Roccatagliata La Argentina-Geografia General Paraunidad2
Roccatagliata La Argentina-Geografia General Paraunidad2
Roccatagliata La Argentina-Geografia General Paraunidad2
Roccatagliata
(Coordinador)
La Argentina:
Geografía General Y
Los Marcos Regionales
AUTORES
Dr. Juan A. ROCCATAGLIAT A(Coordinador). Profesor de la Universidad de Buenos Aires y
de las Universidades Nacionales de La Plata y Tandil; asesor y consultor de organismos
gubernamentales y no gubernamentales. Profesor titular del Instituto del Servicio Exterior de la
Nación. Asesor· técnico de la Presidencia de la Nación.
Prof. Dr. Enrique BRUNIARD: Profesor titular y director del Instituto de Geografía de la
Universidad Nacional del Nordeste.
Miembro de número de la Academia Nacional de Geografía.
Prof. Dr. Ricardo CAPIT ANELLI: Director del Instituto de Geografía de la Universidad
Nacional de Cuyo y profesor titular de la mencionada Universidad. Miembro de número de la
Academia Nacional de Geografía.
Prof. Dr. Federico A. DAUS: Profesor emérito de la Universidad de Buenos Aires.
Ex presidente de la Sociedad Argentina de Estudios Geográficos.
Miembro de número de la Academia Nacional de Geografía.
CARTOGRAFIA: La cartografía fue realizada por la profesora Lic. Mónica García Profesora
titular ordinaria en la cátedra Geomorfología de la Universidad Nacional de Mar del Plata.
HOMENAJE
ÍNDICE
Palabras preliminares............................................................................................................................ 8
Prefacio.......................................................................................,........................................................10
Introducción. Visión de conjunto de un país nuevo.
Dr. Juan A. Roccatagliata....................................................................................................................12
PRIMERA PARTE
7 Comercio e intercambio
Prof. Lucía L„ Bortagaray………………………………………………………………....300
6
SEGUNDA PARTE
1. Regionalización
Dr. Juan A. Roccatagliata…………………………………………………………….. . . . 331
TERCERA PARTE
Geomorfología
En el extenso territorio argentino los factores estructurales tuvieron suficiente espacio para
crear grandes dominios, en su mayoría compartidos con países vecinos. Por el desarrollo latitudinal
(más de 32°), ha reinado en su ámbito una variada gama de climas y paleoclimas que han mode-lado las
estructuras primitivas dando lugar a diferentes unidades geomorfológicas (Fig. 1).
Las montañas
A) Jóvenes, plegadas
Los Andes constituyen la gran montaña argentina, por la magnitud y variedad de las formas (Fig.
2).
En conjunto, su estructura plegada en sedimentos mesozoicos es esencialmente terciaria,
complicada por erupciones que han formado los grandes volcanes andinos, especialmente los
recientes.
La sucesión de paleoclimas áridos y glaciares ha dejado sus huellas en el modelado y junto con los
climas actuales, más los diversos factores estructurales, han dado lugar a diferencias morfológicas en
toda su extensión latitudinal.
Los Andes áridos (27° a 37°) constituyen un grandioso conjunto de cumbres elevadas, las mayores
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de América y aun de muchas partes del mundo. El Aconcagua tiene 6.960 m sobre el nivel del mar.
Los cordones longitudinales se encuentran aislados, y en parte ramificados en macizos, se-
parados por valles de rumbo norte-sud y este-oeste.
Los sedimentos mesozoicos fueron plegados por un empuje desde el oeste. Donde las ondas
chocaron con la rígida cordillera frontal los pliegues se hicieron estrechos y alcanzaron la mayor
altura.
Caracterizan a estos Andes cumbres empinadas y crestas agudas a las cuales se suman los picos
esculpidos en potentes masas eruptivas. Sin embargo, tales cumbres no han podido borrar las amplias
formas redondeadas de los pliegues sobre los cuales se yerguen.
Los movimientos epirogénicos del cuaternario les dieron el porte final y la sucesión de climas el
modelado glaciar que alterna con las formas áridas.
A la glaciación cuaternaria, de escasa potencia, se deben las cumbres piramidales (matter-
horn), los circos glaciares, los nichos de nivación, los valles en auge, las morenas, terrazas fluvio-
glaciares y algunas que otras cuencas lacustres reducidas. No parecen haber sufrido más de dos
glaciaciones, sino una sola con dos empujes, de los cuales el primero fue más potente.
Bajo el clima árido postglacial, los hielos se redujeron y se elevaron a grandes alturas (más de
3.800 m), y sólo alimentan una red de drenaje relativamente pobre, ajustada a la estructura (valles
longitudinales y transversales).
Bajo un clima árido y frío, sin cubierta vegetal o muy escasa, los procesos periglaciares,
de-bidos al congelamiento y descongelamiento periódico o diario, sobre rocas desnudas, han
generado las grandes acumulaciones de materiales (taludes de escombros, vertientes de reptación,
conos de deyección, coladas de barro, suelos estructurales, etc.) que en parte ocultan el
modelado glaciar preexistente.
Los Andes de transición (37° a 40°), con un marcado descenso altitudinal, muestran relieves
mesetiformes y mesetas escalonadas, profundamente disectadas por sistemas complicados y
desfiladeros de altas y abruptas paredes. El límite de las nieves desciende a niveles muy bajos
(2.000 m). Los ríos son más frecuentes y caudalosos.
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COSTAS
A) Consecuentes, maduras, adaptadas a la acción de las fuerzas marinas: 12) Costas playas, con médanos y estuarios, de la llanura; 13)
Costas acantiladas, con estuarios, de las mesetas patagónicas; B) iniciales, jóvenes, no adaptadas a la acción del mar, de los canales de
Moat y Beagle y otros sectores de Tierra del Fuego,con modelado glaciar y fiordos: 14) Iniciales, jóvenes, no adaptadas a la acción del mar
y fiordos.
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Los Andes húmedos (40° a 53°), contrariamente a los áridos, se caracterizan por la frecuencia de
infinitas crestas aserradas, surcos, quebradas, abruptos y picos esbeltos de cumbres nevadas.
Proliferan aquí los valles de brecha (clusa) y de capturas de escasa altitud.
Las nieves perennes descienden a los 1.100 m y los glaciares se multiplican y alcanzan altitudes
de 370 m. Relictos del período glaciar, dos campos de hielo sobre los cuales se levantan desnudos
nunatacks, de 200 y 400 km de largo por 20 y 50 de ancho, se extienden entre los 46° y 52° de latitud.
Situados en gran parte en territorio chileno, hacia Argentina bajan en forma de lenguas glaciares de
valle para quebrarse en los lagos y generar témpanos.
Del intenso glaciarismo dan testimonio los circos, valle en auge, rocas aborregadas, varves
espesos, bloques erráticos, morenas, etc. Tampoco parece seguro el esquema de las cuatro glaciaciones.
El clima húmedo (más de.2.000 mm. de precipitaciones) y una vegetación arbórea muy rica
(bosque cerrado y selva) patentizan el cambio climático que distingue estos Andes de los áridos. Pero
el rasgo fundamental, junto a un drenaje abundante, lo constituye la multitud de lagos extensos que
ocupan valles transversales y rematan en anfiteatros moreníticos.
Los Andes fueguinos, aparte del cambio de rumbo, se distinguen por la intensificación de los
caracteres propios de los Andes húmedos. Las rocas están más disectadas por la erosión y las
montañas tienen alturas modestas (1.000 m). Las nieves descienden a 900 m. y los inmensos
glaciares, a veces imponentes, llegan hasta el Beagle, donde liberan sus témpanos.
sus bordes están constituidos por construcciones volcánicas de conos frescos, que se prolongan en
mesetas basálticas.
Si bien los Patagónides constituyen una unidad orográfica, no tienen unidad estructural ni
morfológica, por lo cual conviene indicar las subunidades que los integran; es decir, la plegada y la
peniplanicie en bloques antiguos.
Los últimos, o sea los Patagónides de bloques o centrales, son una ancha peniplanicie de unos 1.200
m, término medio, elaborada en rocas cristalinas antiguas (cuarcitas, gneis y esquistos
precámbricos), además de masas intrusivas paleozoicas muy antiguas (especialmente granito).
Los caracteres geomorfológicos de estas montañas —destrucción de masas graníticas y perfiles
serranos resultantes de la erosión de su borde oriental— los asemejan a los paisajes de los macizos
antiguos de Córdoba y Tandil.
Son, sin dudas, bloques del antiguo basamento patagónico, fracturados y levantados en
tiempos muy antiguos.
Los Patagónides plegados, al N y S de la unidad anterior, se formaron, a causa de movimientos
orogénicos procedentes del oeste, de los sedimentos acumulados en cuencas originadas por
hundimiento de bloques del antiguo basamento. Dichas cuencas o grandes bolsones fueron invadidos
por el mar desde el Pacífico y rellenados por sedimentos marinos, intercalados con continentales
(jurásicos y cretácicos), en sus bordes.
Las pilas sedimentarias plegadas y aun sobre-escurridas contra el basamento patagónico,
durante el terciario, formaron pliegues, a veces complicados. En ocasiones fueron fracturados y
hundidos formando cuencas luego rellenadas por sedimentos continentales (cretácicos y terciarios).
Estos sedimentos, a su vez, fueron dislocados por movimientos andinos del terciario y fracturados por
epirogénesis en el cuaternario. Todo este largo proceso guarda ciertas similitudes con el que originó las
sierras subandinas.
La resistencia a la erosión de algunas rocas ha formado crestas y cumbres peñascosas. Diques,
filones, chimeneas eruptivas despojadas de las cubiertas sedimentarias han dado perfiles rígidos y
abruptos, mientras que a las fallas se deben las rupturas de pendientes.
En general predominan anticlinales amplios, en los cuales se intercalan cuestas originadas por
bancos más resistentes. Los sinclinales han sido rellenados por sedimentos fluviales del cretácico
superior y terciario.
Ambos grupos, del N y del S, difieren geomorfológicamente a causa de matices litológicos y
estructurales. En el grupo septentrional predominan los arcos de pliegues del mesozoico, mientras en el
austral lo hacen los relieves en bloques limitados por fallas a causa de la epirogénesis
pleistocénica.
B) Macizos antiguos arrasados en el mesozoico, fracturados y ascendidos en bloques por la
tectónica terciaria
Los procesos tectónicos que dieron origen a los Andes repercutieron en gran parte del territorio
argentino creando nuevas montañas con los antiguos trillizos paleozoicos arrasados durante el
mesozoico, cuyas diferencias fundamentales dependen de los sistemas de erosión a los cuales han estado
sometidos.
La cordillera frontal, al este de los Andes áridos, se extiende, de norte a sur por las provincias de
San Juan y por la de Mendoza hasta el río Diamante. Es una alta montaña de bloques, cuyas
cumbres alcanzan a los 6.000 m.
Contrariamente a los Andes áridos, es una estructura vieja rejuvenecida en forma violenta por la
tectónica del terciario superior y cuaternario (Fig. 2).
Plegada a fines del paleozoico y expuesta a la erosión desde el pérmico, al final del mesozoico era
una peniplanicie de escasa altura cuyos restos se encuentran aún a gran altura (5.000 m). La tectónica
del terciario la elevó a gran altura, mientras se hundía el piedemonte, lo cual explica el enorme
desnivel (3.000 m, en parte), entre este y el borde oriental de la montaña.
La resistencia de los materiales antiguos (rocas efusivas: pórfidos cuarcíferos y porfiritas) a la
erosión ha dado lugar a la elaboración de crestones y picos elevados, paredones abruptos, gar-gantas
y quebradas estrechas por las cuales descienden torrentosos los ríos.
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Los glaciares, en niveles superiores a los 3.800 m, han dejado sus huellas entremezcladas con las
formas típicas de la erosión normal y climas áridos.
5. La Precordillera, una montaña de bloque semejante a las sierras pampeanas con escasas
disecciones transversales
Desde el borde austral de la Puna hasta el río Mendoza, entre valles longitudinales que las
separan de la cordillera frontal y las planicies pedemontanas o las sierras pampeanas, se levantan los
altos bloques (4.000 m) de la precordillera.
