M21 Da U1 S1 Rivv.

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RENE ISAI VELAZQUEZ VARGAS

DOCENTE: JUANITA FARIDE BARRIOS BOLADO

M21 - CAMPOS DE FORMACIÓN Y ACCIÓN JURÍDICA: DERECHO AMBIENTAL

DERECHO

Introducción

El Derecho Ambiental (también llamado Derecho Ecológico o Derecho de la naturaleza)


pertenece a la rama del derecho social y es un sistema de normas jurídicas que regulan
las relaciones de las personas con la naturaleza, con el propósito de preservar y proteger
el medio ambiente en su afán de dejarlo libre de contaminación, o mejorarlo en caso de
estar afectado. Sus objetivos son la lucha contra la contaminación, la preservación de la
biodiversidad, y la protección de los recursos naturales, para que exista un entorno
humano saludable. Es una rama del Derecho muy reciente, pero de gran desarrollo y
futuro, surgiendo a mediados del siglo XX por la concienciación de la sociedad a
consecuencia de algunos desastres ecológicos como la contaminación de la bahía de
Mina mata, el gran smog londinense, los escapes de Severo o Copal, y el accidente de
Chernóbil, entre otros. Su origen, como tal especialización del Derecho, tiene sus
orígenes en la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Humano, celebrada en
Estocolmo en 1972.

Una de sus características es su carácter interdisciplinario, ya que requiere la expertos y


el asesoramiento de profesionales ajenos al Derecho (médicos, biólogos, ambientó logos,
físicos, químicos, ingenieros, etc.), así como actualizarse continuamente, en la medida
que se producen avances científicos y técnicos.

Desde Ceiba, nuestra intención es contribuir en el desarrollo y fortalecimiento de esta


área temática de la agenda ambiental, para lo cual mantenemos cinco portafolios
documentales de referencia:

S1. Actividad 1. Definición del Derecho Ambiental

El derecho ambiental pertenece a la rama del derecho social y es un sistema de normas


jurídicas que regulan las relaciones de las personas con la naturaleza, con el propósito de
preservar y proteger el medio ambiente en su afán de dejarlo libre de contaminación, o
mejorarlo en caso de estar afectado. Sus objetivos son la lucha contra la contaminación,
la preservación de la biodiversidad, y la protección de los recursos naturales, para que
exista un entorno humano saludable. Es una rama del Derecho bastante reciente, pero de
gran desarrollo y futuro, surgiendo a mediados del siglo XX por la concienciación de la
sociedad a consecuencia de algunos desastres ecológicos como la contaminación de la
bahía de Mina mata, el gran smog londinense, los escapes de Severo o Copal, y el
accidente de Chernóbil, entre otros. Su origen, como tal especialización del Derecho,
surge en la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Humano, celebrada en
Estocolmo en 1972.Entre sus características está su carácter multidisciplinario, ya que
requiere la pericia y el asesoramiento de profesionales ajenos al Derecho (médicos,
biólogos, ambientó logos, físicos, químicos, ingenieros, etc.) y estar en continuo cambio y
actualización, en la misma medida que se producen avances científicos y técnicos. El
derecho ambiental se caracteriza por tener el trabajo del estado enfocado en realizar una
"Zonificación Ecológica y Económica" mediante los gobiernos regionales y locales,
planificar bien las áreas destinadas para la vida en sociedad, el turismo, la producción
agrícola. Evitando que la sociedad ocupe estos lugares destinados para un uso sostenible
y generando una producción económica y un bienestar social, mediante los estudios de
urbanización y producción del Gobierno Local. Los objetivos del derecho ambiental se
apuntan como fines de esta materia: tomar viable un objetivo primario, macro-objetivo,
ligado con la sustentabilidad y el "estado socio-ambiental del derecho" según Antonio H.
Benjamín, y de varios objetivos secundarios, micro objetivos secundarios, tales como la
protección de la salud y seguridad humanas, salvaguarda de la biosfera por si,
conservación del patrimonio estético, turístico, paisajístico, prevención, reparación y
represión del daño ambiental, facilidad de acceso a la justicia, transparencia y libre
circulación de la información ambiental, eficiencia económica, tutela de la propiedad,
conocimiento científico y tecnológico, estabilidad social, democratización de los procesos
decisorios ambientales, etc. Muchos pleitos ambientales proponen la cuestión acerca de
quién tiene más derecho: ¿las cuestiones legales están limitadas a los dueños de
propiedades o tiene también derecho el público general a intervenir? El essay de
Christopher D. Stone, "Should trees have standing?" (¿Los árboles deben tener
derechos?) Abordaba seriamente la cuestión sobre si los objetos naturales en sí mismos
deberían tener derechos legales, incluido el derecho a participar en los pleitos. Stone
sugirió que no había nada absurdo en este punto de vista, y recalcó que muchas
entidades que ahora tienen derechos legales eran, en el pasado, tomadas como "cosas"
sin derechos legales; por ejemplo, los extranjeros, los hijos y las mujeres. En ocasiones,
su ensayo se ha considerado una falacia de la personificación. El concepto de justicia
ambiental aplica las teorías de la justicia, al campo del medio ambiente y la ecología.67
Se deriva de la consideración del medio ambiente y los servicios del ecosistema como
elementos del bien común. La justicia ambiental también puede afectar los efectos del
cambio climático; en tal contexto, a veces se habla de injusticia y/o justicia climática. Este
concepto implica que hay derechos para la naturaleza para todos; individuos, familias,
comunidades, empresas y otros grupos humanos en relación con el medio ambiente
considerado como un bien común, pero a cambio de deberes y obligaciones legales, 10 y
de acuerdo con el PNUD11 asumido por Fabrica Flipo (2002), «en la ausencia de terceros
capaces de administrar justicia: los más fuertes anulan sus derechos y escapan a sus
deberes, constituyendo poco a poco potentados privados. Por lo tanto, las reglas actuales
no conducen a un aumento global de la desigualdad».10 Este concepto también invita a
pensar e implementar medidas de reducción, reparación y compensación cuando el daño
ecológico no puede evitarse, lo que a veces puede requerir o justificar una cierta
"interferencia ecológica”. Estos deberes u obligaciones a menudo se agrupan en la noción
de «responsabilidad social y ambiental, la libertad para explotar el medio ambiente se
detiene donde amenaza a los demás (entonces es obligatorio no sobreexplotar un
recurso), y donde el medio ambiente (biodiversidad, hábitats naturales, diversidad
genética) estaría en sí mismo amenazado por las actividades humanas. El principio de
precaución o principio precautorio (no confundir con el principio de prevención) es un
concepto que respalda la adopción de medidas protectoras ante las sospechas fundadas
de que ciertos productos o tecnologías crean un riesgo grave para la salud pública o el
medio ambiente, pero sin que se cuente todavía con una prueba científica definitiva. Un
delito ecológico o delito ambiental se puede definir como un crimen contra el ambiente
que es sancionado con penas de prisión gracias a la existencia de legislación ambiental.
La expresión es una noción jurídica reciente por lo que no cuenta con una definición
unánime, lo que no impide que sea reconocida por la mayoría de los países. Así, la
Interpol, como organización policial internacional, empezó a luchar contra el crimen
ambiental en 1992. El acodicio es un neologismo que en principio, hace referencia a
cualquier daño masivo o destrucción ambiental de un territorio determinado, parte de uno
o más países, o bien, con consecuencias a escala global. Aún se sigue trabajando en una
definición más precisa de acodicio con el objetivo de tipificarlo como un crimen en contra
de la humanidad. El acodicio puede ser irreversible cuando un ecosistema sufre un daño
más allá de su capacidad de regenerarse. Este término se suele asociar con el daño
causado por un agente vivo que directa o indirectamente puede infligir un acodicio,
matando suficientes especies en un ecosistema para interrumpir su estructura y función.
El acodicio también puede ser el resultado de contaminaciones masivas tales como el
vertido de desechos de industrias o contaminación por pesticidas que destruyen la fauna y
flora local. Una definición más laxa de acodicio es la que incluye la destrucción causada
por especies debido a desequilibrios ecológicos. Por ejemplo, bajo esta definición se
puede concluir que las algas azul-verdosas cometieron acodicio sobre el medio ambiente
del precámbrico, basado en una química reductora, al liberar cantidades masivas de
oxígeno al medio ambiente. Los organismos para los que el oxígeno era venenoso
desaparecieron mientras que las algas y otros organismos se adaptaron a un medio
ambiente con una química basada en la oxidación.

Bibliografía:

Texto de apoyo S1

https://campus.unadmexico.mx/contenidos/DCSA/MODULOS/DE/M21_DECFAJ_DA/U1/S1/Des
cargables/DE_M21_DA_U1_S1_TA.pdf

Construcción del Derecho Ambiental Mexicano

https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/13/6429/5.pdf
Derechos en relación con el medio ambiente

https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/1/66/tc.pdf

S1. Actividad 2. Relación del Derecho Ambiental con otras ramas del Derecho

El Ambiente y la Ecología como fenómeno en el orden jurídico internacional.


