Schwartz - La Tolerancia Cristiana
Schwartz - La Tolerancia Cristiana
Schwartz - La Tolerancia Cristiana
LA TOLERANCIA CRISTIANA
Mal hecho el quitar a cada uno el libre albedrío de creer lo que quisiere
y obligar a los cristianos a que creyesen por fuerza a ley de Jesé Cristo
y le pareció mal y contra lo que enseña la doctrina cristiana.
Julián de Anguieta (Cuenca, 1662).
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En la España medieval, se produjo un importante cruce cultural al quienes quisieron volver y pudieron hacerlo, o quienes tuvieron la mala
abrigo de las actividades militares. El estrecho contacto que existió hizo suerte de ser capturados, acabarían compareciendo ante la Inquisición.
que durante el siglo xnt fuese necesario establecer una legislación que Esto significa, por ejemplo, que las mujeres raramente aparecen aquí,
limitase las conversiones. A lo largo de la Edad Media, las continuas debido a las limitaciones que sobre sus vidas les imponía entonces el
relaciones entre cristianos y musulmanes dentro de la península Ibérica, mundo islámico, pero también como consecuencia del menor interés
el norte de África y el Mediterráneo fueron creando las condiciones que, en general, los inquisidores mostraron por ellas. Por otro lado, quie-
necesarias para que se desarrollasen este tipo de intercambios de natura- nes regresaban y se presentaban ante los tribunales eran conscientes de
leza cultural, al tiempo que las continuas (aunque irregulares) hostilida- que la vía de la reconciliación tenía sus reglas. Es probable que, si aspi-
des favorecieron que hubiese tanto conversos voluntarios, como cautivos raban a ser de nuevo integrados en la sociedad cristiana, tuviesen muchas
de un lado y del otro'. A medida que el poder otomano se fue expandien- veces que omitir sus verdaderos sentimientos y creencias. En todos los
do por el norte de África, a finales del siglo xv, el problema de los cau- interrogatorios inquisitoriales, se hacía relación extensa del cautiverio, de
tivos cristianos que estaban en manos de los musulmanes adquirió ma- las penurias pasadas, de la huida y de la redención. Cualquier renegado
yor relieve. A menudo, eran personas que se convertían por la vía de la sabía que para volver a ser admitido entre los católicos no podía decir que
persuasión y la convicción, pero, otras veces, lo hacían para evitar los había abjurado realmente de la fe verdadera y, si dejaba entrever que así
malos tratos o bien como un medio para vivir de forma más libre y, así lo había hecho, tenía que demostrar que no había sido más que un error
—como ellos mismos señalaban—, conseguir los medios necesarios para fugaz, fruto del amor, de la falta de dinero para su rescate, de la desespe-
huir. El fenómeno, como es bien conocido, se prolongaría durante la ración o de alguna razón parecida. La mayoría afirmaba que se había
época moderna. convertido para evitar el castigo, la tortura y el maltrato, o para poderse
casar. Muchos renegados participaron activamente en los constantes ata-
ques corsarios y en las actividades de piratería que se desarrollaban en el
RENEGADOS Mediterráneo y en las costas de la península Ibérica. Sin embargo, se
solían mostrar bastante reluctantes a la hora de admitir que habían inter-
No sería en absoluto insignificante el número de cristianos que, una venido voluntariamente en acciones hostiles contra los cristianos. En ge-
vez hechos cautivos, se convirtieron al islam. Alrededor de 600 renega- neral transmitían a los inquisidores aquello que, más o menos, éstos que-
dos comparecieron ante el tribunal de la Inquisición de Sicilia entre 1540 rían oír, es decir, historias de prisioneros forzados que habían debido
y 1640, y 232 fueron procesados en las islas Canarias entre 1579 y 1698. hacer determinadas concesiones en materia de fe para poder sobrevivir,
Se cuentan asimismo por centenas los que comparecieron y trataron de pero que ahora se sentían aliviados al encontrarse de vuelta en tierras de
reconciliarse ante otros tribunales del Santo Oficio, de Lisboa a Évora y cristianos y con esperanza de ser admitidos de nuevo en el seno de la
de Barcelona a Mallorca 2 . En relación con estos personajes, como con Iglesia4 . Las centenas de casos existentes están llenos de interesantes
cualquier otro grupo que se analice a través de la documentación inquisi- detalles y de imágenes fugaces sobre lo que era la vida en esos ámbitos
torial, conviene proceder con alguna cautela. Contamos con excelentes de frontera religiosa y cultural y en esos espacios de interacción. Con
trabajos recientes sobre los renegados españoles y portugueses antes de todo, las propias condiciones en las que dichos testimonios fueron reco-
1700, que, quitando algún caso solapado, ofrecen entre 600 y 700 relatos gidos hacen que estas historias sean más o menos predecibles y que res-
de vidas y experiencias que se vieron marcadas por su carácter intercul- pondan a objetivos que casi siempre eran los mismos.
tural3 . La muestra, ciertamente, está lejos de ser representativa, pues sólo
en Europe du xtfl au xvif siécle, París, Librairie Philosophique J. Vrin, 1992, pp. 71-78;
1R. I. Burns, «Renegades, Adventurers and Sharp Businessmen: The Thirteenth-Cen- «"Renégats" et inquisiteurs (xvi'-xvne siécles)», en A. Redondo (ed.), Les problémes de
tury Spaniard in the Cause of Islam», Catholic Historical Review 58/3 (1972), pp. 341-366.
l'exclusion en Espagne (xvf -xvif siécles), cit., pp. 105-111; A. González-Raymond, La
En el ámbito del Mediterráneo, la cuestión ya venía de antiguo, como muestra S. Epstein, croix et le croissant. Les inquisiteurs des iles face á l'Islam, 1550-1700, París, CNRS, 1992;
Purity Lost: Transgressing Boundaries in the Eastern Mediterranean, Baltimore, John Hop-
kins University Press, 2006, pp. 137-172. I. M. R. Mendes Drumond Braga, Entre a cristanidade e o isláo (séculos xv-xvn). Cautivos
2 L. Cardaillac (ed.), Les morisques et l'Inquisition,
e renegados nas franjas de duas sociedades em confronto, Ceuta, Instituto de Estudios Ceu-
cit., pp. 316-335. tíes, 1998. Un buen análisis sobre los renegados portugueses en el Índico puede verse en D.
3 B. Bennassar y L. Bennassar,
Los cristianos de Alá. La fascinante aventura de los Couto, «Quelques observations sur les renégats portugais en Asie au xvie siécle», Mare libe-
Renegados, Madrid, Nerea, 1989; B. Bennassar, «Frontiéres religieuses entre Islam et Chré-
tienté. L'expérience vécue par les "renégats"», en R. Sauzet (ed.), Les frontiéres religieuses rum 16 (1998), pp. 57-84.
4 I. M. R. Mendes Drumond Braga, Entre a cristandade,
cit., p. 89.
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No obstante la naturaleza de estas fuentes, los procesos inquisitoria- de cristianos que se vieron emplazados en contextos de interacción
les a los renegados ofrecen la posibilidad de analizar las creencias y religiosa y cultural.
comportamientos de sujetos que se encontraron en circunstancias en las Aunque muchos de ellos, como era de esperar, dejaron constancia
que estaban ausentes la autoridad y el poder del Estado y de la Iglesia. de los malos tratos y de los abusos que habían sufrido como cautivos,
Se repetía una y otra vez la idea de que muchos, posiblemente, habían no faltaron tampoco los que acabaron ampliando su visión del mundo
llegado al convencimiento de poder alcanzar la salvación de su alma y los límites de su experiencia vital. De tanto en tanto, viejos renega-
siguiendo «la ley de los moros» y de que ésta era igualmente válida a tal dos salían en defensa de la cultura de sus captores, subrayando sus
efecto. Cabe especular hasta qué punto experiencias y actitudes anterio- buenas acciones, hablando de amoríos y, en ocasiones, refiriéndose
res al cautiverio pudieron favorecer el que se llegase a este tipo de con- incluso a la religiosidad de los musulmanes, diciendo que «ellos tam-
clusiones. En todo caso, eran ideas que, como hemos podido ver, no bién creen en Dios» y «rezan cuatro veces al día» y «tienen más cari-
dejaban de estar presentes en las sociedades cristianas. dad entre ellos que la que tenemos los cristianos entre nosotros».
La fuerza, la convicción y la conveniencia pudieron todas ellas En las historias de renegados, a pesar de la intención que, en gene-
desempeñar algún papel en la conversión al islam de los renegados, ral, tenían de demostrar su rechazo hacia la alteridad que representaba
pero esa percepción generalizada de que «cada cual podía salvarse en el mundo islámico, es visible la permeabilidad de las fronteras cultura-
su ley» debió facilitarles a muchos la decisión de convertirse. La frase les. Tanto en el Índico como en el Mediterráneo, las culturas no cristia-
se repetiría una y otra vez en las declaraciones ante los inquisidores. nas ofrecían numerosos atractivos y oportunidades que seducían a los
Catalanes, mallorquines, griegos, franceses y castellanos acababan to- europeos. Véase, por ejemplo, el caso de Francisco Rodrigues, un cris-
dos ellos por recurrir en sus historias a alguna de las fórmulas de este tiano viejo de orígenes campesinos, que, portando caballo y armas, se
viejo proverbio, con el fin de justificar el hecho de haberse converti- marchó en 1582 al enclave norteafricano de Tánger. Cuando su mujer
dos. En un mundo en el que la salvación tenía tanta importancia, la lo traicionó con alguien de su propia familia, Rodrigues, sintiéndose
idea de que podía haber más de un camino que condujese a la misma abatido, decidió huir a Alcazarquivir, con la intención de convertirse al
no dejaría de ser interesante para quienes se enfrentaban a las penali- islam. Los musulmanes lo recibieron con los brazos abiertos. Tiempo
dades del cautiverio o para quienes buscaban una justificación que les después, aseguraría ante los inquisidores que, al final, había mudado de
permitiese mejorar sus condiciones materiales, sin poner en peligro su opinión y que, por tanto, nunca había llegado a convertirse. En esta
alma. Con todo, no faltaron casos de auténtica convicción, como el de ocasión, quizá fuera así, pero lo cierto es que no fueron pocos los que
un tal Joan Caules, un joven de 22 años, natural de Mahón (Menorca), entraron voluntariamente al servicio de soberanos y Estados no cristia-
que estuvo preso en Argelia durante cuatro años. Se trataba de alguien nos, sin que aparentemente les resultase demasiado costosa la transi-
que, al parecer, tenía algún gusto por las cuestiones teológicas y solía ción cultural que eso conllevaba'. Se ha dicho que más de 20.000 renega-
escuchar las disputas entre los clérigos cristianos y los sabios musul- dos portugueses operaron en el océano Índico al margen de las autoridades
manes. Esto le suscitaría algunas dudas, que, cuando regresó a la cris- cristianas, convirtiéndose en mediadores culturales que introducían
tiandad y a pesar de las advertencias de sus amigos, no dudó en hacer ideas y tecnologías europeas en las sociedades que los acogieron. Con
manifiestas, recurriendo a las proposiciones ya habituales. Se pregun- todo, su influencia también se dejó sentir en la otra dirección, desem-
taría, así, cómo era posible que María permaneciese virgen después de peñando un papel fundamental como agentes e intérpretes de otras cul-
haber tenido un hijo; defendería que no se debían pintar imágenes de turas para sus sociedades de origen. Los renegados servirían, así, de
Dios; señalaría que si Dios era espíritu y, por tanto, inmortal, tampoco puente con quienes seguían siendo cristianos. Pedro Fernández de Pas-
Jesucristo podía haber muerto; sobre todo, se mostraría convencido de tor, por ejemplo, un joven de Cartagena que fue investigado por la In-
que la ley de los musulmanes y la de los cristianos eran lo mismo. Sólo quisición de Murcia a mediados de la década de 1580, estaba con va-
las oraciones diferían, si bien la sustancia de una y otra era idéntica 6. rios amigos cuando se encontraron con un grupo de renegados que
Al margen de cuál fuese la auténtica naturaleza de sus respectivas habían llegado a la costa durante un ataque corsario. Pastor y sus ami-
creencias, los renegados formarían un grupo relativamente numeroso gos les preguntaron por qué no regresaban a su antigua fe en Cristo, a
