La Buena Dependencia Emocional Doc Final

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LA BUENA DEPENDENCIA EMOCIONAL

¿Qué entendemos por Dependencia Emocional?


¿Por qué caemos en la Dependencia Emocional?
La Dependencia Emocional: ¿un hecho o una cadenas?
Los cuatro escalones de la Dependencia Emocional
¿Es "Mala" la Dependencia?
¿Pero qué tipo de dependencia es “sana”?:
 Dependencia Vertical
 Dependencia Horizontal
Relaciones Sanas:
 1. Regulación Emocional
 2. Confianza o Seguridad Relacional
Autonomía e Intimidad
Los estilos de dependencia y las relaciones patológicas:
 1. Dependiente Sumiso
 2. El Contra-Dependiente o Evitativo
El patrón de Dependencia Sano: LA INTERDEPENDENCIA
Relaciones entre los diferentes patrones:
 Sumisos
 Evitativos
 Dominantes
 Interdependientes
¿Qué podemos hacer para tener
relaciones sanas?
Conclusiones: La BUENA
Dependencia Emocional
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¿Qué entendemos por Dependencia Emocional?


Se habla mucho sobre la dependencia emocional en la sociedad
actual, normalmente utilizamos este término para referirnos a
personas que muestran mucha ansiedad ante la idea de
abandono y están dispuestos casi a hacer o a soportar
todo tipo de cosas con tal de no ser abandonados, incluso
aunque la relación les haga sufrir o no les satisfaga.

Normalmente asociamos este patrón a un tipo de pareja en el que uno de los


miembros es dependiente y el otro dominante. Sin embargo, este no es el único tipo
de desequilibrio afectivo, hay varios tipos de vinculaciones patológicas relacionadas
con la dependencia.

¿Por qué caemos en la dependencia emocional?


Todos somos dependientes. Lo somos desde el momento en el que nuestras vidas
comienzan. Lo somos en el vientre de nuestras madres, en nuestros primeros
llantos, en las primeras caídas, durante las primeras expediciones por mundos
desconocidos. Lo somos en el apartado práctico y en el apartado emocional.
Necesitamos que los demás hagan actividades por nosotros, o al menos que nos
den algunas indicaciones para saber hacerlas. También necesitamos de los demás
porque somos seres sociales y…sobre todo emocionales. Así, ¿necesariamente
somos víctimas de la dependencia emocional?

No hay nada que pueda causarnos tal torbellino de emociones como un ser humano.
Piensa en el primer beso, en un reencuentro de años de separación, en un abrazo
que por fin te calma. Respira, respiro, respiramos.

Cuando superamos la adolescencia, después de intentar conquistar «a capa y


espada» nuestra independencia, normalmente nos damos cuenta de que esta no
es posible más allá de constituir una utopía que no necesariamente tiene que ser
buena, porque nuestras necesidades más primarias no responden necesariamente
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a ella. Piensa en el amor, en el cariño, incluso en los encuentros o los


desencuentros.

La dependencia emocional:

¿un hecho o unas cadenas?


Entonces, si la dependencia emocional es natural, ¿por qué en psicología es un
ogro al que hay que desterrar? En parte porque la psicología no deja de beber de
las corrientes sociales y estas son cada vez más individualistas. En parte porque
esta dependencia se vuelve negativa cuando se fija en una persona concreta que
no somos nosotros. Cuando le otorgamos a otro la responsabilidad de lidiar con los
caprichos y las apetencias del niño y el joven que llevamos dentro, y pensamos que
ese otro es insustituible.

Veamos un ejemplo sencillo. Ana está haciendo algunos cambios en la decoración


de su casa y le gustaría cambiar un mueble de sitio. Pesa demasiado para cargar
con él ella sola, por lo que necesita la ayuda de alguien. Puede ser la suya propia,
estudiando física y mecánica y construyendo un gato con ruedas que le ayude con
tal propósito. Sin embargo, temporalmente esta solución no es muy rentable para
ella.

Lo más rentable es que lo hicieran personas más fuertes que ella. Ana piensa en
sus hijos, pero resulta que ellos no pueden porque esa semana están de
vacaciones. Entonces pide ayuda a sus sobrinos y estos encantados le hacen el
favor. Pues bien, Ana es dependiente, pero no es dependiente de sus hijos. Si ellos
no pueden, es capaz de buscar la ayuda de otra persona. Pues bien, con la
independencia/dependencia emocional pasa lo mismo.

