M21 Da U1 S1 Rivv.
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DERECHO
Introducción
Bibliografía:
Texto de apoyo S1
https://campus.unadmexico.mx/contenidos/DCSA/MODULOS/DE/M21_DECFAJ_DA/U1/S1/Des
cargables/DE_M21_DA_U1_S1_TA.pdf
https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/13/6429/5.pdf
Derechos en relación con el medio ambiente
https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/1/66/tc.pdf
S1. Actividad 2. Relación del Derecho Ambiental con otras ramas del Derecho
La interrelación del paradigma Ambiental ha crecido cada vez más con la creciente
complejidad de la sociedad humana moderna, población en expansión, avances
tecnológicos y disminución de los recursos. Lo cierto es que, por ejemplo, por cada 1% de
aumento de la población mundial se hace necesario un aumento del 4% por ciento en el
ingreso per cápita internacional, simplemente para mantener el nivel de vida en su punto
existente.
El factor que más ha incidido para el retraso en las respuestas globales al problema
ambiental está constituido por la falta de importancia que se le ha dado a la interrelación
entre lo nacional y lo internacional, asuntos internos e internacionales y a la relación entre
población y modalidades de consumo y producción, representando un dato importante
puntual en la perspectiva ambiental para establecer la relación entre la disciplina de las
relaciones internacionales y el Derecho Ambiental Internacional.6
Estas categorías que no son excluyentes y constituyen un avance preliminar sobre las
normas ambientales internacionales, son un aporte valioso de quien es uno de los
iniciadores del Derecho Ambiental en Argentina.8
El Derecho Ambiental Internacional que es, no el que debe ser, está caracterizado por:
g. Ausencia de la Costumbre como fuente en las nuevas áreas de protección del derecho
internacional ambiental: Ante todo, el derecho internacional era producto de la costumbre,
de la práctica consolidada por un período de tiempo y de la cortesía internacional. El
derecho internacional, en sus orígenes, era lo que los Estados acostumbraban a hacer, es
decir, era costumbre, uso inmemorial, o actos reiterados durante un largo período de
tiempo. Pero luego el Derecho internacional cristalizó en normas jurídicas esas
costumbres y usos internacionales en un conjunto de instrumentos jurídicos, esta acción
constituye el proceso de positivación de normas jurídicas internacionales que, ahora,
aplicado al Ambiente y dentro del Derecho Internacional ha generado que la costumbre
sea producto de lo consensuado y plasmado en los instrumentos internacionales (Ej.:
Protocolo de Montreal relativo a las sustancias que agotan la Capa de Ozono de 1987). El
Derecho Ambiental Internacional convencional ha demostrado ser demasiado rígido, pero
como fuente es importante sobre todo de acuerdo a las posibilidades que ofrece la firma
de acuerdos con alcance supranacional, es decir con delegación de competencias. El
Derecho Ambiental Internacional Consuetudinario se encuentra estado naciente.
h. El consenso en la generación del «Derecho Blando» (sofá la): Este derecho consiste en
la concertación de un compromiso más político que jurídico que emana de los
instrumentos internacionales para la protección del Ambiente. Esta característica de los
instrumentos internacionales ambientales, muchas veces criticada, posee la particularidad
de permitir adoptar compromisos políticos sobre las conductas futuras que tiene una gran
importancia en el proceso de formación de normas jurídicas tendientes a remover
conductas que antes la comunidad internacional no aceptaba. La regla del consenso para
adoptar textos de derecho ambiental internacional es un hallazgo válido de la diplomacia
multilateral actual y consiste en un entendimiento que se alcanza sin que ninguno de los
participantes considere que necesita oponerse al Acuerdo para proteger su interés y sin
que ello signifique una adhesión absoluta de todos y cada uno de los participantes. Esta
forma de asentimiento es conocida con la frase «podría vivir con ese texto».10 Por otro
lado, estas normas presentan una utilidad indiscutible no sólo por su multiplicidad y por el
hecho de remitir permanentemente de unas a otras por el juego de referencias cruzadas
sino, también, por el hecho de que son preparadas, discutidas, comentadas y negociadas
a todos los niveles por organizaciones gubernamentales, no gubernamentales, Estados e
individuos, que representan la conciencia colectiva.