lo que los renegados respondieron que «tambien se podían salvar ellos
B. Bennassar y L. Bennassar, Los cristianos de Alá, cit., p. 494.
5
Ibidem, pp. 497-499. El caso de Joan Caules fue juzgado por la Inquisición de Mallor-
6
ca en 1629.
ANTI', Inq. Lisboa, processo 2244; cfr. D. Couto, op. cit., pp. 67-69.
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en aquella ley [musulmana]». Cuando uno de sus amigos negó que eso neo peninsular, en Mallorca, Ángela Ferrera, nacida en Moncada (Va-
fuese posible, Pastor le dijo: «Calla, que sabeis vos». Se inició así una lencia) y viuda de un sastre, llegó a afirmar que los moros vivían bien en
discusión, en la que el primero sostendría que había sabios doctores su propia ley. Cuando se le advirtió que no había más ley que la de Dios
que discrepaban de aquella opinión, mientras que Pastor aseguraría sa- y que todas las otras religiones no eran sino sectas, respondió que Dios ha-
ber más que todos ellos juntos. Su amigo insistió en que los musulma- bía hecho cuatro leyes, incluyendo, aparentemente, a los protestantes
nes iban al Infierno y los cristianos, al menos, iban al Purgatorio, pero junto a los tres credos tradicionales. En 1591, fue condenada por sus
Pastor se mantuvo firme en su postura. La fe de los moros no era una ideas, consideradas «manifiestamente sospechosas de herejía», siendo
secta, sino una ley, afirmó. También tenían un Purgatorio y, además, no desterrada de Mallorca durante dos arios. El sastre catalán Hierónimo
podía creer que sus santos, que se retiraban a las montañas para llevar Querols también tuvo problemas con el tribunal mallorquín. Había de-
una existencia de rigor y beatitud, no pudiesen salvarse mediante una fendido toda una serie de proposiciones que le pondrían en dificultades,
vida piadosa. Cuando alguien le señaló que estaban condenados, ase- además de que no era nada amigo de la Inquisición y de sus funciona-
guró tener dudas al respecto, pues, como indicaba, «también creyan en rios. Entre otras cosas, afirmó que «mas caridad hay entre moros y lute-
dios». Los inquisidores procedieron contra él y, aunque durante algún ranos que entre cristianos» y que «los moros tenían mejor ley que los
tiempo negó los cargos que se le imputaban, acabaron sometiéndolo a mallorquines». Su heterodoxa forma de pensar le costó cinco años en
tortura. Sólo entonces admitiría que, quizá, los musulmanes podían al- galeras y recibir 100 azotes en público 19.
canzar la salvación siempre que llevasen una vida ordenada, pero recha- Las manifestaciones de relativismo religioso para muchos cristianos
zó haber defendido que pudiesen salvarse en su propia ley. Aparte de los viejos formaban parte de un amplio abanico de opiniones disidentes que
100 azotes que recibió por un intento de huida, Pastor consiguió librar- los situaban al margen del dogma y de la Iglesia. Sabemos de este tipo
se con alguna facilidad, pues «parecio ser hombre de poco entendi- de proposiciones porque su expresión pública a menudo acababa en de-
miento y muy habladon> 8. nuncias y en arrestos por parte de la Inquisición o, incluso, porque los
propios sentimientos de culpa que generaban en algunos sujetos los lle-
vaba a confesar sus dudas y a denunciarse a sí mismos. Los registros
LA TOLERANCIA DE LOS CRISTIANOS VIEJOS inquisitoriales ponen de manifiesto que al menos algunos de estos indi-
viduos llegarían a manifestar una total incredulidad, defendiendo que
Los renegados, desde su posición fronteriza y con esos horizontes cul- todo era nacer y morir y que todo lo demás —la existencia del Paraíso,
turales más amplios que tenían, fueron un elemento singular dentro del del Purgatorio y del Infierno— no eran sino historias que los curas conta-
mundo de los cristianos viejos. Junto a conversos y moriscos, poseían vi- ban para tener a las personas bajo control. Cuando un converso dijo que
vencias y creencias que les permitían ver en el relativismo religioso o en el Cielo consistía en que uno tuviese suficiente dinero para dar limosna
el universalismo un aliciente. Sin embargo, como revelan las visitas inqui- y el Infierno que uno tuviese necesidad de aceptarla, en realidad se acer-
sitoriales realizadas a Soria y a Osma, analizadas en el capítulo II, este có bastante al grado de incredulidad pragmática que lo situaba entre los
género de opiniones no se circunscribía a las minorías y los grupos mar- descreídos. Este tipo de escépticos no estaba lejos del ateísmo o de esa
ginales, siendo asimismo compartidas por otros muchos cristianos viejos. duda que Lucien Febvre, en su libro clásico El problema de la incredu-
En este sentido, no dejan de ser reveladores varios casos que tuvie- lidad en el siglo xvi, defendió no haber existido en aquella época, y que
ron lugar en zonas bien distantes de la península Ibérica, entre 1570 y algunos autores españoles han asegurado que nunca tuvo expresión en
1600. En Portugal, una visita del Santo Oficio a la región de Oporto España. En parte, la cuestión es semántica. El término «ateísta» surgió
puso de manifiesto la presencia de un número importante de personas en el siglo xvi y tenía entonces un significado mucho más amplio del
que creían en el viejo refrán de que «cada cual puede salvarse en su que tiene hoy, comprendiendo no sólo a quienes no creían en Dios, sino
ley». El pescador António Eanes se acusó a sí mismo por haber dicho también a quienes entendían que la presencia de la divinidad era poco
que era lo mismo ser musulmán que cristiano 9. En el arco mediterrá- relevante, pudiéndose así dudar de la existencia del Cielo y del Infierno
o de la propia existencia del alma y de su inmortalidad. El hecho de que
la incredulidad fuese castigada severamente en la mayoría de las socie-
Su condena final fue abjuración de vehementi y 100 azotes; AHN, Inq., Leg. 2022
(Murcia) 17 (1586).
9 A. do Rosario, Visita da Inquiskdo a Entre-Douro-e-Minho, 1570. Extractos, Braga,
s.n., 1978, p. 26. 1° RCM, 1595, pp. 161-162.
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dades hizo que muchas personas disimulasen sus convicciones, lo que Algunos de estos sujetos podrían ser calificados como escépticos o,
dificulta que hoy podamos ponderar el peso real de este fenómeno. incluso, como agnósticos; otros fueron, simplemente, críticos con res-
Y, sin embargo, la posibilidad del ateísmo se estaba convirtiendo en pecto a los procedimientos y actuaciones de la Inquisición o, en general,
un asunto que preocuparía cada vez más a los teólogos de finales de la del clero; otros, por múltiples razones, se sintieron atraídos por creencias
centuria de 1500. En un edicto de fe, se pediría a las personas que de- diferentes. Si bien algunos de ellos llegaron a sus conclusiones mediante
nunciasen a quienes dijesen que «no ay parayso, o gloria para los bue- las «lecturas perniciosas» a las que se vieron expuestos, otros, mayorita-
nos, ni infierno para los malos. Y que no ay mas que nacer y morir» 11 . riamente iletrados, elaboraron opiniones parecidas sobre la base de sus
Tanto el teólogo francés Jean Bodin como su coetáneo español fray experiencias de vida, que los conducirían a la duda y a la incredulidad
Luis de Granada (en 1582) hicieron uso del término «ateísta» para re- por exasperación, descontento o inspiración racional. Conviene tener
ferirse a esas personas. Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, en sus presente estas historias en nuestro análisis, pues las ideas de Tolerancia,
Diez lamentaciones del miserable estado de los ateístas en nuestro si bien no suponían necesariamente la negación de la existencia de Dios
tiempo, mostraba su preocupación por el aumento de los incrédulos, (en ciertos casos, podían incluso conllevar una afirmación de Dios, cuyo
especialmente en los Países Bajos 12. Sin embargo, los siete tipos de poder excedía los límites que imponía toda religión), solían aparecer aso-
ateístas que Gracián definía en realidad no correspondían propiamente ciadas a otras proposiciones heréticas que, en mayor o menor medida, se
a personas incrédulas, sino a quienes mediante sus actos o intenciones considerarían expresiones de escepticismo. Tomemos el caso de Juan de
quebrantaban el verdadero credo cristiano y sus prácticas. Considera- Val, un pastor de cincuenta arios de la región de Córdoba, aunque natural
ba, así, a los blasfemos, los libertinos, los hipócritas, los perfeccionis- de Raya, en Burgos. Un buen número de testigos aseguró que había cues-
tas espirituales (que habrían creado sus propias religiones), los ateístas tionado la existencia de Dios y que había afirmado que no acudía a la
políticos (que seguían a Maquiavelo y colocaban la razón de Estado confesión porque era un medio para que monjes y abades supiesen sus
por encima de la fe) y los ateístas cristianos (que practicaban la reli- pecados para luego «chocarrear», contando anécdotas vulgares, con mu-
gión pero, en privado, no creían). Sólo estos últimos y aquellos que jeres. No creía que Dios hubiese creado las religiones, ni que hubiese
Gracián llamaba epicúreos (porque apenas vivían en función de sus ordenado que se construyesen las iglesias; entendía que esas cosas las
apetitos sensuales y creían que sólo había nacimiento y muerte) pare- habían hecho los hombres. Por lo demás, tampoco creía en Jesucristo. A
cían aproximarse a los criterios de incredulidad que harían de ellos estas consideraciones añadía que la ley de los musulmanes era , buena y
ateístas, según los parámetros actuales. En los siglos XVI y xvn, escri- que «cada uno se podia vivir en la ley que quisiese». Cuando fue con-
tores como el francés Michel de Montaigne, el italiano Giulio Cesare frontado con estas opiniones, adujo que lo que había querido decir era
Vannini o el inglés John Toland articularon toda una serie de reflexio- que cada cual debía vivir de acuerdo con su estado —religioso, clérigo o
nes que suponían un ataque directo a la religión, sin olvidar que las casado— y que el suyo era el de soltero. Basó su defensa en su ignorancia.
