Guia N°3 Filosofia 3°medio Mayo

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Centro Educacional Fernando de Aragón

Educación Media
Departamento de Historia, Geografía y Ciencias Sociales – Filosofía
Asignatura: Filosofía

Guía para el aprendizaje III medio


mayo
Nombre: Curso:
Asignatura: Filosofía
Unidad: 2.- ¿Por qué filosofar en la sociedad contemporánea?

Actividad n°1: Sobre los métodos filosóficos y su contribución a la búsqueda de la


verdad
Objetivo: Comprender los métodos filosóficos y la contribución de estos a la búsqueda
de la verdad

Mayéutica
Sócrates (siglo V a. C.), uno de los más importantes filósofos griegos, solía
interrogar a sus interlocutores sobre asuntos que dominaban y les hacía reconocer,
a través de sus preguntas, que en realidad no estaban tan seguros de lo que creían
saber. Después, volvía a formular nuevas preguntas y trataba de construir junto
con ellos respuestas satisfactorias a las cuestiones que habían dado inicio al
diálogo. Este método, que se proponía encontrar la verdad sobre cualquier asunto
por medio del diálogo racional, se conoce como mayéutica, término que en griego
significa «dar a luz».
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Ejemplo de Mayéutica: Platón. República (380 a. C.)


—Propones, por ende, añadir algo a nuestra primera
consideración de lo justo, cuando decíamos que era
justo hacer bien al amigo y mal al enemigo: ahora
quieres que, además, digamos que es justo hacer bien
al amigo que es bueno y perjudicar al enemigo que es
malo. ¿Eso es lo que propones?
—Ciertamente; así me parece que queda bien dicho.
—En tal caso, ¿es propio del hombre justo perjudicar a
algún hombre?
—Sin duda: hay que perjudicar a los malos y enemigos
nuestros.
—Ahora bien, al perjudicar a los caballos, ¿se vuelven
estos mejores o peores?
—Peores.
—¿Peores respecto de la excelencia de los perros o
respecto de la de los caballos?
—Respecto de la de los caballos.
—Y al ser perjudicados los perros, se vuelven peores
respecto de la excelencia de los perros, no respecto de la
de los caballos.
—Es forzoso.
—En cuanto a los hombres, amigo mío, ¿no diremos,
análogamente, que, si los perjudicamos, se volverán
peores respecto de la excelencia de los hombres?
—Ciertamente.
—¿Y no es la justicia la excelencia humana?
—También esto es forzoso.
—Entonces también aquellos hombres que sean
perjudicados se volverán necesariamente injustos.
—Así parece […].
—Y por medio de la justicia, ¿los justos pueden hacer
injustos a otros? En resumen, ¿los buenos pueden hacer
malos a otros por medio de la excelencia?
—No, imposible.

Método cartesiano
Como revisamos en la lección anterior, el proyecto filosófico de René Descartes es
fundacional: darle un fundamento al saber filosófico a través de la búsqueda de un
conocimiento certero, es decir, necesario e indudable en claridad y distinción mediante
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la razón. Los principios del conocimiento son las verdades de la razón, que nos infunden
certeza sobre nuestros conocimientos. El método cartesiano tiene cuatro reglas:

1. Regla de la evidencia: … no recibir como verdadero lo que con toda evidencia no


reconociese como tal, [...] no aceptando como cierto sino lo presente a mi espíritu de
manera tan clara y distinta que acerca de su certeza no pudiera caber la menor duda.
2. Regla de análisis: … la división de cada una de las dificultades con que tropieza la
inteligencia al investigar la verdad, en tantas partes como fuera necesario para
resolverlas.
3. Regla de síntesis: ordenar los conocimientos, empezando siempre por los más sencillos,
elevándome por grados hasta llegar a los más compuestos y suponiendo un orden en
aquellos que no lo tenían por naturaleza.
4. Regla de comprobación o enumeración: … hacer enumeraciones tan completas y
generales que me dieran la seguridad de no haber incurrido en ninguna omisión.
Descartes, R. Discurso del método (1637)

Respecto de la mayéutica, ¿qué actitud deben adoptar los participantes del diálogo?

Relaciona la siguiente afirmación con el método cartesiano:


«Las ideas que proceden de los sentidos son confusas y engañosas; las que proceden del
intelecto son claras»
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Actividad n°2: Pensemos filosóficamente: el problema de la inducción


Objetivo: analizar el problema de la inducción

El filósofo empirista escocés David Hume (1711-1776) estableció una distinción


fundamental sobre la naturaleza de nuestro conocimiento, el cual dividió en dos ámbitos:
relaciones de ideas y cuestiones de hecho. A continuación, profundizaremos en el
pensamiento de Hume a partir de la exposición del filósofo chileno Francisco Pereira en
su libro David Hume: Naturaleza, conocimiento y metafísica.