j. Multa e interdisciplinario: Necesita del aporte de todas las demás disciplinas científicas,
tales como las biológicas, las físicas, las matemáticas, las médicas y las sociales, pues
todos los sectores que la integran, interaccionan creando interdependencia entre sí.12
k. Preventivo: Los objetivos del Derecho Ambiental Internacional son fundamentalmente
preventivos. En el Derecho Ambiental la coacción a posteriori resulta particularmente
ineficaz porque la represión podrá obtener una trascendencia moral pero difícilmente
compensará daños, en muchos casos ya irreparables.
b) Solidaridad: Deviene del anterior. Los países deben ser solidarios en la pobreza y en la
riqueza. La riqueza es menos riqueza si existe hambre y miseria en el mundo o se daña la
belleza de los parques naturales y se contamina las aguas de los ríos y de los mares.
(Principios 7, 5 y 27. Declaración de Río).
g) Principio precautorio: Significa que los Estados y demás sujetos del DIPC no pueden
ampararse en la falta de certeza científica absoluta para postergar la adopción de
medidas eficaces en función de los costos para impedir la degradación del ambiente. El
desconocimiento científico no debe ser utilizado como razón para trasladar a las
generaciones futuras las decisiones que se deben tomar ahora en precaución de
eventuales e inexorables daños al ambiente (Principio 15. Declaración de Río).16
Bibliografía:
El amplio conjunto de acciones cuyo centro de interés ha sido la crisis del medio ambiente
se extiende desde la década de los años setenta hasta nuestros días, y es posible
identificar factores y etapas que han ido constituyendo los rasgos básicos del mercado
ambiental, de modo que se pueden distinguir tres etapas en su desarrollo, las cuales, de
manera bastante aproximada, se corresponden con las tres décadas últimas del siglo: la
de la construcción inicial de la idea de crisis de la relación de la economía con la
naturaleza (los setenta), la de la conciencia de una crisis ambiental que es global (los
ochenta) y la de la búsqueda de factores de rentabilidad para la resolución de la crisis
ambiental.
Saber ecológico: conocimiento acerca de las relaciones sistémicas entre los procesos a
nivel físico, químico, biológico, en las dimensiones del suelo, aire, agua. La forma más
importante y útil de este saber es, sin duda, lo que determinados contaminantes producen
sobre el ser humano, sobre la vida y sobre las posibilidades de reproducción de la vida. El
saber ecológico se caracteriza por su carácter multidisciplinario y porque involucra a
muchos medios, pero sobre todo, por el reconocimiento de la incertidumbre, originado
tanto en el carácter sistémico como en la naturaleza temporal (evolutiva) de los procesos.
Durante la década de los ochenta, la atención del gobierno a la crisis ambiental fue
creciente y diversa desde el punto de vista de las medidas que se llevaron a cabo
(Michelin, 2000b). La clave explicativa de la intervención estatal fue la incorporación del
tema ambiental a la agenda política, como consecuencia de un conjunto de procesos
coincidentes: 1) Un ciclo de catástrofes tanto naturales como generadas por la actividad
productiva, que dejaron en claro la ausencia de una capacidad institucional de atención a
estos fenómenos y a sus profundas consecuencias sociales. 2) La emergencia del modelo
neoliberal en la estrategia de desarrollo económico y social del país, lo cual implicó una
rápida pérdida de capacidad de intervención del Estado en los mecanismos de cohesión y
legitimación social que eran tradicionales del sistema político mexicano, tales como el
empleo y el salario. 3) El afianzamiento de tendencias internacionales de creación de un
mercado ambiental.