pautas marcadas por la nueva ciencia y la filosofía poscartesiana favo- Ni había dicho nunca que la ley de los cristianos fuese mejor que la de los
recerían, además, que se cuestionase desde criterios racionales la pro- moros, ni lo contrario; después de todo «ni [siquiera] era artista para sa-
pia creencia religiosa. Con todo, incluso durante la centuria anterior, ber y entender cual de las dichas leyes era mejor» 14. Este tipo de defensa,
hubo muchas personas que tuvieron serias dudas en torno a determina- que hacía del acusado simplemente una persona pobre e ignorante, desin-
dos aspectos del credo católico, como la eficacia de los santos, la natu- formada e iletrada, sería bastante común. Decir que «son los "letrados" o
raleza de la Eucaristía, la idea de un Dios que muere o la noción de los "doctores" o los "doctores de Salamanca" los que pueden responder
Trinidad13 . a eso» parece haber sido una estrategia habitual entre los reos, en ese
diálogo desigual entre la cultura letrada y la iletrada que a menudo eran
los interrogatorios del Santo Oficio. Quienes empleaban esta estrategia
11 J. Caro Baroja, Las formas complejas de la vida religiosa, cit., vol. I, p. 271.
12 J. Gracián de la Madre de Dios, Diez lamentaciones del miserable estado de los
ateístas de nuestro tiempo [1607], ed. de O. Steggink, Madrid, 1956. Véanse, asimismo, de los estratos populares; N. Davidson, «Unbelief and Atheism in Italy, 1500-1700», en M.
J. Caro Baroja, De la superstición al ateísmo, Madrid, Taurus, 1974, y Las formas complejas Hunter y D. Wootton (eds.), op. cit., pp. 55-86.
de la vida religiosa, cit., vol. I, pp. 265-280, donde ofrece un excelente análisis, contrario a 14 Val fue sometido a tortura y pidió perdón por haber negado a Jesucristo, asegurando
la idea de que nunca hubo ateísmo en España. que lo había dicho estando borracho. Los inquisidores encontraron que era «muy rústico» y
13 D. Wootton, «New Histories of Atheism», en M. Hunter y D. Wootton (eds.), Atheism estaba pobremente instruido. Su sentencia le impuso una pena de 200 azotes, salir en auto de
from the Reformation to the Enlightenment, Oxford, Clarendon Press, 1992, pp. 13-54. Italia fe y dos años de reclusión en un monasterio, donde había de recibir instrucción en la fe;
tenía particular fama como lugar de creencias ateístas, tanto en su tradición literaria como en ACC, RC Córdoba, 1590, pp. 228-229.
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seguramente pensaban que tenía algún efecto entre los que dirigían las en un par de ocasiones había sentido la tentación de fornicar con un
investigaciones inquisitoriales y lo cierto es que no dejó de ser un método burro, pero que, consciente de que era pecado, se había refrenado.
eficaz. Muchos de los que recibieron penas relativamente indulgentes, de También admitió que había querido mantener relaciones sexuales con
hecho, alcanzaron la gracia del inquisidor porque «eran rústicos y de poco su madrastra, y que la había besado y acariciado, pero que había desis-
entendimiento». tido por no tener lugar donde hacerlo. Sobre el hecho de haber hablado
El análisis de este tipo de defensas, con todo, no cabe limitarlo a los con otras personas sobre las ideas luteranas, reconoció haberlo hecho
iletrados. La cuestión de la salvación preocupaba particularmente a los con el fin de mostrar lo pernicioso que había sido aquel joven francés
clérigos. Y, en este sentido, las tradiciones y mezclas surgidas de posicio- y no porque creyese en tales cosas. En relación con la idea de que los
nes teológicas aparentemente enfrentadas con respecto al significado de judíos y los musulmanes iban al Cielo, aseguró que lo que había dicho
la ley natural, la gracia o la cooperación del hombre situarían igualmente era que ellos y los herejes podían hacerlo si volvían a la ley de Cristo,
a los miembros del clero ante los tribunales de la Inquisición. Muchos recibían el bautismo y realizaban obras cristianas. Se trataba de una
alegarían, asimismo, ignorancia. Una de las defensas típicas de estos su- defensa fácil e inteligente, que, sin embargo, no convenció a los inqui-
jetos, de hecho, sería decir: «Yo no soy teólogo» y «creo en lo que la sidores. Jabalera fue sometido a tortura, pero se mantuvo firme. En el
Iglesia me exige que crea». Sus casos muestran que las dudas en torno a momento que pudo demostrar que uno de los testigos era enemigo
estas cuestiones esenciales de la fe cristiana podían surgir tanto entre los suyo, y al no haber sido posible establecer que hubiese impedido a su
laicos como entre los miembros del clero, y que, en este punto, no hace mujer la asistencia a misa, su castigo acabó siendo relativamente leve:
al caso distinguir entre la cultura popular y la erudita. Lo que no sabemos salir en auto de fe y 100 azotes 15.
es si el proceso que llevaba a plantearse este tipo de interrogantes seguía Ideas semejantes a las de Jabalera, sin duda, conocieron una enorme
pasos similares, si los itinerarios de letrados e iletrados eran diferentes o circulación y, a menudo, constituirían materia de discusión entre cono-
en qué medida la experiencia y la teología se reforzaron mutuamente a la cidos, sin que por ello acabasen en denuncia. Quienes siendo foráneos o
hora de originar este género de dudas religiosas. extranjeros expresaban opiniones similares, corrían un riesgo mayor de
Algunos aspectos en este sentido parecen vislumbrarse en el caso ser denunciados y, de hecho, las autoridades inquisitoriales no dejaron
de otro cristiano viejo de Córdoba. Su proceso obligó a realizar toda de tener particular cuidado con ellos 16.
una serie de averiguaciones en torno a Bartolomé de Jabalera, un teje-
dor de Andújar que tenía alrededor de 40 arios cuando fue arrestado
por la Inquisición. Había sido denunciado en 1573 por haber hablado ACTITUDES HACIA OTRAS RELIGIONES
de forma muy ligera sobre determinadas materias relacionadas con el
sexo y la religión. Aseguró a un conocido que nadie tenía que ir al In- La incidencia de las ideas de carácter relativista o universalista entre
fierno por pecar, ni siquiera por dormir con la propia madre, y, al pare- los cristianos viejos se puede analizar mejor en relación con aquellos
cer, aún le dijo: «"Teneme secreto y os diré de la ley de los luteranos", grupos que se consideraban y describían como contrarios a la fe verda-
que era no pagar diezmos ni primicias y el que tiene hacienda la dé dera. Definir a los falsos católicos o los no católicos no sólo como per-
al que no la tiene, "no os parece que es bueno esto"». En otra conver- sonas condenadas teológicamente, sino también como un peligro políti-
sación alguien le hizo mención de todas las almas que iban al Infierno, co, fue una preocupación constante tanto para la Iglesia como para el
donde había tantos moros y turcos. Jabalera le hizo saber sus dudas al Estado durante buena parte de este periodo. El efecto que buscaban tales
respecto, señalando que no todos los musulmanes iban al Infierno. definiciones no era sino crear una base amplia para la sospecha, el re-
Otro testigo afirmó que, en general, era un mal católico, que comía chazo y, a veces, la inquina hacia esos grupos. Estos odios, de hecho,
carne los días de abstinencia, que no asistía a misa y que, incluso, no habrían de durar mucho tiempo. Las colecciones de proverbios y expre-
permitía a su mujer que lo hiciese. Su interrogatorio ante los inquisido- siones corrientes que conocemos como «refraneros» están repletas de
res sería revelador. Jabalera admitió que un joven francés que había juicios contrarios a los judíos, los musulmanes, los gitanos y, en cierta
vivido en casa de su padre le había instruido sobre las creencias lutera-
nas. El huésped se había reído de una mujer que había besado una bula
papal y había ridiculizado determinado sermón sobre la Pasión. Jaba- 15 ACC, RC Córdoba, 1574, p. 130.
Eran numerosos los viajeros, trabajadores itinerantes y otros «marginales» que reco-
lera no era tonto. Consiguió desviar la investigación, admitiendo «casi» 16
rrían las villas y ciudades de España. Sobre esta cuestión, véase D. Vassberg, The Village and
que era culpable por pecados teológicamente menores. Reconoció que the Outside World in Golden Age Castile, Cambridge, Cambridge University Press, 1996.
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medida, los protestantes. A un autor como James Michener, cuando, en todo tipo de traducciones, incorporaciones y emulaciones 19. Con todo, a
la década de 1960, preguntó a un agricultor andaluz por qué las ace- medida que, desde el siglo my, los conflictos religiosos y políticos entre
quias para el riego no funcionaban, se le dijo que habían sido los judíos las tres comunidades se intensificaron, también aumentaron las imáge-
quienes las habían estropeado, a pesar de que allí no había hebreos nes negativas sobre la cultura y las personas de otras creencias.
