo;
si no, en todos vuestros días no veréis gente de Cristo.
325
Dijo el Conde don Ramón: —Comed, don Rodrigo, holgad,
que no quiero yo comer, y morir me he de dejar.
Hasta que pasan tres días no le logran conformar,
repartiendo ellos ganancias, que fueron gran cantidad,
y no consiguen que coma ni un mal bocado de pan.
330
Dijo Mio Cid entonces: —Comed, Conde, comed algo,
porque si vos no coméis, no habréis de ver a cristianos;
y si vos coméis de modo que yo quede conformado,
prometo, Conde, que a vos y a dos de vuestros hidalgos
os daré la libertad y os soltaré de mi mano.
335 Cuando esto oyó el Conde, se fue al momento alegrando:
—Si cumplieseis, Cid, palabra de lo que me habéis hablado,
mientras viva, en adelante, quedaré maravillado.
—Pues comed, Conde, comed, que cuando hayáis terminado
a vos y a vuestros hidalgos os soltaré de mi mano.
340 Pero cuanto habéis perdido, cuanto he ganado en el campo,
sabed que a vos no daré ni un dinero de los falsos:
lo preciso para mí, y para estos mis vasallos
que comparten mi destino y andan tan desharrapados.
Tomando de vos y de otros nos iremos contentando,
345 llevaremos esta vida mientras quiera el Padre Santo,
pues por enfado del Rey de mi tierra fui echado.
El Conde se alegra de ello, y pidió lavar sus manos.
Un aguamanil tenían, y delante lo han plantado.
Con aquellos caballeros que el Cid le tenía dados
350 el Conde ya va comiendo, ¡ oh Dios, y de qué buen grado!
Frente a él se sienta el Cid, el que nació afortunado:
—Si no coméis bien, buen Conde, como a mí me sea grato,
nos quedaremos aquí, no habremos de separarnos.
Y el Conde le respondió: —De voluntad y de grado.
355 Y con los dos caballeros aprisa va masticando.
Satisfecho está Mio Cid, que continúa observando,
pues el Conde don Ramón no deja quietas las manos:
—Si os parece bien, Mio Cid, el comer se ha terminado.
Mandad que nos den las bestias, y cabalgaremos rápido.
360 Desde el día en que fui conde no comí tan de buen grado.
Este gusto en adelante no será por mí olvidado.
Le entregan tres palafrenes, todos muy bien ensillados,
y muy buenas vestiduras de pellizones y mantos.
El Conde don Ramón parte puesto entre los dos hidalgos;
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365 hasta el fin del campamento Mio Cid va acompañando:
—Os dejo, Conde, marchar, como un hombre libre y franco.
Mucho es mi agradecimiento por lo que me habéis dejado.
Si tuvieseis la ocurrencia de querer de esto vengaros
y vinieseis a buscarme, me encontraréis preparado,
y o bien me dejáis lo vuestro, o ganaréis de mí algo.
—Estad tranquilo, Mio Cid, aquí quedaréis a salvo.
Ya os he pagado mi cuenta por lo que resta del año,
y veniros a buscar, no quisiera ni pensarlo.
370
CANTAR SEGUNDO (DE LAS BODAS)
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posibilidad de casarse con las hijas del Cid, a pesar de la diferencia de clase social.
390
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Jugaban allí con armas y tablados quebrantaban.
Oíd lo que dijo entonces quien en buena hora ciñó espada:
430 —Vos, señora, mujer mía, de mí querida y honrada,
y vosotras, mis dos hijas, mi corazón y mi alma,
entrad conmigo en Valencia, que ha de ser ya vuestra casa.
Esta heredad por vosotras la tengo yo bien ganada.
Allí la madre y las hijas ambas manos le besaban,
435 y con honras y homenajes ellas a Valencia entraban.
El rey Yusef de Marruecos acude con su ejército a reconquistar Valencia para los
musulmanes. Una nueva batalla y una nueva victoria redoblan las riquezas del Cid, lo
que permite al desterrado enviar una nueva dádiva al rey Alfonso. El regalo de nada
menos que doscientos caballos logra el objetivo tan largamente ansiado: el perdón
real. Los infantes de Carrión se deciden definitivamente a solicitar la mano de las
hijas del Cid, y convencen al Rey para que interceda en su deseo. A su regreso de esta
tercera embajada, Álvar Fáñez transmite, por tanto, dos noticias al Campeador: la de
que ha sido perdonado y la de que el Rey propone que sus hijas se casen con los
Infantes. Por tratarse de la voluntad real, el Cid accede al casamiento, y ofrece a sus
hijas una cuantiosa dote. Tras las bodas, las dos nuevas parejas conviven durante dos
440
años en Valencia, bajo el mismo techo que el Campeador.
