Reflexión

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 3

Wilfredo Mendoza

Alabamos y bendecimos al Señor, porque estamos viviendo un tiempo de


gracia

Vivimos en un tiempo de grandes avances tecnológicos. Vivimos en un tiempo en el


que creemos casi ciegamente, casi religiosamente en los poderes de la ciencia y de los
científicos, expertos, doctores y, aun así, repentinamente nos estamos encontrando sin
una solución, sin un indicio, no sabemos a qué nos enfrentamos, no sabemos cómo
responder, no sabemos cómo controlarlo, no sabemos ni siquiera lo que es. Esto nos
recuerda que no hemos dominado el universo, que no hemos conquistado la
naturaleza y que no somos Dios. Nos recuerda que somos seres limitados y
necesitados de Dios.

Hay personas que actualmente están diciendo: ¿por qué Dios permitiría tal virus?
¿por qué Dios permitiría tal pandemia? ¿por qué lo permitirá? Pero, ¿qué están
sugiriendo esas preguntas? Es como decir que algunas cosas pasan y Dios interviene,
pero también hay otras cosas que pasan, y Dios no interviene. Nada pasa a menos que
Dios haga que pase. Todo lo que pasa, sucede por un propósito divino y una razón
divina. ¡De otra manera, no puede suceder! Todo lo que estamos experimentando, está
divinamente orquestado para nuestro beneficio.

Todos estamos abandonando nuestras rutinas y costumbres, y es válido


preguntarnos ¿de qué está hecha nuestra rutina? Vamos aquí, vamos allá, hacemos un
poco de esto, hacemos un poco de aquello, y entonces volvemos a casa y eso es todo.
De repente, sin que nadie diga una palabra, no hay cine, no hay fiestas, no hay viajes,
no vamos a ningún lado. Estamos tan atrapados en estas cosas, que realmente
comenzamos a creer que de eso se trata la vida. La vida es ir a la escuela, ir a trabajar,
ir a fiestas, ir al cine, ir a un entrenamiento, ir de compras, pero ¿eso es la vida? Ahora
estamos viendo que no. Como dice la Sagradas escrituras en
Eclesiastés 3:1-9.
Todo tiene su momento oportuno;
hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo:
un tiempo para nacer, y un tiempo para morir;
un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar;
un tiempo para matar, y un tiempo para sanar;
un tiempo para destruir, y un tiempo para construir;
un tiempo para llorar, y un tiempo para reír;
un tiempo para estar de luto, y un tiempo para saltar de gusto;
un tiempo para esparcir piedras, y un tiempo para recogerlas;
un tiempo para abrazarse, y un tiempo para despedirse;
un tiempo para intentar, y un tiempo para desistir;
un tiempo para guardar, y un tiempo para desechar;
un tiempo para rasgar, y un tiempo para coser;
un tiempo para callar, y un tiempo para hablar;
un tiempo para amar, y un tiempo para odiar;
un tiempo para la guerra, y un tiempo para la paz.

Los eventos nos alientan a pensar dónde ponemos la energía, para qué estamos
viviendo, para qué nos levantamos cada mañana. Ahora es el momento de pensar, no
en nosotros, sino en los otros. Tenemos que estar más vivos, más entusiastas acerca de
nuestra misión y nuestro propósito, pero sobre todo debemos volver nuestra mirada a
Dios. El mismo Jesucristo nos enseñó que los que sufren, los pobres y los afligidos son
los hijos predilectos del Padre. Este desierto que nos excede, que nos prueba, que sólo
parece ser oscuro y triste, es una oportunidad para encontrarnos con Dios. En estas
circunstancias, precisamente porque tendremos más tiempo, vamos a hacer cosas que
nunca antes habíamos hecho, y retomaremos aquellas que simplemente, por el trajinar
de nuestra vida, habíamos olvidado. Vamos a estar en casa y es nuestra oportunidad
de convertirnos en mejores padres, mejores esposos, mejores hijos, mejores amigos. El
mundo va a ser un lugar mucho mejor tan pronto como esto termine; solo tenemos
que ser valientes, tener fe y esperanza para verlo. Estamos madurando, y como especie
humana, eso es algo hermoso. No es una advertencia, no es un castigo, no es el día del
juicio final. Esto va a pasar. Y vamos a encontrar un mundo más limpio, más sano y más
noble. Escrito está en el libro de la Sabiduría 1, 14: “Él ha creado todas las cosas para
que subsistan; las criaturas del mundo son saludables, no hay en ellas ningún veneno
mortal y la muerte no ejerce su dominio sobre la tierra”.

En el marco de la pandemia de coronavirus, tenemos la oportunidad de


experimentar realmente el desierto, el retiro, la soledad, el silencio, la Semana Santa en
carne viva. Y a pesar de que no todos tenemos las mismas condiciones para sobrellevar
esta cuarentena, debemos poner nuestra confianza en la Divina Providencia, bien decía
nuestro Padre San Agustín: “Ora como si todo dependiera de Dios y trabaja como si
todo dependiera de ti”.
El permanecer en casa es para muchos, una penitencia impuesta. No obstante, no
hay penitencia que valga a los ojos de Dios que no esté acompañada de oración y
caridad. Llegó el momento en el que, movidos por el temor, nos toca rezar y ser
solidarios con los demás.  ¡Que las circunstancias actuales sean ocasión de reflexión,
encuentro, reconciliación y transformación del corazón!

También podría gustarte