La palabra Ambiente es preferida a Medio Ambiente por entender que el concepto
Ambiente es más amplio y globalizador al incluir al hombre como un ser más en la cadena
trófica. Hablar de Ambiente denota una visión biométrica del mundo, donde las personas
constituyen una especie más en la naturaleza en contraposición a una visión
antropocéntrica, representada en las palabras Medio Ambiente, que identifica al hombre
como centro y lo que lo rodea, el medio en el cual se desarrolla. Ambiente, viene de dos
palabras del latín: «Amiens» condición o circunstancia y «antis» que rodea o cerca,
significando "circunstancias o condiciones que rodean a las personas, animales o cosas”.
El Ambiente constituye uno de los valores protegidos por el orden jurídico internacional y
consiste en un conjunto total de factores relacionados que rodean y forman parte de la
tierra. El estudio y protección del Ambiente encuentran su correlato científico dentro de las
ciencias naturales en la palabra Ecología. Ecología proviene del griego «oíos» casa y
«logos» tratado, tratado de la casa. La palabra ecología es utilizada para estudiar la
estructura y funcionamiento del mundo natural, sintetizándola para el campo del Derecho
Ambiental como «la economía de la naturaleza». Es decir, que a los objetivos del
presente trabajo el concepto Ambiente comprende al de Ecología. Si bien el término
«ecología» apareció formalmente en 1866 formulado por HAECKEL (1834-1919), biólogo,
naturalista, filósofo y jurisconsulto alemán, quien intentó una interpretación general de la
teoría evolucionista de DARWIN (1809-1889) señalando nuevos horizontes a la biología,
la idea de abordar integralmente el mundo natural partiendo de la hipótesis que existen
principios que rigen la interacción del mundo vivo y no vivo, es mucho más antigua. La
teoría de la selección natural de DARWIN, basada en el supuesto de que la variación de
los organismos expresada a través de la herencia es seleccionada por el conjunto de
fuerzas de la naturaleza, explica con cierta precisión la manera en que opera la
«economía de la naturaleza». A partir de allí la ecología estableció el concepto de
ecosistema como «unidad funcional que incluye un medio físico y todos los organismos
que viven en su interior. El avance alcanzado por esta ciencia, permite el estudio
sistematizado de la naturaleza ofreciendo elementos para evaluar con todo rigor la
eficacia o ineficacia de los procesos productivos (primarios e industriales), en relación con
los componentes, procesos y ritmos naturales del ecosistema. Cabe recordar que
HAECKEL, además, era conocedor de la disciplina jurídica y la elección de la palabra
ecología encierra mucho de "valor" al ser comprendida dentro del área de protección de
las ciencias jurídicas. Aunque los primeros tratados sobre el tema aparecieron a finales
del siglo pasado y la primera revista especializada «Ecología» apareció en 1916, los
resultados de la investigación en ecología permanecieron circunscriptos a los medios
académicos hasta la segunda mitad del siglo XX. La preocupación por el tema había sido
abordada por importantes publicaciones como la de MARSH. (1864) «Hombre y
Naturaleza», en el siglo pasado, y la de MUMFORD (1934) «Técnica y Civilización». Pero,
recién con la aparición del libro de la bióloga norteamericana CARSON (1962) «La
primavera silenciosa» -donde se hacia un llamado de alerta sobre el empleo masivo de
pesticidas químicos en EE.UU. que llevaba veinte años de utilización en la agricultura
mecanizada-, la opinión pública se vio conmovida. Luego de aquel libro, se produjo un
alud de publicaciones periodísticas que responsabilizaron al Hombre como el verdadero
culpable de la crisis ambiental internacional, es decir, todos y nadie. Más tarde, otro
biólogo, el norteamericano ERLICH (1968), en el libro «La Bomba de la Población»,
situaba el debate de la destrucción ambiental en el carácter limitado de los recursos
naturales, ubicando como la causa fundamental del agotamiento de los recursos y de la
destrucción del ambiente el crecimiento desmedido de la población, impactando en la
conciencia ciudadana de los países industrializados por el tono alarmista de su contenido.
El debate sobre la tesis de ERLICH (1968) quedó prácticamente inconcluso con la
publicación del primer Informe del Club de Roma en 1972 conocido como "Los Límites al
Crecimiento" dirigido por MEADOWS (1972) y elaborado en base a las informaciones
obtenidas por el equipo de investigadores del Instituto de Tecnología de Massachusetts
(MIT), donde predecía mediante el uso de modelos matemáticos y computadoras que el
colapso global en virtud de la sobrepoblación y el crecimiento económico se produciría si
o si, pero no sé cuándo. Finalmente, la preocupación por el Ambiente se vino a completar
con la aparición del libro de SCHUMAKER (1977) «Lo pequeño es hermoso», que hace
una crítica detallada y brillante a la tecnología moderna. Pero, es el año 1972 que debe
ser considerado como la piedra angular del surgimiento del ambientalismo. En EE.UU.,
sólo en ese año, se publicaron más de 300 libros sobre medio ambiente, ecología y
contaminación. En Francia se desarrollaron innumerables debates internacionales sobre
la situación ambiental organizados con éxito por la revista «Le Novel Obsérvate». En Gran
Bretaña se publicó el libro «A Blueprint for Survival» de Edward Goldsmith, fundador y
editor de la revista británica «The Ecologist». En Italia aparecía «L’Imbroglio Ecológico»
de Paccino; y en México «Ecocidio» de F., Cesarman. La celebración en Estocolmo,
Suecia, de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Ambiente Humano y Desarrollo, en
junio de 1972, vino a darle una dimensión universal a los problemas de la protección del
ambiente. Los años siguientes traducirían ese fervor por el ambiente en la creación de
numerosas organizaciones sociales y políticas y hacia 1973 un estudio de la Agencia para
la Protección del Medio Ambiente (EPA) de EE.UU., revelaba que sólo en ese país
existían unas 20.000 asociaciones protectoras de la naturaleza, en tanto, en Francia, la
participación de los movimientos ecologistas en las elecciones presidenciales de 1974
abría a estos movimientos las puertas de la política.La ecología y los problemas
ambientales han revelado dos fenómenos fundamentales. Por un lado, la enorme
irracionalidad e ineficacia de la mayor parte de las estrategias productivas y tecnológicas,
es decir, la apropiación irracional de la naturaleza a través de los procesos de producción
no sostenibles. Por otro, el creciente deterioro de los ecosistemas fuente última de toda
producción con la consecuente y paulatina abolición del universo natural, donde el
Hombre como único ser vivo con conciencia de su desaparición ocupa el primer lugar en
la responsabilidad de aquélla revelación. Es por ello que el derecho como fuente de razón
y justicia se encuentra comprometido a realizar los aportes disciplinarios que las otras
ciencias le reclaman, fundamentalmente, porque posee la herramienta de los sistemas
jurídicos, a través de los cuales se puede revertir la situación de deterioro ambiental a
escala internacional.

Introducción al Derecho Ambiental Internacional. Derecho Ambiental y Relaciones


Internacionales.La disciplina de las Relaciones Internacionales constituye un factor de
influencia en el proceso de toma de decisiones en materia Ambiental. Esta disciplina -aún
no considerada ciencia- afecta al Derecho Internacional y a todo lo relacionado con la
producción de normas ambientales internacionales destinada a la protección del Ambiente
a escala mundial y regional en el plano de la política ambiental.Harold y Margaret
SPROUT (1990), han desarrollado el concepto de «Conductismo Cognitivo», que
considera la existencia de un medio operacional en donde el hombre responde
conscientemente al medio a través de la percepción y de ninguna otra forma y que estos
autores denominan «psicomedio».La perspectiva ambiental suministra un marco para la
consideración combinada del psicomedio, las acciones de los individuos o comunidad y
resultado de esas acciones. Constituyendo el factor ambiental una perspectiva
multidimensional, de allí que las percepciones que tienen los líderes políticos de las
condiciones ambientales (el psicomedio) es esencial para no equivocarse a la hora de
decidir sobre qué políticas adoptar para la protección del ambiente. Aquellos factores
limitan o influyen en el resultado de las decisiones basadas en la percepción del entorno y
si las decisiones se toman sobre la base de percepciones erróneas del mismo las
consecuencias son difíciles de superar, debiendo recurrirse al sistema jurídico como la
última posibilidad y el último intérprete de esas acciones, por eso es que la norma jurídica
supranacional con su efecto directo y primacía resulta eficaz en la resolución de los
problemas ambientales.

La interrelación del paradigma Ambiental ha crecido cada vez más con la creciente
complejidad de la sociedad humana moderna, población en expansión, avances
tecnológicos y disminución de los recursos. Lo cierto es que, por ejemplo, por cada 1% de
aumento de la población mundial se hace necesario un aumento del 4% por ciento en el
ingreso per cápita internacional, simplemente para mantener el nivel de vida en su punto
existente.

El factor que más ha incidido para el retraso en las respuestas globales al problema
ambiental está constituido por la falta de importancia que se le ha dado a la interrelación
entre lo nacional y lo internacional, asuntos internos e internacionales y a la relación entre
población y modalidades de consumo y producción, representando un dato importante
puntual en la perspectiva ambiental para establecer la relación entre la disciplina de las
relaciones internacionales y el Derecho Ambiental Internacional.6

Si los cambios determinados por el avance de la ciencia y la tecnología están afectando el


entorno de una manera que va más allá de la posibilidad en tiempo real de crear los
medios de enfrentarse a ello, es una respuesta que la propia ciencia debe dar por lo
menos al finalizar este siglo, y en el campo de la ciencia jurídica al Derecho Ambiental
Internacional le cabe responsabilidad en ello. Lo cierto es que la existencia de vínculos y
relaciones intrincadas entre el ambiente, la tecnología, la geografía, la política (proceso de
toma de decisiones) y la ciencia jurídica, es una realidad inevitable, insoslayable e
inexorable.
Concepto de Derecho Ambiental Internacional

Preferimos la fórmula Derecho Ambiental Internacional a la de Derecho Internacional del


Ambiente porque la primera presupone un compromiso mayor con el Derecho Ambiental
que con el Derecho Internacional. El Derecho Ambiental Internacional (DAI) constituye el
ordenamiento jurídico destinado a regular las relaciones de coexistencia, cooperación e
interdependencia, institucionalizada o no, entre los actores, que tiene como objetivo la
protección internacional del ambiente; o, el conjunto de normas jurídicas de carácter
internacional destinado a la protección del ambiente en cualquiera de sus formas.

En las dos últimas décadas se ha acudido a un progresivo desarrollo en el ámbito jurídico


referido a lo "ambiental", como así mismo a lo "internacional". En el primer caso, la
abundancia de normas jurídicas nacionales que protegen el ambiente ha generado el
nacimiento de una nueva rama del derecho, el derecho ambiental y, en el segundo, la
profusa cantidad de tratados, convenios, declaraciones, acuerdos, recomendaciones,
resoluciones e informes de carácter internacional destinados a proteger el ambiente en
cualquiera de sus manifestaciones: recursos naturales, orgánicos e inorgánicos;
tecnologías, como la energía nuclear o la explotación y exploración de los espacios
exteriores, incluyendo la Luna y otros cuerpos celestes, o acuerdos sobre geografías
determinadas, como el Tratado Antártico y su Protocolo del Medio Ambiente de 1991, o
aquellos más abstractos como el Compromiso Ético de las ONGs para una actitud y
conducta ecológica global de 1972 o el de los compromisos de los ciudadanos con
respecto a la biodiversidad; han dado nacimiento al Derecho Ambiental Internacional.

La existencia de más de 4.000 convenios e instrumentos internacionales con algunas


disposiciones para enfrentar la protección del ambiente, son una muestra de esto último.
Tratados ambientales de carácter estrictamente internacional, con pretensión de
universalidad, existen alrededor de 154, que constituyen la materia reglada y objeto de
alcance por parte del Derecho Ambiental Internacional. Y la tendencia es ir acordando
instrumentos internacionales para las categorías globales, tales como son la atmósfera, el
mar, la biodiversidad, el desierto, que también estén abarcadas por esta rama del
derecho.

No obstante, todavía es aventurado afirmar que el derecho ambiental es una rama


autónoma del ordenamiento jurídico, así como si es derecho público o privado, dado el
doble movimiento existente de privatización del derecho público y publicación del derecho
privado. El derecho ambiental invade todas las ramas del derecho, tanto públicas como
privadas, pudiendo conceptualizarlo como un sistema orgánico de normas que
contemplan las diferentes conductas agresivas para con el Ambiente, bien para
prevenirlas, reprimirlas o repararlas, y que trasladado al plano internacional constituye el
Derecho Ambiental Internacional.

Contenido del Derecho Ambiental Internacional

El Derecho Ambiental Internacional (DAI) nace en Estocolmo, Suecia, en junio de 1972,


bastante antes que los distintos derechos ambientales nacionales se configuraran como
tales. En este sentido, el DAI constituye un ejemplo de influencia del Derecho
Internacional en los derechos internos de cada Estado. Pero, cuando nos referimos a que
el derecho ambiental Internacional es previo al derecho ambiental interno es necesario
aclarar que la existencia de legislación ambiental en los ordenamientos internos de
algunos Estados antes de Estocolmo 72 respondía a criterios no sistemáticos ni
epistemológicos alguno, sino a una necesidad de legislar dentro de las ramas clásicas del
derecho determinadas conductas que requerían legislación especial. 7

Siguiendo a CANO (1977), el contenido del Derecho Ambiental Internacional está


constituido por tres categorías de normas, a saber:

a) Instrumentos internacionales destinados a proteger elementos ambientales que


pertenecen a toda la humanidad: incluyen a todos los instrumentos internacionales que
contienen a la humanidad como sujeto del Derecho Internacional, ej.: Convención del Mar
de Monteo Bey de 1982; Convenciones sobre espacio Aéreo, Estratosférico, Atmósfera,
ondas radioeléctricas, Convención sobre materia Nuclear, es decir no proliferación y
desarme nuclear; contaminación marina, del suelo y del aire, con alcance planetario,
Biodiversidad, Cambios Climáticos, Desechos tóxicos, nucleares, industriales,
Desertificación, especies en vías de extinción, Humedales, Especies migratorias,
Protocolo sobre medio Ambiente Antártico, etc.

b) Instrumentos internacionales que protegen elementos ambientales que pertenecen a


dos o más Estados: incluyen cuencas hídricas internacionales, binacionales, incluso
aguas subterráneas, represas internacionales, yacimientos de gas, petróleo y energías
renovables, tratados sobre límites y utilización compartida de recursos, etc.

c) Instrumentos internacionales que se refieren a los efectos extraterritoriales del uso de


recursos naturales o elementos ambientales nacionales: incluyen la contaminación de alta
mar o de las aguas territoriales de otro país; contaminación atmosférica o por
emanaciones tóxicas llevada nocivamente a un país por humos o gases; utilización de
recursos de terceros países, pesca; epizootias y plagas animales, incendios forestales en
bosques limítrofes, epidemias, Sida.