practicantes desde 1492. Contra ellos y los musulmanes, el Estado dic- La literatura nos proporciona algunas luces al respecto. Mientras
tó entonces decretos de expulsión, inaugurando una política que, más que la imagen de los judíos en las obras literarias de los cristianos espa-
tarde, aplicaría asimismo a los moriscos. En diferentes ocasiones, se ñoles fue casi siempre negativa (con escasas excepciones) desde 1492,
llegaría también a proponer que se hiciese algo parecido con los gita- la visión de los musulmanes sería más compleja y diversa. El reino
nos. Nunca realmente se llevó a cabo nada semejante, aunque hubo nazarí de Granada y la herencia de saberes, artes y, sobre todo, arqui-
momentos de una represión judicial considerable, dirigida contra ellos. tecturas vinculadas a la España musulmana acabaron representando
A pesar de los esfuerzos realizados por la Iglesia y el poder político, no un pasado exótico y, en ocasiones, romántico, que interesaba desde
faltan los testimonios de sujetos que no aceptaron esa visión de las una óptica estética y cultural. Las guerras de frontera con Granada
cosas y que tuvieron el coraje o el escaso juicio de decirlo. En el País sirvieron de contexto en el que desarrollar tradiciones literarias caba-
Vasco, María Guniz, esposa de un marinero que había perecido a ma- llerescas y heroicas, que sólo ganaban si hacían del enemigo un perso-
nos de los piratas cuando estaba de viaje para vender armas en el norte naje justo y, en última instancia, trágico. Las batallas entre moros y
de África, no dudó en reaccionar ante el rumor local de que había cristianos se celebraban y se rememoraban en actos populares que,
muerto en pecado. Respondió, así diciendo que no era pecado vender todavía hoy, se recrean en muchas ciudades de España y Latinoaméri-
armas a los moros, dijese lo que dijese el papa, pues cada cual tenía ca. En estas representaciones, la imagen del héroe o del jefe moro, que
que vivir como podía. Aseguró además a sus vecinos —que entonces la generalmente se convierte al cristianismo en el momento culminante
denunciaron— que los musulmanes respetaban su libro sagrado y que de la celebración, es una imagen positiva. En la literatura española
eran mejores que muchos malos cristianos 17. Sus afirmaciones dejaban más formal, los musulmanes de Granada, especialmente bajo los últi-
ver una mezcla de interés y honestidad. No es de extrañar, en todo mos monarcas de la dinastía nazarí, representaban una brillante civili-
caso, que fuese denunciada. A pesar de la enorme presión religiosa y zación en declive, admirable en sus realizaciones, aunque imperfecta
social que demonizaba a musulmanes y moriscos, esta mujer, en la por su falsa religión y, por tanto, abocada a ser reemplazada. La propia
década de 1580, no dudó en hablar bien de ellos, adoptando una acti- Granada aprovecharía esa imagen de lujo exótico y la caída de su di-
tud que, en realidad, parecía retomar opiniones de un siglo atrás, cuan- nastía reinante se percibiría, de hecho, como una tragedia 2°.
do, en 1480, un agricultor soriano, por ejemplo, afirmó que el rey erra- La admiración hacia el moro y, al mismo tiempo, la implacable
ba al quitarles sus casas a los moros, ya que no le habían hecho mal oposición a su falsa religión se convirtieron en temas centrales de la
alguno 18. Eran manifestaciones que revelaban un sentido de la justicia literatura española. No obstante las prohibiciones medievales contra
y de la honradez contrario a la política del Estado y a las enseñanzas las relaciones sexuales y a pesar de esa extensa historia de conflictos y
religiosas. El hecho de que se hiciesen afirmaciones de este tipo y hu- hostilidades políticas y religiosas, los musulmanes fueron muchas ve-
biese personas como éstas entra de lleno en la cuestión en torno al ces caracterizados como personajes admirables en la literatura de los
papel que desempeñó el individuo frente al poder de las instituciones. siglos xvi y XVII. El texto clásico (y el más precoz) de esta tradición
Estas tendencias contradictorias, entre la condena y la admiración o sería El abencerraje (ca. 1561), una historia fronteriza de gestas caba-
entre el miedo y el interés, marcaron durante mucho tiempo las relacio-
nes entre los fieles de las tres religiones. Los siglos de contacto dieron
también lugar a fusiones y cruces en el ámbito arquitectónico, lingüísti- 19 Una visión general en tomo a estos aspectos se encontrará en M. R. Menocal, The Orna-
ment of the World, Boston, Little-Brown, 2002 [ed. cast.: La joya del mundo. Musulmanes, judíos
co, poético, así como en otras áreas culturales, favoreciendo además y cristianos, y la cultura de la tolerancia en «Al-Andalus», Barcelona, Plaza & Janés, 2003].
Véase asimismo M. R. Menocal, R. P. Scheindlin y M. Sells (eds), The Litterature of Al-Andalus,
Cambridge, Cambridge University Press, 2000, donde se ofrecen nuevas perspectivas sobre la
17AHN, Inq. (Logroño), lib. 833, fols. 442-481v. El caso ha sido analizado en B. Ben- literatura y sobre el estado actual de los estudios literarios en esta materia. Centrado en los inter-
nassar (ed.), Inquisición española, cit., p. 221. cambios culturales que se produjeron en el ámbito de las artes y la arquitectura, véase J. D. Dodds
18 Los sentimientos y actos contra los moriscos han sido estudiados en detalle por J. M. (ed.), Al-Andalus: The Art of Islamic Spain, Nueva York, Metropolitan Museum of Art, 1992.
Perceval, Todos son uno. Arquetipos, xenofobia y racismo: la imagen de los moriscos en la Mo- 20 Remitimos a la síntesis clásica de M. S. Carrasco Urgoiti, El moro de Granada en la
narquía española durante los siglos xvi y xvli, Almería, Instituto de Estudios Almerienses, 1997. literatura, Granada, Universidad, 2 1989.
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llerescas y amores románticos. Guerras civiles de Granada, de Ginés les de su tiempo, no hizo concesiones al mundo islámico, lo que no le
Pérez de Hita (vol. I, 1595), era un escrito en prosa que recurriría asi- impidió escribir de forma positiva sobre determinados musulmanes.
mismo a estos temas, en la medida que incidía tanto en las guerras de Llegó incluso a utilizar como recurso literario el descubrimiento de un
Granada como en la posterior rebelión de los moriscos de las Alpuja- relato original con las aventuras de Don Quijote en un viejo manuscrito
rras, en la década de 1560. árabe, supuesta fuente de las hazañas del caballero de La Mancha 24.
En el marco de la literatura española del Siglo de Oro (ca. 1550- En este sentido, con todo, lo que quizá resulte más significativo es el
1660), muchos de sus autores principales aprovecharon esta temática las tratamiento que Cervantes dio a esta cuestión en la historia de Ricote,
relaciones con los musulmanes o bien incluyeron moros entre los perso- narrada asimismo en el Quijote25. El personaje era un tendero morisco,
najes de sus escritos. Félix Lope de Vega recurrió abundantemente a ellos, que había sido expulsado con sus congéneres de España, pero que había
generalmente como figuras secundarias en piezas de pura ficción o ba- regresado disfrazado de peregrino. Cuando fue reconocido por su anti-
sadas en episodios históricos relacionados con las guerras de Granada o guo vecino Sancho Panza, el típico cristiano viejo de condición humil-
los combates con los turcos en el Mediterráneo. La vestimenta y el dia- de, el encuentro sería el propio de dos amigos que no se ven desde hace
lecto de los musulmanes fueron elementos habituales en el teatro del mucho tiempo. Con todo, Cervantes tuvo el cuidado de presentar a Ri-
Siglo de Oro, mediante los cuales se pretendía divertir y dar un aire de cote como un verdadero convertido a la Iglesia, haciéndole justificar la
exótica familiaridad a la obra 21 . propia expulsión de los moriscos como un paso necesario contra poten-
Con todo, la relación entre, por un lado, esta imagen literaria y, por ciales enemigos internos, aunque ofreciendo al mismo tiempo una vi-
otro, las actitudes y la realidad de la vida cotidiana era bastante más sión compasiva del dolor del exilio que vivían esta gentes: «Doquiera
compleja. Para la mayoría de los autores era más fácil representar de for- que estamos lloramos por España; que en fin, nacimos en ella y es nues-
ma positiva a nobles musulmanes de una Granada condenada o a piratas tra patria natural [...]». La expulsión había dividido a la familia de Ri-
turcos, que hacerlo con moriscos inquietos y rebeldes. Lope de Vega, con cote, ya que su mujer y su hija se habían exilado en el Argel musulmán,
vínculos estrechos con la corte, mantuvo cierta ambigüedad en relación mientras que él se había dirigido a Alemania, «donde —como el propio
con los moriscos, pues si bien apoyó su expulsión y los estatutos de Cervantes le hacía afirmar— cada uno vive como quiere, porque en la
limpieza de sangre, no dejó, sin embargo, de caracterizar a los persona- mayor parte della se vive con libertad de consciencia». Ricote había
jes de origen musulmán de un modo positivo. Con todo, en una pieza de vuelto a España para recuperar un tesoro que había enterrado antes de la
naturaleza histórica, Lope hizo que el héroe, ante una propuesta de ma- expulsión —otro de los tópicos cristianos sobre los moriscos— y, a pesar
trimonio con una mujer musulmana, replicase: «Con moros no hay que de ofrecerle a Sancho que lo compartiesen, éste se niega a ayudarlo. No
mezclarse, porque al fin son todos perros». Como se ve, la «morofilia» puede acudir a los enemigos moriscos del rey, pero tampoco puede trai-
literaria tenía límites 22. cionar a su viejo amigo. Más tarde, sin embargo, Sancho ayudará a Ri-
A este propósito, los escritos de Miguel de Cervantes son quizá más cote a reunirse con su bella y virtuosa hija 26. Dentro de los límites que le
relevantes en relación con el asunto que aquí nos ocupa. El autor de Don imponía la sociedad, Cervantes usa la ambigüedad de Sancho y la pro-
Quijote conocía el mundo islámico, pues no sólo estuvo cerca de cinco
pia historia de Ricote para entrar en los conflictivos vericuetos de las
años cautivo en Argel, sino que tuvo oportunidad de tratar con árabes y relaciones entre musulmanes y moriscos con la España cristiana y de la
turcos23 . Escribió cuatro piezas sobre el asunto del cautiverio cristiano e imagen que la propia sociedad tenía de ellos. No sabemos, sin embargo,
incluyó, dentro de la estructura del Quijote, un relato sobre la cautividad en qué medida las simpatías y ambigüedades de Cervantes fueron refle-
y el regreso a la cristiandad de un renegado. Como otros autores españo- jo de su entorno.
Reconstruir la realidad social a partir de las imágenes literarias re-
21 Seguimos en este punto el estudio de Th. E. Case,
Lope and Islam: Islamic Personages
sulta siempre complicado, incluso cuando, como en el caso de los musul-
in his Comedias, Newark, Del., Juan de la Cuesta, 1993. Véase asimismo A. Mas, Les Tures
dans la littérature espagnole du Siécle d'On 2 vols., París, Institut d'études hispaniques, 1967;
L. López-Baralt, Islam in Spanish Litterature: From the Middle Ages to the Present, Leiden, 24 M. R. Menocal, The Ornament of the World, cit., pp. 254-259.
Brill, 1992; M. A. Teijeiro Fuentes, Moros y turcos en la narrativa áurea,Cáceres, Universidad El estudio clásico sobre este relato es el de F. Márquez Villanueva, «El morisco Ri-
de Extremadura, 1987. cote o la hispana razón de estado», en id., Personajes y temas del Quijote, Madrid, Taurus,
22 Se trata de la pieza titulada Las mocedades de Bernardo del Carpio
1975, pp. 229-336.
(1579); cfr. Th. 26 M. de Cervantes, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, cit., parte, caps.
E. Case, op. cit., p. 48.
23 E. Solá, Cervantes y la Berbería,
54 y 63. Véase asimismo R. Hitchcock, «Cervantes, Ricote and the Expulsion of the Moris-
México, Fondo de Cultura Económica, 1995. cos», Bulletin of Spanish Studies 81/2 (2004), pp. 175-185.