Compuesta de una potente serie sedimentaria paleozoica (silúrica, devónica, carbonífera y
pérmica), plegada por movimientos hercínicos, fue arrasada primero por la erosión mesozoica y
reelaborada por la tectónica terciaria y cuaternaria que la levantaron en bloques o la hundieron
dando lugar a la formación de cuencas de sedimentación o bolsones.
Fig. 2. Perfil geológico de la cordillera de los Andes, según F. González Bonorino, simplificado por N.
Salomón.
A. Paleozoico: 1. Pórfidos y granodioritas; 2. Grauvacas.
B. Secundario: 3. Calcáreos, areniscas y yesos; 4. Turbas y brechas volcánicas; 5. Andesitas y brechas volcánicas.
C. Terciario y Cuaternario: 6. Formación mogotes; 7. Depósitos aluviales.
Desde el punto de vista geomorfológico, estas montañas se caracterizan por la culminación en las
antiguas peniplanicies, los domos anchos de grandes abovedamientos y cimas redondeadas. En
suma, un zócalo elevado en cuyas superficies superiores, se notan los paisajes antiguos se-
midesérticos que ya en el terciario, alcanzaron un estado de plena madurez, los cuales aún se
conservan bajo clima árido o semiárido. Los amplios valles se pierden en relieves densos y suaves de
escasa altura relativa (200 a 300 m), con divisorias de aguas muy bajas y apenas visibles. Sólo en los
bordes, a raíz del levantamiento cuaternario, se nota el rejuvenecimiento incipiente por la erosión
retrocedente.
Los sectores septentrionales y centrales están constituidos por largos cordones subparalelos, en
parte separados por bolsones y en parte por valles longitudinales estrechos. En el sector meridional,
en cambio, los cordones desaparecen sustituidos por el macizo de Uspallata.
Durante el período glaciar andino, el descenso de los pisos climáticos debió dar lugar a pro-
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Finalmente, cabe destacar las diferencias entre las vertientes orientales expuestas a los vientos
húmedos procedentes del anticiclón del noreste, especialmente en las alturas, y la penetración de
lenguas de masas de aire húmedo ecuatorial en los niveles inferiores. Las abundantes precipitaciones
producidas por estas masas de aire, actuando sobre la montaña a través de una densa vegetación
selvática, han generado formas diferentes a las que caracterizan las vertientes áridas de las sierras
pampeanas del sur.
Las planicies
A) Mesetas
Se llama puna a la parte argentina de un enorme bloque del antiguo basamento cristalino levantado
a gran altura por la orogenia del terciario (3.800 a 4.000 ms/nm.).
Esquemáticamente, es una peniplanicie ondulada y con monadnocks, dividida en cuencas cerradas,
de fondos chatos cubiertos de escombros y a veces con salares, por cordones longitudinales alargados
(1.000 a 1.500 m) y vertientes suaves, como así también por formaciones de origen eruptivo.
En general, las montañas interiores son de estructura antigua, especialmente de esquistos,
dislocadas por la tectónica terciaria (5.600 a 6.000 m). Sus relieves son muy ásperos a causa de la
intensa meteorización bajo un clima árido, frío y ventoso.
Las formaciones volcánicas constituyen grandes cerros (6.700 m), aislados y cónicos, con sus
perímetros circundados de escorias.
Sólo las más altas cumbres (más de 6.000 m) son coronadas por nieves y prácticamente no existe
red de drenaje.
Los suelos son, en parte rocosos y en parte guijarrosos o arenosos. No faltan, como expresión de la
sequedad del clima, los cantos facetados y los médanos.
Un movimiento final, entre el plioceno y el pleistoceno dio al bloque su porte actual, complotado
por el vulcanismo cuaternario.
perímetros variables.
En suma, un conjunto de planicies alternando con cuencas, valles, cerros tabulares, conos
volcánicos abruptos, serranías rocosas, pero en todas partes dominan las mesetas.
Los rejuvenecimientos erosivos cuaternarios —a los cuales no fueron ajenos los glaciares que
cubrieron Tierra del Fuego e incluso la extremidad austral de la Patagonia— intensificados durante las
fases climáticas húmedas, con enriquecimiento de la red hidrográfica, fueron los responsables de los
valles amplios y profundos. Las intensas acciones deflatorias de las fases climáticas secas, retocaron
fuertemente las formas y esculpieron otras propias.
9. La meseta misionera (chapada), disectada con aspectos de sierras
La provincia de Misiones y el ángulo NE de Corrientes, hasta el río Aguapey, más o menos, es una
meseta abovedada, de doble pendiente, que cae en forma abrupta a los ríos Paraná y Uruguay. Inclinada,
además, hacia el SO, sus alturas van de los 800 a los 150 m s/nm, aproximadamente. Es una
prolongación del estilo geomorfológico de las chapadas del Brasil.
El antiguo macizo brasileño fracturado fue cubierto por areniscas y basaltos mesozoicos. Estos
metamorfizaron (meláfiros) y en parte fosilizaron a las primeras. La descomposición de estos ma-
teriales, bajo un clima cálido y húmedo, ha originado los depósitos superficiales de color rojo intenso
(suelos ferralíticos) que caracterizan a Misiones.
Las abundantes precipitaciones (más de 2.000 mm), no obstante la espesura de la selva, han dado lugar
a la disección de los bordes de la meseta por cursos afluentes del Paraná y Uruguay.
En ciertos sectores el proceso de disección ha reducido la meseta a estrechas divisorias de agua
con aspectos de sierras.
Los afloramientos de areniscas endurecidas y de meláfiros resistentes a la erosión han generado
rápidos y cataratas.
B) Cuencas sedimentarias
del loes.
La red hidrográfica, si se exceptúa la mesopotamia, es escasa y los valles muy amplios, con
vertientes suaves y fondos chatos. Los cursos de agua son estrechos, meandrosos y despropor-
cionados. Abundan las aguas estancadas en pantanos, cañadas, esteros y lagunas superficiales. Estas
hacia el sur y el oeste, se tornan salobres bajo un clima de escasas precipitaciones.
En general, es una llanura construida por sedimentación en una inmensa cuenca tectónica muy
nivelada, especialmente por sedimentos continentales. Los pilares de esta inmensa fosa tectónica son
los bloques del antiguo macizo (Fig.3).
Con posterioridad a la acumulación de la gran pila sedimentaria, los bloques del subsuelo
fracturado han sufrido nuevos movimientos epirogénicos reactivando las fallas. De tal modo se ha
producido un cambio de niveles y pendientes recientes que explican la indecisión y falta de orga-
nización del sistema de drenaje.
Son justamente los movimientos epirogénicos recientes, según Frenguelli, los que han dado
lugar a los matices geomorfológicos diferenciales por los cuales se puede subdividir esta inmensa
llanura en unidades geomorfológicas menores bien individualizadas, dentro de una escasez relativa de
contrastes: llanura ondulada y bien drenada de la mesopotamia, llanura mal drenada y endorreica
central y, finalmente, llanura arreica occidental. Estas unidades, aun extensas, admiten di-
ferenciaciones geomorfológicas.
La sección Sur de la mesopotamia —Entre Ríos y Corrientes— es un conjunto de planicies
onduladas (lomadas de bordes suaves y domos de dorsos anchos y bajos que alcanzan a los 100 m s/
nm), dentro de una red de drenaje densa.
La provincia de Corrientes, de menor altura, posee ondulaciones más netas y frecuentes,
aunque de menor extensión, angostas y arenosas, en general restos de antiguos médanos fijados por la
vegetación. También son herencias del pasado, los "cerros" o montículos de arena que se levantan por
encima de los relieves anteriores. El rasgo más característico de Corrientes lo cons-tituyen los grandes
esteros de aguas estancadas que ocupan la mayor parte de la superficie. Lomas y cerros medanosos
semejan una especie de "erg", en abierta discordancia con el clima actual.
La llanura endorreica central, mal drenada, suavemente ondulada o completamente ondulada, es
cruzada, o se agotan dentro de ella, por muy escasos ríos, en su mayoría alóctonos. Algunos
afloramientos rocosos adquieren relieve y rompen la monotonía de la llanura. Tales las sierras de
Olavarría y Tandil, por ejemplo. Dentro de un área central deprimida proliferan las cuencas lacus-tres,
pozos, pantanos, juncales y esteros, etc. Hacia el oeste de esta depresión, en el piedemonte serrano, la
llanura cobra altura, los cauces se tornan profundos y estrechos y cubiertos por aluviones gruesos.
La llanura arreica occidental carece de drenaje superficial. Las cuencas lacustres son escasas y poco
extensas. Es una planicie muy ondulada por médanos, a veces suelos arenosos.
Costas
Del litoral, 3.900 km corresponden al contacto con el océano Atlántico (desde cabo San Antonio
a los 36° 20' hasta el cabo San Pío, a los 55° 03' S) y 141 km a los canales Moat y Beagle (Fig. 1).
Su largo en sentido latitudinal y orientación meridiana (NNE a SSO) tiene gran importancia
geomorfológica dado el rumbo general de propagación de las mareas y el de la corriente fría de las
Malvinas.
En líneas generales se caracterizan por la regularidad del trazado en grandes arcos cóncavos y
convexos, como la bahía de Samborombón, Golfo de San Matías y San Jorge, entre los primeros; las
provincias de Buenos Aires, Río Negro, etc., entre los segundos.
En detalle, caracterizan a diversos sectores los deltas, estuarios, bahías y golfos menores,
cabos, islas y fiordos.
Ejemplos fundamentales distinguen y definen la división geomorfológica del litoral en tres
partes. En primer lugar, el de la costa de la provincia de Buenos Aires pone de manifiesto la exis-tencia
de playas y sus elementos constitutivos (Fig. 4). En segundo lugar, el de la Patagonia, que ilustra con
claridad el tipo de costa acantilada dominante en esta parte del país (Fig. 5). Finalmente, el canal de
Beagle, en la extremidad austral del país, propio de una costa modelada por los hielos (Figs 6 y 7).
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De acuerdo con la clasificación de Johnson, se pueden distinguir los siguientes tipos de costas: a)
consecuentes, maduras, adaptadas a la acción de las fuerzas marinas, con dos subtipos: 1) playas con
dunas y bahías, de la llanura, y 2) acantiladas, con estuarios, de las mesetas patagó-nicas, b) Iniciales,
jóvenes, no adaptadas a la acción del mar, de los canales de Moat y Beagle y otros sectores de Tierra del
Fuego, con modelado glaciar y fiordos (Fig. 1).
Fig. 4. Costa playa: a) detalle del cabo San Antonio y Punta Rasa, mostrando bancos aledaños y pantanos al oeste; b) vista
general del tramo Punta Rasa, según P. S. Casal.
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Se trata de un extenso acantilado o sucesión de acantilados separados por valles fluviales, a veces
secos, frecuentemente coronados por médanos y una pobre vegetación. El perfil es generalmente
uniforme y de alturas pocas veces, inferiores a 100 m, con desniveles entre 40 y 150 m. El mar
produce desmoronamientos y forma mantos rodados, gravas, arenas, etc.
Los acantilados actuales son escalones que unen la última terraza emergida con la que aún
permanece formando el suelo marino y constituyendo la extensa plataforma continental, en emersión
y con débil pendiente hacia el mar.
Dentro del cuadro general de regularidad de las costas, es necesario considerar una multitud de
accidentes menores de diversos, orden y origen, que quiebran la monotonía.
Materiales correspondientes a rocas muy duras (pórfidos, granitos, basaltos, etc.) constituyen
salientes entre las cuales el mar, actuando sobre otros más blandos, ha elaborado senos o golfos.
Dentro de éstos menudean bahías y golfos más pequeños, caletas, estuarios, etc. y no faltan extensas
playas extendidas a partir de los acantilados en lugares protegidos de la acción marina, ni sectores
anegadizos (Fig. 5).
Desde Río Gallegos, hacia el sur, nuevos elementos, no bien estudiados todavía, agregan
motivos de diversificación de las costas. Tales los efectos de los hielos pleistocénicos a cuya acción
se debe la aparición de colinas costeras formadas por acumulación de materiales glaciares (mo-
renas) y fluvioglaciares. El cambio de aspecto se acentúa desde Río Grande al Sur. A la desem-
bocadura de este río todavía llegan, durante el verano, los témpanos procedentes del interior de la isla.