Estas categorías que no son excluyentes y constituyen un avance preliminar sobre las
normas ambientales internacionales, son un aporte valioso de quien es uno de los
iniciadores del Derecho Ambiental en Argentina.8

Características del Derecho Ambiental Internacional.

El Derecho Ambiental Internacional que es, no el que debe ser, está caracterizado por:

a. Dispersión normativa: Significa la existencia de profusa cantidad de instrumentos


jurídicos (convenios, tratados, acuerdos, recomendaciones, declaraciones, informes,
resoluciones) que producen como efecto el de crear ilusión de una gran protección,
seguridad y actividad jurídica ambiental, cuando en realidad lo que persiste es una gran
desorientación en cuanto a efectiva aplicación se trata.

b. Actividad jurisdiccional internacional prácticamente nula en la materia: Cuando se ha


aplicado derecho internacional se lo ha hecho dentro del Derecho Internacional Privado,
como en el caso de los derrames petroleros "Torre Canon"(1967), "Amocho Cádiz" (1978),
"Exxon Valdez" (1989), etc.. El Derecho Ambiental Internacional se ve privado de
jurisdicción y jurisprudencia, sólo se lo aborda desde el Arbitraje -uno de los medios
establecidos en las Convenciones para dirimir las controversias-, que consisten en
arreglos amistosos o simples regateos en torno a la cuantía de las indemnizaciones,
transformando en ilusorios los derechos de la comunidad internacional a una vida
saludable y productiva en armonía con la naturaleza (Principio 1. Declaración de Río).

c. Ausencia y desaparición de las responsabilidades: Cuando han sucedido hechos con


claras negligencias, decisiones u opciones equivocadas que generarían
responsabilidades, han sido tratadas como supuestas catástrofes naturales. La existencia
de más 154 instrumentos internacionales para la protección del ambiente es un signo por
demás elocuente de la cantidad de violaciones al Ambiente que se han producido en el
ámbito internacional -si no el planeta no estaría como está-, sin embargo, la inexistencia
de un órgano internacional específico para dirimir las controversias encuentra enormes
obstáculos para establecer la responsabilidad internacional de los nuevos sujetos del DAI.

d. Protección ambiental consistente en bienes comunes o intereses generales de la


Humanidad: Esto merece dos consideraciones, una negativa y otra positiva. La primera
consiste en que la creencia de que los bienes protegidos son patrimonio común de la
Humanidad ha traído aparejado evanescencia en los deberes y derechos internacionales
de los sujetos del Derecho Internacional. La segunda, la instauración por parte de
Naciones Unidas de que el ambiente es patrimonio común de la humanidad otorgándole
al individuo, a la persona humana, derechos para reclamar protección internacional como
miembro de esa humanidad, pero en cuanto a quién es el titular de la legitimación, todos y
ninguno, es decir todos son responsables y ninguno a la vez. El desafío es poner en
marcha un sistema de protección internacional ambiental que permita administrar los
bienes comunes, pero esto choca con el problema de la soberanía estatal, principio
básico del Derecho Internacional Público Clásico que todavía perdura, con la consecuente
negativa de los Estados a ceder parte de sus competencias ambientales aunque sólo
fuera para resolver los problemas globales.

e. La intergubernamentabilidad: La totalidad de los instrumentos internacionales para la


protección del ambiente son de característica intergubernamental, no supranacionales, no
estableciendo delegación de competencias en órganos jerárquicos superiores.

f. Funcionalismo orgánico: Los instrumentos internacionales para la protección del


Ambiente presuponen que las instituciones deben ser creadas en función de las
necesidades que se pretende satisfacer en forma conjunta. En consecuencia, cualquier
incumplimiento de esas disposiciones resulta imposible de resolver por inexistencia de un
organismo que atienda las disputas. Salvo a través de negociación interestatales como el
Arbitraje.

g. Ausencia de la Costumbre como fuente en las nuevas áreas de protección del derecho
internacional ambiental: Ante todo, el derecho internacional era producto de la costumbre,
de la práctica consolidada por un período de tiempo y de la cortesía internacional. El
derecho internacional, en sus orígenes, era lo que los Estados acostumbraban a hacer, es
decir, era costumbre, uso inmemorial, o actos reiterados durante un largo período de
tiempo. Pero luego el Derecho internacional cristalizó en normas jurídicas esas
costumbres y usos internacionales en un conjunto de instrumentos jurídicos, esta acción
constituye el proceso de positivación de normas jurídicas internacionales que, ahora,
aplicado al Ambiente y dentro del Derecho Internacional ha generado que la costumbre
sea producto de lo consensuado y plasmado en los instrumentos internacionales (Ej.:
Protocolo de Montreal relativo a las sustancias que agotan la Capa de Ozono de 1987). El
Derecho Ambiental Internacional convencional ha demostrado ser demasiado rígido, pero
como fuente es importante sobre todo de acuerdo a las posibilidades que ofrece la firma
de acuerdos con alcance supranacional, es decir con delegación de competencias. El
Derecho Ambiental Internacional Consuetudinario se encuentra estado naciente.

h. El consenso en la generación del «Derecho Blando» (sofá la): Este derecho consiste en
la concertación de un compromiso más político que jurídico que emana de los
instrumentos internacionales para la protección del Ambiente. Esta característica de los
instrumentos internacionales ambientales, muchas veces criticada, posee la particularidad
de permitir adoptar compromisos políticos sobre las conductas futuras que tiene una gran
importancia en el proceso de formación de normas jurídicas tendientes a remover
conductas que antes la comunidad internacional no aceptaba. La regla del consenso para
adoptar textos de derecho ambiental internacional es un hallazgo válido de la diplomacia
multilateral actual y consiste en un entendimiento que se alcanza sin que ninguno de los
participantes considere que necesita oponerse al Acuerdo para proteger su interés y sin
que ello signifique una adhesión absoluta de todos y cada uno de los participantes. Esta
forma de asentimiento es conocida con la frase «podría vivir con ese texto».10 Por otro
lado, estas normas presentan una utilidad indiscutible no sólo por su multiplicidad y por el
hecho de remitir permanentemente de unas a otras por el juego de referencias cruzadas
sino, también, por el hecho de que son preparadas, discutidas, comentadas y negociadas
a todos los niveles por organizaciones gubernamentales, no gubernamentales, Estados e
individuos, que representan la conciencia colectiva.

i. Ineficacia en el cumplimiento de los tratados por ausencia de delegación de


competencias ambientales: Los mecanismos de solución de controversias que contienen
los instrumentos internacionales no establecen delegación de competencias en órganos
jurisdiccionales internacionales supranacionales. El Tribunal Internacional de Justicia de
La Haya, no ha sido hasta la fecha un instrumento adecuado en esta tarea. Por el
contrario, en su largo período de existencia desde 1922 hasta 1994 sólo había dictado
140 sentencias, a razón de dos por año. En cambio, el Tribunal de Justicia de la Unión
Europea, con competencia supranacional, ha demostrado su utilidad en materia ambiental
y, en lo relativo a la protección del Ambiente, cuenta con una jurisprudencia en la materia
encabezada por el caso líder Asunto 302/86 entre La Comisión vs. Dinamarca, sentencia
del Tribunal de Justicia del mes de Setiembre de 1988, donde el Tribunal reconoció
expresamente la compatibilidad de determinadas restricciones de naturaleza ambiental
con la protección de los exportadores adoptando pautas equilibradoras entre las normas
del mercado común y la protección del Ambiente.

j. Multa e interdisciplinario: Necesita del aporte de todas las demás disciplinas científicas,
tales como las biológicas, las físicas, las matemáticas, las médicas y las sociales, pues
todos los sectores que la integran, interaccionan creando interdependencia entre sí.12
k. Preventivo: Los objetivos del Derecho Ambiental Internacional son fundamentalmente
preventivos. En el Derecho Ambiental la coacción a posteriori resulta particularmente
ineficaz porque la represión podrá obtener una trascendencia moral pero difícilmente
compensará daños, en muchos casos ya irreparables.

h. Sistémico: Las disposiciones y normas internacionales, en general, están al servicio de


la regulación de los diferentes elementos y procesos naturales que componen el Ambiente
natural y humano. La regulación de conductas internacionales no se realiza aisladamente,
sino teniendo en cuenta el comportamiento de los elementos naturales y las interacciones
determinadas en ellos como consecuencia de la actividad antropogénica y natural.

Principios del Derecho Ambiental Internacional

El Derecho Ambiental Internacional posee principios que son propios de la protección


internacional del Ambiente. Pero, muchos de ellos son compartidos por otras ramas del
derecho, inclusive por el derecho internacional. No obstante, los que a continuación se
reafirman constituyen los principios rectores del derecho ambiental, sin perjuicio, de otros
que están actualmente en surgimiento.

a) Interdependencia ecológica: En un mundo donde la deforestación en un Estado reduce


la riqueza biológica de toda la Tierra, en que los productos químicos y las emanaciones
de gases tóxicos liberados a la atmósfera en un continente provocan efectos que
producen cáncer de piel en otro, en que las emisiones de dióxido de carbono aceleran el
cambio climático mundial, en donde el consumo desenfrenado de las sociedades
opulentas agrava la pobreza en los países menos industrializados, la reorientación de las
decisiones a nivel planetario hacia la preservación ecológica y el desarrollo sostenible
deben consensuarse y compartirse, requiriendo esfuerzos adicionales que deben ser
soportados por todos, principalmente, por los países industrializados (Principios 2, 6 y 25.
Declaración de Río).

b) Solidaridad: Deviene del anterior. Los países deben ser solidarios en la pobreza y en la
riqueza. La riqueza es menos riqueza si existe hambre y miseria en el mundo o se daña la
belleza de los parques naturales y se contamina las aguas de los ríos y de los mares.
(Principios 7, 5 y 27. Declaración de Río).

c) Cooperación ambiental: No supone la ayuda económica sino la ambiental sostenible,


que consiste en la colaboración para prevenir la degradación ambiental y para evitar
contaminación de las aguas, el suelo y la atmósfera, como así también la cooperación
para promover un sistema económico internacional favorable y abierto que permita llegar
al desarrollo sostenible y al crecimiento económico preservador (Principios 7, 9, 12 y 27.
Declaración de Río).

c) Obligación de informar e informarse: Mandato imperativo de la CNUMAD Río´92. Este


principio tiene dos sentidos: la información para abajo y la información para arriba. La
primera, la obligación por parte de los Estados de crear las condiciones para que todos
los individuos tengan acceso adecuado a la información sobre el Ambiente igual que el
que dispongan las autoridades públicas, incluida la información sobre los materiales y las
actividades que ofrecen peligro en sus comunidades, así como la oportunidad de
participar en los procesos de adopción de decisiones. Y la segunda, es que los Estados
tienen la obligación de notificar inmediatamente a los otros Estados de los desastres
naturales u otras situaciones de emergencia que puedan producir efectos nocivos al
Ambiente (Principios 10, 18 y 19. Del. De Río).

d) Universalidad: La Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados de 1974,


en los arts. 29 Y 30, estableció la responsabilidad común para la comunidad internacional
sobre los fondos marinos y oceánicos y su subsuelo fuera de los límites de la jurisdicción
nacional; los recursos de la Zona, considerándolos como patrimonio común de la
humanidad; como, también, la protección, preservación y mejoramiento del Ambiente para
las generaciones presentes y futuras -principio más tarde receptado en la Convención del
Mar de Monteo Bey (1982)-. Esta idea, de que los bienes naturales pertenecen a la
Humanidad y no pertenecen a ningún Estado en el sentido de propiedad clásico -que
presupone el ejercicio relativo de esos derechos dentro del ámbito territorial-, se está
arraigando como principio universal estableciendo que la Humanidad en su actuales
generaciones -como nuevo sujeto de derecho internacional público contemporáneo-
posea entre sus atributos el derecho de utilizar los recursos naturales sin poner en peligro
la capacidad para servirse de ellos de las generaciones futuras y el deber de velar por su
existencia y permanencia en el tiempo. El Ambiente es patrimonio común de todos los
habitantes de la Tierra porque la Humanidad debe respetar y obedecer las inmutables
leyes naturales para, de esa manera.