En la década de los setenta y hasta 1984, los principales instrumentos con que contaba el
Estado eran dos: en el plano legal, la Ley Federal para Prevenir y Controlar la
Contaminación Ambiental (1971) y en el aspecto de la gestión, un órgano de la
administración que varias veces cambió de nombre y de ubicación en el aparato del
gobierno: en un inicio fue la Subsecretaría de Mejoramiento del Ambiente (1972-1976), la
cual estaba inserta en el campo de la salud pública (Secretaría de Salubridad y
Asistencia) y finalizó como Subsecretaría de Ecología (a partir de 1983) en la Secretaría
de Desarrollo Urbano y Ecología, SEDUE.
En 1992 se crearon dos organismos clave para la política ambiental: el Instituto Nacional
de Ecología (INE) y la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA). El
primero, encargado de generar normas y definir políticas, y el segundo, responsable de
vigilar y fiscalizar el cumplimiento de las normas y leyes.
Todos estos cambios significaron una etapa de reformas institucionales mediante las
cuales el Estado mexicano construyó sus capacidades de gestión para operar una política
ambiental. De hecho, en el periodo de reestructuración neoliberal que vivió el sistema
económico y político mexicano en los años ochenta, esta reforma institucional en el
campo del medio ambiente representa el único ámbito en el cual el Estado ha mantenido
una iniciativa para ganar capacidades de gestión pública.
Las reformas constituyeron la base de la constitución del mercado ambiental, puesto que
introdujo a los agentes de este mercado en una nueva lógica de actuación basada en la
búsqueda de negociación. La normatividad indicaría a los poderes públicos cuándo y en
qué condiciones intervenir en acciones de defensa del medio ambiente, y por tanto
apuntaría a crear un marco de consenso. La principal debilidad que arrastraba la política
ambiental era la ausencia de reglas "objetivas" para la actuación gubernamental, en el
marco de una opinión pública que reclamaba crecientemente acciones para detener el
deterioro ambiental. En consecuencia, privaba la confusión acerca de las
responsabilidades y los mecanismos de acción estatales y sociales.
Por lo anterior, podemos decir que el periodo de los ochenta se caracteriza por diversos
tránsitos en la simbología política de la crisis ambiental mexicana: de la confusión de
instrumentos a la construcción de normas; del ámbito de las respuestas por los daños a la
salud, al campo activo de la política social y de la acción del poder presidencial para
compensar una creciente debilidad en el cumplimiento de la '"justicia social". Para ello, en
la segunda mitad de esa década, el tema fue trasladado hacia el campo de las políticas
de vivienda y urbanismo. Este campo se convertiría después en un eje de la política
general del Estado, en la medida en que el crecimiento económico y el bienestar entraban
de modo franco a una fase de retroceso histórico y aparecían las concepciones
neoliberales como intento de superación del modelo económico proteccionista. La política
de vivienda se convertiría en parte fundamental de la política social y tendría a su cargo
una estrategia de contención de fricciones políticas, compensación social y creación de
redes clientelares buscando restaurar el poder presidencial tradicional del sistema político
mexicano.
Es importante señalar ello porque si bien es cierto que al ser ubicada en el contexto de
una nueva secretaría, la de Desarrollo Urbano y Ecología (SEDUE), la Subsecretaría de
Ecología no ganó recursos de modo significativo para su accionar; obtuvo, en cambio, el
beneficio de una cercanía política al poder presidencial, lo que le permitió iniciar la
estrategia basada en normatividad, y por tanto en control y coacción.
Este cambio —organizativo y político— nos permite decir que el inicio de la política
ambiental está ubicado en este momento, es decir, mediados de los años ochenta. A
partir de 1988, como hemos señalado, la nueva legislación abriría el camino a la
construcción de normas y, por tanto, se crearían las bases para la formación del mercado
ambiental.