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455 que pidáis para nosotros las hijas del Campeador;
casar queremos con ellas, a su honra y nuestra pro.
Durante toda una hora, el Rey meditó y pensó.
—Yo fui quien echó de tierra al buen Cid Campeador,
haciéndole yo a él mal, y él a mí tanto favor,
460 no sé si este casamiento le dará satisfacción;
pero si así lo queréis, le propondré el trato yo. [...]
Cuando lo oyó Mio Cid, el buen Cid Campeador,
durante toda una hora lo meditó y lo pensó:
—¡Esto debo agradecer a Cristo Nuestro Señor!
Echado fui de la tierra, y se me quitó el honor;
con gran esfuerzo y coraje de nuevo lo gané yo.
Debo agradecer a Dios que del Rey tenga el amor
y que me pida a mis hijas para los dos de Carrión.
Ellos son muy orgullosos: en la corte están los dos.
Pero pues así lo quiere el que vale más que yo,
aceptaremos el trato y entraremos en razón.
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El león, cuando lo vio, allí pronto se humilló;
ante el Cid bajó su rostro y los ojos doblegó.
Mío Cid Rodrigo Díaz por el cuello lo tomó,
495 y llevándolo a la diestra en la jaula lo metió.
A maravilla lo tienen todos cuantos allí son,
y volvieron a la sala donde hacían la reunión.
Mio Cid por ambos yernos preguntó y no los halló,
y aunque los llaman y llaman, ninguno allí respondió.
Cuando al fin los encontraron, venían tan sin color
que no vierais la burla que se hizo en la reunión.
Ordenó que ello dejasen Mio Cid el Campeador,
pero mucho les disgusta a los condes de Carrión.
Fiera vergüenza les pesa de lo que les ocurrió.
Tras el episodio del león, se produce la llegada de las tropas del general marroquí
Bucar, en un tercer intento musulmán de conquistar Valencia. Los Infantes se
atemorizan ante la perspectiva de entrar en batalla, y aunque acaban haciéndolo, se
guardan mucho de estar en primera fila. Ganan la batalla los cristianos, y los
caballeros vuelven a murmurar y burlarse de los Infantes. El Cid gana su segunda
espada, Tizón, arrebatada al general Bucar. Agraviados por las burlas, y sintiéndose
ricos con el reparto del nuevo botín, los Infantes comienzan a maquinar su venganza.
SE FRAGUA LA VENGANZA
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los infantes de Carrión rumiaron desquites malos.
Aparte salieron ambos, se nota que son hermanos,
de lo que los dos dijeron ninguna parte tengamos:
—Retornemos a Carrión, mucho aquí hemos esperado;
510 los dineros que tenemos son grandes y muy sobrados,
aunque viviéramos mucho no podríamos gastarlos.
Pidamos nuestras mujeres a Mio Cid Campeador.
Diremos que las llevamos a sus tierras de Carrión,
pues debemos enseñarles dónde sus dominios son.
515 De Valencia hay que sacarlas, de poder del Campeador,
y después en el camino actuaremos sin temor,
antes de que nos reprochen lo que fue con el león.
Por naturaleza somos de los condes de Carrión,
grandes riquezas llevamos que valen muy gran valor.
Vejaremos a las hijas de Mio Cid Campeador.
Con estos bienes ya siempre ricos seremos los dos,
podremos casar con hijas de algún rey o emperador,
pues por sangre somos ambos de los condes de Carrión.
Vejaremos a las hijas de Mio Cid Campeador,
antes de que nos reprochen lo que fue con el león.