e) Regulación jurídica integral: Este principio consiste en la armonización y unificación de


las legislaciones a nivel internacional, por un lado. Es decir, la tendencia a uniformar los
regímenes jurídicos de los diferentes Estados y regiones de la Tierra en relación a las
normas jurídicas ambientales internacionales destinadas a la prevención, represión,
defensa, conservación, mejoramiento y restauración. Por otro lado, en la capacidad tanto
del legislador como del juez de tener una perspectiva macroscópica e integradora del
ambiente debido a la fragmentariedad de las normas ambientales (Principios 11 y 13. Del.
De Río).

f) Responsabilidad común pero diferenciada: El principio de responsabilidad común pero


diferenciada significa que las responsabilidades deben ser compartidas por todos los
Estados debido a las alteraciones causadas al ambiente como consecuencia del ejercicio
de actividades dañinas realizadas tanto por persona físicas y/o jurídicas dentro de sus
jurisdicciones. Pero en vista de que han contribuido en distinta medida a la degradación
del ambiente, la responsabilidad debe ser diferente. Los países industrializados
reconocen la responsabilidad que les cabe teniendo en cuenta las presiones que sus
sociedades ejercen en el Ambiente y de las tecnologías y los recursos financieros de que
disponen. Este tipo de responsabilidad referido a la protección del ambiente no se agota
en lo meramente individual, por ello deviene en responsabilidad colectiva, mancomunada
o solidaria. La cuantía e importancia de los riesgos y la objetivación de la responsabilidad
no es objeto de este trabajo (Principio 7. Declaración de Río).

g) Principio precautorio: Significa que los Estados y demás sujetos del DIPC no pueden
ampararse en la falta de certeza científica absoluta para postergar la adopción de
medidas eficaces en función de los costos para impedir la degradación del ambiente. El
desconocimiento científico no debe ser utilizado como razón para trasladar a las
generaciones futuras las decisiones que se deben tomar ahora en precaución de
eventuales e inexorables daños al ambiente (Principio 15. Declaración de Río).16

h) Principio de conjunción: Tradicionalmente el Derecho Internacional distingue en


doctrinas denominadas Monismo y Dualismo según como se incorpora la norma
internacional al orden jurídico interno. Para la primera, no hay existencia de dos órdenes
jurídicos separados y autónomos, para la segunda sí. Estas doctrinas resultan ahora
superadas por el desarrollo del Derecho Ambiental Internacional, sobre todo a raíz de las
normas supranacionales establecidas en el plexo normativo de la Unión Europea en
materia ambiental y de las derivadas de la Declaración de Río y la Agenda XXI -el
Programa de Acción de la Conferencia de Río’92-, verdaderas constituciones ambientales
mundiales, con derechos y obligaciones que resultan insoslayables para los Estados.17
En estos plexos normativos, surge que en el Derecho Ambiental Internacional convergen
normas de derecho administrativo, de derecho penal, de derecho procesal, de derecho
civil y comercial, pero también de prescripciones de las ciencias naturales, las biológicas,
las físicas y las económicas, de allí que el ordenamiento ambiental se caracteriza por ser
sistémico. El principio de conjunción significa la unión en un mismo orden jurídico, el
Ambiental, de la norma internacional y la nacional debido a que la internacional es cada
vez más nacional y viceversa, la nacional es cada vez más internacional. Además, la
norma ambiental internacional es «idus cogen» una norma imperativa de carácter
internacional que no puede ser dejada de lado sino por otra norma de la misma naturaleza
(Agenda XXI y Declaración de Río). La variable ambiental: Significa la introducción de la
variable ambiental como principio en el proceso de toma de decisiones, tanto internacional
como nacional. La variable ambiental o el factor ambiental surgen inevitablemente puesto
que la problemática ambiental se politiza cada vez más porque exige la intervención
directa de los Estados a través de acciones prioritarias y preferenciales en el campo de la
protección del Ambiente. El Estado como sujeto primario del derecho internacional público
tiene una influencia decisiva. Es el órgano decisor en relación a la actuación u omisión en
la materia. De allí la necesidad de incluir al factor Ambiente en la globalidad de los actos y
conductas que incidan directa o indirectamente en ejercicio del poder. La variable
ambiental o el factor ambiental incorporado en el proceso de toma de decisiones tanto a
nivel horizontal como vertical están configurados y comprendidos dentro de la
interdependencia ecológica existente entre los Estados. Ambiente y política internacional
se hallan esencialmente interconectados. Las decisiones económicas y de planificación
global contribuyen al fortalecimiento de las responsabilidades en la protección del
Ambiente y éste constituye un problema global que no puede ser resuelto por un sólo
Estado, ni una sola región o continente, necesitando imperiosamente la participación de
todos los Estados. Del grado de incorporación del factor ambiental al proceso de toma de
decisiones depende en gran parte el futuro de la humanidad (Principios 3, 4, 8, 9, 12 y 21.
Declaración de Río).
Transpersonalización de la norma jurídica ambiental: La razón de este principio se
encuentra en la naturaleza del Derecho Ambiental que al hacer referencia al derecho del
hombre y del Ambiente significa que toda violación al derecho ambiental lesiona tanto a la
persona humana como al Ambiente dando lugar al derecho-deber de su reparación. La
Declaración de Río expresa que los seres humanos constituyen el centro de las
preocupaciones relacionadas con el desarrollo sostenible teniendo derecho a una vida
saludable y productiva en armonía con la naturaleza (Principio 1). Y, paralelamente, el
hombre tiene el deber de proteger y mejorar el entorno para las generaciones presentes y
futuras (Principio 3). No contaminar: El principio no contaminar -dicho bíblicamente no
contaminarás-, surge como reacción a la increíble y a la vez paradójica recepción en la
Declaración de Río del principio «el que contamina paga» (Principio 16). Este error u
horror jurídico, atribuido a la presión ejercida por el establishment en la Conferencia de
Río’92, en realidad, ha servido para cristalizar en los instrumentos internacionales la
cómoda y complaciente figura del "pagador-contaminador" extendida por toda la Tierra. La
regla, la norma, debe ser «no contaminar» y la excepción que confirma la regla es la
posibilidad de contaminar pero en determinadas condiciones perfectamente reguladas y
bajo el control de gestión de la autoridad de aplicación responsable y de los responsables
de la toma de decisión de autorizar dicha emanación o desecho y no como erróneamente
se establece en el principio 16 de la Declaración de Río «el que contamina debe pagar».
Y para colmo, la Agenda XXI no sólo no se animó a erradicar el principio "el que
contamina paga" sino que se lo incluyó en el capítulo 8 de la Sección I del Programa de
Acción referido a la «Formulación de Políticas para el Desarrollo Sostenible»,
encontrándolo como una buena solución para resolver inmediatamente los problemas
ambientales globales, cuando en la práctica industrial es uno de los coadyuvantes de la
contaminación industrial, porque en definitiva las industrias terminan pagando sus tasas
por contaminar, transformando el tan deseado desarrollo en el «mal desarrollo». L)
Utilizador-pagador: Recientemente se ha comenzado a elaborar el principio "utilizador-
pagador". Este principio consiste en que quien usa los recursos debe pagar y responde al
criterio de la internacionalización total de los costes asociados a las distintas fases de
explotación, transformación y uso de los recursos naturales, así como de los efectos
ambientales derivados. El principio es relevante porque subsume al mal llamado principio
"contaminador-pagador".

Bibliografía:

Construcción del Derecho Ambiental Mexicano


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S1. Actividad integradora. Intervención del Derecho Ambiental

La era de la globalización ha traído consigo la construcción de un nuevo mercado que se


rige por el paradigma de la sustentabilidad, es el mercado ambiental.2 En ese marco de
interpretación, propongo que éste se construye por la acción económica y política de
actores cuyo poder está vinculado a remediar y/o preservar el medio ambiente. Tal poder
se expresa en la esfera de los negocios, en las ideas y en la acción política. Dado que el
objetivo de los actores es modificar/crear tendencias sociales (relacionadas con la crisis
ambiental), el conflicto es la base de las interacciones entre aquéllos. El centro de
gravedad de este mercado es la crisis ambiental, como crisis de la relación naturaleza-
economía-sociedad, y emergencia de un nuevo paradigma que es el de la sustentabilidad.
Pero alrededor de esta crisis confluyen las ofertas y demandas sociales, políticas y
económicas que determinan ganancias y pérdidas: se ganan o pierden posiciones de
poder y lo mismo ocurre con los negocios. El mercado es un espacio social de
confrontación (competencia) en el que se juega la suerte de sus actores que hacen
política, crean estrategias, transforman o innovan técnicas, definen alianzas, cooperan y
contienden. Los valores que comparten los actores definen una relación reticular que
constituyen espacios sociales de acción. Su característica fundamental es que es un
mercado (y sus redes) que tiende a ser global y, por tanto, constituye una parte esencial
de esta gran etapa de mutaciones mundiales que es la globalización (Michelin,
2000a:187).

El amplio conjunto de acciones cuyo centro de interés ha sido la crisis del medio ambiente
se extiende desde la década de los años setenta hasta nuestros días, y es posible
identificar factores y etapas que han ido constituyendo los rasgos básicos del mercado
ambiental, de modo que se pueden distinguir tres etapas en su desarrollo, las cuales, de
manera bastante aproximada, se corresponden con las tres décadas últimas del siglo: la
de la construcción inicial de la idea de crisis de la relación de la economía con la
naturaleza (los setenta), la de la conciencia de una crisis ambiental que es global (los
ochenta) y la de la búsqueda de factores de rentabilidad para la resolución de la crisis
ambiental.

Como vector de la globalización, el mercado ambiental es parte sustantiva de la ya


conocida "paradoja": la globalización lleva implícitamente la regionalización, la
construcción de espacios con identidades diferenciadas, y, por ello, la creación de un
mercado ambiental global es la trayectoria que se puede describir a partir de la
identificación de microhistorias; los actores que confluyen en la construcción de mercados
son en su mayoría regionales o nacionales. Así, los mercados ambientales (procesos,
construcciones sociales) tienen un asiento territorial, y el conocimiento de éste, en la
medida que significa modificación o construcción humana del entorno, es la base de una
nueva geografía, que podemos denominar como geografía de la crisis ambiental.

La visión de un mercado ambiental ligado a la geografía supera la simple reseña de los


saberes sobre las transformaciones (degradaciones) fisicoquímicas que tienen lugar en
determinada demarcación ecológica (aire, tierra, agua). Las nuevas corrientes de
conocimiento geográfico nacen de comprender que las crisis del medio ambiente son
fenómenos cualitativamente distintos de los procesos de "humanización" del entorno
natural que tradicionalmente correspondía analizar a la geografía como ciencia social.