En 1988 entró en vigor una nueva ley, la Ley General del Equilibrio Ecológico y la
Protección al Ambiente. El sentido de la misma fue crear la obligatoriedad de la acción
ecológica del gobierno, generar los espacios de responsabilidad y de concertación de éste
con los particulares y definir el campo de gestión gubernamental en sus tres niveles
tradicionales: federal, estatal y municipal.
La idea central de la estrategia dirigida hacia las empresas fue la de regular y vigilar al
menor número de ellas que fueran causantes del mayor grado de contaminación ("si
vigiláramos 125 empresas, resolveríamos más del 75% del problema").6
En la etapa en que se creaban las bases del mercado ambiental nacional, la dimensión
internacional jugaba un importante papel: comenzaba ya la diplomacia ambiental a ser
parte de la agenda internacional y la orientación del gobierno mexicano fue la de asumir
activamente esta nueva corriente internacional de intereses, sobre todo en el marco de
una creciente presión de Estados Unidos en el tema tradicional de la contaminación en la
zona de la frontera. Así, aunque las autoridades ambientales mexicanas privilegiaban el
problema metropolitano, crecieron las actividades comunes entre México y aquel país
para atender el tema fronterizo. La EPA tuvo un papel creciente en la estrategia ambiental
mexicana durante los años ochenta, y especialmente en la fase en que se crearon las
bases del mercado ambiental, e igualmente con Japón comenzó a ser importante la ayuda
en el tema de la contaminación atmosférica para la Ciudad de México.
Plantea la necesidad de reconocer la importancia del sistema industrial como pieza clave
de las transformaciones regionales y ambientales, reconoce las rigideces e insuficiencias
en el campo de las regulaciones e instituciones del medio ambiente y propone como
marco indispensable del quehacer ambiental mexicano a la globalización de los intereses
ambientales. Entre los instrumentos de una política ambiental industrial, identifica la
expedición de normas como uno de los pilares de la política ecológica, la autorregulación
(con dos vertientes importantes: normas voluntarias y certificación de productos) y las
auditorías ambientales.
Así como en la ZMCM una cadena de catástrofes —que se inició con la explosión en San
Juan Ixhuatepec y encontró su expresión más intensa con los terremotos de 1985—
generó las condiciones para la acción normativa y punitiva de las autoridades
ambientales; en Guadalajara, la segunda ciudad del país por el número de habitantes, fue
también una catástrofe, 1992, la que dio pie al inicio de acciones de las autoridades
ambientales, lo que llevó a la construcción de un escenario de negociaciones. Uno de los
primeros sectores que participaron de esta construcción fue el de las empresas de
galvanoplastia, un ámbito industrial de tecnología convencional que representaba una de
las mayores fuentes de deterioro ambiental —con efectos y amenazas directas a la salud
humana— y funcionaba con estándares técnicos y organizativos cuasi artesanales. Los
empresarios de este sector, presionados por la súbita actividad de vigilancia de las
autoridades ambientales locales, crearon una sección especial, inexistente hasta
entonces, dentro de la Cámara de la Industria Metálica de Guadalajara (CIMEG). Esta
nueva forma de organización les permitió negociar con las autoridades responsables de la
administración del agua municipal para ampliar plazos de modernización de la tecnología;
asimismo, se crearon misiones de estudio que visitaron Europa y se estableció una
alianza con la Universidad de Guadalajara para desarrollar una solución técnica apropiada
a las condiciones de las empresas pequeñas y medianas del ramo.