A mayor latitud, entre el cabo San Diego y la bahía Buen Suceso, se acentúan los cambios a causa de
los Andes magallánicos y materiales mesozoicos, con modelado glaciar, bajo un clima actual más
húmedo que el de los sectores de costas precedentes.
Desde bahía Buen Suceso, aproximadamente, puede darse por terminada la costa, conse-
cuente, acantilada, que caracteriza a la Patagonia, para ceder lugar a las costas iniciales, jóvenes, de
inerte modelado glaciar, que alcanzan su mayor expresión en los canales Moat y Beagle.
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14. Costas iniciales, jóvenes, no adaptadas a la acción del mar, con fiordos
En esta parte de la costa austral, especialmente en el sector de los canales, la estructura y los climas
del pasado han jugado un papel diferente a los anteriores, el cual se revela con absoluta claridad en el
canal de Beagle (Fig. 6).
Fig. 6: Costa modelada por los hielos en el canal de Beagle, según Federico A. Daus.
Hacia el final del terciario, el paisaje era de altas cadenas de montañas paralelas, con
valles intercalados a gran altura, por los cuales descendieron los hielos del cuaternario. Estos dieron
al canal su perfil en U, fondo chato y paredes enhiestas, que caracterizan la geomorfología actual (Fig.
7).
A la acción de los hielos se deben también las acumulaciones moreníticas y hasta verdaderos
«nunnataks».
En algunas partes, las orillas del canal son ásperas, de rápido declive y hasta carecen
de desplayados; es decir, verdaderos acantilados, como ocurre en el sector de Almanza. En otras
partes, en cambio, menudean las bahías, como la de Ushuaia y el sector de Gable.
El perfil transversal es de gran interés para la interpretación de la génesis de las formas. Debajo
del nivel de las nieves persistentes, que se encuentra a 900 m, hay un amplio paredón vertical. Al
pie del mismo está la «berma», con leve pendiente hacia el canal, que no es más que un segundo cauce
glaciario incidido en otro que le precedió.
Las formas de acumulación glaciar se manifiestan por las morenas laterales. Además hay
terrazas superpuestas a diversos niveles, algunas de las cuales han sido puestas en evidencia por el
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proceso de desforestación. A las grandes morenas laterales y de fondo del curso del Beagle se
agregan las terminales del sector Gable. También tiene cierta magnitud la acumulación del te-
rraplén de rodados glacifluviales, al nivel del canal y cuantiosa formación de concheros recientes.
Las bahías se relacionan con la presencia en el antepaís de un cordón montañoso de fuerte
englazamiento, el cual desprende actualmente un río, pero que antes emitía el glaciar que las
formó.
Las altas terrazas obedecerían a niveles de lagos formados detrás de diques glaciar, La exis-
tencia de playas de 6,4 y 2 m habría sido originada por los distintos niveles del mar durante los
períodos de congelamiento y descongelamiento.
Climatología
Una extensa gama de climas en un país de desarrollo latitudinal
Clima zonal
Desde el punto de vista zonal, de acuerdo con la circulación atmosférica general argentina se
encuentra dentro de la zona templada, caracterizada por la variabilidad de los estados de tiempo y la
acción constante del frente polar.
Dominan la zona cuatro centros de acción, cuyas posiciones varían según la época del año y de
acuerdo con el movimiento aparente del sol. Son los anticiclones subtropicales del Atlántico y
Pacífico, la depresión del NO y el surco de bajas presiones de la extremidad austral del país (Fig. 8).
El frente polar, que recorre todo el país de S a N, aproximadamente setenta veces al año, se
presenta bajo formas distintas. Estas se traducen en diferentes efectos e intensidades (Figs. 9 a 11).
Climas regionales
La naturaleza física de las distintas masas de aire movilizadas por los centros de acción,
configuran las grandes regiones climáticas.
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cada vez menos cálida y húmeda. Las isolíneas de temperaturas y tensión de vapor revelan la
naturaleza e intensidad de las transformaciones (Figs. 12 y 13).
Aportan casi la totalidad del, agua que se precipita en el país, como lo demuestran las líneas de
precipitaciones (Fig. 14).
Fig. 12 .Temperatura media de los meses de enero y julio, período 1901-50, según K. Wolcken.
Sobre él confluyen y se superponen los caracteres del régimen subtropical pacífico y los
del subantártico que dependen del gran anticiclón polar.
Las células ciclonales se desplazan de 0 a E. Es la zona en la cual imperan realmente, durante
todo el año, los vientos de occidente, particularmente intensos en invierno.
Es la región fría y húmeda argentina, donde las precipitaciones se distribuyen a lo largo de todo
el año.
Fig. 13. Tensión del vapor, media de enero y julio, según K. Wolcken.
74
16. Sin verano térmico, de la Patagonia, tipo Río Gallegos (Santa Cruz)
Si bien el ejemplo es poco representativo, da una idea general de la unidad. Más apropiada sería
la localidad de Río Grande (Tierra del Fuego).
Las temperaturas son muy bajas (media anual, 6,9°; máxima absoluta, 32,7° y mínima absoluta,
-16,0°).
Las precipitaciones (240 mm) son inferiores a las necesidades de agua desde octubre a abril,
pero el total del déficit es sólo de 337 mm (Fig. 17).
17. Con invierno todo el año, de Tierra del Fuego, tipo Ushuaia
Las temperaturas son muy bajas (media anual, 5,6°; máxima absoluta, 26,5° y mínima
absoluta,-19,6°).
Las precipitaciones (547 mm), de acuerdo con las temperaturas, son suficientes para satisfacer las
necesidades de la evapotranspiración potencial (505 mm) y aún queda un excedente de 42 mm que se
distribuye en los meses de julio y agosto. No existe déficit en ningún mes.
Hidrografía
Pluralidad de formas de alimentación y regímenes de la red hidrográfica
Las diferencias climáticas y geomorfológicas han generado una red de drenaje extensa y va-
riada.
Si se exceptúan los grandes ríos internacionales que drenan de N a S -Paraguay, Paraná y
Uruguay- en general tienen sus fuentes en los altos relieves de Argentina occidental. Vierten sus
aguas hacia el este, en las cuencas sedimentarias, bolsones y llanuras, o las atraviesan para volcarlas
en el Atlántico. Por otra parte, son casi los únicos que se utilizan para fertilizar las tierras
mediante el riego.
De acuerdo con las formas de alimentación y el régimen, los ríos argentinos se pueden dividir en
cinco grupos (Fig. 18).
Referencias:
1 Ríos de alimentación pluvio-nival y glaciar, con dos períodos de máximos caudales;
2 Ríos alimentados por agua de fusión de los glaciares, con caudales máximos durante el verano.
3 Ríos que se alimentan de las lluvias de verano y tienen sus máximos caudales en esta estación.
4 Ríos que se alimentan de las precipitaciones de otoño y primavera, con máximos caudales en la misma estación. 5 Los
grandes ríos complejos: Paraná, Paraguay
84
Fig. 19.
2. Ríos alimentados por el agua de la fusión de los glaciares, con caudales máximos
durante el verano (Fig. 20).
Tienen sus fuentes de alimentación en los glaciares de las altas cumbres de nos Andes áridos y en el
elevado bloque de la Puna. Si se exceptúan algunos ríos, como el Colorado, son endorreicos.
El aporte de las nieves de los niveles bajos es escaso y el agua procede, en su mayor parte, de los
glaciares.
El régimen es regulado por la marcha de las temperaturas. Debido a las grandes pendientes y la
falta de vegetación, los ríos son torrenciales y las aguas turbias por la gran cantidad de materiales
sólidos que transportan.
Los mayores caudales se registran durante el verano, especialmente en enero. En invierno, en
cambio, los fríos paralizan la fusión de los delos, especialmente en agosto, y los caudales des-
cienden al mínimo, como el río Mendoza (Fig. 20).
3. Ríos que se alimentan de las lluvias del verano y tienen sus máximos caudales en esta estación
Dentro de una extensa área en la cual alternan montañas medias, bolsones y planicies, con
precipitaciones variables (300 a 800 mm), se alimentan de las lluvias que alcanzan el máximo en
verano, especialmente enero y febrero. La época de menores precipitaciones corresponde al in-
vierno y final del otoño.
En general, los caudales son bajos desde abril o marzo a setiembre u octubre. Todos los ríos están
sujetos a fuerte evaporación, la cual da lugar a un balance hídrico deficiente, además de
infiltraciones en suelos muy permeables. Gran parle do las precipitaciones se producen en las
montañas por lo cual tienen un escurrimiento muy rápido o se infiltran en las altiplanicies donde las
aguas circulan lentamente y contribuyen a sostener magros caudales invernales.
Fig. 20
85
Dentro de este régimen existen diferencias, explicables en un área tan extensa y variada desde el
punto de vista geomorfológico, climático, edáfico y biológico, que afectan al volumen total de las
precipitaciones y el escurrimiento, como ocurre en Río Segundo (Fig. 21).
Fig. 21.
En parte de la región climática subtropical, que adquiere caracteres tropicales en verano, es-
pecialmente en enero, ciertos rasgos diferenciales se acentúan y configuran un subtipo hidrográ-
fico.
La causa fundamental es la mayor concentración estacional de las precipitaciones, a la cual se
agrega una mayor intensidad y menor duración. Esto trae aparejado un mayor desnivel entre los
caudales de verano e invierno y crecidas más violentas. El Bermejo, aforado en Manuel Elordi y las
lluvias registradas en Orán, constituyen un buen ejemplo. (Fig. 22)
Fig.22
Ríos que se alimentan de las precipitaciones de otoño y primavera, con máximos caudales
en la misma estación
Corresponden a la parte oriental de la llanura y se alimentan exclusivamente de las lluvias de la
primavera o el otoño, separadas por un periodo de mínimas precipitaciones en invierno.
El río Uruguay, por ejemplo, presenta un mínimo en sus caudales en verano (enero) y otro en
julio o agosto y dos máximos: junio y setiembre-octubre (Fig. 23).
La permeabilidad del suelo y la debilidad de las pendientes superficiales se traducen en un gran
poder de absorción que da lugar a un subtipo especial de escurrimiento.
Como bien lo ha hecho notar Ceppi7 los caudales son mínimos cuando las precipitaciones
alcanzan al máximo. La causa es la infiltración de las precipitaciones y el movimiento lento del agua
en el subsuelo, por lo cual llega al río con retardo.
El Salado aforado en Barranca San Lorenzo, la curva de precipitaciones de Villa Ortúzar y el
nivel de la napa freática en esta localidad y Las Flores, constituyen un buen ejemplo sobre el subtipo
en consideración. (Fig. 24)
86
Fig.23
Fig. 24.
Dada la inmensidad de la cuenca, la enorme extensión latitudinal, dos grandes ríos reúnen las
aguas que aportan afluentes de regímenes diferentes: el Paraná y el Paraguay.
El Paraná, de acuerdo con los datos correspondientes a Corrientes, alcanza a máximos
caudales en el mes de octubre a causa de las crecidas del Iguazú provocadas por las lluvias
subtropicales. Luego las aguas se estacionan pero en el mes de febrero, por las
precipitaciones tropicales, tienen un segundo máximo que es el principal del año. A partir de
este máximo las aguas descienden rápidamente hasta mayo y se estacionan en junio pues la
disminución debida a la falta de lluvias tropicales es contrarrestada por el aumento de las
subtropicales. Finalmente, las aguas descienden hasta agosto para recomenzar el ciclo en
setiembre (Fig-P5).
El Paraguay tiene parte de su cuenca sometida a las precipitaciones tropicales y parte a
las subtropicales. Entre ambas se interpone el Gran Pantanal, un inmenso pantano que regula el
escurrimiento de las aguas.
El máximo de lluvias en Corumbá corresponde a enero, mientras que las alturas hidrométricas
en Asunción alcanzan el más alto nivel en junio.
El río crece lentamente entre enero y junio y luego decrece hasta setiembre, permaneciendo
durante cuatro meses con las aguas bajas (Fig. 26).
87
Fig. 25.
Fig. 26.
Fitogeografía
I. Región neotropical
Ocupa Misiones y se prolonga luego en galerías por los grandes ríos de la mesopotamia, llegando sus
últimas comunidades hasta La Plata.