Con la excusa de mostrarles las haciendas que poseen en Carrión, los Infantes
deciden partir con las hijas del Cid para abandonarlas y así vengarse del ultraje de las
burlas. El Cid lo permite, y entrega a sus yernos la dote de las hijas, y las espadas
Colada y Tizón. Sin embargo, agüeros desfavorables hacen que desconfíe, y por ello
envía como hombre de confianza a su sobrino Félez Muñoz. En el camino, la comitiva
es hospedada por el moro Avengalvón, cuya riqueza despierta una vez más la codicia
de los Infantes: su falta de escrúpulos les lleva a planear la muerte del anfitrión,
aunque son descubiertos y reprendidos. Ya en Castilla, la comitiva se adentra en el
robledo de Corpes, donde se ejecutará la traición.
520
LA AFRENTA
20
535 Envían a sus vasallos adelante allí los dos.
Así lo ordenaron ambos, los infantes de Carrión,
que no quedase ninguno, fuese mujer o varón,
solamente sus esposas, doña Elvira y doña Sol,
porque quieren solazarse con ellas a su sabor.
540 Todos se han ido delante, ya los cuatro solos son.
¡Qué vileza planearon los infantes de Carrión!
—Sabedlo bien y creedlo, doña Elvira y doña Sol,
aquí seréis ultrajadas, con el monte alrededor,
y nosotros partiremos, quedaréis aquí las dos.
545 No tendréis parte ninguna de las tierras de Carrión.
Estos recados irán a Mio Cid Campeador.
Nos vengaremos ahora por las burlas del león.
Allí les quitan el manto y también el pellizón,
sobre sus cuerpos desnudos la camisa interior.
550 Espuelas tienen calzadas los traidores de Carrión;
en mano prenden las cinchas, que fuertes y duras son.
Vieron esto las dos damas, y así hablaba doña Sol:
—¡Ah, don Diego y don Fernando, os lo rogamos por Dios!,
echad mano a las espadas, al acero tajador,
555 una se llama Colada, la otra es llamada Tizón,
y cortadnos las cabezas como a mártires, las dos.
Los moros y los cristianos murmurarán con razón
que no merecemos este tan infame deshonor,
esta afrenta vergonzosa que nos causáis a las dos.
560 Si aquí somos maltratadas, la vileza es de los dos:
en un juicio o en la corte tendréis vuestra humillación.
Lo que pedían las damas nada les aprovechó,
a golpearlas comienzan los infantes de Carrión,
con las cinchas corredizas las maltratan con rigor;
565 con las espuelas agudas les producen gran dolor;
les rompieron las camisas y las carnes a ambas dos;
sobre la tela tan blanca la limpia sangre brotó;
ellas sienten ya los golpes en el mismo corazón.
¡Qué ventura sería ésta, si así lo quisiera Dios,
570 que asomase en ese instante Mio Cid el Campeador!
Tanto allí las castigaron que sin fuerza están las dos,
sobre las blancas camisas roja la sangre brotó.
Cansados están de herirlas, mano a mano están los dos,
comprobando cuál de ambos las apalea mejor.
Ya no podían ni hablar doña Elvira y doña Sol.
575 En el robledo de Corpes abandonan a las dos.
21
¡Qué ventura sería ésta, que apareciese Ruy Díaz!
Félez Muñoz, el sobrino del Cid, descubre lo que ha sucedido y rescata a sus primas.
La noticia de la afrenta llega al Cid, quien en lugar de buscar una venganza personal
sangrienta, solicita que el rey celebre cortes en para enjuiciar a los Infantes. En las
cortes, el Cid pide primeramente que le sean devueltas las espadas; en segundo lugar,
que le sea devuelta la dote que dio a sus hijas; y finalmente, exige una reparación del
daño que han sufrido sus hijas, para lo cual se concierta un duelo entre los Infantes
(al que se suma el hermano de éstos, Asur González), y tres caballeros del Cid.
22
Fueron a deliberar los infantes de Carrión,
mas no encuentran un acuerdo, pues las sumas grandes son,
y ya lo han gastado todo los infantes de Carrión.
Vuelven dentro de la sala y allí exponen su razón:
615 —Mucho pide de nosotros el que Valencia ganó;
mas pues quiere nuestros bienes, de los que toma sabor,
pagaremos con dominios de las tierras de Carrión. […]
635
23
645 para que sean las reinas de Navarra y Aragón;
que se las diesen a honra, y con total bendición.
En esto callaron todos, toda la corte escuchó,
se levantó de su asiento Mío Cid el Campeador:
—¡Merced pido, rey Alfonso, pues que vos sois mi señor!