En sus versiones primarias, el texto del acuerdo comercial contenía referencias generales
a cuestiones ambientales, pero sin mayor profundización. Sin embargo, la presión de los
grupos ambientalistas estadounidenses (especialmente Nacional Wildlife Fund y National
Resources Defense Council) hizo vincular el comercio y el medio ambiente. México
aceptó la creación de diversas cláusulas en referencia al cuidado ambiental —
básicamente convenios sobre ambiente y conservación internacionales—.Después, ante
el cuestionamiento de grupos de presión internos, el presidente Clinton promovió unos
acuerdos paralelos sobre cooperación ambiental y laboral, como condición del apoyo de
su gobierno al TLCAN. Este convenio paralelo, en realidad, no agrega una nueva
estructura de administración ambiental en la frontera, sino que refuerza la prioridad a los
proyectos de infraestructura, mismos que ya habían sido anticipados por los dos
gobiernos en acuerdos previos.
Como producto del tratado, se han diseñado y puesto en marcha instituciones específicas:
la Comisión para la Cooperación Ambiental (CCA), el Banco de Desarrollo de América del
Norte (BDAN) y la Comisión de Cooperación Ecológica Fronteriza (COCEF). Las dos
últimas son innovaciones institucionales que le dan una identidad a la formación del
mercado ambiental fronterizo, ya que se convierten en un mecanismo de toma de
decisiones y financiamiento binacional. Ambos están constituidos por igual número de
integrantes estadounidenses y mexicanos, incluidos representantes de organizaciones no
gubernamentales.
La COCEF tiene por función identificar en las comunidades fronterizas aquellos proyectos
susceptibles de ser financiados por el BADAN, el cual puede operar en ambos países y
financiar los proyectos situados cien kilómetros hacia el interior de cada país.
La zona así definida para la intervención de estos dos organismos (véase mapa) es de
320 mil km2, tenía una población de 10 millones de personas en 1990 y se prevé que esa
cantidad se duplique en el año 2010, por lo cual se requieren entre 5.7 y 8.7 miles de
millones de dólares para enfrentar los problemas ambientales. En el lado mexicano, en
sus urbes, se ha instalado ya el fenómeno de zonas marginadas con necesidades
absolutas de servicios básicos.
Debido a las condiciones desérticas de la región, 75% de los proyectos estará dirigido a
atender el problema del agua. El capital inicialmente anunciado fue de 750 millones de
dólares, y para inicios del año 2001 ya se habían ejercido por parte del BDAN 276.35
millones de dólares, de un monto total de 986.73 millones de todos los 44 proyectos
existentes, tanto finalizados como en proceso. El cuadro 2 muestra la distribución de los
recursos a la fecha.
Según la evaluación prospectiva que realizó el INE, para el año 2010 esperaría generar
un campo de negocios basado en precios atractivos para la inversión y la valorización de
la misma, activando así una demanda nueva. Según el diagnóstico realizado, las
dimensiones de la generación de residuos industriales peligrosos en México eran que de
8 millones de toneladas de residuos, sólo 12% está sujeto a algún proceso de
reciclamiento (6% es confinado y el otro 6% pasa a procesos de aprovechamiento
energético o simplemente incineración). Se esperaba una tendencia de crecimiento de
este volumen de 15% en 15 años, y la aplicación del programa posibilitaría que en el
periodo mencionado se lograse reciclar el 45% del total de residuos (17% por tratamiento
térmico, 15% con procesos físico-químicos, 6%, por solidificación y el 7% restante por
confinamiento).
En 1993, COTERIN obtuvo un permiso del INE para operar un "confinamiento controlado
de recursos peligrosos", en el mismo lugar, y un mes después, la empresa
estadounidense Metalclad22 adquirió 94% del capital de COTERIN. La operación fue
promovida por el Mexicana Investimento Borde, una organización creada para atraer
inversiones a México, en el marco del TLCAN. La construcción de nuevas instalaciones
tuvo un costo de 40 millones de dólares, y la capacidad de procesamiento sería de 350
mil toneladas al año. La empresa daría empleo a 400 personas y los recursos económicos
que brindaría al municipio representaban anualmente la mitad de las aportaciones
federales que recibía.