Selva impenetrable, riquísima en especies, es la parte meridional de la selva austral brasileña. La
componen, según Hauman, por lo menos noventa especies de treinta familias distintas de árboles
de gran porte. Entre los gigantes de esta selva se encuentra el lapacho negro (Tabebuia ipe) y el ibirá-
pitá (Peltophorum dubium). Hay, además, palmeras, helechos, algunos arborescentes, aráceas, lianas
diversas, orquídeas y grandes gramíneas. Se destaca un distrito de montañas bajas con Araucaria
angustifolia.
2. Provincia subtropical occidental
Este tema es una colaboración especial del ingeniero agrónomo Fidel A. Roig.
88
Estrecha faja en montañas que desciende desde Bolivia y penetra en el E de Jujuy, centro de
Salta y Tucumán y E de Catamarca. Paisaje de selvas, bosques montanos y praderas.
Emparen-tada florísticamente con la provincia anterior, sin embargo con géneros propios
como Tipuana, Cascaronia Calycophyllum, Myroxylon, Amburana, etc. La selva impenetrable
es muy rica en epí-fitas, lianas, etc. Por encima del piso selvático aparecen notables bosques
de aliso (Alnus joru-llensis) y prados graminosos. Hacia el sur se va empobreciendo
gradualmente.
Fig. 27
Fig. 27. Bosquejo fitogeográfico (según F. A. Roig).
Referencias
I) REGIÓN NEOTROPICAL. a) Dominio de América subtropical 1 - Provincia subtropical oriental; 2 - Provincia subtropical
occi-dental; b) Dominio chaqueño. 3 - Provincia chaqueña; 4 - Provincia del espinal; 5- Provincia del monte; 6 - Provincia
pampeana; c) Dominio andino. 7 - Provincia alto-andina; 8 - Provincia puneña; 9 - Provincia patagónica.
II)REGIÓN A USTRAL. d) Dominio subantártico; 10 - Provincia subantártica.
89
B) Dominio Chaqueño
3. Provincia chaqueña
Abarca las provincias de Formosa, Chaco, Santiago del Estero, Norte de San Luis, Córdoba y Santa
Fe, E de Tucumán, Catamarca, La Rioja y San Juan (Valle Fértil). Hacia el E penetra en Corrientes
y Entre Ríos.
Paisaje de bosques xerófilos mezclado con palmeras y sabanas. En los ríos principales hay
galerías correspondientes al dominio subtropical.
La distribución de los quebrachos permite diferenciar un Chaco occidental con Schinopsis ba-
lansae, uno oriental con S. lorentzii y otro montano con S. marginata. El quebracho blanco (Aspi-
dosperma quebracho-blanco) tiene una amplia distribución en las llanuras hasta Mercedes (San
Luis).
4. Provincia del espinal
Forma un arco que rodea a la provincia pampeana incluyendo el S de Corrientes, N de Entre Ríos,
centro de Santa Fe, gran parte de Córdoba y San Luis y centro-oeste de La Pampa. Rodea también a la
provincia pampeana por el este en estrecha faja que se prolonga por el litoral marítimo hasta, Mar del
Plata.
Paisaje de bosques abiertos xerófilos y espinosos de los géneros Prosopis y Acacia.
La flora es muy pobre en endemismos y fuertemente emparentada con elementos de la pro-vincia
chaqueña, de la cual puede considerarse su continuación empobrecida. Se distinguen en ella los distritos
del ñandubay (Prosopis affinis), en Entre Ríos y Corrientes, del algarrobo (Córdoba y Santa Fe)
(Prosopis alba y P. nigra), del caldén (P. caldenia) en San Luis y La Pampa y del tala (Celtis tala)
en el litoral de Buenos Aires. El caven (acacia caven) tiene muy amplia distribución en la provincia.
6. Provincia pampeana
Comprende la llanuras del E del país incluyendo casi toda la provincia de Buenos Aires, sur
deCórdoba, Santa Fe y Entre Ríos, NO de La Pampa y una pequeña parte de San Luis.
Toda la provincia se caracteriza por el predominio de las gramíneas y compuestas, por su po-
breza en endemismos y por la riqueza en especies exóticas que en ella se han naturalizado.
Fisonómicamente son praderas o estepas graminosas sin árboles autóctonos.
Los pastos más comunes pertenecen a los géneros Stipa, Piptochaetium, Arístida, Melica, etcétera.
Se distinguen cuatro distritos: uruguayense, pampeano oriental, occidental y austral, este último
con las sierras de Tandil y la Ventana, que contrariamente al resto tiene numerosas especies
endémicas.
C) Dominio andino
7. Provincia altoandina
Ocupa los Andes desde Bolivia hasta Tierra del Fuego, en estrecha faja. Altitudinalmente comienza
en el N a los 4.400 m s/nm, en el centro (Mendoza) a los 3.000; en Tierra del Fuego a los 600 m s/nm.
Mientras en La Rioja, San Juan y Mendoza es una banda continua, al N de Catamarca aparece como un
archipiélago dentro de la provincia puneña. Hacia el sur vuelve a fragmentarse en pequeñas islas
90
8. Provincia puneña
Incluye las montañas y mesetas del NO por debajo de la provincia alto-andina extendiéndose al sur
hasta la precordillera de Mendoza.
Estepas de extrema aridez ya arbustivas, ya graminosas. Muy emparentada florísticamente con la
provincia patagónica, pero con numerosos géneros característicos como Oreocereus, Lampaya,
Krameria, Chersodoma, etc., y especies de Artemisia, Adesmia, Baccharis, Opuntia, Ephedra,
Atríplex, etc. El cardón, Trichocereus pasacana, es una de las más grandes cactáceas conocidas de la
Puna.
9. Provincia patagónica
Aparece ya fragmentariamente en la precordillera de Mendoza, prolongándose hacia el sur,cubriendo
el centro de Neuquén, occidente y centro de Río Negro, casi todo el Chubut, y Santa Cruz.
Montañas, mesetas y llanuras muy áridas cubiertas por estepas arbustivas o graminosas con
numerosos géneros y especies endémicas. Los pastizales tienden a dominar en el occidente con la
aproximación a los Andes y en las mesetas, constituidas por Stipa, Festuca y Poa, principalmente. Las
estepas arbustivas más comunes son las de Verbena tridens, Nardophyllum obstusifolium, Mulinum
spinosum, Trevoa patagónica, Colliguaya intergerrima, etc., arbustos a los cuales siempre se asocian
gramíneas del género Stipa.
En el mapa se ha trazado el límite norte de la provincia según las conclusiones de Ruiz Leal.
Paisajes naturales
Dos grandes ambientes, seco y húmedo, dominan el territorio argentino. La Argentina seca, la mayor
parte del país, corresponde a la extremidad meridional de la «diagonal árida sudamericana» de De
Martonne. La integran las mesetas (puneña y patagónica), montañas jóvenes y macizos antiguos, sus
piedemontes y bolsones, desde los páramos de altura a los bosques secos pasando por las estepas. En
este extenso ámbito, la «selva hidrófila, subtropical de montaña», constituye una excepción.
La Argentina húmeda es discontinua y menos extensa. La integran dos unidades que flanquean a la
Consecuente con el plan de la obra, el dominio antártico será considerado en el Capítulo II. 9
91
«diagonal árida» por el noreste y sureste. La primera es el dominio de la llanura, con excepción de la
meseta volcánica misionera. La segunda es la franja estrecha de los Andes australes y la isla de
Tierra del Fuego.
En cada ambiente, de acuerdo con los caracteres dominantes, se perciben diversos paisajes
naturales que responden a la combinación particular de los elementos del sistema. Se describirán
solamente los más destacados.
Argentina seca
1. La Puna, un conjunto de bloques cristalinos elevados a gran altura, fríos, secos y desiertos
La Puna es una inmensa cuenca de altura, a más de 4.000 m sobre el nivel del mar, con un borde
oriental cuyas altitudes oscilan entre 5.000 y 6.000 metros, mientras el occidental volcánico se eleva a
6.700 metros. Montañas ni ¡culadas longitudinalmente y montes aislados han parcelado la antigua
penillanura en cuencas cerradas donde menudean lagos y salares.
Los elevados picos volcánicos del oeste tienen casquetes de hielo por encima de los 6.000
metros mientras que las cumbres del macizo del borde oriental solo concentran nieves por encima de
los 5.500 metros, pero el paisaje tiene caracteres glaciares. Contrariamente, las montañas del interior
de la cuenca carecen de hielos y de nieves.
Debajo del piso de las nieves eternas se extiende el desierto. En el fondo de las cubetas se
acumulan los escombros producidos por una intensa desagregación mecánica a causa del clima frío
y seco, barridos por el viento. Hay que agregar a este ambiente, poco acogedor, extensos salares.
También los desmoronamientos que descienden a las «pampas» están cubiertos de escombros. En
las cuencas alargadas no faltan depósitos eólicos que forman médanos vivos en las laderas de
sotavento, acumulaciones de cenizas, conos aluviales y costras de sales de gran espesor,
Hacia el occidente el ambiente se torna más hostil. De aquí la denominación de Puna bravía,
caracterizada por un paisaje de volcanes y productos de efusiones que se levantan sobre la alti-
planicie desnuda.
En el borde oriental de la Puna, el vigoroso macizo ha sido disectado profundamente por los
ríos, algunos de los cuales se adentran al corazón mismo de la unidad siguiendo estrechas que-
bradas, como la de Humahuaca y el Toro, para un nombrar sino las más famosas. En el piedemonte del
elevado borde puneño, estas quebradas se abren en amplios valles surcados por ríos que escurren
ámbitos de excelentes condiciones para las actividades humanas; tales los del Bermejo, Grande y
Juramento.
Al frío, la sequedad y los fuertes vientos casi constantes, la altura agrega la «puna» o «soro-
che» (mal de altura). Arreico y de suelos esqueléticos, el relieve carece de la fluidez necesaria para las
comunicaciones.
Entre el borde inferior de las nieves eternas y la cota de 5.000 m, salpican el suelo pequeñas matas
de un pasto duro llamado ichu (Stipa ichu) y cojines dispersos de yareta (Azorella yareta) que a los
4.500 metros se torna muy rala. Más abajo, sobre suelos pedregosos se encuentra la estepa de añagua
(Adesmia trijuga). Donde aflora un poco de agua por debajo de los campos de detritos se han instalado
«vegas» de vegetación cespitosa. Entre los 3.300 y 3.900 metros, en el ámbito de la Puna propiamente
dicha, los pastos duros se vuelven más densos.
Los salares están rodeados por una faja estrecha de halófilas. Más lejos, ya en las bases de las
vertientes, con mayor humedad, aparece la tola (Eupatoium species) que puede alcanzar los dos
metros de altura, a veces alternando con cortaderas.
Las quebradas tienen climas locales específicos al abrigo de los cuales alternan arbustos de la
estepa con árboles propios de la formación del monte o bosque seco. En niveles inferiores, junto al
lecho de los ríos, aparecen las higrófilas.
La uniformidad de la Puna es más aparente que real. A la diversidad de aspectos ya señalados se
pueden agregar las diferencias capitales entre Puna seca, Puna de transición y Puna salada, de acuerdo
con Bolsi.8
Es Puna seca el tercio septentrional de la unidad. La caracterizan lagunas extensas instaladas en
cuencas alargadas, por lo general. Recibe un poco más de humedad que la Puna salada, pero se vuelve
más seca hacia el sur y el oeste. La red hidrográfica es más extensa y los ríos de mayor caudal son
92
tributarios del drenaje atlántico, por medio del río San Juan, principalmente. La erosión fluvial, por
otra parte, es más efectiva por lo mismo que el nivel de base está más bajo.
La Puna de transición comparte características de la seca y de la salada. Por un lado, el relieve
formado por cuencas alargadas de dirección predominante norte-sur. Las precipitaciones alcanzan a
los 200 mm anuales aproximadamente, y la red hidrográfica está regularmente desarrollada. Se
asemeja a la salada por la proliferación de salares, el arreísmo y las formas volcánicas.
La Puna salada se distingue por la gran extensión que alcanzan los salares. Su parte occidental se
caracteriza por el predominio de formas volcánicas. En el resto, la orientación de los relieves es la
misma que en la Puna seca. En cuencas largas y cerradas se alojan salares, algunos de gran
extensión (Arizaro, 4.500 km2). Menos accesible a las masas de aire húmedo, es la parte más seca de
la Puna en general. Las redes hidrográficas endorreicas tienen un desarrollo muy pobre.