Esta construcción de la geografía de la crisis ambiental también nace de la globalización


en la medida en que el medio ambiente es uno de sus vectores fundamentales, como
señalamos. La diversidad del entorno natural, convertida en un factor económico
supuestamente inagotable, se revaloriza como resultado de los deterioros irreversibles
que empiezan a ser reconocidos como tales desde los años ochenta. Por ello nace y se
establece la noción de sustentabilidad como un valor absoluto del quehacer de las
sociedades en su relación con la naturaleza y lo podemos caracterizar como un
paradigma postindustrial: a lo largo del siglo XX, y con mayor fuerza en la segunda mitad,
el determinismo científico, que sustentaba una visión de la naturaleza y de las
capacidades predictivas de las herramientas matemáticas, ha venido debilitándose (en la
primera mitad del siglo fue la aparición de la teoría de la información y su comportamiento
entrópico y estocástico, en la segunda mitad fue la teoría del caos). Se pasó de la idea del
uso ilimitado de los recursos y de la energía, de la inexistencia de fronteras, a la idea de
sustentabilidad y de concebir al planeta mismo como la última frontera: por ello en
realidad la globalización es una visión marcada por el signo de las restricciones, del riesgo
y de la incertidumbre. La relación entre tecnología y economía ha pasado de ser
expansiva a restrictiva, la tecnología es económicamente concebible sólo dentro de
límites nuevos: ha cambiado el paradigma determinista: del industrialismo hemos pasado
a la sustentabilidad; las "grandes preguntas" vuelven a campear en el mundo social y
natural. Morín (2000) afirma: "El siglo XX ha derruido totalmente la productividad del futuro
como extrapolación del presente y ha introducido vitalmente la incertidumbre sobre
nuestro futuro". Sólo preguntas, difícilmente certezas. La sustentabilidad motiva la
competencia, en su sentido original: la participación consciente y colectiva de los agentes,
por ello está inserta en el proceso de creación del mercado ambiental.
En la génesis de tres décadas de la construcción del mercado ambiental global, durante
los años ochenta se produce la incorporación de la crisis ambiental a la esfera de la
intervención estatal. Nacen las políticas ambientales con identidad propia, lo cual significa
pasar de la construcción de un saber a la construcción de una acción transformadora,
para lo cual la geografía es imprescindible. Conocer y actuar sobre las dimensiones
geográficas de la crisis ambiental constituye un instrumento de ejercicio del poder estatal,
los gobiernos crean nuevas organizaciones ambientales que tienen una relación evidente
con la geopolítica (como es el caso ejemplar de la Enviro mental Protección Agencia
estadounidense). Por ello, las crisis ambientales generan necesariamente nuevas formas
de reflexión del quehacer del Estado y nuevas maneras de articular el conocimiento
geográfico con ese quehacer.

Propongo las siguientes definiciones:

Saber ecológico: conocimiento acerca de las relaciones sistémicas entre los procesos a
nivel físico, químico, biológico, en las dimensiones del suelo, aire, agua. La forma más
importante y útil de este saber es, sin duda, lo que determinados contaminantes producen
sobre el ser humano, sobre la vida y sobre las posibilidades de reproducción de la vida. El
saber ecológico se caracteriza por su carácter multidisciplinario y porque involucra a
muchos medios, pero sobre todo, por el reconocimiento de la incertidumbre, originado
tanto en el carácter sistémico como en la naturaleza temporal (evolutiva) de los procesos.

Saber geográfico: se refiere al conocimiento sobre las formas de interactuar de actores


sociales, frente a la crisis ambiental, en la escala territorial definida por la geografía
humana/económica. Los actores se mueven en los ámbitos de interés de la economía y/o
de la política, pero tienen como marco explicativo el saber ecológico.

Así, si la intervención ambiental del Estado es necesariamente expresada en territorios,


con comunidades concretas, ambos saberes deben ser parte de las estrategias públicas.
El saber ecológico puede desencadenarse con instrumentos conocidos (gasto público,
política de investigación, cooperación internacional) y se debe transformar en
normatividad (leyes, reformas, normas, principios de imposición), p e ro el saber
geográfico está ligado a los procesos regionales de construcción de mercados
ambientales. El saber ecológico se materializa y se convierte en acción sólo en la
concreción del mercado ambiental en los espacios su nacionales, porque los actores
expresarán sus intereses, sus capacidades y sus límites. Sólo los actores innovarán,
reformarán o mantendrán el estado de cosas (que llamamos crisis ambiental).

Construcción de la política ambiental mexicana, síntesis de una trayectoria en los años


ochenta y noventa

Durante la década de los ochenta, la atención del gobierno a la crisis ambiental fue
creciente y diversa desde el punto de vista de las medidas que se llevaron a cabo
(Michelin, 2000b). La clave explicativa de la intervención estatal fue la incorporación del
tema ambiental a la agenda política, como consecuencia de un conjunto de procesos
coincidentes: 1) Un ciclo de catástrofes tanto naturales como generadas por la actividad
productiva, que dejaron en claro la ausencia de una capacidad institucional de atención a
estos fenómenos y a sus profundas consecuencias sociales. 2) La emergencia del modelo
neoliberal en la estrategia de desarrollo económico y social del país, lo cual implicó una
rápida pérdida de capacidad de intervención del Estado en los mecanismos de cohesión y
legitimación social que eran tradicionales del sistema político mexicano, tales como el
empleo y el salario. 3) El afianzamiento de tendencias internacionales de creación de un
mercado ambiental.

En la década de los setenta y hasta 1984, los principales instrumentos con que contaba el
Estado eran dos: en el plano legal, la Ley Federal para Prevenir y Controlar la
Contaminación Ambiental (1971) y en el aspecto de la gestión, un órgano de la
administración que varias veces cambió de nombre y de ubicación en el aparato del
gobierno: en un inicio fue la Subsecretaría de Mejoramiento del Ambiente (1972-1976), la
cual estaba inserta en el campo de la salud pública (Secretaría de Salubridad y
Asistencia) y finalizó como Subsecretaría de Ecología (a partir de 1983) en la Secretaría
de Desarrollo Urbano y Ecología, SEDUE.

El Plan Nacional de Desarrollo 1983-1988 (correspondiente al sexenio de Miguel de la


Madrid) incluyó por primera vez el tema ecológico como factor explícito en el desarrollo
social y económico del país, y se plantearon estrategias para el uso adecuado de los
recursos naturales, la promoción de tecnologías eficientes y para evitar el crecimiento
urbano en las zonas concentradas del D. F., Guadalajara y Monterrey.

En 1983 se reformó el artículo 25 de la Constitución, para señalar en él que las


actividades económicas que hicieran uso de los recursos naturales debían cuidar su
conservación. En el mismo año, se firmó el Convenio para la Protección y Mejoramiento
del Ambiente en la Zona Fronteriza, entre los gobiernos de México y Estados Unidos. En
1984, la Ley Federal del ramo fue transformada en su artículo primero para abrir paso a
una nueva concepción: el Estado debería generar normas para defender el medio
ambiente, función que estaba ausente en la ley previa.

En 1987, se elevó a rango constitucional la obligación de preservar y restaurar el equilibrio


ecológico y se facultó al Congreso para expedir leyes que establecieran las obligaciones
conjuntas de las autoridades federales, estatales y municipales en materia del medio
ambiente y su cuidado. Se reformaron para tal fin los artículos 27 y 73 de la Constitución.
En cuanto al artículo 27, se adicionó un párrafo que señala la obligación del Estado de
dictar las medidas necesarias para ayudar a mantener el equilibrio ecológico. En el
artículo 73 se facultó al Congreso a expedir leyes de orden ambiental, y en particular, a la
Asamblea de Representantes del Distrito Federal, creada a partir de la reforma
constitucional de ese año, a legislar en materia ambiental (Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos, 1992).

Se abrió así una importante etapa en el desarrollo de la política ambiental mexicana al


definir los diferentes ámbitos de responsabilidad pública en la resolución de los problemas
relativos al medio ambiente. Esta reforma constitucional permitió crear una nueva ley y en
1988 se publicó la Ley General de Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente, la
cual, a pesar de posteriores modificaciones (1996), ha sido el instrumento rector de la
operación de la política ambiental hasta nuestros días. Sus aspectos básicos fueron
establecer disposiciones para la protección de las áreas naturales, prevención y control de
la contaminación de la atmósfera, del suelo y del agua y el control de materiales y
residuos peligrosos; la clasificación de las fuentes de contaminación y las sanciones para
quienes violaran la ley Junto con esta ley federal, se promulgaron 31 leyes locales en los
estados y cinco reglamentos (sobre los temas de: evaluación de impacto ambiental,
residuos peligrosos, transporte terrestre de los mismos, contaminación atmosférica y
contaminación por vehículos en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, ZMCM).

En 1992 se crearon dos organismos clave para la política ambiental: el Instituto Nacional
de Ecología (INE) y la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA). El
primero, encargado de generar normas y definir políticas, y el segundo, responsable de
vigilar y fiscalizar el cumplimiento de las normas y leyes.

Todos estos cambios significaron una etapa de reformas institucionales mediante las
cuales el Estado mexicano construyó sus capacidades de gestión para operar una política
ambiental. De hecho, en el periodo de reestructuración neoliberal que vivió el sistema
económico y político mexicano en los años ochenta, esta reforma institucional en el
campo del medio ambiente representa el único ámbito en el cual el Estado ha mantenido
una iniciativa para ganar capacidades de gestión pública.

Las reformas constituyeron la base de la constitución del mercado ambiental, puesto que
introdujo a los agentes de este mercado en una nueva lógica de actuación basada en la
búsqueda de negociación. La normatividad indicaría a los poderes públicos cuándo y en
qué condiciones intervenir en acciones de defensa del medio ambiente, y por tanto
apuntaría a crear un marco de consenso. La principal debilidad que arrastraba la política
ambiental era la ausencia de reglas "objetivas" para la actuación gubernamental, en el
marco de una opinión pública que reclamaba crecientemente acciones para detener el
deterioro ambiental. En consecuencia, privaba la confusión acerca de las
responsabilidades y los mecanismos de acción estatales y sociales.

Por lo anterior, podemos decir que el periodo de los ochenta se caracteriza por diversos
tránsitos en la simbología política de la crisis ambiental mexicana: de la confusión de
instrumentos a la construcción de normas; del ámbito de las respuestas por los daños a la
salud, al campo activo de la política social y de la acción del poder presidencial para
compensar una creciente debilidad en el cumplimiento de la '"justicia social". Para ello, en
la segunda mitad de esa década, el tema fue trasladado hacia el campo de las políticas
de vivienda y urbanismo. Este campo se convertiría después en un eje de la política
general del Estado, en la medida en que el crecimiento económico y el bienestar entraban
de modo franco a una fase de retroceso histórico y aparecían las concepciones
neoliberales como intento de superación del modelo económico proteccionista. La política
de vivienda se convertiría en parte fundamental de la política social y tendría a su cargo
una estrategia de contención de fricciones políticas, compensación social y creación de
redes clientelares buscando restaurar el poder presidencial tradicional del sistema político
mexicano.

Es importante señalar ello porque si bien es cierto que al ser ubicada en el contexto de
una nueva secretaría, la de Desarrollo Urbano y Ecología (SEDUE), la Subsecretaría de
Ecología no ganó recursos de modo significativo para su accionar; obtuvo, en cambio, el
beneficio de una cercanía política al poder presidencial, lo que le permitió iniciar la
estrategia basada en normatividad, y por tanto en control y coacción.

Este cambio —organizativo y político— nos permite decir que el inicio de la política
ambiental está ubicado en este momento, es decir, mediados de los años ochenta. A
partir de 1988, como hemos señalado, la nueva legislación abriría el camino a la
construcción de normas y, por tanto, se crearían las bases para la formación del mercado
ambiental.

Esta intervención opera privilegiando la problemática urbana: durante la crisis ambiental


atmosférica de la ciudad de México en 1986, el presidente Miguel de la Madrid decretó un
plan de 21 medidas para reducir la contaminación atmosférica y se anunció el Plan de
Contingencias Ambientales. En 1986, comenzaron las acciones dirigidas hacia industrias
específicas: se cerró la planta de celulosa de Loreto y Peña Pobre, en el sur del D.F.,
generadora de humos y partículas. Las plantas cementeras, muchas de ellas en territorio
metropolitano, fueron obligadas a crear sus propios planes de modernización ambiental, a
un plazo de dos años. En Monterrey y en Guadalajara se instalaron redes de monitoreo
del aire. Se llevaron a cabo acciones de saneamiento en las principales ciudades de la
frontera norte, mediante convenios con Estados Unidos y se ejecutaron por primera vez
acciones legales en contra de empresas que transportaban residuos peligrosos entre
México y aquel país, un intercambio típico y no controlado de la industria maquiladora que
ocurría por lo menos desde una década atrás (SEDUE, 1985-1986).

