La Modernidad
La Modernidad
La Modernidad
Crisis de la Modernidad
La modernidad fue el primer segmento del viejo paradigma en entrar en crisis, y esto
sucedió a partir de los terribles momentos históricos vividos en la primera parte del siglo
XX con las carnicerías de la Primera Guerra Mundial, la brutal crisis económica de 1930,
el Holocausto judío y la detonación de la Bomba Atómica, todo ello llevó al Hombre a
cuestionar el destino de progreso al que le prometía conducirlo el racionalismo iluminista.
El ídolo de la Razón y la fe en el Progreso estaban pues fuertemente cuestionados a
mediados del siglo XX.
Pero otra columna vertebral de lo racional, la ciencia, también fue puesta en tela de juicio.
La ciencia producto del movimiento de la razón auguraba el logro de verdades. La ciencia
física clásica consideraba la materia como impenetrable, hasta que a comienzos del siglo
XX se descubre que eso que se consideraba sólido no es más que energía, el átomo no
era una cosa en su sentido material, sino un conjunto de fuerzas.
No había pues nada sólido, todo era proceso y movimiento.
Las ciencias físicas comenzaron a virar de su concepción material a una nueva teoría, la
Teoría del Caos y de la Incertidumbre.
Allí donde la modernidad buscaba verdades últimas, la nueva ciencia solo ofrece
posibilidades.
No hay una realidad fija y cognocible sino realidades individuales, el mundo no se
conforma de verdades sino de opciones y posibilidades.
El mundo comienza a buscar soluciones biográficas a lo que son problemáticas sociales.1
Todos los problemas parecen anclar en las particularidades de cada individuo, aún la
pobreza o la marginación. Cada persona debe ser responsable de su suerte.
Donde la modernidad veía un único sentido apuntalado por una sólida ideología, la
posmodernidad comienza a ver un abanico de pensamientos, juegos del lenguaje.
No hay ya un orden racional sino solo espontaneidad, y se desvanece el interés por la
Historia pues ya no constituye una herramienta válida para construir el futuro, un futuro
que pierde todo sentido frente al imponente presente.
Los tiempos se someten al presente hipertrofiado, el futuro es una gran desilusión y el
pasado una profunda frustración, y como sostiene el historiador Jacques Revel, al no
proyectarnos hacia el futuro el pasado se vuelve opaco, difícil de descubrir.
Así se cierran los caminos de la modernidad derribadas las columnas de la Razón y del
Progreso.
El viejo paradigma se queda pues sin su soporte cultural y el nuevo paradigma se afinca
en un nuevo sustrato cultural, la posmodernidad.
Caída la razón se entroniza el Deseo, disuelto el Progreso se erige el Presente.
La satisfacción del deseo aquí y ahora será la base cultural del nuevo paradigma. El
resultado: una sociedad de consumidores.
No más doctrinas que “dicen” verdades, ahora solo juegos de lenguaje que son verdades
relativas todas diversas y todas válidas.
No más ordenamiento disciplinado y racional, ahora espontaneidad flexible, libertad
personal.
1
Ulrich Beck, citado por Zygmunt Bauman, En busca de la política.