Esta se vuelve peligrosa cuando se fija en una sola persona y se carga sobre ella la
responsabilidad de nuestro estado emocional. Es peligrosa porque nos debilita y
porque a la larga termina con la relación. Sin embargo, lo peor es que, antes de que
termine esa relación, nos habremos destruido a nosotros mismos utilizando todo
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tipo de medidas desesperadas para no perder a esa persona en la que hemos


depositado el sino de nuestra felicidad.

Los cuatro escalones de la dependencia emocional


El camino de la destrucción emocional -por dependencia emocional- suele tener
cuatro escalones marcados, que empezamos a bajar cuando aparece el miedo a la
pérdida. Un miedo que la mayoría de las veces es infundado y que precisamente
contribuye a hacer más fuerte esta dependencia.

«Si no pude conseguir sentirme querida/o y necesitada/o, si te negaste a tenerme


lástima y a ocuparte de mí por piedad, si ni siquiera conseguí que me odies, ahora
vas a tener que notar mi presencia, quieras o no, porque a partir de ahora voy a
tratar de que me temas»

El primer escalón consiste, para la persona dependiente, en tratar de hacerse


imprescindible para la persona de la que depende. En mostrarle todo le que
aporta a su vida, en subir estas aportaciones y en recalcarlas: «Si no fuera por
mí…», «A ver a ti quién te iba a hacer esto así…», «Puedes irte a buscar por ahí,
pero no encontraras a nadie que te lo haga como yo».

También el dependiente puede intentar convertirse en una garantía, una especie de


seguro, «si sigues conmigo, esto nunca te faltará» y buscamos que el otro, aunque
sea por reciprocidad, se quede con nosotros.

Bajamos al segundo escalón cuando el primero no sirve. Además, este segundo


se pude seguir combinando con el primero. En este escalón la persona
dependiente se disfraza de víctima e intenta dar lástima. En su vida, los
achaques cotidianos se convierten en auténticas tragedias que harían al otro
inhumano en caso de querer alejarse…precisamente en esos momentos. Además,
normalmente esta es una estrategia que el dependiente conoce muy bien ya que es
probable que la haya utilizado antes para reclamar atención.
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El tercer y cuarto escalón son paradigmáticos y con ellos la persona


dependiente intenta protegerse de lo que más teme, la indiferencia. Estos dos
escalones son intercambiables y no necesariamente se da uno antes que el otro, o
se dan los dos.

Además, los dos aluden a emociones primarias: uno al odio, otro al miedo. Ante
el temor a la indiferencia, la persona dependiente puede buscar que el otro la odie.
Es una forma de autoengaño con la que busca que existan sentimientos que
se mantengan, lazos de conexión, presencia en la vida del otro… aunque sea
levantando odio.

El cuarto escalón, es el de la amenaza. «Si se te ocurre marcharte, no sé lo


que puedo hacer», «Si desapareces ya no me queda razón para seguir viviendo»,
«Si decides marcharte, te aseguro que no volverás a verme», «Luego no llores,
cuando ya no esté». Es el miedo a la pérdida el que la persona dependiente
intenta contagiar al otro. Ese temor es un engaño, pero para el dependiente puede
funcionar perfectamente como sustituto del amor.

La persona dependiente hace sufrir… y sufre

De una forma o de otra, para el dependiente su propia dependencia suele ser una
tortura. Si de algo es víctima es de haber confiado su destino y sus esperanzas a
alguien. Esto la obliga a inmolarse para que ese alguien no se vaya, porque siente
de verdad que, si se marcha, perderá su vida. Muchas de sus frases son una
manipulación, pero debajo de ellas hay un sufrimiento que es de verdad.

Desgraciadamente la dependencia emocional es difícil de admitir. A ella están


asociadas etiquetas como las de poco valor, debilidad de carácter e incluso
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incapacidad intelectual. Sin embargo, identificar esta dependencia es el primer paso


para re-edificarla y entender que, aunque nuestras necesidades sean únicas, las
personas que las pueden satisfacer son varias y además normalmente de muy
diferentes formas.

¿Es "Mala" la Dependencia?:


¿Es acaso el estado ideal la Independencia total? Si fuéramos totalmente
independientes viviríamos aislados. Somos seres sociales que vivimos en
comunidad, el apego es una de nuestras necesidades básicas, y es normal que se
establezcan vínculos de dependencia entre nosotros.
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¿Pero qué tipo de dependencia es “sana”?

Dependencia Vertical y
Dependencia Horizontal:

Dependencia Vertical:
Es cuando una persona depende absolutamente de otra: es por ejemplo el tipo de
relación entre los padres y sus hijos pequeños. Los padres proveen, cuidan, y el
bebé depende de ellos para sobrevivir.