En 1988 entró en vigor una nueva ley, la Ley General del Equilibrio Ecológico y la
Protección al Ambiente. El sentido de la misma fue crear la obligatoriedad de la acción
ecológica del gobierno, generar los espacios de responsabilidad y de concertación de éste
con los particulares y definir el campo de gestión gubernamental en sus tres niveles
tradicionales: federal, estatal y municipal.

Comenzaron en ese año un conjunto de acciones que darían pie a la concreción de


intereses de los agentes sociales y económicos, como requisito de un mercado ambiental:
la publicación de normas, llamadas Normas Técnicas Ecológicas (21 para contaminación
de agua, tres para la atmosférica y dos para residuos peligrosos); el sistema de denuncia
popular a la contaminación; la obligación de realizar estudios de impacto ambiental previo
a inversiones y el registro de consultores ambientales.

La SEDUE comenzó a vigilar el cumplimiento de los acuerdos con empresas, a fin de


verificar la inversión en tecnología anticontaminante. Ello ocurrió con las industrias del
cemento, hule, fundición, química, alimentos y del papel. Grandes empresas y
asociaciones empresariales intervinieron en acuerdos con las autoridades en ese sentido:
Fortines, Celanes Mexicana, Grupo Novan, Grupo Cidra, Industrias Resistor y la
Asociación Nacional de la Industria Química. Se negoció el traslado de plantas hacia la
periferia de la ZMCM y empezó a operar la prohibición para nuevos emplazamientos
industriales en la Ciudad de México. Se creó el Inventario de Empresas Potencialmente
Contaminantes de la ZMCM y comenzaron a darse cierres temporales de empresas por
denuncias de contaminación.

La idea central de la estrategia dirigida hacia las empresas fue la de regular y vigilar al
menor número de ellas que fueran causantes del mayor grado de contaminación ("si
vigiláramos 125 empresas, resolveríamos más del 75% del problema").6

En la etapa en que se creaban las bases del mercado ambiental nacional, la dimensión
internacional jugaba un importante papel: comenzaba ya la diplomacia ambiental a ser
parte de la agenda internacional y la orientación del gobierno mexicano fue la de asumir
activamente esta nueva corriente internacional de intereses, sobre todo en el marco de
una creciente presión de Estados Unidos en el tema tradicional de la contaminación en la
zona de la frontera. Así, aunque las autoridades ambientales mexicanas privilegiaban el
problema metropolitano, crecieron las actividades comunes entre México y aquel país
para atender el tema fronterizo. La EPA tuvo un papel creciente en la estrategia ambiental
mexicana durante los años ochenta, y especialmente en la fase en que se crearon las
bases del mercado ambiental, e igualmente con Japón comenzó a ser importante la ayuda
en el tema de la contaminación atmosférica para la Ciudad de México.

En ese periodo el gobierno mexicano ratificó el Protocolo de Montreal (1987), para la


protección de la capa de ozono, y firmó el convenio de Basilea (1989), para regular el
tránsito transfronterizo de desechos peligrosos.7 La presencia mexicana en estos foros
internacionales se caracterizó por el alineamiento con las tendencias encabezadas por los
países desarrollados, de modo distinto a como ocurría con los gobiernos de países como
Brasil, India o China, reconocidos por su posición de esquivar las presiones ambientales
internacionales para no afectar su desarrollo industrial. De esta manera, el tema del medio
ambiente también confirmaba el acercamiento a las definiciones de un nuevo orden
internacional.

La contaminación ambiental en la zona fronteriza del norte se consolidó como un factor de


internacionalización que impactó las orientaciones estratégicas del gobierno mexicano. En
ese marco deben ser comprendidas las acciones que emprendieron las autoridades
ambientales en la frontera norte, en la parte final de los ochenta e inicios de los noventa.
Se trata de una etapa de tensiones en la cual se acrecientan las presiones
estadounidenses para que México genere una política activa y eficaz en esa región, pero
al mismo tiempo las autoridades mexicanas, en un marco de recursos escasos, optan por
privilegiar las problemáticas metropolitanas, que tienen un mayor impacto político.
El sexenio de 1994-2000 generó nuevas medidas que tendieron a corregir las rigideces y
el tratamiento "de choque" que tuvo la política en su fase inicial. En el horizonte de la
política en su segunda fase apareció de modo claro una coherencia con la temática
internacional: la certificación y el circuito de negocios ambientales. Ganó también fuerza la
búsqueda de un nuevo espacio de concertación con el sector empresarial,
fundamentalmente mediante la inducción de acciones voluntarias por parte de las
empresas.

Con la creación de la Secretaría del Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca,


SEMARNAP, por primera vez existió en la administración pública un organismo que
reunía la gestión de los recursos naturales renovables con la del medio ambiente. La
SEMARNAP identifica su misión a partir de tres estrategias: contener las tendencias del
deterioro al medio ambiente, fomentar la producción limpia y sustentable y contribuir al
desarrollo social.9 Los fundamentos de la nueva estrategia están contenidos en el
Programa de Medio Ambiente 1995-2000, el cual incorpora conceptos novedosos:

Plantea la necesidad de reconocer la importancia del sistema industrial como pieza clave
de las transformaciones regionales y ambientales, reconoce las rigideces e insuficiencias
en el campo de las regulaciones e instituciones del medio ambiente y propone como
marco indispensable del quehacer ambiental mexicano a la globalización de los intereses
ambientales. Entre los instrumentos de una política ambiental industrial, identifica la
expedición de normas como uno de los pilares de la política ecológica, la autorregulación
(con dos vertientes importantes: normas voluntarias y certificación de productos) y las
auditorías ambientales.

Es decir, los nuevos planteamientos de la política ambiental industrial representaron una


mezcla de regulación con acciones funcionales con la reconversión ambiental de la
empresa. A tono con esta nueva interpretación del medio ambiente como factor integrante
del desarrollo económico, el programa incluyó el objetivo de impulsar los negocios
ambientales. En 15 años (de 1995 a 2010), el circuito de negocios del mercado ambiental
mexicano pasaría de representar el 0.6% del PIB, a 1.8%; ello significaría una inversión
acumulada de 29 mil millones de dólares.

Tras la creación de la SEMARNAP y la definición de los objetivos de ésta, la nueva


concepción de política ambiental acorde con las tendencias de la globalización fue
trasladada a una nueva ley: en 1996, la Ley General del Equilibrio Ecológico y la
Protección al Ambiente fue reformada, dando paso a una nueva definición del desarrollo
sustentable en los términos siguientes: "El proceso evaluable mediante criterios e
indicadores de carácter ambiental, económico y social, que tiende a mejorar la calidad de
vida y la productividad de las personas, que se funda en medidas apropiadas de
preservación del equilibrio ecológico, protección del ambiente, y aprovechamiento de
recursos naturales, de manera que no se comprometa la satisfacción de las necesidades
de las generaciones futuras" (Ley General del Equilibrio Ecológico y Protección
Ambiental). En 1998, se llevó a cabo una reforma constitucional mediante la cual se
reconoce que "toda persona tiene derecho a un medio adecuado para su desarrollo y
bienestar" (Constitución General de la República, artículo cuarto, párrafo cinco
adicionado) y que "corresponde al Estado la rectoría del desarrollo nacional para
garantizar que éste sea integral y sustentable" (Constitución General de la República,
párrafo primero reformado).

Cuatro regiones en la geografía de la crisis ambiental

La formación del mercado ambiental no es un proceso homogéneo en el conjunto del


territorio nacional, a pesar de la existencia de una política federal ambiental y de un
ejercicio de identificación de problemas específicos a escala regional (saber ecológico). El
mayor o menor peso político de determinadas regiones, la evolución de las grandes
catástrofes industrial-ecológicas, la atención y presión de los actores internacionales
sobre problemáticas de determinadas regiones, las iniciativas diferenciadas de los
organismos de la política ambiental, el grado de madurez industrial de las regiones, son
todos ellos factores de un nuevo conocimiento que tendría como función reflejar las
condiciones bajo las cuales se construyen los mercados ambientales en asientos
territoriales definidos por una cierta identidad social.

Mostraré rasgos significativos de la acción de actores regionales, nacionales y globales


que intervienen en territorios específicos en México (durante la etapa de construcción del
mercado ambiental). Reseñaré cuatro casos: zonas metropolitanas de la Ciudad de
México y de Guadalajara, frontera norte y Guadal cazar. El marco general de esta
tipología es, sin duda, la creciente desigualdad que se ha generado en la sociedad
mexicana, a lo largo de su territorio y en la profundidad de su estructura económica. Estos
casos brindan una diversidad de situaciones, una constelación de trayectorias de los
diversos actores, que ilustran elocuentemente la diversidad regional que encierra la
geografía de la crisis ambiental (aun cuando la definición de región, desde una
perspectiva tradicionalista, no encaje de un modo equivalente en los cuatro casos).

Zonas metropolitanas de las ciudades de México y Guadalajara: el peso de las


instituciones nacionales y de la concertación local

Las mayores regiones urbanas (zonas metropolitanas de las ciudades de México,


Guadalajara y Monterrey) están expuestas a una crisis ambiental en todos sus niveles —
aire, suelo, agua—, pero la misma crisis ambiental es percibida por la comunidad como
uno más de los riesgos a que se ven sometidos por el hecho de vivir en entornos urbanos.
En este contexto, sus actores llegan a negociaciones y acuerdos con una identificación
puntual de objetivos que tienen una dimensión económica. La presencia de grandes
empresas es determinante para este escenario, y lo ha sido también la apertura de una
nueva concepción de modernización y flexibilidad ambiental promovida por el INE. Podría
decirse que en este contexto urbano es en donde ha tenido mayor impacto esta nueva
concepción de política ambiental, por la madurez relativa de los actores: empresas
sometidas a una importante presión social y política desde la segunda mitad de los años
ochenta; porciones de la sociedad que relacionan el medio ambiente con las demandas
políticas; una evolución de las instituciones que llevan a cabo la política ambiental que ha
permitido una mayor profesionalización y, en general, la construcción de un mayor acervo
de conocimiento científico y técnico sobre la contaminación, sus fuentes y sus efectos,11
así como la conciencia de que la aplicación de medidas de política ambiental dan por
resultado real un proceso de atenuación de la crisis ambiental. Finalmente, como ya se ha
dicho, el modelo de ejercicio del poder político en México ha sido fuertemente
centralizado, y en un proceso de reestructuración neoliberal, las demandas de las zonas
metropolitanas representaron una mayor presión para el poder político.

En la zona metropolitana de la Ciudad de México es clara la relación entre la política


ambiental y la creación de una capacidad de medición del deterioro de la calidad del aire.
En la medida en que lo segundo ha ocurrido, ha sido posible generar respuestas y fijar
normas, induciendo así nuevos comportamientos de los actores y escenarios de
negociación, que son condiciones de la construcción de mercados.

El más importante de los nuevos escenarios ha sido sin duda la suspensión de la


actividad industrial y de transporte de ciertas empresas, cuando se alcanza determinado
nivel de contaminación atmosférica, situación que recibe el nombre de "contingencia". En
la zona metropolitana de la Ciudad de México, el factor promotor de las innovaciones
institucionales ha sido la alta sensibilidad hacia la contaminación del aire, y, de manera
especial, el mecanismo de "contingencias ambientales", las cuales implican la
paralización de actividades productivas y económicas en general en un grupo significativo
de empresas. Como resultado de estas medidas, ha sido frecuente la búsqueda de
mecanismos compensatorios que permitan a determinadas empresas no detener la
actividad a cambio de actuar en otros campos ambientales.