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manes en España, las fuentes se caracterizan por su riqueza. Conviene, Allí, Sarmiento había estado en el barrio judío y había conversado
sin embargo, que analicemos brevemente otras fuentes que permiten con algunos de sus habitantes sobre el Zohar, el texto hebreo medieval
aproximarse a las actitudes que se tenían hacia otros dos grupos, consi- que se consideraba como el mejor compendio del conocimiento caba-
derados en el siglo xvi como enemigos. Uno de ellos era un viejo cono- lístico. Los judíos le hicieron creer que contenía un poderoso saber y
cido, los judíos; el otro era más reciente, los llamados luteranos. La que era la clave para comprender el mundo. También se interesó por la
campaña de infamia y descrédito que se lanzó contra el judaísmo y, por cábala y por sus misteriosos contenidos, llegando a pedir que le ense-
extensión, contra los conversos se convertiría en un aspecto central en la ñasen los nombres de Dios y otros de sus secretos. Visitó la sinagoga
cultura española y portuguesa de la centuria de 1500 27 . No obstante, los en compañía de los miembros de la comunidad y mostró asimismo in-
hebreos y sus descendientes continuarían despertando interés entre los terés por otros aspectos de la ley de Moisés. Compartió mesa con estos
cristianos viejos, a pesar del peligro considerable que todo aquello que judíos de Orán y, al parecer, fue bien acogido en sus hogares. Cabe
no fuese rechazar el judaísmo y sus prácticas representaba para quienes preguntarse qué es lo que le llevó a comportarse de ese modo y a alar-
demostraban tener alguna simpatía hacia ellos. La cuestión es saber qué dear de sus encuentros. Sin duda, Sarmiento se sintió atraído por la
motivaba esa particular atención. posibilidad de acceder a un saber prohibido y esotérico, así como por
Don Diego Sarmiento, natural de Murcia y miembro del consistorio la oportunidad que se le presentaba de vivir una alteridad exótica, aun-
municipal, era alguien a quien le interesaba el misticismo y el conoci- que, ante los inquisidores, afirmase en su defensa que todo lo había
miento esotérico o, al menos, sabía lo suficiente como para usarlo hecho «por curiosidad» 3°.
como excusa ante la Inquisición. Sarmiento había estado en Orán, en el El tema de la curiosidad surge en numerosas historias contadas por
norte de África, donde entró en contacto con judíos. Este enclave espa- cristianos viejos, a los que se acusaba de haber tejido vínculos con los
ñol fue ocupado en 1509 y desempeñaría un papel particular como lu- judíos y de estar probablemente «infectados» por sus ideas. Si la demo-
gar en el que se mantuvo legalmente la práctica de las tres religiones nización de los hebreos y los cristianos nuevos los convirtió en un
después de 1492, siguiendo así hasta la expulsión de los judíos en «otro» al que se miraba con desdén, al mismo tiempo, esa política tam-
166928 . En el momento de la ocupación, los españoles impusieron una bién hizo de ellos seres exóticos, cuyas prácticas y cultura despertaban
estricta política de control sobre los residentes judíos, apoderándose de interés y fascinación. La historia de Juan Pablo, procesado en Murcia
sus sinagogas y estableciendo toda una serie de restricciones. Con todo, en 1584, es digna de mención. Se trataba de un fabricante de sedas
la comunidad permaneció y sus miembros servirían a menudo de inter- converso, nacido en Rego, en el ducado de Ferrara. Llegó a España
mediarios y traductores entre los oficiales españoles y la población lo- como soldado de galeras y, desde Cartagena, pasó al norte de África, a
cal musulmana. Estrechamente vinculada a Murcia por medio del co- la fortaleza de Orán. Allí, estuvo también en el barrio judío, donde se
mercio y contando con la presencia de un comisario de la propia detuvo durante cuatro días, comiendo con sus habitantes y visitando la
Inquisición murciana, Orán fue, no obstante, uno de los pocos lugares sinagoga. Algunos testigos señalaron que lo habían visto en la «jude-
en los que los españoles pudieron seguir teniendo contacto con judíos ría» enseñando a los niños a leer hebreo. Pablo justificó su comporta-
practicantes 29. miento asegurando que se trataba de un modo para conseguir dinero de
los judíos, a los que les había dicho que era un esclavo galeote y les
27 J. M. Monsalvo Antón, «Mentalidad antijudía en la Castilla medieval: cultura clerical
había pedido lo necesario para comprar su libertad. Al interrogarlo, los
y cultura popular en la gestación y difusión de un ideario medieval», en C. Barros (ed.), inquisidores constataron que Pablo conocía sus oraciones cristianas y
Xudeus e conversos na Historia, Santiago de Compostela, Editorial de la Historia, 1994, vol. tomaron nota de que un cristiano lo había acompañado mientras había
1, pp. 21-84. No faltó quien defendiese la «nobleza» de los judíos y se manifestase en contra estado en el barrio judío. Su pena fue leve, siendo liberado apenas con
de los estatutos de limpieza de sangre; véase, por ejemplo, J. de Torquemada, Tratado contra
los madianitas e ismaelitas, ed. de C. del Valle R., Madrid, Aben Ezra, 2000 (edición reali- una amonestación. Cuáles fueron las verdaderas razones que movieron
zada a partir del texto manuscrito de 1471). a Pablo y cómo se identificaba él mismo desde el punto de vista religio-
28 R. Ayoun, «Les juifs d'Oran avant la conquéte frangaise»,
Revue historique 542 so no son sino conjeturas que no está a nuestro alcance resolver, pero el
(1982), pp. 375-390; J.-F. Schaub, Les juifs du mi d'Espagne, París, Hachette, 1999; B. caso plantea otras muchas cuestiones. ¿Cómo explicar, por ejemplo, la
Alonso Acero, Orán-Mazalquivir, 1589-1639. Una sociedad española en la frontera de Ber-
bería, Madrid, CSIC, 2000. presencia de esos cuatro testigos en la judería? ¿Qué hacían allí? ¿Eran
29 En el momento de la expulsión, en 1669, entre 450 y 500 judíos abandonaron la
ciudad. Orán fue ocupada por los otomanos entre 1708 y 1732, regresando entonces a manos 30 AHN, Inq. (Murcia), Leg. 2022, RC 1572. Sarmiento fue condenado a una multa de
de los españoles, que permanecieron en la misma hasta 1792. 100 ducados y abjuración de levi.
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cristianos viejos suficientemente dignos para que los inquisidores los la utilidad que la propia curiosidad podía tener a la hora de difundir el
pudiesen considerar testigos legítimos? ¿Por qué fueron a visitar a los mensaje cristiano. Uno de los cambios semánticos que puso en valor la
judíos? La explicación que ellos dieron fue simple: habían acabado idea de curiosidad tendría que ver, precisamente, con el celo y los pro-
«yendo por su curiosidad» 31 . yectos misioneros que surgirían en el siglo xvi. El propio concepto de
Cabe preguntarse lo que el término «curiosidad» significaba en ese curiosidad experimentó transformaciones en lo que a sus usos y relevan-
contexto y en ese momento histórico. Las personas mostraban su volun- cia se refiere. Si a mediados de la centuria de 1500 el término «curiosi-
tad de observar las ideas y prácticas de otras religiones y culturas, argu- dad» aparecía en los títulos de poco más de 50 de los libros editados
mentando «curiosidad» a la hora de justificar sus contactos con los in- cada década en las principales lenguas europeas, en tomo a 1690 la cifra
fieles. Fue éste precisamente el caso de Baltasar André, un portugués ascendería a casi 350 títulos 34.
que vivía en Brasil y que fue capturado en el mar por los ingleses, que Se trataba de una curiosidad cultural que iba en aumento y que, en el
lo condujeron a Southampton. En 1592, admitió que, mientras había siglo xvn, con base en criterios económicos, en motivos políticos funda-
vivido en Inglaterra, él y sus compañeros habían visitado las iglesias dos en la razón de Estado y en consideraciones de carácter religioso, re-
luteranas por curiosidad. En efecto, ésta se convertiría en causa y justi- lacionadas con el pensamiento cristiano reformista y mesiánico, favore-
ficación de lo que hacían quienes mantenían contactos de ese tipo. Bien cería determinarlas tendencias filosemíticas entre las elites europeas. Con
es verdad que, a finales del siglo xvi, la curiosidad se consideraba una todo, lo más sorprendente de los testimonios aquí presentados es el he-
característica humana neutra e, incluso, positiva, pero no siempre había cho de que hubiese una especie de fascinación y curiosidad popular hacia
sido así. Existía toda una tradición teológica clásica y medieval que ha- los judíos, que antecedería a esa aproximación —más pragmática y estra-
bía condenado el deseo desordenado de los hombres de conocer las co- tégica— a los hebreos y a su cultura que protagonizaron los referidos filo-
sas y cuestionar el mundo que les había sido dado. San Agustín vinculó semitas del siglo xvu. Figuras como la de Cristina de Suecia, la del escri-
la curiosidad con la distracción de la principal obligación del cristiano, tor portugués y predicador jesuita António Vieira o la de hombres de gran
que era la búsqueda de su propia salvación. Este mismo género de argu- pragmatismo, como el conde-duque de Olivares y el ministro francés
mentos sería característico de otros textos de la tradición patrística y, Colbert, todos los cuales percibían ventajas políticas o económicas en el
más tarde, de la literatura moral monástica. La curiosidad fue vista mantenimiento de una actitud más tolerante hacia los judíos, representa-
como expresión de codicia o de ambición y, por tanto, como algo que se rían el lado práctico de los políticos, mezclado, en algunos casos al me-
debía evitar o controlar. Era una trasgresión, que, como tal, desafiaba las nos, con ciertas dosis de curiosidad y de voluntad de tolerar. Esta combi-
normas y las pautas de conducta, así como la fe. nación, sin embargo, no se limitaría a los soberanos y hombres de Estado.