Dependencia Horizontal:
Se trata de una Inter-dependencia entre personas adultas. Todas dan y reciben, se
cuidan y se apoyan mutuamente. Entre parejas adultas esta interdependencia a
nivel horizontal sería característica de una relación sana y equilibrada.

El objetivo al madurar como personas no es


volvernos completamente “Independientes” sino
desarrollar lazos de Interdependencia sanos con
otras personas: pareja, amigos, comunidad, etc.

Lamentablemente la sociedad occidental actual promueve valores contrarios: como


la competitividad, el aislarnos unos de otros, el egoísmo. Lo que nos lleva a que los
habitantes se relacionen cada vez de manera menos colaborativa y empática, en la
que todos parecemos estar cada vez más solos y aislados, sobre todo en las
grandes ciudades.

Por otro lado hay muchas personas que en su edad adulta no buscan una relación
horizontal, sino vertical: alguien que les cuide, que les provea, o bien alguien a
quien cuidar, a quien “salvar” o incluso alguien a quien dominar.
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Relaciones Sanas:
Hay dos variables que condicionan nuestra capacidad para relacionarnos y
vincularnos de forma sana, están relacionada con los estilos de apego en los
primeros años de vida, estas variables son: la Regulación Emocional y la
Seguridad o Confianza Relacional.

1. Regulación Emocional:
Regulación de los estados de ánimo: es aquello que pongo en marcha para
intentar cambiar mi estado emocional, puede ser:
1. Auto- Regulación: lo que hago yo solo para intentar cambiar de estado. Por
ejemplo hacer deporte, meditar, leer un libro, escribir en mi diario, etc. La
capacidad de autorregulación se adquiere a lo largo del desarrollo. Los niños
pequeños no son capaces de autorregularse por lo que dependen de una co-
regulación por parte de sus padres o cuidadores.

2. Co-regulación: es lo que hago con ayuda de otros. Por ejemplo salir con
amigos, pedir consuelo o consejo, buscar contacto físico de los seres
queridos, etc.

Es importante saber tanto autorregularnos como


corregularnos para tener una buena gestión
emocional interpersonal.
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2. Confianza o Seguridad Relacional:

Tiene que ver con cómo nos sentimos estando solos y estando en compañía
de los demás, normalmente está vinculado al tipo de apego en la infancia: un apego
seguro genera confianza, y uno inseguro (padres ausentes o ambivalentes,
maltrato...) desconfianza. También experiencias vividas en la edad adulta pueden
influir en nuestro nivel de confianza (frustraciones, engaños, coacciones, malos
tratos, bulling...)

Hay personas que ante la soledad se sienten inseguros: no confían en sí mismos


y sus capacidades, y esto les lleva a la “necesidad” de compañía para sentirse
seguros y bajar la ansiedad que les produce estar solos.

Por otro lado hay personas que no se sienten seguras en sus relaciones con
los demás, desconfían, por ello tienden a aislarse o a intentar controlar las
relaciones para sentirse más seguros.
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Autonomía e Intimidad:
Autonomía:
En relación a lo anterior, cuando una persona tiene capacidad de auto-regularse
y sentirse segura estando sola, esta persona es capaz de sentirse autónoma.

Intimidad:
A la vez, cuando una persona es capaz de co-regularse (ayudar a regular a
personas cercanas y regularse con su ayuda) y se siente segura con los
demás tendrá capacidad de tener intimidad.

Un buen equilibrio entre estas dos variables: la autonomía


y la intimidad, es esencial para mantener una relación
sana de interdependencia (horizontal)

Los estilos de dependencia y


las relaciones patológicas:
Existen diversos patrones conductuales y emocionales que se han estudiado dentro
del contexto de relaciones disfuncionales.
Hay que decir que estas categorizaciones no son rígidas ni inamovibles, una
misma persona puede cambiar a lo largo del tiempo o en diferentes relaciones.
Los patrones de relaciones disfuncionales son lamentablemente muy habituales,
podemos distinguir tres estilos de Dependientes Emocionales:

1. Dependiente Sumiso:
Es al que identificamos más con el término “dependencia emocional”. La emoción
predominante es la Ansiedad. Son personas que viven las
relaciones con miedo a ser abandonadas o no queridas en
un futuro próximo: Necesitan de los demás, buscan validarse
a través de la opinión o el amor de otros (utilizan la co-
regulación externa y a veces no saben auto-regularse). Los
dependientes sumisos pueden sentirse no merecedores de
amor o que no valen “lo suficiente” (esto puede generar el
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miedo a que cuando la pareja descubra que no merezco la pena, o vea que hay
muchas otras personas mejores que yo, me deje de querer). Suelen ser
complacientes y se esfuerzan en no dar problemas evitar el conflicto y caer bien,
para evitar el rechazo. Les puede costar decir que no, se sienten muy mal ante las
críticas (porque creen que han de ser perfectos para ser queridos o valorados), les
cuesta pedir y recibir, sólo se centran en dar. De hecho muchas veces ponen sus
necesidades en último lugar, sacrificándose por otros, esto puede hacer que sientan
que los demás no se preocupan por ellos lo suficiente, y que no les corresponden
todos los esfuerzos que ellos hacen. Incluso puede que en algunos casos ni siquiera
sepan distinguir sus propias necesidades y deseos. Son personas que tienen riesgo
de involucrarse en relaciones abusivas, sobre todo debido a la dificultad que tienen
para terminar una relación de este tipo una vez que se inicia, pues debido a su
miedo a rechazo, son capaces de tolerar y perdonar comportamientos abusivos,
faltas de respeto, y malos comportamientos por parte de otras personas, puede que
crean que podrán cambiar, curar o “salvar” a la otra persona y les cuesta muchísimo
poner límites, ceden con facilidad. A veces adoptan el papel de indefensión y
necesitar alguien que las cuide y haga todo por ellas, y otras el de cuidador y
salvador del otro. En estos casos hay un problema base de baja autoestima y
autoconfianza.

2. El Contra-Dependiente o Evitativo:
Estas son personas “frías” emocionalmente, tienden a aislarse de los demás
(tanto física como emocionalmente) La emoción predominante es la tristeza, y
una sensación de soledad, que aparece con frecuencia como apatía, desgana o
desinterés. La mayoría de las veces, sin embargo, estas personas no son
conscientes de su tristeza interna, debido a que también se distancian de sus
propias emociones y sensaciones y les cuesta reconocerlas.
Suelen desconfiar de los demás o infravalorarlos, aunque en ocasiones también
idealiza las relaciones. Su miedo es ser controlados, invadidos, o perder su
libertad. Su forma de regulación es la auto-regulación, sobre todo mediante la
supresión interna de las emociones. Esto les lleva a parecer huraños y
completamente independientes, pero en realidad sí necesitan a los demás. (De
hecho, si fuesen evitativos “absolutos” no mantendrían relaciones con nadie).
Mantienen relaciones con un bajo grado de implicación e intimidad. Sin
embargo, al inicio de una relación, mientras dura la fase de enamoramiento se
pueden mostrar implicados, incluso excesivamente, para después cambiar y
mostrarse cada vez más evitativos y emocionalmente distantes. Suelen vivir las
relaciones como una responsabilidad y una carga, les agobian los requerimientos o
búsqueda de intimidad de los demás y desean que se les “deje tranquilos”, puede
costarles disfrutar del contacto interpersonal.
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3. El Dependiente Dominante:

Como el nombre indica, suelen mostrarse dominantes en sus


relaciones. La emoción predominante es el miedo, ante el
cual reaccionan con comportamientos de control e Ira. Su miedo
es ser dominados, rechazados u odiados. Suelen ser
egocéntricos, egoístas y pueden llegar a ser rígidos y tercos en
su pensamiento. Tienden a querer dominar a la otra persona
para sentirse seguros, desean sentirse en control y controlarlo
todo, pueden ser celosos. En su afán de dominio pueden llegar
a ser manipuladores emocionales de tipo pasivo-agresivo, y en los peores casos de
desregularización emocional pueden llegar a ser maltratadores emocionales o
físicos, y realmente un peligro para sus parejas y la sociedad. Pueden parecer
personas independientes, pero en el fondo necesitan una relación de dominio
para sentirse seguros, pueden ser obsesivos.

En los tres patrones de dependencia mencionados hay sufrimiento. En mayor


o menor grado, lamentablemente estos patrones suelen habituales y están a la base
de muchas de las patologías emocionales y sociales con las que nos encontramos,
incluyendo la violencia de género. Sin embargo los patrones no son rígidos, como
hemos comentado, y pueden cambiar a un patrón sano: Un patrón de
dependencia horizontal e Interdependiente.

El patrón de DePeNdEnCiA SaNo:


LA INTERDEPENDENCIA

Los Interdependientes (Dependencia Horizontal):


Son personas que mantienen relaciones basadas en un
equilibrio entre la intimidad y la autonomía. La emoción
predominante es la calma, se sienten relajados. Son personas
que confían en los demás y en sí mismos, saben escuchar,
son sensibles, y saben expresar sus emociones y resolver
conflictos. Suelen tener buenas habilidades sociales y son
asertivos. Saben ayudar a los demás y también son capaces de
pedir ayuda cuando lo necesitan. Tienen una buena inteligencia emocional.
Saben autorregularse y corregular, tienen una alta capacidad de Intimidad y también
de Autonomía.
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Teniendo en cuenta el gráfico de anterior, ahora podemos añadir:

Relaciones entre los diferentes patrones:

Sumisos:
Es difícil que un sumiso se sienta atraído por otro sumiso, sino que formarán pareja
con más facilidad con dominantes o evitativos.