El manejo de las contingencias está a cargo de la Comisión Ambiental Metropolitana


(funcionarios del D. F. y del Estado de México) y a la PROFEPA le corresponde verificar
la reducción de los niveles de operación de las empresas catalogadas como más
contaminantes. En la fase I de una contingencia, las empresas deben disminuir de 30 a
40% los procesos productivos que emiten contaminantes a la atmósfera; en la fase II se
disminuye el 70% y en la Fase III se suspende totalmente la actividad. Cuando se declara
una contingencia, se visitan 644 empresas. Las estadísticas que genera PROFEPA
señalan una tendencia decreciente del porcentaje de empresas que no cumplen las
condiciones definidas por la contingencia. Con un promedio de 12 contingencias al año,
calculando un tiempo de paro de la actividad industrial de 30% en esos días, se puede
estimar que el tiempo real de detención de la industria afectada —la considerada como
especialmente contaminante— es de cuatro días por año. Esta medida coactiva ha sido el
factor detonante de la creación de un campo de negociación y búsqueda de alternativas
entre las grandes empresas y las autoridades ambientales El resultado más notable es la
política de convenios voluntarios, la cual consiste en permitir a las empresas mantener la
actividad, a cambio de la modernización tecnológica de sus procesos y el abatimiento de
la contaminación en campos diferentes al de la empresa. La modernización ambiental
implica: cumplir las Normas Oficiales Mexicanas (NOM) en un rango de 20 a 40% menor a
lo que la norma fija; actuar sobre el total de emisiones; un programa adicional que implica
el uso de gas; emplear quemadores eficientes, un programa de inspección y monitoreo
internos y medidas adicionales. Las medidas de apoyo al abatimiento general pueden ser
el emplear vehículos de distribución no contaminantes, o bien adquirir y destruir
automóviles viejos. Empresas que han entrado a este programa son: Procter&Gamble,
Bimbo, Colgate y Corona Jabones.

Como resultado de esta estrategia ambiental, se ha logrado disminuir la frecuencia con


que se presentan contingencias, a la par que se disminuyó el valor máximo que se
considera crítico para definir una contingencia.

Así como en la ZMCM una cadena de catástrofes —que se inició con la explosión en San
Juan Ixhuatepec y encontró su expresión más intensa con los terremotos de 1985—
generó las condiciones para la acción normativa y punitiva de las autoridades
ambientales; en Guadalajara, la segunda ciudad del país por el número de habitantes, fue
también una catástrofe, 1992, la que dio pie al inicio de acciones de las autoridades
ambientales, lo que llevó a la construcción de un escenario de negociaciones. Uno de los
primeros sectores que participaron de esta construcción fue el de las empresas de
galvanoplastia, un ámbito industrial de tecnología convencional que representaba una de
las mayores fuentes de deterioro ambiental —con efectos y amenazas directas a la salud
humana— y funcionaba con estándares técnicos y organizativos cuasi artesanales. Los
empresarios de este sector, presionados por la súbita actividad de vigilancia de las
autoridades ambientales locales, crearon una sección especial, inexistente hasta
entonces, dentro de la Cámara de la Industria Metálica de Guadalajara (CIMEG). Esta
nueva forma de organización les permitió negociar con las autoridades responsables de la
administración del agua municipal para ampliar plazos de modernización de la tecnología;
asimismo, se crearon misiones de estudio que visitaron Europa y se estableció una
alianza con la Universidad de Guadalajara para desarrollar una solución técnica apropiada
a las condiciones de las empresas pequeñas y medianas del ramo.

Este proceso de construcción de una red social como articuladora de un mercado


ambiental se reproduce en el caso del llamado Proyecto Guadalajara, orientado a crear
una red de empresas que estuvieran unidas bajo el mismo sistema de administración
ambiental. El proyecto fue formalizado en 1996, mediante un convenio de concertación
entre un grupo de grandes empresas y sus proveedores,13 el INE, PROFEPA y Lexington
Grupo —una firma de Boston especializada en temas ambientales—. El Banco Mundial
apoyó con un financiamiento de 50 mil dólares, y dos instituciones educativas, la
Universidad de Guadalajara y el ITESM, participaron también.

El proceso arrancó en 1997, mediante la capacitación que proporcionó Lexington Grupo a


las empresas, la creación del sistema y su aplicación en ese mismo año. En 1998, terminó
la intervención de la firma consultora y del Banco Mundial, y se creó un consejo
coordinador integrado exclusivamente por las empresas y las instituciones académicas.
Los resultados para 1998 señalaban que las Pymes participantes habían logrado un
mayor grado de avance que las grandes empresas en la implantación de sistemas de
administración ambiental, un logro que motivó al Banco Mundial a llevar el trasplante del
proyecto a otros países latinoamericanos: Colombia y Argentina. Las transformaciones
organizacionales de las empresas se identifican como un proceso de "mejora continua" y
tienen como objetivo lograr la acreditación ambiental ISO 14000.

Frontera norte: Instituciones binacionales para financiar el desarrollo

La construcción del mercado ambiental en la frontera norte de México es un proceso


caracterizado por el peso que tiene la trayectoria específica de administración binacional
de los recursos naturales, reforzada por un acuerdo comercial internacional, en el cual los
grupos no gubernamentales de Estados Unidos jugaron un rol decisivo. Además, su
ejecución está definida como un gran programa transnacional de construcción de
infraestructura y de recursos humanos que, en gran medida, viene a sustituir a la acción y
la influencia económica y política del Estado mexicano en su región "propia" y en ese
sentido es un proceso particular de la globalización. Gran parte de la conflictividad política
asociada al TLCAN se ha concentrado en la amplia zona del norte de México, ya que los
aspectos más sensibles del deterioro ambiental han tenido como punto de referencia los
fenómenos asociados a la relación económica con Estados Unidos.
La debilidad del Estado como agente del desarrollo en las últimas décadas se manifiesta
principalmente en la falta de infraestructura social en aspectos como: vivienda, agua,
drenaje, manejo de residuos sólidos, áreas verdes, pavimentación y salud pública. El
explosivo crecimiento del sector de maquila desde los años ochenta aumentó la
mencionada lista de problemas ambientales al agregar la generación de residuos tóxicos
y peligrosos.15 Por estos motivos, la década de los años ochenta fue también
especialmente significativa como inicio de diversos conflictos ambientales transfronterizos.

Anteriormente al Tratado de Libre Comercio, existía ya una historia importante de


convenios y mecanismos para administrar el medio ambiente común. El más remoto en
este siglo es el Tratado de Distribución de Aguas de 1944,16 y en 1983 se había firmado
el Acuerdo de Cooperación Ambiental Fronterizo, mejor conocido como el Acuerdo de La
Paz.17 Este generó los lineamientos básicos que serían consagrados en el Plan Integrado
Ambiental Fronterizo de 1992. Sin embargo, la opinión pública fronteriza y los grupos
ambientalistas criticaron este plan en virtud de su limitado alcance en materia de
seguimiento público de las acciones del mismo y, sobre todo, por no atender la
problemática de salud ambiental y de recursos naturales. Por ello, poco después se dio a
la luz un nuevo programa bilateral, llamado Frontera XXI. Su objetivo político fue
constituirse en una rápida respuesta a las críticas ecologistas que podían obstaculizar el
TLCAN. El Programa se define como "un esfuerzo binacional innovador que agrupa a las
diversas entidades federales responsables del medio ambiente fronterizo, tanto en México
como en Estados Unidos, para trabajar en colaboración hacia el desarrollo sustentable"
(DOI, SEMARNAP, EPA, SSA, HHS, 1996).

Su horizonte de vida es de cinco años y funciona con fundamento en presupuestos


federales específicos. Su base operativa son grupos de trabajo sobre temas
determinados, y para el gobierno mexicano el esfuerzo principal radica en ejercer un
mayor grado de descentralización en la gestión ambiental fronteriza. Destaca el hecho de
que en este programa intervienen prácticamente todas las entidades de gobierno de
ambos países que tienen relación con el tema ambiental.
El TLCAN fue firmado en 1994. A pesar de los antecedentes en materia de administración
ambiental fronteriza ya mencionados, la iniciativa de apertura comercial desató las
presiones de grupos ambientalistas en los Estados Unidos para hacer frente al riesgo que,
en su opinión, significaría el libre comercio entre dos países con evidentes asimetrías
industriales y de normatividad ecológica: "Entre los diversos objetivos de los grupos
ambientalistas de EUA, se concibió enganchar el acuerdo comercial al desarrollo
sostenible, generar salvaguardias para la protección ambiental —incluyendo sanciones
rígidas para los casos de incumplimiento de las propias leyes nacionales—, eliminar las
ventajas comerciales basadas en cuestiones ambientales, incrementar el financiamiento
para la administración ambiental en México y la región fronteriza y crear nuevas
estructuras institucionales para la administración ambiental tanto en la arena trasnacional
como en la frontera entre EUA y México" (Mumme,1993:87).

En sus versiones primarias, el texto del acuerdo comercial contenía referencias generales
a cuestiones ambientales, pero sin mayor profundización. Sin embargo, la presión de los
grupos ambientalistas estadounidenses (especialmente Nacional Wildlife Fund y National
Resources Defense Council) hizo vincular el comercio y el medio ambiente. México
aceptó la creación de diversas cláusulas en referencia al cuidado ambiental —
básicamente convenios sobre ambiente y conservación internacionales—.Después, ante
el cuestionamiento de grupos de presión internos, el presidente Clinton promovió unos
acuerdos paralelos sobre cooperación ambiental y laboral, como condición del apoyo de
su gobierno al TLCAN. Este convenio paralelo, en realidad, no agrega una nueva
estructura de administración ambiental en la frontera, sino que refuerza la prioridad a los
proyectos de infraestructura, mismos que ya habían sido anticipados por los dos
gobiernos en acuerdos previos.

Como producto del tratado, se han diseñado y puesto en marcha instituciones específicas:
la Comisión para la Cooperación Ambiental (CCA), el Banco de Desarrollo de América del
Norte (BDAN) y la Comisión de Cooperación Ecológica Fronteriza (COCEF). Las dos
últimas son innovaciones institucionales que le dan una identidad a la formación del
mercado ambiental fronterizo, ya que se convierten en un mecanismo de toma de
decisiones y financiamiento binacional. Ambos están constituidos por igual número de
integrantes estadounidenses y mexicanos, incluidos representantes de organizaciones no
gubernamentales.

La COCEF tiene por función identificar en las comunidades fronterizas aquellos proyectos
susceptibles de ser financiados por el BADAN, el cual puede operar en ambos países y
financiar los proyectos situados cien kilómetros hacia el interior de cada país.

La zona así definida para la intervención de estos dos organismos (véase mapa) es de
320 mil km2, tenía una población de 10 millones de personas en 1990 y se prevé que esa
cantidad se duplique en el año 2010, por lo cual se requieren entre 5.7 y 8.7 miles de
millones de dólares para enfrentar los problemas ambientales. En el lado mexicano, en
sus urbes, se ha instalado ya el fenómeno de zonas marginadas con necesidades
absolutas de servicios básicos.

Debido a las condiciones desérticas de la región, 75% de los proyectos estará dirigido a
atender el problema del agua. El capital inicialmente anunciado fue de 750 millones de
dólares, y para inicios del año 2001 ya se habían ejercido por parte del BDAN 276.35
millones de dólares, de un monto total de 986.73 millones de todos los 44 proyectos
existentes, tanto finalizados como en proceso. El cuadro 2 muestra la distribución de los
recursos a la fecha.

Así, el TLCAN, ha representado para la frontera norte de México el sustituto de una


política estatal de desarrollo, dejando en manos de instituciones locales y supranacionales
la iniciativa de constituir la infraestructura física pública. El proceso de descentralización
de la administración pública que a nivel nacional se desarrollaba desde los años ochenta
se materializó de modo distinto en la región fronteriza a partir de los instrumentos creados
por el Tratado: la COCEF y el BADAN, brindando a esta zona una perspectiva de
desarrollo claramente diferenciada del resto del país (Mumme, 1998).