650 Esto debo agradecerle al amor del Creador:
que requieran a mis hijas en Navarra y Aragón.
Casaron por vuestro gusto; vos las casasteis, no yo.
Hoy de nuevo quien decide sobre mis hijas sois vos,
sin vuestro permiso regio, nada osaría hacer yo.
Se levantó luego el Rey, y la corte allí calló:
—Yo os lo concedo, Mio Cid, animoso Campeador,
si a vos os placen las bodas, en nada me opondré yo.
En esta corte se aprueba este casamiento hoy,
con él medraréis en honra, en heredades y honor.
Para saber más:
El camino del Cid
Texto del Cantar completo modernizado , con mucha información literaria y geográfica sobre el
Poema.
Biblioteca del Cantar de Mío Cid
Amplio estudio de la obra.
Aula Virtual Mío Cid
Actividades para estudiantes de Primaria, Secundaria y Bachillerato. Muchas se autocorrigen.
d Comentario de textos
24
Todos se han ido delante, ya los cuatro solos son.
¡Qué vileza planearon los infantes de Carrión!
—Sabedlo bien y creedlo, doña Elvira y doña Sol,
aquí seréis ultrajadas, con el monte alrededor,
20 y nosotros partiremos, quedaréis aquí las dos.
No tendréis parte ninguna de las tierras de Carrión.
Estos recados irán a Mio Cid Campeador.
Nos vengaremos ahora por las burlas del león.
Allí les quitan el manto y también el pellizón,
25 sobre sus cuerpos desnudos la camisa interior.
Espuelas tienen calzadas los traidores de Carrión;
en mano prenden las cinchas, que fuertes y duras son.
Vieron esto las dos damas, y así hablaba doña Sol:
—¡Ah, don Diego y don Fernando, os lo rogamos por Dios!,
30 echad mano a las espadas, al acero tajador,
una se llama Colada, la otra es llamada Tizón,
y cortadnos las cabezas como a mártires, las dos.
Los moros y los cristianos murmurarán con razón
que no merecemos este tan infame deshonor,
35 esta afrenta vergonzosa que nos causáis a las dos.
Si aquí somos maltratadas, la vileza es de los dos:
en un juicio o en la corte tendréis vuestra humillación.
Lo que pedían las damas nada les aprovechó,
a golpearlas comienzan los infantes de Carrión,
40 con las cinchas corredizas las maltratan con rigor;
con las espuelas agudas les producen gran dolor;
les rompieron las camisas y las carnes a ambas dos;
sobre la tela tan blanca la limpia sangre brotó;
ellas sienten ya los golpes en el mismo corazón.
45 ¡Qué ventura sería ésta, si así lo quisiera Dios,
que asomase en ese instante Mio Cid el Campeador!
Tanto allí las castigaron que sin fuerza están las dos,
sobre las blancas camisas roja la sangre brotó.
Cansados están de herirlas, mano a mano están los dos,
50 comprobando cuál de ambos las apalea mejor.
Ya no podían ni hablar doña Elvira y doña Sol.
En el robledo de Corpes abandonan a las dos.
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1. Lectura comprensiva y localización del texto
1.1 Explica con la ayuda del diccionario el significado de las siguientes palabras:
vergel,
solazarse, vileza, ultrajar, pellizón, armiño, arisco.
1.2 Indica el lugar que ocupa este fragmento en el conjunto de la obra. Comenta la importancia
de los hechos que se narran para el desenlace del Poema
3. Análisis de la forma
3.1 Mide los cinco últimos versos del texto e indica su estructura métrica. Explica asimismo la
rima del fragmento.
3.2 Como sabes, la épica se transmitía oralmente. Anota en qué versos el juglar:
- Comenta con el auditorio aspectos relacionados con el lugar en que transcurre la acción.
- Se refiere a hechos que van a suceder de forma inmediata o a los sentimientos y las intenciones
de los personajes.
- Expresa deseos con los que se identifica el auditorio.
4. Juicio crítico
El texto describe una escena de maltrato a mujeres. Además de dar tu parecer sobre el texto en sí
a la luz de lo que hemos estudiado en este tema, puedes opinar sobre la actualidad de este
problema y sobre las posibles acciones, individuales o colectivas, que habría que emprender
para evitarlo.
BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES
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