Estas opiniones contrarias a la curiosidad solían estar dirigidas a Los judíos practicantes, en buena medida, serían algo extraño y exó-
quienes buscaban conocer los secretos de la Tierra viajando o a quienes tico en la península Ibérica durante la época moderna, pero no así los
aspiraban a explorar los misterios del mundo natural 32 . Los más críticos conversos. Estos formaban parte de la vida cotidiana y eran objeto habi-
la verían como «la tentación y el pecado originales», empleando pala- tual de ignominias, aunque, en ocasiones, llegaban también a causar una
bras de Francis Bacon, aunque el estudio, como él mismo reconocería, impresión positiva entre los cristianos viejos. Un modo de hacerlo era a
también permitía conocer mejor los designios de Dios, lo que, combina- través del carácter que podía asumir su fidelidad a la vieja ley y su recha-
do con la contemplación, acababa reforzando la virtud 33 . En realidad, zo, en el momento de la muerte, a renegar de sus creencias. Alrededor
este nuevo despertar de la curiosidad estaría a menudo relacionado con de 1595, Fernando de Ludena, un escribano de 36 arios, natural de la ciu-
las exploraciones y los viajes, y se justificaría muchas veces por el deseo dad de Mahón, mantuvo una discusión sobre las actividades de la Inqui-
de conocer los planes divinos. Sin embargo, el viaje implicaba asimis- sición de Toledo. Dijo a sus compañeros «que el buen moro muera como
mo saber de otros pueblos y culturas y, por consiguiente, entrar en con- moro y el judio como judio, y el christiano como christiano» y aseguró,
tacto con otras creencias. Ese peligro potencial se veía compensado por asimismo, que quienes no habían abandonado su fe en el último mo-
mento, es decir, aquellos que no aceptaron la Cruz, rechazando la gracia
de que se les diese garrote antes de la hoguera en lugar de ser quemados
31AHN, Inq. (Murcia), Leg. 2022, RC 1584.
32
C. Ginzburg, «High and Low: The Theme of Forbidden Knowledge in the Sixteenth
and Seventeenth Centuries», Past and Present 73 (1976), pp. 28-41. 34 N. Kenny, Curiosity in Early Modern Europe: Word Histories, Wiesbaden, Har-
33 B. Benedict,
Curiosity: A Cultural History of Early Modern Inquiry, Chicago, Uni- rassowitz, 1998, p. 13. En particular, véase E. Peters, «The Desire to Know the Secrets of the
versity of Chicago Press, 2001, p. 19. World», Journal of the History of Ideas 62/4 (2001), pp. 593-610.
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vivos, «hicieron como buenos soldados que no buelven el pie atras» 35. Las denuncias por opiniones de carácter relativista o universalista
Actitudes como ésta no eran excepcionales. Catalina Crespo, una «bea- con respecto a los luteranos recaerían sobre dos tipos de personas: los
ta» de Baeza, en Andalucía, tenía fama de ser mujer particularmente cristianos viejos españoles y los extranjeros, que incluían artesanos ale-
amiga de los conversos y de ser persona que se negaba a hablar mal de manes, mercaderes y marineros ingleses, así como otros europeos y, en
ellos. En cierta ocasión, advirtió a sus vecinos del coste que en términos especial, un número importante de franceses descubiertos en Cataluña,
apocalípticos podía tener la injusticia que se hacía con ellos, señalando Aragón y el País Vasco, así como en los principales puertos y ciudades
que «muchos habían sido castigados o habían muerto sin culpa y que un españoles. En realidad, el simple origen extranjero o, sobre todo, el ser
día habrían de volver cuando todo fuese revelado» 36. La idea de que súbdito francés o haber nacido en Francia podía ser razón suficiente para
quienes morían en las hogueras inquisitoriales eran mártires de su fe, convertirse en sospechoso. Las afirmaciones de los residentes franceses
habiendo perecido de forma injusta, no sólo la mantenían los conversos, o de los que estaban en España de paso eran examinadas minuciosamen-
sino que podían defenderla asimismo cristianos viejos y personas como te, debido a su potencial contenido herético. A menudo, dichas afirma-
Jerónima de Campos, mujer de un cardador de Übeda, que, en torno a ciones eran como las que pronunció Juan Falcó, natural de Narbona (Lan-
1570, fue denunciada a la Inquisición por decir que determinado con- guedoc), durante una conversación sobre religión que tuvo a su paso por
verso «había muerto mártir y sin culpa» 37. Mallorca. Al preguntarle cuántos tipos de personas había en el mundo,
Si las actitudes hacia los judíos y sus descendientes se desarrollaron Falcó respondió que «christianos, hugonotes, luteranos y judíos y que
sobre la base de las viejas enemistades y las formas de coexistencia ca- todos creían en un solo Dios». Cuando se le dijo que quienes no habían
racterísticas de la Edad Media peninsular, los sentimientos en relación recibido el bautismo y no creían en la Santa Madre Iglesia no podían
con los protestantes eran, por definición, algo completamente nuevo. La alcanzar la salvación, respondió: «Vos ni yo lo podemos decir eso». La
reforma de la cristiandad tuvo expresiones diferentes en la España de racionalidad que caracterizaba la postura de Falcó era fruto del sentido
comienzos del siglo xvi y, a pesar de la famosa respuesta de Eramo —His- común, del pudor y de los propios fundamentos bíblicos. Entendía, en
pania non placet [No nos agrada España]— a la invitación para que acu- primer lugar, que si todas esas personas acababan en el Infierno, era
diese a la Península, sus ideas, incluidas las más radicales, tuvieron un «mucho [lo] que tenían que hacer los demonios» 39. Y en relación con el
eco enorme en los contextos ibéricos. Bien se inspirasen en el pietismo hecho de que los judíos hubiesen azotado y crucificado a Cristo, recor-
del norte de Europa, en tendencias apocalípticas italianas o en un misti- daba las propias palabras de Jesús: «Padre, perdónalos porque no saben
cismo propiamente español, en el celo mendicante o en corrientes alum- lo que se hacen», considerándolas una señal de las posibilidades que
bradas, lo cierto es que las ideas contrarias al dictado de la Iglesia no aquéllos tenían de salvarse, ya que las palabras de Cristo, como decía,
dejaron de aflorar en determinados círculos hispanos. Este hecho, unido siempre habían tenido una enorme fuerza. Falcó fue sentenciado a peni-
a la agitación y la rebelión de los Países Bajos, instigada, en parte, por la tencia pública, reclusión e instrucción religiosa, pues se advirtió «sospe-
disidencia religiosa, inquietó tanto a la Corona como a la Iglesia. En la cha de heregia» en sus afirmaciones, pero, al servirse de las propias pa-
década de 1520, un grupo de «alumbrados» o «iluminados» que practi- labras y ejemplo de Cristo, consiguió explicarse y que los inquisidores
caba una especie de misticismo estático fue perseguido en Toledo. Asi- fuesen indulgentes4°.
mismo, la Inquisición procedería contra quienes abogaban por una refor- Las afirmaciones de los franceses arrestados por los tribunales es-
ma espiritual de inspiración erasmista. Como ha señalado el historiador pañoles solían reflejar tanto un fuerte sentido de orgullo patrio como
John Elliott, a medida que la España abierta del Renacimiento fue dando cierta inclinación a dar por válidas las ideas protestantes. Luis Traba-
paso a la España de la Contrarreforma, ese humanismo tolerante carac- lon, un buhonero natural de St. Martin, en Francia, no tenía más de 21
terístico de los erasmistas fue desapareciendo 38. años cuando fue arrestado en 1615. Encontrándose en una posada va-
lenciana, había comenzado a discutir sobre el matrimonio de un prín-
cipe de España con una princesa francesa y, cuando alguien afirmó que
38 AHN, Inq. (Murcia), Leg. 2022, no 25, RC 1596. Ludena dijo a los inquisidores que su
intención no era apuntar que las leyes fuesen iguales, sino que quienes vivían como judíos y el enlace era inconveniente porque los del reino galo carecían de honor
musulmanes tenían derecho a morir de ese modo. Apenas fue multado, ya que los inquisidores y eran luteranos, Trabalon reaccionó contra tal afronta. Los franceses,
entendieron que era «hombre de poco entendimiento».
36 L. Coronas Tejada, La Inquisición en Jaén, Jaén, Diputación Provincial, 1991, pp.
161-171. 38 RCM (1595), pp. 163-164.
37 Ibidem, p. 169. Se dijo que «dio señales de que deseaba saber lo que tenía obligación de creer y ansí
38 J. H. Elliott, op. cit., p. 208. lo mostró en la reclusión que cumplió»; ibidem.
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afirmaría, eran tan cristianos como los españoles, creían igualmente en Un modo de interpretar estas expresiones de Tolerancia pasa por
Dios y los que eran protestantes observaban los preceptos de su secta considerar que fueron, sobre todo, una consecuencia natural de la par-
mejor que los españoles, aunque admitía que sus creencias eran erró- ticular experiencia de convivencia y contacto entre las tres culturas que
neas. Finalmente, Pedro Govion, un joven jornalero de Vañol (Bañul) hubo en la península Ibérica durante la Edad Media. Esta posición,
que, sin embargo, residía en Orihuela, respondió al comentario de que defendida quizá de forma más vehemente por Henry Kamen, tiende a
Francia era tierra de luteranos y que iban todos al Infierno diciendo ver España como un lugar peculiar, lo que no deja de tener algún senti-
que «los luteranos [podían] ir al cielo se Dios quisiese», a lo que aña- do, si se contempla la larga experiencia multirreligiosa hispana, a pesar
dió, según dijeron varios testigos, que también los moros podían ir al de que en ella tampoco estuvieron ausente las expresiones de hostili-
cielo con la ayuda de Dios". dad, antes y después de los pogroms antijudíos de 1391. Sin embargo,
Resulta difícil separar el orgullo que estos sujetos tenían como fran- los datos con que contamos indican que, mientras permanecían en Es-
ceses de sus sentimientos religiosos, aunque muchas de sus manifesta- paña, en Portugal o en sus respectivas colonias, también los extranjeros
ciones de relativismo con respecto a las creencias luteranas no eran sino de otras zonas de Europa mostrarían actitudes tolerantes y criticarían la
reflejo de su familiaridad con dicha creencia y con sus fieles. Juan Viñas, discriminación que sufrían los descendientes de judíos y musulmanes,
un agricultor de 34 arios y natural de Toulouse, sencillamente no podía lo que les valdría ser llevados ante la Inquisición. Giraldo de Goz, por
creer que tantos franceses de calidad pudiesen condenarse. Se pregunta- ejemplo, era un soldado de Artois que formaba parte del contingente de
ba «cómo era possible que habiendo en Francia tantos varones, duques, arqueros flamencos de la guardia real. En 1585, estaba con otros guar-
condes y doctores y tantas damas luteranos que todos se vayan al infier- dias en unas casas cercanas al monasterio de los carmelitas, en Madrid,
no». Y cuando se le dijo que quienes se separaban de la ley de Cristo cuando se empezó a discutir el hecho de que los descendientes de ju-
acababan condenándose, respondió: «Que sabeis vosotros quales se sal- díos y musulmanes no fuesen admitidos en los beneficios de determi-
van y quales se pierden, que eso solo Dios lo sabe» 42. nadas iglesias. Goz entendía «que no era bien esso, porque la Iglesia
En el contexto de la vida política y religiosa de Francia, esas expre- avia de ser igual para todos»". Le respondieron «ser cosa justa que
siones de relativismo y de admiración o simpatía hacia los protestantes fuesen preferidos los hijos y los nietos y descendientes de los que avian
tenían todo el sentido, lo que no quiere decir que en España no hubiese ganado la tierra y defendido la santa fe catolica y derramado su san-
también quien considerase que la persecución a los protestantes era una gre». Goz, sin embargo, no se mostró muy convencido 45.
política errada y quien creyese que, como los fieles de los tres credos
tradicionales, también los protestantes podían alcanzar la salvación.