En suma, un medio inconfortable en el cual el hombre soporta grandes penurias para poder
vivir.
2. Los Andes secos, desierto de piedras, escasamente modelados por los hielos, con páramos
de altura
Con el nombre de Andes secos se agrupan aquí los paisajes de tres grupos de montañas cuyo
rasgo dominante es la sequedad. Se trata de la cordillera principal o cordillera del límite (argenti-
no-chilena), la cordillera frontal y la pre-cordillera. La primera ingresa al país, desde el oeste, al sur
de la provincia de San Juan y Mantiene su aridez en toda la provincia de Mendoza. La segunda y
tercera nacen en el borde de la puna y terminan en el río Diamante y Mendoza, respectivamente. Es
un conjunto grandioso de montañas desérticas en las cuales se yerguen las cumbres más empi-
nadas de los Andes. Tales las del Aconcagua (6.959 m), Tupungato (6.600 m). Mercedario (6.700
m), etcétera.
Las estructuras de las cadenas se ponen de manifiesto en sus caracteres geomorfológicos. La
cordillera frontal y precordillera son macizos antiguos con todas las formas propias de una montaña
de bloques cortadas en sedimentos paleozoicos de plegamiento hercínico. La cordillera principal es
un plegamiento joven del borde continental del geosinclinal andino. La principal y la frontal llevan la
impronta de actividades volcánicas que construyeron los inmensos volcanes andinos. En las dos
cadenas perduran formas simples, suaves, monótonas, pero la occidental es más áspera. Los picos
empinados y las crestas rocosas corresponden a las grandes cumbres, especialmente las labradas en
las masas eruptivas. Los valles principales, longitudinales, se orientan de acuerdo con los ejes
orográficos. Los transversales descienden de los flancos orientales de la cordillera Principal, no
disectada, razón por la cual los pasos andinos se encuentran a niveles superiores a los 3.500 me-tros
sobre el nivel del mar. En cambio, la cordillera frontal está profundamente disectada por valles
transversales estrechos de paredes abruptas, rocas desnudas de variados colores, que dan im-
ponencia y belleza al paisaje.
El desierto de piedra guarda testimonios de los hielos del pasado, parcialmente desdibujados por
la deteriorante acción del frío seco actual. Los cuerpos Pie hielo que brillan al sol, colgados por
encima de los 6.000 metros en las vertientes que miran al Norte y a los 4.000 las que miran al sur,
son escasos, pero muchos están ocultos bajo espesas cubiertas de escombros (glaciares rocosos). Las
nieves, también insuficientes, son efímeras. Puede ocurrir que no llueva una sola vez durante todo el
período de actividad vegetativa.
En ciertos lugares (Puente del Inca), las temperaturas son tan bajas como en Tierra del Fuego y en
otros (Cristo Redentor) lo son mucho más. (Tabla 1).
TABLA N° 1
Altitud MediaTemp.
Mín.(C°) Media
Localidad
Latitud m. anual abs. mensual Max. HR Hel. Precip.
Jul Ene
P. del Inca 32°49‛ 2.700 7,3 -19,1 -0,2 14,2 29,8 43 154 263
C. Redentor 32°50‛ 3.832 -1,7 -30,3 -6,9 4,1 20,2 57 319 -•-
Ushuaia 54°49‛ 21 5,6 -19,6 2,0 9,2 26,5 72 117 582
93
Sin embargo, el balance hídrico es francamente deficitario a causa de la escasez de las preci-
pitaciones y la intensidad de los vientos; pero, además, existe la sequedad fisiológica causada por
el congelamiento. Basta recordar, sobre este aspecto, que en Puente del Inca hiela 154 días en el
año y en Cristo Redentor 319. La manifestación más evidente de este clima seco y frío es la des-
nudez del paisaje. Escasea la cubierta vegetal a causa principalmente de la falta de suelos.
En la extremidad sur de estos Andes secos, a la latitud del valle del río Atuel, parte austral de
la provincia de Mendoza, la vegetación se distribuye en tres pisos fundamentales. Hasta los
1.600 metros sobre el nivel del mar penetra la provincia fitogeográfica patagónica. Desde este
nivel, hasta los 3.000 metros, se entremezclan (ecotono) las provincias patagónica y alto-andina.
En este piso la cubierta vegetal es muy abierta, es arbustiva en las laderas y mezclada con coirones
en las plani-cies. De 3.000 a 3.500 m se desarrolla una vegetación típicamente nival, baja,
herbácea, de tallos carnosos y flores vistosas. Por encima de los 3.500 m se enseñorea el páramo
andino, totalmente desprovisto de vegetación. Esta visión macroscópica esconde la existencia de
numerosos ecotonos a los cuales corresponde una riquísima variedad de plantas de singular
belleza que sólo suelen captar los muy advertidos.9 Hauman la ha descrito muy bien, pero aquí
se tomarán las especies más conspicuas.
A lo largo de los ríos existe una cinta angosta de vegetación hidrófita bastante alta,
con gramíneas, Cardamine nivalis (berro), Mimulus luteus, etc. Donde existe un poco de limo
prospera Juncus lesueurii y en otros lugares, altas y poderosas matas de Calamagrostis
eminens, Des-champsia cordillerarum, y otras. En los escasos lugares pantanosos de los valles y
alrededor de las vertientes, sobre las pendientes, aparecen diminutas praderas de una vegetación
densa, pero muy baja (menos de cinco centímetros de altura). Arriba de los 3.000 metros, en las
nacientes de los valles, al pie de las morenas, donde surgen las aguas frías de los ventisqueros
próximos, se forman pequeñas vegas, verdaderos oasis en el desierto de piedra. Hay que
agregar aquí juncáceas Oxychloe (Patosia) clandestina y Andesia bisexualis, formando grandes
cojines convexos, Plantago barbata var caespitosa, Acaena caespitosa formando matas densas
hemisféricas, Senencio cha-maecephalus, cuyos gruesos capítulos amarillos están sentados en
medio de una roseta foliar, y la calicerácea Boopis agglomerata, cuyas inflorescencias blancas
forman como una flor chata y rodeada de hojas depositada sobre el suelo.
Los elementos característicos de los valles y pie de las pendientes son algunos arbustos como
la Adesmia pinifolia, la leña amarilla (2.200 a 3.000 m), acompañada por Ephedra americana
var andina (hasta 2.800 m), etc. y como herbáceas Bromus macranthus, Astragalus
cruckshankii de flores azules, varios Senecio subarbustivos o herbáceos en lugares abrigados del
viento. Rastreras son Tropaeolum polyphyllum y Mutisia taraxacifolia, verdaderas bellezas
florales de la región.
El elemento predominante en las pendientes es la Adesmia trijuga, subarbusto que forma
matas redondas y grisáceas (hasta 3.300 m), acompañado por algunas gramíneas (Stipa speciosa,
Poa chilensis, Hordeum cosmosum), la hermosa Loasácea urticante de grandes flores
blancas Cajophora coronata, y otras.
Entre los 3.000 y 4.000 m, sobre las cumbres, en las nieves y hielos perpetuos existen las
especies andinas más características. En primer lugar, subarbustos enanos, formando cojines o
alfombras, Adesmia hemisphaerica, A. subterránea (cuerno de cabra), Oxalis bryoides y Verbena
uniflora formando un césped muscoide sobre el cual nacen las flores, respectivamente amarillas y
azules.
Entre las herbáceas merece especial mención la calcífera Hexaptera cuneata (2.000 a 4.200
m) en el límite superior de la vegetación, varias Calandrinia, portuláceas de flores frágiles y
vistosas, Astragalus oreophilus, varias plantas en roseta; las extrañas ranunculáceas Barneoudia
chilensis y B. major, cuyas flores azuladas o amarillas atraviesan la nieve a punto de derretirse.
Pero es en las inmensas acumulaciones de rocas de los rodados y morenas movedizas donde viven
las especies más extrañas. Los tallos delgados, ocultos entre las rocas, se alargan hasta llevar a la
luz sus hojas, a menudo arrosetadas, y sus flores: Calandrina pieta, Chaestanthera acerosa,
Nassauvia lagascae, etc.
La precordillera, entre la cordillera frontal y las sierras pampeanas, a veces separada de una
y otra por bolsones, alcanza alturas de 4.000 m. Posee escasas cumbres, predominan las cimas
94
redondeadas, los domos anchos de gran abovedamiento propios de la antigua penillanura. Bajo
un clima muy árido, faltan las nieven y los hielos. El escurrimiento es pobre pero con torrentes
de fuertes crecidas en ocasión de lluvias intensas de verano. Las aguas se pierden en las
pendientes áridas o se insumen en las playas de los bolsones luego de atravesar los glacis.
Carece de una formación vegetal que le dé un carácter paisajístico propio. Está invadida desde
el norte y sur por las estepas puneñas y patagónicas, respectivamente desde el este entra el monte
serrano. La estepa arbustiva alcanza su mayor desarrollo en los piedemontes, valles y quebradas
donde se encuentran hasta bosquecillos de arbustos altos y árboles espinosos.10
3. Las sierras pampeanas, macizos antiguos y bolsones, boscosos unos y esteparios otros.
Las sierras pampeanas son, geomorfológicamente, macizos antiguos, montañas de bloques,
como la cordillera frontal y precordillera, tan nuevas como la cordillera principal, no obstante
la antigüedad de los materiales que la componen.
La ubicación de las montañas dentro de una categoría geomorfológicamente conocida (maci-
zos antiguos) y la denominación de bolsones para los espacios intermedios, también incorporada
al vocabulario geomorfológico específico, eximen de consideraciones esenciales relativas al tipo y
la morfogénesis.
En suma, se trata de un conjunto de bolsones e islas cristalinas cuyas penillanuras se elevan a
diversas alturas y sobre las cuales suelen erguirse cumbres. Estas montañas se vinculan a las
llanuras por glacis. Hacia los bolsones lo hacen en la misma forma, a través de «bajadas» que
enlazan las montañas con las «playa» sobre las cuales se han formado lagos o pantanos, gene-
ralmente salares («chotts»), rodeados de médanos. Estas formas constituyen una manifestación
clara de aridez a la cual responde una red hidrográfica densa pero pobre en aguas. Los cauces son
anchos, pedregosos, ordinariamente están secos o se insumen rápidamente a la salida de la
montaña que los nutre. Son verdaderos torrentes que en ocasión de las lluvias estivales ocasionan
grandes crecidas. De todos modos, existen cursos de jerarquía, colectores, que tienen niveles de
base interiores, aunque también algunos llevan sus aguas al mar.
Dispersas en un espacio muy amplio (provincias de Tucumán, Santiago del Estero,
Catamarca, la Rioja, Córdoba, San Luis, San Juan), presentan características muy variadas. Las
alturas van desde pocos metros sobre el nivel del mar a 6.200 m. (Nevado de Famatina), en la
extremidad septentrional de la unidad, donde, como dice Frenguelli, las «moles grandiosas y
grises de los bloques, de líneas simples y macizas, de vez en cuando interrumpidas por los
perfiles abruptos de batolitos y apófisis graníticos, contrastan con la carga sedimentaria plegada
en sus quebradas y vertientes, roja o policromo, de rasgos sumamente complicados y esbeltos; y
con éstos, el fondo de los bolsones tendidos hacia el sur cada vez más amplios, crispados de
arenales o igualados por la desolación de las salinas».11 De acuerdo con la altura, exposición y
formas de las montañas varían los suelos (arenosos, rocosos, limosos, salinos, arcillosos,
cenagosos; etc.) y también se multipli-can, en íntima relación, los climas locales y hasta los
micro-climas. En cortas distancias varían mucho la humedad, precipitaciones y temperaturas. De
aquí la existencia de una «flora muy rica y variada, con elementos venidos de regiones más cálidas
o más frías, más secas o más húmedas». Tendremos, mientras no aumente mucho la altitud,
asociaciones de carácter subtropical, unas casi mesofíticas, otras intensamente xeromorfas, y
asociaciones de carácter templado o templado frío en las partes más elevadas.
Desde el punto de vista de la vegetación, las sierras pampeanas, correspondientes a la pro-
vincia chaqueña y la provincia del monte, son muy complejas. Las combinaciones
geomorfológicas, edafológicas y climatológicas explican la variedad de especies y la
distribución de numerosos cuadros fitogeográficos. En primer lugar, es necesario distinguir los
ambientes de los bolsones de los de las sierras. Los primeros se diferencian por el carácter
xerófilo de la vegetación rala que cubre parcialmente los suelos arenosos y guijarrosos.