Guadalcázar: el frustrado intento de generar un nuevo campo de negocios ambientales

Uno de los elementos más significativos de la estrategia ambiental del gobierno en la


primera mitad de los años noventa fue la iniciativa de generar una infraestructura de
alcance nacional para el tratamiento de los residuos industriales peligrosos (sustancias
dotadas de las características denominadas CRETIB: corrosivas, reactivas, explosivas,
tóxicas, inflamables o biológico-infecciosas). Para ello, lanzó el Programa para la
Minimización y Manejo Integral de Residuos Peligrosos en México 1996-2000 (PRORIP),
el cual representaba de manera más clara el nuevo curso de la estrategia gubernamental,
proponiendo una modernización ambiental en confluencia con las tendencias de los
negocios internacionales.

De hecho, la propuesta del gobierno significaba crear un nuevo sector económico en el


país con el tratamiento de desechos tóxicos: lo que al respecto existía representaba una
mínima parte del potencial de negocios que podía generarse.

En el país solamente existían dos "confinamientos controlados" de residuos peligrosos.


Uno en Mina, Nuevo León, en cuya propiedad participaba desde 1994 Chemicol Baste
Management junto con capital mexicano. Este confinamiento tenía capacidad para el
manejo de residuos provenientes del centro y noreste del país. El otro estaba situado en
Hermosillo, Sonora, de influencia local.

Según la evaluación prospectiva que realizó el INE, para el año 2010 esperaría generar
un campo de negocios basado en precios atractivos para la inversión y la valorización de
la misma, activando así una demanda nueva. Según el diagnóstico realizado, las
dimensiones de la generación de residuos industriales peligrosos en México eran que de
8 millones de toneladas de residuos, sólo 12% está sujeto a algún proceso de
reciclamiento (6% es confinado y el otro 6% pasa a procesos de aprovechamiento
energético o simplemente incineración). Se esperaba una tendencia de crecimiento de
este volumen de 15% en 15 años, y la aplicación del programa posibilitaría que en el
periodo mencionado se lograse reciclar el 45% del total de residuos (17% por tratamiento
térmico, 15% con procesos físico-químicos, 6%, por solidificación y el 7% restante por
confinamiento).

La industria química es la principal generadora de los residuos industriales, con el 40%


del total; en segundo lugar está la industria metalmecánica y la metálica básica, con el
10%, y posteriormente la industria eléctrica, con el 8%. La región central de México aporta
el 65% de los residuos totales, y en segundo lugar se encuentra la zona norte, con 24%.

El plan proponía la creación de una red de centros que ofrecerían servicios de


almacenamiento, recolección y transporte; estaciones de transferencia; sistemas de
separación, recuperación y reciclaje; tratamiento, confinamiento o disposición final y
exportación o importación.20 El INE había identificado 55 lugares en el territorio mexicano
en donde podrían instalarse estos centros. Una vez realizada esta identificación regional,
así como elaborado el marco legal dentro de un plan federal, serían los gobiernos locales
e inversionistas interesados los que harían el importante trabajo de convencimiento a la
población, dada la conocida oposición social ante este tipo de instalaciones industriales.

Sin embargo, la iniciativa se inició y terminó con un solo ejemplo, el de Guadalcázar,21


región en la cual se construyó el Confinamiento Técnico de Residuos Industriales, S. A.
de C. V, COTERIN. La empresa era propietaria de un basurero de desechos peligrosos en
el municipio de Mezquitica de Carmona, dentro del estado de San Luis Potosí. Las
instalaciones fueron clausuradas en 1989 a causa de las protestas de los habitantes. Sin
embargo, en 1990, la empresa construyó un depósito (que calificó como "estación de
transferencia temporal") de residuos peligrosos en la comunidad de La Pedrera, en el
vecino municipio de Guadalcázar. En el lapso de 6 meses recibió 20 mil toneladas de
residuos peligrosos en tambos que fueron enterrados a cinco metros de profundidad. En
1991, esta instalación volvió a ser clausurada por la SEDUE, por "mal manejo" de
residuos.

En 1993, COTERIN obtuvo un permiso del INE para operar un "confinamiento controlado
de recursos peligrosos", en el mismo lugar, y un mes después, la empresa
estadounidense Metalclad22 adquirió 94% del capital de COTERIN. La operación fue
promovida por el Mexicana Investimento Borde, una organización creada para atraer
inversiones a México, en el marco del TLCAN. La construcción de nuevas instalaciones
tuvo un costo de 40 millones de dólares, y la capacidad de procesamiento sería de 350
mil toneladas al año. La empresa daría empleo a 400 personas y los recursos económicos
que brindaría al municipio representaban anualmente la mitad de las aportaciones
federales que recibía.

En el aspecto de la competencia nacional en una industria naciente, tomaría una


importante parte del mercado de residuos industriales, ya que los generados en la zona
central del país dejarían de ser trasladados hasta Mina, en Nuevo León.

El proyecto fue el motivo de una amplia controversia. Aunque existió una opinión técnica
favorable a su operación (lo más destacado fue una auditoría por la PROFEPA, el Colegio
de Ingenieros Civiles y la Comisión Nacional del Agua), una parte importante de la
población local y de la capital del estado, además de la presencia activa de grupos
ambientalistas como Greenpeace, generaron una respuesta política del gobierno del
estado de San Luis Potosí para cancelar el proyecto, con el argumento de que el 20% de
las especies de cactáceas de la zona semidesértica en la cual se encuentra Guadalcázar,
estaban en peligro de extinción y, por tanto, el 16 de septiembre de 1997 se decretó la
formación de una área natural protegida de 188 mil 758 hectáreas. El decreto del
gobernador Horacio Sánchez Unzueta estuvo apoyado en un estudio del Instituto de
Biología de la UNAM, el cual catalogó la zona como principal centro de diversidad de
cactáceas a nivel mundial.

En el mismo año de 1997, la empresa Metalla interpuso una demanda por 70 millones de
dólares contra el gobierno mexicano por los daños y perjuicios provocados al no haber
podido ejercer su derecho de propiedad en torno a la inversión realizada, a "causa de la
politización creada por intereses ajenos al interés público". Esta demanda contra la
libertad de una inversión internacional se atiene al capítulo 11 del TLCAN,23 el cual
establece que los derechos de propiedad no pueden estar subordinados a regulaciones
que favorezcan intereses nacionales. El panel arbitral (30 de agosto de 2000) determinó
que México violó el TLCAN y, en consecuencia, el pago de una indemnización de 16.7
millones de dólares a Metalla, situación que este país trata de revertir, argumentando el
carácter federal de su organización política y administrativa, y que en materia de
desechos tóxicos, en México se tienen objetivos de regulación legítimos (El Financiero,
2001). La evolución de esta experiencia es una muestra de las diversas dimensiones que
adquiere este intento de modernización ambiental de parte del gobierno. Ejemplifica la
forma en que se generan áreas de interés específicas por parte de actores de las
estructuras sociales y políticas, tanto desde el nivel inmediato o local como hasta un
contexto institucional transnacional y, en este sentido, es un ejemplo de la conformación
del mercado ambiental en México, en su dimensión regional. Los diversos ángulos de esta
construcción son:

1. Reflejó un conflicto que enlaza la escala regional a la internacional, y ello es la clave del
éxito de las comunidades locales. En efecto, este conflicto, así como otros de semejanza
formal en que las poblaciones locales rechazan proyectos económicos modernizadores,24
mostró la aparición de una nueva etapa en la cual la relación de las sociedades regionales
con su medio ambiente tiene repercusiones internacionales, pues entran en las ya
formadas redes de interés de la globalización.

2. Cuestionó la capacidad de gestión gubernamental, guiada por la tradición de un Estado


"fuerte": La experiencia de un gobierno local oponiéndose formalmente a una iniciativa del
"centro", y llevando con ello al gobierno federal a un conflicto legal internacional, también
representa una novedad en la vida social y política de México, aunque se inscribe en una
tendencia a la creciente desvinculación entre el centro y la periferia políticas de México.
En medio de estos actores, las autoridades ambientales carecieron de fuerza real para
impulsar su proyecto. Una de las lecciones que dejó la experiencia es la ausencia de
normas y mediciones legitimadas socialmente que permitan tomar decisiones políticas y
económicas para los actores del mercado ambiental.

3. El caso significó un importante obstáculo a los planes de expansión de negocios


ambientales, y es una contradicción con las expectativas en ese campo derivadas del
TLCAN. Una empresa internacional, líder en su campo, ha visto frustrada su intención de
iniciar una etapa de expansión en un mercado que promete dinamismo, pero tiene aún
muy inmaduros los mecanismos formales y políticos para su implantación. Si bien es
cierto que reducen las posibilidades del circuito de los negocios ambientales, por otra
parte, desde nuestra definición del mercado ambiental, son un factor de crecimiento de
éste por las nuevas perspectivas, opiniones y actores que hace intervenir.
4. La experiencia de Guadalcázar expresa la complejidad del mercado ambiental
mexicano. Puso en acción a diversos actores. Por una parte, a las autoridades
ambientales —encabezadas por el INE— que habían generado un programa para vincular
la política ambiental a las tendencias de la inversión internacional, programa que
constituía sin duda la parte más avanzada de la integración de México a las corrientes de
la globalización del mercado ambiental. El efecto que generó este rechazo frente a una
institución que representa la parte más innovadora y avanzada de la política ambiental
mexicana es un dato relevante que habla de las contradicciones y del contenido político
que tiene la conformación del mercado ambiental.

5. La comunidad local se mostró protagonista, aunque nunca se podrá saber en qué


medida la opinión generalizada de la misma se inclinaba por el proyecto de la empresa,
con lo que ello significaba generación de trabajo, y en qué medida lo negaba. Tratándose
de una comunidad extremadamente empobrecida, su voz siempre fue recogida de
manera parcial por los opositores al proyecto (una prensa "progresista", grupos
ambientalistas, académicos). Puede decirse que Guadalcázar mostró el importante papel
que, bajo determinadas circunstancias, pueden tener los medios como factores de
decisión en la formación del mercado ambiental.

Conclusiones

Impulsado por factores internos (crisis ambiental y pérdida de consensos básicos


tradicionales por las reestructuraciones neoliberales) y por tendencias externas (creación
del mercado ambiental global), el Estado mexicano creó, desde la segunda mitad de los
80, una política ambiental. Ésta fue la conjunción de construcción de saberes ecológicos y
normatividad asociada a los mismos, y construcción de acciones colectivas en regiones.
Se inició así una geografía de la crisis ambiental, como expresión del poder estatal
concreto, fragmentado en mercados ambientales con actores reales.

México se incorpora así al proceso mundial de construcción del mercado ambiental. Ello
significa el despliegue de los actores, tanto globales como nacionales y regionales, en las
diversas regiones en las cuales se manifiesta el quehacer económico y social ante la
crisis ambiental.

Las cuatro regiones analizadas muestran la heterogeneidad de este fenómeno. La


geografía de la crisis ambiental le brinda especificidades territoriales a una concepción
única del poder estatal (la política ambiental) y conduce a valorar, reconocer y analizar el
peso definitivo que adquiere cada mercado ambiental regional, con sus actores capaces
de generar innovaciones institucionales, formas de consenso frente a la política ambiental
o con la política ambiental, oportunidades de negocios y, en general, toda la gama de
acciones colectivas o privadas que le dan identidad a la relación entre economía y
sociedad.

En este trabajo intenté mostrar, mediante cuatro casos regionales, de qué manera el tema
de la crisis ambiental ha constituido un polo de acción de actores sociales tanto locales
como nacionales y globales, dando por resultado lo que llamo la necesidad de crear un
"saber geográfico", unido al "saber ecológico", en la elaboración de una política ambiental,
capaz de permear y conducir ("gobernar") la acción colectiva en el nivel regional.

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