Francisco Amores asistió a un auto de fe en Valladolid en el que un buen GENTES QUE DUDAN
número de protestantes fue ejecutado y en el que se hizo una prédica
condenatoria de los mismos. Amores entendía que tanto los castigos im- El número de procesos por proposiciones que defendían la existen-
puestos como el sermón proferido eran contrarios a los principios de la cia de diferentes vías hacia Dios probablemente nunca debió de ser sig-
fe cristiana, defendiendo «que cada uno se salva en su ley, el moro en la nificativo desde un punto de vista estadístico y, de hecho, parece haber
suya, el judío en la suya, el cristiano en la suya y el luterano en la suya» 43. descendido a mediados del siglo xvn. Esta aparente reducción se produ-
En ocasiones, las críticas podían venir en ayuda de la propia persona. jo al mismo tiempo que disminuyeron los procesos por otros delitos de
William Keith, un escocés que residía en Madrid, dijo a los inquisidores naturaleza moral y por otros muchos tipos de proposiciones. Algunos
que no había precedentes en la Iglesia primitiva de que se hubiese que- historiadores han defendido que esa tendencia no es sino reflejo del éxi-
mado a herejes y que, por tanto, debían ser dejados a la merced de Dios. to que tuvo la Inquisición a la hora de imponer un catolicismo más con-
Su actitud ante los jueces del Santo Oficio fue tan desafiante que éstos sistente y ortodoxo entre la población. Ese descenso del número de pro-
consideraron que era demente. cesos, sin embargo, pudo deberse,a otras razones. Puede que las personas,
simplemente, aprendiesen a ser más circunspectas a la hora de expresar
sus creencias o que la Inquisición desistiese en su intento de imponer un
41 Govion aseguró que había dicho estas cosas para poder así salir de casa de su amo,
uno de los cuatro testigos que declaró en su contra; AHN, Inq. (Murcia), Leg. 2022, n.° 26.
42 RCM (1590), pp. 109-110. " AHN, Inq. (Toledo), Leg. 221, n.° 12.
43 Véase ADC, Leg. 210, exp. 2419; cfr. S. Cirac Estopañan, Catálogo de la Inquisición de 45 AHN, Inq., Leg. 1953, n.° 17; cfr. W. Thomas, Los protestantes y la Inquisición en
Cuenca (ed. de D. Pérez Ramírez), Madrid, Fundación Universitaria Española, 1982, p. 386. España, cit., p. 479.
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pensamiento uniforme sobre determinados asuntos que dejaron de verse inquisidores trataron de obtener la versión verdadera de la historia.
como una amenaza, una vez que se superó el temor principal al protes- Ramírez se declaró ateísta «en lo interior», aunque, en realidad, más
tantismo. Cuesta creer, con todo, que los inquisidores cerrasen comple- parecía ser un hombre disconforme con todas las creencias, que bus-
tamente los ojos al relativismo y al universalismo, pues se trataba de caba desesperadamente contento en cada una o, quizá, en todas ellas.
ideas que tenían consecuencias teológicas de peso. Fraile franciscano, turco y aspirante a judío, Ramírez trató de encon-
En este sentido, cabe rematar el presente análisis con tres casos que, trar una vida en cada credo, pero no tenía ninguna intención de morir
cronológicamente, son algo tardíos, pero que representan formas o ex- por su búsqueda de la verdad. En la segunda sesión, se retractó de sus
presiones diferentes de indiferencia religiosa, confusión y Tolerancia. El errores y afirmó que ahora odiaba tanto a los judíos que él mismo se
primero es el caso de fray Fernando Ramírez de Arellano, procesado por lanzaría a la hoguera antes que verlos 47. Se le condenó a salir en auto
la Inquisición en 1682 46 . Era entonces un franciscano de cerca de 40 de fe público, a pena de prisión perpetua y a vestir un sambenito. Con
años que había nacido en Orán. En 1677 estaba en Sevilla, donde decla- todo, cabe preguntarse cómo interpretar la figura de este fraile, cristia-
ró ante la Inquisición que a la edad de cinco arios había sido llevado por no viejo, buscador de la verdad o creyente en nada. ¿Era una persona
una familia (presumiblemente musulmana) como esclavo a Argel y de abierta a diferentes modos de vida o, simplemente, un rufián sin escrú-
allí a Constantinopla, donde había sido circuncidado. Pasó entonces a pulos? Fuese lo que fuese, se trataba de alguien que tuvo la capacidad
servir en las naves corsarias de los turcos, pero en Cerdeña consiguió de transitar por los tres credos con relativa facilidad y, aparentemente,
escapar y se presentó ante la Inquisición, que lo absolvió de su conver- sin vacilación alguna, llevando así a la práctica ese relativismo que
sión, debido a su juventud e ignorancia. Se trasladó finalmente a Sevilla, otros apenas expresaban.
donde entró en religión como franciscano. La historiadora brasileña Adriana Romeiro ha puesto de manifiesto
Si hasta aquí la historia de Ramírez era la típica de otros muchos las importantes semejanzas existentes entre la odisea de Ramírez de
renegados, cuando se avanzó en las averiguaciones surgieron porme- Arellano y la historia del portugués Simeáo de Oliveira e Sousa 48.
nores extraños y contradictorios. Admitió que, mientras estuvo en Cá- Éste, nacido en Lisboa en 1678, fue en parte educado por los jesuitas,
diz, tuvo tratos con judíos (probablemente, quiso decir conversos), con habiéndose trasladado a Río de Janeiro en torno a 1695 con el objeto
quienes leyó la Biblia, en observancia de la ley de Moisés. En un inte- de juntarse con su padre, que era médico. Comenzó entonces a viajar
rrogatorio posterior, convino que durante su estancia en la ciudad ga- por las provincias del Río de la Plata, recorriendo Córdoba, Salta, Po-
ditana había comenzado a tener dudas sobre su fe cristiana y que «de- tosí y Chuquiasca. Entre tanto, vistió sucesivamente los hábitos de las
seaba mucho ser judío y tratar con judíos y reduzir a los católicos que órdenes franciscana y dominica, así como los de clérigo secular. Cuan-
lo fuesen y creyesen en la ley de Moyses, la qual estudiaba con gran gus- do se encontraba en la Universidad de Chuquiasca (probablemente la
to». Más tarde, declaró que, con los judíos de Alicante, había hablado de San Francisco Javier, fundada en 1624), se hizo franciscano descal-
sobre la cábala y que había llegado al convencimiento de que Cristo no zo y permaneció en esta ciudad durante seis años, antes de huir a
era el verdadero Mesías, «sino que siendo criado de un Profeta y ayer- Lima, donde fue arrestado y posteriormente liberado. Decidió enton-
se lebantado con el don de hazer milagros, dieron en dezir que era el ces regresar a Portugal, vistiendo durante un tiempo el hábito de agus-
Messias». Los inquisidores lo fueron presionando en sucesivas vistas. tino, que sólo abandonó para casarse. Los viajes continuaron y, de
Admitió, así, que había vivido con sus padres hasta los quince años, hecho, mientras se dirigía a Cabo Verde fue capturado por corsarios
que después se había ido a Argel, donde había vivido «siendo Turco» berberiscos que lo llevaron a Argel. Allí practicó el islam, convirtién-
durante nueve arios, y que al regresar a la cristiandad había pasado un dose de nuevo al catolicismo por insistencia de un franciscano que
tiempo en América. Contradiciéndose, Ramírez dijo inicialmente a los conoció y que lo convenció de que tomase de nuevo el hábito de san
inquisidores que había huido a las Indias para evitar ser arrestado, Francisco. Siendo persona espiritualmente inquieta, no dejaría de en-
pero, después, les dijo que, en realidad, había convencido a la Inquisi- trar en contacto con judíos y con protestantes ingleses, llegando inclu-
ción de Sevilla de que tenía un hermano que aún estaba cautivo en Ar- so a sentirse atraído por sus respectivas creencias. Al final, regresó a
gel, logrando así que se le permitiese ir a América con el fin de conse-
guir dinero para el rescate de su hermano. En cuatro sesiones, los
47 Ibidem.
48 A. Romeiro, «As aventuras de um viajante no império portugués: Trocas culturais e
toleráncia religiosa no século xvm», en E. Franga Paiva y C. M. Junho Anastasia (eds.), O
46 AHN, Inq., lib. 1023, fols. 302-305. trabalho mestieo, Río de Janeiro, Ana Blume, 2002, pp. 483-495.
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Portugal, donde, como franciscano, celebró misa y llevó a cabo otras y creencias 50 . Aldama era un hombre alto, de 28 arios, de complexión
delgada, de cabello corto y castaño y de nariz aquilina. Era cristiano
actividades clericales hasta que fue denunciado tras admitir que mante- viejo y natural de Oquendo (Álava), en el País Vasco. En noviembre de
nía tratos ilícitos con una mujer. A lo largo de su trayectoria como fran- 1701 fue admitido en un hospital de Villarrobles (Murcia), donde cono-
ciscano, dominico, agustino, clérigo secular, laico, judío, musulmán y cería a un hombre con fama de santo, con el cual conversó acerca de la
protestante, llegó a usar cerca de 60 nombres diferentes". vida que llevaba. Al parecer, Aldama había querido en algún momento
Los inquisidores de Évora se sintieron en cierto modo desconcerta- de la misma hacerse sacerdote, pero, como señaló, Dios no había que-
dos con Oliveira e Sousa, aunque su interrogatorio puso de manifiesto rido que lo fuese, por lo que había acabado convirtiéndose en un perso-
que había adoptado ideas luteranas, relativas a la salvación a través tan naje errante, sin residencia fija y sin profesión, a pesar de que podía leer
sólo de lá gracia. Se le sentenció a diez arios de destierro en India, pero y escribir. Era, como afirmaba, un sujeto al que Dios había destinado a
cuando llegó allí enseguida tuvo que vérselas con la Inquisición de Goa, ser vagabundo y sufrir toda suerte de tribulaciones. El hombre santo lo
debido a toda una serie de manifestaciones sospechosas de herejía, que criticó, diciéndole que era esa misma voluntad de Dios la que debía
reflejaban su familiaridad con los varios ámbitos religiosos y culturales servirle para observar un trato honesto y «proporcionado a su salva-
de los imperios ibéricos. Entre sus afirmaciones, se contaba la creencia ción». La conversación tocó toda una serie de cuestiones teológicas,
de que era posible salvarse fuera de la Iglesia, pues «Deus nosso senhor como el valor del bautismo, sobre el que Aldama tenía algunas ideas
era muito misericordioso, que tanto havia de salvar aos que vivem bem heterodoxas que molestaron a su interlocutor. La discusión entró en-
como aos maus, especialmente aos gentios, mouros, judeus». Al final, tonces en el tema de la salvación y Aldama afirmó «que cualquiera se
sería procesado de nuevo en Lisboa, en 1725, donde pasó el resto de su podia salvar en la ley que profesase guardandola, fuese moro infiel o
vida como tutor de latín, y donde siguió reuniendo materiales de carácter herege y que todos procediamos de la misma cepa de que salian dife-
religioso, escribiendo y situándose en esa estrecha línea que dividía la rentes sarmientos que daban fruto y assi eran todas las leyes y sectas y
ortodoxia de la heterodoxia. Considerado por algunos como mentiroso y que todos se salvan en la que quisiesen profesar como la guardasen
estafador, Oliveira tuvo una existencia que ponía de manifiesto las posi- cumplidamente».