Relaciones de ideas
Según Hume, las relaciones de ideas, que constituyen el primer ámbito del conocimiento
humano, son autoevidentes o demostrables. Son verdades por definición, por ejemplo,
«todos los cuadrados tienen cuatro lados». Además, no aseveran ni implican la existencia
de las cosas sobre las que versan.

Hume, D. Investigación sobre el conocimiento humano (1748):


“A la primera clase pertenecen las ciencias de la Geometría del Álgebra y la Aritmética y,
en resumen, toda afirmación que es intuitiva o demostrativamente cierta. Que el
cuadrado de la hipotenusa es igual al cuadrado de los dos lados es una proposición que
expresa la relación entre estas partes del triángulo. Que tres veces cinco es igual a la mitad
de treinta expresa una relación entre estos números. Las proposiciones de esta clase
pueden descubrirse por la mera operación
del pensamiento, independientemente de lo que pueda existir en cualquier parte del
universo. Aunque jamás hubiera habido un círculo o un triángulo en la naturaleza, las
verdades demostradas por Euclides conservarían siempre su certeza y evidencia”.

Cuestiones de hecho
En tanto, en el segundo ámbito, el de las cuestiones de hecho, no se obtienen verdades
demostrativas. Las cuestiones de hecho no son autoevidentes ni demostrables, pero
aseveran o implican la existencia de las cosas sobre las que versan.

Hume, D. Investigación sobre el conocimiento humano (1748)


“No son averiguadas de la misma manera las cuestiones de hecho, los segundos objetos
de la razón humana; ni nuestra evidencia de su verdad, por muy grande que sea, es de la
misma naturaleza que la precedente. Lo contrario de cualquier cuestión de hecho es, en
cualquier caso, posible, porque jamás puede implicar una contradicción y es concebido
por la mente con la misma facilidad y distinción que si fuera ajustado a la realidad. Que
el sol no saldrá mañana no es una proposición menos inteligible ni implica mayor
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contradicción que la afirmación saldrá mañana. En vano, pues, intentaríamos demostrar


su falsedad. Si fuera falsa demostrativamente, implicaría
una contradicción y jamás podría ser concebida de manera distinta por la mente”.

Inferencias inductivas
Considerando la distinción anterior, Hume se pregunta por una clase de inferencia que
es muy típica en los seres humanos: la inferencia inductiva. Las inferencias inductivas
infieren desde información del pasado alguna información futura, por ejemplo: «dado
que el sol salió antes
de ayer, ayer y hoy, entonces saldrá mañana». Llevada al extremo, esta forma de
razonamiento implica que, dado que en el pasado las cosas han funcionado de cierta
manera, así lo harán también en el futuro, lo que no siempre es el caso.

Pereira, F. David Hume: Naturaleza, conocimiento y metafísica (2015)


“La pregunta central puede formularse del siguiente modo: ¿cómo podemos creer en la
existencia de algo en un futuro no observado? O bien, ¿cuál es la naturaleza de nuestras
inferencias desde el pasado y el presente hacia conclusiones acerca del futuro? El
problema inicial es que las percepciones presentes, sean estas de la sensación o de la
memoria, no son suficientes para justificar nuestras creencias acerca de lo que no hemos
observado o acerca del futuro. […] inferencias de este tipo no corresponden al ámbito
deductivo de las relaciones de ideas donde impera la estricta necesidad lógica, sino a las
cuestiones de hecho donde los razonamientos son de índole causal y siempre podemos
concebir lo contrario sin caer en contradicción. En estas inferencias hacia lo inobservado
o hacia el futuro no es posible deducir lógicamente de una existencia cualquiera presente
del tipo A, que esta va a tener un efecto del tipo B, ya que se trata de existencias distintas
y pueden ser separadas sin contradicción alguna.”

Piensa en situaciones de la vida cotidiana en que a partir de «causas que parecen


semejantes» has esperado «efectos semejantes». Descríbelas y luego piensa: ¿se ha
cumplido dicha relación entre causa y efecto? Explica.
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«El hecho de que todos los cuervos observados hasta la fecha sean negros implica que
todos los cuervos son negros». Este razonamiento, ¿plantea relaciones de ideas o
cuestiones de hecho?
Argumenta tu respuesta.

Unidad dos: ¿Qué es la existencia?


Actividad n°3: ¿Es real aquello que percibimos mediante los sentidos?
Objetivo: comprender la fiabilidad y límite de los sentidos

René Descartes, filósofo racionalista, usó la duda como método en su búsqueda del
conocimiento verdadero. Descartes dudó de los sentidos, puesto que podían engañarle;
de su cuerpo, que podía no existir; del conocimiento, que podría ser pura invención; de
Dios, cuya existencia no podía probar, y de la realidad, que podía ser un sueño. En fin,
Descartes dudó de todo cuanto existe para llegar a la única certeza de que, dado que
piensa, existe.