Evitativos:
Dos personas evitativas, difícilmente serán pareja, y si lo son, casi siempre la menos
evitativa de las dos empezará a mostrarse más sumisa. Los evitativos y dominantes
también son poco usuales, cuando se dan estos casos el evitativo acaba adoptando
una posición sumisa. Normalmente suelen formar pareja con estilos sumisos.

Dominantes:
Difícilmente formarán relaciones entre sí, en caso de hacerlo suele ser una lucha
constante por dominar al otro. Los dominantes frecuentemente formarán pareja con
personas de estilo sumiso.
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Interdependientes:
Los interdependientes buscan relaciones horizontales, y evitan las verticales, por lo
que siempre acaban relacionándose entre sí. Si llegan a iniciar una relación con un
patrón de otro tipo, acaban por cortar la relación al poco tiempo, al notar el patrón
diferente, dado que no es lo que ellos buscan en una pareja. Las relaciones
interdependientes son el tipo de relación sana a la que todos debemos aspirar.
Como hemos comentado los patrones no son fijos, pueden
variar de una relación a otra, tener mayor o menor grado.. y
se puede cambiar y evolucionar a un patrón
Interdependiente (de hecho este suele ser el objetivo en las
terapias de pareja.)

¿Qué podemos hacer para tener relaciones sanas?


Resumiendo, lo que podemos trabajar y fomentar para tener relaciones sanas es:
 Fortalecer nuestra Autonomía:
Trabajar nuestra capacidad de
autorregulación, saber reconocer
nuestras emociones, poner en
marcha acciones para regularlas, y
sentirnos seguros estando solos con
nosotros mismos, tener autoconfianza.
Aprender a vivir en el presente y a
relajarnos. Trabajar nuestro
autoconocimiento y nuestra
autoestima.
 Fomentar nuestra capacidad de
Intimidad:
Implica saber corregularme, contar con los demás, saber comunicarme, compartir
mis emociones, y saber corregular a otros (saber escuchar, consolar, ser empático).
También implica sentirme confiado y tranquilo en las relaciones interpersonales (en
lugar de vivirlas con miedo, ansiedad o como amenaza), confiar en los demás, estar
bien en grupo (buenas habilidades sociales.) Trabajar nuestra asertividad y nuestra
inteligencia emocional.
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Conclusiones:

La buena dependencia emocional


1. SENTIMOS EL MISMO DOLOR
Las neuronas espejo nos ayudan a ser COMPASIVOS con el dolor ajeno.
2. EMPATIA PARA DISFRUTAR MÀS CUANDO REALIZAMOS
ACTIVIDADES JUNTOS.
La EMPATÌA nos permite disfrutar con más intensidad, cuando la
DISFRUTAMOS con los demás.

3. PEDIR NO ES SER DEPENDIENTE


No confundamos pedir ayuda, no te convierte ni en un DEBIL, ni en un
DEPENDIENTE.

4. DISFRUTAMOS gustando.

5. VÌNCULOS SOCIALES OXITOCINA


Los VINCULOS y el amor estimulan la OXITOCINA (hormona del amor).

6. La necesidad de PERTENENCIA también nos lleva a SUPERARNOS.

7. PERO… NO DEJES DE SER TÙ, NI CONSTRUIR TU YO POR


PERTENECER AL GRUPO.
Necesitamos a los demás para SOBREVIVIR en esta sociedad tan
ESPECIALIZADA.

Bibliografía y citas de Internet:


https://psicologia-estrategica.com/dependencia-emocional/

https://lamenteesmaravillosa.com/por-que-caemos-en-la-dependencia-emocional/

https://www.google.com/search?tbm=isch&q=la+buena+dependencia+patricia+ramirez&spell=1&sa
=X&ved=0ahUKEwinyrTEgYbmAhVM-qwKHRWICAUQBQg-
KAA&biw=856&bih=597&dpr=1.5#imgrc=Yi_DA2WIwysGjM:

Sugiero revisar este enlace, donde se da una amplia bibliografía del tema:

http://www.mitramiss.gob.es/es/publica/pub_electronicas/destacadas/revista/numeros/60/Biblio.pdf

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