Individualiza al monte, formación muy ex-tensa y variada, el chañar, la jarilla, la brea, la tusca, el
espinillo, mientras que el bosque chaqueño tiene como representantes más típicos al quebracho
colorado santiagueño, el quebracho blanco, el guayacán, el palo borracho, además de grandes
95
cactáceas. Las gramíneas reverdecen y empinan sus penachos blancos en los ambientes húmedos a
lo largo de algunos cursos de agua. En los suelos salinos solamente hay vegetación halófila
representada por el jume y cactáceas (cereus), y en los campos arenosos las psamófilas. En los
salares mismos, la vegetación desaparece. El monte penetra en la montaña como bosque serrano.
En las laderas, con variantes según exposición al este u oeste, crecen los algarrobos, los molles,
mistoles, tala y piquillín; también los cardones gigantes. «El bosque serrano adquiere particular
exuberancia en las quebradas húmedas, recorridas por cursos de agua, formando verdaderos
bosques galerías, de tipo casi subtropical, com-puestos por el manzano de campo (Ruprechtia
coryfolia), tala, molle, algarrobo y el coco (Pagara coco). En algunos sitios, por la humedad de
los árboles, crece una vegetación casi higrófila, compuesta de musgos, bromeliáceas, hierbas
tiernas (Oxalis, Bowlesia, Parietaria, etc.) y helechos delicados como los culantrillos (Aplenium
cuneatum, A. chilense, Blechnum hastatus, Woodsia, Cystopteris y Musgos). Entre las rocas
puede encontrarse la bromeliácea Puya spatahcea. El manto, de vegetación dibuja, entre los
trapecios del frente de montaña, la cuenca de recepción y el canal de descarga de los torrentes;
pero se detiene, después del piso del tabaquillo, para ceder paso a las Stipas, en el sector de
surgencias y de las penillanuras.
«Algo más allá de las quebradas, existen espacios fértiles con prados de altas gramíneas al-
ternando con molles aislados y un sinnúmero de arbustos y herbáceas de flores vistosas, entre las
cuales cabe señalar la peperina (Bistropogon mollis) etcétera».
«Entre las orófilas fijadas a las rocas en paredes verticales pueden mencionarse los claveles
del aire (Thillandisias div. esp.), de las cuales algunas especies son indiferentemente saxícolas o
epífitas.
«Sobre los conos de deyección pleistocénicos los árboles más comunes son la tusca (Acacia,
lútea. Mili.) el peje (Jodina rhombifolia, Hoock et arn.), la brea (Cercidium australe, Johnst.), el re-
tamo (Bullnesia retamo, Gris) y el manzano del campo. Además alternan algunos templares del
bosque serrano». En ciertos hilares la nota más característica la ponen las palmeras caranday
(Trithrynax campestris).
El distrito chaqueño-serrano se enseñorea, en condiciones favorables, en las penillanuras.
Arriba de los 1.500 a 2.000 m por lo común hay estepas graminosas con especies herbáceas ex-
clusivamente.
En suma, una extensa unidad de variadas formas físicas y biológicas que condicionan una
multiplicidad de ambientes donde predomina la aridez, y una multitud de oasis de piedemonte, muy
humildes, alternan con quebradas y valles de singular belleza con cierta opulencia turística.13
de rodados, gravas, arenas libres o cementadas, conocidas como rodados patagónicos o rodados
tehuelches.
Los Patagónides, mezcla de montañas plegadas en sedimentos mesozoicos y planicies en
bloques antiguos, constituyen un hecho singular en el ámbito de las mesetas cuya monotonía
quiebran. Son de modestas alturas (1.000 a 1.600 m).
Las depresiones («bajos») y las cubetas cerradas parecen de origen tectónico luego rellenado
por material acarreado por las aguas y finalmente despojado de los elementos finos por el viento,
acentuando la depresión. Un origen semejante pueden tener las cubetas cerradas, de formas y
dimensiones variadas, poca profundidad, pendientes suaves o escarpadas, de las mesetas. Las
aguas se acumulan en éstas formando lagunas que en verano se transforman en salares y hasta
pueden ser ocupadas por verdaderos lagos, como el Colhué Huapi y el Musters.
Las costas, maduras, adaptadas a la acción del mar, presentan trazados regulares en arcos
cóncavos y convexos, extensos acantilados o sucesión de ellos separados por valles fluviales, a
veces secos, coronados por médanos y vegetación pobre. Los acantilados, desmoronados por el
mar, forman mantos de rodados, gravas y arenas. Entre los accidentes menores, proliferan senos,
bahías, caletas, estuarios, playas, etc. Las grandes mareas constituyen un inconveniente para la
instalación de puertos.
Domina el aire heterogéneo del Pacífico, sensiblemente modificado por la montaña. Es frío
y seco, en general, y no existe el verano térmico. El porcentaje de nubes es bajo, los cielos claros y
el foehn de altura es frecuente. En el centro de las mesetas, Colonia Sarmiento es buen ejemplo del
clima. La temperatura media es sólo de 11o, la máxima absoluta de 38o y la mínima absoluta de
20° bajo cero. Las precipitaciones son muy escasas en todos los meses del año y el máximo
corres-ponde al invierno (mayo-agosto). El total es de 142 mm. Los vientos del O son casi
permanentes (450%o).
Bajo tales condiciones climáticas no se forman cursos de agua. Pero cruzan las mesetas ríos
alóctonos que por sus dimensiones, volumen de agua que arrastran y belleza, constituyen motivo
de asombro. Se alimentan en las cuencas montañosas y están regulados por lagos de diversos
tamaños, algunos de los cuales son realmente enormes. Sortean difícilmente el relieve de piede-
monte; luego atraviesan las anchas mesetas sin recibir casi aportes fluviales. Sus valles anchos y
profundos están parcialmente ocupados por lechos ordinarios estrechos, por los cuales fluyen
aguas claras decantadas en los lagos. Terminan, finalmente, en estuarios afectados diariamente
por las mareas que alcanzan alturas considerables. No todos se vuelcan hacia el Atlántico; algunos
lo hacen en el Pacífico.
A los cambios geomorfológicos y climáticos van unidos los edáficos y fitogeográficos.
Las plantas se encuentran adaptadas a condiciones muy severas. Se trata de arbustos enanos
con aparatos subterráneos, ramas cortas y apretadas, áfilas o con hojas pequeñas, coriáceas o
espinosas, casi siempre revestidas de resina o pelos lanosos. En conjunto forman matas
homogéneas más o menos densas, que alcanzan, según las especies, alturas de 2 a 3 cm hasta
cerca de un metro. Es el dominio de la estepa.
Las asociaciones vegetales, vinculadas a los suelos y la topografía, más conocidas son las
siguientes: 1) arbustivas, asociadas a los suelos pedregosos y arenosos. En las cimas y crestas de
los cerros la vegetación herbácea es rala (estepa semidesértica); en los barrancos («cañadones»)
secos, mejor defendidos del viento y con más humedad, las hierbas se entremezclan con arbustos,
presentando un aspecto semejante al monte. Los valles, donde pequeños cursos de agua forman
pantanos, están cubiertos por densas praderas de gramíneas y ciperáceas (vegas) o poligonáceas
(lengua de vaca, Rumex crispas). A veces existen charcos y lagunas con plantas acuáticas. En
suelos bajos y salados crece una vegetación halófila, de plantas carnosas generalmente con hojas
crasas o muy reducidas.
La extremidad norte de la región es una mezcla de Patagonia y pampa, estepa y monte, bajo el
dominio del aire subtropical atlántico del NE, es decir una unidad de transición entre dos
ambientes naturales distintos.
Los procesos morfoclimáticos de la pampa se superponen a los de la Patagonia. El paisaje
comienza a tomar estilo pampeano. Pero su escasa extensión y transformación paulatina no incide
97
Argentina húmeda
enredaderas. Más abajo está ubicado el piso de los árboles cuyas alturas oscilan entre 3 y 10 m, tales
la yerba mate o palo yerba (Ilex paguariensis), a veces helechos arborescentes como el chachí.
En el nivel inferior crece un estrato arbustivo, con ortigas gigantes y cañaverales, a veces de gran
altura, con bambusáceas, tacuarembó o tacuara mansa, tacuapé, yeteró, etc. y una graminácea
gigante, tacuaruzú, que suele alcanzar hasta 30 m de altura. En último término, en ambientes umbríos,
a ras del suelo, el estrato herbáceo de helechos begonias. No faltan los hongos, musgos y líquenes.
Además, proliferan trepadoras de flores multicolores, epífitas tales como el caraguatá, güembé, clavel
del aire y las orquídeas. Pero la selva, desde hace más de un siglo, va siendo objeto de la acción del
hombre ya sea por la madera como por la necesidad de abrir claros para practicar otras actividades,
comenzando con la agricultura. La reposición de árboles con especies maderables no logra cubrir los
claros.17
El resto de la mesopotamia no es una llanura aluvional como la clásica, sino una altiplanicie
arenosa, de escasa elevación reciente. En ella se ha impreso, como consecuencia especial del
clima, una red muy densa de ríos, arroyos, lagunas y esteros. Si bien las pendientes son escasas,
frecuentes afloramientos de rocas duras (meláfiros) dan lugar a rupturas del perfil de equilibrio en los
cursos de agua, que originan torbellinos, «correderas» y cataratas, algunas de gran magnitud y
extraordinaria belleza, como las del Iguazú. Los bosques en galería, de ríos y arroyos, contribuyen a
realzar el paisaje.
De norte a sur, se distinguen tres paisajes singulares: los esteros correntinos, la planicie en-
trerriana de suaves lomadas y el delta del Paraná.
Los esteros constituyen el rasgo dominante de la provincia de Corrientes.
Se trata de una planicie baja y escasa pendiente, anegadiza, sembrada de esteros (pantanos) y lagunas,
orientadas de NE a.SO, entre lomas de arena, bajas pero hasta de cien kilómetros de largo.
Las cuencas fueron excavadas por las aguas en una altiplanicie arenosa levantada por movi-
miento epirogénico. Hoy están colmadas por las precipitaciones que oscilan entre 1.100 y 1.600 mm
anuales.
Elementos esenciales del paisaje, los esteros suelen tener, a veces, grandes extensiones,
como el Ibera, de 20.000 km2. Son más profundos, pero menos numerosos, en las estaciones llu-
viosas, por cuanto entran, por derrame, en coalescencia más de uno de ellos. «Las aguas pro-
fundas, que llegan hasta cuatro y cinco metros, se muestran como órbitas despejadas (“canchas”)
algunas de las cuales tienen los fondos arenosos libres; pero, en general, habita en ellas una ve-
getación sumergida sólo visible en épocas de bajante. Extensas colonias de camalotes flotan en las
aguas con profundidad de dos a tres metros y no es raro encontrar en ellas enormes y hermosas hojas
de Victoria regia Frecuentemente las plantas acuáticas entrelazan raíces y tallos en tan grandes
extensiones, que parecen praderas flotantes (“embalsados”) y retienen los detritos arenosos e
incrementan por floculación su masa compacta junto con el depósito de las partes muertas de las
plantas. En la mayoría de los esteros, con menos de dos metros de profundidad, se des-arrollan
pajonales donde se apretujan totoras (Cyperus giganteus)».
«En las lagunas y esteros penetran lenguas de tierra no inundables pero de poca altura sobre las
aguas ('rincones') y originadas por antiguos bancos de arena consolidados por la vegetación
herbácea, de tal manera que permiten la instalación de árboles. También son numerosas las islas
dispersas que levantan su relieve semejante a un lomo levemente emergido, alrededor de un metro,
sobre la superficie palustre. Ombúes, ceibos y talas dominan en su centro tacuarales en sus alre-
dedores y cortaderas en las proximidades de las playas. Los juncales se afirman en los cienos
periféricos y sólidos embalsados, debajo de los cuales circulan l as aguas, permiten caminar sobre
99
7. Lomadas entrémonos
La meseta correntina se levanta al sur de los esteros. Se trata de una formación dura demeláfiros
y sedimentos del cretácico superior y del terciario con cerros de areniscas resistentes aislados.