bilidades que ofrecían los intercambios culturales, así como los desafíos El eremita entendió que tales opiniones eran cismáticas e informó
que planteaban en el plano de las creencias. de su conversación al comisario local de la Inquisición, dando así lugar
Si Ramírez de Arellano y Oliveira son ejemplos de la permeabilidad a la detención de Aldama. En efecto, reunida la información, los inqui-
que había en las identidades religiosas de la época moderna y del modo sidores decidieron confinarlo en la cárcel secreta e incautar sus bienes.
en el que los sujetos estaban dispuestos a aceptar que pudiese haber Arrestado el 4 de enero de 1702, se le interrogó por primera vez el 9 de
vías alternativas para la salvación, hubo otras muchas personas cuya enero, llamando a testificar a varias personas que corroboraron las afir-
visión pudo ser realmente tolerante, pero que, sin embargo, no tuvieron maciones de Aldama, cuyas opiniones, además, se sometieron al dicta-
un interés particular e inmediato en hacer ver su postura. Aunque a fi- men de tres teólogos, que las calificaron como herejías formales 51 . En
nales del siglo xvm los procesos en España por proposiciones de carác- las sesiones siguientes, defendería que Dios lo había despojado de su
ter general o por sostener que cada cual podía salvarse en su propia ley libre albedrío para que no continuase estudiando y, con respecto a la
aumentaron de forma dramática por el impacto de la Ilustración, lo cuestión de la salvación, todo lo que los inquisidores consiguieron sa-
cierto es que, un siglo antes, este tipo de casos había disminuido consi- carle fue que no sabía si aquellos que no eran cristianos podían o no
derablemente. El arresto de Inocencio de Aldama en 1701, por tanto,
fue algo extraordinario. Con todo, más excepcional aún, si cabe, es el salvarse.
Se le asignó un abogado del tribunal para su defensa y, siguiendo su
hecho de que la relación de su caso sea lo suficientemente detallada consejo, Aldama juró creer en todas las enseñanzas de la Iglesia. Sin
como para permitirnos profundizar en la naturaleza de sus afirmaciones embargo, el carácter de sus afirmaciones empezaba a parecer difuso y
poco claro. Dijo ante los inquisidores, por ejemplo, que la vida era como
49 Paralelos, aunque en parte diferentes, son los casos de muchos
cristá os novas que
transitaron una y otra vez del catolicismo al judaísmo, en función de la fronteras nacionales 5° AHN, Inq. (Murcia), Leg. 2845.
y comunitarias que atravesaban. A menudo lo hacían como estrategia de supervivencia, sin 51Los tres calificadores eran fray Juan Hidalgo, ex provincial de San Francisco, fray
que respondiese a lógicas teológicas; véase D. L. Graizbord, Souls in Dispute: Converso Manuel Fernández Paniagua, provincial de San Francisco, y fray Alberto Rosique, de la or-
Identities in Iberia and the Jewish Diaspora, 1580-1700, Filadelfia, University of Pennsyl- den de Santo Domingo.
vania Press, 2004, pp. 172-176.
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el cordón de san Francisco, con muchos nudos, y que dependía del espí- Santo y la crisma, sostuvo una verdad que compartiría con otros mu-
ritu superior, y que si éste pudiese unirlo todo, lo haría, y que para eso chos: que todos podían salvarse en su propia fe, que todas las religio-
había instituido el Sacramento Sagrado. Así lo declaró junto a «otras nes formaban parte de un mismo tronco, que todas daban fruto y que
muchas locuras», como señalaron los inquisidores. En febrero, los miem- toda persona tenía un destino. Sobre este asunto, como había señalado,
bros del tribunal llegaron al convencimiento de que Aldama era demente ni siquiera los doctores de Salamanca podían disuadirlo.
y de que cada vez iba a peor. El médico al que llamaron los jueces llegó Estas tres vidas ejemplares son, sin duda, construcciones, autorrepre-
a idéntica conclusión, de modo que, en abril, su abogado defensor pidió sentaciones elaboradas bajo amenaza y fruto de los testimonios que con-
que el caso fuese cerrado y Aldama puesto en libertad. Pero la locura no feccionaron los propios inquisidores. Pero a pesar del carácter artificioso
dejaba de ser un problema. Cuando se le preguntaba si sabía lo que era y a veces confuso, es posible adivinar en ellas pautas que apuntan a toda
un juramento, Aldama respondía «que traia dios por testigo para afirmar una serie de elementos comunes. Muchos de los que, como Aldama, mos-
o negar alguna cosa». Respondía «de modo desordenado», sus contesta- traron cierto relativismo o cierta actitud tolerante en materia religiosa eran
ciones eran enrevesadas y confusas, pero, entre las mismas, no faltaban personas que habían recorrido mundo y que, gracias a su contacto con los
algunas observaciones perspicaces. A pesar de intentarlo, los inquisido- libros, estaban más abiertas a otras ideas. Sin duda, el viaje les abriría
res no lograron convencerlo sobre determinadas cuestiones y, de hecho, horizontes, permitiendo que los podamos considerar como sujetos que
les decía «que cada uno tenia su oriente y que deste argumento no le sa- formaban parte de una subcultura de la diferencia, como personas a me-
caria ningun teologo de Salamanca». nudo marginales por su ocupación o su estatus, propensas al cambio, con
El problema que se planteaba era cómo abordar este caso y cómo mayor movilidad y mayor apertura a nuevas ideas que sus coetáneos. Esta
explicar ideas tan insólitas. La investigación continuó, permitiendo así visión, sin embargo, resulta demasiado obvia y supone establecer elemen-
saber que Aldama, al parecer, había vivido con su abuela matera y con tos de contraste con una sociedad rural peninsular, cuyo carácter sedenta-
su tío sacerdote. En cierta ocasión, se había comportado de forma irre- rio difícilmente se puede seguir sosteniendo. Decenas de miles de sujetos
verente y, temeroso de su tío, había huido a Madrid, donde entraría a de las zonas rurales se movían todos los años por vías y caminos, siguien-
prestar servicio como soldado. Participaría en las campañas de Cata- do los ciclos de las cosechas; otros tantos acudían a Flandes, Francia,
luña, Sicilia y Nápoles antes de regresar a Madrid. Sus familiares tra- Italia, Cataluña y Portugal, formando parte de los ejércitos del rey; otros
taron de hacerle volver a su tierra natal, pero se negó, y empezaron a salían de aldeas y ciudades hacia los puertos de mar, para servir en las
considerarlo una persona melancólica, que hablaba a menudo consigo flotas o en las naves mercantes; una corriente constante de inmigrantes
misma. Sus debates con los inquisidores generaron más confusión y partían de poblaciones como Trujillo y Brihuega para cruzar el Atlántico
nuevas consultas, dando lugar a que se decidiese confinarlo en un ma- y establecerse en Puebla o en Potosí, manteniendo muchos de ellos el
nicomio en Valencia52 . contacto con familiares y amigos de sus antiguas comunidades 54. Cabe
¿Qué consideración merece Aldama? ¿Su melancolía era como la discutir el impacto que tuvo toda esta movilidad sobre la población rural.
de Hamlet, fingida y real al mismo tiempo, o consistía en una estrate- Puede que contribuyese a mantener determinadas actitudes y prácticas
gia de supervivencia y una máscara? El historiador Juan Blázquez Mi- tradicionales, al hacer desaparecer las causas de la presión demográfica y
guel entiende que, más que un demente, Aldama era un hombre de social. Pero puede ser también que las personas con un espíritu más incli-
«gran cultura, brillantísimo ingenio y agudo razonamiento», que trató nado a la disidencia y la novedad mostrasen mayor disposición a viajar y
de convencer a los inquisidores de su postura 53 . Parece haber sido un que, por medio de la correspondencia y del posible regreso a casa de algu-
hombre en buena medida golpeado por la vida y encerrado en sí mis- nos de ellos, el fenómeno de la migración acabase introduciendo cambios
mo, pero, al mismo tiempo, alguien que viajó por muchas partes y vi- en las comunidades rurales. Para quienes partían, el viaje y la propia ex-
vió en el extranjero. En medio de sus extrañas ideas sobre el Espíritu periencia tenían, sin duda, el potencial de abrirles sus mentes a nuevas
ideas, aunque ello no necesariamente ocurría. Más de un viajero fue de-
52 Sobre la locura y su definición en esta época, véase E. Midelfort,
History of Mandes
in Sixteenth-Century Germany, Stanford, Stanford University Press, 1999; S. Nalle, Mad for D. Vassberg, op. cit., pp. 173-175; I. Altman, Emigrants and Society: Extremadura
God: Bartolomé Sánchez, the Secret Messiah of Cardenete, Charlottesville, University of and America in the Sixteenth-Century, Berkeley, University of California Press, 1989; id.,
Virginia Press, 2001 [ed. cast.: Loco por Dios. Bartolomé Sánchez, el mesías secreto de Transatlantic Ties in the Spanish Empire, Stanford, Stanford University Press, 2000. Véanse
Cardenete, Madrid, Latorre, 2009]. asimismo las consideraciones que, fundamentadas en estudios recientes, se hacen sobre la
53J. Blázquez Miguel, La Inquisición en Albacete, Albacete, Instituto de Estudios Al- movilidad en el ámbito español en J. Amelang, «Society and Culture in Early Modem
bacetenses-CSIC-CECEL, 1985. Spain», Journal of Modern History 65/2 (1993), pp. 357-374.
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nunciado por sus compañeros de jornada y de navío. No hay un catálogo
de rasgos sociales que permitan situar al margen de sus coetáneos más
ortodoxos a quienes desarrollaron ideas tolerantes o de carácter relativista.
Toda persona era un potencial viajero y cada viajero un potencial hetero-
doxo, pero muchos de los que emprendieron el camino por mar o por
tierra permanecieron enteramente fieles a sus creencias. Las decisiones
individuales y las convicciones, más que los rasgos sociales, fueron las
qtte aparentemente determinaron el camino que, en el plano de las creen-
cias, cada cual decidiría seguir.
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