Descartes, R. Meditaciones metafísicas. Meditación primera (1641)


“Me he persuadido de que no existe nada en el mundo, ni cielo, ni tierra, ni mente, ni
cuerpo; ¿no significa esto, en resumen, que yo no existo? Ciertamente existía si me
persuadí de algo. Pues hay un no sé quién engañador sumamente poderoso, sumamente
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listo, que me hace errar a propósito. Sin duda alguna, pues, existo yo también, si me
engaña a mí; y por más que me engañe, no podrá nunca conseguir que yo no exista
mientras yo siga pensando que soy algo. De manera que, una vez sopesados
escrupulosamente todos los argumentos, se ha de concluir que siempre
que digo «Yo soy, yo existo», o lo concibo en mi mente, necesariamente ha de ser verdad.
¿Qué soy? Una cosa que piensa. ¿Qué significa esto? Una cosa que duda, que conoce, que
afirma, que niega, que quiere, que rechaza, y que imagina y siente. Tan manifiesto es que
yo soy el que dudo, el que conozco y el que quiero, que no se me ocurre nada para
explicarlo más claramente. Por otra parte, yo soy también el que imagino, dado que,
aunque ninguna cosa imaginada sea cierta, existe con todo el poder de imaginar, que es
una parte de mi pensamiento. Yo soy igualmente el que pienso, es decir, advierto las cosas
corpóreas como por medio de los sentidos, por ejemplo, veo la luz, oigo un ruido y percibo
el calor. Todo esto es falso, puesto que duermo; sin embargo, me parece que veo, que
oigo y que siento, lo cual no puede ser falso, y es lo que se llama en mí propiamente sentir;
y esto, tomado en un sentido estricto, no es otra cosa que pensar”.

El mundo sensible y el mundo inteligible


Muchos siglos antes de Descartes, Platón formuló, en el libro VII de su obra República
(380 a. C.), su teoría de las ideas mediante la «alegoría de la caverna», un relato que
muestra que el conocimiento de la razón es iluminado por la luz, mientras que las
opiniones basadas en el mundo sensible son «sombras», meras apariencias que semejan
la realidad. Según ese relato, los seres humanos somos prisioneros en una caverna en la
que solo percibimos las sombras del mundo real, y la función de la filosofía es mostrarnos
lo que hay afuera. La alegoría de la caverna nos muestra los dos mundos que concebía
Platón: el mundo sensible, que conocemos por medio de los sentidos y el mundo
inteligible o mundo de las ideas, que es universal e inmutable. Bertrand Russell explica
de la siguiente manera la teoría de las ideas de Platón:

Russell, B. Historia de la filosofía occidental (1945)


“Hay muchos animales de los que podemos decir individualmente con certeza «este es un
gato». ¿Qué queremos decir con la palabra gato? Evidentemente algo distinto respecto a
cada gato individual. Un animal es un gato, parece, porque participa de una naturaleza
general, común a todos los gatos. El lenguaje no puede funcionar sin palabras generales
como gato. Y tales palabras no carecen de significado. Pero si la palabra gato significa
algo, no es este o aquel gato, sino una
especie de gato universal. No nace en cuanto nace un determinado gato, ni muere con él.
En efecto, no tiene posición en el espacio o tiempo; es eterno. […] Para Platón la palabra
gato significa un gato ideal, el gato, creado por Dios, y único”.
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Tras leer el fragmento del texto “Descartes, R. Meditaciones metafísicas. Meditación


primera (1641)” -aparece al principio de esta actividad- responda: ¿cree, como Descartes,
que el pensamiento es el más fiable de los sentidos? Explique con dos razones

Tras ver el siguiente video [https://www.youtube.com/watch?v=6rO1P401D9Q&t=990s ] y


apoyándose en el texto “Russell, B. Historia de la filosofía occidental (1945)” -aparece más
arriba-, realice una explicación de la relación entre ambos.
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Actividad n°4: ¿Qué es el tiempo?


Objetivo: analizar el concepto de tiempo desde diversas perspectivas

Recurso uno
Todo cambia
Heráclito de Éfeso, filósofo griego (540 a. C.-480 a. C.), planteó que la realidad se
caracteriza por el cambio, lo que se ha resumido con la fórmula «todo fluye»: todo a
nuestro alrededor está en perpetuo devenir y el mundo es un conjunto de
transformaciones. La lucha de contrarios está en la base de ellas: el hambre se convierte
en saciedad y la saciedad en hambre, el día en noche y la noche en día, etc. Heráclito
sostiene que los contrarios son una misma cosa, puesto que no
podría haber saciedad sin hambre y viceversa.