Con pendientes al este, oeste y sur, se prolonga en este sentido por Entre Ríos y se bifurca en lomas
("cuchillas") separadas por valles que llevan una frondosa red hidrográfica. Se levantan, a veces,
100 metros sobre el nivel del mar, con solo una altura relativa de diez metros.
Un perfil transversal en el sentido de los paralelos pone de relieve una provincia de ondula-
ciones suaves (lomas chatas y valles anchos) cuyas grandes líneas fueron dadas por movimientos
tectónicos. Pero el modelado actual del paisaje es obra, principalmente, de las aguas. Bajo un
régimen de precipitaciones que, desde el paralelo 31° al sur es de 900 mm anuales, bajo un clima
templado (18°a 20°) y muy húmedo, los suelos son muy variados, pero, en general, espesos y
negros. «El paisaje contiene un monte de algarrobos, ñandubay, talas (Celtis tala) (Acacia caven),
etc. que alcanza entre cinco y seis metros de altura y abundantes enredaderas abrazadas a los
troncos como en la llamada selva de Montiel. Grupos casi puros de yatay (Cocos yatay) se disponen
hacia la galería uruguaya, como en el hermoso palmar de Colón y palmeras caranday se acumulan a
lo largo del Paraná».19
En el norte, hasta el Río Bermejo, el bosque, o selva formoseña como se acostumbra a llamarla,
siempre verde, es denso, enmarañado, variado, con hierbas, malezas y trepadoras. No tiene la
exuberancia del misionero y presenta claros en los suelos salinos o anegadizos. Se destacan, como más
conspicuos, el timbó, la tipa colorada, el biraró colorado, el palo blanco, el laurel, cebil, lapacho y
quebracho colorado. Además, palmeras yatay, pindó y la palma blanca (Copernicia australis),
Al sur del Bermejo, en tierras menos húmedas, reina el bosque chaqueño, más xerófilo. La
disminución de especies revela la existencia de condiciones climáticas menos favorables. Falta la
maraña propia del bosque húmedo. Su límite sur está dado, aproximadamente, por el paralelo 30° y el
meridiano 64°. Tal cual lo ha descripto Daus, se trata de una formación arbórea de talla mediana (12 a
15 m) con claros denominados «abras». Cuando estos claros no corresponden a esteros poseen una
vegetación herbácea propia de la estepa arbolada. Se empobrece, junto con las pre-cipitaciones, de NE a
SO y en algunos sectores de su extremidad austral predomina la estepa y el bosque forma isletas
configurando el parque natural. Con la sequedad se incorporan al paisaje cactáceas de gran tamaño.
Entre los árboles se destacan el quebracho colorado, chaqueño y san-tiagueño, palo santo, guayacán,
timbó blanco, laurel amarillo, biraró, palo borracho, etc. En la zona más seca prosperan el algarrobo,
tala, ñandubay y el itín o jacarandá y entre las cactáceas de gran corpulencia, ucle y quimili. En los
espacios abiertos se encuentran matorrales formados por el chaguar o caraguatá y palmeras.
Finalmente, el parque santafesino, compuesto por manojos de árboles de reducida extensión en
medio de la planicie herbácea, las isletas. Se componen, principalmente, de chañares, arbustos xerófilos
y palmeras caranday.
Entre los 30 y 32° de latitud sur el Chaco cede lugar a la pampa, aunque los caracteres esen-ciales
de uno y otro se entrecruzan en esa ancha franja, a ambos lados del río Salado.
10. La pampa, llanura sin árboles, muy modificada por la actividad humana
Con la misma asombrosa uniformidad topográfica que el Chaco, rasgo esencial de la llanura
argentina, la pampa se distingue de él por la falta de árboles.
De acuerdo con Parodi, «es una dilatada llanura herbosa, originalmente sin árboles, en ciertos
lugares perfectamente horizontal, en otros suavemente ondulada, apenas quebrada en las cercanías
de los pocos arroyos que la cruzan, y excepcionalmente accidentada en la región de las sierras
bonariensis. El suelo está casi a nivel del mar; su altura fluctúa entre algunos metros en la zona litoral y
unos cien a pocos más metros en la región occidental y en los valles serranos».
«Ocupa una superficie de 430.000 km2 y comprende casi totalmente la provincia de Buenos
Aires, el Sur de Santa Fe, el Sur y Este de Córdoba, una estrecha zona oriental de San Luis y el noroeste
de la gobernación de la Pampa».21 Si bien el autor se refiere sólo al ámbito de la estepa pampeana, esta
coincide bastante bien con la pampa. Muchos autores la prolongan más hacia el oeste pero, en verdad, la
extienden a dependencias de los piedemontes de macizos antiguos.
Como bien lo ha hecho notar Enjalbert: «Se trata de un país de limos y de loes pero extendido en
una inmensa planicie cuyo trazo original, desde el punto de vista del modelado, es la ausencia de drenaje,
no obstante la abundancia de precipitaciones todo el año, aunque al Sudoeste el clima se degrada y las
lluvias escasean». En suma, con palabras de Enjalbert, la pampa argentina es un «país de arreísmo
húmedo», sin cursos de agua, sobre todo a partir de la deposición del loes más reciente (período seco del
pleistoceno). No existe, no obstante su con traste con los ríos Paraná y Plata, una red hidrográfica bien
jerarquizada, con lechos fluviales bien diseñados. De allí que el hombre ha incorporado a su
paisaje, canales de drenaje artificiales. A las contradicciones de humedad y arreísmo, carencia de
canales naturales y presencia de canales artificiales, hay que agregar los contrastes frecuentes de
pantanos y praderas inundadas en sectores húmedos con campos de dunas, verdaderos chotts.22
No obstante la uniformidad topográfica y herbácea, y la escasez de energías de los procesos
morfogénicos por la falta de pendientes, existe en la pampa una gran variedad de ambientes físicos
cuyos caracteres esenciales fueron señalados en una lista muy prolija de ellos hecha por Gaiganard (Fig.
28:1) macizos antiguos (afloramientos de zócalo); 2) pampa ondulada (vallonnce); 3 pampa deprimida,
con lagos y lagunas del Salado superior; 4) pampa deprimida de las praderas inundables atlánticas; 5)
depresión central de los lagos, lagunas y pantanos (pampa de las lagunas); 6) pampa encostrada
intermontana; 7) pampa meridional del litoral atlántico; 8) pampa encostrada (causse) de Bahía Blanca;
101
9) pampa occidental de los «valles» con dunas y mesetas encostradas; 10) pampa limosa
encostrada; 11) pampa occidental semiárida de las arenas gruesas, con dunas vivas; 12) pampa
occidental de las arenas, del caldén y de los bloques meridianos; 13) pampa con cobertura arenosa
de la invernada; 14) pampa de las expansiones fluvioeólicas (lagunas y pantanos de las arenas) del
sureste de Córdoba; 15) pampa de las arenas y limos de Córdoba-Santa Fe; 16) domo meridiano
(bloque levantado de la pampa); 17) dorsal de las colonias septentrionales drenadas hacia el Salado;
18) zona de subsidencia y de expansión salada de Mar Chiquita-Río Dulce; 19) pampa con dorsales
drenadas y fondos inundados del norte de Santa Fe (bloques meridianos), entre el Salado y el Paraná;
20) lecho mayor inundable del Paraná; y 21) colinas meridianas de Entre Ríos drenadas hacia el sur-
sureste.23
La estepa pampeana está circundada, en parte, por un anillo arbóreo correspondiente al bosque
ribereño del Paraná y del Plata, y el monte de Santa Fe, Córdoba, San Luis y la Pampa. El litoral
atlántico carece de formaciones arbóreas. Las variaciones del clima, en general benigno, y las
diferencias edafológicas explican las variaciones espaciales de la vegetación, especialmente la
ausencia de árboles en el ámbito de la estepa.
El régimen dé precipitaciones (primavera-otoño) impone a. la vegetación un reposo estival que se
acentúa al sur y oeste debido a la mayor sequedad del clima. El descenso de temperatura en el invierno
favorece el balance hídrico; por eso la vegetación está más verde en esta estación que en el verano. Es
precisamente este reposo estival el que diferencia la estepa de la pradera verde todo el año.
102
La zona del cebil se desarrolla en llanuras y valles cuya altitud no supera los 1.000 m. Las
precipitaciones no alcanzan a los 1.000 mm anuales, y se concentran en los calurosos veranos. La
primavera es húmeda; los inviernos suaves y muy secos, con algunas heladas. Es una zona de
transición entre la provincia fitogeográfica chaqueña y la franja del laurel y de la tipa. La vegetación
natural ha sido muy modificada. Es probable que el aspecto de «parque», y la pradera, sea for-
maciones artificiales debidas al desmonte o a la acción del ganado. Caracteriza a la franja el cebil
(Mimosoidea piptadema). No faltan especies chaqueñas tales como las de Ruprechtia (biraró,
sachas manzana, duraznillo), urunday (Aistroniam urundeuva), etc. Son propios de la zona
algunos arbustos hermosos como la begoniácea que abunda a orillas de los arroyos, el garrache
(Stenolo-bium), varias Solanum y grandes compuestas. Aunque escasas, no faltan las lianas.
La zona del laurel y de la tipa se desarrolla en las vertientes orientales de las montañas, hasta
1.200 m de altura en el sur y 1.500 en el norte, bajo un clima caluroso con lluvias muy abundantes.
Por su belleza puede competir con la selva misionera. Tiene todas las características de las selvas
tropicales, como se las describió en Misiones: complicada estratificación de los árboles, arbustos y
plantas herbáceas, lianas y plantas epífitas. Los árboles mayores, que raras veces pasan los 25 m de
altura, son el laurel tucumano (Phoebe porphyria), la tipa (Tipuana tipu), el cedro (Cedrela
lilloi), el lapacho (Tecoma avellanedae), etcétera.
La zona del aliso y de los prados de altura, bien descrita por Haumann, sigue a un proceso de
degradación de la selva higrófila, la cual en su parte superior se va empobreciendo, a medida que
con la altura disminuye la temperatura, mientras van apareciendo nuevos elementos. La más
notable es la bambusácea caña tacuara (Chusquea lorentiziana), de 4 a 5 m de altitud.
Pero pronto quedan atrás todas las especies que requieren mayor calor y aparece el bosque
templado, menos denso y alto, con pocas epífitas, casi sin lianas y muy pobre en especies
arbóreas. El elemento dominante, casi único, es el aliso (la betulácea Alnus jorullensis), un árbol
no muy alto ni corpulento de hojas caducas que forma bosquecillos bastante espesos los cuales
llegan hasta los 2.300 a 2.500 m sobre el nivel del mar, en las pendientes más abruptas y
expuestas a los vientos. Con él conviven pocas especies arbóreas y son escasas las enredaderas
mientras sobre el suelo numerosas especies herbáceas, altas o Bajas. Entre las epífitas solo
abundan las Tillandsia usneoides, grandes musgos y líquenes. Hacia el límite superior aparece
otro singular de la formación, la rosácea queñoa (Bolylepis australis), árbol pequeño con
frecuencia torcido y achaparrado por efecto de los vientos.
En cuanto a los prados, si bien alcanzan alturas mayores que los bosques (hasta 3.500 m),
alternan con ellos en los pisos bajos, donde, no pueden prosperar los árboles por causa de los
vientos violentos o donde los suelos no son buenos para las hierbas.
Más arriba de la zona del aliso y los prados domina el páramo o desierto de montaña, (la puna).
En suma, una zona compleja, pero de una gran belleza natural, con multiplicidad de verdes
sobre el rojizo de los suelos.
12. Los Andes húmedos: plegamiento joven modelado por los hielos y con bosque húmedo
Los Andes húmedos constituyen, sin lugar a dudas, la unidad paisajística más bella de Argen-
tina. Sus bosques siempre verdes encierran lagos y cubren faldas de montañas sobre las cuales
sobresalen cumbres nevadas.
Son más bajos que los Andes secos. El término medio altitudinal es de 2.500 m sobre el nivel
del mar, pero con cumbres como las del Fitz Roy es de 3.375 m, el Tronador de 3.554 m y el San
Valentín de 4.058 m.