El proyecto fue el motivo de una amplia controversia. Aunque existió una opinión técnica
favorable a su operación (lo más destacado fue una auditoría por la PROFEPA, el Colegio
de Ingenieros Civiles y la Comisión Nacional del Agua), una parte importante de la
población local y de la capital del estado, además de la presencia activa de grupos
ambientalistas como Greenpeace, generaron una respuesta política del gobierno del
estado de San Luis Potosí para cancelar el proyecto, con el argumento de que el 20% de
las especies de cactáceas de la zona semidesértica en la cual se encuentra Guadalcázar,
estaban en peligro de extinción y, por tanto, el 16 de septiembre de 1997 se decretó la
formación de una área natural protegida de 188 mil 758 hectáreas. El decreto del
gobernador Horacio Sánchez Unzueta estuvo apoyado en un estudio del Instituto de
Biología de la UNAM, el cual catalogó la zona como principal centro de diversidad de
cactáceas a nivel mundial.
En el mismo año de 1997, la empresa Metalla interpuso una demanda por 70 millones de
dólares contra el gobierno mexicano por los daños y perjuicios provocados al no haber
podido ejercer su derecho de propiedad en torno a la inversión realizada, a "causa de la
politización creada por intereses ajenos al interés público". Esta demanda contra la
libertad de una inversión internacional se atiene al capítulo 11 del TLCAN,23 el cual
establece que los derechos de propiedad no pueden estar subordinados a regulaciones
que favorezcan intereses nacionales. El panel arbitral (30 de agosto de 2000) determinó
que México violó el TLCAN y, en consecuencia, el pago de una indemnización de 16.7
millones de dólares a Metalla, situación que este país trata de revertir, argumentando el
carácter federal de su organización política y administrativa, y que en materia de
desechos tóxicos, en México se tienen objetivos de regulación legítimos (El Financiero,
2001). La evolución de esta experiencia es una muestra de las diversas dimensiones que
adquiere este intento de modernización ambiental de parte del gobierno. Ejemplifica la
forma en que se generan áreas de interés específicas por parte de actores de las
estructuras sociales y políticas, tanto desde el nivel inmediato o local como hasta un
contexto institucional transnacional y, en este sentido, es un ejemplo de la conformación
del mercado ambiental en México, en su dimensión regional. Los diversos ángulos de esta
construcción son:
1. Reflejó un conflicto que enlaza la escala regional a la internacional, y ello es la clave del
éxito de las comunidades locales. En efecto, este conflicto, así como otros de semejanza
formal en que las poblaciones locales rechazan proyectos económicos modernizadores,24
mostró la aparición de una nueva etapa en la cual la relación de las sociedades regionales
con su medio ambiente tiene repercusiones internacionales, pues entran en las ya
formadas redes de interés de la globalización.
Conclusiones
México se incorpora así al proceso mundial de construcción del mercado ambiental. Ello
significa el despliegue de los actores, tanto globales como nacionales y regionales, en las
diversas regiones en las cuales se manifiesta el quehacer económico y social ante la
crisis ambiental.
En este trabajo intenté mostrar, mediante cuatro casos regionales, de qué manera el tema
de la crisis ambiental ha constituido un polo de acción de actores sociales tanto locales
como nacionales y globales, dando por resultado lo que llamo la necesidad de crear un
"saber geográfico", unido al "saber ecológico", en la elaboración de una política ambiental,
capaz de permear y conducir ("gobernar") la acción colectiva en el nivel regional.
Bibliografía:
Carabias, Julia y Fernando Tudela (1999), "Perspectivas de mediano plazo para la política
ambiental", Comercio Exterior, abril.
COCEF, www.cocef.org
Grade, T. E. (1996), "On the concept of industrial ecology", Annuities Review Energy
Environment, no. 21, pp. 69-98.
Granovetter, Mark (2000), "Un'agenda teórica per la sociología económica", Statu e
Mercado, no. 60, diciembre, pp.349-382.