Heráclito de Éfeso (540 a. C.-480 a. C.)


“Aguas distintas fluyen sobre los que entran en los mismos ríos. Se esparce y... se junta...
se reúne y se separa... se acerca y se va. Como todo cambia, pareciera que nunca pudieran
fijarse los límites de una entidad; lo único constante es el devenir, es decir, el proceso de
llegar a ser”.

Recurso dos
Todo permanece
El griego Parménides de Elea (siglos IV-V a. C.), por su parte, sostuvo que el ser es uno e
inmutable. A diferencia de las apariencias, que son múltiples y cambiantes, y en las que
algunas cosas son pero luego dejan de ser, el verdadero ser siempre es el mismo.

Parménides de Elea. Poema de la naturaleza (siglo V a. C.)


Permanece aún una sola versión de una vía: que el ser es. En ella hay muchos signos de
que, por ser ingénito, es también imperecedero, entero, monogénito, inmóvil y perfecto.
Ni nunca fue ni será, puesto que es ahora, todo entero, uno, continuo. Pues, ¿qué
nacimiento podrías encontrarle? ¿Cómo y de dónde se acreció? […] Y ¿cómo podría lo que
es, ser en el futuro? ¿Cómo podría llegar a ser? Pues, si llegó a ser, no es, ni es, si alguna
vez va a llegar a ser. Por tanto, queda extinto el nacimiento y la destrucción es inaudita.
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Recurso tres
El eterno retorno
El alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900) desarrolló en su obra una crítica demoledora
de los tres pilares del pensamiento occidental: el idealismo platónico, los valores de la
religión cristiana y el concepto de verdad. Respecto del tiempo, recupera la idea del
eterno retorno de la mitología y del pensamiento presocrático, que implica que todos
los posibles estados del universo ya han tenido lugar, no existe el pasado ni el futuro,
cada instante anuda en sí mismo lo que le antecede y lo que será. En Así habló
Zaratustra, relata el diálogo que tuvo con un espíritu acerca del tiempo:

Nietzsche, F. Así habló Zaratustra (1883)


—¡Mira ese portón! ¡Enano! —seguí diciendo— tiene dos caras. Dos caminos convergen
aquí: nadie los ha recorrido aún hasta su final. Esa larga calle hacia atrás: dura una
eternidad. Y esa larga calle hacia adelante, es otra eternidad. Se contraponen esos
caminos; chocan derechamente de cabeza: y aquí, en este portón, es donde convergen. El
nombre del portón está escrito arriba: «Instante». Pero si alguien recorriese uno de ellos,
cada vez y cada vez más lejos: ¿crees tú, enano, que esos caminos se contradicen
eternamente?
—Todas las cosas derechas mienten —murmuró con desprecio el enano—. Toda verdad
es curva, el tiempo mismo es un círculo.
—Tú, espíritu de la pesadez —dije encolerizándome— ¡no tomes las cosas tan a la ligera!
¡Mira este instante!
—continué diciendo—. Desde este portón llamado Instante corre hacia atrás una calle
larga, eterna: a nuestras espaldas yace una eternidad. Cada una de las cosas que pueden
correr, ¿no tendrá que haber recorrido ya alguna vez esa calle? Cada una de las cosas que
pueden ocurrir, ¿no tendrá que haber ocurrido, haber sido hecha, haber transcurrido ya
alguna vez? Y si todo ha
existido ya: ¿qué piensas tú, enano, de este instante? ¿No tendrá también este portón que
haber existido ya? ¿Y no están todas las cosas anudadas con fuerza, de modo que este
instante arrastra tras sí todas las cosas venideras? ¿Por lo tanto incluso a sí mismo? Pues
cada una de las
cosas que pueden correr: ¡también por esa larga calle hacia adelante tiene que volver a
correr una vez más! Y esa araña que se arrastra con lentitud a la luz de la luna, y esa
misma luz de la luna, y yo y tú, cuchicheando ambos junto a este portón, cuchicheando de
cosas eternas, ¿no
tenemos todos nosotros que haber existido ya? Y venir de nuevo y correr por aquella otra
calle, hacia adelante, delante de nosotros, por esa larga, horrenda calle, ¿no tenemos que
retornar eternamente? —Así dije, con voz cada vez más queda: pues tenía miedo de mis
propios pensamientos y de sus trasfondos.
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Según se explica en el Recurso 1, Heráclito plantea que todo fluye y que los contrarios
son una misma cosa. ¿Consideras que esta idea puede aplicarse a dos opuestos como la
paz y la guerra?, ¿por qué?

A partir de los Recursos 2, responda: ¿Qué hace que Parménides dude de la existencia
del tiempo?

A partir del recurso tres, responda: ¿Por qué crees que a Zaratustra le asusta la idea de
un tiempo circular?
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