Desde su extremidad norte a los 39° de latitud sur, las nieves se presentan cada vez a menor
altura, a la vez que aumentan el número y extensión de los cuerpos de hielo. Muchos lagos se
nutren de la fusión de los hielos, las nieves y de lluvias. Abundan los ríos afluentes y los emisarios
que integran colectores tributarios del Atlántico o del Pacífico.
Gigantescos glaciares componen el denominado campo de hielo continental patagónico, de
400 km de largo por 50 a 80 km de ancho, situado entre los paralelos 49° y 51°. Emiten lenguas
de hielo que alcanzan lagos Cuyas cuencas son obras de procesos glaciares. Las cuencas lacustres,
105
alargadas, ramificadas, son muy extensas y profundas. El Nahuel Huapi, por ejemplo, tiene más
de 500 km2 y 430m de profundidad
Lo más singular de estas montañas, vistas desde los Andes secos o las mesetas patagónicas, es el
bosque siempre verde, en un ambiente frío y húmedo. Es que las precipitaciones superan los 2.000
mm; llegan hasta los 6.000 mm, con una gran frecuencia durante el año. Por otro lado, las
temperaturas son bajas: en el mes de enero oscilan entre 16° y 14° en el norte, y los 12° y 10° en el
sur y en invierno van de los 4° a los 2o como término medio; en virtud de esto, el balance hídrico es
positivo gran parte del año, con un pequeño déficit en un corto período cálido del verano.
En consecuencia, se trata de un bosque higrófilo siempre verde según se dijo, con árboles que
alcanzan los 25 m de altura en la extremidad norte de la unidad (provincia de Neuquén) y los 60 m
en la del sur (provincia de Santa Cruz) .Este bosque cubre las laderas de las montañas casi hasta el
borde inferior do las nieves permanentes. Su composición varía con la latitud y con la altura. Las
tres partes en que lo han dividido los botánicos han sido bien descritas por Difrieri:
Hasta los 43º 30' de latitud sur, en un a faja de unos 40 km de ancho, con precipitaciones de
hasta 3.000 mm producidos en 200 días, nubosa, con alta humedad relativa y fuertes
vendavales, los árboles dominantes son: roble (Nothofagus oblicua), cohué (Notofagus
dombeyi), raulí (Notofagus procera) y lingue (Persea lingue). Esta cubierta vegetal alterna con
bosques puros o pinares de pehuén o pino del Neuquén (Araucaria araucana. Araucaria
imbricata). Los alerces crecen hasta los 1.000 m. A partir de los 44°, el bosque se empobrece en
especies, «son más abundantes las turberas y numerosos glaciares de valles se abren paso a
través de los bosques, cargados de morenas laterales mezcladas con despojos de la vegetación.
Densos e intrincados son los estratos arbustivos con abundantes espacios turbosos que se
salvan mediante caminos de troncos ('planchados') y pequeños pero numerosos torrentes
('chorrillos') bajo las sombras constantes se despeñan bajo túneles de plantas jugosas o se
deslizan bordeados de gruesos colchones de musgos totalmente embebidos. La selva crece
entre una capa de árboles derribados por los fortísimos vientos y acumulados con frecuencia en
caóticas barricadas impenetrables. En esos ambientes sombríos y húmedos se exhiben enormes
helechos, prosperan hongos y líquenes, parásitas y epifitas trepan por las arboladuras en un
clima donde la vida activa de la vegetación no se detiene, pues el régimen marino corrige las
amplitudes propias de la latitud. Los árboles dominantes son el guindo (Notofagus betuloides), el
canelo (Drymis winteri) y la lenga (Notofagus pumilio), de hojas caducas verde azuladas que
en el verano toman un color rojo. El canelo de hojas grandes coriáceas se reúne en grupos
salteados que se distinguen por el agradable aroma difundido entre ellos en los días de sol».25
El Parque Nacional Nahuel Huapi resume, en cierta medida, todos los atributos que distinguen
el paisaje de los Andes húmedos. Abarca «una extensa superficie, y sus lagos y ríos que se pre-
cipitan en cascadas, así como las altas cadenas de montañas nevadas, los grandes bosques
centenarios, o la imponencia de los glaciares, en lento pero incontenible avance a través del
tiempo, son partes de un espectáculo de grandiosidad inusitada, [...] un verdadero microcosmos de
en-cantadores atractivos. Sus costas, con penachos de bosques que llegan hasta las orillas del
agua, sus penínsulas en miniatura, y las bien protegidas bahías con pequeños y pintorescos puertos
semejan, [...] el fabuloso viaje a través del Egeo mitológico.
"En Nahuel Huapi, como en una suma cosmológica, está presente la naturaleza prístina en toda
su grandiosidad y esplendor. Todo el ambiente parece entretejido con sus lagos, ríos, cadenas
montañosas, valles, volcanes, bosques, praderas" 26, para provocar en el espectador una gama de
profundas emociones.
13. Tierra del Fuego: Andes boscosos y planicies esteparias en la isla modelada por los hielos
Desde el meridiano 68° 36' 38", hacia el este, entre el canal de Beagle y el Atlántico sur, la Isla
de Tierra del Fuego es argentina.
106
Apañe de la insularidad, sin duda, los rasgos físicos de primer orden los constituyen la cordillera
de los Andes —aquí orientada de oeste a este— y las planicies del norte, ambas modeladas por
los hielos pleistocénicos.
Los Andes, de no más de 1.500 m de altura sobre el nivel del mar, alternan con canales y
lagos, cuyos cauces y cuencas fueron labrados por los hielos. Tales el Canal de Beagle y el lago
Cami, siendo éste el mayor de la isla.
De la potente glaciación que afectó a la isla son testimonios diferentes formas de erosión y
acumulación (circos, bermas, morenas, etc.); sólo quedan pequeños restos de hielo,
especialmente en la vertiente sur de la cordillera, El extenso piedemonte septentrional, cuyos
depósitos fluvio-glaciares se extienden hasta el valle del Río Grande, es una unidad complicada.
Disectada por los cursos de agua, está salpicada de colinas moreníticas entre las cuales
alternan verdes praderas con el rojo de los turbales de spagnum.
Las diferencias morfológicas de esta vertiente, respecto de la meridional, van acompañadas de las
climáticas y edafológicas y, consecuentemente, fitogeográficas.
El clima de los Andes es frío, especialmente en las largas noches de invierno, y húmedo. El
tiempo, dominado por las depresiones subpolares, es ventoso y variable, con nieblas, lloviznas y
nevadas, particularmente en los niveles superiores de la montaña.
Sobre suelos ácidos, con variados índices de podzolización, el bosque tiene tonalidades
cambiantes según la estación. Siempre de aspecto frío y solemne, en otoño «es más llamativo, por el
contraste que ejerce el follaje morado de las langas o el amarillo dorado de los ñires, frente a las
rocas oscuras y el blanco purísimo de la nieve».
«El bosque caducifolio de langas y ñires, se opone a la franja siempre verde del bosque
lluvioso de canelos, maitenes (leña dura) y coihues del Sur (o juvido)».
«En el límite de la vegetación (600 a 800 m) de altura, los ñirentales, flexionados bajo el peso
de la nieve invernal, protegen los bosques inferiores de aludes y deslizamientos».
«El calafate abunda en diversos ambientes; en los sotobosques de los lengales crecen mata
negra, chaura, parrilla y otras herbáceas y gramíneas. En los suelos empapados y turbosos pros-
peran el pangue magallánico, el junco, el Senecio y los cojines de musgos y helechos».
«Por su parte, la tundra de altura, musgos y líquenes anuncia el desierto níveo».27 Pero el
bosque languidece en parte por causas naturales y en parte por descuido o mal uso. Como bien lo
describió Difrieri, grandes extensiones están cubiertas por los troncos y ramajes pelados de los
árboles muertos por causa de aludes o ahogados por las aguas de deshielos o elevaciones del
nivel del agua subterránea.
Inmensas extensiones de consociaciones de ñire de hojas caducas, están totalmente
quemadas por el incendio de colchones de hojas secas. Los troncos chamuscados y
derribados se entremezclan con los retoños [...]28 A todo ello hay que agregar la explotación de
los bosques con fines de aplicación práctica o comercialización de la madera.
En la vertiente septentrional, al bosque siempre verde y caducifolio le siguen los arbustos
(calafate). Finalmente aparecen los turbales rojizos de spagnum, alternando con las praderas.
La extremidad norte es una planicie modelada por los hielos del pleistoceno, con colinas mo-
reníticas y depresiones que alojan numerosos lagos. En el ambiente periglaciar actual, los des-
hielos primaverales anegan la planicie y numerosos cauces de agua divagan entre las colinas,
más todavía en verano, cuando la fusión colmata lagos, que se derraman mientras el drenaje se
vuelve anárquico.
Las turberas están segadas por los depósitos eólicos en este clima frío y seco, con vegetación
esteparia en campos pastosos y con arbustos.
En suma, la extensa planicie del norte es ya una forma de transición hacia la Patagonia
austral, más seca y más ventosa.
Las unidades descritas no agotan las diferencias paisajísticas naturales, Son sólo las más ori-
ginales y extensas. Están aisladas en un país de inmensidades, Inmensa la pampa, la Patagonia, los
Andes... En consecuencia, «las tremendas larguedades», como dijera Cuevas Acevedo, dilatan
formas de transición y diluyen los contrastes.
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NOTAS
1 Mal llamados, del «geosinclinal», por cuanto se formaron con sedimentos del borde continental.
2 Los piedemontes constituyen una unidad geomorfológica muy característica. Sólo la escala de la
carta, que impide su representación, es la causa por la cual no ha sido tratada de modo especial.
3
.FRENGUELLI, J. «Las grandes unidades físicas del territorio argentino», en Geografía de la
república Argentina, T. III, Buenos Aires, Sociedad Argentina de Estudios Geográficos.
GAEA,1946,p.1 a 114.
Se considera verano térmico al período con temperaturas medias superiores a 20°C: estación
4
intermedia cuando oscila entre este valor y 10°, e invierno térmico cuando es Inferior al último.
5 La heterogeneidad física y biológica de las unidades comporta matices climáticos, por lo cual las
localidades tipo elegidas para ejemplificarlas no son totalmente representativas.
6 Evapotranspiración potencial es la cantidad de agua que evaporarían los suelos y las plantas si la
atmósfera tuviera un contenido óptimo de humedad. Depende, fundamentalmente, de la temperatura.
8 BOLSI, Alfredo S., «La región de la Puna argentina» en Nordeste, N° 10, Resistencia (Chaco) Fac.
de Humanidades,1968, p. 11 a 14.
9
CAPITANELLI, Ricardo G., “Climatología de Mendoza”, (Tesis de Doctorado), en Boletín de
estudios Geograficos , Vol. XIV, Nº 54 a 57, Mendoza, Instituto de Geografía, 1967, p. 1 a 441.
10 HAUMAN, L., «El dominio andino», en Geografía de la República Argentina, T. VIII, Buenos
Aires, Sociedad Argentina de Estudios Geográficos, GAEA, 1947, p. 119 a 331.
13 CUEVAS ACEVEDO, H., Patagonia. Panorama dinámico de la geografía regional, Buenos Aires,
Sociedad Argentina de Estudios Geográficos. GAEA, 1981. p. 22.
14
CAPITANELLI, R. G., «Patagonia», en Revista Geográfica, N° 95, Instituto Panamericano de
Geografía e Historia, México, 1982, p. 30 a 45.
17 CAMMARATA, Emilce, «Misiones», en Atlas total, Buenos Aires, Centro Editor J de América
Latina, 1981, N° 5 y 6, p. 80 a 83.
18 1DIFRIERI, Horacio A., «Las regiones naturales», en La Argentina. Suma de geografía, Buenos
Aires. Peuser, 1958, T. I, Cap. IV,p. 394.
108
19 DIFRIERI, Horacio A., «Las regiones naturales», en La Argentina, Suma de geografía, Buenos Aires,
Peuser, 1958, T. I, Cap. IV,p. 394.
20
Ídem.
21 PARODI, Lorenzo, R., «La estepa pampeana», en Geografía de la República Argentina, T. VIII,
Buenos Aires, Sociedad Argentina de Estudios Geográficos. GAEA. 1947, p. 143 a 207.
22 ENJALBERT, Henri, «Les formes du terrain dans la zone tempérée», en Géographie générale,
Encyclopédie de la Pléiade, Belgique, Gallimard, 1966, p. 365 a 506.
23
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